Bien, antes que nada: hola a quienquiera que lea esto. Como en este día estoy de buen humor, decidí publicar el capítulo un día antes de lo habitual.
Quiero dar las gracias a las personas que siguen la historia o la tienen entre sus favoritos y especialmente a jean d'arc, W.M. King, fanatico z, Luna y Coatl9 por sus increíbles reviews. Muchísimas gracias por ellos. Y hablando de los mismos:
Jean d'arc: como siempre, sos la viva imagen de la elocuencia. Me encantó tu review, y los comentarios del primer párrafo me sacaron una sonrisa… digna de Picasso (si, la alegría me hace decir tonterías). Jon-Catelyn y Catelyn-Ygritte….. como dice la expresión "mucha agua pasó bajo ese puente".
W.M King: me alegro que te guste la historia, y espero mantenerme a la altura.
fanatico z: Me haces sonrojar; modestia aparte, me considero bueno. Pero de ahí a ser mejor que GRRM….. ¡Dios te oiga! En fin, me encantaron tus reviews. Haré mi mejor esfuerzo para seguir siendo una fuente de entretenimiento para vos y otros. Un saludo y nos leemos pronto.
Luna: ¿Muy buena mi historia? Pues gracias, es como siempre un honor que algo mío sea calificado así. Y me alegra mucho que te gustara ese momento entre Jon, Ygritte y Catelyn.
Coatl9: bien, primero que nada, recuerda que Alliser, en esta historia al menos, aún no ha matado a ningún Lord Comandante. Hasta ahora solo podemos acusarlo de ser un molesto y engreído hdp. Como dijiste, es una ley que en Juego de Tronos las cosas se pueden ir al desastre de un momento a otro. Ygritte ciertamente es importante para Jon, no discutiré eso. Habrá mención a los asociados con Stannis, pero falta para eso. Tendrás que esperar para saber si tus sospechas se confirman o no.
Una cosa más y ya: el túnel de hielo y la puerta del Castillo Negro son del tamaño que se ve en la serie, no el que se menciona en los libros.
Disclaimer: todo lo que puedan reconocer pertenece a G.R.R. Martín. Yo solo lo uso para entretenerme y tratar de entretener a otros.
Jon
Echó una última mirada atrás y se aseguró de mirar a cada uno de los 30 jinetes a los ojos, intentando transmitir con su mirada el mismo mensaje que ya les había dado varias veces: sin importar lo que pasara no debían causar problemas. Había demasiado en juego. Algunos, como las hermanas Lea y Rea le asintieron en silencio, otros no lo hicieron, pero Jon estaba seguro de que lo entendían. Cuando terminó volvió a mirar al frente y se adelantó a los demás. Cruzó a hombres, mujeres y niños, viejos y jóvenes, todos con sus posesiones listas y esperando para cruzar el Muro, todos mirándolo, esperando a que diera la señal. Siguió adelante y cuando llegó al frente del campamento vio que los mil reclutas estaban ya formados. Sintió un destello de orgullo cuando vio las ocho filas de hombres y mujeres que corría de este a oeste, todos firmes y esperando a recibir la orden de marcha. Les asintió cuando cruzaron, intentando transmitirles la tranquilidad que él no sentía, al menos no totalmente.
Jon confiaba en Mormont; era un hombre de palabra. Pero había en el Castillo Negro hombres en los que no confiaría bajo las actuales circunstancias, por lo que había tomado medidas; era mejor prevenir que lamentar.
Al frente de las puertas ya abiertas lo esperaba Mormont, acompañado por cuatro de sus hombres, todos vestidos con ropa abrigada de color negro y las capas ondeando a sus espaldas, como un estandarte agitado por el viento furioso que venía desde el Norte. Jon distinguió entre ellos a Jack Bulwer el Negro y a Garth Plumagrís, pero no a los demás.
"Lord Comandante" dijo a modo de saludo, al tiempo que detenía su caballo frente al de él.
"Su Alteza" le respondió, con un tono formal.
"¿Están listos?" preguntó, ignorando el saludo. Prefiriendo ignorarlo.
"Lo estamos" dijo, con el ceño fruncido "Ya pueden pasar" confirmó. A Jon le pareció que a Mormont le costaba pronunciar esas últimas palabras.
Miró hacia atrás, a Kelgryn, y le dio un asentimiento. El hermano de Kyura tomó el cuerno de uro que llevaba en el cinturón, se lo llevó a los labios y dio un fuerte soplido, como el barritar de una criatura que llamaba a gritos a sus compañeros. Entonces fue que los mil reclutas empezaron a marchar hacia la puerta. Eran como una ola de piel y lana, con los escudos atados o sujetos con las manos izquierdas, mientras en sus manos derechas llevaba cada uno una lanza. Entre todas las lanzas formaban un bosque móvil que se acercaba con cada segundo que pasaba, un bosque con árboles de madera, bronce y acero. Y al frente del bosque venían cuatro figuras, cada una con la mirada en el frente y dando pasos largos y confiados.
