Bien, hola a todos. A continuación, un mini resumen para explicar mi LARGA, LARGA, RE CONTRA LARGA ausencia.
Trabajos finales. Un examen que debía volver a rendir (me remito al principio del cap 63 si quieren saber cómo reaccioné tras el fracaso anterior) el cuál fue retrasado (lo que al mismo tiempo me alegró y me fastidio). Dos semanas con Covid, mi papá y yo. Muy preocupado por él. El fin de las vacaciones de invierno y la llegada del examen que fue hoy. Pero bueno, gracias a la intercesión de todos los santos de la Iglesia Católica (que son unos 7.000 si no recuerdo mal) y a la infinita misericordia de Dios para conmigo ¡PASÉ! ¡Y les juro que se siente TAN BIEN! ¡Siento que me quitaron una bolsa de papas de los hombros y ahora camino mucho más ligero! Y cómo quiero hacer felices a otros como yo soy feliz ahora, hay capítulo nuevo para uds.
Me disculpo por no responder los reviews, pero les debo esto y quiero publicarlo antes de que acabe el día. Igual, todos me gustaron mucho y les agradezco de corazón por ellos. Un abrazo y los mejores deseos a todos los que escribieron.
Disclaimer: todo lo que puedan reconocer pertenece a G.R.R. Martín. Yo solo lo uso para entretenerme y tratar de entretener a otros.
Val
"Son mercenarios" las palabras que pronunció Marlon Manderly, las primeras luego de volver con el resto del ejército y los prisioneros capturados, no tomaron por sorpresa a Val.
"Lo sé. Algunos de ellos se ofrecieron a pelear por nosotros a cambio de su libertad" le contó, recordando a los tres sujetos que habían gritado para llamar su atención y ofrecer tal oferta.
Con un gesto de la mano, Val se encaminó hacia la torre más cercana.
"Los habéis rechazado, ¿verdad?" preguntó Manderly, manteniendo su paso rápido sin dificultad.
Rodó los ojos ante una pregunta tan absurda "Por supuesto que sí" replicó. Por lo que le habían explicado, los llamados mercenarios eran luchadores que se vendían al mejor postor. Un hombre que ponía precio a la vida no la respetaba, y solo un tonto confiaría en alguien de esa naturaleza a su lado en el campo de batalla.
Val entró a la torre, seguida por Marlon Manderly. Dentro, los esperaban La Osa y su hija, Garlon Norrey, Howland Reed y el resto de los líderes de su ejército: Pueblo Libre, norteños y lacustres. Tras los saludos a Manderly y el breve relato de éste sobre la captura del resto de los mercenarios, se hizo el silencio.
"Los Lannister hicieron esto" declaró la Osa Menor "Los mercenarios pelean por oro, ¿y quién tiene más oro que los Lannister?" su pregunta era retórica, pero ganó el apoyo de casi todos los norteños, el argumento perfecto para ellos. El Pueblo Libre prefirió guardar silencio, así como los lacustres.
Val no dijo nada, pero tenía dudas de la afirmación de Lyra Mormont. Sí, habían encontrado una gran cantidad de oro en las alforjas de los caballos y oculto entre las ropas de los muertos y los prisioneros, pero había algo que no encajaba.
"Eso no explica lo de los estandartes" replicó. Casi como si esperaran sus palabras, varios guardias extendieron por el suelo los que habían tomado de los mercenarios. Había hombres desollados, lobos huargos y uno solitario con dos torres azules sobre campo gris.
"Los huargos eran para engañarnos. Probablemente atacarían cuando hubiéramos bajado la guardia" dijo Lyra, al tiempo que se encogía de hombros "La traición no es moneda nueva para los Lannister"
"Sí" concedió la hermana de Dalla "Pero eso no explica los demás. Si en verdad servían a estos Lannister, ¿no deberían haber escondido estandartes con leones?" no sabía, ni le interesaba personalmente, entender la costumbre de los estandartes de los arrodillados, pero se esforzaba por aprender los más importantes.
"Si fueran tan idiotas cómo para atravesar el Cuello con estandartes Lannister, los habríamos desangrado a cada paso del camino" declaró en ese momento un joven lacustre, sus ojos oscuros brillando con impetuosidad.
"Si hubieran usado estandartes Bolton también. Solo les permitimos el paso para que se adentraran lo suficiente para no tener posibilidad de escape" añadió en ese momento un caballero Manderly, su barba y cabello canosos delatando la gran diferencia de edad con el hombre de los pantanos "Y porque no queríamos atacar sin saber quiénes eran" al decir esas últimas palabras, sus ojos fueron en dirección a La Osa, quién había sido la más vocal de los objetores al respecto.
Val tampoco había olvidado que la mujer había disentido de atacar. No había ganado su aprecio por ello precisamente.
"Da lo mismo. Bolton, Lannister, Frey. En cualquier caso habríamos atacado" declaró Val "Lo importante ahora es averiguar la verdad" conocer al enemigo era siempre preferible a pelear a ciegas.
"Si sus líderes estuvieran vivos…."empezó a gruñir Karstark.
