Bien, antes que nada, hola a quien que lea esto.

Para suerte de todos, este martes si pude actualizar, aunque quedara a consideración de cada quién si este capítulo vale la pena o es para bostezar.

Bien, ahora, como siempre, GRACIAS, MUCHAS GRACIAS a Xechu. S, miguel Giuliano. Co, pablo 21, jean d'arc, Kirito 720, coki 13566 y Luna por sus increíbles reviews, que me alegran mucho el día siempre que los leo. Desde aquí les digo USTEDES SON GENIALES, y que nadie los convenza de lo contrario. Y hablado de los reviews:

Xechu. S: bueno, amigo mío, antes que nada, muchas gracias por la comprensión. Se aprecia muchísimo, lo juro. La educación es más importante, no discutiré eso. Y si, soñar es gratis, gracias a Dios. Aunque enserio, tengo curiosidad por ver si el hijo de Kit y Rose será niño o niña (soy demasiado curioso para mi propio bien jajaj). Me alegra mucho saber que te gustó el capítulo, y si tú estás ansioso por ver al trío reuniéndose, no te imaginas las ganas que tengo yo de publicarlo. Pero bueno, al menos se van a empezar a acercar. ¿Sansa escapando del Valle y de Meñique? Mmmm….difícil, difícil…..pero no imposible (emoji de sonrisa enigmática). Bueno, hasta la próxima. Un abrazo y que estés muy bien.

Miguel Giuliano. Co: ¡Qué tal! Bueno, primero que nada, gracias por todas las cosas lindas. Me da gusto ver que Sansa convence; tengo pensado hacerla aparecer más en futuros capítulos. Y sí, una reunión entre las hermanas Tully podría ser tan épica….ya estoy pensando en cómo iría, pero hay mucho que escribir primero. Paso a paso, supongo. En cuanto a Ygritte, bien, me parece que la maternidad es una de las cosas que más pueden cambiar vidas, y ser madre ciertamente ha cambiado a Ygritte en muchos sentidos. Por ahora no habrá menciones específicas de los Lannister, pero ni creas que ya no tendrán protagonismo. Los leones aún tienen muchos rugidos que dar. Sí, los Martell y los Tyrell son de las casas supremas más inestables. La pasividad de Doran en la serie lo volvió tan poco amado por Dorne que cuando lo mataron ni siquiera hubo resistencia. En cuanto a los Tyrell…bien, solo digamos que los señores más poderosos del Alcance son gente orgullosa, y un sujeto como Mace Tyrell no es precisamente el epítome de un gran líder. En cuanto a los Targaryen….bien, no negaré que tras tanto tiempo ausentes de Poniente, y al no todos sus reyes ser buenos ni mucho menos, el que puedan obtener grandes apoyos al volver es poco probable. Pero, al menos en la serie, fue el odio a los Lannister lo que les concedió el apoyo de los dornienses y los Martell. Aun así, sin duda habrá señores oportunistas que busquen aliarse a los Targaryen por pura conveniencia, como Doran en los libros, que a cambio del apoyo de Dorne a Daenerys esperaba un matrimonio entre ella y su hijo Quentyn. Y en cuanto a Royce, me parece que su destino no es tan obvio, al menos en la novela. Pero en mi historia, los caballeros del Valle no están separados, puesto que, al menos en la teoría, todos son leales a la Casa Arryn. Sin embargo, como con muchas cosas en el universo GOT, no hay que dar nada por seguro. Bueno, hasta la próxima. Que estés muy bien, mi amigo (ah, y espero que tu enfermedad no haya sido nada grave).

Pablo 21: bueno, hola amigo, me alegra saber que al menos puedo compensarte por la ausencia del otro martes. Bien, aquí verás un poco como siguen las cosas en el campamento de Jon y con Val, espero que te guste. Si tú pagas las bebidas y la botana, yo me encargo de pagar la gasolina de tu carro jajaj. Un abrazo, y que estés muy bien. Saludos a Pedro.

Jean d'arc: bueno, gracias por tratar de levantarme en ánimo. Tuviste éxito. Sí, yo sé que hasta de los tropiezos se aprende, pero aun así, las caídas duelen. La próxima será pronto, y estoy seguro de que tu suerte me ayudará mucho. Bien, volviendo al capítulo, ¡muchas gracias! Es bueno saber que no pierdo la capacidad de hacer buenas escenas de lucha. En los libros nunca se ve la muerte de los personajes en sus propios capítulos (excepto, cómo apuntaste sabiamente, Catelyn y tal vez Jon). En cuanto a las pelirrojas, bien, me gusta pensar que ambas son un poco imprudentes, cada una a su manera, pero así es como Jon las ama jajaj. ¿Un paseo tranquilo? Ay, querida, si supieras.….. ¡Bien, no nos adelantemos demasiado! ¡Te mando un abrazo grande y un beso! ¡Que tu familia y tú estén muy bien, y hasta la próxima!

Kirito 720: citándote a ti "es un verdadero placer leerte" jajaja. No, pero enserio, que bueno es seguir sabiendo de ti. Naa, yo no quiero ser comandante, con ser capitán o teniente me doy por bien servido ;) Pasando a un tema más triste, gracias por las condolencias; como dije, el fracaso no fue nada lindo de sentir. Te agradezco la comprensión, y espero ser digno de ella. Ah, y muchas gracias por las felicitaciones. 500 reviews…..me gusta el número jajaj. ¡500! Un abrazo, y suerte en la universidad.

Coki 13566: Kevan no es tonto, él sabe bien lo que pasaría si el Valle también se rebela y declara por Jon. Jajajaj, algún día tengo que mirar Xena, quiero ver que tal fue la actuación de Lucy Lawless. En cuanto a lo de Maester Wolf, yo pienso darle una oportunidad, tanto por curiosidad como por fe en el escritor. Me parece que si mantendrá la coherencia, pero creo que habrá que tener una mente abierta, por el gran alejamiento que habrá del canon. En fin, gracias y hasta que nos volvamos a leer. Suerte.

Luna: ¡tú otra vez! ¡claro que no estabas en la carpa! ¡si lo hubieras estado no serías capaz de irte, eres más lista que eso! Me gustaría poder ahogar mis pesares en la carpa, pero no quiero una flecha de Ygritte en la cara jajaj. Por fortuna, tengo otras formas de ahogar las penas. Las frutillas serán vistas en este capítulo, lo prometo. ¿Desde cuándo Ygritte necesita una excusa para pegarse a Catelyn? La batalla fue sangrienta, y aquí verás más al respecto. Vos aléjate de las peleas, quédate cerca de la carpa mejor jajaj. Te mando presión….en la forma de un fuerte abrazo. Hasta pronto.

