Bien, primero lo primero (era así ¿no?): hola a quienquiera que lea esto.

Antes de pasar a contestar los reviews, quiero dar mis más sinceras gracias (¡en verdad gracias, les juro!) a todos los que alguna vez me dejaron al menos uno, y desde luego también a todos los que han sido mucho más generosos en sus palabras. Muchas gracias en verdad, por haber contribuido a hacer que esta historia sea, de todas las historias de Game of Thrones en español de la página, la que tenga más reviews. Les juro que nunca hubiera pensado que sería tan bien recibida cuando empecé a publicarla. Parece ayer que les ofrecí un capítulo extra si llegábamos a 200 reviews, y ahora ya son 260 ¡Dios mío, no puedo dejar de sonreír gracias a ustedes! ¡Son todos unos ídolos, genios, grosos, capos, geniales!. Cómo decía Ceratti: ¡GRACIAS TOTALES!

¡Bien! Habiendo sacado eso de mi pecho, vamos a los últimos reviews:

Xechu. S: Me alegro de que la historia te siga pareciendo cada vez mejor. Y en cuanto a lo otro, te entiendo: Poniente tiene tantos secretos que pueden ser bien explotados para darle mayor coherencia a la historia: es una de las cosas que amo del universo de Martín. Un abrazo y que estés bien.

JL Dragneel Storm: Si, todo el ejército armado hubiera sido mejor, pero todo no se puede. Y cuando llegue el momento de bajar al sur estarán mejor armados, lo aseguro. Sí, yo también deseo eso, quiero escribir de Jon y el bebé, pero falta mi amigo, falta. Un saludo y un abrazo.

Outcome 5: Hola. Bien, en cuanto al tema de Jon el cambiapieles, déjame decirte que la habiliad es algo raro que debe ser perfeccionado: o sea, no es como que Jon va caminando y ve un oso y con un parpadeo se encuentra dentro de él, no es TAN sencillo. Pero déjame asegurarte que los cambiapieles serán usados. Ya he decidido darles un lugar muy útil en la batalla, y de hecho explotaré esta genial habilidad en futuros capítulos, solo que tomará un tiempo para que todas las fichas caigan en su lugar, pero si eres paciente, lo verás. Yo también leí un fic con una mujer que tenía un tiburón, y si es el que creo que es, ¡Dios, que historia tan genial que fue! Otra cosa, los números no ganan batallas, o sea son buenos, pero no determinan nada. Investiga la campaña japonesa de Singapur si quieres pruebas, es una joya de táctica y estrategia contra superioridad numérica. Y en cuanto a los gigantes y mamuts, no temas, ya les he dado un lugar (modestia aparte, creo que he pensado bien en todo). En fin, un saludo y que estés bien.

Jean d'arc: me alegra la vida saber que te gustó el parto, y en este capítulo se verá en sexo del bebé, ahí verás jejej. Y claro que Catelyn tomaría parte en él, lo opuesto era impensable. Alys no era la parte más interesante del capítulo (el parte le arrebató protagonismo a todo lo demás), pero es bueno saber que te gustó. Ahora, voy a tratar de orientarte un poco (espero no confundirte más en el proceso): para empezar, estás bien ubicada en torno a todos los personajes, pero te confundís con sus objetivos. Glover y Aki no marcharan a Invernalia, por dos motivos: 1-no tienen ninguna oportunidad contra los Bolton, que los superan en número y armas, y 2- Jon les ordenó limpiar las costas occidentales del Norte de invasores. El que Bosquespeso haya sido recuperado no significa que todos los Hijos del Hierro estuvieran allí. Sigorn y Helmat marchan a Fuerte Terror sí, pero para asediarlo. El truco es esperar que Roose Bolton se vea tentado a salir de Invernalia para defender el asiento de su familia. Y no tienen órdenes de ninguna clase de marchar luego a Invernalia. En Fuerte Terror no están ni Ramsay ni Roose (ambos están en Invernalia). No hubo más noticias de "Arya" y nadie ha visto a Bran y Rickon. Ojala te haya servido mi explicación. Un saludo y un abrazo grande.

Kirito 720: gracias, gracias. Y no te preocupes si no tocamos la marcha a Fuerte Terror (como ya le dije a jean d'arc, el parto se roba el protagonismo del capítulo). No sabes, pero en serio no sabes, como me alegra que el parto te pareciera bien, y si te dio miedo mejor, porque pude transmitir las sensaciones de los personajes. ¡Sí! Otra cosa, que impresionante cuando lo pienso bien, lo que las mujeres a menudo aguantaban (y siguen aguantando) en los partos. Como decís, es algo muy fuerte, como la guerra para los hombres, pero donde los hombres iban a la guerra para quitar vidas, las mujeres luchaban (y aún luchan) para traerlas al mundo. Ese, a mi parecer, es un acto aún más valioso y valiente. La evolución de Catelyn es un tema que hasta a mí me sorprende en ocasiones, lo juro. Y hace tiempo que pensaba en que pusiera las manos en el fuego (o en la boca, si somos más específicos jajaj) por Ygritte. Es como la parte más emocional del parto para mí, no sé para vos. Sí, Ygritte la tuvo difícil, y concuerdo una vez más con vos: pobre del que intente meterse entre una madre y su hijo. Un abrazo y cuídate.

Miguel Giuliano. Co: gracias, y aquí el próximo capítulo. Si, viste, pero aunque no haya falange habrá otras cosas. He buscado los videos, y no están nada mal, pero creo que aún me faltan algunos para mirar. Y habrá un último repaso del sur antes de ir a la batalla principal, lo prometo. Cuídate y nos vemos.

