Bien, primero que nada: hola a quienquiera que lea esto. Aquí está el siguiente capítulo de la historia.

Quiero agradecer especialmente a Kirito720, jean d'arc, Luna, gsaint 413, fanatico z y alfil 94 por sus hermosos reviews, que me alegran tanto el día cuando los recibo o los leo. Y en estas épocas de exámenes que estoy transitando, nada me hace más bien que alegrarme. Y hablando de los reviews:

Kirito720: aquí está el siguiente capítulo. Espero que te guste, y me alegro que pienses que la historia tiene potencial.

Jean d'arc: como siempre, tu review es una bendición. Me algra que te gustaran los puntos de vista. Elegí a Wyman porque la familia Manderly tendrá un papel a jugar, y en cuanto a Kevan, la verdad es que me encanta como se lo retrata en los dos últimos libros. Como una cabeza fría que ve las decisiones de Cersei como lo que, en su gran mayoría son: estupideces. Y Jon y Catelyn… ooh, hay tanto para ver en los siguientes capítulos. El punto de vista de Ygritte fue mayormente para dar una idea sobre cómo se divide el Norte en cuanto a alianzas. Y lo del estandarte fue una ocurrencia tardía, pero que me gusto de inmediato cuando lo pensé.

Luna: ¡aquí empieza la campaña del Lobo Blanco! Ojala te guste.

Gsaint413: ¡Wow! Honestamente me sorprende que esta historia haya traspasado la barrera que es el idioma y los traductores de las distintas páginas, que a menudo no son perfectos. Pero me alegro. Me alegra mucho que te guste la historia, y espero volver a leerte pronto. Disculpa si te respondo en español, pero yo no hablo inglés. Ojala el traductor te permita entender este mensaje.

fanatico z: ¡3 reviews! Vaya, pues muchas gracias. Me halaga que pienses que cada capítulo de mi historia merece review. Viste lo de Garra… bueno, no quería dar la idea de que Jon obtiene lo que quiere sin sacrificar nada a cambio. Y como vos, yo nunca pude perdonar lo que los Lannister hicieron con Hielo. ¡Hijos de mala madre! En cuanto al cruce, viste. Ese fue mi intento de describir una multitud de decenas de miles. Y tenía que hacer pasar a los mamuts, no podía dejarlos al otro lado del Muro. Y no puedo evitar encontrar gracioso que me encuentres detallista: ¡yo a menudo pienso que no lo soy suficiente!

También un saludo y agradecimiento más corto a quienes tienen la historia entre sus favoritos o la siguen.

Ahora sin más, vamos a lo que nos interesa.

Disclaimer: todo lo que puedan reconocer pertenece a G.R.R. Martín. Yo solo lo uso para entretenerme y tratar de entretener a otros.

Jon

Se habían mantenido en el Camino Real, y por lo que Jon recordaba de su marcha hacia el Muro con su tío Benjen, deberían llegar al Último Hogar al otro día.

Habían sido dos días de cabalgata, desde el amanecer hasta el anochecer, parando cada mediodía para abrevar los caballos y comer una comida exigua compuesta por pan y pescado salado. El viaje se había visto adelantado en buena medida gracias a que el Camino Real les permitía moverse con rapidez. Jon había visto las tierras de los Umber, y no negaría que había estado preocupado al respecto; había visto muchos campos abandonados, o casi. Las cosechas estaban a merced del viento helado proveniente del norte, y todos los días Jon había visto trigo, avena, cebada y centeno que estaban listos para ser cosechados. Había tan pocos hombres que a veces solo había una o dos personas para cosechar el trigo, la cebada y los otros cultivos. Y a menudo eran jóvenes de su edad, o incluso más jóvenes. En una ocasión había visto a un chico con una guadaña que estaba seguro era más vieja que él. Con el otoño ya en curso podría llegar el invierno en cualquier momento. Cuando eso pasara todas esas cosechas ya debían estar guardadas en los almacenes y graneros. De lo contrario los Umber lo pagarían caro.

También había visto un par de pequeñas aldeas, pero había preferido no acercarse mucho a ellas. Hasta que no tuviera el apoyo de Mors Umber, no se atrevería a acercarse a los vasallos de la Casa Umber; había demasiada mala sangre entre ellos y el Pueblo Libre.

Por orden suya uno de los reclutas, una mujer de las lanzas llamada Raya, llevaba el estandarte de la Casa Stark. El lobo huargo ondeaba a cada momento: Jon no quería dejar ninguna duda a quienes los vieran. Que supieran que venían en nombre de la Casa Stark.

Esa noche se sentó junto a Val en la hoguera, mientras un jabalí que habían tenido suerte de cazar con ayuda de Fantasma se asaba enfrente de ellos.

"Mañana llegaremos al castillo de los Umber" le comentó a la mujer "No hay forma de estar seguros….. pero creo que sería más fácil llegar a un acuerdo con Mors si supiera quien eres. En relación con él"

"¿Le vas a decir?" le preguntó Val.

"No si tu no quieres" le respondió con honestidad "Es tu secreto, no el mío. Solo a ti te corresponde elegir si decirlo o no"

"Gracias" le dijo Val, al tiempo que lo miraba con una pequeña sonrisa. Pero la borró antes de volver a hablar "Dime algo ¿Cómo piensas convencer a Carroña de que se una a nosotros?"

Jon se tomó un minuto para pensarlo "Mors es un hombre duro y terco, y tiene todos los motivos para desconfiar de nosotros" reconoció "pero no es ningún tonto y le es leal a la Casa Umber, y siempre lo fue a la Casa Stark" de eso estaba seguro "La Casa Umber estuvo presente la noche que mi hermano fue asesinado. Cientos de hombres Umber fueron asesinados junto a Robb, y entre ellos estaban el sobrino de Mors y su hijo. O quizás fueron capturados; no lo sé" se permitió una pausa antes de seguir "En cualquier caso, Mors debe estar más que ansioso de vengarse de los Bolton. Si le ofrezco esa oportunidad y le garantizo que no dañaremos sus tierras ni a su gente, podría aceptar la alianza" esperaba que fuera suficiente.

