Bien, hola de nuevo. Aquí un nuevo capítulo. Les mando a todos un gran abrazo, y más que nada a los que dejaron los reviews que siempre son bien recibidos y me alegran el día.
Basta de hablar, vamos a lo que a les interesa.
Disclaimer: todo lo que puedan reconocer pertenece a G.R.R. Martín. Yo solo lo uso para entretenerme y tratar de entretener a otros.
Jon
Había sido más difícil de lo que imaginaba. Separarse de Minisa, Catelyn e Ygritte. Casi había anulado los planes en una decena de ocasiones ante el solo pensamiento de alejarse de ellas, incluso por unos pocos días. Pero al final se había decidido: Catelyn y su incomodidad habían sido el último empujón que necesitó.
Por lo que ahora se encontraba cabalgando con una pequeña fuerza, a casi un día completo de Invernalia. Cincuenta y cinco hombres y mujeres incluyéndose. Diez de ellos eran caudillos del Pueblo Libre: Arria, Loriet, Dryg, Odric del Lago de la Espina, Hvistark de los Colmillos Helados, y más. Todos habían elegido bajo sus instrucciones a cuatro de sus guerreros de mayor confianza para el viaje. Jon había hecho lo mismo llevando a Dormund, Helga, Gunthor Burley y a la recién reintegrada Alysanne Mormont, quién había vuelto a formar parte de su Guardia luego de que su hermana Jorelle se recuperara lo suficiente para tomar el mando de las tropas Mormont.
A mediodía se detuvieron en un arroyo; mientras los caballos reposaban con algo de agua y hierbas duras que crecían junto al arroyuelo, sus jinetes se pasaban algunos pellejos con cerveza y comían pan y frutos secos recogidos de unas plantas cercanas.
"Seguiremos el arroyo hacia el Norte. Las orillas son rocosas, así que no llevéis los caballos allí" dijo, antes de tomar un pellejo y dar un trago "Al anochecer estaremos allí" prometió.
Cumplió su promesa, y esa noche durmieron en la cima de una colina plana salpicada de pinos dispersos. Un pozo de agua dejado mucho tiempo atrás aún servía para obtener de beber, y unos manzanos silvestres añadieron algo de fruta a la sencilla comida.
"El arroyo no está muy lejos" comentó Odric, haciendo un gesto con la cabeza. Hacia el oeste, el murmullo del agua era audible si guardaban silencio "Se podría hacer una empalizada alrededor de la colina para mantener alejados a los animales y a los bandidos"
"Y hacer corrales dentro de ella; el ganado estará más protegido al anochecer" aportó Jon "Y un terraplén con una atalaya en la parte más alta. Cualquier enemigo sería visto desde leguas de distancia. Tres o cuatro hombres bastarían para vigilar por toda la aldea" varios de los caudillos asintieron en acuerdo "¿Alguien interesado en asentar aquí a su clan?" preguntó. Siete afirmaciones siguieron a su pregunta. Jon asintió "Cuando hayamos visto los otros lugares los distribuiré. Hasta entonces, dejen claro cuáles son los que les interesan para los nuestros" comandó. Una vez que obtuvo nuevos asentimientos, se concluyó la conversación y la mayoría de los presentes fueron a dormir. Lo necesitarían; partirían antes del amanecer.
A pesar de que debía dormir, Jon mismo no fue capaz de hacerlo. Buscó el sueño en el cielo y luego en un cambio de lugar, pero ninguno sirvió. Al final, volvió a levantarse. Alrededor, los caudillos y la mayoría de los guardias dormían, con la excepción de unos pocos que los cuidarían mientras descansaban.
Se acercó a uno y lo tocó en el hombro.
"Rey Jon" saludó, inclinando su ancha frente.
"Partiremos pronto. Duerme un poco. Te relevaré" aseguró, antes de hacer un gesto con la cabeza al lugar cerca del fuego que había dejado.
El hombre asintió con una sonrisa y le agradeció; un momento más tarde dormía con la boca abierta junto al fuego. Jon sacudió la cabeza con una pequeña sonrisa antes de sentarse dónde el hombre había estado y enfocarse en la noche.
