Holaaaaaaa a quienquiera que lea esto. Bien, que decir…¡300 reviews! Como dije en otras ocasiones, no puedo creer que esta historia haya obtenido tan buena recepción, pero les juro de todo corazón que me alegra mucho que sea así. Gracias a todos los que contribuyeron con sus palabras y su apoyo para que así sea; todas las bendiciones para ustedes, sus familias, amigos y más. Bien, aprovecho para también agradecerles a Xechu. S, miguel Giuliano. Co, jean d'arc, coki 13566, outcome 5, Trinity Seven y Luna por sus reviews. Y hablando de los mismos:
Xechu. S: me alegro que te gustara, sobre todo porque los interludios me parecen que generan más expectativa que gusto. Y sí, tal como dices, ahora queda ver si los sentimientos de Ygritte por Catelyn son correspondidos. Aquí el siguiente, y ojalá haya valido la semana de espera. Un saludo.
Miguel Giuliano .co: Ya verás lo interesante de todo esto. Tú quieres ver mis planes y yo quiero subirlos a la historia, pero las circunstancias no son justas con ninguno de nosotros por el momento. En fin, aquí el siguiente capítulo. Que lo disfrutes; un saludo.
Jean d'arc: la fama genera intriga, la intriga genera envidia y la envidia crea rumores. Sí, Jon es toda una novedad, aunque no creo que tenga tan linda voz como las Kardashian jejej. El comentario del dragón…¿fue algo que hice para dar una pista o solo algo de paso? Quién sabe….bueno, yo lo sé, pero no reconoceré nada. Bien, hemos llegado a una discrepancia: yo entiendo lo que quieres decir sobre los dragones, y no niego que todas tus referencias de la serie son ciertas (lo reconozco) pero aun así, creo que DyD los usaron mal. Los dragones tenían tanto potencial, como en lo del Escuadrón Suicida. Fue una idea estúpida la de Tyrion y Jon, pero te juro que fue tan emocionante la primera vez que lo vi. Cuando el dragón hace su aparición repentina detrás de Jon para dar el primer ataque contra los muertos…..el grito de emoción que pegué habrá dejado a más de uno sordo jejejej. Si, los dragones son como bombas atómicas, pero discierno en eso de que sean más poderosos que los Caminantes Blancos, el destino de Viserion lo prueba. Aún con ellos, y no digo que los tendrán, la batalla contra los muertos no sería nada sencilla. ¡Bien! Pasando a un tema más agradable (al menos para mí): Ygritte y Catelyn. Debo admitir que amé escribir de ellas hasta ahora, y lo sigo haciendo. Y sí, es obvio que Catelyn es más pudorosa, no totalmente pudorosa, pero entre estas dos mujeres, ya sabemos quién se lleva el premio ¿no? Pero después de todo lo que le pasó, todo lo que perdió y todo lo que cambió ¿no crees que tiene derecho a mandar a la mierda todo y hacer lo que se le cante la **** gana? Bueno, eso es todo. Un abrazo y un beso.
Coki 13566: ya verás lo que ese caballo causó en Jon. Tienes razón en lo de las malas lenguas. La desconfianza daña más un ejército que las espadas del enemigo; aquí verás algo al respecto. ¡Ay Varys, nuestra araña! Trescientas mil palabras y creo que nunca lo he mencionado hasta ahora. Pero no creas que lo he olvidado….y si, la cara de Daenerys cuando se enteré que una de las espadas de su familia reapareció y en manos de quién está será (espero hacerlo así) épica. Bueno, que te guste el capítulo y nos leemos pronto.
Outcome 5: me gusta escribir insinuaciones lo aseguro, aunque de ahí a hacerlas verdad ya hay un gran paso, ojo. Y si bien un dragón mete miedo a los enemigos no es la única forma de lograr algo así; Tiwyn Lannister lo prueba. Bien, hasta la próxima. Que estés bien.
Trinity Seven: si viste, una espada como esa merece el asombro de muchos. Aun no descarto la idea de hacer que Jon tenga también a Fuegoscuro y que las use a la vez en batalla, no sé pero me lo imagino como Brad Pitt en el desembarco en la película Troya, matando a diestra y siniestra sin siquiera un rasguño. Algo irrealista tal vez, pero muy emocionante. Jon obtiene a Hermana Oscura en el capítulo 25. Bien, hasta la próxima.
Luna: bueno, en esa época el perfume era casi inexistente, así que había que improvisar. Debes dejar de mirar tantas publicidades, en serio. Te corrijo: su tercio de naranja (¡o somos tres o no somos ninguno!) Y si viste, pobre Larence, le dieron un giro de 360° y le llevaron el auto directo al fondo del riachuelo jejej. Bueno, un beso y ojalá te guste este capítulo.
*Bien, en una nota aparte, gracias también a los que siguen la historia, la tienen entre sus favoritos o simplemente la leen. Anímense a dejar un review, así sé que piensan exactamente de ella.
Bien, basta de hablar. Vamos a lo que los trajo hasta aquí.