"Pero no lo están" espetó Val, no dispuesta a escuchar la misma fastidiosa perorata por parte del llamado señor de Bastión Kar "Los asesinamos en el campo de batalla, y uno de ellos corrió hacia los pantanos" los lacustres lo habían encontrado parcialmente devorado por serpientes venenosas, su boca inundada de espuma, sus ojos abiertos en terror y goteando pus y su cuerpo tan hinchado que parecía un cerdo listo para ser sacrificado.
"¿Y si interrogamos a los hombres comunes?" preguntó un caballero recién llegado con Marlon Manderly.
"Ya lo hicimos" respondió Garlon Norrey, una expresión amarga en su rostro "La mayoría ni siquiera habla nuestra lengua, y los que lo hacen no saben nada de valor"
Val misma los había interrogado, o al menos intentado. Pero no sabían la Lengua Antigua, y tampoco la Común. Algunos balbuceaban frases cortas en esta última, pero nada más allá de lo básico. El resto eran gruñidos y silbidos sin sentido: entre los hombres de Puerto Blanco había quién argumentaba que tal vez fuera algo llamado valyrio, pero nadie entre ellos sabía tal lengua. Era frustrante.
"Más allá de quién sean, quien los contrató o incluso porqué, hay una cuestión más urgente" habló en ese momento uno de los caudillos del Pueblo Libre "¿Qué haremos con ellos?"
Brynden "El Pez Negro"
Había dormido lo suficientemente cómodo en una habitación de la fortaleza, el calor de las paredes de Invernalia relajándolo lo suficiente para lograr dormir. Sin embargo, no había olvidado en manos de quién estaba el castillo, por lo que su espada estuvo apoyada a la cabecera de la cama y su daga debajo de la almohada en todo momento.
No confiaba en el bastardo, y en verdad se había sorprendido de que, al salir de su habitación poco después del amanecer, no hubiera guardias apostados en la puerta, listos para seguirlo a dónde fuera. Aliviado por ello, se encaminó hacia el salón más cercano, dónde suponía que podría encontrar comida.
El amanecer aún estaba lejos de llegar; las antorchas y braseros seguían encendidos, la niebla cubría todo como una capa que dificultaba la visión, y pocos eran los que estaban despiertos: más allá de los guardias, eran escasos los hombres en pie. Lo mismo ocurría en el salón al que entró, dónde unas pocas docenas de hombres estaban sentados, bostezando mientras rompían su ayuno.
Brynden no pudo evitar notar lo difícil que resultaba distinguir a los salvajes y a los norteños respectivamente; de no ser por las ropas y ocasionales marcas que los primeros tenían a la vista, quizás sería imposible.
Ignorando las miradas de sospecha y los ceños fruncidos dirigidos a él, Brynden tomó asiento en una sección de la larga mesa de caballete desocupada, más cerca de las puertas del salón que de cualquiera de los otros comensales. Acercando una bandeja llena de pan y una jarra con lo que parecía cerveza, empezó a comer.
Acababa de terminar el segundo trozo de pan y estaba cogiendo un huevo pasado por agua cuando escuchó pasos acercándose. Girando la cabeza hacia la puerta, vio el momento en que Galbart Glover entraba en el salón, hablando con un norteño de barriga descomunal. Glover se detuvo al verlo, y tras señalar en su dirección y murmurar algo a su compañero, ambos se encaminaron hacia él.
"Ser" saludó el Señor de Bosquespeso, al tiempo que se detenía.
"Pez Negro" reconoció el otro hombre, deteniéndose junto al otro norteño "¿Quieres compañía?" preguntó, antes de sentarse sin más.
"¿Por qué no?" preguntó, la ironía que salpicaba sus palabras omitida o ignorada por el norteño gordo, más no por Glover, aunque esto tampoco le impidió sentarse.
Tenía la intención de interrogarlos, pero antes de poder hacer algo más que parpadear alguien más habló.
"Supe lo que ocurrió con el castillo de tu familia" comentó el norteño sin nombre "Es una pena" dijo, al tiempo que inclinaba la cabeza por un instante.
Brynden solo asintió. No quería pensar en eso.
"El Rey lo tomará" continuó hombre, antes de meter un gran trozo de pan con un huevo roto sobre él y masticar con rapidez, ajeno a la pequeña línea que había aparecido en la frente de Brynden.
El Pez Negro preferiría morir antes que ver al bastardo entre las paredes de Aguasdulces. No es que importara; el castillo estaba muy lejos de Invernalia, y no era tan estúpido como para decir más de lo debido frente a estos hombres.
"Es muy temprano para estar en pie" comentó, sus ojos mirando por un momento un tragaluz cerca del techo, a través del cual se veía el cielo aún oscuro "¿El Rey ha pedido que os levantéis a esta hora?" preguntó.
"Sí. Debemos hacer los preparativos para la ejecución. El Rey quiere acabar ya con ese asunto" dijo ahora Galbart Glover, al tiempo que mordía una rebanada de pan.