Al otro día prosiguieron su camino hacia el sur, y cuando era el mediodía tuvieron a la vista su objetivo. El Último Hogar.

El hogar ancestral de la Casa Umber se alzaba sobre las llanuras, como un hongo gigante de piedra que había emergido en medio del territorio. Era un castillo grande, no tanto como Invernalia, pero aun así formidable. La fortaleza central era cuadrada y estaba rodeada por un muro cortina de 30 pies de altura que se extendía hacia el este, cubriendo también un pequeño bosque en el cual se distinguía, incluso desde esa distancia, un árbol de hojas rojas y ramas blancas. El muro estaba vigilado por torres cuadradas, mientras las puertas lo estaban por otras que eran redondas. Unas dos decenas de casas se alzaban fuera de la muralla, y se veían personas pululando entre ellas y con la fortaleza.

Jon compartió una mirada con Val antes de empezar a cabalgar sin prisa hacia las puertas. Un cuerno sonó desde las almenas, y las personas corrieron hacia las puertas, mientras varias figuras aparecían con rapidez sobre las almenas. Jon esperaba que el estandarte que cabalgaba al frente de la columna fuera suficiente para que, al menos, no les dispararan tan pronto estuvieran al alcance de sus arcos.

Por fortuna tuvo razón, y ninguna flecha surcó el aire. Para cuando estuvieron frente a las puertas, estas ya estaban cerradas, y no quedaba nadie fuera del castillo. Alzó la vista y vio que había arqueros sobre la muralla, y aunque sus arcos no estaban tensados, tenían flechas colocadas listas. Pero parecían dudosos, sobre todo cuando miraban el estandarte que llevaba Raya a su lado y el lobo blanco gigante que se encontraba al otro lado.

"¡Alza la cabeza, chico!¡Quiero verte bien!" una voz exclamó, y cuando Jon alzó la vista vio al hombre que había venido a ver.

Mors Umber, apodado Carroña, era un viejo de más de 60 años, con una barba desordenada y un cabello largo que caía más allá de sus hombros, ambos de color gris que empezaba a tornarse blanco. Era ancho de hombros y con brazos gruesos, y su rostro cubierto de arrugas y carente de un ojo no ocultaba la fortaleza. Jon lo había conocido en Invernalia cuando era un niño, y al volver a verlo estuvo seguro: este hombre seguía siendo un guerrero, y uno peligroso.

"¿Me recuerdas, Umber?" le preguntó, dejando que lo viera bien.

Al principio Mors solo lo miró con el ceño fruncido, pero tras un momento su ojo se abrió sorprendido "¡¿Jon Nieve?!" la incredulidad coloreó sus palabras.

Antes de que Jon pudiera hablar lo hizo alguien más "De hecho, ahora es Jon Stark" dijo Val, que como él miraba hacia el hombre que estaba sobre las almenas. Jon tuvo que contener el gemido que quería salir de su boca. No había planeado que se supiera así.

Mors la miró y por un momento Jon juraría que vio un destello de reconocimiento en el rostro del anciano, pero no tardó en perderse en un nuevo ceño fruncido, más profundo que el anterior, y que estaba dirigido a él "¡¿Qué mierda haces con esta compañía, muchacho?!¡¿Acaso ahora eres un maldito cambiacapas?!" rugió con tanta fuerza que algunos caballos relincharon, asustados. Uno de los arqueros Umber tensó un poco la cuerda de su arco.

"No lo soy, mi señor de Umber" respondió Jon, tratando de no dejar que sus emociones se mostraran "Si me das la oportunidad, lo explicaré todo" prometió.

"¿Esperas que abra las puertas de mi hogar a esto?" dijo Carroña con desprecio, al tiempo que hacía un gesto despectivo con la mano hacia los acompañantes de Jon.

"Espero que me permita explicar el motivo de lo que ve afuera de su hogar. Creo que es lo mínimo que merezco" declaró.

"¿Cómo hermano de la Guardia de la Noche?" gruño Mors, aunque era claro que no pensaba que lo siguiera siendo. La compañía de Jon y sus ropas eran prueba abrumadoras en contra.

"Como un hijo de Ned Stark" respondió Jon con voz firme. Sabía que era un argumento de peso. Ned Stark había sido amado por el Norte; ningún norteño antes de la guerra hubiera osado hablar mal de él, ni negarle la oportunidad de hablar a un hijo suyo, incluso a su bastardo.

Umber lo miró con el ceño fruncido antes de hablar "De acuerdo. Pero solo una docena de ellos cruzaran; los demás esperarán afuera de las puertas"

"Como prefieras" dijo antes de que surgiera alguna protesta entre los suyos.

Unos momentos más tarde las puertas se abrieron y Jon entró, seguido por una docena de los suyos, además de Fantasma. A la derecha de Jon estaba la hermana de Dalla, y tan pronto como el último hombre cruzó las puertas estas se cerraron con rapidez, dejando al grupo que Jon había tomado partido en dos.

Mientras desmontaba Jon dio una rápida mirada al patio y a las murallas, y se dio cuenta de que la mayoría de los guardias del Último Hogar eran ancianos; sus rostros arrugados y sus barbas salpicadas de gris los delataban. Pero aun así eran unos cuarenta o cincuenta, mientras que Jon solo tenía catorce incluyendo a Fantasma, aunque el lobo bien valía por tres hombres. Aun así, estaba en total desventaja.

Aparte de los guardias había varios niños y mujeres en el patio, pero ningún hombre más capaz de pelear. Todos lo miraban con sospecha en sus ojos.

