Bueno, antes que nada, hola a todos y a todas [y si creen en el lenguaje inclusivo (como evidentemente no hace Word): a todes].
Muchísimas, pero de verdad muchísimas, gracias a pablo 21, jean d'arc, Xechu.S, Kirito 720, coki 13566, Luna e Isaac LB por sus reviews. Les juro que hacen un gran bien con escribirlos. Y hablando de lo que escribieron:
Pablo 21: está bien, yo acepto y sobre todo valoro la honestidad. Ojala pudiera darles algo épico en cada capítulo, pero eso está fuera de mis capacidades así que a conformarse, al menos por ahora. Jajajaj, bueno por fuera es malo pero se limpia rápido. Una vez iba en un carro de un amigo (el manejaba) y un amigo de él vomitó el respaldo del asiento. Costó un frasco lleno de desodorante sacar el olor jajaj. Bueno, gracias y cuídate. Saludos a los tuyos.
Jean d'arc: ¡qué onda! Busque goles de Abreu (te juro que de golpe me acorde de él cuando leí el nombre) y la verdad el tipo es (o era, porque lamentablemente ya se retiró) un genio. ¿Sabías que es uno de los jugadores que en más clubes ha jugado en su carrera? ¡29 clubes han contado con él! Bien, ahora, volviendo al capítulo, muchas gracias. Sí, sé que dejé muchas cosas abiertas, pero algunas de ellas se resolverán en este capítulo. Por ahora, gracias y ojalá que estés muy bien. Un abrazo a la familia y muchas bendiciones.
Xechu .S: sí viste, jajajaj, lo único que lamento es no poder escribir más rápido. Podría llenar capítulos enteros con las novias de Jon, estoy seguro. Un abrazo y buena semana.
Kirito 720: qué onda. Pues, yo la llevo dentro de todo bien, pese a una mosca muy molesta que me zumba en la oreja día y noche y pone a todos en casa medio locos. Pero bueno, vamos a algo más interesante: el capítulo. Sí, la idea de Howland es inusual, pero podría tener éxito. Y el asunto de los estandartes….bien, lo verás a su debido tiempo. Bien, las pelirrojas sacan sonrisas estando juntas, eso es inevitable, y no te apures, verás algo al respecto de la estancia de ambas en el Último Hogar (te recuerdo: aún no se van del castillo). Y hablando del Fuerte Terror, te respondo como a jean: aquí hay algunas respuestas, pero no todas. Ojalá te satisfagan. Sabes, la verdad es que tengo una historia en mente con Jon y Robb (y por cierto, no. No es ninguna molestia) desde hace varios meses, y aunque no es definitivo, creo que será la primera en ser publicada luego de acabar esta. Bueno, no te ilusiono, porque El Lobo Blanco aún no está ni cerca de terminar. Un gran abrazo y mucha suerte en todo.
Coki 13566: las tijeras son un clásico, pero si además tienes una idea innovadora para estas dos pelirrojas la acepto encantado jajaj. Lo has dicho mejor que yo: esto es el relleno, pero ya se viene el plato fuerte. ¿Me decís un anime que te haya gustado? En mi caso, FMA Broterhood. No me recuerdes esa noticia por favor; ya bastante malo fue leerla una vez, no echemos sal a la herida. Yo trato de no idolatrar a una persona, justamente por que pasa eso. Igual, debemos comprender que todos los famosos (actores, cantantes, pintores y más) también son humanos como nosotros, y tienen sus particularidades cómo cualquiera. Bueno, que estés muy bien. Un gran saludo.
Luna: si tú supieras a dónde va esa mano en el futuro la envidiarías con toda tu alma jajaj. Esas dos pelirrojas van a quemar algo si siguen así. A un tema menos lindo, aquí sabrás de los prisioneros en las mazmorras de Fuerte Terror. Un beso, ¡y aléjate de las pelirrojas (naaah, es jodaaaaa).
IsaacL B: qué onda. Tanto tiempo. Sí, Catelyn eta teniendo un cambio de mano. Espero cambiar a Jon para mejor, pero no hasta el punto en que sea perfecto; temo que volvería la historia demasiado predecible. ¿El reencuentro más esperado de Latinoamérica? Naaahh, no creo que taaaan así. La magia ya ha aparecido, y volverá a aparecer: mantén los ojos bien abiertos, a ver si la notas. Sí, lo cierto es que creo que me aferro demasiado al suspenso. Para ser honesto, creo que es uno de mis principales recursos para mantener interesados a mis lectores, aun exponiéndome a las amenazas jajaj. No te diré de Tyrion para no llevarte demasiado lejos antes de tiempo. Un gran saludo. Cuídate.
*Bien, ahora sí, basta de hablar. Vamos a lo que los trajo hasta aquí.