*Bien, basta de hablar. Vamos a lo que los trajo hasta aquí.

Disclaimer: todo lo que puedan reconocer pertenece a G.R.R. Martín. Yo solo lo uso para entretenerme y tratar de entretener a otros.

Galbart

Mientras el Rey y su guardia Personal se perdían de la vista siguiendo a Manderly, Robett se colocó a su lado, con una sonrisa mal disimulada en su rostro. Galbart no se molestó en disimular la suya: estaba feliz de recuperar a su hermano. No cruzaron palabras, aunque debían hacerlo. Sin embargo, los primeros guardias del Rey volvieron y murmuraron en los oídos de algunos caudillos y señores, que se apresuraron a dar órdenes. Al poco tiempo, algunas de las fuerzas formadas se hacían cargo de los carros y otras posesiones traídas por los Manderly antes de empezar a guiarlos hacia los campamentos.

Galbart se preguntó que habría en los carros, y considero preguntar a su hermano al respecto, pero antes de poder hacer nada, una voz cortó el aire.

"¡Al campamento!" la voz gritó, siendo imitada al poco tiempo por otras, tanto femeninas como masculinas. El resto de las fuerzas formadas giraron sobre sus talones y empezaron a marchar en orden. Junto a ellas, los jinetes de Manderly y los últimos carros también los acompañaban.

El Rey estaba al frente, y detrás de él los señores y caudillos lo seguían, unos a caballo y otros a pie. Galbart se contaba entre estos últimos. A su lado, su hermano caminaba, deteniéndose solo un breve instante para tomar su caballo y guiarlo por las riendas.

El campamento no tardó en estar al alcance de la vista, y antes de darse cuenta Galbart cruzaba tiendas y pabellones con su hermano a su lado, en dirección al estandarte con el puño de plata, bajo el cual estaban sus tiendas.

Algunos Glover, principalmente los más ancianos, reconocieron a Robett, y los más audaces se acercaron para dar sus respetos y saludos. Al final, sin embargo, todas las palabras se dijeron y Galbart guio a su hermano menor a su tienda.

"Te creí muerto cuando el Viejo León te capturó" empezó Galbart en cuanto estuvieron a solas. Aun recordaba la terrible sensación que lo había embargado al recibir esas noticias. Habían sido años desde ese día.

"Y yo te creí muerto cuando el Joven Lobo cayó" replicó Robett.

Galbart asintió, comprensivo "No sabía que estabas en Puerto Blanco" comentó. Ninguna noticia, susurro o rumor había llegado hasta ellos.

"Manderly aceptó protegerme a cambio de que estuviera oculto. Temía que Roose Bolton pudiera atacarlo si no era entregado a él. Más aún desde que ofreciste apoyo al Rey Jon"

"O te mantuvo oculto para usarte. Te protegió porque, tal vez, eso contribuiría a ganarle nuevamente el favor de la Casa Stark" pensó Galbart, pero prefirió no decirlo. No sabía que tan agradecido estaba su hermano con Wyman Manderly por haberlo protegido, pero no indagaría en ello en ese momento.

"Escuche que recuperaste nuestro hogar" continuó Robett, al tiempo que esbozaba una sonrisa. El hermano de Galbart parecía ajeno a los pensamientos del mayor de los Glover "¿Cómo está mi familia?"

Galbart se tensó. Había estado tan feliz de recuperar a su hermano, que, para su vergüenza, no había pensado en ese asunto. No quería decirle a su hermano acerca de sus sobrinos Gawen y Erena. No quería ser él quién le informara de que ambos habían sido llevados como rehenes a las Islas del Hierro, ni mucho menos contarle como la madre de ambos niños, la esposa de Robett, oraba día y noche por ellos así como por su esposo, hasta el extremo de correr el riesgo de enfermarse por falta de sueño y una alimentación descuidada.

Pero debía decirle la verdad a Robett "Tiene derecho a saber la verdad. Como esposo y padre, debe saberlo" pensó con resignación.

Galbart respiró hondo. No sería una charla agradable.

Jon

Habían pasado tres días desde la llegada de Manderly, Locke y Flint. Los trabajos se habían incrementado desde entonces, y Jon había visto sus días aún más ocupados.

Las trampas que cubrían las afueras de Invernalia habían continuado siendo despejadas. Púas, pinchos y clavos habían sido acumulados en pilas cada vez mayores, algunas de las cuales ya superaban la altura de un hombre adulto. Muchos cubos cargados con tierra recorrieron la distancia entre el campamento de asedio y las cercanías de las murallas, los portadores sudando copiosamente por nivelar el terreno y rellenar los numerosos pozos de todo tamaño que habían sido hechos por los Bolton. Todo se había hecho a la luz de la luna y ocasionalmente de las estrellas; más allá de unas pocas flechas, los Bolton no habían hecho nada para intentar detenerlos. Los arqueros de Jon habían respondido con ráfagas propias, pero las bajas debían haber sido mínimas entre sus enemigos, como lo fueron entre sus propios hombres.

Su ejército había incrementado sus números ligeramente, a consecuencia de grupos de heridos dejados con Morna Mascara Blanca que se habían recuperado lo suficiente para volver a la batalla. Hasta el momento habían llegado tres de estos grupos, cada uno compuesto por un centenar de hombres y mujeres.

Rijeth Wull había llegado con el segundo de éstos grupos, totalmente recuperado y trayendo noticias. Hother Mataputas se había recuperado de sus heridas y pronto partiría de regreso al Último Hogar, en compañía de los pocos hombres de Umber que habían sobrevivido a la batalla y habían optado por no unirse a Jon. Para pesar de Mors Carroña, y para lástima de Jon y otros, la ceguera de Mataputas no era un daño temporal, si no permanente. El menor de los tíos del Gran Jon nunca volvería a ver.

La búsqueda de nuevos jinetes para los caballos traídos por Manderly había sido muy exitosa. Demasiado. Casi cuatro mil voluntarios se habían presentado, buscando obtener una las setecientas nuevas monturas. Jon había visto el ansia y la expectativa en los ojos de muchos, y se preguntó cuántos de ellos estaban allí por interés personal. Después de todo, un caballo propio era un tesoro en sí mismo.

