Bueno, empiezo como siempre: hola a quienquiera que lea esto.
Sé que dije que publicaría en Navidad, pero terminé este capítulo hace unas horas y no me resistí a publicarlo. Considérenlo un regalo por adelantado.
Quiero dar muchas, muchas gracias a Xechu. S, jean d'arc, Kirito 720, miguel Giuliano. Co, Luna y coki 13566 por sus reviews, sobre todo porque estos capítulos han sido bastante lentos. Y hablando de los reviews otorgados a la lentitud:
Xechu. S: Oye, no es mala idea. Por cierto, si tienes algún tema más que quieras recomendarme, lo acepto con gusto. Yo te recomiendo "Glepinir" de Skald. Si te gusta la mitología nórdica, creo que te gustará el tema. Bueno, volviendo a la historia, si, haría falta una gran frase para iniciar el ataque, pero creo que aún sin ella encontraras el capítulo interesante. Y sí, la que tú sugieres me parece algo que Melisandre diría antes de citar a su Dios Rojo. Nivel subido: wiiiii. Jajaja. En fin, que estés bien, Feliz Navidad y hasta la próxima.
Jean d'arc: si, la aventura continúa. Gracias por los consejos sobre un posible embarazo para Cat; son muy apreciados (por cierto, yo también pienso que 5 hijos son más que suficientes, al menos para los estándares del mundo contemporáneo). Creo que Catelyn tiene 32 o 34 cuando empieza el primer libro, o sea que todavía puede tener hijos. Si, te acercas bastante en tu suposición: Catelyn está en la segunda mitad de sus 30. Te agradezco mucho las referencias, y sí, yo conozco gente que ha tenido hijos mucho después de los 30. Mi madre por ejemplo, estaba bien entrada en los 37 cuando me tuvo a mí. Bueno, un saludo y aun abrazo grande y que pases una excelente Navidad con toda tu familia.
Kirito 720: buenas compañero. La vida me trata bien, pero mejora cuando recibo mensajes tuyos. Qué bueno que te esté gustando, aunque no puedo tomar Assasins Creed como mi referencia para esto porque la verdad nunca he podido jugarlo como se debe. El plan de Jon….ah, Jon tiene muchos, muchos planes. Ya verás todas las consecuencias de estos, pero por ahora confórmate con las del actual. Si, de escritor a escritor, es muy duro retomar el hábito de escribir constantemente una vez que hubo un desliz. Solo podemos hacer lo mejor posible, supongo. El regalo de Navidad es un poco adelantado: espero no te importe que no lo haya envuelto. Ojala te guste. Un saludo caluroso y muy Feliz Navidad para ti y todos los tuyos.
Miguel Giuliano .CO: mmmmm, veo que no te cayó en el mejor momento el capítulo. Yo sé lo que es eso: recibir una notificación en un momento en el que uno está demasiado ocupado. Ojala hayas podido leerlo tranquilo en otro momento, y que tus ansias valgan la pena por lo que te hice esperar. Que tengas una Feliz Navidad, muchas bendiciones y hasta la siguiente ocasión.
Luna: viste? Si te gustó la segunda parte, espera a ver la tercera. Gracias por la paciencia con las pelirrojas, que bien sabemos todos que queremos verlas. Feliz Navidad, que recibas muchas pelirrojas y que comas muchas frutillas. Un abrazo bien grande y fuerte.
Coki 13566: No me cuentes "Misión Imposible": por increíble que parezca, aún no la veo entera, y pocas cosas me enojan en serio, pero los spoiler son una de ellas. Te juro, es tan triste tener que dañar Invernalia, pero las circunstancias no permiten que sea diferente. Ojala este capítulo sacie tus ganas, y si no, no dudes en decirlo. El mandaloriano bien, dentro de todo. Feliz Navidad, y que la pases muy bien.
*En una nota aparte, gracias y muy Feliz Navidad a todos los que siguen la historia, la tienen entre sus favoritos o simplemente la leen. Que la pasen muy bien en tan especial día. Y ahora sí, vamos a lo que los trajo hasta aquí: el regalo de mí para ustedes. Disfruten.
Disclaimer: todo lo que puedan reconocer pertenece a G.R.R. Martín. Yo solo lo uso para entretenerme y tratar de entretener a otros.
Jon
Jon se forzó a respirar con lentitud, tratando de calmar los agitados latidos de su corazón. Éstos retumbaban con tanta fuerza en sus oídos que le dificultaban escuchar.
Podía estar razonablemente seguro de que no había nadie allí con él; la falta de sonido o incluso respiración alguna además de la suya era un gran testimonio de ello.
Sin embargo, Jon estaba más interesado en los sonidos que venían del exterior: esperaba, y al mismo tiempo temía, escuchar un grito, una exclamación o un toque de cuerno. Algo que lo alterara aún más, pero que también delatara que lo habían visto entrando a hurtadillas a la torre.
Pero los momentos pasaron, y por más que Jon acercara su oído a la madera pulida de la puerta, no escuchaba sonidos de alarmas. Creyó escuchar un gruñido, seguido de un gemido y una exclamación de triunfo, pero nada que le indicara al Rey en el Norte que se había descubierto. Con un suspiro silencioso, decidió dejar de lado lo que había en el exterior de la torre para centrar su atención en lo que había en el interior.
La oscuridad era una vez más total. Un velo de negrura que no permitía distinguir nada. Jon estaba seguro de que podría haber una espada a un palmo de distancia apuntando directamente a su ojo y no la vería.
Aun así, y a riesgo de una posible espada, dio un paso adelante, al tiempo que alzaba sus manos hasta estar a la misma altura de sus codos, sus brazos extendidos ante sí, las dagas apretadas entre sus pulgares y las palmas de sus manos.
"¿Así se sentirá estar verdaderamente ciego?" pensó Jon de improviso. Su cuerpo se estremeció cuando su mente le recordó a Hother Mataputas "Tal vez hubiera sido mejor para él morir en batalla" se descubrió pensando.
Con pasos lentos Jon avanzó, buscando el medio para subir la torre. A menos que los Bolton hubieran alterado su interior por completo luego de la ocupación de Invernalia, Jon sabía que debía haber una escalera en algún lugar frente a sí.
Sintió algo sólido con el extremo de su bota. La piedra tallada y lisa imponiéndose ante él, baja y gruesa, se sintió familiar. Colocó un pie sobre ella y sintió el extremo delantero de su bota tocando una forma similar a la primera: otro escalón.
Subió la escalera, agradeciendo en silencio por que fuera de piedra en vez de madera: la madera crujía y rechinaba ante la presión. Nunca podría haber esperado mantener el silencio de subir por una.
La falta de visión parecía potenciar los otros sentidos de Jon; su piel se hizo más consciente del frío que atravesaba sus ropas aún húmedas con facilidad. De su brazo, en el punto dónde el fragmento de la hoja del hacha se había enterrado, latían ocasionales punzadas de dolor. No eran demasiado fuertes, pero aflojaban un poco el agarre sobre la daga en su mano.
La escalera se abrió en varias ocasiones para develar pasillos largos en los cuáles debería haber al menos varias puertas que dirigieran hacia habitaciones. Jon no se molestó en detenerse en ninguna: su objetivo estaba en la cima de la torre.
La oscuridad aún era espesa, las paredes de piedra basta pareciendo bloquear toda luz que pudiera llegar desde el exterior de la torre, pero no importaba: Jon no necesitaba ver para poder seguir subiendo. Mantuvo sus pies en movimiento, ocasionalmente tropezando cuando su siguiente paso resultaba incorrecto y resbalaba, solo para seguir adelante.
Por fin, tras haber subido tres niveles, la oscuridad empezó a remitir ante una luz pálida y amarillenta que provenía de algún lugar sobre la cabeza de Jon, en la parte más alta de la torre. Los pasos del Rey en el Norte y más allá del Muro se ralentizaron y sus oídos se agudizaron, al tiempo que el agarre sobre las dagas se hacía más firme.
Un nivel más pasó, Jon ignorando el pasillo vacío en el cuál las piedras unidas por mortero solo se veían interrumpidas por cinco siluetas con aspecto de puertas ocultadas en una negrura casi total. La luz se hacía más clara, Jon siendo capaz de distinguirse sin problemas así como aquello que lo rodeaba.
Lo primero que llegó a los oídos de Jon fue una lejana voz masculina que lo forzó a encogerse en sí mismo y volver sus pasos aún más cuidadosos. Luego escuchó el crepitar del fuego. Casi a la vez, la escalera acabó, dejando a Jon en un delgado y corto pasillo que torcía hacia la izquierda. Del otro lado de éste llegaban los sonidos.
Con cada paso, la voz se hacía más clara, hasta que Jon al fin distinguió las palabras.
"….porque mierda Ramsay no matará a la perra Stark? Es obvio que no sirve de nada…"
Jon dio un paso más, acercándose a la torcedura del pasillo, su corazón preparándose y su mente alzando una muralla para evitar pensar en todo lo que no fuera la tarea que tenía por delante.
"…..sí, tienes razón. Ha estado muy ocupada con esa cerda ribereña….." concedió la misma voz.
Jon sintió confusión: no había escuchado otra voz debatiendo las palabras anteriores de la primera. Pero eso al menos le confirmaba lo obvio; no era un solo hombre con el que tendría que lidiar. Dio otro paso: no creía que le tomara más de tres o cuatro llegar a la curva y encontrarse con el que, esperaba, sería su último obstáculo antes de llegar a su destino.
"…sí, se divierte con ella. Aunque no tanto como los perros, ja ja..."
Las palabras destrozaron la muralla con la que Jon mantenía sus emociones separadas de su mente. El tono lleno de lascivia en el que fueron pronunciadas no dejaba duda alguna de a que se referían.
Arya…
Su hermana…..
Su hermanita…..
Y los perros….
