¡Hola a todos!

Bien, tras más tiempo del que me gustaría, he vuelto. Y con un nuevo capítulo que, espero, les compense la espera.

Gracias a miguel , Kirito 720, Tony Warrior, jean d'arc, Pablo 21, Luna, Guest y Cooki 13566 por sus reviews, que son un gran aliento para seguir con la historia siempre. Y hablando de los mismos:

Miguel Giu Liano. CO: bueno, hola ante todo. Es muy buena pregunta lo del tiempo, pero no, lo de Sansa pasa casi en sincronía con lo de Jon. Y no, el Valle no se mueve aún hacia el Norte: simplemente se han comprometido a no entregar a Sansa a los Lannister. En cuanto a Bran y Rickon, la verdad me dio gusto escribir de ellos. Tengo planes para ambos, sobre todo para Bran. Siempre he pensado que en la serie se desperdiciaron las habilidades de Cuervo de Tres Ojos. Yo voy a intentar darles un uso provechoso. La verdad es que no había considerado escribir desde la perspectiva de los señores del Valle, pero la idea no es nada mala. Puede que lo haga. Si, el Cuello es un punto caótico para las batallas, o al menos para las convencionales. Gracias por las amables palabras, juro que no es fácil intentar emular la capacidad narrativa y descriptiva de Martin. Tus rezos serán contestados. En fin, un gran abrazo y que estés muy bien.

Kirito 720: ¡Que tal! ¡Tanto tiempo!. Bien, no te disculpes, yo entiendo mejor que muchos los excesos de las fiestas, así que no hay drama. La fe es peligrosa, y no falta mucho para que Jon deba lidiar con ella. En cuanto a Sansa, bien, a todos nos gustaría que crea mentiras, pero rodeada por Baelish y los nobles, todo es posible. Si, Bran en útil (increíble ¿no?) y el Cuervo de Tres Ojos sabe mucho. Demasiado, tal vez. Rickon volverá con el tiempo a la historia, pero por ahora consuélate en que está vivo y sano. Espero que toda tu gente esté en buenas condiciones, y que siga así. Un abrazo.

Tony Warrior: Hola una vez más. Si, Jon dejó a muchos mordiéndose las uñas, pero aquí verás más de él. Aún queda algo de tiempo antes de que Jon se encuentre con los Tyrell, pero ya estoy trabajando en ello. Obvio que vi el Rey León (creo que la versión de antes es mucho mejor que la actual). Espero que aún no te hayas aburrido de esperar una actualización, porque llegó el momento. Te agradezco la comprensión, en verdad. Aun así, me gustaría poder actualizar más seguido, para ti y los demás. Un saludo. Nos leemos en otra ocasión. Que estés bien.

Jean d'arc: ¡gracias! ¡es buena saber que la historia sigue gustando! Bien, sé que ya lo he dicho varias veces, pero también me encanta Kevan. Si, Bran está feliz, aunque aún no conoce la nueva "naturaleza" de la relación entre su madre y su hermano. Haré mi mejor esfuerzo para que sus habilidades no se desperdicien en la historia (a mí también me da rabia recordar lo que hicieron en las últimas temporadas con él. Me da ganas de partírselas a DyD). Si, la falta de veracidad en las noticias y los rumores, por buena o mala intención, son muy comunes, y hacen mucho daño en las circunstancias adecuadas. Bueno, hasta ora vez. Un abrazo grande y saludos a la familia.

Pablo 21: ¡Hola! Aquí se acaba la intriga en cuanto a Jon. Si, la verdad es que creo que hasta a mí me vino bien pasar a algo que no fuera Jon, al menos por un rato. Hace tiempo que planeaba explicar lo de los animales. Quería ver si alguien lo agarraba, pero nadie lo hizo al parecer. En fin, un gran saludo y que estés bien.

Luna: ¿Quién eres tú?...¡NAAA, ES JODA, ES JODA! ¡Claro que te recuerdo! ¿Cómo no hacerlo? Es tan lindo volver a leer de ti. Si, Jon necesitaba un descanso. Y por el bien colectivo, necesita un baño. O dos, o tres. Los otros también merecen alguna aparición: la historia no sería nada si solo fuera Jon. Bueno, un beso y un abrazo. Cuídate mucho.

Guest: Bien, aunque no sé tu nombre, que gusto es poder leerte. Siempre me gusta leer a gente nueva. Si, bien, la pareja JonxCatelyn genera controversias, eso siempre lo he sabido. Solo pido dar una oportunidad a la historia. ¡Gracias, es bueno saber que el encanto fue apareciendo! ¡Sí, te entiendo, hasta yo tenía aversión a Catelyn luego de haber visto la serie por primera vez, y los libros no ayudaron precisamente a cambiar eso! No sabes cómo sonrío con tus palabras, gracias en verdad. Aquí está el siguiente capítulo, y ojala te guste. Un beso propio y que todo te salga bien.

Coki 13566: ¡Qué onda! El sur está más interesado en Jon que en Euron, pero no se han olvidado de él tampoco. Y aunque no es la norma, sé que a menudo el fanatismo y la estupidez van de la mano. Parece casi inevitable en mi opinión. ¿Un watsapp mental? ¿En serio? Me llevaste a pensar ¿Qué clase de celular tendría el Gran Otro? Bien, saliendo de mis desvaríos, los mejores héroes son los que no tienen capa, y Bran es sin duda uno de ellos. Un abrazo grandote y hasta otra ocasión.

*Quiero agradecer también a quienes tienen la historia en sus favoritos, la siguen o simplemente la leen. Anímense a dejar un review, para saber que les parece exactamente la historia.

*Bien, ahora sí, basta de hablar. Vamos a lo que los trajo hasta aquí.

Disclaimer: todo lo que puedan reconocer pertenece a G.R.R. Martín. Yo solo lo uso para entretenerme y tratar de entretener a otros.

Jon

Jon recordaba vagamente haberse arrastrado contra la corriente en las alcantarillas, rodear con cuidado la cámara dónde éstas empezaban y subir las escaleras. Le había costado un momento recordar que debía cubrir la entrada antes de dirigirse a sus guardias. Durante todo ese tiempo, Jeyne se había mantenido apegada a él, temblando como una hoja mecida por un vendaval.

Ahora, poco tiempo después, montando su caballo y dirigiéndose de vuelta al campamento, cada instante era una lucha en sí mismo para mantenerse consciente. Las heridas contraídas en su….su estúpida aventura latían con fuerza, y podía sentir hilillos de sangre recorriendo su cuerpo antes de descender por la silla de montar y probablemente manchar los flancos de su caballo. El más molesto de estos empezaba en algún punto sobre su ojo, para luego descender sobre éste antes de seguir su camino hasta su barbilla y cuello. Sentía los latidos de su corazón contra sus oídos, y su mente luchaba para recordarle que debía mantenerse erguido y en control de las riendas.