En un esfuerzo por reducir el número de voluntarios y al mismo tiempo evaluar las habilidades de éstos en la silla de montar, Jon había ordenado a cada uno de ellos demostrar sus capacidades como jinete en una serie de pruebas improvisadas realizadas en los campos del este. Durante todo el día, casi desde el amanecer hasta la puesta de sol, grupos de voluntarios habían cabalgado bajo el ojo vigilante de Jon y un centenar de otros. Para cuando todos tuvieron su oportunidad, los voluntarios se habían reducido en dos terceras partes. Los números se habían reducido todavía más al probar la rapidez de la reacción ante las órdenes. Al final sin embargo, Jon había obtenido los setecientos jinetes que deseaba. En los siguientes días, Harma Cabeza de Perro empezaría a entrenarlos con ayuda de otros hombres y mujeres, tanto norteños como del Pueblo Libre, para poder luchar y cabalgar a la vez. Tomaría tiempo convertirlos en verdaderos guerreros montados, pero Jon sabía que al final valdría la pena.

El armamento de asedio era otra cuestión en la que Jon había estado profundamente involucrado. Era muy consciente de que sin tales armas la toma del castillo sería una tarea sumamente difícil. Podría hacerlo, sí, pero sería más arriesgado, y la suerte jugaría un papel mucho mayor de lo que gustaría a Jon.

Los Manderlys había traído piezas de equipo de asedio, las más difíciles de crear sin ingenieros de asedio adecuados: ruedas de la altura de un hombre laminadas con acero sólido y largos troncos finamente tallados, limados de toda aspereza y adaptados para su futura labor. Las ruedas serían imprescindibles para mover grandes estructuras, como las torres de asedio. Los troncos se transformarían en los brazos de media docena de trabuquetes y catapultas gigantes.

Sin embargo, también habían existido momentos desagradables desde la llegada de los señores de Puerto Blanco, Castillo Viejo y Atalaya de la Viuda. El peor de todos fue sin duda el desagradable incidente relacionado con Robett Glover. Jon logró mantener su temperamento controlado, algo en lo que Glover fracasó estrepitosamente. Al final, el heredero de Bosquespeso se había marchado con pasos largos y una expresión en la que no había nada remotamente parecido a la satisfacción o a la tranquilidad.

En cuánto Jon se hubiera quedado nuevamente a solas, suspiró. Sus pensamientos lo llevaron a preguntarse ¿Cuál sería su forma de actuar si en vez de los hijos de Robett Glover, hubiera sido el suyo el que hubiera sido tomado como rehén y alejado de todos los suyos?

Probablemente enloquecería de dolor. Su hijo estaría en riesgo, e Ygritte…..

Jon sacudió la cabeza, forzándose a desterrar esa idea de sus pensamientos. No pasaría. Nunca pasaría. No permitiría que algo semejante pasara.

Jorelle

Los salvajes nunca estaban quietos. Eso no era ninguna sorpresa para Jorelle; menos aún después del tiempo que había pasado cercada por ellos luego de la caída de Bosquespeso. La quietud no era una aparición común en el campamento, tanto por la naturaleza misma de los salvajes como por las órdenes del Rey.

Quién no se encontraba cuidando a los rebaños que poseían, estaba montando guardia o actuando como centinela. Quién no estaba llevando mensajes estaba afilando armas. Quién no estaba cavando letrinas en las afueras del campamento estaba acumulando la tierra removida para usarla durante la noche para rellenar pozos. Quién no estaba buscando caza o forraje en los alrededores estaba limpiando y descortezando madera para las múltiples necesidades que la requerían. Y quien no se encontraba intentando aprender a pelear a caballo, estaba ayudando en la creación de torres de asedio, catapultas y trabuquetes. Jorelle encontró curioso que el Rey no encargara la creación de arietes para derribar las puertas de Invernalia.

Pero aún con todos los preparativos que se hacían, siempre había entrenamientos. Cómo el que se desarrollaba en esos momentos ante ella.

"¡Vamos Ryk!" "¡Tú puedes!" "¡Acaba con él!" "¡Muéstrale lo que pueden hacer los Hombres Morsa, Ort!" "¡He visto peleas de parejas más duras que esto!" "¡Pelea como si de verdad fueras hombre!" "¡Mi hija pelea más duro cuándo no quiere separarse de la teta de su madre!"

Los gritos eran algo constante, bien fueran de aliento, burla, o en algún extraño punto ubicado en el medio. Las risas eran igual de fuertes. Los destinatarios de los primeros, dos salvajes con escudos y largas espadas de madera pulida, parecían incrementar la fuerza de sus golpes entre más palabras llegaban a sus oídos.

La pelea continuó, con golpes dados y recibidos por los dos combatientes. Al final, no fue la habilidad, si no la resistencia, la que definió el resultado. El salvaje alto y esbelto, Ryk, venció a su agotado oponente, el robusto y bajo Ort. Algunas maldiciones se escucharon, y Jorelle vio como varios pellejos, pequeñas artesanías e incluso una capa de piel de oso blanca cambiaban de manos, sus anteriores portadores con rostros sombríos, totalmente opuestos a la alegría de los de los nuevos dueños.

En cuanto los dos combatientes se retiraron, dejando atrás las armas de madera, un salvaje diferente se adelantó con rapidez y cogió una de las espadas, al tiempo que tomaba el escudo que colgaba de su espalda con la otra.

"Yo pelearé contra él" dijo una voz entre la multitud, que se apartó para abrir paso…..a Moran.

Los ojos de Jorelle se abrieron, preocupados. La mirada oscura de Moran no hizo nada para disminuir su preocupación. Detrás de él, varios norteños a los que había visto cerca de Moran en muchas ocasiones se abrieron paso a empujones, ganando numerosos ceños fruncidos de parte de los salvajes.

Moran tomó la espada, y el hombre, o más bien muchacho, salvaje se acercó a él. Lanzó varios golpes, pero Moran los detuvo sin problemas, antes de lanzarse hacia el frente y coger el escudo del salvaje y estrellarlo contra su cara. Varios gruñidos y palabras masculladas entre dientes se escucharon entre los salvajes mientras el muchacho retrocedía un par de pasos, su escudo arrojado al suelo por Moran.

"Tranquilo" masculló el chico, al tiempo que se tocaba el pómulo donde había impactado su propio escudo con dos dedos "Es solo un entrenamiento" dijo.