Javi 30: lamento romper tus esperanzas, pero falta un rato para saber de Alys. No así de Sigorn; ya verás. Y sí viste, la parte de Jon fue un poco tediosa, pero hay algunas cosas importantes que se tomarán en cuenta en futuros capítulos, créeme. Me alegro de que el parto impactara, y sí viste, es uno de los motivos por los que admirar a las mujeres: hay que ser fuerte para poder aguantar eso. Mi bisabuela lo hizo once veces ¡once! ¡y la última fueron gemelas encima! ¡Esa mujer era una amazona, estoy seguro! Volviendo al tema, la maldición de Ygritte a Jon no podía faltar, y de nuevo, estoy seguro de que más de una mujer en los partos dice lo mismo al sujeto responsable de su estado. Aquí verás el sexo de la criatura. Falta lo suyo para ver a Jorelle y Moran, pero llegará, lo juro. Te mando mis propias bendiciones y los mejores deseos para ti y todos los tuyos. Un abrazo.

Coki 13566: Jon tuvo en cierta manera suerte de no estar presente en el parto, pero Ygritte no va a esperar al segundo para cobrárselas a Jon por haberla embarazado, jajajaj. En cuanto a los cambiapieles, como ya le dije a outcome 5, no temas, tendrán un lugar en la batalla, y serán muchos más útiles que espiando y hostigando a los del puente. La verdad es que no he tenido la oportunidad de ver Fire Emblem Three Houses (emoji de carita trsite) pero conozco a Edelgard, y sí, sería genial esa apariencia, aunque habría que esperar muchos años, hasta que el bebé fuera adulto. O al menos adolescente. En fin, un saludo y un abrazo.

Luna: ¡gracias! ¡gracias! (hace reverencia como al final de una obra de teatro) Es bueno saber que el parto fue convincente y bien redactado. Y obvio que Catelyn ponía las manos en el fuego por Ygritte, no podía ser de otra forma. Y sí viste, los maestres podrían empezar a hacer cosas útiles en vez de transcribir cosas viejas con el número de veces que gente muerta cien años atrás fue al baño (esa escena de la temporada 7 me abrió los ojos, y me encantó como Sam se expresó). Y la Reconquista… ¡ay! Aquí verás….. ¡En fin! Un abrazo grande y un beso. Cuídate.

Trinity Seven: hola otra vez. Sí, es triste que Jon no tenga más a Garra pero bueno, algún sacrificio debía hacerse (y en lo personal creo que Hermana Oscura le va mucho mejor. Una espada de la realeza para un Rey). Un bebé siempre es una felicidad, pero Jon pagará caro por los dolores de Ygritte jajajaj. Yo no puedo esperar a publicar la batalla, pero falta. Y en cuanto a Ramsey….. yo también lo odié en la serie, pero aplaudo al actor. ¡Que genial que fue la actuación de Iwan Rheon! ¡De verdad logró transmitir el odio hacia el personaje! ¡Bravo por él! En fin, gracia por los reviews. Espero leerte de nuevo, y te mando un abrazo.

-Bien, basta de hablar. Vamos a lo que los trajo hasta aquí-

Disclaimer: todo lo que puedan reconocer pertenece a G.R.R. Martín. Yo solo lo uso para entretenerme y tratar de entretener a otros.

El señor de la Sanguijuela

Cuando el capitán salió, dejándolo solo en su solar, el señor del Fuerte Terror sintió cómo su sangre bullía y su vista se volvía borrosa por un instante. Le tomó un instante comprender: era ira. El solo saber lo sorprendió; pensaba que se había purgado de sus emociones hacía muchos años.

El bastardo de Ned Stark se había empezado a mover, y lo hacía con rapidez. Aunque no le gustara reconocerlo, Roose estaba impresionado con la rapidez con que había caído Bosquespeso. Había esperado un asedio, aunque fuera breve, para distraer a los salvajes. Los Hijos del Hierro y sus destinos no tenían ningún interés para Bolton, pero esperaba que al menos hubieran logrado sangrar bastante a sus oponentes antes de ser derrotados.

Había mandado mensajes al sur, esperando que sus pedidos de ayuda fueran escuchados, sin respuesta. La amenaza salvaje era demasiado grande para poder manejarla por su propia cuenta: necesitaba apoyo, y no era nada sencillo obtenerlo. Los Manderly no ayudarían, era seguro: las respuestas del Tritón Gordo de Puerto Blanco eran básicamente largas sobre su corpulencia e incapacidad de pelear. La llegada de los Karstark había sido una bienvenida sorpresa, pero no bastaba. Su ejército aún era ampliamente superado en número por el del bastardo.

Necesitaba provocar al bastardo para hacerlo pelear en sus términos, no en los de él. Había reforzado las defensas de Invernalia: había creado más fosos, reforzado las puertas, cubierto los campos que rodeaban el castillo con trampas ocultas y acumulado una gran cantidad de brea, comida y municiones para resistir un gran asalto o un largo asedio. Había mandado cartas informando de la boda de su hermana. Y había dejado partir a su bastardo al norte para hacer de las suyas atacando donde eran más débiles: todo fuera para provocar a los salvajes a pelear. Pero no habían mordido el anzuelo….. aún.

Roose sabía que el ejército salvaje que se situaba al norte era la amenaza más grande: eran los más numerosos y los mejor armados, además de contar con la mayoría de los gigantes, según sus exploradores. El ejército que se encontraba en Bosquespeso estaba demasiado alejado y era muy pequeño para ser una amenaza. En cuanto al ejército salvaje en el este… creía tener una idea de a dónde se dirigían, y planeaba detenerlos.

Llamó a uno de los guardias que estaban parados fuera de su puerta y lo envió en busca del Maestre, al tiempo que cogía pluma y tinta. Debía enviar instrucciones. Era imprescindible tomar medidas.

Wyman

La única luz provenía de una vela hecha de sebo. Afuera, Puerto Blanco dormía profundamente, mientras su señor se encontraba sentado en su escritorio, examinando una serie de pergaminos desperdigados ante él.

Tomó uno y lo desdobló. Era un mensaje escrito en una letra rápida, y la tinta se había corrido ligeramente, como ocurría cuando un mensaje era enviado apresuradamente.

