Bien, primero que nada, hola a quienquiera que lea esto.
Quiero dar muchas, muchas, muchas gracias a coki 13566, Xechu. S, JL Dragneel Storm, miguel , jean d'arc, outcome 5, Kirito 720, xionsd, javi30 y Luna por sus hermosos reviews, que me alegran el día y la vida cada vez que los recibo. Y hablando de los mismos:
Coki 13566: No, la marcha empieza ahora. Espero te guste. Y sí, el error de la aldea podría haberse evitado, pero como dices: él no es perfecto, y comete errores. Esto es Juego de Tronos, amigo mío: alguien tiene que morir sufriendo horriblemente, es casi como el sello personal de todo lo relacionado con la serie.
Las sugerencias son siempre bienvenidas, y concuerdo en el hecho de que esos tres nombres ciertamente tienen mucha relevancia para Jon, pero me parece que olvidas algo. Jon no es el único en decidir: como demuestra la decisión de Ygritte, ella también tiene voz en todo el asunto de nombrar al hijo de AMBOS. Además, no veo a Catelyn de acuerdo en que el hijo de su nuevo hombre lleve el nombre de su primer esposo.
Y sí, habrá duelo épico.
Xechu. S: ¡Así será! ¡Tenlo por seguro, amigo mío!
JL Dragneel Storm: La venganza de Jon llegará, y será dura. Por cierto: crees bien.
Miguel Giuliano .co: si, como supones, ahora se ve al ejército. Ciertamente podría, como tú dices, pero eso lo tendría que pensar bien. En cualquier caso, hace tiempo que tengo algunas ideas al respecto, y planeo ponerlas en la historia, aunque para serte sincero pasara un tiempo para que se vean. Por el momento lo primordial es todo lo relacionado a la guerra. Acá hay un par de fics de los que pediste (todos en inglés): "A stitch in time" de Will 0'the Wispestá completo, y en lo personal me gusto bastante. "The second chance war" de wilkins 75también me parece bastante bueno, aunque las actualizaciones no son regulares, me temo. "A second time around" de popsie también me gustó, y si te gusta el Jonsa te lo recomiendo. Por último te recomiendo "The Winter Wolf" de bob the kraken, hace mucho que no actualiza, pero la historia es muy atrapante.
jean d'arc: "Una mano lava la otra". Si vos me perdonas mis tontadas yo te perdono las tuyas. Por cierto, el vino y la cuarentena me parecen una gran combinación. No amiga mía, desde que Jon se declaró a ambas el sexo se ha cortado. Y sí, la culpa de Jon es inevitable: para un líder que se preocupa por los suyos, saber de su sufrimiento es horrible. Yo no puedo esperar a escribir eso, a restregar a Catelyn viva en la cara de más de uno. Suponía que te gustaría lo de Minisa. Ah, el nombre del varón es otra cuestión, muy diferente. Ojalá te guste también este capítulo.
Outcome 5: a veces estoy tentado con la idea del harem, para que negarlo… y la idea de Sansa y Val en él es…. interesante, a falta de una mejor palabra. Prometo hacer mi mejor esfuerzo por que la espera para la batalla de Winterfell valga la pena.
Kirito 720: si, no todo podía salir bien para Jon, eso ya sería irrealista creo yo. Y pronto sabrás quién es el responsable, prometido. No, la mayoría de los Lannister y sus aliados solo ven a Jon y a los suyos como salvajes, y con las tensiones entre Lannister y Tyrell tan a flor de piel, ninguno puede darse el lujo de una larga marcha lejos de Desembarco del Rey para pelear contra un enemigo que creen que no vale la pena. Me alegra saber que te gusta el nombre de la hija de Jon, y espero que tú y todos los tuyos también se mantengan a salvo.
Xion sd: Sí, Jon también tendrá sus reveses, no la tendrá tan fácil. Puedo entender a la perfección las implicaciones políticas a las que te refieres, pero…. Bueno, solo digamos que en Juego de Tronos todo puede pasar (es uno de los motivos por los que amo el universo de Martín). Y sí, también reconozco que Ygritte no es del estilo tradicional de una Reina. Pero por otro lado ¿cuál es un buen modelo de Reina? ¿Cersei? (emoji de sonrisa irónica).
Javi 30: pronto se sabrá, no temas. Y sí, quiero darles algo del sur, no dejarlos ciego en torno a lo que pasa con los Lannister. Si, reconozco que la espera por las batallas es larga, pero hay muchas cosas que describir, muchos eventos que deben pasar: una disculpa si la espera te parece demasiado. Jon ha estado también preparando a los cambiapieles, que pese a ser pocos, se pueden usar (y se usarán) en las batallas. Mis bendiciones para ti y los tuyos, y que se mantengan con buena salud.