Disclaimer: todo lo que puedan reconocer pertenece a G.R.R. Martín. Yo solo lo uso para entretenerme y tratar de entretener a otros.
Sigorn
Lo primero que hizo una vez acabada la batalla fue ordenar que los alrededores fueran registrados y que se establecieran centinelas. En cuanto una veintena de patrullas hubieran partido en todas direcciones y una serie de centinelas guardaban los límites de su posición, se reunió con Helmat.
"Hay que enviar mensajeros a Bastión de Kar para que Alys mande un segundo cuervo al rey informando que los vados han caído y que nuestra marcha a Fuerte Terror continua" dijo Sigorn.
"Sí" concordó Helmat, antes de dar una mirada a los alrededores, donde los cuerpos de los caídos en batalla estaban siendo despojados de objetos de valor antes de ser reunidos en dos montículos, uno para los suyos y otro para sus enemigos "Tenemos que saber con exactitud que obtuvimos de la victoria. Hay unos cuantos animales en el campamento, y seguramente habrá otras cosas que podrían sernos de utilidad" comentó la mujer.
"Sí. También debemos saber a cuántos perdimos en este segundo ataque. Haz un inventario de todo y luego dímelo. Trataremos a los heridos y quemaremos a los muertos" dijo Sigorn, antes de dirigir una mirada hacia el cielo, donde el sol brillaba sobre todos ellos, vivos y muertos por igual "Tenemos que ponernos en marcha pronto" ya habían perdido casi dos días en los vados. No podían perder más tiempo.
Mientras Helmat se encargaba de revisar el campamento para ver los despojos de la batalla, Sigorn se encargó de seleccionar a dos de sus hombres de mayor confianza y enviarlos a caballo de vuelta a Bastión Kar para contar las noticias y pedir a Alys que mandara un cuervo al Último Hogar contando al Rey de la victoria. Luego llegó una tarea menos placentera. Los prisioneros; los pocos soldados enemigos que habían sobrevivido a la ira del Pueblo Libre, incrementada por la anterior derrota en los vados. Siete hombres de Bolton habían sido capturados, cinco de ellos heridos. Tras una serie de interrogatorios breves e inútiles, todos fueron decapitados. Ninguno había tenido nada importante que decir.
Para cuando la última cabeza había rodado ya se tenía el resultado de las cuentas. El segundo ataque de los vados les había costado un total de cuarenta y tres muertos, y casi el doble de heridos. Una pérdida pequeña, pero aun así sentida.
Bajo sus órdenes, un puñado de árboles fueron derribados rápidamente y su madera, al igual que la de las empalizadas enemigas, usada para crear pirar funerarias para todos los muertos. La única parte de un cadáver que fue salvada de las llamas fue la cabeza del comandante enemigo, que fue empalada en una lanza y dejada junto a la pila de cenizas y huesos que el día anterior habían sido los hombres bajo su mando.
Mientras las llamas consumían los cuerpos, Helmat volvió con los resultados. Habían ganado ocho caballos y un par de mulas, además de varios asnos y cuatro carretas en buen estado. También había comida y algo de oro en el campamento del enemigo, pero no mucho de uno ni de otro. Una docena de espadas y poco más de un centenar de lanzas de buen acero también se lograron rescatar de entre los muertos, además de varios puñales y hachas. Los arcos no valían tanto, pero pese a todo Sigorn ordenó que se los llevaran.
Todo fue realizado con la mayor rapidez posible y para cuando el ejército se puso en marcha hacia el occidente, dejando atrás solo las cenizas de los muertos y una cabeza empalada en una lanza, el sol aún estaba a muchas horas de esconderse frente a ellos. Con ellos, además de los animales, llevaban varios carros capturados y usados para transportar a sus heridos.
Alys
La vida en Bastión Kar luego de la partida del ejército se había tornado aburrida y al mismo tiempo triste. El Maestre Ravin y los sirvientes que habían decidido quedarse al servicio de Alys realizaban sus labores sin quejarse, pero rara vez se acercaban por propia voluntad a los nuevos residentes del castillo, y aunque intentaban disimularlo, Alys veía en sus ojos el miedo que sentían por ella, por llevarse bien e incluso convivir a menudo con Cwenya y algunas otras mujeres de las lanzas. Aunque no lo dejaría ver, entristecía a Alys saber que causaba tales sentimientos en sus vasallos, la mayoría de los cuales llevaban muchos años al servicio de su familia.
Las mujeres de las lanzas guardaban el castillo, y con frecuencia un grupo de ellas se aventuraba al interior del bosque para tratar de incrementar las escasas provisiones de las despensas, que cada día parecían menos abundantes. Alys no podía evitar un suspiro de alivio cada vez que volvían, aunque solo trajeron uno o dos conejos, o si había suerte, un pequeño jabalí. No podían darse el lujo de tirar nada, por lo que todo era consumido: la carne, la piel e incluso las vísceras de los animales, que eran cortadas y mezcladas en ollas gigantes de las que todos comían.
