Bien, primero lo primero. Hola a quienquiera que lea esto.

Quiero dar las gracias a jean d'arc, fanatico z, Ryan, Luna y por sus hermosos reviews, que me alegran el día siempre que los leo. Y hablando de los mismos:

jean d'arc: qué bueno que te interese la parte de la política; la verdad es que no me considero muy bueno en el tema, pero dado que es la primera vez que escribo algo así, no tengo como saber si lo estoy haciendo bien o no. Si, Alys ha pasado por mucho, pero ahora las cosas van a empezar a cambiar para ella, así que sé feliz. La verdad que el encuentro entre Dalla y Mors Umber me dio dolores de cabeza. Quería algo realista, dado las personalidades que tienen ambos personajes: no quería un abrazo y lágrimas (con Mors eso sería irreal. Algo gracioso, quizás, pero irreal) ni tampoco un saludo frío (Dalla merecía más que eso). Espero haberlo hecho bien.

Me encanta lo que dijiste de Davos: la verdad amo tus opiniones en torno a los personajes. Tienes una forma de verlos que yo no, y me fascinan tus pensamientos. Yo también prefiero, en torno a él, los libros sobre la serie. Por ejemplo, en el segundo Davos le sugiere a Stannis que deje Bastión de Tormentas sin tomar y se apresure a marchar hacia Desembarco del Rey: le expone sus razones (que un combate singular es muy arriesgado, un asedio muy largo y un asalto demasiado costoso en hombres) y la verdad me parece un razonamiento soberbio. Pero bueno, los dos sabemos cómo fue en la serie y los libros, vamos a hablar de lo demás. Creo que Davos tiene ese talante de seguidor (leal y firme), pero de un seguidor que está cegado (en los libros en parte, en la serie del todo). Y la idea de que Davos te recuerda a esas fans desquiciadas me hace imaginarlo con ropa de neón y un pantalón corto mientras suelta un chillido de histeria al ver salir al cantante (creo que me traumé, y de paso a vos también jejej…lo siento). Solo puedo prometer que Davos será diferente. A juicio de cada quién quedará decidir si mejor o peor.

Y hablando de juicio, siempre he dicho que lo que verdaderamente derrotó a Robb fue no saber juzgar a las personas. Miremos a Roose Bolton, por ejemplo: en la Batalla del Valle Oscuro, cuando Gregor Clegane cayó sobre la retaguardia del ejército norteño en el Cruce del Vado Rubí, y los hombres que Bolton dejó atrás para "guardar" el cruce del Vado. En cada ocasión, Robb vio solo derrotas y pérdidas, pero no se detuvo a pensar que en todos los casos los hombres jurados directamente a la Casa Bolton salían casi sin daño, mientras que los leales a Stark (Tallhart, Cerwyn Glover, Manderly) sufrían perdidas devastadoras. Y cuando Roose Bolton se volvió a reunir con Robb, afirmó haber traído solo hombres Bolton (que le eran leales a él antes que a Robb) y Karstarks (cuya lealtad a Robb era más que dudosa desde que él decapitó a Lord Rickard).

Pero Jon no es Robb: él es más desconfiado, pero toma saltos de fe, como vemos ahora con Alys y Ser Davos.

fanatico z: Alys complicando las cosas….. bueno, tienes razón y te equivocas. Con el tiempo verás a que me refiero, pero por ahora te dejo con las dudas jajajaj. Me alegra que ames mi historia, saber eso me saca una sonrisa siempre.

Ryan: entiendo que te haya dejado cosas que pensar. Tu duda sobre Catelyn se resuelve en este capítulo.

Luna: tú no eres la única que se divierte con tus comentarios. Yo también lo hago, lo juro.

: aquí está el siguiente capítulo, y me alegro que la historia te parezca genial. Debo ser honesto: esta historia no está centrada en Jon y sus mujeres (me acabo de dar cuenta de que ya pienso en varias como sus mujeres), o al menos no es mi intención que sea así. Habrá acción sí, pero no es el eje central de mi historia. Tu comentario es casi paradójico, por que llego justo cuando…. Ya verás.

También quiero dar un saludo y un agradecimiento a los que siguen la historia, la tienen en sus favoritos, o simplemente la leen. Anímense a dejar un review ¡el teclado no muerde, y yo tampoco jajajaj!

Bien, basta de hablar. Vamos a lo que nos interesa.

P.D: ¡acabo de recordar que la historia ya tiene 100 reviews! ¡Soy feliz! Gracias a todos los que contribuyeron a hacerlo posible. ¡Ahora vamos a ver si llegamos a los 200!

