Bien. Hola a quien lea esto.

Quiero dar gracias a jean d'arc (Me alegra que no te parezca muy larga la marcha al Muro, y lo de que Catelyn y Maege llegaron a un cierto nivel de entendimiento es del tercer libro. Coqueteé con lo del trío, ciertamente. Tenes razón en todo lo que escribiste acerca de la enemistad entre norteños y Pueblo Libre, y en como verán a Jon por estar ayudándolos y liderándolos. ¿Mi historia te inspiró a traducir una de las tuyas? ¡Wow! ¡Me estoy sintiendo tan importante!¡Y aún más halagado!. Para concluir, gracias por los buenos deseos para mis exámenes), W. M King (gracias por calificar mi historia de genial, y como muchos más, creo que te metí la idea del trío, o la incentive si ya la tenías de antes jejej) y Luna (¿cómo va a estar mal que te imagines a las dos pelirrojas peleando en el lodo? Si el fanfic es justamente para volar nuestra imaginación. Jean: Me alegro que te guste la historia y la sigas, y muy buena referencia entre Jon y Catelyn con la Dama y el Vagabundo. No había pensado en eso hasta que lo mencionaste) por sus hermosos reviews que me alegran el día solo con leerlos.

Quiero dar además un agradecimiento a los que siguen la historia o la tienen entre sus favoritos.

Disclaimer: todo lo que puedan reconocer pertenece a G.R.R. Martín. Yo solo lo uso para entretenerme y tratar de entretener a otros.

Jon

Habían pasado cinco días desde que los dos señores norteños le habían jurado lealtad como su rey. Desde ese momento Jon había hablado con ellos todos los días, queriendo saber todo lo posible de lo que había pasado en los Siete Reinos, y sobre todo en el Norte, luego de la muerte de Robb. También quería escuchar todos los detalles posibles sobre la campaña de Robb; pese a que Catelyn ya se lo había contado, había detalles de tipo militar que sin duda no había captado, o que directamente no había sabido. A veces Ygritte y Catelyn se unían a él, aunque la más joven de las dos mujeres besadas por el fuego debía ser explicada en algunas cuestiones.

Como muestra de confianza a ambos señores Jon les había devuelto sus armas y les había permitido vagar por el campamento a ellos y a sus hombres, bajo estricta orden de no involucrarse en ninguna pelea. Los hombres de la Guardia de la Noche seguían confinados y vigilados a todas horas; no estaba en sus manos jurarle lealtad, y aunque lo hicieran había demasiada mala sangre entre ellos y el Pueblo Libre para que Jon se arriesgara a dejarlos sueltos por el campamento.

Pese a todo lo que Lord Glover y Lady Mormont le habían informado Jon aún no confiaba en ellos sin reserva, razón por la cual nunca se alejaba de su espada y se aseguraba de que hubiera guardias cerca cada vez que se veían. No estaba seguro de quien ganaría en una pelea, pero era mejor prevenir que lamentar.

Esas charlas que tenían habían estado salpicadas de emociones de todo tipo: cuando se enteró de la muerte de Joffrey en su propia boda Jon sintió como sus labios, contra su voluntad, se curvaban en una pequeña sonrisa. Pese a que no era honorable, Jon no pudo encontrar en sí mismo ninguna vergüenza al alegrarse de la muerte del rumoreado hijo bastardo del Matareyes con su hermana. El saber que Tywin Lannister había muerto poco después era más un alivio; sin él a la cabeza de la Casa Lannister, la guerra daría un vuelco absoluto. Lo que si le sorprendió fue saber que el asesino de Tywin fue su propio hijo. Una parte de él aun dudaba de eso; había conocido a Tyrion Lannister y no le resultaba fácil creer que tuviera lo que había que tener para mancharse las manos con la sangre de su propio padre.

También estaba gratamente sorprendido de que la mayor parte de los Hijos del Hierro que invadieron el Norte se hubieran retirado para su Asamblea de Sucesión; sería más sencillo recapturar Bosquespeso y las otras fortalezas sin enfrentarse al grueso del ejército, aunque probablemente tendría que moverse con rapidez para asegurarlas.

Pero no todo habían sido buenas noticias: cuando se enteró de que Sansa había desaparecido el día de la boda de Joffrey se sintió preocupado más allá de las palabras. Aunque comparado con Catelyn había estado calmado: aun recordaba cuanto le había costado convencerla de que Sansa aún estaba viva y sana. Después de todo ella era, a los ojos de la mayoría de Poniente, la heredera obvia de Invernalia luego de la muerte de Robb, Bran y Rickon. Viva valía infinitamente más que muerta.