Moran pareció no escucharlo, porque se arrojó contra él blandiendo su espada con las dos manos. El salvaje alcanzó a esquivar el primer golpe y detener los dos siguientes con su propia arma, pero Moran logró hacerle perder el equilibrio con una patada fallida, para a continuación golpear con fuerza el pomo de su arma contra el punto donde el cuello se unía con el torso.

"¡Oye!" gritaron varias voces, y la incomodidad se convirtió en un abierto enojo de los salvajes contra Moran. Había hombres de los clanes y otros norteños también presentes, pero sus miradas dejaron en claro que estaban casi igual de furiosos con la manera de pelear de Moran que los hombres de más allá del Muro.

Jorelle no sentía cariño por los salvajes, pero no podía culparlos por su enojo. El golpe de Moran había sido demasiado severo, y en un punto muy peligroso. El muchacho había caído de rodillas y soltado su espada para sujetarse con ambas manos del suelo, el contenido de su estómago cayendo al piso con unos sonidos horribles.

"¿Te rindes?" la voz de Moran goteaba tanto desprecio como su expresión mientras miraba a su oponente caído. Cuando el muchacho salvaje no respondió, por estar aun vomitando en el suelo, le dio un brusco empujón con el pie, tirándolo al piso encima del charco de vómito.

"¡Ya basta, imbécil!" "¡Déjalo tranquilo, ya ganaste!" "¡¿Cuál mierda es tu problema?!" gritaron una docena de voces a la vez, y Jorelle observó como muchas manos de salvajes se apretaban alrededor de sus armas.

Antes de que Jorelle pudiera hacer nada, una joven mujer salvaje de cabello ondulado oscuro y rostro pecoso se adelantó con una lanza en las manos. Su mirada estaba fija en Moran, y hablaba a gritos.

"Si Moran es tan idiota como para atacar de nuevo al muchacho, la mujer lo atacará" pensó Jorelle. No le sorprendería que otros salvajes se sumaran.

Moran sujetó la espada de madera con la mano izquierda mientras la otra iba hacia la empuñadura de la espada que llevaba en el cinturón. Esa sí era de acero.

Los salvajes atacarían a Moran, los amigos de Moran atacarían a los salvajes, y solo los dioses sabrían que harían el resto de norteños. Jorelle no pudo hacer más que acercar su mano a la empuñadura de su maza, aunque no estaba segura de con qué propósito, o contra quién. Por un instante, muchas vidas pendieron del filo de una daga.

"¡¿Qué sucede aquí?!" el gritó cortó el aire como lo haría Garra, la espada ancestral de acero valyrio de su familia. Fue lo bastante fuerte para disipar parte de la tensión que inundaba el ambiente, y Jorelle vio con alivio cómo la mayoría de los salvajes, y muchos de los norteños, con excepción de Moran y sus seguidores, relajaron el agarre de sus armas.

La respiración de Jorelle se detuvo por un instante cuándo lo vio. Cruzando por el pasillo que habían abierto para él en un instante, con ese lobo blanco de tamaño monstruoso y flanqueado por varios guardias tanto norteños como salvajes, el Rey avanzó hasta estar en el frente. Era el quién había gritado.

El ceño fruncido del Rey recorrió con la mirada a Moran, la mujer salvaje con la lanza y por último al muchacho que se había levantado del suelo con piernas temblorosas y una gran mancha blanca cubriendo sus ropas a la altura del torso.

"¿Qué ocurrió?" preguntó, sus labios apenas moviéndose.

Jorelle tuvo que luchar para no estremecerse ante su voz baja y gruesa. No se atrevió a suponer cuáles eran los sentimientos de los que estaba salpicada.

"Un accidente en el entrenamiento" dijo Moran.

Jorelle bufó sin pensar, a juego con muchos salvajes. La estupidez de Moran era inmensa, pero al parecer su descarado cinismo rivalizaba fácilmente con ella.

La mirada del Rey se dirigió al salvaje que había sido vencido, o más bien atacado, por Moran.

"Un accidente, Rey" dijo el muchacho. Su voz estaba ronca, y Jorelle notó un ligero temblor en sus manos, por el dolor del golpe recibido o por temor a recibir más, Jorelle no tenía manera de saberlo.

El Rey Jon hizo un ruido con la garganta, la incredulidad reflejada en sus rasgos. Resultaba obvio que no lo creía, y Jorelle se preguntó si exigiría que dijeran la verdad.

"Los accidentes ocurren en ocasiones ¿no?" preguntó en un tono despreocupado, al tiempo que sus facciones se relajaban. Entonces, en un rápido movimiento, separó la distancia que lo separaba del muchacho de un rápido movimiento y extendió la mano en su dirección.

Con un rostro sorprendido, el muchacho colocó la espada de entrenamiento en las manos del Rey. Las siguientes palabras sorprendieron a todos. Incluso a Jorelle.

"Hace tiempo que no entreno como es debido" comentó el Rey en tono despreocupado, pasando la espada a la otra mano y dándole un par de giros para probarla "¿Debemos?" inquirió, al tiempo que alzaba el arma de madera y volvía su atención a Moran.

"Treinta hombres muertos, cuando menos" las palabras de Alysanne resonaron en la mente de su hermana, y Jorelle cruzó los brazos a la altura del pecho. Aprovecharía la oportunidad de ver pelear al Rey.

Moran no se molestó en asentir en acuerdo. Simplemente se lanzó contra el Rey con una mirada agresiva en su rostro. Jorelle estaba tan concentrada en ellos que no vio cómo la mujer con la lanza y el muchacho atacado regresaban presurosos con el resto de la multitud.

La mirada del Rey estaba tranquila, casi indiferente. No varió ni un poco cuando esquivó los primeros golpes de Moran con fluidez, simplemente apartándose del camino, y no dejándose arrinconar. Jorelle lo contempló con atención: el juego de pies y el equilibrio del monarca eran perfectos. No dudaba ni una vez en su siguiente movimiento. Esquivaba los golpes de Moran con tanta facilidad…..cómo si supiera a dónde iría cada uno.

Luego de que el sexto golpe de Moran falló, las primeras risas pequeñas se empezaron a escuchar. Los salvajes, que habían estado furiosos por la golpiza disfrazada de entrenamiento que Moran había propinado al joven salvaje, ahora disfrutaban viendo como el Rey lidiaba con él sin siquiera levantar una vez su propia arma.

