Bueno, primero lo primero. Un gran y afectuoso HOLA a quienquiera que lea esto.

Antes que nada quiero pedir un momento de silencio por el reciente fallecimiento de Diana Rigg. Para los que puedan no saberlo, esta gran mujer fue la actriz que dio vida a Olenna Tyrell. Su soberbia actuación contribuyó de manera única a hacer la serie tan épica como fue. QEPD, que su recuerdo nunca sea olvidado y que su familia y todos los que la apreciaban encuentren consuelo por una pérdida tan irremplazable. Como actriz, pero también como madre, abuela y sobre todo, como ser humano.

Gracias.

Ahora, quiero agradecer sinceramente a Xechu .S, Soto 9041, jean d'arc, miguel , Aegon I Targaryen, Kirito 720, JL Dragneel Storm, SNlikano, coki 13566, tony warrior y outcome 5….

*Oigan, ahora que lo noto, ¿dónde está Luna? ¡¿Le habrá pasado algo?! ¡Ay mamita, ya me estoy preocupando por ella! *

por sus geniales reviews, que me alegran el día siempre que los recibo, y mucho más cuando los leo. Y hablando de los mismos:

Xechu. S: bueno, gracias ante todo. Pero, ¿a qué islas te refieres? La verdad, me has confundido. Y sí, Jon no está nada contento con ellos. Ramsay pagará, tenlo por seguro. No, Fuerte Terror aún no cae: lo que pasó es que Jon envió a Siegerd, hijo menor de Styr y hermano de Sigorn, a llevar órdenes para que el castillo sea tomado. Más de uno se va a sorprender por Catelyn, aunque Baelish será especial, eso sí. Y ya verás lo que tengo planeado para el Pez Negro. Un abrazo y mucha suerte.

Soto 9041: me alegra saber que aún tengo esa capacidad. Acepto, con humildad, los halagos por mi manera de escribir. Siempre estoy dudoso en torno a ella, aunque creo que eso también me ayuda a no dejarme llevar por hacer lo simple en detrimento de lo mejor. Un saludo y que estés muy bien.

Jean d'arc: ¡hola! Bueno, ante todo, gracias. Me alegra saber que pude dar una imagen digna del paisaje que rodea el Foso. Será importante para entender los siguientes capítulos. Los ejércitos marchan, y si separados son peligrosos, unidos son imparables. En fin, una abrazo grande y un saludo a la familia.

Miguel : bueno, hola a ti. Gracias por las buenas opiniones, y espero que el capítulo que sigue valga la pena la espera. Si, nos seguimos cuidando, gracias, espero que en tu casa hagan lo mismo. ¿Sabes que será lo malo de matar a Ramsey? Que solo se podrá hacer una vez. Sí, me agrado escribir el final, para dar más distinción a Jon de Ned. Val es una persona muy singular: sin duda se hará notar, de una u otra forma. Las comparaciones entre Jon y Robb mientras crecían siempre favorecían a Robb, por ser legítimo y el heredero de Invernalia, pero no puedo evitar pensar que es justamente ese menosprecio el que siempre impulsó a Jon a tratar de ser mejor, no porque se esperara eso de él (como si se hacía en el caso de Robb), sino porque quería demostrar que no era lo que pensaban de él solo por ser bastardo. Bueno, un abrazo y hasta la próxima. Mucha suerte.

Aegon I Targaryen: a mí también me fascina el drama, supongo que por eso tengo por costumbre escribirlo. Además, eso los mantiene a ustedes un poco más interesados en el siguiente capítulo. El soborno de Wyman es grande, sí, pero ya verás más al respecto de eso. Aquí el siguiente capítulo, y ojalá te guste. Un abrazo grande.

Kirito 720: qué onda. Y….yo creo que la semana pasó rápido para ti. El final de la parte de Val me hace sonreír siempre; esa manera tan cruda de pensar me parece propia de toda una mujer libre como ella. Las reuniones son siempre interesantes, y la de Jon con el Pez Negro y Reed valdrá la pena la espera (espero). Bueno, gracias por el halago. La verdad me imagino la escena (Jon bajo los estandartes del Norte, rodeado por norteños y salvajes por igual, esperando por los señores que le faltaron a la Casa Stark) y me encanta. Bueno, cambiando de tema, me alegro que las heridas de tu accidente hayan sido solo superficiales (conozco a alguien que tuvo un accidente: voló de su moto hacia el frente, mordió, en el sentido estricto de la palabra, el pavimento y perdió la mitad de los dientes por el golpe. Tuvo suerte de no sufrir una conmoción cerebral, pero el pobre tiene menos de 25 y una dentadura de 70), y lo lamento por tu moto. Bueno, un abrazo (con cuidado por los rasguños) y hasta la próxima.

JL Dragneel Storm: Bien, hola ante todo. Aquí está lo que esperas ver, y tal vez haya una sorpresa (sonrisa pícara). El hijo (Jon) ciertamente ha emulado al padre (Ned). La toma del Foso será pronto, lo prometo. Muy pronto. Hasta la próxima, y que estés muy bien.

S Nlikano: hola una vez más. Este capítulo será solo del Norte, pero en el próximo verás el sur, lo prometo. Aquí el nuevo capítulo que pediste. Un saludo grande y que estés muy bien.

Coki 13566: ciertamente, es como dices. Dentro de poco escucharas los primeros relámpagos (por decirlo de alguna forma). Jon tiene ya casi treinta mil rodeando Invernalia, y más y ahora se le están sumando más. Será toda una Grand Armee cuando esté totalmente agrupada, créeme. Tus preguntas son muy válidas, y ya tengo planes que incumben a todas ellas, y hay algo relacionado con ello en este capítulo. Una pista: es en torno a los Frey. Wow, que locura sería mezclar YGO con ASOIAF. ¿Te imaginas a Jon montando a Slifer mientras Daenerys monta a Ra para pelear contra el Rey de la Noche? A propósito ¿cuál es tu dios egipcio favorito? Por si te lo preguntas, el mío es Slifer. Bueno, que tengas una feliz semana. Un saludo y un abrazo.

