Bien, hola a quien aún esté por aquí.

Para ser sincero, esperaba terminar este capítulo el martes. Pero siempre ocurría algo que me lo impedía. Así que aquí lo tienen, un viernes. Ojalá les alegre el principio del fin de semana.

Quiero agradecer de todo corazón a jean d'arc, Xechu. S, Pablo 21, Miguel Giuliano, Kirito 720 y Luna por sus increíbles reviews, que siempre me alegran el día cuando los leo. Y hablando de los mismos:

Jean d'arc: ¡hola, y gracias por la valoración! Sí, Jon no la sacó barata. Jeyne es una inocente, y es bueno que sea liberada de Ramsay. Ya estoy trabajando en la reacción de Catelyn al verla por primera vez. Bueno, un gran abrazo para toda la familia y un saludo fresco (caluroso no, porque aquí no estamos derritiendo con el calor ) para ti. Hasta la próxima.

Xechu .S: ¡qué onda! Bien, aún estoy pensando en la reacción de Sansa, pero espero poder hacer algo que valga la pena de ella (aunque admito que no entiendo la referencia. Solo que me parece algo del anime, por los nombres). Jon va a pagar caro por su imprudencia, las pelirrojas se encargaran de eso muajajajaj. La verdad es que dude un poco sobre ese POV anónimo, pero me pareció que deba un necesario punto de vista diferente, tanto de la batalla cómo de la situación en general en Foso Cailin. Gracias, me esfuerzo por hacer bien las escenas. Me alegro que te gustara la canción, aunque creo que si de una especie de himno para el Norte se trata, hay otras mejores. Tengo algunas ideas para añadirla a la historia, pero ninguna es segura para ser honesto. Tal vez no lo haga. En fin, gracias y cuídate. Hasta otra ocasión.

Pablo 21: ¡hola de nuevo! Sí, yo también creo en ser variable, se puede volver muy tedioso si es siempre lo mismo. Hacía mucho tiempo que pensaba en darle a Bran el crédito por esos animales. Bien, no sé si este capítulo es mejor que el anterior. Espero que te parezca que sí, pero si no, no dejes de decirlo. Me gustará escucharte. Un abrazo y hasta que nos volvamos a leer.

Miguel Giuliano: ¡qué tal mi amigo! Bueno, gracias primero que nada. No puedo publicar sin responder las reseñas, me gusta demasiado hacerlo. Si te gustan las batallas, lee las notas al final del capítulo y te alegraras. Si, bueno, Jon tuvo éxito, pero el plan perfecto no existe creo yo. Te agradezco las palabras, pero yo tengo como objetivo hacer una historia para entretener a otros, no para reclamar ideas. Aun así, los mamuts acorazados aparecerán más temprano que tarde. Bueno, ahora, un gran saludo y todo lo mejor para vos. Nos vemos.

Kirito 720: bueno, me quitaste las palabras de la boca. Siempre es bueno saber que sigues por aquí. MUY bueno, de hecho. Bueno, te doy la razón respecto a la confianza puesta en Jon, pero no creo que sea tan malo. Jon debe ser confiable, pero no deberían pensar en él cómo un dios infalible o algo así. Él es mortal. Aquí verás las palabras de Jon, y también algo respecto a las pelirrojas. Verás más del ejército que atacó el Foso en este capítulo, pero no te adelantes tanto. A veces, hasta yo me sorprendo con mi capacidad de mantener la narración. Espero volver a recibir mensajes tuyos pronto. Un abrazo grande.

Luna: ¡Ay, sí, pobre! Trasero de estatua lo apodan: no puede hacer una m****a. No falta mucho para el cariño….y tal vez un regañito (olvida el diminutivo. No será pequeño el regaño). Aquí las verás. Un beso, y que estés bien.

*Bien, ahora sí, basta de hablar. Vamos a lo que los trajo hasta aquí.

Disclaimer: todo lo que puedan reconocer pertenece a G.R.R. Martín. Yo solo lo uso para entretenerme y tratar de entretener a otros.

Ygritte

Su hija crecía cada día que pasaba. Sus ojos aún parecían de un color extraño, pero aún era pronto para que el color se terminara de definir. Su cabello había pasado de ser una pelusa rojiza de unas pocas hebras a ser un brillante conjunto de mechones que cubrían totalmente su cabeza. En una o dos lunas más, cubrirían sus orejas y su cuello, estaba segura.

El tono del cabello de Minisa era idéntico al de ella. Ygritte pasaba largos momentos durante la marcha simplemente acariciando los pequeños mechones con reverencia, sus ojos contemplando ese pequeño ser que cargaba en sus brazos y luchando por comprender cómo algo tan maravilloso podría ser real.

Los días pasaban sin grandes sorpresas. El camino estaba desierto, exceptuando por ocasionales personas mayormente solitarias, hombres o mujeres, que se apartaban de ellos sin dudar. Sin embargo, Ygritte había visto cómo algunos miraban con atención los estandartes con lobos huargos que llevaban, todos cosidos por Catelyn.

Si la atención de los arrodillados que encontraban estaba en los estandartes, la del Pueblo Libre estaba en lo que los rodeaba. Incluso Ygritte lo estaba. Con la excepción de Catelyn, no había nadie entre ellos que hubiera estado tan al sur del Muro. Ahora, en su primera vez, se sorprendían por lo que había allí.

Tierra fértil. Por doquier, al menos si se creía en las palabras de aquellas mujeres de las lanzas que habían trabajado la tierra antes de tener que coger armas, había campos deshabitados en los que se podría sembrar trigo, avena, cebada y centeno. Ygritte, a pesar de su escaso interés en la labranza, no pudo sino alegrarse por ello.

Al llegar al extremo norte del Lago Largo se habían encontrado con la providencia del mismo. La pesca era amplia, y el agua limpia y fresca era más que abundante. Habían dado comido pescado fresco esa noche, y tras tanto tiempo comiendo solo carne salada, era un cambio muy bienvenido.

Días más tarde, a medida que el camino los alejaba cada vez más del Lago Largo, algunos se habían lamentado al respecto. Sin embargo, los bosques en los que se habían sumergido no eran menos provechosos. Los árboles gruesos y antiguos les ofrecían protección de los climas adversos y madera para alejar el frío de la noche. En ocasiones detenían la marcha antes del atardecer y se aventuraban en los bosques en busca de presas.