Las mujeres de las lanzas también habían encontrado raíces en los bosques, que juraban eran comestibles. En otras circunstancias, Alys no habría comido algo semejante, pero sabía que su situación era desesperada, por lo que había guardado silencio y comido para dar el ejemplo. La primera vez que llevó un pedazo de estas raíces a su boca, en una noche fría en la cual la sopa era la mejor oportunidad de todos para entrar en calor, había costado toda su educación y su temple no dejar que se notaran las náuseas de las que había sido presa y que por poco la habían hecho vomitar enfrente de todos los presentes en el salón. No habría sido digno de una dama noble. Luego de eso, había continuado comiendo tranquila, como si no notara la amargura de esas raíces, que era con toda certeza la mayor que había sentido en su vida al injerir una comida.
El gobierno de Alys sobre el castillo había estado siendo un trabajo considerablemente menos agotador de lo que había esperado. Pero de nuevo, no había mucho que gobernar. Con las cosechas de las tierras Karstark totalmente perdidas y la casi totalidad de los hombres en edad de pelear lejos de sus hogares, no había gran cantidad de problemas encima, aparte del principal y más complicado: la falta de alimento. Alys había dejado ir a la mitad de la guarnición de vuelta a sus aldeas con las noticias de que a partir de ese momento los bosques, lagos y riachuelos de las tierras Karstark estaban abiertos a la caza y pesca para toda persona que se atreviera a aventurarse en ellos; era una medida desesperada, a la que Alys solo recurría en un intento de mejorar las posibilidades de los suyos ante el invierno que estaba casi sobre ellos.
Pese a que no lo había comentado de manera explícita, estaba segura de que esos muchachos y ancianos que volvían a sus hogares no dudarían en hablar con sus familias y amigos de lo que había pasado en el castillo. La noticia se esparciría, y no tardaría en saberse por todas esas tierras que la hija de Lord Rickard Karstark estaba en posesión de Bastión Kar con un puñado de mujeres guerreras de más allá del Muro, había declarado a sus familiares como traidores, y apoyaba al Rey Jon Stark, en abierta rebelión contra el Trono de Hierro.
Alys no esperaba que el castillo fuera muy buscado en esos tiempos, más que por mujeres y niños que habían perdido a sus esposos y padres en la guerra y buscaban un refugio. Por eso, cuando un par de jinetes del Pueblo Libre llegaron en caballos agotados, tuvo un mal presentimiento. Los recibió en el salón principal, donde todas las mujeres de las lanzas que no estaban de guardia también se reunieron, al igual que unos pocos más, todos curiosos por los recién llegados.
"Bienvenidos" empezó Alys, haciendo un gesto con la cabeza "Traen noticias" dijo, su voz saliendo como una afirmación, no como una pregunta.
El hombre de la derecha, con una poblada barba rubia, una serie de discos de bronce cosidos a su ropa sobre el pecho y el estómago y una capa de lana larga a su espalda, se adelantó.
"Venimos del oeste, de parte de Sigorn" dijo en voz ronca "Pide que envíes un cuervo al rey con una ¿carta?" Alys asintió para despejar sus dudas "para informar…" el ceño del hombre se volvió sombrío al detenerse, pero antes de que Alys pudiera hablar, lo hizo otra voz.
"¿Para informar qué?" espetó Cwenya, desde su lugar a la derecha de Alys "¡Habla!" lo apremió con impaciencia.
El hombre hizo una mueca "Para informar que hemos sido derrotados en los vados. El ejército está atrapado a este lado del río, y no sabemos cuándo o cómo cruzaremos al otro lado para proseguir la marcha" escupió el hombre con amargura.
Fue como si se hubiese quedado sorda. Por el rabillo del ojo Alys pudo ver a las mujeres de las lanzas hablando, y a varias empezar a caminar hacia los recién llegados, pero no fue capaz de escuchar ni un sonido. Sus oídos estaban saturados con las palabras del hombre.
Derrota. El Ejército había sufrido una derrota. Había sido derrotado. ¿Cómo…..
Se forzó a respirar hondo antes de hablar "Ven conmigo. Tu compañero puede esperar aquí" dijo al hombre, al tiempo que daba vuelta y se encaminaba a un lugar más privado. No le sorprendió que Cwenya se uniera a ella "Busca al Maestre y llévalo a mi solar" murmuró a la mujer de las lanzas más cercana, y se alejó antes de que pudiera darle una respuesta.
Una vez dentro del solar se sentó en la silla que fuera de su padre y observó al hombre.
"Cuéntame todos los detalles de lo que pasó" ordenó, sin mostrar ninguna vacilación.
El hombre respiró hondo antes de empezar a contarlo todo. Cuando terminó, Alys solo se encontraba en silencio, contrario a Cwenya, que había empezado a mascullar maldiciones entre dientes mientras caminaba de un lado a otro, como una bestia enjaulada.
"¿Es decir que Sigorn… y Helmat están a salvo?" preguntó, tratando de que su voz sonara indiferente. No quería parecer demasiado interesada.
"Sí" dijo el hombre, y antes de que pudiera pronunciar otra palabra la puerta del solar fue tocada dos veces.