Tony Warrior: bueno, primero que nada, que gusto volver a leerte. Si te dejo con ganas de más, significa que algo hago bien . Tienes razón: el Norte recuerda. Y el Pueblo Libre no vende su respeto: lo otorga. Manderly tiene un largo camino ante él. Bien, creo que este capítulo te va a gustar, porque continúa exactamente donde termina el anterior: con Jon lidiando con Manderly y los demás. Oh, el Pez Negro….para mí que el ve a Jon, por ser un bastardo y la "vergüenza" de su sobrina, como un perro. Pero se equivoca: no está lidiando con un perro, si no con un lobo. En cuanto a Karstark, veremos si es más sabio que su padre a su debido tiempo. Bueno, que estés muy bien y hasta otro momento. VALAR DOHAERIS.

Outcome 5: hola, y como digo a menudo estos días (ya parezco disco rayado jejej) Invernalia caerá a su debido tiempo. En cuanto a las pelirrojas, aquí verás algo que te interesará. Y necesitas salir de tu caja de 5 lados jajaj. Bueno, hasta la próxima. Que estés bien.

*En una nota aparte, gracias a quienes siguen la historia, la tienen entre sus favoritos o tan solo la leen. Ojalá que todos se animen un día a dejar un review. Bendiciones a todos.

Bien, ahora sí, basta de hablar. Vamos a lo que los trajo hasta aquí.

Disclaimer: todo lo que puedan reconocer pertenece a G.R.R. Martín. Yo solo lo uso para entretenerme y tratar de entretener a otros.

Jon

Jon tuvo que reprimir el bufido de desprecio. ¿Una timonera? ¿Qué clase de señor llegaba montado en una timonera, en vez del lomo de un caballo? La última vez que había visto tal cosa fue cuando Cersei Lannister había llegado a Invernalia. Y al igual que esa perra, Wyman Manderly estaba dando una primera impresión desastrosa. Mientras que Lannister lo había hecho ante los norteños, Manderly lo hacía ante el Pueblo Libre, y a la vez arruinaba aún más su percepción ante los norteños.

En cuánto la puerta se abrió, lo primero que salió fue una barriga prominente, la más prominente que Jon hubiera visto nunca, incluyendo a Cubo Grande. A ésta le siguió su dueño, un hombre anciano de miembros gruesos, larga cabellera canosa y un bigote igual de gris. Las numerosas papadas de su cuello temblaron cuando, con la ayuda del hombre que había viajado junto al conductor de la timonera, bajó a tierra. La espada que llevaba colgada de su prominente cintura era casi ridícula: era obvio que el hombre no suponía ninguna amenaza.

Jon estaba muy interesado en Wyman Manderly, pero aun así prestó atención a las dos personas que salieron de la timonera detrás de él. La primera era una mujer esbelta de unos treinta días del nombre, con aspecto frágil y una mirada de temor que difícilmente podría ser ignorada. El otro era un anciano del doble de edad, al menos, que la mujer, con un rostro arrugado y una barba cuidada y blanca, a juego con los pocos mechones de cabello que conservaba en su cabeza.

Un gordo, una mujer frágil y un anciano…tal vez Jon había juzgado demasiado rápido. La timonera ya no parecía un capricho; tal vez fuera una necesidad.

Jon notó de reojo como un jinete se abrió paso entre los hombres de Manderly antes de entregar las riendas de su montura, bajar y acercarse a los que bajaron del carruaje.

Con pasos lentos y medidos, los tres hombres y la mujer se encaminaron hacia Jon. Cada uno, exceptuando al que había bajado del caballo, tenía dos guardias armados detrás de sí, y si Jon no hubiera sabido ya sus nombres, los sigilos en los jubones de sus hombres los hubieran delatado.

Lady Lyessa Flint, Señora de Atalaya de la Viuda. Lord Ondrew Locke, Señor de Castillo Viejo. Y Lord Wyman Manderly, Señor de Puerto Blanco.

Y a juzgar por el guantelete de plata en un campo carmesí y la capa desteñida del mismo color que llevaba el último hombre, y el jadeo audible y la sonrisa de Galbart Glover que Jon había captado de reojo, el jinete era su hermano Robett, el heredero de Bosquespeso.

Los cuatro norteños se detuvieron a unos diez pasos de él, y Jon examinó a cada uno con cuidado. Jon notó las emociones de las que eran presa en sus movimientos. Lady Flint desvió la mirada hacia el suelo, y Lord Locke intentó ocultar el temblor de sus manos al cruzarlas detrás de sí. Robett Glover mantuvo la frente en alto: claramente estaba orgulloso. Manderly logró mantener la compostura mejor que los demás, pero Jon logró ver una chispa de incipiente preocupación en el fondo de sus ojos.

El tiempo pasó, sin más sonidos que el susurro del viento ondeando los estandartes y algún relincho ocasional proveniente de un caballo. Fantasma se acercó más a Jon, pero sus ojos rojos se mantuvieron sobre los señores. Nadie se movió, cada parte esperando que la otra reaccionara primero.

Por fin, tras un largo tiempo, Lord Manderly dio un paso más al frente, y con lentitud y dificultad, hincó una rodilla en tierra ante Jon, seguido por los otros señores. Algunos resoplidos se escucharon, pero el Rey en el Norte los ignoró a favor de seguir concentrado en los señores recién llegados.

Jon había pasado mucho tiempo con el Pueblo Libre. La acción de arrodillarse no era de su agrado.

Eso no significaba que no reconociera que había momentos en los que tal muestra de sumisión era necesaria. Momentos como el que estaban viviendo.

Y fue por ello que Jon dejó pasar un tiempo considerable antes de avanzar, flanqueado por su guardia y Fantasma.

El primero al que Jon se enfrentó fue el jinete.

"En pie" ordenó en cuanto se detuvo ante el hombre, que se apresuró a cumplir sus órdenes "¿Vuestro nombre?" preguntó, aunque ya lo sabía. Las formalidades debían ser respetadas.

"Robett Glover, Su Alteza" dijo el hombre, bajando un poco la cabeza para poder observar a Jon.

"El heredero de Bosquespeso" declaró Jon, dando un breve asentimiento. Sin separar sus ojos del hermano menor, alzó una mano y apuntó al mayor "Vuestro hermano es uno de mis señores más leales. Me ha dado su espada, su consejo y su apoyo" comentó, sin faltar a la verdad. Robett Glover asintió en acuerdo, y Jon bajó su mano "¿Cuento también con los vuestros, Lord Robett?" preguntó tras un largo silencio.

"¡Por supuesto, Alteza!" se apresuró a responder Robett, al tiempo que llevaba una mano a la empuñadura de su espada.