Disclaimer: todo lo que puedan reconocer pertenece a G.R.R. Martín. Yo solo lo uso para entretenerme y tratar de entretener a otros.
Jon
Le había tomado mucho tiempo controlar su ira. Demasiado. La noche había caído sobre el campamento cuando por fin había salido de su tienda.
Sus Guardias Personales lo habían mirado con precaución, como si fuera un lobo que en cualquier momento pudiera saltar a sus gargantas. Aun así, habían obedecido las órdenes de Jon. Mientras algunos se aventuraban en los carros llenos con los regalos personales de Manderly en busca de un catre y otros elementos para su tienda, los demás retiraban las réplicas destrozadas en medio de la ira de Jon.
"Rogar" llamó Jon, al tiempo que miraba al hijo del Burley sobre su hombro. Era, junto con Helga, los únicos que no se movían, encargados de protegerlo "Ve a buscar a Kyura" ordenó, consciente de como los ojos de Burley cambiaron cuando mencionó a la hija de Kyleg "Necesito hablar con ella"
Burley lo miró un largo momento antes de inclinar la cabeza "Rey" murmuró antes de alejarse.
Jon permaneció mucho tiempo en silencio, observando a sus Guardias trabajando, e intentando ignorar los muchos ojos que miraban disimuladamente en su dirección, intentando captar algo para saciar su curiosidad. Se preguntó cuántos habían escuchados sus rugidos de rabia y el sonido de la destrucción de cuánto había en su tienda.
"Rey" una nueva voz habló, y Jon miró sobre su hombro una vez más, viendo a Helga pasarse rápidamente la lengua por los labios antes de seguir "¿Es cierto que alguien intentó matar a tu familia?"
Jon hubiera agradecido que Helga no lo dijera de manera tan directa; tuvo que hacer un esfuerzo para reprimir un gruñido de rabia. Se limitó a asentir con brusquedad en dirección a Helga, esperando que su silencio fuera suficiente para que la mujer de las lanzas entendiera que no deseaba hablar.
Pero sus esperanzas se vieron frustradas cuando Helga abrió la boca una vez más.
"¿Quién sería tan tonto?" inquirió una vez más la mujer.
"Eso es lo que intento averiguar" pensó Jon, aunque no dio voz a sus palabras. Casi como si hubiera sido planeado, a lo lejos se distinguió a Gunthor Burley caminando hacia él; a su lado, Kyura hacía lo mismo.
Fue solo cuando estuvo a solas una vez más en su tienda, sin más compañía que Kyura y Fantasma, que Jon volvió a hablar.
"Siéntate" dijo Jon a la mujer. Pese a ser una orden, la suavidad que se había esforzado a reflejar en su voz podría haber hacho creer que era una invitación. Kyura se sentó, y dejó una serie de alforjas que había llevado sobre los hombros a sus pies. Tras dudar un segundo, Jon se sentó en la silla frente a ella. La mesa que los separaba, al igual que las sillas mismas, estaba hecha de roble finamente tallado, traídas desde Puerto Blanco por Lord Manderly.
"Dime todo lo que sepas de los asesinos" ordenó, sus ojos fijos en los de la mujer.
Kyura tragó visiblemente antes de responder "Eran tres hombres. Llevaban espadas y dagas. Tenían la edad de Val, o muy cercana. Estaban vestidos con pieles y lana, pero no eran de los nuestros"
"¿Cómo lo sabes?" preguntó Jon, buscando mitigar su ira recostándose del respaldo de su silla.
"Ygritte puso las cabezas a la vista de todos, y ofreció regalos para quién los identificara, pero nadie supo decirlo con certeza; los que dijeron algo se contradecían mutuamente" explicó Kyura, una mirada de disculpa en su rostro.
Jon no estaba sorprendido, aunque si decepcionado. Había tenido la ínfima esperanza de que alguien pudiera identificar a uno de los atacantes.
"¿Cómo fue que los asesinos se introdujeron el campamento sin que nadie lo notara?" preguntó Jon, al tiempo que se recriminaba mentalmente: por lo visto, sus disposiciones en torno a la seguridad no habían sido suficientes.
"Nadie lo sabe" dijo Kyura, al tiempo que sacudía la cabeza "Ningún guardia vio nada, ni hubo señal alguna de que las defensas habían sido forzadas" reconoció.
Jon se frotó la frente, pensativo. Si no hubo ninguna señal de entrada por la fuerza, eso significaba que los asesinos se habían introducido por medio del sigilo, tal vez engañando o distrayendo a algún guardia….o sobornándolo.
"¿Dónde estaban los guardias encargados del cuidado de mi familia?" inquirió Jon. Había aumentado el número de estos de manera sustancial antes de alejarse de Ygritte y Catelyn.
"Ygritte les permitió participar de la fiesta" contestó Kyura, bajando la voz a medida que hablaba.