Más tarde, a solas en la cama junto a una Ygritte dormida, Jon sintió que la culpa lo ahogaba. Era cierto lo que le había dicho a Catelyn, pero también había omitido otros hechos probables. Después de la muerte de su padre y de Robb, Sansa sería con certeza una de las primeras personas en ser señaladas como culpables de la muerte de Joffrey, y sin Robb a la cabeza de un ejército para amenazarlos ¿qué impedía que los Lannister la declararan culpable y la ejecutaran por regicidio? Jon no creía que Sansa fuera culpable, pero la justicia no existía en ese nido de víboras que era la capital. La ejecución de su padre era la prueba de ello.

La verdadera pregunta acerca de la desaparición de Sansa era ¿quién lo había planeado? Porque era obvio que Sansa no escapó por pie propio de Desembarco del Rey. De hecho, si Jon tuviera que especular, diría que la misma persona que sacó a Sansa de Desembarco del Rey era la asesina de Joffrey.

"Jon" dijo una voz. Jon dejó de mirar al vacío para girar la cabeza y ver a Catelyn caminando a su lado "¿en que estabas pensando?" le preguntó.

"En la Guardia de la Noche" mintió, ignorando la punzada de culpa que sintió por mentirle a Catelyn en esta relación cordial tan joven que tenían "Sus reacciones cuando se enteren de que pretendo cruzar el Muro. Con decenas de miles de personas del Pueblo Libre siguiéndome" aclaró.

"Estarán muy enojados" dijo Catelyn.

"Eso es indudable. Han sido enemigos del Pueblo Libre durante milenios. Y de pronto vengo yo con la intención de traer a más de 130.000 de ellos al sur del Muro. Algunos de ellos querrán matarme solo por ese motivo" dijo, al tiempo que la imagen de Alliser Thorne aparecía en su mente.

Jon no se consideraba engreído; ningún bastardo podía serlo. Pero sabía bien que lo único que mantenía al Pueblo Libre unido era la presencia de un rey. Si algo le pasara se dispersarían a los cuatro vientos, y con toda seguridad las viejas riñas entre clanes y tribus se reanudarían. Entre sus peleas entre sí y los Caminantes Blancos Jon no creía que duraran tan siquiera un año. Jon debía vivir, no tanto por sí sino por los suyos. Eso era primordial si quería garantizar que hubiera alguna esperanza para todos.

"Necesitarás guardias. Podrías hacer algo como lo que hizo Robb; una Guardia para tu protección exclusiva" estaba diciendo ella, mientras seguían caminando.

"No es mala idea" reconoció Jon "pero si lo hiciera sería algo compuesto a partes iguales por norteños y Pueblo Libre" sería una forma de mostrar unidad entre ambas partes.

"También deberías considerar usar probadores de alimentos" dijo Catelyn.

La idea de que necesitara alguien para decirle si ya podía comer o no le pareció burlesca "No creo que me asesinen usando un plato de gachas o un vaso de agua" dijo, intentando que la risa no se filtrara en su voz.

"No subestimes a los Lannister. Mi esposo y Robb lo hicieron y ambos fueron asesinados por ello" le dijo ella con ferocidad, al tiempo que estrechaba un poco los ojos.

"No los subestimo, Catelyn" le dijo, intentando apaciguarla "es solo que tengo algo mucho mejor que un catador para detectar amenazas" le aseguró "tengo a Fantasma. Él puede detectar las amenazas, incluso las que se esconden tras una sonrisa y un gesto de amabilidad" el huargo blanco era, como Ygritte había dicho en ocasiones, una bestia muy lista.

Catelyn lo miró un momento y luego volvió la vista al frente, una mirada pensativa ahora en su rostro. Tras unos momentos sus ojos se abrieron un poco más y habló, aun sin mirarlo "Cuando Robb y yo llegamos a los Gemelos para la boda de mi hermano, Viento Gris estaba muy incómodo. No quería entrar al castillo y descubría los dientes cada vez que un Frey se acercaba demasiado a él o a mi hijo. Robb pensó que no era nada" una mirada de dolor apareció en el rostro de Catelyn, que lo miró con ojos nublados "Promete que no te alejaras de Fantasma cuando estemos al otro lado del Muro" le pidió.