Cómo sus pensamientos se desviaron tanto, no estaba seguro. Solo sabía que estaba montando guardia, sus ojos perdidos en las sombras que eran mantenidas a raya por las hogueras del pequeño campamento. Lo siguiente que supo, fue que sus dedos tenían entre ellos un pequeño mechón de cabello pelirrojo envuelto en un trozo de tela azul.
Un mechón que había tomado de la dormida Minisa antes de partir.
"Minisa. Mi hija" pensó, incapaz de no sonreír ante el pensamiento.
Era padre. Padre de una bebé, una hermosa niña, la más hermosa de todas. Tuvo que morderse para no reír en voz alta como un lunático.
Pero no podía evitarlo. Sus pensamientos se llenaban de cada momento con su niña: cada vez que la había sostenido, ese cálido y pequeño cuerpo que se sentía tan escaso en sus brazos y al mismo tiempo tan pesado que podría desmoronarlo. Esos mechones rojos, igual al que tenía en ese momento entre sus dedos, que le hacían cosquillas en su cuello cada vez que la bebé somnolienta recostaba su cabeza sobre su hombro. Esos pequeños dedos que lo agarraban con fuerza, sin vacilar; claramente tendría carácter cuando creciera. Y esos ojos, que lo miraban con la más grande de las maravillas, como si no pudiera creer su existencia, como si esta fuera demasiado increíble para ser verdadera.
"Tiene los ojos de su madre" lo que solo la hacía aún más perfecta "…casi"
Lo había notado, y estaba seguro más allá de toda duda. Los ojos de Minisa eran claros….con motas moradas.
Esos ojos eran hermosos….y misteriosos.
"La próxima vez que nos veamos, hablaremos de tu madre" esas palabras dolían, cómo todo lo relacionado con ellas. Cuando se las dijeron, el incumplimiento de ellas…..y la persona que las dijo.
¿Podría ser? Ni Ygritte ni él tenían ojos morados. Los padres de Ygritte tampoco, aunque ella solo conocía a su madre. Ned Stark los tenía tan grises como su hijo bastardo. Lo que dejaba dos posibilidades, remotas, pero no imposibles. La primera era que Minisa hubiera heredado las motas moradas del invisible padre de su madre. La otra era que las obtuviera de su abuela paterna.
"¿Son los ojos de mi hija iguales a los de mi madre?"
Catelyn
Con un movimiento de su mano, extendió la carta a través del gran escritorio para que fuera cogida por el líder de los mensajeros de ese día. El hombre, con un brazalete hecho de numerosos huesos que cubría desde el codo casi hasta la muñeca, lo tomó en silencio y lo guardó entre sus ropas antes de asentir y salir sin decir una palabra más, seguido de otros tres guerreros. Apenas habían salido cuando nuevos invitados entraron sin anuncio, resultando en nuevas cifras y datos a ser anotados en un pergamino minuciosamente prolijo.
Ser la Dama de un castillo nunca había sido un trabajo sencillo. La habían educado toda su vida para ello, pero eso no era suficiente. Su tiempo entre el ejército de Robb y luego entre el Pueblo Libre la habían hecho olvidar la sensación de estar pendiente de todo lo que ocurre en un castillo. Cada grano y miga de alimento consumida, cada uno que sería guardada para otro momento. La cantidad de comida, el número de mantas, la cantidad de leña, la disposición de todos los lugares dónde se podría habitar en el castillo, la comodidad de cada uno, y el deber de distribuir todo de la manera adecuada entre los habitantes del mismo sin comprometer lo suministros, asegurando que habría suficiente para días posteriores y épocas difíciles.
La puerta se abrió nuevamente, dejando pasar a dos personas con las que no había tratado tanto como debería desde que llegó a Invernalia, cosa por la que no podía evitar sentirse culpable.
"Jeyne" saludó con una sonrisa incómoda a la muchacha; ella le dio una pequeña reverencia y un saludo cortés en voz baja, temblando perceptiblemente. Le rompió el corazón "Gracias, tío" dijo, su sonrisa más verdadera ahora, feliz por la prueba viva de la seguridad de al menos un miembro de su familia.
"De nada, Cat" dijo, antes de cruzar las manos a la altura del cinturón del que colgaban sus armas.
"¿Podrías dejarnos a solas? Por favor" le pidió, y por un momento su tío pareció reacio- "Terco como padre siempre decía" pensó Catelyn- pero al final accedió.