Mors Umber bajó en silencio de la muralla y le indicó por señas que lo siguiera al interior de la fortaleza. Jon entregó las riendas a uno de sus hombres y le hizo un gesto a su lobo para que lo siguiera. Nadie elevó palabras de queja. Siguió al tío del Gran Jon Umber; cuando escuchó unos pasos junto a él supo que era Val. No fue capaz, ni tenía el deseo, de decirle que no lo hiciera.

Entraron al Gran Salón del Último Hogar; las paredes eran de piedra oscura y antigua, cubiertas con cuernos de alces, cabezas disecadas de osos y uros, y algunos tapices. La única luz provenía de un candelabro hecho de una rueda que colgaba del techo y era sostenida por una cadena oxidada. Los bancos y mesas eran de madera desgastada, y al fondo, sobre un estrado, se encontraba una mesa horizontal de roble, con media docena de sillas divididas en cada lado. Y en el medio de ellas estaba una silla de tamaño muy superior, con el respaldo tallado de manera que parecía un amasijo de cadenas; el extremo de cada brazo era un gigante rugiente. Y en la pared detrás de las sillas colgaba el estandarte de la Casa Umber; un gigante rugiente vestido con pieles y con cadenas de plata rotas en sus muñecas, sobre un campo rojo sangre.

Umber se detuvo enfrente de la mesa, y se giró a verlos con el ceño fruncido. Desde su posición sobre el estrado les sacaba más de una cabeza de altura.

"Ahora, Jon Nieve, o Stark o lo que quieras, dime cómo es que estas aquí con un puñado de salvajes, como es que estas vestido como un salvaje, y lo más importante: cómo es que ha llegado a tu cabeza la creencia de que es buena idea venir ante mí con semejante compañía" le lanzó una mirada furibunda a Val antes de volver a centrarse en él.

"Estoy aquí con el Pueblo Libre" dijo, ignorando la mirada de muerte que Val le devolvió al señor "porque, como su líder, deseo hacer una alianza con la Casa Umber"

La sonrisa que Mors mostró no tenía ni pizca de gracia "¿Una alianza con los salvajes? Te llamaría estúpido, muchacho, pero la estupidez tiene un límite. Te llamaría loco, pero la locura debe tener también un límite. Lo que has venido a hacer aquí está más allá de ambas cosas. Lo que has hecho es escupirme a la cara y burlarte de todo lo que soy y todo en lo que creo. Por fortuna no te he dado pan y sal, así que puedo matarte sin romper las leyes de la hospitalidad" la mano de Carroña se posó sobre su espada, y Jon no necesitó mirar para saber que Val había hecho lo mismo.

"No te creí capaz de matar a un hijo de Ned Stark, Umber. Y menos aún si ese hijo es el legítimo Rey en el Norte" le respondió, sin despegar sus ojos del solitario del anciano.

El ceño de Mor, si era posible, se hizo aún más profundo "El legítimo Rey en el Norte era tu hermano. Robb Stark, el Joven Lobo, era el verdadero monarca. Tú, a mi parecer, no eres más que un desertor de la Guardia que ha conseguido convertirse en el líder de un puñado de salvajes" le gruñó.

"No negaré que he dejado la Guardia" reconoció Jon "pero no he desertado. Mi hermano compró mi liberación antes de morir, y además me legitimó; si no me crees, toma un caballo y ve al Castillo Negro a preguntar sobre esto al Comandante Mormont; que él te diga si soy un desertor o un rey" lo había dicho con seguridad, pero la verdad era que dudaba que Mormont estuviera ansioso de hablar en su favor luego de que prácticamente lo había forzado a dejar cruzar al Pueblo Libre "Y en cuanto a eso de un puñado créeme al decir….. que son muchos"

"Así que el Rey Robb compro tu salida de la Guardia" el tono de Mors dejaba a la vista que no le creía, y Jon se preguntó si había escuchado su insinuación del número de personas que lo seguían "Nunca había escuchado antes algo semejante, pero quizás sea algo posible para un rey. Pero dime esto ¿cómo fue que te enteraste de eso?¿Acaso mandó un cuervo al Castillo Negro para informar de que eras un hombre libre de votos?" le preguntó Mors.

"No fue un cuervo el que me trajo esa información; fueron dos señores de férrea lealtad a la Casa Stark" respondió, sin faltar a la verdad "Maege Mormont y Galbart Glover" aclaró.

Por primera vez pudo ver como el ceño de Carroña casi desaparecía. Pero no tardó mucho en volver; su único consuelo era que no era tan pronunciado.

"Si en verdad es cierto ¿por qué no están aquí para defender tu versión de los hechos?" inquirió ahora Mors.

"Cada uno tiene una misión importante que realizar bajo mis órdenes. Pero Maege sigue en el Castillo Negro; como te sugerí antes, ve hacia el Muro. Podrás preguntarle no solo a su hermano, sino también a ella"

"Se lo preguntaré. No te quepa la menor duda al respecto" le aseguró Mors, mirándolo con su único ojo "Suponiendo que sea cierto que el Joven Lobo te hubiera legitimado antes de morir y te hubiera hecho su heredero, ¿por qué te has aliado con los salvajes?"

"Por la misma razón por la que deberías aliarte conmigo y con ellos; porqué nos necesitas" se limitó a responder Jon. El resoplido de Carroña casi lo convenció de que había dicho algo incorrecto, pero luego vio un destello de inseguridad en el único ojo que poseía y supo que había tenido razón.

"¿Qué te hace pensar que yo o alguno de los míos necesitamos algo de ti o de ellos?" le gruñó Mors.