"Lo prometo" le dijo. Si debía decir eso para que estuviera calmada, lo diría. Ella asintió y volvió la vista al frente, al tiempo que se acomodaba mejor la correa que le rodeaba el hombro "Sabes, nunca pensé que te vería así" comento Jon.

"¿Así como?" le dijo ella, volviendo su vista hacia él una vez más. Por toda respuesta Jon le señaló el fardo de pieles enrolladas que cargaba en la espalda. El Rey-más-allá-del-Muro sabía que era un peso considerable el que Catelyn cargaba "Me ayuda a sentirme útil" declaró ella.

"Creo que eres capaz de mucho más que solo cargar fardos" le dijo. En los últimos días había pensado en muchas cosas, y una de ellas era en lo que Catelyn sería capaz de hacer "Ayudando a Ygritte, por ejemplo. Está más calmada desde que le hablas sobre el embarazo, y hasta se la ve más entusiasmada" le contó. Eso era algo por lo que estaba agradecido con Catelyn.

"Me alegro; es como muchas madres primerizas. La verdad es que le estoy tomando cariño" le confesó.

"Ella también se está encariñando" Catelyn le dirigió una mirada escéptica y Jon no puedo evitar sonreír, divertido "Créeme. La conozco y sé que está empezando a apreciarte. Pero nunca lo admitirá" quizás Ygritte podría exponer sus sentimientos ante él, pero de ahí a exponerlos ante otros era esperar demasiado, al menos de momento.

Val

A veces Val acompañaba a otras de las mujeres de las lanzas en sus rondas por los límites del campamento, o a cazar en los bosques. Encontraba un cierto alivio en cerciorarse en persona de que las empalizadas y el resto de las defensas estuvieran bien dispuestas, y era una cazadora decente. En ese tipo de momentos se centraba en lo que estaba haciendo, pero hoy, mientras recorría el límite del campamento, no podía. Tenía muchas cosas que pensar.

Val siempre se había considerado a sí misma como una persona de actos más que de pensamientos. Incluso su hermana Dalla lo decía. Aunque había veces, escasas, en que dedicaba su mente a pensamientos; hoy en particular pensaba bastante en Jon. O más bien en lo que Jon le había dicho a ella y Dalla la noche anterior.

Así que la madre de ambas había sido una Umber. Val había oído hablar a saqueadores sobre los Umber y sabía que eran peligrosos y feroces. Honestamente le costaba relacionar el recuerdo que tenía de su difunta madre con algo feroz. Aun así parecía que en verdad estaba relacionada con los Umber, y por medio de ella lo estaban sus hijas también. Después de todo el nombre de su madre concordaba con el de la única mujer Umber que había sido secuestrada en los últimos tiempos, y además estaba el asunto de ese juguete en el que Val no había pensado en años, perdido entre las posesiones de su hermana pequeña.

Dalla. Su hermanita. La que había cuidado desde que el padre de ambas murió. Si había algo que mantenía a Val preocupada era ella. Dalla siempre había sido dulce y cariñosa, con una naturaleza que parecía irreal en la vida más allá de la muralla, y a Val le había preocupado la forma en que había reaccionado ante lo que Jon les había dicho. Dalla estaba emocionada ante la idea de que tenían familia, de que ya no eran solo ellas dos y el bebé que llevaba en el vientre. Val no había tenido corazón para recordarle la reputación de los Umber entre el Pueblo Libre, ni para insinuarle que quizás no les darían una bienvenida por el simple hecho de ser de la misma sangre. Quizás ni siquiera se alegrarían de saber que existían.

Val sacudió la cabeza y siguió examinando las defensas del campamento. Cualquier cosa era mejor que pensar en las grandes esperanzas que su hermana tenía y en la posibilidad de que se vieran defraudadas.

Catelyn

"Acuéstate de lado" le instruyo a Ygritte. Ella lo hizo y Catelyn presiono dos de sus dedos en la parte baja de la espalda descubierta de la otra mujer. Los mantuvo ahí un par de segundos antes de moverlos hacia otra zona. Continuó haciendo esto y pudo sentirla tensión de la muchacha disminuyendo, hasta que al final dio un suspiro de alivio "¿Estas mejor?" le preguntó, aunque la respuesta era obvia.

"Mucho…. Gracias" le dijo, antes de volver a sentarse, quedando cara a cara con ella. Al hacerlo la fina camisa de piel que llevaba cayo, tapando su estómago y su espalda baja "¿Quién te enseñó a hacer eso?" le preguntó.

