Bien, primero lo primero. Hola a quienquiera que lea esto:
Quiero dar las gracias (en verdad ¡gracias!) a JL Dragneel Storm, coki 13566, jean d'arc, Meera 7, miguel Giuliano. Co, Xechu. S, Ares-sama, Javi 30, Kirito 720, Luna y outcome 5 por sus reviews, que en verdad (¡verdad de la buena!) me hacen tan feliz que no se dan idea. Y hablando de los mismos:
JL Dragneel Storm: A mí tampoco me gusta la idea de que los mamuts y los gigantes se vean muy mermados por las guerras, pero la verdad es que los gigantes al menos tienen un tiempo de reproducción mucho más lento, en comparación a las personas (en el mundo medieval en que se sitúa Juego de Tronos, no es extraño que una mujer tenga un hijo al año. Es decir, es inusual, pero no imposible ni mal visto por otros), por lo que se reproducen más despacio. Lo de los Bolton tendrá que esperar, pero Alys…. Bueno, ya verás. Imagina todo lo que quieras, yo te entiendo (yo amo al personaje de Val, y aunque no lo creas mi pareja favorita en FF es el Jonsa). Que lo disfrutes.
Coki 13566: "Y nuestros granaderos, aliados de la gloria, inscriben en la historia, su página mejor" ¡Me fascina la marcha de San Lorenzo! ¡Creo que puedo decir que es la mejor de todas las canciones patrias que conozco! La melodía es tan buena que ha sido usada por muchos países a lo largo del mundo para sus propias marchas y canciones patrias. Escuché una historia que decía que los alemanes usaron la melodía durante su desfile triunfal por los Campos Elíseos de París en 1940, tras la Rendición de Francia en la Segunda Guerra Mundial (no sé si es cierto, pero es una historia muy interesante).
Habrá algunos POV de los aliados de los Bolton, pero falta un poco para eso. En cuanto a POV de Ramsay o Roose….. no estoy seguro, pero no lo veo muy factible en este momento. El matrimonio Alys/Sigorn… lo siento, es demasiado spoiler.
La posibilidad de que la historia sea leída en otra….. déjame terminar esto primero jajajaj. En este momento no tengo cabeza para nada más. Es una idea interesante la tuya, sobre todo la de usar los barcos de Euron, pero zombies… no lo sé. Como yo lo veo, desde que Valyria sufrió la maldición, el lugar es como el pozo del infierno: cualquier cosa puede salir de ahí (y digo en verdad ¡cualquiera!), pero seguro nada bueno. Nos vemos (o leemos).
Jean d'arc: me alegro que te gusten los pensamientos de Jon (emoji de carita feliz). Me halagas, en verdad, es una alegría saber que en estos momentos tan lentos de la historia aun cuento con tus palabras para animarme. Gracias de verdad. Che y decime… ¿en serio podes aun ir al almacén? ¡Qué envidia! ¡Yo estoy preso prácticamente! ¡No puedo ni salir a la vereda sin que me exijan que me lave las manos con jabón al entrar!
Bueno, volviendo a la historia, en este capítulo veremos más de Glover y Alys. En cuanto a los lazos… aquí verás un poco al respecto. Saludos y cuídate.
Meera 7: hola. Un placer hablar siempre con una persona nueva, y gracias en verdad por el review. Me da gusto que la historia te atrape, y conozco bien esa sensación de no querer perder tiempo en un review por querer saber cómo sigue una historia: yo la conozco bien. Qué bueno que te gusto la parte de Ygritte, la verdad me gusta mucho escribir de ella. Gracias: o tambipen deseo que la inspiración no se corte. Un abrazo.
Miguel giuliano. Co: si viste, me parecía que había que dar más profundidad al Pueblo Libre. Gracias por la paciencia. Espero que alguna de las historias que te recomendé te gustara. Un saludo.
Xechu. S: Si, he pensado en todas las cosas que los gigantes podrían hacer, y los arqueros son solo una de ellas. Te agradezco la información. Creo que el arma al que te refieres se llama fundíbulo, que usaba el contrapeso para ser un arma tan temible. Aunque no estoy seguro de que sea de origen asiático: en los primeros siglos el comercio permitía también la vista y aprendizaje de los diferentes artilugios de las diferentes naciones que comerciaban entre sí, y estas a su vez añadían sus propias características al intentar reproducir los inventos de otros o usar una parte de estos con un objetivo particular. A lo que quiero llegar, es que me parece difícil afirmar con certeza "esto es de él, aquellos son de ellos" (solo comento). En fin, gracias a pesar de todo y que estés bien.
Ares- sama: es un gusto leerte de nuevo, y que bueno que te guste la narración. Te devuelto el halago: me fascina como llevas tu historia "Entre el deber y el honor", y espero que actualices pronto. Saludos y que nunca te falte inspiración.
Javi 30: Me parecía importante saber cómo va cada ejército: que bueno que concuerdes conmigo. Si, Ygritte no pediría ayuda sin más ni más jajajaj. Me da gusto saber que esta historia ayuda a alguien a pasar mejor la cuarentena. Ojala te guste este capítulo y saludos.
Kirito 720: gracias, gracias, gracias. Aquí verás algo más de la "aceptación" de los norteños. Sí, es triste que Jon no esté allí para el parto, pero el bienestar de su gente es lo primero. Y como dijo Odín de Marvel "Un rey sabio nunca busca la guerra, pero debe siempre estar preparado para ella". Aquí se sabrá algo relacionado con los Bolton.
Luna: Lo siento Luna, pero por el momento no hay capítulo premio (no es porque crea que tú, ni nadie, haga trampa). Igual, ojalá te guste este. Un abrazo.