"Adelante" dijo Alys, al tiempo que desviaba su vista del hombre para centrarla en la puerta, que se abrió para revelar al Maestre Ravin, acompañado por dos mujeres de las lanzas.
"Tengo un mensaje que enviar, maestre" dijo Alys, al tiempo que tomaba un pequeño pergamino, pluma y tinta. Meditó unos momentos antes de escoger las palabras que escribiría.
Vados defendidos. Cruce fallido. Ejército detenido por tiempo indefinido. Líder seguro.
Lo releyó un par de veces y asintió, satisfecha. Breve y conciso, y sin detallar nada. Sería suficiente.
En cuanto la tinta se hubiera secado lo suficiente, dobló el pergamino y lo extendió al Maestre, que lo tomo con cuidado, casi con reverencia.
"Enviadlo al Último Hogar con vuestro pájaro más veloz. De inmediato" ordenó Alys.
"De inmediato" repitió Ravin, nervioso "Mi señora" dijo, antes de inclinarse y salir de la habitación con prisa, seguido por una de las mujeres de las lanzas "Retírense" les dijo a los demás. Quería estar sola.
Aquella noche Alys no pudo dormir; su mente retumbaba con la noticia de la derrota. Se preguntaba cómo sería la reacción del Rey ante esta noticia, y si afectaría sus planes. Pero sus pensamientos estaban más dirigidos a Sigorn. ¿Qué haría ahora? ¿Seguiría peleando? ¿O se retiraría a Bastión Kar? Se encontró pensando… que no le desagradaría volver a verlo, incluso si era derrotado.
Cuando los dos mensajeros partieron al día siguiente, con provisiones y tras haber descansado, Alys se encontró preguntándose cuanto tiempo pasaría hasta que se enterara de nuevas noticias respecto a la guerra. Suponía que mucho.
La suposición de Alys demostró estar enteramente equivocada cuando pocos días después de que mandara el primer mensaje al Rey Jon llegó un nuevo par de jinetes. Con ropas hechas con retazos de diversas pieles y lanas, y con escudos con una calavera y una araña pintados en ellos, no resultó muy difícil suponer de dónde venían. La llegada de los mensajeros fue casi igual a la de sus predecesores; pidieron que enviara una carta al Rey para informarle del cruce de los vados y que el ejército proseguía su marcha hacia el Fuerte Terror. Cuando escuchó el relato de cómo habían logrado vencer, debía admitir que estaba impresionada; nunca había sabido de nadie que hubiera pensado en una solución semejante para el dilema de cruzar un río o cualquier otro cuerpo de agua de gran tamaño, y si bien la idea de cruzar una corriente ancha y profunda colgado de una cuerda le parecía sumamente peligrosa, debía reconocer que también contenía un brote de ingenio.
Escribió la segunda carta con mucha más dicha que la primera.
Vados asegurados. Ejército avanzando. Líder seguro.
Hother
Mataputas se encontraba enojado como pocas veces en su vida. Sentía el agarre sobre la empuñadura de su espada tan fuerte que se hacía daño, y aun así no podía forzar a su mano a relajarse. Se había retirado a un rincón acompañado de los suyos, sabiendo bien que si pasaba más tiempo cerca de hombres con un hombre desollado o un sol blanco bordado en sus ropas terminaría matando a alguien.
Desde la noticia de la caída de Bastión Kar el hijo mayor de Arnolf había estado con el humor de una fiera, y solo había empeorado cuando Roose Bolton se negó a abandonar Invernalia para recuperar el castillo perdido. Bolton tampoco permitió partir a los Karstark para tratar de recuperar sus tierras, con lo que la furia había crecido aún más.
Los Karstarks no estaban solos en su enojo: los Slate, los Tallhart, e incluso algunos Dustin y Ryswell estaban enfurecidos por el hecho de que un castillo norteño fuera invadido por salvajes, y no tenían ninguna simpatía con Roose Bolton por negarse a actuar.
Pero la furia no estaba solo dirigida a Bolton: Hother y sus hombres también se habían encontrado blancos de muchas miradas de enojo, y aún más de sospecha. La totalidad de los Karstark, Dustin y Ryswell parecías pensar que habían estado implicados en la caída de Bastión Kar, aunque no se ponían de acuerdo si solo por negligencia o abierta cooperación con los salvajes.
Las tensiones se habían elevado con rapidez, con los hombres de Karstark buscando peleas con los Umber, a las que se habían visto arrastrados los soldados de otras casas de uno u otro lado. En días anteriores una docena de trifulcas se habían desatado intramuros entre soldados, la mayoría terminando con narices, brazos o costillas rotas, pero nadie había muerto. Hasta hoy.
