Bien, primero lo primero. HOLAAAA a quien quiera que lea esto.
Quiero dar gracias sinceras a Xechu. S, jean d'arc, Kirito 720, miguel , coki 13566, SNlikano, Luna, Pablo 21 y Soto 9041 por sus geniales reviews, que me alegran el día siempre que los recibo. Y hablando de los mismos:
Xechu. S: si, nuestra osa tiene ganar de comer lobo jajaj. Si tú tienes ganas de leer la reunión, yo sufro por no poder publicarla, pero bueno, pasito a pasito. Falta un rato para que el Pez negro vea a su SOBRINA, pero confío en hacer que valga la pena. Aquí verás a Jon enterarse de las noticias: se muy honesto sobre tus pensamientos al respecto, x favor. Ojala que estés bien, y hasta la próxima.
Jean d'arc: bien, creo que resulta obvio que el pez Negro no hace de mensajero por un deseo altruista. Tiene sus motivos, y a su debido tiempo los veremos. Ahora, en cuanto a Catelyn e Ygritte, es cierto lo que dices: dejan el campamento algo más desprotegido, y se ponen en riesgo, pero lo cierto es que, desde el punto de vista de las pelirrojas, no están seguras allí (si ya hubo un intento de asesinato, ¿en que basarse para creer que no habrá más? Y solo porque el primero falló, ¿significa que los siguientes fallarán?), aunque el motivo principal es ver a Jon para definir esta nueva cara de la extraña relación a tres puntas que se está armando entre ellos (y que no está armada del todo, puesto que Jon no sabe lo que pasa entre las pelirrojas). Ahora, pasemos al tema más controversial: la pelea entre Jon y Moran. A ver, ¿por dónde empezar?. Bien, déjame decir que, aún sin haber lo que había pasado, Jon tenía pistas sobre ello. Un ejemplo es el vómito del muchacho salvaje: ¿cuántos entrenamientos terminan con un rival vomitando? Eso requiere una clase de pelea diferente a la usual en tales prácticas. Otra cuestión es que Jon no me parece preferente con Pueblo Libre: a lo que me refiero es: sí, los protege, pero no al extremo de ponerlos por encima de los norteños. Por otro lado, puedo entender lo que dices, y admito que Jon pudo haber actuado mejor. ¿Fue parcial? Si, al menos un poco. ¿Era necesario hacer algo semejante? Tal vez no. Pero sabes….ese era el punto. Sí, así como lo leíste. Yo con esa pelea tenía la intención de mostrar una nueva ventaja que puede surgir de la conexión entre Jon y Fantasma, pero ese no era el motivo principal. El motivo principal era mostrar que Jon no es perfecto: es un hombre imperfecto. Atacar así a un rival, y humillarlo…eso no me parece de un príncipe de cuentos, sino de un bastardo (en el sentido coloquial). De cualquier forma, te agradezco la sinceridad de las opiniones. Un gran abrazo, a ti y a tu familia.
Kirito 720: es bueno saber que podemos alegrarnos la semana el uno al otro: hace más llevadero mi encierro. Me da gusto saber que la historia sigue gustando, pero me están empezando a crecer dudas una vez más en cuanto a mi manera de escribir, particularmente con el tema de las conversaciones entre los personajes. Me parecen más….burdas, por decirlo de alguna forma. Yendo al tema de la historia, me alegra mucho saber que Jon no pareció muy fuera de lugar en el último capítulo, y gracias por la recomendación. Sugerencias de Manga y Anime son siempre bien recibidas. Ya estoy empezando con las reuniones entre los personajes que mencionaste, pero aún falta para terminarlas. Jorelle tal vez esté en la ecuación, pero…¿se quedará? (si lo hace, sería un cuadrilátero). Hasta la siguiente vez: QUE ESTÉS MUY BIEN.
Miguel : ¡Órale, compadre! ¡Cómo molas con tus reviews! ¿Los caballeros del Valle buenos?...mmmmm….Relevantes sería una mejor palabra. Relevantes para la historia. El avance de Jon hacia el sur tomará un poco de tiempo, pero espero hacerlo épico. Puede que algún día veas tus sueños sobre elefantes vs mamuts cumplidos. Hasta entonces, espero seguir sabiendo de ti. Un abrazo grande.
Coki 13566: jajaj, si viste, Jon con los hacks no lo hizo nada mal. La golpiza viene desde el Norte con toda certeza, y es muy roja. La discordia nunca es buena, pero ¿sería en verdad tan malo que sean cuatro? (Te dejo para que lo pienses bien). Sí, Brynden está haciéndose el valiente. Por suerte, no son como sus sigilos, porque ¿cuándo se ha visto a un pez medirse contra un lobo? Bien, un saludo caluroso y hasta la próxima.
SNlikano: si, hace rato que lo pensaba, quería mostrar que no es que los norteños y los salvajes van tomados de la mano como BFF. Tienen sus roces. Gracias y ojala que te vaya muy bien.
Luna: ¡JA! ¡Y lo dices tan fácil! "Acomoda tus sentimientos" como si fuera "Acomoda la ropa limpia en los cajones del mueble" Ya quisiéramos todos que fuera tan sencillo (he tenido unos desastres de emociones en años anteriores que para que te cuento). Pero concuerdo contigo en la repostería: una torta no tiene que ser muy elaborada para ser sabrosa. A veces, las simples son mejores. Moran…¿solo medio? Para mí que completo. Si, ya era de que Jon experimentara cambios en torno a Fantasma: es una habilidad que puede, y le será, muy útil en el futuro. Bueno, un saludo grande y un abrazo más grande.
Pablo 21: si, siempre tengo esa duda: si la transición no será demasiado aburrida. Es decir, es necesaria, pero trato de que no por ello no haya ningún avance, aunque no siempre tengo éxito. Sí, hay que pensar bien en la compañía a invitar por cierto: la última vez que salimos de parranda en auto alguien vomitó por beber de más (por fortuna, el auto no era el mío jajaj). Bueno, hasta luego: cuida bien el auto. Lo vamos a necesitar pronto.
Soto 9041: gracias, gracias. Es bueno leer de ti, aún si no es muy largo. Un saludo y hasta otra vez.
*Bien, basta de hablar. Vamos a lo que los trajo hasta aquí.
Disclaimer: todo lo que puedan reconocer pertenece a G.R.R. Martín. Yo solo lo uso para entretenerme y tratar de entretener a otros.
Jon
"Adelante. Adelante, Kyura" dijo Jon, gesticulando en dirección a la entrada de su tienda, al tiempo que miraba a su Guardia recién llegada.
Estaba emocionado; ni siquiera lo intentaría negar. Una sonrisa había aparecido en su rostro, la más real que podía recordar. Tal vez no fuera algo muy habitual en un Rey, pero no le importaba. Sus guardias, las personas cercanas, ninguno importaba. Todo lo que le importaba eran las noticias de Kyura.
"Dímelo" dijo Jon en cuánto las solapas de la tienda se cerraron tras él, dejando a solas con la hija de Kyleg.
"Una niña"
"Una niña….una niña. Una niña…" las palabras resonaron en los oídos de Jon, con tal fuerza que le lastimaron "Una niña…..una niña. Una niña de Ygritte…..y mía. Una niña nuestra. Nuestra niña. Nuestra. Somos padres" su respiración se atoró en su pecho, y tuvo que esforzarse por volverla a su ritmo normal "Soy…soy padre. Yo soy padre" su sonrisa se hizo aún más grande, y sintió un rictus de dolor en la comisura de sus labios, pero no le importó.
"Dioses…" murmuró, al tiempo que pasaba una mano por su rostro. Le tomo un momento recordar lo que pensaba preguntar "Dime….." respiró hondo y volvió a hablar, esta vez con una voz más medida "Dime cómo es"
"Pues…es besada por el fuego" la voz de Kyura pareció estar a mil leguas y a un dedo a la vez "Es decir, solo tiene unos mechones, pero son rojos. Se parecen a los de Ygritte, pero son de un tono un poco más oscuro" Kyura tragó antes de seguir "Tiene la piel muy pálida. Es como….leche de cabra. Pero no obtuvo las pecas de Ygritte; su piel es perfecta"
La mente de Jon imaginó a la niña que la mujer describía, pero sabía que ningún pensamiento podría hacerle justicia a la belleza de esa pequeña maravilla. Pero había un detalle que aún no estaba claro.