Una imagen repulsiva se dibujó con claridad aterradora ante los ojos de Jon, y la sangre ardió en sus venas.
"¡A LOS OTROS CON LA SUTILEZA!" rugió una voz en el interior de Jon, con tanta fuerza que callo todos los demás pensamientos. Su cansancio, la herida de su brazo, la prudencia, el cuidado, todo, todo, fue enterrado bajo la ira que inundó su corazón y llego a cada rincón de su cuerpo.
Sus últimos pasos lentos fueron olvidados, sus pies dando una larga zancada que salvó la distancia hasta el final del pasillo. Una zancada más lo vio en el siguiente tramo, a veinte pasos de dos hombres con espadas envainadas y jubones sucios con el emblema Bolton. Uno de ellos, con su mitad delantera vuelta hacia Jon, tenía una sonrisa burlona en su rostro y una cabellera espesa de color castaño. Solo podía ver la espalda del otro, pero distinguía un cabello negro y descuidado entre dos hombros flacos y largos.
"Sabes, en ocasiones me pregunto…." Las palabras fueron cortadas cuando el hombre sonriente lo vio. La mano de Jon se alzó en un movimiento rápido, y la daga se separó de su mano derecha mientras el horror inundaba el rostro del hombre y su boca ligeramente abierta se expandía, al igual que sus ojos. Sin embargo, antes de que otro sonido pudiera salir de ella, se encontró con la daga de Jon enterrada profundamente en su cuello, justo debajo de la mandíbula.
Jon había empezado a correr en cuánto la daga se separó de su mano. En cuánto su arma encontró la carne del hombre sonriente, toda la atención del Rey en el Norte se centró en el otro.
El hombre giró sobre sus talones ante el ataque sufrido por su compañero. Jon distinguió la momentánea sorpresa en sus ojos y una nariz ganchuda llena de granos repugnantes.
Una de las manos del hombre fue hacia la empuñadura de su espada mientras la otra iba hacia el cuerno de guerra que colgaba de su cinturón. Pero Jon ya estaba demasiado cerca.
Jon embistió a su oponente con todas sus fuerzas, lanzándolos a ambos hacia atrás. El Rey en el Norte y más allá del Muro y el guardia Bolton tropezaron con el cuerpo del otro guardia y cayeron con estrépito en el suelo de piedra.
Sin embargo, Jon tenía la ventaja. Tenía una daga más en su mano, mientras que el hombre Bolton no había alcanzado a desenvainar del todo su espada cuando fue derribado.
Mientras la mano libre de Jon contenía la mano con que el guardia trató de alcanzar el cuerno, uno de sus pies se estiró para obstaculizar la otra mano de su rival. La daga destelló en las llamas de una antorcha solitaria ubicada en las paredes por un momento antes de descender sobre el soldado Bolton, cuya boca se abrió…..solo para no pronunciar ningún sonido en ese breve instante antes de que el arma de Jon encontrara su objetivo.
Una. Dos. Tres. Cuatro. Cinco.
Cinco veces en rápida sucesión la daga de Jon encontró carne en el pecho, abdomen y estómago del hombre al servicio de los traidores a la Casa Stark. La sexta, y última, fue directo al ojo derecho.
Jon jadeaba ligeramente cuando sacó la daga del ojo del soldado. Un movimiento por el rabillo del ojo llamó su atención. Era el otro soldado, que intentaba sin éxito impulsarse a través del suelo con sus pies y una de sus manos. La otra envolvía la daga en su cuello con suavidad, y de su boca salían suaves gorgoteos, cómo los de un bebé emocionado.
Pero a diferencia de un bebé, el hombre no era ni por asomo tan inocente, por lo que Jon no tenía ningún remordimiento ante lo que debía hacer.
Jon, valiéndose de sus manos y rodillas, se acercó al hombre, encontrando que su golpe, pese a ser certero, no había golpeado los principales flujos de la sangre: por eso seguía vivo. Los ojos del soldado lo miraron con una mezcla de temor e incredulidad, y la mano libre fue hacia el cinturón en el que estaba su espada.
Jon cogió la mano del soldado con la suya, y mantuvo la otra fuera del camino con su rodilla presionada sobre el antebrazo al que estaba unida. El soldado intentó liberarse, pero el ataque parecía haberle quitado sus energías, pues sus movimientos eran débiles y temblorosos.
Jon recordó las palabras lascivas del hombre debajo de él. Las últimas que pronunciará en su vida. Observó los colores pertenecientes a los Bolton en sus ropas y sintió el sabor ácido del asco en su boca.
"Si encuentras a Roose Bolton en el otro lado, dile que enviaré a su bastardo a reunirse con él muy pronto" dijo Jon en voz baja, como si estuviera contando un secreto. Un momento después deslizó la daga a través del jubón, el cuero acolchado y las costillas, deteniéndola cuando estuvo seguro de que había perforado el corazón. El soldado soltó un jadeo antes de quedarse inmóvil.
Jon se apresuró a liberar ambas dagas antes de ponerse en pie. Observó a los dos hombres que acababa de matar por un solo instante antes de dirigirse a la puerta. Empujó, solo para encontrarla cerrada. Reprimiendo la maldición que tenía en los labios empezó a revisar los cuerpos de los muertos. Mientras lo hacía, mantuvo sus dagas cerca, sus oídos atentos a cualquier sonido que pudiera llegar y sus ojos constantemente revoloteando hacia el pasillo por el que había llegado.
El silencio reinaba. Los únicos sonidos eran el de la respiración de Jon y el suave susurro de las ropas de los soldados muertos cuando eran esculcadas en busca de una llave.
Por fin, tras varios momentos que parecieron eternos, Jon encontró una llave larga y de aspecto viejo oculta en un bolsillo interno del soldado con la nariz ganchuda. Se apresuró a colocarla en la cerradura de metal en la puerta y el sonido del pestillo moviéndose cuando la giró lo forzó a respirar profundamente.
La rabia de Jon había disminuido, ligeramente, luego de matar a los soldados. Con sus pensamientos restablecidos comprendió la imprudencia que acababa de cometer.
"Si alguien escuchó los golpes, ¿Qué harás?" una voz preguntó en su interior, llena de regaño. Se parecía considerablemente a la de Catelyn.
Jon no tenía una respuesta a la pregunta, pero no era el momento para pensar en ello. Si se hubiera delatado o no, no tenía importancia. Debía ocuparse del tramo que quedaba al frente antes de preocuparse por el de atrás.
La madera chirrió cuando la puerta se abrió del todo, y Jon asomó la cabeza levemente a la habitación, y no ingresó en verdad hasta tener la certeza de que no había más guardias.
Los ojos de Jon recorrieron brevemente la estancia semicircular, tomando consciencia del gran armario, la cómoda con espejo y la gran bañera de cobre que había en ella. Sin embargo, su atención fue hacia la gran cama de cuatro postes que había en un extremo, cerca de la solitaria ventana. La vela que había contemplado desde el pie de la torre seguía allí, iluminando la habitación en solitario.
A la luz de las llamas, la cama parecía inmensa. Cubierta de pieles y mantas, podría haber parecido desocupada si se le diera una mirada superficial. Pero Jon la miró con atención, y pudo distinguir una forma oculta totalmente debajo de ella.
"Está temblando" se dio cuenta tras un momento. Con el corazón pesado ante la idea de su hermana pequeña asustada, Jon se acercó a la cama hasta estar de pie junto a ella. Los temblores aumentaron, y un gemido ahogado apenas logró escapar de la prisión de lana y piel.
"Arya…." Murmuró Jon, al tiempo que tomaba las mantas en un puño y las apartaba sin contemplaciones.
El corazón de Jon se detuvo al ver lo que había bajo las mantas.
Tormund
La leche de cabra fermentada era fuerte; mucho. El animal del que provenía había sido una vieja gruñona que había intentado morder su mano en más de una ocasión mientras la ordeñaba, y el carácter agrio había sido adquirido por el líquido.
Jon no estaría de acuerdo en que bebiera justo antes de hacer lo que le había pedido, pero Tormund no tenía pensado decirle. Lo que el Rey Cuervo no sabía, no tenía por qué molestarle.
Dio un último trago largo, sintiendo su lengua ardiendo con el sabor fuerte y amargo. Dejó el pellejo atrás y se incorporó, seguido por los hombres más cercanos. El resto de su gente estaba despierta, o lo suficiente para ver que se levantaba. Sin palabras se sumaron a él mientras se encaminaba en dirección al castillo.
Jon había dicho que debía asaltar la muralla, y Tormund no había vacilado un momento. Después de escalar el Muro, las murallas de Invernalia parecerían el altillo de un salón.
Jon
Jon estaba aturdido cómo nunca antes. Ninguna caída de un caballo, ningún golpe mientras entrenaba, ningún regaño cuando era niño y hacía travesuras con Robb, ni siquiera las heridas de batalla, nada, nada podría prepararlo para la sensación de aturdimiento.
Pero nada como esto. Era como si un gigante lo hubiera alzado en sus brazos, dejado con los pies hacia arriba, y golpeado su cabeza repetidamente contra el suelo.
Ante él, recostada en la cama, con sus codos usados como apoyo, estaba una persona que había estado en Invernalia la última vez que él mismo lo había estado, hacía ya dos largos años.
El rostro era uno que había conocido durante muchos años. Uno que había sido parte de su niñez, uno que había sido muchos años antes un rostro redondeado por la grasa infantil y con ojos brillantes de sueños e inocencia.
La inocencia ya no estaba en los ojos. La grasa infantil había dejado su rostro, siendo reemplazada por pómulos esbeltos, una mandíbula bien delineada y facciones claramente femeninas.
La palabra salió de labios de Jon sin que lo pensara, sin que lo deseara. Un nombre pronunciado en el más bajo de los susurros, tanto que incluso su respiración podría haber bastado para ocultarlo.
