Bien, para empezar, hola a quienquiera que lea esto.

Quiero dar muchas, pero en serio muchas gracias, a jean d'arc, Xuchu. S, JL Dragneel Storm, miguel , javi 30, coki 13566, Kirito 720 y Luna por sus reviews. Y hablando de los mismos:

Jean d'arc: como siempre, tus palabras son un verdadero regalo; sinceramente, gracias. Me alegra que te parezca una buena historia, aunque el escritor….deja bastante que desear jejej. Si a ti te agotó leer el capítulo, a mí me mató escribirlo. Debo ser mejor de lo que creía sí logro dar profundidad a personajes que hasta el momento nunca la tuvieron, o la tuvieron muy poco. En cuanto a lo otro….bien, no negaré que el Pueblo Libre reverencia a Jon, no muy diferente a como los norteños lo hacían con Robb. Y sí, puede dar cosa, pero me parece que una de las características de GOT es que hay una especie de superstición siempre presente en relación con las personas importantes (Ned Stark: el hombre más honorable. Robb Stark: el Joven Lobo invencible en el campo de batalla. Tiwyn Lannister: el hombre más despiadado), como si fueran perfectas en algún sentido. En fin…gracias como siempre, y un abrazo.

Xechu. S: hola, y gracias por el comentario sobre la estrategia. Me alegra que te parezca buena. No, a los Bolton no les gustara. Pronto verás sus reacciones, lo prometo. Aun no termino de escribir la batalla final entre los Bolton y Jon, pero estoy considerando con mucha seriedad un POV de Tormund. En cuanto al de Sansa….bien, eso será demasiado spoiler. Sorry, y nos leemos pronto. Un saludo.

JL Dragneel Storm: hay cosas lindas en mi historia, y la redención es una de ellas. Una de tus suposiciones es correcta, la otra no, pero ya lo verás tú mismo. Gracias, y un saludo.

Miguel : bien, aquí el próximo capítulo, y muchas gracias por los comentarios del anterior. Es muy bueno saber que te gustó. Y si, viste…45 capítulos. 45. Parece que fue ayer que Catelyn era capturada por los Hijos del Hierro y Jon se convertía en Rey más allá del Muro. Sinceramente, yo no soy mucho de ver teorías o foros de GOT, por varios motivos (falta de tiempo el principal de ellos), pero he escuchado de familias con particularidades, así como de huevos de dragones y dragones escondidos a lo largo de Poniente y más allá. Conocía el fic Robb Returns…. Pero nunca lo había leído, y planeaba hacerlo. Así que acabas de spoilear el fic…. Bueno, que se le va a hacer. Sí, Jon con un arma antigua sería genial, pero me siento satisfecho con darle Hermana Oscura. Eso basta…por ahora (sonrisa misteriosa). Bueno, nos vemos. Un abrazo.

Coki 13566: hola. Yo no lo habría dicho mejor; las fichas están cayendo en su lugar, y cuando llegue la hora de dar el golpe….¡ay, solo espero que la batalla merezca la espera que todos pasamos! (porque yo también sufro haciendo esperar por la lucha, no creas que no). Sabes, ahora que tocas el tema…..¡¿cómo mierda hizo el ejército del Valle para llegar a las afueras de Invernalia en la serie?! Quiero decir…..¡vamos! del Valle a Invernalia hay una distancia inmensa, el Valle no tiene una gran fuerza naval y el único camino por tierra que hay pasa por Foso Cailin (que en la cuarta temporada cae ante los Bolton, y dudo que lo dejaran sin defensa alguna después). Incluso si asumimos que lograron un desembarco exitoso por mar ¿¡cómo es que nadie vio miles y miles de hombres armados con estandartes con la luna y el halcón moviéndose desde la costa hasta cientos de leguas tierra adentro?!. Bueno, ya. Un gusto saber de ti nuevamente, y nos vemos pronto.

Kirito 720: ¡hola otra vez!¡Y gracias otra vez!¡Me da mucho gusto saber que la historia te sigue gustando! Claro que Sigorn y Helmat prometen; Jon no elegiría a cualquiera para liderar. Las reacciones de los Bolton no se harán esperar mucho más, ya verás. Una de las mejores características del Pueblo Libre es, según yo, su orgullo. Para ellos su palabra es algo muy valioso: si la dan, no lo hacen a la ligera, ni lo toman a la ligera. Bien, un abrazo y nos leemos pronto.

Luna: como siempre, gracias por tu mensaje. Es imposible leer un mensaje tuyo sin terminar con una sonrisa, lo juro. Estoy en deuda contigo, lo reconozco….. pero prefiero decir que te debo una buena comida. Aquí está el aperitivo: no te atragantes con él, espera el primer plato, y guarda espacio para el postre. Será tan dulce…. ¡Bien, dejare de hacerme el chef! un beso y ojala te guste el capítulo.