"¿Y sus ojos?" preguntó Jon, las palabras saliendo en un susurro "¿Cómo son sus ojos?"
"Son….normales. Para su tamaño, quiero decir. Pero el color todavía no está definido; Ygritte piensa que son grises como los tuyos, Rey. Catelyn piensa que serán azules como los de Ygritte. Otros dicen que son verdes, o morados incluso"
Jon asintió, sin confiar en su voz. No estaba seguro de cuál opción sería la mejor. Tal vez los de Ygritte: eran ojos demasiado hermosos. Era horrible que solo hubiera un par de ellos en el mundo. Con gusto daría la bienvenida a que su hija también los tuviera.
Su hija…
"¿La niña…está sana?" Jon habría ignorado con gusto esa pregunta, pero necesitaba saberlo. Los niños eran frágiles, y aunque no era una norma, algunos a veces nacían con complicaciones.
"Está perfecta" aseguró Kyura, y Jon soltó un suspiro que no había estado conteniendo "Todos los que la revisaron dijeron lo mismo. Tu hija está sana, Rey" concluyó.
Jon sonrió involuntariamente, al tiempo que se deleitaba en la cálida sensación que volvía a resonar con toda su fuerza en su interior.
"Tengo una hija. Una niña sana, con un hombre hermoso y con la mejor….una de las mejores madres que pudiera haber pedido para ella"
Los pensamientos del Rey en el Norte y más allá del Muro eran tranquilos y felices, llenándolo de una paz que parecía surrealista en medio de la guerra en la que estaba, y dándole bienvenidas esperanzas de un futuro feliz cuando todo hubiera acabado.
Jon cerró los ojos por un momento, antes de volverlos a abrir "Gracias Kyura" sus palabras suaves y breves, ocultando la inmensa gratitud que sentía por la mujer ante él por traerle noticias tan hermosas "Puedes retirarte" dijo, al tiempo que su vista se perdía en la nada. Deseaba soñar con su hija, y prefería hacerlo en privado.
"Rey…." La palabra de Kyura llamó su atención, y Jon la miró, la gratitud aún presente, pero una pequeña semilla de molestia, causada por la impaciencia por quedarse a solas para disfrutar de la alegre noticia, se plantó en medio de ella "Hay algo más que debes saber"
"¿Qué?" preguntó Jon. Si no hubiera estado tan impaciente, tal vez habría reparado que al igual que había una incipiente molestia en sus ojos, había un temor igual de incipiente en los de Kyura.
"Luego de que las noticias de la victoria se dispersaron por el campamento, todo mundo se alegró…."
Jon contuvo un resoplido. El Pueblo Libre había festejado la victoria contra Stannis Baratheon. No había nada de extraño que también lo hiciera por la que obtuvieron contra Roose Bolton.
"…y en la noche todo el campamento cayó en celebraciones" continuaba Kyura, ajena a la molestia cada vez mayor de Jon "Todo mundo asistió. También Catelyn, Ygritte y la niña…"
"¡Kyura!" estalló Jon, ya harto de las palabras poco interesantes "Eso no es ninguna sorpresa. Si los que quedaron en nuestro campamento en el Agasajo celebraron la victoria no me molesta, no hay nada de….."
"¡Trataron de matarlas en la fiesta!" el grito de Kyura silenció a Jon, y el Rey en el Norte observó como la hija de Kyleg abría los ojos aterrada "Catelyn, Ygritte y tu hija, Rey. Trataron de matarlas durante la fiesta" habló con rapidez.
Por un momento, Jon quedó paralizado. Luego, su mente entendió el significado de las palabras pronunciadas, y su corazón inició una carrera tan salvaje que temió que estallaría. Sintió un ligero picor en las palmas de sus manos, y poco después sintió un calor pegajoso en ellas, pero no encontró en sí bajar la vista para comprobar a que se debía.
Una serie de recuerdos y verdades pasaron por la mente de Jon con la velocidad de un halcón.
La muerte de su padre. La muerte de Robb. La muerte de Bran. La muerte de Rickon. La quema de Invernalia. La aldea atacada en el Agasajo. Los muertos dejados por Ramsay Bolton en el Camino Real. Los muertos en las batallas.
En todas esas ocasiones, Jon había sentido furia, o lo que él creía que era furia.
"Catelyn, Ygritte y su hija. Minisa. La niña se llama Minisa. Catelyn, Ygritte y Minisa. Trataron de matarlas en la fiesta"
Jon no había conocido la furia, la verdadera furia, hasta ese momento.
Ahora sabía que las ocasiones anteriores eran unos pocos copos de nieve de verano. Ahora, Jon sentía que una tormenta digna del peor de los inviernos se gestaba en su pecho. Y supo en un instante que si no intentaba sacarla de allí, lo mataría.
"¡¿QUÉ?!" el rugido escapó de su pecho, tan fuerte que sintió su garganta arder cuando paso por allí. Si hubiera podido razonar, hubiera deseado que el nuevo dolor fuera diez veces más fuerte, cien veces más fuerte, tan fuerte cómo fuera necesario para poder distraerlo de su ira.
Jon sintió que su furia, que había disminuido levemente con su breve estallido, volvía a incrementarse cuando Kyura, que había dado un paso hacia atrás, no respondió a su pregunta, y ni siquiera lo miró a los ojos, prefiriendo mirar sus botas.
La mano de Jon relampagueó, y en un instante, había cogido a Kyura por su camisa de lana con parches de piel y la había atraído hacia él. Estaban tan cerca que Jon podía sentir la respiración de la mujer de las lanzas contra su rostro.
"Dilo de nuevo" ordenó Jon, su voz más baja pero tan llena de ira que, de haberle dado atención, le habría sorprendido que fuera suya. El miedo de Kyura, que brillaba en todas sus facciones, mantuvo sus labios sellados, y eso solo incrementó más la ira de Jon "Kyura, dilo de nuevo" ordenó en una voz chirriante.
La hija de Kyleg abrió la boca varias veces sin éxito, hasta que las palabras al fin acudieron a ella "I-In-Intent-Intentaron m-matar…" el agarre de Jon sobre ella se hizo más fuerte "….matar a Ygritte, a Catelyn y….y a t-tu hija, Rey" murmuró Kyura.
Jon vio rojo por un momento, y su corazón latió aún más rápido, el sonido resonando contra sus oídos tanto como las palabras de la hermana de Kelgryn "¿Quiénes fueron?" preguntó, aunque en verdad no tenía importancia. No importaba quién o quienes fueran, los vería muertos, malditas sean las consecuencias.
"N-No lo sabemos, Rey. Todos murieron en el ataque" declaró Kyura, su voz más calmada, pero su expresión igual de aterrada.
Jon vio un destello en los ojos de Kyura, y lo entendió al instante.
"Dime el resto" exigió en un gruñido.
"Ygritte, Ygritte piensa…piensa que no fue un ataque repentino" Kyura tragó saliva audiblemente antes de continuar "Es decir…..no tiene pruebas, pero…..piensa que alguien más envió a los asesinos. Que solo seguían órdenes"
La mente de Jon imaginó a una sombra, un ser sin rostro enviando a otros a hacer su trabajo sucio. A matar a sus seres amados desde la sombra, como un cobarde y un vulgar asesino. Sus puños apretaron el agarre, uno sobre las ropas de Kyura y el otro a su costado, cuando recordó quién sería tan ruin de dañar mujeres y niños por pura y enferma crueldad.
"Vete, Kyura" dijo, al tiempo que soltaba a la mujer de las lanzas "Ahora" impelió sin siquiera mirarla, sus ojos perdidos en la nada.