Los labios de Manderly se movieron ligeramente, repasando las palabras escritas. Era un mensaje de Lord Bolton pidiendo, casi suplicando, ayuda al Trono de Hierro. Informaba de una hueste de más de cincuenta mil salvajes al norte, bien armados y organizados. Pese a garantizar pelear con todos los recursos a su alcance, Roose Bolton no se consideraba capaz de enfrentar a una fuerza tan extensa sin tener el apoyo del Trono. El mensaje concluía reafirmando una vez más la lealtad al Trono de Hierro de la Casa Bolton.

"Seis" murmuró Wyman, pensativo. El pergamino se enrolló solo cuando fue depositado con otros cinco. Todos llevaban el sello de Bolton, y decían en esencia lo mismo: la amenaza al norte era demasiado grande para que los Bolton y sus aliados la combatieran solos. Una pequeña sonrisa de suficiencia se hizo presente en el rostro de Wyman. Sus disposiciones habían tenido éxito.

Tomó otro pergamino, que estaba a punto de caer por el borde de la mesa. Lo abrió y empezó a leer: era de un espía, uno de los pocos a su servicio capaces de escribir. Informaba de que una nueva leva se había iniciado en las tierras de Bolton: los números que habían reunido eran muy pequeños. Eso no sorprendía a Wyman: Bolton había barrido sus tierras en busca de todos los hombres aptos para pelear, y la viuda de Dustin y su padre Ryswell habían seguido su ejemplo.

Lo que sorprendía a Wyman era la última parte: esos hombres recién reclutados no habían sido enviados al oeste, hacia Invernalia. Iban hacia el este.

Galbart

La primera cosa que Galbart había hecho luego de tomar Bosquespeso fue mandar revisar cada parte de su hogar, para buscar Hijos del Hierro, o cualquier otra persona, ocultos. Los resultados de la búsqueda habían producido diferentes sensaciones: la tranquilidad había anidado en su pecho cuando encontraron a Larence Nieve y a Jorelle Mormont, ambos en una torre junto con los restos del grupo enviado para rescatar al muchacho. Pese a la muerte de buena parte del grupo y a las heridas de otros, Larence había resultado rescatado con éxito. Las únicas heridas eran las de su cuello, por un intento de estrangulación.

Pero no todas las noticias habían sido tan alentadoras: en una de las bodegas de alimentos, hecha de madera y situada bajo tierra, los guerreros del Pueblo Libre habían encontrado una docena de mujeres encadenadas a las paredes, cubiertas con poco más que trapos sucios y rotos, algunas con rostros magullados y manchas verdes y moradas en el cuerpo, que daban testimonio de su maltrato. No había ninguna necesidad de preguntar por qué las habían mantenido encerradas y medio desnudas. Cuando las trajeron ante Galbart, el señor del castillo recién recuperado pudo reconocer, debajo de la mugre y las manchas de los golpes, a dos de las sirvientas del castillo, así como a la nodriza de su sobrino Gawen.

"Busquen ropa para ellas. Denles comida, y que alguien revise sus heridas" ordenó con voz ronca de rabia ante el estado de las mujeres. Su rabia hacia los Hijos del Hierro solo creció cuando dos de las mujeres, apenas poco más que niñas, se tiraron llorando a sus pies, dando gracias profusamente y manchando las botas sucias de Galbart con sus lágrimas.

El cielo ya mostraba sus primeras manchas rosas en el horizonte cuando las mujeres fueron alejadas de Galbart para que se cumplieran sus órdenes. Poco después, cuando los primeros rayos del sol tocaron Bosquespeso, los hombres y mujeres del ejército ya se encontraban trabajando para despejar los adarves, las puertas y el resto del castillo de los cuerpos de muertos y heridos. El maestre de Bosquespeso, quién parecía feliz de saber que era su antiguo señor quién estaba al mando del ejército que había tomado la fortaleza, fue enviado rápidamente a tratar a los heridos del ejército, junto con cualquier otra persona que tuviera conocimiento de tales prácticas. Los muertos fueron despojados de sus armas y armaduras antes de ser retirados hasta las afueras del castillo, pero donde los hombres y mujeres del ejército victorioso fueron llevados y depositados con cuidado y en una fila ordenada, los Hijos del Hierro fueron apilados de manera descuidada, como si no fueran más que basura.

Viendo los cuerpos ser arrastrados, Galbart solo pudo suspirar. La batalla había sido ganada, pero había tenido un costo: ciento noventa hombres y mujeres habían muerto, y otros trescientos treinta habían sido heridos y estaban descartados para cualquier batalla durante muchos días. En total habían perdido a más de quinientos guerreros.

Muchos hombres y mujeres sanos fueron enviados con hachas a los bosques para buscar madera. Las puertas destrozadas e inútiles de la muralla fueron retiradas y convertidas en leña, y se organizaron patrullas para inspeccionar los alrededores y centinelas para guardar el castillo. Los pocos Hijos del Hierro que aun vivían, apenas nueve de ellos, fueron llevados a las mazmorras. Ocho de ellos tenían un guardia frente a la puerta, pero el noveno tenía media docena, como correspondía al valor de un comandante prisionero.

Más hombres fueron también a los bosques para cazar; las reservas de comida del castillo no eran lo bastante grandes para alimentar a un ejército tan considerable por mucho tiempo. Mensajeros fueron enviados a las aldeas cercanas para informar del retorno de la Casa Glover a sus tierras ancestrales, y para buscar cualquier tipo de artesano, particularmente herreros y carpinteros.

El día después de la batalla fue cerrado por la cremación de los caídos en la batalla, en grandes piras funerarias montadas en los campos fuera de las murallas de Bosquespeso. Hubo tensión cuando los hombres de Mormont y los clanes dijeron que preferían que sus caídos fueran sepultados, pero el Pueblo Libre se mantuvo firme en la intención de cremar todos los cuerpos, y pese a todo, Galbart concordó con ellos. El Rey mismo había comentado en una ocasión que la cremación era una mejor idea… en los tiempos que corrían.