"Quería hablar contigo hace tiempo, ¿sabes Jeyne?" preguntó, al tiempo que se paraba frente a ella. La niña se encogió un poco y no dijo nada "Hablar sobre ti. Sobre lo que quieres"
No había esperado lo que sucedió después. Jeyne se arrojó sobre ella, sus manos cogiendo puñados de su ropa y su rostro enterrado entre ellas al tiempo que empezaba a llorar sin consuelo.
"Jeyne…" murmuró, al tiempo que acariciaba su cabello con suavidad. Ese solo toque pareció aumentar la fuerza del llanto de la niña, que se volvió agónico, un lamento de un ser destrozado por toda la maldad que el mundo había arrojado sin piedad sobre él.
"Hace una era yo era Jeyne" comprendió, recordando el desconsuelo luego de abandonar a Robb. Cuando pensó que todo había acabado para ella, que no quedaba ya nada por lo que seguir.
Hizo lo único que podía hacer, lo que hubiera deseado que alguien hiciera por ella cuando lloró por Robb y todo lo que había perdido. Envolvió sus brazos alrededor de la amiga de Sansa y la apretó con fuerza, buscando decirle sin palabras que no estaba sola, que todo podía mejorar, que mejoraría, que el dolor disminuiría y la alegría crecería.
El tiempo pasó, y el llanto de la niña y el abrazo de la mujer prosiguieron. Las lágrimas corrieron, y Catelyn sintió como la humedad se extendía por sus ropas y su pena se extendía por su pecho. Y esperó, sin importar el tiempo o cualquier deber que probablemente tendría aún: Jeyne no se alejaría de ella a menos que así lo deseara. Cualquier otra cosa le haría daño, y solo los dioses sabían por cuánto ya había pasado la niña.
Por fin, los sollozos se fueron deteniendo, y el llanto fue acabando. Con lentitud, Jeyne se alejó un poco, pero no demasiado: aún podía alcanzarla fácilmente. Sus ojos estaban bajos, pero podía distinguir los surcos dejados por sus lágrimas y no dudaba que estuvieran rojos.
"Sabes, el antiguo salón dónde mis hijas, las otras niñas y tu practicaban su costura ha sido convertido en un almacén" le informó, decidiendo no nombrar el llanto de unos momentos atrás "Pero aún quedan algunas sillas y hasta una mesa" la cogió de la mano y la apretó con suavidad "¿Te gustaría volver a coser allí? Esta vez conmigo" preguntó.
Jeyne cambió su peso de un pie al otro y se mordió el labio durante unos momentos antes de asentir un poco.
"Perfecto" dijo Catelyn "Nos veremos allí luego de la cena. Yo llevaré lo necesario"
Unos momentos después, cuando Jeyne se fue, llamó a su tío de vuelta a la habitación.
Había muchas cosas que quería decirle, pero su mente evocó lo último que había escuchado al respecto y su boca actuó sin pensar "¿Cómo se te ocurrió pelear con Jon?" tampoco pudo evitar el tono de reproche en su voz.
La expresión de su tío mudó de la conmoción a la defensa con la rapidez de un parpadeo "El bastardo pidió un rival y se lo ofrecí"
Si el asunto no fuera tan serio, Catelyn se habría negado en redondo a escuchar que se refirieran a Jon con esa palabra "¿Qué esperabas lograr con esa estupidez?" preguntó "Si lo hubieras lastimado….." me perderías como familia…..y me ganarías como enemiga. Una entre un ejército completo "…..te habrían hecho pedazos. Todos ellos"
"No les tengo miedo" dijo el Pez Negro, sus brazos cruzados sobre su pecho con terquedad.
"No se trata de tener miedo" replicó ella, el enojo y el sentido común combatiendo en su interior por la primacía "Se trata de pensar. ¿Qué motivos tienes para buscar pelea con Jon? ¿Para desafiarlo de esa manera?" porque provocarlo en frente del Pueblo Libre era una idea terrible.
"¿Desafiarlo? No lo desafío. Simplemente no estoy dispuesto a arrastrarme ante él. Prefiero dejar eso a los salvajes y a los norteños" replicó él con calma.