"¿Ejecución?" la palabra dejó la boca de Brynden antes de que se diera cuenta, pero no se arrepintió. El bastardo iba a ejecutar a alguien. ¿Quién sería? ¿Un enemigo o un pobre diablo que no quería rendirle pleitesía?
"¿No lo sabes?" preguntó el segundo norteño, al tiempo que bajaba su copa "El bastardo de Roose Bolton está en las mazmorras. El Rey lo ejecutará mañana al anochecer" dijo. Pese a no sonreír, resultaba obvio que la idea era de su agrado "Ya era hora. Ese maldito debe irse con el resto de sus animales"
"Es verdad" dijo Glover, asintiendo en reconocimiento a las palabras del otro hombre "El Rey ejecutó a sus sabuesos con flechas de ballesta cuando tomamos el castillo" aclaró ante la mirada confusa de Brynden "Una decisión sabia. Esas bestias no podían vivir después de lo que habían hecho" la seriedad de sus palabras dio a Brynden la certeza de que los sabuesos del bastardo de Bolton se usaron para mucho más que cazar.
"No. No podían" reconoció el otro norteño, que parecía haberse olvidado, o no le importaba, que Brynden también estaba allí y no tomaba parte en la conversación "Pero no hablaba de los perros de Ramsay. Hablaba de sus hombres" aclaró "Merecían morir. No valían una mierda como prisioneros"
Los ojos de Brynden se ensancharon ligeramente, pero logró no mostrar más reacción ante esas últimas palabras.
El bastardo había ejecutado prisioneros. ¿Estaba sorprendido? No en particular. ¿Estaba asqueado? Definitivamente. Quizás fueran Bolton, pero aun así eran hombres desarmados. Nada justificaba tal deshonra, no es que esperara que el bastardo tuviera tal cosa en absoluto. Pero manifestarlo tan abiertamente…
"¿Y qué impide que haga lo mismo conmigo si le place?" se preguntó el Pez Negro, cayendo en la realización de que nada. Nada en absoluto. No creía en esa basura de que lo necesitaba como su explorador, y menos aún en el interés por reunirlo con Catelyn.
Apenas había dedicado un pensamiento a la oferta del bastardo: no negaría que la idea de vengarse de Walder Frey y su maldita descendencia era tentadora, pero la idea de servir al bastardo de Ned Stark agriaba la oferta. ¿Cómo podía aceptar y ejecutar órdenes de la prueba viva de la deshonra a su sobrina? Ni siquiera la posibilidad de salvar a Edmure lograba ser capaz de conmoverlo: no cuando era más tangible el que Catelyn estuviera viva. Y a pesar de avergonzarse por ello, no retrocedía en su postura. Sabía bien a cuál de ellos elegiría.
Tal vez lo mejor sería ignorar la oferta del bastardo, tomar su caballo e ir hacia el norte en busca de la verdad. Si fuera su sobrina, sería una gran alegría para su mente, consuelo para su corazón y alivio para su cansancio. Si todo fuera mentira del bastardo, entonces el engendro de Roose Bolton no sería el único hijo ilegítimo en pagar por sus actos.
Ygritte
Luchó contra el impulso de dar pequeños saltos mientras caminaba. No quería parecer una niña emocionada.
"¿A quién quiero engañar? ¡Estoy emocionada!" era su último día de marcha. Los exploradores y centinelas encontrados en el camino, todos ellos allí por órdenes de Jon, confirmaron que Invernalia estaba a poca distancia. Probablemente llegarían al atardecer.
"Ya casi….."
"¡Au!" la mueca en su rostro fue simultánea con el pequeño quejido de dolor que escapo de su boca. La responsable de ambos, Minisa.
Su hija había tomado una extraña fascinación en su cabello desde que habían dejado atrás el campamento de Morna Mascara Blanca, seguidos por su guardia de doscientos guerreros y un centenar de heridos recuperados que cómo ellos se dirigían a Invernalia. Cada momento de distracción de Ygritte era aprovechado por la pequeña, que usaba su recién adquirida habilidad de mover brazos y piernas con mayor fluidez para tirar de su cabello, hurgar en sus ropas o tirar de cualquier cosa que no pareciera bien sujeta a su cuerpo.
Cada día parecía deparar una nueva situación con Minisa. En ocasiones era enloquecedor, y un incipiente temor de que algo le pasaría a la niña curiosa si estaba sin atención por tan solo un instante latía en el pecho de Ygritte cada vez más a menudo.
Pero luego veía a Minisa intentar gatear, o romper hojas secas con su manita, o levantar baratijas sin valor y contemplarlas fascinada, y sentía su corazón temblando por la felicidad, todos los temores y preocupaciones olvidados. Incluso cuando la veía babear su arco, la madera humedeciéndose en la boca desdentada de la niña y volviéndose algo desagradable de utilizar, no podía evitar sonreír, su boca manifestando una minúscula fracción de la felicidad que amenazaba con perderla.
"Hola" le dijo a la bebé, cuyos ojos se encontraron con los de ella "Llegaremos pronto a casa" los orbes de la niña la miraron con tal intensidad, que podría haber jurado que la entendía. Una sonrisa desdentada apareció en sus labios, y la de Ygritte se hizo aún más grande.
