Bien, primero lo primero. Hola a quienquiera que lea esto.
Quiero agradecer de todo corazón a jean d'arc, Xechu. S, Kirito 720, miguel , enderson. Vazquez, coki 13566, javi 30, Meera, Luna, Trinity seven y Outcome 5 por sus reviews. En estos días, con las cuarentenas a pleno, la posibilidad de charlar con alguien es una verdadera bendición. Y hablando de sus reviews:
Jean d'arc: estoy completamente de acuerdo en la primera parte de tu review. Lo de los libros, los diferentes puntos de vista que nos dan una visión más amplia de la situación, todo. Era casi como leer mi propia mente (lo cual es impresionante). En cuanto al segundo párrafo, puedo entenderte, pero, para ser sincero, yo no puedo sentir empatía por Cersei (para explicarte bien las razones de esto, el mensaje sería más largo que el capítulo jajaj) ni en su caminata de la deshonra. Pero reconozco que, en la última temporada, me gustó mucho como ella era la única que no ocultaba su verdadera naturaleza ni se ocultaba en falsos ideales de justicia y libertad. Presentía que esa sería tu respuesta: todo está tan enredado, que está un poco difícil decidir qué es lo primordial. Bien, eso es todo. Un abrazo grande.
Xechu. S: Lo dijiste muy bien, la guerra y las relaciones se complementan, espero que de manera satisfactoria y coherente. Las tácticas de los tercios serían soberbias, pero asunto del Último no tanto; el río es la única fuente de agua dulce, y además, no olvides que Sigorn y su ejército también necesitan agua dulce para subsistir, y dados sus números superiores, necesitan mucha más que los Bolton. Es más probable que el envenenar el río (lo que de hecho es mucho más difícil de lo que parece) sea contraproducente para el Pueblo Libre que para los Bolton. Igual, gracias por las ideas. Un saludo.
Kirito 720: es un gusto saber que sigues por aquí, y no te preocupes si no podes dejar un review de vez en tanto. Yo sé bien de las ocupaciones de la vida y el tiempo que quitan. Y aquí verás mucho más de Sigorn, que, concuerdo con vos, no es perfecto, pero puede saber arreglar la situación. En cuanto a la hija de Jon e Ygritte, si, es hermoso su nombre. Ygritte fue muy sabia al no mandar la información, y en cuanto a ella y Catelyn, te juro que no aguanto loas ganas de escribir más de ellas. Es bueno saber que Jon también gusta, y sí, no pude resistirme a hacerlo más inteligente que en la última temporada de la serie. Eres el primero en comentar el detalle de Jon sin arrodillarse en el bosque de dioses, y te agradezco por ello; Jon ya es un hombre libre en todo sentido, y arrodillarse no es lo suyo. Haces bien en no dar nada la guerra por ganada: mientras Roose y Ramsay vivan, son un peligro, sin importar la situación actual. Te agradezco tu respuesta a mi cuestionario, y me alegra confirmar que los dos temas principales no se opacan entre sí. Por supuesto que seguiré por el buen camino, y espero estés aquí para verlo. Un abrazo grande.
Miguel Giuliano. Co: me alegro que te gustara el capítulo. Tú quieres ver la batalla, y yo quiero publicarla, lo juro. Gracias por la respuesta al cuestionario. Y en cuanto a lo otro, aún falta lo suyo para que aparezca la Madre de Dragones, pero llegará con el tiempo. Los dragones no parecen ser buenos compartiendo, en eso concuerdo contigo. En fin, que estén bien y nos vemos.
Enderson vazquez: gracias por responder. La honestidad es todo lo que pido. En estos capítulos, se verá lo suficiente de la guerra para dejarte satisfecho, no temas. Bueno, nos vemos y cuídate.
Coki 13566: mmmmmm… buen razonamiento, no lo había pensado así, pero tienes un punto. Jon tiene una posición muy céntrica en mi historia (bueno….. la historia se llama El Lobo Blanco, supongo que era obvio desde el principio). Bueno, volviendo de mis divagaciones, concuerdo contigo con lo de Cersei: Michael Bay parece un pacifista junto a Cersei.
Javi 30: gracias por la sinceridad en cuanto al cuestionario. Estamos en el mismo lugar en cuanto a la simpatía por Kevan. Es uno de los motivos por los que lo uso para mantener una ventana abierta hacia el Sur. Aquí verás la respuesta de Sigorn. Te mando los mejores deseos y bendiciones, y te agradezco mucho por los tuyos.
Meera 7: es muy bueno saber de ti una vez más. Si, estos capítulos son de acción pero también de transición (yo soy de hacer largas transiciones, no sé si lo has notado). El punto de vista de Jon era como para dar más profundidad al Pueblo Libre, y algunos detalles a sus caudillos, pero que bueno que te gustó. Y qué bueno que mantengas la fe en Sigorn. Te hago una breve síntesis de lo de los Umber (Hother y Mors son hermanos. El primero está con Jon y el segundo con Roose Bolton. Son los únicos miembros de la Casa Umber activos en la lucha en estos momentos). Me alegra traer satisfacción a alguien, y ojala quedes igual de satisfecha con este capítulo. Como he escrito a otros, te agradezco por responder el cuestionario, y sobre todo por hacerlo con sinceridad. Un saludo.
Luna: sabía que alguien me daría con un caño en algún momento, pero me alegra que seas tú jajajaj. Y sí, no hay pimientos rojos por ahora (los estoy juntando de a poco. Cuando los suelte, tú y los demás se van a quemar hasta las zapatillas jajajaj). No pude resistirme a dar un pequeño pantallazo de la caminata de Cersei. Era demasiado tentador para dejarlo de lado. Sí, el Norte está lejos de estar tranquilo. Espero que tú estés mejor que él. Un abrazo y un saludo.
Trinity Seven: si…pero más no significa mejor, y además esas espadas no fueron para los Stark, si no para los Lannister. Y no es por atacarte ni nada, pero bajo esa filosofía podrían también fundir a Fuegoscuro para hacer una serie de dagas. ¡No te enojes, solo es un comentario! Gracias por tus palabras, y espero volver a saber pronto de ti.