Jon estaba tan absorto en su ira que ni siquiera notó cuando Kyura salió corriendo de la tienda. Su mente estaba demasiado cargada de ideas, de pensamientos, y de escenarios que no habría sido capaz de concebir ni en sus peores pesadillas.
"Alguien intentó matarlas" gritó una voz en la mente de Jon, al tiempo que pensaba en ellas. Ygritte, ardiente, determinada y feroz. Catelyn, resistente, lista y amorosa. Ambas increíblemente bellas; las más bellas de cuántas mujeres había en el mundo "Alguien intentó matarlas. A ellas y a tu hija. A Minisa. Alguien intentó…."
"¡AAAHH!" con un rugido de ira, Jon se encontró desenvainando a Hermana Oscura y dejándola caer con un terrible golpe a dos manos sobre la mesa, que fue partida al medio. Dos golpes más terminaron con el mueble, convirtiéndole en un montón de astillas.
Pero no fue suficiente.
"¡AAAAHHH! ¡AAAAHH!" los gritos escaparon de la boca de Jon, y su espada se movió por toda la tienda. Las sillas, su catre, las pieles sobre él, una jarra de plata obsequiada por Manderly, todas fueron destrozadas por la ira de Jon y el acero valyrio de Hermana Oscura en un esfuerzo para drenar algo de ira. Un esfuerzo que fracasó estrepitosamente.
Jon no se detuvo. No pensó en el tiempo, ni en ser razonable. No pensó en lo extraño de que sus guardias aún no hubieran entrado para ver qué era lo que ocurría con su Rey; sin duda escucharían los gritos y ruidos de destrozos. No pensó en lo que pensaría el ejército, los caudillos del Pueblo Libre y los señores del Norte cuando esta impropia forma de actuar llegara a sus oídos. No pensó en nada.
Fue solo cuándo su ira se hubo apaciguado lo suficiente, cuándo se encontró en medio de muebles destrozados y pertenencias totalmente inútiles, que finalmente algo pudo atravesar la bruma inducida por la furia y la rabia.
"Si Ygritte tiene razón…si alguien en verdad orquestó ese ataque, lo encontraré. Lo encontraré a como dé lugar" pensó Jon, al tiempo que su agarre sobre Hermana Oscura finalmente se aflojaba "Y cuando lo haga, rogará piedad a gritos" Jon notó en ese momento que en su furia sus uñas se habían clavado en la carne de sus manos hasta arrancarle sangre "Pero no se la concederé. Nunca se la concederé"
Brynden "El Pez Negro"
"Dime lo que debes hacer" la voz de la mujer salvaje era tan molesta como la punta de un cuchillo presionado contra la espalda.
"Ya lo habéis escuchado, mi señora. Tres veces" escupió, furioso. La cortesía salió de su boca por costumbre, pero la expresión de su rostro acabó con cualquier intento de aparentar buenos modales.
"¡Dímelo por cuarta vez!" exigió la mujer, sin ceder en lo más mínimo.
Brynden resopló frustrado, al tiempo que su mano pasaba por su cabello en un acto de desesperación "Debo dirigirme hacia Invernalia con rapidez, para informar al Rey" no pudo ignorar la amargura que sintió al pronunciar tal palabra "de la captura del castillo, del apoyo de Reed y del resto de los norteños del Rey Robb, y que la reparación se iniciará lo más pronto posible" repitió.
La salvaje lo miró por un largo tiempo, sus ojos azules enmarcados por su cabello rubio "Bien. Disfruta de la compañía" dijo, al tiempo que una sonrisa aparecía en su rostro. A otros podría parecer amigable, pero a Brynden le pareció burlona.
"¿¡Qué!?" la pregunta, o más bien grito, salió de la boca de Brynden, y como si esa fuera la señal, un puñado de personas se acercaron a ambos. Había salvajes y norteños entre ellos; llevaban caballos por las riendas, y parecían, como él, listos para partir.
"Un jinete puede ser asesinado con facilidad. Una docena será más difícil. Así no corremos riesgos en cuánto a la llegada del mensaje al Rey" dijo la mujer "Y por tu seguridad, por supuesto" añadió luego de un momento, con un tono de voz diferente. Brynden abrió la boca para protestar, pero no alcanzó a pronunciar una palabra "Buen viaje, Tully" concluyó la mujer, antes de dar media vuelta y alejarse a paso rápido.
Brynden deseó no haber sido educado por gente honorable; de esa forma, podría insultar a la salvaje sin darle importancia a la propiedad.
Con un gruñido de frustración, Brynden se dirigió a su caballo, montando sin dificultad y girando hacia el norte antes de presionar los talones en los flancos de su corcel, tratando de ignorar a sus nuevos compañeros de viaje.
Val
Cuándo Jon había enviado a Val hacia Foso Cailin, sus órdenes fueron claras: recuperar la fortaleza y fortificarla. Val había tenido claro cómo lograr lo primero, pero los dioses eran testigos de que estaba lejos de saber cómo lograr, en verdad, lo segundo.
La idea que Val había tenido de fortificar Foso Cailin había sido crear empalizadas, cavar pozos en el camino y quizás crear terraplenes. Sin embargo, las palabras de Howland Reed y Marlon Manderly la convencieron de que podían hacer mucho más para convertir Foso Cailin en una fortaleza aún más temible para sus enemigos.
"Mi señora" dijo una voz, sacando a Val de sus pensamientos. La hermana de Dalla miró a su lado, dónde un lacustre con una lanza y el rostro con manchas de barro indicaba con rostro serio hacia el oeste. Sin pensar, desvió la vista hacia el punto que señalaba, más interesada en ello que en la forma en que el hombre se había dirigido a ella.
A unos doscientos pies, sobre las aguas verdosas del Cuello, una gran forma oscura y cubierta de musgo se alzaba en el oeste, rompiendo la línea del horizonte con varios bordes dentados que se elevaban hacia el cielo. Un enjambre de lacustres se movía a sus alrededores, asegurando una serie de sogas gruesas como un brazo adulto que se extendían sobre el pantano hasta llegar a tierra firme, cómo una serie de hilos hechos por las arañas más grandes del mundo.
En un pequeño bote flotando sobre las aguas del pantano y tripulado por lacustres, a medio camino entre los dos extremos de las descomunales sogas, una mujer de las lanzas aguardaba con tres lanzas adornadas con paños de colores diferentes para señalizar. En cuánto el paño azul ondeó en el aire tres veces, Val se movió hacia dos de los líderes bajo sus órdenes.
"Manderly" dijo Val, observando como el señor giraba y daba una leve reverencia, antes de erguirse nuevamente y cruzar los brazos tras su espalda "Los lacustres ya terminaron con lo suyo. ¿Vuestros hombres han hecho lo mismo?" preguntó.
"Ya casi" dijo el hombre. Val solo asintió antes de partir nuevamente, al tiempo que miraba a los caballos alineados detrás de Manderly. Trescientos animales con las ancas volteadas en dirección a las sogas, unidos entre sí por una serie de arneses que también sujetaban algunas de las sogas que venían de los pantanos junto a ellos.
A menos de cincuenta pies de los caballos, un tipo de monturas muy diferentes eran preparadas para realizar la misma labor que los corceles.
"Llegó el momento" pronunció en la Antigua Lengua al tiempo que miraba a Mag el Poderoso. El gigante la miró con un rostro serio antes de asentir "¿Todos listos, Mag?" preguntó.
"Sí" dijo Mag, antes de moverse para ocupar su posición.
Jon había enviado a una veintena de gigantes montados junto con la caballería. No los habían usado en la batalla, pero lo harían ahora. Los gigantes se encontraban cada uno junto a su peluda montura, los mamuts llevando arneses a los que habían sujetado el resto de cuerdas.
Val devolvió la vista a la mujer de las lanzas que daba las señales, y aunque no distinguió sus rasgos en la lejanía, si pudo distinguir el destello amarillo que se movía de lado a lado.
"Los lacustres ya despejaron el camino" pensó Val, antes de mirar en dirección a Marlon Manderly. Hizo un simple gesto de su mano, y el hombre entendió.
"¡Ahora!" gritó Manderly, y al instante los caballos fueron azuzados para empezar a moverse hacia el frente.
