Bien, antes que nada, hola a quienquiera que lea esto.
Quiero agradecer sinceramente a Xechu. S, jean d'arc, Kirito 720, coki 13566, Luna y miguel por sus hermosos reviews. Muchas gracias por alegrarme el día con ellos. Y hablando de los mismos:
Xechu .S: bueno, antes que nada gracias, la verdad es que tuve mis problemas para escribir la reacción de Jon ante las noticias. Cómo que nunca me parecía lo bastante realista. Así que es bueno saber que convenció. ¿Te sorprendió lo de los gigantes? Lo cierto es que la idea de usar los escudos amarrados como protección fue algo espontáneo, pero me parece un buen primer intento de armadura. Ya luego iremos por algo más sofisticado. ¿Quién está encerrado? Buena pregunta, pero hay otra que quizás deberías hacerte: ¿por qué lo está? Ojala que todo siga bien por dónde estés. Un abrazo.
Jean d'arc: ¡holaaa! ¿cuál es ese jugador de fútbol del que hablas? Me da gusto que el asalto al castillo pareciera realista, y aquí se verán algunas cosas al respecto. Son grandes ideas para hacer prisioneros, y la de Robb es hasta cierto punto tentadora… pero, ay bueno, aquí verás, para que hacer spoiler. Si, Jon pasó por toda una montaña rusa el pobre. Cuidado con lo que quieres…..(Sonrisa enigmática). Bueno, hasta la próxima. Un abrazo y saludos a la familia.
Kirito 720: ¡qué onda! ¡Ah, a eso te refería con Jon y las relaciones! ¡Todo aclarado! Si, supongo que no puede haber algo épico en cada capítulo, pero aun así espero mantenerlos lo bastante interesantes para que merezcan ser leídos. Y sí, ¡por fin publiqué la caída del Fuerte Terror! ¡Ya era hora! Aquí verás más al respecto: el castillo tiene algunas cosillas interesantes para contar. Bueno, para concluir, en cuanto al asedio de Invernalia…al menos dos capítulos más. Sé que eso es una espera muy larga, pero es necesaria. En fin, un gran saludo y un abrazo, y que estés muy bien. ¡Hasta la próxima!
Coki 13566: jajaj, si viste, Jon tiene también su sangre de lobo, y la pobre Kyura pagó por ella. Tus adivinanzas fallaron, pero no están del todo erradas. Aquí verás algo más al respecto del ejército que viene desde el sur; bueno, más que "algo" pienso yo. Un saludo y cuídate.
Luna: jajajaj, me haces gracia. ¿Cuál es la última película de acción que viste? En mi caso, el Barón Rojo. Me gustó; no fue perfecta, pero para la época de rodaje estuvo bastante bien. No, tienes razón, está mal decirle a Jon sin tantear el terreno, pero bueno, lo hecho, hecho está. Hablando de las frutillas, aquí hay algo de ellas: creo que te gustará. Gracias por las ideas: siempre me gusta leerlas, sobre todo si son tuyas. Un beso y ojalá todo te vaya bien.
Miguel Giulia : casi no veo tu review. Estaba a punto de subir el capítulo cuando la note jajaj. Bueno, gracias a pesar de todo. Sí, la verdad es que hay mucho que hacer con los personajes secundarios, pero es difícil: si profundizo demasiado en ellos debo darles una personalidad, y eso nunca es fácil de inventar. Hay tanto que ver cerca del Foso, pero tomará lo suyo: de hecho, ya decidí que cerraré el arco en torno a Invernalia mucho antes de despejar los asuntos en torno al Foso. Sí, la verdad es que no he considerado mucho mostrar al resto de familias norteñas hasta que Invernalia haya caído, pero las mostraré, eso es seguro. En fín, gracias de nuevo por el review. Un saludo friolento (caluroso no porque ya llego el calor y me está matando) y hasta la próxima.
*Bien, ahora sí, basta de hablar. Vamos a lo que los trajo hasta aquí.
Disclaimer: todo lo que puedan reconocer pertenece a G.R.R. Martín. Yo solo lo uso para entretenerme y tratar de entretener a otros.
Val
Tras oír las noticias traídas por Howland Reed, Val había convocado con rapidez una reunión con los otros líderes del ejército. La Osa, su hija Lyra y Marlon Manderly habían sido los primeros en presentarse. Karstark y Norrey habían sido más lentos en llegar, consecuencias de las heridas adquiridas en la toma del Foso, pero lo habían hecho. También había una veintena más de personas, entre ellos Edgar Moss: todos eran lacustres como Howland Reed, montañeses como Garlon Norrey, caballeros como Marlon Mandery o guerreros importantes entre el Pueblo Libre como la misma Val.
"Lord Reed me ha informado de una nueva amenaza" empezó Val, directa y contundente "Un ejército se aproxima desde el sur" informó, observando las reacciones de hombres y mujeres con cuidado.
Marlon Manderly frunció el ceño, pensativo. Karstark masculló una maldición por lo bajo. Norrey y La Osa resoplaron. No había ninguna conmoción en sus rostros.
"El Trono de Hierro por fin hace algo" dijo Garlon con una mueca "Llevan estandartes con leones, ¿verdad?" preguntó en tono ansioso, mirando en su dirección.
Val mantuvo la mirada de Garlon por un instante antes de mirar hacia Howland Reed, en busca de respuestas. Aunque no creía ansiarlas ni la mitad que su segundo al mando.
Las palabras de Jon, de Mors y de muchos otros pesaban en sus consideraciones. Las historias que había escuchado de los sureños, de sus dioses, de sus costumbres, de los crímenes de algunos, como los Frey y los Bolton, y de la tolerancia de los demás arrodillados ante ellos. Todo pesaba en su mente, y sumado a su recelo, la llevaba a una conclusión: todo el que viniera desde el sur del Cuello era un enemigo potencial.