Luna es perdonada: ¡ay! No te preocupes, ya está todo perdonado (el enojo me duro unos 5…. Minutos digo jejej). Me alegro que te gustara el capítulo; e Ygritte puede decir lo que quiera, pero nosotros sabemos a qué se debe el nombre de Minisa.
-Bien, basta de hablar. Vamos a lo que los trajo hasta aquí-
Disclaimer: todo lo que puedan reconocer pertenece a G.R.R. Martín. Yo solo lo uso para entretenerme y tratar de entretener a otros.
Ygritte
Había sido difícil subir a uno de los terraplenes con ese enorme vientre, pero había estado determinada, y con la ayuda de una renuente Catelyn y un par de mujeres de las lanzas, lo había logrado. Ygritte había amenazado con golpearlas a todas si hablaban al respecto.
Ante ella se desplegaba el espectáculo más impresionante que había visto en toda su vida, y que probablemente vería nunca. El resultado de la unión de cientos de clanes, tribus, aldeas, partidas de guerra. El resultado del esfuerzo de Jon y de muchos otros durante lunas y lunas: preparando flechas, almacenando provisiones, fabricando escudos, entrenando guerreros, obteniendo aliados.
El resultado era un frente interminable extendiéndose al otro lado de las empalizadas. Era tan vasto que Ygritte no lograba ver donde terminaba. Los guerreros del Pueblo Libre se habían agrupado en formaciones de miles y decenas de miles de hombres y mujeres, tanto jóvenes como viejos. Solo por sí mismos eran una cantidad monumental, pero sus números se habían engrosado todavía más por los hombres que se les habían sumado desde la Isla del Oso y las montañas del Norte.
Espadas, lanzas, mazas, arcos, dagas, cualquier arma en la que Ygritte pudiera pensar, estaba segura que se encontraba ente la multitud que se extendía frente a ella. Miles de espadas, hachas y mazas reposaban dentro de sus vainas, o colgaban sueltas de los cinturones o manos de los hombres y mujeres que las portaban. Miles de arcos estaban también dispersos entre la multitud, reposando contra los hombros o en las manos de sus portadores, que sin excepción alguna llevaban además un carcaj lleno de flechas, para otorgar la muerte desde lejos. Decenas de miles lanzas apuntaban al cielo, un verdadero mar de espinas que se alzaban amenazadoras, prometiendo muerte. Casi todos los hombres con una de estas mortíferas espinas llevaban además otra arma con ellos: un escudo redondo que cubría desde la cadera hasta el cuello, pintado según un patrón a elección del portador. Algunos llevaban los escudos en los brazos, mientras que otros los habían atado con tiras de cuero o lana a sus espaldas, para llevar una mano libre.
Entre el ejército, agrupados en cuatro grandes grupos, dos centenares de gigantes también estaban listos para partir. De ellos cincuenta viajarían a lomos de sus mamuts, y los demás los seguirían a pie. Pero a pie o montados, todos los gigantes llevaban un mazo de madera de tamaño descomunal, con pinchos inmensos hechos con piedras afiladas en la cabeza. Algunos además llevaban cascos: unos objetos burdos del tamaño de escudos, con un centro hondo y largas y gruesas correas hechas de cuero de vaca que pasaban por debajo de sus cabezas y se sostenían debajo de sus mandíbulas.
Las disposiciones para los suministros eran también un espectáculo arrebatador: los animales de carga sumaban casi diez mil por sí solos. Caballos, mulas, asnos, mamuts, incluso algunas cabras y renos habían sido traídos para facilitar la carga de la titánica cantidad de suministros que harían falta para alimentar al mar de bocas provenientes de todas las tierras al norte del Muro, de las montañas del Norte y de otros lugares. También habría trineos de la Costa Helada tirados por perros tan grandes como lobos, y casi igual de feroces también. Con ellos irían además cientos de carros tirados por bueyes.
"Ygritte" la voz de Catelyn susurró a su lado, y al apartar la vista del ejército vio a Catelyn mirando hacia la entrada sur del campamento.
El terraplén donde se encontraba estaba lo suficientemente cerca de la entrada sur para poder ver bien a la multitud que había a la entrada del campamento; quinientos jinetes, una mescolanza entre hombres nacidos al sur del muro y al norte de él. Pero eso no era lo que llamaba la atención de Catelyn, ni tampoco lo hizo con Ygritte. Lo que llamó su atención era el hombre que se abría paso entre los jinetes, montado en un caballo de batalla negro como la noche. Un hombre que era el padre del niño que Ygritte llevaba en el vientre.