*En una nota aparte, gracias a quienes siguen la historia, la tienen entre sus favoritos o simplemente la leen. Anímense a dejar un review, así se con exactitud lo que opinan de ella.

Bien, basta de hablar. Vamos a lo que les importa.

Disclaimer: todo lo que puedan reconocer pertenece a G.R.R. Martín. Yo solo lo uso para entretenerme y tratar de entretener a otros.

Jon

Era el amanecer cuando el ejército fue despertado de su sueño por el sonido de cuernos de guerra. Los hombres y mujeres se levantaron, primero cientos, luego miles, y al final decenas de miles. Los sonidos se elevaron cuando la actividad inundó el campamento; las tiendas fueron desarmadas y enrolladas, las provisiones fueron cargadas, los animales fueron sacados de sus corrales improvisados e impuestos con sus respectivas cargas: para algunos fue un jinete, y para muchos más fueron sacos, pieles y más cargas.

Jon observó desde la cima de la muralla del Último Hogar como el campamento se puso en actividad, antes de bajar y dirigirse a paso rápido hacia el Gran Salón, escoltado por tres de sus guardias personales: Cedrik Flint, Kyura y Ulre. Cuando entró los vasallos de Umber dejaron sus comidas, se levantaron e hicieron una reverencia. El Pueblo Libre se limitó a saludarlo con gestos de las manos, gritos o asentimientos cortos con la cabeza, aunque algunos dejaron sus comidas para hacerlo.

"Podéis continuar" se limitó a decir Jon, no muy seguro de si le complacían o las muestras de respeto. Con paso firme se dirigió a la mesa, dónde ya se encontraban dos de las hijas del Gran Jon, flanqueando a Dalla y encantados con el bebé regordete que la hermana de Val llevaba en el regazo. Jon luchó para que una sonrisa no se mostrara en su rostro: el niño tenía una forma de ganar con facilidad las buenas gracias de muchas mujeres, tanto que sin duda más de un hombre solitario lo envidiaría. Pero no traía igual alegría a él: al verlo, Jon no podía evitar que sus pensamientos divagaran a su propio hijo, preguntándose si ya habría nacido, o si aún estaba resguardado en el vientre de su madre.

La comida fue rápida y ligera: pan recién salido del horno, junto con pescado frito y un huevo revuelto con cebolla, todo ello regado con cerveza mezclada con agua. La charla se limitó a unas pocas frases con Mors Umber, que se encontraba sentado a su lado y estaba visiblemente impaciente.

Cuando terminó Jon se limitó a despedirse de las hijas del Gran Jon, como correspondía a la cortesía, y de Dalla, como le dictaba su agrado por la joven madre.

Luego de eso salió del Gran Comedor, seguido por su guardia personal y por Mors Umber, Tormund Matagigantes y el resto de los guerreros. Enfrente de las puertas ya estaba esperando el resto de su guardia, uno de los cuales sostenía a su caballo por las bridas. Con un gesto de agradecimiento, Jon tomó las riendas y montó, antes de encaminarse a las puertas, concluyendo su hospedaje en el asiento ancestral de la Casa Umber.

Afuera de las murallas, el ejército ya estaba casi listo para partir, y no pasó mucho tiempo hasta que estuvieran completamente en marcha, con Jon al frente de casi cuarenta mil hombres, mujeres y gigantes que se dirigían al sur, por el Camino Real. Detrás de él quedaban los hombres destinados a proteger el castillo, junto con aquellos que no podían pelear.

"Ulre" llamó Jon en cuanto el castillo fue tragado por el horizonte detrás de él "Ve a buscar a Gavin el Mercader. Dile que quiero hablar con él" el hombre con el rostro marcado por la viruela asintió en silencio antes de girar su caballo y encaminarse hacia atrás "Rogar, ve por tu padre" ordenó, mirando en dirección al joven Burley.

No pasó mucho hasta que llegara el primero de los hombres convocados: El Burley, jefe del clan Burley, de las montañas del Norte.

"Alteza" dijo Gunthor Burley con una inclinación "Es un honor" añadió.

"¿Cómo se encuentran vuestros hombres, mi señor?" preguntó Jon.

"Se encuentran ansiosos por la lucha. Las victorias en Bosquespeso y Bastión Kar los han envalentonado" respondió Burley "Alteza, si puedo preguntaros algo…" empezó tras un momento.

"Adelante" concedió Jon.

"¿Es cierto que portáis una espada de acero valyrio?"

Jon parpadeó, ligeramente sorprendido por el sendero que tomaron las preguntas de Burley "Lo es" confirmó Jon, al tiempo que daba una palmada a la empuñadura de Hermana Oscura "Me fue entregada por un hombre de la Guardia de la Noche" amplió.