"Y eso la dejó, junto a Catelyn y a nuestra hija, totalmente abiertas a un ataque" pensó Jon, sintiendo como su cabeza empezaba a palpitar. No sabía con quién estaba más enojado: si con Ygritte por su imprudencia, o con las mujeres de las lanzas por hacer caso omiso de sus órdenes precisas.
"Ya veo" murmuró.
"Rey" la palabra llenó la tienda por un largo momento antes de que Kyura prosiguiera "Ygritte me pidió que te entregara esto" dijo, al tiempo que se inclinaba, aún sentada, cogía las alforjas y las depositaba en la mesa.
"¿Qué hay allí?" preguntó Jon, sin hacer ningún movimiento para tomar las alforjas o abrirlas.
"Las posesiones de los asesinos: las ropas, las armas, todo" informó Kyura "Ygritte las revisó buscando alguna pista, pero no encontró nada. Pensó que tendrías más suerte que ella"
Jon asintió, ignorando esa parte de sí que lo instaba a quemar el contenido de las alforjas antes de que el hedor de las ratas inundara su tienda y la volviera inhabitable.
"Entiendo" murmuró el Rey en el Norte "Puedes retirarte" concedió luego de un momento, sus ojos separándose de los de Kyura.
"Rey" escuchó, y con el sonido de la silla arrastrada por el suelo, supo que Kyura se había levantado y se encaminaba hacia el exterior.
"No seas ingrato. Te ha hecho un gran servicio; merece una recompensa" una voz dijo en su interior. Era muy similar a la de Catelyn.
Solo le tomó un momento pensarlo.
"¡Kyura!" llamó Jon, al tiempo que alzaba la vista, a tiempo de ver cómo la hija de Kyleg se detenía y tras un largo momento, se giraba para encararlo una vez más "Tengo unos cuantos caballos pastando en los campos del oeste. Los nevados gemelos ya tienen dueño, pero los demás están libres" informó, al tiempo que una pequeña sonrisa aparecía en su rostro "Elige el que gustes. Es tuyo" declaró.
Kyura parpadeó, sorprendida "Rey…" empezó, solo para ser interrumpida.
"También hemos recibido armas y armaduras nuevas. Están custodiadas por Tormund. Dile que vas en mi nombre, y elige lo que gustes" continuó Jon, ligeramente divertido por los ojos abiertos y la mandíbula ligeramente floja de la mujer de las lazas "Considéralo un regalo por hablarme de mi hija" añadió, al tiempo que una sonrisa genuina aparecía en su rostro ante el pensamiento de su hija. Su niña. Minisa.
Por un instante, Kyura no reaccionó. Al siguiente, una sonrisa genuina apareció en su rostro: la hizo parecer más joven, más relajada y más alegre "Rey" dijo, y con un golpe en el pecho a modo de saludo, se retiró.
Catelyn
El gran salón del Último Hogar resonaba con las voces de cientos de personas que entablaban charlas mientras devoraban papilla bañada en aceite y pan. Las mesas bajas rebosaban con el sequito con el que habían llegado al castillo, mezclado con los guardias que no vigilaban las murallas y los exteriores del castillo y el resto de los habitantes de la fortaleza. Por cada hombre, había al menos seis o siete mujeres, la mayoría de ellas guerreras del Pueblo Libre.
En la mesa alta, una veintena de personas comían gachas, pan y tocino crujiente. Además de los miembros de la Casa Umber y el anciano castellano del Último Hogar, Catelyn también estaba sentada con una serie de mujeres de las lanzas, todas ellas hijas, nietas o amantes de caudillos del Pueblo Libre. La mayoría se limitaba a comer sin conversar, con la excepción de las dos personas más cercanas al centro de la mesa.
"Confío en que encontrasteis vuestras estancias acogedoras, Alteza" dijo Arna Umber, al tiempo que sostenía una copa en su mano. Debido a la escasez de vino y cerveza, bebían agua.
"Mucho, gracias" dijo Ygritte, su rostro manteniéndose firme y sus ojos fijos en los de la mujer Umber "mi señora" añadió tras un momento.
Catelyn estaba orgullosa de Ygritte; su voz no vaciló al usar la cortesía esperada. La única muestra de incomodidad, lejos de la vista de muchos, era cómo sus dedos jugueteaban por un instante con la cuchara de madera en sus manos antes de tomar una nueva cucharada de gachas.
"Debo disculparme por la carencia de nuestra despensa, y la escasez de nuestra bienvenida" dijo Arna, al tiempo que inclinaba ligeramente la cabeza "El Rey no nos había informado de vuestra inminente llegada cuándo se detuvo en el castillo" aclaró, con un borde afilado en su voz.
"Porque no tiene idea de que estamos aquí" pensó Catelyn, aunque nunca lo diría en voz alta.