Disclaimer: todo lo que puedan reconocer pertenece a G.R.R. Martín. Yo solo lo uso para entretenerme y tratar de entretener a otros.

Ygritte

La primera vez que sintió algo presionando su vientre desde adentro se sintió extraña. Era como si fuera aún más consciente de su condición. Al principio no estaba segura de que le gustara, pero con el paso de los días se fue acostumbrando a los golpes propinados por el niño, hasta que empezaron a gustarle. También le gustó la reacción de Jon al respecto cuando se lo dijo; la mirada seria que llevaba en ese momento se disipó en un instante, reemplazada por una sonrisa grande y llena de un cariño que hacía juego con el de sus ojos, que se posaron sin disimulo en su vientre hinchado.

Desde ese momento, cada nueva patada era como una señal, un mensaje alto y claro: el niño estaba bien. Saber eso la tranquilizaba; saber que el bebe que llevaba en el vientre, esa pequeña vida que había creado con Jon, estaba bien. Ya había pasado su séptima luna de embarazo; solo faltaban dos para que su hijo naciera. La idea le daba una extraña mezcla de sensaciones; miedo y ansías a la vez.

Pero su ansía no se limitaba al embarazo.

También estaba ansiosa por que regresara Catelyn. Ya había decidido que le pediría que estuviera a su lado cuando el niño naciera. Cada día que pasaba se encontraba preocupada por ella, hasta el punto de interrogar a las patrullas que volvían del oeste, esperando que alguien supiera algo. En más de una ocasión la falta de noticias la había desesperado al punto de que estaba intratable. Le había gritado a Jon, y más de una vez se habría metido en problemas si no fuera por las mujeres que montaban guardia en torno a ella.

Continuó la caminata por el campamento, y al llegar al espacio libre que había ante su tienda no pudo evitar que su atención se centrara en los cuatro postes de madera que habían clavado recientemente en el suelo duro. Cada poste tenía más de diez pies altura; solo los gigantes más altos podían alcanzarlos.

En la parte superior del poste central, que era poco más alto que los demás, ondeaba el estandarte que Catelyn les había dado antes de irse; el lobo huargo tenía un aspecto feroz, con su boca abierta en un gruñido y a plena carrera, como atacando a un enemigo que se abalanzara contra el campamento.

El poste de la derecha portaba un estandarte andrajoso que mostraba un oso negro sobre una silueta de un bosque de pinos de color verde. El oso estaba parado sobre sus patas traseras, y las delanteras estaban extendidas hacia adelante, listas para golpear con fuerza al oponente que osara atacarlo.

El poste de la izquierda portaba el estandarte traído por el pequeño grupo de hombres que volvieron con Jon del Último Hogar; el gigante rugía, sus ojos expresando la ferocidad que sentía y el triunfo que sacudía su ser al romper las cadenas que lo habían mantenido reprimido.

Y el último poste, al lado del gigante, portaba un estandarte en el que se veía un sol tan blanco como la nieve, cosido sobre una capa de la Guardia de la Noche. El sol resaltaba aún más rodeado por el negro, su color inmaculado destacando en contra de la oscuridad absoluta que lo rodeaba.

Viendo los estandartes ondeando con el viento que provenía del norte, los pensamientos de Ygritte se desviaron hacia la persona que le había sugerido esto a Jon. La última incorporación de la alianza que se estaba forjando entre el Pueblo Libre y los nuevos vasallos de Jon.

Alys Karstark.

Lo primero que había hecho Jon luego de que la chica le jurara lealtad había sido enviar a buscar a una mujer para que le curara las heridas. Más allá del golpe que había sufrido en la frente y de algunos cortes en los pies, no tenía heridas. Luego le había dado una pequeña tienda cerca de la de ellos y se había asegurado de que no padeciera necesidades.

En los días siguientes, Jon había charlado varias veces con Alys, sobre cualquier noticia que la chica hubiera escuchado en su Hogar antes de huir. Por lo que podía entender, las tierras que componían los llamados Reinos Sureños, estaban en una situación desesperada; había hambre, división, luchas en cuanto a los dioses y flotas inmensas de saqueadores en las costas.

Jon también había hablado con ella sobre la situación de las tierras de su familia. Según la chica, si sus parientes luchaban contra ellos, solo podían reunir unos pocos cientos de hombres. Unos días después, Jon y ella habían hablado sobre la familia de Alys, de la que había huido; Jon le había confesado que le extrañaba que no hubieran sabido nada de ellos. El padre de su hijo había estado convencido de que habrían visto jinetes tras la pista de Alys, pero ninguna patrulla de las enviadas al este habían reportado nada. Ni jinetes ni signos de ellos. Jon pensaba que era extraño.

