Bien, antes que nada, hola a todos. Tal vez algunos no esperaban un capítulo nuevo, por mi advertencia de la semana pasada. Bien, estoy feliz de decirles que si lo habrá, y que es muy probable que el otro martes haya otro más.

Ahora, quiero agradecer mucho, muchos, mucho a Xechu. S, JL Dragneel Storm, miguel , jean d'arc, Aegon I Tarrgaryen, Kirito 720, tony warrior, coki 13566, Trinity Seven, Luna y Pablo 21 por sus reviews, que son una bendición y que me ayudan a seguir adelante con la historia. Y hablando de los mismos:

Xechu. S: Hola amigo. Son buenas sugerencias las de los barcos, y de hecho ya lo he estado considerando. En relación a eso, también he estado pensando en modificar armas de artillería (escorpiones, balistas, catapultas) para hacerlas más efectivas en batallas en tierra. Y sí viste, Kevan está en uno de sus momentos más difíciles. Espero que tú estés mucho mejor que él.

JL Dragneel Storm: hola. La verdad es que la desconfianza me parece algo innato de la nobleza; como que todos se preguntan hasta dónde los ayudaran los otros, y cuándo empezarán a dañarlos en beneficio propio. Subestimar a los oponentes solo trae desgracias. Puede que Rodrik haga eso, o tal vaya por Asha. Falta un rato para saber. Falta para Val, pero habrá sorpresas. No será tan fácil hacerlo como decirlo. Sí, aun se puede ver más sobre la caída del norte ante los salvajes, mucho más de hecho. En cuanto a tu última pregunta, lamento no poder responder: sería demasiado spoiler. En fin, un saludo y que estés bien.

Miguel Giuliano. Co: Hola otra vez. Y sí, he considerado esas civilizaciones, pero lo cierto es que, al menos en lo que se refiere a los principios, moralidades y otras cuestiones sociales, son muy diferentes a las civilizaciones occidentales. Me parece que es un poco más difícil elegir buenas características que adaptar al Norte debido a esto, pero aún no hay nada seguro. Bueno, te mando un saludo y que estés bien.

Jean d'arc: ¡hola! y gracias. La verdad es que releyendo, me siento un poco insatisfecho con la parte del sur. Tal vez añada más en un futuro cercano, porque también hay algunas cosas que les conviene saber. Te mando un abrazo y un beso. ¡Que estés bien!

Aegon I Targaryen: hola una vez más, amigo mío. No hay malas ideas, solo ideas. Depende de nosotros decidir si son buenas o malas. ¿Me estoy volviendo predecible en la historia? Sé honesto. Me alegro que la historia todavía atraiga, sobre todo con estos capítulos que son en gran parte de transición. Te agradezco mucho la paciencia; la verdad es que a veces ni yo me creo como se me acumulan todas las cosas juntas. Es una locura. Espero que hayas tenido una buena semana. Un abrazo.

Kirito 720: ¡qué ondaaaaaaa! (imagínate a Shory de Scary Movie 1 jajaj). Ay, gracias, gracias, ¡gracias! por todo (la opinión de la historia, los 400 reviews, etc). Me hubiera encantando escribirlos a todos cagándose de miedo ante Jon y su ejército, pero debemos ser lógicos y coherentes con los personajes (al menos por ahora ;)). Si, esa es la elección básica, pero no olvides que los Tyrell más los Lannister juntan una fuerza inmensa, así que pueden intentar derribar ambas amenazas a la vez. No sería lo más sensato, pero con Mace Tyrell teniendo que ver…..bueno, para que decir más eh? En fin, gracias una vez más. Un abrazo y que estés muy, muy bien.

Tony Warrior: hola otra vez, y gracias, sobre todo por la consideración. Yo sin embargo sí considero que es mi deber avisarles si hay algún retraso. Si ustedes se molestan en leer mi historia, creo que merecen explicaciones, antes que pensar que (Dios no lo quiera) me pasó algo grave y estar en la incertidumbre. Si leíste arriba de todo, ya sabrás que, al menos por esta y la siguiente semana, todo seguirá igual. Espero poder seguir manteniendo el ritmo. VALAR DOHAERIS.

Coki 13566: hola, my friend. Sí, lo cierto es que para los intereses Lannister (y de sus más fuertes aliados, los Tyrell) Euron es una amenaza mucho mayor que Jon, puesto que él si amenaza directamente el Dominio y el Oeste, mientras que Jon aún no sale del Norte. Los norteños sabía de la amistad entre Ned Stark y Howland Reed, y el Pueblo Libre confía mucho (quizás demasiado) en Jon. De ahí que la lealtad de los lacustres (al menos de momento) no sea cuestionada, aunque eso puede cambiar en el futuro. Gracias por la consideración, y que estés muy bien.

Trinity Seven: hola. ¡Hasta que por fin alguien se dio cuenta! Sí, esa última escena de la batalla estuvo inspirada en Corazón Valiente. Más allá de las divergencias históricas, me parece una gran película. Que estés muy bien.

Luna: ¡tú otra vez! ¡qué alegría! No te culpo por pensar así; yo pienso algo muy similar, tanto de los Hijos del Hierro como del zoquete de Mace Tyrell. Aquí hay algo que te interesará. Un abrazo grandote.

Pablo 21: sé que puede sonar un poco cliché, pero ¡es tan bueno conocer a alguien nuevo! Siempre es bueno saber que la historia sigue llegando a nuevas personas. Espero que te guste este capítulo, y ojala valga la pena la espera. Un saludo.

*Bien, ahora, en una nota aparte, gracias a todos los que siguen la historia, la tienen entre sus favoritos o simplemente la leen.

Ahora sí, basta de hablar. Vamos a lo que los trajo hasta aquí.

Disclaimer: todo lo que puedan reconocer pertenece a G.R.R. Martín. Yo solo lo uso para entretenerme y tratar de entretener a otros.

Galbart

Luego de una cena escueta, Alysanne Mormont pidió hablar con él en privado. Galbart aceptó, recibiendo a la hija de Maege Mormont en su solar.

"El Rey ordenó que debía estar a solas con vos cuando transmitiera sus órdenes" dijo una vez que la puerta se hubo cerrado.

Galbart no se sorprendió de escucharlo. ¿Por qué enviaría el Rey a uno de los más importantes guerreros bajo su mando como un simple mensajero? En cambio, a transmitir órdenes…..

"¿Cuáles son esas órdenes?"

"El Rey necesita que os suméis al asedio de Invernalia, y que llevéis con vos a todas las fuerzas que hayáis logrado armar con acero" dijo Alysanne, mirando fijamente a Galbart.