"Él no considero seguro divulgar nuestro viaje hacia el sur. Temía que pudiera llegar a los oídos equivocados, y ponernos en peligro" la mentira, que Catelyn había contribuido a inventar, dejó los labios de Ygritte sin vacilar.
"Pero, hasta dónde he escuchado, la guerra prosigue en el sur" dijo Arna, una mirada sumamente preocupada "¿No es eso más peligroso que permanecer en el Agasajo?"
Catelyn sintió por un instante diez dedos fantasmales sobre su garganta, y luchó contra un estremecimiento. No discutiría las palabras de Arna Umber, pero no sería por falta de argumentos.
"No llamaría guerra a lo que ocurre en el sur" debatió Ygritte. Arna alzó una ceja, curiosa, y Catelyn misma se sintió confundida ante sus palabras "Guerra es cuándo ambos bandos pueden obtener la victoria. Y contra los norteños y el Pueblo Libre unidos, y además dirigidos por el Rey, no hay posibilidad para los Bolton" añadió con una sonrisa.
Por un momento, Catelyn no creyó en sus oídos. Al siguiente, una sonrisa que era a partes iguales sorpresa, emoción y aturdimiento apareció en su rostro. La convicción de Ygritte en sus palabras era más clara que el agua.
"Bien dicho, Alteza" respondió Arna con un asentimiento, una sonrisa muy difícil de fingir en su rostro.
El resto de la comida pasó con rapidez, y antes de que Catelyn pudiera ser plenamente consciente, se encontraba en el patio una vez más, dando sus propias despedidas y agradecimientos a los Umber, al igual que Ygritte y unos pocos más, entre los que se encontraban Assia y Srigda. Ygritte compartió algunas palabras en voz baja con una mujer llamada Dalla, que si no recordaba mal, era del Pueblo Libre y también una Umber, por sangre si no por nombre.
Fue solo cuándo hubieran salido del castillo, retomando su camino hacia el sur, que Catelyn se aventuró a abrir la boca, las palabras de Ygritte a Arna Umber aun pesando en su mente.
"Invernalia es un castillo muy grande; el más grande del Norte. Y bien guarnecido, no será sencillo de tomar" le comentó a Ygritte, quién estaba totalmente enfocada en una Minisa muy entretenida en jugar con el collar de ámbar que su madre llevaba.
Ygritte chasqueó la lengua, y sin dejar de usar su brazo derecho para asegurar un agarre firme sobre Minisa, sacudió la mano en un gesto despectivo hacia ella "Jon creció en Invernalia. ¿Crees que los Bolton pueden mantenerlo fuera de allí?" preguntó con el mismo tono con el que preguntaría si se puede volar.
Catelyn tragó saliva, repentinamente muy incómoda. No sabía que tan bien conocería Jon el castillo; había prestado tan poca atención a él durante la mayor parte de su vida como Dama de Invernalia.
Se avergonzó al recordar cuál había sido su manera de lidiar con Jon en esos tiempos: que no se acercara demasiado a sus hijos y que se mantuviera apartado de ella ante todo. Mientras el hijo ilegítimo de su esposo cumpliera con estas normas, a Catelyn no le hubiera importado lo que hiciera.
Cuándo se volvieron a detener el Último Hogar se había perdido de vista en el horizonte mucho tiempo atrás. Junto a ellos, un pequeño lago del que discurría un riachuelo que se aventuraba al sur les proporcionaba toda el agua que pudieran necesitar. Mientras todos dejaban caer fardos y armas y se sentaban para comer y descansar, Ygritte puso a Minisa en sus brazos y se refugió en el interior del carro en el que viajaban sus pertenencias, para salir poco tiempo después con su ropa usual, remendada y vieja, y una sonrisa tan grande que dejaba sus dientes al descubierto.
Catelyn se estremeció. No porque Ygritte hubiera renunciado a las joyas y las ropas nuevas con tal facilidad. No.
Fue porque, al ver esa sonrisa, sintió su corazón acelerarse y una inusual, pero no desagradable, sensación de picazón en sus labios.
Val
Val había concedido dar una oportunidad al plan de Reed, pese a las molestias de algunos. Sin embargo, se sentido común no le permitió relajarse, ni permitir que el ejército lo hiciera.
Los trabajos en las viejas torres del Foso se habían acelerado, al igual que la construcción de la nueva, cuya altura ya era casi dos veces más grande a la de la misma Val. Cuatro grandes grupos de soldados con espadas y hachas habían sido estacionados para defenderlas; Val no tenía intención de disolverlos hasta que no se hubieran ocupado de los jinetes. Los arqueros enviados hacia las tres torres originales compartirían un destino similar en los pensamientos de Val.