"Una mujer llamada Emily. Emily Bracken" la segunda esposa de Jonos Bracken le había enseñado eso muchos años antes, cuando estaba embarazada del hijo que sería Robb. Catelyn la tenía por una buena mujer; lamentó escuchar de su muerte por parto un año después del nacimiento de Sansa.

"¿Esta Emily era tu madre?" la cuestionó nuevamente Ygritte.

Catelyn sacudió la cabeza "Era la esposa de un señor vasallo de mi padre" le explicó "Mi madre murió muchos años antes de eso" vio como algo de luz huía de los ojos de Ygritte al escuchar lo último.

"Entiendo" dijo. Catelyn la vio desviar un momento la mirada antes de seguir hablando "¿Cómo se llamaba? Tu madre"

"Minisa" le dijo tras un momento de silencio "¿Cómo se llamaba la tuya?" le preguntó. Tenía curiosidad.

"Ygnis" le contestó Ygritte.

"¿Es esa una costumbre del Pueblo Libre? Que los hijos sean nombrados de manera similar a su padre o madre" le preguntó Catelyn.

"A veces" le contestó la otra mujer "No diría que es costumbre. Más bien es una elección: Tormund, por ejemplo, tiene 4 hijos y una hija, y todos toman su nombre de él, salvo uno. Torreg, Torwynd, Dormund, Munda" le explicó "Hay otros que son más sutiles: solo toman la primera letra para nombrar a sus hijos. Styr por ejemplo. Su hijo se llama Sigorn, y su hija se llama Srigda. O al menos creo que ese es el nombre de su hija" dijo Ygritte.

"Escuché que también es habitual esperar a que el niño cumpla dos años para darle un nombre" comentó Catelyn. Le había parecido extraño la primera vez que lo oyó.

"Sí. Es peor para los padres si un hijo tiene nombre al morir. No es extraño que los niños mueran antes de aprender a caminar. El clima y la forma de vida….. no todos aguantan" dijo, y se pasó una mano por el vientre. Fue muy fugaz, tanto que Catelyn casi lo dudo, pero vio una pizca de tristeza en los ojos azules de Ygritte.

"Eso no le pasará a tu hijo. Para cuando nazca estaremos al sur del Muro. Ahí será más fácil" le dijo. Sabía que no podía prometer que todo saldría bien con el embarazo. Nadie podía prometer eso. Pero quería darle esa seguridad que toda mujer en su primer embarazo merecía.

Ygritte le dio una sonrisa pequeña, pero era mejor que nada. Luego se apagó un poco cuando volvió a hablar "Jon dijo que le sugeriste que eligiera algunos guerreros para que lo cuidaran. En caso de que alguien intente lastimarlo" comentó.

"Así es" confirmó Catelyn "¿Te molesta la idea?"

"No estoy segura" respondió Ygritte, tras un momento de duda "La verdad es que parece extraño verlo seguido a todas partes por un grupo de personas, como un perro seguido por sus cachorros. Pero lo que más me sorprende es el número de voluntarios que se presentaron para eso" comentó.

Catelyn no había oído al respecto "¿En serio?¿Cuántos?"

"Medio centenar…... En el primer día. El segundo y el tercero hubo más todavía. A estas alturas ya son cientos" le informó.

Catelyn estaba más que sorprendida. Si algo había aprendido en estos meses al norte del Muro era que el Pueblo Libre valoraba la fuerza personal; el que ahora muchos de ellos se ofrecieran para cuidar de Jon era un alivio, y al mismo tiempo una preocupación. Tendría que pensar bien en lo que haría con ellos. Si elegía solo a unos pocos debería buscar la lealtad a él ante todo; ese era, según el pensamiento de Catelyn, el factor más importante en una guardia.

"Es sorprendente" empezó, dando voz a sus pensamientos "que tantos se ofrezcan como guardias personales"

"Si quieres impresionarte deberías ver el número de reclutas" le dijo Ygritte "desde que Jon volvió victorioso los hombres y las mujeres de las lanzas se agrupan por millares para ser entrenados. Pies de Cuerno, los hombres de los Clanes del Río de Hielo, los del Bosque Encantado….. incluso los thennitas quieren aprender. Sigorn estuvo hablando con Jon hace un par de días; quería aprender estrategia y formaciones"

Las palabras de Ygritte solo confirmaban lo que Catelyn ya sabía: el Pueblo Libre amaba a Jon, igual que muchos de los norteños habían amado a Robb. Ahora Jon ya tenía un ejército para luchar por el Norte…. Y ese ejército se hacía más fuerte y organizado con cada día que pasaba.