Galbart hizo un rápido recuento de las armas de acero que había obtenido del saqueo de los Hijos del Hierro, de las que recibieron de la Isla del Oso y las que se habían forjado desde que había retomado Bosquespeso. Tenía entre mil doscientos y mil trescientos de los suyos armados con acero; aproximadamente un tercio de la totalidad de sus hombres.

"¿Qué pasa con los demás?" cuestionó Galbart. Aún había cientos de hombres y mujeres que solo tenían lanzas de madera endurecida al fuego y dagas de hueso para luchar.

"Se quedarán aquí, hasta que reciban nuevas órdenes" dijo la hija de La Osa "El Rey también quiere que el hijo de Lord Hornwood y el comandante de los Hijos del Hierro vengan con vos. Tiene planes para ambos"

Galbart sintió una punzada de miedo. Había mantenido varias conversaciones con Larence acerca de su futuro, pero el joven aún no decidía si debía aceptar la oferta como Señor de Hornwood o no. Galbart estaba dividido a partes iguales entre la frustración y la preocupación por su pupilo; le frustraba su inseguridad, y le preocupaba que aun la tuviera cuándo se encontrara ante el Rey Jon.

En cuanto a su prisionero más importante, creía saber lo que el Rey haría, sobre todo cuando supiera quién era.

"¿Quién mantendrá Bosquespeso mientras no esté?" preguntó Galbart. Obedecería, sí, pero eso no significaría que olvidaría su hogar.

"Depende de vos" gruñó la Osa, que empezaba a parecer impaciente.

Galbart solo tenía una pregunta más, y no dudó en hacerla.

"¿Cuándo debemos marchar hacia Invernalia?" inquirió Galbart, suponiendo ya la respuesta.

"De inmediato"

Mors Carroña

En cuanto le dijeron que Hother estaba reaccionando, dejó de lado lo que estaba haciendo y corrió a ver a su hermano. Había esperado que, contra las posibilidades que le daban quiénes habían tratado sus heridas, su hermano menor lograra recuperarse. Y le alegraba saber que tenía razón.

Estaba a un paso de entrar en la tienda cuándo lo escuchó. Una voz ronca, salpicada de miedo y aun así reconocible. Era la de Hother.

"¡No puedo ver!¡Dioses, no!¡NO PUEDO VER!"

Mors sintió que una maza había golpeado con fuerza su pecho.

Jon

Se encontraba en su tienda, solo. Ante él, se desplegaba el mapa del Norte que Mors Umber le había regalado tras pactar su alianza. Una serie de fichas estaban sobre el mapa, con dibujos de huargos, hombres desollados y calamares sobre ellas. Jon las observó con atención: las fichas de lobos huargos eran las más numerosas, con una situada en el Agasajo, otra en Bosquespeso, una tercera en el Cuello, dos más junto al Fuerte Terror y nada menos que siete de ellas al norte de las Colinas Solitarias.

Jon retiró una de las fichas del conjunto principal. Sus caídos en el campo de batalla. Contempló el objeto en la palma de su mano con mucha mayor atención de la que merecía: parecía casi absurdo que un pequeño trozo de madera pudiera representar los más de cuatro millares de los suyos muertos en batalla contra los Bolton.

Con un suspiro, Jon dejó la ficha y volvió su atención al mapa.

Su ejército había vencido al de los Bolton, y en teoría, no debería encontrar gran resistencia para hacerse con los bosques, campos, ríos, arroyos, montañas y colinas. Lo mismo se aplicaba a las aldeas, las granjas, los molinos y el resto. Solo las fortalezas podían resistir, y demasiadas de ellas estaban en manos de los Bolton y sus aliados.

Hornwood. Castillo Cerwyn. Pozanegra. Dedo de Pedernal. Torre Túmulo. Los Riachuelos. Fuerte Terror. Invernalia…

Jon sabía que había dos caminos tradicionales para hacerse con las fortalezas, y ninguno de los dos le atraía.

Podía exigir la rendición incondicional de los castillos. Eso le permitiría hacerse con todo lo que pudiera haber de valor en ellos: riquezas, armas, caballos, y más. Pero no tenía dudas de que más de una fortaleza se resistiría a tales términos, y eso lo forzaría a tomar dichos bastiones a punta de espada. Podría hacerlo, contaba con los números necesarios, pero perdería a demasiados hombres que sin duda necesitaría y además, le granjearía el odio de los señores de las fortalezas caídas. Sin mencionar la afrenta que sería para el honor de los señores a quienes ofreciera los términos; el orgullo no les permitiría rendir sus hogares sin dar pelea.

O, podría ofrecer el indulto a los aliados de los Bolton. A cambio de la renovación de sus juramentos a la Casa Stark y su renuncia a todo juramento hecho a los Bolton o al Trono de Hierro, Jon los confirmaría en la posesión de sus tierras y castillos ancestrales. Pero no podía hacer eso; los señores norteños que sí habían peleado por la Casa Stark no aceptarían que no hubiera castigo para los traidores, y más aún dado que aún no había habido recompensa para los leales. Y Jon estaba dispuesto a jurar que la mitad de los guerreros del Pueblo Libre se irían sin dudar si supieran que pretendía perdonar a las familias que habían luchado contra ellos y matado a sus amigos y familiares.

Y luego estaba el hecho de que Jon no quería indultarlos. Habían matado a los suyos en batalla. Habían apoyado a los Bolton, ayudando a que consolidaran los frutos de su traición a su hermano y a miles de norteños leales a la Casa Stark, y tratado de detener a Jon de hacer justicia por el crimen contra su hermano y una de sus aldeas. No. Jon no dejaría a los aliados de los Bolton sin castigo.

Jon creía haber descubierto un camino intermedio, aunque aún no estaba completamente definido. No sería sencillo, y muy cuestionable desde la posición del honor, pero evitaría muchas pérdidas, tanto en vidas como en tierras.

"Alteza" la voz de Rogar Burley sacó a Jon de sus pensamientos. El Rey alzó la vista, y vio que Burley lo miraba desde las solapas abiertas de su tienda "Hay….algo aquí afuera. Creo que os interesará" dijo.

Jon parpadeó, y fue en ese momento que escuchó una serie de voces gritando afuera de la tienda. Una de ellas parecía aterrorizada, y las demás enojadas. Pero los gritos eran tan fuertes que resultaban inentendibles. Con un rápido movimiento, Jon se levantó y alcanzó el cinturón con su espada y daga, para abrocharlo justo antes de salir de la tienda seguido por Fantasma.

Ante sus ojos se producía lo que solo podía definirse como una pelea de borrachos. Ruidoso, desordenado, y violento. Una veintena de hombres se empujaban entre sí, mientras muchos otros miraban y escupían maldiciones. Y en medio de ellos, defendidos por algunos y atacados por otros, un pequeño grupo de hombres sucios se acurrucaban sobre sí mismos, tratando de evitar los golpes que llovían sobe ellos.