Outcome 5: concuerdo contigo en el aspecto de que la victoria le granjeara a Jon el apoyo de los suyos, y que eso haría más fácil que aceptaran el harem. Concuerdo también en que debe haber dureza con los enemigos, pero asimismo me parece que hay una trampa: mucha dureza y la rebelión estallará, poco dureza y también estallará. Se debe buscar un equilibrio entre la justicia y la firmeza. Es como dice Jon en el quinto libro sobre Stannis: "es duro, pero implacable" y eso le granjea poco afecto de otros. En fin, gracias por el review y saludos.
-Bien, basta de hablar. Vamos a lo que los trajo hasta aquí-
Disclaimer: todo lo que puedan reconocer pertenece a G.R.R. Martín. Yo solo lo uso para entretenerme y tratar de entretener a otros.
Jorelle
Cuando la noticia llegó hasta ella, Jorelle Mormont se sintió a partes iguales alegre y molesta. La alegría era debido a la pronta llegada de refuerzos, que la ayudarían a salir de la estancada situación en que se encontraba. La molestia era por el hecho de que serían los salvajes los que proveerían esa ayuda.
Salvajes. La sola palabra suscitaba la precaución en Jorelle. Cuando le informó las noticias a Hott y Moran ambos la miraron con sorpresa total.
Moran no tardó en dar rienda suelta a su enojo "¡¿Pelear con los salvajes?!" rugió "¡¿Tan bajo vamos a caer?!"
Jorelle también tenía sus dudas al respecto, pero no iba a dejarlas al descubierto "El Rey ordena que nos unamos al ataque para retomar Bosquespeso" contestó la hija de Mormont.
Eso no aplacó en nada a Moran; en todo caso, fue lo contrario "Nosotros no hemos jurado lealtad a este rey de salvajes ¡No tiene autoridad para ordenarnos nada!" replicó.
Eso fue demasiado "¡Sobrepasas tus límites, Moran!" advirtió Jorelle, su mano acercándose peligrosamente a la maza con púas en su cinturón "Jon Stark es el Rey en el Norte, y tiene el respaldo de la Casa Mormont, a la que tú juraste lealtad. Mide bien tus palabras cuando hables de él" Jorelle se acercó un paso al hombre a quién reprendía "Nos sumaremos al ejército enviado para reconquistar Bosquespeso, y cualquiera que se niegue se considerará un desertor, y castigado como tal" Jorelle no permitió que ni tan siquiera un atisbo de duda asomara a su voz.
Por un momento pareció que Moran iba a escupir una maldición, pero solo resopló antes de marcharse de allí. Jorelle lo vio alejándose, y decidió vigilarlo con más cuidado. No necesitaba que la disensión empezara a propagarse entre sus filas, no cuando por fin estaban a punto de salir del estancamiento en el que habían estado por lo que parecían años.
Cuando el hombre se hubiera perdido entre los árboles, Jorelle dirigió su vista a la otra persona. Hott había estado en silencio mientras Moran había tenido su arrebato de rabia, su mirada manteniéndose inexpresiva.
"¿Y tú, Hott? ¿Estás de acuerdo con él?" preguntó Jorelle, mirando a su segundo al mando. El hombre solo la miró en silencio, antes de soltar un suspiro.
"Son tiempos extraños; extraños y duros. Los enemigos de milenios se convierten en aliados, y los aliados se transforman en enemigos" dijo Hott, las abundantes arrugas de su rostro incrementadas aún más "Tener que pelear con los salvajes. Nunca creí que viviría para ver algo así" dijo, antes de sacudir la cabeza cubierta de canas "Pero si es lo que debe hacerse, lo haré" prometió, antes de dar una palmada en el hombro de Jorelle y empezar a alejarse, a un paso considerablemente más lento que el de Moran.
Jorelle sintió pena por Hott; era un anciano de casi sesenta años, y había sido un hombre de armas al servicio de la Casa Mormont por más de cuarenta. Había combatido contra los salvajes desde antes de que Jorelle naciera. Había sufrido pérdidas, como todos los habitantes de la Isla del Oso por culpa de ellos. Ahora, debería luchar con ellos. Todos, deberían luchar con ellos.
Durante los siguientes días, Jorelle dedicó el esfuerzo de todos los hombres que no estaban de guardia a la preparación del armamento de asedio necesario para tomar la fortaleza. Cincuenta de ellos fueron enviados hacia la profundidad del Bosque de los Lobos para encontrar dos grandes troncos y traerlos de vuelta, donde serían despojados de todas las ramas antes de que uno de los extremos empezara a ser afilado y endurecido al fuego. Otros más fueron enviados a talar árboles para poder usar la madera para construir escalas. Y otros se encargaron de crear ganchos de madera y piedra tallada, que serían dotados de sogas para poder escalar las paredes.
El trabajo tenía una ventaja aparte de la preparación, y era que distraía a los hombres de otras cosas, entre ellas de sus pensamientos. El que más preocupaba a Jorelle, y que estaba segura de que muchos, si no todos, de sus hombres sentían asimismo, era que el ejército que se acercaba no fuera confiable. Eran, después de todo, salvajes, y los salvajes eran conocidos por su poca fiabilidad.
Cuando finalmente llegaron, decir que Jorelle se sorprendió sería una subestimación total. La hija de Maege Mormont había esperado ver llegar una turba de hombres y mujeres desorganizados, portando armas oxidadas y viejas, sin ningún atisbo de disciplina.