No había estado presente cuando ocurrieron los hechos, pero había arrancado el relato de algunos de sus hombres. Al parecer dos Umbers habían estado bromeando en el Gran Salón cuando Cregan Karstark había hecho una aparición, con su acostumbrado humor de los últimos días. Karstark había escuchado las risas y de alguna manera había llegado a la creencia de que él era el blanco de ellas, por lo que se había encaminado hacia los dos risueños. Una cosa había llevado a otra, y en unos momentos había estallado una nueva pelea, que se había agravado cuando el hijo mayor de Arnolf había desenvainado la espada y había atacado a un Umber. Los hombres cercanos también habían desenvainado y habían atacado a Karstark, que se vio socorrido por los suyos. Las cosas habían escalado sin control, y para cuando finalmente se calmaron, para lo que hizo falta un centenar de hombres Bolton armados, había una veintena de hombres heridos y tres hombres muertos. Y de estos últimos, dos eran hombres Umber.
Horas después de que hubiera acabado la lucha, con los heridos siendo tratados y la mayoría de las manchas de sangre limpiadas por sirvientes asustados, Mataputas fue convocado al Gran Salón. Al llegar allí, acompañado por una veintena de los suyos, descubrió para su desagrado que los Karstark también habían sido convocados. A diferencia de sus hijos, el jorobado, pequeño y decrépito Arnolf parecía fuera de lugar en medio de hombres armados. Los Ryswell, Dustin, Frey y el resto de casas presentes en Invernalia también estaban allí.
Separados por una hilera de lanceros de Fuerte Terror completamente blindados, Roose Bolton y un puñado de sus capitanes dominaban el salón desde el estrado alto. A su izquierda se encontraba su bastardo, Ramsay. Mataputas había disimulado lo mejor posible la repulsión que le causaba en engendro de Roose Bolton, pero no creía haber hecho un buen trabajo. Al verlo una vez más, al ver sus ojos incoloros y llenos de crueldad y su sonrisa con aire de demencia, no pudo evitar arrugar la nariz, como si hubiera olido algo repulsivo.
"En vez de gastar sus energías en pelear entre ustedes, quizás prefieran guardarlas para los salvajes" la voz de Roose Bolton llamó su atención, y observó al señor del Fuerte Terror observar con ojos helados a la multitud ante él "Su ejército principal ya ha cruzado el Último, y no estoy dispuesto a seguir esperando hasta que junten valor para marchar a Invernalia" anunció desde el estrado "Partiremos al amanecer"
Jon
Se había descubierto a sí mismo meditando demasiado. Sus pensamientos eran abundantes, y aun cuando hablaba con docenas de señores y caudillos, aun cuando consideraba un centenar de escenarios diferentes en los que podría verse envuelto al final de la lucha, aun cuando pensaba en un millar de decisiones que podría tomar, no podía escapar de ellos.
¿Habría nacido ya su hijo? No sabía, y en verdad, una parte de él se encontró pensando que era mejor así. Ya había dolido lo suficiente tener que alejarse de Ygritte cuando estaba tan cerca de dar a luz; no quería el dolor adicional que llegaría del saber con certeza de que ahora también se alejaba de un hijo al que no sabía si alguna vez conocería.
¿Ygritte, Catelyn y el resto de las personas que no podían pelear estaban a salvo? Lo esperaba sinceramente. Había dejado un puñado de gigantes y a cuatro mil guerreros para guardarlos. Sumados a las empalizadas y el resto de defensas en el campamento, esperaba fueran suficiente para mantenerlos lejos del peligro.
¿Sigorn ya habría llegado al Fuerte Terror? Era probable; habían pasado muchos días desde que llegara la carta de Bastión Kar informando que el castillo había caído. El mensaje había asegurado que Sigorn partiría pronto al Fuerte Terror.
¿Mordería Roose Bolton el anzuelo? Si lo hacía, no tardaría en enterarse. Y si no lo hacía, se enteraría pronto de cualquier modo. De una u otra forma, pronto vería Invernalia.
Invernalia….el solo nombre hacía que Jon sintiera como su corazón latía más rápido. Era una sensación que cada día se hacía más frecuente.
La marcha había proseguido día tras día, con el ejército dirigiéndose al sur a través del Camino Real. Su paisaje se alteraba constantemente: riachuelos pequeños, bosquecillos a ambos lados del camino, granjas, refugios, riscos, lomas, y ocasionalmente torres antiguas y abandonadas muchos años atrás.
Por fin, tras más de diez días de haber dejado el Último Hogar, se encontraron con las últimas luces del día llegando ante el Lago Largo.
El nombre era ampliamente conocido tanto por los hombres del norte como por los del Pueblo Libre, pero para ninguno era por un motivo grato. Para los primeros, era el lago junto al cual había sido asesinado Lord William Stark, el abuelo del abuelo de Jon. Para los segundos, el lago era el recuerdo de una amarga derrota; fue ante las aguas heladas del Lago Largo dónde el Pueblo Libre había sido derrotado menos de un siglo atrás y el Rey más allá del Muro de aquel tiempo, el guerrero conocido como Raymun Barbarroja, había sido asesinado.
Cuando Jon dio orden de detenerse y preparar el campamento, muchos caudillos y señores norteños se veían infelices al respecto, pero Jon no escuchó quejas. La noche ya había caído sobre ellos; avanzar en esas condiciones sin motivo era una necedad.