"Fantasma" dijo Jon, y el gran lobo blanco se adelantó un paso, antes de aullar. El sonido, largo y solemne, bastó para que la lucha se detuviera. Los atacantes de uno y otro lado se detuvieron, y la calma se restableció poco a poco, hasta que el único sonido que se escuchó fue el gimoteo de uno de los hombres tirados en el piso. Jon acarició el pelaje de su lobo antes de volver a hablar "¿Cuál es el significado de todo esto?" espetó en voz alta, haciendo énfasis en la primera palabra.

"Alteza" un hombre se adelantó, antes de detenerse con un gruñido silencioso de Fantasma "Mi nombre es Elfghir. Soy uno de los hombres a cargo de buscar arrodillados que pudieran haber huido de la batalla" explicó, antes de que una sonrisa de gran tamaño apareciera en su rostro, dejando a la vista los dientes amarillentos "Os he traído un regalo, como muestra de mi lealtad" dijo. Como si esa fuera la señal, una decena de hombres tomaron a los cinco hombres en el piso y los arrastraron ante él, dejándolos de rodillas.

Jon los examinó, y solo le bastó una mirada al sigilo que decoraba sus ropas sucias para saber qué es lo que eran. Freys.

Con su sonrisa creciendo aún más, Elfghir tomó a uno de ellos por la cabeza y dio un brusco tirón hacia atrás, haciéndolo mostrar la cara arrugada y asustada "Os presento a Aenys Frey, Alteza" dijo Elfghir, con una sonrisa oscura en su rostro.

Una voz resonó en el interior de la mente de Jon, recordando algo que había escuchado mucho tiempo atrás "….y los Freys que vinieron con Roose Bolton estaban dirigidos por Hosteen y….…"

"Aenys Frey" repitió Jon, al tiempo que sentía como la ira empezaba a latir en su interior. Miró al hombre ante él, y tuvo que resistir el impulso de matarlo sin más contemplaciones. En cambio, sus labios se curvaron hacia arriba "Dicen que sois el mejor comandante de entre toda la maldita prole de Walder Frey" comentó Jon, con una sonrisa tan falsa que hasta dolía. A su alrededor, muchos bufidos y risas burlonas cuestionaron las palabras de Jon, y el Rey no los culpó. El hombre ante él no parecía capaz de comandar nada, ni siquiera su propio rostro.

Aenys Frey estaba claramente aterrorizado, y los pasos que dio Fantasma hacia él solo sirvieron para que se encogiera en su lugar, ya que no podía retroceder.

"Decidme, Ser" continuó Jon, al tiempo que su sonrisa empezaba a morir "¿Habéis usado vuestra sabiduría cuando matasteis a mi hermano y masacrasteis a su ejército?" preguntó, la rabia hirviendo en su interior, todo vestigio de su sonrisa perdido.

"P-P-P-Por favor, A-Alteza" balbuceó Frey "Y-Yo no…..no estaba allí" dijo.

En un instante Jon vio la mentira en los ojos del Frey. En el siguiente, Fantasma saltó hacia adelante con las fauces abiertas, cerrándolas a un palmo de la mejilla de Aenys, que cerró los ojos y gritó aterrado. Un silbido apagado se escuchó, y Jon se sintió a partes iguales asqueado y complacido cuando vio como una mancha oscura aparecía en los pantalones del Frey.

A su alrededor, las risas burlonas aumentaron de nivel cuando los hombres y mujeres vieron el accidente de Ser Aenys.

"Oh, pero que grosero de mi parte. Ser Frey, permitid que os presente a Fantasma" dijo Jon, al tiempo que posaba una mano en el pelaje de su huargo "Me parece….que ya tuvisteis el placer de conocer a uno de sus hermanos. Viento Gris ¿recordáis?" dijo en un susurro funesto, sorprendido de la calma de su voz, cuando la rabia no hacía más que aumentar en su interior. Jon no había olvidado lo que había sido del cuerpo de Robb y del lobo de éste. Era algo que Fantasma y él tenían en común: ambos habían perdido a un hermano por causa de los Frey.

En los ojos de Frey, Jon supo que recordaba a la perfección al lobo huargo de Robb.

"¿De quién fue la idea de coser la cabeza de Viento Gris al cuerpo decapitado de Robb?" preguntó Jon con un gruñido, idéntico al que Fantasma hizo en el mismo momento. Dos lobos a punto de despedazar a una comadreja.

"E-E-Ese n-no f-f-fui yo" murmuró Frey.

Una variedad de insultos se escucharon entre la multitud, sobre todo entre los norteños.

"No" concordó Jon "Esa fue vuestra maldita familia" todos los Frey eran culpables de la muerte de su hermano, de una u otra forma. Si uno solo de ellos hubiera avisado a Robb antes de que entrara en Los Gemelos, aún podría estar vivo. Pero no lo hicieron, y eso los hacía a todos igual de culpables.

"¡Déjenme pasar!" una voz espetó en voz alta. En el silencio que había caído desde que Jon había empezado a hablar con Aenys Frey, la voz resonó con fuerza. Jon apartó la vista del prisionero y vio a Mors Umber abrirse paso a empujones entre la multitud, hasta que llegó al frente. Su único ojo miró a Aenys Frey con un odio más que evidente, y al siguiente instante se arrojó contra él y lo golpeó con fuerza en el estómago, haciéndole caer.

"¡Mi señor!" gritó Jon, enojado por la forma de actuar de Mors, aunque no sorprendido. O bien Mors Carroña no escuchó, o no le importó, porque siguió golpeando a Aenys con abandono en el rostro "Separadlos" ordenó Jon. Fue más sencillo decirlo que hacerlo; costó la fuerza de media docena de hombres para arrancar a Carroña de encima de Aenys Frey.

Jon encontró sus ojos con el solitario de Mors y negó una sola vez, y eso pareció bastar para que Carroña cesara sus intentos de volver a caer sobre el caballero Frey, aunque no impidió que lo mirara con un odio ardiente. Los hombres que lo sostenían lo soltaron con cautela.

Dos hombres más alzaron a Aenys Frey, que escupió sangre y varios dientes rotos, al tiempo que soltaba un gemido de dolor. Jon meditó un instante antes de decidirse.

"¿Cuántos hombres le quedan a Lord Walder?" preguntó Jon, empezando a hartarse del prisionero ante él, y decidiendo no tentar más su fortuna. Mors fue el primero en caer sobre Aenys a golpes, pero Jon no creía que fuera el único que albergara tales deseos.

"Q-¡Quiero un caballo! ¡Y mi vida! Eso por responder" chilló Frey en voz temblorosa, mirando a Jon con un rostro que empezaba a deformarse por la hinchazón de los golpes de Carroña.