¿Qué más daba el símbolo que siguiera, si no era de los suyos?
"No" la palabra de Reed, pese a ser pronunciada con calma, pareció cortar el aire como un cuchillo "No llevan ningún estandarte. Tampoco llevan sigilos. De ningún tipo" añadió, su voz haciéndose ligeramente más grave en las últimas palabras.
Una de las cejas de Val se alzó, curiosa. ¿Los arrodillados no llevaban esas cosas para señalar de dónde venían, o a quién apoyaban? Mirando a los otros líderes del ejército, vio que estaban tan confundidos como ella.
"¿Quién rayos son?" preguntó Val, mirando instintivamente hacia Reed, esperando que de alguna manera pudiera saberlo. Pero el señor lacustre se limitó a negar con la cabeza brevemente, dejando en claro que no lo sabía. Tragando una maldición, la hermana de Dalla decidió presionar en busca de otras respuestas "¿Sabes qué tipo de tropas son? ¿O cuántos hombres tienen?" preguntó.
Reed asintió "Solo tienen caballería" afirmó.
Val apretó los labios, pensativa. Si solo tenían caballos se moverían más rápido, pero eso tal vez no fuera una gran ventaja, considerando la inestabilidad del terreno en el Cuello. Aun así, una pequeña ventaja seguía siendo una ventaja.
"Son unos quinientos hombres" concluyó Reed, ajeno a las cavilaciones de Val.
En cuanto esas palabras fueron comprendidas, los pensamientos de Val fueron ahogados por una confusión tan repentina que le tomó un momento darse cuenta de que había escuchado bien.
"Extraño" determinó Val, la palabra saliendo de sus labios sin su permiso.
Una rápida mirada a sus acompañantes mostró que La Osa, Marlon Manderly y Howland Reed pensaban como ella…u ocultaban sus emociones demasiado bien para que pudiera leerlas. No era el caso de Lyra Mormont, Harrion Karstark y Garlon Norrey; los tres eran presas de una confusión que se manifestaba claramente en sus rostros.
"Explícate" dijo Garlon, su ceño fruncido.
¿Por dónde empezaba?
Val inhaló profundamente antes de hablar "Todos nosotros sabemos que Foso Cailin es una fortaleza muy difícil de tomar. Lo sabíamos cuando decidimos atacarla, y lo comprobamos en carne propia" empezó, al tiempo que señalaba a aquellos que fueron heridos: Norrey, Karstark, la Joven Osa y ella misma "Sabiendo de la reputación del Foso, ¿creen ser capaces de tomarlo por el sur con tan solo quinientos hombres?" preguntó, ya suponiendo la respuesta.
Ambos hombres negaron, Karstark con más reticencia que los Norrey. La Hija de la Osa no se manifestó de manera diferente, pero también decidió hablar.
"La reconquista del Foso fue muy reciente; quizá sean hombres que apoyan a Roose Bolton, y no temen al Foso porque creen que aún está en manos del traidor"
"Si fuera el caso ¿por qué vendrían sin estandartes?" cuestionó Val "A los arrodillados os gusta mucho llevar estandartes" comentó. Desde que había cruzado el Muro, no había visto un solo grupo de peleadores sin emblemas. Los hombres de las montañas, los del Último Hogar, los Bolton y sus aliados. Ninguno de ellos había marchado o peleado sin llevar sus emblemas bien visibles.
"Tal vez no los llevan por temor a un ataque" sugirió Marlon Manderly, su mano acariciando su barba entrecana con aire pensativo "Después de todo, los enemigos de los Stark no son amigos de los lacustres"
Reed asintió con lentitud, en acuerdo con Manderly.
"¿Existe alguna posibilidad de que sean de los nuestros?" preguntó Norrey, su mirada, llena de incertidumbre, pasando por todos con rapidez.
"Ninguna" la voz de Lyra Mormont no dejaba lugar a réplica "Tomó lunas de esfuerzo, precaución y una cantidad inmensa de suerte para que lográramos reunir cuatrocientos veintinueve hombres, de entre miles que tenía el Rey Robb cuando cayó. Durante todo ese tiempo no oímos ningún rumor, ningún susurro, ninguna palabra de que hubiera tropas norteñas reagrupándose en otro lugar. No es posible que haya norteños aún en las tierras que están al sur" la amargura se mezcló con la determinación en el rostro de Lyra Mormont cuando volvió a hablar "Si no están con nosotros, ya están muertos" afirmó.
"Si las hubiera habido, Roose Bolton y los Frey las habrían atacado y destruido" añadió en ese momento La Osa, su rostro perfectamente compuesto, a excepción de sus ojos, tan atribulados como los de su hija "Roose Bolton no se arriesgaría a marchar hacia el Norte sin antes asegurar su retaguardia contra cualquier posible contraataque" concluyó, sus palabras ganando varios murmullos y asentimientos entre los arrodillados.
Val sintió su recelo por la mujer crecer una vez más. Alguien capaz de hablar de Roose Bolton con tanta certeza debía haberlo conocido de cerca.
Sin embargo, había asuntos más apremiantes que la convivencia de los presentes con el hombre que habría destruido al Pueblo Libre sin dudar de haber podido.
"Debemos prepararnos para pelear" afirmó Val en voz alta, esperando obtener el apoyo inmediato de todos.
Se decepcionó. Garlon Norrey y Edgar Moss asintieron sin dudar, y muchos de los caudillos del Pueblo Libre se sumaron pocos momentos después. Pero hasta allí llegó el apoyo. Los hombres del Joven Lobo y Marlon Manderly se mantuvieron en silencio, mientras que Karstark y La Osa fruncieron el ceño.