A lo largo del lago surgieron las tiendas y se prepararon defensas y patrullas cuando el ejército se dispuso a descansar, con el lago a sus espaldas. La tienda de Jon fue colocada junto al lago, tan cerca que por sobre los ruidos de hombres y animales, Jon oía las aguas lamiendo la orilla, sin descanso pero sin prisa.
Al salir de su tienda, tras haberse lavado las manos y el rostro del polvo del camino con rapidez, Jon encontró una vista inesperada. Una pequeña multitud estaba agrupada a poca distancia, sin moverse. Hombres de los clanes y norteños, todos por igual veían algo que parecía ocurrir a la orilla del lago. Sin palabras, Jon se acercó, rodeado por cinco de sus guardias personales: Rickard Liddle, la Joven Osa, Kyura, Siegerd y Ulre.
Los guardias le abrieron paso, y al llegar al frente Jon se encontró con que, en el frente de la multitud, se encontraban parados varios señores norteños: La Osa, el Liddle, y Cubo Grande Wull.
"Alteza" dijo Mormont, la primera en notar su llegada, al tiempo que se inclinaba. Los líderes de los clanes no tardaron en imitarla.
"Mi señora. Mis señores" saludó Jon, antes de volver la vista al frente.
Eran dos ancianas, guerreras sin duda, pero no tenían armas encima. Ambas estaban paradas en el límite mismo entre el agua y la tierra, mientras hablaban en la Antigua Lengua en voz alta, fuerte, confiada. Mientras lo hacían una de ellas se inclinaba hasta que sus manos rozaban el suelo, del que tomaba un puñado de lodo antes de elevarse de nuevo a toda su la altura, momento en que dejaba que el lodo se escurriera entre sus dedos. La otra anciana hacia lo mismo, solo que en vez de lodo, cogía agua del lago.
"¿Qué dicen?" escuchó susurrar a un hombre cerca, aunque no se molestó en ver quién era.
Val había enseñado bien la Antigua Lengua a Jon, porque no tuvo problemas para entender, pese a que las voces se imponían una a la otra con frecuencia, complicando la escucha.
…que los escudos no se astillen y las espadas no se quiebren…
…que los padres vuelvan a sus hijos y los hijos a sus padres…..
…que las hachas no pierdan su filo y las lanzas no se quiebren…..
…que los jóvenes puedan conocer a sus hijos y los viejos lleguen a conocer a sus nietos…..
"Son plegarias" dijo Kyura, su voz sonando lejana "Piden bendiciones a los dioses"
"¿Qué clase de… bendiciones?" inquirió la Osa, mirando a la hija de Kyleg con una mirada de incomodidad.
Jon fue quién contestó "Bendiciones para la paz y la guerra" dijo "Esas mujeres son de un clan que probablemente provenga de los Colmillos Helados. Ellos creen que la paz y la guerra son fuerzas que dependen una de la otra, y que se suceden de manera eterna, como el día y la noche. Una vez que una acaba, la otra empieza. Y una no puede empezar sin que la otra haya terminado antes" explicó.
"T'hnary" intervino Siegerd en ese momento, su voz marcada por el fuerte acento que había adquirido por aprender la Lengua Común muchos años después de acostumbrarse a la Antigua "Significa ciclo. Así le dicen" añadió el hijo menor de Styr.
Por fin, ambas mujeres terminaron de hablar en la Antigua Lengua y de recoger agua y lodo solo para dejarlos caer. Luego de que se fueran, no pasó mucho tiempo hasta que la multitud también se dispersara, hasta que al final solo quedaron los señores del Norte, Jon y su guardia personal.
"Alteza" habló el Liddle, mirando a Jon por debajo de sus pobladas cejas "Lady Mormont, Wull y yo teníamos la intención de compartir la comida de esta noche. Sería un honor que os unierais a nosotros" invitó.
"Será un honor, mi señor" aceptó Jon. La compañía sería bienvenida, y además, podrían tomar una negativa sin motivo como un insulto por parte suya.
El camino en dirección a las carpas del Clan Liddle fue rápido, y antes de darse cuenta Jon se encontraba sentado enfrente de la más grande de ellas, con un fuego rugiente entre ambos y rodeado por los señores del Norte, así como por el heredero de Liddle y media docena de hombres más.
La conversación fluyó, y Jon pronto se encontró intercambiando palabras con el hijo y heredero del Liddle, Morgan. Jon había conocido a uno de sus hermanos durante su tiempo en el Castillo Negro y tenía al otro dentro de su guardia, y Morgan había conocido al hermano de Jon durante una de las visitas de Ned Stark a las montañas del Norte, y no tardaron en compartir historias. Aun se encontraban hablando mientras comían.
Jon encontró a Morgan como una persona muy habilidosa en lo que se refería a la lucha, pero muy poco desarrollado en la táctica: un hombre que nunca pensaría en rodear un obstáculo si podía romperlo.