Parecía que a pesar de sus heridas y su temor, Aenys Frey aún tenía algo de coraje. Jon estaba ligeramente impresionado, pero eso no le impidió estrellar su puño con todas sus fuerzas en el rostro de Frey, con lo que ganó ovaciones de buena parte de las personas que lo rodeaban.

"No estáis en posición de hacer reclamos, Frey" le recordó Jon a Ser Aenys mientras veía con indiferencia como escupía más sangre, escupiendo la última palabra con asco no disimulado.

"La situación aquí es simple, mi señor" continuó "Vos estáis en mis manos, y lo mismo se aplica a todo lo que os concierne de ahora en adelante. Puedo ordenar que os den el caballo que pedís, y que os escolten fuera de este campamento" dijo Jon, con lo que una serie de negativas se escucharon a su alrededor "O puedo permitir que mi señor de Umber" dijo, haciendo un gesto en dirección a Carroña, aun sujeto "termine lo que empezó" dijo Jon con simpleza, obteniendo esta vez ovaciones y gritos de aliento de su gente.

"Es vuestra elección: cooperad y tendréis una recompensa. Rehusaos y os arrancaré las respuestas por las malas" concluyó, antes de cruzarse de brazos.

La mirada de Ser Aenys Frey viajó desde Jon a Carroña, y luego por los muchos que los rodeaban, buscando un escape que no existía. Aenys parecía una comadreja rodeada de una jauría de bestias.

"¿Cuántos hombres le quedan a Lord Walder?" repitió Jon. Aenys volvió la mirada hacia él, y Jon decidió intentar algo "¡Mi señor de Umber!" dijo, y Mors se adelantó.

"¡Dos mil!" las palabras escaparon de la boca de Ser Aenys, que miraba aterrado a Mors "¡Dos mil hombres!" escupió.

Varias risitas burlonas se escucharon en la periferia, pero fueron mucho más numerosas las miradas de desprecio y asco dirigidas al caballero Frey. Los hombres no parecían tener simpatía alguna por la escoria ante ellos, y verlo develar los secretos de los suyos no hizo nada para cambiar eso.

La mente de Jon se ahogó por un momento en el nuevo saber sobre las fuerzas Frey. Dos mil hombres….Dos mil. En campo abierto, el ejército de Jon podría acabar con una fuerza tan pequeña sin dificultad. Pero si fuera cuestión de asaltar Los Gemelos contra tales números…

"¿Y cuáles son los mejores peleadores que quedaron en Los Gemelos?" cuestionó ahora Jon.

"W-Walder el Negro y Walder el Bastardo" dijo Ser Aenys. Parecía que, entre más hablaba, más fácil se le hacía.

Jon había escuchado de ambos hombres por medio de La Osa y Galbart Glover, y poco de lo que habían dicho era bueno. Era un alivio, y a la vez una molestia, saber que esos eran los mejores guerreros que le quedaban a la Casa Frey.

"¿Y cuáles son, exactamente, los prisioneros de noble cuna capturados en la Boda Roja?" pregunto Jon. Sabía de algunos, como el Gran Jon, pero dudaba que esos fueran todos.

"N-No recuerdo los nombres de todos" murmuró Aenys. Jon miró una vez más a Carroña, y el caballero capturado entendió la indirecta "¡Pero recuerdo algunos!" se apresuró a decir. Jon miró de nuevo al caballero "El Gran Jon. Patrek Mallister. Robin Tallhart. Hedmund Locke. Marq Piper. Elvand Cerwyn. Avec Bracken. Cregard Flint" escupió.

Jon ignoró la maldición mascullada de Mors cuando mencionaron a su sobrino, al tiempo que escuchaba los nombres. Muchos eran norteños, y unos pocos ribereños. Se preguntó cuántos de ellos aún mantendrían la fe en los Stark.

Pero esos pensamientos eran para otro momento. Había algo más urgente que hacer en ese momento.

"Os agradezco, mi señor" dijo Jon, inclinando la cabeza hacia Aenys Frey "¡Mi señor de Umber!" llamo, observando como Mors daba un paso adelante "Creo recordar que me pedisteis que os entregara a cualquier Frey que capturásemos" dijo Jon, mirando a Mors. Esa había sido una de las condiciones para que Carroña lo apoyara.

"Así fue, Alteza" dijo Mors, mirando a Jon con una mirada que era a partes iguales determinada y esperanzada.

Jon hizo un gesto con la mano en dirección a su prisionero "Traed un tocón" ordenó al tiempo que sus brazos caían a sus costados, y Frey lo miró con incredulidad.

"¡No!" gritó Ser Aenys, retorciéndose en el agarre de los hombres que lo sostenían, sin éxito "¡No, no podéis!¡No podéis!¡Lo prometisteis!" chilló, mirando a Jon "¡Prometisteis que me perdonaríais si hablaba!"

Jon miró a los ojos temerosos de Aenys Frey, y no sintió ningún remordimiento.

"Prometí que os recompensaría si cooperabais" corrigió Jon, antes de que su ceño se frunciera "Vuestra recompensa es una muerte rápida y la garantía de que vuestro cuerpo recibirá un trato adecuado. Es mucho más de lo que distéis a mi hermano y a los suyos"

Frey imploró piedad, rogó misericordia, se ofreció a ayudarlos, a tomar el negro. Aludió a la necesidad que su esposa tendría de él, a sus hijos, a sus pequeños nietos. Jon escuchó todo, y no sintió nada. Ni siquiera parpadeó.

Frey seguía suplicando cuando trajeron el tocón y lo forzaron a colocar el cuello sobre él. Las lágrimas corrieron por su rostro hinchado, y solo se detuvieron cuando Mors bajó la espada en un corte limpio que seccionó la cabeza calva del cuello. Una oleada de vítores se escuchó cuando la cabeza de Aenys rodó por el piso.

"La cabeza en una pica, junto a la de Roose Bolton" comandó Jon mirando a Mors, que asintió. Carroña parecía satisfecho "Lleven el cuerpo fuera del campamento, y quémenlo" ordenó ahora a los hombres que habían sujetado a Aenys en sus últimos momentos, que se apresuraron a arrastrar el cadáver.

Mientras se encaminaba de vuelta a su tienda, Jon sintió satisfacción. Poco a poco, paso a paso, estaba castigando todos los crímenes, todas las traiciones, contra su hermano y la Casa Stark.

Ygritte

Se encontraba sentada en el suelo de la tienda. Su abrigo estaba abierto, dejando su seno hinchado de leche desnudo. Aferrada al pezón, Minisa succionaba con voracidad, sus ojos mirando a Ygritte con atención.

"Te encantas mis pechos" dijo a la niña, sonriendo por inercia "Te pareces a tu padre" bromeó, recordando cuando eran los labios de Jon eran los que se aferraban a su pezón. Era en circunstancias completamente diferentes, pero no por ello menos disfrutables.