"Jeyne"
La joven en la cama no era su hermana Arya. Era Jeyne Poole, la hija del mayordomo de su padre y amiga de Sansa.
Cómo si esa fuera la señal, los ojos de Jeyne se llenaron de un temor primario y abrumador. Jon supo lo que pasaría un instante antes de que sucediera, y sus manos se movieron por instinto.
"¡AA….!" El grito estridente de Jeyne fue tragado por una de las manos del Rey en el Norte, mientras la otra aprisionaba su nuca para evitar que escapara.
El terror que Jon había visto en los ojos de la muchacha pareció alcanzar su cénit cuando manos ajenas a las propias se colocaron sobre ella. Jeyne empezó a retorcerse con todas sus fuerzas, al tiempo que intentaba desesperadamente zafarse del agarre de Jon usando sus propias manos.
"Shhh, shhh, tranquila" murmuró Jon, pero su pobre intento de calmarla no sirvió de nada. Sin embargo, Jon estaba demasiado perdido en sus pensamientos para tomar verdadera conciencia de las manos de Jeyne, que empezaron a intentar arañar sus antebrazos en un esfuerzo para que la liberara.
La mirada de Jon se perdió en la nada, a pesar de que sus ojos aún veían la forma aterrada de la muchacha bajo él. La presencia de Jeyne en ese lugar fue la última pieza que necesitaba para entender una trama que había vislumbrado de antemano, pero que hasta ese momento no había acabado de comprender.
Los Bolton necesitaban sustentar sus reclamos sobre Invernalia y el Norte con algo más que fuerza. Un matrimonio con la muchacha adecuada valdría más que todo el oro y las espadas Lannister.
"Pero si necesitaban una boda ¿por qué no entregar a Sansa luego de que Robb fuera asesinado?" se preguntó Jon. La respuesta fue inmediata, y tan obvia que casi le avergonzaba no haberlo pensado antes.
La mayor de sus hermanas tendría un mayor reclamo sobre el castillo y el Norte…y eso la hacía valiosa para los Lannister. Por eso Tiwyn Lannister la había casado con su hijo enano. Si los Bolton pensaran en traicionarlos cómo habían hecho con los Stark, los leones tendrían un mejor reclamo para el Norte en la hija mayor de Stark.
Roose Bolton necesitaba un Stark, y Jeyne podría pasar por uno.
"No es lo bastante mayor para no poder pasar por Arya" su hermanita y la hija del mayordomo de su padre eran de una edad cercana "Conoce el castillo y estaba aquí cuando los señores del Norte visitaban a mi padre. Sabe bien quienes estuvieron aquí, cuando lo hicieron, cuáles eran sus familias y sus hogares" si le interrogaran por ellos, o por los sirvientes o la historia del castillo, Jeyne probablemente podría responder de manera adecuada "En la edad de Arya y Jeyne los cambios físicos son frecuentes" la altura, la complexión, el busto, el rostro. Todos podían cambiar con la suavidad de una lluvia o con la ferocidad de una tormenta de nieve "Y con mi padre y mis hermanos muertos, ¿quién podría, y tendría el valor, de decir con certeza que Jeyne no es Arya?"
"Tú" una voz susurró, y Jo luchó contra un estremecimiento.
Era la verdad. Él era la única persona que conocía lo bastante a Arya para decir que la muchacha a la que sujetaba en esos momentos no era hija de su padre. Él…y Catelyn.
Catelyn
El nombre fue cómo un puñetazo en su pecho.
Ygritte
Minisa
Dos golpes más, igual de dolorosos que el primero, pero además realizadores, devolviendo al Rey en el Norte su conciencia.
Jon sintió nauseas al comprender la gravedad de su situación.
"Estoy dentro de una Invernalia llena de enemigos" no podía con todos. No era tan bueno con las armas "No cuento con nadie para ayudarme" había llegado solo, sacrificando la ayuda a favor de la velocidad y el sigilo "Nadie sabe que estoy aquí" su ejército podría ser fuerte, pero no atacarían sin sus órdenes, y no estaba en posición de hacer llegar ninguna "Y mi presencia no pasará desapercibida mucho más tiempo" si es que aún lo era. Pero había tres guardias muertos, dos de los cuáles aún debían estar cubriendo el piso fuera de la habitación con su sangre. Era imposible que no brillaran por su ausencia.
Jon fue sacado de sus pensamientos por una aguda punzada de dolor en su brazo que lo forzó a gruñir.
Era Jeyne, que en sus forcejeos había golpeado la herida que Jon se había infligido en las alcantarillas.
"Ya basta" gruñó Jon, mirando a la muchacha con ojos llenos del enojo e impaciencia en que se había convertido su temor interno "No deseo lastimarte, Jeyne, pero lo haré si debo" amenazó "¡Basta!" ordenó una vez más, su voz bajando en volumen pero no en firmeza.
Pareció que la muchacha escuchó sus palabras, pues sus manos se quedaron quietas, pero el temblor del que era presa y los ojos rebosantes de miedo no la abandonaron.
"Shhhh" dijo Jon, al tiempo que apartaba lentamente su mano de la boca de Jeyne, listo para volver a cubrirla en caso de que un solo sonido elevado saliera de los labios femeninos.
"¿C-¿Co-¿Cómo…" preguntó. Su voz era chirriante, cómo el acero resonando contra una pared de piedra sólida.
"Eso no importa" interrumpió Jon. Hablarle del pasaje y las alcantarillas no tenía sentido en tales momentos.
Se mordió el labio por un momento, su mente inundada de pensamientos.
Debía salir de allí de inmediato: no había duda. Esa había sido la última parte de su plan, y la única que no era alterable. Pero había otra cuestión más allá de su propio escape: el destino de Jeyne.
Jon sabía que lo más razonable sería dejarla atrás, posiblemente amordazada y atada para que no hiciera algo que lo perjudicara. Puede que….puede que debiera usar medios aún más brutales para obtener más tiempo para escapar.
Pero…¿era capaz? Viendo el temor de la niña, Jon dudaba. Sus dudas solo se incrementaban con los recuerdos de su niñez en Invernalia. Jeyne no había sido su amiga, honestamente no podía encontrar un recuerdo grato que la involucrara, pero nunca había sentido deseos de causarle daño…
Pero luego Jon recordaba a Ygritte y Catelyn, y a la pequeña Minisa, y sus dudas se desvanecían. Se había arriesgado por intentar salvar a un miembro de su familia y había resultado una estupidez, pero aún así nada, nada, impediría que volviera con la familia que aún tenía.
Pensó en su padre y en lo que, suponía, haría en semejante situación. Luego recordó que él no era su padre.
Jon dirigió una mirada crítica sobre el cuerpo de Jeyne, encontrando satisfactoria la delgadez de su figura. Sería más sencillo de esa manera.
Se mordió el labio por un largo momento antes de tomar su decisión, enviando una silenciosa plegaria a los dioses para que fuera la correcta.
"Arriba" ordenó con suavidad pero con firmeza a la muchacha. La paciencia de Jon, agotada largo tiempo atrás, no estaba allí para reprimir su mano cuando Jeyne solo tembló ante su orden, pero sin obedecerla. Las manos de Jon se movieron para coger los hombros delgados de la amiga de su hermana Sansa y tirar de ellos.
"¡Shh!" siseó cuando un pequeño chillido escapó de los labios de Jeyne ante su dureza. Satisfecho de que la niña, pese a seguir aterrada, si hizo caso a esa orden, Jon la alzó por los hombres hasta que sus rostros estuvieron a la misma altura.
"Debes obedecer todas mis órdenes sin cuestionar, porque vamos a salir de aquí ahora" espetó Jon.
La boca de Jeyne se abrió ligeramente, y Jon supo que había cometido un error cuando sus ojos, antes llenos de temor, brillaron con tal terror que por un momento pareció capaz de desmayarse.
"N-No…"gimió, su labio temblando de manera incontrolable, al igual que sus manos.
"Mata al niño y deja que nazca el hombre" las palabras del Maestre Aemon llegaron a la mente de Jon en ese momento, y supo que ahora más que nunca debía obedecerlas.
Se había metido en la situación actual por ceder ante sus temores cómo un niño. Si quería salir de allí, debía ser un hombre, y para ello no podía demostrar debilidad alguna. Ajustando su agarre sobre los hombros de Jeyne, la arrastró hasta sacarla de la habitación. Forcejeó brevemente cuando la niña se aferró con sus manos a las paredes antes de que pudiera sacarla de la habitación, pero Jeyne nunca había sido fuerte, y Jon, aún tras días de comer mal y herido, era demasiado fuerte para ella.
"¡Mira!" susurró en su oído, uno de sus brazos alrededor de la cintura de Jeyne para impedirle huir, y la mano del otro en su boca para que no pudiera gritar "¡Míralos!" gruñó, sus dedos en el rostro de Jeyne forzándola a mirar en dirección a los guardias que había matado.
Los ojos de Jeyne se abrieron en demasía ante la vista de los cuerpos en el suelo. La sangre brillaba en los surcos entre las piedras. Trató de soltarse nuevamente, sin éxito.
"Tarde o temprano, Ramsay verá esto" prometió Jon, en una voz suave que desmentía los nervios y la ansiedad que amenazaban con consumirlo desde adentro. No sabía cuánto tiempo faltaba para el cambio de guardia o para que alguien subiera "Y cuándo se entere, no tengo la intención de estar aquí para dar repuestas. ¿A quién crees que culpará por esto?" dijo, señalando brevemente a los cadáveres con la barbilla.
Un gemido salió de la boca cubierta de Jeyne, sus piernas empezaron a temblar, y Jon supo que había entendido lo que quería decir.