En cambio, vio una serie de columnas serpenteantes que rodeaban los árboles en su camino. Todas ellas estaban compuestas por hombres y mujeres. Todas estaban formadas por cientos de guerreros, que marchaban en filas de solo dos o tres hombres de ancho. Sus ropas eran de pieles y lana, viejas y mal cosidas, las típicas de los salvajes. Sus armas sin embargo, denotaban la división de rangos y tipos; arqueros, lanceros, espadachines, y más. Incluso su formación tenía una muestra de estrategia: al frente de las columnas iban lanceros y espadachines, para proteger a los arqueros que eran dejados atrás.
A una señal, las columnas se detuvieron, antes de que de entre ellas salieran un grupo de veinte hombres y mujeres, la mayoría cubiertos con cuero endurecido, y los demás con cotas de malla. Los hombres detrás de Jorelle bajaron las lanzas, pero la hija de Maege Mormont alzó una mano para ordenarles que se detuvieran. Reconocía a uno de los hombres que venía al frente del grupo, y además, los estandartes eran más que conocidos para ella.
Cuando el grupo se detuvo, uno de los hombres dio un adelante y la saludó con una inclinación de la cabeza "Lady Mormont" dijo Glover, una sonrisa en su rostro.
Jorelle soltó un resoplido que estaba dividido a partes iguales entre incredulidad y alegría "Glover" dijo, al tiempo que extendía la mano en saludo, que fue respondido con rapidez.
Una vez que sus manos se hubieran separado, Glover volvió a hablar "Lady Jorelle, permitid que presente a mi segundo al mando. Aki Veintehijos" dijo, haciendo un gesto al hombre en cuestión, que dio un paso adelante. La sonrisa de Glover había desaparecido sin dejar rastro.
Jorelle miró al llamado Aki, su ceño frunciéndose mientras trataba de evaluar al hombre. Era mucho mayor que ella, y mucho mayor que cualquiera de sus hermanas. Parecía un hombre serio, puede que incluso solitario. Sus ojos grises parecían fríos; la frialdad que tiene una persona que ha matado en repetidas ocasiones. Solo tenía un brazo, pero eso no parecía impedirle ser un guerrero, a juzgar por el hacha y el cuchillo que llevaba colgados del cinturón.
"Aki, ella es Jorelle de la Casa Mormont. Es la persona a cargo de estos hombres" añadió Galbart, al tiempo que hacía un gesto hacia los guerreros Mormont detrás de Jorelle.
Jorelle sintió el filo de la mirada de Aki cuando esta se enfocó en ella. No estaba preparada para las palabras que salieron de la boca del salvaje "Te pareces a tu madre" dijo él.
"¿Qué sabes de mi madre?" preguntó la mujer. No fue hasta que las palabras salieron de su boca que se dio cuenta que el comentario no ameritaba una respuesta en un tono tan belicoso.
Si Aki estaba molesto por la forma en que se dirigió a él, no dio ningún indicio "Qué es una buena guerrera. He visto lo que puede hacer con una maza en la mano" contestó, sin parpadear. Con su única mano, Aki señaló un punto cerca de la mitad de Jorelle "Parece que el gusto por esa arma es de familia" comentó en un gruñido bajo.
"Bien, ahora que las presentaciones se han hecho, debemos centrarnos en la tarea que tenemos delante" intervino Galbart. Jorelle pensó que parecía ansioso por acabar la conversación.
Lo primero que hizo Galbart fue cuestionar a Jorelle sobre cualquier cambio que pudiera haber sucedido en el tiempo reciente. Cuando la hija de Maege le dijo que no había habido ninguno, Galbart ordenó una reunión.
Algún tiempo más tarde, estaban en un espacio formado por cuatro árboles sobre cuyos troncos se había atado una gruesa lona de tienda, a más de seis pies de altura del suelo. Parados debajo de ella, y alrededor de una mesa de roble toscamente tallada, se reunieron los capitanes y oficiales más importantes del ejército. Galbart Glover presidía la reunión, en virtud de su puesto como comandante designado por el Rey. Cerca de él se encontraba Aki Veintehijos, así como otros siete salvajes. También se encontraba un hombre rechoncho llamado Wolten Werr, líder de uno de los clanes pequeños y representante de los trescientos hombres de los clanes de la montaña norteños que formaban parte del ejército. Jorelle se encontraba flanqueada por Hott… y por Moran.
A la mujer Mormont le hubiera gustado tener una excusa para no dejar que este último asistiera, pero no podía; Moran era el representante de las fuerzas reagrupadas por su hermana y ella, que constituían un tercio del ejército original antes de la llegada de Glover. No permitirle asistir no era una opción. Las miradas envenenadas que lanzaba en dirección a Aki y los otros salvajes hablaban a gritos, y no decían nada bueno.
"Nos hemos reunido para planear un asalto para arrebatar Bosquespeso a los Hijos del Hierro" las palabras de Glover fueron directas y claras, y fueron recibidas con un coro de murmullos afirmativos y asentimientos silenciosos "¿Con qué equipo de asedio podemos contar?" inquirió, mirando directamente hacia ella.
"Ganchos, sogas, escalas, y dos arietes" enumeró Jorelle.
"¿Arietes reforzados con acero?" preguntó Glover.
Jorelle apretó los labios por un momento antes de negar con la cabeza "No. Madera, con puntas afiladas y endurecidas al fuego" aclaró. Ella también hubiera preferido tener arietes reforzados con una capa de acero, pero no había contado con el tiempo ni los medios para hacer algo semejante.
"De acuerdo" reconoció Glover tras un momento "Contamos con una fuerza de más de cuatro mil hombres, por lo que superamos a los Hijos del Hierro por veinte a uno" Jorelle no pudo evitar esbozar una pequeña sonrisa; ciertamente las posibilidades estaban a su favor "Montaremos un asalto directo" concluyó.