Estuvo allí, perdida durante mucho tiempo en ese pequeño ser que era capaz de hacer tambalear todo su mundo, hasta que un sonido, una mezcla entre suspiro y jadeo, la devolvió a la realidad. Apartó la vista de su hija para enfocarla en Catelyn.
"¿Qué ocurre?" preguntó Ygritte.
Catelyn acomodó mejor el fardo que llevaba al hombro antes de responder.
"Me recuerdas a mí" murmuró "Joven, empezando de nuevo, con un bebé a cuestas, hermosa, por convertirte en una mujer con mucho poder" enumeró, al tiempo que sus ojos se suavizaban, a juego con la sonrisa un tanto nostálgica que adornaba sus labios.
Quizás no fuera por lo que quería, pero Ygritte no negaría que le gustaba ser la causante de una sonrisa de Catelyn.
"¡Un momento!" gritó una voz en su cabeza, repitiendo las palabras de Catelyn "¿Acabas de llamarme hermosa?" preguntó, sin intentar ocultar la satisfacción en su voz.
Los ojos de Catelyn se abrieron y su sonrisa desapareció, y un momento más tarde sus pálidas mejillas se tiñeron de rojo.
"¡No!" exclamó con fuerza, tal vez en exceso por algunas personas voltearon a verlas "N-No. No quise decir eso. Es decir…." Ygritte no pudo resistir la tentación de apretar los labios, divertida ante el tartamudeo nervioso de Catelyn "Eres hermos….¡Bonita!¡Eres realmente bonita! Digo…..¡objetivamente, claro! Solo digo la verdad, yo…..¡cierra la boca, Ygritte!"
Intentó, pero no pudo. Trató, pero no lo logró. Una risa escapó de sus labios, y aún caminando y con Minisa en brazos se inclinó hacia adelante, luchando para no ceder a la tentación de detenerse y seguir riendo. Cuando bajó la vista sin pensar se encontró con una sonrisa desdentada de Minisa, sus pequeños brazos agitándose y sus labios chasqueando, que era su propia manera de demostrar alegría. Su hija parecía reír también, y eso hizo que la propia risa de Ygritte se extendiera.
Por fin, cuando logró calmarse lo suficiente, volvió su mirada a Catelyn, quién la miraba con ojos suplicantes y un rostro rojo por la vergüenza. Tomando piedad de ella, y no pudiendo evitar apreciar lo bien que se veía con las mejillas sonrojadas, alzó su mano libre en un gesto que daba a entender que había terminado. Catelyn suspiró aliviada, antes de asentir hacia ella y dejar las cosas en paz por un momento.
No fue hasta mucho tiempo después, cuando el sol casi había alcanzado su punto más alto y habían cruzado dos centinelas junto al camino y una partida de cuatro recolectores en busca de alimento, que Ygritte comprendió que algo pasaba con Catelyn. Sus ojos brillaban de una manera nada agradable, y la charla que mantenía con ella se sentía forzada, algo banal. Tras la segunda ocasión en que tuvo que repetir una pregunta para Catelyn, Ygritte supo que no podía seguir así.
Dio orden de detenerse para descansar un momento y abrevar a sus animales. Luego acarició a Minisa en la mejilla antes de entregarla a Srigda y coger a Catelyn del brazo y tirar de ella. Entre las dos ella era más fuerte, por lo que al final Catelyn desistió en sus intentos de soltarse o cuestionar, para dejarse llevar lo bastante lejos del resto de los suyos para que no fueran oídas.
"Has estado muy callada. Cómo Jon" afirmó Ygritte. Cuando Jon hacía eso, era por pensar algo importante, y no tenía motivos para pensar diferente con Catelyn "¿Qué sucede?" preguntó.
Catelyn se mordió el labio, al tiempo que su ceño se fruncía, no con enojo, si no con preocupación. La miró por un largo momento, e Ygrite le mantuvo la mirada sin parpadear, sintiéndose juzgada. Al fin, Catelyn habló.
"La última vez que estuve allí, era mi hogar" no tenía que decirlo para saber que se refería a Invernalia "Tenía una familia, un lugar en el mundo. Tenía…." Se interrumpió, antes de negar con la cabeza.
Ygritte no dijo nada. Quería detener a Catelyn, pero al mismo tiempo sentía que debía dejarla desahogarse.
"Y ahora…no tengo nada"
La derrota en la voz de Catelyn le dolía. Pero sus palabras lo hacían más. Quería decirle que tenía algo. Tenía mucho aún…y si la dejaba, Ygritte le daría todavía más.
"Mi esposo, mis hijos, todos…..todos ellos…..no estarán ahí. Yo…no sé si puedo hacerlo" confesó, al tiempo que su rostro caía.
Ygritte sintió un puñetazo directamente en el pecho cuando una lágrima cayó del ojo de Catelyn. Reaccionó sin pensar: separando la distancia entre ambas con una zancada, rodeó a la otra mujer con su brazo libre y la acercó.