Outcome 5: mira, yo reconozco que Reed tiene algo que ver con un secreto en torno a Jon. Y no me enoja que hables de desarrollar un nuevo lado de Jon, pero igual que tú insistes en eso yo insisto en que NO ES SEGURO que Jon sea medio Targaryen. Eso se verá cuando llegue el momento. Y además, no es como si Jon fuera el primer rey de la historia que tuvo más de una mujer. No necesita tener sangre Targaryen para hacerlo (lo explicaré a su debido tiempo). Bueno, más allá de todo, muchas gracias por el review. Nos leemos pronto. Un saludo.
*También quiero agradecer a los que siguen la historia, la tienen entre sus favoritos o simplemente la leen. Anímense a dejar un review, así sé con exactitud qué opinan de ella.
-Bien, ya he hablado mucho. Vamos a lo que los trajo hasta aquí-
Disclaimer: todo lo que puedan reconocer pertenece a G.R.R. Martín. Yo solo lo uso para entretenerme y tratar de entretener a otros.
Sigorn
Con las primeras luces del amanecer dos jinetes en sus más rápidos caballos partieron por el mismo camino por el que habían llegado, con órdenes de volver a Bastión Kar y pedir a Alys que enviara un mensaje para el Rey, informando de su situación. Sigorn los observó irse con un sabor amargo en la boca, pero no pronunció palabra.
En cuanto los jinetes se perdieron de vista Sigorn se encaminó al interior del campamento, en busca de Helmat. La encontró junto con un grupo de mujeres de las lanzas, trabajando en un refuerzo para los calzados de piel. Era un esfuerzo destinado a reducir el daño causado por las trampas ocultas en las aguas de los vados. Al verse ambos se saludaron con gestos bruscos y cortos.
"¿Los has enviado?" preguntó Sigorn, al tiempo que se paraba frente a la mujer.
"Cómo ordenaste: dos grupos de cinco jinetes, uno hacia el sur y otro al norte, siguiendo la orilla del río" informó Helmat "También he estado hablando con algunos ancianos que vivieron junto al Agualechosa y al Asta, y me han contado algo interesante: durante las grandes crecidas de los ríos, cuando la nieve derretida los saca de sus cauces y todos los vados se vuelven intransitables, hay a pesar de todo una forma de cruzarlos"
Sigorn había escuchado al respecto "Sogas ¿no?" preguntó.
Helmat asintió "Usan árboles viejos y firmes, con las raíces muy enterradas, y atan sogas gruesas reforzadas con tendones desde uno hasta el otro. De esa manera pueden cruzar sobre la corriente" explicó.
"Dudo que sea tan sencillo como lo dices" murmuró Sigorn con escepticismo. Presentía que había algo más.
"Sí" reconoció Helmat con un suspiro "La única forma en que esas cuerdas pueden ser aseguradas es si alguien cruza el río a nado. Debe cruzar con la menor cantidad de peso posible, para no arriesgarse a ser hundido por la corriente. A menudo el elegido debe cruzar desnudo" describió la hija de Halleck.
"Y estar en el agua helada por tanto tiempo, sin pieles u otra protección, es una sentencia de muerte casi segura" completó Sigorn. Conocía bien el peligro que representaba el frío, como cualquier persona nacida al norte del Muro. El calor era un tesoro preciado en las tierras heladas más allá de Muro, y perderlo significaba perder la vida.
Quizás en las tierras en que se encontraban en ese momento el clima no fuera tan abrumador, pero aun así, la supervivencia al frío en una situación como la que planteaba Helmat era una cuestión de voluntad tanto como de preparación.
"Esperemos que los exploradores encuentren algo" dijo Helmat. Sigorn solo asintió en acuerdo.
Pero las mínimas esperanzas que Sigorn albergaba murieron poco después del mediodía, cuando el grupo de exploración que habían enviado a recorrer la orilla sur del río volvió con noticias funestas: no había nada, ni pasos, ni vados que pudieran usar para cruzar el río. Sus homónimos habían llegado poco antes y habían informado lo mismo en cuanto a las orillas hacia el norte, hasta más allá de una legua completa de distancia. El Último era una barrera natural, ancha, profunda e impasable sin los vados. Lo único que esta barrera no había detenido era el crecimiento de una serie de bosquecillos que flanqueaban el río en numerosas zonas.
"Tenemos que hacer algo, antes de perder cualquier control sobre el ejército" afirmó Helmat en cuanto estuvieron lo suficientemente apartados de los demás "Tenemos que intentar lo de las sogas" Helmat debió ver el conflicto en el rostro de Sigorn, porqué se cruzó de brazos "No hay opción. El tiempo está en nuestra contra, Sigorn. Si tienes una mejor idea…..habla: te escucho" lo alentó con un gesto de la mano.
Sigorn no dijo nada: todas las otras posibilidades que se le ocurrían llevarían demasiado tiempo, y eso era algo que no tenían. Ya había perdido un día completo. Debían avanzar pronto. Pero… "Te das cuenta de que, si hacemos lo que propones, tendremos que buscar personas dispuestas a tratar de cruzar un río muy amplio con pocas o ninguna posibilidad de sobrevivir ¿verdad?" el Pueblo Libre era valiente, y muchos morirían con gusto por la victoria. Pero una cosa era morir en batalla, y otra muy diferente morir ahogado o de frío. Había poca gloria o reconocimiento en morir ahogado o congelado.
"Lo sé" reconoció Helmat.
"Bien….. vamos a reunirlos" dijo Sigorn, al tiempo que giraba y empezaba a caminar. Detrás de él, escuchó los pasos de Helmat siguiéndolo.
Por medio de gritos y unos pocos insultos no tardaron en estar rodeados por buena parte del ejército, que observaba con las cabezas alzadas a sus dos líderes, parados sobre un grueso tocón, tan grande que los dos cabían perfectamente sobre él.
"Tenemos un plan para derrotar a esos malditos arrodillados de los vados" empezó Sigorn, pero antes de seguir fue interrumpido.
"El último plan fue un desastre. Nos derrotaron y mataron a nuestros amigos" una voz gritó entre la multitud de miradas hoscas y alicaídas.