Jorelle no necesitaba preguntar cómo sería el ataque: era obvio. Los arietes golpearían las puertas para derribarlas, mientras las escaleras y los ganchos eran lanzados hacia las murallas para superarlas. Todo esto mientras eran atacados por arqueros desde lejos, y por lanzas largas y espadas cuando se acercaran.
"¿Atacaremos cuando haya luz, o esperaremos al anochecer?" preguntó en ese momento Wolten Werr, alzando la cabeza para mirar a Galbart. Era un hombre rechoncho.
"Deberíamos atacar al anochecer" una nueva voz habló en ese momento; una voz femenina. Jorelle vio como una de las mujeres salvajes, con un arco y un carcaj en la espalda, se adelantaba un par de pasos, para quedar más visible para todos "Sería mejor atacar al anochecer" insistió.
"Así sería más difícil ver" comentó en ese momento Hott, mirando a la mujer con el ceño fruncido. No parecía enojado; simplemente hacía un comentario.
"Ese es el punto" afirmó la mujer. Su cabello rubio se agitó con el movimiento de su cuello "Ellos la tendrán más difícil. Podremos acercarnos más a las murallas sin que nos ataquen con flechas. La oscuridad es nuestra aliada, si la usamos como tal" dijo con convicción.
"Habláis como si lo hubieseis hecho antes. ¿Estáis habituada a atacar en la oscuridad, mi señora?" siseó en ese momento Moran, mirando a la mujer con burla y desprecio, sobre todo en las últimas palabras.
Las miradas de los demás salvajes fueron de manera unánime a Moran, y un par de ellos estrecharon los ojos. Jorelle sintió el impulso de estrellar un puñetazo en la cara del hombre. No hubiera podido enojarse con la salvaje si lo hacía.
Pero si la mujer estaba enojada, lo ocultó bastante bien. Simplemente cruzó los brazos, antes de hablar "No soy una señora sureña. Soy guerrera" repuso, antes de desviar la vista hacia Glover "Conoces estas tierras mejor que nosotros, Glover. No hay más que campos desnudos alrededor del castillo, sin un lugar donde protegerse, y ellos estarán en un mejor rango de tiro. Si atacamos de día te aseguro que nos verán venir desde lejos y sus arqueros nos usarán para practicar su maldita puntería. De noche podremos acercarnos al menos un poco antes de que eso ocurra" dijo.
Si a Glover le parecía que la mujer hablaba muy abiertamente o con poca cortesía, no dio muestras de ello.
"Estoy con ella. Atacar de noche será lo mejor" dijo en ese momento Werr, para sorpresa de Jorelle. No esperaba que el hombre de los clanes estuviera de acuerdo. No paso mucho hasta que Aki también se manifestara a su favor, y Glover la miró con una ceja alzada. Resultaba obvio que quería su opinión.
Jorelle lo pensó un momento, considerando cuán honorable era atacar al anochecer, que clase de hombres estaban combatiendo, y cuanta posibilidad de éxito había en el plan.
"Estoy de acuerdo" aceptó la mujer Mormont al final.
"Que los hombres descansen y coman bien, ¡porque mañana al anochecer expulsamos a los Hijos del Hierro de Bosquespeso!" declaró Glover, con una sonrisa en el rostro.
Galbart
Los había mandado llamar al mediodía; los espero junto a un gran tronco de roble caído, bien alejados de las miradas del campamento. Cerca de él estaban sus hombres. Los miró a todos con cuidado. Hacía casi dos años, había partido de su hogar con estos hombres, solo cinco caras entre cientos más que había reunido cuando la Casa Stark convocó a sus vasallos para ir a la guerra. Ahora, estos hombres eran los únicos soldados de entre esos cientos de los que podía decir con certeza que estaban vivos. Todos los demás o bien habían muerto o su destino era absolutamente desconocido para el señor desposeído de Bosquespeso.
Los hombres ante él habían seguido a Galbart hacia el sur, llegando tan lejos como las Tierras del Oeste, y luego de vuelta hacia el Norte, e incluso más allá, cruzando el Muro hacia las tierras heladas más allá de él. Y luego lo habían seguido de vuelta hacia el sur, en un viaje hasta las montañas del norte que se había repetido, para llegar a donde estaban ahora. A poca distancia de Bosquespeso, el lugar donde habían empezado sus viajes. Galbart conocía los nombres de los cinco hombres ante él; el señor de Bosquespeso los llevaba grabados en su mente con fuego. No podía hacer menos tras su largo, arduo y en ocasiones desesperanzado servicio.
Escuchó el sonido de una rama quebrándose, y al girar la vista vio que Jorelle Mormont y Aki Veintehijos se acercaban, cada uno seguido por diez de los suyos. Los que estaban con Aki vestían pieles desiguales; los que estaban con Jorelle jubones viejos con el oso de Mormont. La mayoría estaba protegido por cuero endurecido, pero unos pocos llevaban bronce o cota de malla.
"Bienvenidos" dijo Galbart cuando ambos llegaron. Miró directamente a la mujer antes de seguir "Mi señora…. No participareis en el ataque a Bosquespeso" declaró.
Pese a que el ceño de Jorelle se frunció muy ligeramente, Galbart notó que se estaba enojando con mucha rapidez "¿Por qué no?" masculló la mujer.
"Porqué tendréis una misión importante" Glover esperó un momento antes de continuar "Hay un rehén dentro del castillo, uno de la mayor importancia. Es imprescindible que sobreviva a la batalla ileso" declaró, su voz penetrante.
Jorelle solo entrecerró los ojos "¿Quién es ese rehén?" preguntó con desconfianza.