Jon iba seguido de cerca por un pequeño grupo de guerreros montados: su guardia personal. La primera vez que Catelyn sugirió algo semejante Ygritte pensó que bromeaba, pero tras una charla sobre los grandes riesgos que Jon correría como líder del ejército se vio forzada a reconocer que era una buena idea que Jon tuviera protectores propios. Con ella y Catelyn unidas en un objetivo común, no les resultó muy difícil convencer a Jon de que necesitaba guardias personales. Ambas hicieron algunas sugerencias, que fueron sumadas a las de Jon, y el resultado fue nada menos que dieciséis hombres y mujeres que aceptaron la tarea de guardar la vida de Jon con la suya. El hijo menor de Liddle, el mayor de los nietos del Viejo Flint y la Joven Osa se contaban entre ellos, así como dos de los nietos de Ygon, dos de los hijos de Tormund y una hija de Morna Máscara Blanca.
Ygritte observó a Jon girar la cabeza unos momentos hacia ella y Catelyn, y pese a que no hizo un gesto Ygritte fue capaz de sentir la despedida que les daba, casi podía escuchar las palabras de amor y afecto para con ambas. Pese a que ya se habían despedido, recibió agradecida su mirada.
Entonces Jon volvió la vista al frente y espoleó su caballo, seguido por su guardia y con Fantasma a su lado, mientras el resto de los jinetes que estaban detrás lo imitaban y empezaban a salir del campamento. En cuanto Jon hubiera llegado al frente se detuvo, y un momento después Fantasma aulló con fuerza, el sonido inundando los oídos de Ygritte, y estaba segura de que lo mismo pasaba con Catelyn a su lado, con las millares de personas que observaban al ejército partir, y con las decenas de miles de hombres y mujeres que irían al sur con Jon. El eco del aullido del lobo no había terminado de escucharse, cuando fue opacado por otros sonidos.
Una treintena de cuernos diferentes se escucharon, de cabras, uros, toros e incluso uno de mamut. Tonos altos y bajos por igual llenaron el aire y sacudieron el mundo, y con los gritos de cientos de caudillos, hombres y mujeres, el ejército empezó a moverse. Casi cuarenta mil guerreros, más de diez mil bestias de carga, centenares de perros, dos millares de caballos, más de medio centenar de mamuts y dos centenares de gigantes dirigiéndose hacia el sur.
Ygrite contempló el espectáculo ante ella con una mano sobre su vientre, mientras la otra había tomado la de Catelyn. Ygritte ni siquiera recordaba haberlo hecho, pero no se quejaría. Estaba satisfecha con la sensación de la mano de Catelyn contra la suya, y los dedos de ambas entrelazadas.
"Volverá" Ygritte escucho la voz de Catelyn, y giró para encarar a la otra mujer "Tiene dos motivos muy importantes para volver" añadió la mujer mayor, apuntando primero hacia el rostro de Ygritte, y luego a su vientre.
"Tiene tres motivos" corrigió Ygritte, al tiempo que acariciaba los nudillos de Catelyn con el pulgar. Catelyn sonrió, e Ygritte le devolvió la sonrisa.
Galbart
Galbart nunca se había considerado particularmente curioso. Era un hombre más sencillo. Mientras los asuntos de otros no estuvieran relacionados con él, no indagaría en ellos. Pero tras días de marcha hacia el oeste, cruzando el Agasajo y acercándose poco a poco a las montañas, se encontró cada vez más curioso sobre el hombre a su lado, Aki.
Aunque en teoría Aki estaba debajo de él en el mando del ejército, era quién trataba más a menudo con el Pueblo Libre, y estos miraban a menudo hacia él en busca de mando. Una parte de Galbart era recelosa del caudillo justamente debido a eso. ¿Acaso el puesto que el Rey Jon le había dado, como comandante de este ejército, era solamente un honor vacío?
Pero aunque el resto del Pueblo Libre parecía reacio a buscar ordenes de él, Aki se mantenía firme a su lado. Pese a ser su propio hombre, Veintehijos nunca intentaba usurpar el lugar de Glover, ni de palabra ni de obra. Era un hombre silencioso, firme y difícil de perturbar. Era obediente, pero no sumiso.
"¿Cómo son estos Hijos del Hierro con los que pelearemos?" fue la primera pregunta que salió de boca de Aki durante la marcha, casi medio día después de que salieran del campamento "¿Son buenos luchadores?"
Galbart se frotó la barbilla, pensativo "Casi siempre depende de las circunstancias" afirmó "Se dice que son invencibles en el mar" continuó Galbart, acomodándose mejor sobre la silla del caballo "En tierra, es otro asunto. No tienen fama de ser buenos peleadores. No les gustan los caballos ni los arqueros. Pelean a pie, armados casi siempre con espadas y hachas, y a veces con lanzas" contó, a su mente viniendo lo que sabía de los Hijos del Hierro por historias y experiencia propia.