"¿Y si son de los nuestros?" mascullo Karstark.
"¿Y si no lo son?" espetó Val. Su ceño se frunció y, aún sin separar sus ojos de Karstark, alzó una mano y señalo a la hija de La Osa "Ya la escuchaste. No quedan hombres del Joven Lobo al sur. Todos están muertos" declaró.
"Pero los ribereños…" intentó rebatir Karstark.
"Se han rendido al Trono de Hierro. Algunos han entregado hijos como rehenes, otros han perdido todas sus fuerzas en la guerra del Rey Robb. La mayoría, ambos. No están en posición de ayudarnos, y dudo mucho que quisieran" el gruñido de Marlon Manderly era el de un hombre que no deseaba interferir, pero que lo haría de ser preciso.
"Esos hombres no son aliados" intervino Garlon. Su anterior incertidumbre había desaparecido, para satisfacción de Val.
"Eso no quiere decir que sean enemigos" el gruñido de La Osa llegó desde el otro lado de la habitación, y Val encontró su ceño fruncido con el de ella "Pero si los atacamos sin provocación, definitivamente se convertirán en eso"
Val no podía creer lo que escuchaba "Llegan a nuestras tierras en gran número, armados, y sin dar explicaciones ni señal alguna que los identifique. Ellos nos provocaron antes" replicó, sintiendo una pizca de satisfacción cuando nadie la contradijo "Debemos prepararnos para pelear" repitió.
"El Rey no nos ordenó involucrarnos en ninguna pelea" dijo entonces Maege Mormont, cambiando de argumento. Val no estaba segura, pero creyó escuchar algo de rigidez en la voz de La Osa.
"El Rey ordenó sostener el Foso" recordó Val "Quinientos jinetes de origen desconocido acercándose por el sur amenazan nuestro dominio sobre la fortaleza" insistió.
"Quizás" la voz de Reed era tranquila, especulativa, sus inquietantes ojos verdes perdidos en la nada "haya una forma de discernir si esos hombres son posibles aliados o enemigos encubiertos" afirmó.
Val miró a Reed con recelo, pero otros no tenían tales dudas.
"¿Cómo?" preguntó Garlon, su rostro rebosante de curiosidad, como un niño ante un fascinante objeto nuevo.
"Con un prisionero que está en Atalaya de Aguasgrises" respondió Reed "Merrett Frey"
Los ceños fruncidos se hicieron presentes en casi todos los rostros. Val no fue menos; sus ojos se entrecerraron mientras se preguntaba a qué se refería Reed, y porque mantenía con vida a un Frey tras lo que habían hecho, tanto contra su antiguo Rey como contra el actual.
"¿Crees que esa mierda cobarde puede saber de qué lado están los jinetes?" preguntó Lyra Mormont con incredulidad "Ha estado encerrado durante lunas" dijo, al tiempo que hacía un gesto con la mano.
"No puede saberlo, pero puede ayudarnos a saberlo" respondió Reed en voz austera.
"Explícate" dijo Val, su poca paciencia empezando a agotarse. Estaba harta de las malditas divagaciones.
"Si liberamos a Merrett…" las palabras de Howland Reed fueron calladas cuando una oleada de rabia surgió entre los norteños.
"¡¿Liberar a un Frey?!" rugió Harrion Karstark, sus grandes manos apretadas en puños.
"¡Eso nunca!" gritó Garlon. Pese a que su voz fue alta, no fue rival para la del hermano de Alys.
"¡Antes que verlo libre lo mato yo misma!" aulló Lyra Mormont, llegando al extremo de empuñar su maza, aunque el hombre con el que dispuesto a usarla estaba muy lejos. Sus ojos brillaban con determinación; Val estaba segura de que no exageraba en lo que decía.
Tras esos gritos, y con un rostro aún imperturbable, Reed continuó.
"Si lo liberamos, probablemente huirá hacia el sur, y eventualmente se encontrará con los jinetes. Mis hombres pueden vigilarlo mientras eso ocurre, ocultos en los pantanos. Si los jinetes son enemigos de los Stark, posiblemente lo acogerán entre ellos. Si son posibles aliados, lo aprisionarán"
Mientras los demás empezaban a hablar todos a la vez, tanto a favor como en contra, Val alzó la vista, pensativa.
El plan tenía mérito. Podrían saber a quiénes eran afines los hombres que se acercaban por el sur, y sin poner las vidas de los suyos en riesgo. Sin embargo, aún había algunos inconvenientes, y Val no dudó en exponer el que más la hacía recelar.
"Si hacemos eso, y si esos jinetes son nuestros enemigos" habló, su voz callando a las otras, cuyos dueños optaron por guardar silencio para escucharla "¿Qué impide que el Frey les diga que tomamos el Foso, u otra información importante?" esto lo decía bajo el supuesto de que estos hombres eran enemigos.
"Frey no sabe nada. No puede saberlo. En mis mazmorras no se permite a carceleros ni a nadie hablar. No tiene forma de enterarse de información importante" aseguró Reed, sus comisuras elevadas ligeramente mientras hablaba. Parecía un anciano amable dando indicaciones a unos niños.
"Pero les dirá que estuvo prisionero de tu gente. ¿No se preguntarán porque lo dejaste ir?" rebatió Val. Hasta dónde sabía, entre los arrodillados no era costumbre dejar ir prisioneros, al menos sin causa.
"Seguramente. Pero Merrett Frey es un cobarde y un adulador" dijo Reed con una voz que rayaba en el aburrimiento "No es el tipo de hombres que se guste ajusticiar, culpable o no. Además, probablemente inventara algo a su favor para evitar sospechas. Le favorecerá más que decir la verdad sobre su encierro" concluyó, perfectamente cortés tanto de rostro como de voz.