"Larence Nieve" contestó Glover "Mi pupilo" añadió. Respiró hondo antes de seguir "El Rey tiene planes importantes para él, planes para los que lo necesita vivo e ileso. Vos, como yo, mi señora, sabéis que los Hijos del Hierro acostumbran a destruir aquello que no pueden conservar. Lo hacen con las fortalezas, y lo hacen con los rehenes" Jorelle solo asintió con lentitud.
"Cuando Aki y yo ataquemos las puertas lo haremos con toda la ferocidad posible, para que los Hijos del Hierro se centren en nosotros. Solo en nosotros" repitió, haciendo énfasis en las palabras "Vos escalaréis las paredes, buscaréis a Larence y lo sacareis del castillo. Y si no podéis sacarlo fortaleceos en un lugar estrecho hasta que hayamos terminado con ellos. Pero es absolutamente imprescindible que Larence sobreviva a la lucha. A cualquier costo" era lo que el Rey había ordenado con total claridad, y Galbart tenía toda la intención de que se realizara.
La mujer Mormont guardó silencio por un largo tiempo "De acuerdo. Lo haré" dijo Jorelle al fin.
Jon
Tras días de marcha, cruzando primero el Agasajo y luego las tierras de la Casa Umber, finalmente se encontraban llegando a su destino próximo: el Último Hogar. Mors Carroña había enviado una guardia de honor para escoltarlos; Jon había estado ligeramente sorprendido cuando vio a los diez jinetes, la mayoría de ellos ancianos, esperando en el bosquecillo que establecía la frontera entre el Agasajo y las tierras Umber. Desde entonces, Jon les había dado el primer puesto en la marcha, que les correspondía en calidad de escoltas.
Ahora, iluminado por los últimos rayos otorgados por el sol antes de ocultarse en el oeste, se distinguía la silueta del castillo de los Umber. A sus pies, las casas eran pequeñas figuras de piedra y madera. Y entre ellas, se veían muchas tiendas de campaña, que rodeaban la mayor parte del castillo, dejando solo el simple sendero por el que Jon había llegado a las puertas del castillo en su anterior visita.
"Una vista impresionante ¿no?" dijo una voz a su derecha. Jon miró de reojo a uno de sus acompañantes de ese día: Maege Mormont. La señora de la Isla del Oso no lo estaba mirando a él, sino al hombre a su izquierda.
"Sí" concedió Soren Rompescudos, girando la cabeza hacia La Osa "¿Dormiremos ahí esta noche?" preguntó, mirando a Jon. El Rey en el Norte y más allá del Muro asintió con una sonrisa "Nunca he dormido en un castillo" comentó.
"Hay una primera vez para todo" comentó Jon. Miró alrededor, donde los miembros del Pueblo Libre que formaban parte de su guardia personal mostraban diferentes grados de asombro. Como Soren, nunca habían visto un castillo "¡Vamos!" ordenó, antes de espolear a su caballo. Su Guardia Personal, Rompescudos y La Osa lo siguieron, y detrás de ellos el resto del ejército.
A medida que se acercaban al castillo las personas empezaban a señalar en su dirección, y un hombre sobre la puerta del castillo sonó un cuerno para, Jon suponía, anunciar su llegada. Desde los campos al oriente, que terminaban poco antes de llegar a un antiguo bosque de fresnos, pinos y abedules, una mancha blanca salió corriendo a toda velocidad. En unos instantes se hubo acercado lo suficiente para que se distinguieran las cuatro patas y el hocico alargado manchado de rojo.
Jon sonrió; por lo visto Fantasma ya había comido. El Rey en el Norte ignoró los relinchos de miedo de algunos caballos cuando el lobo se acercó hasta situarse a su lado y quedarse allí.
Para cuando Jon hubo llegado al tramo del camino flanqueado por las casas y tiendas, las personas ya se agrupaban por cientos para verlo a él y al ejército.
"¡Es el Rey!" gritó un hombre, mirando desde la cima de una carreta.
"¡El Rey Jon!" gritó una mujer de las lanzas, alzando un hacha de bronce a modo de saludo.
"¡El Lobo Blanco!" gritó una voz "¡Es el Lobo Blanco!"
Jon alzó una mano y ofreció una sonrisa opaca a las personas que se estaban agrupando a cada lado del camino. Casi al mismo tiempo, los hombres de Umber que habían escoltado al ejército aceleraron el paso antes de perderse dentro de las puertas del Último Hogar. Mientras los jinetes cruzaban, un estandarte gigante cayó desde las almenas sobre la puerta, mostrando el gigante rugiente de la Casa Umber, sobre campo de gules.
Al entrar al patio del Último Hogar, vio que los jinetes se habían alineado a cada lado de la puerta, con las lanzas en alto. Enfrente, esperando por él, se encontraban los hijos e hijas del Gran Jon, y detrás de ellos se encontraba Mors Umber. A la derecha de Carroña se encontraba Dalla, y junto a ella estaba Val. Los sirvientes del Último Hogar se agrupaban en las cercanías, mirando con ojos llenos de curiosidad a los recién llegados.
En cuanto Jon desmontó los miembros de la Casa Umber hincaron una rodilla en tierra, al igual que los guardias y los sirvientes. Incluso Dalla se inclinó. La única en permanecer imperturbable fue Dalla.
Sin duda la gran cantidad de tiempo entre el Pueblo Libre había hecho mella en Jon; no le gustaba cuando la gente se arrodillaba, incluso si era ante él "En pie" dijo en voz alta, lo bastante para que llegara a todos los rincones del patio. De inmediato, unas con más rapidez que otros, las personas arrodilladas se alzaron. Jon se encaminó hacia los Umber, seguido por Fantasma y la mitad de su guardia personal. Detrás de ellos fueron Soren y Maege.