Los ojos de Burley se abrieron, sorprendidos "¡¿El Viejo Oso os entregó a Garra?!" dijo, antes de bufar y desviar la mirada al frente por un instante "Tenía la impresión de que preferiría separarse de su brazo que de la espada" comentó con la mirada pérdida.

"No es Garra a la que me refería, ni fue el Viejo Oso quién me la dio" confió Jon, al tiempo que una de sus manos soltaba las riendas del caballo y se posaba sobre la empuñadura de su espada "El Maestre del Castillo Negro fue quién me la dio" dijo, al tiempo que desenvainaba con un solo movimiento el arma.

Gunthor Burley dio una larga mirada sobre el arma antes de mirar a Jon "Es un arma magnífica, Alteza. Un arma de la que se compondrán canciones" alabó, asintiendo con la cabeza "Pero si puedo ser tan audaz…. ¿cómo es que un maestre obtuvo acero valyrio?" inquirió.

Jon meditó un momento sobre cuanto decir "La espada perteneció a un hombre que fue Lord Comandante de la Guardia, y tuvo la previsión de dejar el arma en manos del maestre antes de partir en una expedición de la que no volvió. Gané su aprecio durante mi tiempo como Hermano Negro, y me la entregó cuando volví al frente del Pueblo Libre" Jon no se atrevió a mencionar el nombre de Aemon, ni mucho menos el de su familia: aún después de tantos años los Targaryen no eran personas gratas para el Norte, y Jon no sería quién señalara que uno de ellos se encontraba en el Castillo Negro.

"¿La espada tiene un nombre?" preguntó Burley "Como el Hielo de Lord Eddard" refirió.

Jon sintió una punzada de pesar al escuchar el nombre del magnífico mandoble que había sido el orgullo de la Casa Stark por cuatro siglos, antes de ser robada por los Lannister "Si. Su nombre…" por un instante pensó en inventar uno, pero Jon no fue capaz de mentir "es Hermana Oscura" concluyó.

Jon debía admitir que no anticipó la reacción de Burley; el hombre jadeó con tanta fuerza que atrajo la atención de la guardia personal de Jon, así como de un buen número de hombres y mujeres detrás de ellos.

"¡¿Hermana Oscura?!" exclamó, o más bien chilló, con los ojos muy abiertos "Alteza….. ¿Estáis hablando en serio? ¡¿Es esa en verdad Hermana Oscura?!" preguntó, señalando la espada que Jon aun sostenía con un dedo largo y delgado.

"Lo es" confirmó Jon, alzando una vez más la espada para que Burley la examinara.

"Rey" dijo una voz detrás de él, y Jon giró la cabeza para ver a Gavin el Mercader acercarse a ellos, montado sobre un caballo color miel con las crines tan largas que casi cubrían por completo su cuello "Me llamaste" dijo, al tiempo que reducía el paso de su caballo para no adelantarse. Con esto Jon quedaba en medio de Gunthor y de Gavin.

"Así es. Bienvenido" dijo Jon "Estaba charlando con Lord Burley mientras esperaba tu llegada" añadió.

"Lo sé. Os escuché; o más bien, lo escuché a él" dijo Gavin, señalando con un gesto de la cabeza a Burley, que aún seguía enfocado en Hermana Oscura "Parece muy interesado en la espada" comentó.

"Sí. Es que la espada es famosa, y Lord Burley ha oído de su fama" explicó.

"¿Famosa?" repitió Gavin, frunciendo el ceño en confusión "¿Y porqué?" preguntó.

Jon no había esperado que fuera Burley quién respondiera. El jefe del clan norteño le dijo el nombre de la espada a Gavin, y cuando vio que el Mercader solo se encogía de hombros sin entender lo miró con una mirada en blanco. Jon intervino en ese momento, contando que la espada había sido famosa por tres siglos, y que con ella se habían realizado grandes hazañas.

"¿Cómo cuáles?" preguntó Gavin, mirando el arma mientras Jon la devolvía a su vaina.

Jon respiró hondo antes de empezar a contarle las historias que recordaba sobre Hermana Oscura. Por el rabillo del ojo notó como su Guardia Personal, sobre todo quienes eran del Pueblo Libre, escuchaban con tanta atención como Gavin, atrapados en sus relatos. Un par incluso jadearon cuando contó sobre el legendario duelo sobre el Ojo de Dioses entre dos jinetes de dragones, donde uno de ellos saltó de su montura hasta la de su rival para enterrar a Hermana Oscura profundamente en la cuenca del ojo de su enemigo.

"Es una pena que no tengas un dragón, Rey. Venceríamos a cualquiera con un dragón" dijo Gavin cuando Jon guardó silencio.

"Sí, es una pena" concordó Jon. No le molestaría tener un dragón de su lado.