Tenían armas de acero para quinientos hombres, pero necesitaban más. Tenían la certeza de que Bosquespeso y los alrededores estaban limpios de invasores, pero debían hacer lo mismo con el resto de las tierras Glover, así como con Punta Dragón Marino y la Costa Pedregosa.

Debían hacer hacer lo que el Rey había ordenado: fortalecerse todo lo posible y esperar nuevas órdenes.

Ygritte

Ygritte era impulsiva; eso lo reconocía, al menos ante sí misma. No pensaba mucho a futuro: prefería vivir el presente, y lidiar luego con las consecuencias. Era su impulsividad la que la había hecho follar a Jon tantas y tantas veces sin siquiera pensar en tomar té de la luna. Pero si de algo estaba segura Ygritte, era de que deseaba lidiar con la consecuencia; lo deseaba con todas sus fuerzas, con todo su corazón y con toda su existencia.

Bajó la vista, viendo a la pequeña e indefensa criatura que reposaba en sus brazos. Estaba prendida a su pecho derecho, chupando con fuerza la leche que salía de él por primera vez en su joven vida. Sus parpados estaban cerrados, ocultando ese par de orbes que la habían mirado unos momentos antes y la habían hecho estremecer. La suave piel de caribú que cubría la espalda desnuda de Ygritte y su seno izquierdo también tapaba a la bebé, ocultando la mayor parte de su piel blanca al mundo. Lo único que podía distinguir quién entrara era el rostro y una de las manos diminutas, que se aferraba al seno.

¿Cómo podía ser? ¿Cómo podía existir algo tan hermoso, tan inocente, tan invaluable? ¿Y cómo podía ser que algo tan pequeño fuera capaz de hacer sentir a Ygritte un cúmulo de emociones tan grande, tan inmenso, tan vasto que ni siquiera podía dilucidar estar fuera de él?

"Hey" dijo una voz, rompiendo ese mundo donde nada ni nadie existía más que Ygritte y la bebé. La nueva madre alzó la vista y vio a Catelyn, con una sonrisa en el rostro "Me alegra mucho verte tan feliz" dijo la otra mujer, e Ygritte sintió como su corazón aleteaba con más rapidez.

"No sé de qué hablas" negó, más por instinto que por verdadero pensamiento.

Catelyn solo negó con la cabeza, aun sonriendo, antes de sentarse sobre las mismas pieles que Ygritte y hablar "No has dejado de sonreír desde que la pusieron en tus brazos, y no lo niegues. Apenas me he apartado de ti desde entonces" le recordó.

Ygritte no pudo negarlo; era cierto. Si se concentraba lo suficiente podía sentir el dolor de los músculos en sus mejillas, cansados de funcionar tanto tiempo. Pero no podía evitarlo; la niña hacía que una sonrisa aflorara a sus labios sin cesar.

"Estas feliz ¡No!" continuó Catelyn, alzando una mano "Estás encantada con esta hermosa niña. Tienes la sensación de que esto es un sueño, porque es imposible que seas tan feliz. No puedes creer como tu pecho te duele cada vez que la miras, porque hace latir tu corazón más rápido de lo que nunca creíste posible. No quieres perderla de vista, porque es lo más maravilloso que nunca has visto" rectificó, su sonrisa tornándose soñadora "¿Me equivoco?" inquirió, mirando a Ygritte a sabiendas.

"No" dijo Ygritte, sus ojos mirando asombrados a Catelyn por la exactitud de sus palabras. Pero de nuevo, Ygritte recordó que Catelyn había experimentado lo mismo que ella cinco veces "¿Cómo está tu mano?" preguntó, sintiéndose culpable cuando vio las vendas hechas de lino que rodeaban la palma y el dorso de la mano derecha. Debajo de ellas, se podía distinguir el contorno de unas pocas hojas destinadas a mantener lejos cualquier posible infección.

"No es nada. En unos días estará como nueva. Dijeron que ni siquiera dejará cicatriz" le contestó ella con una sonrisa. La primer cosa que habían hecho en cuanto el parto estuvo terminado fue tratar la mano de Catelyn; Ygritte no había tenido, y aun no lo hacía, la fuerza para levantarse, por lo que ordenó a las dos parteras más jóvenes, con un parecido lo bastante considerable para que fueran hermanas, que ayudaran con ella.

"….. y mande lejos a las personas que se congregaron afuera. No estás en posiciones de recibir visitas, incluso si traen obsequios. Quizás luego, si gustas" estaba diciendo Catelyn, e Ygritte estuvo de acuerdo. No podía recibir a nadie en su estado actual. Podía mantenerse recta, pero su mitad inferior aún estaba peligrosamente sensible. Había intentado mover sus piernas solo un poco, pero descubrió que temblaban tanto ante el más mínimo esfuerzo que intentar ponerse en pie sería una locura.

Luego de eso estuvieron en silencio, solo centradas en la bebé, que soltó el pezón en cuanto comió lo suficiente. Ygritte separó uno de sus brazos de ella el tiempo justo para cubrirse, antes de devolverlo a su anterior posición, asegurando una vez más el agarre sobre su hija.

"He pensado ¿crees que deberíamos enviar un mensajero al Último Hogar con la noticia?" dijo Catelyn, mirando aun a la niña. Pese a que no lo mencionó, Ygritte sabía que se refería a enviar un mensajero a Jon.

Ygritte también lo había pensado, y mucho "Es un camino largo, y Jon se llevó a todos los caballos aptos para montar cuando se fue" recordó a Catelyn.

"Sí. Es cierto" reconoció Catelyn en voz baja "Aun así…" dejo la frase en el aire, dando a entender que podrían mandar un mensaje aun sin caballo.

"Lo sé" dijo Ygritte. Ella quería mandar un mensaje a Jon también: quería decirle que tenía una hija, que una nueva vida había llegado al mundo, una que era una parte de él y una de ella. Lo deseaba casi tanto como deseaba que él estuviera allí con ella… con ellas "Pero no"

Era mejor no hacerlo; había visto lo suficiente para saber que el liderazgo era una carga para Jon. No deseaba aumentar ese peso con el saber de qué tenía una hija tan cerca, a unos pocos días de viaje….. solo para no poder venir a verla.