"Ellos no se arrastran ante nadie. Solo siguen la fuerza" corrigió ella, antes de dar un paso al frente e intentar un cambio de enfoque "Tío…..siempre fuiste un hombre justo. ¿Qué es lo que pasa? Puedes decírmelo" le aseguró. Eran familia; podía confiar en ella.
Su tío la miró con la firmeza de un soldado, pero al fin, sus brazos se soltaron y su mirada se suavizó, y Catelyn supo que ya no estaba ante el guerrero veterano, sino ante el hermano de su padre.
"¿Por qué el bastardo debe quedarse con la herencia de tus hijos, mis sobrinos nietos? No se suponía que fuera para él. No es suya"
Se sintió…conmovida. Escuchar a su tío defender a sus hijos ocasiono en su pecho una calidez que no esperaba sentir. Leal a las palabras de los Tully, el Pez Negro ponía a la familia ante todo.
Pero…...al mismo tiempo…supo que debía cortar de raíz esa línea de pensamiento. Lo que su tío defendía era ya imposible. No merecía una enemistad con nadie, y menos con Jon. Jon….
"No se suponía que lo fuera, pero lo es. Esa es la verdad" el Pez Negro abrió la boca para protestar, pero ella no lo dejó "No, escucha. Mis hijos están todos muertos" se sorprendió a si misma con la calma y firmeza de esa declaración "Ninguno tuvo descendencia. Jon es hijo de Ned, es el último que vive, y eso solo le da más derecho sobre Invernalia y el Norte que a Robb o a sus hermanos"
"Tus hijas aún pueden….." empezó él con voz más débil, pero una vez más lo detuvo.
"No lo digas. No lo sabes. Nadie ha sabido de ellas en mucho tiempo" lo interrumpió. Lo deseaba, eso era cierto, pero no negaba las posibilidades de que sucediera "Y aunque lo estuvieran, ¿quién las apoyará?" preguntó, al tiempo que hacía un gesto a su tío, invitándolo a hablar.
"Nosotros. La Casa Tully"
Sacudió la cabeza, la sombra de una sonrisa llena de tristeza en sus labios "La Casa Tully está derrotada, derrocada y humillada" sentenció; las palabras y la verdad en ellas dolía, pero necesitaba que su tío la comprendiera.
"¡Catelyn!" dijo su tío, su tono muy familiar al que usaba para reprender a Edmure cuando era niño.
"Aguasdulces ha caído, sus banderizos se han rendido ante el Trono de Hierro y su señor es un prisionero" continuó impávida "Lysa nunca dejará su escondite en la cima de las montañas para ayudarnos, nosotros no tenemos fuerza alguna que nos sea leal y no tenemos nada que ofrecer"
El silencio de su tío era testarudo, pero podía ver el dolor y el inicio de la aceptación en sus ojos. Pero aunque no quería lastimarlo más, necesitaba terminar de convencerlo, por su propio bien.
"Jon tiene el ejército, el apoyo de las casas nobles, y la capacidad para reconstruir todo lo que se perdió durante la lucha. Sus estrategias le han dado la confianza de los señores y sus victorias lo han cubierto de gloria ante los norteños y el Pueblo Libre" expuso "¿Quién elegiría a un par de muchachas por encima de él?"
"¡Esta bien! Entiendo" dijo el Pez Negro, mirando hacia el suelo como si en el esperara encontrar la refutación a sus palabras. Se pasó una mano por el cabello encanecido con frustración "¿Qué es lo que sugieres entonces? ¿Qué lo apoyemos?" escupió.
"Te sugeriría que lo apoyaras. Yo ya lo apoyo. Ahora y siempre" pensó, pero no lo dijo.
"Te ofreció un lugar en el ejército. Entre los exploradores" dijo. Jon se lo había contado. Su tío asintió en silencio "Te está dando una oportunidad. Te tiende la mano, igual que me la tendió a mí"
"Porque quiere usarme" replicó él "Igual que hace contigo"
La idea de que pudieran usarla dolió por un instante, hasta que recordó que estaba hablando de Jon y eso era algo que sabía que nunca pasaría. Nadie que pudiera demostrar tanto amor por ella podría usarla.
"Míralo como quieras, pero lo cierto es que podría haberte ahuyentado sin vacilar y no lo hizo. Lo mismo podría haberme hecho cuando me encontró al norte del Muro, y en cambio me ha protegido desde entonces" su corazón saltó dentro de su pecho al recordar aquellos días lejanos, cuando en medio de todo un pueblo la había encontrado y había elegido cuidar de ella "Él no es tu enemigo, cómo tampoco es el mío" nunca lo sería, jamás.