Elgard se veía imponente con la coraza que llevaba, fruto del saqueo del ejército Baratheon. En su cadera llevaba una daga de hueso y una espada corta de bronce. Su cabello estaba atado en dos trenzas que caían a cada lado de su rostro, enmarcando su cara y cubriendo sus orejas con pendientes de piedra.
Lunya, en cambio, más que imponente se veía hermosa, con su cabello oscuro suelto y danzando en el viento, al tiempo que sus ojos oscuros como una noche sin luna miraban al frente. En su cadera colgaba una maza de acero forjado en castillo.
Breg era el menos intimidante de los cuatro, con una sonrisa que dejaba ver la emoción que sentía por poder cruzar el Muro. La piel de zorro que llevaba sobre el hombro derecho temblaba de emoción.
Y junto a todos ellos Sigorn. El futuro Magnar se había preparado con especial esmero para este día: cada una de las escamas de su armadura de bronce brillaba a la luz pálida del amanecer, y en su cinturón llevaba dos espadas cortas, también de bronce. Sobre los hombros llevaba además pieles para cubrirse del frío.
Cuando los 4 habían cruzado las puertas, seguidos de cerca por los reclutas, Mormont se volvió hacia Jon "¿Obra tuya?" preguntó con el ceño fruncido, haciendo un gesto a la columna que marchaba frente a ellos.
"Así es" confirmó Jon. Esperaba algún comentario del Viejo Oso, por lo que se sintió decepcionado cuando solo recibió un asentimiento brusco. Seguramente el Viejo Oso entendía el significado de que un puñado de guerreros fueran los primeros en cruzar: para asegurar que los hermanos negros no se sintieran tentados a cerrar las puertas.
Era un espectáculo para la vista, la larga columna. Cientos y cientos de hombres y mujeres marchando uno al lado del otro. Había miembros de los thennitas, pies de cuerno, hombres morsa y alce, gente de las cavernas, de los Colmillos Helados, de la Costa Helada, de Punta Storrold, del Bosque Encantado, clanes del río de hielo, y muchos más. Jon quería con esto transmitir un mensaje para la Guardia de la Noche: los pueblos del norte del Muro estaban unidos.
Cuando la mayoría de los reclutas ya había pasado Jon hizo un gesto a Kelgryn. El hombre se llevó el cuerno a los labios y dio otro toque, más largo que el anterior. Desde el campamento una serie de cuernos le respondieron. Entonces fue que empezó.
El Pueblo Libre se puso en marcha. Poco a poco se fueron acercando, algunos más despacio que otros. Jon no podía evitar pensar que esto era como el sirviente que es azotado tantas veces por su amo que luego no puede ni acercarse a él sin dudar. Al Pueblo Libre le pasaba lo mismo. Muchos se acercaban con cuidado, y muchos con escudos o fardos los alzaban y los llevaban a la altura del pecho, como sin esperaran que en cualquier momento llovieran flechas del Muro. Pero aun con el temor siguieron llegando, primero docenas, luego cientos, y luego miles. Jon notó de inmediato que había un patrón no establecido: los hombres y las mujeres de las lanzas se colocaban mayormente del lado derecho, para pasar más cerca de Mormont y sus hombres y ser una barrera entre ellos y los débiles del Pueblo Libre: ancianos, niños y mujeres que no sabían pelear. Muchos mantenían las manos cerca de sus armas, como si esperaran que en cualquier momento Mormont y los otros hombres de negro saltaran sobre ellos, como bestias sanguinarias ansiosos por teñir sus armas y sus ropas y sus caras con sangre.
En cuanto a los guerreros que se mantenían decididamente apartados, Jon pensaba que estos eran los que, aunque nunca lo admitirían, tenían miedo a la Guardia de la Noche. Viéndolos Jon recordó de improviso cuando él y Robb eran niños que se encogían en sus camas con los cuentos de terror que le pedían a la Vieja Tata; el Cocinero Rata, Los Otros… y los salvajes, como los conocía en ese momento. Sabía ahora que mientras que los niños que habían nacido al sur del Muro eran asustados con esos cuentos, los que nacían al norte lo eran con cuentos de los Cuervos Negros que los raptarían de noche y los echarían en calderos o de los arrodillados que los obligarían a quemar sus arcianos y arrodillarse ante dioses que vivían en casas de piedra.
Pensando en eso fue que Jon vio endurecida su resolución a otra cosa, algo que había decidido cuando se enteró de que era el deseo de Robb que su medio hermano le sucediera si moría. Si Jon lograba traer paz y prosperidad al Norte, y si lograba que sobrevivieran a los Otros, haría todo lo que estuviera en su poder para unir de una vez y para siempre a los Norteños y al Pueblo Libre. Quizás no lo lograra, o quizás tantos siglos de odio entre ambos lados tomarían mucho más tiempo que una vida para ser olvidados, pero Jon sentaría las bases para ello, para que un día el hijo que llevaba Ygritte y cualquier otro descendiente suyo terminaran lo que él había empezado.