Alys había perdido dos hermanos por la causa del Joven Lobo, el hermano de Jon. El mismo hombre que había terminado ejecutando al padre de Alys. Ygritte no podía evitar desconfiar de la mujer Karstark por eso. En los días desde que la chica Karstark había llegado al campamento Ygritte la había observado, y preguntado a los guardias que Jon le había asignado sobre ella. Todos habían dicho más o menos lo mismo: la chica no parecía un peligro, era muy dedicada a la costura y gustaba hablar con cualquiera, pero más que nada con otras mujeres. Ygritte no negaría que se había sentido algo más tranquila desde que escucho esas cosas.

El niño pareció elegir ese momento para darle una patada particularmente dura en la parte de arriba, como si quisiera recordarle que estaba ahí. No es que hiciera falta. Era muy difícil ignorar su presencia. Con un suspiro Ygritte se frotó la zona golpeada, tratando de calmar a su hijo.

Jon

Observo como el clan de Amma, una bruja que había habitado junto al Agualechosa, se preparaba para partir.

Como muchos clanes criados a orillas del río, los principales medios por los cuales obtenían lo necesario para sobrevivir eran la pesca, con la que obtenían comida, y la cría de ovejas y cabras, de las que obtenían lana y leche.

Lo único que en verdad diferenciaba al clan de Amma de muchos otros era que, hasta donde Jon sabía, era el único clan en el cual la lucha recaía, salvo casos muy especiales, en las mujeres. Los hombres se ocupaban de pescar y cuidar los rebaños.

Los adultos cargaban fardos y rollos de pieles, y unos pocos niños Un trineo tirado por perros, un pequeño rebaño de cabras de cuernos curvos y unos cuantos bueyes. Eran pocos; unas ochenta personas, de los cuales apenas quince eran mujeres de las lanzas. Las demás personas del clan capaces de pelear se quedarían con el ejército.

"No lo olvides" le dijo a la hija de Amma, Carena. Carena estaría a cargo de cuidar el clan mientras su madre y la mayoría de las mujeres guerreras se quedaban en el ejército de Jon "si te enteras de que hay algo demasiado grave para enfrentarlo, toma a tu gente y vuelve aquí" le ordenó "No intentes quedarte y resistir" no tenía interés en que se sacrificaran vidas en una batalla perdida. Incluso si fueran pocas.

"No soy una cobarde con miedo de morir" le espetó ella de vuelta. Carena era poco mayor que él, y no le hacía gracia tener que quedarse lejos del ejército cuidando a los miembros más vulnerables de su clan.

"Te conozco lo suficiente para saber que no lo eres" le respondió con impaciencia "Pero no lo hagas por ti; hazlo por aquellos de los tuyos que morirán si te empeñas en quedarte" le señaló con un movimiento de la cabeza a un pequeño niño que estaba sentado sobre un trineo. Carena frunció los labios pero al final aceptó "Buen viaje" le deseó, antes de darle una palmada en el hombro a modo de despedida.

Luego de que Carena y los demás se hubieran alejado un poco, Jon volvió a su caballo y montó en dirección al Castillo Negro. Su única compañía era Fantasma, pero era toda a que necesitaba. Tras una breve cabalgata empezó a ver las torres de la Fortaleza, y a su mente llegaron los últimos acontecimientos.

Luego de que enviaran los cuervos con el mensaje que le había pedido a La Osa que escribiera, esperaron. Al mediodía del segundo día de espera llegó un cuervo de la Torre Sombría. Ser Denys Mallister, lord Comandante de la Torre Sombría, había escrito una carta cortés pero firme en la cual daba a entender que creía en las palabras escritas por Maege Mormont, pero que aun así estaba disgustado por el motín en el Castillo Negro y esperaba que dentro de poco tiempo las tropas del Pueblo Libre se retiraran. Al anochecer del mismo día llegó el segundo cuervo, escrito por la mano del Maestre de Guardiaoriente del Mar. Cotter Pyke tenía fama de ser un hombre mucho más irascible y beligerante que Mallister, pero aun así había creído en la Señora de la Isla del Oso. Su única exigencia era que se le avisara cuando los amotinados serían ejecutados, para estar presente.

Fiel a la palabra del Maestre Aemon, el Lord Comandante Mormont aún se mantenía entre la vida y la muerte. Pese a que el Maestre le Había asegurado que se notaba una cierta mejoría en los últimos días, Jon no pudo ver nada la única vez que vio a Mormont después de eso.