Luego de eso la conversación continuó a tres puntas. Jon era el objetivo de la mayoría de las palabras de Burley y Gavin, pero ambos hombres se reconocían y ocasionalmente preguntaban algo respecto al otro: sus familias, sus hogares, las tierras donde nacieron. Jon estaba satisfecho.

La marcha prosiguió, y para cuando el sol ya había recorrido la mitad de su trayectoria en el cielo llegaron por fin al Río Último, donde el Camino Real se cortaba por el paso de las aguas, solo para volver a empezar al otro lado de éstas. Jon ordenó una breve pausa para que hombres y caballos descansaran y bebieran, antes de dar la orden de cruzar.

Jon entendió perfectamente porqué el Camino Real cruzaba el Río Último en ese punto preciso: con casi cien pies de largo de un extremo al otro y una profundidad de apenas un pie, los vados del río eran amplios y perfectamente seguros. Bajo sus pies no había nada más que fina arena del lecho del río y alguna que otra pequeña roca ocasional, pero nada que en verdad pudiera constituir un riesgo para quién lo cruzara. Como decían los hombres de Umber, incluso un niño podría cruzar el Último por su cuenta en ese punto. Incluso la corriente, pese a ser fuerte, no era un problema: los Umber habían puesto generaciones atrás grandes rocas que sobresalían de las aguas en el linde de los vados, como hileras de colmillos gigantes, de entre seis y ocho pies de alto, para asegurar aún más el cruce. Los colmillos del oriente eran para que, en el improbable caso de que alguien fuera arrastrado por la corriente, tuviera algo a lo que sujetarse. Los del occidente sin embargo, eran para reducir la fuerza de las aguas antes de que llegaran a los vados, de manera que fueran más lentas en ellos.

Sin embargo, hubo una cuestión que Jon no consideró: la impaciencia. Pese al gran tamaño de los vados, el paso era demasiado lento para algunos, más específicamente los gigantes: mientras que hombres y animales cruzaban los vados de a cientos, los gigantes pensaban que era demasiado lento. Así se lo hicieron saber Mag el Poderoso y Rog Puño de Piedra cuando lo buscaron para comunicárselo. Ambos le pidieron permiso para cruzar el río fuera de los vados, y pese a albergar un cierto recelo, Jon se los concedió, si juraban a cambio que si la corriente fuera demasiado fuerte retrocederían y esperarían su turno con los demás. Jon no quería arriesgarse a perder a nadie. En cuanto Mag y Rog hubieran prometido que así sería, Jon les concedió su permiso, y ambos se alejaron antes de soltar sendos rugidos en dirección a los suyos, que de inmediato se alejaron de los miles y miles de hombres y mujeres esperando para cruzar el Último por un tramo corriente arriba, a menos de un cuarto de legua de distancia.

Cuando Jon vio a los gigantes cruzando con sus mamuts, se sorprendió una vez más de la fuerza que poseían: pese a ser más lentos de lo usual y a que el agua los cubriera hasta la altura del pecho, cruzaban el río sin problemas, llevando a sus mamuts con ellos. Eran tantos, y se encontraban tan juntos, que incluso la corriente parecía perder parte de su impulso.

"¡Atrápenlo!" una voz lejana chilló, y Jon miró sobre su hombro a tiempo de ver como un caballo cargado con pieles y sacos de lana mohosa huía espantado de un hombre calvo, huyendo directo al río, sin mostrarse intimidado por los gigantes y mamuts. El animal se introdujo al agua y se hundió en ella, solo para que su cabeza resurgiera un momento después y empezara a nadar.

"Interesante" pensó Jon, viendo como el caballo avanzaba, hasta lograr cruzar al otro lado de la corriente de agua, donde fue atrapado por varios guerreros que cortaron su huida.

Galbart

Las primeras partidas de exploración habían vuelto, con pocas y nulas sorpresas. El primer herrero, un hombre de espalda encorvada y tuerto llamado Breng, había llegado al castillo desde una aldea a dos días de distancia y se encontraba ya forjando armas. Y los cazadores ya habían vuelto de las profundidades del Bosque de los Lobos con las primeras presas para ayudar a alimentar al ejército.

Se encontraba en su solar, esperando a que llegara su pupilo. Su pupilo….había pasado tanto tiempo desde que no había ejercido sus deberes como tutor que casi lo había olvidado.

Un golpe en la puerta lo sacó de sus pensamientos.

"Adelante" dijo, solo para ver cómo un momento más tarde Larence entraba a su solar. Por un instante antes de que la puerta se cerrara, pudo distinguir a los guardias en el exterior.

"Mi señor" dijo el bastardo de Lord Hornwood con voz tranquila.

"Siéntate muchacho" dijo Galbart, señalando la silla de madera ante su escritorio. En cuanto Larence se hubo sentado, Galbart le dirigió una larga mirada, tratando de discernir cambios en su pupilo desde la última vez que lo había visto, casi dos años atrás.