Catelyn

Casi podía escuchar los pensamientos de Ygritte: le recordaba a ella misma, poco después del nacimiento de Robb. Había ansiado tanto que su esposo estuviera allí, para dar la bienvenida al mundo al primer hijo de ambos. Pero la crueldad de la guerra lo había apartado de su lado, y era esa misma crueldad la que había arrancado a Jon del lado de Ygritte cuando ella más lo necesitaba. El solo pensar en lo injusto de ello, en lo injusto de que dos padres jóvenes no pudieran estar juntos para dar la bienvenida a su primer hijo, hacía que el interior de Catelyn ardiera de rabia.

Y aunque la nueva madre no lo dijera, Catelyn sabía que la tristeza estaba en su interior: la tristeza y el anhelo por Jon. Y Catelyn sabía además que Jon esperaba que cuidara a Ygritte, y eso haría. Catelyn mantendría a Ygritte alejada de todo lo que le hiciera daño, y eso incluía sus pensamientos.

"¿Cuál es el nombre de tu hija?" le preguntó la mujer mayor a Ygritte, en un intento de hacer que los pensamientos negativos se esfumaran de la mujer más joven recurriendo a su nuevo objeto de adoración: la hermosa bebé en sus brazos.

"Acércate" pidió Ygritte, y Catelyn inclinó la cabeza "Más cerca" insistió la mujer más joven, y Catelyn se arrastró sobre las pieles hasta estar a un palmo de Ygritte y la bebé "Más" presionó la nueva madre.

Catelyn no pensó en cuestionar las palabras de Ygritte, solo las obedeció. Si alguien entrara en ese momento pensaría que estaban demasiado cerca una de la otra, pero para Catelyn, tras tantas lunas conviviendo con ella y lo que es más, compartiendo al mismo hombre, no había nada de imprudente en ello.

Ahora estaban tan cerca que Catelyn podía contar las pestañas de Ygritte, y ver el tono claro de azul en sus ojos, y ver las marcas de sus dientes en sus labios, donde la sangre se había secado. También podía ver, si bajaba los ojos, a la niña acunada contra los senos de Ygritte, su diminuta mano en el valle entre los mismos.

Por un momento tan fugaz que ni siquiera la misma Catelyn fue consciente, sintió una punzada de envidia por una bebé con menos de un día de vida.

Entonces, una mancha roja se hizo presente en su campo de visión, y se dio cuenta de que Ygritte se había acercado todavía más, hasta esconder su rostro en la cueva de su cuello. Estaba tan cerca que Catelyn podía sentir como el cabello enmarañado de Ygritte acariciaba su mejilla.

"Se llama Minisa" susurró Ygritte en su oído, su aliento cálido rozando la oreja de Catelyn y haciéndola estremecer. No estaba segura de sí fue por el aliento de Ygritte contra su piel desnuda, por la emoción de saber que su amiga había nombrado a su hija con el mismo nombre de la madre de Catelyn, o por la cercanía con la nueva madre, una que solo podía describirse con una palabra: íntima.

Cuando Ygritte finalmente decidió alejarse, dejó un beso en la mejilla de Catelyn, tan cerca de sus labios que fue francamente provocativo. Y cuando Catelyn miró a los ojos de Ygritte nuevamente, supo que algo había cambiado en la relación con la muchacha. No estaba segura de qué, o quizás no quería reconocerlo, pero sabía que sí lo había hecho.

Sigorn

El camino era poco más que un sendero de huellas entre los espesos bosques del territorio Karstark. Angosto y serpenteante, era casi totalmente inútil. Cuando Helmat dio voz a sus pensamientos, Sigorn estuvo de acuerdo con ella de inmediato: el camino era una pérdida de tiempo, por lo que se despacharon nuevas partidas de exploradores hacia el final del camino con órdenes de regresar de la manera más directa posible, para mostrar un camino más corto al ejército. Con esto, Sigorn esperaba acortar la marcha al Fuerte Terror.

La primera noche luego de que partieron de Bastión Kar, Helmat se acercó a la hoguera junto a la cual Sigorn estaba sentado junto con otros cuatro hombres y una mujer de las lanzas.

"Los hombres de Alys están inquietos. Se turnan para vigilar, y no se mantienen alejados entre sí" comentó la mujer, al tiempo que sacaba una tira de carne salada de un bolsillo y empezaba a masticar.

Sigorn no estaba sorprendido de escuchar eso "¿Y puedes culparlos? Son veinte de ellos entre casi diez mil de los nuestros" esos hombres solo estaban ahí porque no tenían otra opción. Estaba seguro de que si creyeran tener oportunidad, la mitad de ellos intentaría huir.

"No creo que podamos contar con ellos si debemos pelear" confió Helmat.

Sigorn creía lo mismo, pero no pensaba dar voz a esas palabras "Si diez mil no pueden hacer una diferencia en la batalla, no creo que veinte puedan" prefirió decir.

Helmat suspiró "El castillo se rindió, y aun así perdimos guerreros y provisiones" soltó una risa sin gracia "Qué locura ¿no crees?" dijo, mirando en su dirección.

Sigorn solo pudo asentir en silencio. La guarnición de Bastión Kar era diminuta: apenas cuarenta hombres, y ninguno de ellos era verdaderamente confiable. Alys, pese a tener algunas reservas al respecto, había entregado a la mitad de ellos al ejército y había dejado partir al resto, la mayoría de ellos ancianos o jóvenes, de vuelta a sus hogares. Entre estos últimos había estado el tal Donys: era su recompensa, junto con un caballo y algunas provisiones, por la contribución que tuvo en la rendición del castillo. Alys había insistido en ello. Pero hacía falta que alguien cuidara el castillo, por lo que Sigorn había dejado a un total de noventa mujeres de las lanzas para encargarse de la protección de Bastión Kar.

"Al menos hemos ganado algunas armas y caballos" comentó Sigorn, recordando las dieciséis monturas y las casi trescientas armas de acero que se habían llevado de Bastión Kar.