Jon extendió las manos a los costados, en un gesto mudo para evitar que su Guardia Personal interviniera. Si el hombre fuera una amenaza, Fantasma lo mataría antes de que lanzara un golpe.

En un movimiento fluido Robett Glover desenvainó su espada y la sostuvo con ambas manos por los extremos, las palmas hacia arriba mientras la extendía hacia Jon.

"¡Mi espada es vuestra, Mi Rey! ¡Ahora y siempre!" exclamó Robett Glover en voz retumbante, al tiempo que cerraba los ojos e inclinaba la cabeza en gesto de respeto.

Jon sintió una pizca de satisfacción. Ahora, contaba con el apoyo total de la Casa Glover "Envainad vuestra espada mi señor" el hombre ante Jon se apresuró a obedecer. Jon permitió que una leve sonrisa apareciera en sus labios antes de continuar "Id junto a vuestro hermano…..y ocupad vuestro lugar entre mis tropas" ordenó, y el heredero de Bosquespeso se inclinó una vez más antes de encaminarse hacia su hermano y señor, una sonrisa en la que se mezclaban el alivio y la satisfacción en su rostro.

Jon sintió que su propia sonrisa, una pobre sombra de la de Robett Glover, moría en su rostro. El hermano menor de Galbart Glover había sido el más sencillo de todos los que habían venido a rendirle pleitesía. Había luchado por Robb, su hermano era un hombre de probada lealtad para Jon y a diferencia de Flint, Locke y Manderly, no era cabeza de una Casa norteña que le debiera lealtad a los Stark. Ahora, Jon debía lidiar con aquellos que si lo eran, y que se habían negado a cumplir con su deber.

Los ojos de Jon fueron a los tres señores, aún de rodillas. Tras pensarlo un momento, se acercó a ellos.

"Levantaos, mis señores" dijo Jon. En una muestra de cortesía, extendió la mano para ayudar a Lady Lyessa a ponerse en pie "Vos, mi señor de Manderly, habéis luchado al lado de mi padre en la Batalla del Tridente" dijo, mirando al obeso señor de Puerto Blanco. Sin esperar a que éste respondiera, continuó "Vos, mi señora, respondisteis a la llamada de mi hermano, y enviasteis a los vuestros para pelear por el Joven Lobo y la Casa Stark" dijo, ahora dirigiéndose a la dama "Y vos, mi señor, estáis unido a la Casa Stark por lazos más fuertes que las palabras. Por la sangre" le recordó a Locke, sin faltar a la verdad. El abuelo de Jon, Rickard Stark, había sido el hijo de una mujer Locke.

El silencio se impuso una vez más, y aunque Jon no cambió su expresión, los señores debieron darse cuenta de la frialdad que había caído sobre todos, ya que sus rostros se volvieron más cautelosos "Pero habéis ignorado vuestros juramentos en el momento en que mayor necesidad había de que se honraran. Habéis ignorado la sangre, el honor y el deber que os une a todos a la Casa Stark. Habéis permanecido inmóviles mientras gentes sin honor, las mismas que asesinaron a vuestro señor y a su legítimo heredero por medio del engaño y la traición, se apoderaban de Invernalia y aspiraban a hacerse con todo el Norte" reclamó Jon, permitiendo que una diminuta fracción del enojo que sentía se manifestara en su voz. Los tres señores bajaron el rostro, avergonzados "Os escucho" dijo Jon.

No se sorprendió de que Manderly hablara primero.

"Decís palabras duras…..pero ciertas" admitió el obeso señor, con una amargura imposible de fingir "Mis hijos pelearon por el Rey Robb, y uno de ellos murió por él. Creí que con su muerte, era el final de la Casa Stark. Estaba equivocado. No luché contra los Bolton y sus amigos Frey, porque no deseaba ver la muerte de más Manderlys" admitió "Y no marché junto a vos….porque no os creía capaz de vencerlos, y porque uno de mis hijos era un rehén en Los Gemelos"

"¡Eso no es excusa, Lord Manderly!" espetó Jon "Lady Mormont tiene una hija desaparecida. Bien podría estar en los Gemelos en calidad de rehén, pero su madre y hermanas son leales a la Casa Stark. El Gran Jon también es un prisionero, y aun así su tío y los hombres de Umber marchan a mi lado" recordó "Mi propia hermana está a merced del bastardo de Roose Bolton, y aun así, estoy determinado a obtener justicia por mi hermano, y a castigar los crímenes de los traidores a la Casa Stark" Jon tenía un deber: con su padre, con Robb, con la Casa Stark y con el Norte.

Ninguno de los señores debatió sus palabras. No tenían medio alguno para hacerlo. No había excusa para su inacción y lo sabían: ellos, Jon, los demás señores del Norte presentes, incluso el Pueblo Libre.

"Alteza…os ruego una oportunidad, para todos nosotros" dijo Manderly, antes de endurecer la mirada. En medio de la flacidez de su rostro, sus ojos eran de acero "Vuestro padre nos tenía en estima. Dadnos una oportunidad de demostrar que Lord Eddard no se equivocaba en ello. Hacedlo, y os juro por el honor de mi casa, ante los Dioses Antiguos y los Nuevos, que nunca tendréis motivos para dudar de vuestra decisión"

Jon dejó que el silencio se prolongara por un tiempo, pero al final reconoció que, aun estando justificado, no ganaba nada con seguir reclamando a las personas ante sí, como un padre que regaña a un niño travieso. Los señores eran orgullosos, y pocas cosas eran más intolerables que ser reprendidos enfrente de otros, sobre todo si éstos eran sus iguales en cuanto a títulos de nobleza. Que el reclamo fuera justificado no bastaba para hacerlo.

El Rey en el Norte y más allá del Muro suspiró profundamente antes de responder "Enviaréis cartas de vuestras propias manos al resto de Casas norteñas, reconociendo mi derecho a gobernar el Norte y renegando de toda lealtad a los Bolton y al Trono de Hierro. Os sumaréis de inmediato al asedio y pondréis todas vuestras tropas a mis órdenes. Enviaréis hombres de confianza de vuelta a vuestras tierras y comunicaréis vuestro vasallaje a la Casa Stark. Acataréis todas las disposiciones que considere adecuadas para prepararnos para el invierno que se acerca, y para el bienestar del Norte" declaró, en una voz que no admitía discusión.