"¡Ahora, Mag!" gritó Val, y unos momentos más tardes los esfuerzos de los mamuts se sumaban a los de los caballos, las descomunales bestias empezando a tirar con todas sus fuerzas.
Las cuerdas se tensaron, y Val observó una vez hacia los extremos que sujetaban la gran forma en medio de las aguas. Al principio no pasó nada, y Val temió por un instante que los esfuerzos fueran inútiles, pero luego, lentamente, Val notó como la forma se movía.
"Está moviéndose" dijo en la Antigua Lengua, al tiempo que miraba a Mag, que guiaba a su mamut para que siguiera avanzando "¡No te detengas, Mag!" alentó.
Con dolorosa lentitud, la inmensa forma fue moviéndose. A espaldas de Val, los caballos relinchaban y los mamuts barritaban por el esfuerzo exigido. Ocasionalmente se escuchaban también gritos de los hombres que se ocupaban de los caballos. Los gigantes eran los únicos en mantener sus bocas calmadas, solo gruñendo mientras obligaban a sus mamuts a seguir tirando.
La forma aumentaba de tamaño a medida que se acercaba. Las aguas pantanosas eran cada vez menos profundas, dejando más y más al descubierto. Debajo del grueso musgo el color oscuro de las rocas talladas y unidas entre sí iba siendo dejado al descubierto tras mucho tiempo. Pegados a él se veían raíces, ramas rotas y hundidas y una infinidad de diminutos seres que se retorcían espantados.
"¡Muy bien! ¡Seguid así!" el grito de Marlon Manderly se escuchó, pero Val no le dio importancia, demasiado centrada en el proceso de rescate de un antiguo fragmento de muralla que, según los lacustres, había formado parte de las defensas de Foso Cailin más de cuatrocientos años atrás.
En un destello de curiosidad, Val se preguntó cómo rayos habría llegado algo semejante a una distancia tan grande de las torres de Foso Cailin. Al siguiente momento lo ignoró; la muralla se acercaba aún más, tanto, que Val podía distinguir a las miles de criaturas que se retorcían sobre ella. Vio muchos insectos, pero también vio ranas, sapos, peces y algunas serpientes que, como sus compañeros más pequeños, luchaban para salir de sus escondrijos ahora revelados y volver a resguardarse en las aguas estancadas de los pantanos.
La mayoría de los habitantes salvajes ya habían abandonado la muralla cuando se acercó más, hasta estar a menos de veinte pies de distancia de la orilla.
"Ya casi terminan. ¡Ya casi terminan!" gritó Val, buscando infundir ánimos en los gigantes y en sus monturas.
Por fin, y tras el último tramo, en el cuál la tierra lodosa dificultó aún más la movilidad, la muralla al fin fue arrastrada hasta tierra firme. Casi al unísono un centenar de animales resoplaron agotados cuándo debieron dejar de empeñar sus fuerzas en la labor, al tiempo que un grupo de lacustres armados con lanzas, denominadas fisgas por sus portadores, empezaron a matar a las alimañas que aún estaban en la muralla o en el suelo junto a ella.
Muchos rostros, el de Val misma entre ellos, esbozaron sonrisas ante su éxito, pero sin duda la alegría más grande era de los gigantes, que se apresuraron a quitar los arneses de sus agotadas monturas. Más hombres se encargaban mientras tanto de enrollar las cuerdas y raspar las capas de musgo del fragmento de muralla usando rocas afiladas.
La vista de Val se desvió hacia el llamado Camino Real. Siguiéndolo hacia el sur llegaría nuevamente a Foso Cailin, dónde otros hombres, la mayor parte de ellos arrodillados, sin duda estarían discutiendo el punto exacto para poder construir una nueva torre para incrementar el poder de defensa del bastión.
Secretamente, Val estaba un tanto emocionada por ser parte de algo semejante; nunca había armado nada más grande que una tienda.
Tras una breve platica con Marlon Manderly, Val retornó al campamento, siendo parte del grupo que se encargaría de llevar a los caballos devuelta. La primera cosa que vio al llegar fue una partida de caza llegada desde el norte, trayendo numerosas liebres y algunos pájaros muertos; era lo que más abundaba en esas tierras. Más que el alimento, Val se complació en ver que en la partida había tanto guerreros del Pueblo Libre como arrodillados.
Jon había dicho en una ocasión que los verdaderos amigos se encuentran en el campo de batalla. Debía ser cierto; luego de la toma de Foso Cailin, el recelo entre los arrodillados y el Pueblo Libre se había reducido. Aún existía en abundancia, sí, pero al menos podían cruzarse entre sí sin llevar las manos a las armas. Era un progreso.
Fue cerca de su tienda que lo encontró.
Sentado hablando con algunos hombres heridos, con su habitual expresión serena y una capa de sinople a su espalda, Howland Reed parecía tan adecuado como al frente de sus lacustres. Val se sintió desconcertada por su presencia en ese lugar; tan solo dos días antes, Reed había anunciado su intención de volver a su hogar, prometiendo volver tras una quincena. Que estuviera allí…..la confundió por solo un instante. Al siguiente, un mal presentimiento anidó en su estómago, y pese a que lo intentó, no pudo evitar que arraigara.
Unos momentos más tarde, mientras Val desmontaba de su caballo, el señor se acercó a Val.
"Unas palabras, mi señora" dijo "Es urgente" concluyó, con un rostro tan apacible que casi desmentía sus palabras.
Val simplemente asintió, expectante. La inquietud en su estómago se hizo más pesada.
"Uno de mis vasallos, Derrol Quagg, tiene sus tierras en la parte sur del Cuello. Su hijo Donnel me interceptó en el camino a mi fortaleza, con un mensaje de Derrol" la mano de Reed se alzó para acariciar con un toque gentil el cuello de la montura de Val "Un ejército se acerca desde el sur"
Sigorn
Los vados del Último habían enseñado una lección a Sigorn; una que nunca olvidaría. Había sido una lección dura, pero valiosa: no debía confiar nunca en una victoria sencilla, sin importar cuáles fueran las apariencias. Aunque superara a su enemigo cien a uno, no debía dejarse llevar por el orgullo o la arrogancia. Debía esperar lo mejor, pero al mismo tiempo debía prepararse para lo peor.
Fue por ello que ordenó que casi todo el ejército se preparara para el asalto al Fuerte Terror. Por cada diez de los suyos, más de nueve participarían en el ataque; solo un par de cientos se quedarían atrás, en calidad de centinelas o para guardar el campamento.
Mientras el ejército se desplegaba en las afueras del castillo, una pequeña reunión de los principales caudillos se reunió en el campamento, bajo una pequeña arboleda. Bajo cipreses, pinos y olmos, Sigorn confirmó la preparación de los últimos detalles antes del asalto.
"¿Cuántas flechas por arquero?" inquirió.
"Cuarenta" respondió un caudillo de una tribu de los Hombre Morsa, su rostro marcado con cicatrices de la viruela y su cuello adornado con una serie de colmillos del animal.
Sigorn asintió en silencio, antes de dirigir su atención a alguien más.
"¿Los ganchos para escalar las murallas?" preguntó en esta ocasión el hijo de…el hermano de Siegerd.
"Quinientos, todos distribuidos entre la primera fuerza que atacará las murallas" replicó un hombre proveniente de una tribu huida del Norte del Bosque Encantado, su barba oscura peinada en tres trenzas, la mediana ligeramente más larga que las otras.
"¿Qué pasa con las escalas?" preguntó ahora Helmat. Cómo la segunda al mando del ejército, ocupaba el lugar a la derecha de Sigorn.
"Ya están preparadas. Doscientas, la mayoría concentrándose en las murallas que dan al norte y al oeste" dijo una mujer de las lanzas con un rústico peto hecho de madera de arciano. Pese a ser joven, la muchacha parecía mucho mayor mientras hablaba.