Lady Maege por otra parte estaba mucho mejor; sus golpes se habían recuperado del todo, y cada día sentía menos molestias al moverse. Sus heridas de la pierna y del brazo estaban casi curadas, mientras que la de la frente ya no representaba ningún problema. Sus costillas se habían recuperado asimismo.

Cruzó por entre los edificios, ignorando las miradas de enojo de sus antiguos hermanos y saludando con pequeños gestos a los hombres del Pueblo Libre. El día anterior había ordenado que los thennitas volvieran al campamento mientras una fuerza menor compuesta por reclutas bien entrenados tomaba su lugar. Pese a que Sigorn le aseguró que podría quedarse y mantener todo en orden en el Castillo, Jon se negó. Sigorn podría ser más útil en otro lugar.

Unos momentos más tarde, y tras dejar atado a su caballo afuera, Jon subía los escalones en dirección a las habitaciones del Maestre Aemon. Tocó dos veces y la suave voz del anciano le indicó que podía pasar. La vista que lo saludó fue familiar: libros apilados en pilas por el piso, una mesa y unas sillas pequeñas donde solo cabría un hombre. Completando esa imagen estaba el anciano Maestre, sentado a la mesa. Jon no pudo evitar preguntarse si esto era lo que hacía Aemon cuando tenía un momento libre: sentarse y pensar.

"Soy yo, Maestre Aemon" le informó al anciano en cuanto hubo cruzado la puerta.

"Bienvenido, Jon" saludó el Maestre, con una pequeña sonrisa en su rostro arrugado "¿Has disfrutado el libro que te sugerí?" inquirió.

"Me ha sido útil" dijo. Y era cierto "Ha llenado mi cabeza de ideas. Particularmente de las páginas treinta a cuarenta" confesó, al tiempo que se sentaba en su lugar acostumbrado, frente al Maestre.

"Las costas occidentales, ¿o mi evocación es incorrecta?" dijo Aemon.

"Vuestra memoria está bien, Maestre. El libro ha sido muy preciso en detallar las características de las costas, desde la Isla del Oso hasta Dedo de Pedernal" Jon apoyó una mano sobre la mesa antes de seguir "Me ha llamado la atención particularmente Punta Dragón Marino. Allí el mar es muy rico en ostras, y hay nutrias, focas y salmones en abundancia en ríos y lagos. Suficientes para garantizar la subsistencia de muchos" concluyó.

"Ciertamente. Pero esas tierras estuvieron habitadas en otras épocas y luego se abandonaron. ¿Sabes por qué?" preguntó. Por un instante, Jon se sintió un niño de nuevo, recibiendo una lección de un hombre con una cadena al cuello.

"Por los Hijos del Hierro" respondió, sin dudar. Sabía eso. Lo que no sabía era porque, en los últimos tiempos, no se habían hecho intentos para repoblarlas "Sus saqueos eran tan continuos que las personas que sobrevivían a sus ataques preferían retirarse tierra adentro, para estar a salvo de ellos"

"Y si se asentaran personas de nuevo en esas tierras ¿qué impediría que la historia se repita una vez más?" inquirió ahora Aemon. Parecía curioso al respecto, como un niño al que le cuentan una historia particularmente interesante.

"En este momento, nada. Pero espero cambiar eso" contestó. Había reflexionado por un tiempo en esto "La única forma de parar las incursiones de los Hijos del Hierro es crear una flota, lo bastante fuerte para guardar las costas del Norte y prevenir más saqueos. Para que no puedan atacar el Norte con impunidad y luego retirarse a sus islas sin más"

"Es una buena idea" reconoció el Maestre, su voz tan suave como la brisa "Pero eso requerirá esfuerzo y tiempo para construir, y lo que es igual de importante: hombres experimentados en la navegación. Un barco es en ese aspecto similar a una espada: una cosa es tenerlo, y otra muy diferente saber usarlo" le dijo Aemon.

El hablar de barcos trajo algo a la mente de Jon "¿Creéis en los dioses, Maestre Aemon?" se escuchó preguntar sin pensar.

Si el Maestre Aemon estaba sorprendido por el abrupto cambió de tema, no dio señales de ello "Lo hago. Aunque no sé quiénes de todos son los verdaderos: quizás los Siete. O los Antiguos Dioses. O el Dios Ahogado y el Dios de la Tormenta. O R"llohr y el Gran Otro. O quizás el Gran Semental de los Dothrakis. ¿A qué se debe esta pregunta?"