Era la primera vez en que Ygritte se alejaba tanto tiempo de Minisa. Estaba segura de que Catelyn cuidaría de ella, pero aun así tuvo un sabor amargo en su boca hasta que volvió al campamento junto con el resto de la partida, cargados de carne, setas y hongos comestibles.

Sin embargo, pese a la sorprendente abundancia de los bosques, lo que había al otro lado de ellos también lo hizo.

Era un campamento. Una gran cantidad de tiendas ubicadas en el linde del bosque, rodeadas por una línea de empalizadas.

Lo primero que notó era su tamaño. Era pequeño. Ygritte no creía que ocupara una décima parte del campamento que tenían en el Agasajo.

Pero era de los suyos. Los estandartes que ondeaban sobre él, entre los que estaba el huargo de Stark, gritaban en dónde estaba su lealtad.

Y cuando una veintena de personas salieron de las empalizadas a su encuentro, con Morna Mascara Blanca a la cabeza de ellos, Ygritte supo que no tendrían problemas.

Catelyn

Catelyn ya había estado en mitad de un ejército: el de su hijo. Había acompañado a Robb en su marcha hacia el sur hasta Aguasdulces, y luego hacia el Norte hasta los Gemelos. Sin embargo, en ambas ocasiones no había visto uno de los aspectos más crudos de la guerra, el cuál seguía inexorablemente a las batallas, bien fuera que éstas terminaran en una dulce victoria o en una amarga derrota.

Las víctimas.

Mientras entraba en el campamento, ignorando la charla entablada de inmediato entre Ygritte y Morna Mascara Blanca, observo los cientos y cientos de hombres y mujeres heridos. Había miembros amputados, brazos en cabestrillo, rostros vendados, ojos y orejas perdidos, y un sinfín más de heridas.

Algunos tenían la fortuna de un techo, que en realidad era una capa cuyos extremos estaban atados a varios postes delgados de madera, para cubrirlos. Pero por cada uno que lo tenía, parecía haber otro que solo estaba tendido en el suelo, sin más esperanzas que una plegaria para que el clima no le fuera adverso.

Había otras personas, la mayoría de ellas sanas, en pie que caminaban entre los heridos, controlando que no ocurriera nada, revisando sus heridas y en ocasiones otorgando agua de un balde de madera que se colgaban del hombro con una correa de piel.

El olor a sangre era débil, pero aún estaba presente en el aire. Catelyn resistió el impulso de hacer una mueca mientras seguía Morna a lo profundo del campamento.

Tiempo después, se encontraban divididos entre diferentes tareas: alzando las tiendas, vaciando los carros, preparando hogueras, amasando pan. Al terminar, Catelyn se unió a Ygritte para escuchar a Morna.

La mujer con la máscara hecha de madera de arciano tenía noticias e historias que compartir, y tanto Ygritte como ella las escucharon ansiosas.

"Pronto" pensó Catelyn esa noche, acurrucada en el interior de una tienda junto a Ygritte y Minisa "Te veré pronto, Jon"

Jon

Tras días de comer mal, y con el aliento de los curanderos, Jon había ordenado más comida de la que podría haber comido en otras circunstancias. El hambre y la necesidad de recuperar sus fuerzas habían sido los argumentos para ello. Cuando finalmente terminó, se había puesto en pie y cambiado sus ropas, ignorando las numerosas punzadas de dolor que lo recorrían debido a sus movimientos.

El último elemento de su atuendo era Hermana Oscura. Jon la desenvainó con lentitud, maravillándose casi tanto como la primera vez ante la vista de tan soberbia arma. Envió un agradecimiento silencioso al Maestre Aemon por confiarle semejante tesoro, y dio gracias por no llevarla con él cuando entró en Invernalia.

"Si la hubiera llevado podría haberla perdido. O podrían haberla quitado de mi cadáver de haber logrado matarme" en ambos casos, probablemente hubiera terminado en manos de Ramsay Bolton "Nunca pasará" pensó Jon, al tiempo que envainaba el arma y la colgaba de su cintura antes de salir de su tienda. En el exterior, cuatro de sus Guardias Personales flanqueaban la entrada: Ulre, Awrryk, Kyura y Rogar Burley. Sin palabras, Kyura se quedó atrás cuidando la tienda del Rey mientras los tres hombres seguían al monarca.

Jon se esforzó por no hacer muecas ante el dolor que sacudía su cuerpo. La mordida en su brazo y la flecha en su costado habían causado daño, pero al caminar era el dolor en la pierna lo que más le molestaba.

El campamento ya se había calmado con su aparición, pero el temor de que algunos aún dudaran de él lo había hecho caminar a través de ellos hasta llegar a su destino, en vez de simplemente convocar a quién deseaba ver. A través del ojo que no estaba vendado, Jon pudo distinguir la conmoción en algunos rostros ante su apariencia, pero también pudo distinguir el alivio en otros ante su aparición. Hicieron que el dolor en su pierna se hiciera ligeramente más tolerable.

Por fortuna para Jon, la tienda a la que se dirigía no estaba demasiada alejada de la suya. No fue difícil encontrarla; era la única en esa parte del campamento que contaba con guardias. Cuatro mujeres de las lanzas armadas la guardaban, escudos en las espaldas y hachas y espadas en sus cinturones. Dos de ellas se inclinaron al verlo acercarse, y ninguna intentó detenerlo cuando abrió las solapas de la tienda.

Fiel a sus órdenes, Fantasma estaba en el interior, guardando a Jeyne. El Lobo Huargo gigante se alzó a toda su estatura cuando lo vio. Se aproximó y restregó su hocico contra su pierna sana, recordando a Jon cuando había hecho algo similar cómo un cachorro. Jon no pudo evitar sonreír, reconfortado por el afecto de Fantasma.

"Déjenme a solas con ella" dijo a las mujeres de las lanzas que lo observaban desde el exterior. Las tres inclinaron la cabeza brevemente antes de darle la espalda.