"De acuerdo" dijo Sigorn en voz queda, antes de alzar su voz "Id a prepararos todos, y preparad también a vuestros guerreros. Los toques de los cuernos señalarán las órdenes: un toque para que la primera fuerza ataque. Dos toques para retirarnos" por pequeña que fuera, existía la posibilidad de que lograran repelerlos. Si pasaba, debían retirarse con rapidez. No deseaba ver una retirada en desorden, cómo en los vados del Último "¿Entendido?" una serie de asentimientos y murmullos afirmativos mostraron la comprensión de todos "Id a prepararos" instó una vez más, y sin palabras todos los caudillos se fueron, cada quién por su camino.
"Bargon" llamó Sigorn cuando todos se hubieran largado, observando al muchacho que el Rey le había entregado para ayudarlo, el nieto de uno de los señores norteños que se habían aliado con el Pueblo Libre. En el tiempo que lo conocía, se había demostrado tímido y desgarbado, pero también valiente, leal y sincero. Sin palabras, Sigorn puso un cuerno de madera tallada con bandas de bronce en sus manos "Mantente cerca y presta atención a mis palabras; darás la orden de ataque" Bargon era uno de los pocos en los que confiaría para una tarea tan importante. Y tan peligrosa.
"Sí" murmuró el muchacho. A Sigorn le pareció algo pálido en ese momento "¿Algún consejo para la lucha?" dijo en una voz ahogada.
"Conserva tu escudo cerca de ti, y no te distraigas. Un momento con la guardia baja basta para que un guerrero se convierta en un cadáver" con un asentimiento, Bargon dejo en claro que había entendido perfectamente.
No pasó mucho tiempo hasta que todas las fuerzas fueron puestas en posición.
La estrategia sería simple; sus fuerzas se dividirían en cuatro. La primera, con más de la mitad de sus tropas, atacaría toda la periferia del castillo a la vez. Las otras, compuestas cada una por un millar de guerreros, se ubicarían frente a las puertas en espera de que éstas fueran derribadas o abiertas desde el interior, y se concentraría en ingresar al recinto amurallado por la entrada asignada.
La primera fuerza contaba además con los seis gigantes que habían venido con ellos desde que habían partido, así como con la mayoría de los arqueros.
Sigorn, junto a Helmat, habían observado cómo todas las fuerzas se desplegaban antes de que la sobrina de Harma Cabeza de Perro fuera a otro sitio, dónde comandaría a las tropas que atacarían desde el norte. Las hileras de infantería se formaban, lejos del alcance de los arqueros sobre las murallas, y flexibles a los contornos de éstas. Las lanzas se concentrarían en ser arrojadas, y las armas más cortas se reservarían para la pelea cuerpo a cuerpo. En la retaguardia, los arqueros se organizaban con menos rigor: cuándo el ataque iniciara dispararían cada uno a su ritmo contra las torres y murallas del castillo, para reducir el impacto de los arqueros enemigos. Cuando lo hicieran, una línea recta de tropas con proyectiles solo facilitaría un objetivo más fácil para los arqueros Bolton.
A cincuenta pasos de la primera fuerza, las otras se extendían en la misma disposición de sus compañeros.
Sigorn, con Siegerd a su derecha y Bargon Flint a su izquierda, se abrió paso entre las tropas desplegadas hasta llegar al frente, seguido por un pequeño sequito de thennitas.
El Magnar de Thenn desenvainó su espada, siendo el sonido acompañado casi al instante por las armas de muchos otros. Algunos golpearon las suyas contra sus escudos por unos momentos, pero al final se detuvieron, dejando un silencio tenso.
"¡Por el Lobo Blanco, por el Pueblo Libre y por la gloria!" gritó, antes de asentir hacia Bargon "¡ATAQUEN!" bramó, su voz acompañada por un largo toque del cuerno que le había dado a Bargon.
"Y por la venganza. También por la venganza"
Helmat
Sigorn y ella habían acordado atacar desde distintos puntos. Sigorn golpearía junto a la puerta que daba hacia el suroeste, ayudado por los gigantes. Helmat se haría con la puerta que se situaba en la muralla del norte.
Un lejano murmullo, como un grito lejano, llegó hasta sus oídos, y al siguiente instante un largo toque de cuerno reverberó a través de los campos.
"¡Ataquen!" gritó, al tiempo que se lanzaba a la carrera hacia las murallas. Miró por un instante sobre su hombro y alentó con un gesto de su espada a los guerreros tras ella antes de volver la vista hacia el frente. Justo a tiempo.
Una serie de formas alargadas salieron hacia ellos desde las torres que poblaban las murallas, y Helmat alzó su escudo de manera instintiva, al tiempo que se forzaba a correr más rápido. Una flecha pasó sobre su cabeza, pero ninguna la tocó, ni tampoco a su escudo.
"¡Aaaahh!" "¡Ah!" "¡AAAAH!" una serie de gritos detrás de ella fueron toda la certeza que necesitaba de que algunas flechas sí habían encontrado un objetivo, pero no se detuvo a mirar. Solo siguió corriendo.
La tercera ráfaga de flechas acababa de caer sobre ellos cuando finalmente alcanzaron las murallas. Sin ninguna orden, los guerreros alzaron los escudos sobre sus cabezas. Helmat los imitó, sintiendo el inconfundible golpe de una flecha perforándolo un instante después de que Helmat lo usara para proteger su cabeza.
"¡Escalas y ganchos!" gritó a voz en cuello "¡Traigan las jodidas escalas y los putos ganchos, vamos!" siguió gritando.
No hubo necesidad de gritar por tercera vez. Una serie de guerreros se abrieron paso entre los demás, portando ganchos en sus manos. No mucho después de ellos, las escalas llegaron también a la muralla, cargadas por pequeños grupos que oscilaban entre las tres y las siete personas.
Helmat soltó un gruñido de molestia cuando una gran roca cayó sobre su escudo, empujando la gruesa madera con fuerza contra su brazo, magullándolo. Al menos no fue su cráneo el golpeado.
Las flechas siguieron cayendo cuando los ganchos fueron arrojados sobre las murallas. A diferencia de las escalas, no todos los ganchos obtuvieron un agarre seguro entre las almenas en la primera oportunidad, cayendo de nuevo al suelo, solo para ser arrojados una vez más.
"¡Todos arriba! ¡Suban!" instó Helmat, al tiempo que empujaba a los hombres junto a ella hacia la escala más cercana "¡Suban, maldita sea!"
Unos con más dudas que otros, los guerreros empezaron a escalar. Algunos se valieron de los ganchos para ello, pero la mayoría se agrupó al pie de las escalas para empezar a subir, todo bajo el fuego de las flechas que caían de las torres. Cada poco, una de ellas encontraba un blanco; los más sencillos eran los hombres que intentaban salvar la muralla, cuyos flancos estaban descubiertos. Desde la retaguardia, los arqueros del Pueblo Libre lanzaban sus propios proyectiles, pero tanto habría dado que lanzaran bolas de nieve. Los gruesos muros de roca parecían absorberlos todos, manteniendo a salvo a los Bolton.
Pero aun así, el Pueblo Libre siguió adelante. Los guerreros siguieron escalando las murallas, y por un momento, Helmat pensó que se veían iguales a una colonia de hormigas reptando sobre una bestia moribunda, ansiosas por devorarla y llenas de confianza por el número.
"¡Sigan subiendo, vamos!" impelo una vez más, y viendo que aún había algunos que se mantenían dudosos, con los escudos sobre sus cabezas y una mirada de pánico en sus ojos ante las flechas que seguían cayendo, decidió mostrar con el ejemplo "¡Vamos!" gritó una vez más, antes de envainar su espada y empezar a subir la escala más cercana.
Sigorn
Los hombres y mujeres del pueblo Libre escalaban por cientos. Sogas y escalas sufrían bajo el peso de los numerosos cuerpos. Algunos guerreros caían hacia un gran daño o una muerte segura cuando un gancho era desarraigado o una escala empujada hacia atrás, pero las escalas volvían hacia las murallas casi al instante, y los escaladores no se detenían. El sonido de las armas chocando entre sí ya resonaba en la cima de las murallas, dónde docenas, si no cientos de ellos, ya habían llegado a la cima y se batían en combate con los defensores.