Fue sacado de sus pensamientos por una maldición. De inmediato se centró en el presente y vio que un trío de gigantes se acercaba a la puerta, como unas rocas gigantes emergidas del río de aspecto eterno que eran las personas del Pueblo Libre, fluyendo sin pausa. Algunos hombres maldijeron al apartarse o al apartar a otros para darles espacio. Jon se sintió aliviado de que nadie se metiera: con la cantidad de personas, era muy probable que los gigantes pisaran a alguien por accidente. Tan pronto como los gigantes hubieran pasado el río de personas se reanudó.
"¿Tienes muchos gigantes?" preguntó Mormont. Si el Lord Comandante estaba sorprendido por la aparición de éstos, lo disimulaba muy bien.
"Cientos" se limitó a contestar Jon, sin faltar a la verdad. Luego de eso volvió su mirada al frente.
Jon no dejó de observar mientras las personas seguían cruzando. Eran tantas que Jon no intentó contarlas: sabía que era inútil. Vio hombres de toda estatura, desde algunos que eran casi tan bajos como niños hasta otros tan altos que, si no supiera mejor, pensaría que tienen sangre de gigantes. Vio algunos hombres con la cara desprovista de todo bello, pero la gran mayoría, de acuerdo a la costumbre, se lo había dejado crecer; desde algunos que tenían un vello tan corto que parecía una mancha en la cara, hasta otros cuyas barbas les cubrían las mejillas, el mentón y hasta el cuello. Algunos ancianos tenían barbas tan largas que caían hasta más debajo de sus cinturas. Había barbas de color rubio, o negro, o pelirrojas, o grises, o blancas. Incluso había algunas que estaban teñidas de morado o verde, y Jon pensó que quizás eso se debiera a los inusuales, pero no inexistentes, encuentros entre el Pueblo Libre y barcos de las Ciudades Libres, desviados por tormentas o que venían en busca de esclavos. Había unos pocos casos en los que el color de la barba de un hombre y el de su cabello no coincidían, como el caso de un arquero con el rostro cubierto de arrugas que tenía la barba negra y el cabello gris. Incluso había algunos que llevaban las barbas largas trenzadas o decoradas con piedras, anillos de madera o, en un caso particular, con hojas rojas de arciano.
Aparte de los thennitas, habría quizás unas diez pequeñas tribus cuyos hombres llevaban la cabeza afeitada, y la mayoría de ellos acostumbraba pintarse runas en el cráneo desnudo, o animales, o árboles y plantas. Jon sabía que esto era una forma de pedir protección o bendiciones a los Antiguos Dioses.
Había cabellos de todo tipo: lacios, cubiertos de rizos, gruesos, delgados. Algunos eran de color negro como la noche, o castaños, o rubios, o besados por el fuego; algunos llevaban los suyos salpicados de puntos grises, consecuencia del paso del tiempo. Incluso había unos pocos que los llevaban teñidos, con colores como azul o verde. Había quienes ataban sus cabellos a la altura de la nuca, o en algún punto de la cabeza. Algunos llevaban dos trenzas, enmarcando su rostro y tapando sus orejas, otros llevaban todo su cabello atado en solo una, o en varias. Había algunas tribus de Punta Storrold que se afeitaban los dos lados de la cabeza, dejando únicamente el del medio para que creciera, en algunos casos atándolo con algas provenientes del mar y decorándolo con piedras de sal. La mayoría además se pintaba los lados desnudos de la cara con dibujos, generalmente de cangrejos, focas o peces. También había hombres que dejaban sus cabellos sueltos.
También había en el mar de personas una gran variedad de facciones. Había cejas gruesas o delgadas, labios gruesos como orugas o finos como el cabello, mejillas hinchadas o hundidas, frentes o mentones prominentes o tan escasos que apenas se veían, orejas desproporcionales para el rostro al que pertenecían o pequeñas como las de niños. Había ojos de color oscuro, o castaños, o verdes, o azules. Vio a un joven de su edad con ojos de color violeta, como los que tenían las personas de sangre Valyria. Incluso había una mujer de una edad similar a la de Catelyn con un ojo de color verde y otro de color castaño.
Jon vio mujeres de todas las edades, desde niñas que caminaban con pisadas temblorosas o eran llevadas contra el pecho de sus madres hasta ancianas de cabello totalmente blanco y sin dientes en la boca. Las había quienes acompañaban a niños de la mano o llevaban a sus bebés apretadas contra su pecho, mientras sus espaldas cargaban fardos o sacos con sus posesiones. Había algunas que tenían vientres de distintos tamaños, y algunas llevaban una o las dos manos sobre ellos, para proteger a la criatura que llevaban dentro. También había mujeres de las lanzas entre ellas, llevando armas con una mano mientras cargaban posesiones o niños con la otra. Jon vio a cuatro de ellas cuidando un trineo lleno de niños que era tirado por un caballo huesudo, mientras otra ayudaba a una anciana a guiar el caballo por las riendas.
Vio trineos de la Costa Helada, tirados por perros casi tan grandes como Fantasma. También había carros tirados por bueyes, que solo podían pasar de uno a la vez. La mayoría de los carros y trineos estaban llenos de fardos, pieles y comida, pero Jon vio una docena llenos de niños pequeños, con ojos mirando maravillados el gran muro de hielo frente a ellos. Algunas personas traían caballos cargados con sus objetos, y otras traían mulas. Incluso vio una cabra de las montañas, con grandes cuernos curvos, transportando una bolsa que se sostenía con una correa debajo de su lomo. Cada tanto también se veían un pequeño grupo de gigantes que cruzaban entre el río de personas, que se abría entre maldiciones el tiempo suficiente para dejarlos pasar, antes de reanudarse.