"Así será Alteza" aseguró Wyman Manderly con prontitud.

"De inmediato, Alteza" dijo Lyessa Flint un momento después.

"No os arrepentiréis, Mi Rey" juró casi a la vez Locke.

"Entonces mis señores, sólo os queda algo por hacer" dijo Jon "Renovad vuestros juramentos a la Casa Stark. Y mantenedlos"

Wyman

Jon Stark era, por lo que había visto desde que fue llevado ante él, resuelto, sensato, e inamovible. Todo lo que debería ser un Rey.

Wyman se apresuró a jurar lealtad al hijo de Ned Stark y sentía la emoción en su interior al hacerlo. Contaba con la oportunidad de redimir el nombre de su familia, vengar a su hijo muerto y ajustar cuentas con los malditos Frey. Era lo que había deseado desde hacía lunas.

"Mi Rey" dijo Wyman, permitiendo saborear por un instante el conocimiento de estar junto a un Stark una vez más "Si me concedéis unos momentos, hay algo que deseo mostraros. Os prometo que valdrá la pena" aseguró.

El Rey lo pensó un momento antes de asentir "Liderad el camino, mi señor" dijo, antes de empezar a seguir a Wyman, ambos seguidos por sus respectivos guardias, además del lobo huargo del Rey.

Los jinetes de Manderly se apartaron del camino del Rey y del señor, y muchos de ellos tuvieron que controlar a sus monturas, que se asustaron ante la cercanía del lobo del Rey. Wyman mantuvo el temor latente de que alguno pudiera hacer o decir algo peligroso al ver a los salvajes que seguían al Rey, pero más allá de malas miradas o ceños fruncidos.

Cuando finalmente alcanzaron los primeros carros, Wyman hizo un gesto a los guardias para que quitaran la gran cubierta de lana que había sobre él. Debajo, una serie de sacos y barriles llenaban el carro hasta rebosar.

"Ábrelo. Que el Rey vea su contenido" ordenó Wyman al guardia más cercano. El hombre de cabello rubio corto y mal afeitado asintió antes de tomar el saco más cercano y abrirlo, antes de extender la boca del mismo hacia ellos. La harina quedó expuesta a los ojos del Señor de Puerto Blanco y el Rey "Para alimentar a nuestro ejército, Alteza" declaró.

El Rey miró la harina unos momentos antes de ordenar que fuera devuelta al carro con un gesto. El guardia no dudó a la hora de obedecer, para tranquilidad de Manderly. El nuevo Rey de Wyman dirigió una larga mirada hacia los carros más cercanos antes de hablar.

"¿Cuántos carros con provisiones habéis traído, mi señor?" preguntó en voz queda.

Era una pregunta que Wyman había esperado, "Dos centenares y medio, Alteza" anunció "Cómo éste" continuó, haciendo un gesto al carro junto al que estaban "todos rebosan de alimentos para vuestros hombres. También hay piaras de cerdos, y rebaños de cabras, vacas y ovejas. Entre todos suman poco más de mil trescientas cabeza" concluyó.

La máscara del Rey se rompió por un instante y esbozó una sonrisa. Al siguiente, ya no quedaba rastro de ella "Muy bien, mi señor. Daremos un buen uso a todo ello" dijo en una voz completamente controlada, pero Wyman no necesitaba escuchar su satisfacción para saber que existía "¡Rickard! ¡Ery!" llamó el Rey, al tiempo que giraba la cabeza. De inmediato dos de los Guardias venidos con él se adelantó. El emblema grabado en la pechera de cuero del hombre lo delataba como un Liddle, y la vestimenta de la mujer la señalaba claramente como una salvaje "Rickard, busca a tu hermano. Que lleve los carros al campamento, distribuya el contenido en varios puntos, elija hombres confiables para cuidarlos y haga un inventario de todo. Quiero los resultados al anochecer" el hombre asintió antes de alejarse a paso rápido, la mano sobre el pomo en forma de piña de su espada "Ery, ve a buscar a tu abuelo. Que él y sus hombres se hagan cargo de los rebaños y que los lleven hacia el oeste. A un par de leguas hay campos dónde podrán pastar. Que Ygon ponga guardias para cuidarlos" la joven dio una sonrisa de dientes blancos y ligeramente chuecos antes de alejarse por el mismo que camino que el Liddle.

"No es todo, Alteza" dijo el Señor de Puerto Blanco. El Rey alzó una ceja en su dirección, curioso, y como antes, Wyman lo guio en dirección a otro de los carros que había traído desde Puerto Blanco. Esta vez, el mismo ayudó a retirar las mantas de lana que lo cubrían. Wyman observó con satisfacción como los ojos del Rey se ensancharon ligeramente al ver el contenido del carro.

Armas. Muchas armas. Espadas largas, mandobles, hachas de doble cara, alabardas, ballestas. Además había numerosos juegos de cotas de malla y piezas de armadura: petos, cascos, hombreras, grebas, guanteletes, y más. Todo hecho por los forjadores de acero de Puerto Blanco.

"¿Cuántos carros más iguales a este habéis traído, mi señor?" preguntó ahora el Rey.

"Cincuenta, Mi Rey" respondió Wyman. El Rey asintió antes de coger sin palabras una espada del carro y girarla expertamente en sus manos varias veces antes de devolverla a su lugar con una expresión satisfecha.

"¡Torreg!" llamó, y otro miembro de su Guardia, un salvaje alto y grueso de cabellera roja, se adelantó de inmediato "Que tu padre se haga cargo de esto" dijo, al tiempo que daba un pequeño golpe en el costado del carro. El salvaje, Torreg, dio una mirada al interior antes de esbozar una gran sonrisa. Volvió a mirar al Rey y asintió con vigor "Que distribuya todo entre los nuestros"

"Rey" dijo el salvaje, aun sonriendo, antes de girar para alejarse.

"¡No solamente hay armas y armaduras en los carros!" exclamó Manderly, ganando la atención del Rey del salvaje "Algunos llevan además armamento de asedio, riendas y sillas de montar" informó.

El Rey asintió antes de volverse hacia el salvaje pelirrojo una vez más "Tomund debe distribuir las armas y armaduras. Lo demás debe ser dejado bajo guardia cerca de mi tienda"

"Rey" repitió el salvaje antes de irse.