Con tantos de los suyos luchando sobre las murallas, y con aún más de ellos sumándose con cada instante, Sigorn no entendía el porqué de que las puertas aún no hubieran sido abiertas. Debía cambiar eso, y rápido.
"Llama a los gigantes" dijo a un thennita a su lado, Ubbhor si no recordaba mal "Que vayan a las puertas, y que traigan a sus mamuts" continuó, hablando siempre en la Antigua Lengua.
"Magnar" con un golpe en el pecho a modo de saludo, el ahora mensajero corrió devuelta hacia la retaguardia con el escudo alzado tras de sí para protegerse de las flechas enemigas. Sigorn no lo vio; estaba luchando con la mueca ante ese título, que no era inesperado, pero tampoco ansiado.
Una de las escalas, de las ubicadas más cerca de las puertas, cayó en ese momento. Los tres hombres sobre ella cayeron con gritos aterrados. Solo el que estaba más bajo se siguió moviendo luego de aterrizar con un golpe estrepitoso en el suelo. Los otros dos estaban inmóviles.
Los barritares de los mamuts se escucharon a los pocos momentos, y una serie de pisadas que ningún hombre podía esperar igualar hicieron retumbar la tierra. Sin dejar de agacharse tras su escudo, Sigorn volteó la cabeza a tiempo de ver cómo cuatro gigantes y dos mamuts se acercaban. En las cabezas, los burdos cascos ideados por el Rey se extendían en un círculo alrededor sobre las toscas facciones de sus portadores. Y atados entre sí por sogas y tiras de cuero, una serie de escudos superpuestos de manera desigual cubrían gran parte del pecho y la espalda.
Sigorn debía reconocer que la idea de Helmat para darles algo parecido a una armadura a los gigantes no había sido mala. Tres flechas volaron hacia uno de los gigantes, que ni siquiera pareció notarlas cuando se clavaron en uno de los escudos que lo cubrían y siguió avanzando, guiando a los mamuts.
"¡Las puertas!" gritó Sigorn en cuanto los gigantes se acercaron lo suficiente, llamando su atención "¡Derriben las malditas puertas!" siguió gritando al tiempo que apuntaba hacia ellas con su espada, y tras un momento que pareció eterno, uno de los gigantes hizo un movimiento con su cabeza antes de adelantarse, seguido por los demás.
Una serie de flechas cayeron en dirección a los gigantes. Algunas encontraron carne en los brazos y las piernas de los inmensos seres, pero las que fueron en dirección a la cabeza y el pecho se vieron totalmente bloqueadas por la madera. Sigorn asomó sus ojos por encima de su escudo y allí los vio: una serie de figuras en la cima de las torres que flanqueaban la entrada, disparando contra los gigantes.
"¡Hermano!" gritó, y unos momentos más tarde Siegerd se acercó junto con otros dos thennitas "Dile a todos los arqueros que veas que disparen contra la cima de las torres" ordenó Sigorn con seriedad, sin separar sus ojos de los de su hermano menor "Luego ve con la reserva y espera a que caigan las puertas para atacar"
"Te veo cuándo todo termine" dijo Siegerd, antes de correr hacia la retaguardia, seguido por otro guerrero.
Sigorn dio una breve plegaria a los Dioses para que las palabras de Siegerd fueran ciertas. Ya había perdido un padre; no quería perder un hermano.
La mirada de Sigorn volvió hacia las puertas del castillo a tiempo de ver cómo uno de los gigantes, de larga cabellera oscura cayendo hasta sus rodillas y barba casi igual de larga, se afanaba en abrir hendiduras en la gruesa madera usando su puño y una gran roca afilada. Mientras tanto, los demás se ocuparon de girar a los mamuts y atar cuerdas alrededor de los estómagos de las bestias. Cuando terminaron, ataron los extremos de nuevas cuerdas a las que rodeaban a sus mamuts, antes de llevarlas hacia las hendiduras.
No paso mucho hasta que, con un fuerte rugido a modo de señal, las cuerdas se tensaran ante la fuerza de dos mamuts y tres gigantes. Con un gran chirrido de metal y madera, las puertas temblaron.
Helmat
Debería haberlo previsto: las murallas de Fuerte Terror siempre habían sido inmensas, pero nunca lo habían parecido más que ahora, mientras intentaba cruzarlas.
Subía sin detenerse, sus pies y una de sus manos moviéndose constantemente mientras alzaba su escudo con la otra para protegerse. Las escalas parecían eternas; no parecía avanzar sin importar cuantos escalones dejara atrás.
"¡Aaaaaaaahh!" un grito se escuchó, y Helmat vio de reojo como un hombre de cabello color paja caía desde la soga a la que se había aferrado, una flecha clavada en su antebrazo. El grito cesó bruscamente, y Helmat supo, aún sin verlo, que el hombre había muerto por el impacto contra el suelo. Se obligó a seguir subiendo.
El corazón de Helmat latía con demasiada fuerza contra su pecho, y debía luchar para que sus manos no temblaran. Ya había visto dos escalas ser empujadas desde la cima de las murallas, y con cada escalón que dejaba atrás era mayor el riesgo de morir si su propia escala fuera la próxima en ser empujada. Estaba asustada, pero no se dejaría dominar por el miedo. Si lo hiciera, sería su fin.
Era dolorosamente consciente de todos los sonidos a su alrededor: los gritos de quienes caían, y los de aquellos que eran heridos por las flechas. Oía las maldiciones, los gritos de ayuda, las súplicas desesperadas. Y también escuchaba el inconfundible sonido de una lucha llegando desde arriba. Si tuviera tiempo para pensarlo detenidamente, y si debiera adivinar, diría que al menos una cierta cantidad de guerreros había logrado llegar a las almenas y entablaba combate contra los defensores en estas.
"Pero no lo suficientes" pensó con amargura. Si lo hubieran hecho, los defensores estarían demasiado ocupados luchando por sus vidas como para llover flechas sobre ellos. Cómo para comprobar que ese no era el caso, un nuevo cuerpo cayó con un aullido hacia una muerte segura contra el suelo, la mano en que se sustentaba su agarre atravesada por un proyectil.
"Más rápido. Sube más rápido" la instaba una voz en su cabeza, y Helmat obedeció. Su mano libre se movió más rápido aún, y sus pies se obligaron a seguir subiendo. Un peldaño. Y otro. Y otro más. Y otro. Y…..
Y no hubo más peldaños. Por un instante Helmat se desconcertó. Al siguiente, vio que al alcance de un paso, enmarcada por dos almenaras en forma de colmillos, estaba un piso de piedra sólida. No lo pensó: se lanzó hacia el frente, esperando encontrar un lugar firme bajo sus pies. Lo encontró.
La firmeza solo duró un instante: al siguiente un hacha apareció en su línea de visión y solo atinó a alzar su escudo para bloquear el golpe que habría caído justo en el valle de sus senos. Sin embargo, antes de que Helmat pudiera tomar su espada, una punta de hueso sobresalió por el cuello de su oponente, que cayó de rodillas ante ella, su mano soltando el arma para ir hacia el caudal de sangre que salía de su cuello. Helmat vio un rostro muy familiar detrás de ella.
"Crymea" dijo Helmat, al tiempo que cogía el hacha con el que habían intentado matarla un momento antes. Su voz denotaba su incredulidad. ¿Cómo rayos….
"Me debes una" dijo la muchacha con una sonrisa burlesca. En medio de la lucha, parecía casi absurdo sonreír.
Una forma se movió detrás de Crymea, y Helmat no lo pensó. Aparto a la muchacha con un empujón de su escudo antes de desviar la espada con un golpe del hacha, para luego lanzar una patada al portador del arma. El hombre, portando un jubón en el que se veía un hombre desollado, se tambaleó hacia atrás y cayó muerto con un segundo golpe del hacha de Helmat.
"Ya no te debo una mierda" murmuró Helmat, antes de empezar a moverse.