Y luego, ocurrió. El Rey Jon dejó de esquivar los golpes, alzando su espada en un rápido movimiento que detuvo el arma de su rival en el aire, antes de lanzar otro golpe en dirección al estómago que Moran apenas pudo detener. Sin embargo, el siguiente golpe, este dirigido contra el hombro, tuvo éxito, y antes de que pudiera asimilarlo, Moran estaba retrocediendo bajo una lluvia de golpes rápidos y bien dirigidos que no tardaron en tirarlo al suelo, la espada del Rey apuntando a su cuello y la de Moran atrapada bajo la bota del monarca.

Una serie de risas se escucharon en los alrededores, principalmente de los salvajes, muchos de los cuáles también soltaron expresiones de aprobación. Jorelle escuchó muchos murmullos de El Rey más allá del Muro y El Lobo Blanco, y observó el respeto en las miradas de salvajes y norteños por igual.

Cuando la mayoría de las voces se hubieran callado, el Rey retiró su bota de la espada de su rival vencido…para luego ofrecerle la mano libre para ayudarlo a ponerse en pie. Era un ofrecimiento, una oportunidad….

…..que Moran rechazó, poniéndose en pie sin ayuda y mirando al Rey con el ceño fruncido.

Jorelle, aún separada de los dos hombres, pudo ver a la perfección la ira de Moran por la derrota. Aunque fue la frialdad de la mirada del Rey la que la hizo tensarse más.

"Tal vez hace falta alguna ventaja" replicó el Rey, su voz en un tono diferente. Más afilada "Reemplaza eso por una de acero" dijo a Moran, al tiempo que hacía un gesto hacia la espada de madera en su mano.

Los ojos de Jorelle se abrieron sorprendidos, y pensó que el Rey era muy valiente…o estaba loco. Escuchó una considerable cantidad de jadeos. Era obvio lo que implicaban las palabras del Rey: no solo una ventaja para Moran, sino un mayor riesgo para sí mismo.

Moran arrojó la espada de madera con premura antes de desenvainar, el acero resonando al rozar la madera en el interior de la vaina. El metal tenía un brillo macabro, a juego con los ojos del portador. Jorelle no fue la única en notarlo; la Guardia Personal del Rey y la mayoría de los salvajes, así como una gran cantidad de norteños, llevaron las manos a sus armas.

El combate fue casi un espejo del anterior. El Rey esquivaba los ataques de Moran sin dudar, y ocasionalmente desviaba alguno con su espada, la madera gruesa astillándose contra el acero, pero no cediendo ante él.

Sin embargo, Moran hacía movimientos cada vez más audaces. Sus estocadas iban dirigidas hacia el torso, sus cortes eran más largos y apuntaban hacia los codos y las piernas. Y su mirada se hacía cada vez más impaciente y frustrada.

Los ojos de Jorelle se abrieron como platos cuándo la realización la golpeó "El muy imbécil ha olvidado que esto es un jodido entrenamiento" tragó saliva, preocupada "Si derrama una gota de sangre del Rey Jon, es hombre muerto" juró para sí, sin notar como su mano iba hacia la empuñadura de su maza.

Moran lanzó un tremendo corte de lado que habría arrancado la cabeza del Rey de sus hombros si éste no se hubiera agachado en el último momento, provocando un grito de ira de gran parte de la multitud que contemplaba la pelea. Como Jorelle, ellos también habían entendido que Moran no pretendía una simple rendición con sus ataques.

El Rey sin embargo, pareció cansarse de esquivar los golpes, o quizás los ataques mal intencionados de Moran al fin habían agotado su paciencia, porque se lanzó hacia la derecha al tiempo que lanzaba tres golpes en rápida sucesión que fueron bloqueados, pero que dejaron el otro lado de Moran al descubierto. Moran gruñó cuando un golpe de espada lo alcanzó a la altura del muslo, y aunque logró parar la siguiente estocada del Rey, no fue capaz de impedir la patada en el pecho que lo envió hacia el suelo.

"¿Os rendís, mi señor?" preguntó el Rey Jon, sin tocar ni acercarse más a Moran.

Moran no merecía ser llamado de tal forma. No solo porque no era de sangre noble, sino porque era un total imbécil. Y como el imbécil que era, no se rindió. Hubiera sido lo más sensato: así al menos conservaría un poco de orgullo, y no se expondría a ser derribado por tercera vez. Pero Moran se levantó con una mirada de furia y volvió a atacar con temeridad, siendo nuevamente su golpe desviado por el del Rey.

Fue entonces que ocurrió. La mano libre de Moran había formado un puño desde que se levantó, y mientras el Rey empujaba la espada de Moran hacia atrás con un golpe de la suya, Moran lanzó su puño hacia el rostro del Rey. El golpe habría quedado corto, pero el puño se abrió y el polvo que estaba escondido en su interior golpeó el rostro del Rey, entrando en su nariz y en sus ojos.

Jorelle vio rojo por un momento, y sus manos cogieron su maza ante el truco cobarde de Moran. Eso era bajo, aún para la pobre expectativa que tenía de Moran.

Los oídos de Jorelle dolieron por el grito furioso que surgió entre la multitud. Una infinidad de armas se desenvainaron a la vez: hachas y espadas surgieron por todos lados, y cada lanza fue colocada en ristre en dirección a Moran. Dos de los miembros de la Guardia Personal del Rey se adelantaron a zancadas, con espadas en la mano y miradas que prometían muerte dirigidas directamente a Moran. Los demás los seguían por detrás, pero se detuvieron con el grito.

"¡Alto!" gritó el monarca, con tal fuerza en su voz que aturdió a todos los presentes. Los pocos que no se detuvieron ante su voz si lo hicieron ante la mano que el Rey alzó en un gesto acorde a su orden "El entrenamiento aún no ha terminado" dijo el Rey tras unos momentos de silencio.

Los ojos de Jorelle se abrieron como platos, y el jadeó de incredulidad salió de su boca, a juego con los de muchos otros.

"Está completamente loco" fue el pensamiento de Jorelle. Los ojos del Rey aún estaban fuertemente cerrados, el polvo en ellos anulando cualquier posible visión en ellos. ¿Cómo podía esperar pelear de esa forma?

"Alteza, quizás…" empezó uno de sus Guardias, un hombre esbelto con un jubón con las piñas de Liddle.

"¡Rey, esto….." dijo una mujer salvaje con una sola oreja, hablando al mismo que el Liddle.