"El armamento de asedio resultará muy útil, mi señor" admitió el Rey tras un momento de silencio "Pero las sillas de montar…..no servirán de mucho sin caballos" comentó en un tono desenfadado. Ya había entendido.

"Ciertamente, Alteza. Es por eso que también hemos traído buenos caballos con nosotros" dijo Manderly con una sonrisa "Sin embargo, temo que no tengo hombres con suficiente experiencia en montar semejantes bestias"

"¿Y cuántos caballos, ruego saber, se encuentran carentes de un jinete digno de ellos en estos momentos?" preguntó el Rey, al tiempo que cruzaba las manos detrás de la espalda. Su expresión era apacible, pero Wyman detectó un destello de interés en ella.

"Setecientos, Alteza" dijo Wyman. El Rey asintió, satisfecho.

"¡Rogar!" llamó, y hombre robusto con el emblema del Clan Burley se adelantó "Busca a Harma Cabeza de Perro: que se haga cargo de los caballos y que empiece a buscar guerreros que sepan montar entre nuestras tropas de infantería. Veremos si saben luchar también a lomos de un caballo" el Burley asintió antes de alejarse.

"Bien, mi señor, imagino que los vuestros deben estar agotados por la marcha. Lo mejor será que se asienten en los campos del oeste de Invernalia. Allí hay pastizales para vuestras monturas, y no estaréis demasiado alejados del Bosque de los Lobos cuando necesitéis madera" dijo el Rey a Wyman, cambiando abruptamente de tema.

"Sería lo mejor, mi Rey. Sin embargo, aún hay algo que deseo enseñaros" dijo.

El Rey resopló, pero no con molestia, sino con resignación "Lord Manderly, nos habéis dado armas para atacar, armaduras para defendernos y caballos para movernos más rápido, y tenéis mi sincera gratitud por todo" habló, antes de esbozar una sonrisa que era a partes iguales resignación y tristeza "Lo único, mi señor, que podría valorar aún más que lo que ya habéis dado….son noticias con respecto a mi hermana Sansa, o aún mejor, que me dijerais que ha venido con vos" añadió.

Los ojos de Manderly se abrieron en sorpresa, antes de que la comprensión se hiciera presente. El Rey estaba preocupado por un ser querido. Wyman no podría culparlo: conocía demasiado bien la sensación de la incertidumbre y el pesar. Las había padecido cuando Wilis fue capturado en Los Gemelos, y solo había desaparecido cuando su muchacho volvió a él.

Por desgracia, no podía dar ninguna ayuda verdadera al hombre ante él "Lo lamento, Alteza. No he sabido nada de Lady Sansa desde su desaparición de Desembarco del Rey" había redoblado la guardia en su ciudad, esperando que de alguna forma, de cualquier forma, la hija de Eddard Stark pudiera encontrar un barco que la llevara de vuelta hacia el Norte. Hacia las tierras de su padre. Pero su esperanza había sido en vano.

El Rey asintió, una expresión inescrutable una vez más en su rostro "Princesa, mi señor" murmuró. Wyman frunció el ceño, confundido "Mi hermana Sansa no es una dama. Es una princesa, como corresponde a la hermana de un Rey. O más bien, a la hermana de dos reyes" especificó.

"Ciertamente, Alteza" dijo Wyman, pudiendo notar el respeto y el afecto que el Rey profesaba hacia su hermano muerto y a su hermana desaparecida. Solo por ello, lo respetó un poco más "Si pudierais seguirme…." Habló, al tiempo que hacía un gesto con la mano "…..es en esta dirección. Sólo tomará un momento" añadió.

El Rey lo observó un largo momento antes de asentir y seguirlo. Una vez más, los hombres de Manderly se apartaron de su camino, y algunos se inclinaron, bien fuera por él o por el Rey. Detrás de Wyman, sus dos guardias mantenían el paso sin problemas, igual que lo hacían los cuatro del Rey, dos salvajes y dos norteños.

Por fin, llegaron a su destino. El carro se alzaba sobre todos ellos por una distancia de varios palmos, y estaba cubierto por una gran tienda de campaña deshecha, dejando notar que debajo de sí había una gran estructura cuadrada. El olor que desprendía era espantoso: un hedor penetrante que humedecía los ojos. Los guardias en las cercanías tenían rostros que denotaban su percepción del terrible martirio que sufrían sus narices, y Wyman mismo tomó un pañuelo empapado en perfume y cubrió su nariz con él, al tiempo que intentaba ocultar sus arcadas ante el desagradable aroma. Los dos encapuchados que viajaban en la parte delantera del carro llevaban trozos de tela cubriendo sus rostros, probablemente para intentar reducir el impacto del olor.

"Dejad que el Rey vea el interior" dijo Wyman a los conductores del carro, que se apresuraron a dejar al descubierto el interior del carro.

El aroma era aún peor una vez que estaba al descubierto. Wyman sintió como sus ojos se humedecían, pero aun así mantuvo la vista en el Rey, mientras la de él estaba fija en el carro.

Una gran jaula rectangular, de cinco pies de ancho, ocho de alto y quince de largo, estaba en el interior del carro, aferrada a él por soportes de hierro macizo. En el interior, la paja vieja cubría el suelo, y Wyman no sabía que le daba más repulsión, si el cubo lleno hasta derramar de orina y mierda, o los tres hombres con ropas, rostros y manos sucias, barbas y cabellos descuidados. Si Wyman no supiera a la perfección quienes eran, habría sentido lástima por ellos.

"¿Quiénes son?" preguntó el Rey, su ceño fruncido pero, admirablemente, sin dar muestras de desagrado por el contenido del carro. Ni por su olor.

"Alteza, os presento a Ser Symon, Ser Rhaegar y Ser Jared Frey" presentó Wyman.

"Con los obsequios de la Casa Manderly, mi Rey" dijo una nueva voz.

Esa voz….. Wyman sintió como la sangre se helaba en sus venas. El pañuelo perfumado cayó de sus manos, el olor perdiendo de inmediato todo su poder de atracción.

Observó con impotencia como el conductor más bajo se despojaba de la capucha y el trozo de tela antes de saltar al suelo con elegancia.

Wyman conocía esas facciones, ese cabello pintado con tintes de Tyrosh, y esa sonrisa de satisfacción.

"Por los Dioses, esa muchacha me va a…"

"¿Cuál es vuestro nombre, mi señora?" preguntó el Rey, ajeno al cúmulo de molestia del que Wyman era presa.