"Si te mantiene con vida es porque piensa que lo protegerá de mí y de los míos" continuó el Rey en el Norte, mirando a la muchacha a los ojos "Cuando vea muertos a los guardias sabrá que alguien estuvo aquí, y si no escapas conmigo ahora, sabrá que conozco tu nombre. Tu verdadero nombre" habló, rogando porque Jeyne lo comprendiera. Después de todo, el único motivo por el que un intruso mataría a los guardias y no se llevaría a la persona que guardaban era por darse cuenta que no era quién decía "¿Qué crees que te hará cuando lo sepa?"
Los ojos de Jeyne se humedecieron, sus piernas temblaron más.
"Vienes o te quedas. Elige Jeyne, y elige rápido" dijo Jon, queriendo decir cada palabra. No esperaría para siempre.
El silencio cayó sobre ellos. El corazón de Jon había empezado a aumentar de velocidad, su mente traicionándolo al presentarle una serie de situaciones que aún no habían pasado, pero que podían ocurrir en cualquier momento.
Los perros del bastardo de Bolton llegando allí por causa de Jeyne, solo para encontrar un…..entretenimiento muy diferente. Los guardias Bolton viniendo a relevar a sus compañeros para encontrarlos muertos y al líder de sus enemigos allí solo. El amanecer, probablemente cercano, alcanzándolo dentro del castillo y lejos de los pasadizos de escape. El bastardo de Bolton llegando a visitar a su esposa.
Las ansias y nervios de Jon estaban lentamente transformándose en abierto temor. Tenían que salir de allí pronto, y Jeyne no parecía ser capaz de comprender que necesitaba dejar de temblar y gemir y empezar a moverse.
"Sí" el susurro fue bajo y lleno de temor, pero bastó para sacar a Jon de sus pensamientos. Miró a Jeyne a los ojos y la breve chispa de aceptación que vio entre el temor y las dudas bastaron. Sin soltar su agarre sobre sus hombros, la llevó de vuelta hacia su habitación, dónde la soltó.
"Coge el calzado más resistente que tengas, y la ropa más oscura" ordenó Jon, dando una breve mirada de desaprobación al camisón de color blanco que la muchacha llevaba antes de salir de la habitación. Alzó uno de los cadáveres y lo llevó al interior de la habitación, antes de repetir el proceso con el otro. Para cuando terminó, Jeyne, con manos aun ligeramente temblorosas, ya se había puesto un par de delicadas zapatillas hechas con piel. Su camisón asomaba por las muñecas cubierto con un largo vestido de cuello alto de color azul oscuro.
"Ven aquí" impelió Jon, quitando su capa y envolviéndola alrededor de los hombros de Jeyne. La diferencia de altura entre ambos no era mucha, pero lo bastante para que el dobladillo de la capa tocara el suelo.
Por un momento Jon consideró dar una daga a Jeyne, pero la niña temblaba tanto que temía que se lastimara a sí misma.
"Debemos ser rápidos y silenciosos. Un sonido, un grito, y terminaremos muertos" dijo Jon, sin separar sus ojos de los de Jeyne. La niña no estaba menos aterrada, pero su breve asentimiento bastó para hacer saber que comprendía las palabras de Jon "Llegaremos al nivel inferior y esperaremos la distracción que he planeado. Cuando ocurra, saldremos y buscaremos un pasaje que nos saque del castillo" explicó.
Con una mano sosteniendo una daga y la otra firmemente alrededor de la de Jeyne, Jon abandonó la habitación seguido por la muchacha.
Cómo en el ascenso, el camino por las escaleras fue cubierto por la oscuridad. El calor de la mano de Jeyne y el sonido de su respiración acompañaron a Jon durante cada tramo de escaleras.
Habían recorrido tres tramos de escaleras cuando vieron luces debajo de ellos. Sin palabras, Jon empujó a Jeyne devuelta hacia arriba, hasta llegar al siguiente pasillo que se abría a una serie de puertas. Por precaución, tapó la boca de la muchacha con su mano libre.
"Ni un sonido" susurró, antes de volver la cabeza y aguzar sus oídos lo más posible, intentando dilucidar algo acerca de quien subía la escalera.
Escuchó el raspar de botas contra la piedra, repetido con la suficiente frecuencia para creer que había más de una sola persona subiendo las escaleras. Luego, casi imperceptible, escuchó un tintineo.
"Una cota de malla" razonó, al tiempo que retrocedía por el pasillo, llevando a Jeyne consigo y empujándola contra una de las paredes, para luego forzarla a encogerse en sí misma y colocar un solitario dedo en sus labios. Aún sin ver, Jon sintió el asentimiento de comprensión de Jeyne, y, satisfecho, volvió a acercarse a la escalera y a esconderse lo mejor posible, al tiempo que sacaba la espada corta de su cinturón.
El tiempo pareció ralentizarse a medida que la luz aumentaba. Oculto por las sombras del pasillo y encogido lo más posible en sí mismo, Jon observó cómo dos hombres pasaban ante él. Por un breve instante consideró no perder tempo con matarlos, pero supo que no podía hacer eso. Y si aún hubiera dudas en su interior, se habrían eliminado con el brillo del cuerno de guerra con bandas de acero que uno de los soldados llevaba en su cinturón.
Jon había aprendido a no llamar la atención de niño; un talento ante los ceños fruncidos y miradas despectivas dadas al bastardo de Invernalia, la única mancha en el honor de Lord Eddard Stark. En orden de protegerse de ellos, Jon se había forzado a mantener sus ojos bajos, a retraerse y a caminar en silencio, todo en un esfuerzo por no llamar la atención.
Fue por esas habilidades, adquiridas muchos años atrás, por las que Jon fue capaz de no hacer más sonido que las piedras en las paredes cuando se escabulló detrás de los dos guardias.
El guardia que iba detrás no había alcanzado a subir dos escalones cuando Jon lo cogió por la parte de atrás de su jubón con la mano en la que sujetaba su espada. Al mismo tiempo que tiraba hacia atrás, su otra mano subió y superó la altura de sus hombros, para cortar su cuello con la daga de su otra mano. El hombre gorgoteó en el mismo momento en que Jon lo empujó hacia el frente.
El guardia del frente, que portaba la antorcha, tenía un pie alzado para llegar al siguiente escalón cuando el cuerpo de su compañero cayó sobre su pie de apoyo. Trastabilló y cayó sobre los escalones.
"Oye…." Murmuró en una voz aflautada, al tiempo que giraba con un ceño fruncido que se transformó en sorpresa al ver a su compañero muerto. Pero Jon ya había saltado sobre el cadáver y el guardia solo alcanzó a gritar "¡In….!" antes de que la daga de Jon se enterrara profundamente en su cuello.
Por un breve instante Jon contempló los ojos llenos de sorpresa del guardia Bolton, enmarcados por mechones oscuros y grasientos. Al siguiente su daga, que se había retirado del cuello solo para golpear otra vez, cerca del primer lugar, dejó la carne por segunda vez para enterrarse en el ojo derecho de su víctima, que dejó de moverse.
Entre el segundo y tercer golpe, el guardia golpeó en un movimiento desesperado con su antorcha, pero la otra mano de Jon, aun sujetando su espada, golpeó la fuente de luz, alejándola de su rostro.
En cuánto hubo retirado la daga del ojo del soldado, Jon dirigió una rápida mirada, y al comprobar que los dos enemigos estaban indudablemente muertos, envainó su daga aún sucia y volvió hacia el pasillo con pasos largos, casi corriendo.
"Soy yo" anunció a Jeyne, en caso de que, en la escasa luz que la antorcha caída proyectaba en el pasillo debido a su posición superior en las escaleras, lo confundiera con alguien más. Cogió su mano y la llevó de vuelta al pasillo.
La niña llevaba su mano libre sobre la boca, y Jon distinguió un hilillo de sangre corriendo por ella.
"Debe haberse mordido" pensó el Rey en el Norte, su creencia confirmada por una pequeña mancha roja en los labios de Jeyne.
Ignorando el gemido de temor de Jeyne ante los dos cuerpos en las escaleras, Jon volvió a llevarla, en parte tirando de ella, hacia la escalera. Jon no dudó en soltarla el tiempo suficiente para coger la antorcha del suelo y apagarla con la sangre que, brotando de un ojo y dos gargantas, caía por los escalones como una pequeña, lenta y constante cascada.
El resto del camino pasó en un silencio pesado, lleno de incertidumbre. Jon dudaba que hubiera más guardias en el interior de la torre, pero sabía que eso no tardaría en cambiar. Los dos que había matado en las escaleras eran probablemente los del cambio de guardia, y cuando los hombres a los que debían relevar no bajaran, empezarían las sospechas.
Su único consuelo era que los había reconocido; uno de ellos era el que había arrojado la bota contra el perro. Solo podía significar una cosa: solo quedaban cuatro guardias afuera de la torre.
"Con suerte" pensó, rezando porque no hubieran llegado más hombres de armas de Bolton "¡Glover, lanza el ataque pronto, maldita sea!" se descubrió pensando, deseando contra todo sentido común que sus palabras llegaran, de alguna forma, al Señor de Bosquespeso.
Al fin, cuando solo faltaban unos pocos escalones para llegar al nivel inferior de la torre, Jon se detuvo. Sintió un breve empujón tras de sí, y supo que Jeyne había chocado contra su espalda.
Giró la cabeza y no vio nada, pero apretó su agarre en la mano de Jeyne y dijo una sola palabra.
"Silencio" el susurro solo obtuvo como respuesta que la otra mano de Jeyne se uniera a su compañera, ambas apretando los dedos de Jon con insistencia.
Los últimos pasos fueron los más largos, pero también pasaron demasiado rápido. Tras pensarlo unos momentos, Jon se detuvo contra la pared en la que se ubicaba la única puerta de entrada, a varios pasos de distancia. Junto a él, empujada hacia la pared por el brazo libre de Jon, Jeyne respiraba ligeramente agitada por la rapidez de sus movimientos.