En cuanto las solapas de la tienda se cerraron, Jon dedicó un largo momento a contemplar a la muchacha, mientras pensaba en cómo iniciar una conversación. No sería fácil; Jeyne no era su amiga, nunca lo había sido. Habían jugado juntos muchos años atrás, antes de que la condición del nacimiento de Jon y las expectativas puestas en cada uno de acuerdo a su sexo los separaran de manera casi absoluta. Mientras Jeyne se quedaba dentro aprendiendo a coser y cantar con las mujeres, Jon había aprendido a cabalgar y pelear junto a su hermano y otros hombres. Y en las ocasiones en que se encontraban, lo hacían en un salón lleno de gente o en un cruce puramente accidental en un pasillo.

El ojo de Jon recorrió la figura delgada, demasiado, vestida con las mismas ropas oscuras con las que habían escapado de Invernalia. Había manchas más claras, probablemente ocasionadas por sangre, la de Jon, manchando la tela oscura. Su rostro era casi el mismo, con la excepción de un moretón distinguible entre su cabello castaño, cerca de su oreja derecha, un recuerdo de la accidentada caída que habían vivido al escapar del granero en llamas. Sus ojos seguían llenos de temor, pero la incertidumbre también ocupaba un lugar en ellos.

"Jeyne" saludó, su voz debilitada por el dolor aún latente en su cuerpo.

"Nieve" respondió ella. Sus ojos se abrieron en cuánto esa palabra llenó el aire "¡Disculpas! Jon… ¡Es decir!, Su Alteza…..yo"

Jon alzó la mano, y Jeyne se calló de inmediato "Cuándo estemos a solas, Jon estará bien" aseguró, antes de bajar la mano. Jeyne se mordió el labio, aún dudosa, pero asintió, y eso fue suficiente para él.

No había más en la tienda que un catre pequeño en el que la muchacha estaba sentada. En un destello de necesidad, debido al esfuerzo que suponía estar en pie con sus heridas, Jon se atrevió a sentarse junto a ella, sus muslos rozándose. La niña intentó levantarse, pero la cogió con firmeza del brazo y sacudió la cabeza. Con recelo, Jeyne volvió a sentarse. Sin embargo, no dijo nada. Se limitó a mirar sus manos en su regazo, negándose a encontrar la mirada de Jon.

Jon suspiró antes de separar sus manos y pasarse una por el cabello sin pensar. Luchando contra la mueca de dolor que salió como un latigazo de su herida, fijó su mirada en Jeyne.

"¿Cómo rayos terminaste fingiendo ser Arya?" espetó. Deseaba saberlo. Necesitaba saberlo.

Pero Jeyne no respondió. Sus labios temblaron, y unos momentos más tarde empezó a sollozar, antes de ocultar su rostro en sus manos cuando su llanto se hizo más fuerte.

Jon, en sus horas de inactividad, había pensado mucho para pesar de su mente nublada por el dolor que atormentaba su cuerpo. Uno de esos pensamientos, nacido sin duda de ese mismo dolor, había sido que, de haberse largado de esa torre sin Jeyne, podría haber escapado de Invernalia sin terminar casi muerto. La amiga de Sansa había sido una causa de retraso, y aunque razonablemente no podía culparla por entrar en el castillo solo, una parte más oscura de Jon la hacía, en parte, responsable por no haber podido salir de él con mayor rapidez.

Sin embargo, al verla allí, gimiendo cómo una criatura lastimada, Jon sintió que su enojo se derretía, reemplazado por la compasión. ¿Dónde estaba esa niña que comía pastales de limón con Sansa, que acompañaba a la hermana de Jon al septo y soñaba con caballeros galantes y torneos e verano?

"N…N….No" entre sus manos, Jeyne sollozó "N…No p…..puedo"

Jon nunca había sido bueno consolando, por lo que no se molestó en intentarlo. Simplemente permitió a Jeyne seguir llorando. Cuando los sollozos finalmente disminuyeron y Jeyne apartó sus manos de su rostro, tras un tiempo muy largo, Jon volvió a hablar.

"No te forzaré a hablar" aseguró, para luego suspirar "Pero debes prepararte para decirlo en algún momento. Necesito saberlo" los ojos hinchados de la muchacha volvieron a lagrimear, y Jon no pudo evitar darle una pequeña misericordia "No ahora. ¿De acuerdo?" dijo, una pequeña sonrisa que, esperaba, fuera amigable en su rostro.

Jeyne lo miró a través de ojos hinchados por las lágrimas por un largo momento antes de hablar "No ahora" murmuró, con voz temblorosa.

Un silencio incómodo cayó sobre ambos, y Jon decidió romperlo al fin, tras haber meditado silenciosamente cuál de las muchas preguntas que había en su mente podría plantear a la niña sin hacerla sufrir…o hacerla sufrir lo menos posible.

"Jeyne. Tú…..¿Tienes alguna idea de dónde podría estar Sansa?" la mayor de sus hermanas había sido la mejor y más importante amiga de Jeyne. Cabía la posibilidad, por pequeña que fuera, de que la niña ante él supiera algo sobre su paradero.

Jeyne solo lo miró apesadumbrada antes de murmurar "No"

"¿Cuál fue la última ocasión en que la viste?" preguntó ahora Jon, su ceño frunciéndose por costumbre más que por verdadero deseo.

"Cuando…." La niña susurró, como si estuviera contándole en secreto "Cu-Cuando… arrestaron a…a L-Lord Stark"

Jon cerró los ojos, frustrado. Esas solas palabras confirmaban que Jeyne no sabía nada acerca del paradero de una de sus hermanas. Pero, tal vez…

"¿Qué pasó con Arya? ¿Sabes algo de ella?" Jeyne se había hecho pasar por su hermana menor, aunque dudaba que sus deseos u opiniones hubieran sido relevantes para ello. Sin duda, quién tramó el plan debía estar seguro que la verdadera Arya Stark no aparecería para desmentir la farsa. Con suerte habría dicho algo a Jeyne al respecto.

Pero la negación de la muchacha acabó con las esperanzas de Jon, y sus siguientes palabras aseguraron que no volvieran a elevarse.

"No…No desde que me…..me alejaron de S-Sansa. Ella….desapareció" dijo "Creo que….había estado en una lección. De baile" añadió a último momento, su frente mostrando una pequeña arruga por su concentración.

¿Arya bailando? Jon lo dudaba mucho. Su hermanita había aborrecido las lecciones que había recibido de Septa Mordane. La había oído quejarse muchas veces al respecto, más que nada porque la mujer siempre debía dejarse guiar por el hombre.