"Es una mancha en el honor de la Casa Tully, Cat. En tu honor" la mirada de su tío se había tornado a partes iguales determinada y enfurecida. Claramente estaba convencido de lo que decía "Y no lo ayudaré en absoluto"
No pudo encontrar en sí misma detener a su tío cuando salió de la habitación. Sus pensamientos la abrumaban, y uno por sobre todos los otros.
Si esto era lo que pasaba cuando intentara convencerlo de la bondad de Jon, ¿cuál sería la reacción cuando se enterara de que estaban juntos?
"¿Y cuándo se entere que te propuso matrimonio?" susurró una voz interior, haciéndola estremecer.
Era consciente de que no fue una proposición como tal; pero conocía a Jon. Sabía que la amaba, y que lo que decía debía ser tomado en serio. Estaba dispuesto a casarse con ella, a hacerla su esposa.
¿Quería casarse nuevamente? No lo sabía. Ned había sido su esposo, lo había amado y respetado….pero estaba muerto. Y había avanzado: lo que hacía con Jon, la manera en que le hacía el amor, la calidez de su cuerpo contra el de ella y la forma en que su corazón se agitaba cuando pensaba en él, hablaba con él y sentía por él eran pruebas de que en verdad había dejado atrás a Ned. No olvidado, pero sí superado.
¿Quería estar con Jon para siempre? Si, lo hacía.
Ygritte
Las formaciones de Jon eran una maravilla; debía reconocerlo. Su puesto actual, a cargo de las tropas mientras él no estaba, le permitía ver de primera mano el efecto de las mismas. Y aunque aún algo extrañas de ver, eran ciertamente útiles.
Actualmente estaba viendo una nueva, desarrollada por Jon luego de la batalla contra los Bolton. Cinco filas de hombres, una detrás de la otra: la fila delantera mantenía sus escudos unidos en un muro de madera para protegerse. Las demás tenían a sus miembros con los escudos pegados a sus cuerpos, parados con un pie por delante y otro por detrás.
A un silbido agudo, los hombres de la primera línea plegaron sus escudos a sus cuerpos y retrocedieron mientras los de la segunda extendían los suyos apenas sus compañeros pasaban. Los hombres que retrocedían llegaron hasta el final de la formación. A un segundo silbido, el proceso se repitió: la primera línea se replegó mientras la segunda la cubría y tomaba el frente.
"Perfecto para mantener las energías. Una pelea breve que no agotará a los peleadores" pensó, felicitando para sus adentros a Jon.
Jon
"Rey. Una palabra. A solas" la solicitud era algo desconcertante, al igual que la persona que la decía. Aun así, Jon asintió en acuerdo. Con un gesto a los otros guardias, se alejó con Helga en dirección al bosque. Una vez cubiertos por los árboles, Helga lo miró con una aprensión que no entendió, hasta que la muchacha habló.
"Estoy embarazada" soltó, dando un paso instintivo hacia atrás, como si esperara que la atacara.
Jon parpadeó, inseguro de haber escuchado bien. Por instinto, sus ojos recorrieron a su Guardia, buscando señales de lo que había dicho. Su vientre cubierto por una túnica suelta de color gris y un cinturón ancho hecho de cuero no parecía hinchado, pero la palidez de su rostro ciertamente llamaba la atención. Era más pronunciada de la que esperaba.
"¿Cómo?" se escuchó diciendo, y sintió ganas de golpearse cuando Helga, quién aún estaba a una distancia considerable, lo miró con incredulidad "Sí, me escuché. Olvida eso" pensó un momento antes de volver a hablar "Pensé que serías más prudente" aunque no fue más claro, sabía que Helga lo entendería.
No le importaba si Helga se acostara con alguien: no era asunto suyo. Pero las mujeres de las lanzas tenían como sentido tácito beber el té de la luna en momentos de lucha, como el actual.
"No me fue a propósito. No me di cuenta; pasaron cosas y para cuándo lo recordé….." se encogió de hombros, sin terminar.
"Pasaron cosas" repitió Jon, incrédulo "¿A qué te refieres?" demandó saber, al tiempo que se cruzaba de brazos.