"Bastante" le replicó Jon "Cuando venía hacia aquí vi muchos de tus campos, llenos de trigo, cebada y maíz. Todos estaban listos para ser cosechados…. Pero no había nadie para hacerlo. Y el que la mayoría de tu guarnición sea de ancianos convirtió mis sospechas en certeza total: no tienes hombres para mantener tus tierras ni para protegerlas de manera adecuada. Todos los hombres en edad de pelear se fueron con el Gran Jon o con tu hermano; los primeros están o bien muertos, o bien dispersos por las Tierras de los Ríos, a mil millas de distancia de donde se los necesita. Y los segundos están junto a los Bolton, y si la mitad de lo que escuché del Bastardo de Bolton es cierto, no creo que se tome nada bien que quieran irse" Jon no tenía duda alguna de sus palabras, y aunque la expresión de Mors Umber era amarga, el tío del Gran Jon tampoco dudaba de ellas.

"Supongo que no tiene sentido fingir lo contrario" dijo entre dientes "¿Y esperas que me alíe contigo porque sabes que no tengo fuerza para oponerme a ti?"

"¡Por supuesto que no!" exclamó Jon al instante. No deseaba que Mors malentendiera sus intenciones "Espero que te alíes conmigo porque es lo mejor para ti y para los tuyos, porque creo que ambos deseamos lo mismo, y porque tenemos mejores probabilidades de obtenerlo juntos que separados"

"No estoy seguro de eso. Dime ¿que deseamos?" el ojo de Mors lo miraba fijamente.

"Justicia" la palabra fue casi una declaración de guerra "Justicia por mi hermano, por el Gran Jon y su hijo, por la hija de Maege Mormont y por cada uno de los hombres leales a la Casa Stark que murieron por causa de la traición de Roose Bolton. La justicia que yo anhelo, y que tú también anhelas. Unidos, podremos tomar las cabezas de Bolton y de su bastardo y las pondremos en picas" prometió Jon. Sin importar lo que le pasara, daría justicia a Robb y al resto de los leales a Stark.

"¿Y luego de que lo consigamos?" cuestionó Carroña.

"Volveremos realidad el deseo de Robb" le contestó Jon "Nos convertiremos en un reino libre, separados del Trono de Hierro. No seremos gobernados por nadie más que nosotros mismos"

Mors lo miró por mucho tiempo, y Jon supo que estaba buscando la verdad en sus ojos, la confirmación de que sus palabras no eran solo eso: una excusa para que se confiara y fuera atacado con la guardia baja. Y Jon sabía, por la forma en que lo observaba, que una parte de Mors ansiaba creerle. Pero otra aún guardaba recelo.

"Me parece que tu deseo de vengar a tu hermano es sincero" dijo al fin, y Jon sintió como el alivio llenaba su pecho "pero no te ayudaré a conseguirlo" el alivio se esfumó en un instante "Te deseo la mejor de las suertes, y espero que tengas éxito contra esos hijos de ramera de los Bolton, pero no pelearé junto a los salvajes. No lo haré" en las palabras de Mors no cabía réplica alguna.

Jon no pudo evitar sentirse desolado. Necesitaba a Carroña y a los Umber de su parte. No solo por las minas de hierro que poseían, sino también por muchos otros motivos. La mejor ruta hacia Invernalia era el Camino Real, y una gran parte de él corría por las tierras juradas al Último Hogar; aun si Mors no lo atacaba sin duda habría bandas de hombres que acosarían su marcha en cada paso que diera y cada legua que recorriera, por el simple hecho de conducir al Pueblo Libre. Los hombres de Umber no perdonarían ni permitirían el paso de su ejército a menos que vieran al menos a un hombre de la Casa Umber apoyándolo. También necesitaba la reputación de los Umber; era una casa conocida por tener miembros feroces y fuertes. Sumado a la lealtad que desde hace siglos habían demostrado a los Stark de Invernalia, su apoyo sin duda daría legitimidad a su causa y haría que más de una familia dudase en apoyar a los Bolton. Y la reputación de Carroña tampoco era algo que se pudiera desdeñar; era objeto de canciones y charlas de taberna, y no había hombre en el Norte que no hubiera oído hablar de su habilidad como guerrero. Sin duda sería muy útil como aliado.

Pero ya no importaba; Mors se había negado y Jon no tenía intención de pedirle que lo reconsiderara. Si no había aceptado la primera vez, era poco probable que lo hiciera la segunda. Por un fugaz momento consideró decirle de Val y Dalla, pero lo descartó de inmediato. Como le había dicho a la mayor de las hermanas, no era su secreto para decir.

Estaba a punto de girar para irse cuando se escuchó otra voz "¡Entonces es cierto! Los juramentos y las promesas que dan los que nacen al sur del Muro son solo palabras, y como palabras se van en el viento" espetó Val, ganándose una mirada sorprendida de Jon y una mortal de Umber.

"¿Qué dijiste?" preguntó el mayor de los dos hombres.

"Ya me escuchaste" lo retó Val, sin retroceder ante la mirada de Mors y sus puños apretados "Los Umber juran lealtad ante los Stark; siempre lo han hecho. Y ahora que hay un Stark delante de ti pidiéndote apoyo para hacer lo que sabes que es lo correcto, simplemente giras la cabeza y haces oídos sordos" lo acusó la mujer con el ceño fruncido "Tu sangre y tus hombres fueron masacrados, los asesinos están caminando libres y aquí hay alguien que te ofrece la posibilidad de vengarte" un dedo femenino apuntó a Jon "y no estás dispuesto a ello porque sigues aferrándote al pasado; prefieres que la muerte de los tuyos quede sin represalia" lo acusó "Y tu familia y tu pueblo están desamparados, tratando de prepararse para el peor invierno que se haya visto en miles de años, y ahora que alguien está dispuesto a tenderte la mano en ayuda lo rechazas. ¿Y por qué? Por orgullo. Orgullo y resentimiento"

Jon no se atrevía a producir ruido; ni siquiera el de su respiración. No se oía un solo sonido en el salón, más que las respiraciones del anciano Umber y la mujer que, sin que él supiera, era su nieta. Mientras que Val lo miraba con desafío, la mirada que daba Mors con su único ojo ya habría hecho a más de un hombre huir si estuviera en el lugar de Val.