Montando su propio corcel junto al suyo, Rickard Liddle lo miraba cada pocos instantes cómo si esperara que se desmayara. Al otro lado, Helga no difería demasiado, excepto por el hecho de que se mordía el labio con tanta fuerza que sangraba. Ambos parecían haber llegado a un acuerdo tácito sobre no interrogarlo, cosa por la que estaba agradecido. No estaba seguro de tener fuerzas para revelar lo que había sucedido.

Aferrada a su espalda, Jeyne alternaba su mirada entre los dos guardias con un temor casi palpable. Jon no tenía fuerzas para intentar calmarla; apenas podía mantenerse erguido en la silla de montar.

El bosque parecía interminable: robles, cedros y pinos se alzaban alrededor, silenciosos centinelas que contemplaban el paso de un Rey, sus guardias y una muchacha aterrada. Jon no se atrevía a instar a su montura a ir más rápido por temor a romper una de sus patas con una roca suelta o una raíz expuesta. No creía poder aguantar la caída que sufriría si su caballo se lastimaba.

Por fin, tras atravesar un riachuelo diminuto y subir el pequeño montículo de tierra que había al otro lado de él, los árboles se fueron volviendo más escasos, y el cielo se fue haciendo más visible. A menos de un centenar de pasos del último árbol, las hogueras del campamento iluminaban las tiendas.

Jon sabía que había centinelas vigilando los límites del campamento, pero no vio a ninguno. En otras circunstancias se habría interesado en ello, pero tenía preocupaciones más urgentes en mente.

Jon giró la cabeza lo bastante para ver a Rickard Liddle a través de la sangre que empañaba uno de su ojos "Busca a los curanderos y llévalos a mi tienda. No digas a nadie lo que ha pasado" murmuró, ignorando el dolor de su garganta al esfuerzo de hablar. Sin perder otro momento, espoleó a su caballo y empezó un trote rápido, sin importarle si Helga lo seguía o no.

El aumento de movimiento aumentó a su vez el dolor en sus heridas. Reprimiendo la agonía que buscaba escapar por su garganta, Jon se forzó a mantenerse erguido mientras cabalgaba entre las tiendas de su campamento.

En el este, los rayos del sol teñían la lejanía del cielo de tonos rosados, proclamando su salida en breves momentos. Jon podía ver figuras moviéndose por el campamento, pero eran pocas. Cruzó algunas, pero su vista y su cansancio le impidieron analizarlas con detenimiento. En la distancia, sobre el mar de tela, había un pabellón elevado. Jon casi sollozó al verlo, y apuró el paso, el sonido de los cascos de su caballo sobre la hierba opacado por el latir furioso de su corazón.

Al detenerse frente a su tienda, Jon creyó escuchar exclamaciones de sorpresa, pero las ignoró con descaro mientras desmontaba su caballo. El peso de Jeyne solo se suavizó por un momento, pero no bastó para que Jon no debiera aferrarse a la silla para no caer.

"Vamos" dijo a Jeyne, tomando la mano de la niña y empezando a caminar…o cojear, en dirección a su tienda.

"¡Rey!" el sonido de pasos corriendo fue seguido por dos voces, una femenina y otra masculina, y casi a la vez tres sombras se cernieron sobre él, dos por el frente y una más por su costado. Una de ellas lo cogió por el hombro lastimado, y aunque la herida aumentó su ardor, Jon dio la bienvenida al punto de apoyo.

A través de la bruma del dolor y la sangre, Jon distinguió dos rostros preocupados e incrédulos ante él.

"Torreg y Dormund. Los hijos de Tormund" pensó, antes de que su mente tomara otro rumbo "Tormund…"

"Uno de vosotros….." dijo Jon en voz ronca "Buscad a su padre….y confirmad, confirmad…que haya tenido éxito, y que sus hombres estén…a salvo" la negrura empezaba a apoderarse de las comisuras de sus ojos. Sus piernas temblaban, y sus párpados pesaban.

"Helga…..reúne al resto de mi Guardia, y…que vigilen….afuera de mi tienda" murmuró Jon, su voz sonando cada vez más débil "Nada de explicaciones…..las diré en persona"

"Si es que tienes la oportunidad" una voz susurró al oído de Jon. Era similar a la del bastardo de Roose Bolton.

Jon sintió una presencia detrás de sí, y casi al mismo tiempo escuchó un gemido de Jeyne y la sintió apretando con más fuerza.

Aún sin ver, supo quién era "Fantasma" llamó, su voz sonando aterradoramente similar al graznido de un cuervo, su mente bebiendo las últimas gotas de lucidez que podía encontrar "Cuídala" dijo, haciendo un gesto mal coordinado a Jeyne, que aún se aferraba con sus manos a la parte trasera de su pechera de cuero "El que la toque…" murmuró, sin importarle ya si era oído o no "terminará peor que yo" dijo, antes de que sus piernas cedieran.

No supo si su cuerpo cayó al piso, porque su mente ya había caído en la oscuridad.

Val

Había acompañado a los gigantes en persona a su posición, observando en silencio mientras eran ocultados de la vista.

"¿Recuerdas cuando debes salir?" preguntó a Mag el Poderoso en la Antigua Lengua.

"Cuando escuche tres toques de cuerno, breves y muy juntos. No antes" dijo el Poderoso, mirándola desde lo alto, sosteniendo un descomunal mazo con pinchos entre sus manos peludas.

"No antes" confirmó Val, antes de dar un firme asentimiento hacia Mag y observar al gigante esconderse, por delante de los demás. En cuanto quedaron ocultos, Val se apresuró a llegar a su próximo destino.

Los lacustres habían preparado barriles llenos de lodo, del que habían extraído con cuidado toda clase de insectos e incluso serpientes venenosas durante mucho tiempo antes de determinar que era seguro introducir la mano sin terminar enfermo o muerto. Al llegar a ellos, Val vio a docenas de hombres esperando para poder cubrirse los brazos hasta la altura del codo y los rostros hasta el cuello con la espesa sustancia.

Al fin, cuando la mayoría ya lo había hecho, Val misma se inclinó sobre uno de los barriles y empezó a cubrir su rostro y sus manos. La sustancia era espesa, pero ligera y fresca, y sumada al trozo de tela de color leonado enrollado alrededor de su cabello, Val estaba segura de que podría perderse igual de bien que cualquier lacustre en los pantanos.

Mientras cubría sus pómulos y su nariz con el lodo, Val rememoró los acontecimientos de los últimos días. El plan de Reed, al que la hija de La Osa y el hermano de Alys Karstark se habían opuesto con tanta firmeza, había dado resultados.

Los jinetes que se acercaban por el sur habían encontrado al Frey liberado a dos días al sur de Foso Cailin. Según sus oteadores, lacustres con los mejores ojos y oídos, los jinetes habían interrumpido la marcha al encontrar al Frey. No la habían reanudado hasta el día siguiente, esta vez enarbolando estandartes con hombres desollados. Pocos se habían sorprendido por ello, y los últimos detractores de no atacar se habían visto obligados a callar sus réplicas.

