Bueno, como siempre, hola a quienquiera que lea esto.

Aquí está la siguiente parte de Manuelita….digo, de la historia (a ver si alguien la agarró). Antes de llegar a ella, quiero agradecer mucho a miguel Giuliano, Pablo 21, Kirito 720, SN likano, jean d'arc, coki 13566, Xechu S y Luna por sus reviews, que me alegran mucho cuando los recibo. Y hablando de los mismos:

Miguel Giuliano. Co: ¡hola! es un gusto leerte nuevamente. Bien, la primera parte de la incursión de Jon la verás en este capítulo, y ojala te deje satisfecho. Te agradezco las sugerencias, y pare ser sincero ya tengo planes al respecto, pero no nos adelantemos demasiado. He leído una historia dónde se hablaba de la creación de canales artificiales en las Tierras de los Ríos cómo un medio de defenderlas contra ataques externos, aunque eso tomaría muchos años y una gran cantidad de mano de obra. Bien, has tocado un tema muy interesante: LA EDAD. Sé que solo te refieres a la de Catelyn, pero eso es algo en lo que honestamente he pensado mucho últimamente. Bien, respondiendo a tu pregunta, Catelyn aún está en los treinta: le faltan varios años para llegar a los cuarenta, por lo que sí, aún puede tener hijos. De hecho, creo que la edad límite promedio para que una mujer sea madre es de 45. Es decir, biológicamente hablando las mujeres pueden concebir hasta padecer la menopausia (así lo tengo entendido), pero como esta ocurre en general a principios o mediados de los cincuenta el cuerpo ya es demasiado atrofiado para poder llevar un embarazo a término, por lo que es más probable que la edad límite promedio sea a mediados de los cuarenta. Bueno, dejando mi mala imitación de un académico de biología de lado, gracias de nuevo por el review. Un gran abrazo y hasta otra vez.

Pablo 21: ¡qué tal! Gracias por el mensaje. Me da gusto que el capítulo haya despejado algunas dudas, en los siguientes pretendo hacer lo mismo. Gracias por la paciencia, y ojala te guste algo de este capítulo también. Un saludo, y no te olvides de cambiar el aceite del auto con regularidad para no dañar el motor.

Kirito 720: hola, y lo mismo digo. Siempre es un PLACER seguir leyendo de ti. Te agradezco la comprensión, pero la verdad es que me frustra ligeramente no poder escribir como los meses anteriores. Cómo que se siente extraño tras tanto escribir, y lo mismo se aplica a la frecuencia con que publico capítulos nuevos. Bueno, de vuelta al capítulo, me alegro que te agradara. En la serie en verdad no se hizo mención a muchas cosas, y otras verdaderamente no tuvieron sentido. Que Invernalia con 8.000 años no tenga pasajes, túneles secretos, bóvedas escondidas, tesoros ocultos y otras cosas ya se me hace muy improbable, por no decir imposible. Bueno, gracias de nuevo y un gran saludo. Nos vemos.

S Nlikano: bueno, pues muchas gracias. Me alegra que tengas en buena consideración los pensamientos de los personajes: aquí habrá más al respecto, junto con algunas cosas más. Más que martes, llego el viernes, pero ojalá aun tengas ganas de leerlo. Hasta la próxima y que estés muy bien.

Jean d'arc: ¡holaaaaa! Bueno, antes que nada, que gusto que sigas aquí. Eres de fierro. Gracias por la comprensión en cuanto a lo de la demora. Yo soy más de los videojuegos de estrategia que de aventura, pero entiendo a qué te refieres. No, no, lo de los barrotes mató el aire de videojuegos me temo. Aquí está el próximo capítulo. Un gran abrazo y un beso a la familia.

Coki 13566: es cierto, es cierto. La humildad es una virtud….y la higiene es un privilegio ajajaj. Hey, la idea del one-shot es bastante buena, pero creo que querría salir un momento del universo de Martín y tratar con otro. Tal vez LOTR, HP o Narnia. Pero por el momento estoy más centrado en Jon en Invernalia; quizás luego haga eso. Bueno, cuídate mucho y que estés bien.

Xechu .S: bueno, muchas gracias. Me fascina el tema que mencionas, pero yo soy más de Path to Valhalla de Zerganada. Bueno, un saludo grandote y hasta otra ocasión.

Luna: si, aunque más que Jumanji, creo que esto pinta más para el estilo de Indiana Jones. Sí, hay que dejar descansar a las frutillas…..les va a hacer mucha falta pronto ;) Yo los preciso a ustedes tanto como ustedes a mí. Sí, ojala el bloqueo termine pronto. Un gran abrazo y que sueñes con pelirrojas.