Entonces una idea repentina la asaltó "Hay una cosa que el ejército puede llegar a necesitar" dijo, hablando para sí, aunque Ygritte no le quitaba la vista de encima "Un estandarte"

Galbart

"¡Formen!" una voz llena de autoridad sonó "¡Avancen!" ordenó esta vez la voz.

Ante la primera orden una fuerza de medio millar de hombres y mujeres se formaron en una columna de cinco filas. En sus brazos izquierdos iban escudos redondos, mientras las líneas exteriores portaban lanzas y las interiores portaban hachas, mazas y espadas. Con la segunda orden hicieron una marcha corta, apenas un centenar de pasos. Unos pocos perdieron el ritmo, pero la gran mayoría se mantuvo en su lugar de la formación.

"¡Alto!" dijo la voz por tercera vez, y de inmediato la columna se detuvo "¡Media vuelta!" con la llegada de la nueva orden toda la columna giró, algunos con más facilidad que otros "¡Avancen!" ante la orden repetida la columna volvió a marchar.

"Aprenden rápido" comentó Galbart. En los diez días desde que él y Maege habían jurado lealtad al hermano del Rey Robb el entrenamiento de los salv… del Pueblo Libre había crecido. Cada día luego de la marcha hacia el sur eran millares, decenas de millares de hombres los que se acercaban para aprender a pelear en formaciones y a marchar al ritmo de un ejército, siguiendo órdenes y respondiendo a diversos sonidos de tambores y cuernos.

"Cierto" coincidió Maege, parada junto a Galbart. Con un gesto de ella se alejaron, pasando por el inmenso campo de entrenamiento. Pasaron junto a una multitud de unos 200 hombres y unas pocas mujeres, todos ellos de pechos amplios y brazos fuertes. Cada uno tenía un hacha grande de una sola cara, hechas de piedra, bronce y unas pocas de acero. Un hombre con una barba salpicada de canas los estaba observando mientras dos de ellos avanzaban hasta verse frente a dos pequeñas empalizadas; cada una contaba con dos o tres estacas clavadas en el suelo, unidas entre sí por un tronco más grueso. Los hombres avanzaban y golpeaban el tronco central con todas sus fuerzas, tratando de quebrarlo con la mayor rapidez posible. Solo le vasto verlo un momento para que Galbart comprendiera lo que estaban haciendo: practicaban para derribar defensas enemigas.

Siguieron adelante, viendo más tipos de entrenamientos: con lanzas, con arcos, incluso con cuchillos cortos. Ese último le había parecido inútil a Galbart la primera vez que oyó de él, pero ahora ya no estaba tan seguro. Cierto, un cuchillo sería inútil contra un peto de acero y muy ineficaz contra una cota de malla, pero si el portador era ágil y veloz, podía esquivar y esperar hasta que el cansancio de su oponente le diera una abertura que usar.

Siguieron avanzando, contemplando el entrenamiento de esta horda de personas, que poco a poco se iba convirtiendo en un ejército. Y ahí estaba él, en medio de todo ese mar de hombres y mujeres, jóvenes y viejos.

Jon Stark. El Rey en el Norte. O al menos el futuro Rey en el Norte.

Si fuera sincero consigo mismo, Galbart no había estado totalmente seguro cuando se puso de rodillas y le juró lealtad, hacía ya 10 días. Estaba preocupado de que fuera incapaz de gobernar a los salvajes y que estos se dispersarán al llegar al sur del Muro y empezarán a saquear y matar. Pero con cada día estaba un poco menos convencido de que eso fuera a pasar. Estaba seguro de que no abandonarían a Jon Stark. Era impresionante el respeto que parecían tenerle. Cuando hablaba todos callaban para escucharlo, y algunos incluso lo miraban con abierta admiración. Los niños parecían adorarlo y Galbart había visto a algunos jugando a ser Jon contra "los monstruos de acero del sur", como llamaban a los caballeros de Stannis Baratheon. Jon tampoco tenía nunca tenía necesidad de repetir las palabras que decía, y siempre que alguien venía a él con un problema o disputa escuchaba con atención y respondía con calma pero con firmeza.