Sin embargo, no bastaba con derrotar a los jinetes. Necesitaban capturar a algunos de ellos, preferentemente a los líderes. Era por ello que les permitirían acercarse hasta el Foso, dónde los emboscarían y derrotarían.

Val, una vez que completó su cobertura, empezó a dividir a los otros hombres en grupos. El terreno hacía que las formaciones grandes y los movimientos envolventes fueran imposibles, por lo que los dividió a todos en media docena de grupos que oscilaban entre los treinta y cuarenta hombres. Una fuerza mucho mayor estaría al Norte del Foso, con órdenes de contener a cualquier jinete que intentara escapar o logrará encontrar de alguna manera una ruta a través de las tres torres.

Mientras se dirigía hacia las torres con los guerreros que había seleccionado para sí misma, Val pudo ver los últimos preparativos teniendo lugar. Hileras de soldados, armados con espadas, hachas lanzas, mazas y arcos entraban por las puertas, mientras cubos llenos de piedras eran alzados hacia la cima de las torres con sogas.

Al frente de una de las torres, la que tenía trece niveles, Garlon Norrey la esperaba con una docena de los hombres de su clan.

"¿Todo está listo?" preguntó Val a modo de saludo.

"Lo está" aseguró el hombre "¿Cuánto tiempo hasta que lleguen?" cuestionó, su ceño fruncido.

Val miró la posición del sol antes de responder "Pronto, si los lacustres tienen razón" los habitantes de los pantanos eran sus ojos y oídos en esas tierras. Sabían mejor que nadie a qué ritmo avanzarían los jinetes.

"¿Recuerdas tus órdenes?" preguntó Val, ganando una mueca amarga del hombre.

"Las recuerdo" dijo Garlon. Val sabía que no estaba satisfecho; no con el plan de batalla, si no con el lugar que ocuparía en el mismo. Aun así, había cosas más importantes que las satisfacciones personales.

"Mantente vivo" dijo Val a modo de despedida, antes de continuar su camino.

"Y vos, mi señora" escuchó detrás de sí, en un tono que era burlón, y tal vez algo relajado.

"Imbécil" masculló Val ante la mala broma de Norrey.

Había parches de hierba más altos que un hombre en muchos lugares alrededor de Foso Cailin. La mayoría se alzaban sobre lo que parecían tierra firme, aunque en realidad eran arenas movedizas y parches delgados de lodo, listo para hundirse en cuánto algún incauto pisara en ellos. Sin embargo, había unos pocos que si eran pequeñas islas en medio de las aguas mortíferas. Con los lacustres como guías y tablas delgadas pero firmes como puentes improvisados, Val y el resto de aquellos que se habían cubierto con barro se ocultaron entre ellos, las hebras de hierba ocultándolos.

"Ahora, debemos esperar" pensó Val.

El arquero

Le habían ordenado no erguirse desde el momento en el que había llegado a la cima de la torre. Lo mismo había sido dicho a todos los demás. Se habían movido de cuclillas todo el tiempo, sus rodillas pegadas al pecho. O en el caso de las mujeres salvajes, los pechos.

El único que podía caminar cómo quisiera era un solitario salvaje con las manos y las mejillas tatuadas. Las primeras eran cubiertas por gruesos guantes de piel, y las segundas por un casco de acero. El casco, al igual que las ropas que llevaba, habían sido tomados de un Bolton asesinado.

Había otros cuatro norteños con arcos allí arriba. Si hubiera tenido el valor, les habría preguntado si alguno de ellos también tenía la tentación de clavar una flecha en el cuello del salvaje.

"O de cualquiera de los otros" pensó, mirándolos allí, con sus ropas desiguales, sus miradas duras y sus ojos helados. Sabía que había muchos más como ellos en el interior de las torres. Cientos, se atrevería a afirmar.

¿Cómo mierda había terminado allí, debiendo pelear codo a codo con los salvajes?

Porque el Joven Lobo había muerto, y su hermano bastardo se había apoderado de lo que era suyo. Y mientras que el Joven Lobo se había rodeado de guerreros y valientes, el bastardo había hecho lo propio con salvajes y bestias.

El salvaje más cercano a él, una mujer de poco busto y cabello oscuro trenzado, giró la cabeza instintivamente hacia el camino que llevaba al sur, su ceño fruncido y su mano apretando con fuerza su arco.

Un momento después, comprendió porque. Un sonido débil se escuchaba desde esa dirección. Parecían…cascos de caballo. Y resoplidos.

"Prepárense" dijo el salvaje disfrazado, su voz saliendo amortiguada a causa del casco.

Los sonidos se fueron incrementando, y otros nuevos fueron apareciendo. Voces y el tintineo del acero. Sacó una flecha del carcaj a su espalda y la colocó en el arco, apretando los dientes para detener el temblor de su mandíbula.

De repente, los cascos se detuvieron. Un coro de resoplidos de caballos y murmullos ocuparon primacía, y un momento más tarde una voz llamó desde algún punto cerca de la torre.

"Podéis salir ya. No hay amenaza" dijo la voz en un tono alto, casi un grito.

El salvaje disfrazado se acercó a los parapetos, una de sus manos sosteniendo un escudo con el hombre desollado estampado mientras la otra apretaba una lanza.

"¿Quién lo dice?" preguntó, su voz amortiguada sonando más alta, como si hubiera gritado.

"Bradamon Cabeza de Cordero, de la ribera norte del Río de las Lágrimas" el nombre no le decía nada, y juzgando los rostros de los otros arqueros, tanto del Norte como de los salvajes, tampoco a ellos "Pedimos cruzar. Debemos llegar a Invernalia lo más pronto posible. Lord Bolton nos ha convocado para sumarnos a la lucha contra los salvajes" dijo la misma voz.

"¡Bienvenidos!" gritó una nueva voz, esta vez pareciendo provenir de otra de las torres.

"¿Tenemos el cruce?" preguntó la misma voz que venía desde abajo.

"Esta es nuestra respuesta"

¡AAAAAUUU!

En cuanto escuchó el cuerno, todo empezó.

Con menos de un parpadeo de diferencia, se alzó al mismo tiempo que el resto de los arqueros. La flecha ya estaba en su lugar. Distinguió a una multitud de jinetes, y sin pensar apuntó hacia el pecho de uno de los que estaban en el frente y soltó.

Su flecha no fue la única. Docenas más, puede que incluso cientos más, salieron volando de las torres. Los caballos relincharon espantados, y los gritos de hombres atravesados no tardaron en hacerse notar, pero estaba demasiado ocupado colocando una nueva flecha para disparar.

La masa de hombres y caballos estaba lo bastante apretada para que las flechas encontraran un blanco sin dificultad. Los caballos se encabritaban ante la lluvia de proyectiles, y algunos incluso derribaban a sus jinetes antes de correr espantados.