Una vez más, Jon se pasó una mano por el cabello, mientras intentaba lidiar con la decepción. Parecía que, en efecto, involucrarse con Jeyne solo le había costado sangre y sufrimiento. Sin embargo, aún había interrogantes que hacer.

"Jeyne….." empezó, sintiendo por primera vez que tocaba un tema que no era de su incumbencia, pero que no podía descuidar "¿Cuándo fue la última vez que sangraste?"

La niña lo miró estupefacta por un momento, antes de que sus manos cubrieran su boca y sus ojos se agrandaran por el terror.

Fue toda la respuesta que Jon necesitaba.

"Beberás té de la luna de inmediato" ordenó, reprimiendo el impulso de apartarse de ella, o más concretamente, de su vientre. En un súbito impulso, su mano envolvió el cuello de Jeyne, sin apretar pero sin darle la oportunidad de soltarse. Las manos de Jeyne soltaron su boca y se posaron sobre su muñeca, pero no intentó soltarse "Di que lo harás" un bebé con sangre Bolton no entraba en sus planes, y podía poner más de uno de ellos en riesgo "Dilo" exigió, apretando ligeramente el agarre en su cuello.

"Sí" murmuró Jeyne, asintiendo "Lo…Lo haré. Lo juro" dijo.

Jon la miró por un largo momento, pero al final asintió y la soltó.

En ese momento, una ráfaga de viento helado hizo ondear ligeramente las solapas de la tienda. A través de ellas, Jon vio a una de las mujeres de las lanzas; sobre su hombro cubierto por una cota de malla se distinguía un cielo rojizo hacia el occidente, señal indiscutible de que el sol ya se estaba ocultando.

Este encuentro ya había durado demasiado.

"Esta noche habrá una reunión" dijo Jon "Los guerreros más importantes del ejército estarán allí…y tú también" la niña se puso en pie, cualquier vestigio de tranquilidad perdido en su rostro mientras parecía lista para correr. Parecía que Jon le hubiera dicho que la enviaría de vuelta al bastardo de Bolton.

"Esta farsa ha durado demasiado" declaró Jon, al tiempo que se levantaba "Ya es tiempo de que el Norte sepa que Arya Stark no está, y nunca estuvo, en manos de los hombres que traicionaron a la Casa Stark" tras sus últimas palabras, Jon se encaminó a la salida de la tienda sin mirar atrás.

En el exterior, esperaban los guardias, tanto los suyos cómo los asignados a Jeyne. Jon encaró primero a las mujeres de las lanzas.

"Consigan ropa nueva para ella. Algo que la proteja del frío. Quemen las que lleva puesta" ordenó Jon "Que no pase hambre ni sed, y no la dejéis sin guardia" había pasado por demasiado para arriesgarse a que algo le pasara a la muchacha "Y llévenla a mi tienda antes de la hora del lobo"

En cuanto estuvo seguro de que las mujeres de las lanzas comprendieron sus palabras, se encaminó de vuelta a su tienda. Jon ignoró las miradas dirigidas hacia él, así como el dolor que, ahora que volvía a moverse, había vuelto, aún más fuerte que antes si tal cosa fuera posible.

Val

Val había ordenado no dejar escapar a los jinetes. Sin embargo, una cosa era la orden, y otra muy diferente era que se realizara.

Tras el ataque de los gigantes, los enemigos habían huido. Algunos habían sido asesinados por los gigantes, el Pueblo Libre o los arrodillados mientras intentaban huir. Unos pocos habían sido capturados. Pero los más rápidos en correr, unos cincuenta hombres si Val debiera adivinar, habían logrado llegar a sus caballos y galopar por el camino hacia el sur, lejos de la captura o la muerte.

Los jinetes que lograron escapar dejaron a cientos de sus compañeros muertos, y un número similar de caballos abandonados. Val había considerado por un efímero momento ordenarle a los suyos que se hicieran con las bestias de los muertos y persiguieran a los vivos antes de que la razón se impusiera.

Nunca había visto con sus propios ojos el camino al sur de Foso Cailin, al igual que muchos de los otros, y sabía que en esas tierras la firmeza del terreno no era lo que aparentaba, incluso cerca del camino. Además, Marlon Manderly estaba al sur con quinientos hombres, más que suficientes para lidiar con los jinetes que habían logrado huir.

Había ordenado no perseguir a los jinetes por estos motivos, y pese a las quejas de algunos, entre ellos las hermanas Mormont y Harrion Karstark, su comando se había impuesto al fin.

Los cuerpos estaban por doquier. Cubrían el camino, pero también sus lindes. Estaban en el interior de las torres de Foso Cailin, así como en el exterior y en el pequeño foso que rodeaba una de ellas; algunos flotaban en las aguas estancadas del Cuello.

Sin embargo, no todos los cuerpos se encontraban inmóviles; había muchos moviéndose débilmente. Val no había dicho nada cuando algunos se dieron a la sombría tarea de rematar a los heridos. Fue mientras recogía las armas de los muertos que contempló a uno de éstos.

El hombre llevaba un casco de acero cubriendo toda su cabeza hasta la parte superior de su cuello, pero aun así había sido herido de gravedad: una de sus piernas había desaparecido, dejando atrás un muñón a la altura de la rodilla. La otra estaba torcida en un ángulo grotesco. Sus manos se aferraban al suelo fangoso mientras intentaba arrastrarse lejos de allí.

Pero no era de los suyos, por lo que Val no sintió remordimiento al mantenerse impávida cuando una mujer de las lanzas lo detuvo presionando una bota en su espalda baja, para luego enterrar profundamente una lanza en la parte alta.

Se giró para marcharse, sus manos ocupadas con varias hachas y mazas, cuando un grito breve pero alto la hizo voltear. La mujer de las lanzas se había alejado del cuerpo, pero su rostro había mutado de sombría determinación a un temor incipiente. Incluso su arma estaba bajada en alerta mientras contemplaba el cuerpo al que acababa de arrancar la vida.

Val frunció el ceño….y un momento después lo comprendió. Las armas cayeron a sus pies con estrépito, pero no pudo importarle menos. Casi corrió en dirección al cuerpo, pero se detuvo abruptamente antes de llegar. La daga estaba en su mano mientras recorría los últimos pasos con cuidado.

El casco había sido removido, dejando a la vista un rostro…extraño.