Era obvio que la persona con quién Jon deseaba hablar era Mors Umber, pero aun así, las cortesías eran lo mínimo que debía al resto de la familia Umber. Por eso se encaminó en primer lugar al niño de la primera fila.
Tras un breve saludo a cada uno de los hijos del Gran Jon, fue abordado por el Castellano del Último Hogar.
"Alteza" dijo en ese momento Mors, llamando la atención de Jon. El alivio de los hijos del Gran Jon fue demasiado obvio, sobre todo el de Arna "El día casi ha terminado, y estoy seguro de que el descanso sería de mucha ayuda. Hemos preparado nuestras mejores habitaciones para vos. Vuestros hombres son también bienvenidos bajo el techo del Último Hogar para comer y descansar" dijo. A Jon no se le escapó que estas últimas palabras fueron dichas con cierta… reticencia.
Las palabras finales de Mors no eran más que cortesía. El Último Hogar no tenía la capacidad de contener ni a una décima parte del ejército que Jon había traído con él.
"Os agradezco vuestra generosidad, mi señor" dijo Jon.
"Yo sé dónde están las habitaciones, Alteza" dijo Val, que se había adelantado en un par de zancadas y parecía harta de todo el espectáculo "Te llevaré" ofreció, aunque más bien parecía una orden.
"Guiad el camino, mi señora" dijo Jon, que como Val, estaba harto de cortesías y palabras vacías.
Jon dio órdenes rápidas a su guardia personal: tres de ellos se quedarían con él, mientras los demás saldrían para transmitir sus órdenes al ejército, para que acamparan alrededor de la fortaleza.
Mientras era guiado por Val, con sus guardias retrasados varios pasos por orden suya, Jon habló "Nunca te creí que te escucharía llamarme Alteza" comentó, mirando a Val.
"No te acostumbres" dijo Val, antes de rodar los ojos "Estabas haciendo una actuación tan regia…. No quise interrumpirla" espetó Val.
Jon se mordió el labio "La verdad es que solo imité a un rey que conocí hace mucho tiempo" dijo, recordando la llegada de Robert Baratheon a Invernalia, hacía una eternidad "Detesto tener que hacer esas cortesías" confesó en un susurro, mirando a Val de reojo.
"¿Y por qué lo haces?" susurró Val de vuelta. Pareció entender que esas palabras no eran para pronunciarse en voz alta, ni siquiera en el ambiente de soledad casi total, en el que las palabras resonaban menos que las pisadas de sus botas sobre el piso de piedra.
"Porque ya no estoy entre el Pueblo Libre solamente. Si quiero que las personas del Último Hogar me consideren su rey, debo comportarme como uno" las palabras se las llevaba el viento, pero las acciones no. Y las que Jon había presentado ante los vasallos de los Umber, sin duda dejarían una impresión mucho más duradera que cualquier palabra.
Val entrecerró los ojos "No recuerdo que en tu anterior visita fueran tan cortés" dijo.
"En ese momento no era su rey; solo era un pretendiente que venía en busca de una alianza" le recordó Jon.
Val se detuvo ante una puerta "Es aquí" dijo.
"Gracias" contestó Jon "Si ves a Mors, dile que necesito reunirme para hablar con él" dudó un momento "Después de la cena" entre más pronto hablaran, mejor "Hay cosas que debemos discutir" debía informarles del ataque a la aldea que tuvo lugar poco antes de su partida del campamento.
"Sí. Las hay" concedió Val, antes de alejarse a paso rápido.
Alys
Los bosques rodeaban Bastión Kar por leguas y leguas, y ocupaban buena parte de las tierras de la Casa Karstark. Los arboles eran antiguos, con raíces muy profundas que los sujetaban a la tierra, tanto que ni siquiera la peor de las tormentas proveniente de la Bahía de las Focas podía derribarlos.
Con las indicaciones de Alys, el ejército no perdió tiempo buscando entre los bosques el castillo, pues contaban con una guía que conocía a la perfección el camino.
Pero aun así hubo sorpresas, y la mayor de ellas vino de una aldea en el camino. Por medio de las indicaciones de Alys, Sigorn ordenó rodear la aldea con sigilo antes de caer sobre ella. Alys había suplicado que no lucharan más que en defensa propia, pero resultó que no había necesidad. No había ningún peleador en la aldea.
Alys Karstark sabía que su padre se había llevado a muchos hombres con él cuando fue a la guerra, y que otros más habían participado en el intento de reconquistar Invernalia de los Hijos del Hierro al mando de Theon el Cambiacapas. No quedaban muchos hombres en edad de pelear en las tierras de la Casa Karstark, pero aun debían quedar algunos. Pero en la aldea que capturaron no había hombres, ni muchachos de barba incipiente, ni varones en la flor de la vida. Y casi no había tampoco ancianos. Solo mujeres y niños, los mayores de los cuales no tenían ni una sombra de vello en el rostro.
"Reúnelos en el medio de la aldea. Quiero hablar con ellos" le dijo a Sigorn "Por favor, sin violencia" añadió, repitiendo una vez más la petición.
Pero el thennita solo le dio una palmada en el hombro "Descuida. No habrá maltrato" le aseguró, antes de ladrar ordenes en la Antigua Lengua a sus hombres.
Montó en el caballo que la había traído desde el campamento del Pueblo Libre, y detuvo a su montura frente al asustado grupo de mujeres y niños, los cuales eran rodeados por una hilera de lanceros con escudos.