"¡Desmonten!" gritó una voz en medio de la multitud mientras lanzaba su tercera flecha "¡A las puertas! ¡Desmonten y ataquen las puertas!"

En cuestión de momentos una horda de hombres dejaron atrás sus caballos y se abalanzaron contra las torres. Todos llevaban cascos, y muchos llevaban además escudos, y los que no lo hacían se mantenían cerca de alguien que si lo hiciera.

Vio a un hombre con una gran barriga corriendo hacia la base de la torre. Apuntó con cuidado y soltó. La flecha se clavó en la descomunal barriga, y el hombre cayó al suelo con aullidos de dolor.

Un destello voló hacia ellos, y un instante más tarde la mujer salvaje con el cabello trenzado se retiraba de las almenas con un grito, su brazo atravesado por una flecha.

Reprimiendo una maldición al saber que ellos tenían un medio para responder a sus ataques, volvió a colocar una flecha en el arco.

Garlon

Había ordenado que se guardara silencio desde que habían entrado en la torre. No había troneras, ventanas ni ningún otro tipo de resquicio por los cuáles ver lo que pasaba, por lo que tendría que conformarse con oír.

En cuánto escuchó el sonido del cuerno, supo que la lucha había comenzado. Descolgó el escudo circular con los colores de su clan de su hombro y lo ató con fuerza a su antebrazo izquierdo.

A través de la gruesa madera, los gritos se escucharon, al principio de dolor. Luego se sumaron además gritos de furia, junto con lo que parecían palabras, aunque el significado de éstas no estaba claro para Garlon.

¡BUM!

El inconfundible sonido del acero contra la madera llenó sus oídos. La puerta tembló con el golpe.

¡BUM!

El segundo golpe llegó un momento más tarde.

"¡Todos prepárense!" exclamó Garlon, antes de tomar su posición.

A ambos lados se alinearon guerreros del Norte y el Pueblo Libre, hasta formar un semicírculo de dos hombres de profundidad en torno a la puerta. Había muchos más hombres detrás, y aún sin verlos, Garlan estaba seguro de que un par de arqueros estaban ubicados en los escalones altos de la escalera, arcos tensados y listos para disparar.

Habían acordado que cada torre sería guarnecida por el mismo número de arqueros y unos dos centenares de guerreros a pie. Garlon tenía unos ochenta o noventa de estos últimos en el nivel inferior de la torre, mientras que los demás habían sido distribuidos entre el resto de niveles.

¡BUM! ¡BUM! ¡BUM!

Los golpes en la puerta se hicieron más continuos, pero gritos de indudable agonía también se escucharon.

CRACK

Una profunda fisura apareció en la puerta de madera, y los gritos del exterior se hicieron diez veces más estruendosos al encontrar un camino entre la madera destrozada.

"Listos" gritó Garlon, al tiempo que desenvainaba su espada. Giró para dejar su brazo izquierdo al frente y flexionó las rodillas, el escudo alzado cubriendo desde su nariz hasta sus rodillas.

A cada lado, los hombres de su propio clan, a los que conocía desde hacía años, unieron sus escudos al suyo. Los demás no tardaron en imitarlos, hasta que una muralla de madera se formó, lista para contener a los hombres que indudablemente las puertas en unos momentos.

¡BUM!

Una gran hoja de hacha se distinguió por un momento en medio de la madera, antes de perderse de nuevo, dejando detrás una gran herida horizontal en la puerta. Los sonidos aún entraban a través de ella, y ahora también la luz.

"Listos" repitió Garlon, sin apartar la mirada de la puerta. De reojo, vio puntas de lanza bajadas, sus portadores a sus espaldas.

¡BU-CRAAAAK!

Con un crujido, la puerta cayó, y una oleada de hombres pisaron los pobres despojos mientras cargaban entre aullidos y maldiciones hacia ellos.

"¡Por el Norte! ¡Por Stark! ¡Por el Rey! ¡Por el Lobo Blanco!" con una serie de rugidos propios a modo de recibimiento, la lucha comenzó.

El empuje inicial casi derribo a Garlon; los hombres del frente contaban no solo con un impulso, sino con el de los que venían detrás. Sin embargo, Garlon también tenía hombres detrás para apoyar su peso contra ellos.

Tras un momento de aturdimiento cuando los dos grupos chocaron entre sí, Garlon se encontró peleando con un hombre armado con una espada corta y un escudo triangular, sus rasgos totalmente ocultos por un casco circular con solo una ranura para los ojos.

Mantuvo su posición mientras detenía un golpe con su espada. Un segundo golpe llegó un momento más tarde, no teniendo más éxito que el anterior.

Garlon lanzó un golpe con su escudo que aturdió a su rival, pero se recuperó lo bastante rápido para desviar el golpe de espada de Garlon. Un nuevo golpe, esta vez destinado a él, fue bloqueado por el escudo. Garlon replicó intentando un golpe bajo, apuñalando a la altura de las piernas, pero su enemigo logró esquivar el ataque antes de embestir con fuerza. Se tambaleo por el impacto, pero logró hacer un corte en la pierna derecha de su rival, la más alejada de la protección del escudo.

Un gruñido de dolor escapó a través del casco, y el hombre retrocedió, pero Garlon asestó una patada en la herida recién hecha. El grito de su enemigo llenó sus oídos, pero lo ignoró a favor de descargar un golpe con el borde su escudo con todas sus fuerzas en la muñeca derecha. El crujido del hueso al romperse fue música para sus oídos, y ver la espada de su rival caer de su mano ahora inútil fue un deleite para sus ojos. Un desvío del escudo triangular con el suyo propio y una puñalada certera con su espada fue todo lo que se necesitó para acabar con su oponente, que se desplomó en silencio.

El combate era cerrado. Apenas había matado a su oponente cuando otro, este armado con un hacha corta de dos caras, tomó su lugar. Garlon no podía evitar los ataques, por lo que se refugió tras su escudo, sintiendo la madera crujir y su brazo temblar con cada golpe terrible del arma. Tras el quinto, cambió el ángulo de su escudo. La hoja del arma dio un golpe mucho menos grave antes de deslizarse contra la madera astillada. Garlon lanzó un tajo con su espada, pero su rival sabía lo que hacía, pues alcanzó a detenerlo con un movimiento rápido y usando el mango de su arma como barrera. Sin embargo, no estaba preparado para la lanza que apareció de algún lugar a espaldas de Garlon y lo empaló en el brazo, cerca del hombro. Un nuevo tajo de la espada de Garlon, esta vez arriba de la ingle, lo vio caer en un montón, su sangre mezclándose con la del primer hombre que había matado.

"¡Peleen!" gritó, extasiado y furioso a la vez.