La hermana de Dalla tenía el presentimiento de que Merrett Frey, aun siendo un enemigo y estando encerrado, podría haber tenido sus utilidades. No estaba segura de si eso era algo bueno o malo, pero lo aprovecharía si pudiera.
La mirada de Val recorrió a la mayoría de los presentes, todos los cuáles la miraban expectantes, esperando sus palabras.
"Pondremos en práctica el plan de Reed" dictaminó, ignorando los ceños fruncidos y los murmullos de desacuerdo, los más fuertes proviniendo de Lyra Mormont "Nos prepararemos para una lucha, pero no atacaremos antes de saber si esos hombres son posibles aliados o enemigos" cedió, con lo que La Osa y, de manera más disimulada, Marlon Manderly relajaron la tensión en sus hombros "Si son aliados, enviaremos mensajeros al Rey para que nos diga cómo actuar" tomaría tiempo si lo hacían de esa manera, pero de ninguna forma Val permitiría que un ejército cruzara el Foso sin el permiso implícito de Jon "Y si son enemigos, haremos que lamenten haber llegado a nuestras tierras"
Helmat
Bajó la antorcha para ver mejor. Frente a ella, tras una serie de barrotes de acero, una niña pequeña la miraba con ojos tan llenos de esperanza que por un momento Helmat se sintió desconcertada.
"Ayuda. Ayuda…..por favor. Ayuda" siguió repitiendo la niña, su voz apenas más que un murmullo que escapaba de sus labios manchados de mugre.
Cómo si eso fuera una señal, un gemido se escuchó, un lamento inentendible que Helmat asoció con el sonido de un animal moribundo. Alzó más la antorcha, que reflejó cientos de sombras delgadas cuando las llamas hicieron visibles los muchos barrotes que se extendían hacia el frente.
Sin pensar, Helmat giró sobre sus talones y encaró a los demás "Volved arriba y traed ayuda, y también antorchas" dijo, al tiempo que hacía breves gestos hacia el hombre con el hacha de piedra y la mujer con una lanza de madera endurecida al fuego, que se apresuraron a perderse en las escaleras oscuras por las que habían llegado "Ustedes dos, sáquenla de allí y cuídenla" dijo, al tiempo que hacía un gesto de cabeza en dirección a la niña "Ven conmigo" dijo al último, un hombre desaliñado con un viejo casco de bronce por el que asomaban una serie de hebras largas de color sal y pimienta, al tiempo que volvía a girar y se adentraba más en ese lugar.
Lo primero que sintió fue el olor putrefacto, y un momento más tarde, en la celda junto a la niña, vio un cadáver tan hinchado que resultaba imposible saber si era hombre o mujer. Las ropas podridas delataron que la persona, quienquiera que fuera en vida, estuvo allí mucho tiempo antes de morir. Y desde que murió pasó mucho tiempo, cómo delataba el tono negruzco de la carne y los gusanos que reptaban por las cuencas vacían dónde habían estado los ojos. Helmat tuvo que resistir las náuseas cuándo vio las ratas que corrían sobre el cuerpo, mordisqueando con sus pequeños dientes todo lo que estaba al alcance. Algunos ojillos miraron en su dirección, pero sus dueños volvieron rápidamente a disfrutar del festín a su disposición.
Detrás de sí, Helmat escuchó arcadas, pero no dijo nada "No te alejes" dijo, para luego seguir examinando las celdas.
Los ocupantes de las siguientes celdas luego de la del cadáver estaban vivos. O algo así; respiraban, y se movían ligeramente, pero Helmat no llamaría a una existencia tan lamentable "vida". Sus ropas estaban podridas y sucias, aunque ellos mismos estaban aún más sucios. Sus rostros, manos y cualquier parte de sus cuerpos al descubierto dejaban notar sus huesos, que resaltaban sobre la piel sin problemas. La mierda y la orina salpicaban los suelos de las celdas, mezcladas con unas pocas hebras de paja vieja.
Helmat siguió recorriendo el pasillo que ya empezaba a odiar, encontrando personas en cada celda. A diferencia de la niña en la primera y el cadáver de la segunda, la mayoría de los otros prisioneros estaban encerrados en grupos de dos o tres. La mayoría estaban vivos aún, pero contó al menos a tres o cuatro muertos, a menudo yaciendo a pocos pasos de sus compañeros vivos.
Los ocupantes de las celdas, los que estaban vivos al menos, se acurrucaban en las esquinas de sus moradas, mirándola pasar con ojos llenos de temor. Nadie intentó decir nada, pero unos pocos intentaron ocultar gemidos que bien podrían ser de dolor como de temor. Alrededor de las bocas de algunos había restos de hebras de paja. Helmat esbozó una mueca al pensar en comer la paja sobre la que se había meado el día anterior. Había conocido el hambre, pero nunca hasta tales extremos.
Helmat acababa de apartarse de una celda en la cual un niño pequeño se aferraba a una mujer en la esquina de su celda cuando escuchó una serie de pasos desde el lugar dónde había venido. Pocos momentos después, una veintena de hombres y mujeres armados y con antorchas aparecían al otro lado del pasillo. Algunos corrieron en su dirección, pero los demás empezaron a examinar los cuerpos, sus rostros llenos de conmoción y desagrado.
"Abran cada una de estas celdas" ordenó Helmat "Sáquenlos a todos. A cada uno" enfatizó "Llévenlos a los patios exteriores. Sean cuidadosos" la mayoría de los que estaban encerrados parecían capaces de quebrarse con una brisa suave.
La mayoría de los recién llegados se apresuraron a obedecer, y el lugar no tardó en llenarse del sonido del metal siendo golpeado, junto con gruñidos y maldiciones.
