Disclaimer: todo lo que puedan reconocer pertenece a G.R.R. Martín. Yo solo lo uso para entretenerme y tratar de entretener a otros.
Ygritte
Se maldijo a si misma por despertar, por salir de lo que sin duda era el mejor sueño de su vida. El más tranquilo, el más reparador, el más satisfactorio, el más feliz.
Pero la visión que la esperaba cuando separó los párpados lo compensó con creces.
Sus cuerpos se habían sentidos atraídos mientras estaban despiertos, e incluso en su sueño parecían seguir haciéndolo. Jon las atraía a Catelyn y a ella hacia él, sus brazos rodeándolas y sus manos colocados una sobre su nalga y otra sobre la de Catelyn. Ella tampoco había estado quieta; una mano se había escabullido para sujetar la cintura de Jon mientras la otra hacía lo mismo con el costado de Catelyn, su muñeca rozando el costado del seno. La mano de Catelyn se rozaba con la suya entre la espalda de Jon y la cama, y la otra yacía sobre su muslo, el calor filtrándose a través de su piel de la manera más deliciosa.
"Hey" el susurró apenas llegó a sus oídos, pero bastó para mirar a Jon y darse cuenta de que ya estaba despierto. Se miraron, la alegría saliendo de ambos a raudales, antes de que él la acercara un poco más y ella apretara con más fuerza, satisfechos.
Cerró los ojos un momento, concentrándose en las sensaciones y sintiendo las secuelas de los toques apasionados de la noche anterior. De las manos que recorrían su cuerpo dejando un rastro de fuego, de las lenguas que danzaban con la suya, del sabor de ambos en su boca, de los dedos recorriendo su cabello con libertad y de los dientes marcando su piel, reclamándola como la compañera de las dos personas con las que compartía la cama.
"Están despiertos" esa voz la hizo abrir los ojos, confirmando la declaración y observando a la persona que la había hecho. Catelyn "Esa…" empezó la mujer, besando a Jon y haciéndolo sonreír "…..fue…" el siguiente beso fue para ella, y a su vez arrancó una sonrisa de sus propios labios "….la más increíble….." una vez más besó a Jon "…noche…." un segundo beso para ella "…..de toda mi vida" los últimos dos besos con Jon y ella fueron más largos, y más placenteros.
"También la mía" concordó.
"Y la mía" se sumó Jon, casi al instante.
Se quedaron en silencio unos momentos más, antes de que sus manos empezaran a vagar. Las de Jon subieron hasta sus caderas, antes de que empezara a recorrer su costado con la punta de los dedos. La de ella recorrió su torso, rozándose con la de Catelyn, que al parecer había tenido la misma idea. Cuando las manos masculinas empezaron a recorrer los pechos de ambas, ellas respondieron. Mientras bajó su mano hasta ahuecar su virilidad, Catelyn hizo lo mismo con sus bolas. Los suaves apretones y tirones empezaron a humedecer su centro, y las miradas de Jon y Catelyn empezaron a llenarse con la misma lujuria que estaba segura que había en la de ella.
KNOCK-KNOCK-KNOCK
"¡Vete a la mierda!" las palabras no podrían haber sido mejor coordinadas ni aunque lo planearan, su grito y el de Jon fuertes y significando exactamente lo que parecían.
De reojo, Ygritte notó que la boca de Catelyn se había abierto como para gritar también, antes de recordar algo. Probablemente que no se suponía que estuviera allí, con ellos. La cerró con un bufido, claramente molesta.
"P…..Pero Alteza, ¡ordenasteis que os despertáramos temprano!" la voz del muchacho montañés al que se referían como el Flint sonó desde el otro lado de la puerta, una mezcla entre protesta por ser regañado al hacer lo que le habían dicho y temor por haber hecho enojar al Rey y a su mujer.
Mirando el ceño fruncido de Catelyn en dirección a la puerta, el chico al parecer había enojado a las dos mujeres del Rey. Ella en cambio miró a Jon con el ceño fruncido, como buscando confirmar si lo que Flint decía era cierto o no. Cuando Jon asintió, retiró la mano de su polla y se apartó de él.
"Imbécil" escupió, no enfadada, pero si algo molesta porque él tuviera parte en el fin de la que había sido la mejor noche de su vida.