A su costado, un rocío de sangre manchó su barba y su mejilla. Sin atreverse a saber si era de un amigo o enemigo, Garlon desvió una espada antes de centrarse en combatir a su portador. El hombre intentó una finta hacia abajo, pero Garlon no se dejó engañar: mientras su escudo bajaba, su espada subía. El primero no toco nada más que aire, pero la segunda alcanzó a arañar el brazo de su rival. Sin embargo, eso no fue suficiente para matarlo.

La batalla prosiguió. Ambos bandos contaban con muchos guerreros, y la cercanía entre ellos, sumada a la falta de espacio, garantizaba que no fuera una pelea corta. Cada tanto, un hombre lograba pasar la barrera formada por los escudos del otro bando. Sin embargo, esta efímera victoria se convertía en el fin un momento más tarde, cuando era rodeado ya asesinado por múltiples armas, sus aliados demasiado lejos para socorrerlo o cubrir su espalda.

Pero la lucha estaba lejos de terminar.

Val

La batalla proseguía según lo planeado. Tras recobrarse del ataque sorpresa de sus arqueros, los jinetes habían desmontado, conscientes de que los caballos serían inútiles para entrar a las torres. Bajo una lluvia de flechas, cientos habían corrido hacia las grandes estructuras. Algunos cayeron bajo ellas, pero eso no impidió a los demás luchar contra el lodo espeso y las defensas naturales que salpicaban el camino hacia las torres. Cuando se acercaran lo suficiente, primero lanzas y luego piedras, volarían hacia ellos en compañía de las flechas.

Val estaba lo bastante cerca para notar que estaban bien armados. Todos tenían cascos que ocultaban sus rostros, y muchos también tenían piezas desiguales de armaduras, principalmente sobre brazos y pechos. No tenían muchos arqueros, pero los suficientes para ser una amenaza a los hombres en la cima de las torres.

Los gritos eran otra cuestión. Los de aliento y rabia tenían una indiscutible ventaja numérica, pero los gemidos y lamentos de agonía no estaban ausentes. Incluso había uno o dos que parecían jubilosos.

Val no tenía interés en tales sonidos; sus oídos esperaban escuchar la señal para empezar la segunda parte de su plan.

Un relincho espantado llamó la atención de Val por su cercanía; un corcel, probablemente aterrado por la batalla, había rompido a galopar, solo para quedar atrapado en las aguas pantanosas del cuello. Los relinchos del animal mientras intentaba inútilmente librarse eran ensordecedores, pero tan inútiles cómo sus coces desbocadas.

"Ya está muerto" pensó Val, antes de volver su vista hacia la batalla "Solo que aún no lo sabe" lo mismo podría decirse de los hombres que en ese momento atacaban Foso Cailin.

Finalmente, la oleada de hombres que cargaba hacia las torres se redujo a un goteo. A través de los altos tallos de hierba, Val veía docenas de cuerpos derrumbados en el camino, muchos de ellos inmóviles. Sin embargo, eran muchos más los que se apiñaban cerca de las torres.

Con un suspiro, cogió su escudo con más fuerza y dirigió una mirada a los guerreros detrás de ella. La mayoría eran hombres, y captó a dos de ellos mirando descaradamente su trasero a través de los pantalones que llevaba. Reprimiendo un comentario mordaz ante su inoportuna lascivia, dirigió un breve asentimiento a todos. Las armas afloraron desde sus escondites en las vainas y detrás de las espaldas. Hachas, espadas, lanzas, mazas y unas pocas lanzas, que se mantuvieron en posición horizontal para que las puntas de acero no asomaran sobre los tallos de hierba. Dos de ellos se adelantaron con una angosta tabla de madera.

Tomó el cuerno que llevaba en el cinturón e inhaló profundamente.

¡AAAAAUUU! ¡AAAAAUUU!

Aún antes de que el primer toque terminara de sonar, la tabla de madera ya estaba en posición, formando un puente delgado pero sólido por el cuál salir de la pequeña isla en la que se ocultaban. Val se irguió mientras sonaba el segundo toque, corriendo en el instante en que el cuerno se separó de sus labios.

Antes de darse cuenta, Val se encontraba corriendo tras dejar atrás su pequeño escondite, el cuerno devuelto a su cinturón y reemplazado en su mano por un hacha corta. Detrás de ella, los guerreros junto a los que se había escondido hacían lo propio. De reojo, Val podía ver que de otros escondites salían más hombres y mujeres armados. Unos pocos corrieron hacia los caballos abandonados de los jinetes, pero la mayoría corrió en la misma dirección que ella.

Hacia la batalla.

En un barrido rápido, y con su visión ya no obstruida por su posición y la hierba alta, Val absorbió todos los detalles de la situación. La mayoría de los jinetes enemigos habían llegado a las bases de las torres, pero algunos, mayormente armados con arcos, se mantenían detrás para disparar a los arqueros en lo alto. Dos de las torres tenían sus puertas rotas, pero el nulo avance de los hombres que se apiñaban fuera de ellas daba a entender que la toma de ellas era una esperanza lejana para los atacantes. La última torre, la misma en la que Val había combatido cuando atacó Foso Cailin, resistía indómita, mientras de ella volaban flechas en dirección a los hombres en torno a las otras.

Los escondites estaban demasiado cerca de las torres, y los jinetes ahora desmontados estaban demasiado concentrados en atacar las torres, por lo que les tomó unos momentos orientarse acerca del sonido del cuerno. Para cuándo comprendieron que estaban a punto de ser atacados por la retaguardia, Val y los otros ya estaban casi sobre ellos.

El primer enemigo muerto por Val era un arquero que no vio el golpe que lo mató. Mientras los otros se ocupaban del resto de ellos y los rezagados, Val corrió hacia la turba que se apiñaba en torno a una de las entradas rotas.

Logró asesinar a dos hombres con facilidad, su hacha balanceándose en arcos cortos pero firmes, antes de que los demás tomaran cuenta de ella. Para ese momento, muchos de los hombres que se habían escondido con ella la habían alcanzado.

En las afueras de las torres, con el suelo cubierto de barro, sangre y cadáveres, y con flechas ocasionalmente surcando el cielo, Val y su gente se enfrentaron a los invasores.

Val retrocedió varios pasos ante el empuje de su oponente, al menos una cabeza más alto que ella. Hacha y espada besándose al menos cuatro veces en el aire antes de que Val girara para esquivar un golpe descendente que la habría matado. Se lanzó con todas sus fuerzas a la izquierda para esquivar un segundo golpe, cayendo de rodillas al tiempo que movía sus dos armas hacia su oponente. El hacha besó una vez más a la espada, abriendo el camino para que el escudo golpeara con fuerza una pantorrilla descubierta. Luego fue el turno del escudo para bloquear la espada, mientras el hacha subía un instante para descender sobre su enemigo, acabándolo.