"¡Ygritte!" Catelyn dijo escandalizada, al tiempo que sus mejillas se teñían de rojo. Estaba sentada frente a Ygritte, intentando coser una camisa rasgada.

Ygritte solo amplió su sonrisa. Era una oportunidad demasiado buena para desperdiciarla "¿Acaso Jon no hizo lo mismo contigo?" preguntó, al tiempo que alzaba una ceja "Si fue así se las verá conmigo" amenazó fingidamente.

"¡Ya cállate!" ordenó la mujer mayor. Ygritte no pronunció más palabras, aunque eso no le impidió seguir riendo de la mujer frente a ella.

A pesar de todo el tiempo que Catelyn había pasado entre el Pueblo Libre, aún quedaba algo de la mujer recatada que Ygritte había conocido en el Norte Verdadero, hacía ya casi un año.

Cuándo por fin dejó de reír, Ygritte dirigió una mirada más a Minisa antes de volver a centrarse en Catelyn, teniendo piedad y decidiendo cambiar de tema "Parece que hay mucha alegría ahí afuera" comentó, escuchando las risas y los gritos que llenaban el aire al otro lado de la tienda "¿Quieres salir?" preguntó.

Catelyn se encogió de hombros con indiferencia "¿Quieres hacerlo tú?" preguntó un momento después.

"Claro" respondió Ygritte "Sería mejor que quedarnos aquí sin hacer nada" añadió. Prefería no quedarse allí pensando demasiado, ya que sus pensamientos la llevarían inevitablemente a Jon, y eventualmente a la gran distancia que los separaba "Podría ser divertido"

"No lo sé" respondió Catelyn, desviando la vista a la prenda en sus manos "Ha pasado tanto tiempo desde la última vez"

"Mayor razón para hacerlo" interrumpió Ygritte "Tenemos motivos para celebrar" Jon estaba vivo e ileso y pronto Minisa, ella misma y Catelyn estarían con él. Eso merecía ser celebrado.

Catelyn parecía incómoda "Nunca he estado en una celebración del Pueblo Libre ¿sabes?" comentó en un murmullo, como si estuviera contando un secreto.

"Son como cualquier otra. Bebida, comida, música, baile y mucha plática" dijo Ygritte, sin faltar a la verdad "Si has estado en algo así antes, estarás bien" aseguró.

Catelyn parecía dudosa "Pero….¿Qué hacemos con Minisa?" preguntó, mirando preocupada a la bebé "Si así lo prefieres….yo me quedo con ella. Tú puedes salir y divertirte" ofreció con un desinterés que Ygritte no creyó.

Ygritte entendió el plan de Catelyn en un instante. Usar a la niña como una excusa para evitar ir a la celebración. Pero Catelyn estaba loca si creía que Ygritte aceptaría esto. Ella deseaba que ambas salieran a disfrutar y a celebrar las buenas noticias.

"Nos la llevamos con nosotras, por supuesto" exclamó Ygritte.

"Pero…." Catelyn parecía dudosa "Tal vez sea…peligroso"

El bufido dejó los labios de Ygritte por puro instinto "Están festejando, Catelyn. No luchando" recordó Ygritte, aunque era raro que una fiesta no incluyera alguna pelea por tonterías, aunque eso solía ocurrir entre borrachos, y nunca involucrando niños.

Catelyn se mordió el labio por un momento, antes de asentir "De acuerdo. Vamos" dijo, al tiempo que dejaba su costura y se levantaba.

Con una sonrisa muy grande en su rostro, Ygritte también se levantó, y se encaminó fuera de la tienda con Minisa en sus brazos, siguiendo a Catelyn. Afuera, las mujeres de las lanzas que las cuidaban día y noche estaban en sus lugares, y en cuanto las vieron salir todas se acercaron, sujetando sus escudos en una mano mientras la otra llevaba una lanza o estaba apoyada en un cinturón del que colgaba una espada o una maza.

"Vamos a salir a celebrar" les informó Ygritte. Vio el anhelo en los ojos de dos de ellas, las más jóvenes, cuando mencionó celebración, y solo le tomó un instante decidirse "Pueden ir también" dijo, con lo que ganó sonrisas de algunas de ellas, pero miradas de duda de otras "Vayan. Disfruten, y vuelvan luego" insistió.

"Pero…." una de ellas, Serei, habló por todas "El Rey dijo que debíamos cuidarte, Ygritte. A las tres" dijo, haciendo un gesto con la mano a Minisa y a Catelyn "Si nosotros no estamos y algo les ocurre…."

"¡Es una fiesta!" interrumpió Ygritte, harta "Nada va a pasarnos" dijo. Aunque, en el improbable caso de que así fuera, llevaba un cuchillo debajo de la manga de su abrigo. Después de todo era una mujer de las lanzas, y la experiencia y la costumbre la forzaban a mantenerse cerca de un arma en todas las circunstancias "Vayan, diviértanse. Estaremos bien" insistió.

"Al menos, alguien tendrá que quedarse aquí a vigilar la tienda" intervino en ese momento Catelyn, mirando a Ygritte con seriedad.

"De acuerdo" concedió Ygritte luego de un momento. No quería que alguien entrara en la tienda sin permiso, buscando bebida, o en el caso de que fueran varios, un lugar vacío para follar.

Unos momentos más tarde, habían decidido. Las mujeres de las lanzas llamadas Borthe y Elta se turnarían durante la noche para vigilar la tienda. Las demás irían a la celebración, y volverían al amanecer.

La noche había caído sobre el campamento, y muchas hogueras brillaban para alejar las sombras que se cernían por todas partes.

Las noticias de la victoria ya se habían dispersado por todo el lugar, y la alegría había abrumado a todos los niños, mujeres, ancianos y pocos hombres que quedaban en el campamento. Por doquier se escuchaban chalas al respecto. Muchos se preguntaban por sus amigos o familiares, ansiosos por saber de su paradero. Otros más resoplaban con envidia, pensando en los botines y la gloria de la batalla. Y muchos otros sacaban pellejos de vino, hidromiel y cerveza para brindar. Algunos animales ya habían sido sacrificados, y se cocinaban lentamente a las llamas mientras eran vigilados.

Vagaron sin rumbo, entablando charlas ocasionales con otras personas. Bebieron cerveza de un barril junto a una hoguera y aceptaron algo de carne de cerdo, antes de sentarse y empezar a conversar entre sí. No muy lejos, cuatro gaitas sonaban con fuerza, y Catelyn las miró varias veces de reojo.

Catelyn

"¿Cómo está?" preguntó, al tiempo que miraba a la bebé en los brazos de Ygritte con preocupación.

"Está perfecta. Tranquila" dijo Ygritte.