"Este será diferente" declaró Sigorn en esta ocasión, aunque solo era una esperanza, no una verdadera certeza.
"¿Quién lo dice? ¿Tú?" espetó una mujer de las lanzas anciana con una espada de acero en la cadera.
"No" dijo Helmat, mirando a la mujer con el ceño fruncido "Lo decimos los dos. Esto funcionará; confiad en nosotros" aseguró la mujer.
"¿Por qué? Ninguno de vosotros es el Lobo Blanco" restalló otra voz, y de inmediato una docena de personas más se hicieron eco de sus palabras.
"¡El Lobo Blanco no puede ser derrotado!"
"¡Necesitamos al Lobo Blanco aquí!"
"¡ESCUCHEN!" rugió Sigorn, alzando ambos brazos a la vez "Tenéis razón, todos vosotros, al desear que el Lobo Blanco esté aquí. Con él la victoria sería nuestra. Y tenéis razón en confiar en él: yo también lo hago. Y es porque confío en él que sé, que si no está aquí es porque es lo correcto. Pero nosotros estamos aquí" Sigorn se detuvo un momento para respirar antes de seguir "Si nos envió aquí fue porque confiaba en nosotros, en todos nosotros, de lo contrario nos habría dejado con los niños y los viejos en el campamento" unas pocas risas se escucharon "El Lobo Blanco confió en nosotros, confió en que haríamos lo necesario para ganar, y no voy a decepcionarlo" aseguró Sigorn "Mañana pondremos en marcha nuestro plan, y yo personalmente estaré al frente. Si tenemos éxito, la victoria será nuestra" prometió. El plan era sencillo, pero era el mejor que tenían.
"¡¿Y si falláis?" gritó una voz masculina entre la multitud.
"Si eso pasa yo moriré" declaró Sigorn, sin titubear "El Lobo Blanco me confió este ejército, y ya le fallé una vez. No le fallaré dos" el hijo de Styr era un hombre orgulloso, pero nunca ingrato. Prefería la muerte antes que la vergüenza de volver ante su padre y el Rey y decirle a uno que había sido derrotado, y al otro que había pagado su confianza con un fracaso.
"Sigorn tiene razón" saltó en ese momento Helmat, moviéndose para estar codo a codo con el hijo de Styr "Algunos de ustedes tienen dudas sobre nosotros, y no importa que las tengan. No somos arrodillados, después de todo. ¡Somos hombres y mujeres libres, del primero hasta el último de nosotros!" exclamó ganando muchos rugidos de acuerdo "Pero aunque duden de nosotros, no duden del Lobo Blanco" pidió la mujer.
"Después de todo ¿dónde estaríamos sin él?" Helmat no obtuvo una respuesta, pero no hacía falta. Todos sabían que lo más probable era que hubieran muerto al norte del Muro. Sin el Rey…. Sigorn se estremeció al pensar en cuántos que aún vivían estarían muertos "Estamos en deuda con él" sentenció.
A juzgar por los rostros de la mayoría del Pueblo Libre, sus pensamientos estaban en el mismo lugar que Sigorn.
"Tenemos una deuda con él, todos nosotros" dijo Sigorn, haciéndose eco de las palabras de su segunda al mando "Por salvarnos….por salvar a nuestras familias….por salvar al Pueblo Libre" habló, en medio de un silencio sepulcral "Obtengamos la victoria…... ¡Por el Lobo Blanco!" gritó, al tiempo que elevaba un puño al cielo.
"¡Por el Lobo Blanco!" gritó un anciano de barba canosa, junto a una docena más.
"¡Por el Lobo Blanco!" gritó un pies de cuerno, alzando una lanza de hueso, imitado por un centenar más.
"¡Por el Lobo Blanco!¡Por el Lobo Blanco!¡Por el Lobo Blanco!" rugieron cada vez más y más voces. Hombres y mujeres, jóvenes y viejos, todos por igual unidos en la lealtad y gratitud hacia el hombre que había hecho más por el Pueblo Libre que nadie en toda su historia.
Helmat
"Bueno, tenemos el plan, y no hay disensión, al menos por el momento" comentó Sigorn, mirando a Helmat con ojos aliviados "Ahora debemos aclarar los últimos detalles del ataque"
"Sí. Tu estarás al mando del ataque principal; yo comandaré el ataque por el flanco" se impuso Helmat, sin dudar. Tanto ella como Sigorn habían ganado tiempo y apoyo apelando a la figura del Lobo Blanco, pero si querían ganar la confianza de todos en su propio liderazgo, debían tomar una parte activa en la batalla.
"Cómo quieras" concedió Sigorn "¿Cuántos guerreros te llevaras contigo?" inquirió.
"Pocos" dijo Helmat "No más de un centenar" sería más fácil ocultar una pequeña fuerza, y además, no valía la pena arriesgar el sigilo y la sorpresa "Llevaré personas fuertes, que sean buenos nadadores y que en lo posible sean también buenos rastreadores. No podemos arriesgarnos a que nos vean antes del ataque"
"No, no podemos" concordó Sigorn
"Iré hacia el sur antes de tratar de cruzar. Si algo pasa y alguien se ahoga, al menos no habrá un cadáver flotando en el río para advertir a los Bolton de que tratamos de cruzar el río en otro punto" después de todo, un cadáver flotando en el río cuando no había batalla era algo que llamaba la atención. Sigorn solo se limitó a asentir.
"Atacaremos al amanecer" comandó Sigorn "Tendrás tiempo de acercarte a ellos para ese momento ¿verdad?" preguntó.
"Sí. Al amanecer será" concordó Helmat "Cuándo aun estén saliendo de su sueño; si los retrasa unos pocos momentos, será suficiente. Si logramos colarnos en su campamento, venceremos"
El tiempo pasó con rapidez. Helmat solo recordaba poco más: seleccionar al centenar de guerreros que irían con ella, aprovisionarse de sogas gruesas y resistentes, despedirse con un gesto de Sigorn y del joven Bargon Flint, y partir acompañada por Crymea y los demás.