Val acababa de ponerse de pie cuando dos figuras cayeron sobre ella armadas con hachas, una corta y una larga. Val retrocedió con rapidez, su escudo y hacha luchando para mantener alejadas ambas armas de su cuerpo. Se agachó para evitar un golpe lateral del arma larga, y un instante más tarde alzó su escudo para bloquear la otra antes de seguir retrocediendo.

Val sabía que debía atacar, pero debía esperar la ocasión. Si lanzara un ataque en el momento erróneo, aún si lograba matar a uno de ellos, el otro podría acabarla.

La ocasión llegó cuando uno de los hombres cayó de rodillas con un grito. Val no dudó; se lanzó contra el otro con todas sus fuerzas, sacándolo de equilibrio un momento y golpeando su estómago con el borde de su escudo. Un golpe de hacha en las costillas lo acabó, y Val giró al instante hacia el otro oponente. Lo vio de rodillas, sangrando copiosamente de una pierna mientras intentaba mantener a un hombre con una lanza ensangrentada lejos de sí. El hombre le había dado la espalda a Val, y la hermana de Dalla no desaprovechó la ocasión. Con una zancada y un golpe, enterró su arma profundamente en la nuca del hombre, matándolo al instante y casi separando su cabeza de sus hombros.

Val liberó su arma e hizo un gesto al otro hombre antes de moverse. La lucha no había acabado.

Un hombre con un casco de acero y una espada larga fue su siguiente rival. Val esquivó el primer golpe de espada antes de desviar el segundo con su escudo. Atrapó el tercero con su hacha antes de golpear con su escudo. El hombre se tambaleó hacia atrás un momento antes de volver a atacar. Val se movió para que la estocada cruzara por debajo de su brazo. A la vez, movió sus armas en direcciones opuestas, contorsionando la espada de su rival de tal forma que se vio obligado a soltarla. Mientras el arma caía al suelo, Val lanzó una patada con todas sus fuerzas hacia el pecho de su oponente, que cayó al suelo. Intentó levantarse, pero era demasiado tarde; el hacha de Val ya había encontrado su pecho.

Deteniéndose por un instante, pudo ver que la lucha claramente se inclinaba a su favor. De acuerdo al plan, los hombres en las torres, excepto los arqueros, habían empezado a contraatacar en cuando escucharon los dos toques. Ya no se limitarían a contener a sus enemigos, sino a expulsarlos de las torres y luego a combatirlos fuera de ellas. Los hombres dentro de la torre que no había sido penetrada también habían salido, un puente de madera hecho de tablas improvisando una manera de salvar el pequeño foso para que pudieran sumarse a la lucha.

Vio a una mujer del Pueblo Libre peleando contra un hombre calvo que la derribó al suelo. Val no lo pensó; en cuanto el hombre empezó a alzar su arma con ambas manos, una gran hacha de doble cara manchada de sangre, Val arrojó su propia arma en su dirección.

El golpe fue perfecto. El hacha surcó el aire girando sobre sí misma antes de que se detuviera abruptamente, la hoja de acero enterrada profundamente justo frente a una de las orejas del hombre calvo, que cayó al suelo un momento después. Con una pequeña sonrisa de satisfacción, Val cogió la espada de acero que había en el suelo, la misma a cuyo anterior portador había matado, antes de continuar luchando.

Una serie de gritos se escucharon, cada vez más numerosos. Val no los entendía: no era la Lengua Común, ni tampoco la Antigua. Sin embargo, los jinetes parecieron comprenderlos. Vio a muchos corriendo, y por un momento pensó que estaba huyendo, pero se equivocó. Todos aquellos que aún podían mantenerse en pie se dirigían hacia el este, sin salir del camino, reagrupándose.

Val detuvo un golpe de maza con su escudo, pero antes de poder responder el ataque el hombre se había alejado. Val lo persiguió, al igual que hacían muchos otros de los suyos con sus propios oponentes, pero se detuvo al contemplar que el hombre se unía a sus compañeros.

Val reprimió una maldición mirando el muro irregular de hombres armados lado a lado, codo con codo.

Desde el Norte, cientos más de sus hombres cruzaban inofensivamente junto a las torres para unirse a la pelea. Tenían la ventaja en números, y si fueran luchas individuales abrumarían a los jinetes sin dificultad. Sin embargo, con sus compañeros cubriendo sus espaldas y sus costados, la lucha sería mucho más sangrienta, y costosa para ellos.

Pero aún había algo que hacer al respecto. Dejando caer el escudo, Val tomó el cuerno de su cinturón y lo llevó a sus labios.

¡AAAAAUUU! ¡AAAAAUUU! ¡AAAAAUUU!

Por un instante, no pasó nada. Pero luego, las cubiertas de pieles y madera que bloqueaban la entrada de la torre en construcción cayeron, y de ella emergieron nada menos que seis gigantes. Al frente, con su gran maza con pinchos de piedra afilados, Mag cargaba con la fuerza de un mamut en estampida.

Los gigantes se aproximaron con rapidez. Los jinetes, demasiado concentrados en repeler los ataques que venían desde el frente, no notaron a los inmensos seres que llegaban por la parte posterior de uno de los flancos de su formación hasta que fue demasiado tarde. La mayoría de los guerreros del Norte y el Pueblo Libre se retiraron al unísono, y el breve momento de alivio que los jinetes probablemente sintieron al no verse ya abrumados se rompió junto con los huesos de los seis o siete hombres que Mag golpeó a la vez con su gran maza.

Los gritos de pánico estallaron cuándo los jinetes fueron lanzados por los aires como si fueran muñecos de trapo. Los demás gigantes llegaron un momento más tarde, a tiempo de sumar sus propios golpes al segundo de Mag.

Mientras que entre los jinetes estallaba el temor, entre ellos estalló el júbilo. Tanto el Pueblo cómo los norteños rugieron en aprobación ante los descomunales seres que con su sola presencia y unos pocos golpes habían desintegrado toda cohesión entre los invasores.

Los jinetes llegaron al punto de quiebre con el ataque de los gigantes. Rompieron filas y empezaron a correr hacia sus monturas, aprovechando que no había demasiados enemigos entre ellos y éstas.

Val no lo permitiría.

"¡No los dejen escapar!" gritó Val, al tiempo que perseguía a los jinetes. Detrás de ella, cientos más rompieron a correr tras los jinetes.

No querían repeler a sus enemigos. Querían derrotarlos de forma absoluta.

Jon

Lo primero de lo que volvió a ser consciente al despertar fue del dolor. Todo su cuerpo se sentía pesado y agotado, y cada rincón, desde sus pies hasta su cuero cabelludo, parecía aullar de agonía. Sin embargo, incluso en su dolor, notó que había lugares dónde las punzadas y el ardor eran más fuertes: su costado, y su brazo.

Su mente estaba cansada, y también sus ojos. La primera enviaba súplicas para poder cerrar los ojos y volver a caer en la inconsciencia, y los segundos la habrían complacido felizmente, pero Jon se forzó a mantenerlos abiertos.