*Bien, ahora sí, basta de hablar. Vamos a lo que los trajo hasta aquí.

Disclaimer: todo lo que puedan reconocer pertenece a G.R.R. Martín. Yo solo lo uso para entretenerme y tratar de entretener a otros.

Galbart

"Dieciocho" dijo, al tiempo que arrojaba el tronco de madera. Las llamas lo devoraron con voracidad mientras Gabart se levantaba "Ve a despertar a mi hermano, y luego despertad a todos" instruyó a Larence, al tiempo que se dirigía a la tienda más cercana.

A base de sacudidas y leves patadas, los siete hombres en la tienda se despertaron con gruñidos y maldiciones bajas. Momentos más tarde se ponían sus ropas al tiempo que se separaban para despertar a sus compañeros de otras tiendas.

No tomo mucho tiempo para que todos los hombres de Bosquespeso estuvieran despiertos, sus ojos cansados y sus manos apretando las armas que habían agarrado en estado de somnolencia. Los bajos números de Galbart eran el principal motivo de ello.

Galbart los contempló con cuidado, sus rostros iluminados por las llamas de las antorchas que algunos habían traído con ellos.

"Formad" ordenó Galbart, su voz atravesando el aire helado de la noche. Con más lentitud de la usual, sin duda surgida por el sueño aún presente en muchos de ellos, sus hombres se agruparon en tres columnas delgadas apiñadas entre sí, flanqueadas por los sargentos. Al frente, con una mirada que era a partes iguales desconcierto y cansancio, se encontraba Robett, su coraza puesta de manera apresurada y su cinturón torcido.

"Seguidme" ordenó, al tiempo que giraba y empezaba a caminar. Detrás, el sonido de numerosas botas contra la nieve que cubría el suelo indicaba que su orden había sido obedecida.

El campamento dormía; Galbart podía escuchar las respiraciones acompasadas y los ronquidos de hombres y mujeres en el lecho del sueño. Por doquier se podían ver cuerpos dispersos, cubiertos con mantas o capas de piel o lana. Algunos usaban escudos o cascos para apoyar sus cabezas. Otros se apoyaban mutuamente en la espalda de un compañero para dormir sentados.

Pocos reaccionaron al paso de Galbart y los suyos, y los que lo hicieron se limitaron a mirar por unos momentos antes de volver a dar prioridad a su sueño.

No había caminado ni cien pasos cuando su hermano se acercó por detrás, sus piernas dando largas zancadas para alcanzarlo.

"¿Adónde nos dirigimos?" preguntó, directo y con la voz salpicada de cansancio.

"A los trabuquetes" murmuró Galbart, parpadeando cuando un copo de nieve cayó muy cerca de sus ojos "Debemos reemplazar las piedras con barriles de brea y arrojarlos contra Invernalia" informó.

Robett abrió sus ojos, el sueño ahora totalmente alejado de él "¿Él sabe de esto?" dijo, al tiempo que hacía un gesto con la cabeza.

Galbart no tuvo dudas de a quién se refería su hermano al decir él "El Rey lo ha ordenado" confió, bajando un poco más la voz. Ni él sabría decir a que se debía; no estaba haciendo nada que pudiera ser considerado reprochable. Solo seguía las órdenes del Rey.

Los labios de Robett se fruncieron por un largo momento mientras seguían caminando.

"¿El Joven Lobo habría quemado Invernalia?" preguntó Robett, su mirada perdida en algún lugar frente a él "¿Habría convertido en cenizas el hogar de su padre?"

Había una clara desaprobación en la voz de Robett, y Galbart prefirió no responder, al tiempo que agradecía que el Rey Jon no estuviera escuchando su conversación. Después del último encuentro entre su hermano y el monarca, Galbart no deseaba que su hermano provocara más tensión entre ambos.

A medida que se acercaban, el sonido de la madera rechinando por los movimientos bruscos y el silbido de objetos pesados surcando el aire empezaron a llenar sus oídos. En la lejanía, una serie de figuras oscuras se recortaban contra numerosas luces amarillas, lo bastante lejos de las tiendas para que sus ocupantes no les prestaran atención. Los sonidos provenían de allí; el primero siempre era seguido por una gran sombra alargada que se elevaba hacia el cielo con rapidez, y durante los breves momentos en que el segundo se escuchaba, la sombra volvía al suelo con menor velocidad.