Los brazos de Catelyn se aferraron a ella, y aunque no pronunció una palabra, la humedad que Ygritte sintió en su hombro le dijo todo lo que necesitaba saber.
Por fin, cuando Catelyn se hubo tranquilizado lo suficiente, se separó. Más allá de sus ojos hinchados y la tristeza en su rostro, no había prueba de su dolor.
"Tal vez Arya esté allí" dijo Ygritte, maldiciéndose cuando su voz no salió segura y tranquilizadora, sino débil y dudosa. Se aclaró la garganta y lo volvió a intentar "Tal vez tu hija si te espere ahí, a salvo con Jon" añadió.
Por un momento vio la esperanza brillar en esos ojos maravillosamente azules, pero al siguiente desapareció.
"¿Y si no?" preguntó Catelyn en un susurro, su voz ronca.
Ygritte lamentó no poder darle la certeza que deseaba. Y no lo hizo porque no lo creía ella misma, y no era capaz de mentirle. No a Catelyn.
"Si no lo está, entonces no hay nada que hacer" dijo, odiando cómo el rostro de Catelyn cayó aún más "Quién si estará es Jon" le recordó, intentando llevar los pensamientos de Catelyn a un lugar más alegre "Y Minisa" añadió, al tiempo que acercaba a la bebé hacia sí, conmovida cuando la pequeña recostó su cabeza contra su pecho, justo a la altura de su corazón "Y yo" continuó, tomando la mano de Catelyn en la suya y apretándola ligeramente "Puedes contar conmigo. Siempre" le aseguró, esperando, rogando, que Catelyn le creyera.
Catelyn la miró por un largo momento antes de asentir y darle un pobre intento de sonrisa, que no la convenció en absoluto, antes de encaminarse de vuelta al resto del grupo. Con un suspiro y reajustando su agarre sobre Minisa, la siguió.
El resto del día pasó sin complicaciones, y por fin, a media tarde, lo divisaron.
Al principio era pequeño, no mayor al tamaño de una semilla, oscuro y lejano en el horizonte. Catelyn vaciló por un momento, pero luego siguió caminando. Con el sol cada vez más cerca del poniente y la oscuridad acercándose por el oriente, siguieron avanzando, la visión en la lejanía dando nuevas energías a todos y despertando la emoción y la impaciencia.
"Espero que estés lista" murmuró Ygritte, al tiempo que bajaba la cabeza. No sabía si se dirigía a Minisa, que había caído dormida tiempo atrás, o a sí misma. También podía haberlo dicho a Catelyn, pero la mujer no se molestó en responder nada.
Cómo una semilla tiene el potencial de convertirse en un gran árbol, así fue con la lejana forma en el horizonte, que se fue haciendo cada vez más grande, hasta superar la altura de Ygritte, hasta superar el espacio ocupado por las trescientas personas que formaban su acompañamiento, hasta hacerse más grande y más vasto, hasta parecer ocupar todo el futuro de su existencia.
Poco a poco, paso a paso, Ygritte fue distinguiendo más y más. Las murallas, las más altas después del muro. Las torres, más grandes que cualquier gigante, que parecían acariciar el cielo. El tamaño de todo en conjunto, tan grande, tan inmenso que no sería descabellado pensar que allí una persona podría vivir cómodamente con todos los que le importan: sus padres, sus hermanos y hermanas, sus hijos e hijas, sus otros parientes, sus amigos, el resto de su clan. Y su compañero.
A los pies del castillo, se ubicaba el mismo ejército que había visto tantas lunas atrás partiendo del campamento de su pueblo en el Agasajo. Millares y millares de personas reunidas en un solo lugar y con un solo propósito.
A menos de mil pasos se podían ver las primeras empalizadas, apuntando justo en su dirección, cuando un grupo de personas salieron de ellas. Eran unos cincuenta, norteños y Pueblo Libre, la mayoría con espadas y hachas, y unos pocos con lanzas. Sin pensar se adelantó al resto de su grupo, esperando que los reconocieran. Tuvo suerte, y no mucho después cruzaba el campamento, con Minisa en sus brazos, una silenciosa Catelyn a su lado y una multitud cada vez mayor siguiéndola mientras se encaminaba al castillo.
Miró de reojo a Catelyn. Su expresión era serena, pero sus ojos mostraban dolor, temor y otras emociones, ninguna de las cuáles era buena.
Antes de darse cuenta, entrelazó sus dedos con los de Catelyn "Estoy aquí" le susurró, buscando darle la certeza y la tranquilidad que sabía que necesitaba.
Catelyn la miró por un momento que le pareció eterno antes de darle una pequeña sonrisa que agitó su corazón. Solo se hizo más fuerte cuando su mano fue apretada con suavidad.
Ygritte le devolvió el agarre con gentileza, a la mierda los pensamientos que tendrían las personas a su alrededor.
Ery
Había visto la multitud acercarse, una masa de personas que se movían en torno a algo que no podía distinguir. Sea lo que fuera, debía ser interesante o impresionante, porque algunos de los que iban al frente incluso caminaban hacia atrás, estirando sus cuellos para ver mejor.