Catelyn no estaba tan segura. Los niños pequeños eran seres muy sensibles. Les disgustaba el exceso de luz, de temperaturas, y de sonidos. Pero, o bien Minisa era un caso único, o las gaitas cercanas no sonaban tan fuerte como a ella le parecía, porque la pequeña hija de Jon e Ygritte parpadeaba cansada, sus pequeñas manos debajo de su barbilla mientras caía en los brazos del sueño.

Una jovencita, de pechos incipientes y cabello rubio trenzado, pasó en ese momento con una fuente de madera llena de pan y carne caliente. Los extendió hacia ambas, con intenciones obvias. Ygritte negó, pero ella aún tenía algo de hambre, por lo que, con un gesto de agradecimiento, tomó un pedazo de ambos y los comió con bocados pequeños, a la vez que contemplaba los alrededores.

Había estado en muchas fiestas en su vida. Bienvenidas para nobles, bailes, torneos en castillos. Aun así, nunca había presenciado algo semejante al espectáculo que se desarrollaba ante sus ojos.

Para empezar, no había ningún asomo del protocolo que había aprendido durante buena parte de su vida. No había ninguna persona que fuera el centro de la festividad; ningún anfitrión o personaje distinguido ante quién se debiera demostrar alguna señal de deferencia.

Luego estaba el hecho de la música y el canto. En vez de bardos con arpas y voces suaves y melódicas, había gaitas, tambores y flautas cuyos portadores estaban agrupados en varios grupos diferentes, cuyas melodías se mezclaban en el aire. Y cualquiera con deseos de cantar, más allá de sus capacidades, lo hacía con libertad; una gran cantidad de voces llenaban el aire con varias canciones diferentes a la vez, algunas en la Lengua Común y otras en la Antigua Lengua.

Luego estaba el baile. Con la gente de los Siete Reinos, los bailes generalmente eran eventos sociales, con hombres y mujeres bailando siempre en parejas al ritmo de la música, y siempre manteniendo las distancias entre sí. Entre el Pueblo Libre, no había regla ni estructura alguna: saltos, giros, vueltas, en parejas o en solitario. Todos ocurrían a la vez. Aparentemente todo era válido, aunque por lo que podía percibir, quienes bailaban solos lo hacían más cerca de las hogueras, y más a menudo de frente que de espaldas a ellas.

El único aspecto en común entre las fiestas de las personas del norte del Muro con las del Sur era la comida. Grandes cantidades de carne, pan y verduras cocinadas de manera masiva y devoradas por cualquiera dispuesto a tomarlas, bien fuera tomándolas de las fuentes que circulaban por el lugar, bien fuera por acercarse para tomar un bocado del lugar dónde se cocinaban. Lo mismo se aplicaba a la bebida, bien fuera agua, cerveza o hidromiel, o una mezcla de éstas.

En un momento un puñado de mujeres, la mayoría de ellas jóvenes cercanas a la edad de Ygritte, formaron un círculo en torno a una de las hogueras más grandes y empezaron a danzar. Al poco tiempo las flautas y los tambores parecían coincidir en una misma melodía cuando los músicos centraron su atención en el espectáculo, al igual que muchos más.

Las damas nobles no debían limpiar sus manos con nada más que un pañuelo bordado de algodón o seda, pero Catelyn ignoró esa lección y se llevó los dedos manchados del jugo de la carne a la boca, chupándolos uno por uno, observando a las doncellas girando frente al fuego.

Era un espectáculo arrebatador; la alegría desenfrenada, la despreocupación, el irrefrenable deseo de disfrutar que parecía haberse apoderado de todas esas mujeres, llevándolas a moverse con total libertad, sin hacer caso a nada de lo que las rodeaba.

Entonces, con un último silbido de las flautas y un golpe al unísono de los tambores, las mujeres cayeron al suelo a la vez, con los brazos extendidos sobre la cabeza y las piernas flexionadas, con sus muslos en contacto con sus talones.

Por un instante el aire reverberó solo con el sonido del crepitar del fuego, de las respiraciones jadeantes de las mujeres y de la nota final de los tambores. Al siguiente, un coro de ovaciones se levantó entre los presentes. Catelyn misma se puso de pie, aplaudiendo animada ante la danza.

"¡Así es como se hace!" "¡Eso es bailar!" "¡Muy bien hecho!" alabaron algunas voces mientras el coro de aplausos, aullidos y gritos de emoción aún llenaban el aire, y lo siguieron haciendo cuando las muchachas se levantaron y agradecieron con saludos con las manos y risas. En un momento, una de ellas se adelantó y cogió por la mano a la misma niña que había ofrecido pan y carne a Catelyn, que fue llevada hacia el frente. De inmediato la música empezó de nuevo, esta vez una melodía más rápida, más alegre, y con ella llegaron el resto de las mujeres que habían bailado, arrastrando a otras frente a la hoguera y empezando a bailar con ellas de manera despreocupada. Catelyn misma sonrío ante esto…hasta que dos de las mujeres llegaron y la cogieron de las manos.

Su sonrisa se marchitó en un instante "¡No!" dijo en voz alta, intentando soltarse sin éxito de ellas "¡De ninguna manera!" ¡No podía! Por los dioses ¡No!

Las mujeres no se desanimaron por esto, y encontraron apoyo en las viejas y los niños cercanos, que empezaron a alentarla para que fuera con ellas, todos con sonrisas en sus rostros. Catelyn giró la cabeza para mirar a Ygritte, esperando que la ayudara….solo para decepcionarse.

"¡Vamos!" la alentó su amiga, dándole un pequeño empujón en la espalda con una mano, mientras con la otra sujetaba a Minisa "¡Ve! ¡Baila!" dijo con una sonrisa que era a partes iguales alentadora y burlona.

Sintiéndose traicionada, y haciéndoselo saber a Ygritte con la mirada, Catelyn cedió y se permitió ser arrastrada cerca del fuego.

"No sé cómo hacerlo" ofreció débilmente a las mujeres, pero éstas solo se rieron.

"Si sabes" contradijo una, con el cabello suelto y una sonrisa de dientes ligeramente torcidos "Solo déjate llevar" le dijo, antes de soltarla.

Al principio sus movimientos se sintieron torpes y patéticos. Sintió muchos ojos sobre ella, y sus mejillas se calentaron. Que espectáculo debía ser….una mujer mayor, casi una anciana, bailando, intentando bailar, en medio de un grupo de muchachas frescas y rozagantes. Intentó escaparse, pero dos muchachas diferentes a las últimas la cogieron de los brazos y la empujaron, solo para ser agarrada por una mano en su cintura perteneciente a una bailarina de la mitad de su edad, con ojos castaños traviesos que se mantuvieron en los de ella mientras las hacía girar a ambas muchas veces.