"Lárgate de aquí, muchacha. Lárgate antes de que olvide que has venido con un hijo de Ned Stark" le escupió. Luego miró a Jon, y él tuvo que hacer un esfuerzo para no encogerse cuando el único ojo de Mors lo miró, como echando toda la culpa de las palabras de Val en sus hombros "Y tú… vete con ella. Y en caso de que aún…. no lo hayas comprendido….." la rabia de Mors era tal que hasta su voz le fallaba "No pelearé junto a los salvajes"

Val

"No pelearé junto a los salvajes" declaró el hombre anciano.

No supo que fue lo que la impulsó a hablar, a dejar de lado todas las precauciones, todos sus pensamientos, todas las ideas que había tenido desde que se ofreció a acompañar a Jon a ese castillo. Quizás fuera por el enojo que le produjo la negativa. O quizás fuera porque le frustró la terquedad de Umber y la falta de insistencia de Jon en el asunto. O quizás fuera por otro motivo: quizás fuera por la pena que imaginaba en el rostro de su hermana pequeña cuando supiera como fueron las cosas y el rostro de tristeza que sería como un puñal clavado en el medio de su pecho. En cualquier caso, no afectaba lo que hizo: abrir la boca.

"¿Tampoco pelearás junto a tu sangre?" tan pronto como las palabras salieron de su boca lo lamentó, pero ya era tarde.

Mors Umber la miró como si le hubiera crecido una segunda cabeza, y por primera vez Val lo vio perder totalmente el ceño fruncido, para dar paso a uno de total estupefacción.

"Entre el Pueblo Libre hay dos mujeres que son hijas de tu hija" Val no fue capaz de usar la palabra nietas "y en el ejército hay una de ellas, que lucha por Jon" al decir esto Val no pudo evitar que su mirada se desviara hacia Jon. La miraba con un rostro que parecía tallado en piedra, sin dejar ninguna emoción a la vista. Pero los ojos grises del hombre al que había jurado lealtad eran mucho más expresivos: Val veía sorpresa en ellos. Y también agradecimiento.

"Estas mintiendo" acusó Mors Carroña, devolviendo su mirada al frente "Debes estar mintiendo" repitió. Val lo observó con cuidado y ya no vio furia, sino duda "Mi hija fue secuestrada y asesinada por los salvajes" dijo, pero parecía hablar más para sí mismo que para Val.

"Tu hija fue robada" lo corrigió, atreviéndose a dar un paso adelante "Terminó con un hombre y le dio dos hijas propias. Una de ellas, la menor, está embarazada por primera vez….. y ansía conocer al hombre que le dio nombre a su madre" ni ella misma sabría decir porque le dijo al hombre frente a ella del embarazo de Dalla y de su deseo de conocer a la familia Umber, de la que había venido la madre que compartían.

Aunque todos sus instintos y la forma en que Mors había actuado hace unos momentos le gritaban que no lo hiciera, no pudo evitar sentir una pizca de lástima por Carroña. La expresión del viejo era la de un hombre a quién estaban torturando con la peor de las crueldades.

Val ya había llegado demasiado lejos para echarse atrás, por lo que decidió presionar más todavía. Metió una mano en el bolsillo y sacó la pequeña estatuilla que se había llevado con ella desde el campamento del Pueblo Libre "¿Recuerdas esto?" una parte de ella pensó que estaba siendo tonta. El hombre frente a ella había perdido a su hija hacía más de 30 años, y si aún recordaba ese día sin duda lo haría por la pérdida de un ser querido, no por un pequeño juguete que esa persona hubiera llevado encima cuando fue robada.

Pero parecía que estaba equivocada. Umber miró el juguete como si fuera la respuesta a todos los misterios del mundo, con su único ojo tan abierto que parecía que se fuera a caer de su cuenca. En un rápido movimiento se lo arrebató, y Val vio como el hombre lo miraba con una expresión que era a partes iguales reconocimiento, dolor y negación. Lo giró entre sus dedos hasta que hubo estado en medio centenar de posiciones diferentes, y le pasó un dedo por encima con suavidad, como si temiera que se fuera a romper de un momento a otro.

"¿Cómo sé que no se lo robaste a mi hija?" preguntó Mors Umber. Si Val hubiera detectado algún tipo de desconfianza o enojo en la voz del anciano se habría ofendido. Pero la debilidad en la voz del hombre le hizo sentir algo que rara vez sentía. Compasión.

"Porque no habría necesidad; ella me lo habría dado si se lo pedía" le respondió Val "Mi madre era muy generosa con sus hijas" dijo al tiempo que su vista bajaba, para no ver el rostro de Mors.

Ahí estaba. Lo había dicho. Lo que había pensado en ocultar durante el tiempo que pasara en el castillo del Último Hogar. Su madre era la hija de un Umber. El hombre con el que estaba hablando era su… su….

Val respiró hondo y lo aceptó. El hombre con el que estaba hablando era su abuelo.

Entonces sintió dos dedos en la barbilla y, con una rapidez que la sorprendió, su rostro fue alzado, de tal forma que quedó perfectamente visible para el padre de su madre. Pese a ser dedos encallecidos por el uso de la espada y la edad, el toque se sintió sorprendentemente gentil. Mors la miró con una intensidad que casi la hizo estremecer; el ojo solitario miró sus cejas, sus pestañas, sus pómulos, sus labios, su nariz, sus orejas, su cabello, sus ojos, su corazón y hasta su misma alma. No supo cuando tiempo estuvo así, incapaz de moverse por un motivo que ni ella estaba segura de que existiera. Pero tras una larga inspección, en la que el ojo de Mors vagó por todos sus rasgos al menos una vez y por muchos dos veces, la soltó.