Aki solo asintió con brusquedad antes de seguir "¿Qué clase de peleadores son? ¿Se ocultarán tras los muros de tu fortaleza, o saldrán a enfrentarnos?" continuó.
Galbart lo meditó unos momentos. No tenía buena imagen de los Hijos del Hierro desde que podía recordar, mucho antes de que ocuparan su castillo e invadieran sus tierras. Los consideraba poco más que piratas glorificados. Aun así…. "Se quedarán dentro. Son saqueadores, pero no idiotas" dijo, aunque tenía una ínfima esperanza de que sucediera lo opuesto.
Aki hizo un sonido con la boca, antes de seguir preguntando "¿Cómo es tu fortaleza?" inquirió.
Galbart respiró hondo antes de hablar. Le hablo de las murallas de madera, de los adarves, de los edificios que había en el interior.
Cuando terminó, Aki estuvo en silencio por mucho tiempo, simplemente mirando hacia el frente con el ceño fruncido en concentración.
"¿Cómo tomaremos la fortaleza, si no podemos hacerlos salir?" preguntó.
Galbart lo había pensado, y solo se le ocurría una manera "Talaremos troncos de árboles y los usaremos como arietes para derribar las puertas, mientras asaltamos los muros con ganchos, escaleras y sogas"
Horas más tarde se habían detenido por la noche. Habían acampado en las ruinas de una pequeña aldea abandonada mucho tiempo atrás. El bosque cerca de la aldea se había extendido gracias al paso del tiempo y la falta de hombres para impedirlo, por lo que los hombres no tuvieron que alejarse mucho para obtener madera para hacer fuegos. Por orden de Galbart, Aki eligió centinelas y estableció turnos de vigilancia. El pozo del centro de la aldea sirvió para obtener agua potable para hombres y animales.
Junto con las tiras de carne salada y manzanas secas que constituían la cena, empezaron a circular varios pellejos de cerveza, que en realidad era agua con una diminuta cantidad de la amarga bebida. Cuando Galbart terminó de comer, extendió las manos hacia la hoguera para calentarlas unos momentos, antes de retirarse a su pequeña tienda. No era mucho, pero era suficiente, y más de lo que podría obtenerse a menudo en tiempos de guerra y escases.
Los siguientes días fueron iguales al primero: con las primeras horas de luz marchaban en dirección a las montañas del norte, atravesando el Agasajo. La marcha estaba salpicada de preguntas ocasionales de Aki sobre lo que podían esperar al llegar a Bosquespeso, junto con comentarios sobre la situación en los otros frentes: si el rey habría enviado al otro ejército hacia Bastión Kar, o cuánto tiempo pasaría hasta que recibieran noticias de él.
El paso de los días vio a Galbart reconociendo algunos lugares de sus anteriores viajes por el Agasajo, como parte de las misiones en las que lo había enviado el Rey. Se había encontrado considerablemente sorprendido cuando fue asaltado por la realización de que, pese a tener que mantener el paso de la infantería, se acercaban a las montañas del norte con una rapidez mucho mayor de la que había esperado. Cuando lo discutió con su segundo, no pudo evitar darle voz a su preocupación: que estaban marchando demasiado rápido, y que la infantería podría estar esforzándose en exceso para mantener el paso. La respuesta de Aki lo sorprendió.
"Estos hombres se criaron al norte de tu muro, Glover. Han crecido moviéndose por grandes distancias cubiertas de nieve profunda, hielo frágil, bosques inmensos, montañas rocosas, páramos helados y playas desoladas. Marchar sobre hierba y colinas….. es casi un paseo para ellos" dijo el hombre con un solo brazo, su mirada destilando algo parecido al orgullo.
Cuando finalmente llegaron a la ladera de las montañas del norte, donde estaban los trescientos hombres de los clanes que debían ayudarlos a cruzar las montañas y sumarse a su ejército para retomar Bosquespeso, Galbart estaba ansioso por seguir la marcha. No faltaba mucho para que pudiera recuperar su hogar.
Alys
Las posibilidades para las mujeres de nobleza que perdían sus derechos hereditarios no eran muy alentadoras. La mayoría debía conformarse con un matrimonio apresurado con un caballero errante o un comerciante adinerado, o en el mejor de los casos con un señor pequeño, con un poder tan escaso que nunca podría siquiera soñar con ayudar a recuperar las posesiones de su señora esposa. Esto se hacía por necesidad, y para que la dama en cuestión no se viera resignada a convertirse en septa o sirvienta, o peor. En prostituta.