Contrario a lo que hubiera pensado, los defensores ya estaban casi derrotados. El Pueblo Libre tenía una ligera ventaja numérica, y se incrementaba con cada guerrero que lograba llegar a la muralla.
Helmat embistió contra un hombre antes de acabarlo con un golpe de hacha. Sacó el arma y corrió hacia otro; el soldado Bolton, con toda su atención fija en el pies de cuerno ante él con una maza y una daga, no vio venir el golpe de Helmat. Cayó con un grito, la hoja del hacha enterrada en su cadera. Un golpe en la cabeza, proveniente del pies de cuerno y su maza de piedra, vio el número de enemigos reducido aún más.
Helmat compartió una mirada y un asentimiento con el pies de cuerno, antes de detenerse un momento para recuperar el aliento. Miró hacia el exterior de las murallas, y los vio en la lejanía. Y en un instante, la lucidez la invadió.
Sabía lo que debía hacer.
"¡Todos! ¡Síganme!" gritó la hija de Halleck con todas sus fuerzas, antes de empezar a correr hacia el oeste, en dirección a las grandes torres que flanqueaban la entrada norte del castillo. Arriesgándose a mirar sobre su hombro por un momento, vio cómo muchos la seguían.
Los Bolton que aún estaban en pie no eran rival para su desenfrenada carga; fueron arrollados por la avalancha del Pueblo Libre. La entrada a la torre estaba bloqueada por una gran puerta de madera con remaches de hierro con el sigilo Bolton tallado, pero no duró demasiado. Bien fuera por la fuerza de la oleada de guerreros, bien fuera por no ser tan resistente como aparentaba, cedió ante el tercer empuje.
En el interior de la torre solo había dos hombres con jubones Bolton; no duraron más de un instante antes de caer, superados diez a uno por sus adversarios.
Helmat no vio a los muertos. Su atención estaba centrada en la puerta que había al otro lado del recinto, idéntica a la que acababa de atravesar, la escalera de madera que llevaba hacia el techo, y la escalera circular que descendía hacia las entrañas de la torre.
"¡Ustedes cinco!" gritó, observando a los guerreros, cuatro hombres y una mujer, que habían matado en conjunto a uno de los Bolton "¡Suban a la cima de la torre y maten a los arqueros!" mientras los guerreros a los que señaló se abalanzaban sobre la escalera de madera, su mirada voló por los rostros de los demás, y al ver uno conocido siguió ordenando "¡Encárgate de la otra torre!" ordenó.
"¡Vamos!" gritó la muchacha, saliendo por la puerta seguida por una docena de personas más.
"¡Todos los demás! ¡Síganme!" gritó Helmat, al tiempo que corría hacia la escalera de piedra, bajando los peldaños de dos en dos.
No encontró ninguna presencia mientras bajaba de la torre, pero eso cambió cuando llegó al patio. Una serie de figuras vestidas como soldados merodeaban en los alrededores, y por un momento Helmat consideró cargar en su contra, pero había un objetivo más importante.
"¡Siganme!" exclamó, pero antes de dar un paso dos guerreros del Pueblo Libre cruzaron ante ella y fueron hacia las figuas "¡No!" gritó Helmat, con lo que ambos se detuvieron en seco "Tenemos algo más importante que hacer" advirtió, ante de alzar su espada y apuntar con ella "¡Debemos abrir las puertas! ¡Ahora!" ordenó, antes de empezar a correr hacia la izquierda, sin pararse a ver si alguien la seguía. No había tiempo para ello.
Las puertas eran inmensas, aún más grandes que un gigante. Una serie de postes de madera estaban fuertemente sostenidos en diagonal contra ellas, y una gran viga del mismo material se extendía de lado a lado a la misma altura de los hombros de Helmat, sostenida por media docena de gruesos pernos de acero sólido. Debajo de estos, un número igual de anillas de acero colgaban, sostenidas por una serie de soportes, también de acero.
Helmat no se atrevió a mirar hacia atrás; temía distraerse. Dejó caer las armas y tomó uno de los gruesos postes de madera en diagonal y empezó a tirar de él. Por un instante pensó que nadie la había seguido, eligiendo recorrer el castillo en busca de pelea o saqueo, dejándola sola para abrir las puertas sin más manos que las suyas propias.
Por fortuna, se equivocó.
Unos momentos después de que se aferrara al primer poste, una serie de manos más hicieron lo propio. Eran en total seis, y entre todos lograron sacar el poste de su posición, para luego dejarlo caer sin un segundo miramiento.
Había más ayuda; mientras se movía hacia otro poste, Helmat vio de reojo como otros grupos de guerreros se dedicaban a la misma tarea.
En cuánto el último de los postes hubo sido retirado, una veintena de personas, Helmat entre ellas, corrieron hacia la viga horizontal, el último impedimento para abrir las puertas. Colocándose debajo de la barra, y usando ambas manos, lograron alzar con lentitud el último seguro de la puerta y cargándolo varios pasos, antes de dejarlo caer, la pesada madera resonando con fuerza en el suelo.
Un chillido de acero sobre acero llamó la atención de Helmat, y al girarse de nuevo hacia la puerta vio que más guerreros del Pueblo Libre se aferraban a las anillas de acero y tiraban de ellas.
"Ya casi. Ya casi" repitió una voz en su cabeza, y Helmat encontró nuevas fuerzas en esas palabras. Tomó su espada, que había dejado caer al piso antes de empezar a quitar los postes de madera, y la alzó a tiempo de ver como los hombres y mujeres que la habían ayudado a deshacerse de la viga se unían a los demás para abrir las puertas.
Con una lentitud tortuosa, las puertas fueron abiertas, dejando entrever el exterior del castillo.
Helmat corrió con todas sus fuerzas, y al pasar por el resquicio de las puertas aún en movimiento se detuvo, jadeando por el esfuerzo empleado en ese día: por correr, pelear y cargar.
"¡Entren!" vociferó Helmat a voz en cuello, al tiempo que alzaba su espada con un gesto. No supo con certeza si lo decía a los pocos hombres y mujeres del Pueblo Libre que aún no habían subido por las escalas, o a la multitud que se mantenía lejos del alcance de los arqueros, que en ese momento empezó a avanzar a la carrera, dando gritos, aullidos y chillidos "¡Entren! ¡Entren!"
Sigorn
Su ejército contaba con unos escasos seis gigantes, una gran discordancia con los cientos que se encontraban con el Rey. Sin embargo, bien usados, seis gigantes podrían ser un gran apoyo.
Uno de ellos se encontraba cuidando a cuatro mamuts, lejos de las murallas. Otros cuatro aunaban esfuerzos, junto con dos mamuts más, para poder arrancar las puertas del castillo de sus goznes. Y el sexto, portando una gran maza con pinchos que era casi tan grande como Sigorn, esperaba a unos cincuenta pies de distancia. Sigorn creía tener una idea muy acertada de lo que este gigante tenía en mente.
La mirada de Sigorn sin embargo, no estaba fija ni en gigantes ni mamuts, sino en la puerta que crujía peligrosamente. Su mano picaba, y su agarre sobre su espada se apretaba, ansioso por entrar y derramar sangre. La suya propia hervía dentro de sus venas, acelerando su corazón.
¡CRAAAK!
Ningún sonido había sido tan bienvenido por los oídos de Sigorn como el de la madera rompiéndose. Una de las puertas cayó con fuerza. La otra quedó colgando un momento más, antes de caer al suelo junto a su compañera.
"¡POR STYYYYYYYYR!" grito con todas sus fuerzas, al tiempo que se lanzaba a la carrera. No le importaba entrar solo, no le importaban las flechas que aún caían desde las torres, ni siquiera le importaba si debía invadir el castillo por su cuenta. Entraría, y vengaría la muerte de su padre, y honraría su memoria, de la única forma en que debía: derramando la sangre de sus enemigos, que también eran los de él.