"Quizás algunos de ustedes me hayan visto alguna vez, pero para los que nunca lo hayan hecho, me llamo Alys Karstark" se presentó, ganando algunos jadeos y algunas miradas incrédulas de parte de las personas ante ella "Mi padre fue Lord Rickard Karstark, su señor. Y he vuelto a estas tierras para recuperar lo que me fue arrebatado: Bastión de Kar y todas las tierras de la Casa Karstark, a las que tengo derecho como la señora de mi Casa" en realidad Alys era la heredera de su familia; solo si su hermano Harrion estuviera muerto sería la señora de Bastión Kar. Si Harrion estuviera aún con vida, ella era la heredera del castillo. Pero no había necesidad de entrar en tantos detalles.
"No tengo intención de haceros daño" continuó, ignorando un resoplido que surgió entre la multitud. No se molestó en tratar de buscar al responsable "Solo pido de vosotros la verdad. ¿Por qué no hay absolutamente ningún hombre entre ustedes?" la pregunta fue dicha en voz alta y con total claridad.
Las personas se miraron entre sí, unas con miedo, otras con dudas, y todas con indecisión. Luego, entre ellas, un anciano se abrió paso. Era tullido, como lo delataba la forma en que cojeaba de un pie. Su barba blanca caía hasta la altura del estómago, y se apoyaba en un bastón de madera gruesa para avanzar.
"Hace poco, vinieron hombres del castillo, y se llevaron a todos los que podían pelear. Los pocos que quedaban" soltó con un graznido que Alys asoció al de un cuervo.
Alys no pudo evitar compartir una mirada con Sigorn y Helmat, que no estaban muy lejos "¿Los llevaron al castillo?" preguntó. Si así había sido, era una mala noticia. Entre más hombres hubiera en la fortaleza, más difícil sería forzar una rendición. Y si la tuvieran que atacar, serían más hombres para defender las murallas.
"No" replicó el anciano, para sorpresa de Alys "O sea, sí. Al principio se los llevaron al castillo. Pero luego nos enteramos de que se los llevaron al oeste" dijo, apuntando con un dedo arrugado en la dirección nombrada.
La sorpresa se transformó en una confusión que reino durante un instante en la mente de la joven Karstark, antes de que sus ojos se abrieran con realización "Gracias" dijo de manera ausente al anciano, antes de hacer girar al caballo y alejarse de las personas.
En cuanto estuvo en un rincón apartado, desmontó y habló con Sigorn y Helmat "Los hombres que había aquí, los que fueron reclutados hace poco, fueron a Invernalia. Se han sumado a los Bolton" dijo Alys. Era la única teoría que tenía sentido en su cabeza.
Sigorn la miró fijamente "¿Estás segura?" preguntó.
"Sí" afirmó Alys.
Helmat se frotó la nuca "Debemos avisarle al Rey Jon. Si se han ido a Invernalia, él debe saber que el ejército Bolton se ha hecho más grande" afirmó la mujer.
Sigorn asintió "No tenemos muchos caballos, pero tendremos que prescindir de algunos" dijo en tono lúgubre.
"No será necesario" expresó Alys "Bastión Kar no está demasiado lejos, y encontraremos cuervos allí. Cuando el castillo se rinda escribiré un mensaje al Último Hogar; desde allí lo mandarán al campamento, y llegará mucho antes que cualquier jinete que podamos enviar desde aquí" aseguró.
Sigorn frunció el ceño, indeciso, pero al final suspiró "Hay que llegar al castillo lo más rápido posible. Ayúdame a reunir a los hombres" urgió a Helmat.
No pasó mucho hasta que el ejército volviera a marchar, dejando atrás la aldea y a sus habitantes. La marcha se aceleró, los árboles pasando alrededor de todos sin ningún tipo de distinción digna de ser recordada.
Cuando al fin reconoció el entorno como uno cercano a Bastión Kar, Alys avisó a Sigorn. El thennita despachó con rapidez partidas de hombres armados con lanzas y arcos, que se perdieron en el bosque en varias direcciones. Una pausa siguió a esto, y luego Sigorn dio órdenes de seguir adelante. Cuando estaban cerca del castillo, Alys olió la sal en el aire. No mucho después, se escuchó un susurro constante, que poco a poco fue mutando a medida que avanzaban, hasta convertirse en el sonido de las olas estrellándose contra la piedra a una gran distancia.
Estaban cerca.
Un cuerno sonó entre la espesura, y Sigorn alzó una mano. De inmediato todo el ejército se detuvo, esperando un ataque que no llegó. Sigorn ladró una palabra en la Antigua Lengua, y el ejército reanudó la marcha, hasta que los árboles se hicieron cada vez más distantes unos de otros, y entre ellos se hicieron visibles las murallas de piedra. Por fin, los últimos árboles quedaron atrás, y Alys se encontró en el claro que separaba Bastión de Kar del bosque. Habían llegado al castillo.
Alys vio su castillo, su hogar. Como esperaba, las puertas de madera reforzada se encontraban totalmente cerradas. No necesitaba ver al otro lado para saber que habían sido trancadas, y que probablemente el rastrillo detrás de ellas estaba bajado. A cada lado de las puertas se encontraban las torres de entrada, ambas de forma redondeada y coronada por un techo amplio hecho de madera. Había más torres guardando la muralla, pero más pequeñas. La torre del homenaje, donde ella había dormido durante casi toda la vida, sobresalía por encima de las puertas. La segunda torre era más pequeña, pero aun así se distinguían sus tejados por encima de las almenas.
Alys nunca había pensado que contemplaría el castillo como algo tan imponente, o tan importante. Lo había perdido, pero había vuelto para recuperarlo. Sus acompañantes detuvieron sus caballos y Alys hizo lo mismo. La infantería detrás de ellos se dividió hacia la izquierda y la derecha, rodeando el castillo completamente antes de detenerse, sus rostros mirando hacia las murallas de piedra.