Por un momento pensó en intentar abrirse paso para ver que era, pero una mirada a su alrededor le dio una mejor idea. Corrió hacia una escalera cercana y subió varios escalones.
En cuánto las vio, supo lo que tenía que hacer. Cayó al suelo con un salto y corrió en dirección a las cámaras del Rey. Los pasillos y habitaciones fueron cruzados sin problemas, los guardias en ellos ni siquiera intentando detenerla; una de las ventajas de ser parte de los Guardias Personales de Jon.
Abrió la puerta del lugar llamado solar sin pensar, y encontró a Jon sentado detrás de esa gran mesa con cajones. La mano del Rey se movió con rapidez, ocultando algo de su vista.
"¡Ery!" dijo él, al tiempo que su mano, la que no estaba oculta por la mesa extraña, se apoyaba sobre la mesa "¡¿Por qué rayos entras de esa forma?!" cuestionó, un ceño fruncido en su rostro.
"Están aquí" exclamó, notando en ese momento que su carrera le había arrebatado todo el aliento "Ygritte y Catelyn están afuera" aclaró.
En el primer instante no pasó nada: Jon siguió mirándola con el ceño fruncido, una mano sobre la mesa y la otra oculta de su vista. Al siguiente, el único ojo libre del Rey se abrió de realización y un momento después saltaba de su asiento con tal velocidad que la silla cayó hacia atrás. Ignorándolo, el Rey se encaminó hacia la puerta a zancadas rápidas.
Ery solo atinó a salir de su camino, para luego seguirlo, casi corriendo para igualar la velocidad del Rey.
Jon
No veía nada; no escuchaba nada. No le interesaba nada. No podía recordar siquiera lo que había estado haciendo meros momentos antes. Podría haber un asesino a la vuelta de la esquina, listo para acabarlo, y sabía que no le interesaría en absoluto. Todos sus pensamientos se encontraban en las palabras de Ery, y su cuerpo hacía todo lo que estaba en su poder para poder comprobar la verdad en las mismas.
En algún momento, no estaba seguro de cuándo, Fantasma había aparecido en completo silencio y de la misma manera se había colocado a su derecha, siguiendo su paso sin problemas. Antes de darse cuenta, ya había salido al exterior y caminaba hacia la puerta en la muralla norte.
"¡A un lado!" gritó en cuánto vio a la multitud reunida ante la puerta "¡Todos!" la mayoría se movieron en cuánto lo reconocieron, y los que no lo hicieron en el primer instante, lo hicieron en el segundo. Su mirada no dejaba lugar a protesta.
A Jon no le importaba ninguno de ellos. Solo le importaban las personas que quedaron al descubierto cuando los últimos cuerpos se apartaron.
Ahí estaban. Los dueños indiscutibles de su corazón. Los amos de sus pensamientos. Las personas a las que no había amado siempre, pero que sabía sin sombra de duda que amaría para siempre.
Ygritte y Catelyn.
Lo primero que pudo notar en verdad fue la belleza de ambas. ¿Cómo podía ser que existieran seres tan hermosos a la vista? Sin duda, los dioses habían estado realmente inspirados cuando las crearon. O tal vez no; tal vez ni los dioses mismos eran capaces de crear tal perfección.
Pero, aunque nunca se atrevería a decirlo en voz alta, su corazón gritó que Ygritte se veía por una ocasión ligeramente, muy ligeramente, más hermosa que Catelyn. No por su apariencia, sino por el brillo en sus ojos que nunca antes había visto, el que podría atribuirse al bulto de pieles que sostenía con cuidado infinito en sus brazos. Al verlo, Jon sintió que su corazón estallaría por pura emoción.
Pero entre tanta emoción, tanta alegría, tanta dicha, un temor repentino lo asaltó con tal fuerza que, contra su voluntad, sus pies se detuvieron justo antes de alcanzarlas.
Temor a que esto fuera una fantasía, un sueño cruel que su mente, agotada por la guerra y los horrores que venían con ella, y por la responsabilidad que venía con el título de "Rey", había creado.
….Pero el temor solo duró un instante. Miró a los ojos azules de ambas mujeres, y en ellos vio la verdad: por fin estaban todos juntos una vez más.
Todo sucedió a la vez. Con una sincronización perfecta, los tres separaron la distancia entre ellos, Jon con una zancada, y ambas mujeres con un pequeño salto. Tres manos diferentes terminaron sobre él, dos de ellas aferrándose a su espalda mientras la tercera apretaba la parte delantera de su jubón. Jon envolvió a cada mujer con un brazo, recordando en el último momento ser más holgado con Ygritte por temor a dañar a la niña en sus brazos. Su hija…
"¿Es esto real?" se encontró susurrando, ajeno al mundo que seguía su curso y a los cientos, posiblemente miles de ojos que estaban viendo no a un Rey, si no a un muchacho reencontrándose con las personas que poseían su corazón.
Sintió a Catelyn asintiendo contra su hombro, su rostro escondido dónde se unían su hombro y su torso "Sí. Lo es" dijo, su voz baja y tan dulce, que se preguntó cómo había sido capaz de sobrevivir tanto tiempo sin escucharla.