Todo estaba borroso, pero aun así creyó distinguir un techo sobre su cabeza. Intentó moverse, pero solo consiguió que un temblor recorriera su cuerpo un instante después de la oleada de dolor. Luego intentó girar la cabeza, con resultados similares. Al fin, se resignó a solo girar sus ojos. En los bordes de su visión, figuras borrosas en blanco, gris y lo que parecía naranja danzaban casi fuera del alcance de su vista.

Abrió la boca, pero sólo un gorgoteo incoherente alcanzó a emerger de ella. Sentía su garganta en carne viva.

"¡Despertó!" la palabra golpeó los oídos de Jon, y sus ojos se cerraron por un instante, al tiempo que un intento de mueca fallaba en florecer en su rostro. Escuchó otras palabras, aunque no pudo entender ninguna. Un instante después, sintió cómo su cabeza era levantada y algo delgado era colocado contra sus labios "Bebe, Rey" creía reconocer la voz, pero no podía recordar a quién pertenecía.

Los labios de Jon se abrieron, y un instante después su garganta fue inundada por un líquido fresco. El alivio que trajo a su garganta fue tan maravilloso que Jon se perdió en él. Un momento más tarde, empezó a toser al ahogarse con el agua.

"Tranquilo. Tranquilo" la voz murmuró, y al subir su vista, Jon pudo distinguir por un breve instante a quién pertenecía.

Alzándose sobre él cómo un coloso ante una hormiga, Ery lo observaba con el ceño fruncido en preocupación, su rostro enmarcado por dos trenzas doradas.

Había un millar de preguntas en la lengua de Jon: ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Cómo estaba el ejército? ¿Jeyne estaba a salvo? ¿Había noticias o nuevos acontecimientos para informar? ¿Tormund había tenido éxito en su misión? ¿Cuánto tardaría en recuperarse?

Sin embargo, antes de poder efectuar alguna, volvió a caer en la oscuridad.

El segundo despertar fue poco mejor que el primero. Su mente aún nublada por el dolor no distinguió a ninguna de las figuras que se cernían sobre él. Creyó reconocer nuevamente la voz de Ery, junto con la de Helga y Rijeth Wull, pero no estaba seguro. Sólo alcanzó a confirmar que el ejército estaba inquieto por su estado y a tragar unas cucharadas de sopa y unos sorbos de agua antes de caer nuevamente en las sombras.

El tercero pasó sin grandes mejoras, la más importante de las cuáles fue su capacidad de mover sus brazos y piernas, aunque aún los más leves movimientos hacían que los sintiera suspendidos sobre un brasero encendido. En el lado negativo, descubrió que uno de sus ojos, aquel sobre el que estaba una herida sangrante, estaba cubierto con vendas que rodeaban todo su cráneo, pasando por encima de una de sus orejas y debajo de la otra.

En el cuarto, su ojo libre ya era capaz de distinguir con claridad quiénes eran las personas que lo rodeaban. Su boca se había soltado y su mente aliviado lo suficiente como para poder interrogar a sus cuidadores.

Algunas noticias fueron muy apabullantes: el hecho de que llevara tres días con sus respectivas noches inconsciente era la mayor. Jon no podía creer que hubiera pasado tanto tiempo: apenas se sentía cómo unos momentos desde que había medio desmontado, medio caído de su caballo ante su tienda.

Algunas fueron tranquilizadoras: el hecho de que Jeyne estuviera a salvo y bien protegida, aunque aún aterrada, bastó para calmar a Jon.

Otras noticias bastaron para llenar a Jon de alivio: el hecho de que no hubiera perdido su ojo y que las vendas alrededor de él solo eran temporales fue una de las mejoras.

Otras fueron muy interesantes: la principal era que la misión de Tormund de distraer a los defensores con un ataque mayor a las fintas anteriores, y que si alcanzara el anillo defensivo externo de Invernalia, había tomado un giro inesperado. El Matagigantes, bien fuera por un acceso de locura, o por una oportunidad que no deseaba dejar pasar, no solo había subido las murallas cerca de uno de los juegos de puertas de Invernalia, sino que se había apoderado de estas últimas, que aun sostenía pese a varios intentos de los defensores de retomarla.

Finalmente, hubo palabras menos agradables, y al mismo tiempo menos sorprendentes: el ejército empezaba a sufrir problemas sin su presencia. Algunas peleas entre guerreros norteños y del Pueblo Libre habían tenido lugar, pero más brutales de lo usual: la más grave había acabado con un hombre apuñalado en la barriga, aunque todo parecía indicar que se recuperaría por completo con el tiempo.

Las noticias de su supervivencia y su mejora constante se habían corrido por todo el campamento, pero había algunos que se habían mostrado escépticos al respecto. Algunos caudillos menores eran cada vez más inquietos sobre quedarse allí sin su presencia activa, pero Tormund, Soren y el resto de los más importantes insistían en mantenerse allí esperando a que se recuperara. Era una postura que compartían con los Lores Glover, Manderly y todos los líderes de clanes norteños importantes, con excepción del Knott. Jon sospechaba que no lo hacían solo por lealtad, sino por curiosidad: querían saber que rayos había pasado, cómo era que su Rey había estado bien una noche, solo para aparecer casi muerto al siguiente amanecer.

Fue la inquietud del ejército la que forzó a Jon a hacer lo que debía.

Era un Rey; debía actuar como tal.

Con los dientes apretados para no gritar de dolor, se movió hasta estar sentado en su catre. Su mirada, aunque febril, aún era lo bastante intimidante para que los guardias y curanderos callaran sus quejas y pedidos de que se detuviera y volviera a recostarse.

Al incorporarse Jon sintió que se desmayaría nuevamente: el dolor de su pierna, el de su costado y de su brazo parecieron aliarse para resonar todos a la vez, y por un momento podría jurar que escuchó sus dientes crujir debido a la fuerza ejercida en ellos.

Solo llevaba pantalones de piel con bordura de lana encima, pero uno de sus guardias tuvo la previsión de colocar alrededor de sus hombros una capa de piel de oso de las nieves. La blanca y cálida prenda cayó sobre su espalda y torso, hasta más allá de sus muslos.

Paso a paso, cojeando, con los dientes apretados y los pies desnudos, Jon se abrió camino a través de su tienda y hasta la entrada. Una parte de él hubiera deseado más que nada ser ayudado, pero sabía que eso no pasaría. De ninguna manera podía permitir que los suyos lo vieran necesitando ayuda para algo tan banal cómo caminar.

En el exterior, el aire helado lo golpeó con fuerza. En el cielo, las últimas nubes se alejaban en dirección al sur, dejando el prístino lienzo de azur acompañado solo por el sol, dorado y brillante en su camino por el cielo.

El campamento, cubierto por un manto de nieve, lucía igual que la última vez que lo había visto. La única diferencia significativa…era la multitud de hombres y mujeres sentados, parados o recostados ante su tienda. Eran cientos, puede que incluso un millar de ellos.