Cuando finalmente llegó el momento de retirarse a su tienda, Jon encontró su mente vagando por los nombres de los hombres y mujeres más importantes de su ejército. La Osa, Tormund Matagigantes, Liddle el de En medio, Val, y muchos más. Recordó todo lo que sabía sobre ellos, sobre sus personalidades, sus experiencias y sus habilidades, y trató de asociarlo con los distintos mandos de un ejército que podría darles cuando llegara el momento de pelear.
Fue en medio de la noche, mientras dormía, que fue despertado por el sonido de voces afuera de su tienda. Por un momento dirigió su mano a Hermana Oscura, que reposaba dentro de su vaina junto a la cabecera de su cama. Pero cuando no escuchó ninguna señal de violencia desde el exterior, supuso que no sería un problema.
Acababa de ponerse su capa cuando la voz de uno de sus guardias penetró en la tienda.
"Alteza, Lady Val desea veros. Dice que es urgente" dijo una voz joven.
"¡No soy ninguna dama sureña!" escuchó espetar a Val desde el exterior de la tienda. Con un suspiro Jon frotó sus ojos para alejar el sueño de ellos antes de tomar su espada y dirigirse a la entrada de la tienda, acompañado por Fantasma. Al otro lado de las solapas lo esperaban los miembros de su Guardia Personal de turno: Helga, Jornbael, Cedrik Flint y Rogar Burley, además de Val. La única luz provenía de las antorchas.
"¿Qué ocurrió?" preguntó, mirando a Val.
Por toda respuesta, la hermana de Dalla miró sobre su hombro por un momento e hizo un gesto con la mano. Unos momentos después, dos mujeres de las lanzas llegaron, trayendo entre ellas a un hombre cubierto de lodo, sudor y tierra, los ojos rojos y la ropa casi hecha jirones. Su rostro dejaba entrever una mezcla entre nervios….. y cansancio.
"Lo vimos llegar al campamento hace unos momentos. Su caballo murió apenas se detuvo" informó una de las mujeres de las lanzas, con un rostro que parecía tallado en piedra.
Una sospecha creció dentro de Jon "¿De dónde vienes?" preguntó, mirando al hombre con atención.
"Del norte, Alteza. Soy un mensajero" dijo, al tiempo que quitaba su capa para dejar al descubierto su jubón. Con la poca luz, Jon pudo distinguir el gigante rugiente de Umber. Era un mensajero del Último Hogar.
"¿Y qué mensaje has traído?" preguntó Jon.
El hombre introdujo una mano dentro de su capa, y de inmediato Helga desenvaino el puñal en un fluido movimiento y se colocó entre Jon y el mensajero. Jon resistió de impulso de rodar los ojos; como Rickard Liddle, Helga se tomaba muy enserio la posibilidad de una amenaza para su rey.
"Tranquila" dijo Jon, al tiempo que colocaba una mano en el hombro de su guardia y la empujaba con suavidad a un lado.
"Está desarmado. Lo revisamos antes de traerlo aquí" aseguró una de las mujeres de las lanzas. Jon solo asintió con aprobación antes de mirar al mensajero, que reanudó sus movimientos dentro de su capa antes de sacar de ésta dos mensajes sellados.
Jon entrecerró los ojos con sospecha, la que solo creció cuando acercó los mensajes a la luz de una antorcha para examinarlos con más cuidado. Ambos estaban sellados aún, con la cera mostrando un mismo sigilo: un sol con rayos de punta curva. Del otro lado, llevaban las mismas palabras. Para el Rey.
"¿Cómo es que a un solo mensajero se le han confiado dos mensajes?" preguntó Jon, mirando al hombre con el ceño fruncido, ignorando la forma en que se estremeció cuando Fantasma dio un paso adelante.
Antes de partir del hogar de los Umber, Jon, acompañado por Mors Carroña, había dejado órdenes explicitas: en caso de que hubiera un comunicado importante para él, bien fueran solo palabras o un pergamino, debía ser entregado a un mensajero. Pero ningún mensajero debía ser confiado con más de un mensaje, bajo ninguna circunstancia. Si algo le ocurriera, se perdería más información de la debida.
"Alteza, no fue así" aseguró el hombre con rapidez "Otro mensajero fue enviado con el primer mensaje días antes que yo, pero lo encontré un día atrás. Dijo que su caballo había enloquecido y había escapado de él. Trataba de llegar aquí corriendo cuando lo encontré. Me dio su mensaje y me pidió que lo trajera ante vos" relató el hombre.
Jon compartió una mirada con Val, y pudo ver en sus ojos las mismas dudas que tenía él. La historia no era imposible, pero ciertamente parecía inusual.
Jon volvió a mirar al mensajero "¿Cuál de estos era el mensaje que te confiaron al irte del castillo?" preguntó. El mensajero señaló el sobre de la derecha con un dedo tembloroso.
Jon dirigió su mirada a las mujeres de las lanzas que flanqueaban al mensajero "¿Hablan la Antigua Lengua?" preguntó, alternando la mirada entre ambas.
"Yo sí, Rey" dijo la de la izquierda, sus grandes ojos azules parpadeando confundidos.