"¿Quiénes son?" preguntó el mismo hombre con el que había empezado a recorrer ese lugar sombrío. Su voz estaba marcada por un profundo acento, el de alguien que no hablaba la Lengua Común a menudo "¿Por qué están encerrados aquí?"
"No tengo idea" reconoció Helmat "Pero no creo que estén aquí por ser leales a los Bolton"
Sigorn
La hoguera hecha con los restos de la horrenda silla no tardó en arder con fuerza, su primera víctima el gran estandarte con el hombre desollado. Por órdenes de Sigorn, los restos de la puerta arrancada por los gigantes avivaron pronto la hoguera, junto con cualquier estandarte que colgara de las murallas, torres y edificios del castillo. Las llamas en las que ardieron los hombres desollados no tardaron en ser casi tan altas como un gigante.
Lo curioso llegó en ese momento. Mientras los estandartes eran arrojados al fuego por unos pocos guerreros, muchos más se encargaban de los cuerpos. Los heridos tenían prioridad, pero también había hombres disponiendo de los muertos, no sin antes quitar las armas y armaduras que portaran, bien fueran aliados caídos o enemigos vencidos.
"Mi señor" una voz llamó, y fue esa sola cortesía la que llamó la atención de Sigorn. Inclinado sobre un cuerpo vestido con los colores Bolton, con un rostro atribulado, Bargon Flint miraba en su dirección. Era el quién había hablado "Venid a ver esto" sugirió.
Tras un momento de duda Sigorn se acercó, curioso.
Fue a pocos pasos del muchacho Flint que se dio cuenta. El casco del Bolton caído estaba descartado a un lado, ignorado y olvidado. Sin él, los rasgos estaban expuestos a los ojos.
Mejillas lampiñas.
Un mentón suave.
Orejas pequeñas.
Cabello lacio, rubio y largo. Muy largo.
El soldado Bolton muerto….era una mujer.
Sigorn se detuvo junto a Bargon, contemplando el cadáver con extrañeza. Las mujeres de los arrodillados no peleaban; eso estaba reservado solo a los hombres. Las llamadas Osas eran una excepción, sí, pero todas las demás mujeres arrodilladas no peleaban. Eso era lo que había sabido siempre.
Tiempo después, en cuanto todos los cadáveres hubieran sido alineados, los aliados de un lado y los enemigos del otro, Sigorn se dio cuenta que había muchas mujeres vestidas con los colores Bolton. Demasiadas. Al menos una cuarentena de cuerpos vestidos con los colores Bolton eran de mujeres, y ninguna tenía en la muerte el aspecto de una guerrera.
Casi como si sus pensamientos pudieran ser escuchados, una mujer de las lanzas alta y con una capa de piel de zorro alrededor del cuello habló en ese momento "Estas mujeres no son luchadoras" dijo, al tiempo que una expresión que bien podría ser tristeza se hacía presente en su rostro.
"¿Cómo lo sabes?" un thennita preguntó, inconsciente de que Sigorn había pensado en hacer la misma pregunta.
"Por sus manos" replicó la mujer, al tiempo que señalaba las de la mujer más cercana con su hacha de bronce "Son demasiado suaves" afirmó, al tiempo que caía sobre una rodilla y pasaba un dedo con un toque casi cariñoso por la mano de una mujer de cabello castaño rojizo y mejillas hinchadas "Estas mujeres no llevaban mucho tiempo usando armas" dijo, en un tono tranquilo pero certero.
Solo había una manera de que los Bolton pusieran gente sin experiencia en medio de la pelea: por falta de soldados. Sigorn se preguntó por un instante si las mujeres se habían unido a la pelea por miedo a represalias, o por temor al Pueblo Libre.
"Magnar" una nueva voz resonó, y un momento más tarde un thennita se aproximó a Sigorn, sus piernas dando largas zancadas "Su hermano ha encontrado algo. Dice que os interesará" afirmó, sus manos cruzadas tras su espalda.
"De acuerdo. Lidera el camino" instruyó Sigorn en la Antigua Lengua.
El hombre inclinó la cabeza por un momento en señal de deferencia, antes de girar y empezar a caminar.
"Ya sabéis que hacer" dijo Sigorn, dirigiéndose a todos los que estaban cerca "Tomen todo lo útil de los cadáveres, y luego quémenlos. Primero los nuestros" comandó, antes de seguir al enviado de Siegerd.
El sol había llegado a su punto más alto, las sombras proyectadas por los grandes edificios y las murallas del Fuerte Terror casi inexistentes. En ese momento, despejada de los estandartes con hombres desollados y bien iluminada, la fortaleza casi parecía un recinto que un hombre pudiera aprender a llamar hogar, en vez del monstro temible que asemejaba desde el exterior.
El mensajero de Siegerd lo condujo hasta una gran fortaleza de piedra que se alzaba entre otras más pequeñas hechas de madera. La puerta por la que entraron había sido destrozada, pero Sigorn ignoró esto, al igual que la sangre que manchaba el piso y los cuerpos que eran esculcados por los guerreros del Pueblo Libre, a favor de seguir al enviado de su hermano.
La habitación en la que estaban vencedores y vencidos tenía tres puertas además de la que acababa de cruzar, todas abiertas; el mensajero lo guio por la de la derecha sin dilación. Dos thennitas con largas lanzas y escudos redondos de color bronce montaban guardia a menos de treinta pasos, y otros dos en la bifurcación del pasillo. Ninguno intentó detenerlo; sin duda lo reconocían.
Doblaron a la derecha una vez más antes de bajar una escalera de piedra de unos veinte escalones; las paredes estaban desnudas, y ninguna tenía ventanas. Las luces de las velas en pedestales eran toda la iluminación que poseían. Tras recorrer un corto trecho y girar una vez más, en esta ocasión hacia la izquierda, Sigorn llegó a una nueva habitación, más pequeña que la que estaba en la entrada de la torre. Allí, al fin vio a su hermano.