También era un joven muy perceptivo: cuando Galbart le comentó sobre los rumores de que Roose Bolton había dejado seiscientos hombres de Glover, Cerwyn y Hornwood en el cruce del Tridente antes de reunirse con el rey Robb en los Gemelos, Jon le preguntó si era consciente de que esos hombres, probablemente, habían sido dejados atrás no para guardar el cruce si no para no ser una molestia mientras Bolton y Frey mataban a su hermano y a los leales a Stark. Galbart estaba sin palabras; nunca lo había considerado desde ese punto de vista, pero cuando el hijo de Lord Stark lo dijo le pareció no solo factible, sino más que probable. Y por ver eso con tanta rapidez, Galbart lo respeto más.

Galbart estaba cada vez más seguro de que era la elección ideal como Rey en el Norte.

Jorelle

Tras un viaje largo y difícil por el Norte había llegado a su hogar. Lo que más le había costado de volver a su hogar había sido ver a sus hermanas, Alysanne Lyanna. Les había dicho que su madre había resuelto seguir peleando, que Dacey estaba desaparecida y Lyra intentaba juntar a los aliados que aun quedaran. Alysanne simplemente asintió con brusquedad, pero fue la mirada que le dio Lyanna la que se le clavó como una daga en el pecho; era la mirada de un niño que pretendía ser fuerte mientras por dentro lloraba de preocupación por su madre y sus hermanas.

De inmediato había empezado a reunir peleadores, siguiendo las órdenes de su madre. Con las grandes distancias y lo separados que vivían la mayoría de los vasallos de la Casa Mormont, le había tomado semanas reunirlos, pero había valido la pena. En la cúspide había logrado juntar a casi doscientos, pero era consciente de que no podría hacer gran cosa con ellos, más allá de hostigamiento y exploración.

Así pues, luego de hablar con Alysanne y Lyanna, esta última negándose a ser dejada de lado mientras sus hermanas hablaban, había decidido que Alysanne y ella irían al otro lado de la Bahía del Hielo, para intentar arrebatarle Bosquespeso a los calamares y devolvérselo a los Glover. Mientras tanto, Lyanna sería la que guardara la Isla del Oso contra posibles ataques.

Y hablando de ataques, estaba confundida con el hecho de que no había habido saqueos en la Isla del Oso desde hace tanto tiempo. Sabía que los hijos del Hierro habían concentrado el grueso de sus fuerzas en el sur, y luego los habían llevado al Dominio para saquear allí, pero los salvajes la desconcertaban. Cada tanto una o dos balsas mal hechas tocaban tierra en la costa del norte de la Isla del Oso, llenas de salvajes dispuestos a robar lo que pudieran. Ahora sin embargo, habían pasado más de 4 lunas desde que se había producido el último ataque. Es más, los hombres que había enviado Alysanne en barcoluengos a explorar la Costa Helada reportaron que no había nadie; los pueblos costeros salvajes estaban abandonados de cualquier tipo de vida. Ni hombres ni animales se veían allí; era como si todos hubieran desaparecido de la noche a la mañana. Aquello le daba una sensación incómoda a Jorelle, pero no podía perder energías en eso. Tenía otros problemas más urgentes que requerían su atención.

Se encontraba sentada en el salón de su hogar, con la mirada fija en las gachas de su tazón. Estaban casi frías, pero se forzó a tragar otra cucharada, y otra más, y otra más, hasta terminar el tazón. Esa misma mañana su hermana y ella partirían, y necesitaría de toda su energía para las pruebas por venir.

Alys

Su caballo estaba cansado, sus flancos empezaban a sangrar por las numerosas veces que le había clavado los talones para instarlo a ir más rápido, su boca estaba llena de espuma. Odiándose a sí misma por causarle más sufrimiento al pobre animal, Alys le volvió a clavar los talones en los costados para instarlo a ir más rápido.

Se había mantenido lejos del Camino Real, prefiriendo avanzar mayormente por los páramos y colinas desoladas, solo acercándose a caminos secundarios cuando no había otro remedio, y saliendo de ellos tan pronto como dejaran de ser imprescindibles.

Cuando escuchó a su montura dar un quejido de dolor por la brida que llevaba en la boca desde hace tantos días, Alys solo pudo apretar un poco más las riendas mientras pensaba una vez más en cómo había terminado en esta situación.