Lo primero que hizo fue alejarse del campamento hacia el este, antes de virar al sur y seguir el curso del río, durante lo que parecieron horas. Fue solo cuando la noche hubo descendido del todo que Helmat volvió a acercarse al río, trayendo con ella al centenar de guerreros que había seleccionado, para ocultarlos en un bosquecillo de álamos y centinelas, apretados en menos de medio acre de terreno. Para ese momento Helmat ya había terminado de explicar el plan a todos, incluyendo la parte más peligrosa: la que estaba a punto de empezar.
"Traigan las sogas" dijo Helmat en cuanto hubiera recuperado el aliento, con un gesto de la mano "Entonces ¿quién lo hará?" inquirió, mirando hacia la multitud de hombres y mujeres a su alrededor, recostados contra los troncos y sentados en el suelo, recuperando el aliento como ella.
Muchas miradas fueron intercambiadas, tanto entre los guerreros como hacia las grandes pilas de sogas enrolladas en el piso, en medio de todos ellos. Todos sabían cuál era el riesgo para los que lo hicieran, no solo durante el cruce del río, sino también después de él.
"Yo lo haré" dijo una voz grave, y un hombre surgió entre la multitud. Era esbelto, con grandes cejas y aún más grandes entradas en su cabello besado por el fuego, que empezaba a tornarse gris.
"Muy bien" murmuró Helmat con gratitud "¿Alguien más?" inquirió. Entre más cuerdas fueran atadas al otro lado, más probabilidades habría de éxito. Y más rápido cruzarían.
El silencio se extendió, roto solo por las aguas del río a sus espaldas y los susurros de las hojas de los árboles contra el viento, junto con algún chapoteo cuando un pez saltaba de las aguas solo para ser engullido por ellas un instante más tarde.
Helmat abrió la boca, pero una voz la interrumpió.
"Yo también cruzare el río, y ataré la cuerda al otro lado" gruñó una voz femenina, y un momento más tarde una mujer de las lanzas se adelantó a los demás.
Helmat la observó con cuidado. Tenía fácilmente el doble de su edad, pero aún era muy hermosa: de pómulos altos, dientes rectos y figura esbelta. Lo único que arruinaba su belleza era la hinchazón de sus ojos verdes, que estaban inyectados en sangre, y la expresión de total abatimiento en su rostro.
"¿Crees que puedas hacerlo?" preguntó Helmat. No quería parecer dudosa de una persona que se presentó voluntaria para tan peligrosa tarea, pero la mujer ante ella parecía….frágil.
"Crecí en una aldea en el Bosque Encantado, en medio de dos lagos. Aprendí a nadar antes que a caminar" comentó la mujer "Estaré bien" aseguró.
"Como quieras" respondió Helmat tras un momento de silencio.
Helmat, así como Crymea y una docena más, acompañaron a los dos voluntarios hasta la orilla del río, donde ambos empezaron a quitarse de encima armas y ropas. El hombre, bien fuera por tener una pica de pudor o por simple gusto, no se quitó los pantalones. La mujer no tuvo la menor contemplación a la hora de dejar expuestos sus senos ligeramente caídos, sus piernas largas y el pequeño rizo de cabello entre sus piernas. Sin palabras, ambos tomaron una cuerda y ataron uno de los extremos con firmeza alrededor de sus cinturas.
"Recuerden, tiren de la soga una sola vez cuando hayan asegurado el otro extremo. Y si sienten que no pueden más, o que están por ahogarse, tiren dos veces de la soga. Los sacaremos del río" instruyo Helmat. Ambos solo asintieron en silencio antes de girar y empezar a caminar, dejado un rastro de huellas en el lodo junto al río, a medida que se sumergían poco a poco en las aguas hasta que estas les llegaron a la cintura, momento en el que ambos se separaron del suelo y empezaron a nadar en dirección a la otra orilla.
Helmat esperó, con el corazón latiendo nervioso contra sus costillas. A su lado, las sogas eran estiradas poco a poco, a medida que sus extremos eran alejados más y más entre sí. A lo lejos se podía distinguir ocasionalmente una visión de un cuerpo que cruzaba las aguas, aunque la oscuridad de la noche y las furiosas corrientes del río lo hacían muy difícil.
"Vamos, ustedes pueden" una voz susurró, y Helmat vio de reojo que era Crymea quién hablaba, con el ceño fruncido y los ojos enfocados en el frente. Los demás también estaban enfocados en el río, aunque eligieron mantenerse en silencio.
Por fin, tras un tiempo que a Helmat le pareció eterno, las cuerdas dejaron de ser estiradas. La hija de Halleck entrecerró los ojos y aunque fue fugaz, alcanzó a ver como dos siluetas oscuras se recortaban contra el bosque antes de desaparecer. No pudo evitar soltar un pequeño suspiro para expresar su alivio, que solo se hizo más grande cuando la soga se estiró más y un solo tirón provino del otro extremo de la misma.
"Llama a los demás, Crymea. Llegó el momento de cruzar" dijo Helmat, y vio partir a la muchacha con premura "Aseguren el otro extremo de las sogas a los árboles más fuertes que puedan alcanzar" ordenó, y quedó sola unos momentos después, cuando todos se llevaron las sogas, que no tardaron en ser tensadas del todo, quedando colgadas a dos pies del aire, y separadas por un espacio similar entre sí.
Cuando finalmente volvió Crymea, acompañada por el resto de su pequeña fuerza, Helmat ya había asegurado su escudo y espada con firmeza a su cuerpo, y había cogido la capa de lana con retazos desiguales de piel de la mujer voluntaria.
"Bien, llegó el momento" dijo, al tiempo que enrollaba la capa y la colocaba en su espalda, asegurada con la misma correa de la que se sostenía su escudo "Aljon, Terhel" dijo, señalando a los dos muchachos imberbes, con apenas una pelusa en los rostros pecosos y sonrosados "Ustedes no cruzarán el río" dijo, y de inmediato vio como el alivio bañaba los rostros de ambos "Cuando los demás hayamos cruzado, soltaremos las sogas de nuestro lado. Ustedes las recogerán y las esconderán lejos de aquí" Helmat no era tan tonta como para dejar una prueba tan flagrante de su cruce del Último detrás de ella "¿Entendido?"