Las formas oscuras más pequeñas fueron adquiriendo rasgos y constituciones diferentes a medida que Galbart y los suyos se acercaban. Otras más grandes dejaron al descubierto brazos y cuerpos sumamente peludos cubiertos con retazos de pieles de diferentes animales cosidos entre sí. Hombres y gigantes detuvieron sus movimientos al ver llegar a los hombres de Bosquespeso.

Galbart contempló por un largo momento a todos los que estaban ante él, desde los gigantes que cargaban las municiones en los trabuquetes hasta los hombres que operaban las máquinas de asedio, pasando por los guardias armados con hachas y lanzas. Se acercó a uno, un hombre del Pueblo Libre con una gran capa oscura con rayas blancas sobre sus hombros y una barba trenzada de color caoba.

Inclinó la cabeza en un saludo que fue respondido por uno muy similar "¿Los barriles?" preguntó, preguntándose por un momento si el hombre sabría a qué se refería.

Si lo sabía, pues no dudo un momento en señalar con su lanza hacia un rincón oscuro, dónde muchas formas bajas y gruesas se mantenían inmóviles.

Con un gesto hacia el hombre y otro a los suyos, Galbart se encaminó hacia dónde se le había indicado, encontrando numerosos barriles. Sesenta. Setenta. Puede que ochenta.

"No acerquen las antorchas a los barriles" ordenó por sobre el hombro, completamente consciente del riesgo. La vista de algunas manchas oscuras sobre los barriles borrando cualquier duda sobre el contenido de estos "Llevadlos hacia los trabuquetes" comandó Galbart a sus hombres "Y sin importar lo que pase, no los acerquéis a las hogueras ni las antorchas hasta que lo ordene personalmente"

Jon

Había salido del pasaje con rapidez, dejando caer la cubierta de madera del mismo con sumo cuidado. Sobre él, un techo compuesto por largos maderos mal alineados dejaba distinguir la caída de la nieve que aun llegaba del cielo; unos pocos copos parecían escabullirse entre los maderos y caer a él. A sus costados y espalda, tres paredes iguales al techo lo bloqueaban de la vista de cualquier ojo que pudiera estar mirando hacia allí.

El silencio era total; lo único que Jon escuchaba era su propia respiración y el latir de su corazón. La falta de luz en las cercanías o de presencia alguna en ese lugar, aparte de la suya, le dijo a Jon que los Bolton no consideraban esa parte del castillo importante, y que no tenían idea de que estaba aquí.

"Tengo la sorpresa" pensó Jon. Sabía que sin ella su plan estaba irremediablemente condenado.

En su niñez, Jon había sentido que Invernalia no era el lugar dónde debía estar, aunque la sensación había sido considerablemente más fuerte en unos momentos que en otros. Nunca se sentía más fuerte que cuando su padre recibía a los señores del Norte; él era dejado detrás de los demás, o en ocasiones ni siquiera se le avisaba de la llegada de estos hasta que se habían presentado a su padre, con Robb y en ocasiones los otros junto al Señor de Invernalia para recibir a sus huéspedes.

Pero ahora, por primera vez en su vida, Jon era el visitante, y al mismo tiempo, sabía que en verdad era lo más lejano posible de uno. Era un intruso.

"¿Pero un intruso en verdad conocería el lugar por dónde se escabulle?" preguntó una voz con un tono burlón en su interior.

Se asomó con cuidado, oteando los alrededores. No había nadie. Ningún ojo en la oscuridad observando, ningún oído escuchando. En los edificios cercanos había pocas ventanas, y ninguna tenía el color amarillento de las llamas; todas eran oscuras. En la lejanía, sobre el contorno oscuro de las murallas, pocas luces se movían, pero dadas las distancias, no había forma de que sus portadores pudieran ver a Jon. Y hacia el oeste, a muchos pasos de distancia, una forma larga y oscura se elevaba.

Era allí.

Con una respiración profunda, cogió una daga en su mano derecha y salió de su escondite, empezando a moverse hacia su destino.

El edificio más cercano era un gran almacén. Jon se ocultó entre las sombras junto a la pared que daba al norte antes de correr un breve trecho y ocultarse junto a un granero aún más alto que el almacén. Lo rodeó con su espalda apoyada hasta encontrarse separado por unos diez pies de un nuevo almacén. A diferencia del anterior, este era subterráneo, con solo la parte superior expuesta a los elementos. Jon se debió inclinar para evitar que la parte superior de su cabeza quedara expuesta. Recorrió unos treinta pasos antes de separarse del almacén y lanzarse con rapidez dentro de un establo abierto en el cuál no había caballos, tan solo una mula vieja y mal alimentada que no pareció percatarse de su presencia.