La inconsciente muchacha hizo una reverencia perfecta, y su sonrisa limpia y brillante rebosaba sinceridad "Willa Manderly, mi Rey. Hija de Ser Wilis Manderly, nieta de Lord Wyman y leal servidora de la Casa Stark"

Jon

Jon entró en su tienda. Acababa de terminar una reunión con los principales caudillos y señores. Era la primera reunión hecha desde la llegada de Manderly, y éste estaba presente. Las miradas de menosprecio de muchos de los presentes habían sido hostiles hacia el señor de Puerto Blanco, y pocas se habían suavizado al dar cuenta de todo lo que éste había traído para el ejército. El respeto del Pueblo Libre se obtenía mediante actos, no sobornos. Y en cuanto a los norteños….El Norte recuerda, había dicho Ned Stark. Haría falta más que comida y unos pocos Frey prisioneros para que olvidaran que Manderly no los había apoyado en la batalla contra Roose Bolton.

Jon había dedicado parte de la reunión a definir para todos los presentes cuál sería la contribución que los nuevos señores norteños, principalmente Manderly, harían en el futuro para apoyar el establecimiento del Reino del Norte. El Señor de Puerto Blanco aportaría sus barcos y su considerable riqueza para comprar la mayor cantidad posible de granos a Essos, en preparación para el inminente invierno. Sus herreros y forjadores, los mejor equipados en todo el Norte, se dedicarían a la creación de armas pesadas y armaduras para el ejército, y sus astilleros se dedicarían a la creación de más barcos para aumentar el poder del Norte en el mar.

Sin embargo, no fueron las disposiciones en cuánto a barcos y comida lo que en verdad interesó a los señores y caudillos, si no la noticia de que dos mil Manderly probablemente se unirían al ataque de Val y Garlon Norrey en Foso Cailin. Las miradas de Lord Locke y el sargento de Lady Flint dejaron claro que ellos tampoco sabían de ese movimiento de Wyman Manderly.

Jon entendió en un instante el porqué de esos actos, y no pudo evitar sentir una chispa de satisfacción. El movimiento del señor de Puerto Blanco era astuto, pero muy arriesgado: al contribuir con la toma de Foso Cailin, Manderly demostraba un mayor compromiso con su causa. Pero al no haber informado de ello a Flint y a Locke, los únicos entre todos los norteños que estaban en la misma situación que él, Manderly les había arrebatado la posibilidad de contribuir con sus propios hombres para demostrar con acciones su lealtad hacia él, Jon.

Cuando el Foso cayera Manderly recibiría parte del crédito por su contribución, pero Lord Locke y Lady Flint seguirían en el mismo lugar que antes: jurando una lealtad que no estaba fundada en nada más que en palabras, similares a las que habían hecho y roto a Robb. Quizás tales actos abrirían eventualmente una brecha entre las casas que habían permanecido neutrales durante la lucha contra Roose Bolton.

Jon estaba agotado, y una parte de él solo deseaba reposar en su catre y dormir, pero no podía hacerlo. Sus pensamientos no lo dejarían hacerlo. Se permitió la indulgencia de una copa de dulce vino del Rejo y se sentó en una silla. Ante él, la mesa estaba cubierta por un mapa del Norte.

Con la sumisión de los Manderly, Locke y Flint, había recuperado para la Casa Stark una gran parte del Norte. Su dedo trazó con cuidado una línea que nacía en la desembocadura del Río de las Lágrimas, para bajar luego hasta los manantiales de los que nacía el Rama Rota y de allí hasta las colinas al suroeste, antes de correr directamente hacia el oeste y detenerse en la margen del Cuchillo Blanco. Todas las tierras ubicadas entre esa línea, el Mordisco y el Mar Angosto ahora estaban aseguradas para la Casa Stark.

Jon dio un nuevo sorbo a su copa, saboreando la canela y el clavo en la bebida. Había pasado tiempo desde que había probado el dulce vino del sur. Mientras bajaba la copa, la contempló detenidamente. Era de plata, con un lobo huargo tallado en ella. Como el vino en ella, era uno de los muchos obsequios que Lord Manderly había hecho especialmente a él.

Ropas de las mejores pieles, lanas y algodones. Anillos, collares, brazaletes, cadenas y otras piezas de joyería talladas de maneras intrincadas por los mejores herreros y fundidores de plata de Puerto Blanco. Una serie de dagas de diferentes diseños y con empuñaduras de distintas maderas y adornadas con metales y piedras preciosas. Un arco de huesodragón, los de mayor alcance en el mundo conocido, y un carcaj lleno de flechas. Una veintena de pequeños barriles con los mejores vinos de las bodegas de Lord Wyman: tintos dornienses, dulces del Rejo, e incluso algunos exóticos provenientes de las Ciudades Libres y lugares aún más lejanos en Essos. Un espejo de vidrio myriense, y una lente del mismo material. Una serie de libros de cuero nuevo, con la mayor variedad de temas y una redacción que no podría ser descrita como nada menos que espléndida. Nada menos que tres juegos de armaduras completas. Una docena de caballos, corceles de la mejor raza: bayos, alazanes, picasos e incluso una pareja de nevados nacidos en la misma ocasión y cuyo parecido era asombroso.

Jon no pudo evitar preguntarse si Wyman Manderly le habría dado regalos tan suntuosos si supiera que Jon los compartiría. Ya había decidido que el arco sería para Ygritte y algunas piezas de joyería serían para Catelyn, además de las que ella eligiera. Para ambas serían también los caballos nevados. El resto de los regalos estarían a disposición de sus mujeres si en algún momento los deseaban. Lo único que Jon conservaría para sí sería un semental de color negro con largas crines.

Ygritte a menudo decía que Jon no sabía nada, pero al menos en esta ocasión, si lo hacía. Wyman Manderly intentaba comprar su confianza y favor por medio de regalos de todo tipo. Probablemente también fuera para suavizar la relación entre el Señor de Puerto Blanco y su nuevo Rey, al que no había respaldado hasta que la victoria estaba asegurada, y cuya contribución para derrotar a los Bolton era indudablemente inferior.

Las manos de Jon fueron al bolsillo de su túnica, del que sacó una serie de pergaminos fuertemente enrollados. Los sellos del hombre desollados en ellos estaban todos rotos. Sin pensar, abrió uno de ellos y lo leyó a la luz de las velas. Era una petición, casi una súplica, de Roose Bolton al Trono de Hierro, rogando por apoyo contra el ejército que había cruzado el Muro. El contenido de los demás pergaminos era similar.