Contra su otro hombro, Ygritte soltó una risa seca "¿Eso es lo primero que dices tras tanto tiempo?" sacudió la cabeza, al tiempo que se movía para que sus labios rozaran su oreja "No sabes nada, Jon Nieve" murmuró.
Jon tuvo un momento difícil entre decidir si reía por las palabras de Ygritte, o se estremecía por su cálido aliento contra su piel.
Un pensamiento llenó su cabeza, y no pudo evitar darle voz "Sé lo que voy a hacer esta noche en mi cama, y no será dormir" respondió, intentando evitar la sonrisa que quería aparecer en su rostro ante la idea, pero gozando de la manera en que Ygritte se estremeció y soltó un suspiro bajo.
"Aquí no" regañó Catelyn en voz baja, antes de que sus hombros se tensaran "Tu ojo….." añadió un momento más tarde, al tiempo que su rostro se giraba levemente en dirección a dónde los vendajes cubrían buena parte del rostro de Jon.
"No es nada" se apresuró a decir Jon "Aún lo tengo" aseguró, con lo que los hombros de Catelyn se soltaron, y hasta Ygritte estuvo más relajada en sus brazos.
Sin embargo, un momento más tarde ambas se alejaron de él, Catelyn primero e Ygritte unos momentos después.
Reprimiendo la sensación de vacío cuando ambas mujeres dejaron sus brazos, sin duda a causa de las muchas miradas sobre ellos, Jon enfocó sus ojos en el bulto de pieles en brazos de Ygritte. Un mechón de cabello pelirrojo salía de él.
"Mírala" lo instó Ygritte, y al alzar la vista vio que su sonrisa había crecido aún más "Es nuestra"
"Nuestra. Nuestra hija" pensó Jon, al tiempo que su mano se alzaba para abrir las pieles ligeramente, revelando a la bebé desde la mitad de su cuerpo hacia arriba.
"No la despiertes" dijo Ygritte, las palabras suaves ocultando el acero debajo de ellas.
Jon solo atinó a negar en silencio, al tiempo que su dedo recorría con cuidado los puños regordetes, la diminuta barriga, los hombros pequeños, la frente escasa. Cuando recorrió una mejilla llena, la niña se retorció, pero no se despertó. Retiró su dedo solo para acariciar sus cabellos rojizos con su palma; su cabeza diminuta cabía casi perfectamente en su mano.
Era….no había palabras para describirla. Las buscó en su mente, pero ninguna era adecuada; todas eran insípidas, indignas de usarse para describir al pequeño ser en los brazo de Ygritte.
"Minisa…." Dijo al tiempo que sacudía la cabeza, incrédulo "Es…..perfecta"
"Ya lo sé" replicó Ygritte, pero el filo de su tono perdía su efecto por la sonrisa en sus labios "Es mi hija, después de todo" alardeó falsamente.
Jon solo fue capaz de dar una breve risa y una sacudida de cabeza; Ygritte no cambiaba. Tampoco deseaba que lo hiciera.
"Y…Y hablando…..de hijas…." murmuró Catelyn, al tiempo que sus ojos encontraban los de Jon.
El corazón de Jon se apretó, la alegría de conocer a su propia hija por primera vez abandonándolo en un instante y dejando lugar al dolor. Sabía cuáles serían las siguientes palabras de Catelyn.
"Arya….."
"Nunca estuvo aquí" susurró Jon, odiando ser el causante del estremecimiento casi imperceptible que recorrió a Catelyn cuando comprendió las palabras, y lamentando que esos ojos que había llegado a amar se cerraran, el precioso azul sin duda inundado de lágrimas no derramadas "Lo siento" murmuró, sin faltar a la verdad.
Sentía no haber recuperado a Arya. Sentía no haber encontrado a su hermana y ponerla a salvo. Sentía el dolor de Catelyn como si fuera propio.
"Debí haberlo sabido" murmuró, alzando la vista hacia el cielo "Fui una tonta al pensar….al pensar que podría recuperar a alguien" la voz de Catelyn era la de alguien a punto de quebrarse.
Como si fuera un golpe sorpresivo, la estupefacción sacudió a Jon cuando las palabras de Catelyn calaron en su mente. Sin pensar, una de sus manos salió con la velocidad de un rayo para posarse en el brazo de Catelyn, cerca de su muñeca.
"¡Debes escucharme!" exclamó, tal vez con demasiado pánico en su voz. Pero no importaba, y no podía detenerse a sentirse culpable por la sorpresa y preocupación que había aparecido en el hermoso rostro de Catelyn ante su arrebato "Es importante. Tu t…." sus palabras no pudieron llegar más lejos.
"¡Cat!" gritó una voz, y si Jon no la hubiera reconocido por su tono lo habría hecho por la familiaridad con que ésta se dirigía a la Dama de Invernalia.
"Maldita sea…."
En un instante, todas las miradas fueron en dirección al lugar del que provenía el grito; allí, Brynden Tully se alzaba, sus ojos abiertos y fijos en Catelyn.
Catelyn
No….no podía ser. ¿Cómo…?