"¡Suficiente!" la voz del Rey impuso el silencio una vez más "Nadie intervendrá en esto. El que lo haga responderá ante mí directamente" dijo, en un tono que habría amilanado a cualquier norteño.

"Pero…" habló otra voz.

"¡No escuchare más! Mantengan la distancia. Para que podamos seguir" dijo en una voz más nivelada, pero no menos intransigente "Terminemos esto de la manera adecuada" dijo mirando, o no, hacia el frente, dónde Moran aun empuñaba una espada de acero. El Rey alzó su espada una vez más, sujetándola con ambas manos al tiempo que flexionaba ligeramente las rodillas. No sin cierta reticencia, la Guardia del Rey y el resto de los salvajes se retiraron algunos pasos, pero ninguno guardó sus armas. Jorelle tampoco lo hizo.

Moran era tan idiota como para sonreír frente a todas las miradas de odio que estaba recibiendo de los salvajes. Estaba confiado, tanto, que mientras daba un paso al frente, relajó su postura de pelea. Aunque de nuevo, estaba luchando contra un oponente que estaba momentáneamente ciego. Tenía motivos para sentirse seguro, igual que muchos otros tenían motivos para preocuparse por el Rey.

Moran alzó su espada con un movimiento lento…..solo para perderla cuando el Rey golpeó su muñeca antes de golpearlo en la mandíbula con el pomo de madera y arrojarlo hacia atrás con la palma extendida sobre el pecho.

Un silencio cayó sobre todo. Ninguna voz se escuchó; ni un murmullo, ni un comentario, una burla, un jadeo de incredulidad. Ni siquiera un insecto que con su zumbido pudiera romper la anormal tranquilidad que había sobre todos los presentes.

"No es posible" pensó Jorelle. Su mano derecha fue hacia sus ojos para frotarlos, segura de que había visto mal "Habrá sido una coincidencia. Una coincidencia. Es imposible pelear de esa forma. Es imposible" se repitió una y otra vez, tratando de convencerse.

"Otra vez" dijo el Rey, su voz apacible resonando sin problemas mientras arrojaba la espada de Moran devuelta hacia su dueño con un movimiento del pie.

Moran había perdido todo vestigio de una sonrisa en su rostro. Cogió su espada con cautela, y volvió a atacar al Rey, esta vez en verdad. Pero el Rey desvió el primer golpe, y el segundo, y el tercero, antes de moverse a un lado. La espada de Moran rozó inofensivamente el aire frente al pecho del Rey, y el codo del monarca lo golpeó en el pecho, arrebatando el aire de sus pulmones. Moran retrocedió, y el Rey saltó hacia atrás con gracia perfecta para evitar un golpe de represalia antes de proseguir la lucha…..

Jorelle no podía creerlo; sus ojos lo veían, sus oídos escuchaban el choque del acero contra la madera, pero no podía creerlo. Su mente era incapaz de creerlo, y su cuerpo parecía completamente inconsciente de sus propias acciones. No notó siquiera cuando la maza se deslizó entre sus dedos para caer al piso.

Cada ataque, cada parada, cada estocada, cada giro, cada juego de pies. El Rey los paró todos, sin problemas, ocasionalmente atacando, pero manteniendo mayormente una actitud defensiva. El lugar de Jorelle en la multitud le concedía una vista de perfil de ambos hombres, y pudo estar segura de que el Rey no se limpió ni abrió los ojos un ápice mientras la lucha continuaba.

No supo cómo, ni siquiera supo porque, pero por unos pocos instantes su mirada se desvió de la pelea al resto de las personas. No estaban mejor que ella; no había un par de ojos que no estuvieran completamente abiertos, ni un par de manos colgando flojas a los costados de su dueño, ni una mandíbula que no estuviera caída en completa incredulidad. El único que miraba la pelea sin atisbo visible de sorpresa ni siquiera era un hombre: era el Lobo del Rey, cuyos ojos de rubí no se separaban un momento de los dos hombres combatiendo, uno con madera y el otro con acero.

Los ojos de Jorelle volvieron luego a la pelea, justo a tiempo de contemplar los últimos movimientos. El Rey desvió hacia arriba un nuevo tajo horizontal de Moran, antes de lanzarse hacia su flanco, desviando un nuevo golpe en dirección al suelo antes de golpear con todas sus fuerzas, su golpe alcanzando a su oponente en la espalda. El impacto fue tal que Moran cayó al suelo, la mano que aún sujetaba su espada yaciendo a su lado mientras la otra, que se había movido demasiado tarde para intentar detener la caída, se extendía enfrente de él.

Antes de que Moran pudiera intentar levantarse una vez más, el Rey giró y estuvo sobre él, una de sus botas presionando la espada de Moran contra el suelo, mientras la otra hacía lo propio con la espalda baja de su rival. La punta del arma de madera tocó la nuca de su oponente, y todo acabó.

El mundo pareció volver a correr en ese momento.

"Rendíos" dijo el Rey. Moran hizo un último intento de levantarse, pero la bota del Rey presionó con más fuerza, al igual que la punta de su espada "Rendíos" repitió, esta vez con más firmeza "Más fuerte" exigió luego de unos momentos.

"Me rindo" gruñó la voz de Moran. El hombre hizo un intento más de levantarse, pero la bota del Rey lo mantuvo contra el suelo.

"¿Esa es la forma correcta de dirigirse a un Rey?" preguntó el vencedor al vencido.

"Me rindo, Alteza" gruñó Moran. Jorelle no podía ver su rostro, pero el enojo y la humillación en su voz eran inconfundibles.

"Acepto vuestra rendición" dijo el Rey "Procurad ser más cuidadoso en los siguientes días. No deseo escuchar de más accidentes en los entrenamientos" advirtió, antes de alejarse de Moran.

Las últimas palabras del Rey arrancaron una oleada de carcajadas entre los salvajes y asimismo entre muchos norteños. Jorelle misma sintió como una sonrisa tiraba de sus labios.

Uno de los Guardias del Rey, un salvaje alto y con el cabello rojo, se acercó aun riendo y extendió un pellejo hacia él. El Rey lo tomó y derramó agua sobre su rostro, antes de frotarlo con fuerza. El polvo que Moran había lanzado se escurrió por su rostro, y tras parpadear varias veces volvió a ver.

Los ojos del Rey, esos ojos grises tormentosos, recorrieron a la multitud "¡¿No tenéis nada mejor que hacer?!" preguntó casi a gritos, pero la sonrisa desinteresada en su rostro dejó entrever que no estaba enojado, ni siquiera molesto, por toda la atención.