Jon luchó por escuchar los sonidos más allá de su respiración y la muchacha a su lado. Deseaba escuchar gritos de alarma, y al mismo tiempo los temía. Su plan había llegado tan lejos….casi podía imaginar el resto de él.
"Los barriles de brea cayendo del cielo….Tormund y sus hombres atacando las murallas….los defensores Bolton reaccionando….concentrándose en edificios en llamas y en escaladores en la muralla….demasiado preocupados por lo que viene del exterior para preocuparse de lo que ocurre en el interior"
La puerta se abrió, y el instinto de Jon lo forzó a empujarse con más fuerza hacia la pared, buscando fundirse en ella para pasar desapercibido. Escondió su espada entre los pliegues de su capa, previniendo que el acero pudiera reflejar las llamas de la antorcha que entró en primer lugar.
Su mano libre fue hacia la boca de Jeyne, temeroso de que la niña soltará un sonido. Podía sentirla temblar bajo su palma, pero parecía que ella había entendido al fin que debía guardar silencio, puesto que un instante después su mano subió para plantarse sobre la de Jon, reforzando la barrera que evitaría que un sonido delator escapara de su boca.
Jon reconoció a los dos soldados que entraron, pese a los cascos que cubrían sus cabezas. Eran los dos hombres que guardaban la puerta. Notó sangre en la lanza de uno, pero lo ignoró a favor de mirar sus movimientos y reacciones. Esperando cualquier signo de que hubieran notado su presencia.
Quizás Jon y Jeyne estuvieran demasiado lejos de las puertas para ser notados de reojo. Quizás las ropas oscuras que los cubrían habían logrado hacerlos desaparecer en las sombras que se cernían lejos de la antorcha. Quizás los soldados estaban demasiado cansados para molestarse en buscar en los alrededores. Quizás pensaran que sus compañeros estaban en la cima de la torre. Quizás era tan solo que los dioses Antiguos habían apiadarse del intruso y de la muchacha que intentaba robar.
En cualquier caso, los soldados se dirigieron a la escalera sin ver, e incluso dejaron la puerta sin cerrar. Jon se mantuvo, e instó a Jeyne, a no moverse hasta que las botas de los soldados desaparecieron en los escalones superiores. Con pasos rápidos se dirigió a la entrada y asomó su cabeza en busca de enemigos. Vio dos cuerpos recostados junto a la hoguera, y no dudó.
Tiró de la mano de Jeyne, solo para soltarla en cuánto ambos hubieran salido de la torre. Corrió lo más rápido posible y cortó la garganta de los guardias en su sueño. Ignorando los retorcimientos de ambos hombres cuando se despertaron, ahogados en su propio líquido vital, Jon cogió las dos lanzas que había cerca y volvió corriendo hacia la puerta.
"Muévete" le espetó a Jeyne, que con rodillas temblorosas retrocedió varios pasos. Jon cerró la puerta y traspasó las astas de las lanzas a través de la anilla de acero. La longitud de las armas bastó para que corrieran de lado a lado, los extremos sobrepuestos a la piedra, bloqueando la puerta.
"No los detendrá mucho tiempo" supo Jon, pero no podía hacer más.
"¡Vamos!" dijo, al tiempo que tomaba la mano de Jeyne una vez más y empezar a correr. No habían hecho ni diez pasos cuando a Jon le pareció oír un golpe en la puerta. No se detuvo: el exterior de la torre estaba despejado, salvo por dos cadáveres junto a la hoguera y un perro muerto en el suelo no muy lejos.
Jon sentía su corazón latir con rapidez, casi igualando la velocidad en que sus pies se movían. No era la primera vez que ocurría en la noche, pero sabía que en esta ocasión era por un motivo muy diferente. En las otras ocasiones, Jon había pensado que había sido descubierto. En esta, sabía que había sido descubierto. Solo le quedaba una opción.
Escapar de Invernalia antes de que fuera demasiado tarde.
¡Awooo!... ¡Awooo!... ¡Awooo!
Los toques del cuerno lo atravesaron como una cuchilla, y Jon sintió a través de su mano el temblor de Jeyne. Arriesgó una mirada sobre su hombro en el instante en que el sonido del cuerno se dejaba oír una vez más, y estuvo seguro de que provenía de la torre que acababa de abandonar, pero que aún era visible en la distancia.
Lo comprendió al instante.
"Olvide el cuerno de guerra" dijo Jon entre jadeos, sin dejar de correr "¡Olvide el maldito cuerno de guerra!" repitió, furioso consigo mismo al recordar el cuerno con bandas de acero que había dejado en la escalera, junto con el cadáver de su portador. Debió haberlo destruido, o llevarlo consigo.
Pero no lo había hecho, y uno de los guardias que habían subido las escaleras lo había cogido y lo sonaba constantemente.
"¡Más rápido!" espetó a Jeyne, forzándose a no mirar hacia atrás.
¡Awooo!... ¡Awooo!... ¡Awooo!
El sonido se hacía más débil entre más se alejaban, Jon lo sabía, pero no podía evitar el pensamiento de que parecía perseguirlos, llamando la atención de su presencia en dónde estuvieran.
Los edificios pasaron uno tras otro en su camino: establos, almacenes, herrerías. Ninguno le interesaba en lo más mínimo. A sus espaldas Jon creía escuchar gritos lejanos, pero no estaba seguro: bien podría ser un truco del miedo que luchaba por nublar su mente.
Giró en la esquina de un almacén, su mano aun cogiendo la de Jeyne, cuando vio que de una puerta salía un soldado confundido.
Jon no lo pensó. Sin dejar de correr, soltó la mano de Jeyne y se abalanzó sobre el soldado. El hombre no lo vio hasta que fue demasiado tarde.
El primer tajo de la espada de Jon cruzó el pecho del hombre en diagonal, empezando debajo del hombro y finalizando justo antes de dejar atrás las costillas inferiores. Girando su muñeca, Jon convirtió el golpe descendente en otro horizontal, que abrió la barriga de extremo a extremo.
Jon no se detuvo a contemplar lo que había hecho. Retrocedió sobre sus pasos lo suficiente para volver a coger la mano de Jeyne y volver a correr, ignorando al hombre que había caído de rodillas con sorpresa, una de sus manos intentando mantener sus tripas dentro de su cuerpo mientras la otra intentaba llegar a su pecho. Apenas lo habían dejado atrás cuando escucharon el cuerpo caer sin vida en el suelo.
"No falta mucho" jadeó Jon, tanto para Jeyne como para sí mismo.
Era cierto. El pasaje por el que había entrado estaba cerca. En el camino por el que huían había un cuartel, pero podía rodearlo y aún llegar a tiempo.
"Espero" pensó Jon, siendo consciente de que los gritos se hacían más numerosos, aunque aún lejanos.
El siguiente edificio en su camino era un establo del que provenían los relinchos de un caballo. Una figura salió de él. Jon no tuvo interés en sus pantalones desajustados ni en su cabello alborotado, solo en los guanteletes de acero en sus brazos. Soltando la mano de Jeyne una vez más, Jon se lanzó contra el soldado Bolton.
A diferencia del anterior enemigo de Jon, éste sí logró coger su arma, una lanza, y dar un golpe destinado a su cuello. Sin detenerse, Jon se lanzó hacia la izquierda al tiempo que giraba sus hombros para mantener el equilibrio. Lanzó un golpe destinado a cercenar la pierna derecha, pero el hombre lo esquivó con habilidad, para luego intentar golpear el rostro de Jon con el asta de su arma. Jon se agachó para evitar el golpe, al tiempo que cogía la lanza con su mano libre.
"¡INTRU….." el grito del soldado se volvió un gorgoteo ensangrentado cuando Jon estrelló el pomo de su espada contra su nariz, que se rompió con un sonoro crujido, al tiempo que parte de la sangre caía sobre el rostro de Jon. Un segundo golpe del pomo del arma en la frente vio al soldado lo bastante aturdido cómo para no atinar a esquivar a tiempo el tajo de la espada, que abrió un profundo corte desde la clavícula hasta el estómago.
Un grito agudo se escuchó, y por un terrible momento Jon pensó que los nervios y temores de Jeyne finalmente se habían superpuesto a ella. Se equivocaba; no era la aterrada muchacha quién había ocasionado el nefasto sonido, sino una mujer que había salido del establo con un grito para luego alejarse corriendo.
Jon se maldeciría más tarde por no atinar a silenciarla a tiempo. Tal vez fuera la sorpresa, o por ese momento de comprensión acerca de los pantalones desabrochados del hombre que acababa de matar. O tal vez, y que Ygritte y Catelyn nunca debían saber, fue por la breve apreciación de los senos rebotantes y las nalgas inmensas al descubierto en la noche. En cualquier caso, daba lo mismo. Para cuándo lo comprendió, la mujer ya estaba demasiado lejos para alcanzarla.
"¡Vámonos!" dijo a Jeyne, antes de reanudar su carrera.
Los gritos se acercaban a ellos, y cada vez más voces lejanas llenaban el aire de la noche, junto con el sonido de puertas abriéndose. Jon solo podía suponer que eran los sirvientes y otras personas que no peleaban, interrogándose unos a otros sobre el motivo de los gritos y los cuernos de guerra que llenaban la noche.
Para buena fortuna, no encontraron a nadie en el camino, aunque en los intervalos entre edificios Jon distinguía antorchas moviéndose, portadas por figuras con rostros poco definidos.
Frente a él, el camino se partía en dos. El de la derecha era más corto, pero por allí estaba un cuartel en el que se alojaban soldados Bolton. Jon fue por el camino de la izquierda, tirando de Jeyne para que lo siguiera.
"No falta mucho" se forzó a pensar. Solo unos pocos edificios más, y llegarían al pasaje. Si lograba entrar en él sin que los vieran, escaparían.
Jon vio figuras huyendo de él, y una particularmente audaz se atrevió a observarlo desde un pobre escondite en las sombras. Pero ninguno era un soldado, y Jon no perdió el tiempo con ninguna.