Val había aprendido a leer los sentimientos en las caras de las personas hace tiempo. No siempre acertaba, pero eran más comunes sus aciertos que sus fallas. Y en la cara de Mors Umber Val vio una serie de emociones: sorpresa, incredulidad, tristeza…. Pero también una pequeña cosa que le pareció esperanza.

"Pensaré en lo que me has dicho" dijo Mors luego de un tiempo "En lo que ambos han dicho" rectificó mirando a Jon "Si me das algo de tiempo, te daré una respuesta definitiva" concluyó mirando a Jon.

"¿Cuánto tiempo?" preguntó Jon, con una expresión que no dejaba mostrar nada.

"No mucho" se limitó a gruñir Umber antes de salir sin más del salón.

Cuando Jon y ella se quedaron solos estuvieron unos segundos en silencio antes de que él se acercara.

"Gracias" le dijo.

Jon

"¿Gracias por haberle dicho la verdad?" preguntó Val, al tiempo que señalaba hacia la puerta por la que Mors se había ido.

"Gracias por haber intentado convencerlo" la corrigió con suavidad.

"¿Crees que haya servido de algo?" le preguntó Val. Aunque intentó fingir indiferencia, Jon pudo distinguir una chispa de sincera preocupación en sus ojos. Y por eso la apreció aún más.

"No lo sabremos con certeza hasta que vuelva con nosotros" respondió al tiempo que se encogía de hombros.

Luego de eso se quedaron en silencio, cada uno sumido en sus pensamientos. Val se dedicó a examinar algunos de los trofeos de caza y tapices que decoraban las paredes. Jon por su parte se dedicó a pensar en su padre; se preguntó cómo habría hecho Ned Stark para resolver un problema como el que él tenía con Mors Umber. ¿Se habría limitado a dar promesas y respaldarlas con su palabra? ¿Le habría concedido honores u otros incentivos a Carroña para que lo apoyara? ¿O se habría aferrado a su orgullo y se hubiera negado a tratar de insistir por ayuda?

Eso le hizo reflexionar sobre como nunca había escuchado de que su padre hubiera tenido desacuerdos con sus vasallos; lo había oído expresarse de todos, con algunos con más soltura que otros, pero nunca había escuchado que tuviera verdaderas dificultades con ellos. Y las veces que los vasallos venían a Invernalia no había notado ni escuchado de que discutieran con Lord Stark. Seguramente hubo desacuerdos, pero Jon no había sabido de ellos; y de hecho no había escuchado a nadie que viviera en Invernalia hablando al respecto, ni siquiera a Robb cuando estaba presente en el solar de su padre para aprender a ser un señor, o a Catelyn cuando recorría la fortaleza cumpliendo con sus obligaciones como la Dama de Invernalia.

Catelyn. No pudo evitar pensar en ella. Contra su sentido común se sintió preocupado por su bienestar, pero se forzó a ignorarlos. Catelyn era una de las mujeres más fuertes que había conocido en su vida, y sin duda sería capaz de ir y volver de la misión sin mayores dificultades. La verdad era que con cada día que pasaba, con cada nueva acción que la antigua Dama de Invernalia realizaba, con cada vez que demostraba su determinación y coraje, Catelyn le parecía más y más impresionante.

"Jon" la voz de Val lo sacó de sus pensamientos. Dirigió su mirada hacia ella y la vio junto a una de las paredes, parada enfrente de un tapiz. Al acercarse más Jon vio mejor lo que había en él. Era un hombre de rostro severo, con una gran barba y un cabello oscuro con múltiples hebras grises cayendo hasta la altura de su cuello. Su rostro era duro, y sus cejas gruesas y labios fruncidos solo lo reforzaban. El hombre estaba vestido como un verdadero norteño; ropa de lana abrigada lo cubría, y sobre ella estaba una piel que cubría sus hombros "¿Quién crees que sea?" le preguntó la mujer.

"No lo sé, pero si está aquí sin duda debe ser importante" que Jon supiera, los Umber no eran una familia que tuviera por costumbre dar muestras de respeto como esa; sin duda el hombre del tapiz debía ser alguien muy respetado por ellos para estar en el salón principal del Último Hogar "Vamos" le dijo, antes de encaminarse a la salida. Quería hablar con el resto de sus hombres….. y salir de ese salón.

En el patio los reclutas de Jon se habían puesto nerviosos; unos estaban moviendo los pies con furia o gruñendo, otros mirando con desconfianza a los ancianos guardias Umber, y una mujer de las lanzas incluso apretaba su escudo con fuerza, mientras su mano se dirigía lentamente hacia el hacha que llevaba en el cinturón. Por fortuna su llegada y la de Val parecieron calmarlos; Jon estuvo casi seguro de que habían empezado a suponer que algo estaba mal.

"¿Qué es lo que pasó?" preguntó uno de los hombres en la Antigua Lengua, al verlos llegar.

"Le dijimos nuestra oferta al hombre al mando" le respondió Jon en la misma lengua "Ahora estamos esperando a que nos responda"

"¿Tendremos que esperar mucho?" preguntó el mismo hombre. Jon se limitó a encogerse de hombros "No me gusta cómo nos miran estos arrodillados" comentó, mirando con el ceño fruncido a un guardia de barba canosa que llevaba una lanza en la mano.

Jon lo entendía; las miradas de los guardias Umber no eran de amenaza, pero estaban lejos de ser amigables.

"Somos los primeros del Pueblo Libre que entran en este lugar con las manos libres y armados ¿no es así Jon?" le preguntó Val, hablando también en la Antigua Lengua. Jon le asintió "Pues ahí tienes, Theystor" le respondió al hombre "están nerviosos. Frunce un poco menos el ceño y quizás se calmen" sugirió con el principio de una sonrisa en el rostro.

Jon pensó que Val estaba tratando de provocar a Theystor, y decidió guardar silencio y ver qué pasaba.

"No estaré relajado hasta que nos vayamos. Y no fingiré estarlo para darle gusto a estos arrodillados" se quejó Theystor.