Sigorn corrió con todas sus fuerzas hacia las puertas. Hubiera querido ser el primero en cruzarlas, pero ese gusto cayó en el único gigante que había ayudado a derribarlas, sus piernas largas dando pasos imposibles para cualquier hombre. Sigorn no logró cruzar antes que él, pero aun así lo hizo a tiempo de ver cómo un malnacido en el medio de su camino era enviado por el aire con un golpe de la descomunal maza, haciéndolo en verdad volar por los aires. Si hubo algún hueso que no se rompió con el golpe de la maza, sin duda lo hizo cuando el cuerpo se estrelló contra una pared de piedra sólida, el crujido de los huesos destrozados resonando hasta los oídos de Sigorn, aunque estuviera a más de sesenta pies.
El primer enemigo que probó su acero fue un lancero, su arma cortada, su rostro golpeado por el escudo de Sigorn y su corazón atravesado por su espada. El lancero no había terminado de caer cuando Sigorn se volvía a mover, buscando otra muerte. La encontró en un hombre que corría, tal vez hacia las murallas, o tal vez en busca de un lugar al cuál esconderse: no importaba. No luego de que Sigorn lo alcanzara y lo derribara con un tajo de su espada, antes de alzarse sobre él y enterrar la punta de su arma entre sus hombros, justo debajo de su nuca.
"Eso es por Styr" pensó el joven Magnar, nada más que ira y rabia.
La ira era tanta que todo perdió su significado. Sigorn volvió a moverse, sus pies corriendo a toda velocidad; en el camino encontró varias figuras, pero solo fue capaz de mirar si llevaban algo parecido a un atuendo de guerrero, y si llevaban el emblema o los colores de los Bolton. Si lo hacían, los pasaba por la espada sin un segundo pensamiento.
Vagamente, Sigorn era consciente de que el castillo caía a su alrededor, sometido por los cientos de guerreros que se habían apoderado de las murallas y bajaban a la carrera a los patios internos, sumándose a los cientos más que habían atravesado las puertas tras Sigorn y que corrían por todas partes, buscando cualquier signo de resistencia para deshacerlo de una vez.
Y eso fue lo que lo llevó a un gran edificio, o más precisamente al frente del mismo, dónde asesino a un hombre de cabello largo filtrándose a través de un casco que cubría su cabeza totalmente. Antes de que pudiera hacer más, Sigorn escuchó numerosas pisadas tras de sí. Por instinto giró y alzó su espada, listo para seguir luchando y matando, pero no eran soldados Bolton. Eran guerreros del Pueblo Libre.
Sigorn vio entre ellos a Siegerd, y mientras que éste y unos pocos más se detenían ante él, los demás pasaron a su lado como una oleada, para luego abrir las grandes puertas con hombres desollados detrás de él. Sin palabras, los hijos de Styr entraron, armas listas en espera de un enemigo que no estaba allí. No había defensores Bolton. No había nadie más que el Pueblo Libre.
Sigorn recorrió el lugar con la mirada a medida que avanzaba, y su enojo fue cediendo terreno a una inadecuada curiosidad….y a un incipiente temor.
Las piedras que componían las paredes eran del color de la sangre recién derramada. Las antorchas en las paredes estaban sujetadas por lo que parecían brazos esqueléticos; solo tras una mirada más detenida, se podía ver la piedra de la que estaban hechos, del mismo tono pálido de las que estaban a la misma altura de las antorchas, talladas de tal forma que parecían rostros humanos gritando en agonía. En la parte alta del techo, la más estrecha, las sombras se acumulaban, amenazantes. Incluso el suelo era oscuro; sin marcas visibles de fisuras, manchas, o losas, parecía una única sombra uniforme sobre la que Sigorn, su hermano y todos los demás caminaban.
Cuándo Sigorn finalmente se detuvo, se encontró ante un estrado sobre el que una única silla se ubicaba. Era la silla más tétrica que alguna vez hubiera visto. Los extremos de las patas tenían formas de garras, y los de los reposabrazos eran dos calaveras pequeñas, como de niños. En el respaldo, rostros adultos gritaban al unísono, contorsionándose y deformándose entre sí. Y detrás de la silla, cubriendo la mayor parte de la pared e iluminado por antorchas en los flancos y pequeños braseros a sus pies, un gran estandarte Bolton, con colores tan vivos que el hombre desollado en ellos casi parecía real, era exhibido en abierta declaración de quienes eran los señores al mando de ese lugar.
Hasta hoy.
"Haced una hoguera con la madera" dijo Sigorn, hablando en voz alta con todos y con nadie en particular, al tiempo que señalaba la silla con su espada "Y luego usad la hoguera para quemar eso" dijo, al tiempo que hacía un nuevo gesto, esta vez en dirección al estandarte que cubría las paredes.
Helmat
Los guerreros del Pueblo Libre se movían sin ninguna restricción, a través de las murallas, las torres, los patios y el resto del castillo. Cada puerta era abierta, cada edificio era registrado, cada rincón era esculcado en busca de enemigos ocultos. Helmat misma se unió a la búsqueda, dirigiéndose a un almacén lleno hasta el techo de sacos y barriles que, suponía, estaban llenos de provisiones. Acompañada por cinco guerreros más, la hija de Halleck cruzó el almacén a zancadas en dirección a la puerta que había al otro lado, la única además de la que acababa de cruzar. Ésta daba a un pasillo largo y estrecho, al final de la cual había una nueva puerta, más sencilla. Helmat intento abrirla, solo para encontrar que estaba cerrada.
Unos momentos después, y tras serie de golpes propinados por uno de sus acompañantes, el cuál empuñaba un hacha larga de piedra, Helmat se abría paso por encima de la puerta, la cual yacía en el suelo convertida mayormente en astillas.
Una antorcha estaba a cada lado, colgadas de la pared por soportes e iluminando los primeros escalones de una escalera que se hundía en la tierra, flanqueada por dos paredes de piedra oscura. Sin pensarlo, Helmat dejó caer su escudo para coger una de las antorchas y empezar el descenso.
Las rocas eran frías y secas, y el aire mismo adquiría esas distinciones. Pese a estar cubierta con lana y pieles, Helmat sintió como un escalofrío recorría su nuca.
Los escalones parecían interminables, y por un momento Helmat pensó en simplemente rendirse y volver, pero sería negligente de su parte hacerlo. Debía saber que era lo que había al final del camino, y juzgar si era una amenaza o no para su control sobre el castillo.
Por fin, los escalones acabaron, y lo hicieron de manera tan repentina que por un momento Helmat se tambaleó. Se preguntó por un instante que tan profundo estaban; suponía que bastante.
Fue allí, en las mismas entrañas del castillo, y a una gran distancia del exterior, que ocurrió. En ese silencio, una voz, la voz más desesperada que Helmat había escuchado en su vida, habló.
"A-Ayuda"
Y eso es todo por ahora. ¿Qué tal la reacción de Jon? ¿Y la batalla de Fuerte Terror? Sean tan amables de dejar sus opiniones en un review. Y si también quieren dejar sugerencias, pensamientos, críticas (constructivas) y más, pueden hacerlo. Serán muy bien recibidas, y debidamente contestadas.
Este capítulo me quedo bastante más largo de lo usual.
Bien, les comento, el viernes rindo un nuevo examen (¿Recuerdan ese que me fue mal? Pues este es el segundo intento que hago). Deséenme suerte. Si gustan, el otro martes les cuento que tal me fue.
Bien, ahora pasamos a un tema mucho más importante (al menos en sentido social): el Covid-19. Pues, las cosas por aquí están mal, siendo sincero. Sin embargo, no somos los únicos: he escuchado que en Europa, particularmente España, también ha vuelto a surgir. Por este y otros motivos no puedo más que suplicarles una vez más que tomen las debidas precauciones, tanto por ustedes mismos como por sus familias y comunidades. Piensen, si se vuelve muy molesto todo (como también está pasando por aquí) que cuidándose le pueden estar haciendo un gran bien a otros, que podrían contagiarse por medio de ustedes.
Bien, no tengo más que decir. Nos leemos en una semana si Dios quiere. Que estén bien (sobre todo de salud. Y que sigan así).
P.D: ¡Recién caigo que hoy es martes 13! Los de habla hispana (o sea todos) ¿creen en la superstición de que hoy es día de mala suerte?