¡Awooooooooo!

La sangre de Jon se congeló en sus venas, y sus ojos se abrieron totalmente al escuchar el inconfundible sonido de un cuerno de guerra.

"Saben que estoy aquí" fue su pensamiento, y sin darse cuenta llevó su mano libre hacia su espada. La cogió con fuerza, y casi esperaba que entre los fardos de heno salieran soldados Bolton cuando se dio cuenta de un grito solitario….que estaba muy lejos de allí.

Esperó un momento, y otro, y otro, y resistió el impulso de salir del establo con un grito en los labios y dispuesto a llevarse a tantos Bolton con él como pudiera. Su corazón se había desbocado, y su mente traicionera le mostró vívidas imágenes de Catelyn e Ygritte.

"No sabes nada Jon Nieve" casi le parecía escuchar la voz de Ygritte "¿Quién rayos estará con nosotras ahora?" sintió como si un cuchillo hubiera sido clavado en sus tripas "Minisa crecerá sin un padre por tu estupidez" el cuchillo se retorció, y las náuseas llenaron la boca de Jon.

"¿Qué he hecho?" pensó Jon, luchando contra la oleada de culpa que lo abrumaba, buscando ahogarlo.

¡Awooooooooooo!

El segundo toque del cuerno se escuchó, el sonido igual de grave que el de su predecesor, y Jon…se dio cuenta que había sido muy lejano. Demasiado lejano.

"Ese no es un cuerno Bolton" comprendió Jon con realización "Eso es una finta" suspiró, sintiendo como un peso abismal se desvanecía de sus hombros.

Por un instante, el alivio lo abrumó, con tanta fuerza que tuvo que luchar para no reír a carcajadas.

Maldiciéndose a sí mismo por haber olvidado sus propias órdenes, Jon recuperó el aliento y devolvió su espada a su cinturón antes de seguir adelante. Sus pies fueron más rápidos, sus manos no se alejaron de sus armas, sus oídos se mantuvieron alertas a cualquier sonido cercano, y su corazón fue obligado a latir más despacio.

Evitó alejarse de las paredes, ocultándose todo el tiempo posible en las sombras que estas proyectaban. Se movió con la mayor fluidez posible, deteniéndose brevemente en cada esquina y giro, y solo avanzando al comprobar que no había nadie al otro lado.

Sus botas apenas hacía ruido, y al mismo tiempo cada paso parecía resonar con estruendo.

"Las sombras son amigos de los hombres que visten de negro" Jon luchó contra un escalofrío cuando recordó a Qhorin Mediamano decirle esas palabras. Las había creído entonces, y aún lo hacía ahora.

Las palabras de Qhorin se demostraron una vez más ciertas cuando se ocultó debajo de uno de los puentes colgantes del castillo, las sombras protegiéndolo de varios soldados adormilados que regresaban entre traspiés a un cuartel, murmurando lo que parecían maldiciones. Ninguno de ellos vio a Jon mientras volvían a entrar, el último cerrando la puerta con demasiado vigor.

Jon esperó. Cuando consideró que los soldados Bolton ya habían caído dormidos, salió de su escondite con rapidez, tomando un desvío para evitar las ventanas del cuartel, ubicadas en su mayoría en el frente.

No se atrevió a tocar las paredes de madera del cuartel, temiendo causar sonido alguno. Se escabulló por la pared lateral, encogiéndose al pasar debajo de la única ventana en ella, no escuchando nada más que ronquidos y respiraciones regulares desde el interior. Siguió adelante, y en su concentración por mantenerse en silencio y buscar cualquier sonido a su espalda, se olvidó del frente.

Ocurrió cuando giró y llegó a la pared trasera del cuartel.

Todo pareció suceder con una lentitud abrumadora.

Jon vio ojos oscuros y una nariz porcina sobre un bigote desgreñado.

Sus manos se movieron sin pensar. Una de ellas cubrió una boca que no era la suya, y la otra empuñó el cuchillo. Sintió la ligera presión de la tela y la carne, seguida casi de inmediato por el arrastre del cuchillo contra el hueso antes de detenerse.