Era más alto, y su cabello más largo. Sus mejillas y mentón estaban cubiertos por una fina pelusa que precedía a la barba que tendría en el futuro. Su voz había sonado más grave de lo que recordaba. Más adulta.

"¿Cómo están tus heridas?" preguntó Glover. El maestre del castillo había afirmado que la más sería era la del cuello causada por el intento de estrangulamiento, pero que además había cortes pequeños en los brazos y en el torso, así como magulladuras en buena parte del cuerpo.

"Se encuentran bien, mi señor. Casi no siento dolor" respondió Larence, una de sus manos alzándose un momento para frotar las manchas oscuras en él.

"Eso es bueno" comentó Galbart, plasmando una pequeña sonrisa que se sentía falsa en su rostro, y que murió totalmente antes de que continuara "Lamento no haber hablado antes contigo, muchacho, pero hubo demasiados asuntos que requirieron mi atención" dijo, sin faltar a la verdad "Dime Larence ¿tienes alguna idea de porqué un grupo secreto fue enviado para infiltrarse en la fortaleza durante el asalto y rescatarte?" preguntó.

Larence parpadeó, confundido, antes de hablar "En realidad no pensé que fueran por mí: supuse que solo tuve suerte de que me encontraran. Pensé que…..habían ido en busca de Lady Sybelle y sus hijos" comentó, la última parte en voz baja.

Galbart sintió como su pecho se contraía un momento al pensar en la esposa y los hijos de su hermano. Una de las cosas que había averiguado tras tomar el castillo fue que habían sido enviados a las Islas del Hierro por ser los rehenes más valiosos que habían tomado. No guardaba muchas esperanzas de recuperarlos.

"No, Larence. Esos soldados, al mando de Lady Mormont, fueron enviados para rescatarte a ti, y solo a ti" lo corrigió Galbart, observando como los ojos de su pupilo se abrían un poco más, sorprendidos "El Rey en persona ordeno que no te pasara nada malo. Tiene planes para ti" añadió, en un tono que pretendía ser tranquilizador…

Y que falló miserablemente. Los ojos de Larence se abrieron como platos, y su mandíbula tembló un instante antes de que el muchacho recobrara su compostura.

Galbart suspiró: suponía que no podía culpar al muchacho por estar nervioso. Estar en consideración de un rey podría parecer bueno, pero fácilmente podría tornarse en algo malo.

"¿Qué sabes del rey? ¿De qué te has enterado?" preguntó, suponiendo que en el tiempo desde que había sido liberado, Larence sin duda habría oído cotilleos y susurros, inevitables en toda congruencia de una gran cantidad de personas.

"Dicen que es el hijo de Lord Stark. Su hijo ilegítimo" inició Larence con voz vacilante "Dicen que ha logrado ganarse el apoyo de los salvajes; por eso casi todos los soldados aquí parecen salvajes. Dicen que el hijo de Lord Eddard pretende otorgarles el Norte, y que le quitara sus tierras a las familias nobles para dárselas a los salvajes" contó.

Galbart se preguntó si ese hombre, Moran, había estado difundiendo una vez más palabras ponzoñosas a los hombres de los clanes y Mormont. Debía pensar en algo para alejarlo de Bosquespeso pronto.

"Y dicen que es el Rey más allá del Muro….y también el Rey en el Norte" contó Larence, inseguro.

"Es cierto que el hijo bastardo de Lord Eddard, Jon, ha sido proclamado Rey por el Pueblo Libre. Por cierto, sugiero que te refieras a ellos de esa manera. No sienten ningún gusto por el término salvajes" advirtió a su pupilo, que asintió una sola vez a modo de respuesta "También es el Rey en Norte, debido al testamento del Joven Lobo, en que lo nombraba su heredero si algo le ocurría" continuó "Pero es mentira que el Rey pretende entregar las tierras de los norteños al Pueblo Libre" prometió. El Rey Jon era un hombre astuto pero justo; Galbart no podía verlo capaz de hacer algo semejante.

"Cómo digáis, mi señor" aceptó Larence con cortesía. El muchacho se mordió el labio un momento antes de continuar "Recuerdo haberlo conocido en Invernalia, cuando mi padre me llevó a mi hermano y a mí. Solo lo vi una vez" comentó Larence, adquiriendo una expresión soñadora por un momento. Glover no necesitaba preguntarle a quién se refería; era obvio "¿Puedo saber cuáles son esos planes que el…..Rey Jon tiene para mí?" preguntó, tratando de parecer valiente, aunque Galbart notó la ligera vacilación en su tono.

A la memoria de Galbart llegó el primer consejo de guerra que el Rey Jon había convocado luego de la llegada de los caudillos de los clanes de la montaña. El Rey había hecho un comentario en voz alta y clara de la manera en que Larence Nieve, el bastardo del difunto Lord Hornwood, podría serle de utilidad.