No era extraño por la mata de rizos oscuros cortos que había en su cabeza, ni por la barba pequeña en el mentón. Ni siquiera lo era por las tres cicatrices perpendiculares que se extendían por la mejilla derecha, casi tocando la boca y la oreja en sus respectivos extremos.

Lo era por el color.

Era oscuro. No cómo el lodo seco que Val tenía en el rostro, o cómo la noche, o como la ropa de los cuervos en el Muro. Era de un tono idéntico…idéntico a la carne dejada demasiado en el fuego.

"Quemado por las llamas del mal" dijo una voz al oído de Val, y se estremeció contra su voluntad.

"¿Qué clase de….monstruo es ese?" la voz de la mujer de las lanzas sacó a Val de sus pensamientos.

Sin embargo, antes de poder pensar en una respuesta, los sonidos de pasos apresurados se escucharon detrás. Val giró sobre sí misma a tiempo de ver a un guerrero del Pueblo Libre corriendo en su dirección, su mano izquierda sobre la empuñadura de la espada que llevaba en el cinturón. La mirada de temor del muchacho no auguraba nada nuevo.

"Val, hemos enc….." el muchacho se atoró con sus palabras al ver el rostro del muerto, y saltó hacia atrás como si hubiera sido atacado.

"¿Qué pasó? ¡Habla!" espetó Val, ansiosa e impaciente a partes iguales.

"Hay algo extraño. Uno de los muertos….es extraño. Nunca había visto algo así"

Val dirigió una mirada al rostro oscuro e inmóvil, haciendo suyas las palabras del hombre. Ella nunca había visto, o sabido al menos, de seres con rostros quemados.

"¡Val!" una voz familiar gritó en la lejanía, y reprimiendo una maldición ante que más podía pasar, la hermana de Dalla giró una vez más, viendo a una veintena de hombres llevando a las monturas de los jinetes muertos por las bridas. Cada uno llevaba a tres o cuatro corceles, pero el hombre que gritó su nombre no guiaba ninguna bestia. En cambio, guiaba a dos hombres de los clanes con jubones con cardo sobre campo amarillo que llevaban sujeto por los brazos a un tercero, gordo, desaliñado y con el rostro blanco por falta de sangre y manchado por lodo.

Val miró a Garlon Norrey acercarse con una ligera cojera. Se detuvo ante ella mientras sus hombres arrojaban al suelo a su prisionero sin contemplaciones.

"Debo mostrarte algo" dijo a modo de saludo, su rostro ileso pero manchado de sangre.

"¿Quién es ese?" preguntó Val, mirando al hombre en ropas grises y azules tirado en el suelo.

"El Frey que Howland Reed soltó como cebo" dijo Norrey, dirigiendo una mirada de asco hacia el hombre. Sus hombres se pasaron las manos por sus pantalones, cómo si las tuvieran sucias.

"¡Val!" una nueva voz gritó, y reprimiendo el impulso de enviar a la mierda al responsable sin pensar, Val miró sobre el hombro a Edgar Moss. No muy lejos, La Osa y Harrion Karstark también se acercaban, con miradas que reclamaban palabras.

Sin pensar, Val cogió al Frey por el jubón con ambas manos y lo forzó a mirarla, arrodillado en el suelo. Notó que el hombre no era ni remotamente apuesto, y el miedo no ayudaba precisamente a solucionar eso.

"¡¿Quiénes mierda eran estos hombres?!" preguntó, furiosa.

"Val. Mira lo que encontré en las alforjas de uno de los caballos" dijo Garlon, al tiempo que sacaba un objeto y lo exhibía ante ella.

Val nunca se había sentido tan confundida cómo en el momento en el que vio lo que Norrey llevaba en sus manos.

Brynden "El Pez Negro"

Era un soldado. Siempre lo había sido. Fue por eso que había rechazado la posibilidad de un matrimonio e hijos en su juventud. Fue por eso que prefería un jubón de cuero por sobre sobre ropas de seda, y por lo que prefería la silla de montar a las sillas en una mesa de banquete.

Y era por ser un soldado que siempre había dormido con la espada a su lado y una daga oculta en su manga.

Se aferraba a sus armas con más ahínco al internarse cada vez más en el Norte. Era una tierra incierta, y no confiaba en ella más de lo que lo hacía en sus acompañantes.

Sus acompañantes eran el grupo más variopinto con el que alguna vez había viajado. Dos norteños, veteranos de la guerra de su sobrino nieto. Dos más que eran de los clanes de las montañas, llegados con la caballería en nombre del bastardo de Ned Stark. Dos lacustres, seres menudos de aspecto desaliñado y corta estatura. Y seis salvajes.

La tensión era alta en todo momento: los norteños de Robb y los salvajes eran los antagonistas más evidentes. Los otros cuatro estaban en medio, aunque los lacustres parecían ligeramente más inclinados a favor de los salvajes. Esto los hacía ante los norteños del Joven Lobo aún menos confiables que sus compatriotas, que habían llegado a Foso Cailin cabalgando con los salvajes.

En ocasiones, Brynden detectaba a uno o más de los salvajes mirándolo de manera fija. Había fingido ignorarlos, pero había dedicado muchos pensamientos a esas miradas.

Eran de recelo, pero ¿eso significaba que se tornarían en abierta hostilidad? Lo que sabía de los salvajes lo instaban a creer que sí, lo harían.

Si lo atacaban, ¿lo harían por iniciativa propia? Después de todo, eran hombres enviados por esa mujer salvaje, Val, y Brynden no confiaba en ella. Resultaba más que evidente que su lealtad yacía con el bastardo. Si por hacerlo debía enviar asesinos a matarlo, ¿lo haría?

Fue con esos pensamientos que cruzó cerca de un castillo que, si no se equivocaba, debía ser Cerwyn.

La siguiente fortaleza era Invernalia. Allí estaría el bastardo de Ned Stark, y si no le habían mentido, su sobrina.

Jon

La noche había caído sobre el campamento. Miles de hogueras brillaban en todas direcciones, alejando la oscuridad y combatiendo contra los vientos helados que provenían del Norte. En el interior de su tienda, el Rey en el Norte y más allá del Muro aguardaba el inicio de la reunión que había convocado.

Jon se encontraba pensando en las reacciones que más probablemente tendrían lugar una vez que diera explicaciones. Temía haber causado un alejamiento con los señores del Norte y los caudillos del Pueblo Libre, aunque por motivos muy diferentes.