¿Podría Manderly haber logrado contener con éxito todas las noticias provenientes del Norte, manteniendo a los Lannister segados sobre la amenaza que el Pueblo Libre y los norteños leales a la Casa Stark representaban? Jon lo dudaba mucho. Indudablemente ya se sabría de ellos en todo Poniente, si no por cartas de Bolton que hubieran cruzado los bloqueos de Manderly y llegado a su destino, por medio de comerciantes, espías, aventureros y jinetes libres. Pero sin una confirmación verdadera de Roose Bolton para respaldar los rumores ¿los Lannister se atreverían a enviar un ejército?

Jon suspiró, agotado. Daría una oportunidad al Señor de Puerto Blanco para demostrar su lealtad a la Casa Stark. Si nada más, porque necesitaba los recursos que Manderly poseía. Sin embargo, eso no significaba que pudiera confiar en él. Tan pronto como el asedio de Invernalia acabara Jon enviaría una fuerza mayor para proteger Foso Cailin, y ordenaría que su caballería y los hombres de Manderly se unieran a él en Invernalia, dónde podría vigilar de cerca a estos últimos.

Mientras tanto, Jon vigilaría a alguien más. La nieta de Manderly.

La muchacha se había unido a su abuelo sin su conocimiento, y probablemente en contra de sus disposiciones. Jon no negaría estar un tanto impresionado por ello: no muchas mujeres nobles se atreverían a ir de manera tan descara contra sus familiares masculinos. Willa Manderly tenía una audacia y un coraje que rivalizaba contra el de las mujeres de las lanzas, y Jon solo necesitó hablar con ella una vez para entender que su lealtad hacia el nombre Stark era sincera. Por lo que Jon había deducido, ella deseaba estar presente para ver caer definitivamente a los Bolton. Sin embargo, no podía evitar la sensación de que había más que eso, y le frustraba no saberlo.

En cualquier caso, las intenciones o deseos de Willa Manderly no eran el mayor interés de Jon, sino el hecho de que mientras estuviera allí, el Rey en el Norte y más allá del Muro tenía un medio de persuadir a Manderly de cualquier flaqueza en su recién renovada lealtad.

Con un suspiro Jon dejó la copa, que aún estaba en dos terceras partes llena, en la mesa antes de encaminarse a su catre. Tras un largo y agotador día, el sencillo camastro era una delicia.

Lo único que podría hacerlo mejor sería si pudiera compartirlo con Ygritte y Catelyn.

Catelyn

Sus manos se movían, hábiles, diestras, sin dudar. Sus ojos estaban entrecerrados, fijos en su cometido. Sus labios se habían entreabierto inconscientemente, y su respiración estaba agitada como causa de la emoción que sentía en su pecho.

Derecho…...firme. Ahí, muy bien…si….si….ya casi…..¡sí!

"Listo" declaró Catelyn, al tiempo que soltaba un suspiro. Con una sonrisa en su rostro, alzó la prenda que acababa de confeccionar: un gorro de gran tamaño, cuyo diseño original había provenido de una capucha muy singular que había visto en una de sus frecuentes caminatas por el campamento. Frecuentes desde que Ygritte…desde que ella…..¡desde que Ygritte la había besado!

Esa era la verdad. Ygritte la había besado, y no solo una vez, sino muchas. Luego de la primera ocasión, había creído ingenuamente que era solo un error por parte de la mujer más joven, una acción precipitada originada por los temores aún latentes por el intento de asesinato y el alivio por el fracaso de éste.

Había estado muy equivocada. Desde entonces Ygritte la había seguido besando en cada despedida y en cada reencuentro que tenían, aunque solo estuvieran alejadas por unos pocos momentos. Catelyn temía tanto que lo hiciera mientras dormía que había vuelto al otro extremo de la tienda, lo más alejada posible de ella.

Ninguna de las dos fue feliz con esa disposición, pero al menos permitió a Catelyn dormir de una manera en parte reparadora.

Lo único que parecía hacer desistir a Ygritte era la presencia de otras personas. O bien tenía suficiente sentido común para entender que debía quedar entre ellas….o no quería que hubiera comentarios al respecto.

Catelyn gruñó con frustración: aún le costaba aceptarlo. Debía hacerlo, tenía que hacerlo para poder…¿qué?

¿Qué tenía que hacer?

Catelyn suspiró. Esa era una pregunta que llevaba días en su cabeza, y que aún no era capaz de resolver. Había hecho, y seguía haciendo, todo, absolutamente todo lo que se le podía ocurrir para evitar pensar en esa pregunta. Bordaba y cosía prendas más a menudo que nunca, caminaba por el campamento, hablaba con las mujeres de las lanzas que cuidaban de ella y de la tienda, incluso había pasado tiempo contemplando las prácticas de los guerreros del Pueblo Libre con las armas.

Pero por más que lo intentara, la pregunta volvería siempre a su cabeza.

No podía detener a Ygritte. Ya lo había intentado, pero no tenía la fuerza ni la voluntad para lograrlo. No podía dejarse llevar. Durante los escasos instantes en que lo había pensado, una infinidad de rostros habían inundado sus pensamientos. Su esposo, sus hijos e hijas, su hermano, su hermana, su tío, su padre. Pero por sobre todo….Jon.

Jon…Catelyn había querido verlo desde el día en que se alejó de ella. Había deseado verlo. Había ansiado verlo. Había orado por volver a verlo.

Y ahora estaba segura de que necesitaba ver a Jon. Y pronto.

Ygritte

"¿Estás lista?" preguntó Ygritte, viendo a la mujer ante ella. Su mano izquierda sostenía protectoramente a su amada Minisa contra su pecho. La derecha reposaba en la empuñadura del arma que arma que llevaba ese día, un hacha corta.

"Sí" respondió Kyura "El Rey Jon debe estar esperando por mí. Querrá saber las noticias"

Ygritte estaba segura de que Jon estaría encantado de saber que tenía una hija. Lamentaba no estar presente, ni ser ella misma quién se lo dijera, pero se consoló en el hecho de que no faltaba mucho para que lo volviera a ver, y en que estaría allí la primera vez que Jon viera a la niña que ambos habían creado.

