De acuerdo, ha llegado el momento. Bien, sé que llevan mucho tiempo esperando por esto, y seguramente estarán impacientes por ya empezar, pero voy a pedirles que POR FAVOR presten atención a lo que debo decir.

Sé que hay diferencias de opiniones en cuanto a si dividir la batalla en varios capítulos o dejarla en uno solo. Es por eso que he llegado a una decisión que es intermedia y que, espero, deje satisfechos a todos.

La batalla será dividida en tres partes, PERO ha sido totalmente subida en este capítulo. Las tres partes han sido CLARAMENTE delimitadas para que no les quepa confusión entre el final de una y el principio de la siguiente. Así pues, quienes quieran leer todo de un tirón, pueden hacerlo. Y quienes quieran ir de a poco, también pueden hacerlo. OTRA COSA, entre parte y parte, y también al principio, daré una serie de datos como narrador omnipotente con la esperanza de ayudar a una mayor comprensión. Estos datos serán: número de tropas de cada ejército, cuantos hay de cada tipo, y quiénes están a cargo de cada parte.

A continuación, responderé sus últimos reviews, y como siempre, infinitas gracias por ellos (Y en una nota aparte, gracia a quienes siguen la historia, la tienen entre sus favoritos o solo la leen):

Aegon I Targaryen: Hola. Siempre es un placer hablar con alguien nuevo. Te juro que te comprendo. Para mí también la semana pasó demasiado lenta, pero ahora ha llegado el momento, y espero que valga la pena la espera. Un saludo.

Xechu. S: si viste, una de las mejores características de los romanos era la capacidad de adaptación de sus fuerzas. Son buenas sugerencias, pero las batallas nunca se nombran antes de librarse, si no después, o sea que, a mi entender, aún hay algo de tiempo para ponerle nombre. Eres el primero que lo menciona, pero estoy seguro de que hay muchos como tú que fantasean con leer a Jon encontrando a sus pelirrojas comiéndose la boca una a la otra jajaj. Un saludo, y ojala la batalla te deje satisfecho.

Kirito 720: Hola. Si viste, esa manera de cruzar es la de un loco o un genio (esa idea la tenía en la cabeza hacia mucho tiempo, y me gustó plasmarla) y en mi opinión, todos los locos tienen algo de genios y todos los genios algo de locos. Me da gusto saber que tengo éxito dándoles ese aire mortífero a los Bolton, eso no es nada sencillo. Hoy verás si Roose se termina de desesperar o si le queda un as en la manga; a ver si te convence. También aquí verás a Jon; sabes, es en verdad un alivio que tenga éxito en mostrar a Jon como un ser humano (la verdad siempre tengo esta preocupación de hacerlo muy perfecto, como si fuera el Superman del universo GOT), que es cómo más me gusta. Concuerdo contigo en algo: el fernet se debe disfrutar de a poco. Que estés bien y un abrazo.

Miguel Giuliano .co: Hola. Aquí verás la batalla, y los siguientes capítulos se centrarán en las secuelas de la batalla y las distintas reacciones, lo prometo. Has tocado un buen punto, pero tendrás que esperar un poco más para ver. Igual, habrá ciertos cambios en las historias de los otros Stark hasta el punto actual. Tu sugerencia ya la guardé, y si Dios quiere, algún día tendré la inspiración para hacerla una historia que valga la pena leer. En fin, que estés bien y ojalá te guste el capítulo.

Jean d'arc: hola, y como siempre, que gran gusto es leerte. Yo he leído esas historias de las que hablas, y la verdad es que la mayoría las terminé más para saber que por verdadero gusto. Jon es mi personaje favorito de GOT, pero de ninguna manera estoy de acuerdo en que sea perfecto. De hecho, creo que sus errores son lo que lo hacen aún mejor, y es por eso que trato de retratarlo, tanto de acto como de pensamiento, como una persona imperfecta. Si, el Jon de las primeras temporadas era mucho mejor que el inútil de las últimas 3. Viste, lo de las personas muertas, eso es cómo el último cascote, justo entre los ojos. Y Jon ahora es el lobo que solo está esperando el momento de saltar. Respeto tu deseo, y es eso lo que me he hecho dividir el capítulo en partes. Ojala eso te ayude a disfrutarlo más. Un beso y un abrazo, y por favor, si gustas dejar un review, se totalmente honesta en tu parecer, como hasta ahora.

Meera 7: ¡Hola! Qué bueno volver a saber de ti. Muchas gracias por el comentario, es verdaderamente inspirador. Y acepto las felicitaciones con humildad. En fin, un abrazo y que estés bien.

Isaac LB: hola. Un placer hablar con alguien nuevo. Si, dramático, pero el drama es lo que mejora (casi) siempre todas las historias. Nah, Jon Nieve no suena ridículo, es solo que tú estás más acostumbrado a escuchar y leer Jon Snow. Es todo. En fin, gracias y que estés bien.

Coki 13566: se venía la batalla, y ahora llego. Ojalá te guste. Si, pensé en lo que dijiste, pero decidí dejarlo así. Además, aunque Val haya cruzado el río, eso no es garantía de que llegará a tiempo para la batalla.

Luna: hola, como siempre, gracias por la sonrisa que me da tu mensaje. Si, como todo lo bueno, la pelea se hace esperar. Ojalá ya hubiera terminado la cuarentena ahora que lo mencionas, pero no tendrás que esperar más por la batalla. Aquí esta. Recuerdo mi deuda, y la pagare, si mi salud y el internet lo permiten. Lo prometo. Es una alegría inmensa saber que aun estás, tras tanta espera, y ojala que la batalla cumpla con tus expectativas. Un abrazo grande, y nos vemos el otro martes.

Trinity Seven: técnicamente hablando, fue Sansa la que mató a Ramsay en la serie. Aun así, no temas. Tengo algo especial preparado para él. Si, por cada historia buena en español, hay diez en inglés. Gracias a Dios por el traductor de Google, que aunque no es perfecto, es mucho mejor que nada. Gracias por el halago; me esfuerzo para que la historia no aburra. Sí, yo también escuche del nuevo libro de Martín, pero me parece que después todavía falta uno más. En fin, un saludo y hasta pronto.

Anbu 22: hola, y que bueno volver a leer de ti. Aquí estamos, en martes, y ojalá que la espera haya valido la pena. Un saludo.

JL Dragneel Storm: espero que la batalla te guste, y gracias como siempre por tu review. ¡Ay, todas tus preguntas! Las podría contestar todas en este instante, lo juro, pero eso sería adelantar demasiado la historia, y presiento que tendrás mucho en que pensar solo con la batalla. Pero en el siguiente capítulo empezaras a ver algo relacionado con una de tus preguntas, lo prometo. Un saludo, y nos vemos. Cuídate.

*Bien, ahora sí, basta de hablar. Vamos a lo que los trajo hasta aquí, y Dios quiera que satisfaga sus expectativas.

Disclaimer: todo lo que puedan reconocer pertenece a G.R.R. Martín. Yo solo lo uso para entretenerme y tratar de entretener a otros.

NOTAS:

Ejército del Pueblo Libre/Norteños leales a la Casa Stark: 36.500 hombres. 31.500 infantes y 5.000 arqueros. Y 20 gigantes.

Ejército Bolton/Frey: 11.200 hombres. 3.800 caballos, 6.500 infantes y 900 arqueros.

*Además de las fuerzas mencionadas, un total de 700 lanceros y 200 arqueros fueron dejados en el campamento del ejército de Jon, con la misión de proteger los suministros y otros enseres.

INICIO DE LA PRIMERA PARTE

Jon

"¡Prepárense a pelear!" en cuanto el grito salió por su garganta, el mundo pareció volver a correr. Un mar de bocas corearon sus propios gritos, y cientos de personas se dispersaron por el campamento.

Jon reunió a su Guardia Personal, y escuchó las voces de su cabeza que le decían que siempre mantuviera al menos a uno de ellos para protegerse. Eran voces muy similares a las de Catelyn e Ygritte.

Tras elegir a Helga para que se quedara con él, envió a todos los demás para asegurarse de que una serie de caudillos y señores importantes estuvieran presentes. Debían preparar la disposición de las tropas.

La palabra corrió con rapidez por el campamento, y las personas que Jon envió a buscar llegaron muy pronto, pero no demasiado. El Rey en el Norte tuvo tiempo de ponerse la camisa de cota de malla que llevaría debajo de su ropa en batalla.

"¡¿Es cierto?!" rugió Tormund en cuanto llegó. Era el primero de todos.

"Sí" confirmó Jon con voz tranquila, ignorando la forma en que la sonrisa de Tormund creció, hasta el punto de parecer la de un demente.

Antes de que pudieran decir más, La Osa llegó, y luego Soren Rompescudos y Cubo Grande, y en poco tiempo medio centenar de hombres y unas pocas mujeres estaban ante él, los más importantes del Pueblo libre y de los norteños aliados a él.

Lo que siguió fue una breve serie de órdenes, en las cuales Jon asignó un cierto número de tropas a cada uno de ellos. Algunos tendrían el mando de arqueros, otros de lanceros. Algunos comandarías miles, y otros cientos. Varios de ellos mascullaron quejas, pero Jon se mantuvo firme en sus decisiones. Había hablado con todas estas personas, las había escuchado, y las había conocido. Sus elecciones en la disposición estaban todas basadas en ello. Cuando hubo acabado, los despidió a todos.

El único momento de silencio total fue cuando Jon anunció que él mismos se encontraría en el medio del ejército, lejos de la vanguardia. Muchos señores del Norte intercambiaron miradas, pero fueron las del Pueblo Libre las que expresaron mucho más. No estaban contentos con esto. Jon sabía a la perfección el porqué: entre ellos, era costumbre que quienes los llevara a la batalla estuviera en el frente, compartiendo el peligro con los suyos.

"No lo haría si no fuera necesario" dijo Jon con el ceño fruncido "Esta batalla se librará en un gran espacio, y será probablemente la más grande que todos enfrentaremos. Roose Bolton es un comandante experimentado y astuto, y sin duda pensará bien antes de moverse. No puedo pensar como contrarrestar sus movimientos, ni deciros lo que espero de vosotros, si estoy luchando por mi vida"

Muchos habían mostrado su descontento con sus expresiones, pero ninguno en voz alta.

En cuanto el último de ellos se hubiera alejado lo suficiente para prepararse, Jon dirigió su atención al pequeño grupo de personas que se encontraba cerca de la tienda. Eran menos de veinte personas, la mayor de las cuales era un anciano con el cabello trenzado cayendo hasta su cintura, y el menor un niño con una pelusa oscura en su rostro, tan fina que podría confundirse con un poco de suciedad a primera vista.

Jon no se sorprendió de verlos allí, ni tampoco se sorprendió de que no fueran parte de la oleada de actividad que había caído sobre el campamento. Ellos tendrían un papel a jugar en la próxima batalla, pero no como guerreros. Eran más valiosos por sus habilidades… como cambiapieles.

Jon los mantuvo cerca de él cuando salió del campamento a caballo, seguido por miles y miles de hombres y mujeres más. Una serie de estandartes ondeaban al viento mientras el ejército se desplegaba: un gigante rugiente, una corona en campo sanguíneo, tres cubos de madera, una espada y un hacha de bronce, un oso negro, un caballo rampante en campo de acero. Y al frente de todos ellos dos lobos, uno de ellos gris en campo blanco, y el otro blanco en campo gris.

El Señor de la Sanguijuela

Plano. Era la única manera de describir todo lo que se extendía a su alrededor. Al frente y a su espalda, hacia el oriente y el occidente. Era lo que rodeaba a Roose, al igual que a todo su ejército. Un páramo plano que se extendía hasta donde alcanzaba la vista, con depresiones tan suaves que resultaba difícil saber cuándo se estaba en una y cuando no.

Había salido con las primeras luces del día, y se había encaminado hacia el norte sin más demora. Detrás de él había dejado su campamento, al cuidado de una cantidad ridículamente pequeña de soldados, los peores de entre sus fuerzas. Había reunido a los exploradores y centinelas, manteniendo menos de una docena aún lejos del ejército, para otear sus flancos. Necesitaría todas las espadas posibles si quería tener una oportunidad contra el bastardo y sus salvajes.

Era imprescindible acabar con él de inmediato, para poder girar al este y salvar el hogar de su familia antes de que fuera tarde. Cuando un solitario jinete con un jubón con un hombre desollado llegó a toda velocidad desde el norte, Roose sabía a la perfección lo que diría antes de que abriera la boca.

"Los salvajes han salido de su campamento. Vienen a nuestro encuentro. Llegaran antes del mediodía" anunció con voz ansiosa. Roose solo lo reconoció con un asentimiento, sin siquiera disminuir el paso de su corcel. No había esperado lograr ocultar once mil hombres en pleno día.

Siguió avanzando, ajeno a las palabras de jactancia que provenían desde detrás, todas pertenecientes a hombres ansiosos por luchar.

"Dicen que el bastardo tiene una espada de acero valyrio. Cuando lo mate, me quedare con ella" se jactó Hosteen Frey. El hombre gigante era un estúpido, pero habilidoso con una espada.

"Luego de hoy, me llamaran Ser Gelman terror de los salvajes" dijo un hombre de mentón grande y ojos grises, la cota de malla sobresaliendo por los límites de su jubón con dos hachas cruzadas.

"Acabemos rápido con esto. Quiero volver al campamento a tiempo para la cena" gruñó un lancero montado de Ryswell, su rostro picado de viruelas plasmando una mueca.

"Es bueno que la batalla sea temprano. Si no, estaríamos matando salvajes y traidores hasta el anochecer" declaró un hombre con una maza de acero colgando de su cinturón. La visera de su casco impedía ver su rostro.

Por fin, tras pasar una meseta baja, se empezaron a distinguir una serie de riachuelos hacia el este, apenas hilillos de agua que se alejaban cada vez más de la vista. Tras considerarlo un momento, el señor del Fuerte Terror dio las órdenes y el ejército salió del camino para dirigirse a los riachuelos.

Apenas habían empezado a abrevar los caballos cuando se escucharon gritos, y el horizonte hacia el norte se cubrió de formas, que se fueron acercando con cada instante que pasaba.

"Todos a formar" ordenó el Guardián del Norte en un susurro "Llegaron"

Hother Mataputas

Había partido del castillo de su familia llevando tan solo cuatrocientos hombres, una fuerza tan diminuta que difícilmente podría ser de utilidad.

Había pensado en irse muchas veces, y había pensado en traicionar a los Bolton muchas más, pero no lo había hecho. Si lo hiciera su sobrino estaría muerto, y no se arriesgaría a causar la muerte del único hijo de su hermano que aún vivía. Y además, si quisiera irse, los pocos cientos de hombres con él no serían rivales para los miles de los Bolton y sus aliados, los mil veces malditos Frey. Los masacrarían con facilidad.

Pero ahora, con la vista que se desplegaba ante él, se convencía más con cada instante de que sus hombres serían masacrados de todas formas. Si no a manos de los Bolton, del ejército ante él.

Habían sido una línea en el horizonte cuando los vieron, una línea que se fue acercando y que al mismo tiempo se iba engrosando cada vez más, como una sombra, la sombra de la muerte.

La sombra se engrosaba más y más, y entre ella se empezaban a distinguir las formas. Escudos, lanzas, estandartes, soldados y lo que parecían seres inmensos en medio de ellos.

"Gigantes" murmuró una voz cerca de Hother, con asombro.

Mataputas no negaría estar asombrado por esos seres, pero ese asombro palidecía en comparación con el que sentía por el tamaño de la hueste enemiga. No pensaba que pudiera haber tantos salvajes en el mundo.

"Y tu hermano está con ellos" le recordó una voz interna, con un tono casi burlesco.

Seguían llegando. Más y más de ellos, todos formados. Fila tras fila, hilera tras hilera, columna tras columna, sin dejar de surgir desde el norte. Eran miles, ¡no!, eran decenas de miles, y aún seguían llegando. Una serie de gritos se escucharon entre ellos, y casi al mismo tiempo, todos los salvajes se detuvieron.

Hother había pensado que los rumores de un ejército de cien mil salvajes no eran más que falsedades. Ahora…ya no estaba tan seguro. Miró hacia el ejército Bolton. Más de once mil hombres…..que parecían diminutos enfrente del ejército salvaje.

…..pero aun así pelearía por ellos contra los salvajes, porque aún existía la posibilidad de que los Bolton ganaran, y si un miembro de la familia Umber no luchaba por ellos, no solo su señor, sino toda la familia del Último Hogar podría darse por perdida.

Jon

¿Dónde estaría Val? Esa era la pregunta que llegó a la mente de Jon de manera repentina. ¿Habría tenido éxito su plan, y la caballería y los gigantes estaban al oeste del Cuchillo Blanco sin que los Bolton supieran? ¿O su plan no había sido más que una insensatez que había inutilizado una fuerza considerable en un momento tan crucial de su campaña? No tenía medio de saberlo.

El cielo estaba oscuro; una serie de nubes grises lo cubrían de extremo a extremo, ocultando el sol en su totalidad. Pero aun sin él, el día había avanzado lo suficiente para que no hubiera problemas con la visibilidad. Las nubes hacia el norte tenían un color particularmente oscuro. Nubes de nieve….

Tanto tiempo, tanta preparación, tanta paciencia. Por fin había llegado el momento de ver si habían valido la pena. Ante él se encontraba el ejército que debía vencer para lograr la libertad y seguridad de todos los suyos. Miles y miles de hombres agrupados bajo una serie de estandartes, que aun a la distancia, Jon no tuvo problemas en reconocer.

Algunos tenían un hacha de guerra, o tres pinos, o un gigante rugiente, o un alce macho. Pero por cada uno de estos había tres veces más cabezas de caballo o hachas cruzadas debajo de una corona. Y estos últimos eran, a simple vista, igualados por hombres desollados y torres gemelas azules. Fue al ver estos últimos que Jon sintió como su corazón empezaba a moverse con más rapidez, impulsado por el odio.

"Veremos que tan buenos son luchando de frente, y no apuñalando por la espalda" pensó Jon con sorna.

Pese a ya saber en cuanto oscilaba el número de las tropas enemigas, Jon sintió una pizca de sorpresa al ver la diferencia entre éstas y las suyas propias. Resultaba obvio hasta para el más obtuso de los hombres que bando contaba con superioridad numérica.