Los ojos de Helga no encontraron los suyos mientras hablaba "Pues…nosotros….la noche en que tú….tu entraste a In…."
"Cierra la boca" dijo Jon, su mente sabiendo todo lo que necesitaba.
"Mientras me escabullo para tratar de rescatar a mi hermana y casi muero, Helga y Rickard follan y conciben un niño" pensó, inseguro de si debía enojarse o reírse por lo ridículo de la situación.
Su mente volvió a esa noche, cuando había salido por el pasaje con Jeyne y se había reunido con sus guardias. Había estado muy ocupado tratando de no desmayarse por las heridas para notar cualquier signo de lo que pasó entre ellos, y si no lo hubiera estado posiblemente tampoco habría señalado nada. En verdad no deseaba saber nada en relación a eso.
Pero esto…esto si deseaba saberlo. Necesitaba saberlo, y entendía porque Helga se lo había dicho. Pero eso no lo hacía más fácil….
"Helga….." resopló, frustrado, al tiempo que desviaba la mirada hacia los árboles.
…y entonces lo vio.
"Shhh" ordenó, deteniendo las palabras de Helga que no estaba comprendiendo, porque su atención estaba enfocada en otra cosa "Mira hacia allá" susurró, sintiendo sus músculos en tensión y llevando la mano con la que no apuntaba hacia la empuñadura de su espada.
Helga debió verlo también, porque un momento más tarde cogía su espada con las dos manos, totalmente alerta.
Con Hermana Oscura en alto, dio un paso adelante, los motivos por lo que estaba allí ya olvidados, su mente ahora en lo que veía y decidido a llegar hasta el fondo de ello.
Ygritte
Algo había pasado: lo presentía. De camino a sus habitaciones, notó que más de un guardia parecía preocupado. Otros parecían pensativos, y un par de mujeres de las lanzas hablaban en voz baja, aunque se detuvieron tan pronto como pasó frente a ellas. Con una sensación de ansiedad abrió la puerta de la habitación de Minisa.
Su hija estaba sentada en una inmensa piel de oso desplegada por el suelo, riendo mientras alzaba sus pequeñas manos en un intento de coger el juguete que una burlona y risueña Rea mantenía justo fuera de su alcance. Alrededor de ambas, una serie de juguetes de madera en los que se incluía un perro, un caballo y un oso estaban descartados por la niña a favor de un lobo de madera que Rea sostenía. El mismo que Jon había tallado durante su embarazo para dárselo a su hija luego de nacida.
Sintió su corazón sacudirse: no había visión más encantadora que su hija feliz. De buena gana habría entrado, pero algo la detuvo. El recuerdo de las miradas que había más allá de esta habitación y de la sensación que casi había olvidado viendo a Minisa la asaltaron, y con una mirada de anhelo y un voto para sí misma de venir tan pronto supiera que pasaba y si podía hacer algo, cerró la puerta detrás de sí, dejando a la niña con su diversión y su alegría ignorante del mundo y de sus problemas.
La habitación de Minisa estaba justo al lado de la de Jon y ella, y enfrente estaba la de Catelyn. Con un giro sobre sus pies, y sin importarle nada, abrió la manija y entró.
Catelyn estaba acostada de lado en la cama, dando la espalda a la puerta. Completamente vestida y calzada, resultaba obvio que no estaba durmiendo, cosa que se hizo más evidente cuando se acercó y notó que sus puños apretaban con demasiada fuerza.
"¿Qué ocurre?" le preguntó, para no obtener respuesta "Cat" llamó, al tiempo que rodeaba la cama y se acuclillaba enfrente de ella. Fue allí que notó que junto a la almohada había un papel arrugado; un mensaje "¿Qué dice?" le preguntó, inclinándose más, su rostro y el de Catelyn lo bastante cerca para incomodar a la otra mujer.
"Algo que quiero y no quiero creer" dijo ella con dientes apretados "Si es verdad, me da esperanza. Si no, es una broma cruel de los dioses. Parece que se divierten mucho haciéndome sufrir"
Parpadeó confundida y extendió una mano hacia ella, colocándola sobre su hombro. No era un toque con más de una intención, pero hizo estremecer a Catelyn antes de que mirara hacia ella y explicara.