Cuando Alys había huido de Bastión Kar, lo había hecho para escapar de los miembros traidores de su propia familia y de un matrimonio forzado pensado para usurpar sus derechos. Había concentrado todas sus fuerzas y la mayoría de sus pensamientos en buscar a Jon Nieve, pero la idea de que había perdido su legítima herencia para siempre se había mantenido en el fondo de sus pensamientos durante todo el trayecto.
Cuando Jon Nieve, o más bien Jon Stark, le había ofrecido la oportunidad de recuperar su hogar, Alys había aceptado de inmediato; una parte de ella pensó que estaba soñando.
Ahora, Alys creía estar viviendo ese mismo sueño.
Giró la cabeza para mirar detrás: la columna era de miles de hombres y mujeres organizados en filas de cientos de personas. En el medio, la posición más segura, iban los arqueros, algunos de los cuales llevaban por las riendas a los caballos que cargaban con gran parte de las provisiones. A cada lado de ellos iba la infantería, armados con lanzas, espadas y hachas. En la distancia, a cada lado, se veían unas formas borrosas que Alys sabía que eran los exploradores, ubicados para prevenir cualquier amenaza sorpresa que pudiera haber en los alrededores.
Las rocas eran abundantes en los alrededores, demasiado pequeñas para ocultar nada más grande que un niño. Cada tanto se alzaba un pino o un acebo entre ellas, sus ramas desnudadas por el otoño. El ejército se movía como una serpiente entre árboles y rocas, esquivándolos mientras se movía hacia el este. Siempre hacia el este, mientras un viento del norte agitaba el cabello de Alys. Los estandartes la precedían, así como a todos los demás. El lobo iba al frente, seguido por el sol, la cabeza de perro y la espada y el hacha.
Las horas pasaron con la misma rapidez que el viento, y pronto llegó el momento de acampar. Habían traído pocas tiendas, por lo que no muchos dormirían bajo un techo esa noche. Alys era una de las afortunadas, pero insistió en que la tienda era lo bastante grande para que Cwenya y Helmat durmieran también en ella. Cwenya aceptó con gusto, pero Helmat se negó.
"¿Por qué no?" preguntó Alys, francamente sorprendida. Se encontraba sentada en un pequeño círculo formado por Cwenya, Helmat, Sigorn, el pequeño Flint y la jovencita que acompañaban a Helmat.
"Porqué debo dormir con mis hombres. Si ellos no pueden dormir en una tienda, ¿por qué debo hacerlo yo?" respondió Helmat, al tiempo que se limpiaba las uñas con la punta de su cuchillo de hueso.
Alys no lo entendía, pero decidió no cuestionar los motivos de la mujer. En lugar de eso se acurrucó más en la capa de piel que la cubría. Era la única que llevaba una; los demás parecían indiferentes a los vientos fríos que seguían llegando del norte.
"¿Cómo es?" sonó en ese momento una nueva voz. Alys parpadeó y se dio cuenta que la muchachita junto a Helmat la miraba con sus grandes ojos grises. Alys alzó una ceja en confusión "Tú castillo. Ese al que vamos" aclaró ella.
Alys recordó la vista de su hogar desde la cima de un gran árbol de pino que le gustaba escalar cuando era pequeña "Esta ubicado contra los Acantilados Grises, en lo más profundo de un bosque de pinos. El sonido de las olas chocando contra las rocas se escucha todo el tiempo. Las torres son redondas, las murallas altas y la torre central es imponente" Alys no se había dado cuenta, pero su vista se había perdido en la nada "Todo hecho de piedra gris oscura, casi negra" concluyó, su voz bajando, como si estuviese contando un secreto. Casi le parecía oír el susurro del viento contra los árboles y el golpear de las olas, muchos pies bajo ella.
La muchacha parecía maravillada "Nunca he visto un castillo" comentó. Un momento después sus ojos perdieron el brillo "Mi padre me prometió llevarme a ver uno cuando llegáramos al sur" comentó.
"¿Cómo se llama tu padre?" preguntó Bargon, mirando a la chica con una mirada curiosa "Espera…. ¿cómo dijiste que te llamabas?"
"No te lo dije" repuso la muchacha "Me llamo Crymea, hija de Grothul; mi padre es…. Era un pescador en la Costa Helada" corrigió, antes de hacer un gesto con la barbilla hacia Bargon "¿Cómo te llamas tú, sureño?" preguntó Crymea.
El ceño de Bargon se frunció "No soy un sureño. Soy del Norte" dijo, mirando a Crymea.