Y poco a poco, paso con paso, movimiento con movimiento, Catelyn se encontró cada vez menos avergonzada. Sus pasos se volvieron más seguros, sus hombros perdieron su rigidez, sus pies se movieron más rápido y su cabello se agitó libre. Antes de darse cuenta, Catelyn estaba moviéndose con desenvoltura, perdida en su propio ritmo, al igual que todas sus compañeras de baile.

Sin pesares. Sin temores. Sin preocupaciones. Sin tener que mantener una apariencia o una posición. Sin tener que vivir de acuerdo a lecciones o principios. Simplemente siguiendo el ritmo de los tambores y las flautas que reverberaban a través de su cuerpo, haciéndole adquirir vida propia y llevándola por donde quisiera. Era tal la despreocupación….Catelyn no se habría atrevido a soñar con tal paz, tal libertad, hace unos años. Su boca se abrió y las risas escaparon de ella de manera descontrolada, despreocupada. Su corazón bombeaba con alegría.

En un momento, Catelyn fue cogida por la mano, y notó que la mujer que la había tomado, de piel blanca y nariz pequeña, tenía su otra mano atrapada en el agarre de otra bailarina. La miró y Catelyn entendió al instante; sin pensar, cogió la mano libre de otra mujer que bailaba cerca de ella, y en poco tiempo, todas las bailarinas estaban sujetas por ambas manos, encarando el fuego.

BUM-BUM-BUM, Sonaron los tambores, y todas se adelantaron hacia el fuego varios pasos, sin soltarse de las manos y dejándolas ligeramente detrás. BUM-BUM-BUM, con la repetición, todas retrocedieron a la posición original, alejándose del fuego y con sus manos ahora al frente de ellas.

BUM-BUM-BUM…. Pies al frente y manos atrás… BUM-BUM-BUM… Pies atrás y manos al frente.

Cuando finalmente las manos se soltaron, las últimas inhibiciones de Catelyn hicieron lo propio con ella. Giró varias veces sobre sí misma, antes de que sus brazos fueran sobre su cabeza con rapidez, superponiéndose uno al otro para luego caer hasta su cintura, antes de volver a empezar, todo ello al ritmo del retumbar de los tambores, a los cuáles se les habían vuelto a unir las flautas en un momento que Catelyn no pudo recordar.

Sus oídos captaban muchas cosas a la vez, demasiadas. La música. Los gritos, las risas, los aullidos. Fue toda una sorpresa que pudieran hacerlo con el cambio de melodía nuevamente. Le tomó un momento darse cuenta de cuál era, y cuando lo hizo de inmediato empezó a moverse más rápido, acercándose al fuego y danzando ante él con abandono, hasta que con el último sonido, cayó al suelo, jadeando, agotada. Pero feliz.

Un nuevo coro de aullidos y gritos de simpatía llenaron el aire, y Catelyn cerró los ojos unos momentos, tanto para ahogarse en ellos como para aliviarse un poco. Era consciente de tantas cosas en ese momento. Tantas…..La tierra dura bajo su cuerpo, la rapidez de su respiración, el calor de sus mejillas, el calor de las llamas cerca de ella, pero más que nada, la calidez de su cuerpo y la paz que la inundaba.

Cuando se levantó, su cabello cayó sobre sus ojos y lo apartó con una mano, mientras reía de manera despreocupada. No podía creerlo. Había bailado ante el fuego, tan desenfrenada como una niña y tan alegre como una recién casada.

Se alejó de la hoguera y el baile, y su alegría se vio atenuada por algo de culpa cuándo recordó que mientras bailaba se había olvidado de Ygritte y de Minisa. Se encaminó hacia el lugar dónde habían estado antes, y no las encontró. En su lugar, una de las mujeres de las lanzas encargadas de vigilarlas charlaba con un hombre que prácticamente se la comía con la mirada. La mujer, o bien no se daba cuenta o no le daba importancia, porque parecía totalmente ajena a eso mientras se detenía para tomar un sorbo de su vaso.

"Hey" llamó Catelyn al acercarse, con lo que atrajo las miradas de ambos. El hombre parecía enojado, pero Catelyn lo ignoró para hablar con la mujer.

"¡Catelyn!" saludó la mujer, al tiempo que hacía un gesto de la cabeza "Te vi allí" dijo, apuntando con la mano en la que tenía el vaso hacia el lugar de dónde venía "Bailas bien" la felicitó.

Catelyn no estaba tan segura de ello, pero decidió no discutir "Gracias" dijo, algo abochornada "¿Sabes dónde están Ygritte y Minisa?" preguntó.

"Ygritte dijo que preguntarías por ella cuando volvieras" comentó la mujer, aun sonriendo "Minisa se ensució. Ygritte la llevó a la tienda para limpiarla, pero dijo que volvería cuando lo hubiera hecho" explicó.

"Mm" murmuró Catelyn "¿Hace mucho tiempo que se fueron?" de ser así, preferiría quedarse y esperarlas hasta que volvieran.

Pero la mujer de las lanzas sacudió la cabeza "No. Aún no habrán llegado a la tienda" dijo.

"Entiendo. Gracias" dijo Catelyn, al tiempo que le daba una palmada en el hombro y se encaminaba a la tienda, dejando a la mujer volver a la charla que había tenido antes de que ella llegara.

Empezó a caminar lejos de las festividades. Había algunas personas cerca, pero nadie la molestó. La mayoría de ellas se mantenían apartadas, bebiendo o tanteando debajo de las ropas de sus compañeros. Si éstos eran los mismos que durante el día, Catelyn no lo sabía ni le importaba. Tras tanto tiempo entre el Pueblo Libre, había aprendido a ignorar con éxito tales cuestiones.

No había recorrido más de la mitad de la distancia que había entre la fiesta y la tienda de Ygritte cuando notó que sus pies estaban adoloridos. Había bailado demasiado, y eso sin duda se notaría en su cabello revuelto y en su rostro cubierto de sudor. Ygritte probablemente se burlará de mí hasta la muerte cuando me vea, pensó con una sonrisa.

Estaba distraída, tanto, que no se dio cuenta de que había pocas antorchas encendidas, y ninguna especialmente cerca de la tienda. Pero su distracción no fue tan grande que no notó….que no había rastro de Elta. Ni de Borthe.

Catelyn parpadeó, sorprendida. Era extraño que no hubiera nadie. Aunque…..tal vez la guardia estuviera en el interior, hablando con Ygritte.

Fue entonces cuando lo escuchó.

Débil y lejano.

El llanto de Minisa.

Y casi al mismo tiempo, lo que parecía un grito ahogado.

No recordó empezar a correr, ni separar de un manotazo la solapa de la tienda. Solo supo que en un momento estuvo adentro de la tienda, y contempló la escena frente a ella, sintiendo como la sangre se helaba en sus venas.