El Rey no había dado instrucciones a Galbart sobre mantener los planes en voz baja, pero si Galbart había conocido en algo al Rey durante las lunas que había pasado en su compañía, no creía que deseara anunciarlo de manera abierta, o al menos, no mientras no fuera del todo seguro. Aun así, creía que Larence debía saberlo, tanto por su propia seguridad como por la de los planes del Rey, y por eso habló.

"Imagino que eres consciente de la muerte de tu padre y tu medio hermano" empezó Galbart.

Los hombros de Larence cayeron "Si, lo soy. El maestre de Hornwood envió un cuervo para informarme" explicó "Fue hace mucho tiempo" añadió tras un momento.

"El bastardo de Roose Bolton se casó con la esposa de tu padre por sus derechos sobre el castillo, antes de dejarla morir de hambre, si las historias son ciertas" continuó Glover "Los hombres de las tierras de tu padre han sido forzados a servir al bastardo de Fuerte Terror, muchos de ellos contra su voluntad. Y no están nada felices al respecto" prosiguió Galbart, sacudiendo la cabeza al tiempo que pronunciaba las últimas palabras "El Rey piensa que esta es una circunstancia aprovechable" reconoció.

Un ceño fruncido apareció en el rostro de Larence, cuya expresión se tornó más pensativa. Galbart conocía la inteligencia del muchacho, y sabía que no le tomaría mucho tiempo darse cuenta de lo que estaba insinuando.

Glover se recostó contra el respaldo de su silla al tiempo que soltaba un suspiro "El Rey Jon considera con mucha seriedad la posibilidad de darte el nombre de tu padre, junto con la herencia de tu hermano" informó, viendo como la sorpresa se hacía presente en las facciones de su pupilo "Si lo hace, te convertirías en Larence Hornwood, señor de Hornwood"

Por unos momentos Galbart observó cómo su pupilo se quedaba en silencio, atónito. Ninguna palabra salió de la boca de Larence, ni siquiera atinó a separar los labios para hablar. Galbart solo esperó; supuso que era mucho para comprender a la vez.

Por fin, tras un tiempo que pareció muy largo, Glover vio como la expresión de Larence dejaba de estar impregnada de sorpresa para estarlo de seriedad. El muchacho se apartó el cabello de la frente con un movimiento brusco de la mano antes de hablar.

"El Rey no sabe casi nada de mí; no me ha visto en muchos años, desde que éramos niños. ¿Y….solo así" Larence hizo un pequeño movimiento con la mano "me va a dar un castillo y tierras, además de hacerme un Hornwood?" preguntó. Galbart pudo escuchar la incredulidad que salpicaba sus palabras, pero no pudo culparlo por sentirla.

"No. No será tan sencillo" lo corrigió Galbart. El Rey Jon no era el tipo de hombre que ayudaría solo porque fuera lo correcto. En verdad, Galbart dudaba que el Rey fuera capaz de hacer una acción sin dobles intenciones. O al menos de hacerlo sin pensar en todas las posibles variables y consecuencias de dicha acción "El Rey esperará un juramento de lealtad, así como apoyo en la guerra y respaldo cuando llegue la paz" era lo que usualmente se esperaba de un señor nombrado por voluntad de alguien más poderoso. Privilegios a cambio de lealtad.

"¿Y si me niego a aceptarlo? ¿Qué pasa si….prefiero quedarme como un Nieve?" preguntó Larence, con los ojos bajos.

Una de las cejas de Glover se alzó "No lo sé" confesó Galbart tras unos momentos de silencio. No creía que el Rey albergara rencor contra Larence si lo rechazara, pero lo cierto era que alguien debía guardar Hornwood, y si Larence no lo hacía, podría ser percibido como una amenaza por quién designara el Rey como señor de Hornwood, y puede que hasta por el Rey mismo. Por ese camino, su vida correría peligro.

Pese a no mostrarlo, Galbart estaba sorprendido por el hecho de que Larence considerara negarse. La mayoría de los muchachos de su edad aceptarían lo que se les ofrecía sin pensarlo dos veces. Un castillo, un título, tierras….eran muy tentadores.

"¿Cómo fue que el hijo de Lord Eddard se convirtió en Rey?" preguntó Larence, mirando a Galbart a los ojos.

Galbart respiró hondo. Era una historia muy larga, y llevaría mucho tiempo.

Ygritte

Habían sido días agotadores, y por varias razones.