O, pensándolo bien, en como la habían empujado a esta situación. Ese maldito viejo de su tío abuelo Arnolf, junto con toda su tres veces maldita familia. Todos conspirando para traer la muerte sobre la cabeza de su último hermano y luego robarle su derecho de nacimiento.

Lo que más le dolía a Alys no era la traición en sí misma, sino el hecho de que fuera su propia sangre la que la había orquestado y planeado. Aun recordaba cómo había logrado huir en medio de la noche, en el caos que se apoderó de Bastion Kar cuando los hombres que conspiraban con su tío habían atacado a los guardias que eran verdaderamente leales a la Casa Karstark. Nunca olvidaría a Grin ni a Delp, que la habían instado a huir mientras distraían a sus perseguidores. No estaba en manos de Alys devolverles la vida, pero si lograba recuperar el castillo y su derecho de nacimiento, se aseguraría de que las familias de los hombres que habían dado la vida por ella estuvieran provistas de todo lo que necesitaran para sobrevivir.

Su situación era desesperada; no había lugar donde pudiera estar a salvo en las tierras de su familia, y aunque estuviera desesperada no era lo bastante estúpida para intentar pedir ayuda en otras fortalezas. La mitad de ellas habían declarado por los Bolton y la entregarían sin duda, y la otra mitad no eran lo bastante fuertes o lo bastante confiables.

Era por eso que se dirigía al norte, siempre al norte, durmiendo escasos momentos lejos de cualquier presencia que no fuera la del caballo, comiendo bayas silvestres y bebiendo de los arroyos y pequeñas lagunas. Iba en busca del único hombre que, quizás, pudiera ayudarla, y que estaba segura jamás la entregaría a sus traicioneros parientes.

Jon Nieve.

Grenn

Le había tocado en suerte la primera guardia de la mañana, que duraba desde el amanecer hasta el mediodía. Como compañero tenía a Garth Plumagrís. No era la compañía más divertida, pero no se quejaba por eso. Si de algo quisiera quejarse, lo haría del viento frío que trepaba por el Muro y los golpeaba directamente, amenazando con echarlos a volar si se descuidaban de más junto al borde.

Se arrebujo más en su capa de lana negra y se acercó un poco más al brasero, teniendo cuidado de pararse lo bastante cerca para calentarse pero no para quemarse. Junta a él Garth hizo lo mismo. Cada tanto uno o ambos mirarían sobre su hombro, hacia el bosque y las montañas que se extendían al norte del Muro, para vigilar que nada cambiara mientras se calentaban en el brasero. Grenn sabía que era una manera pobre de hacer guardia, pero tenía demasiado frío para preocuparse demasiado.

"¡Uro!" dijo una voz, y Grenn temió por un momento que fuera Ser Alliser. Era él quien le había puesto ese apodo. Pero cuando vio las orejas grandes del que le habló sintió como la tensión dejaba sus hombros, solo para ser reemplazada por el fastidio.

"Pyp" gruñó, antes de ver quien venía con él "Sam" saludó al hombre más cobarde del Castillo Negro "¿Qué hacen aquí?"

"Aquí Sam el Mortifero" dijo Pyp, haciendo referencia a otro de los apodos otorgados por Ser Alliser "quería venir a verte. Dijo que era mejor que estar cerca de Thorne" dijo con una risa.

Sam se veía aterrado, tanto por las palabras de Pyp como por Garth, a quién miraba como si en cualquier momento fuera a salir corriendo para decirle a Ser Alliser lo que acababa de escuchar. Pero Plumagris se limitó a resoplar "Tranquilo, Mortifero. A mí me agrada Thorne menos aún que a ti. Además, si le contara a Thorne de cada hombre que habla o piensa mal de él, no me quedaría tiempo ni para mear" dijo, con una mueca que dejaba varios dientes amarillentos al descubierto.

Grenn no pudo evitar un resoplido de risa, que fue acompañado por uno de Pyp. Sam aún se veía aterrado, pero ya no parecía que se fuera a cagar encima en cualquier momento.

Los siguientes minutos los pasaron acurrucados junto al fuego, con ocasionales comentarios, intentando distraerse del clima. Sam era el que menos hablaba, prefiriendo acurrucarse en su capa, que tenía casi el tamaño de una tienda. Al final Grenn notó que Sam estaba distraído, mirando hacia algún punto sobre la cabeza de Pyp. Siguió la mirada de su amigo y notó que había un águila volando sobre el Muro, pero que no se dirigía hacia ningún lado, sino que sobrevolaba toda la zona que rodeaba el Castillo Negro.