"Concuerdo" dijo Catelyn en voz baja, apartándose de ambos y mirando al techo con un suspiro.
Catelyn
Nunca había odiado más levantarse que en ese día. Cuando los golpes en la puerta sonaron, tuvo que usar toda su fuerza de voluntad para contener el grito para enviar al infierno a quienquiera que fuera el responsable de los mismos. En cambio, se había obligado a seguir a Jon y a Ygritte mientras se vestían y compartir un último y apasionado beso con la mujer antes de que ésta saliera y distrajera a los guardias el tiempo suficiente para que ella (que ya había dado a Jon un beso no menos apasionado que el que tuvo con Ygritte) saliera y aparentara venir desde otra dirección, haciendo una charla perfectamente inocente con ambos ante los guardias que desmentía el hecho de que habían pasado la mayor parte de la noche haciendo el amor con una pasión digna de animales en celo y con una ternura que avergonzaría a los amantes más grandes que hubieran pisado la tierra.
Por fin, cuando estuvieron seguros de haber representado la farsa el tiempo suficiente para que fuera convincente, se encaminaron hacia el Gran Salón, dónde el desayuno estaba en pleno apogeo. Se sentaron y se dispusieron a comer.
Se había llevado a la boca un trozo de pan con miel cuando se sintió congelada por un efímero instante por la mirada de su tío. En una mesa no muy cercana, pero lo bastante para poder observarla con claridad, Brynden la miraba con una mirada que no era enojada ni furiosa, ni calculadora. Cuando sus ojos se encontraron con los de ella luchó por ser tan legible como una piedra. La fachada casi se cayó cuando el desvió la vista a su lado: lucho para no mirar a Jon ni a Ygritte, sabiendo que la preocupación la delataría ante los ojos de su tío.
Una parte de ella se sentía culpable por no decirle lo que sucedía desde hace un tiempo y que se había consumado de manera definitiva la noche anterior. Confiaba en el afecto por ella y la discreción de su tío, si hablara. Sin duda sería incómodo para ambos y hasta podría complicar más la pobre y escasa convivencia entre él y Jon (y por ende, Ygritte) pero no se sentía correcto mentirle. No cuando literalmente había ido contra todos sus instintos y atravesado la mitad del Norte para encontrarla y estar seguro de que ella aún vivía.
La cuestión era, que aún no lo había hablado con Ygritte y Jon, y no podía tomar por sí sola una decisión que les afectaría a los tres. No lo haría sin contar con el apoyo de ellos. Además, una parte más bien oculta de ella gozaba con este secreto. No porque se avergonzara en absoluto de lo que sentía por sus dos amores, sino porque era algo suyo y solo suyo. Déjenlo ser algo entre los tres…..déjenla sentirse una vez más joven y enamorada, sin restricciones ni preocupaciones.
"Su Alteza" la voz joven y femenina la sobresaltó. Sus ojos se enfocaron en la dueña de ella, una muchacha de piel blanca, rostro rebosante de frescura y mechones de cabello de color verde que desentonaban con las cejas rubias que se superponían a sus ojos "Mi reina…..mi señora" los siguientes saludos, a Ygritte y ella respectivamente, fueron más breves pero no menos respetuosos.
"Lady Manderly" respondió Jon, con una sombra de sonrisa en su rostro.
"Mi señora" dijo Ygritte con voz más seca, moviéndose incómoda en el asiento casi sin que se notara.
Su voz no fue más cálida que la de ella cuando saludó a su vez. No podía evitar recordar a la muchacha del día anterior, cuando había espetado a los Frey con una furia que merecía ser recordada.
"Mi señor abuelo recibió un mensaje apenas despuntó el alba, Alteza" informó Lady Wylla "Pidió que os lo trajera, junto con la palabra de que estamos a vuestro servicio para lo que dispongáis"
Con un movimiento rápido, Jon cogió el papel que le extendían y lo abrió. Sus ojos corrieron con rapidez, y lo dobló antes de mirar de nuevo a la nieta de Manderly.
"Tenéis mi gratitud, mi señora, al igual que lo hace vuestro señor abuelo" dijo, dando una suave sonrisa "Podéis decir a Lord Wyman que tendré palabras con él más tarde"
La chica sonrió satisfecha antes de inclinarse y alejarse.