Los señores norteños, empezando por los de los clanes de la montaña, querían salvar a Arya: era, junto con la venganza, los pilares sobre los que se apoyaba su alianza con él. Ahora, Jon rompería uno de esos pilares al develar lo que había averiguado. ¿Bastaría el otro para mantenerlos leales a él? No lo sabría hasta que concluyera la reunión. Sus victorias eran también un factor a tener en cuenta: siempre era más fácil seguir a un líder victorioso.

Al Pueblo Libre no le importaría el rescate de "Arya"; lo seguían por ser fuerte. El salvar a su hermana del bastardo de Bolton no era más que un logro secundario. Sin embargo, era posible que les enfadara el plan que había fraguado, no porque no lo pudiera realizar, si no por mantenerlos casi totalmente al margen de éstos.

"Rey" una voz sacó a Jon de sus pensamientos. Era Helga, que lo observaba a un lado de un silencioso Ulre desde las solapas de su tienda "Están esperando" dijo.

Jon asintió en silencio, y en cuánto sus guardias se marcharon, dejándolo una vez más a solas, respiró hondo antes de ponerse en pie. Las heridas en su cuerpo, principalmente en su pierna, volvieron a arder. Sin embargo, el descanso había dotado a Jon de la resistencia necesaria para aguantar en pie el tiempo suficiente para no demostrar debilidad en la reunión.

O eso esperaba.

Con pasos firmes y seguros, atravesó su tienda y salió.

Fiel a sus órdenes, media docena de antorchas, portadas todas por miembros de su Guardia Personal, alumbraban los breves pasos que separaban su tienda del lugar dónde estaría en pie para dar las explicaciones debidas.

La multitud era tan grande cómo había previsto. Jon se atrevía a afirmar que al menos había tres mil personas. Sin embargo, solo varios cientos de ellos debían ser caudillos o señores. Los demás eran guerreros curiosos por saber que era lo que había ocurrido. Jon no intentaría deshacerse de éstos: entre más escucharan la verdad de lo que sucedió, antes acabarían los rumores.

Las conversaciones se detuvieron casi al mismo tiempo que el caminar de Jon, de pie y flanqueado por sus Guardias. El silencio imperó por un largo momento mientras los señores, caudillos, jefes de clanes y guerreros fijaron sus ojos en el Rey que los había liderado hasta allí.

Jon había pensado mucho en que decir. Al final, decidió ser directo.

"Lo que ocurrió es que un plan largamente planeado y protagonizado por mí mismo fue realizado. Las heridas fueron consecuencias indeseadas de dicho plan" declaró, observando como muchos giraban la cabeza, cómo si buscaran encontrar sentido a sus palabras en las caras de las personas junto a ellos. Jon dejó pasar un momento antes de soltar el resto "El plan consistía en mi entrada en Invernalia para rescatar a mi hermana Arya del bastardo de Bolton"

En un primer momento, no se escuchó nada. En el segundo, tampoco. En el tercero, un millar de voces parecieron resonar a la vez mientras la multitud reaccionaba a sus últimas palabras. Preguntas, declaraciones, amenazas, discusiones y más se mezclaron en el aire helado cuando cientos de voces intentaron hacerse oír a la vez.

Jon los dejó seguir, sabedor de que los oídos eran más receptivos a las palabras luego de que las bocas se hubieran movido. Mientras tanto, concentró sus esfuerzos en mantener su rostro estoico y respirar lentamente para tratar de acallar el dolor de su pierna ante el esfuerzo de mantenerse recta y bajo presión.

Por fin, las voces se redujeron lo suficiente para hacerse comprensibles, y la necesidad de respuestas se impuso a la de vocalizar los pensamientos. En el frente de la multitud, cómo correspondía a su importancia, los más importantes caudillos y señores del ejército se situaban. Uno de ellos dio un paso al frente antes de hablar.

"¿Los ataques fingidos eran parte del plan?" interrogó Harma Cabeza de Perro, su rostro poco agraciado salpicado de realización, mezclada con curiosidad.

"Así es" reconoció Jon, antes de alzar la voz para estar seguro de que era escuchado "Los continuos ataques y retiradas tenían como objetivo minar su resolución a una respuesta rápida, y dar una falsa sensación de seguridad. De esa forma, al ser dada la alarma, los soldados Bolton pensarían que era otro ataque ficticio, lo que demoraría su respuesta" Jon no había esperado que ese truco le diera mucho tiempo, pero cada instante había valido oro.

"¿Y las armas grandes?" preguntó ahora Harma, haciendo un gesto a los trabuquetes, cuyas siluetas iluminadas por fuegos cercanos se distinguían en la lejanía "¿Por qué usarlas día y noche sin descanso?"

"Por el mismo motivo que el de los ataques fingidos. Engañar a los Bolton: el ataque constante pero inútil contra las murallas de Invernalia los hizo descuidar el alcance y el poder de las armas, lo que también funcionó a favor del plan"

Los murmullos continuaron una vez más mientras muchos veían a Jon con expresiones que iban desde la sorpresa hasta la incredulidad. El Rey en el Norte no dudaba que, en sus mentes, estaban armando los fragmentos de conocimiento.

Un grito ahogado se escuchó, y atraídos por él, los hombres entre la multitud giraron para ver al responsable: un muchacho aún más joven que Jon, ubicado junto a Lord Glover.

Larence Nieve parecía desear desaparecer, pero aun así mantuvo la frente en alto mientras se adelantaba con pasos pequeños. Jon hizo un gesto con su mano para alentar al muchacho a hablar, y éste no decepcionó.

"La brea que arrojamos sobre Invernalia era para distraer, ¿verdad?" dijo, mirando a Jon.

Jon enfocó su ojo, ese que no estaba cubierto por vendajes, sobre el muchacho por un largo instante. En el siguiente, una débil sonrisa apareció en su rostro. Fiel a las palabras de Galbart Glover, el hijo de Lord Hornwood demostraba ser de mente rápida.

"Sí. En medio de los incendios, los Bolton estaban demasiado confundidos para responder adecuadamente. El fuego llamaba su atención mucho más que un intruso" el tiempo de Glover al arrojar la brea no había sido perfecto, pero los planes rara vez lo eran. Las heridas de Jon lo probaban.