"Es cierto" reconoció Helmat, con una afirmación en la cabeza "Pero esperaba más armas. Las que obtuvimos no arman a la mitad del ejército. Maldición, no arman ni a la mitad de la mitad" gruñó la mujer de las lanzas.

Luego de eso no hubo mucho más que hablar, por lo que Sigorn se recostó junto a la hoguera, usando su capa a modo de manta. En algún momento se durmió, observando el cielo cubierto por las ramas de los árboles.

Los días pasaron, y el ejército avanzó siempre al occidente, atravesando el bosque y desviándose del camino en busca de salvar tiempo, hasta que finalmente los bosques se fueron volviendo cada vez menos espesos. Algunos de los hombres se sintieron aliviados ante la vista del cielo despejado, y Sigorn mismo se sintió vigorizado. La falta de árboles tan juntos mejoraba su campo de visión y reducía la posibilidad de una emboscada.

El camino se volvió mucho más recto, para gusto de Sigorn y también de Helmat, y como siempre los condujo hacia el oeste y el sur, cruzando planicies vacías y alguna que otra granja con campos de cebada y maíz. Estos últimos eran una vista particularmente desalentadora: inundados de agua sucia y estancada o sepultados con nieve, con casi todos los cultivos podridos o negros y los tallos marchitos castigados por el viento, solo inspiraban pena. El hijo de Styr no envidiaba a los pocos campesinos que vieron trabajando en ellos, tratando de rescatar algo aún utilizable de esas cosechas totalmente perdidas.

Cada vez que veían uno de estos campos, veían también algunos campesinos mirándolos de manera hosca, sujetando horcas o palas con más fuerza de la debida. En una ocasión Sigorn y Helmat compartieron una mirada que hablaba a gritos: esos campesinos no tenían nada que temer de ellos. El Rey había sido estrictamente claro en cuanto a cualquier asalto contra las personas: bajo ninguna circunstancia debían ser permitidos, y Sigorn tenía intención de cumplir las órdenes del Rey. También estaba el hecho de que, por estar en las tierras recién retomadas por Alys, estaban formalmente bajo su protección. Y por último, resultaba obvio que los campesinos estaban en una situación desesperada. Sigorn no creía que tuvieran nada por lo que valiera la pena pelear, y solo tuvo que mencionarlo para que Helmat y la mayoría de caudillos y campeones bajo su mando lo respaldaran.

En una ocasión, una mujer de mediana edad fue tan valiente como para acercarse a ellos y preguntar quiénes eran y que hacían en esas tierras. Helmat fue la que respondió: se limitó a decir que, si quería saber, debería ir a preguntar a Bastión Kar. Sigorn no objetó: no hacía mal responder preguntas, pero de ninguna manera daría información que pudiera ser comprometedora.

Fue luego de cruzar al menos una veintena de granjas que ocurrió. Los informes afirmaban que estaban a poco más de un día de distancia de los vados del Último cuando un grupo de exploradores llegó desde el oeste, con rostros rojos y cubiertos de sudor.

Solo con verlos, Sigorn supo que traían malas noticias. El hijo de Styr dio algunas órdenes antes de salir del camino y desmontar, al igual que Helmat y una docena de hombres y mujeres más, todos ellos oficiales del ejército. Mientras tanto, algunos oficiales menores se ocuparon de que el ejército se detuviera y tomara un breve descanso.

"¿Qué vieron?" preguntó Sigorn, brusco y sin molestarse en saludar.

Para ese momento los exploradores ya habían recuperado el aliento, y sus rostros habían perdido el tono rojo casi del todo "Nos están esperando en los vados" soltó uno de ellos, un arquero de barba negra salpicada de canas.

"¿Quiénes?" preguntó Helmat, con un gesto de la cabeza.

"Un ejército. Hacen ondear estandartes con un hombre rojo sobre campo color sangre" respondió el arquero.

"Los Bolton" dijo Bargon Flint. Su escudero tenía un tono de certeza.

La mano de Sigorn fue hacia la empuñadura de la espada que llevaba al cinto "¿Son muchos?" preguntó.

Esta vez no fue el arquero el que respondió, sino la mujer a su lado, de cabello rubio y que portaba una lanza "Contamos un centenar de hombres, o al menos un número muy cercano" dijo, encogiéndose de hombros.

Sigorn bufó "¿Sólo un centenar?" dijo en tono despectivo "Sigamos, aún quedan algunas horas de luz" no se detendrían hasta que fuera el anochecer, y ya habían perdido bastante tiempo para su gusto.

Esa noche, sentado junto al fuego, Sigorn se vio confrontado por Helmat.

"¿En qué piensas?" preguntó la mujer de las lanzas.

"En el asedio que debemos montar" aunque no iba a reconocerlo, su conocimiento de la lucha era mucho más amplio en la batalla directa. Sabía cómo superar un muro de madera, pero su Rey le había hablado de las murallas de piedra de Fuerte Terror, y sabía que sería un desafío mucho mayor.

"No puedes aprender a correr sin antes saber caminar" comentó Helmat, y Sigorn la miró con confusión "Te estás adelantando Sigorn. ¿O acaso has olvidado que para llegar al castillo debemos cruzar los vados del río?¿Los mismos vados que están defendidos por un ejército enemigo?" espetó, frunciendo el ceño.

Sigorn sintió como su enojo empezaba a despertar en su interior, pero se obligó a devolverlo a su sueño. Helmat era su segunda al mando, y no ganaría nada creando enemistad con ella "Tú eres la que ha olvidado algo. ¿No recuerdas lo que dijeron los exploradores? Un centenar de hombres. Un centenar, Helmat" repitió Sigorn, antes de hacer un gesto abarcando los alrededores "A nosotros nos falta menos que eso para ser diez mil. ¿Cuándo has oído que diez mil sean vencidos por un centenar?" preguntó, sabiendo ya la respuesta.

"Nunca" reconoció Helmat "Pero quizás sería mejor ser precav…."