Jon vio cómo los ojos oscuros se abrían de realización, y sintió su mano vibrar con un breve grito que lucho y falló en liberarse. Dos manos se aferraron a sus hombros con fuerza por un instante antes de caer a ambos lados, toda su voluntad perdida. Sin pensar, la mano de Jon soltó el cuchillo para ayudar a caer al cuerpo en total silencio cuando sus piernas no lo sostuvieron más.

El hombre parecía sorprendido; sus ojos estaban completamente abiertos, y sus labios estaban separados, dejando ver varios dientes blancos y torcidos en su interior. Estaba indudablemente muerto, la daga enterrada hasta la empuñadura en su pecho, justo a la altura de su corazón.

Jon sintió cómo el alivio lo inundaba al comprobar que no había nadie cerca; ninguna voz o sonido que atrajera la atención hacia ese lugar, ningún grito o cuerno de alarma señalando la presencia de un intruso. Resistió el impulso de suspirar al recordar que estaba junto a un cuartel lleno de soldados iguales al que acababa de silenciar.

Hubiera deseado seguir adelante, pero sabía que antes debía esconder el cuerpo. No podía dejarlo allí. Lo alzó sobre él y se movió hacia una esquina oscura en la que varios toneles habían sido depositados, en la parte trasera de un pequeño almacén. Más de un gruñido escapó de él por el peso repentino y el agudo ardor que causaba el esfuerzo en la herida de su brazo.

Ocultó el cadáver contra la pared de almacén, rodeado de barriles altos. Retiró la daga y la limpió con las ropas del soldado, teniendo cuidado de no dejar la tela teñida de rojo a la vista. Desabrochó el cinturón con la espada y lo escondió en uno de los barriles, que estaban vacíos, antes de cerrar los ojos oscuros que parecían seguirlo.

"Casi parece dormido" pensó, notando las facciones tranquilas y los miembros relajados. Desde cerca, y a pesar de la oscuridad, resultaba obvio que sus ropas eran demasiado rojas a la altura del pecho, pero Jon no creía que con la distancia fuera tan evidente "O desmayado tras haber bebido demasiado" Jon dio una breve plegaria a los Antiguos Dioses para que si el cuerpo fuera visto demasiado pronto los descubridores lo creyeran así. Al siguiente momento se alejaba de allí.

Pasó junto a otro cuartel, frente a una serie de escaleras que llevaban a la cima de un granero, debajo de tres puentes colgantes más, rodeando almacenes y atravesando establos. En una ocasión creyó distinguir ladridos de perros en la distancia; se estremeció al tiempo que su mano se aferraba con más fuerza a la daga, recordando a las bestias del bastardo de Bolton en el campo de batalla.

Por fin, tras un tiempo demasiado largo, y a más de doscientos pies de distancia, Jon finalmente la vio.

La torre.

No era demasiado alta, no más de quince pies de altura. Era más bien rechoncha, de base cuadrada y robusta. Negra y lisa, parecía mezclarse con la oscuridad de la noche. Solo había una ventana a la vista, un lugar estrecho y alargado que podría fácilmente pasar por una tronera, ubicada casi en la cima, cerca del techado de losas rojas que coronaban la edificación. Jon tal vez no la habría visto de no ser por una solitaria vela que se ubicaba en ella.

Sin embargo, los ojos de Jon se detuvieron un tiempo más considerable en la parte inferior del edificio. Una fogata estaba encendida a pocos pasos de la entrada, y a su alrededor había cuatro soldados con el emblema del hombre desollado. Dos más flanqueaban las puertas. Jon se mordió el labio con fuerza, reprimiendo tanto la maldición como el gemido de incredulidad que quiso escapar de su boca.

"No se suponía que fueras seis hombres" pensó "Solo eran dos. Reyt juró que solo eran dos hombres cuidando la puerta" la mujer cambiapieles tenía un vínculo con un búho, una ave de plumaje anormalmente oscuro, perfecto para explorar, sobre todo oculto en la noche, cuyo velo de sombras era atravesado fácilmente por la visión del animal. Había vigilado la torre durante noches enteras "Seis hombres….."

Algo debía haber pasado para que hubiera un incremento en el número de guardias, pero esa no era la cuestión. La cuestión era que no podía contra seis hombres. No podía. Si lo intentaba, acabaría mal; mientras lidiaba con algunos, los otros podrían dar la alarma. Si un solo grito, o peor aún, un cuerno sonaba, no lograría su objetivo, y además delataría su intrusión en el castillo.