Pero aun con superioridad numérica, no sería una batalla sencilla. Roose Bolton ya estaba demostrando sus capacidades como comandante: había tomado una buena posición, usando el terreno como barrera natural para reducir la posibilidad de ser flanqueado por el ejército oponente.

El ejército Bolton se había desplegado en diagonal, con su flanco derecho junto a la serie de riachuelos que habían corrido desde los bosques que Jon había dejado atrás en el último tramo de su viaje al sur. Ningún ataque coordinado se produciría por allí, no con el terreno húmedo y estrecho entre las formaciones Bolton y el agua. El otro flanco del enemigo estaba en campo abierto, a medio camino entre los riachuelos y el Camino Real, cerca del horizonte visual de Jon.

Jon posicionó a sus tropas con rapidez, enfrentando al ejército Bolton. Pese a mantenerse más alejado de los riachuelos que Bolton, Jon aún se mantenía lo suficientemente cerca para garantizar que su flanco izquierdo estuviera protegido por la tierra húmeda, inestable y salpicada de rocas sueltas.

Jon había dividido a su ejército en seis bloques justo antes de divisar a los Bolton. Cinco de ellos estaban compuestos por la infantería, mientras que el último era exclusivamente para los arqueros. Los pocos gigantes que habían quedado con él luego de que enviara al resto con Val, apenas una veintena, habían sido distribuidos entre cuatro de los seis bloques.

Los dos primeros bloques superaban los diez mil guerreros cada uno, y al ser los más grandes fueron asignados al centro de sus líneas, separados lo suficiente para que si el de vanguardia fuera atacado, el otro pudiera apoyarlo o retirarse, según fuera conveniente. En ellos se encontraban además una gran parte de los caudillos y guerreros de mayor importancia.

El tercer y cuarto bloques fueron formados de manera oblicua con los extremos del primero, con el objetivo de proteger sus flancos. Al ser el flanco derecho el más abierto, Jon había dejado en él cinco veces más hombres que en el izquierdo, además de tres gigantes.

Detrás del segundo bloque fueron colocados los arqueros, divididos en tres grandes grupos. Por último, en la retaguardia, varios miles de hombres quedaban en reserva, listos para ser usados en el momento y lugar más necesario, cuando el resultado de la batalla estuviera en el filo del cuchillo.

Jon se esforzó por dividir los mandos de los bloques, y de las columnas que los componían, de manera equitativa entre los norteños y el Pueblo Libre, pese a que por cada norteño había al menos diez guerreros del Pueblo Libre.

En cuanto el ejército del Pueblo Libre y los norteños leales a Stark se detuvo, empezó la parte más tensa de la batalla: la espera. Ambos lados esperaban que el otro hiciera un movimiento, que diera alguna señal de avance.

Jon recordaba a la perfección las miradas de insatisfacción de muchos de los caudillos del Pueblo Libre cuando anunció que no estaría en vanguardia, por lo que eligió con sumo cuidado el lugar desde donde observaría la batalla. Montado justo detrás del segundo bloque, acompañado por Fantasma y con su Guardia Personal formando un círculo protector a su alrededor. Los arqueros y la reserva quedaban a sus espaldas. Lo bastante cerca para intervenir, pero no tanto para dejarse arrastrar repentinamente a una pelea. A un lado de él se encontraban los cambiapieles, acompañados por sus respectivos animales: lobos y perros en su mayoría. Dos de ellos se encargarían de mirar a través de los ojos de sus animales los flancos, que quedaban fuera del alcance de la vista de Jon, para informarle de la situación en ellos.

De repente, una hilera de jinetes Bolton cargó hacia el frente, dirigiéndose directo al centro de las líneas Stark. Una serie de gritos sonaron entre las primeras filas de lanceros, que bajaron las lanzas en espera del impacto…..que no llegó. Un cuerno sonó entre las filas Bolton, y los jinetes volvieron con rapidez al resto del ejército.

"Cobardes" "¿Qué rayos…" los murmullos se alzaron, y muchos resoplidos de enojo se escucharon entre las filas.

"¡Tranquilos!" dijo Jon en voz alta, al tiempo que alzaba una mano en un gesto que buscaba ser tranquilizador "Mantened vuestras posiciones" ordenó con firmeza.

Jon no tardó en comprender lo que estaba pasando. Los estaban provocando, tratando de hacerlos romper su formación para lanzarse al frente de manera desorganizada. Unos pocos guerreros del frente mordieron el anzuelo, pero apenas habían dado un paso cuando Jon escuchó una serie de rugidos enfurecidos en la lejanía. Los que habían salido de la formación se apresuraron a volver a ella.

Los Bolton intentaron dos veces más atraerlos, una de ellas cerca de su flanco izquierdo según la mujer cambiapieles, pero la disciplina se impuso. Jon estaba orgulloso del Pueblo Libre.

Tras el último y fallido intento por provocarlos, los Bolton parecieron al fin entender que no serviría de nada. Una serie de gritos se escucharon, y las fuerzas de los Bolton empezaron a cambiar su orden. El resto de la caballería avanzó, hasta cubrir todo el frente: filas y filas de jinetes acorazados sobre grandes caballos de batalla, armados con largas lanzas. Los estandartes denotaban a que casa pertenecían los jinetes: Bolton, Frey, Ryswell, Dustin y Ryswell.

Por un momento Jon pensó que intentarían una carga de caballería, pero un nuevo cuerno de guerra sonó, junto con una serie de trompetas, y unos momentos más tarde entre los caballos se asomaron hombres a pie. Aún a tan gran distancia, Jon logró distinguir que todos llevaban una mano libre, y que la otra sostenía un objeto delgado. Sabía lo que venía a continuación.

Dorrek Cerwyn

Era un buen arquero. No ganaría ningún premio en un torneo sureño, pero sabía lo que hacía. Eso, junto con su nombre noble, era lo que probablemente le había traído un puesto de mando al que no había aspirado entre los arqueros del ejército Bolton. Nominalmente, Roose Ryswell era el hombre a cargo, pero en verdad él y Harwyn Flint, de los Flint de Dedo Pedernal, eran los que dirigían a los arqueros. Ryswell era poco más que un pendenciero arrogante, con una habilidad con el arco que a lo sumo podría llamarse decente.

"¡Arqueros!" una voz gritó, y al poco un jinete pasó al trote "¡Arqueros!¡Al frente!" gritó.

Sus rodillas se alzaron cuando trotó hacia adelante, seguido por cientos de hombres armados con arcos detrás de él. Corrieron entre las filas de la caballería, rozando con sus brazos los flancos de los caballos y las piernas de los hombres montados, hasta que salieron al frente del ejército, donde con un grito de Ryswell se detuvieron. Ante ellos, a una distancia muy grande, se desplegaba el aún más grande ejército de salvajes.

"¡Preparen!" gritó Ryswell.

"¡Preparen!" coreó Dorrek, al tiempo que sacaba una flecha del carcaj que llevaba en la espalda y la colocaba en su arco. No necesitaba mirar hacia atrás para saber que cientos más de hombres imitaban sus acciones.

"¡Apunten!" los arcos se alzaron, las cuerdas tensadas y las flechas listas "¡Suelten!" los dedos de Cerwyn se abrieron y la flecha voló por el aire, acompañada por cientos más, en dirección a los salvajes.

Jon

Vio las flechas volar en el aire, antes de caer en el centro de sus líneas, cayendo sobre el primer bloque y unas pocas alcanzando el segundo.

Algunos miembros de su Guardia Personal acercaron sus monturas con rapidez antes de alzar los escudos para protegerlo de la lluvia mortífera. No había necesidad; los arqueros Bolton estaban demasiado lejos para poder golpearlo.

¿Cuántos eran? Pocos. Dos filas ligeramente desiguales, extendiéndose varios cientos de pies en cada dirección. Jon no creía que superaran los mil hombres.

"Torreg, Dormund" llamó, mirando por sobre el hombro a los hijos de Tormund "Vayan con Knott y Eldric. Que sus arqueros avancen y contesten el fuego" ordenó, viendo sin expresión como los hijos del Matagigantes giraban sus monturas y cabalgaban en dirección a los mencionados.

Jon solo tuvo que esperar unos momentos antes de escuchar los gritos provenientes de una docena de gargantas, y miles de hombres y mujeres se adelantaron, cruzando a izquierda y derecha de él mientras avanzaban. Vislumbró brevemente como la mirada de Eldric Ragrynst se encontraba con la de él, el hombre de la Costa Helada sin siquiera detenerse, seguido por los dos mil arqueros que había puesto bajo su mando. Más hacia el oeste, los arqueros de Knott también avanzaban.

Tormund

Se encontraba en el frente, con los pies firmemente plantados. A pocos pasos detrás de él se extendían miles de guerreros, todos con una lanza larga en una mano y un escudo de roble en la otra. A su derecha, separado de él por una buena distancia, estaba el arrodillado que había atacado a Jon Nieve en el campamento, ese al que llamaban Cubo Grande. Luego estaba Doss el Ciego, y a lo lejos se podía distinguir al otro arrodillado con el que compartían el mando, uno de los hijos de ese anciano al que llamaban El Flint.

Estaba listo para demostrar a estos arrodillados quién era Tormund Matagigantes, y porqué era muy mala idea medirse con él. Sus pies picaban por la necesidad de avanzar, pero Jon le había hecho jurar que obedecería. De mala gana había aceptado, para no hacerlo enfadar. Jon le daba miedo cuando estaba enfadado, aunque nunca lo había dicho; primero se cortaba la lengua.

En cuanto vio a los primeros que se movían al frente pensó que ya había llegado el momento, pero soltó un gruñido de frustración cuando se dio cuenta de que solo eran arqueros. Los arqueros no pelean de cerca. Por un momento pensó en cargar de todas formas, pero las palabras de Jon resonaron en su mente. "Espera hasta que lo ordene" había dicho.

"¡Escudos arriba!" gritó Tormund cuando las flechas surcaron el aire, su voz coreada por la de otros. Sin más demora cayó al suelo y levantó su escudo. Las flechas cayeron, y la mayoría de ellas encontraron un escudo o golpearon inofensivamente contra el suelo… pero unas pocas encontraron carne, a juzgar por los gritos y el sonido de alguien cayendo con fuerza al suelo. Girando la cabeza, Tormund vio dos cuerpos solitarios tumbados en el suelo, inmóviles. Los que gritaban estaban fuera de su alcance, perdidos entre el mar de escudos alzados.

Una segunda ráfaga de flechas cayo unos momentos después de la primera "Arrodillados de mierda. Vengan y pelean de frente" masculló Tormund cuando una flecha golpeaba el centro de su escudo.

Harle el Bello

Había una pregunta en la mente Harle para la que no tenía respuesta ¿Por qué rayos el Rey no les había hecho avanzar?

Había mantenido un ojo sobre el Rey pese a la distancia, y cuando vio que dos de los jinetes que lo rodeaban giraban sus monturas y se dirigían hacia atrás, estuvo casi seguro de que había llegado el momento de avanzar, solo para quedar decepcionado cuando fueron hacia ese arrodillado con cara de idiota de Knott y Eldric. Vio a sus arqueros avanzar, mientras él se quedaba atrás con los suyos. No estaba feliz.

Jon

Si Jon tuviera que adivinar, diría que los arqueros combinados de Jorgen Knott y Eldric Ragrynst estaban más cerca de superar a sus homónimos Bolton por cuatro a uno, en vez de tres a uno. Los Bolton también parecían darse cuenta, porque sus arqueros se retiraron presurosos antes de que los de Jon alcanzaran a soltar su primera ráfaga. Por un momento Jon pensó en detenerlos, pero decidió no hacerlo. Dejó que dispararan dos ráfagas de flechas antes de ordenar que se detuvieran.

Las flechas cayeron principalmente en el frente del ejército Bolton, golpeando casi todas, pero sin hacer un daño real; la infantería Bolton estaba protegida por sus escudos, y los caballeros llevaban armaduras de placas.

El señor de la Sanguijuela

"Debemos usar a la caballería" dijo Aenys Frey "No tenemos opción" añadió, sujetando las riendas de su caballo con firmeza. Como el resto de los suyos, Ser Aenys tenía el aspecto de una comadreja, pero de una comadreja sabia en cuánto a las estrategias de la guerra. Roose estaba de acuerdo.

El Guardián del Norte envió llamar a Hosteen Frey y Lord Ryswell. En cuanto llegaron, empezó a hablar.

"Ambos encabezaréis la carga de caballería" empezó "Concentrad a los lanceros acorazados y a los caballeros con las mejores armaduras en el lado izquierdo. Abrid una brecha y aislad su flanco derecho"

"Esos salvajes no sabrán que los golpeó" gruño Hosteen Frey, al tiempo que daba una palmada al hacha de guerra que estaba en su silla de montar.

"No te dejes arrastrar a una batalla campal, Hosteen. Recuerda que tienen los números de su parte" Ser Aenys advirtió a su medio hermano, que simplemente hizo un asentimiento renuente antes de alejarse.

El señor del Fuerte Terror sabía que había verdad en las palabras de Frey. Los salvajes los superaban ampliamente en número. Habían intentado provocar, sin éxito. Habían intentado debilitar con los arqueros, también sin éxito. Solo quedaba una opción: atacar de frente.

Jon

Vio como los arqueros Bolton se retiraban antes de ser abrumados por los números superiores de sus homónimos, y una pequeña sonrisa apareció en su rostro. No habían eliminado la amenaza de los arcos Bolton, pero sin duda habían debilitado su moral, y sus pérdidas habían sido pocas: Jon no creía haber perdido más de un centenar de hombres.

"¡Se están moviendo!" las palabras de Dekla atrajeron la atención de Jon, a tiempo de ver como la mujer alzaba la cabeza para mirarlo a la cara "Su infantería se mantiene quieta, pero su caballería se encamina hacia el centro" dijo. Cumpliendo con sus palabras, una columna de caballos bajo estandartes de Dustin aparecieron en el horizonte desde el oeste a los pocos momentos.

Jon miró a Ezei, pero la mujer se limitó a negar con la cabeza "Los caballos junto a los arroyos se mantienen quietos. No parece que vayan a moverse"

Jon asintió en silencio, antes de volver la vista al frente. En los lindes del campo entre los dos ejércitos la caballería se agrupaba, formando una gran cuña de acero.

Sabía lo que pasaría. Debía dar órdenes, y rápido.

"¡Rogar, Cedrik, Rickard!" llamó con rapidez "Vayan al frente. Que los arqueros retrocedan de inmediato, y que el centro se prepare para una carga de caballería" los tres hombres de los clanes espolearon a sus caballos y partieron con rapidez "Siegerd" llamó, observando como el hijo menor de Styr espoleaba a su caballo para acercarse a él "Ve con Harle el Bello. Dile que dispare tan pronto como los tenga al alcance" dijo, haciendo un gesto en dirección a la caballería enemiga "y que se detenga cuando exista riesgo de que lastime a los nuestros. Que le diga lo mismo a los gigantes" cinco de sus veinte gigantes tenían arcos descomunales, y disparaban flechas del tamaño de pernos de escorpiones a una distancia anonadante. No sería una grata sorpresa para los Bolton.

"Zoey" llamó, viendo las trenzas de color oro de la mujer agitándose cuando giró la cabeza para verlo "Prepárate, y dile a los demás que hagan lo mismo. Vuestro momento se acerca" la cambiapieles solo sonrió, al tiempo que pasaba una mano con una mezcla de cariño y reverencia por la cabeza de su compañero, un gatosombra adulto con las mandíbulas abiertas, exponiendo sus grandes colmillos.

Ser Estúpido

"¡No les temáis!¡Son salvajes, asesinos y traidores!¡Vosotros sois caballeros y hombres de honor, jurados a casas nobles y honorables!" vociferó, al tiempo que hacía trotar a su caballo enfrente de los casi cuatro mil jinetes ante él "¡Mostradles vuestro valor, mostradles vuestro poder!¡Hagamos a esos animales lamentar el día en que se atrevieron a marchar contra nosotros!" rugió, al tiempo que alzaba su mandoble sobre su cabeza "¡Por los Siete Reinos!" gritó, al tiempo que giraba su caballo y cabalgaba hacia el frente. Una serie de gritos se escucharon detrás de él.

Detrás de él, toda la caballería se lanzó hacia el frente. Dio una breve mirada a su derecha, distinguiendo a Rodrik Ryswell con su casco adornado con un penacho de crines de caballo doradas, flanqueado por dos hombres con los estandartes de su casa. Volvió la vista al frente, y a medio camino de los salvajes, un destello cruzó su línea de visión, y giró la cabeza a tiempo de ver como lo que parecía un perno de ballesta atravesaba a un hombre, derribándolo de su caballo y casi haciendo caer al jinete que iba detrás, que apenas logró aferrarse a su silla de montar cuando su caballo dio un salto repentino.

"¿Cómo en los siete infiernos los salvajes consiguieron artillería?" pensó Hosteen cuando más pernos volaron desde las posiciones salvajes. Uno de ellos quedó clavado en la tierra, temblando, pero los demás encontraron carne, a juzgar por los gritos de hombres y caballos "Maldición" pensó, al tiempo que clavaba los talones en los flancos de su corcel para alentarlo a ir más rápido. Detrás de él, los demás lo siguieron.

Más pernos cayeron, matando a más hombres y caballos, y un momento después cayó sobre ellos una lluvia de flechas. Eran miles, pero mataron pocos caballos, y aún menos caballeros. La segunda lluvia no tuvo más éxito que la primera. Sus armaduras los protegían de tan patético intento de repeler su carga. Ser Hosteen mismo bufó cuando dos flechas golpearon su casco y su greba derecha, el grueso acero desviando los proyectiles sin esfuerzo.

Ahora se encontraban a todo galope, sus caballos dejando sus huellas profundamente en la tierra mientras el aire golpeaba sus rostros. Un último perno solitario encontró su descanso en el cuello de un semental montado por un norteño con los colores Bolton, que voló por los aires cuando su montura murió debajo de él.

Estaban tan cerca que Hosteen podía distinguir a la perfección los colores de los escudos, que los salvajes habían unido en una gran pared de unos seis pies de alto de la que salían numerosas lanzas.

"AAAAAAAARRG" rugió, antes de estrellarse contra la pared con estrépito, al tiempo que lanzaba el primer golpe.