"Se debe a que parece que estoy favorecido por ellos" dijo Jon, sin orgullo o arrogancia en su voz. El Maestre ladeo ligeramente la cabeza y Jon se apresuró a explicar "Necesitaba algo para convencer a los Umber de unirse a mi causa y lo encontré en dos de las personas más cercanas a mí. Necesito alguien que sepa navegar un barco y pueda enseñarle a otros a hacerlo, y resulta que lo encontré sin siquiera buscarlo. Necesito respaldo de casas norteñas, y una mujer que es la heredera de una ha aparecido y me ha jurado lealtad" explicó. Tras tantos golpes afortunados Jon empezaba a volverse desconfiado.

"Ciertamente pareces afortunado, Jon" pronunció el Maestre. Una pausa se produjo y Jon, pese a que la cara de Aemon no se alteró ni un poco, sintió que su estado de ánimo cambiaba "Mi consejo es que seas precavido. Ciertamente esos fueron grandes y afortunados hallazgos, de los que te puedes beneficiar, pero no creas nunca que no puede haber consecuencias graves. No esperes que se repitan indefinidamente; la suerte juega un papel en nuestras vidas, pero nuestro ingenio y carácter son mucho más útiles. Y más constantes. Tampoco te acostumbres a que todo salga bien; la derrota es mucho más amarga si antes se ha probado la dulzura de la victoria" dijo el mayor de los hombres en la habitación.

A la mente de Jon llegó la imagen de su hermano Robb en sus últimos tiempos. Según Catelyn, la desesperación había luchado por apoderarse de su hermano cuando este vio cómo, pese a todas las victorias en el campo de batalla, estaba perdiendo la guerra.

"Gracias Maestre" dijo, sin dobles intenciones ni máscaras de ningún tipo. Era sincero en su agradecimiento.

Aemon solo asintió en silencio "En nuestra última reunión os hable de Alys Karstark ¿no?" comentó Jon. Aemon asintió "El día después, Alys recordó haber escuchado un rumor muy interesante antes de huir del castillo de su familia, y me lo contó. Afirma que el Trono de Hierro ha dejado de pagarle sus deudas al Banco de Hierro de Braavos" le confió al Maestre.

La ceja de Aemon se elevó ligeramente antes de detenerse "Raramente se escuchan rumores de esa naturaleza" dijo el anciano luego de un tiempo considerablemente largo "¿Crees que la joven Karstark pudo haberse equivocado, o haber escuchado mal?" preguntó.

"No lo creo" admitió Jon. En privado había suplicado porque fuera cierto.

"Yo tampoco" concordó Aemon. Un suspiro salió de sus labios, y por un momento Jon podría haber jurado que el hombre ante él sentía pena "Parece una decisión imprudente por parte de los Lannister" comentó.

Más que una decisión imprudente, Jon lo llamaría una completa necedad "Sí. Lo parece" se limitó a contestar.

Tras eso estuvieron unos momentos en silencio antes de que Aemon volviera a hablar "Hemos hablado bastante sobre los enemigos que tiene la Casa Stark hacia el sur. Pero dime, en estos días, ¿has pensado en los enemigos que tenemos, todos nosotros, hacia el norte?"

Jon pensaba en ellos cada noche, y cada vez que veía el Muro se preguntaba cuanto tiempo resistiría en pie "Lo he hecho. Pero…..…. admito que es más tentador pensar en los enemigos al sur. Al menos sé cómo tratar con ellos. Y tengo los medios para hacerlo" añadió a último momento.

Aemon estuvo en silencio mucho tiempo, tanto que Jon habría pensado que el anciano se había dormido si no hubiera mantenido la espalda lejos del respaldo de su silla "Espera un momento" dijo el Maestre, para a continuación alzarse de la mesa con manos temblorosas y alejarse con la espalda encorvada por el peso de la cadena, en dirección a la puerta que daba a sus habitaciones. Jon no se molestó en ofrecerle ayuda: sabía que Aemon no tendría problemas para encontrar su camino por esas habitaciones.

Por fin, tras un tiempo largo, Jon finalmente escuchó los pasos débiles de Aemon, cada vez más cerca. El Maestre apareció unos momentos después, y en sus manos llevaba una capa negra que cubría un objeto largo. Jon notó que las manos del Maestre estaban llenas de mugre, y que su frente estaba cubierta de sudor, como si hubiera hecho un gran esfuerzo. La humedad de su rostro brillaba contra la luz del sol que entraba por las ventanas.