"Aún puedes irte" una voz en su interior dijo en tono casi suplicante "Vuelve por el mismo lugar por el que llegaste. Regresa a las alcantarillas, lucha contra la corriente y vuelve a subir por el pasaje" lo impelió. Era una idea muy tentadora; si la siguiera, tendría una buena oportunidad de escapar…

….pero no podía; esta era una oportunidad única. Si no lo hacía esa noche, nunca podría.

Se acercó con cuidado, dejando un edificio atrás antes de ocultarse en la esquina de un almacén, entre una serie de barriles rotos e inútiles y una carreta cuyo eje trasero derecho se había desprendido. Desde allí, rodeado y protegido por la oscuridad, observó con más cuidado el obstáculo más difícil que, esperaba, enfrentaría para lograr su objetivo.

Los hombres junto a la hoguera parecían estar profundamente dormidos; cubiertos son capas y acurrucados en el suelo, no había otra forma de explicar la inmovilidad casi total que exhibían. El débil sonido de un ronquido llegó a través del aire, la última duda de Jon sobre el estado de los hombres junto a la hoguera despejada con él.

Jon deseaba con ardor que los guardias a cada lado de la puerta estuvieran en un estado similar, pero se llevó una decepción. Con escudos triangulares colgando de sus espaldas y sus manos alrededor de sus lanzas, sus cascos cubrían sus rostros, ocultando sus rasgos y haciendo imposible distinguir su estado. Sin embargo, el solo hecho de que se mantuvieran erguidos decía mucho.

¡Awooooo!

El estremecimiento involuntario de Jon fue imitado por uno de los guardias junto a la hoguera, cuya cabeza se alzó con rapidez. Un momento más tarde, volvió a intentar dormirse al comprender, al igual que Jon, que el rugir del cuerno provenía desde más allá de las murallas de Invernalia.

Jon permaneció en silencio, intentando buscar alguna manera de entrar en la torre sin delatar su presencia.

"Podría intentar escalarla" pensó, pero la idea fue descartada con rapidez. Ya había escalado esa noche, y a diferencia de la otra ocasión, los muros estaban abiertos a cualquier ojo que vagara. Tampoco estaba seguro de que la ventana fuera lo bastante estrecha cómo para permitirle entrar a la torre.

"Quizás haya un pasaje para entrar allí" pensó Jon, pero era poco realista. Y aunque existiera tal pasaje, nunca había oído de él ni sabía dónde empezar a buscarlo, por lo que solo perdería tiempo valioso intentándolo.

Solo había una manera de entrar a la torre; debía matar a los guardias.

"Lo mejor será empezar con los que están de pie. Para evitar que avisen a los otros" empezó a planear, su mirada fija en los guardias. Se escabulliría para llegar por el este, dónde la alargada sombra de la torre le permitiría acercarse más a los guardias en la puerta. Luego de silenciar a ambos, debería moverse rápido para matar a los demás, quienes, si los dioses lo ayudaban, no se darían cuenta hasta que fuera demasiado tarde "Podría dejarlos junto a la hoguera, para que parecieran dormidos" pensó, antes de moverse una vez más.

Lo primero fue alejarse, rodeando el almacén antes de tomar un desvío que lo llevó a rodear un establo vacío. Nunca perdiendo de vista la torre, y al mismo tiempo manteniendo los oídos atentos a cualquier sonido, en caso de que alguien merodeara por allí. Desenvaino una segunda daga con su mano libre, temiendo que el breve sonido del acero fuera escuchado por los guardias Bolton de hacerlo a una distancia más corta. Vislumbró brevemente a los hombres que aún dormían junto a la hoguera antes de correr hacia la torre, pegando su espalda contra la pared y esperando un largo momento. Cuando no escuchó ninguna voz, empezó a moverse con pasos lentos, nunca separando su espalda de la torre, deseando poder fundirse con las piedras para no ser visto.

Oculto por la sombra de la torre y sus ropas oscuras, Jon rodeó la torre hasta que distinguió una vez más el resplandor de la hoguera, seguido de un par de piernas cubiertas por una manta y una cabeza, hasta que una vez más la hoguera y los hombres junto a ella estuvieron a la vista.

Jon dio un paso más, llegando hasta el límite de la sombra que proyectaba la torre. Asomando por el borde de piedra, una sombra con la misma forma que la cabeza de un hombre cubierta por un casco se dejaba ver, dando a Jon una idea muy precisa de dónde se encontraba uno de los guardias.

¡Awooooo!

Un nuevo cuerno de guerra sonó en la distancia, y Jon cerró los ojos por un breve momento al tiempo que se preparaba: en cuanto el eco del sonido dejara de retumbar en sus oídos, haría su movimiento.