Hugo "Cubo Grande" Wull

"¡Todos preparados!" la voz de Artos Flint resonó. Cubo Grande giró la cabeza a tiempo de ver como Flint había girado para mirar a los hombres….y mujeres detrás de él.

El silencio se había apoderado de todos ellos, silencio que poco a poco era llenado por el sonido de los cascos de la caballería aproximándose, como una tormenta que poco a poco se acercaba, hasta que estuviera sobre ellos. Los colores de los estandartes delataban a que casas pertenecían quienes venían hacia ellos: Dustin, Ryswell, Frey y Bolton. En ese orden maldecía a esas casas, y lo haría hasta que muriera. Lo que, considerando que estaba en primera fila ante una carga de caballería pesada, podría pasar pronto.

Pero eso no era un problema. El invierno estaba casi sobre ellos, y él era un viejo. Había follado, había amado, había odiado, había peleado y había matado, había bebido hasta caer desmayado y había comida hasta sentir que sus tripas estallarían. Había vivido bien….si debía morir aquí, moriría igualmente bien.

"Morir bajo el mando del hermano del Joven Lobo, para salvar a la hija del Ned… hay peores formas de irse" pensó, al tiempo que una sonrisa se abría paso en sus labios.

"¡Vamos!" gritó, al tiempo que giraba y golpeaba su escudo con fuerza. Miró a los que estaban más cerca de él, estudio sus rostros y sintió como sus dientes se apretaban cuando vio miedo en ellos "¡Nadie recuerda a los cobardes! ¡No se cantan canciones de los cobardes! ¡Los hijos de los cobardes no hablan con orgullo de sus padres!" escupió "¿Acaso son cobardes?" preguntó, ignorando el impulso de mirar sobre su hombro a la caballería que ahora se encontraba más cerca de él y que se seguía acercando.

"No" dijeron algunas voces, demasiado pocas y demasiado bajas para el gusto de Cubo Grande.

"No escucho bien" resopló "¡¿Ustedes son cobardes?!" detrás, los cascos de los caballos se escuchaban más rápidos y más cerca.

"¡No!" gritaron esta vez más voces…pero no las suficientes.

"Soy un maldito viejo, y estoy casi sordo" dijo, mostrando los dientes que aun poseía en una mueca "¡¿USTEDES…SON…COBARDEEES?!" gritó.

"¡NOOOO!" rugieron mil voces diferentes, de hombres y de mujeres, de salvajes y de norteños.

"¡Muéstrenme!" aulló a los cielos, antes de volver a mirar al frente.

La caballería ya estaba sobre ellos, los rugidos de los malditos que estaban montados ya llegando a sus oídos. Cubo Grande dio un rugido propio, y al siguiente momento la lucha comenzó.

Cubo Grande se agachó para esquivar la lanza que venía por la derecha, que por poco lo empalaba en el pecho. El acero pasó rozando su hombro, y al siguiente instante alzó su escudo para protegerse del hacha doble que vino desde la izquierda, que cayó con tanta fuerza que hizo temblar todo su brazo, aunque el roble aguantó. Rodó por el suelo para evitar ser embestido por otro corcel, y vio una oportunidad. Trazó un arco bajo con el brazo derecho, y no se conmovió cuando los relinchos del caballo cuyas patas delanteras había cortado con su espada llenó sus oídos. Apenas lo registró. Los sonidos habían perdido el valor tras el poderoso choque de las dos fuerzas.

Styr de Thenn

"Formen" dijo en cuanto el enemigo empezó a acercarse. Una muralla se alzó con rapidez en el frente, los escudos superpuestos y las lanzas asomando entre ellos. Detrás de ella, las filas se sucedían entre sí, todas las lanzas bajadas y los escudos alzados, ninguna mirada separada de la muralla de escudos, esperando hasta que algo asomara por el otro lado, para empalarlo con acero.

Ya se escuchaban los gritos, y los cascos de los caballos cada vez más cercanos. Debajo de sus pies, la tierra parecía temblar.

"Somos los últimos de los Primeros Hombres" murmuró en la lengua ancestral de su pueblo, mirando a los suyos. Habían existido por miles de años. Esa existencia no acabaría hoy.

El muro de escudos se rompió, sus miembros separándose y algunos en verdad volando por los aires cuando fueron embestidos por jinetes acorazados a toda velocidad. Numerosas brechas se abrieron, y por ellas ingresaron los jinetes. Los gritos empezaron todos a la vez. Con un grito, el Magnar de Thenn cargó hacia el frente al tiempo que alzaba su lanza, listo para dar su primer golpe.

Tormund

"¡Muere, salvaje!" el aullido fue agudo, casi como el de una mujer que chilla en medio de una follada. Tormund esquivó el hacha antes de estampar un puñetazo en el rostro del portador. Su mano dolió al impactar el casco, pero aturdió al arrodillado lo suficiente para que pudiera cortar su mano. No se molestó en terminarlo, si no que fue por otro enemigo.

No podía distinguir más allá de su maldita nariz. Un campo era todo lo que podía vislumbrar a su alrededor, uno lleno de hombres, mujeres y caballos muertos y vivos. Había armas, enteras y rotas por igual, abandonadas o atrapadas en las manos de sus fallecidos portadores. Los cuerpos se acumulaban, sin importar si estaban muertos o moribundos. La sangre fluía como una maldita cascada, y los gritos eran el único sonido que lograba traspasar la bruma en la que estaba.

Tormund embistió con fuerza contra otro hombre, derribándolo antes de empezar a descargar una lluvia de golpes sobre su escudo, hasta que a base de golpes lo rompió. En el mismo instante en que su espada caía sobre el estómago, una lanza de acero cayó sobre su garganta. Tormund alzó la vista para encontrar sus ojos con uno de los arrodillados que peleaba junto al Pueblo Libre. Solo se miraron un instante; al siguiente un jinete pasó a todo galope y abrió de un tajo la espalda del arrodillado, antes de perderse entre la batalla una vez más.

"¡Ah!" gritó Tormund al tiempo que cargaba contra un hombre armado con un hacha y que llevaba dos más en su jubón. Intercambió tres golpes con él antes de lanzarse hacia adelante y tomarlo de su ropa, para estrellar a continuación su frente contra su boca, derribando la mitad de sus dientes, que salieron volando de su boca. Tormund aprovechó el aturdimiento de su oponente para cortar su pierna a la altura del muslo. Lo dejó tirado en el suelo, dando alaridos de dolor, mientras seguía adelante.

Vio como una mujer de las lanzas era atropellada por un caballo, y vio como un jinete cortaba el brazo de un hombre libre a la altura del hombro. Vio como un caballo caía aplastando la pierna de su jinete, que se vio rodeado por lanceros que enterraron sus armas en su cuerpo múltiples veces…

No vio al jinete que se aproximó por detrás de él, con una lanza en ristre y una mirada que prometía muerte.

Rickard Ryswell

Su caballo saltó en el último instante, cruzando por en medio de dos escudos. Lanzó un golpe con su espada que abrió el rostro del salvaje de la derecha de par en par. Su caballo cayó con estrepito entre los salvajes y empezó a arrollar con cuanto estuviera en su camino. La mayoría de los salvajes fueron empujados a un lado por la embestida de la bestia, pero dos de ellos, uno primero y el otro después, cayeron bajo su montura y fueron pisoteados por ella. A su lado, la carga seguía, arrasando con los salvajes.

Por un instante, la batalla pareció ya ganada. Por un instante. Al siguiente, su caballo corcoveo cuando cuatro lanzas se alzaron ante él. El animal giró para el costado, y Rodrik apenas alcanzó a desviar una lanza antes de que su montura empezara a cabalgar hacia el este, alejándolo de esos salvajes….solo para encontrar muchos más. Estaban por todos lados, corriendo descontrolados, enfrascándose en la lucha, atacando con sus lanzas. Desvió dos ataques más y se agachó para evitar un tercero antes de seguir galopando. Lanzó muchos golpes a izquierda y derecha, pero la mayoría de ellos encontraron un escudo para detenerlos. Aun así, dos de ellos tuvieron éxito y resultaron en la muerte de un salvaje y la pérdida del brazo de otro.

Parecieron ser solo unos instantes, aunque bien pudo haber sido una eternidad, cuando Rickard tuvo un instante de descanso, y fue allí cuando se dio cuenta de dos cosas: su carga de caballería se había roto, y los salvajes no huían. Solo pudo pensar en esas dos cosas por un instante; al siguiente clavó los talones en los flancos de su caballo para alentarlo a seguir moviéndose, escapando de los tres salvajes que venían por su lado derecho.

No tardó en entender que la mejor manera de mantenerse vivo era seguir moviéndose; si se quedaba quieto los salvajes más cercanos iban hacia él, en grupos de al menos cuatro o cinco hombres. Podría pelear, pero sabía que eventualmente lo rodearían y lo acabarían, por lo que siguió moviéndose.

Su brazo no tardó en entumecerse por los múltiples golpes que descargaba en todo momento, aunque el número de enemigos caídos por su mano era muy inferior al número de golpes. En una ocasión, espoleó a su cansada montura para que se moviera para escapar de media docena de salvajes que lo persiguieron unos momentos antes de rendirse. Fue ahí que vio una oportunidad.

El salvaje estaba de rodillas, con un hombre debajo de él. Ambos forcejeaban por una daga, el salvaje intentando clavarla en el rostro del otro hombre. Su oponente, un soldado Bolton, luchaba para evitarlo. Sin pensarlo, Rickard cargó y en cuanto estuvo cerca balanceó su espada. El salvaje abandonó su intento de matar al soldado Bolton y en cambió grito antes de caer muerto sobre él, su espalda abierta de lado a lado en un profundo corte.

"¡DOSS!" gritó una voz, pero Rickard Ryswell no la escuchó. Era solo un sonido entre los miles más, producidos por la batalla.

Jon

Podía notar sin problemas la tensión en su Guardia Personal. Era comprensible; seis de ellos tenían padres que estaban liderando fuerzas en el primer bloque, y otros cinco tenían parientes en medio de las filas: madres, hermanos, primos o sobrinos.

Jon había temido la carga de caballería de los Bolton, y ante él se presentaba el escenario que nunca hubiera deseado ver. Los hombres y mujeres del ejército habían sido arrollados como muñecos de trapo por la carga de caballería, que ahora se encontraba entre ellos matando a despojo a cuantos se encontraban al alcance. Las espadas y hachas se alzaban y caían con frecuencia, y muchas de ellas volvían a alzarse luego de los primeros golpes con sus hojas cubiertas de sangre. Los cuerpos se acumulaban con rapidez, y diez mil gargantas expresaban la agonía de sus portadores al caer heridos, su euforia al matar a un enemigo, o su silencio cuando la muerte había caído sobre ellos.

Jon nunca había deseado tanto intervenir en una lucha; sus manos y talones picaban por el deseo de mover su montura hacia el frente para sumarse a la lucha y ayudar a los suyos. Dirigió una mirada a la empuñadura de Hermana Oscura e incluso llevo su mano a ella, pero no llegó más lejos. No podía involucrarse en la pelea aún. Su batalla estaba en su mente, y debía librarla bien, por el bien de los suyos.

Jon se forzó a recordar que había hecho todo lo posible para preparar a sus tropas para enfrentar a la caballería: no había un solo hombre o mujer en todo el primer bloque que no estuviera armado con buen acero para combatir, y los había dotado a todos de lanzas, mucho más útiles para luchar contra un enemigo montado que las armas cortas como espadas y hachas. También, un gran número de ellos llevaba armadura de algún tipo, desde las más livianas y comunes de cuero, hasta cotas de malla obtenidas por buenos medios de los Umber y unas pocas armaduras de placas saqueadas al ejército de Stannis Baratheon.

Dirigió una nueva mirada a la situación ante él, y contra sus sentimientos, su mente se impuso para evaluar la situación con fría determinación.

Los Bolton habían concentrado una gran parte de su caballería en golpear el centro del primer bloque, pero habían concentrado muchos más en golpear el lado derecho, donde se producía la mayor matanza de todas. La izquierda permanecía intacta; los pocos jinetes enemigos que se habían desviado hacia habían vuelto con premura hacia el centro.

Las filas del centro y la derecha del primer bloque estaban deshechas. El centro estaba bajo una fuerte presión pero las últimas dos filas aún permanecían firmes, una barrera delgada pero firme que evitaba que los caballos enemigos, aún demasiado lejos de ellos para poder luchar, se abrieran paso. Era en la derecha dónde ya no quedaban rastro de las filas, los hombres y mujeres que las habían compuesto estaban muertos, heridos, o luchando con desesperación por sus vidas.

¿Por qué los Bolton no reforzaban a la caballería con soldados a pie? Se estaban arriesgando a que los rodearan si no se retiraban o movían a otro lugar. Moverse….han concentrado la caballería en la derecha, pero no para destruir al ejército….

"Están tratando de abrir una brecha" dijo Jon en voz alta, al tiempo que la realización lo golpeaba. Una brecha en ese punto partiría a su ejército en dos, aislando su derecha del resto de las tropas. No podía permitir que eso pasara.

Antes de que Jon pudiera dar más órdenes, distinguió a uno de los gigantes en medio de la lucha alzar sobre su cabeza a un hombre al que sujetaba por la pierna, antes de bajarlo con fuerza contra el suelo. No escuchó el golpe sobre los ruidos de la lucha, pero no lo necesitaba para saber que el hombre estaba irremediablemente muerto.

"Rickard, Alyra" llamó Jon, observando como el hijo del Liddle y la hija de Morna se acercaban con premura "Lleven este mensaje a tu hermano y a tu madre" dijo, alternando la mirada entre el hombre y la mujer "El centro y la derecha del segundo bloque deben moverse para apoyar a los nuestros contra la caballería Bolton. Si se retiran deben perseguirlos, pero no demasiado lejos" ambos miembros de su Guardia asintieron antes de espolear a sus caballos y alejarse "Zoey" dijo esta vez Jon, observando una vez más a la mujer cambiapieles "Podéis ir" concedió.

La mujer solo sonrió, antes de inhalar con profusión y cerrar sus ojos. Cuando los volvió a abrir, se habían tornado blancos como la leche; casi al mismo instante su gatosombra se alejó corriendo a toda velocidad. El resto de los cambiapieles imitaron las acciones de la mujer, y unos momentos después sus animales seguían al gatosombra de Zoey en su camino por los pasillos del segundo bloque, cuyo centro y derecha empezaron a moverse a paso rápido poco después, en dirección a la lucha. Jon los vio alejarse en silencio: cinco perros, siete lobos y un gatosombra.

No mucho después de que los animales se hubieran alejado, el centro y la derecha del segundo bloque empezaron a moverse hacia el frente. Muchos miles de hombres y media docena de gigantes más para apoyar a los que ya estaban luchando contra la caballería Bolton.

Viéndolos avanzar a paso rápido hasta que se enfrascaron en la lucha, Jon lucho contra la mueca que quería aparecer en su rostro. Hubiera preferido esperar hasta que la infantería Bolton se comprometiera en la lucha para recurrir al segundo bloque, pero no tenía opción. No podía permitir que la caballería Bolton se volviera la fuerza dominante en el campo de batalla.

"No entiendo" una voz femenina atrajo la voz de Jon, que giró la cabeza para ver el ceño confundido de la Joven Osa "¿Por qué enviar a las bestias, Alteza? Si ibais a enviar tropas del segundo bloque para apoyar a las que ya están peleando" afirmó.

"Las tropas son para ayudar a los nuestros. Los animales son para complicar las cosas para nuestros enemigos" dijo Jon, antes de que una sonrisa pequeña apareciera en su rostro "Vosotros habéis cabalgado cerca de mí por muchos días; vuestros caballos han estado cerca de mi lobo y se han acostumbrado a él, pero me parece recordar que en los primeros días de nuestra marcha se inquietaban y asustaban mucho cuando Fantasma se acercaba" Jon dio una palmada cariñosa en la cabeza de su huargo. Ni siquiera tuvo que inclinarse en la silla de su caballo; tal era ya el tamaño de Fantasma "Los caballos de batalla son preparados para no temer a las armas, al fuego ni a los hombres, pero dudo que los Bolton hayan preparado a los suyos para no temer a los lobos y a los gatosombras" comentó como si nada.

La Guardia de Jon lo miró en silencio por unos momentos, sus ojos destellando primero con sorpresa, y luego con realización. De la nada, Dormund echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada escalofriantemente parecida a las de su padre.

"Pero….¿y los perros, Alteza?" logró articular Rickard Liddle, sus ojos abiertos por la sorpresa hasta un extremo casi inquietante "No creo que los caballos teman a los perros" dijo.

"Probablemente no lo harán" reconoció Jon "Es por eso que sus respectivos compañeros ataron en sus patas mechones de cabello de lobo por órdenes mías" explicó, al tiempo que recordaba haber depositado una serie de mechones de Fantasma en sus manos "Los perros se parecen lo suficiente a los lobos, y con el olor de Fantasma encima, es más probable que los caballos Bolton crean que lo son" explicó. El miedo era un arma útil en ciertas circunstancias, y esta era una de ellas. Si los Bolton perdían el control de sus caballos por el miedo de éstos, sería más sencillo para el Pueblo Libre acabar con las monturas. Y si decidían desmontar para seguir peleando a pie, entonces sería más sencillo acabar con los jinetes.

FIN DE LA PRIMERA PARTE.

NOTAS:

1° bloque o bloque de vanguardia, 11.000 lanceros.

Columna izquierda, 2.000 lanceros. Comandante: Uggart y Maege Mormont.

Columna central, 5.000 lanceros y 3 gigantes. Comandantes: Tormund Matagigantes, Hugo Wull, Doss el Ciego y Artos Flint.

Columna derecha, 4.000 lanceros y 3 gigantes. Comandantes: Styr Magnar, Gunthor Burley y Torren Liddle.

2° bloque o bloque de apoyo, 11.000 lanceros.

Columna izquierda, 1.000 lanceros. Comandante: Agnar Harclay.

Columna central, 5.000 lanceros y 3 gigantes. Comandantes: Berjen Norrey, Gavin el Mercader y Morna Mascara Blanca.

Columna derecha, 5.000 lanceros y 3 gigantes. Comandantes: Donnel Flint, Morgan Liddle, Harle el Cazador y Soren Rompescudos.

Bloque de arqueros.