Muchas de las personas reconocían a Jon. Algunos le daban un asentimiento, otros se golpeaban el pecho con un puño a modo de saludo. Los niños a menudo le saludaban con la mano, e incluso vio a un pequeño que no tendría más de 3 años sonreírle y agitar una mano en su dirección por sobre el hombro de su madre, que lo llevaba en sus brazos. Jon sintió el impulso de sonreír al ver esto; cada una de estas personas, al cruzar el Muro, ya estaba lejos del alcance de los Otros. Saber eso bastaba para levantarle el ánimo y alejar cualquier pensamiento negativo de su mente.
No supo cuánto tiempo estuvo viendo el río de personas, pero cuanto finalmente dejó de hacerlos giró a ver a sus hombres y vio que varios ya estaban aburridos. Los hombres de Mormont no estaban mejor, aunque el mismo estaba aún con el ceño fruncido, viendo con cuidado a las personas enfrente.
Jon miró el cielo y vio que el sol ya estaba casi en su punto más alto. Ya era casi mediodía. Jon estaba sorprendido de que en tantas horas el río de personas no hubiera flaqueado en ningún momento. De hecho, al mirar a su izquierda, Jon vio que el número de personas no parecía haber disminuido. Miles de personas habían cruzado por el túnel, puede que incluso decenas de miles, pero aún había muchos más que no lo habían hecho.
Escuchó un resoplido y miró al Comandante Mormont "¿Qué ocurre?" le preguntó.
"Estoy pensando" fue la respuesta, en un gruñido, de Mormont "en que si en este momento atacaran los Otros, los salvajes serían un blanco perfecto"
"¿Perfecto? No" replicó Jon "He dejado a 1500 de mis guerreros atrás. Tienen órdenes de cubrir la retaguardia del Pueblo Libre y cerciorarse de que nadie quede atrás" le explicó a Mormont "No seríamos presa fácil, ni nos tomarían por sorpresa. No otra vez"
Mormont giró la cabeza "¿Otra vez?" cuestionó.
"La Guardia de la Noche no ha sido la única atacada" le dijo "Lo que me recuerda ¿queréis saber lo que he averiguado lo de los Otros?" suponía la respuesta.
"Lo que sea que hayas averiguado para combatir a esos monstruos, dímelo" le dijo el Lord Comandante de la Guardia de la Noche.
"Atacaron el campamento en una ocasión, y mataron a muchos. Mance entre ellos" contó Jon "Los Caminantes Blancos son increíbles; son más rápidos de lo normal, más fuertes y mucho más mortales. Vi a uno rodeado y superado doce a uno. Y aun así logro matar a nueve de los 12 antes de que lo destruyéramos" le dijo.
"¿Cómo lo destruyeron?" preguntó Mormont.
"Lo destruí yo. Con Garra. Cuando solo quedábamos 4 lo atacamos a la vez. Tocó con su cuchilla de hielo una espada y se hizo añicos. Pero Garra resistió el golpe, y logré destruirlo con ella" contó.
Mormont estaba totalmente enfocado en Jon "O sea que el acero valyrio puede matarlos. Y no se rompe al contacto con sus armas" dijo en un tono de voz funesta. Jon no lo culpó por ello; el acero valyrio era escaso. Muy escaso.
Jon le dio un asentimiento "Y eso no es todo. Cuando maté al caminante, todos los muertos que atacaban se desvanecieron. Los que estaban peleando contra ellos dicen que sus ojos azules se apagaron en un instante" Jon había pensado bastante en ello y sabía que solo había una explicación posible.
"El Caminante controla a los muertos. Si se lo derrota, los muertos a los que alzó son derrotados también"
"Así es" confirmó Jon a Jeor "En cuanto a los muertos, se los puede matar con las armas convencionales, aunque toma mucho más trabajo con flechas. Lo mejor es usar hachas y espadas. Para estar seguro, lo mejor es quemar los cuerpos tan pronto como sea posible" dudó un momento antes de contar lo demás "Los más ancianos del Pueblo Libre me contaron historias acerca de la primera vez que los Otros atacaron. Dijeron que se los podía matar con vidriagon. Pero la verdad es que son solo historias. Podría ser cierto o podría no serlo"
"Y la única forma de comprobarlo será en una batalla" continuó Mormont "Aun así, le diré a Tarly que busque en los archivos de la biblioteca, a ver si encuentra algo sobre el vidriagon" gruñó.
"Sería lo mejor. Si alguien puede encontrarlo, es Sam" dijo Jon. Puede que el chico gordo fuera un cobarde, pero no era ningún idiota. Y era uno de los pocos hombres en el Castillo Negro que sabía leer.
Mormont se limitó a dar un gruñido de acuerdo.