El Maestre Aemon se detuvo justo enfrente de la mesa, y depósito la capa y su contenido con el mismo cuidado que depositaría un niño pequeño y frágil. Aemon no se molestó en sentarse, y tras un momento Jon se alzó. Ahora ambos quedaban parados, con la mesa separándolos.

"Luego de que vuestros hombres se hicieran cargo del castillo, registraron todas las habitaciones en busca de armas" la mano arrugada del Maestre se movió lentamente hacia adelante y empezó a desenvolver la capa, revelando una espada envainada en su interior "Pero debo decir que no registraron de manera adecuada las mías" concluyó, su tono adquiriendo ligereza, como si comentara algo sin importancia.

Los oídos de Jon estaban atentos a las palabras del Maestre, pero sus ojos estaban centrados en el arma sobre la mesa. La primera suposición de Jon fue que había estado mucho tiempo descuidada: la vaina era de madera y cuero. La madera estaba carcomida y de un aspecto viejo, y el cuero despedía un ligero aroma a putrefacción. La capa oscura que la había envuelto unos momentos atrás también estaba vieja, con manchas que denotaban su mal uso y el hedor de la lana que había estado escondida mucho tiempo. También noto que la empuñadura de la espada estaba totalmente envuelta en tiras de cuero delgadas.

"Como notaréis, esta espada lleva mucho tiempo oculta. No podía usarla nunca, me faltaba tanto la visión como la habilidad. Y además no era mía" un silencio lleno de preguntas cayó sobre la habitación, antes de que fuera roto por Aemon "El legítimo dueño de esta espada me dijo, antes de cruzar el muro y nunca volver, que si no regresaba debía poner la espada en manos de alguien digno de usarla. Y la verdad es que en los muchos años desde entonces hubo varios hombres que eran dignos de ella… pero no le entregue el arma a ninguno. ¿Por qué?" el anciano no aguardo la respuesta "Porque nunca pareció correcto. Era una especie de presentimiento, algo que no sabía, y aún no sé, explicar. Algo que me decía que los hombres eran dignos, pero que no podían tenerla" los hombros del anciano se elevaron en gesto de desconocimiento "Quizás no fueran más que los desvaríos de un anciano. En cualquier caso, quiero que esta espada tenga un portador capaz de darle un buen uso, alguien que sea digno de ella y sepa apreciarla por lo que es" continuó el Maestre "Una vez dije que el conocimiento es un arma, Rey Jon. Vos os enfrentareis a pruebas muy duras, y debéis estar bien armado para enfrentarlas" tras esas últimas palabras Aemon hizo un gesto con la mano, invitando a Jon a desenvainar la espada sobre la mesa.

Con cierta duda, Jon envolvió la mano izquierda en la vaina; alzó la espada de la mesa y la acercó un poco antes de mover la mano derecha hacia la empuñadura. Tiró; por un momento la vaina se aferró a la espada, pero luego pareció soltarla y la habitación se llenó del sonido del acero al ser desenvainado en un solo y fuerte movimiento.

Los ojos de Jon fueron hacia la hoja de la espada, y no fueron capaces de cerrarse ni de moverse hacia otra cosa. Su boca se abrió de manera involuntaria.

La hoja era hermosa; en sus costados se veían patrones de colores rojos y negros de todos los tonos, mezclándose y combinándose de manera única. El arma estaba inmaculada; no había ni una abolladura que la deformara, ni una mancha de óxido que arruinara el perfecto espectáculo de colores. Sin darse cuenta, la mano izquierda de Jon soltó la vaina y se acercó a la hoja. Fue apenas un roce, un beso tan fugaz de carne contra acero que bien podría no haber existido. Y sin embargo, cuando la piel callosa se deslizó por un espacio tan pequeño, tan diminuto del filo, se abrió y Jon vio cómo su dedo se teñía de rojo con la gota de sangre que salió de él. Estaba tan sorprendido por la espada que le pareció escuchar la voz del Maestre Aemon a una gran distancia.

"Su nombre es Hermana Oscura"

Alys

"¿Son grandes no?" preguntó Cwenya.

Alys solo asintió en silencio; la vista de los gigantes aun le sacaba el aliento.

La vista del ejército entrenando era impresionante, y lo había sido desde la primera vez que lo vio. Pero los gigantes y sus mamuts aun lograban quitarle el aliento. Sobre todo luego de ver como hacían para ellos garrotes compuestos por un tronco completo; a estos troncos se les ataba además piedras de gran tamaño que habían sido talladas para tener forma afilada. Eran una versión increíblemente grande de una maza con pinchos. No tenía que verlos usarse para saber que un golpe propinado por un gigante con esas mazas mataría fácilmente a un caballo.