Columna izquierda, 1.500 hombres. Comandante: Jorgen Knott.

Columna central, 2.000 hombres. Comandante: Eldric Ragrynst.

Columna derecha, 1.500 hombres y 5 gigantes. Comandante: Harle el Bello.

Guardia Personal del Rey Jon: Alfhilfd, Torreg el Alto, Dormund, Awrryk (nieto de Ygon), Ery (nieta de Ygon), Alyra (hija de Morna), Helga, Siegerd (hijo de Styr), Kyura, Ulre, Jornbael, Rogar Burley, Rijeth Wull, Alysanne Mormont, Rickard Liddle, Cedrik Flint.

Caballería.

Columna izquierda, 2.600 caballos. Comandantes: Rodrik Ryswell y Hosteen Frey.

Columna central, 1.200 caballos. Comandantes: Rickard Ryswell y Roger Ryswell.

Arqueros.

Única Columna, 900 arqueros. Comandantes: Roose Ryswell, Dorrek Cerwyn y Harwyn Flint.

INICIO DE LA SEGUNDA PARTE

El señor de los Riachuelos

A diferencia de Hosteen Frey, Lord Ryswell no se había comprometido en la batalla. Estaba en medio de ella, sí, pero su presencia allí era simbólica y estratégica. Los hombres de los Riachuelos debían ver a su señor compartiendo el riesgo con ellos; los haría pelear más duro. Y debía estar cerca para comandar a sus hombres.

A pesar de los cuatro guardias que lo rodeaban, cuyo único propósito era garantizar su seguridad, Lord Ryswell ya había manchado su espada con sangre en dos ocasiones, cuando un enemigo se había abierto paso entre sus guardias para llegar a él. La segunda ocasión había sido la más peligrosa: si no se hubiera inclinado en la silla de montar, lo bastante para arriesgarse a caer, la lanza del salvaje lo habría empalado como un maldito pez.

A su alrededor, la lucha proseguía. Los jinetes se movían con rapidez, sus monturas moviéndose sin restricciones por el campo al tiempo que ellos descargaban golpes de lanza, espada, maza y hacha sobre cuánto se encontraba a su alcance. Algunos golpes encontraban aire, otros encontraban roble, otros encontraban acero, y otros encontraban carne….

….pero los salvajes aguantaban. Contra todas sus expectativas, los malditos salvajes aún aguantaban. Aún dispersos, aun cuando morían por cientos, luchaban con todo. Se arrojaban en el camino de los jinetes, atacaban las patas y los flancos de los corceles, incluso se aferraban a las sillas de montar o las piernas de los jinetes mientras intentaban derribarlos. Pero no huían.

La muerte caía a cada instante sobre más de los guerreros. Ambos bandos sufrían bajas. Lord Ryswell miró hacia un lado, a tiempo de ver como la barriga de una mujer salvaje era abierta por un jinete a toda velocidad con un tajo de espada. Miró hacia otro lugar, justo a tiempo de ver como un caballo se encabritaba cuando tres lanzas se clavaban en su cuello, hasta hacer caer a su jinete. Un salvaje fue empalado por una lanza; el portador del arma fue rodeado por cuatro más, que enterraron sus armas múltiples veces en su cuerpo. A lo lejos, uno de los gigantes aliados de los salvajes embistió contra un caballo de lado, derribándolo y destrozando la pierna del infortunado jinete con toda certeza.

Entonces ocurrió. Muchos caballos relincharon a la vez, algunos de ellos sin causa. Su propia montura se asustó un momento después, moviéndose nerviosa y relinchando, al tiempo que retrocedía. Las de sus guardias no estaban mejor.

"Ooooh. Ohhhhhh" dijo, al tiempo que tiraba de las riendas "Tranquilo. Shhh, tranquilo" dijo, al tiempo que daba unas palmadas en el cuello del animal.

Muchos caballos estaban enloquecidos, ignorando a sus jinetes al tiempo que se movían descontrolados. Varios de ellos, incluyendo el de uno de sus guardias, incluso derribaron a sus jinetes antes de alejarse a todo galope.

"¿Qué, por el amor a….." las palabras del Señor de Los Riachuelos fueron cortadas por un rugido.

"¡¿Qué en siete infiernos hace un gatosombra aquí?!" rugió un hombre con las torres gemelas de los Frey bordadas en su jubón, al tiempo que se levantaba del suelo. No termino de hacerlo, ya que un salvaje enterró una espada en su nuca, con tanta fuerza que la punta sobresalió por su cuello.

Lo vio. Grande, oscuro con rayas blancas, veloz, y muy, muy mortal: un gatosombra adulto corriendo por el campo al tiempo que se movía con una gracia perfecta: sorteando hombres, saltando sobre caballos muertos, esquivando una lanza arrojada en su dirección antes de saltar y morder las ancas de un caballo, uno de los pocos que no se asustaban en su presencia. El animal relinchó espantado al tiempo que corcoveaba, pero el gatosombra lo soltó casi al instante, solo para seguir corriendo por el campo, asustando a más de los suyos.

Tormund

El imbécil con un escudo con dos torres azules trató de levantarse, pero Tormund le propinó una patada con fuerza contra su costado, haciéndole desistir y dar un grito de dolor. Tormund golpeó con su espada, pero el arrodillado se encogió tras su escudo, por lo que lo pateó dos veces más antes de arrojarse sobre él y arrancarle el escudo con dificultad.

"¡No!" el grito del arrodillado no sirvió de nada cuando Tormund enterró la espada justo debajo de su cuello. El hombre gorgoteó un momento, antes de quedar inmóvil.

Tormund jadeaba con pesadez cuando recupero su espada y se siguió moviendo. La lucha seguía, y las malditas armaduras que usaban la mayoría de los sureños eran muy útiles para desviar o absorber golpes. Su brazo izquierdo ardió cuando lo movió; sintió la sangre cálida deslizarse por el, y maldijo para sus adentros al imbécil que lo había herido por la espalda.

El señor de la Sanguijuela

"¡Los salvajes no pueden durar mucho más!¡Estarán a punto de romperse y huir!" masculló Aenys Frey, apretando las riendas de su caballo con fuerza, como si quisiera deshacerlas con la sola presión de sus puños. Era la tercera vez que lo decía desde que la lucha había comenzado. Claramente trataba de convencerse más a sí mismo que a otros.

El Guardián del Norte no dijo nada; solo miró el desarrollo de la batalla. Los salvajes estaban dispersados, y aunque su formación se había roto, ellos no lo habían hecho. Aún luchaban, y esa lucha era la que había hecho que gran parte de la caballería Bolton rompiera sus propias formaciones. La carga se había perdido, y las luchas individuales proliferaban sin cesar. Eso no era bueno. En ese tipo de combates, el factor decisivo era el número. Si los salvajes perdían tres mil hombres, sería una pequeña ganancia para los Bolton. Si los Bolton perdían tres mil hombres, sería una pérdida irremplazable.

"Enviaremos apoyo" declaró en voz baja.

Unos momentos luego de que hablara, el Guardián del Norte despachó una serie de mensajeros para que dieran sus órdenes. Debían moverse rápido; los salvajes estaban comprometiendo más tropas en la batalla contra la caballería. Juzgando el tamaño, diría que eran más de cinco mil. Puede que incluso diez mil.

Jon

Jon miraba la batalla con una mirada de impasibilidad que ocultaba el cúmulo de emociones en su interior. La lucha no se había visto disminuida en cuanto a salvajismo, pero si en cuanto a posición. Los combates se habían extendido hacia el sur, acercándolos varios cientos de pasos más a los Bolton, aunque la distancia entre sus hombres y la infantería enemiga aún era suficiente para mantener a unos apartados de otros.

"La caballería junto a los arroyos avanza" la voz de Ezei lo sacó de sus pensamientos.

Jon abrió ligeramente los ojos ante esas palabras "¿Atacarán la izquierda?" indagó. Esa no sería una gran dificultad, pero aun así debía considerar los posibles peligros.

Pero Ezei sacudió la cabeza "Se mueven lejos de la izquierda. Creo que van por el centro" reconoció "También la infantería está siendo cambiada" añadió luego de un momento.

"Explícate" ordenó Jon. No era extraño que en medio de una batalla las unidades del frente de lucha fueran cambiadas por otras, para poder recuperar el aliento. Pero en su flanco izquierdo no había habido luchas, solo en el centro y en la derecha.

"Los arrodillados bajo estandartes de hombres desollados y hachas se están moviendo hacia el centro. Pero también están llegando otros desde allí, aunque no son tantos como los anteriores" explicó.

"¿Bajo qué estandartes están los que llegan del centro?" preguntó Jon.

"Los mismos del Último Hogar" replicó Ezei.

"Avísame si avanzan" dijo Jon tras un momento de silencio. Ezei solo asintió antes de que sus ojos se volvieran blancos cuando volvió a entrar en la mente de su compañero.

A la mente de Jon llegaron las palabras de Mors Umber. Su hermano había partido al encuentro de los Bolton con cuatrocientos hombres. Los hombres de Hornwood sumarían varios cientos más, al menos. Lo que significaba que una fuerza de entre quinientos y un millar de hombres estaba en esos momentos reuniéndose en las orillas de los arroyos. Y hombres Bolton y Dustin al centro solo podía significar….

"Alysanne" llamó, y un momento más tarde la mujer de la Isla del Oso colocó su caballo junto al suyo.

"Alteza" se limitó a decir.

"Decid a vuestra madre que se prepare para luchar. Que avance para tratar de rodear a la caballería Bolton que está en el centro" el ceño de Alysanne se frunció con escepticismo. Sin duda pensaba que tal maniobra dejaría a Lady Maege y a sus hombres con la espalda descubierta ante la infantería Bolton "Es un engaño. Debe moverse lento, para que los Bolton se den cuenta y envíen infantería para interceptarla. Que resista todo lo posible, y de ser necesario que retroceda hasta los arroyuelos"

"Si Alteza" reconoció Alysanne, al tiempo que asentía una sola vez.

"Hay una cuestión más" dijo Jon, justo cuando la mujer hacía girar a su montura. Cuando hubo vuelto a su posición anterior, Jon continuó "Si entabla combate contra hombres de Umber o de Hornwood, vuestra madre tiene mi venia para tomar prisioneros a los heridos y rendidos"

Alysanne lo contempló un largo momento antes de asentir con firmeza y despedirse, para salir al galope un momento más tarde.

Jon sabía que en medio de la batalla no era nada inteligente perder tiempo tratando de tomar prisioneros; ese tipo de cuestiones se dejaban para después de la lucha. Pero Jon había prometido a Mors Carroña que su hermano sería indultado por su lealtad a los Bolton. Ello, sumado al conocimiento de que los hombres de Umber y los de Hornwood eran las tropas del ejército Bolton cuya lealtad era la más cuestionable, era lo que lo instaba a dar esa pequeña indulgencia a los hombres que peleaban bajo los estandartes del gigante y el alce.

"¡AHH!" un grito estremecedoramente cercano sacó a Jon de sus pensamientos, solo para ver como uno de los cambiapieles, el anciano de cabello grisáceo, caía al suelo y empezaba a retorcerse, al tiempo que sus dos manos se enterraban en su cabellera y sujetaban su cabeza con fuerza "¡AH, NO!¡NO!" gritó el anciano en medio de su sufrimiento.

"Ayúdenlo" ordenó Jon, sin detenerse a pensar. De inmediato Alfhilfd y Jornbael desmontaron y se arrojaron sobre el anciano. Entre ambos lograron detener sus movimientos enloquecidos, aunque el anciano siguió dando gemidos y gritos incoherentes de dolor.

"¿Qué le ocurre?" preguntó Rickard Liddle, mirando al anciano con una mezcla de lástima, sospecha y precaución.

Una voz habló antes de que Jon pudiera hacerlo "Su compañero fue herido, o tal vez muerto" dijo Kyura, en un tono de certeza total "Lo sintió a través de su mente, y le causó dolor"

Jon no pudo evitar estar de acuerdo con la hija del fallecido Kileg. Sintió pena por el anciano; si el apego a su compañero fuera tan solo una fracción al que Jon tenía con Fantasma, sin duda su perdida no le dolería solo en el sentido físico.

Maege Mormont

Al ver a Alysanne alejarse, Maege no pudo evitar preguntarse si ambas sobrevivirían a la batalla. Esperaba que fuera así; ya había perdido a Dacey. Los dioses sabían que no podía perder otra hija.

Maege tomó su maza de su cinturón y contempló a los guerreros tras de ella. Los hombres de Mormont que habían venido con su segunda hija estaban entre ellos, junto con los cinco que la habían seguido desde que habían salido de la Isla del Oso, hacia casi dos años. Eran los únicos norteños; el resto de sus fuerzas la componían hombres y mujeres del Pueblo Libre.

"¡Avancen!" exclamó, antes de girar y empezar a moverse, a un ritmo firme pero lento. No muy lejos, con un escudo naranja y gris y una espada larga, el caudillo con los pies descalzos y totalmente negro llamado Uggart avanzaba firme. Ambos compartieron una breve mirada y asintieron al otro. Las palabras sobraban.

Hother Mataputas

Cuando el mensajero llegó con la orden de que avanzaran apretó los dientes antes de asentir.

Sus órdenes eran claras: debían moverse para interceptar a los salvajes junto al río, que empezaban a moverse para tratar de flanquear su centro. Hother contuvo a duras penas el bufido despectivo que quiso salir de su boca; aún desde lejos, resultaba obvio que los salvajes que debía detener lo superaban en número de al menos dos o tres a uno. La posibilidad de que los detuviera con solo sus hombres y los de Hornwood era diminuta.

Los salvajes debieron darse cuenta de lo que pretendía, porque mucho antes de que se acercara a ellos giraron para cambiar su rumbo, marchando directamente hacia él.

Lo que empezó como una marcha lenta fue ganando velocidad, de manera tranquila pero constante. Los pequeños pasos fueron haciéndose más largos, y luego más cortos cuando Mataputas y los suyos dejaron atrás las zancadas para empezar un ligero trote.

Doscientos pasos….ciento cincuenta pasos…..Mataputas vio a los salvajes acercarse con premura, sus escudos circulares alzados y sus lanzas bajadas.

Cuando estaban a menos de un centenar de pasos, Mataputas distinguió un estandarte solitario que ondeaba sobre sus adversarios: un oso rampante de sable sobre campo verde bosque. Mormont.

Mataputas se forzó a ignorar la punzada de amargura que se asentó en su interior ante el hecho de tener que luchar contra los Mormont; no eran sus amigos, pero eran mil veces preferibles a otros. Con un grito, se lanzó a la carrera, seguido por todos los suyos. Los salvajes también rompieron a correr, lanzando aullidos y gritos propios.

La distancia entre ambas fuerzas se redujo con rapidez, y Hother Mataputas sintió que sus oídos se llenaban cuando las dos fuerzas chocaron con estrépito, al tiempo que empezaba la lucha.

Dorrek Cerwyn

A su lado izquierdo la infantería formaba. Miles y miles de hombres armados y preparándose para luchar. A su derecha, a pesar de la distancia, se desarrollaba la batalla, sin tregua por parte de nadie, salvaje o norteño.

Había estado lo bastante cerca para escuchar las órdenes que el mensajero de Roose Bolton había traído. Debían moverse hacia el este para empezar a disparar contra los salvajes que se situaban frente a su flanco izquierdo.

"¡Alto!" gritó la voz de Roose Ryswell. A diferencia de todos los demás, el imbécil y pendenciero primo de Lord Ryswell montaba en un caballo, pero bajó de él al situarse enfrente de todos los arqueros. Con un movimiento descoordinado todos los arqueros giraron a la derecha, enfrentando la batalla una vez más. Hacia la izquierda del punto dónde los salvajes aún se batían contra la caballería, había más de ellos formados, sin tomar parte en la lucha de sus compañeros. Miles más de ellos, y eran su nuevo objetivo.

"Preparen" tronó la voz de Ryswell, y la mano de Dorrek fue sin pensar a su carcaj, de dónde sacó una flecha que coloco en su arco "Apunten" levantó su arco por encima de su hombro, la cuerda tensada y la flecha lista para volar "¡Fuego!" los dedos de Dorrek soltaron su agarre, y la flecha voló por el cielo, un solitario punto alejándose lentamente entre muchos otros, destinada a caer entre los salvajes. La primera ráfaga no había recorrido todo su camino cuando la voz de Ryswell sonó de nuevo. Prepararon, tensaron, y volvieron a disparar. Luego otra vez. Y otra.

Fue cuando la quinta ráfaga de flechas había volado que la voz de Roose Ryswell transmitió otra orden.

"¡Arqueros!¡Fuego a discreción!"

Mors "Carroña" Umber

Estaba dividido a partes iguales entre el alivio y la frustración. El primero se debía a que no había ningún estandarte Umber entre los enemigos a la vista: solo podía significar que su hermano estaba en otro lugar del campo. Eso era bueno; no pelearía contra otro Umber, menos aún contra su hermano, sin importar cuál fuera la causa. Así se lo había dicho al Rey hace mucho tiempo, y le alegraba que el Rey lo hubiera aceptado.

Pero su alivio estaba opacado por la frustración que sentía por no tomar parte en la pelea. Los salvajes estaban peleando, los Flint y los Wull estaban peleando, probablemente esa vieja bruja de Maege Mormont también estaba peleando. Entre todos los norteños, él era el único que aún no podía manchar su acero con la sangre de los Bolton y el resto de los traidores, sin mencionar a esas escorias de Los Gemelos. ¿Qué estaba esperando el Rey para dar la orden de que avanzara? No lo sabía. Pero si sabía que, sin esa orden, no podría involucrarse en la batalla.

Cuando vio el movimiento por el rabillo del ojo, supo que algo se aproximaba, y tuvo razón. En cuanto vio los proyectiles volando por el cielo en su dirección, se arrojó al suelo y alzó su escudo. No necesitaba dar la orden para que los suyos hicieran lo mismo.

Las flechas cayeron sobre ellos al igual que las nevadas de los últimos días habían caído sobre el Lago Largo. Ligeras, pero muy molestas a la vez.

"Malditos cobardes. Vengan y peleen de frente" gruñó una voz a sus espaldas. Mors no se molestó en mirar quién era. Si era uno de los suyos o no, no importaba. Estaba de acuerdo con el hombre. Se encogió un poco más detrás de su escudo cuando la segunda ráfaga cayó sobre ellos.