No tuvo tiempo de pensar en nada, porque se vio envuelta en un apretado abrazo que le arrebató el escaso aire que no había soltado en su sorpresa.
Ese abrazo le resultaba tan familiar…..y al mismo tiempo tan extraño. Quería devolverlo, y al mismo tiempo luchar por librarse de él. Al final, no hizo ninguna de las dos cosas; simplemente se quedó allí, con sus brazos colgando inmóviles a sus costados y su mente luchando por comprender lo que veía, oía y sentía.
"Estás viva. Cat. Estás viva…." repetía con voz reverente…él.
Girando su cabeza, Catelyn vio que Ygritte y Jon no estaban nada complacidos con el desarrollo de las cosas. Sus ceños estaban fruncidos en preocupación, y también había molestia en el de Ygritte. Ninguno apartaba la mirada de ellos, y parecían listos para intervenir al instante; de hecho, fue justamente el ver una de las manos de Ygritte acercarse a la daga que llevaba en su cinturón lo que la convenció de usar sus manos y poner distancia entre él y ella.
"¿Tío Brynden?" dijo con incredulidad.
Lo era. Más arrugas en su rostro, su cabello canoso en un tono más claro, sus ropas viejas y desteñidas. Pero era él; Brynden Tully, el afamado Pez Negro, su tío.
Sintió sus ojos llenarse de lágrimas al comprender que era él, en verdad. Pero no lloró; tanto tiempo entre Ygritte y el Pueblo Libre sin duda había dejado su huella en ella.
"Sí. Soy yo, pequeña Cat" dijo, al tiempo que sus arrugas se incrementaban cuando una sonrisa, la misma que recordaba de tiempos pasados, adornaba sus facciones.
Su boca se abrió, las preguntas llenándola hasta rebosar "¿Cómo?" solo alcanzó a preguntar, antes de que su garganta se cerrara de nuevo.
"Te lo diré. Todo" prometió su tío, antes de colocar una mano en su hombro "Vamos a un lugar más….." se detuvo de repente cuando Catelyn no lo siguió.
No pudo; una mano había cogido con firmeza la suya, evitando que se alejara. Al voltear vio que era Ygritte, aun sosteniendo a Minisa con su otra mano.
Catelyn sintió que su corazón podría detenerse varias veces en los siguientes momentos. La primera fue por la preocupación en los ojos de Ygritte mientras la miraba con seriedad; la conmovió hasta lo más profundo de su ser. La segunda cosa que afectó su corazón fue ver cómo su tío, que había cambiado todo rastro de alivio o alegría en su rostro por una mirada tan helada cómo los vientos al norte del Muro, llevaba su mano a la empuñadura de la espada que llevaba. Jon lo imitó al instante, mientras sus ojos se entrecerraban en clara advrtencia.
"Está bien" dijo en voz alta, mirando a Ygritte pero dirigiendo sus palabras también a los dos hombres "Ve a descansar. Acomódate, y también a Minisa" añadió, una sonrisa en su rostro, medianamente falsa al igual que el tono despreocupado.
Pero Ygritte no la soltó; hizo falta que Jon le colocara una mano en el hombro y le susurrara unas pocas palabras al oído para que accediera a separarse de ella. Y a pesar de estar aliviada de que Ygritte cediera, Catelyn no ignoró el cosquilleo en su palma, allí donde los dedos de Ygritte se habían posado.
Le sonrió y le asintió una vez más, antes de hacer lo mismo con Jon. De ambos, fue solo el padre de Minisa quién le respondió con un asentimiento y una breve sonrisa, que desapareció un momento más tarde, cuando sus ojos se separaron de ella.
"¡Esta mujer fue la dama de este castillo durante toda mi vida; lo conoce mejor que todos ustedes, y lo ha cuidado con la misma devoción que solo se puede obtener de una gran persona!" exclamó, al tiempo que la apuntaba "¡No hay lugar que no tenga permitido recorrer, ni pregunta que no se le deba responder! Y con la sola excepción de las vidas dentro de sus murallas, toda la fortaleza está a su disposición, al igual que lo que hay en ella" declaró, antes de hacer un gesto a la multitud para que se dispersara.
Unos momentos más tarde, tras despedirse de Jon e Ygritte y partir junto a su tío en busca de un lugar para conversar tranquilos, Catelyn no pudo reprimir la satisfacción que la invadió. Su corazón saltaba dentro de su pecho recordando lo apuesto, lo determinado que se veía Jon cuando habló.
Había confirmado sobre ella los mismos poderes que había la primera vez que residió en el castillo. No había dudado un instante en hacerla de palabra Dama de Invernalia una vez más.
Bien. ¿Qué tal? ¿Un poco escaso? No se preocupen, el siguiente lo compensará con creces. Ya está terminado por cierto: si me dejan muchos y muy lindos mensajes, podría subirlo antes.
Bien, les mando un gran abrazo y me voy a mi cama caliente, que la temperatura bajará mucho estos días y planeó pasa mucho tiempo en ella, bien tapadito y disfrutando.
Hasta la próxima si Dios quiere.