Se encontraba contemplando el entrenamiento de un grupo de hombres a caballo. Los jinetes cargaban a toda velocidad. Su objetivo, un pequeño tocón de madera sobre un poste del mismo material, se encontraba elevado a la misma altura que sus cabezas, en una representación del punto dónde estaría la cabeza de un jinete oponente. El objetivo era golpearlo en la única oportunidad que les concedería la velocidad de sus monturas.
Un hombre con chaleco de cuero y rizos castaños acababa de fallar un golpe cuando Garlon Norrey se acercó, seguido de cuatro hombres de los clanes.
"Manderly ya partió" dijo en voz baja, para no ser escuchado por nadie más. Val dio un asentimiento breve a manera de reconocimiento, y sin más Norrey se alejó, cojeando ligeramente a causa de su pierna que no se terminaba de curar.
En el caso de que los jinetes que se aproximaran fueran enemigos, Val no los dejaría escapar. Por ello, mientras los contenía por el norte, Marlon Manderly llevaría a medio millar de hombres, con ayuda de una flota de barcazas lacustres, y desembarcaría en el sur para evitar que se retiraran.
Tras contemplar unos momentos más el entrenamiento, Val se alejó en dirección a su propia montura. Poco tiempo después, acompañada por media docena de guerreros del Pueblo Libre, atravesaba las tiendas en dirección al lugar dónde los gigantes, algo apartados del resto del ejército, se ocupaban de sus mamuts. Solo estaban doce de ellos; los otros estaban ocupados, ayudando en la construcción de la nueva torre mediante el transporte de grandes fragmentos de la muralla rescatada de los pantanos.
Por fortuna, entre los gigantes estaba aquél al que Val buscaba: Mag el Poderoso, su líder.
Mag se encontraba sentado, su espalda encorvada mientras rompía un gran tronco podrido con sus inmensos puños. No tenía idea de porqué lo hacía. Val se adelantó, intentando ignorar el hecho de que, si quisiera, Mag podría aplastar su cráneo con la misma sencillez que a la madera podrida.
"Mag" saludó en la Antigua Lengua, la única que el gigante conocía "Debemos hablar"
"¿De qué?" gruñó el gigante tras un largo momento, al tiempo que se enderezaba a toda su altura. Aún sentado, superaba a Val por un amplio trecho.
"Se acercan hombres desde el sur" informó Val, al tiempo que una de sus manos se apoyaba de manera inconsciente en su cadera "Puede que necesite que tu gente pelee contra ellos" afirmó. Pese a que una parte de ella, la más traicionera, la urgía a pensar que tal vez no fuera necesario pelear, su instinto, ese en el que había puesto su confianza en más ocasiones de las que podía recordar, la enconaba a prepararse para una pelea.
Mag asintió una sola vez, su cabeza carente de cuello moviéndose con lentitud "¿Aquí?" dijo, al tiempo que golpeaba el suelo con un sucio puño de color grisáceo.
"No" dijo Val "Junto a las casas de piedra de los arrodillados" aclaró, usando el mismo nombre que le dieran Mag y los suyos a las torres del Foso luego de la batalla, cuando las habían contemplado por un largo tiempo.
Las peludas cejas de Mag se fruncieron "Las casas de piedra están en medio de tierra blanda. Ahí es difícil pelear" dijo.
Val asintió en acuerdo. Los gigantes podían ser descomunales de tamaño, fuerza y fiereza en batalla, pero también eran más torpes que los hombres. Eso volvía con certeza a los pantanos una amenaza más grave para ellos.
"Si un gigante quedara atrapado, harían falta la ayuda de los suyos o al menos una treintena de hombres para intentar rescatarlo" pensó Val, al tiempo que tragaba ante la idea de deber efectuar semejante rescate.
"Estoy consciente, y estoy pensando en algo al respecto" dijo Val.
No quería la muerte de ningún gigante, pero sobre todo de Mag; ni ella ni Jon podían permitirse perderlo. Si Mag muriera, otro gigante tomaría su lugar al frente de su pueblo, y puede que no fuera tan razonable con ellos como el Poderoso.
"No te pediré que te arriesgues más de lo necesario, pero es probable que te necesite, a ti y a tu gente. ¿Puedo contar con vosotros?" concluyó, al tiempo que extendía su brazo hacia él.
Mag la miró por mucho tiempo, antes de alzar su propio brazo. Su mano cubrió la de Val, y su brazo casi hasta la altura del codo, al tiempo que asentía una vez más.
Sigorn
El Fuerte Terror era inmenso; albergó a casi la mitad de su ejército dentro de sus murallas. Cada torre, cada almacén, cada cámara, cada pasillo, cada habitación, todos habían sido llenados hasta rebosar con el Pueblo Libre. Junto a la cara interna de las murallas las tiendas se valían de los altos muros para extenderse un poco más, al igual que en los patios. Los únicos puntos dónde no se permitía que se asentaran guerreros eran las celdas ubicadas en las entrañas del castillo, las bóvedas en dónde el oro y las otras riquezas se mantenía bajo una fuerte guardia, y los graneros y almacenes dónde se acumulaban las provisiones capturadas de los Bolton, junto a las suyas propias.