Cuando juró lealtad a Jon N…. Stark por primera vez, había albergado una cierta duda sobre si podría ganar la guerra contra un hombre tan peligroso como Roose Bolton. Pero con cada día que pasaba estaba más segura de que había elegido bien. Con un ejército tan grande, con gigantes y mamuts de su lado, Alys no podía ser capaz de ver al Rey Jon perdiendo.

"¿Qué mierda quieres, Sigorn?" las palabras de Cwenya la sacaron de sus pensamientos. Giró y vio que había un hombre frente a ella. No parecía mucho mayor que ella. Llevaba una melena de cabello oscuro, pero se notaba que empezaba a quedar calvo. Su rostro estaba limpio, sin una sombra de barba o bigote. Los ojos eran grises, y a Alys le pareció esbelto. Llevaba una armadura de lamas de lo que parecía cobre, y una piel de lobo sobre los hombros.

La mirada que le estaba dando era fija. Alys presentía que este hombre ante ella estaba allí por algo importante.

Catelyn

Cuando bajaron de las montañas que eran el hogar de los Clanes, eran un grupo de casi seiscientas personas. Su número estaba compuesto por los grupos de hombres traídos por los jefes de clan que había venido con ellos. Algunos trajeron solo unos pocos, como los Norrey; Brandon el Viejo había bajado de su hogar con sus cuatro vástagos varones y apenas una treintena de hombres. Muchos otros trajeron números similares, la única excepción era el Wull. El hombre al que llamaban Cubo Grande había dejado su hogar junto a la Bahía del Hielo con más de dos centenares de hombres para ir a las tierras de los Norrey, y los había traído a todos con él en su nuevo viaje.

Hugo Wull había sido un dolor de cabeza excepcional. Le había tomado toda la paciencia que Catelyn no sabía que poseía para evitar insultar al hombre en su cara o abofetearlo. El recuerdo de la primera reunión que tuvo con el jefe del Clan Wull era suficiente para hacerla rechinar los dientes de rabia; Hugo Wull no la había insultado de manera abierta, pero había sido abiertamente hostil hacia el propósito de la reunión. En cuanto la primera palabra sobre una posible alianza entre el Pueblo Libre, encabezado por Jon, y el Clan Wull salió de sus labios el Wull había gritado enfurecido, y los intentos de Catelyn por calmarlo y tratar de razonar habían sido inútiles. Durante el resto de su estancia en el hogar de los Norrey, había intentado en tres ocasiones más convencer a Wull, pero sin mejores resultados. El hombre era tan terco, tan desconfiado de sus palabras, tan malditamente obstinado, que hacía que Catelyn quisiera gritar de pura frustración.

Catelyn estaba segura de que si el hombre venía con ellos era más para buscar problemas que para verdaderamente conocer a Jon.

Pero aunque Wull fuera un dolor de cabeza, era el único. Los demás al menos le habían dado el beneficio de la duda sobre si apoyarían a Jon o no. Se habían limitado a decir vagas excusas, pero aun así la interrogaron todo lo posible sobre Jon, queriendo saber qué tipo de hombre era. Les dijo la verdad: era un hombre de honor, un gran líder y un excelente guerrero y estratega. También les contó bastante sobre su tiempo más allá del Muro: como Jon la había ayudado y protegido, como había luchado y derrotado a Stannis Baratheon en el Bosque Encantado, y como había logrado acordar una paz entre el Pueblo Libre y la Guardia de la Noche. Había omitido cualquier mención de los Caminantes Blancos.

Catelyn también había pasado todo el tiempo posible intentando discernir cuales parecían los hombres más dispuestos a sumarse al ejército de Jon. Los Knott y los Burley quizás lo harían, junto con varios de los clanes más pequeños, pero los demás serían un problema. Si lo que Galbart Glover le había dicho era correcto, Jon necesitaría ganarse al Viejo Torghen Flint si quería que los demás lo siguieran. A él….. y a Hugo Wull.

"Mi señora" una voz la sacó de sus pensamientos. Miró a su derecha y vio una mano que le tendía un pedazo de carne de conejo asada, recién alejada del fuego.

"Gracias" le dijo a la chica a su lado, al tiempo que cogía la carne y le daba una pequeña mordida. Alysanne Mormont le dio un asentimiento seco antes de volverse y seguir hablando con Glover.