Alzó ambos brazos, las dagas reposando ahora frente a su pecho. Contuvo la respiración y flexionó las piernas, preparándose para saltar…..

¡Guau!

El ladrido estalló de la nada, y Jon olvidó totalmente su plan al tiempo que el agarre sobre las dagas se apretaba. Su mirada recorrió todo con rapidez, esperando ver a un sabueso de gran tamaño abalanzándose sobre él con espuma en su boca y hambre en sus ojos.

¡Guau! ¡Guau!

Jon no podía ver al perro. No podía….

"Cállate, maldito" el dueño de la voz gruñona no estaba a la vista de Jon, pero por la cercanía, solo podía ser uno de los guardias en la puerta "¡Cállate!" espetó.

Los ladridos del perro cambiaron por un gemido de dolor, pero al siguiente instante volvieron a su forma anterior.

"¡Silencio, perro sarnoso!" espetó la misma voz en tono más elevado, salpicada de enojo.

Jon se encontró compartiendo la opinión del guardia Bolton; si el animal no se callaba, acabaría despertando a los guardias junto a la hoguera, y el plan de Jon estaría definitivamente acabado.

"Silencio" pensó Jon, al tiempo que se mordía el labio con fuera "¡Solo guarda silencio!" dijo, rezando porque de alguna manera el animal entendiera que era el peor momento y lugar para realizar tal sonido.

Ni los rezos de Jon ni las órdenes del guardia sirvieron. El perro no se calló; al contrario, sus ladridos se hicieron aún más fuertes, hasta el extremo de que Jon empezó a preocuparse profundamente. Si el animal se moviera más cerca de él, lo más probable es que los guardias lo siguieran y lo encontraran.

"¡¿Por qué rayos está alterado?!" pensó Jon, resistiendo el impulso de estampar un puñetazo contra la pared que estaba a su espalda por pura frustración.

De todas las complicaciones que había considerado al planear su entrada furtiva al castillo, un perro malditamente molesto no había sido una de ellas.

"¡Lárgate maldito!" exclamó una nueva voz, más grave que la primera, y para desgracia de Jon, en un tono mucho mayor. Juzgando que venía desde la misma dirección que la primera, Jon supuso que era el otro guardia en la puerta "¡Vete de una maldita vez!" el sonido era como el restallar de un látigo, pero no bastó para amedrentar al perro, que siguió con su melodía.

Jon estaba empezando a considerar marcharse y abandonar su misión; le sorprendía que los ladridos del perro, que parecían más constantes, no hubieran despertado ya a los guardias junto a la hoguera. Pero no podía arriesgarse a ser un blanco de atención no deseada, y menos aún si el responsable de atraerla era un perro hambriento o posiblemente loco.

Jon no se arriesgó a asomarse más allá de la sombra para ver a los guardias que estaban despiertos, pero podía ver fácilmente a los que estaban junto a la hoguera. Su corazón subió a su garganta cuando la cabeza de uno de ellos se alzó de manera abrupta, los ojos muy abiertos y el ceño fruncido distinguible aún desde la distancia.

Pero los ojos del guardia ni siquiera miraron por un instante en dirección a Jon, prefiriendo centrarse en algo fuera de la vista del hijo bastardo de Eddard Stark.

"Callen a ese maldito animal" gruñó, al tiempo que tomaba una bota, que Jon dudaba le perteneciera, y la arrojaba con todas sus fuerzas, probablemente en dirección al perro.

Los ladridos se detuvieron el tiempo suficiente para que un gruñido animal se escuchara; luego continuaron, igual de molestos.

"¡Deshazte de él, Adric!" espetó el hombre que había tirado la bota, aún sin levantarse "¡Mátalo de una vez!" chilló, su voz denotando la inmensa molestia que sentía.

La misma voz que había hablado por primera vez volvió a llenar los oídos de Jon "¿Por qué tengo que hacerlo yo?" gruñó el tal Adric. Jon no tenía manera de saber si se refería a matar al perro o solo a ahuyentarlo.

"¡Porque a quién le ladra es a ti, porque es tu jodido turno de guardia, y porque si no lo haces tomaré tu maldita lanza y la pondré en tu jodido trasero!" juró el hombre casi gritando, antes de volver a recostar su cabeza del suelo y taparse hasta los largos y grasientos mechones oscuros con su manta.