"Como quieras" le contestó Val "pero quizás ayudaría que dejarás de fruncir el ceño. Ya eres suficientemente feo sin él" dijo Val, con una mirada tan inocente que la burla fue obvia. Jon se mordió el labio para no reír ante la cara que hizo Theystor. Algunos de los otros guerreros, los que hablaban la Antigua Lengua, no se molestaron en intentarlo: se rieron en voz alta, y uno dio una carcajada tan alta que asustó a un caballo.

Jon dio una mirada por el patio; la mayoría de los guardias y las personas los miraban con una mirada de sospecha, preguntándose qué era lo que estaban diciendo. Había un pequeño grupo de niños, por otro lado, que los miraban fascinados. Jon los miró con atención, al tiempo que la semilla de una idea se sembraba en su mente.

Estuvieron en el patio un tiempo más, con los reclutas charlando y ocasionalmente burlándose uno del otro. Jon mismo se mantuvo ausente de la mayor parte de la conversación, solo aportando algunos comentarios y dando su opinión cuando se la pedían. Por fin, cuando el sol casi se ocultaba y un par de sirvientes empezaban a encender antorchas para iluminar la noche, Mors volvió.

"Vamos a hablar adentro" le señaló. Jon se acercó a él, pero cuando Val dio un paso para acompañarlo Mors alzó la mano en gesto de alto "A solas. Tú y yo. Nadie más" dijo mirando directamente a Jon. Jon lo sopesó un momento antes de decidir.

"Espera aquí con los demás, Val" dijo, mirando a la mujer a los ojos.

"¿Estás seguro de esto?" le susurró ella en la Antigua Lengua.

"Lo suficiente" le respondió en la lengua que ella misma le había enseñado "Espera aquí" le volvió a decir.

Por un momento pareció que Val iba a negarse, pero al final se limitó a dar un resoplido y fruncir el ceño antes de girar y volver con los demás. Jon sintió una punzada de culpa, pero se forzó a ignorarla mientras seguía a Mors. Volvieron al Salón, pero en vez de quedarse allí Mors lo guio por una puerta que daba a un pasillo iluminado por antorchas. Jon lo siguió en silencio todo el tiempo, hasta llegar a lo que le pareció un solar. Había un escritorio inmenso cubierto con un par de papeles y un plato de comida a medio terminar, y detrás de él había una silla de respaldo ancho. Enfrente del escritorio había otra mucho más pequeña. Mors no se sentó ni le ofreció asiento, sino que cerró la puerta y lo encaró de frente.

"He tomado mi decisión" tras decir esto lo miró fijamente antes de volver a hablar "Me aliaré contigo" declaró.

Jon sintió que una sonrisa luchaba por aparecer en su rostro, pero presentía que Mors no le había dicho todo. Y tenía razón.

"Si aceptas mis términos" concluyó.

Por un momento Jon temió que Carroña diera términos que fueran imposibles de cumplir. Esperaba que no le pidiera imponerle nada a Val o Dalla. No deseaba hacerlo, y dudaba que en el caso de Val pudiera lograrlo. Después de todo, una cosa era pedirle que le diera privacidad para hablar con el hombre frente a él, pero otra muy diferente era forzarla.

"Dímelos" le dijo a Mors Umber, al tiempo que intentaba adoptar una máscara que no expresara nada. Esa a la que cada vez se acostumbraba más cuando debía actuar como un rey.

"Primero lo obvio: los salvajes no atacarán a ningún vasallo de la Casa Umber. No dañarán sus propiedades ni robaran nada que les pertenezca a ellos" le dijo Mors.

"Lógicamente" reconoció Jon "No dejaría que hagan daño a nuestros nuevos aliados" le aseguró. Había esperado que esa fuera la primera condición.

"Mi hermano" continuó Mors "ha ido al sur con el Bastardo de Bolton. Quiero que lo indultes. Y quiero que me prometas que no me forzarás a pelear en contra de él en el campo de batalla. Un Umber nunca peleará contra otro, por ningún motivo" lo último lo dijo en un tono que no admitía discusión.

"Hecho" le dijo Jon casi de inmediato. No había nada irrazonable en estos términos, y no veía ningún motivo para negarse a ellos.

"Como señalaste, las cosechas de mi pueblo están pudriéndose" continuó Mors "quiero que me envíes hombres para ayudarme a juntar todo y guardarlo para el invierno" expresó.

Jon lo pensó por un momento "De acuerdo" dijo, antes de dar una condición propia "si les das alimento y les permites residir en tus tierras hasta que terminen" si esos hombres iban a ayudar con las cosechas de la Casa Umber, lo menos que podía hacer Mors era asegurarse de que no pasaran hambre. Mors frunció los labios por un momento antes de dar un suspiro y aceptar "¿Hay más términos?"

"Si" Mors dio un paso adelante "Con Roose Bolton y su bastardo van varias comadrejas Frey. Son esas comadrejas las que capturaron a mi sobrino" el hijo de Ned Stark vio de reojo como los puños de Mors se cerraban y empezaban a apretarse "las que mataron a su hijo" las uñas de Mors se clavaron con tanta fuerza en su carne que hicieron sangrar su mano. Las gotas rojas cayeron al piso con una lentitud abrumadora, el sonido llenando el silencio, como el primer trueno que antecedía a una tormenta "Si caen prisioneros, quiero que me los entregues para encargarme de ellos" exigió Umber. Jon no creía que vería a alguien con más odio del que había presenciado en Ser Alliser cuando cruzó el Muro. Mors tenía aún más odio, si era posible.

Por un momento Jon pensó en aceptar la propuesta, en darle a Mors Umber lo que anhelaba: la oportunidad de darle una muerte dolorosa a varios Frey. No era ningún hipócrita; si hubiera tenido en sus manos a Walder Frey o a Roose Bolton, probablemente habría hecho algo parecido.