"Es de Puerto Blanco. Los rumores llegaron a la ciudad, traídos por los barcos mercantes que vienen del sur" Catelyn respiró hondo antes de seguir "Afirman que mi hija Sansa está viva, residiendo en el Valle con mi hermana"
Parpadeó, sorprendida por esas últimas palabras. Le tomó un momento comprender la actitud de Catelyn.
Ella estaba así por miedo a ilusionarse. Después de todo, ya habían circulado historias de que su hija menor estaba en Invernalia, solo para que fuera una mentira. Sin duda eso pesaba dentro de Catelyn para que no creyera lo mismo con este nuevo rumor.
Pero quería a su hija, y quería recuperarla. Ygritte no conocía el dolor de estar lejos de su hija, pero si era solo un fragmento de lo que imaginaba, no se lo deseaba a nadie, y menos a Catelyn.
"Si es verdad, estará a salvo. Es tu hermana después de todo" ofreció, en un intento de apaciguar a Catelyn.
Pero fracasó; en vez de aliviarla, Catelyn sacudió la cabeza, su expresión volviéndose más sombría aún.
"No confío en mi hermana" sentenció Catelyn "Y el único lugar en que mi hija estará a salvo es aquí, conmigo"
Confiaba en ambas declaraciones, y creía con todo su corazón en la última. La pregunta era, ¿cómo lograr que Sansa llegara hasta Invernalia? Suponiendo que el rumor fuera cierto.
"¿Y cómo planeas traerla hasta aquí?" preguntó, insegura de querer escuchar la respuesta.
"Lo único que se me ocurre con estos….rumores, para saber si son ciertos o no" se mordió el labio, evitando su mirada "es ir yo misma a confirmarlos"
Bran
¿Qué era lo que había visto? ¿Y por qué? Esas dos preguntas daban vueltas en su mente sin cesar, recordando una vez más lo que había visto.
¿Cuál era el propósito de ver a su padre combatir contra Ser Arthur Dayne y estar a punto de morir, solo para ser salvado por el padre de Meera? ¿Y qué era ese grito que había escuchado antes de dejar de ver? Era el de una mujer.
Recordaba las historias de su padre. Había peleado contra Arthur Dayne, pero nunca había mencionado más. Nunca le contó que perdió, que si no hubiera sido por otro hombre habría muerto.
Cuando le contó a Meera lo que había visto (con la excepción del grito), esperó que se sorprendiera, o que se enorgulleciera de ser hija del hombre que había derrotado a Arthur Dayne. Meera no hizo ninguna: simplemente siguió jugando con un pequeño palo de madera, introduciendo la punta en el fuego que había armado junto a la salida de la cueva.
"Mi padre era amigo del tuyo. Me contó una vez, una sola, que le había salvado la vida en una ocasión. Supuse que fue en una pelea. Lo que nunca pude entender fue lo otro. Mi padre nunca me lo explicó luego de decirlo" la voz de Meera era ausente: estaba sumida en sus recuerdos.
"¿Qué es lo que tu padre no te explicó?" preguntó Bran en voz baja, atento. Se sentía como si estuviera por escuchar un secreto.
Meera alzó los ojos y lo observó una eternidad antes de hablar "No me explicó nunca porque pensaba que, tal vez, hubiera sido mejor no salvar a tu padre"
"¿Por qué diría eso?"
El silencio de Meera fue la única respuesta.
Kevan
"¿Cómo llegamos a esto?" pensó, luchando por controlar la expresión de su rostro para que no delatara nada.
Desde la cima de la muralla de Desembarco del Rey, observaba lo que probablemente era la última esperanza de imponer orden en nombre del Trono de Hierro.
Recordaba bien la última guerra. Cuando había cruzado a las Tierras de los Ríos con su hermano, decenas de miles de hombres habían seguido el estandarte del león. Miles y miles de caballeros con las mejores armas y armaduras, millares de arqueros con arcos largos y decenas de miles de hombres de armas. Las mejores armas y pertrechos que Occidente y sus grandes minas de oro y plata podían pagar.
Ahora, de ese ejército que había puesto de rodillas a los ribereños, humillado a los Tully y resistido a los Stark, solo quedaba un espectro. Cuatro mil quinientos hombres, veteranos todos ellos sí, pero también cansados de la lucha, eran todo lo que quedaba. Muchos de ellos apenas habían vuelto a sus hogares cuando debieron volver a abandonarlos por la nueva llamada a las armas.