"Para el Pueblo Libre, todos los que nacen al sur del muro son sureños" intervino Sigorn, bajando la tira de carne seca que se había acercado a la boca.
El ceño de Bargon se hizo menos pronunciado, al tiempo que asentía en dirección al thennita "Soy Bargon, eh….. hijo de Donnel, del Clan Flint" se presentó "¿Cuál es tu nombre, mi señora?" preguntó, su mirada dirigida hacia Cwenya.
La protectora de Alys pareció divertida "Aquí la señora es ella, Bargon. Yo no lo soy, y nunca lo seré" dijo, al tiempo que hacía un gesto con la mano en dirección a Alys "Me llamo Cwenya, hija de Kytris" se presentó.
"Sigorn, hijo de Styr" se presentó el comandante del ejército. Alys no creía que hubiera necesidad; sin duda todos ya conocerían a Sigorn para estos momentos.
"Helmat, hija de Halleck" a Sigorn lo siguió su segunda al mando del ejército.
Como si fueran uno, los cincos pares de ojos cerca de ella miraron en su dirección, una petición tácita en ellos "Me llamo Alys. Soy hija de Rickard" se presentó.
"Escuché un rumor en el campamento" comentó Crymea. Alys no se sintió a gusto con la mirada que la muchacha le dirigía "Dicen que….. tu padre fue decapitado por el Rey" comentó, mirando a Alys con expresión incómoda.
"El Rey Jon no mató a su padre. Fue su hermano, Robb, el que llamaban el Joven Lobo" intervino Sigorn, mirando a Crymea con dureza.
Ante la mirada inquisitiva de Crymea, Alys carraspeó "Así fue" reconoció "Dijiste que tu padre te prometió llevarte a ver un castillo. ¿Dónde está él?" se apresuró a preguntar, ansiosa por no mencionar más a su propio padre. Rickard Karstark no era un tema del que Alys se sintiera cómoda hablando.
"Marchó con el primer ejército, en dirección a este castillo llamado Bosque Profundo" respondió Crymea.
"Bosquespeso" corrigió Alys con suavidad.
"Eso" concordó Crymea, al tiempo que señalaba en dirección a Alys por un instante, antes de llevarse un trozo de pescado salado a la boca.
"¿Sólo son tú y tu padre? ¿No tienes más familia?" preguntó Bargon. Alys pensó que el chico bordeaba la delgada línea entre la curiosidad y el entrometimiento.
Crymea tragó antes de responder "Somos seis, incluyendo a mis padres" se encogió de hombros "Yo soy la tercera en edad. Mis dos hermanos mayores probablemente marcharan con el Rey, y mi madre y mi hermana pequeña se quedarán en el campamento hasta que volvamos" Crymea entonces hizo un gesto al muchacho Flint "¿Y tú, Bargon? ¿Cómo es tu familia?" preguntó, inclinándose hacia adelante, lo bastante para que su cabello cayera, enmarcando su rostro.
"Llena de hombres" dijo Bargon. Alys pensó que el chico parecía nervioso "Mi abuelo Torghen, mi padre Donnel y su hermano Artos. Yo, mis hermanos Ryam y Orrit, y mis primos, Cedrik, Brandon y Errol" con cada nombre que pronunciaba, Bargon alzaba un dedo. Crymea solo asentía, enfocada en Flint.
Luego de eso la conversación prosiguió entre los dos miembros más jóvenes del círculo, mientras Alys y los otros tres se limitaban a escucharlos hablar y hablar, solo añadiendo comentarios ocasionalmente. Horas más tarde, al separarse para ir a su tienda, Alys pensó que Crymea y Bargon Flint ya eran amigos.
"Hasta mañana, Cwenya" dijo a modo de despedida, al tiempo que se recostaba sobre una delgada piel de oveja y buscaba el calor de la lana para dormir.
"Que descanses" fue el murmullo de respuesta de la mujer, al tiempo que los ojos de Alys se cerraban.
Durante los siguientes días, Alys fue conociendo poco a poco a las otras cinco personas. Las constantes charlas entre Crymea y Bargon le hicieron saber mucho sobre ambos: sus vidas, sus gustos, y más. Pese a no ser tan habladores como ellos, Alys y los otros tres también hablaron.
Sigorn relató en una ocasión como eran los valles en el lejano norte donde su gente había vivido. Helmat habló sobre cómo fue que su padre conoció a su madre, y porqué su tía, la famosa guerrera apodada Cabeza de Perro, sentía un odio tan grande hacia dichos animales. Cwenya le contó sobre una costumbre que mantenía su aldea, que constaba de que los recién casados pasaran su noche de bodas ante un arciano, uniéndose por primera vez a la vista de los Dioses Antiguos.