"Somos afortunados" dijo Hretghor, su barba de color miel cubriendo su boca llena de dientes amarillos y mejillas manchadas de mugre. Los ojos de todos los reunidos estaban en el caudillo proveniente de las profundidades del cauce del Asta "Hay cinco armerías en este sitio, y tres de ellas tienen armas hasta rebosar. Además, hay muchas armaduras" informó, ganando varios murmullos complacidos.
Sigorn se llevó una mano a la barbilla en un gesto pensativo. Lo que decía Hretghor era la última confirmación de los que ya sabía: los Bolton habían tenido más armas que manos capaces para utilizarlas.
"¿A cuántos podemos armar con lo que hay en las armerías?" preguntó Helmat. Su segunda al mando estaba a su derecha, su mirada enfocada no en Hretghor, si no en Bargon Flint.
El joven Flint era de los pocos que sabía contar con facilidad hasta números grandes, por lo que Sigorn le había encargado el conteo de armas, armaduras y otros elementos útiles en la batalla.
"Al menos a dos mil hombres con lanzas, a unos cuatrocientos más con hachas, y entre cien y doscientos con espadas" a medida que pronunciaba números, el muchacho alzaba los dedos, uno por uno "También hay armaduras para unos ochocientos más, pero la mayoría son de cuero; hay poco acero para protegerse. Y hay un millar de arcos" pese a notarse incómodo con la gran cantidad de atención, Bargon logró mantener una voz firme mientras hablaba. El respeto de Sigorn por el muchacho crecía poco a poco, lento pero con firmeza.
Una serie de sonrisas ansiosas, matizadas con orgullo, aparecieron a la vez, los caudillos encantados con la idea de tanto acero, para ellos y sus hombres.
"Un ejército marcha al ritmo de su estómago" había dicho el pad…el predecesor de Sigorn como líder de los Thenn en una ocasión. Fue esta lección la que incentivó a Sigorn a intervenir una vez más.
"¿Qué pasa con la comida?" preguntó en voz alta. Había visto una gran cantidad con sus propios ojos, pero había estado demasiado ocupado para detenerse a dar una mirada detenida.
"Los graneros están llenos casi hasta rebosar, y los almacenes también. Hemos encontrado uno bajo tierra, lleno de carne en salazón, jamones, cebollas y sacos de guisantes" habló en esta ocasión un anciano casi calvo, sus brazos adornados con brazaletes de madera y sus manos sobre el cinturón, de dónde colgaban una daga y un hacha corta, de hueso y piedra respectivamente "No sabemos si hay más comida oculta, pero podemos comer muchos días con lo que encontramos" dijo con una sonrisa en la que faltaban muchos dientes.
Sigorn asintió, satisfecho.
"También hay bebida" habló una nueva voz, y un momento más tarde Crymea se abrió paso entre dos mujeres de las lanzas para llegar al frente "Hay una bodega oculta cerca de la muralla que da al oeste. Tiene muchos barriles con cerveza, hidromiel y vino" dijo con una sonrisa, a la que se sumaron muchos otros, la mención de la bebida subiendo visiblemente el interés de los reunidos.
"Entiendo" dijo Sigorn, su rostro impasible "¿Alguien tiene algo…." no pudo terminar de formular su pregunta.
"Yo" dijo un hombre proveniente de los Ríos de Hielo, como lo delataban las marcas en su rostro y su cuello "Quiero saber quiénes son esos arrodillados que Helmat encontró encerrados" dijo, al tiempo que su mirada iba hacia la sobrina de Harma Cabeza de Perro.
Las miradas de la mayoría de los presentes fueron hacia Helmat. Sigorn no fue uno de ellos; Helmat y él lo habían hablado en privado y acordaron que ella se encargaría.
"Son prisioneros. La mayoría fueron capturados en Invernalia cuando los Bolton quemaron y saquearon el antiguo hogar del Rey" explicó Helmat, su rostro tranquilo y su voz firme.
"¿Cómo sabes que no mienten?" intervino una mujer de las lanzas con el ceño fruncido "Quizás solo dicen eso para que no los matemos" ofreció.
Sigorn debía reconocer que era una pegunta válida.
"Uno de ellos, una niña que responde al nombre de Beth Cassel, habló del Rey" el nombre no significaba nada para Sigorn, y por las miradas del resto de caudillos del Pueblo Libre, tampoco para ellos "Dijo cosas que no podría saber sin haber conocido el rostro del Rey. Incluso sabía el nombre de su lobo huargo. Es obvio que lo conoce" aseguró Helmat, aunque no bastó para convencer a todos.