"Es feroz" dijo Ygritte, sonriendo por encima de la copa que había levantado "Una mujer de las lanzas en potencia" sus ojos no se apartaron de Willa, como si fuera una joya encontrada de manera accidental.
No le gustaba que Ygritte mirara a otras mujeres "¿Qué dice el mensaje?" preguntó a Jon, logrando que el interés de ambas fuera en esa dirección. Alejándola de Wylla Manderly.
"Cuando Manderly vino a rendir vasallaje le ordené comprar todo el grano posible a Essos en preparación para el invierno, ¿recuerdan?" dijo, alternando su mirada entre ella e Ygritte.
"Eso habías dicho" le confirmó, siendo apoyada por un asentimiento de Ygritte. Jon se los había contado apenas un día luego de que llegaran a Invernalia, junto con muchos de los acontecimientos que habían sucedido mientras estuvieron separados.
"Un barco de Pentos llegó a Puerto Blanco para comerciar. Estaba lleno de granos: soja, cebada y trigo. La regente de la ciudad en ausencia de Lord Wyman, su otra nieta, compró todo el contenido del barco. Espera las órdenes de su abuelo para enviarlo hacia Invernalia" Jon no sonreía mientras explicaba, pero era obvio que estaba complacido.
Catelyn misma sintió una sonrisa tirando de sus labios; le alegraba ver que Jon había pensado en el largo plazo. Los reyes eran mejores si pensaban de esa manera.
"Me aseguraré de que sea distribuido bien" le prometió.
"Sé que lo harás" dijo él, confiado y sonriendo hacia ella "Por cierto, envía algo a Bastión de Kar. Las provisiones no eran alentadoras de acuerdo a Sigorn. Y eso fue hace mucho tiempo" concluyó, el inicio de la preocupación.
Sintió su corazón latir más rápido; la preocupación de Jon por los suyos solo lo hacía más hermoso para ella.
"Confía en que lo haré" le aseguró, con una sonrisa.
Cogió su mano por debajo de la mesa y le dio un suave apretón antes de acariciar sus nudillos con dulzura "Confío. En ti, siempre confío" le aseguró, sus ojos rebosantes con nada más que sinceridad.
Catelyn tuvo que luchar mucho para no besarlo allí, frente a todo el mundo.
Jon
Un millar de hombres se quedarían atrás para guarnecer Invernalia. La casi totalidad de ellos eran de entre sus primeros reclutas, a los que había entrenado desde antes de cruzar el Muro, más de un año atrás. Además había contribuciones importantes de algunos de sus caudillos y señores más importantes, tales como Hugo Wull, Wyman Manderly, Sigorn Thenn o Tormund Matagigantes. En total 250 arqueros y tres veces más infantes, los más leales entre su ejército. Además de media docena de gigantes.
Otros tres mil hombres también se quedarían en las afueras del castillo, comandados por Galbart Glover. La mayor parte de las fuerzas de la Casa Glover, junto con tropas de las otras casas norteñas con la excepción de los Manderly, formaban un tercio de la fuerza. Los demás serían del Pueblo Libre. El segundo de Glover sería Eldric Ragrynst, quién estaba a cargo de los 700 arqueros que estarían en el ejército, aunque Jon no se sorprendería que fuera elegido nominalmente para hablar por todos los guerreros del Pueblo Libre. Diez gigantes complementarían el ejército, nominalmente dirigidos por uno al que se referían como Wun Wun.
Él partiría con el resto.
A la luz del amanecer, su ejército se preparaba para dejar Invernalia. En su posición de Rey iría al frente, protegido por los trece miembros de su Guardia Personal. La única en quedar atrás, en una misión que tal vez al final no serviría para nada, sería Helga.
Jon había realizado una cuenta meticulosa de sus fuerzas y las había organizado para marchar de tal manera que pudiera moverse rápido y ser al mismo tiempo flexible para responder ante cualquier situación inesperada que pudiera surgir durante la marcha.