Otros dos hombres junto a la hoguera gruñeron en apoyo a esas palabras, pero ninguno levantó la cabeza, optando en cambio por acercarse más al fuego.

"¡Fuera, largo de aquí!" la voz de Adric restalló cómo un látigo viejo, y tras dudar un instante, Jon se atrevió a asomar su cabeza.

Solo se descubrió un momento, pero le bastó para ver lo que ocurría: uno de los guardias había abandonado su lugar junto a la puerta para blandir su lanza con ambas manos en dirección al perro para intimidarlo. El animal esquivó el golpe y se alejó un par de pasos, pero siguió ladrando en su dirección. El otro guardia de la puerta contemplaba todo con una postura indiferente.

El animal debía estar loco: no había otra explicación posible. ¿Cómo rayos se atrevía a seguir molestando cuando era amenazado por un hombre adulto armado? Un segundo golpe de la lanza fue esquivado por el perro, que siguió ladrando al hombre cuya hoja de acero estuvo a menos de un palmo de su cráneo momentos antes.

"¡Deja de jugar con tu polla y ayúdame, joder!" espetó el guardia a su compañero tras fallar un tercer y cuarto golpe.

El hombre soltó un bufido de fastidio, pero se movió.

"No puedes ni matar un perro, ¿eh?" se burló con voz cansada, al tiempo que lanzaba un golpe propio al perro, que lo esquivó con audacia y se alejó un par de pasos más antes de seguir ladrando, esta vez alternando entre los dos atacantes.

Jon había aprendido de pequeño que, en una situación de riego, la duda mata tanto como la causa misma de la muerte. Era una lección que Ser Rodrik le había inculcado a base de derrotas en el patio de prácticas durante sus primeros tiempos, dónde un Jon muy pequeño había vacilado en sus movimientos al darse cuenta de que las peleas que tenía junto a Robb, dónde ambos blandían palos y fingían ser grandes guerreros, eran falsas. En la vida real, la duda debía ser eliminada sin piedad si se pretendía sobrevivir.

Jon había aprendido bien esa lección.

No había dudado cuándo lucho contra Qhorin Mediamano.

No había dudado cuando combatió al Señor de los Huesos.

No había dudado cuando combatió contra los hombres de Stannis Baratheon en el Bosque Encantado.

No había dudado cuando se adentró en el Último Hogar para buscar una alianza con Mors Umber.

No había dudado cuando se enfrentó a Hugo Wull.

No había dudado cuando combatió contra los Bolton.

No había dudado cuando se enfrentó a Ramsay y a sus mil veces malditas bestias.

Y ahora, viendo a los dos hombres alejarse de la puerta que guardaban, demasiado concentrados en un perro sin valor, no dudó.

Con tres largas zancadas salió de su refugio en las sombras y cruzó la distancia que lo separaba de la puerta.

Podrían haberlo escuchado, podría haber despertado a los hombres junto a las hogueras. Podría haber llamado la atención del perro, y éste podría haber ladrado en su dirección, llamando la atención de los guardias y delatando su presencia.

La mano de Jon fue hacia el anillo de metal que, encerrado dentro de un agarre clavado en la puerta, permitía abrirla.

Podría haber ocasionado un sonido al tocar el anillo o al despegarlo de la superficie rugosa de la madera y el acero de la puerta, o descubrir que ésta estaba cerrada.

La puerta se abrió apenas un palmo, y en su interior, una vasta oscuridad en la que no penetraba la luz proveniente del exterior se mostró ante Jon, quién no dudó un instante en lanzarse hacia ella.

Podría haber cien hombres armados en el interior esperando para hacerlo pedazos, para asesinarlo o peor aún: capturarlo y entregarlo a Ramsay Bolton.

Con un movimiento tan rápido como silencioso, Jon cerró la puerta tras de sí, al tiempo que quedaba sumido en la oscuridad una vez más.

Y los vuelvo a dejar en la oscuridad: literalmente. Saben, a veces hasta yo me sorprendo con lo desconsiderado que soy.

Bueno, ojala les haya gustado algo. Si fue así, dejen un review. Y si no fue así, dejen un review también. Las preguntas, sugerencias, opiniones, críticas, y casi todo (excepto insultos a mi madre) serán bien recibidos y debidamente contestados.

Bien, si Dios quiere y termino de salir del bloqueo, el siguiente capítulo llega en Navidad. A cruzar los dedos, por si acaso.

Bien, hasta que nos volvamos a leer. Un saludo a todos y que estén bien (sobre todo de salud. Y que sigan así).