Siegerd se encontraba con los brazos cruzados a la altura del pecho, su rostro fijo en dos grandes puertas de acero puro, las cuales estaban cerradas y hundidas en las paredes, mientras una veintena de hombres intentaban abrirlas. Maldiciones, gruñidos y jadeos llenaban el aire.
"Siegerd" llamó, al tiempo que se acercaba a él. Su hermano lo saludó con un breve asentimiento antes de hablar.
"Debes ver lo que encontramos" dijo, antes de señalar hacia el punto ciego de Sigorn, que giró la cabeza y vio que había una puerta muy similar a las dos que intentaban ser abiertas, solo que en el piso. A pocos pasos de ella estaba la entrada a la que pertenecía, flanqueada por nada menos que seis hombres totalmente armados. Y desde el interior, una serie de destellos llamaron la atención de Sigorn.
En cuanto cruzó el umbral, la boca de Sigorn se abrió. Sus ojos no podían creer lo que veían, y sin pensar extendió la mano, buscando confirmación de que lo que veía era real.
Riquezas. Oro, plata y cobre, además de algunas piedras preciosas. Estaban apilados en grandes montones, casi tan grandes como un hombre adulto, y llenaban toda la habitación, la cual era de un tamaño muy considerable.
Ygritte
"Me veo estúpida" la autocrítica salió de sus labios con el mismo tono que usaba cuando le decía a Jon que no sabía nada.
"Claro que no" contradijo Catelyn, su voz perfectamente equilibrada, aunque Ygritte creyó detectar algo de molestia escondida en ella "Te ves como una Reina"
Reina. Una Reina. Eso era lo que era, según Catelyn.
Pero Ygritte no se sentía una reina. Y ciertamente un cambio en su atuendo no la ayudaba a pensar lo contrario. Su vista fue hacia abajo una vez más, intentando ignorar la sensación de incomodidad ante la total carencia de armas sobre su persona.
Llevaba una túnica de lana de color gris con bordura de plata alrededor de los hombros y el cuello, el cual estaba al descubierto, al igual que principio del valle de sus pechos. Las mangas llegaban hasta la mitad de sus brazos, dónde se ceñían, y dejaban sus manos y muñecas totalmente descubiertas. La prenda se amoldaba a su cuerpo y caía hasta la parte baja de sus muslos, dónde dejaba paso a los pantalones blancos de piel suave. Ambas prendas habían sido terminadas pocos días antes por Catelyn, y estaban inmaculadamente limpias, además de no dejar entrever ni un solo remiendo, parche u otra seña de uso.
"Al menos puedo seguir usando mis botas" pensó para sí misma, fallando miserablemente en su intento de buscar las cosas buenas de la situación.
"Dime de nuevo ¿por qué estoy padeciendo todo esto?" preguntó Ygritte, buscando la importancia en las razones que Catelyn ya había expuesto ante ella una decena de veces.
"Porque llegaremos al Último Hogar muy pronto" repitió Catelyn con condescendencia, examinando las mangas y asintiendo con aprobación "Y como es la primera vez que los Umber verán a su nueva Reina, debes dar la mejor impresión posible" explicó.
"¿Y acaso no doy una buena impresión con mi ropa usual?" preguntó, aunque ya sabía la respuesta.
"Con ella pareces una mujer normal" replicó Catelyn, un pequeño ceño fruncido apareciendo en su rostro cuando la miró a los ojos "No lo eres Ygritte. Eres la mujer del Rey, y si esperas que te reciban como tal, debes ceder en algún aspecto"
Un gemido de impotencia salió de los labios de Ygritte, pero Catelyn lo ignoró a favor de tomar un pequeño recipiente de madera lleno de agua del suelo.
"Puedo hacerlo sin ayuda" replicó Ygritte; sabía a la perfección lo que pretendía Catelyn.
Catelyn no se dignó a responder. En cambio, prefirió usar la mano libre para rescatar un paño de lino húmedo del recipiente, en el cuál nadaban también varias flores, lavandas si no recordaba mal, que había recogido junto al camino y, tras escurrirlo del exceso de agua, empezó.
En cuanto sintió el toque de Catelyn sobre su piel, suave y cuidadoso, la madre de Minisa olvidó todo pensamiento de hacerlo ella misma.
Los ojos de Ygritte estuvieron abiertos en todo momento, fijos en los de Catelyn mientras los de la otra mujer estaban fijos en el punto preciso dónde el lino limpiaba. La pequeña tela recorrió su frente y luego el pequeño espacio entre sus cejas y el nacimiento de su cabello, para luego bajar a sus mejillas y al contorno de su nariz. La suave respiración de Ygritte se llenó del aroma que las flores impregnaban en el agua.
Ygritte sabía desde hace tiempo que el toque de Catelyn tenía mucho poder sobre ella. Aún recordaba la ocasión en que la mujer mayor había calmado los dolores en su pierna con tan solo sus manos. Si sus sentimientos hubieran sido tan claros en ese momento como ahora, Ygritte quizás habría deseado padecer más dolores durante el embarazo, solo para que Catelyn los aliviara. En esta ocasión no fue diferente; los movimientos lentos y cuidadosos de sus manos aceleraban la respiración de Ygritte, al igual que los latidos de su corazón. Estaba casi segura de que Catelyn podría oírlo retumbar con fuerza dentro de su pecho.