Llevaba 36.000 guerreros, una fuerza ligeramente inferior a la que había llevado desde el Campamento en el Agasajo. Cinco mil de ellos eran norteños, y los demás eran del Pueblo Libre. Menos numerosos pero no menos valiosos eran los 170 gigantes que partían con él, comandados por Rog Puño de Piedra.
Aunque el destino final de la marcha eran Los Gemelos, Jon también ansiaba llegar a Foso Cailin. Allí, podría supervisar en persona las reformas que había ordenado en las fortificaciones en Foso Cailin y hablar con Val sobre todo lo sucedido allí desde su llegada con los Manderly y el resto de los norteños. Podría examinar los restos del ejército de Robb y hablar con algunos señores importantes, en especial Howland Reed y Harrion Karstark. Lo más importante, sumaría una muy necesaria cantidad de caballería a sus propias fuerzas montadas en un esfuerzo de salvar la brecha que había entre estos y la infantería y, con suerte, pondría en marcha la siguiente parte de su plan.
Uno de sus muchos, muchos planes.
El ejército ya estaba formado a las afueras de Invernalia. En el interior, todos los guardias se habían formado para dar una despedida adecuada. Dos hileras ligeramente irregulares flanqueaban el espacio dejado para él, su Guardia Personal y los señores que se quedarían atrás. Detrás de las hileras, una pequeña multitud, compuesta por sirvientes traídos por Manderly y algunos de los rescatados del Fuerte Terror, se alineaban para ver la partida del que en otro tiempo fuera el bastardo de Lord Eddard Stark.
Jon solo podía encontrar palabras para unos pocos entre los que lo despedían.
"Mis señores" dijo a los alineados señores de Bosquespeso, Castillo Viejo y Puerto Blanco, junto a un par de ancianos señores menores unidos en el último tramo de la marcha de Sigorn desde el Fuerte Terror a Invernalia "Mis señoras" añadió luego de un momento, dirigiéndose a la dama de Atalaya de la Viuda y a la de Refugio del Remero "Las circunstancias os impiden acompañarme, así que volved a vuestros hogares y cuidad de aquellos de los míos que están bajo vuestro cuidado. Tenéis mi palabra de que vuestros hombres serán cuidados y que los intereses del Norte serán tenidos en cuenta cada día hasta mi retorno"
"Oraremos por ello Alteza" dijo Lady Flint, una mujer poco mayor que Catelyn que había sido madre por última vez poco antes de que Robb muriera "Que los Dioses Antiguos y los Nuevos os vean retornar al Norte sano y salvo" sus palabras eran perfectamente corteses.
"Gracias, mi señora. No dudo que nos volveremos a encontrar. Hasta entonces, cumplid con lo que os he pedido" su mirada se dirigió a Manderly por el más breve de los momentos, y el señor asintió de manera imperceptible para cualquiera que no lo mirara con mucha atención. Claramente había entendido el doble significado que las palabras tenían para él.
"Vengaré a vuestro hijo también, mi señor. Mientras tanto, guardad vuestro puerto y asegurad que la comida para alimentar a mi gente llegue sin dificultad a Invernalia"
Luego de ello, se apartó de los señores y se dirigió a un par de mujeres que estaban más alejadas. No, no mujeres. Eran niñas.
Jeyne Poole y la pequeña Beth Cassel eran un vestigio de lo que habían sido. Ambas habían perdido a sus padres; Jeyne a manos de los Lannister y Beth a manos de los Bolton. La lealtad de ambos hombres a la Casa Stark les había costado todo. El destino de sus hijas luego de perderlos no había sido nada bueno, bien fuera en Desembarco del Rey o en el Fuerte Terror. Los dolores y pesares que habían experimentado habían hecho crecer a las niñas de una manera apresurada.
Jon también había crecido rápido; de niño, bajo el estigma de la bastardía. Luego en la Guardia, como el hijo de un señor y uno de los pocos que juraba voluntariamente entre una inmensa mayoría que no tenía nada y que estaban allí por escapar de la muerte o algo peor. El último periodo fue entre el Pueblo Libre, cuando tuvo que soltar muchas ideas preconcebidas sobre quienes vivían más allá del Muro y luego liderarlos hacia el sur, hacia la esperanza de la vida.
Tal vez por eso podía simpatizar lo bastante con ambas, lo bastante para darles palabras de despedida.