Una de ellas fue la oleada casi interminable de personas que se habían acercado a causa del nacimiento del niño. Ygritte había esperado que hubiera algunos, después de todo no era extraño que un recién nacido fuera obsequiado por una o dos personas, y además, la niña que había nacido era hija del Rey más allá del Muro. Pero cuando el sol se escurrió por el cielo y las personas seguían llegando, trayendo con ellas pieles, comida, prendas adornadas con plumas, piedras, tallas de madera, hueso, piedra y bronce, ámbar y una infinidad más de regalos, Ygritte se encontró atónita. Catelyn, que por fortuna se había mantenido a su lado todo el tiempo, le susurró en un momento que ya habían pasado más de doscientas personas, y que aún quedaban muchas más. Eran tantas que, cuando la noche ya hubiera caído, tuvieron que pedir que aquellos que no habían entregado sus regalos aún lo hicieran al otro día, ya que Minisa estaba cansada, e Ygritte también.

Cuando finalmente los regalos hubieran dejado de llegar, Ygritte se encontró considerando cuál de todos era el más extravagante, aunque el primer puesto estaba disputado entre un cuerno de marfil tallado con runas, una calavera bañada en bronce y con dos piedras de ámbar por ojos, una capa hecha de plumas de aves de una docena de colores diferentes, y un águila macho adulta en una jaula de bronce.

Pero incluso tener que estar recibiendo constantemente personas, muchas de las cuales eran desconocidas para ella, y dando las gracias de manera profusa por regalos que nunca había esperado o pedido, era sencillo en comparación con la principal fuente de agotamiento de Ygritte.

Minisa.

Cuando Ygritte había recibido a su hija en brazos por primera vez la niña había estado llorando con todas sus fuerzas, pero Ygritte había estado sorda a su llanto, demasiado absorta en la nueva vida que acababan de poner ante ella, esa vida que había creado junto con Jon.

Pero luego de esa ocasión, había sido consciente de su llanto. Dolorosamente consciente. Minisa era una niña muy callada, pero cuando tenía hambre o se ensuciaba no tenía ninguna dificultad en hacerle saber su insatisfacción a todo el mundo mediante su llanto estridente. Y dado que Minisa tenía hambre o se ensuciaba al menos cuatro o cinco veces al día, su llanto se había vuelto además un ruido muy común de escuchar en la tienda.

En los pocos días desde la llegada de Minisa, Ygritte ya había forjado una rutina para descubrir el porqué de su llanto. En cuanto el primer sollozo de la bebé se escuchaba, Ygritte revisaba si estaba sucia, y si no lo estaba, descubría su pecho para ofrecer el pezón hinchado con leche. Hasta el momento, había dado resultado.

La peor parte era cuando el llanto de Minisa la despertaba en medio de la noche, arrancándola de su sueño con fuerza para encontrar a su hija con su rostro contraído y su boca abierta, mientras dejaba oír su insatisfacción con fuerza. El único consuelo de Ygritte al ser despertada de su sueño por los llantos de su hija al menos una vez por noche, y a menudo dos, era que si la niña era pronta al llanto, también lo era a la calma.

Pero aun así, a pesar de las noches con poco sueño y los días debiendo estar pendiente de la pequeña ante todo, Ygritte cada día se sentía más y más apegada a la pequeña Minisa. Amaba verla. Amaba verla alimentándose de su pecho, durmiendo, incluso tratando de sostener con sus pequeñas fuerzas un mechón de su cabello rojo. Pero lo que amaba por sobre todo era simplemente ser observada por ella: los ojos de Minisa, con su color aun indefinido, enfocados en ella, mirándola con tanta intensidad, como si fuera lo más interesante en el mundo, como si no hubiera nada mejor que tener sus ojos enfocados en su madre…hacían que su corazón se sintiera tan grande como la tienda en la que ambas dormían, y que su pecho doliera por el agradable calor que surgían en él.

Y lo único que podía rivalizar con la mirada de Minisa fija en ella…. era la mirada de Catelyn fija en Minisa, mientras la cargaba. Esos eran con certeza algunos de los mejores momentos en esos días.

Catelyn… solo pensar en ella traía un suspiro a los labios de Ygritte. Lo admitía, al menos ante ella misma: sentía algo por Catelyn, algo que llegaba más allá de la mera amistad que habían forjado en el tiempo desde que se habían conocido. Cuando la veía sentía como una sonrisa tiraba de sus labios: en ciertas ocasiones tenía más éxito en ocultarla que en otras. Y cuando Catelyn la veía a ella y sonreía….no era capaz de resistir contestar su sonrisa con una propia.

Ygritte por fin entendía a Jon, y lo que lo había atraído a la cama de Catelyn. Al verla dormir, o cuando estaba distraída, los ojos de Ygritte vagaban sin control por su cuerpo: la piel tersa y pálida que las ropas dejaban al descubierto, los pómulos altos, el cabello rojo, de un tono y textura tan diferente al suyo y a la vez tan similar, la nariz recta, y mucho, mucho más.