La sangre manchaba las pieles sobre las que ella e Ygritte se sentaban y caminaban. Los cuerpos de Elta y de un hombre desconocido yacían muertos en el suelo. Y no muy lejos, Ygritte yacía forcejeando con dos hombres. Sus uñas estaban clavadas en el cuero cabelludo de uno, alejándolo de Minisa, que lloraba desesperada. El otro hombre tapaba la boca de Ygritte con una mano, mientras con la otra intentaba desenvainar la espada que tenía en el cinturón.

"¡NO!" gritó Catelyn, al tiempo que separaba la distancia de ellos de un salto y aferrarse a le espalda del hombre que estaba tras Ygritte, clavando sus uñas con todas sus fuerzas en su rostro.

"¡Ah!" gritó el hombre, soltando a Ygritte y retrocediendo con rapidez, hasta que golpeó la espalda de Catelyn contra uno de los pilares de la tienda. El golpe le arrebató el aliento y la forzó a aflojar su agarre sobre el hombre, que enterró un codo en sus costillas. El dolor oscureció su vista por un momento, y sintió como la fuerza la abandonaba. El suelo se acercó a ella, y el momentáneo alivio del impacto contra las pieles suaves fue borrado por un dolor atroz que la sacudió, expandiéndose desde su abdomen.

"¡Maldita perra!" gritó una voz, y al instante un dolor igual al de su abdomen cayó sobre su costado, haciéndole gritar de dolor al tiempo que se encogía por instinto, cubriendo su pecho con sus brazos "¿¡Quieres matar a esa maldita zorra de una vez?!" espetó la voz, y Catelyn observó cómo los pies del hombre ante ella se alejaban.

Ygritte….

No lo pensó. Se aferró a sus piernas e intentó detenerlo. Un dolor agudo golpeó su rostro, y un aullido de dolor salió de su boca. Sintió como la sangre manchaba su rostro, y unos instantes después una serie de dedos envueltos alrededor de su cuello que empezaron a apretar con fuerza, arrebatando el aire.

"Maldita perra" gruñó el hombre, y Catelyn encontró sus ojos con los de él "Deberías haberte mantenido alejada, joder" las manos de Catelyn fueron hacia su cuello para intentar separar los dedos que trataban de ahogarla. Sin éxito "Vinimos por la ramera salvaje…." la boca de Catelyn se abrió, buscando un aire que no llegó a sus pulmones. Sus manos se volvieron más desesperadas, pero no logró aflojar el agarre sobre su cuello "…..y por la pequeña loba. Si no hubieras llegado…." Catelyn empezó a patear, desesperada por aire "….habrías vivido. Pero ahora….." la presión en su cuello aumentó un poco más, y Catelyn hubiera gemido de dolor, pero el escaso aire en sus pulmones no bastaba ni para eso "…..no vas a ver el amanecer, lo prometo. Llevamos tanto tiempo esperando…." Una sonrisa oscura de dientes amarillos se plasmó en el rostro del asesino "….y ya empezábamos a perder las esperanzas. Por suerte, la recompensa es muy buena y tenemos mucha paciencia…jej…"

La fuerza en las manos y las piernas estaba disminuyendo. La visión de Catelyn se oscurecía, y cada vez sentía menos. Incluso su cuello estaba perdiendo sensibilidad. Se estaba ahogando…

"No así. Dioses, por favor, no así" pensó Catelyn con desesperación "No sin saber si Arya está en Invernalia…No sin saber que Ygritte y Minisa están a salvo…No sin ver una vez más a Jon…."

"….Jon…." pensó. Ese sería su último pensamiento….

…hasta que el agarre sobre su cuello se aflojó repentinamente, y en el mismo instante sintió como algo caía sobre su rostro, entrando en sus ojos y en su boca, antes de gotear por su rostro y su cuello. Era cálido y espeso, y de un sabor nauseabundo. Luchó por respirar y al mismo tiempo por no ahogarse.

Sintió como los dedos soltaban su cuello y el peso encima de ella era apartado. Se volteó, tosiendo y al mismo tiempo tratando de respirar. Se pasó una mano por los ojos antes de parpadear, tratando de enfocarse. Sintió deseos de vomitar cuando vio que lo que había caído sobre su rostro y dentro de su boca era sangre. Miró por encima de su hombro y vio que el hombre que había tratado de matarla estaba tendido en el suelo, sus ojos ahora vidriosos y su cuello abierto de oreja a oreja.

"Cat…." una voz ronca dijo, y Catelyn alzó la vista para ver a Ygritte justo cuando cayó de rodillas ante ella. Su ojo estaba morado, y de su boca caía un hilillo de sangre. Acunada en su brazo, Minisa lloraba abiertamente, mientras Ygritte sostenía una daga en la otra mano "Cat….¿Es-Estás bien?" preguntó.

Catelyn se levantó con brazos temblorosos, hasta que su rostro estuvo a la misma altura que el de Ygritte. Sus ojos recorrieron a Ygritte y a la bebé simultáneamente, buscando alguna otra herida. Una de sus manos incluso se levantó, tratando de comprobar que era cierto. Que ambas estaban allí, intactas.

Sin palabras, Catelyn se arrojó sobre Ygritte, envolviendo sus brazos alrededor de ella, al tiempo que sentía como la mano de Ygritte apretaba su nuca. La apretó con fuerza, y solo aflojó su agarre cuando recordó que Minisa estaba en medio de ambas.

Fue solo cuando sintió algo cálido limpiando la sangre de sus mejillas desde arriba hacia abajo que notó que estaba llorando. Los sollozos escaparon de su boca, inevitables, y el alivio la llenó con tanta fuerza que sintió que podría desmayarse.

Ygritte y Minisa estaban bien…Estaban bien….

"Gracias, Dioses. Gracias" se encontró pensando, al tiempo que las lágrimas de alivio se incrementaban.

¡Tada! ¿Qué tal eh? ¿Merezco unas palabras? De ser así, la cajita de abajo es el mejor lugar para escribirlas.

Bien amigos, en una nueva faceta de mi rareza, quiero preguntarles algo. Basándose en la historia, así como en todas mis respuestas a reviews hasta ahora (que estoy seguro que muchos más que los que los escriben han leído) les pregunto. ¿Cuál creen que sea el tipo de canciones que escucho? El chiste es así: ustedes me dicen el nombre de una canción que creen que me gustaría, o que piensan que yo escucho, y yo la otra semana les respondo si tienen razón o no. ¿Por qué hago esto? Se me antojo. Pura y llanamente, se me antojo.

Bien, como siempre, les pido que sean cuidadosos en torno al tema del coronavirus. Cuídense, y cuiden a los demás. Vida hay una sola, y debemos cuidarla.

Bien, si Dios quiere, nos leemos en una semana. Que estén bien (sobre todo de salud. Y que sigan así).