El Rey en el Norte se había atrevido a albergar una pequeña esperanza de escapar sin más complicaciones. Una esperanza….que se vio destruida cuando cuatro soldados Bolton aparecieron enfrente, con las espadas desenvainadas y observando en su dirección.
Jon se detuvo y soltó la mano de Jeyne "Mantente alejada" dijo, sin separar sus ojos de sus enemigos. No deseaba lastimar a la muchacha por error.
Los soldados miraron al Rey en el Norte y a la muchacha tras él con atención, tan inmóviles como estatuas. Uno de ellos, con una armadura de placas cubriendo su pecho y sus brazos, finalmente dio un paso al frente y por un instante el mundo pareció ralentizarse.
"¡MATENLO!" rugió el aparente líder, y con un grito de furia sin palabras, los otros tres hombres cargaron con las espadas levantadas en dirección a Jon.
Jon no dudó en cargar a su vez, su voz atrapada por el nudo en su garganta.
Siempre era más difícil combatir contra múltiples enemigos a la vez que contra uno solo. Jon lo sabía, pero no podía permitir que lo arrinconaran. Debía mantenerse a la ofensiva el mayor tiempo posible y tratar de igualar sus posibilidades con rapidez si quería tener una oportunidad, no solo de vencer, si no de superar ese obstáculo.
Tenía que seguir adelante pronto, porque el tiempo estaba en su contra.
Debía salir de allí. Y debía hacerlo rápido.
Desvió una de las espadas con rapidez al tiempo que se agachaba para esquivar el golpe de la segunda. Antes de que la tercera tuviera la posibilidad de atacar, Jon golpeó a su portador en la pierna, sacándolo de equilibrio. Giró sobre sí mismo y batalló contra los dos primeros hombres, forzándose a mantenerse de lado para no perder de vista al tercero.
Jon intercambió apenas cinco golpes contra sus dos oponentes en el frente antes de tener que moverse para evitar un ataque del tercero. Se vio forzado a retroceder un paso y luego otro, en busca de una mejor postura desde la cual atacar.
Ninguno de los soldados era particularmente habilidoso, pero el número compensaba con creces la falta de talento. Jon no podía centrarse en uno el tiempo suficiente para matarlo, pues los otros lo forzaban a dividir su atención entre ellos.
Los golpes se sucedieron con rapidez abrumadora, Jon debiendo recurrir a toda su experiencia para poder predecir los ataques casi simultáneos para detenerlos, desviarlos o esquivarlos. Su atención no podía separarse de sus oponentes; no podía dedicar una onza de atención a Jeyne o al cuarto soldado, a pesar de que sabía que debía hacerlo.
Entonces, de repente, Jon lo vio. Una abertura.
Se lanzó hacia adelante, bajando la cabeza para evitar un corte al tiempo que apuñalaba en el costado del segundo oponente. En un fluido movimiento, Jon retiró la espada manchada de sangre y detuvo el ataque furioso del tercer oponente antes de lanzarse hacia atrás, obteniendo el espacio necesario para seguir peleando.
"¡Desgraciado!" maldijo uno de los guardias aún en pie, mientras su compañero soltaba un grito de rabia sin palabras.
Jon no había matado al guardia; o al menos, no de manera limpia. Caído en el suelo, sus aullidos de dolor mientras sus manos intentaban contener el sangrado en su costado eran el sonido de fondo de la pelea que Jon mantenía con sus compañeros.
"Si el canto del acero no atrae la atención de todos los malditos Bolton, ese idiota lo hará" pensó Jon con certeza. Curiosamente, encontró que ese pensamiento causaba más ira que temor.
Con el enojo impulsando sus acciones, Jon desvió su atención entre sus dos enemigos antes de girar sobre sí mismo y moverse, uno de sus rivales quedando tras el otro. Antes de que pudieran volver a estar lado a lado, Jon atacó. Desvió la espada del hombre del frente, y sacando provecho de la mala visión del otro soldado se lanzó hacia el frente, su espada escabulléndose entre el brazo y el torso del oponente delantero para encontrar su descanso en el pecho del otro.
El jadeo de sorpresa del soldado al ser herido fatalmente distrajo a su oponente. Fue solo una fracción de momento, pero bastó: Jon estrelló su frente con todas sus fuerzas contra el rostro del otro soldado. Sintió un cálido liquido manchar su frente y escuchó el crujido de un hueso romperse, pero no le prestó atención, eligiendo en cambio sacar su daga con la mano libre y efectuar un corte en el hombro, antes de alzarla y apuñalar a través del cuello del hombre.
"¡Auxilio! ¡Enemigo, enemigo!" el grito del único soldado que no se había involucrado en la pelea llenó la noche "¡Intruso, hay un intruso dentro del castillo!" gritó el hombre, que no hizo intento alguno por detener a Jon, eligiendo en cambio huir, aun gritando por ayuda.
"¡Vámonos!" gritó Jon a Jeyne, que se había acercado a él en cuánto el último hombre con el que peleaba cayó. A pesar de sus manos temblorosas y sus ojos temerosos, Jon vio en ella una determinación a seguir, con la esperanza de lograr salir definitivamente de allí. Ayudó a calmar a Jon, el saber que aún resistía a pesar de todo.
Por un instante, Jon pensó que vio el cielo de reojo iluminarse.
"¡Auxilio, en….."
¡PUM!
"¡Oooooooooh!" el grito fue reemplazado por un chillido, tan agudo que lastimó los oídos de Jon.
El Rey en el Norte giró la vista al mismo camino por el que había escapado el soldado Bolton en busca de apoyo…pero lo encontró tan absolutamente diferente que por un momento fugaz se preguntó si no estaba en verdad soñando.
Las sombras habían sido reemplazadas por una cantidad abrumadora de luz, proveniente de cientos y cientos de pequeños fuego que yacían en el suelo, en los tejados de los edificios y en sus paredes. Una figura con una armadura idéntica a la que Jon acababa de ver huir se encontraba envuelta en llamas, sus ropas y cabellos quemándose mientras sus aullidos de agonía llenaban la noche.
Jon sintió las manos de Jeyne apretando con fuerza su brazo de la espada, pero antes de poder hacer o decir algo un silbido se escuchó, y Jon vio una gran bola de fuego surcando el cielo sobre sus cabezas, para luego estrellarse con una explosión aterradora lejos de ellos. No vio el resultado del impacto, pero el resplandor de las llamas y los gritos de alarma y agonía que se escucharon en la lejanía fueron más que suficientes.
"Ya era tiempo, Galbart" pensó el Rey en el Norte, complacido y al mismo tiempo desolado por el cumplimiento de sus órdenes "¡Vámonos!" le dijo a Jeyne, antes de soltarse de su agarre, cogerla de la mano y volver a correr.
Más proyectiles de fuego surcaron el aire, y las explosiones se escucharon cuando las llamas empezaron a inundar el lugar. El infierno se había desatado sobre Invernalia, y en medio de él, el caos desatado por un intruso y la fuga de la mujer de Ramsay el Bastardo ardieron para dar prioridad al caos y el miedo primario al fuego.
Los gritos llenaban el aire, pero tantos y tan contradictorios que Jon dudaba que alguno pudiera ser verdaderamente oído, y más aún, comprendido.
"¡Fuego!" "¡Un intruso!" "¡Ayuda!" "¡Busquen al intruso!" "¡Hay fuego aquí!" "¡Nos atacan!" "¡Agua!" "¡Busquen al intruso!" "¡Traigan agua!" "¡Todo está ardiendo, ayuda!" "¡¿Dónde está el intruso?!" primero fueron decenas, y luego parecieron cientos las voces que gritaban unas a otras.
En el caos que se apoderó del castillo, Jon y Jeyne avanzaron, cualquier pensamiento sobre precaución abandonado largo tiempo atrás.
Jon casi suspiró de alivio cuando dejó atrás un establo sin más residente que una mula huesuda para luego correr junto a un almacén subterráneo.
"Ya casi llegamos" dijo a una jadeante Jeyne "Solo un poco más" aseguró, sin dejar de correr con la mano de la muchacha aún sujeta en la suya.
Un almacén inmenso se alzaba ante ellos; lo rodearon, para llegar a un claro en medio de varios edificios, en el que varias personas, sirvientes al parecer, corrían con cubos en las manos buscando llenarlos con el agua de un pozo cercano.
Jon desvió sus ojos hacia el lugar por el que había entrado, y una débil sonrisa apareció en su rostro….solo para morir con una serie de gritos.
"¡Vengan! ¡Rápido, maldita sea! ¡Vengan!" grito una voz grave, y Jon sintió su garganta apretarse y su aliento perderse cuando nada menos que ocho hombres llegaron corriendo desde el este. Sus jubones con el hombre desollado y las armas en sus cinturones no dejaban a dudas que no eran sirvientes.
Los hombres se detuvieron en cuánto vieron a Jon y a Jeyne.
Con su espada manchada de sangre y sin ningún parecido aparente con ellos, los soldados comprendieron casi al instante que Jon no era uno de ellos. Los cubos vacíos cayeron de sus manos, para ser reemplazados con armas. Espadas, mazas y lanzas.
Jon dirigió una mirada a su vía de escape, y supo que no llegaría: los soldados Bolton estaban más cerca de ella que él.
Jon no podía contra ocho hombres a la vez sin apoyo…pero aun así lo intentaría. Había llegado demasiado lejos para fracasar en ese momento. Pelearía y se abriría paso: no había otra opción.
"Minisa. Ygritte. Catelyn. Sansa. Arya. El Norte" enumeró en su cabeza, recordando todas las causas por las que no debía rendirse ni contenerse.
Apretó la espada en su mano derecha y la daga en su izquierda. Los soldados empezaron a caminar hacia él, miradas oscuras dejando claras sus intenciones. Se separaron entre sí, buscando flanquearlo sin duda.