Luego de eso ambos guardaron silencio. Siguieron viendo el cruce del Pueblo Libre al otro lado del Muro, hasta que el mediodía pasó. Entonces la marea de personas, por primera vez, se ralentizó. Algunos siguieron adelante, sobre todos los que estaban cerca de las puertas, pero otros bajaron momentáneamente los fardos y armas que cargaban, sacaron algo de comida y comieron ahí parados, junto con sus familias. Sin embargo tras la comida rápida recogieron sus cosas y siguieron adelante, muchos aun con la boca llena de pan, pescado salado, setas u otras comidas. Jon mismo sacó algo de pan y pescado salado de sus alforjas y lo comió rápido, antes de descorchar un pellejo de cerveza aguada y dar un trago para sacarse la sal de la boca. Cuando viera a Catelyn le agradecería por haber puesto todo eso en sus alforjas.
Pasaron más horas, con más personas llegando a cada momento. El río de personas parecía interminable, y Jon veía algún rostro conocido de vez en cuando. La mayoría eran personas que solo había visto una o dos veces: un saqueador que había visto cerca del Llorón, uno de los nietos de Ygon Oldfather, una de las amantes de Howd el Trotamundos. Vio a Val montada en su caballo tras un carro donde Dalla iba sentada, con su gran vientre sobresaliendo y cuidada por una anciana; ambas le dieron un saludo al pasar, aunque el de Dalla fue mucho más inocente. Pero seguían llegando personas, y el río no daba indicios de detenerse. Para cuando llegó el atardecer Jon ya estaba seguro de que la totalidad del Pueblo Libre no cruzaría antes del anochecer.
Jon volteó y miró a uno de sus hombres "Thorwren" dijo "ve al bosque, corta madera y prepara antorchas. Dile a los hombres de la retaguardia que hagan lo mismo, y que cincuenta de ellos vengan aquí con antorchas altas y ayuden a guiar a las personas en la oscuridad" ordenó "Ustedes vayan con él" añadió al final, señalando a Rea y Ferng.
Los tres giraron sus caballos y se alejaron a paso lento; no empezaron a trotar hasta que estuvieron lejos de la mayoría de las personas que esperaban cruzar. Tomó bastante tiempo, pero al final Jon vio que volvían con una antorcha encendida y muchas más en sus manos. Justo cuando los últimos rayos del sol morían Jon vio a los 50 guerreros marchando en una columna apretada, con antorchas casi tan alta como los gigantes más bajos. Se dispersaron por el campo cercano, cubriendo todo el espacio posible e iluminando el camino para las personas que seguían llegando.
Cuando la noche ya estaba sobre todos, las antorchas fueron encendidas, bañando a los que estaban cerca de ellas con el color y calor de las llamas. El grupo de jinetes que acompañaba a Jon encendió una decena de antorchas, y pasaron un par a los hombres de Mormont por orden suya. Jon sabía que debía estar aquí, junto a la puerta, para darles mayor confianza a las personas que cruzaban, pero quería saber cómo estaban Ygritte y Catelyn. Al final recordó que podía hacer ambas cosas.
Jon notó que el río de personas empezaba a flaquear, pero no porque ya fueran menos, sino porque el cansancio del día hacía mella en muchos, sobre todo en los niños y viejos, y sus familias a menudo se detenían para descansar junto a ellos.
Cerró los ojos y entró en la mente de Fantasma. Vio al lobo tumbado junto a Ygritte y Catelyn. Ambas estaban sobre un montón de pieles, durmiendo. Jon hubiera querido que ambas estuvieran entre las primeras personas en cruzar tras el millar de reclutas, pero ambas se habían negado. Ygritte quería esperar hasta que la mayoría del Pueblo Libre hubiera cruzado, y Catelyn, en una muestra de la amistad que había cultivado con la mujer besada por el fuego más joven, no cruzaría sin ella. Jon sabía que no podía ganarles a ambas, por lo que había cedido….. en parte. A través de los ojos de Fantasma, vio a la docena de mujeres de las lanzas que las guardaban mientras dormían. Saber que ambas estaban protegidas le dio una sensación de calma.
Luego de comprobar que ambas estaban a salvo Jon recorrió el campamento en el cuerpo de Fantasma. Como previó, la mayor parte de las personas del Pueblo Libre ya habían pasado; las marcas de su marcha se veían por todas partes. De hecho, considerando el tamaño del campamento y el número de personas que aún no habían cruzado, Jon diría que al menos 100.000 personas, o un número muy cercano, ya habían cruzado al otro lado. De las que quedaban al norte la mayoría eran los que, o bien deseaban esperar, o se veían forzados a hacerlo. Los que tenían rebaños de cabras, ovejas o cerdos estaban entre ellos. Jon sintió el temor de los animales que componían los rebaños y escuchó un par de gruñidos de los perros de los pastores que los protegían, pero aún se quedó otro momento viendo. No le gustó lo que vio; el tamaño de los rebaños se había reducido considerablemente. Tendría que empezar a preocuparse por las provisiones; no podía dejar que bajaran demasiado.