"Sí" "Entendido" respondieron los dos jóvenes.
"Yo iré primero, y detrás de mí irán los arqueros" comandó Helmat "Montaremos guardia en caso de que haya alguien cerca. Los demás vendrán detrás de nosotros. Otra cosa: repartan entre ustedes las posesiones de los dos que ya cruzaron; se las devolveremos cuando hayamos cruzado. ¿Alguna duda?" preguntó.
"Yo tengo una" se adelantó Elgryn, un hombre con muchos agujeros en su dentadura y una barba poblada de color castaño "¿Debemos cruzar todos juntos, o pocos a la vez?" inquirió.
"Pocos a la vez, Elgryn" respondió Helmat "Esperen un poco, den tiempo para que el que pasó antes avance un buen trecho antes de seguirlo" las cuerdas eran gruesas y parecían resistentes, pero Helmat prefería no poner a prueba su resistencia "¿Alguien más quiere preguntar algo?" preguntó. Cuando nadie lo hizo asintió una sola vez "Bien. Los veré al otro lado. Sean rápidos pero cuidadosos, y más que nada: silenciosos" les aconsejó, antes de acercarse a la soga de la derecha y colocarse debajo de ella, antes de envolver sus manos alrededor de ella y cruzar las piernas sobre ella. De reojo vio como un hombre con un arco y un carcaj de flechas en la espalda la imitaba y empezaba a arrastrarse por la otra soga.
Helmat nunca había hecho algo como cruzar una distancia tan grande sostenida de una soga. Había pensado que sería sencillo hacerlo, después de todo solo se trataba de mantener las piernas juntas para tener un agarre seguro y apoyarse en sus manos para avanzar. Había estado muy equivocada.
Sus piernas no tardaron en cansarse de mantenerse en la misma posición rígida, y sus brazos dolían por el esfuerzo de sostener todo su peso, así como el de sus armas y ropas. Cada movimiento que hacía para avanzar parecía diminuto, y el material de la soga le permitía aferrarse con facilidad, pero también irritaba sus manos. Y lo peor de todo era el sonido: los jadeos escapaban de su boca, inevitables. Y eran acompañados en la melodía por el sonido de la corriente debajo de ella: incansable, ineludible e imperturbable. Helmat no se atrevió a mirar hacia abajo, temerosa de las aguas que se abrirían para ella y la llevarían al fondo del río si caía en su letal abrazo.
En cuanto sintió como un peso nuevo alteraba la soga, Helmat supo que la persona detrás de ella ya había empezado su cruce. Eso solo la incentivó a seguir adelante, mientras intentaba ignorar como el sudor empezaba a humedecer su frente y sus mejillas, antes de descender por su rostro hasta su cuello y nuca.
Poco a poco, jadeo tras jadeo, mano tras mano, Helmat avanzó, sin apartar la vista del cielo nublado sobre ella, el cual se abrió ocasionalmente para permitirle ver como una estrella solitaria la miraba, antes de esconderse de nuevo tras el manto de nubes.
El sudor ya había cubierto todo su rostro y se acumulaba de manera muy incómoda en su nuca, antes de caer goteando sobre el cuello de su ropa; sus piernas ya habían perdido casi toda su sensibilidad, y Helmat dudaba que pudiera separarlas con facilidad. Sintió como la soga se hundía un poco más, pero estaba demasiado concentrada en seguir moviéndose para dedicar un pensamiento al hecho de que ya eran tres personas las que colgaban de la soga.
Las fuerzas de Helmat empezaban a flaquear cuando escuchó una voz "Vamos, ya casi llegas. Vamos" decía, y fue todo el aliento que Helmat necesitaba para forzarse a avanzar más rápido, hasta que sintió como un par de manos la tomaban por la espalda "Llegaste, llegaste" dijo la voz, y Helmat notó que era la mujer desnuda quién la sostenía.
Con un cierto esfuerzo Helmat se soltó de la soga, evitando golpear contra el suelo gracias a la ayuda de la otra mujer. La hija de Halleck suspiró con alivio; lo había logrado.
"Gracias" dijo, notando que se encontraban en la orilla del río, tan cerca que el agua lamía sus botas, así como los pies desnudos de la mujer.
"De nada" murmuró, su cabello moviéndose sobre sus pechos desnudos cuando asintió.
"Eso me recuerda….." dijo Helmat, al tiempo que llevaba la mano hacia atrás y tomaba la manta enrollada de la mujer "Toma" dijo, al tiempo que extendía la mano. La mujer tomó la capa con un murmullo agradecido antes de ponérsela.
No pasó mucho hasta que el hombre detrás de Helmat llegara hasta la orilla. Entre Helmat y la otra mujer lo ayudaron a bajar, y no pasó mucho hasta que estuviera en pie. Casi al mismo tiempo, el hombre que custodiaba la otra soga recibió a una mujer de las lanzas.
La noche siguió adelante. Poco a poco, uno a uno, las fuerzas de Helmat fueron cruzando el río por medio de las sogas, para llegar al otro lado jadeantes y sudorosos. Los arqueros fueron enviados de acuerdo a sus órdenes a los árboles para montar guardia, mientras que Helmat en persona se encargaba de recibir a los demás.
Entonces, cuando ya habían cruzado sesenta y siete de ellos, Helmat escuchó un grito que la alertó de inmediato.
"¡Ah!" un fuerte chapoteo enfocó la vista de Helmat, y la de muchos otros, en el río, a tiempo de ver como una figura humana se recortaba contra sus aguas por un instante "¡Ayud…." Las aguas cortaron el grito cuando tragaron a su emisor, que fue arrastrado con la corriente, y por más que Helmat miró y miró, no vio nada más de él.
"Maldita sea" masculló Helmat entre dientes, dejando que la furia que no se expresó en sus palabras se viera en su rostro. Si ese grito había sido escuchado por alguien, cualquier esperanza de atacar con sorpresa estaba acabada. No tenían idea de lo que había en ese lado del río: no sabían si había aldeas, centinelas enemigos o cualquier otra cosa que supusiera que fueran descubiertos. Podía ser que nadie los hubiera escuchado, o que un centenar de personas lo hubieran hecho.