En los últimos días, Ygritte se había encontrado pensando más y más en ciertos deseos concernientes al cuerpo de Catelyn: se preguntaba si sus labios serían tan sabrosos como se veían, se preguntaba cómo sería saborear la piel de su cuello delgado con su lengua, como sería dejar marcas en ella con sus labios y morderla con sus dientes. Se preguntaba cómo sería recorrer ese cuerpo, trazando cada contorno, cada curva, cada espacio en él, aprendiendo de memoria todos y cada uno de ellos mediante el solo toque de sus manos.

Ygritte no era ninguna estúpida en torno a tales cuestiones: puede que nunca haya estado con una mujer de esa manera, pero había escuchado….y presenciado lo suficiente para al menos tener una idea al respecto. Y era en momentos como esos, donde el cuerpo de Catelyn parecía grabado en sus ojos y se negaba a desaparecer de ellos, que se encontraba, por primera vez, deseando saber lo que era estar de esa manera con una mujer. Solo con una… solo con Catelyn.

Pero no era solo el aspecto físico lo que atraía los ojos y pensamientos de Ygritte hacia Catelyn. Era asimismo la forma de ser de la otra mujer: su bondad, su disposición, su firmeza, su apoyo. Todo había influenciado en Ygritte: aún recordaba sentirla con ella durante todo el parto, siendo su apoyo constante, rehusándose a alejarse de ella ni por un instante, llegando incluso a lastimar su mano por ayudarla en esos momentos tan dolorosos, casi agónicos. Ygritte había deseado que Jon pudiera estar para ella cuando llegara el momento de traer al hijo de ambos al mundo, y lamentaba que no pudiera estarlo….pero se alegraba de tener a Catelyn. El sentirla detrás, el sentir sus manos sobre ella y su voz a su lado, apoyándola, alentándola, había sido un bálsamo sobre su corazón y sobre su mente, que si bien no había podido atenuar el dolor del parto, lo había hecho más tolerable. Ygritte se estremecía solo de pensar en tener que pasar por esa situación sin Jon ni Catelyn a su lado.

El corazón de Ygritte le suplicaba que fuera ante Catelyn y le dijera todo por lo que estaba pasando. Pero si se detenía de intentar ir más lejos era por un sencillo motivo: estaba asustada. Jamás lo admitiría ante nadie, y odiaba admitirlo incluso para sí misma, pero debía reconocerlo: estaba aterrada de una posible respuesta negativa por parte de Catelyn. Si ella dijera que no, no solo sería el final de las esperanzas de Ygritte, sino también el final casi seguro de la amistad que había logrado cultivar con Catelyn, y eso era algo que Ygritte no estaba dispuesta a perder.

Cada vez que Catelyn y ella pasaban un momento juntas Ygritte sentía como su lengua picaba por decirle a Catelyn todo, y cuando se separaban sin haberlo hecho deseaba golpearse por ser tan idiota como para desperdiciar otra oportunidad.

Curiosamente, Jon no le preocupaba, al menos en ese sentido particular: había sido él quién había afirmado amarlas a ambas, e Ygritte sospechaba que estaría feliz de saber que ella, al menos, estaba dispuesta a aceptar la propuesta. Más que feliz: probablemente extasiado.

Quizás no fuera lo que deseaba, pero Ygritte cada vez consideraba con más seriedad esperar a reunirse de nuevo con Jon, contarle todo a él y luego abordar a Catelyn con él a su lado, apoyándola. Siempre se sentía más determinada con él a su lado: no dudaba que en esa cuestión también lo estaría.

No sería fácil: aun recordaba cómo había besado a Catelyn en la mejilla luego de decirle el nombre de Minisa, lamentando haber dejado que su cobardía la desviara de su primer objetivo: sus labios. Pero su mente acababa de salir de la bruma causada por el aroma de Catelyn, que había inhalado al decirle el nombre de su hija: esa extraña mezcla de agua con unas pocas gotas de limón y un ligero toque a sudor la había hecho perder la cabeza y olvidarse de cualquier prudencia.

Debía esperar hasta volver a Jon, para contar con su apoyo al hablar con Catelyn con franqueza. Y mientras tanto, debía redoblar sus esfuerzos para que Catelyn no se diera cuenta de sus nuevos sentimientos por ella hasta que contara con el suficiente apoyo para decirlos en voz alta.

Y así concluye. Sé que este capítulo es en parte de relleno, pero hay cosas importantes que influirán mucho en los siguientes capítulos.

Bien, quiero sus reviews. Sus comentarios, sugerencias, opiniones, suposiciones, críticas (constructivas) y más. Serán muy apreciados, y debidamente contestados.

Bien, otra cosa. Como siempre, les pido que por favor sean precavidos con este asunto del Coronavirus (o Covid-19). Tomen las debidas precauciones para cuidar su salud: vida hay una sola, y debemos cuidarla.

Bien, trataré de subir el siguiente capítulo en una semana (como siempre) pero no prometo nada (como siempre). Que estén bien (sobre todo de salud. Y que sigan así).