"Jeyne" pensó Jon al final, dando una mirada de reojo a la muchacha. Aunque no significara tanto para él como su familia, merecía algo mejor que estar en las garras de un monstruo como Ramsay. Y aunque Jon no fuera ni remotamente un héroe, intentaría salvarla.
Jon alzó su espada, listo para pelear. Sin embargo, algo llamó su atención. Surcando el cielo por encima de las murallas, más proyectiles estaban a momentos de caer en Invernalia. Uno de ellos…se dirigía directamente a ellos.
Giró sobre sí mismo y cogió a Jeyne por los hombros "¡Abajo!" exclamó, al tiempo que la empujaba con todas sus fuerzas hacia abajo, antes de cubrir su cabeza con sus brazos.
¡PUM!
Una vez, no podía precisar exactamente cuándo, Jon había oído decir que los dioses daban con una mano y arrebataban con la otra. Debía haber algo de verdad en ello, porque cuando alzó la vista vio que el barril en llamas que cayó golpeó el punto preciso para que la brea cubriera a siete de los ocho soldados que se interponían en su camino…..e incendiara además la pequeña estructura bajo la que se estaba el pasaje.
"¡No!" gritó, y por primera vez en esa noche, Jon sintió la desesperación inundarlo. Se lanzó hacia el frente, sus ojos no separándose de la vía de escape más tiempo del necesario para luchar contra el único hombre que no estaba retorciéndose en llamas. Con dos desvíos y una parada, el enemigo estuvo al descubierto. La espada del Rey en el Norte se movió de izquierda a derecha, a izquierda nuevamente, cortando profundamente a la altura de la pierna, las costillas y finalmente el cuello. Jon corrió antes de que el cuerpo cayera al suelo, deteniéndose a solo unos pasos de la estructura en llamas, que cayó con estrepito, enterrando el pasaje por el que había entrado en Invernalia bajo cenizas y fuego.
"¡MALDITA SEA!" gritó con todas sus fuerzas, la ira tomando el control durante un breve instante antes de que debiera dejar paso al raciocinio.
"No es la única entrada" pensó, al tiempo que intentaba buscar en su mente cuál de las otras era la más cercana. Reprimiendo una maldición, corrió de vuelta hacia Jeyne y la llevó, medio a rastras, en dirección a la muralla.
A su alrededor, el caos continuaba. Más barriles de brea se estrellaban contra el interior de Invernalia, las llamas cubriendo los edificios, el suelo, la vegetación. Los gritos seguían siendo estridentes, chocando entre sí en el aire de la noche, inundándolo tanto como las llamas voraces y la lluvia mortífera.
Había más personas, muchas más, corriendo por el castillo, buscando ayudar a combatir las llamas o refugiarse de ellas; en la mayoría de los casos no había forma de dilucidarlo. En semejante caos, nadie registró a Jon o a Jeyne. En un esfuerzo por mezclarse más fácilmente, Jon ocultó su espada en el interior de la vaina. Su mano no soltó la de Jeyne, temeroso de perderla en medio de los demás habitantes del castillo.
Por fin, Jon distinguió en la distancia lo que buscaba. Un antiguo granero con una pequeña casilla de entrada y otra aún más diminuta en su costado. Con renovadas fuerzas, Jon corrió hacia él, arrastrando tras de sí a Jeyne. La niña jadeaba considerablemente, pero no era el momento de detenerse.
"Hemos llegado demasiado lejos" pensó el Rey en el Norte, hasta que fue arrancado bruscamente de sus pensamientos.
No lo habría sentido hasta que fuera demasiado tarde, pero entre los numerosos gritos aterrados un ladrido se escuchó de fondo, y Jon reaccionó sin pensar. Empujando a Jeyne a un lado, saltó hacia el otro, observando una figura borrosa de pelaje oscuro saltando a la altura de su pecho, surcando el espacio que acababa de abrir entre sí y Jeyne.
Jon no había tenido en cuenta la pared a su lado cuando saltó. El golpe contra la madera no fue tan grave, sino que le dio tiempo al perro rabioso a volver a saltar en su dirección. Atrapado entre la bestia y la forma sólida a su espalda, Jon solo atinó a caer de rodillas, al tiempo que su brazo se alzaba en un pobre intento de protección.
"¡Ah!" el grito escapó de los labios de Jon contra su voluntad cuando sintió un afilado juego de dientes enterrarse profundamente en su brazo. Si no fuera por su ropa gruesa y oscura, Jon podría jurar que le habría arrancado un bocado de carne.
Pero no lo hizo, y Jon, que había aprovechado sus últimos momentos para tomar la daga oculta en su bota izquierda, enterró en arma en el cuello del perro antes de sacarla y clavarla esta vez en su parte delantera. No fue sino hasta haberlo hecho al menos cuatro veces que Jon sintió los dientes aflojarse y los gruñidos de rabia que recorrían su brazo cesar. Con un movimiento torpe a causa de las heridas sangrantes en su brazo, Jon retiró al animal inmóvil de encima de sí y se arrastró en dirección a Jeyne, que había contemplado el ataque con los ojos llenos de temor, tirada en el suelo con la capa de Jon cubriendo casi todo su cuerpo.
"Arriba" dijo Jon con dientes apretados, las punzadas de dolor en su brazo haciendo temblar su agarre cuando levantó a Jeyne "Vamos. Ya casi…." Sus palabras fueron cortadas cuando un dolor agudo sacudió a Jon, empezando a su pierna. Fue tan repentino que su pie cedió, forzándolo a caer con una rodilla en tierra y la otra doblada.
"¿Se van tan pronto?" una voz preguntó detrás, y cualquier duda de Jon fue borrada por el gemido de temor de Jeyne, como el de un niño que viera su pesadilla hacerse realidad.
"M-My-Myranda" dijo la niña, retrocediendo hasta estar cubierta por el cuerpo de Jon.
Jon giró con lentitud, ignorando la flecha enterrada en la parte posterior de su pierna, por debajo de su rodilla. Allí, con un arco tensado y una nueva flecha lista para ser lanzada, una mujer de cabello oscuro, largo y suelto lo miraba con una sonrisa que en otras circunstancias parecería inocente, pero que en esos momentos parecía oscura.
La mujer no estaba sola. Cuatro soldados Bolton con ropas sucias y armas desenvainadas la flanqueaban. Uno de ellos sostenía una lanza larga en su mano, pero eran los tres perros rabiosos que sujetaba con sogas en la otra mano lo que más aterró a Jon. Los animales luchaban por liberarse, sus ojos llenos de hambre fijos en él y sus bocas abiertas, dejando caer baba a través de sus colmillos gigantes y mortíferos.
"¿Tu eres Jon Nieve?" pregunto la mujer, curiosidad salpicando sus palabras. Hizo hervir la sangre de Jon de rabia "Sí, creo que lo eres" dijo con una risita infantil.
"Ramsay pensó que vendrías a buscarla" continuó la mujer, sin bajar su arco "Estuvo esperando por ti estos días. Lo habría estado hoy también, pero hubo algo que necesitaba arreglar antes" explicó, como si estuviera hablando de una reunión para comer "Pero no temas; no tendrás que esperar mucho por él. Y mientras tanto…." La chica bajo ligeramente el arco y la flecha se soltó. Jon dio un paso atrás por instinto, la flecha temblando en el mismo lugar dónde su pie había estado un momento antes.
Jon dio un paso cauteloso hacia atrás. No sentía a Jeyne, pero solo podía confiar en que estaba detrás de él. De ninguna forma podía separar sus ojos de los enemigos que tenía ante él.
"Debo llegar al granero" pensó el Rey en el Norte. Era su única oportunidad. Nunca podría derrotar a los cuatro hombres y a los perros por sí mismo, y eso era si llegaba a ellos "Si no me ha matado es porque no ha querido" pensó observando a la mujer con el arco y una nueva flecha lista. A una distancia tan corta, una flecha atravesaría la pechera de cuero que llevaba como si fuera papel.
¡PUM!
Jon no necesitaba mirar hacia atrás para saber lo que había pasado. La luz que veía de reojo en el cielo y que destellaba en las armas con intensidad le dijo que un nuevo barril se había estrellado cerca de su posición.
"Ramsay se enojará mucho por esto" dijo la mujer, Myranda, una sonrisa divertida apareciendo en su rostro "Me preguntó que te arrancar primero. ¿Los dientes? ¿Las orejas? Los ojos no; querrá que veas lo que te hace….y a ella" dijo, haciendo un movimiento despectivo con la barbilla hacia Jeyne "Personalmente creo que las bolas. ¿Tú qué crees?" preguntó, como si estuvieran hablando del clima, en vez de la mutilación y la tortura.
Jon se arriesgó a dar un paso atrás, y fue una clara provocación. Con un gesto de la cabeza por parte de la llamada Myranda otro de los perros fue liberado de sus ataduras y arrojado contra Jon. El Rey en el Norte estaba mejor preparado en esta ocasión, y se las arregló para evitar el primer ataque, antes de arrojarse contra el animal, su mano libre estrellándose con todas sus fuerzas en el hocico de la bestia antes de que el cuchillo se enterrara profundamente entre sus costillas, justo a la altura del corazón.
Sin embargo, el breve momento de victoria de Jon fue cortado por el dolor que se disparó a través de su brazo derecho. Jon miró la flecha enterrada cerca de su muñeca y con un gruñido de dolor la arrancó.
"Había apuntado a tu mano" dijo Myranda "Tal vez tenga más suerte en el siguiente intento" dijo. Aun sin mirarla, Jon ya sabía que tenía una nueva flecha lista para ser lanzada.
Jon llevó su mano izquierda, la menos temblorosa, hacia la empuñadura de su espada. Myranda tensó más la cuerda del arco, pero no disparó. En sus ojos, Jon vio que estaba esperando a que desenvainara para disparar.