Mientras que algunos, mayormente norteños, hicieron el amago de irse, los demás solo rieron y algunos, en una muestra de audacia, sacudieron la cabeza dando a entender que no. No tenían nada mejor que hacer.

Fue solo en el camino hacia su tienda, luego de que la multitud se disolviera y el Rey se perdiera de vista, que Jorelle se dio cuenta…..de un tipo de humedad muy particular sobre ella. O más bien, en ella.

Catelyn

Fiel a las palabras de Ygritte, partieron dos días después. Por un instante, Catelyn había pensado que partirían solas, sin llevar más compañía que la pequeña Minisa. Ygritte era capaz de hacerlo si debiera; estaba segura.

Sin embargo, se alegró de no tener que hacer algo semejante.

Llevaban carros tirados por asnos y bueyes, y varios trineos tirados por perros, pero en su mayoría iban a pie. Casi todos los caballos aptos para montar se habían ido con Jon.

Entre todas las personas que partirían del campamento la más importante, y la más frágil, era sin duda Minisa. Ygritte había puesto especial empeño en asegurar un lugar cómodo y confortable para su hija durante el viaje, y Catelyn debía reconocer que hizo un gran trabajo.

Una carreta alta de cuatro ruedas, tirada por media docena de bueyes y con espacio suficiente para que seis hombres pudieran extenderse cómodamente sobre ella, sería el pequeño hogar de la niña durante su viaje hacia el sur. Una gran cantidad de postes de madera formaban armazones para sostener una serie de pieles de osos blancas, pardas y negras que formaban paredes y un techo para detener los vientos helados y mantener el frío de la noche afuera. En el interior, más pieles cubrían gran parte del suelo, así como un brasero de cobre, una serie de sacos llenos de provisiones y una pequeña montaña de ropa perteneciente a Minisa, Ygritte y ella misma. Y en la parte delantera, clavadas al piso y forradas de pieles suaves y cálidas, una serie de delgadas tablas de madera formaban un pequeño reducto que hacía las veces de cuna para la bebé. Incluso contaban con una pequeña abertura en el techo para dejar salir el humo del brasero encendido.

Sin embargo, tan impresionante como eran las disposiciones para la comodidad de Minisa, lo eran aún más las destinadas a su protección.

Los caudillos que estaban en el campamento del Agasajo, los pocos que Jon había dejado atrás, habían concordado por unanimidad en que necesitarían una cantidad considerable de guerreros para proteger a la hija, a la mujer y a la que, en las palabras de ellos, era la amiga de su Rey. Sin embargo, la disensión había surgido cuando se hicieron visibles las diferencias en el concepto de "considerable": Ygritte creía que con medio centenar de hombres sería suficiente, mientras que la mayoría de los caudillos se inclinaba por cuatrocientos. Los más temerosos, aunque nunca lo admitirían abiertamente, de provocar la ira de Jon dejando a su familia pobremente protegida en el camino que tendrían por delante, habían argumentado que se llevaran a un millar de guerreros. Al final sin embargo, los argumentos de Ygritte y su intransigencia le concedieron una victoria parcial: llevarían doscientos guerreros, casi todos ellos mujeres de las lanzas, a manera de escolta.

Con ellas también, mayormente por elección propia, irían un puñado de mujeres relacionadas con los principales caudillos del Pueblo Libre: Munda, la hija de Tormund Matagigantes. Srigda, la hija de Styr Thenn. Assia, la hija menor de Morna Máscara Blanca. Wytta y Tirza, dos de las nietas más jóvenes de Ygon Oldfater, y las tres hijas de Gerrick Sangrereal.

Cuando finalmente partieron, con las primeras luces del día, Catelyn no pudo evitar mirar sobre su hombro mientras el campamento se alejaba con cada paso que daba.

"Allí supe que amaba a Jon, e hicimos el amor por primera vez" pensó, recordando cómo se había estremecido de placer en esa noche. Parecía hacia una vida "Allí tuve dolor y pesar" pensó, recordando cuando supo de Arya "Allí despedí a otro hombre a la guerra, y me preocupé por él" a su mente llegó el despliegue de todo el ejército el día que marcharon para hacer la guerra contra los Bolton "Allí recordé que aún hay belleza en el mundo" su mente evocó el día en que nació la hija de Ygritte y Jon, y las lágrimas con las que bendijo su llegada a las vidas de sus padres y de ella "Allí experimenté uno de los peores miedos de mi vida" se estremeció cuando recordó la sensación de dos manos alrededor de su cuello y el llanto estridente de Minisa. Inconscientemente, la mirada de Catelyn se dirigió a Ygritte "Allí supe que Ygritte en verdad me quiere. Y supe que yo no sé qué hacer al respecto"

Pero no le era indiferente. No lo era.

Val

Val observó con rostro sombrío como los atacados con el aceite hirviendo eran sacados de la torre. Algunos estaban heridos, y otros estaban muertos, pero ninguno podía trasladarse por cuenta propia.

La batalla había sido breve. Desde el amanecer hasta la mitad de la mañana. Pero no había sido hasta el mediodía que habían obtenido los números completos de sus pérdidas.

El Foso tenía una reputación muy bien ganada. Más de doscientos hombres habían sido heridos en el ataque, y tres veces más habían muerto. En total, sus fuerzas se habían reducido en una quinta parte. Habían perdido guerreros en casi cada nivel de las torres, pero la suma de todos los muertos en el interior palidecía con los que habían caído en el exterior.

Las peores bajas habían sido sufridas por las fuerzas de Marlon Manderly. Quinientos de sus hombres habían muerto o resultado heridos, las fuerzas de esa Casa reducida en una cuarta parte. Entre los muertos estaba además Kyle Condon, muerto por tres flechas: en el costado, en el estómago y en el corazón.

Val misma había sido herida durante el ataque, pero a diferencia de otros, sus heridas no eran graves. Probablemente ni siquiera necesitarían puntadas, a diferencia del hombro de Harrion Karstark y la pierna de Garlon Norrey. Lyra Mormont no había sufrido heridas intencionales, pero había rodado por un tramo de escaleras luego de ser empujada por cuatro hombres Bolton: llevaría la cabeza cubierta de vendas por al menos una quincena, pese a que no le hacía ninguna gracia.