"¿Estamos seguros de que no son una amenaza? Son arrodillados, después de todo" dijo otro caudillo, un hombre mayor que Sigorn con una larga cabellera dorada que caía hasta más allá de sus hombros.
"La mayoría son mujeres y niños" dijo Sigorn.
"Están enfermos y hambrientos. Además están débiles por el encierro; dudo que alguno tenga fuerza para levantar una espada, y menos para blandirla" añadió Helmat.
Muchos se encogieron de hombros o hicieron gestos que daban a entender que estaban satisfechos, pero unos pocos permanecieron con ceños fruncidos en duda.
"Hemos decidido llevarlos con nosotros cuando partamos al oeste para unirnos al Rey" anunció Sigorn, observando como algunos hacían muecas de rechazo ante la idea, pero no iban más lejos "El decidirá qué hacer con ellos"
"¿Y cuándo partiremos?" preguntó Crymea.
El silencio cayó sobre todos ellos por unos instantes; claramente nadie quería perderse la respuesta.
"Siegerd irá primero, para informar de todo al Lobo Blanco" dijo, al tiempo que señalaba a su hermano. Consideraba que era mejor así; después de todo, su hermano era guardia del Rey mismo "Los demás lo seguiremos después, aunque algunos se quedarán para cuidar el castillo. Tan pronto cómo las nuevas puertas estén listas para reemplazar a las antiguas, nos vamos"
Jon
"Rey" la voz de Alyra cortó el silencio en la tienda "Un caballero de Manderly está afuera" informó, al tiempo que hacía un gesto con la cabeza.
Jon asintió en dirección a la hija de Morna, antes de levantarse y encaminarse a la salida. Fiel a las palabras de Alyra, un hombre vestido con una capa verde mar y armadura completa esperaba afuera de la tienda, su cabello desaliñado de color cobrizo ondeando con fuerza ante el viento del norte.
Jon se acercó a él, siendo perfectamente consciente de que Alyra y otros cuatro de sus Guardias Personales lo seguían de cerca. No necesitaba mirarlos para saber que ninguno de ellos mantenía las manos lejos de sus armas. La desconfianza hacia los hombres de Manderly seguía muy presente entre sus filas.
"Su Alteza" dijo el caballero, al tiempo que se arrodillaba.
"En pie" dijo Jon, al tiempo que hacía un gesto con su mano "Vuestro nombre" exigió.
"Ser Archibald Woolfield" dijo el hombre "A vuestras órdenes, Alteza"
Si Jon no recordaba mal sus lecciones con el Maestre Luwin de niño, los Woolfield eran una casa jurada a los Manderly. La esposa de Wilys Manderly, el heredero de Lord Wyman, pertenecía a esa casa.
"¿Traéis un mensaje, Ser?" preguntó Jon, pese a que era obvio.
"Más bien un reporte, Alteza" dijo Ser Archibald "Los primeros trabuquetes ya están listos. Esperamos vuestras órdenes" Jon había prohibido la utilización artillería recientemente creada sin su permiso.
Jon había ordenado la construcción de veintitrés armas de asedio: once torres de asedio, nueve trabuquetes, y tres catapultas. La prioridad habían sido, y seguían siendo, las torres de asedio, pero las catapultas y los trabuquetes también habían sido construidos por decenas de hombres ansiosos, todos ellos bajo la instrucción de los pocos hombres, mayormente de Puerto Blanco, con experiencia en tales menesteres.
El camino pareció eterno, y a la vez tan breve. Jon se encontró deseando que fuera más largo.
No paso mucho hasta que Jon se encontró ante una multitud esperando. Cientos de hombres y mujeres, además de casi una docena de gigantes, se habían congregado en torno a los dos grandes trabuquetes, que se alzaban hacia el cielo, superando aún a los gigantes más altos.
Jon sabía que el Pueblo Libre había estado interesado en las armas de asedio desde que habían empezado a construirlas; nunca habían visto algo semejante, y muchos aún dudaban que fueran capaces de lanzar piedras de gran tamaño a tal distancia. Incluso los gigantes tendrían grandes dificultades para algo semejante. Sin duda la mayor parte de la multitud se había congregado para ver si los trabuquetes en verdad podían hacer lo que se les atribuía.
La multitud se separó ante su llegada, y Jon no tardó en encontrarse ante los trabuquetes. Docenas y docenas de rocas de gran tamaño, de varias arrobas de peso cada una, habían sido acumuladas en grandes túmulos que actuaban como frontera entre una parte de la multitud y las grandes armas. En frente de estos, varios gigantes se alzaban. Y rodeando las catapultas, unos pocos lanceros y otros hombres armados montaban guardia.