Catelyn ya había terminado con su rostro, y con el paño nuevamente húmedo tras un rápido pase por el recipiente, empezó a limpiar más abajo. Ygritte alzó la barbilla, dejando su cuello al descubierto, y tuvo que luchar contra un escalofrío cuando los mismos toques lentos y cuidadosos lo recorrieron. Era algo tan íntimo….sus ojos se cerraron y un pequeño jadeo escapó de sus labios cuando el paño húmedo corrió por el costado de su cuello, siguiendo la línea de su pulso.
Pero el siguiente jadeo fue más largo, más alto, y mucho más justificado. Porque el paño de lino había bajado todavía más, para luego detenerse…justo en la parte descubierta del valle de sus pechos.
Los ojos de Ygritte se abrieron al instante, y lo primero que vieron fueron unos hermosos gemelos azules mirando fijamente hacia ellos. En los ojos de Catelyn, Ygritte leyó nervios, sorpresa, e incluso vergüenza. Pero escondido en el fondo de los ojos de Catelyn había un brillo que delataba la existencia de un sentimiento más: lujuria.
Y fue eso lo que impulsó a Ygritte a llevar una mano hacia la de Catelyn, reteniéndola allí, a un pequeño movimiento de distancia de sus pechos cubiertos. Ésta vez, el jadeo escapó de los labios de Catelyn, pero no intentó apartar su mano, para deleite de Ygritte.
No supo cuánto tiempo pasó. No le importaba saberlo; no le importaba nada. El mundo de Ygritte se había perdido en los ojos azules antes ella, y no podía separarse de la persona a la que pertenecían. Ya nunca podría.
No hubiera querido más que abalanzarse sobre los labios entreabiertos de Catelyn y devorarlos hasta que los suyos no pudieran olvidar nunca más la sensación, pero su cuerpo parecía haberla traicionado, porque se movió con una lentitud casi dolorosa. Poco a poco se fue acercando, cada vez más.
Y más.
Y más.
Cuando finalmente sintió esa suave piel contra la suya, Ygritte creyó que las comisuras de sus ojos se humedecerían por puro alivio.
Los primeros movimientos fueron simples; breves roces de sus labios contra los de Catelyn, que aún sin moverse hacían hervir su sangre con puro deseo. Pero luego los besos se hicieron más duraderos, Ygritte deleitada con la sensación y embriagada por el sabor a la cerveza agria que habían bebido pocas.
Luego del primer beso, tantos días atrás, Catelyn nunca había vuelto a responder. Siempre era Ygritte quién los empezaba, y la única que se movía, para su secreta molestia y ligera frustración. Fue esta última la que, en un fugaz destello de sadismo, la hizo morder ligeramente el labio inferior de Catelyn, solo para aliviar la punzada un instante después con su lengua. Sintió a Catelyn estremecerse, y una sonrisa se abrió paso en sus labios, aún sin separarse de los de la otra mujer; era bueno saber que, si no podía hacer que Catelyn respondiera, al menos podía conseguir que no la ignorara.
En un audaz movimiento, Ygritte dio un paso al frente, su cuerpo pegado al de Catelyn, al tiempo que profundizaba el beso. Mientras eso pasaba, su mano libre iba a la cintura de Catelyn, haciendo estremecer a la otra mujer una vez más.
"Si alguien las viera ahora…." Murmuró una voz en su interior. Ygritte la ignoró, a pesar de que en lo más profundo de sí sabía que tenía que alejarse de Catelyn. Pero eso requeriría una fuera mucho mayor a la que Ygritte poseía.
Nada dura para siempre, y el beso no fue la excepción. Ygritte tuvo que reprimir un bufido de frustración cuando Catelyn retrocedió un paso y luego otro, alejándose de ella. Casi a la vez, sintió la mano de la otra mujer intentando escapar de su encierro entre la de Ygritte y el valle de sus pechos. No sin cierta resistencia, Ygritte dejó caer su mano para permitir el escape de la de Catelyn, quién de pronto había bajado la vista para no verla y se había sonrojado tanto que Ygritte creyó que saldría vapor de sus orejas.
Antes de poder decir nada, Catelyn dejó el recipiente y el trozo de lino en el suelo y empezó a revisar su ropa, ignorando con total descaro la mirada de Ygritte a favor de seguir con los preparativos para hacerla parecer la Reina que no se sentía.
Poco tiempo después, con un collar de ámbar en su cuello, dos pendientes a juego en sus orejas y una solitaria pulsera delgada de bronce tejido y oro viejo en su muñeca derecha, Ygritte llevaba más riquezas encima que en ninguna otra ocasión. Una suave piel de zorro alrededor de su cuello y hombros completó el trabajo de Catelyn, que dio un paso hacia atrás para contemplarla mejor.
"Una vez más: te ves como una Reina" alabó Catelyn, con una sonrisa tan hermosa que secó la boca de Ygritte.
Ygritte no se molestó en responder; era inútil. Respiró hondo, y antes de que pudiera pensarlo mejor y arrepentirse, giró y salió con rapidez del carro dónde había estado.
Puede que no lo pareciera por el momento, pero era una mujer de las lanzas, y malditos sean los dioses si se dejaba amilanar por alguien. Mantuvo la cabeza en alto en todo momento, haciendo uso de todas sus fuerzas en ignorar las miradas de estupefacción de todas las personas cercanas a ella, cuyos ojos llenos de incredulidad la recorrían de pies a cabeza.
Ygritte había entrenado, comido y bebido con muchas de las mujeres de las lanzas que ahora la contemplaban. Conocía sus nombres, a sus familias y a ellas mismas, en algunos casos desde hacía años. Se preguntaba si la seguirían viendo por lo que era en vez de su nuevo título, el cuál no deseaba, pero del que no escaparía.
"¿Listos para seguir?" preguntó Ygritte, proyectando toda la fuerza posible en su voz.