Pocas horas después de la batalla Val convocó una reunión entre los líderes del ejército. El lugar elegido era el saliente de tierra firme que se ubicaba al este.

"Os felicito a todos" dijo con un asentimiento, su mirada recorriendo a Marlon Manderly, Brynden Tully, Maege Mormont y Howland Reed "Sin embargo, no hemos terminado. El Rey ordenó que nos hiciéramos con el castillo y lo fortificáramos" les recordó, observando como las miradas de todos, excepto de Reed, se oscurecían ante sus palabras. Claramente entendían lo que implicaba "Hemos logrado lo primero. Debemos hacernos cargo de los cuerpos de los nuestros y de nuestros enemigos lo más pronto posible, para empezar luego con lo segundo"

El silencio imperó por unos segundos. Cuando fue roto, Val esperaba escuchar palabras de acuerdo con las suyas. No tuvo esa fortuna.

"Deberíamos enviar hombres a Invernalia. Para avisar de la victoria" dijo Marlon Manderly.

Pese a sentirse molesta por el descarado cambio de tema y la falta de adición a sus palabras, Val fue capaz de no comentar si Manderly deseaba que Jon supiera de la victoria por lo que significaba para ellos, o para que supiera que los Manderly habían tenido que ver con ella.

"El castillo llamado Cerwyn están en medio del camino. Si se han arrodillado ante el Rey, no habría problemas. Pero si no, ponemos en riesgo la vida de los mensajeros" argumentó Val, su voz escondiendo con éxito su molestia.

"Aun así, deberíamos informar a Su Alteza de esto" rebatió Manderly, con calma pero con firmeza "Que se concentre en Invernalia y el resto del Norte. Nosotros cuidaremos que los sureños no intervengan" afirmó.

Era un argumento válido, Val debía reconocerlo. Pero aún había una cuestión, y era la que servía de base para las dudas de Val.

"¿A quién enviaríamos?" preguntó la hermana de Dalla.

Val no podía irse. Debía quedarse para garantizar que el Foso fuera fortificado. No podía prescindir de Garlon Norrey; estaba herido, y lo necesitaba para dirigir al ejército, igual que necesitaba a Howland Reed para todas las cuestiones relacionadas con los lacustres y las tierras que rodeaban la fortaleza. No confiaba en Karstark, La Osa ni Manderly: prefería mantenerlos cerca de ella para vigilarlos. Lo que dejaba a una serie de caudillos menores. O…..

"Yo llevaré el mensaje" dijo Brynden Tully.

Jon

La mano de Jon acarició inconscientemente a Fantasma, su mente perdida en lo ocurrido el día anterior.

Jon sabía que el recelo, e incluso el odio, entre los norteños y el Pueblo Libre estaba en su ejército. Era lo que los dividía, lo que los hacía verse mutuamente como extraños, y Jon temía que fuera lo que algún día los destruyera. Después de todo, un ejército desunido era un ejército perdido, cómo había demostrado la traición de Rickard Karstark y la partida de las tropas de Bastión Kar del ejército de Robb.

Sin embargo, el odio entre ambas partes había sido, en parte, disimulado antes de la batalla contra Roose Bolton y, tal vez, con suerte, reducido luego de ella.

"Es una lástima que no haya pasado lo mismo luego de pelear contra los calamares" pensó, sintiendo como una punzada de ira atravesaba su corazón al recordar al imbécil llamado Moran y su claro desprecio hacia el Pueblo Libre. Y lo que era más problemático aún: su total incapacidad y su nulo interés en evitar que dicho desprecio se exhibiera ante la vista de todo el ejército. Necesitaba hacer algo con él, pero ninguna opción parecía prudente. En ese momento.

Jon había tenidos sueños en los cuáles era Fantasma. Corría por la naturaleza, salvaje y libre, persiguiendo presas, aullando, y hasta conviviendo con otros lobos. Podía sentir el viento golpeando contra él mientras corría, y la sangre de las presas que mataba en su boca. Los sueños habían adquirido significado y compresión poco después de empezar a vivir entre el Pueblo Libre y hablar con otros cambiapieles. Al parecer, entraba a la mente de Fantasma mientras estaba inconsciente. Era esta conexión la que también le ayudaba a comprender al lobo y hacerse comprender por él mientras estaba despierto.

Pero cuándo peleó con ese hombre, Moran, fue diferente. En una pelea nunca había que bajar la guardia. Jon lo había hecho por un solo instante, pero fue suficiente para verse cegado. Y en el instante en que sus ojos dejaron de servir, oyó el gruñido de Fantasma y en su mente vio la pelea, pero desde el ángulo del lobo huargo. Era como en sus sueños, solo que Jon era muy consciente, y aún tenía control de su cuerpo. En un inesperado destello de imprudencia, por el que seguramente Ygritte y hasta Catelyn lo golpearían cuando se enteraran, Jon había seguido luchando valiéndose de los ojos de Fantasma para poder ver a su oponente. No había sido fácil, pero había obtenido la victoria.

"¡Su Alteza!" una voz alta, casi un grito, sacó a Jon bruscamente de sus pensamientos. En la entrada de la tienda, Rickard Liddle y Helga lo observaban con cuidado. Era Liddle quién había hablado.

"¿Qué ocurre?" preguntó, al tiempo que pasaba una mano por su rostro sin pensar.

"¿Estás bien, Rey?" preguntó Helga. Parecía sinceramente preocupada por él, y Jon se sintió conmovido por la lealtad de la mujer.

"Por supuesto" dijo Jon, sin dudar "¿Qué ocurre?" volvió a preguntar.

"Una partida de jinetes ha llegado desde el norte" informó Helga "Es Kyura. Está afuera"

Y eso es todo. Para dejarlos ansiosos por el siguiente capítulo, les digo que en ese Jon se entera del intento de asesinato y se ve su reacción. Y habrá otras cosas que creo que les interesarán. Intenten adivinar, si pueden.

Bien, quiero reviews. Sean tan amables de escribir sus pensamientos, opiniones, críticas, sugerencias, y más. Todos serán muy bien recibidos, y debidamente contestados.

Bien, como siempre, les pido que por favor sean precavidos con lo del covid-19. Tomen todas las debidas precauciones. Cuídense, cuiden a sus familias y a sus comunidades. Vida tenemos una sola, y no vale la pena perderla por un descuido.

Intentaré subir el siguiente capítulo en una semana, pero como siempre, no prometo nada. Un saludo y que estén bien (sobre todo de salud. Y que sigan así).