Luego de alejarse de los rebaños fue en busca de los gigantes. Los encontró durmiendo, algunos apoyados contra sus mamuts, pero la mayoría en el piso. Uno de ellos se había apoyado contra un gran roble, pero su peso había inclinado el árbol hasta casi derribarlo. El único que se mantenía despierto era Mag Mar Tun Doh Weg, que tenía un tronco de árbol delgado en una mano y miraba en dirección al norte, silencioso, vigilante. Al lado de él dormía una giganta con su hijo envuelto en un brazo peludo. Uno de los mamuts barritó en dirección a Fantasma, quizás pensando que el lobo era una amenaza, pero el huargo de Jon se limitó a alejarse con paso rápido.
El siguiente objetivo de Jon no estaba lejos. Menos de un cuarto de milla al norte estaban los mil quinientos reclutas que Jon había dejado para cuidar la retaguardia. Torreg el Alto y dos de los otros comandantes de la fuerza dormían, al igual que la mitad de los reclutas, muchos de los cuales se habían apoyado en árboles o usaban sus escudos o algunas raíces para apoyar la cabeza en su sueño. Los que estaban despiertos tenían sueño, pero al menos seguían vigilantes.
Luego de eso envió a Fantasma de vuelta a cuidar a Ygritte y Catelyn antes de dejar la mente del lobo y volver a su propio cuerpo. Cuando abrió los ojos lo primero que notó fue como sus pies y manos se sentían fríos a la altura de los dedos, a juego con las patas de Fantasma. Se los frotó con cuidado, mientras veía a más personas cruzar frente a él, aunque no tantas como cuando era de día.
"¿Ocurrió algo mientras….dormía?" le preguntó a Lea, la mujer de las lanzas que era una de las pocas que aún estaba totalmente despierta.
"Llegaron el Gran Morsa y los suyos, escoltando a los prisioneros. Intenté despertarte pero no había caso, así que simplemente pasaron de largo; dijo que iba a entregarlos a los cuervos antes de montar su campamento" le contó la hermana de Rea.
"De acuerdo" se limitó a decir Jon. En la parte más oscura de la noche, cuando solamente unas pocas personas cruzaban el Muro, la conversación volvió a fluir.
Fue cuando vio a una pareja cruzando frente a ellos, él con un rollo de pieles bajo el brazo y ella con un niño dentro de la barriga, que Jon decidió hablar "Decidme, mi señor" dijo, llamando la atención de Mormont "¿ya habéis tomado medidas para guardaros de vuestros hombres?" preguntó.
Mormont lo miró largamente "Crees que mis hombres van a intentar matarme" afirmó Jeor.
"No lo creo mi señor. Tengo la certeza" corrigió Jon. Hizo un gesto con la mano, abarcando a las pocas personas que caminaban frente a ellos en ese momento y a las miles más que, en cuanto se despertaran, cruzarían el Muro "Habéis abierto las puertas a los enemigos más comunes de la Guardia, y no hay un nombre con la antigüedad suficiente en el Castillo Negro que no haya perdido algún amigo a manos de ellos" le recordó "Yo no olvidaré lo que habéis hecho, podéis estar seguro. Pero ellos tampoco lo harán" con lentitud, Jon se sacó el guante de lana con forro piel que llevaba. Le mostró las cicatrices y quemaduras que llevaba en la mano derecha, vestigio del primer muerto al que había combatido y asesinado, en presencia del mismo hombre con el que estaba hablando "y como ambos sabemos bien, solo hace falta una oportunidad para que un asesino tenga éxito. Y no siempre habrá alguien para detenerlo"
Mormont observó a Jon durante mucho tiempo, y el hijo de Ned Stark le mantuvo la vista sin parpadear. Sabía que tenía razón. La vida de Mormont estaba en peligro desde que los primeros hombres y mujeres del Pueblo Libre cruzaron el Muro con su permiso. Solo era cuestión de tiempo para que intentaran algo en su contra. Y aunque Mormont ya no fuera su comandante y ya no tuviera su aprecio, Jon no deseaba que muriera.
Por desgracia para Jon, lo único que podía hacer era advertir a Mormont. Ningún hombre de la Guardia había tratado de matarlo, por lo que no había motivo para sospechar un levantamiento entre las filas de los Hermanos Negros. Y dejar tropas en el Castillo Negro solo por la "sospecha" de que podrían ser necesarias era una estupidez: no solo aumentaría la tensión entre los hermanos negros y el Pueblo Libre, sino que reforzaría la creencia de que no quería solo cruzar el Muro, sino apropiarse de él.
"Pensaré en lo que has dicho" aseguró Mormont "Dime algo ¿a quién mataste cuando te hiciste rey? Y no me digas que a nadie. Una cosa es que los salvajes eligieran a un cuervo desertor como su líder, como hicieron con Mance. Pero no creeré nunca que nadie se opuso con acero a que te convirtieras en su rey" comentó, cambiando de tema.
"Tenéis razón. Hubo varios de ellos que se negaron, sobre todo los saqueadores; creían que aún era un cuervo. Uno de ellos me desafió a un duelo, su lanza contra mi espada. Logró herirme en el brazo" dijo, al tiempo que hacía un gesto al área donde la cicatriz de la lanza del Señor de los Huesos estaba cubierta por sus ropas "antes de que lo matara"
"¿Quién era el saqueador que mataste?" preguntó Mormont.