"¡Helmat!" interrumpió Sigorn, ya cansado de las dudas de su segunda al mando "Además de superarlos en números por cien a uno, tenemos gigantes y mamuts, somos conscientes de sus posiciones, y estamos mejor organizados de lo que nunca antes lo estuvimos. Saldremos victoriosos" aseguró. No podía resultar de otra manera.

Helmat decidió no responder, pero Sigorn vio en sus ojos que no estaba segura. Decidió guardar silencio; si ella estaba decidida a esperar lo peor, que así fuera.

Al día siguiente reanudaron la marcha al amanecer, y para el principio de la tarde ya escuchaban el sonido del río. Cruzaron una pequeña loma y allí estaba, una corriente de agua ancha y helada que corría desde el norte y el oeste hacia el sur y el este, junto a la cual se extendían rocas afiladas de más de tres pies de altura. Detrás de ellas se elevaba un bosque de pinos, arces y robles, que flanqueaba la orilla occidental de los vados.

Entonces el sonido de la corriente de agua y de unos pocos pájaros fue ahogado por el sonido de un cuerno, y Sigorn supo que los habían visto.

Era tal como habían informado los exploradores. Un puñado de hombres estacionados en la orilla occidental del río. Se ubicaban en medio de un par de terraplenes de unos diez pies de altura, a cada lado de los vados y por delante del bosque. Los terraplenes eran de cima plana, y sus caras orientales eran cortadas de manera abrupta. Había estacas afiladas sobresaliendo de los terraplenes, al igual que en la orilla oriental de los vados, todas apuntando hacia el este.

"Cuento unos veinte en los terraplenes, seguramente arqueros" dijo Helmat, inclinada sobre la cabeza de su caballo, con los ojos entrecerrados "Más de cincuenta hombres en el medio" Sigorn observó en dirección a los hombres entre los terraplenes, y vio a la mayoría clavando las puntas de sus escudos de punta de flecha en la tierra llena de rocas pequeñas "Están formando un muro de escudos" señaló Helmat.

"Sí" acordó Sigorn, viendo las dos líneas de soldados, codo a codo, dejando a unos pocos rezagados detrás de ellos. Los rezagados portaban espadas, mientras que los del muro de escudos llevaban lanzas.

"¿Doy la orden para que el ejército se despliegue?" preguntó Helmat con el ceño fruncido.

"¿Para qué?" preguntó Sigorn. El despliegue de un número tan grande llevaba mucho tiempo y esfuerzo "No tiene caso preparar a diez mil de los nuestros para un asalto. Con un millar será más que suficiente. Los quebraremos con nuestra superioridad numérica, limpiaremos el camino y luego podremos continuar la marcha" si acababan rápido con ese pequeño obstáculo podrían lograr cruzar el río con todo el ejército antes del anochecer.

"Eso espero…." murmuró Helmat, con los labios apretados "Yo los dirigiré" declaró antes de mirar a Sigorn, como desafiándolo a contradecirla.

No pasó mucho tiempo hasta que las fuerzas estuvieran listas para limpiar el camino: diez filas de un centenar de guerreros cada una, todos armados con escudos y lanzas, dirigidos por Helmat.

Sigorn se quedó en lo alto de la loma, observando como las tres primeras filas avanzaban a paso rápido, casi corriendo. Los demás, con Helmat al frente de ellos, avanzaron a paso más lento, antes de detenerse a mitad de camino entre la loma y los vados, demasiado lejos del alcance de los arqueros sobre los terraplenes. Pero los demás siguieron avanzando, hasta que…

Una veintena de flechas voló desde los terraplenes, y con gritos estridentes los trescientos hombres y mujeres del Pueblo Libre cargaron hacia el frente, al tiempo que muchos alzaban los escudos a manera de protección. La mayoría de las flechas golpearon los escudos, y unas pocas golpearon el suelo, pero ninguna encontró un blanco. La segunda ráfaga sin embargo, tuvo más efecto. Las maldiciones fueron masculladas detrás de Sigorn cuando tres de los guerreros cayeron al suelo. Dos de ellos empezaron a gritar, heridos, pero uno de ellos quedó totalmente inmóvil.

Ocho guerreros más cayeron con las siguientes dos ráfagas de flechas, y tras la última finalmente los vados fueron alcanzados. El Pueblo Libre se introdujo por ellos en oleadas…. Solo para caer con gritos de dolor al agua a mitad del cruce. Docenas de hombres y mujeres fueron derribados casi al mismo tiempo, al tiempo que soltaban sus armas para sujetar sus pies. Los que iban detrás de ellos tropezaron con sus compañeros, generando aún más caos y confusión.

Era la oportunidad perfecta, y el enemigo la aprovechó. Los arqueros lanzaron ráfaga tras ráfaga contra la masa de hombres y mujeres confundidos y heridos, y por cada tres lanzadas, al menos dos mataban a alguien.

"Rayos" masculló una voz detrás de Sigorn.

"Maldición" se quejó otra.

"¡Arrodillados de mierda!" rugió una tercera.

Los gritos se escucharon en los vados, y una voz rugió con rabia, y por fin los soldados atrapados en los vados parecieron recuperar un cierto orden, porque se alinearon entre sí, formando un muro de escudos para protegerse de las flechas, que empezaron a causar cada vez menos bajas. El muro de escudos avanzó lentamente pero con constancia.

Por un instante Sigorn se atrevió a albergar esperanza: a pesar de la sorpresa, aun había más de doscientos guerreros de la primera fuerza en pie, y Helmat aún tenía setecientos más con ella. Si se protegían con sus escudos y se mantenían unidos hasta que lograran entrar en contacto con las líneas enemigas, tendrían una oportunidad.

"Envíen un mensajero a Helmat" masculló, girando ligeramente la cabeza, pero sin dejar de observar los vados "Que sus hombres…"

Un fuerte chasquido se escuchó, y de repente lo que parecía una lanza voló por el aire a una velocidad increíble, para impactar contra el muro de escudos. La fuerza fue tal que atravesó el escudo y empaló a su portador, así como a otras tres personas. La respiración de Sigorn se atoró en su garganta cuando dos proyectiles más impactaron contra el muro de escudos por el otro extremo, empalando más soldados y abriendo brechas en el muro.