Jon

Jon observó con una cierta satisfacción como las tropas del segundo bloque hacían maravillas por el centro y la derecha del primero. Los soldados Bolton estaban claramente rebasados, y retrocedían cada vez más ante la muralla de escudos formados por las tropas del segundo bloque. Incluso, muchos soldados del primero que aun podían luchar se sumaban, ampliando el muro y cerrando filas. Las brechas que los Bolton habían abierto con su carga eran cada vez menores, y a pesar de la distancia Jon no tenía dificultad alguna en ver como los jinetes de Bolton eran cada vez más desesperados en la lucha.

Pero Roose Bolton no estaba ocioso ante la inclinación de la balanza en su contra. Sus infantes se estaban desplegando, miles y miles de soldados bajo los estandartes de Bolton, Frey, Ryswell, Dustin, Karstark y más.

La infantería Bolton por fin parecía comprometerse en la lucha. En el flanco izquierdo, los hombres de Hother Mataputas, junto con los Hornwood, habían cargado para enfrentarse a Maege y Uggart. Según Ezei, que había visto a través de los ojos de su compañera, en total sumaban poco más de quinientos hombres, aunque no se acercaban ni siquiera un poco al millar. No era probable que pudieran quebrar a Maege y a Uggart, que tenían una ventaja abrumadora sobre ellos.

Jon consideró por un momento el traer hacia el centro a las tropas de Brogg y del Harclay. Entre ambos combinaban un número igual a los de Maege y Brogg, y con su izquierda sólida, podría usarlos para reforzar el centro. Pero desechó la idea luego de un momento: no sería prudente dejar la defensa de todo su flanco en manos de solo Uggart y La Osa, que en esos momentos estaban ya luchando.

Un grito se escuchó cerca de él, y Jon observó como otro de los cambiapieles, una mujer de cabello castaño y ondulado y rostro níveo, caía al suelo de rodillas, sujetándose el pecho con fuerza al tiempo que gritaba.

Jon murmuró una maldición en voz baja. Con ella ya eran tres los cambiapieles que habían perdido a sus compañeros en la lucha. Era prueba de que aunque estuvieran rebasados, los jinetes Bolton aún luchaban.

"Cedrik, Siegerd, Helga" llamó, dando una breve mirada a cada uno de los nombrados "Vayan con Knott, Eldric y Harle. Que se preparen para disparar a la infantería Bolton tan pronto como los tengan al alcance" ordenó Jon con voz firme "Y que se detengan tan pronto como corran riesgo de lastimar a los nuestros" sin más que asentimientos breves, los tres miembros de la Guardia Personal de Jon cabalgaron en dirección a las columnas de arqueros, al tiempo que se separaban entre sí. No mucho después, Jon distinguió una serie de gritos provenientes de las posiciones de los arqueros.

Casi al mismo tiempo, una serie de trompetas y cuernos de guerra sonaron, y la infantería enemiga se movió hacia el frente. Jon los observó con detenimiento, antes de girar la cabeza y llamar a Dekla.

"¿Qué puedes ver?¿Hasta dónde llega la línea de enemigos a pie?" le preguntó a la mujer, que se frotó las sienes un momento antes de responder.

"Hasta más allá de la lucha entre los nuestros y los caballos enemigos" respondió la cambiapieles.

"¿Crees que atacarán a Gerrick y a Soren? Preguntó en esta ocasión Jon. Dekla no estaba muy versada en la serie de nobles norteños que luchaban con ellos, pero conocía a la perfección a Sangrereal y a Rompescudos.

"Si se siguen moviendo hacia adelante, sí. Sin duda"

Cregan Karstark

Pese a las protestas de su padre y su hermano menor, había dejado su caballo. No lo necesitaba para esto. Preferiría estar a la misma altura que los salvajes cuando los asesinara, para poder ver a la perfección cuando la vida escapara de sus ojos.

Los salvajes…la mano de Cregan apretó con más la empuñadura de su espada. ¿Cómo eran capaces… ¿Cómo eran tan audaces….. ¿Cómo tenían estos animales la audacia de invadir su hogar, arrebatar el castillo de su padre? El castillo que un día sería de él….

Bien, había llegado el momento de demostrarles lo que pasaba cuando hacían enojar a un Karstark. Ellos eran hombres de verdad, orgullosos descendientes de los Reyes del Invierno. Eran más de lo que estos animales nunca podrían aspirar a ser, y ahora era el momento de enseñárselos para que recordaran su lugar, de una vez por todas.

"Cuando hayamos terminado con ellos, pasaran mil años antes de que piensen otra vez en cruzar el Muro" juró el hijo mayor de Arnolf.

La marcha se aceleró, y no mucho después Cregan se lanzó a la carrera, sus piernas dando las zancadas más largas que había dado en mucho tiempo. Detrás y a cada lado de él, los hombres de Karstark también se lanzaron a la carrera.

No recordaba haber corrido tan rápido en toda su vida, y aun así el espacio que lo separaba de los malditos salvajes no pareció disminuir lo suficientemente deprisa.

El primer salvaje que tuvo al alcance no tuvo oportunidad. Desvió con facilidad su lanza antes enterrar su espada con fuerza en su pecho. Sacó su arma y se acercó a otro. Sus golpes eran demasiado para el maldito animal, que cayó al suelo con su escudo hecho trizas y murió cuando Cregan dio un terrible golpe horizontal que dejó su cráneo unido al resto de su cuerpo por una delgada capa de piel.

El siguiente al que mató estaba retorciéndose en el piso, gimiendo suavemente mientras sujetaba sus manos alrededor del punto donde su pierna había estado antes de que se la cercenaran. El hombre alzó la mano en un mudo gesto que no evitó que Cregan abriera su cuello de un solo tajo. Luego luchó contra un lancero que vio su arma partido en dos por la espada de Cregan, antes de que el hijo mayor de Arnolf estrellara su escudo contra su rostro, aturdiéndolo y haciendo que escupiera una gran cantidad de sangre y diente rotos. Un corte de la espada de Cregan dejó al salvaje en el suelo, muerto por el tajo que empezaba debajo de su cuello y que terminaba arriba de su pelvis.

Con un grito, Cregan se lanzó hacia el frente. Aun había muchos malditos por matar.

Mors "Carroña" Umber

Alcanzó a distinguir dos estandartes con el hombre desollado y uno con las dos hachas cruzadas justo antes de que las filas enemigas chocaran con las suyas propias.

"¡POR JON!" rugió Mors mientras se lanzaba a la pelea. Quizás se refiriera a su sobrino que estaba prisionero en Los Gemelos, o a su sobrino nieto que había sido asesinado en el mismo maldito lugar. O quizás se refiriera a su Rey. No lo sabía, y no se molestaría en pensar en ello ahora. Había cosas mejores que hacer en ese momento.

El Señor de Los Riachuelos

No pudo evitar suspirar con alivio cuando la oleada de soldados vestidos con los colores de los Bolton y los Dustin lo rebasaron, para chocar un momento contra los salvajes, el puro impulso de la carga haciendo a éstos retroceder….pero no retirarse. No, a pesar de todo, los salvajes aun pelearon.

La infantería tomo el relevo, dejando que los jinetes Bolton, los pocos que aun conservaban sus monturas intactas, descansaran un momento. Rodrik miró a su alrededor y no pudo evitar estremecerse; los hombres montados eran pocos. Muy pocos. Un recuento rápido le mostró que solo quedaban unos pocos caballos vivos en las cercanías, un centenar o un número muy cercano. Los demás estaban muertos, muchas veces apilados en montículos de hasta cinco o seis bestias yaciendo en el suelo, con sus ojos abiertos, sus vientres o flancos desgarrados o sus cuellos abiertos por lanzas.

Malditos sean los dioses, el Señor de Los Riachuelos nunca habría pensado que vería tal vista.

"Hay que reunir a los que queden" dijo en voz quebrada, mirando a los dos guardias que aun vivían "Y deprisa"

Styr Magnar

"¡Formen!¡Formación!" grito cuando vio la oleada de soldados viniendo hacia ellos.

Algunos, principalmente los que se ubicaban cerca de él, escucharon sus órdenes y se apresuraron a formar un intento de muro de escudos a cada lado de él. Styr también tomó parte en él. Detrás de él se ubicaban aquellos que ya habían perdido los suyos. Pero era un muro demasiado delgado, demasiado pequeño, y la mayoría de los que estaban en él estaban agotados por la lucha contra los jinetes. Había demasiados que no habían escuchado sus órdenes a tiempo.

"¡Resistan!" rugió cuando vio por encima de su propio escudo como un puñado de enemigos se acercaban a la carrera, blandiendo lanzas, espadas y hachas mientras gritaban.

Con un choque estremecedor, el muro fue embestido. La mitad de los guerreros fueron enviados al suelo con la primera carga, demasiado agotados para resistir ante enemigos más frescos. Styr mismo tuvo que hacer un esfuerzo para que sus pies no cedieran ante la embestida de dos hombres.

Desvió una espada al tiempo que se agachaba para evitar un hacha larga que habría cortado su cabeza de un solo golpe. Empujó al espadachín hacia atrás y se giró a tiempo de detener el hacha con su escudo, antes de lanzarse al frente y alcanzar a su portador en el costado con su espada. El hombre cayó al suelo con un grito, pero el momento que le tomó a Styr sacar la espada de su costado le costó caro; un ardor atroz se hizo presente en la parte alta de su espalda, que lo hizo gritar de dolor. Aun así alcanzó a darse vuelta antes de que el espadachín lograra dar otro golpe.

El hombre era bueno; Styr lo admitía. Mantenía la distancia correcta, y nunca lo perdía de vista. Intercambió golpes con él, observando por el rabillo del ojo como la batalla se había recrudecido una vez más, con la muerte cayendo por todas partes.

Styr jadeaba con pesadez; estaba agotado. Su rostro estaba manchado de sudor, mugre y sangre. El primero era de él, el segundo de esta tierra y el último de sus enemigos. La sangre que sentía corriendo cálida por su espalda, surgiendo de la herida hecha por la espada de su rival, era una molesta picazón, pero muy preferible a la muerte segura que habría sufrido si no hubiera llevado puesta su armadura de lamas de bronce. Se forzó a ignorarla mientras la pelea continuaba.

Por fin, tuvo su oportunidad. Su brazo izquierdo se había cansado, lo que lo forzó a bajar ligeramente su escudo. Al parecer su oponente lo estaba esperando, porque amagó con un golpe a su derecha antes de lanzarle hacia el frente con su espada apuntando hacia su pecho. Styr, a pesar de su cansancio, logró apartarse a tiempo, y aprovechó que la espalda de su oponente estuviera a su alcance al empujar con todas sus fuerzas su espada en ella.

Apenas había escuchado el grito de muerte de su oponente cuando sintió cómo era derribado por una forma que embistió contra él por su lado izquierdo. Una punzada se clavó en su corazón cuando sintió que sus dedos aflojaban su agarre sobre la espada, dejándola enterrada en la espalda del arrodillado. Al siguiente momento, un grito dejó los labios del Magnar de Thenn cuando sintió un juego de dientes clavados en su brazo del escudo, un instante antes de que otro se clavara en su pierna.

Con su mano libre se deshizo del maldito perro que tenía sus colmillos clavados en su brazo antes de alzarse y golpear al otro con su escudo. El primer perro volvió a caer sobre él, pero alcanzó a usar su escudo para evitar que clavara los dientes en su carne. Su mano libre fue hacia el puñal en su cinturón, y un momento más tarde lo enterró en el cuello de la maldita bestia, antes de sacarlo. Pero el segundo perro se había recuperado del golpe de su escudo y había clavado sus dientes otra vez, ahora en su otra pierna.

"¡Ah!" con un grito, Styr golpeó de nuevo al animal con su escudo antes de empezar a clavar su puñal en él. Una vez, dos, tres, cuatro…

No llegó a dar un quinto golpe al animal, porque un dolor en su cabeza lo derribó. Sintió como palpitaba en el interior de su casco, tan fuerte como para hacerle perder la visión por unos momentos. A través de la bruma de dolor, sintió como le arrancaban el casco, así como el escudo y la daga que apenas alcanzaba a sostener en su mano.

Unos momentos más tarde la vista de Styr se aclaró lo suficiente para ver a un hombre parado sobre él, con una pierna a cada lado de su torso. Era joven, como su propio hijo Sigorn. Llevaba un chaleco de cuero con un hombre desollado en él, y una capa rojo sangre que contrastaba con la blancura de su piel. En su cinturón colgaban una espada y un cuchillo largo y delgado, pero era una daga diminuta la que sostenía en su mano.

Styr miró alrededor por un instante, lo suficiente para ver cómo alrededor la batalla proseguía, pero no había nadie capaz de ayudarlo en ese momento. Todos estaban muertos, heridos o combatiendo.

Estaba desarmado, y no había ningún arma o aliado lo bastante cerca para socorrerlo; Styr sabía que estaba muerto.

"Has matado a algunas de mis chicas. Lo bueno es que siempre puedo criar más" dijo el hombre encima de él. Viendo sus ojos grises como el olor del hielo sucio y su sonrisa escalofriante, Styr solo pudo pensar en una cosa. Su muerte sería muchas cosas, pero no rápida.

Jon

Observó como la oleada de infantería enemiga se estrellaba contra el centro y la derecha, así como contra el bloque que protegía su flanco derecho. La única ráfaga de flechas que había caído sobre ellos no había sido suficiente para afectar su carga.

La lucha en el primer bloque se había encrudecido, y ahora era una vez más una matanza encarnizada, en la cual las formaciones eran prácticamente nulas, y dónde las luchas individuales abundaban.

La lucha en el centro estaba en el filo del cuchillo; el ejército de Jon tenía números superiores, pero los Bolton contaban con tropas más descansadas. Las armas también eran un factor a tener en cuenta: las tropas del primer bloque, junto con las de los dos que guardaban sus flancos y la reserva tenían acero forjado en castillo; en consecuencia, el segundo bloque no tenía casi nada de acero, debiendo conformarse con lanzas de hueso, piedra, madera endurecida al fuego y en el mejor de los casos, bronce. Los Bolton en cambio, llevaban acero.

"¿Qué pasa en el oeste, Dekla?" preguntó Jon, mirando a la mujer.

"Siguen luchando" respondió la mujer, alzando la cabeza para poder mirar a Jon "Los nuestros resisten bien, y son muchos más"

Jon asintió, satisfecho. Los guerreros que cuidaban el flanco derecho no habían participado en la lucha contra los jinetes Bolton, por lo que estaban descansados y, como en el resto del frente, tenían los números a su favor. Además contaban con Mors Umber y otros guerreros experimentados. No era probable que la infantería enemiga, la fracción de ella que estaba luchando en su flanco derecho, pudiera derrotarlos o dispersarlos.

"Ezei ¿qué pasa en el este?" dijo Jon luego de un momento, mirando a la otra mujer.

"La Osa y Uggart aun pelean. Los arrodillados luchan duro, pero los nuestros avanzan poco a poco, empujándolos hacia atrás cada vez más" replicó Ezei, con una sonrisa un tanto presumida, como si fuera ella la responsable de lo que estaba sucediendo en su flanco izquierdo.

"Bien, ahora…." las palabras de Jon fueron interrumpidas por un chillido estridente. Por un instante, pensó que era un sonido proveniente de la batalla, pero luego llegó a la realización de que no podía ser así. Era demasiado agudo para provenir de una persona o de una bestia.

El mismo chillido se escuchó otra vez, y Jon recordó de pronto lo que era. Alzó la vista hacia los cielos y allí estaba. Recortada contra el cielo cubierto de nubes negras, un águila daba vueltas en círculos lentos y perezosos…..que parecían ser más bajos de lo usual.

Si el plan tiene éxito…..si puedes llegar a tiempo…..házmelo saber. Usa una señal, algo relacionado con los cambiapieles, algo que no pueda ocurrir de otra forma…de esa forma sabré que estas en camino.

Jon nunca había visto un águila volando tan bajo, menos aún en un lugar con un gran agrupamiento de hombres, como lo era el campo de batalla. El águila siguió descendiendo, más, y más, hasta que con un último batir de alas se posó en el suelo, sus alas plegadas a su cuerpo y su pico apuntando hacia el oeste. Enfrente de Jon y su Guardia Personal, la magnífica ave observó al Rey en el Norte y más allá del Muro con un solitario ojo dorado, antes de apuntar su pico hacia él y soltar un tercer chillido, al tiempo que extendía sus alas a toda su longitud y se inclinaba ligeramente. Como si estuviera haciendo una reverencia…..

"¡Mi Rey!" la voz de Rickard Liddle arrancó los ojos de Jon del águila, solo para dirigirlos a su Guardia. El hombre estaba mirando en dirección a la batalla, concretamente a un punto cercano a dónde las tropas del primer y segundo bloque se encontraban con las del occidental. Jon miró hacia el mismo lugar que Liddle…

…y lo que vio hizo que su corazón se atorara en su garganta.

FIN DE LA SEGUNDA PARTE

Bloque flanco izquierdo o bloque oriental, 1.000 lanceros. Comandante: Brogg.

Bloque flanco derecho o bloque occidental, 5.000 lanceros y 3 gigantes. Comandantes: Gerrick Sangrereal, Ygon Oldfather, Mors Umber y Bennard Norrey.

Bloque de reserva.

Única columna, 3.500 espadachines, lanceros, hacheros y soldados con mazas. Comandantes: Brandon Norrey y Harma Cabeza de Perro.

Infantería Bolton.

Columna izquierda, 4.600 lanceros y espadachines. Comandantes: Ramsay Nieve, Walton Patas de Acero, Brenton Dustin, Harwood Stout, Rupert Haigh, Torgold Slate, Alistair Charlton, Arthor y Cregan Karstark.

Columna central, 1.200 lanceros y espadachines. Comandantes: Rodwell Slate, Talmot Tallhart y Arnolf Karstark.

Columna derecha, 600 lanceros y espadachines. Comandantes: Hother Umber y Ser Adalode (por los Hornwood).