Jon había elegido personalmente a una serie de guerreros para liderar a los hombres encargados de guardar las armas de asedio, los cuáles eran tanto norteños como del Pueblo Libre. En el caso del trabuquete más cercano, la líder de la guardia era una mujer de las lanzas achaparrada y de grandes ojos oscuros llamada Lillow.
"Jon" saludó con un gruñido, sus ojos fijos en él.
"Preparen el trabuquete. Lo probaremos ahora" ordenó Jon.
Lillow se alejó para gritar una serie de órdenes. El brazo del trabuquete, alzado en diagonal debido a la gran caja llena de piedras y tierra que se aferraba a uno de sus extremos, fue bajado poco a poco por medio de las cuerdas que habían sido amarradas a él, de las cuales tiraban a la vez una docena de personas. En cuánto estuvo en posición, las sogas fueron amarradas y apretadas con fuerza a un saliente de madera creado para ese uso.
Mientras el brazo era bajado, uno de los gigantes cercanos cogió una gran roca, un objeto de múltiples caras, curvas y frentes, en sus grandes manos y se aproximó al extremo del brazo del que estaba sujeta una red hecha con anillas de acero entrelazadas entre sí. Con un solo movimiento, dejó la roca sobre la red y dio un paso atrás, al tiempo que una mujer de las lanzas y un thennita se afanaban en tomar algunas de las cadenas y sujetarlas sobe los lados de la roca.
En cuánto todo estuvo listo un hombre de torso gigante y brazos gruesos como troncos se adelantó, un gran martillo hecho de acero sólido sujeto entre sus manos.
"Alto" dijo Jon en cuánto el hombre se acercó al saliente del que se sujetaban las sogas conectadas al brazo de la catapulta. Ante las miradas confusas y atónitas de la multitud, Jon se acercó al hombre y extendió una mano en un pedido silencioso pero obvio.
El hombre parpadeó una sola vez antes de entregar el martillo de acero en manos de Jon. Con un simple gesto de la cabeza del Rey, dio varios pasos atrás, dejando a Jon solo con el martillo en las manos.
Sintiendo el peso del gran arma en sus manos, Jon deseó por un momento no haberlo pedido, pero sabía que ya no había vuelta atrás. Tenía que hacerlo. Debía hacerlo.
Jon dio una larga mirada hacia Invernalia, su mente inundada con recuerdos felices. Con Arya, su hermanita. Con Robb, su hermano y mejor amigo. Con el dulce y gentil Bran. Con el pequeño y vivaz Rickon. Incluso con la apropiada Sansa.
¿Había un lugar al que amara más que Invernalia?
"Y si lo amas tanto, ¿por qué vas a atacarlo?" preguntó una voz en su interior.
"Porque hay un monstruo en ella. Y si quiero defender mi hogar, tengo que atacarlo" replicó, decidido…..y dolido.
Apretando sus manos con fuera en torno al mango del martillo, y forzándose a ser fuerte, Jon lo alzó sobre su cabeza. Lo sostuvo en alto durante un instante, una disculpa hacia su familia en la punta de su lengua, antes de bajarlo con todas sus fuerzas sobre el saliente de madera.
Invernalia era su hogar.
El brazo del trabuquete se alzó con rapidez, y al llegar el extremo trasero a su punto más alto, la gran roca salió disparada hacia el frente.
El hogar de su familia.
La roca surco el aire con rapidez, el ángulo de su trayectoria llevándola de manera inexorable hacia las murallas de Invernalia.
Era una parte de su corazón.
La roca se sobrepuso a las murallas exteriores, para luego estrellarse con estrepito muy cerca de la cima de la muralla interior. La roca se fragmentó en numerosos fragmentos, en réplica del corazón de Jon.
Sé que este capítulo es, al igual que el anterior, un poco lento. Pero es necesario; quería mostrar algo de Ygritte como Reina, y también profundizar un poco en los sentimientos de Jon hacia Invernalia.
Bien, quiero sus reviews por favor. Cualquier consejo, comentario, crítica (constructiva), sugerencia, o más será bien recibido y contestado.
Una vez más: a cuidarse del covid-19. He escuchado que Europa central y occidental está teniendo rebrotes; todas las bendiciones y buenos deseos a ellos, así como a los que vivan en lugares dónde esta enfermedad este presente. Por aquí algunos cambios: varios miembros de mi familia ya lo tuvieron; algunos se curaron, otros deberían curarse en los próximos días si Dios quiere. Yo sigo sano gracias a Dios, aunque temo que el encierro está empezando a afectarme neurológicamente.
Bueno, intentaré subir otro capítulo el próximo martes, pero como digo siempre (y me parece que deben tenerlo en cuenta): no prometo nada.
Hasta la próxima, y que estén bien (sobre todo de salud. Y que sigan así).