Un gran silencio cayó sobre todos mientras las palabras de Jon se asentaban. El Rey en el Norte mantenía un rostro estoico mientras resistía la tentación de apoyar más de su peso en su pierna sana. Sin duda habría ojos en la multitud que podrían dar cuenta de tal detalle.

"¿Y esas heridas fueron hechas por el bastardo de Bolton?" la pregunta surgió de algún punto en medio de la multitud. Jon no vio al responsable, pero la curiosidad en los rostros más cercanos, incluyendo los de sus Guardias, tuvo prioridad.

"Por sus sabuesos" dijo, al tiempo que tocaba levemente la manga bajo la que estaban las vendas que cubrían la mordida "Y por una mujer muy peligrosa" dijo, recordando los ojos de la tal Myranda con una lamentable precisión.

Los murmullos volvieron a escucharse entre la multitud, y Jon estaba seguro de haber escuchado palabras como "amante", "ramera" y "zorra" en voces no tan bajas. No le interesaba lo que esa mujer fuera para Ramsay: era cruel y peligrosa, y por esos solos atributos la vería muerta.

La siguiente pregunta, que cortó los murmullos como un hacha afilada, fue hecha por un norteño.

"¿Por qué no nos informasteis?" Cubo Grande se adelantó, su barriga moviéndose al ritmo de sus pies "Podríamos haber ido con vos. Podríamos haber ayudado a salvar a la hija del Ned" dijo con voz amarga.

Jon pensó un largo momento antes de responder "No, mi señor, no podríais" rechazó, al tiempo que sacudía ligeramente la cabeza. La indignación en el rostro de Wull lo instó a seguir "Todo el plan se basaba en la sorpresa, la distracción, y el sigilo. Cada hombre aumentaba el riesgo de ser descubiertos. En el instante en que la alarma fuera dada, Arya quedaría fuera de alcance, y cualquiera de los nuestros dentro del castillo quedaba al del bastardo de Bolton" expuso. Wull no cambió su expresión, pero no replicó. Y el silencio de los demás dio a entender que, pese a todo, reconocían la verdad de sus palabras "Ya hemos visto de lo que es capaz ese monstruo. Lo vimos en el Camino Real de primera mano. ¿Qué clase de…..atenciones creéis que os habría dispensado de haberos capturado?" decidió, tras pensar cuál era la palabra más adecuada para englobar las atrocidades de Ramsay Bolton.

Tal como Jon suponía, ninguna voz se elevó al aire helado de la noche. Sin embargo, las miradas de muchos estaban lejos de ser satisfechas.

Fue uno de los más recientes aliados de Jon quién al fin rompió la tensión "¿Tuvisteis éxito?" dijo Lord Manderly, al tiempo que avanzaba hasta estar frente a la multitud. Dos de sus caballeros en armadura completa lo flanqueaban "¿Lograsteis rescatar a Lady Arya?" preguntó, su mirada aguda fija en él.

"No" la palabra cortó el aire cómo el acero valyrio. Jon contempló cómo, pese a aún mostrar insatisfacción en sus rostros, los hombros de Galbart Glover y los hermanos Flint se desplomaron. Otros bajaron la mirada, y Cubo Grande apretó los dientes que aún conservaba "Porque Arya no estaba en Invernalia" todos los ojos que se habían desviado volvieron con la velocidad de un rayo a enfocarse en Jon "Nunca lo estuvo. Los Bolton jamás la tuvieron" declaró en voz firme.

Jon nunca había visto a tantos señores norteños tan desconcertados o incrédulos a la vez. Si la situación no fuera tan seria, habría encontrado humor en ver a Cubo Grande, a Burley y a los hermanos Flint con el aspecto aturdido de un hombre golpeado en el rostro sin causa.

"¿Est…¿Estáis seguro?" balbuceó el Burley, sus manos colgando sin vida a sus costados.

"Vi a la muchacha que se hacía pasar por ella con mis propios ojos, y la rescaté de Invernalia" aseguró Jon, ignorando una voz burlona en su cabeza que decía que su visión era la mitad de lo que solía ser, y todo gracias a su rescate. Respiró hondo antes de decir el resto "La muchacha se llama Jeyne Poole. Es la única hija de Vayon Poole, el mayordomo de mi padre" Jon podría jurar que vio una chispa de reconocimiento en los ojos de Manderly y otros señores norteños al nombrar al fallecido mayordomo. Aunque pequeña y no muy conocida, la Casa Poole era una casa norteña, y como tal su nombre era mencionado al norte del Cuello.

"Jeyne y su padre fueron parte del séquito que Lord Stark llevó al sur al aceptar ser la Mano de Robert Baratheon" continuó Jon, rememorando los eventos que habían sucedido luego de alejarse de Invernalia por primera vez en su vida "Cuando los Lannister arrestaron a Lord Eddard y tomaron como rehén a mi hermana Sansa, asesinaron al resto de los norteños. Guardias, sirvientes, todos. O eso es lo que di por sentado" reconoció Jon con un ligero encogimiento de hombros, antes de fruncir el ceño "Pero al parecer me equivoqué. Jeyne fue perdonada, y aunque ignoro el porqué de tal acto" los Lannister ya se habían mostrado despiadados, incluso con mujeres y niños "resultó muy provechoso para los Lannister. Jeyne fue disfrazada cómo Arya, y usada para engañar al Norte"

El Pueblo Libre, aunque atento a sus palabras, estaba mayormente silencioso. Eran los norteños los más vocales en sus reacciones: varios líderes de los clanes pequeños estaban murmurando entre dientes, sus rostros ganando color a causa de la rabia. Otros, aunque menos evidentes, también luchaban contra sus emociones. Jon vio ceños fruncidos, ojos entrecerrados y puños apretados.

"Los norteños odiamos el engaño" pensó Jon. La idea de ser engañado por los Bolton no le resultaba más cómoda que a los señores.

"¿Dónde está?" la pregunta, mitad hablada y mitad gruñida, fue hecha nada menos que por Cubo Grande. El señor apretaba sus gruesos puños, y su mirada era la de alguien dispuesto a liberar su rabia de la manera más simple: con violencia.

Otro de los motivos por los que Jon había confiado a Jeyne a las manos del Pueblo Libre era por la indiferencia que éstos mostrarían ante el engaño del que la muchacha había sido parte clave. Viendo la furia de Wull y otros, supo que había hecho lo correcto.