INICIO DE LA TERCERA PARTE

El Señor de Los Riachuelos

Trescientos jinetes. Era todo lo que había logrado reunir. Trescientos jinetes agotados, sobre caballos cansados, con sus lanzas perdidas y sus armas y armaduras abolladas por los golpes. Había unos pocos más distinguibles en medio de la lucha, hombres que destacaba con facilidad por el hecho de alzarse tres pies por encima de los que los rodeaban, pero Rodrik no intentó llamarlos. Sería inútil; estaban peleando por sus vidas.

Al pensarlo bien, Rodrik no dudaba que hubiera más hombres sobrevivientes de entre la caballería, pero ahora no tenían sus monturas, y sin ellas no servirían para su propósito.

Dio una rápida mirada entre los hombres, observando que la mayoría de ellos portaban los símbolos de Dustin o de Ryswell, aunque algunos Bolton y Frey también lo habían logrado, junto con un solitario jinete de Karstark. No estaba sorprendido cuándo vio entre ellos a Hosteen Frey, aunque si lo estuvo, ligeramente, cuando notó que el peleador de Los Gemelos montaba un caballo de un color diferente al que había visto la última vez. No había rastro de sus primos Roger y Rickard, y trató de evitar pensar en el destino más probable de ambos.

No hubo palabras alentadoras ni discursos; Rodrik no los dominaba ni le interesaban, por lo que simplemente guio su montura hacia el frente, seguido por el resto de los sobrevivientes de la caballería. No tardaron en aumentar la velocidad, antes de encontrarse cargando a todo galope contra las líneas salvajes.

Jon

Jon sintió como el aliento de su garganta era robado cuando vio la cuña de caballería avanzando por el medio de la lucha, arrollando todo lo que se encontraba en su camino. Los hombres caían ante ella, sin importar de qué lado estuvieran peleando, y la cuña seguía y seguía avanzando.

"Maldición" masculló entre dientes. La cuña era atacada, y sus caballos caían al suelo o eran separados de la formación para ser luego asesinados o arrancar a sus jinetes de sus lomos. Pero no bastaba; era demasiado rápida, y el Pueblo Libre no estaba lo bastante organizado ni descansado para contenerla. A pesar de todo, la cuña de caballería seguía avanzando.

Tenía que tomar una decisión, y hacerlo rápido. Si la caballería Bolton seguía avanzando terminarían abriendo una brecha que partiría su ejército en dos; una brecha que podría ser explotada por su infantería.

No podía dejar que eso pasara.

Jon dirigió una mirada sobre su hombro, distinguiendo en la distancia a su reserva: tres mil quinientos guerreros, la mayoría portando armas cortas, armados con acero forjado en castillo y bien descansados. Más que suficientes para reforzar su centro y acabar con cualquier posibilidad de que los Bolton abrieran una brecha.

Eso sería lo más prudente y seguro…pero…..

También estaba la señal. Podía ignorarla, o no. Ambas opciones conllevaban riesgos, y ambas también podrían traer beneficios.

Solo le tomó a Jon un instante decidirse.

"¡Rogar!" exclamó, al tiempo que miraba al hijo de Gunthor Burley "Ve de inmediato con Agnar Harclay. Que se mantenga atento a la lucha de la Osa y Uggart. Si necesitan apoyo, que los refuerce con sus lanceros. ¡Alyra!" llamó a la hija de Morna, mientras Burley se alejaba al galope "Ve con Knott, luego con Eldric, y luego con Harle el Bello. Que lleven a sus arqueros atrás" la mujer clavó los talones en los flancos de su caballo antes de marcharse.

La cuña de caballería seguía avanzando, como un cuchillo a través de una armadura de cuero. Encuentra resistencia, pero no la suficiente para evitar que siga avanzando.

"¡Awrryk!¡Ery!" llamó esta vez Jon, los dos nietos de Ygon Oldfather acercándose lo bastante para que Jon distinguiera las similitudes en sus rostros "Vayan al flanco derecho. Decid a vuestro abuelo y a los demás que pasen a la ofensiva. Que intenten rebasar los flancos de los Bolton y atacar al centro de la infantería" con dos asentimientos, el hombre y la mujer partieron en dirección al oeste.

"¡Cedrik!" llamó en esta ocasión, su voz dejando entrever la urgencia "Ve con la reserva. Diles que se muevan hasta este lugar exactamente. Cuando sea el momento, deben atacar en el centro y la derecha de los dos bloque principales. Solo" enfatizó Jon "cuando sea el momento. No antes" insistió.

"¿Cuál será la señal?" preguntó el muchacho, sus ojos llenos de confusión.

Jon no había estado mirando a Flint cuando hizo la pregunta. Sus ojos estaban en la maldita cuña de caballería, que se había reducido casi a la mitad….pero tras casi terminar de abrir la brecha que rompería en dos a su ejército.

"¡Solo diles que ataquen cuando llegue el momento!" espetó Jon "¡Los demás, conmigo!" gritó, al tiempo que desenvainaba y espoleaba a su montura.

Su caballo se movió con rapidez; por el rabillo del ojo Jon distinguió la colosal figura de Fantasma, manteniendo el paso de su caballo sin dificultad. Detrás de sí, Jon escuchaba el trote de los once miembros de su guardia, y ocasionalmente un grito de Helga o de Rickard Liddle, pidiéndole que esperara por ellos. El Rey en el Norte los ignoró.

Jon mantuvo sus ojos constantemente fijos en el punto dónde la caballería Bolton había al fin logrado abrir una brecha, pequeña, pero explotable. Algunos de los jinetes ya habían girado hacia el este, pero los demás habían sido detenidos y combatían contra el Pueblo Libre.

Los ojos de Jon se desviaron por un instante hacia Hermana Oscura, viendo la belleza de los colores que danzaban en la hoja. Que algo tan bello fuera usado para traer muerte y derramar sangre…era casi incomprensible.

El primer hombre que probó el acero de Hermana Oscura fue un jinete Bolton cuya montura acababa de morir. Con trabajo el hombre se había alzado del suelo, cuando la espada de Jon cayó sobre él. La cota de malla cediendo ante el acero valyrio como si fuera de papel.

El siguiente oponente de Jon fue un jinete de Dustin con la espada abollada. Ambos cabalgaron a toda velocidad, la espada de Jon relampagueó y el Dustin apenas logró detenerla con su propia arma, antes de que hicieran girar a sus monturas y se encontraran de nuevo. El tercer pase fue más afortunado; la espada de Jon encontró su camino, cortando el brazo de la espada de su oponente a la altura del codo. El ahora lisiado hombre de Dustin cayó de su caballo entre gritos, al tiempo que su mano iba hacia el muñón.

Una lanza surgió de la nada, y Jon se inclinó hacia atrás para esquivarla. La lanza se retiró y golpeó de nuevo, pero esta vez Jon la desvió con Hermana Oscura. El lancero era inteligente; saltó hacia atrás y dirigió su tercer golpe no a Jon, sino al ojo de su caballo, que se movió espantado cuando Jon dio un brusco tirón a las riendas para salvarlo. Antes de que el lancero pudiera atacar de nuevo, un jinete se detuvo detrás de él y descargó un golpe. El lancero murió cuando el hacha de guerra de Dormund se clavó el punto dónde su hombro y su cuello se unían.

Jon intercambió una mirada por un instante con el hijo de Tormund, antes de que siguiera adelante. Debía seguir peleando.

El Señor de la Sanguijuela

"¿Os importaría explicar, mi señor?" la voz de Aenys Frey sonaba llena de molestia. Roose solo lo miró en silencio; eso pareció enojar más al comandante de las fuerzas Frey "¿Por qué siguen aquí?" dijo, al tiempo que hacía un gesto con su mano.

Roose desvió su vista de Frey para observar en silencio al centenar de hombres. Todos ellos veteranos de la Guerra de los Cinco Reyes. Todos ellos armados con espadas y hachas largas, además de grandes escudos de roble. Todos llevando cotas de malla completas, excepto los oficiales, que llevaban armadura de placas. En sus jubones y cascos se veía el hombre desollado de la Casa Bolton, el mismo sigilo que decoraba los estandartes que ondeaban sobre las cabezas de los cien hombres.

"Están esperando su oportunidad" se limitó a susurrar, antes de volver la vista a la batalla.

"¡¿Qué oportunidad?!" espetó Aenys Frey, furioso.

"La oportunidad para cortar la cabeza del Lobo" pensó Roose, impasible.

Era su única oportunidad. Habían comprometido todo lo que tenían en esta batalla. Cada espada y lanza. Ahora era a todo o nada. O eran derrotados por los salvajes…..o los derrotaban antes. Pero para que eso pasara, debían matar al bastardo de Stark.

Jon

"¡Avancen!" gritó Jon, aunque no sabía si alguien obedecería en medio del caos. Antes de que pudiera volver a gritar, fue atacado otra vez.

El soldado balanceó su maza con un grito de rabia. Jon se limitó a agacharse al tiempo que balanceaba su espada en un corte que seccionó el pie derecho. El soldado cayó, su grito cambiando a uno de dolor. La espada de Jon se enterró en su pecho antes de que pudiera hacer otro movimiento.

Su caballo había muerto, su cuello cortado por una espada. Su Guardia Personal ya no podía protegerlo; estaban demasiado ocupados protegiéndose a sí mismos, pero con su constante movimiento Jon aún podía distinguirlos a su alrededor. Fantasma se había perdido también en medio de la lucha.

Jon había soñado de niño con la gloria de la batalla. Todos los niños lo hacían, pero él lo había hecho más que la mayoría. Tal vez fuera por el hecho de que, a diferencia de tierras o títulos, sí podía aspirar a la gloria. Ahora estaba en batalla…pero no había gloria en ella. No podía haber gloria en algo semejante.

Los cuerpos cubrían el suelo, en algunos puntos apilándose de tal forma que formaban verdaderos montículos que se elevaban lo bastante para obstruir la visión de quienes estuvieran cerca. La sangre teñía la tierra de rojo, humedeciéndola hasta que se convertía en un verdadero lodo que se pegaba a las botas con cada paso que daba. Muchos cuerpos estaban aún moviéndose, sus portadores debatiéndose entre la vida y la muerte. Muchos más estaban quietos, sus propias batallas ya habiendo concluido en derrota. Jon no se atrevió a prestarles verdadera atención; a pesar de todas las bajas, aun había enemigos pululando en el campo, y un momento de distracción bien podía significar su muerte.

Jon se movió para evitar un nuevo corte de espada, lanzando un golpe propio que obligó a su oponente a alzar su escudo para protegerse. Aprovechando la oportunidad, Jon se lanzó hacia el lado, efectuando un corte que alcanzó a su enemigo en el muslo, antes de lanzar dos más que lo atraparon en la espalda baja y en la nuca. No un momento después de que muriera, dos soldados más cayeron sobre Jon, lanzando golpes con un hacha corta y una espada. El primero acabó con el cuello cortado, mientras el segundo encontró que Hermana Oscura se abría paso entre su peto de acero, para enterrarse en un punto cercano a la unión de su hombro con su torso. Un jinete fue su siguiente muerte, el corte del hombre encontrando aire; el de Jon, su pelvis.

Ajustando el agarre de su espada, Jon retomó su camino a través de la lucha.

Gunthor Burley

Su mejilla ardía, allí donde un escudo había golpeado, abriendo una herida que llegaba hasta el hueso. Pero no era nada comparado con el ardor de sus manos, que sujetaban con fuerza un escudo que no era el suyo y su espada, en la que había muescas, abolladuras y manchas de sangre.

La batalla había tomado un cariz más desordenado. Más…..desesperado cuando la infantería de los Bolton había atacado. El caos se había apoderado de todo cuánto Burley veía; sin importar a dónde mirara, un mar de combatientes se estrellaban unos contra otros, como las ramas de los árboles en un fuerte vendaval, rompiéndose unos a otros sin orden, compasión ni tregua alguna. Las lanzas se rompían, las espadas se abollaban, los escudos se quebraban y la sangre fluía.

Se había quedado atrás. No había podido resistir la tentación de tomar un pequeño descanso. Fue allí cuando lo vio. Jon Stark.

Se movía con una precisión perfecta, esquivando cada ataque sin problemas. Parecía estar en una docena de lugares a la vez, sus pies apenas rozando el suelo. Los Bolton intentaban detenerlo, pero era demasiado rápido, demasiado escurridizo…demasiado letal. Cada enemigo que enfrentaba era vencido en no más de dos o tres movimientos. Golpes, paradas, desvíos, juego de pies, todos….…todos y cada uno de los movimientos del hermano del Joven Lobo parecían correctos. Detrás de él, Jon Stark dejaba un rastro de cuerpos caídos. Luchaba y mataba con la misma facilidad con la que otros hombres respiraban.

Era la mejor esgrima que Burley había visto en su vida. Era la más emocionante vista que habían presenciado sus ojos. Era…glorioso.

"Así es como lucha un Rey" pensó Gunthor, antes de soltar un grito y cargar en dirección a la lucha. La visión del Rey combatiendo había destruido su agotamiento, y no era el único. Por todas partes los suyos se movían hacia el frente; sanos y heridos por igual volviendo a la lucha con renovadas fuerzas. La vista de su Rey combatiendo junto a ellos restableciendo sus fuerzas.

"¡Por el Rey!" una voz gritó en medio de la lucha "¡POR EL REY!" rugió.

"¡Sí! ¡Por el Rey!" pensó Burley.

Maege

Su escudo cayó con fuerza sobre el muslo de su oponente, que soltó un grito que fue cortado cuando cayó al piso un momento más tarde, consecuencia de la cara superior de la maza de Maege, que se estrelló contra su rostro y lo destrozó. Maege saltó sobre él y buscó otro oponente.

Los Umber y los Hornwood peleaban duro…pero no lo suficiente. Su carga inicial había visto un gran número de muertos y heridos; Maege misma había recibido un golpe de maza en el costado que la había hecho gruñir de dolor y que sin duda dejaría un moretón.

Pero luego de eso sus números superiores habían abrumado a sus enemigos. Aún ahora, mientras Maege combatía contra un lancero con la librea de Hornwood, no pasó más de un momento antes de que fuera apoyada por dos mujeres de las lanzas y uno de sus hombres. Superado cuatro a uno, el lancero no tardó en morir, dos lanzas clavadas en su pecho mientras una tercera había atravesado su brazo derecho.

Con un suspiro, Maege siguió adelante. La batalla podía estar casi ganada, pero no descansaría hasta que su victoria estuviera totalmente segura.

Hother Mataputas

Eran demasiados. Estaban por todos lados, y no se detenían ante nada.

Hother soltó un grito al tiempo que alternaba su atención entre los dos salvajes contra los que combatía. Desvió una maza antes de moverse a un lado, evitando una lanza. Sujetó el arma con la mano libre al tiempo que clavaba su espada en las tripas de su portador. La maza golpeó por detrás, haciéndole gruñir, pero nada más; la cota de malla y el cuero endurecido sobre su hombro lo habían protegido de lo peor. Mataputas se volvió y detuvo el segundo golpe con su espada, antes de lanzar un puñetazo al estómago de su oponente y lanzar un golpe limpió que cortó la cabeza del salvaje. Al siguiente instante un cuerpo se estrelló con fuerza contra su costado, haciéndole caer al suelo sobre su codo. El dolor que sintió en él le hizo aflojar el agarre sobre la espada, pero logró distinguir la mano alzada de su atacante y alzar una mano a tiempo de cogerla por el brazo. La daga de bronce que llevaba quedó colgando en el aire, a un palmo de distancia de su ojo. Hother la observó por un momento antes de poder lanzar un golpe con su rodilla al estómago de la mujer, que jadeó de dolor antes de que la mano libre de Hother la golpeara en el costado, haciéndola caer. Un momento después, Hother había logrado arrebatarle la daga y hundirla con fuerza en su axila. La mujer abrió la boca y jadeó un momento antes de quedarse inmóvil.

Mataputas vio su espada en el suelo y se arrojó sobre ella con rapidez, antes de levantarse con el arma en la mano y la daga de bronce en la otra.

"La batalla está perdida" le susurró una voz en su mente, y aunque odiara admitirlo, era cierto. Habían luchado con todo, pero los salvajes y los Mormont los superaban en número de manera abrumadora, y una gran parte de sus fuerzas ya habían muerto.

"Salvajes y Mormonts peleando lado a lado" pensó Hother, y en medio del fragor del combate, tuvo la tentación de reírse de lo absurdo que sonaba.

Solo quedaban dos maneras de que pudieran esperar sobrevivir un día más. Huir…o rendirse. No le tomó más de un instante decidir cuál sería.

Siete salvajes más se acercaban a él, y con ellos venían también dos hombres con la librea de Mormont en sus jubones. En las manos de todos habían lanzas, hachas cortas y dagas. Varios además llevaban escudos.

Hother abrió la boca para ordenar…pero sus palabras se cortaron cuando un dolor agudo atravesó su muslo, antes de que otro similar se manifestara en su espalda. Observo en trance como una lluvia de flechas caían del cielo, asesinando a hombres desprevenidos a mansalva.

Un millar de gargantas parecieron gritar a la vez; un sonido de dolor, de profunda agonía cuando los mortales proyectiles cayeron del cielo. Apenas un instante después, una nueva lluvia cayó, matando a más.

"¡Formen¡" gritó una voz "¡Muro de esc…" la voz cayó de repente, al tiempo que la tercera ráfaga impactaba contra ellos. Otra flecha golpeó a Hother; un grito de dolor escapó inevitablemente de la boca de Mataputas cuando la punta de acero se enterró en su espalda baja.

"¡A cubierto!¡A cubierto!" retumbó otra voz, esta de una mujer "¡Escudos arriba!" siguió gritando, pero nadie parecía escuchar. Todo el mundo se había tornado en un caos muy diferente al de la batalla. Quiénes aun podían mantenerse en pie corrían en todas direcciones, buscando cualquier tipo de protección que pudiera haber de las flechas que aún caían sin piedad sobre ellas. Los que ya no podían correr por sus heridas se quedaban en el suelo, al tiempo que se cubrían con cualquier cosa, desde sus armas hasta sus propios brazos, en un esfuerzo porque la muerte que alcanzaba a tantos otros, no lo hiciera con ellos.

Hother mismo se arrastró como pudo, la flecha en su muslo volviendo su pierna poco más que un peso muerto, las otras dificultando su movimiento aún más.

Mataputas sintió entonces como su mano cedía debajo de él, enviando su cabeza al suelo. Una punzada insoportable se sintió en su sien. Luego, todo se volvió negro.