"¿Cuánto tiempo hasta que se canse de jugar?" pensó Jon, antes de que una pregunta más urgente tomara prioridad "¿Cuánto tiempo hasta que Ramsay esté aquí?"
Jon siguió retrocediendo con lentitud. Estar frente a enemigos en desventaja abrumadora era como estar en frente de un oso; la mejor oportunidad era no hacer movimientos bruscos sin necesidad.
Por el cielo, el fuego seguía lloviendo en la forma de barriles llenos de brea.
Jon sintió un cuerpo tocar el suyo por la espalda. Casi a la vez, una mano temblorosa se aferró a su ropa.
"No te alejes de mí" murmuró Jon a Jeyne, apenas moviendo los labios "Prepárate para correr" dijo, antes de cerrar la boca, rogando porque la distancia y el sonido de las llamas y gritos dentro del castillo bastaran para ocultar sus palabras del oído de Myranda y sus compañeros.
Sin bajar su arco, Myranda se acercaba lentamente a ellos, seguida por el resto de su grupo. No podía hablar por otros, pero la mujer no parecía temerosa, sino emocionada. Era como si contuviera el aliento, en espera de un clímax digno de la situación.
En el futuro, Jo se preguntaría porque lo hizo. Quizás fuera que el momento era el más apropiado, o que su control, ese que había sido a prueba tantas veces esa noche, finalmente se rompió. En cualquier caso daba lo mismo; lo importante no era lo que había pensado, sino lo que hizo.
Correr.
Su mano cogió la de Jeyne y corrió en dirección a la puerta del granero, dando la espalda casi del todo a sus oponentes.
Aún antes de terminar de girar, Jon escuchó el silbido de una nueva flecha surcando el aire. No encontró carne, pero la sintió rasgando su pechera de cuero antes de perderse.
Nunca los pasos de Jon se habían sentido tan largos. La herida en su pierna ardía con la fuerza de una hoguera, haciendo que cada paso lo incitara a aullar con todas sus fuerzas.
Un nuevo impacto, esta vez en su costado, le arrebató el aire de los pulmones. Pero aun así Jon no dejó de correr, arrastrando a Jeyne con él.
"¡Suéltalos!" el grito de Myranda surcó el aire, y Jon no tuvo que mirar para saber a qué se refería. Las heridas creadas por un juego de dientes afilados en su brazo restallaron como un látigo ante el conocimiento de que pronto tendría otras similares si no se apresuraba.
Las puertas estaban cerca….demasiado cerca…pero los ladridos de los perros estaban más cerca.
"Nos van a alcanzar" pensó Jon con desesperación, al tiempo que su mano libre desenvainaba su espada con un movimiento fluido que hizo que su brazo herido latiera de dolor. Sin importar qué, no caería como una oveja, balando sinsentidos y sin intentar salvarse.
"¡No los maten! ¡Ramsey los querrá con vida! ¡Sobre todo a él!" las palabras de Myranda habían perdido todo tono juguetón. Era obvio que hablaba en serio.
Uno de los perros ladraba afanosamente mientras los perseguía. Un ladrido….que fue repentinamente callado. Jon no se molestó en buscar respuestas; mientras los dientes del animal no se enterrarán en su carne o la de Jeyne, le daba lo mismo.
Jon no abrió la puerta del granero; la embistió con todas sus fuerzas, tirando de Jeyne con él y soltando su mano en el instante en que ambos hubieran cruzado el umbral. Mientras la niña caía, tal vez por lo repentino de su liberación o por el total desinterés de Jon en tratarla con delicadeza, el Rey en el Norte dejó caer su espada para tener ambas manos libre. Cerró la puerta a cuatro hombres armados corriendo en su dirección y a dos perros combatiendo entre sí.
La traba, consistente en una gruesa tabla de madera suspendida a la altura de su ombligo por dos soportes de hierro, no había acabado de caer cuando un nuevo golpe se escuchó del otro lado, seguido al instante por otros. Los sonidos de los cuerpos golpeando con todas sus fuerzas contra la puerta en un intento de derribarla.
"¡Ábranla!" el chillido de Myranda, a diferencia de los soldados, si logró escabullirse hasta llegar a Jon "¡Abran la puerta! ¡No hay otra salida, están atrapados!"
"No. Si hay otra salido" pensó Jon, rogando porque aún estuviera allí "Es la única oportunidad…"
"Vamos" dijo Jon, alzando a Jeyne una vez más y volviendo a moverse. Solo allí se dio cuenta de que una flecha rota sobresalía de su costado, debajo de sus costillas. La ignoró con mayor habilidad a la que nunca pensó que poseyera.
La niña lloraba abiertamente mientras Jon la arrastraba a través del granero lleno de barriles, sacos e implementos de labranza, en dirección a la puerta que había al otro lado de la estructura. Jon la sintió intentando liberarse, y creyó entender algunos de sus murmullos incoherentes en medio de sollozos.
Lo llamaba imbécil. Le decía que ya no podía seguir. Que no tenían esperanza. Que jamás saldrían de Invernalia. Que debían resignarse.
Jon apretó los dientes, negándose a responder.
"No es verdad. No es verdad. ¡No lo es!" rugió su interior. Había llegado demasiado lejos, había hecho demasiado daño a Invernalia y había cometido una estupidez que podría terminar con él muerto…
….pero no se rendiría. No por él, sino por otros. Por Ygritte y Catelyn, para poder seguir entregando todas sus energías para mantenerlas a salvo y hacerlas felices. Por Minisa, para que tuviera un padre cuando lo necesitara. Por el Pueblo Libre, a quién le había prometido liderazgo y un hogar. Por el Norte, al cuál debía proteger cómo habrían hecho su padre y su hermano de estar allí.
La puerta a la que se dirigía estaba cerca….solo unos pocos pasos más….
¡PUM!
El estridente sonido impactó los oídos de Jon antes de que algo impactara en algún punto sobre su cabeza, enviándolo al suelo. Su agarre sobre Jeyne la llevó a caer junto a él.
Jon alzó la cabeza y vio el motivo del sonido: el techo del granero estaba en llamas, las tejas y las vigas que ejercían soporte sobre ellas siendo lamidas por lenguas amarillentas con voracidad.
"¡Vamos! ¡Ahora!" gritó Jon, al tiempo que se alzaba sobre pies temblorosos y arrastraba por los hombros a una Jeyne sollozante.
No separó sus manos de la muchacha al llegar a la puerta, la cual abrió de una patada.
"Si está aquí, tenemos una oportunidad. Si no, ya estamos muertos" pensó el Rey en el Norte con sombría verdad.
La puerta no había dejado de temblar por el impacto de su pie cuando una viga en llamas cayó a menos de diez pies detrás de ellos. Jeyne gritó aterrada, pero Jon solo atinó a sonreír débilmente cuando vio la tapa de madera que cubría un círculo de piedras prolijamente unidas y lijadas de toda aspereza. La abrió con premura, viendo el oscuro camino negro que había debajo de ella. Era más estrecho que el pasaje por el que había entrado, pero serviría. Debía servir.
"¡Entra!" le dijo a Jeyne, gritando para hacerse oír por encima de las llamas voraces que consumían. La niña lo miró, la mugre de sus mejillas dividida por los surcos de piel clara limpiada por los caudales de lágrimas descontroladas que caían de sus ojos. Jon, desesperado por su falta de movimiento, cogió su rostro con fuerza en sus manos y se acercó a ella "¡Afuera el bastardo de Bolton! ¡Aquí el fuego! ¡Allí una esperanza!" con sus últimas palabras, una de sus manos dejó el rostro de Jeyne para señalar el oscuro pasaje que había ante ellos.
"¿Qué eliges?" una nueva viga cayó, esta vez sobre el techo de la diminuta casilla bajo la que ambos se apretujaban. Las llamas lamieron las tablas que hacían de techo y se asomaron entre ellas, ansiosas por alcanzarlos "¡¿QUÉ ELIGES?!" repitió Jon con un rugido que era a partes iguales desesperación y determinación.
La niña soltó un chillido aterrado antes de arrojarse dentro del pasaje, sus piernas precediendo el resto de su cuerpo.
Jon siguió a Jeyne un instante después de que desapareciera, en el instante en que el techo cedía al peso de la viga y el fuego.
¡Tada! ¿Qué tal mi regalo de Navidad para ustedes? ¿Les gusto? Si fue así, sean tan amables de dejar un review diciendo que les gusto y porque. Y si no les gusto, dejen un review diciéndome lo que podría mejorar.
Bien, espero que el tamaño (más del doble de un capítulo normal) y la acción de este compensen al menos un poco la lentitud de los dos capítulos anteriores. Para serles sincero, costó escribirlo, pero me parece que valió la pena.
Este capítulo fue terminado hoy al mediodía (literalmente. Última frase escrita a las 12:00. Que preciso, eh?).
Tal vez sea muy pronto para decirlo, pero me parece que por fin terminé de salir del bloqueo de escritor. Con suerte, eso significa que la historia se actualizara más a menudo a partir de ahora.
Bueno, intentaré subir un nuevo capítulo para el Año Nuevo, pero no prometo nada. En caso que no lo logre, de antemano espero que tengan también un feliz Año Nuevo, y, Dios mediante, este entrante 2021 sea mucho mejor que el 2020.
Les mando un gran abrazo a todos, y les deseo una vez más que tengan una Feliz Navidad, rodeados de sus amigos, familiares, parientes y más. Y si las circunstancias (trabajo, mudanza, etc) no les permiten nada de eso, sepan que al menos una persona (yo) piensa en ustedes y les desea lo mejor. Aún sin saber sus nombres, rostros, lugares de dónde sean o cualquier otro detalle, sepan que pienso en ustedes y les deseo siempre lo mejor en sus vidas. ¡Feliz Navidad!
Hasta la próxima.