Con un suspiro, Jon miró sobre su hombro, enfocando su mirada en uno de sus Guardias Personales.

"Awrryk. Ve a buscarla" dijo Jon al nieto de Ygon Oldfather. Sin palabras, Awrryk asintió antes de partir.

La conversación se reanudó antes de que Awrryk se hubiera alejado diez pasos siquiera.

"¿Qué pensáis hacer con ella?" dijo Robett Glover, una de sus manos ubicada sobre el pomo de su espada.

"Nada" la palabra reverberó en el aire un instante.

"¡No podéis hacer eso, Alteza!"

"¡Ayudó a los Bolton! ¡Ayudó a engañar al Norte!"

"¡Profanó el nombre de Lady Arya con su engaño! ¡Mancha la memoria de la hija del Ned! ¡Escupe sobre la Casa Stark!"

Cuando al fin tuvo suficiente, Jon alzó las manos para pedir silencio. Poco a poco, las voces se fueron acallando.

"Arya" empezó, haciendo hincapié en el nombre de su hermana "era todo lo que decís. Era hija de mi padre. Pero mis señores, era también mi hermana" Jon odiaba referirse a su hermana en pasado. Cómo si ya estuviera pérdida para siempre "Mi enojo es todavía mayor que el vuestro" para los norteños, el engaño era una herida a su orgullo. Para Jon, era una cuestión de afecto "Pero Jeyne es solo una herramienta. A los que quiero, a los que he de castigar, es a los que fraguaron esta mentira usando el nombre de mi hermana. Los Lannister, los Bolton, los Frey. Por este engaño, haré que maldigan a los dioses por hacerlos nacer. A sus padres, por engendrarlos. Y a sus madres, por traerlos a este mundo"

Las palabras de Jon fueron suaves, pero pudo ver a varios retrocediendo un paso ante ellas. Sin duda creían en él. Y debían hacerlo.

Un pequeño coro de voces se escucharon, y volteó a tiempo de ver a Awrryk volviendo, tirando de Jeyne por su brazo. La niña parecía aún temerosa, y ni siquiera las mujeres de las lanzas que la flanqueaban, abriendo un camino a base de maldiciones y empujones leves pero firmes, parecían poder calmarla.

Arryk dejó a la niña cerca de ellos antes de volver con el resto de Guardias Personales.

"Mis señores, hombres y mujeres libres. Os presento a Jeyne Poole, la Arya Stark de los Bolton" dijo Jon, al tiempo que daba un paso en dirección a la muchacha.

Por un momento, Jon pudo simpatizar con el temblor de temor de Jeyne: si él fuera blanco de tantas miradas furiosas, y estuviera desarmado, tal vez temblaría igual. Knott, por mucho el menos bravo de los líderes de clanes norteños, la miraba con ojos entrecerrados. Los hermanos Norrey, los Flint, los Glover, todos la miraban con rabia apenas contenida. Y Cubo Grande y Gunthor Burley parecían listos para coger las armas y hacer una estupidez. Jon estaba a un instante de decidirse a desenvainar su propia espada cuando este último habló.

"Esa no es Arya Stark" escupió, sus dientes destacándose entre los cabellos de su barba

"¿Seguro?" la pregunta fue hecha por nada menos que el anciano Lord Locke. Jon reprimió el impulso de preguntarle si dudaba de su palabra a favor de escuchar a Lord Gunthor.

"Sí" replicó Burley sin dudar "Conocí a la niña hace cinco años, cuando fui a Invernalia. Tenía los ojos de Lord Eddard" dijo, antes de señalar el rostro de Jeyne "Ella no los tiene"

Jon notó los ojos de Locke abriéndose con realización, como si acabara de recordarlo. Reprimió el deseo de validar las palabras de Burley, aunque eran ciertas. Arya era la única de sus hermanos que, como él, había nacido con los rasgos Stark de su padre. Todos los demás tenían los ojos azules de Catelyn.

Bien fuera porque las palabras de Burley despertaron memorias e historias largamente olvidadas por sus mentes, o porque ninguno de ellos deseaba contradecirlo, no hubo disensión. Y su aún hubiera algo albergado en los norteños, probablemente no sobrevivió a la confirmación de Brandon Norrey el Joven y Cubo Grande. Ambos hombres habían visitado Invernalia durante la niñez de Jon, y recordaban a Arya cómo la única hija Stark con los ojos y el aspecto de su padre. Y por mucho que la hermanita de Jon pudiera cambiar con el paso del tiempo, sus ojos no serían otra cosa que grises.

Las palabras de los tres hombres de los clanes parecieron apagar los ánimos de los norteños. Aunque algunos aún dirigían miradas hostiles en dirección a Jeyne, la mayoría parecía haber perdido el ánimo. Sin duda todos, sobre todo los hombres de los clanes, esperaban lograr al menos poner a salvo a un vástago de Ned Stark.

"Y ahora….."

"Ahora, mis señores, los Bolton han perdido la última barrera que los mantenía fuera del alcance de la justicia" interrumpió Jon, sin siquiera pensar en quién había intentado hablar. Enfocando una vez más todas las miradas en él, continuó, determinado a devolverles el espíritu de lucha "Debemos hacer lo que nos trajo hasta aquí. El día de mañana, no habrá entrenamientos de ningún tipo, ni movimiento de tropas, ni disparo de los trabuquetes. Con la excepción de los hombres que montarán guardia, todos podrán prescindir de sus obligaciones por ese día. Comed y bebed bien, descansad, y aseguraos de que vuestras armas estén listas para usarse" ordenó, antes de hacer un breve gesto a las mujeres de las lanzas que guardaban a Jeyne para que la llevaran a su tienda.

"Porque el día siguiente, liberamos Invernalia. ¡Mañana, es el último día en que los Bolton retienen lo que no es suyo!"

Y eso es todo por ahora. Sé que no tienen motivos para creerme, pero el siguiente capítulo FINALMENTE sucederá el ataque verdadero a Invernalia.

Bien, como siempre, quiero sus reviews, especialmente acerca de cómo Jon lidió con sus señores. La verdad es que esa fue la parte más complicada de escribir.

Subiré el siguiente capítulo cuando esté listo. Hasta entonces, que estén muy bien y que sigan así. Saludos a todos.