Un pequeño movimiento cerca de las comisuras de los ojos de Alys llamó su atención, a tiempo de ver a un cuervo volando, alejándose del castillo. El pájaro no había recorrido ni la mitad de la distancia entre la muralla y los bosques cuando fue abatido por una docena de flechas. No pudo evitar una pequeña sonrisa presuntuosa ante la caída del pájaro. Los hombres que se interponían en la recuperación de su herencia estaban solos.
Alys contempló las almenas, donde los hombres se apresuraban a dispersarse para cubrir un mayor terreno. No eran muchos, o eso le parecía. Vio entre veinte y treinta hombres, no más.
"Sigorn" llamó, mirando como el thennita giraba la cabeza "Iré a ofrecer a los defensores su seguridad a cambio de la rendición" declaró su intención.
Los ojos de Sigorn se volvieron fríos como la piedra "Diles que si tenemos que atacar el castillo, mataremos a cada uno de ellos. Si tenemos que atacar el castillo…. O si te atacan sin provocación" las últimas de Sigorn bajaron hasta que solo fueron un susurro.
El corazón de Alys latió más rápido, pero solo asintió ante las palabras del thennita antes de espolear a su caballo para que se adelantara. No se había adelantado más de unos pasos cuando otro caballo se puso a la par del suyo. Sobre él, iba Cwenya.
"No es necesario" dijo Alys. No quería que Cwenya se arriesgara por ella.
Pero Cwenya no hizo caso "No te dejaré ponerte al alcance de sus flechas sin alguien para protegerte" declaró Cwenya, al tiempo que tomaba el escudo que llevaba en la espalda y lo sujetaba con firmeza a su brazo izquierdo.
En cuanto estuvo lo bastante cerca para estar segura de que los hombres sobre las murallas podrían ver su rostro detuvo su caballo, su acción imitada por Cwenya al instante "Tú" dijo Alys, señalando a un muchacho sobre las murallas que no sería mucho mayor que ella "¿Sabes quién soy?" preguntó.
El muchacho se vio confundido por un momento, pero luego entrecerró los ojos, examinando su rostro "¡¿Lady Alys?!" jadeó en estado de shock. Otros hombres en la muralla tuvieron expresiones similares "¡Nos dijeron que habíais muerto!" chilló.
Alys creía tener una idea muy acertada sobre quienes habían dicho que estaba muerta "Te mintieron. Estoy, como puedes ver, muy viva" repuso "Y he venido a Bastión Kar, mi hogar. Ahora, abre las puertas" comandó, intentando imitar el tono de su hermano Harrion, un hombre brusco y belicoso que era capaz de intimidar a muchos solo con una mirada.
Vio como el muchacho tragaba, antes de dirigir una breve mirada hacia el interior del castillo "Pero…" la diatriba del muchacho fue cortada antes de empezar.
"¡No hay pero que valga!" exclamó Alys, presionando antes de que pudieran poner cualquier excusa "¡Soy la dama de Bastión Kar!, muchacho, y te ordeno que abras las puertas inmediatamente para mí y para mis acompañantes" dijo, haciendo un gesto a los miles de hombres y mujeres detrás de ella.
El muchacho desapareció de la vista, y unos momentos más tarde se escucharon lo que parecían gritos aireados dentro de la muralla, pero la gruesa piedra hizo imposible distinguir las palabras que se pronunciaban.
"Esto no me gusta" masculló Cwenya entre dientes, mirando hacia las murallas. La mayoría de los hombres en ellas habían desaparecido, pero los pocos que quedaban en ellas estaban mirando hacia el interior, dándoles la espalda a ambas mujeres. A ellas y al ejército.
Los gritos callaron, y por unos momentos reino el silencio, antes de que las puertas se abrieran con lentitud. En cuanto el espacio fue lo bastante grande para que una persona cruzara, el mismo muchacho al que Alys se había dirigido salió de manera apresurada de ellas, seguida por otros dos hombres. Uno era aún menor que él, y el otro era un anciano. En las manos del muchacho había una espada ensangrentada, y llevaba la nariz rota.
Pero aun lastimado, el muchacho hizo una reverencia al detenerse frente al caballo de Alys "Bienvenida a Bastión Kar, mi señora" dijo con voz temblorosa.
Antes de que algo pudiera pasar, Alys giró sobre la silla y le asintió una sola vez a Sigorn. De inmediato el thennita, seguido por Helmat y el ejército, se encaminaron a las puertas abiertas de Bastión Kar.
Y eso es todo. Nos acercamos cada vez más al enfrentamiento definitivo, y admito que estoy ansioso por publicarlo.
Bien, quiero sus reviews, con comentarios, sugerencias, críticas, opiniones y cualquier otra cosa que haya en sus cabezas. Serán muy bienvenidos y debidamente contestados.
Otra cosa: como ya saben, en estos días el mundo se encuentra atravesando la pandemia del coronavirus (o Covid-19): no creo que haga falta decir que estamos todos bajo un riesgo increíblemente grande. Por lo cual no puedo sino suplicarles que tomen todas las medidas posibles para mantenerse a salvo, y por favor no caigan en cuestiones sin fundamento como "Yo no me enfermo nunca" o "A mí no me va a pasar nada". Eso nadie lo puede garantizar. Vida tenemos una sola, y debemos cuidarla.
Bien, eso es todo. Como siempre, prometo tratar de actualizar en una semana, pero no prometo nada.
Saludos y que estén bien (sobre todo de salud. Y que sigan así).