La mirada de Kyura estaba perdida en la nada mientras el resto de su partida se preparaba para partir. La hija de Kileg parecía….atribulada "¿Tienes miedo de encontrarte con Jon?" preguntó, incapaz de ocultar su incredulidad.

Para su sorpresa, Kyura no lo negó "Tengo miedo de decirle lo que pasó aquí" dijo, antes de tragar, nerviosa "Lo que pasó en la noche de la fiesta"

"Jon no te hará nada" dijo Ygritte, descartando las preocupaciones de Kyura sin dudar "Lo que pasó no fue tu culpa" en verdad, ahora que los días habían pasado y la ira de Ygritte se había enfriado un poco, ella no creía que hubiera alguien entre todos los suyos a quién culpar en verdad.

"Espero que el Rey piense lo mismo" dijo Kyura "Dime de nuevo ¿Por qué quieres que le lleve las posesiones de esos hombres?" dijo, al tiempo que hacía un gesto a la alforja que colgaba de su montura. Junto con otras distribuidas entre el resto de la partida de Kyura, estaba llena con las armas, ropas y posesiones que los asesinos llevaban cuando intentaron matar a Ygritte, Minisa y Catelyn.

"Tal vez él vea algo que nosotras no" justificó Ygritte. Por nosotras se refería a sí misma, Catelyn, Munda, Srigda, Kyura y una docena de otras mujeres que habían revisado las pertenencias de los asesinos y no encontraron nada que pudiera ayudar a saber quiénes eran.

"Sí tú lo dices" dijo Kyura, no muy convencida, antes de montar de un solo movimiento "Nos veremos en Invernalia" se despidió.

"Buen viaje" dijo Ygritte, y un momento más tarde Kyura salía por la entrada sur del campamento. En cuánto se hubieran alejado lo suficiente, la madre de Minisa giró sobre sus talones y emprendió el camino de regreso, seguida por un nutrido grupo de mujeres de las lanzas.

Tras el intento de asesinato, no pasaba un momento sin que estuviera vigilada. No lo hacía tanto por su propia seguridad como por la de Minisa. Nunca había sentido un terror tan grande como cuándo habían intentado matar a su hija, y estaba decidida a no permitir que algo semejante volviera a pasar.

Cuándo finalmente llegó a su tienda, sintió como la tranquilidad la invadía al ver la veintena de mujeres de las lanzas adicionales que la guardaban. Entró sin demora, sin contemplar cómo las diez que la escoltaron por el campamento se sumaban a sus compañeras montando guardia en el exterior.

Dentro, Catelyn estaba sentada cerca de la pared posterior. Con solo verla, los labios de Ygritte se alzaron en una sonrisa; dedicó un largo momento a recorrer la belleza que estaba ante ella, sintiendo cómo su corazón empezaba a latir más rápido al contemplar la piel clara, los ojos azules como el cielo, los pómulos altos y el resto de los detalles que contribuían en tan arrebatadora imagen. Sus labios hormiguearon al contemplar los entreabiertos de Catelyn, llenos y jugosos. Sintió su boca secarse al recordar el sabor de ellos.

"Ygritte" la voz de Catelyn la sacó de sus pensamientos, y fue en ese momento que se dio cuenta de que debía llevar un tiempo considerable mirándola sin moverse. Ygritte sacudió la cabeza para despejarse y se acercó a la otra mujer, para luego inclinarse, dispuesta a tomar un nuevo sabor de sus labios. Para su desgracia, Catelyn logró reaccionar a tiempo y girar el rostro, con lo que los labios de Ygritte hicieron contacto con su mejilla. Reprimiendo un gruñido de molestia ante su temporal derrota, y prometiendo que redoblaría sus esfuerzos para tener éxito en la siguiente ocasión, Ygritte se sentó junto a Catelyn, observando con beneplácito cómo la mano de la mujer mayor se alzaba para dejar una suave caricia en la cabeza de Minisa, aunque eso no se extendió a su irritante insistencia en hacer como si nada pasara entre ellas.

"Kyura se ha ido hacia el sur, a ver a Jon" comentó Ygritte, antes de añadir sus propias caricias a su amada Minisa. Estaba tan pérdida en la niña que no notó la vacilación en los ojos de Catelyn al nombrar al hombre que compartían "Le informará de las buenas noticias…y de las malas" dijo.

"Bien" comentó Catelyn "Jon debe saberlo. Todo"

Un silencio cayó sobre ellas luego de esas palabras. Ygritte notó la tensión en el cuerpo de Catelyn y su renuencia a mirarla. Detestaba ambas, pero eso era lo que había habido entre ellas desde que le había dicho la verdad.

"Catelyn" dijo Ygritte, al tiempo que alzaba la vista de Minisa para ver a Catelyn a los ojos, solo para que la otra mujer desviara los suyos hacia el suelo "Mírame" pidió. No sin una considerable renuencia, Catelyn le hizo caso, sus hermosos ojos azules mirando fijamente los de Ygritte.

"Quiero ver a Jon"

Y eso es todo por ahora. ¿Qué tal les pareció el encuentro entre los señores neutrales y Jon? ¿Y qué opinan de las partes de Catelyn e Ygritte? Sean tan amables de dejar un review con sus opiniones, críticas, sugerencias, suposiciones, o cualquier cosa que gusten decir. Será muy apreciado y debidamente contestado.

Bien, necesito comunicarles algo importante. La semana siguiente tendré dos exámenes muy importantes. Tengo mucho por estudiar, y cómo sin duda supondrán, eso me quitará mucho tiempo para escribir la historia, que puede sufrir un retraso. En el lado bueno, termine anoche el siguiente capítulo de la historia, por lo que el próximo martes habrá un capítulo nuevo, lo prometo. PERO no puedo prometerles nada para el martes que sigue a ése. Una vez más, les ruego comprensión.

Otra cosa (más triste, me temo): les pido, o más bien ruego, una vez más que tomen todas las precauciones posibles con este virus que tantos males causa a gran parte del mundo. Aquí los casos han aumentado, aunque hasta el momento nadie ha muerto, y pocos tienen síntomas físicos que, bajo mi (bastante imperfecto) criterio, puedan ser considerados muy malos. Cuídense, y cuiden también. Muchas bendiciones a todos.

Bien, creo que eso es todo. Un saludo a todos y que estén muy bien (sobre todo de salud. Y que sigan así).