Pero no podía darle esa oportunidad a Mors Umber. No podía hacerlo. No porque los Frey no lo merecieran, porque si lo hacían: merecían pagar por sus crímenes. No podía hacerlo. No porque Mors no tuviera derecho a hacerlo, porque lo tenía: tenía un derecho tan bueno como Jon mismo, y como cada norteño que había perdido a un pariente o un amigo en la Boda Roja.

No podía hacerlo…. Porque su padre nunca lo habría aprobado. Su padre habría dado una muerte rápida a sus enemigos, no hubiera manchado su honor rebajándose a buscar placer en torturarlos. Ni mucho menos hubiera llamado algo semejante como justicia.

"Te prometo… que tendrás la oportunidad de obtener justicia en los Frey, si es que capturamos alguno" sabía que eso no era lo que Mors le había pedido, pero era lo único que le podía dar.

Mors solo lo miró en silencio, pero al final asintió.

"¿Hay más términos?" preguntó Jon.

"No" contesto brevemente Mors Umber "Bueno, puesto que has aceptado todos mis términos, cuentas con mi lealtad" entonces el mayor de ellos inclinó la cabeza "Su Alteza" tras eso Mors se arrodilló con lentitud, deposito la espada a sus pies y le juro lealtad. Luego de que el eco se hubiera perdido volvió a hablar "La fuerza de la Casa Umber es vuestra, Rey Jon" concluyó.

"En pie, mi señor de Umber" le ordenó, y Mors envainó su espada antes de alzarse "Hay dos cosas que necesito de la Casa Umber, mi señor" le dijo.

"Si está en mi mano, serán vuestras, Alteza" aseguró Mors.

"Lo primero que necesito son armas y armaduras, mi señor. Mi ejército está siendo entrenado, y cada día su disciplina y su cohesión mejoran, pero la mayoría portan madera endurecida al fuego, piedra o bronce. Y solo llevan cuero endurecido, pieles o lana para protegerse" le confió a Mors "Quiero espadas, lanzas de punta de acero, hachas, mazas, dagas, cotas de malla y petos de acero"

"¿Cuántas necesita, mi rey?" preguntó Mors.

Suficiente para armar a más de cincuenta mil guerreros, pensó Jon "Muchas más de las que estoy seguro que tienes, mi señor. Se deben empezar a forjar armas de inmediato. Debéis llamar a los herreros disponibles. Que empiecen a trabajar de inmediato en la forja de armamento" le comandó a Umber.

"Así lo haré" prometió Umber "Pero me temo que habrá dificultades para forjar armas con rapidez" dijo con expresión seria. Jon le hizo un gesto para que continuara y Mors no se demoró "Puedo conseguir algunos herreros y aprendices, pero me temo que solo serán unas pocas decenas. En cualquier caso, si Su Alteza necesita una gran cantidad de armas y armaduras, tomará mucho tiempo para que logren hacerlas sin ayuda"

"Entiendo" dijo Jon. Se llevó una mano a la barbilla y pensó unos momentos antes de que se le ocurriera algo "Hay algunos entre los míos que también tienen experiencia en la forja de armas, pero no trabajan el hierro, sino el bronce" le comentó a Mors, pensando en los thennitas "Quiero que vuestros herreros les enseñen a trabajar el acero, para contar luego con más personas para trabajar. Debería acelerar bastante la producción de armas" aunque tomara tiempo, era mejor así.

"De acuerdo. Pero hay otros problemas en lo que a forjar armas se refiere. Harán falta hombres para trabajar en las minas de Umber para extraer hierro para forjarlas, y harán falta más aun para ir a los bosques y obtener madera para crear las empuñaduras de las espadas y las dagas, las astas de las lanzas y los mangos de mazas y hachas. Sin mencionar combustible para mantener encendidos los fuegos de las forjas" Mors no lo dijo, pero la implicación fue obvia; no tenía hombres suficientes para hacerlo todo. Pero Jon si los tenía.

"Mis hombres se encargarán de eso" le aseguró.

"Pero…..¿qué pasa con las cosechas?" preguntó Mors "Necesitamos recogerlas de inmediato, antes de que sea tarde" lo apremió.

"Y lo haremos, mi señor" le aseguró Jon "Podremos recoger las cosechas y empezar a trabajar en la forja de armas al mismo tiempo"

"¿Tenemos suficientes brazos para algo así?" preguntó Mors con el ceño fruncido "Recoger las cosechas y forjar una cantidad masiva de armas y armaduras… Harán falta miles de hombres para algo semejante"

"Así es" estuvo de acuerdo Jon "Pero no hay necesidad de preocuparse; tenemos los hombres suficientes" Unos cuantos miles de hombres para trabajar no serían demasiado difíciles de conseguir.

Mors parecía escéptico, pero al final asintió "¿Qué es lo segundo que necesitáis, Alteza?" preguntó.

"Algunos de vuestros hombres" respondió, y de inmediato vio como Mors se tensaba.

"Como Vuestra Alteza sabe, no dispongo de demasiados hombres" empezó Carroña "Si los necesitáis os los daré, pero me temo que entonces dejaré el castillo de mi familia pobremente defendido" la expresión de Mors era lúgubre.

"La defensa del Último Hogar ciertamente es importante" declaró Jon "No hay necesidad de temer en ese sentido, mi señor. No necesito demasiados de vuestros hombres. Solo los suficientes para demostrar"

"¿Para demostrar qué, Alteza?" preguntó Mors con confusión.

"Para demostrar que la Casa Umber me apoya" respondió, con una sonrisa en su rostro.

Y aquí termina. Con 7429 palabras, es el capítulo más largo de la historia, al menos hasta ahora. Ojala les haya gustado, y si fue así dejen un comentario. ¡El teclado no muerde, y yo tampoco!

Trataré de publicar en una semana, pero no prometo nada.

Eso es todo. Salu2 y que estén bien.