Fue un error haber hablado. Su voz pareció sacar a todos de su estupor, y casi al instante una docena de sonrisas que contenían una gran cantidad de burla se hicieron visibles. Las demás mujeres de las lanzas claramente divirtiéndose a su costa.
"Listos, Alteza" dijo Munda en tono de juego, al tiempo que hacía una mala imitación de las reverencias que Catelyn le había mostrado en una ocasión. Varias risas mal disimuladas se escucharon, provenientes de Assia, las hijas de Gerrick Sangrereal y las nietas de Ygon Oldfather, entre otras.
Contra su voluntad, las mejillas de Ygritte se tiñeron de rojo por la humillación, pero sus puños se apretaron por la rabia ante la burla.
Ygritte fulminó con la mirada a Munda "¿A Ryk le gusta sentir tus dientes cuando le chupas la polla?" preguntó, dejando que su molestia saliera con la letalidad de una flecha apuntada directamente a Munda.
La hija de Tormund parpadeó, confusa, pero Ygritte vio en sus ojos un brillo de reconocimiento a la mención de su compañero de amoríos, que había partido con Jon para hacer la guerra más hacia el sur.
"Si no borras esa estúpida sonrisa de inmediato, Ryk nunca más sentirá lo mismo, porque te bajaré todos los dientes a golpes" amenazó la madre de Minisa, más por rabia que por verdadero deseo de atacar a la hija del Matagigantes. Sabía que se veía ridícula, pero no apreciaba que se lo recordaran.
Munda alzó las manos en señal de rendición, al tiempo que su sonrisa desaparecía casi del todo. Ygritte, a pesar de no estar ni por asomo satisfecha, simplemente giró y, tras tomar a Minisa de las manos de una de las hijas de Sangrereal, se encaminó una vez más hacia el sur, intentando ignorar las miradas sobre ella.
Los pies de Ygritte ni siquiera se habían empezado a cansar cuando el Último Hogar apareció a la vista. No era el primer castillo que veía, ese lugar ocupado por el Castillo Negro en el Muro, pero aun así le arrebató el aliento. Tal vez porque a diferencia del Castillo Negro, el Último Hogar si estaba debidamente mantenido, o tal vez debido a que contaba, también a diferencia del Castillo Negro, con una alta muralla de piedra que se elevaba hasta el cielo.
"Entrégamela" la voz de Catelyn a su lado la devolvió en parte a la realidad, y sin protestar entregó a Minisa en los capaces brazos de la mujer, aún enfocada en la visión ante ella. Y en lo que significaba.
Ante ella, estaba su primera prueba autentica como Reina.
"Ygritte" la voz de Catelyn y el toque de su mano en su hombro cubierto bastaron para que la madre de Minisa finalmente apartara la mirada del Último Hogar, para dirigirla a la mujer a su lado "¿Recuerdas nuestra promesa?" preguntó.
El recuerdo vino a la mente de Ygritte con la velocidad de una flecha surcando el aire "Yo estaré a tu lado cuando me necesites. Y tú…" respiró hondo antes de seguir "Tú estarás a mi lado con esto de ser Reina" dijo, recordando esas palabras pronunciadas tantas lunas atrás.
"Tu estuviste a mi lado cuando te necesité. Yo haré lo mismo" aseguró Catelyn "Yo estaré a tu lado. No voy a dejarte sola. Créeme" concluyó, al tiempo que sonreía.
Ygritte le creyó. Con todo su corazón.
Catelyn
Acostada en la cálida y espaciosa cama que estaba en la habitación otorgada para su estancia en el Último Hogar, la mente de Catelyn revivió los eventos del día.
Ygritte lo había hecho bastante bien en su primera aparición como Reina. Pese a ser algo hosca y estar visiblemente incómoda con el trato que se le dispensaba, se había desenvuelto de manera satisfactoria con las personas del Último Hogar. La familia Umber, los sirvientes, guardias y demás habitantes de la fortaleza habían, si no aceptado, al menos respetado a la mujer del Rey en el Norte. Era un buen inicio.
Sin embargo, había una parte del día que tenía primacía sobre todas las demás en los recuerdos de Catelyn, y no era la entrada al castillo y el recibimiento que les brindaron, ni la sencilla cena en el salón principal que habían comido pocas horas después. De hecho, ni siquiera había ocurrido en el castillo, sino horas antes.
Catelyn sintió que el calor en sus mejillas aumentaba cuando los besos de Ygritte llegaron a su memoria.
Sin embargo, eso no era lo peor.
Lo peor era lo que ella…... lo que ella había….lo que su mano…
Catelyn sacudió la cabeza, antes de alzar la mano. La contempló con temor, como si fuera una bestia feroz que la acechaba, lista para atacarla en el instante en que bajara la guardia.
¿Cómo había sido capaz de hacer algo semejante? No lo sabía.
¿Qué la había poseído para hacer semejante cosa? No tenía idea.
¿Qué estaba pensando? Nada, evidentemente.
…..…¿Qué le estaba haciendo Ygritte?...
Lo admito: me gusta escribir sobre las pelirrojas. Me gusta mucho.
Me encantaría ya hacer lo de Invernalia, pero la mera verdad, creo que es tiempo de cuestiones menos vitales para la historia. Si no están hartos de la espera, posiblemente en dos capítulos más veamos el ansiado ataque de Jon al castillo.
Bien, quiero comentarios, opiniones, críticas, sugerencias y más. Todos serán muy agradecidos, y debidamente contestados. Y me arriesgo a decir que, después de lo de Ygritte y Catelyn, me los merezco ¿no?
No sé ustedes, pero a mí me tiene HARTO este asunto del Covid-19. Aun así, cuídense por favor.
Bien, intentaré traerles el siguiente capítulo en una semana, pero como siempre, no prometo nada.
Que estén bien (sobre todo de salud. Y que sigan así).