Jon

Había perdido la cuenta de cuántos habían caído por su espada. No intentaba recordarlo. Sabía que sería inútil. No podía pensar en nada; su visión se había enrojecido, a juego con la sangre que manchaba su arma, su rostro, sus ropas y sus botas. Era como si se hubiera dado un baño en ella; podía sentirla, cálida y espesa, lo que a su vez solo parecía aumentar su consciencia de ella.

Tampoco podía ver en verdad a sus oponentes; sus ojos, sus narices, sus bocas, nada eso estaba lo bastante definido como para que pudiera verlo. Solo podía ver sus sigilos; los pensaba a medida que mataba a los hombres que los portaban.

Un hombre desollado…..otro hombre desollado….dos torres azules unidas por un puente…dos hachas cruzadas debajo de una corono…otro hombre desollado….otras dos hachas…otras dos torres azules….una cabeza de caballo…otras dos torres azules…..otro hombre desollado…

Dos espadachines se lanzaron sobre Jon, pero sus movimientos no eran nada que no supiera vencer. Acabo con uno con rapidez antes de golpear al otro en el estómago con un puño y cortarlo desde el hombro hasta la barriga.

Otro hombre desollado…otras dos torres azules….

Un soldado con dos hachas en el jubón cargo luego contra él, pero Jon se apartó del camino antes de hundir su espada en el cuello de su oponente en un rápido movimiento. Las dos hachas se mancharon con la sangre del portador.

Un soldado de más de seis pies, con el emblema de Ryswell y un mandoble cubierto de sangre, fue el siguiente. Jon no podía comparar su fuerza contra él, por lo que se limitó a esquivar la espada por medio de agacharse y saltar, antes de que el hombre se extendiera demasiado en un movimiento. Jon saltó hacia el frente, agachándose para esquivar el mandoble una vez más antes de hundir a Hermana Oscura en el corazón de su portador.

Otras dos hachas…..otra cabeza de caballo….

"¡Bastardo!" el primer grito no llamó la atención de Jon mientras tomaba su espada con las dos manos para sacarla del pecho del soldado Ryswell "¡TÚ, BASTARDO!" el segundo tuvo más éxito.

La vista de Jon corrió hacia el punto de dónde provenía el grito, y allí vio a un hombre girando un mangual en su mano derecha, mientras un escudo con la pintura casi totalmente perdida estaba en la otra. Había perdido el casco; un rostro pálido, con ojos muy juntos, mentón escaso y nariz respingona, lo miraba con una mezcla de desprecio y jactancia.

"¡Prepárate para morir bastardo!" exclamó "¡Después de hoy me llamaran Ser Donnel el Matalobos!" añadió con una mueca.

"Es un idiota" masculló una voz cercana, y Jon vio por el rabillo del ojo que era Dormund. Más allá de unas cuantas manchas de sangre en sus ropas y varios golpes en su escudo, su Guardia Personal parecía intacto "Déjame matarlo por ti, Rey. No tomará mucho" juró, al tiempo que Ser Donnel seguía diciendo tonterías llenas de jactancias y presunciones.

"…y cuando termine contigo, iré por tu maldito lobo y me haré una capa con él, igual que Lord Walder se hizo una con la bestia de tu hermano!" escupió Ser Donnel con una sonrisa burlona.

Por un instante, los oídos de Jon se volvieron sordos a la batalla y receptivos a las palabras del sujeto frente a él. Al siguiente, el sonido volvió, y Jon vio con ojos muy diferentes al caballero ante él.

"Dormund, no te metas en esto. Mantén alejado a cualquiera que trate de interferir" gruñó Jon, al tiempo que se adelantaba.

El caballero también se adelantó, y Jon se lanzó hacia el frente al tiempo que lanzaba dos golpes en rápida sucesión a la derecha, que fueron parados por el escudo de su oponente. Jon se agachó para evitar el giro de las bolas con púas del mangual antes de lanzar un golpe a la pierna derecha, que apenas fue detenido por el escudo del caballero. Pero el movimiento dejó su derecha descubierta, y Jon barrió sus pies con uno propio, enviando al hombre al suelo.

Ser Donnel lanzó un golpe desesperado con el mangual para alejarlo, pero Jon interpuso a Hermana Oscura en el camino. Las bolas con púas se envolvieron alrededor de la hoja de acero valyrio, y Jon saltó hacia atrás para evitar el golpe del escudo, al tiempo que giraba la muñeca, forzando al caballero a aflojar el agarre de su arma. Jon alzó la espada sobre su cabeza y la giró con fuerza; el mangual se desprendió y voló lejos. Ante él, armado solo con su escudo, se encontraba el mismo hombre que unos momentos antes había hecho una burla de la memoria de su hermano, así como de su lobo.

Para sorpresa de Jon, Ser Donnel no suplicó por su vida, sino que se incorporó con rapidez y desenvainó su espada, antes de alzarla, una mirada de terror en sus ojos.

Jon se lanzó con rapidez hacia el frente, descargando una lluvia de golpes sobre su oponente. Su espada era un relámpago de colores que no cesaba de lanzar ataques: a la derecha, al centro, a la izquierda. La defensa del caballero era buena, pero no lo suficiente para detener todos los golpes. Una serie de cortes superficiales aparecieron a medida que la lucha proseguía: en el muslo, en el costado, en el brazo, en la mano y en la mejilla. Con cada uno que aparecía, los movimientos de Ser Donnel se hacían más desesperados, sus rasgos tratando de ocultar sin éxito el temor que se hacía cada vez mayor.

"¡Aaaah!" con un grito que era a iguales partes desesperación y temor, el caballero se arrojó, su espada apuntando directo al pecho de Jon. El Rey en el Norte se movió a la derecha, esquivando el ataque al tiempo que efectuaba un corte más. El caballero soltó un chillido al tiempo que caía de rodillas, su espada cayendo al suelo cuando su mano se movió para ahuecar el corte en su cadera, del que la sangre salía a raudales "Ah….." el siguiente sonido del caballero fue cortado cuando Jon lo cogió por el hombro con la mano libre, antes de enterrar la espada con fuerza en su espalda, atravesando su corazón y casi sobresaliendo al otro lado.

Jon, aun sujetando el hombro del hombre ya muerto, se inclinó y habló en voz baja "No debisteis haber mencionado a mi hermano, Ser" murmuró, antes de dejar caer el cuerpo al suelo.

La mirada de Jon se alzó, y vio que Dormund ya no estaba solo. A su lado, Siegerd, Helga, y otros cinco de sus Guardias Personales observaban, con rostros que destilaban orgullo. Sin palabras, se acercaron a él, sus armas todas manchadas de sangre. Era evidente que habían matado en la lucha.

Jon intercambió un asentimiento con todos, y un instante después las miradas de sus Guardias cambiaron. De orgullo, mutaron a…pánico.

"¡Cuidado!" el grito fue repentino, y un momento después Dormund y Helga salvaron la distancia entre ellos y él con un salto, al tiempo que alzaban los escudos. Jon giró sobre sus pies, justo a tiempo de ver como una forma delgada se acercaba a él a toda velocidad, solo para ser interceptada por el escudo del hijo de Tormund. Otros dos golpes idénticos se escucharon en el escudo de Helga. Un perno de ballesta pasó justo sobre ellos, volando por el aire antes de perderse detrás de él.

En cuánto no llegaron más proyectiles, Helga y Dormund bajaron los escudos lo suficiente para que Jon pudiera mirar.

Un pequeño claro se había formado en medio de la batalla, cubierto con los cuerpos de los muertos de ambos bandos. Hacia el este y el oeste, la lucha continuaba, pero hacia el sur, una muralla de escudos de unos ochenta hombres se extendía de lado a lado, enfrentándose a ellos. En cada escudo se veía el mismo sigilo: un hombre desollado sobre un campo rosa. Detrás de ellos se podían entrever más hombres, aunque no todos llevaban los mismos sigilos que los del frente.

Una serie de pasos apresurados se escucharon detrás de él, y Jon volvió la cabeza para ver como un puñado de guerreros se acercaban desde el norte, hasta detenerse junto a su Guardia. Había muchos del Pueblo Libre entre ellos, incluyendo algunas mujeres. También había norteños: hombres con jubones o escudos adornados con sigilos de Liddle, Flint, Norrey y Burley.

Jon volvió la mirada de nuevo hacia los Bolton, y se dio cuenta de que un hombre se había abierto camino entre ellos, hasta posicionarse al frente.

Jon lo reconoció al instante. No fue por los tres perros enfurecidos que mantenía sujetos con una correa alrededor de su mano izquierda. No fue por el delgado cuchillo que sujetaba en la derecha. Ni siquiera fue por la insignia de un hombre desollado y la capa de color sangre que llevaba ceñida a los hombros. Fue por el rostro pálido y la sonrisa escalofriante que llevaba en él.

Ramsay Bolton. O más bien, Ramsay el Bastardo.

"El bastardo de Stark" gritó, al tiempo que su sonrisa se ensanchaba. Sus perros se descontrolaron más, sus bocas abiertas echando espuma y baba mientras miraban a Jon.

"El bastardo de Bolton" replicó Jon. No era una pregunta. La mueca en el rostro de Ramsay fue toda la confirmación que necesitaba. Con un paso adelante, Jon se distanció de su guardia y del resto de los suyos antes de coger la espada de Ser Donnel en su mano libre. Con un movimiento de sus muñecas, giró ambas armas antes de mirar por sobre su hombro.

Sus hombres.

Sus guerreros.

Su gente.

"¡Carguen!" gritó. Con un rugido colectivo, todos se lanzaron hacia el frente. Los Bolton respondieron cargando a su vez. La vista de Jon estaba fija en Ramsey, pero lo perdió cuando fue rebasado por sus hombres. Dos mujeres de las lanzas y un pies de cuerno rebasaron a Jon en velocidad, y acabaron con cualquier oportunidad de poder encontrar al bastardo de Bolton.

Con un estruendo, los hombres de Jon y los Bolton chocaron. Algunos cayeron al suelo cuando el impacto de la carga los derribó. Muchos más mantuvieron los pies en el suelo cuando se enfrascaron en la lucha.

Jon por su parte se enfrascó en un combate con un soldado armado con un hacha larga. Desvió el hacha con la espada de acero valyrio, al tiempo que lanzaba un golpe con la otra. El soldado detuvo la segunda espada con su escudo, antes de lanzarse al frente para lanzar una patada al pecho de Jon. El hijo de Ned Stark logro esquivarla, y al siguiente instante empezó a lanzar golpe tras golpe contra su oponente. El escudo los absorbió todos, pero con cada uno el daño fue mayor, hasta que una profunda grieta que cruzaba el escudo en diagonal se mostró. El soldado entonces lanzó otro golpe con el hacha larga, que Jon detuvo en el aire usando ambas espadas. Al siguiente momento giró las muñecas al tiempo que empujaba hacia abajo, antes de efectuar un corte con fuerza con Hermana Oscura, cortando la cabeza del hacha y dejando al soldado con una sencilla vara de madera. Un instante después el soldado retiraba la mano con rapidez, pero no lo suficiente para evitar que la espada de acero común cortara profundamente su brazo derecho.

"¡AH!" gritó el soldado, al tiempo que retrocedía. Pese al dolor y a la sangre que emanaba de su brazo, se las arregló para tomar la daga en su cinturón y cogerla como si fuera una pequeña espada.

Con un gruñido silencioso, Jon se lanzó hacia el frente, lanzando un golpe al escudo de su oponente con las dos espadas, al tiempo que se agachaba para evitar el corte largo de la daga. Entonces, en un solo movimiento, Hermana Oscura descendió y efectuó un profundo corte en la pierna derecha, que no estaba cubierta por el escudo. El soldado cayó al piso, pero aun intentó pelear. Con un movimiento, el pie de Jon se movió para empujar el brazo con la daga hacia el suelo, mientras Hermana Oscura bloqueaba el escudo y la espada de acero común se enterraba profundamente en el pecho de su oponente.

Demasiado…..la cota de malla no había sido suficiente para proteger el pecho de un golpe descendente tan cercano, pero el arma había quedado incrustada entre las anillas. Jon la hubiera retirado si hubiera tenido tiempo, pero no lo tenía. Y la causa de ello….

….era el maldito animal que había aparecido de la nada y había corrido a él a toda velocidad, antes de saltar en dirección a su pierna. Jon tuvo el tiempo justo de apartar su pierna antes de empujar a Hermana Oscura, que atravesó al perro justo detrás de sus patas delanteras. El animal lanzó un gemido lastimoso antes de caer muerto.

Un segundo perro atacó en ese momento, y Jon tuvo que esquivarlo antes de sacar a Hermana Oscura del cuerpo del primero. Hubiera deseado matar también al otro animal, pero en ese momento un cuchillo surgió de la orilla de su línea de visión, y debió usar su espada para desviarlo. Con un salto hacia atrás, Jon esquivó la mordida de una segunda bestia y alzó la espada, listo para el próximo ataque.

"Esto es justo lo que quería, bastardo" dijo Ramsay, mirándolo con una sonrisa de labios húmedos y ojos crueles "Solos tú y yo. Bueno, y mis chicas" añadió con una risita, como si estuviera hablando de viejas amistades, en vez de bestias rabiosas.

Los dos perros dieron un paso adelante, y Jon alternó la mirada entre ellos, su amo, y la espada larga y la daga que éste llevaba en las manos.

Los perros ladraron, echando espuma y baba por las bocas, dejando a la vista los juegos de dientes afilados. Jon apretó el agarre de la espada y la alzó un poco más. Con un ladrido más, uno de los perros se lanzó hacia adelante…

…..solo para ser derribado a mitad de camino por Fantasma, que apareció de la nada, silencioso como siempre, y arrancó la garganta del cánido con una sola mordida.

Jon no dudó. Con un grito se lanzó hacia el frente, atacando a Ramsay mientras el otro perro del bastardo se centraba en Fantasma.

Jon creyó que había estado lleno de odio cuando mató antes. La vista de los emblemas de las casas que luchaban en su contra, particularmente los de Frey y Bolton, haciendo que sus venas ardieran mientras mataba a los hombres que los portaban. Pero esa sensación palideció en comparación a la que sentía ahora. Su mente estaba nublada: no podía pensar en nada más que en su rival. A su alrededor la batalla proseguía, pero ya no estaba interesado en ella. Solo en el maldito ante él.

La espada de Jon relampagueó, golpeando en cada punto posible. Arriba, abajo, izquierda, derecha. Un golpe alto se transformó en uno bajo, una parada se transformó en una estocada, y la estocada se transformó en un puñetazo que golpeó al bastardo de Bolton en pleno rostro. Jon saltó hacia atrás para esquivar la cuchillada de represalia, pero aun así se permitió saborear por un instante la calidez de la sangre del bastardo de Roose Bolton manchando su mano, así como el agradable picor de sus nudillos por el contacto con la nariz del maldito. A juzgar por la cantidad de sangre que emanaba de ella, Jon se la había roto.

El bastardo pareció enojarse, porque en esta ocasión fue el quién se lanzó, en una manera audaz pero descuidada, contra Jon. El Rey en el Norte y más allá del Muro no tuvo dificultad para detener las estocadas del bastardo, al tiempo que se agachaba para esquivar los golpes de la daga. Jon dejó que el bastardo golpeara, que siguiera adelante, que se agotara, y cuando finalmente Ramsay se detuvo un momento para recuperar el aliento, Jon atacó. Con palabras.

"No es tan fácil como desollar niñas ¿verdad?" inquirió con burla, al tiempo que giraba su espada con un movimiento de muñeca "Vamos, bastardo, no tengo todo el día" dijo, al tiempo que hacía un gesto con la mano.

Eddard Stark quizás se habría avergonzado de que su hijo se burlara de un oponente, pero Jon no podía encontrar en sí mismo la preocupación por cosas como el honor y el respeto a un rival. No es este momento. Nunca en este momento.

Su burla pareció dar resultado, porque Ramsay se lanzó con un aullido de rabia hacia él. Jon desvió sin problemas el corte de su espada, al tiempo que interponía un brazo para detener el golpe del cuchillo. El golpe contra la cota de malla de Ramsay dejaría una magulladura, pero era preferible eso a un cuchillo en el hombro. Jon empujó a Ramsay hacia atrás con una patada, antes de lanzarse contra él. Golpeó dos veces a la derecha, antes de amagar para lanzar un golpe a la izquierda. El bastardo de Bolton cayó en la trampa, y Jon aprovechó la oportunidad para golpear su muñeca con el pomo de Hermana Oscura, haciéndole soltar la daga. Luego golpeó su pómulo con la mano libre, haciéndole retroceder una vez.

"¿Crees…que esto…" dijo Ramsay el bastardo, deteniéndose para escupir sangre "cambia algo?" una sonrisa sangrienta apareció en la cara de Ramsay, al tiempo que su pómulo empezaba a oscurecerse por el golpe "Aún si me matas, nunca borrarás mi presencia de este mundo. Yo viviré…..en tu hermana…..y en las cosas que le hice" se jactó con una risa repulsiva escapando de sus labios semejantes a gusanos.

El agarre de Jon sobre Hermana Oscura se apretó, y por un momento pensó en arrojarse sobre Bolton y destriparlo de una vez.

"Recuerda quién es. De dónde proviene. Los Bolton son mentirosos, y traidores. Han mentido tanto….probablemente no tienen a Arya. Quizás jamás la tuvieron" una voz susurró en sus oídos. Era una voz femenina, una que Jon no pudo ubicar.

Pero que fue suficiente para que la ira de Jon se volviera más fría. Más controlada.

"Morirás hoy, junto con tu padre y el resto de los traidores…." repuso Jon.

Val

Habían cabalgado con rapidez para llegar a tiempo. Las colinas suaves, los páramos y los bosquecillos habían sido atravesados sin dedicarles una segunda mirada. Habían dormido poco, y todo mundo llevaba marcas oscuras debajo de sus ojos como testimonio de ello.

Los cambiapieles habían sido invaluables para informarle de lo que estaba pasando, y cuando estaban a poca distancia le informaron de cómo iba la batalla.

"Rog, Mag" llamó en la Antigua Lengua a los dos gigantes "Ustedes golpeen hacia el oeste. Me uniré a ustedes luego de acabar con los arqueros" dijo, antes de desviar su vista a su segundo al mando "La izquierda está en problemas. Los arqueros los están masacrando. Acabaremos con ellos y luego nos uniremos a los gigantes" le explicó a Norrey, esta vez en la Lengua Común.