"Bien" dijo Jon, ignorando las miradas de extrañeza de quienes no entendían la Antigua Lengua "Lleva a este hombre ante Mors Umber. ¿Sabes quién es?" preguntó, y cuando la mujer asintió continuó "Que confirme si es uno de los suyos, y que lo mantenga separado de los demás hasta que diga lo contrario. Y no lo pierdas de vista ¿Entendido?"
"Así se hará, Rey" aseguró la mujer, antes de hacer un gesto a su compañera y llevarse entre ambas al mensajero.
En cuanto se hubieran perdido tras unas tiendas, Jon se volvió hacia Val "Reúne una partida de jinetes y envíalos a buscar a este otro mensajero que perdió su caballo" dijo.
"Como digas" dijo Val, antes de desviar la mirada por un momento al lugar donde había desaparecido el mensajero "¿Crees que puede haber algún tipo de engaño en esto?" murmuró en la Antigua Lengua.
"Todo es posible" murmuró Jon en respuesta, respondiendo en la misma lengua que Val.
Luego de que Val se fuera a cumplir las órdenes de Jon, el Rey volvió al interior de su tienda, y echó leños en el fuego moribundo para avivarlo. A la luz de las llamas abrió los dos mensajes y leyó su contenido.
Sintió como su garganta se apretaba al leer el primero. Había habido una batalla en los vados del último tramo del Último. Sigorn y su ejército habían sido derrotados y paralizados al este del río, incapaces de avanzar.
Jon se enojó consigo mismo por no haber considerado esa posibilidad. Le había sugerido a Sigorn antes de partir que usara los vados del Último como una posible defensa si se viera atacado por el ejército de Roose Bolton. Si Jon podía pensarlo ¿por qué no podría Roose Bolton?
El segundo mensaje ayudó a calmar parte de su preocupación e ira, pero no toda. Si el ejército ya había logrado tomar los vados y avanzar, significaba que el plan para asediar Fuerte Terror continuaba en pie.
Contra su propio buen juicio, Jon sintió algo de molestia hacia Alys Karstark, por mandar mensajes tan breves y carentes de detalles. Su sentido común le recordó que era mejor de esa manera, en caso de que los mensajes cayeran en las manos incorrectas, pero aun así era frustrante.
La primera dificultad era la incapacidad de saber el tiempo. Sí, podía saber cuántos días de dura cabalgata se necesitarían para que un mensaje desde el Último Hogar llegar a su campamento, y podía tener una idea aproximada de cuánto habría tomado para que el cuervo que partiera de Bastión Kar llegara al Último Hogar, pero lo que no podía saber era cuánto tiempo había pasado el ejército de Sigorn atrapado en los vados. ¿Le había tomado un día tomar los vados, o una quincena? ¿Y cuántos hombres habían perdido? ¿Un centenar o un millar? ¿Y qué pasaba con los gigantes que le había otorgado?¿Los había perdido? Eran solo algunas de las preguntas que la mente de Jon consideraba, y no tenía respuestas para ninguna. Jon odiaba no tener respuestas.
"¡Alteza!¡Alteza!" una voz sacó a Jon de sus meditaciones. El Rey en el Norte y más allá del Muro alzó la vista de las cartas, aturdido por la repentina interrupción, y pudo notar como la claridad en el exterior era mucho mayor. Sorprendido, se dio cuenta de que estaba amaneciendo "¡Alteza, por favor, una palabra!¡Es urgente!" presionó una vez más la voz, desde afuera de la tienda. Jon tomó un momento para reconocer de quién era: la Osa.
En cuánto cruzó una vez más las solapas de su tienda, Jon se encontró cara a cara con la Señora de la Isla del Oso.
"¿Qué ocurre, mi señora?" preguntó en un tono ronco.
"Acaba de llegar una partida de exploradores del sur" informó la mujer, antes de que una sonrisa rompiera la máscara de indiferencia que llevaba "Los Bolton han salido de Invernalia con todo su ejército. Nos están esperando"
Había ocasiones en que Jon se sorprendía a sí mismo por su templanza. Esta fue una de ellas "¿Dónde, mi señora?" preguntó, ignorando el latido de su corazón, que se había acelerado tanto que apenas le dejaba oír.
"En las colinas, a pocos días al norte de Invernalia"
Dónde se los vengo a dejar eh. A veces hasta yo me sorprendo de lo hdp que parezco ser. Les doy un caramelo y se los quito cuando lo tienen en la punta de la lengua.
Bien, gente, quiero sus reviews. Todos sus comentarios, opiniones, sugerencias, críticas constructivas y más. Todo será muy bienvenido y debidamente contestado.
Bien, otra cosa. Como ya saben, en estos días está el asunto del coronavirus (o Covid-19) en gran parte del mundo. No tengo idea de cuánto durará esto, así que no puedo darles consuelo de ningún tipo. Solo puedo suplicarles que tomen las debidas medidas para poder preservar su salud. Recuerden: vida tenemos una sola, y debemos cuidarla.
Bien, trataré de subir el próximo capítulo en una semana (como siempre) pero no prometo nada (como siempre).
En fin, un saludo y que estén bien (sobre todo de salud. Y que sigan así).