"Es extraño ¿verdad?" dijo la voz de Garth "esa cosa ha estado volando sobre el castillo ya por tres días. Al principio pensé que no era nada, pero ahora estoy seguro de que nos está observando"

"¿N-N-No se lo d-dijiste al L-Lord Coman-Comandante M-Mor-Mormont?" preguntó Sam entre tartamudeos.

"Se lo dije, pero dijo que el maldito animal estaba fuera del alcance de cualquier arco, así que no podemos hacer nada. Solo dejarlo ahí mientras sigue dando vueltas" gruñó mientras miraba al águila con disgusto.

No supo porqué, pero Grenn se quedó mirando el águila en su recorrido interminable; de reojo vio a Pyp y Sam haciendo lo mismo. Estuvieron en eso durante tanto tiempo que Grenn no supo cuánto era, ni le importó. Era como si el mundo se hubiera detenido y solo existiera el gran pájaro que sobrevolaba el Muro y el Castillo Negro, como una estrella de plumas que buscaba donde aterrizar, un sitio perfecto más allá de todo para posarse y quedarse ahí.

Y entonces pasó. El águila dio un chillido, el primero desde que Grenn y sus amigos la habían visto, y cruzó de nuevo sobre el Muro, en dirección al Norte. Fue bajando, y bajando cada vez más, hasta que se perdió de vista entre los primeros árboles del bosque… solo para reaparecer tras unos segundos, parada sobre el brazo de una figura que emergió del bosque.

Grenn observó, y a su lado Pyp y Sam también lo hicieron. Garth no se dio cuenta, aun concentrado en el brasero.

La figura estuvo sola por un momento, pero luego apareció otra, y otra, y otra más.

"Garth" llamó Grenn, sin apartar los ojos de las figuras, que se iban haciendo cada vez más numerosas. Ya eran docenas, y seguían llegando.

"Maldición" escuchó la voz de Garth detrás de él, pero no se molestó en mirar. Estaba más interesado en el límite del bosque, dónde aparecían más y más personas con cada momento que pasaba. Y no era solo en la zona donde estaba la figura con el águila, sino también en ambas direcciones, por leguas y más leguas.

"Dioses" escuchó el chillido de Sam, en algún lugar a su derecha. Pyp soltó una maldición, y Grenn mismo estaba sin palabras ante lo que veían.

"Salvajes" fue la primera palabra que dejó los labios de Grenn.

Y lo eran. Eran salvajes. Miles de ellos, y cada momento seguían llegando. Grenn nunca había visto una multitud tan grande.

Entonces un cuerno lo sacó de su estupor, y también a Pyp y a Sam. Miró hacia un lado y vio a Garth, separando sus labios del cuerno de alarma solo para tomar aire y volverlo a sonar. Los hombres del Castillo Negro entenderían de inmediato. Dos toques. Salvajes.

Unos momentos después vio a dos hermanos más subir corriendo la escalera y mirar a los salvajes, uno con horror y otro con los dientes apretados.

Los siguientes minutos más y más hermanos fueron llegando, hasta que eran casi medio centenar de hombres con capas negras. Para cuando el Lord Comandante Mormont llegó los salvajes que se extendían a sus pies ya eran decenas de miles, todos mirando el Muro. Algunos gritaban en su dirección, pero la mayoría permanecía en silencio, solo mirando.

Y entonces pasó. Uno de ellos se adelantó, solo. Montaba un caballo y llevaba una lanza en la mano. Al acercarse más al Muro Grenn vio que era un hombre viejo; su barba era larga y su cabello más largo aún, ambos de color gris. Grenn no podía distinguir sus rasgos, pero estaba seguro de que su rostro estaría cubierto de arrugas.

Tras unos momentos más, el hombre se detuvo, a medio camino entre el bosque y la puerta del Castillo Negro. Fue entonces que Grenn notó que en la lanza ondeaba un trapo de color blanco, atado cerca de la punta.

"Q-Quieren hab-hablar" tartamudeó cerca de él Sam.

Bien, si llegaron hasta aquí les informó que ¡eso es todo por ahora!

Sé que en este capítulo no se vio mucho, pero era una transición necesaria para lo que sigue. Ahora bien, si les gusto por favor dejen comentarios con todo lo que quieran decirme, incluyendo preguntas, sugerencias y más. Serán bien recibidos.

Saludos y que estén bien.