"El Señor de los Huesos"
Un silencio cayó en ese momento entre ellos. Mormont entrecerró los ojos y lo miró con sospecha "¿Es en serio?¿De verdad mataste a ese maldito?"
Jon solo asintió y Mormont esbozó por primera vez desde se habían vuelto a ver una sonrisa "Bien hecho. Si alguien merecía pudrirse en los Siete Infiernos era ese animal. ¿Lo mataste con Garra?" preguntó, y Jon le dio un nuevo asentimiento "Un Caminante Blanco y luego el Señor de los Huesos. Sin duda le diste buen uso a esa espada" Jon no tuvo problemas para reconocer la aprobación en la voz de Mormont, ni en sus ojos.
Luego de eso estuvieron en un ambiente de comodidad que era extraña, pero no mal recibida. Tuvieron algunas charlas más, pequeñas en comparación con las anteriores, pero no por ello aburridas. Por fin, cuando el horizonte hacia el este se empezaba a teñir de rosa, señal de que pronto saldría el sol, la marea de personas se volvió a engrosar, pasando de docenas a cientos y poco después a miles de hombres, mujeres y niños, ansiosos por cruzar el Muro.
Quizás fuera porqué se acercaba el final, pero Jon empezó a sentir un choque de emociones en su interior. Quería que las últimas personas y los gigantes cruzaran el Muro de una vez. Pero más quería que Catelyn e Ygritte aparecieran y lo cruzaran, para tener certeza de que ambas estaban a salvo de los Otros.
Por fin, tras una hora más de marcha, finalmente vio dos cabelleras besadas por el fuego que reconocería en cualquier lugar. Catelyn e Ygritte se demoraron un poco en cruzar, rodeadas por las mujeres de las lanzas que las habían guardado mientras dormían. Ninguna le habló, pero Jon vio en sus ojos una sonrisa, y esperaba que vieran la que había en los suyos. Cuando entraron al túnel y las perdió de vista sintió un alivio inmediato.
"¿Quién es?" la voz de Mormont lo sacó de sus pensamientos "La mayor de las pelirrojas" Jon solo lo miró "Sé que no es una salvaje; la forma en que me habló en la tienda la delató de inmediato. ¿Quién es?" el Viejo Oso repitió la pregunta.
Jon dudó un momento sobre si decirle o no. Luego lo sintió absurdo; ni Catelyn le había pedido mantener su identidad en secreto, ni esta duraría mucho una vez que los norteños, particularmente los nobles que habían visitado Invernalia cuando su padre vivía, la vieran.
"Catelyn Stark" dijo, y por primera vez vio como los ojos de Mormont se abrían de manera repentina, antes de que su dueño pudiera volver a controlar la expresión de su rostro.
"Debe ser una gran historia" comentó Mormont "Como una mujer noble que lo perdió todo terminó al otro lado del Muro, como sobrevivió a esas tierras cuando muchos exploradores experimentados de la Guardia no lo hicieron, y como volvió….. teniendo el oído de un Rey con un ejército inmenso a su espalda"
"En verdad lo es" aseguró Jon "Es una gran historia" tras ese comentario siguieron en silencio, viendo como los últimos miles de personas rezagadas cruzaban el Muro. Con ellos venían también Maege y Galbart, junto con los 5 hombres de la Guardia que Jeor Mormont había enviado con ellos. Jon prestó particular atención a éstos últimos, y no le gustó lo que vio; pese a que todos saludaron a Mormont, a Jon le pareció ver enojo en los ojos de dos de ellos, y un seguro odio en los ojos de los otros tres.
Justo detrás de ellos venían las últimas personas. Entre ellas venían los que tenían rebaños propios; el aire se llenó de los balidos de ovejas y cabras, junto con el gruñido de los cerdos. El olor que transmitían los animales era casi insoportable, pero Jon mantuvo el rostro serio y no cedió a la humedad que trataba de escapar de sus ojos y rodar por sus mejillas. Por fin, aproximadamente una hora después de que hubiera empezado, el cruce de los rebaños del Pueblo Libre y sus cuidadores estaba casi completado.
Jon giró y miró a Rea "Ve y diles que ya es su turno" le dijo a la mujer, antes de desviar la vista y mirar a los demás "Que los que hablen la Antigua Lengua vayan con ella y la ayuden" Rea salió al trote en dirección al bosque, seguida por otros 7 guerreros.
"¿Quién falta que….?" la pregunta de Mormont se interrumpió a la mitad, cuando entendió a quién se refería Jon "Los gigantes ¿no?"
"Así es" confirmó Jon "solo falta que crucen ellos; luego cruzará mi retaguardia y los jinetes que mandé a explorar. Luego podréis cerrar la puerta" Mormont se limitó a dar un asentimiento brusco.
"Explícame esto. ¿Por qué algunos gigantes cruzaron ayer, pero la mayoría no?" indagó Mormont.