La caída de uno de los guerreros en el agua alteró los ánimos de los demás: los que ya había cruzado el río se alejaron en su mayoría con rostros sombríos, y los que aun debían cruzar llegaban al otro lado aferrándose con uñas y muslos clavados en la soga, temerosos de ser los siguientes en caer al río por un descuido.
Por fin, tras lo que pareció una eternidad, cruzó Crymea. En cuanto se hubo soltado de la soga se paró con rapidez, el rostro rojo por el esfuerzo.
"Fui la última. Del otro lado solo quedan Aljon y Terhel" informó entre jadeos.
"Bien" dijo Helmat, aliviada. Habían logrado cruzar el río, con solo una baja de su parte. No había sido perfecto, pero había sido mejor de lo que esperaba "Ustedes tres" dijo, señalando a un trío de soldados con escudos y hachas "suelten las sogas y arrójenlas de vuelta al río" Aljon y Terhel se encargarían del resto.
Luego de esas palabras Helmat se alejó de la orilla del río, pero su atención se vio inmediatamente atraída por un grupo de unos veinte guerreros reunidos bajo las ramas de un gran centinela, mirando en dirección al tronco. En cuánto logró abrirse paso se dio cuenta de que era lo que miraban: las dos personas que habían atado las sogas, el hombre que había cruzado solo con sus pantalones y la mujer que cruzó desnuda, estaban acurrucados contra el tronco…. Temblando.
"Mierda" dijo, bajando para estar a la misma altura que ellos y colocando una mano sobre la frente de cada uno de ellos "Están ardiendo de fiebre"
"¿E-En serio?" susurró el hombre entre temblores "N- No m-me había d-dado c-cuenta" dijo con ironía más que evidente.
Helmat chasqueó la lengua antes de pasarla con rapidez por sus labios. La condición de los dos no era ninguna sorpresa luego de su cruce del río helado en total oscuridad "¿Alguien se ofrece para quedarse aquí y cuidar de ellos?" dijo, al tiempo que se levantaba y encaraba a la multitud.
Las miradas se intercambiaron, pero pocas eran de simpatía. La mayoría de ellas eran de incomodidad. Helmat casi podía escuchar sus pensamientos: habían cruzado el río y arriesgado sus vidas para pelear, no para cuidar enfermos.
"Yo lo haré" dijo una voz, y la pequeña multitud fue partida en dos por una pareja de brazos fuertes y manos velludas, unidas a un cuerpo pequeño pero robusto.
Helmat miró al hombre que se adelantó, notando el impresionante parecido con un oso que guardaba. El cabello de la poblada cabellera y la aún más poblada barba en el tono exacto de los mechones de una bestia, las orejas sobresaliendo entre la cabellera, los ojos demasiado pequeños, la nariz demasiado grande y el aspecto peligroso.
Helmat no pudo evitar mirar de reojo a los dos guerreros enfermos, una pregunta en sus ojos. Ambos parecieron entender, porque simplemente asintieron en silencio.
"Te quedarás aquí con ellos y tratarás de mantenerlos con vida" comando al hombre con aspecto de oso "Deben mantenerse ocultos. ¿Entiendes lo que eso implica?" preguntó.
"Sí" respondió el hombre en tono seco.
Fue una respuesta demasiado escueta para el gusto de Helmat "Dime lo que debes hacer y lo que no debes hacer para mantenerte a ti y a ellos ocultos, y a ellos con vida" exigió.
"Tratar de mantenerlos calientes. No dejar que les falte agua fresca. Nada de fuego. Nada de ruido" enumeró el hombre.
"Bien. Les mandaré ayuda una vez que el ataque haya concluido y la victoria sea nuestra" prometió Helmat.
"¿Y-Y qué p-pasa s-si el a-ataque f-f-falla?" susurró una voz masculina, enferma, detrás de Helmat.
La hija de Halleck no se molestó en voltearse para responder "No esperen ninguna ayuda de mi parte si eso pasa. Estaré muerta" dijo, antes de empezar a caminar "Vamos. Es un largo camino, y tenemos que estar en posición cuando llegue el amanecer" dijo dirigiéndose a los demás, al tiempo que se ajustaba el escudo y colocaba una mano sobre el cinturón del que colgaba su espada.
Unos momento más tarde se encaminaba hacia el norte, seguida por noventa y cuatro hombres y mujeres bien armados.
Sigorn
En cuanto el cielo empezó a tornarse más claro en el este, Sigorn supo que había llegado el momento. Apenas había dormido durante la noche, preocupado por el próximo ataque. Había pasado el tiempo comprobando una y otra vez que sus armas y armadura estuvieran listas, y recorriendo el campamento, y comprobando que todos los centinelas estuvieran alertas.
Un solo cuerno sonó una única y larga vez, como el rumiar de una bestia que despierta tras un largo sueño, y poco a poco el ejército se fue despertando. Sigorn sentía la garganta cerrada: no tenía apetito. Aun así, se forzó a sentarse junto con otros a comer un desayuno escueto compuesto por galletas y pescado salado, al tiempo que entablaba una pequeña conversación con las personas más cercanas, mientras intentaba ignorar el hecho de que todo lo que comía sabía a tierra.
Por fin, se levantó y ordenó que se prepararan. Una serie de cuernos se escucharon por el campamento, con toques breves y numerosos que convocaban a todos los guerreros que no estaban heridos o de guardia a las armas. Una oleada de personas recorrió el campamento, algunas armadas y otras en busca de sus armas, unos corriendo y otros a paso más tranquilo, y unos pocos portando estandartes: un lobo huargo gris corriendo en campo de plata, una espada y un hacha de bronce cruzadas, y un sol blanco sobre fondo negro.
Una vez que hubieran formado en treinta grupos de trescientos guerreros cada uno, con los seis gigantes de los que disponían en el centro del ejército con sus mortíferos garrotes de tamaño inmenso en sus manos, Sigorn en persona se puso al frente del ejército y desenvainó la espada antes de dar media vuelta y moverse hacia el este, cruzando campos de hierbas amarillentas salpicadas de rocas y con árboles ocasionales, seguido por todo el ejército.