Pero cansados y pocos, seguían siendo mejores que algunas de las otras fuerzas que componían el ejército.
El Trono de Hierro aportaba seis mil hombres más, pero no eran nada digno de mención. La mitad de ellos habían salido de los barrios bajos de Desembarco del Rey, de sus puertos, de sus tabernas, y de los cuarteles de los capas doradas, como testificaban las numerosas prendas de ese color que llevaban encima: su entrenamiento había sido escaso en el mejor de los casos, y nulo en el peor. La otra mitad de los hombres habían sido reclutados de las Tierras de la Corona, provenientes de casas como Rosby, Stokeworth, Wendwater, y más.
Luego estaba la Fe, quién fiel a las declaraciones del Gorrión Supremo, aportaba dos mil hombres. Porque eso era lo máximo que podía afirmar de ellos: no eran soldados, ni siquiera se podían considerar guardias. No podían rechazarlos, pero Kevan deseaba hacerlo con intensidad: armados bien (una consecuencia más del breve e incompetente gobierno de Cersei como Reina Regente tras la muerte de Tiwyn) no tenían algo igual de importante: disciplina. Si había de creer en sus espías (y no tenía motivo para no hacerlo) su falta de disciplina era rebasada solo por su falta de experiencia en batalla: la mayoría de ellos eran matones, ebrios o sádicos (o las 3 cosas) que abusaban de ser parte de las fuerzas de la Fe para atropellar a otros y cometer pequeños delitos escudándose en menciones al Gorrión Supremo y a los Siete.
"Si pudiera decidir, los usaría como carne para detener las flechas de Jon Nieve y sus salvajes" pensó con disgusto, reteniendo el deseo de escupir cuando un grupo de ellos se alejaban tambaleando de la base de la muralla en una sección cercana a la que estaba él. Parecían volver de hacer sus necesidades, como los animales que eran.
Pero no podía hacerlo: no contaba con el comando del ejército. Ese puesto había sido entregado tras numerosas y apasionadas presiones de parte de Mace Tyrell y la esposa de Tommen, a Garlan Tyrell. Kevan hubiera deseado a otro comandante, uno más experimentado, pero no se atrevió a presionar demasiado. No con la inmensa fuerza que el Dominio aportaba al ejército: una fuerza tres veces mayor a la aportada por el Trono, y cuatro veces mayor a la de la Casa Lannister. Que las provisiones para la campaña también fueran aportadas por la Casa Tyrell fue otro factor importante a la hora de conceder el mando al segundo hijo de la Flor Gorda de Altojardín.
¿Qué era lo que Tiwyn había dicho muchos años atrás sobre Jon Connington cuando este fue nombrado Mano del Rey por Aerys durante la Rebelión?
"Demasiado joven, demasiado atrevido, tiene demasiada hambre de gloria"
Por lo que había visto de Ser Garlan, podía acusarlo de lo mismo. Oh, era un guerrero competente, y era respetado por sus hombres. Incluso los comandantes y señores de Occidente reconocían que tenía lugar en el campo de batalla. Pero Kevan dudaba que ese lugar fuera al frente del ejército, y menos aún de este ejército, una amalgama demasiado grande para su gusto: hombres de Occidente, del Dominio, de las Tierras de la Corona, de la Fe, de los barrios bajos de Desembarco del Rey.
Ser Garlan se comportaría honorablemente, no lo dudaba. Pero ¿bastaría para cumplir con lo que se esperaba de él?
"Ir al norte, recuperar a los prisioneros de Los Gemelos tomados por los Frey en la Boda Roja, enfrentar los salvajes en el campo de batalla y vencerlos…..y traer la cabeza de Jon Nieve de vuelta"
Y eso es todo. Sé que este capítulo ha sido mayormente de transición, pero hay cosas muy importantes que se vendrán, y es necesario dejar en claro todo lo que han visto ahora para que se pueda terminar de comprender cuando llegue el momento.
Los casos de una nueva cepa de Covid se están multiplicando por aquí. Espero que estén mejor allá dónde se encuentren. Les mando un abrazo y hasta la próxima. Bendiciones a todos.