Jon respiró hondo antes de hablar "Los gigantes no son como nosotros; son seres más cerrados y desconfiados, a menudo evitando el contacto con los humanos. Los que cruzaron ayer son los que están más acostumbrados a tratar con personas, los que a veces visitan aldeas y en ocasiones intercambian queso y leche de mamut por comida" explicó "Pero la gran mayoría se mantienen cerca de los suyos y desconfían de los demás"
Y en lo personal, Jon prefería que los gigantes hubieran esperado. Ya era bastante peligroso cuando cruzaron menos de una decena de ellos entre un mar de personas que en cualquier momento podían ser pisadas por accidente, pero ahora vendrían cientos de ellos, trayendo a sus mamuts. No era el tipo de cosa que le gustaría que pasara con personas en el medio del camino.
No paso mucho tiempo esperando para que llegaran los gigantes; para prevenir Jon decidió dar media vuelta a su caballo y alejarse de la puerta, para facilitarles el paso por el Muro. Sus guerreros lo siguieron, y hasta Mormont vio que era lo más sensato de hacer. Así que se quedaron viendo a una distancia prudente mientras Mag el Poderoso y Rog Puño de Piedra cruzaban, seguidos de cerca por todos los suyos. Algunos mamuts se mostraron un poco reticentes a entrar al espacio con un techo que rozaba sus peludas cabezas, pero al final fueron obligados a pasar. Jon dio gracias porque el túnel fuera lo bastante grande para que cruzaran los mamuts.
Por fin, cuando solo quedaban unas pocas docenas de gigantes y menos de diez mamuts para cruzar, la retaguardia de Jon salió del Bosque Encantado. Mil quinientos hombres y mujeres marcharon en dirección a las puertas del Castillo Negro, mientras alrededor de ellos había un centenar de jinetes, todos ellos exploradores que Jon había dejado para que fueran sus ojos y oídos mientras el Pueblo Libre cruzaba en dirección a su nuevo hogar.
Jon notó que los reclutas y jinetes llevaban los ojos enrojecidos, sin duda consecuencia del escaso sueño que habían tenido la noche anterior. Pero el cansancio no parecía afectarles, puesto que marchaban a paso rápido hacia las puertas del Castillo Negro. El hijo de Ned Stark, viendo que solo quedaba un mamut y 5 gigantes que aún no habían entrado al túnel, hizo avanzar a su caballo devuelta a las puertas, donde llegó justo cuando el último gigante se introducía en el túnel helado. Observó a los reclutas y exploradores, y se aseguró de que ninguno faltara. Por fin, cuando el último de ellos se perdió dentro del Muro, Jon soltó un suspiro.
Ahí estaba; habían cruzado el Muro, todo el Pueblo Libre. Y estaban a salvo.
Estaba a punto de ordenar a sus hombres que lo siguieran cuando la voz de Mormont llamó su atención.
"He cumplido mi parte, Jon Nieve. Los he dejado pasar" cuando terminó de hablar Mormont extendió la mano, en silenciosa petición. Sus ojos eran de hielo. Jon sabía lo que esperaba.
Por un fugaz instante Jon pensó en negarse, pero luego recapacitó. Había dado su palabra, y sabía que debía cumplirla. Con el corazón apretado, Jon llevó la mano derecha hacia la espalda, donde descansaba la espada. Garra. Cuando la tomó la llevó hacia adelante y le dio una larga mirada antes de dársela a Mormont. Entonces clavó los talones en los flancos de su caballo y se dirigió hacia el túnel, incapaz de seguir mirando la espada que tanto significaba para él, ahora ida para siempre. La voz de Mormont detrás de él lo forzó a detenerse.
"¿Sabes lo que nos espera a ti y a mí al otro lado de ese túnel?" Jon no sentía deseos de hablar, por lo que solo atinó a negar con la cabeza "Un mundo diferente al que conocimos" le dijo Mormont.
Unos momentos después, mientras Jon cruzaba el túnel con Fantasma a su lado y veía la luz que había al final de él, cuando el dolor por perder a Garra había disminuido un poco, pensó que el Viejo Oso tenía razón.
Tras de él, escuchó los sonidos de la puerta cerrándose. Cerrándose no solo a los monstruos de hielo que había al norte, sino también al mundo que hasta entonces él y todos habían conocido. Ahora era momento de forjar un nuevo mundo.
Bien, por fin terminé. Debo admitir que tengo mis dudas sobre el final del capítulo. Ustedes que opinan.
Para darles un pequeño adelanto de lo que viene: decidí que en el próximo capítulo voy a mostrar, además de seguir donde lo dejé en este, las reacciones de algunos personajes cuando se enteren de que el hijo de Ned Stark ha cruzado el Muro con un ejército de salvajes detrás de él. Desde ya quiero aclarar que, temporalmente hablando, estas reacciones se producirán semanas o incluso meses luego de los eventos de este capítulo, que sería el tiempo que tardarían las noticias en dispersarse por los Siete Reinos.
Bueno, creo que eso es todo. Siéntanse libres de dejar un comentario en la cajita de abajo, que me alegra el día siempre que los recibo.
Nos leemos pronto si Dios quiere.