"¡Los bosques!" gritó la voz de Bargon, y cuando Sigorn dirigió su mirada hacia ellos vio unos artefactos extraños en sus lindes, a pocos pasos de la ribera del río: eran casi tan altos como un hombre, y en la parte superior estaba lo que parecía un arco inmenso colocado en posición horizontal. Los contempló en el instante justo para ver como uno de estos lanzaba uno de esos proyectiles inmensos, impactando en el muro de escudos y matando a dos guerreros más.

Las brechas abiertas fueron aprovechadas por los arqueros en los terraplenes, que lanzaron más y más flechas, derribando a más soldados, que cayeron a los vados muertos o heridos. Unos pocos cayeron al río, y fueron arrastrados con rapidez por las corrientes, antes de perderse bajo las aguas.

Sigorn no lo reconocería, pero esas armas desconocidas le causaban temor. Debía ser mucho peor para los guerreros en los vados: a diferencia de Sigorn, ellos si estaban al alcance de esas armas.

"¡Atrás! ¡Atrás!" gritaron una serie de voces entre la maraña de seres vivos y muertos, y el muro de escudos se desmoronó cuando todos los que aun podían retrocedieron, pisoteando a los muertos y las aguas por igual. Más flechas y proyectiles los golpearon por la espalda, derribando a más guerreros. Otros más cayeron con heridas en los pies, solo para ser pisoteados por sus compañeros en total desbandada.

Fue entonces que la voz de Helmat cortó el aire, y Sigorn vio como la mujer se movía hacia adelante con rapidez, seguida por los setecientos guerreros con ella. Una ínfima esperanza se hizo presente en el pecho de Sigorn: si Helmat lograba devolver el espíritu de lucha a los hombres en pánico, podrían aun ser capaces de…..

Un destello surcó el aire, y Sigorn vio como una docena de flechas de fuego eran disparadas desde los tres veces malditos terraplenes. Pero no fueron hacia el Pueblo Libre, sino hacia la ribera oriental del río. En cuanto tocaron tierra encendieron una serie de llamas de la nada. Las llamas corrieron una rápida carrera, trazando un medio círculo desde un extremo de los vados hasta el otro, quemando a una docena de personas en su camino….. y atrapando a una parte de los guerreros del Pueblo Libre que huían entre ellas y los vados.

Sigorn apretó los dientes para evitar el nudo de rabia que quería escapar en forma de grito por su boca.

"¡Tenemos que ayudarlos!" dijo Wollire. La mujer de las lanzas era uno de los caudillos menores bajo el mando de Sigorn.

"¡No!" exclamó Sigorn, extendiendo un brazo a modo de barrera, por si alguien pensaba en lanzarse al frente "Solo causaremos más caos si nos entrometemos ahora" dijo entre dientes, sintiendo la amargura de las palabras, pero consciente de que eran verdaderas.

Los hombres atrapados tras las llamas sabían a la perfección que estaban atrapados; algunos se lanzaron al río para tratar de nadar, pero pocos lograron combatir contra la corriente lo suficientes para volver a la ribera lejos de las llamas; los demás fueron abatidos por flechas enemigas o se ahogaron. Otros se lanzaron contra las llamas, cayendo al otro lado entre gritos mientras intentaban apagar los fuegos que se aferraron a sus ropas, armas, cabellos o piel. Los que no se atrevieron a intentar huir a través del fuego o el agua quedaron atrapados y fueron masacrados por los arqueros.

Helmat se acercó con los setecientos guerreros al muro de fuego, pero para tranquilidad de Sigorn no intentó cruzarlo; se limitó a tomar a los heridos y emprender el camino de vuelta. Detrás de ella, en el fondo del río, en su ribera o en los vados que había en él, quedaban muchos muertos.

Poco después, con los heridos siendo tratados al pie de la loma, Helmat subió por ella. Al llegar ante el hijo de Styr, le dirigió una mirada que hablaba a gritos: increpándolo, juzgándolo…. y culpándolo. Sigorn se habría defendido…. Pero sabía que no tenía defensa alguna.

Solo había una cosa que se podía decir en esos momentos.

"Retírense"

Bien, eso es todo por ahora. Qué final eh. No lo vieron venir ¿verdad?

De acuerdo, quiero sus comentarios, con críticas, sugerencias, opiniones y más. ¿Qué tal quedó el primer punto de vista de un antagonista de la historia? ¿Y el relato de la derrota en los vados? ¿Realista o absurdo? ¿Muy escaso el detalle o muy exagerado? Cualquier cosa que quieran decirme es bienvenida.

Quizás ustedes dirán que después de tan pocas pérdidas, es imposible que hayan sido derrotados y forzados a retirarse, pero hay un aspecto muy importante a tener en cuenta: la moral. La derrota destruye la moral, y un ejército sin moral ya está vencido. Eso fue lo que pasó con los norteños tras la Boda Roja, tanto en la serie como en los libros: con Robb Stark (el Joven Lobo, invicto en el campo de batalla) muerto ¿quién podría liderarlos? La respuesta (en ese momento): nadie.

Bien, pasemos a otros temas. Como seguramente ya saben, en estos momentos gran parte del mundo se encuentra paralizado en mayor o menor medida por el coronavirus, o Covid-19. No se expresar en palabras la gravedad de la situación en estos momentos, que ya se ha cobrado decenas de miles de vidas. No puedo más que suplicarles que sean cuidadosos al respecto para no sumarse a los desdichados que ya perdieron la vida: tomen las debidas precauciones y cuídense, por favor. Vida tenemos una sola, y debemos cuidarla.

Bien, trataré de actualizar en una semana, pero como siempre, no prometo nada.

Saludos y que estén bien (sobre todo de salud. Y que sigan así).