Catelyn había estado gratamente sorprendida cuando la segunda hija de Maege Mormont había aparecido junto al Clan Harclay y su líder, Agnar Harclay. La joven había estado haciendo lo mismo que ella: intentar sumar a los clanes de montaña norteños a su causa. Habían hablado mucho tiempo, cada una contando todo lo que habían pasado desde la Boda Roja. Al día siguiente, Alysanne Mormont le había anunciado su intención de ir con ella para reunirse con su madre y jurar lealtad en persona a Jon. Catelyn le había dado la bienvenida. Cuatro días más tarde, cuando estaban a punto de partir hacia el campamento del Pueblo Libre, un grupo de treinta hombres de la Casa Mormont llegaron en búsqueda de Alysanne, enviados por su hermana Jorelle. Tras una discusión a puertas cerradas entre ellos y la joven Mormont, Alysanne le informó que vendrían con ella. Catelyn no se opuso; no había motivo para ello.

Los días siguientes los habían pasado en la misma rutina que había hecho en su camino hacia las montañas. Cabalgaban la mayor parte del día, siempre dirigiéndose hacia el norte y el este. Cuando acampaban había una división que no se mencionaba, pero que no por eso dejaba de existir. Los hombres de Wull seguían el ejemplo de su líder y se mantenían decididamente alejados de ella, así como de Galbart y el resto de las personas que habían ido con ellos a las montañas.

En los momentos de tranquilidad, Catelyn no podía más que pensar en Jon. ¿Cómo trataría con un hombre del tipo de Hugo Wull? ¿Sería honesto y franco, como siempre lo había sido Ned en vida, o intentaría algo para convencer a Cubo Grande y al resto de los jefes de los clanes de que se unieran a ellos? ¿Y qué haría si no lo hicieran? ¿Se resignaría a ello y marcharía hacia la guerra contando solo con el apoyo de Mors Umber? Suponiendo que hubiera logrado obtenerlo. Catelyn no creía que, en ese caso, se decidiera a considerarlos enemigos. Después de todo, ya tenían que lidiar con los restos de la conquista de los Greyjoy, los Bolton, los Frey, los Lannister y los Tyrell. Enemigos no les faltaban.

Pero sus pensamientos respecto a Jon no eran solo en torno a la guerra. En los días desde que había imaginado a Jon mientras estaba en esa bañera, los sueños habían sido un recurso frecuente para saciar sus ansias. A menudo soñaba con Jon haciendo cosas con ella a las que no se atrevía a dar voz. En una ocasión había recordado dormida la ocasión en la que entró a la tienda para ver a Jon con Ygritte, ambos tapados solo por unas pieles; una voz había dicho que nadie la culparía si se unía a ellos, y en las caras de ambos habían aparecidos sonrisas llenas de lujuria antes de que la invitaran con gestos de las manos a unirse a ellos. Cuando despertó sentía su parte más íntima tan húmeda que no resistió a llevar sus dedo a ella y darse placer una vez más, pensando en los toques de Jon. Los sueños no eran algo que buscara, pero Catelyn no se mentiría a sí misma y diría que no le gustaban, porque lo hacían. Y mucho.

También pensaba en sus sentimientos hacia él. Sentía deseo por él, eso era obvio. Y sentía preocupación por su bienestar: eso lo demostraba no saber si su reunión con Mors Carroña había ido bien. ¿Consideraba importante su aprobación? Suponía que sí: no habría partido a las montañas a tratar con los clanes si Jon no hubiera estado de acuerdo.

¿Se estaba enamorando de Jon? No se atrevía a pensar en la respuesta a esa pregunta.

Con un suspiro, siguió comiendo la carne de conejo. Esa noche se acostó y no por primera vez soñó con Jon, que recorría su cuerpo con una celeridad y maestría que la hacía estremecer de placer.

Siguieron viajando por más días, y Catelyn empezó a reconocer algunos lugares que había visto en su viaje anterior: un bosquecillo de pinos, un puñado de manzanos, un pequeño lago, las ruinas de una aldea.

Por fin, tras haber hecho casi todo el camino de vuelta, cruzaron un pastizal alto y tuvieron a la vista el campamento. Detrás y a los lados de Catelyn, los miembros de los clanes, e incluso muchas de las mujeres de las lanzas, lanzaron exclamaciones de sorpresa.

Y eso es todo. Seguramente están enojados porque lo deje ahí, pero no se preocupen. A su debido tiempo sabrán que es lo que vieron Catelyn y los demás.

Bien, quiero reviews. Escriban sus comentarios, sugerencias, críticas (constructivas), opiniones y más. Serán bien recibidos y muy apreciados.

Trataré de publicar el siguiente capítulo en una semana, pero no prometo nada.

Saludos y que estén bien.