La cabalgata se aceleró, con Val en el frente y Garlon Norrey a su derecha. Detrás de ellos, poco más de dos mil jinetes cabalgaban a toda velocidad hacia el norte. Hacia la batalla.

El señor de la Sanguijuela

"Debemos retirarnos" murmuró por lo bajo Aenys Frey. Roose no se dignó a dar una respuesta "Están demasiado cerca" insistió.

Era cierto. A menos de trescientos pasos de su posición, los salvajes combatían contra soldados con las libreas de Bolton, Dustin y Karstark.

Desde la distancia, el señor de Fuerte Terror distinguió lo que parecían armas de bronce y hueso en las manos de los salvajes.

"¡Debemos retirarnos!" impelió Frey otra vez.

"¿Con qué objetivo?" preguntó Roose, su voz apenas un susurro.

"¡El de sobrevivir!" chilló Aneys en una voz solo medianamente controlada, mirando a Roose como si estuviera loco.

Roose no estaba loco. Simplemente era pragmático. No había futilidad alguna en huir. Resultaba obvio que ya no había esperanza de victoria. Habían perdido a demasiados hombres, y contra todas sus expectativas, los salvajes aun luchaban. Su caballería era historia, y su infantería se reducía con cada momento que pasaba. Sin duda los salvajes habían sufrido pérdidas masivas, pero a diferencia de él, podían permitírselo.

La mirada de Roose se dirigió hacia el oeste, hacia la única parte de su ejército que aún se mantenía intacta: sus arqueros, que aún lanzaban lluvias de flechas sobre el flanco derecho, acabando con todo lo que estuviera en él, bien fuera enemigo o aliado.

El bastardo de Ned Stark se había involucrado en la lucha, y ya había mandado a su pequeña reserva con el objetivo de asesinarlo, pero no tenía manera de saber si habían tenido éxito en su cometido o no. Suponía que no, ya que entre los múltiples gritos que llenaban el aire, no había ninguno que mencionara la muerte del hombre que se hacía llamar El Rey más allá del Muro. Quizás sus hombres habían sido destruidos por la orgía de violencia que se desplegaba ante los ojos del Señor de Fuerte Terror.

"¡MI SEÑOR!" el chillido perforó los oídos de Roose como una aguja, y sacó a su mente de su reflexión. Roose miró al responsable del sonido, y observo como uno de sus guardias, uno de los pocos que se había indultado tener, señalaba con una lanza hacia el sur, el miedo claramente discernible en su rostro a pesar de su casco.

Allí, bajando de la cima de la meseta que se ubicaba a menos de un cuarto de milla, una oleada de caballería bajaba a toda velocidad, blandiendo todo tipo de armas al tiempo que rugían al aire. Y junto a ellos, dirigiéndose directo hacia él, unos seres inmensos, similares a los que combatían junto a los salvajes, se acercaban con rapidez, montando unas bestias aún más grandes, cubiertas de pelo oscuro y que lanzaban barritares que llenaban el aire, casi bastando para encubrir los sonidos de la batalla. Casi.

"¡Corran!" el chillido aterrado no salió de otros labios que de los de Aenys Frey, y Roose observó con indiferencia como el más hábil estratega de entre toda la prole de Walder Frey se lanzaba al galope hacia el oeste, seguido por sus guardias.

Los hombres de Roose miraron a su señor un momento antes de clavar sus talones en los flancos de sus caballos y huir. Algunos incluso arrojaron sus armas en un esfuerzo de huir más rápido. Roose no se molestó en tratar de detenerlos. Sería un esfuerzo inútil como fútil.

La caballería era ligeramente más rápida que los gigantes, pero no fueron en su dirección, sino que fueron más hacia el este. Roose no pudo evitar una ligera curiosidad mientras veía a la oleada de jinetes salvajes golpeando a los arqueros por la retaguardia y aniquilándolos.

¿Cómo habían logrado llegar a tiempo a la batalla? Quizás, si lo tomaran prisionero, podría saberlo.

Los gigantes y mamuts ya estaban cerca. El caballo de Roose relinchó asustado, pero el señor del Fuerte Terror lo mantuvo quieto. Por un momento pensó que lo tomarían como prisionero, pero en cuanto el gigante que montaba al frente alzó la maza que llevaba y la balanceó en un gran arco, supo que no sería así. Roose sintió por un instante el inmenso dolor de los huesos de sus costillas rompiéndose en cientos de fragmentos que atravesaron sus órganos y venas; al siguiente, todo se volvió negro.

Brandon Norrey

Las órdenes del Rey habían sido frustrantemente vagas, pero Norrey no se quejó. No había punto en vocalizar su molestia, por lo que simplemente mantuvo los ojos bien abiertos en torno a la batalla, esperando cualquier tipo de señal. Una bandera agitándose, un mensajero saliendo de la lucha, algo. Lo que sea.

En cuanto vio como la oleada de formas oscuras descendía de la lejana meseta en el sur, supo que el momento había llegado. Y si aún quedaran dudas en él, el barritar de muchos mamuts juntos fue lo que hacía falta para erradicarlas.

Al parecer, la mujer a la que apodaban Cabeza de Perro pensaba lo mismo, porque se adelantó y blandió su maza con ambas manos "¡Conmigo!¡CARGUEN!" rugió.

Norrey no pudo hacer más que imitarla, al tiempo que desenvainaba y corría a toda velocidad hacia el mismo punto en que había visto al Rey perderse en medio de la lucha. Detrás de él, toda la reserva, más de tres mil guerreros, muchos de ellos armados con hachas largas y cortas, mazas y espadas, se lanzaron a la lucha con fuertes gritos, ansiosos por derramar sangre.

Jon

"…..y eso empieza ahora" dijo Jon, al tiempo que una diminuta sonrisa aparecía en su rostro. Había escuchado el barritar de los mamuts, y por lo visto Ramsay también, ya que desvió la vista un instante hacia el sur, y sus ojos se abrieron de sorpresa.

No eran los únicos que se dieron cuenta. Una serie de rugidos atronadores se escucharon por todo el campo de batalla, y también gritos de pánico y temor. Jon no necesitaba mirar alrededor para saber a quiénes pertenecían unos y otros.

Cregan

"¡Formen!¡Formen, maldita sea!" rugió Cregan con enojo, al tiempo que tomaba a un hombre por la túnica y lo empujaba hacia el frente "¡Lanzas al frente, hachas y espadas detrás!" gritó cuando esos monstruos y sus monturas se aproximaron aún más. Tomó a otros dos hombres y los envió a base de empujones hacia el nuevo frente de batalla; al sur.

Los rugidos de los gigantes eran aterradores, y solo lo hacía más el hecho de que sus monturas también hacían un sonido estridente, cuya mayor similitud eran las trompetas que los Frey habían usado antes. La tierra misma parecía temblar ante la carga de esas bestias, y sobre sus cabezas blandían mazas gigantes.

Pese a sus gritos y órdenes, algunos hombres rompieron filas y huyeron lejos de allí. Mató a dos de ellos, pero no bastó para que los demás volvieran a sus lugares. Su intento de muro de escudos fue hecho trizas poco después por las bestias de los gigantes, que lo atravesaron por completo en una embestida. Algunos hombres fueron hechos a un lado por el impulso de la carga, como si no fueran más pesados que trapos. Otros fueron arrojado más de treinta pies por el aire cuando fueron embestidos directamente de frente. Y otros más fueron atrapados por los mamuts y pisoteados por ellos. Detrás de las bestias llegaron más gigantes, estos a pie, que barrieron sin problemas a los escasos restos de su intento de defensa.

Cregan no tuvo más opción que arrojarse a un lado para esquivar la embestida de uno de los mamuts. Rodó para evitar ser pisado por uno de los gigantes y fue entonces que un par de manos lo alzaron con fuerza.

"¡Tenemos que salir de aquí!" gritó una voz, que no pertenecía a otro que a su hermano, Arthor, que era quien lo había levantado del suelo.

"¡No!" se negó tercamente Cregan. No huiría de los salvajes. Nunca.

Pero Arthor parecía no escucharlo, o tal vez no podía sobre el estruendo de la lucha "¡Padre obtuvo algunos caballos!¡Están por allá!" dijo, al tiempo que trataba de empujarlo.

Contra su voluntad, los ojos de Cregan se desviaron hacia el lugar al que trataba de empujarlo su hermano. Allí lo vio; anciano y encorvado, su padre sostenía con dificultad a tres caballos por las riendas.

No estaban muy lejos, y aun así el hijo mayor de Arnolf sintió como si estuviera a un mundo de distancia cuando uno de los gigantes montado en un mamut embistió a su padre, arrojando su pequeña forma veinte pies hacia adelante. Los caballos corrieron espantados, pero uno de ellos no logró salvarse del golpe descendente de la maza del gigante, que partió su espina con facilidad y lo mató con facilidad. Pero Cregan apenas registró esto; solo podía concentrarse viendo como una de las manos de su padre se alzaba débilmente hacia el cielo, delatando que aún estaba vivo. Corrió hacia él, siendo rebasado por Arthor, pero ninguna llegó antes que el mamut, que siguió avanzando, hasta que una de sus pesadas patas aplastó el cráneo de Arnolf Karstark.

Hosteen Frey

Lanzó golpes amplios, derribando, hiriendo y matando a derecha e izquierda. Pero eran demasiados; pululaban a su alrededor como una jauría de perros contra un jabalí. Y como perros de caza, pronto aprendieron a no acercarse demasiado. Se adelantaban y retrocedían, golpeaban al azar y se retiraban, enseñaban la cara y se alejaban.

Su espada era poco más que un trozo de metal debido a todas las abolladuras, al igual que su armadura. Su escudo era solo astillas. Estaba totalmente agotado, y apenas lograba mantener su armar en alto. Su tercera montura ya había muerto, y no había caballos vivos por ningún lado, por lo que intentar huir ya no era opción. Sin un caballo no llegaría lejos.

Dio una última mirada a su alrededor, y notó que muchos de los salvajes que lo rodeaban eran mujeres; seres de rostros demacrados y cuerpos flacos, con cuerpos cubiertos de pieles desiguales y cabellos enmarañados, y con brazos nudosos y manos callosas que portaban espadas cortas y largas, lanzas completas y rotas, hachas cortas, dagas y mazas.

"¡¿Qué esperan, rameras?!" rugió.

Con un chillido al unísono, todas las mujeres se lanzaron hacia él. Un corte le bastó para matar a una y derribar a dos más, pero las demás llegaron y lo rodearon, al tiempo que cortaban y apuñalaban en cada punto posible. Muchos fueron absorbidos por su armadura, pero algunos de ellos encontraron los puntos débiles: detrás de las rodillas, en la cara interna de los codos y en los pies. Hosteen rugió de rabia, y golpeó a varias en el rostro con la mano libre, pero al menos cuatro o cinco de ellas sujetaron su brazo derecho y acuchillaron su mano cubierta de cuero con fuerza, hasta que sus dedos aflojaron el agarre sobre su espada.

Seguían golpeando, y lo hicieron cuando cayó de rodillas. Lo último que vio fue una maraña de rostros enfurecidos sobre él, al tiempo que los golpes seguían llegando.

Jon

Se agachó al tiempo que lanzaba un corte que atrapó a su oponente en el estómago. El hombre con el jubón que mostraba los tres pinos de Tallhart cayó con un jadeo.

Los gigantes habían destrozado el ejército Bolton por el sur, mientras Jon y el Pueblo Libre empujaban desde el norte como una oleada. La caballería se había unido poco después, efectivamente rodeando al ejército.

Una bestia atrapada peleará hasta el final, porque es la única forma en que puede esperar vivir. Y fue exactamente eso lo que pasó: los Bolton y sus aliados sabían que estaban rodeados, por lo que lucharon con todas sus fuerzas. Para hallar una salida. Y Jon no permitiría que la encontraran.

Ya no había liderazgo entre su ejército; solo una multitud de hombres que intentaban mantenerse vivos, a cualquier precio.

Jon ya no podía ver a los lados; solo podía concentrarse en su propia lucha. Desarmó a otro soldado, este con el hacha de Cerwyn en su jubón: el hombre alzó las manos en señal de rendición, y Jon no dudó a la hora de golpear el pomo de Hermana Oscura en la cien del hombre, que se derrumbó en el suelo. Tendría un dolor de cabeza monumental al día siguiente, pero viviría. Era más de lo que muchos tendrían.

Un destello de color castaño se acercó, y Jon levantó su espada por puro instinto, listo para descargar un nuevo golpe. El caballo retrocedió un par de pasos, espantado, y Jon alzó la vista….

…..para ver a Garlon Norrey sobre el animal.

Por un instante, Jon se sintió…..confundido. ¿Cómo es que Norrey había llegado hasta ese punto? Se suponía que estaría atacando por el sur.

Luego, fue que la realización lo golpeó. Jon miró a su alrededor, y vio que los suyos se habían impuesto sobre los Bolton. Los jinetes y los gigantes ya se habían mezclado con su propia infantería, y solo unos pocos enemigos aun intentaban resistir, sin éxito.

Jon volvió su mirada al Norrey, y lo vio alzar su espada manchada de sangre a modo de saludo, al tiempo que una tenue sonrisa aparecía en su rostro.

"Es todo" dijo Jon, y no fue hasta que habló que se dio cuenta del verdadero peso de sus palabras.

No recordaba empezar a caminar, solo supo que en un momento sus pies empezaron a moverse. A su alrededor, los hombres y mujeres de su ejército lo miraban, con ojos cansados pero agudos, atentos y agotados, como si esperaran algo.

Los pies de Jon lo llevaron a medio camino de una suave pendiente. A sus pies, se había reunido una multitud de guerreros cansados. Vio a muchos de ellos. Heridos y sanos, hombres y mujeres, norteños y del Pueblo Libre.

Vio a Helga sosteniendo un lado de su rostro ensangrentado, y a los hijos de Tormund ayudar a su padre, que cojeaba de la pierna derecha. Vio a Val montando en un caballo junto a Mors Umber, a Rickard Liddle junto a su hermano Morgan y a Brandon Norrey parado junto a Garlon. Mag el Poderoso, con el asta de una lanza rota sobresaliendo de su brazo izquierdo, también estaban allí, junto con varios de sus gigantes.

Todos lo miraron, y Jon pudo leer en sus ojos lo mismo que él sabía: habían ganado.

Hemos ganado….. "¡BRAAAAAGHHHHHHHHH!" con un rugido, Jon alzó a Hermana Oscura hacia los cielos.

"¡AAAAAAAAAHHHHH!" un rugido llenó los oídos de Jon cuando todos los que lo observaban se sumaron a su grito, llenando el aire del sonido de la vida, del éxito, de la victoria. Los gigantes rugieron también, alzando sus mazas gigantes, mientras los demás alzaban sus propias armas al cielo.

La victoria es nuestra….Es nuestra…..…¡La victoria es nuestra! Era demasiada emoción, demasiada….. "¡AAAAAAAAAAAAHHHH!" el segundo grito de Jon dejó sus labios, junto con algo de la emoción que llenaba sus sentidos.

"¡AAAAAAAAHHHHH!" los guerreros contestaron el grito de Jon con uno propio, antes de que empezaran a gritar por cuenta propia.

"¡REY JON!¡REY JON!¡REY JON!¡REY JON!REY JON!" Val, Mors Carroña, Tormund y sus hijos, los Norrey, los Liddle, todos. Todos ellos, unidos en una sola voz, con las mismas palabras en sus labios.

"¡REY JON! ¡REY JON! ¡REY JON!"

Y listo. Bien, estoy hecho polvo. Ojalá que haya valido la pena y el tiempo que gastaron en leer. Ahora…..sé que yo siempre pido reviews, pero esta vez enserio, enserio, desearía que me dejen una opinión sobre la batalla. Me dirijo a aquellas personas que me dejan un review en cada capítulo, y a todos los que nunca lo han hecho. Por favor dejen un mensaje. Si les gusto, háganlo saber. Y si creen que algo podría mejorar en mi escritura o mi manera de relatar, díganlo también. Aunque escribo por placer, también trato de mejorar mi redacción, y la mejor forma de hacer eso es con opiniones honestas, aunque no siempre sean bonitas. Escriban lo que les parece, y no teman una crítica dura de mi parte. No me enojaré ni nada, lo prometo.

En caso de que alguien se lo pregunte, la batalla es de aproximadamente 22.571 palabras, lo que es unos cuatro capítulos en uno.

Otra cuestión: dentro de cinco días subiré un pequeño resumen de la batalla, así como un listado completo de las fuerzas, sus comandantes y otros datos. Esto lo haré para el caso de que algo no les haya quedado claro, aunque si aclaran que no hace falta, no lo subiré. Esa es otra cosa que pueden comentar en sus reviews.

El día de hoy, 23 de junio, se celebran, y ocurrieron en años anteriores, muchas cosas, aunque desde mi punto de vista hay dos que se distinguen sobre las demás. La primera es la famosa Noche de San Juan, una tradición centenaria de la cultura y sociedad española. Aquellos que sean españoles, les deseo una gran noche y todas las bendiciones del Bautista. Y aquellos que no lo sean, se las deseo igual.

La segunda es el inicio, en el año 1314, de la batalla de Banockburn. Para los que no sepan, esta batalla fue hace más de 700 años y concluyó con una victoria decisiva de los escoceses, que obtuvieron de manera definitiva la independencia del entonces reino de Inglaterra. "Nemo me impune lacessit" (latín, traducido como "Nadie me ofende impunemente"). Encuentro casi aterrador el hecho de que la batalla que decidirá casi totalmente la independencia del Norte en mi historia se publique en el aniversario de esta batalla histórica. Es una coincidencia, pero aun así.

Bien, pasando a un tema menos alegre, una vez más les pido que por favor sean cuidadosos con este virus que anda dando vueltas por el mundo. Acá la cosa se mantiene igual: podría mejorar bastante, pero también podría ser mucho peor. Supongo que debería estar agradecido de aun conservar mi salud, y que mis seres queridos también conserven la suya. Cuídense ¿sí? Ya ha muerto demasiada gente. Un saludo a todos y, si Dios quiere y me permite terminar el siguiente capítulo, nos leeremos en una semana.