Alys misma, se atrevió a contar en voz baja como fue que colocó unas bayas muy picantes en la comida en una ocasión cuando era niña, con lo que la mitad de los habitantes de Bastión Kar enfermaron por dos días. Las risas elevadas de Crymea y Flint se le contagiaron, y terminó riendo como una niña despreocupada, todos sus derechos, todos sus temores, olvidados por un momento.
Cuando finalmente llegaron al bosque en el que se situaba Bastión Kar, tras días de marcha, Alys se sentía con una serenidad que solo podía atribuir a Cwenya, Sigorn, Bargon, Helmat y Crymea. Tras tan poco tiempo, había llegado a apreciarlos a todos, y encontraba en ellos un apoyo inesperado, pero muy bienvenido.
Jon
Jon hubiera preferido salir del campamento al amanecer, para recorrer la mayor distancia posible antes de detenerse, pero al final decidió salir más tarde, para permitir a los hombres comer bien y descansar lo suficiente. Necesitarían energía para la marcha. La posibilidad de permanecer un poco más de tiempo con Ygritte y Catelyn también había influenciado en su decisión.
Había sido difícil dejarlas atrás. Una parte de él hubiera deseado que no fuera de esa manera, pero sabía que era para mejor. Ellas estarían a salvo en el campamento, bien alejadas del campo de batalla. Y Jon no tendría que sumar a la lista de sus preocupaciones la seguridad inmediata de ninguna de las mujeres de su vida.
Cabalgaba al frente, el puesto indiscutible del líder, en una montura negra como la noche. En su cinturón iba Hermana Oscura y un puñal largo de acero, que en caso de necesidad podría usarse como espada corta. De la silla del caballo colgaba un escudo partido al medio por una línea, con una mitad pintada de blanco y la otra de gris.
Iba protegido por su Guardia Personal: dieciséis hombres y mujeres elegidos por él, muchos por sugerencia de Ygritte o Catelyn, con el único propósito de proteger su vida en todo momento. Algunos de ellos tenían lazos de sangre con caudillos del Pueblo Libre o señores norteños: tal era el caso de Cedrik Flint, el nieto del Viejo Torghen Flint, un muchacho aún más joven que Jon, con una pelusa oscura que cubría sus mejillas demacradas. Otros habían sido elegidos debido a su habilidad con las armas, como Alfhild, un hombre de la costa helada con el rostro y el cuello cubiertos de tatuajes. Y unos pocos habían sido elegidos por ser de la confianza de Jon, como Helga, una mujer de las lanzas que había sido de sus primeras reclutas, y veterana de la batalla contra Stannis Baratheon, donde había demostrado su capacidad como guerrera y como líder.
Aparte de la Guardia, Jon había elegido a dos personas para que lo acompañaran. Una de ellas era un señor o jefe de clan norteño; el otro era un caudillo del Pueblo Libre. El padre y el hermano de Jon habían hecho algo similar en tiempos de guerra, para conocer a sus banderizos; Jon lo hacía además para familiarizar a los norteños con el Pueblo Libre, y al Pueblo Libre con los norteños. Los primeros en ser elegidos fueron Tormund Matagigantes y Jorgen Knott.
Pese a mantenerse hablando siempre con uno de sus acompañantes y a menudo con los dos, Jon no perdió detalle de lo que lo rodeaba.
El camino delante estaba salpicado de pequeños arroyos, que no tenían más de cinco pies de ancho y menos de un pie de profundidad. Las patas de los animales se mojaban constantemente en ellos, así como las de los hombres y gigantes sin monturas. Los únicos que tenían los pies secos eran los jinetes, hombres y gigantes.
En todas direcciones había árboles, tan separados entre sí que sería imposible llamarlo un bosque. El único lugar que los árboles no parecían tocar era el camino por el que marchaba el ejército, aunque si lo hacían algunas de sus hojas, caídas por el avanzado otoño, sin excepción alguna, manchando el suelo hasta donde alcanzaba la vista de tonos amarillos y naranjas. Aunque no había ninguna cerca, Jon también sabía que el terreno estaba infestado de madrigueras donde anidaban ratas de campo y conejos, aunque muchos de estos últimos habían sido atrapados durante las múltiples partidas de caza, sus carnes habiendo sido ya devoradas o cubiertas de sal en espera de su inexorable destino.
El sol se escurrió por el cielo, en ciertos momentos bañando con su calor al ejército, y en otros ocultándose detrás de nubes claras y limpias. El ejército avanzó y avanzó, sin detenerse en ningún momento, hombres y mujeres por igual concentrando sus energías en el camino que tenían por delante. Las voces se elevaban al cielo, algunas en la lengua común y otras en la Antigua Lengua, acompañadas por los relinchos de los caballos, los rebuznos de mulas y asnos, y a veces por los barritares de los mamuts. Cada cierto tiempo un jinete se acercaba por el camino; un explorador, enviado por Jon al poco de empezar la marcha, y que volvía para reportar que no había amenazas cercanas.