Cada paso se sentía demasiado lento, y aun así, no pasó mucho hasta que Sigorn se encontrara subiendo la ladera de la misma loma sobre la que había contemplado el primer fallido intento de cruzar los vados del Último. Su primera derrota.
Esta vez sería diferente. Tenía que ser diferente.
En cuanto Sigorn llegó a la cima de la loma pudo divisar el río y los vados, pero solo siguió adelante, ignorando cuando el mismo sonido de alarma sonó en los vados por segunda vez. El hijo de Styr pudo distinguir en la lejanía a los defensores empezando a formarse una vez más con rapidez, todos ellos bajo el estandarte con el repugnante hombre desollado que había empezado a odiar por motivos más personales.
En cuanto hubo bajado de la loma, Sigorn alzó la espada hacia el aire y pronunció una palabra "¡Alto!" gritó, la punta de su arma apuntando directamente al cielo. Giró y dio una larga mirada a la loma, poblada con cientos de guerreros y ocultando a miles más de su vista. Miles más se desplegaban asimismo a derecha e izquierda, inmóviles y mirando en su dirección, esperando.
Sin decir nada, Sigorn golpeó el pomo de su espada contra el escudo. En el silencio sepulcral que inundaba los oídos del thennita, que se había tragado el sonido del río y del viento que corría desde el norte, el choque de madera contra piedra resonó con la fuerza de un trueno. Sigorn golpeó de nuevo, y de nuevo, y de nuevo, marcando el ritmo.
En los primeros sonidos el hijo de Styr se encontró solo, pero luego un escudo morado y blanco fue golpeado por su portador con su propia espada, y luego un hombre del Bosque Encantado se sumó, y luego dos mujeres de las lanzas, y luego fueron más, y más, y más, hasta que todos los sonidos, incluso el de las corrientes furiosas a la espalda de Sigorn, fueron acallados por el incesante sonido de miles de armas resonando contra los escudos en sincronía. Los arqueros y otros más se sumaron a la cacofonía golpeándose el pecho con sus puños desnudos.
Boom….Boom….Boom….Boom….Boom
"¡El Lobo Blanco!" una voz gritó sobre la cacofonía "¡El Lobo Blanco!"
"¡El Lobo Blanco!" se sumó otra voz.
"¡El Lobo Blanco!¡El Lobo Blanco!¡El Lobo Blanco!¡El Lobo Blanco!" gritaron más y más voces, y Sigorn pronto se sumó a ellas.
"¡EL LOBO BLANCO!" rugió el hijo de Styr, antes de golpear una vez más u escudo con el pomo de su arma "¡EL LOBO BLANCO!"
"¡EL LOBO BLANCO!" Boom… "¡EL LOBO BLANCO!" Boom… "¡EL LOBO BLANCO!" Boom… "¡EL LOBO BLANCO!" Boom…
El mundo se llenó con el ruido de casi diez mil gargantas y el golpe de un número casi igual de grande de armas. El rugido de una bestia sedienta de sangre, y el golpeteo de su corazón latiendo con fuerza contra sus oídos…..
"¡ATAQUEEEEEN!" bramó Sigorn, su voz elevándose más de lo que nunca hubiera creído posible, al tiempo que se lanzaba a la carga, su escudo cubriendo desde su cadera hasta su oreja, su espada avanzando y retrocediendo con cada movimiento de su brazo y sus piernas dando las zancadas más largas que había dado en su vida.
Helmat
Se habían mantenido escondidos entre los bosquecillos y matorrales que había al suroeste de los vados, en absoluto silencio. Helmat misma había prometido asesinar a quien hiciera un sonido sin su permiso, y hasta el momento su amenaza había surgido efecto.
En cuanto escuchó el cuerno, supo que el ataque estaba a punto de comenzar, y por medio de señas mandó a que los demás se acercaran desde sus escondites tras los árboles y entre los arbustos.
"Dime de nuevo lo que viste, Hergyt" susurró, mirando al hombre con el rostro cubierto de cicatrices y tatuajes, formando un amasijo horrible. Lo había enviado al poco de detenerse como explorador.
"Han colocado empalizadas en el único sendero que lleva directamente a los vados, pero tiene solo tres guardias. Hay otros senderos, pero son más pequeños, y están cubiertos de maleza y rocas sueltas. Es obvio que no han sido usados en mucho tiempo" explicó Hergyt.
"Podríamos rodear por los senderos pequeños, y atacar en varios puntos a la vez…." murmuró Helmat, pensativa, hasta que escuchó el retumbar lejano de rugidos y golpes, señal inequívoca de que el ataque estaba empezando "pero no tenemos tiempo. Ve por los arqueros" instruyó Helmat a Hergyt, que se alejó arrastrándose sobre sus manos y rodillas, dejando a Helmat sola.
No mucho después llegaban los doce arqueros que habían cruzado el río con ella.
"Atacaremos por el sendero principal; esta fortificado con empalizadas guardadas por un trío de centinelas. Manténganse ocultos entre los árboles y mátenlos. Iré detrás de ustedes, junto con los otros. ¿Entendido?" preguntó la hija de Halleck, recibiendo un puñado de asentimientos y unos pocos murmullos afirmativos "Vayan" ordenó.
Observó cómo se alejaban con pasos rápidos, y tras unos momentos más hizo un gesto al resto de su pequeña fuerza para que se adelantaran. Sin palabras, Helmat se levantó y empezó a moverse entre los árboles, con todo el silencio del que fue capaz. Detrás de ella, ochenta guerreros más la imitaban, arrastrándose por los bosques. Su única guía era el sendero por el que habían partido antes los arqueros, una línea que serpenteaba entre los árboles, tierra marrón en medio de la hierba y las hojas caídas de algunos árboles. No la tocaban, pero la seguían, moviéndose a la derecha, a la izquierda, rodeando una gran roca antes de cruzar una serie de matorrales por su lado norte…
Un pajarillo trinó sobre la rama de un árbol centinela durante un momento antes de huir espantado por la presencia de los hombres de Helmat, que rodearon el árbol en su camino hacia el este. Aunque fuera absurdo de pensar en esos momentos, Helmat extrañó el sonido del pajarillo, sobre todo cuando fueron otros sonidos los que llenaron el bosque. Los gritos que se superponían unos a otros, el choque de las armas, los chasquidos de las cuerdas de los arcos….. los aullidos de agonía de los heridos.