"¡El Rey! ¡El Rey está aquí! ¡Es el Rey! ¡El Rey se recuperó!"

Al grito de algunas voces, las charlas cesaron. En un instante, todos los que no estaban parados se pusieron en pie y empezaron a hablar a la vez. Gritos, exclamaciones, preguntas, maldiciones y juramentos llenaron los oídos de Jon. Aquellos que intentaron acercarse a él fueron detenidos por Alysanne Mormont y otros diez de sus Guardias Personales, que formaron una barrera humana entre ellos y Jon. El Rey en el Norte les permitió seguir durante unos momentos antes de alzar una mano, pidiendo un silencio que se le otorgó gradualmente.

Tras unos momentos de calma, gruñidos se escucharon en la multitud, que con renuencia se apartó para permitir el paso de una serie de figuras.

Lo primero en distinguirse fue la barriga de Cubo Grande, que como era inexorable precedía a su dueño. Detrás, Soren Rompescudos apartaba con sus manos nudosas a quién se interpusiera en su camino, la cabeza del gran hacha de acero con la que peleaba sobresaliendo por encima de su hombro. Luego llegaron los demás. Harma Cabeza de Perro, su hermano Halleck, los hijos del Viejo Flint, los hermanos de Garlon Norrey…..

"Dijeron que estabas herido" dijo Harma, sus ojos mirando abiertamente las vendas que cubrían parte de su rostro.

"Dijeron bien" reconoció Jon. No tenía sentido fingir lo contrario.

"Algunos han dicho….que podríais morir, Alteza" dijo Wull, su voz más mesurada que la de Harma.

"No les faltaba razón" pensó Jon. Recordaba bien los numerosos golpes que había sufrido en su accidentada caída tras de Jeyne, y el ardor de las heridas al caer en el agua de las alcantarillas.

"Cómo veis, mi señor de Wull, no estoy muerto" Jon tragó disimuladamente antes de alzar la voz para hacerse escuchar "Asumo que querréis saber que ocurrió" un centenar de cabezas se movieron en afirmación, y muchos más murmuraron o acentuaron su voluntad con sus palabras "Esta noche, a la hora del lobo, tendrá lugar una reunión en este mismo lugar. Quiero a todos aquí: cada señor, cada caudillo, cada líder de clan. Todos ellos. Allí tendréis respuestas a vuestras preguntas" exclamó, sus palabras llegando a miles de oídos. Sin duda, empezarían a esparcir la noticia en el instante en que les diera la espalda.

"Por lo pronto, volved a vuestras obligaciones. Calmad vuestros pensamientos y olvidad los rumores" pidió. Se mantuvo en pie hasta que la multitud comenzó definitivamente a dispersarse, momento en que giró y volvió a su tienda.

Fue solo tras estar cubierto por las paredes de tela, y sin más compañía que los curanderos y dos de sus guardias personales, que Jon se permitió mostrar debilidad: su respiración se volvió más pesada, y su cojera más visible. Con torpeza volvió a sentarse en su catre, sus piernas aliviadas de no tener que seguir soportando su peso completo.

Un bufido atrajo la atención de Jon: uno de los curanderos, un hombre de rostro esquelético y una camisa de lana cerrada con botones de hueso, lo miraba con reprobación clara en su rostro. Los otros tres no estaban mejor.

"Ahorren las miradas torvas" espetó Jon entre jadeos, al tiempo que sus ojos pasaban rápidamente de uno a otro "No reposaré ni estaré ocioso, no importa lo que digan" el descanso le habría sentado de maravilla, pero Jon no podía permitírselo.

"No seas estúpido" entre las personas nacidas al sur del Muro, pocos se habrían atrevido a dirigirse a un Rey de tal manera. El Pueblo Libre no tenía tales reparos. La mujer que habló, una curandera experimentada que había tenido su morada en una pequeña colina en la ribera oriental del Asta, se acercó a una pequeña mesa de la que cogió un plato de madera manchado de sangre. Lo llevó hasta Jon, y el Rey más allá del Muro y en el Norte contempló lo que parecían varias puntas de flecha en agua mezclada con sangre.

"Retiré esta de tu costado" dijo la mujer, apuntando con su mano libre a una de las puntas "Si hubiera penetrado una pulgada más, habría perforado tus entrañas. Tu real mierda habría escapado por allí y hubiera contaminado todo tu interior. Habrías sufrido durante semanas antes de morir" le informó con el ceño fruncido.

Antes de que Jon pudiera decir algo, otro de los curanderos se adelantó.

"Si no te mataba esa infección, lo haría la mordida que llevas en el brazo" dijo, apuntando al lugar cubierto de vendajes dónde días antes uno de los sabuesos de Ramsay el Bastardo había enterrado sus colmillos "Si hubieras sido tratado mucho más tarde, habríamos tenido que cortar el brazo para salvarte"

Jon permaneció estoico en su exterior, pero por dentro se estremeció. La idea de ser mutilado era más aterradora que la de la muerte en sí misma. Maldijo una vez más a Ramsay Bolton y sus animales, jurando para sí mismo sacrificarlos a todos cuando recuperara Invernalia.

"Por no mencionar la flecha en la pierna" dijo la mujer que había hablado en primer lugar, al tiempo que levantaba el fragmento del arma "Más a la izquierda y habría golpeado el principal flujo de sangre. No habrías llegado ni al amanecer antes de desangrarte" aseguró.

Un silencio pesado cayó sobre todos.

Jon sabía que los regaños de los curanderos estaban bien fundados, pero no cedería en su posición "¿Y mi ojo?" decidió preguntar "Aún puedo sentirlo" declaró. Era cierto; a través del ardor y las vendas, podía sentirlo aún allí.

"Una herida abierta: un corte irregular, probablemente por una roca dentuda, por arriba y por debajo del ojo" aclaró el tercer curandero, hablando por primera vez "Debería curarse del todo, pero es probable que tengas una cicatriz"

Jon sabía que debería estar agradecido por no terminar igual que Mors Carroña, pero una parte más bien ridícula de sí mismo no podía evitar preguntarse si su rostro cicatrizado sería una vista demasiado desagradable para Ygritte y Catelyn.

Ygritte y Catelyn….

"Tendrás que decirles lo que pasó" susurró su conciencia "Lo que hiciste"

Jon se estremeció.

Casi prefería volver a escabullirse dentro de Invernalia que ver la reacción de sus mujeres cuando supieran que casi se había hecho matar por rescatar a alguien que no era Arya.

Casi.

Bien, y por ahora eso es todo. Espero que les haya gustado. Dejen sus reviews si son tan amables. Me gustará mucho leerlos.

En cuanto termine el siguiente capítulo, lo subiré. Hasta entonces, espero que estén muy bien. Un saludo y bendiciones a todos.

Hasta la próxima.