Cuando el sol ya rozaba el horizonte hacia el oeste, Jon dio órdenes de que el ejército se detuviera. Para su primer día, habían hecho una distancia más que buena, y Jon se sintió aliviado cuando ningún señor o caudillo reportó peleas entre el Pueblo Libre y los norteños. No pasó mucho hasta que el campamento se hubiera establecido entre una serie de colinas junto al Camino Real. El agua no era un problema; los arroyos y pequeños lagos abundaban en esas tierras, fruto del deshielo que sufrían durante el verano las montañas del norte, y el frío aun no era lo bastante intenso para congelarlos. Miles de hombres se fueron turnando para abrevar las monturas y otros animales, así como beber ellos mismos; mientras unos bebían, otros cuidaban el campamento. Las tiendas brotaron en el suelo como hongos tras la lluvia; la tienda de Jon se había establecido en la ladera de una colina baja. Fue desde la entrada de esta que Jon pudo tener una vista despejada del campamento que se extendía ante sí, ocupando un espacio de cientos y cientos de pies, atravesando el Camino Real y penetrando profundamente al otro lado de él. Lo que más atraía la vista eran las antorchas y los fuegos, tantos que era como si las estrellas hubieran decidido de manera unánime bajar por una noche al suelo, y recostarse sobre él. Y alrededor de estas estrellas caídas, las formas de hombres y mujeres, junto con gigantes, se agrupaban, bien fuera en busca de calor, bien para calentar un poco su comida, o bien para sentarse y entablar una conversación.
Catelyn le había dicho a Jon, mucho tiempo atrás, que Robb había llevado veinte mil hombres al sur; ahora Jon, aun habiendo dejado a varios miles atrás para guardar su campamento principal, y enviado a otros hacia el este y el oeste, se internaba en el Norte con una fuerza a la que solo le faltaban unos pocos cientos para llegar a cuarenta mil.
Los ojos de Jon estaban fijos en el campamento, pero su mente estaba a muchas leguas de distancia. Estaba en Ygritte: ya no dudaba de que daría a luz mientras él estaba combatiendo. Aunque no le gustara, Jon debía aceptar que no estaría presente en el nacimiento de su primogénito. La realización le causaba tristeza, pero esta no tardaba en convertirse en enojo… contra los Bolton. Ellos eran la causa de que se perdiera lo que sin duda sería uno de los momentos más importantes de su vida. Su único consuelo era que Ygritte no estaría sola: Catelyn estaría junto a ella.
Ygritte y Catelyn; solo pensar en ellas amenazaba con elevar los labios de Jon en una sonrisa. Aunque ninguna le había dado una respuesta a su propuesta, las esperanzas de Jon de que aceptarían se habían incrementado tras compartir la cama con ellas tantas veces seguidas. No había habido ninguna insinuación de sexo en esas noches, y aun así Jon sentía que habían compartido un nivel de intimidad que había más allá de las cuestiones corporales.
La mente de Jon lo urgía a no dejarse llevar por sus ilusiones, a mantenerse firme en su resolución de que, hasta no tener una respuesta clara de Ygritte y Catelyn, no se ilusionara con un futuro posible junto a las dos mujeres que amaba. Pero su corazón estaba en abierta rebelión en ese aspecto.
Recordando a Ygritte, y a Catelyn, y al bebé que pronto nacería, Jon estuvo seguro de una cosa: debía obtener la victoria en esta guerra, para poder regresar con ellos. No había opción.
Y así acaba este capítulo. Sé que aquí no ha habido mucho, pero era necesaria esta transición. Ya en el siguiente veremos algunas cosas que, creo, les resultaran más interesantes.
Bien, quiero sus reviews, con comentarios, críticas, sugerencias, opiniones, o cualquier cosa que tengan en la cabeza. Serán muy bienvenidos y debidamente contestados.
Otra cosa: como bien saben en estos días el mundo se encuentra atravesando la pandemia del coronavirus. No puedo más que suplicarles que se cuiden por favor, a ustedes y a sus familias. Y por favor, no caigan en creencias sin fundamento como "a mí no me va a pasar nada" o "Yo nunca me enfermo". Eso nadie lo puede garantizar. Vida hay una sola, debemos cuidarla.
Trataré de actualizar en una semana, pero como siempre ¡no prometo nada!
Saludos, y que estén bien (sobre todo de salud. Y que sigan así).