Cuando Helmat finalmente divisó las empalizadas se sintió a partes iguales sorprendida y enfurecida….al ver como los arqueros habían logrado quitar una de las empalizadas del camino. No les había dicho que hicieran eso.
No hubo tiempo para detenerse a pensar: salió de su escondite entre los árboles y corrió hacia las empalizadas, al tiempo que hacía un gesto con la mano para que los demás la siguieran. Cruzó la línea y penetró en el campamento sin dificultad, antes de acercarse a una pareja de mujeres de las lanzas arrodilladas con los arcos tensados y cargados. En el medio de ambas se situaba un hombre con un jubón en el cual se veía el hombre desollado, tirado en el suelo con siete flechas en el cuerpo: una en la pierna, otra en el hombro, otra en el cuello y las restantes en el pecho.
"¿Qué rayos pasó?" preguntó a una de las mujeres.
"Aprovechamos una oportunidad" dijo la mujer, mirándola por un segundo antes de volver la vista al frente "No había tres centinelas. Solo uno. Este lugar me da mala espina. No hemos visto a nadie más que él" dijo, dando un pequeño golpe al cadáver.
Los sonidos de la batalla seguían escuchándose en la lejanía, cada vez más brutales. A lo lejos se podía distinguir la cima de los terraplenes flanqueando los vados.
No había tiempo que perder. Helmat lanzó una breve mirada sobre su hombro y vio al resto de los guerreros que cruzaron con ella el Último "¡Vamos!" exclamó, al tiempo que empezaba a correr por el campamento, en dirección a la pelea.
Helmat solo vio borrones ante ella mientras se apresuraba; varias tiendas, un pequeño establo con media docena de corceles, un poste al cual estaba amarrado un asno, un par de barriles y cajas amontonadas…
Y la batalla. Varios guerreros del Pueblo Libre se habían abierto paso en la formación, pero la brecha se había vuelto a cerrar, evitando que cruzaran más. Desde la cima de los terraplenes los arqueros seguían disparando, y aunque no podía verlos, Helmat escuchaba a la perfección el sonido de esas armas desconocidas disparando, seguidos siempre por uno o varios gritos de dolor.
No recordaba haber corrido el último tramo del terreno. Solo recordaba que en un momento balanceó su espada con todas sus fuerzas, abriendo el cráneo de un hombre por detrás al tiempo que golpeaba al hombre a su izquierda con su escudo, sacándolo de su equilibrio y haciéndolo caer de frente, golpeando a dos más en su caída.
"¡Pueblo Libre!" gritó la hija de Halleck al seguir peleando, deteniendo un golpe de hacha con su escudo y asestando un golpe descendente con su espada, que partió una lanza y dejó a su portador con nada más que un palo largo e inofensivo. Detrás de ella, los demás también cargaron, rompiendo la formación enemiga y apoyando a los pocos guerreros del Pueblo Libre que estaban separados del grueso del ejército.
Helmat detuvo el golpe de una espada con su escudo al tiempo que enterraba su propia arma en las tripas de su atacante, que chilló de dolor mientras se desplomaba en el suelo. Por el rabillo del ojo, Helmat vio a uno de los soldados Bolton rodando por los terraplenes con lo que parecía una flecha clavada en la espalda.
La pelea pareció dudar solo un instante antes de que el muro de escudos de los Bolton se rompiera, atacado por ambos lados. Helmat observó en silencio mientras el Pueblo Libre se abalanzaba sobre la brecha cada vez más grande, primero docenas, luego cientos, y luego miles de ellos, acabando de manera absoluta con las defensas en los vados. Muchos subieron los terraplenes para acabar con los últimos arqueros en ellos, mientras otros corrían por la orilla del río. En unos momentos, cualquier resistencia fue destruida y los pocos soldados enemigos asesinados.
Fue entonces que Helmat lo vio, parado en medio de la oleada de personas que cruzaban los vados a toda velocidad. Sigorn, con el cabello revuelto, una mancha de sangre en el rostro y la espada cubierta del mismo material.
Un solo asentimiento cruzó entre ambos, antes de que Sigorn rompiera en una risa ronca a la que Helmat se sumó. Vio los cadáveres con el hombre desollado bordado en sus ropas, y su risa se hizo más alta.
Habían ganado.
¡Bien! ¡Eso es todo por ahora! ¿Qué tal quedó? ¿Realista mi manera de resolver el asunto de los vados? ¿O una locura sin pies ni cabeza? Por favor sean tan amables de dejar un review con todo lo que se les ocurra al respecto.
Mis clases se han retomado, por vía virtual, pero retomado a fin de cuentas. No quiero ser deprimente, pero esto quitara bastante tiempo para escribir la historia. Por lo menos hasta la batalla final entre los Bolton y Jon todo seguirá su ritmo habitual (un capítulo por semana), pero después…. Bien, ni yo sé. Todo se trata de como pueda equilibrar mi tiempo de estudio junto con la inspiración, que a veces abunda y otras veces escasea. Dios dirá, supongo.
Otra cosa: como siempre, les recuerdo (para amargura de algunos de ustedes, sin duda) que en estos días, con esta pandemia del Coronavirus (o Covid-19), todos debemos ser sumamente precavidos. Por favor, les suplico que no se descuiden: su salud es muy importante para ustedes, y estoy seguro de que también lo es para sus seres queridos. Así que, a cuidarse.
Como siempre, trataré de subir el siguiente capítulo en una semana, pero no prometo nada (sobre todo porque el internet en estos días no es perfecto).
Bien, no tengo más que decir. Un saludo a todos, y si Dios quiere nos leemos en una semana. Que estén bien (sobre todo de salud. Y que sigan así).