"Nunca fuimos cercanos. Pero me alegro de que ambas estéis bien, y que estéis en Invernalia de nuevo" dijo, torpe pero sincero. Nunca habían hablado mucho. Ambas chicas miraron al suelo, ninguna encontrando sus ojos "Ahora debo irme, pero estaréis a salvo aquí. Lady Catelyn" que extraño era dirigirse a ella de esa forma "os cuidará bien"
"Buen viaje, Su Alteza" dijo Jeyne en voz baja, casi como si le contara en secreto. A su lado, la más baja Jeyne asintió en acuerdo. Ambas hicieron reverencias descuidadas.
"Volveremos a vernos" dijo antes de alejarse.
Las últimas personas de las que debería despedirse eran las más sencillas. Y las más difíciles.
Primero cogió a Minisa de los brazos de Catelyn. Su hija estaba cada día más grande, su cabello ya por debajo de la línea de su barbilla. Vestida con prendas hechas por Catelyn en tonos de amarillo claro y azul, se dejó llevar por él, esos hermosos ojos mirándolo. Apartando los pensamientos de que parecían estar adquiriendo un tono morado, Jon colocó la frente de la niña contra la suya, sin dejar de mirar su dulce carita.
La pequeña rió y Jon sintió que su corazón dolía de amor. Era el bebé más hermoso del mundo.
"Adiós, hija mía. Por ahora" le dijo, la Antigua Lengua saliendo de sus labios sin pensarlo "Recuerda, que eres hija de una mujer muy valiente, y que tienes la sangre de los Stark" la pequeña balbuceó algo que no entendió y sonrió. No había nacido Stark, y una parte de él no lo sería nunca. Pero esta pequeña nació sana, y nació como Minisa Stark, y eso era todo lo que hubiera podido pedir "Yo crecí sin mi madre, pero tú tienes a la tuya" sus ojos se desviaron hacia Catelyn e Ygritte, ambas compuestas a los ojos de quienes miraban, pero con los ojos llenos de amor "Tienes dos madres, ambas maravillosas. Ellas te cuidarán hasta que yo vuelva. Y volveré. Lo prometo" dijo.
Nada le impediría volver a su pequeña. Ni los hombres ni los dioses.
Con un beso en la mejilla que arrancó otra risita de su hija, Jon la devolvió a los brazos de Catelyn antes de mirarla.
Dio un paso hacia ella "Haz lo que tengas que hacer para saber si Sansa está en el Valle" le dijo, bajando la voz para que señores, guardias y testigos no escucharan. Solo Ygritte y Minisa podrían hacerlo "Si lo está, recupera a tu hija. Di lo que haga falta, incluso sobre mí. Especialmente sobre mí tal vez. Pero recupera a tu hija" con las últimas palabras acarició la cabeza de Minisa con dulzura, esperando que Catelyn entendiera el significado que subyacía en ese gesto.
"Yo sé lo que es tener una hija. No juzgaré nunca lo que hagas, tú entre todas las personas, por recuperar a la tuya"
Catelyn solo asintió, mordiendo su labio pero sin dejar de mirarlo con ojos que empezaban a humedecerse en las esquinas. Con una sonrisa, alejó sus propios ojos para enfocarlos en Ygritte.
"Eres la mujer más fuerte que pude conocer. Y eres madre de la mejor niña que un hombre podría pedir. Cuida a nuestra hija, y no te preocupes por mí" Ygritte asintió antes de dar una zancada al frente y cogerlo por la ropa con un puño firme.
Sus labios tocaron los suyos e inmediatamente respondió. Cuando se separaron, ella se acercó a su oreja y murmuró "Eso es de parte mía" antes de besarlo de nuevo, igual de largo que el primero "Y eso de Catelyn" dijo contra su otro oído.
Jon miró en dirección a la aludida. Por la sonrisa, sabía que era lo que Ygritte le decía y estaba de acuerdo. Hubiera querido besarla a ella también, al diablo con todos, pero logró contenerse.
"Dale un beso de mi parte luego" murmuró él ahora, contra el oído de Ygritte.
Con un murmullo de "Será un placer" Ygritte se alejó y lo soltó. Ambos soltaron una risita, y por un momento, solo fueron dos jóvenes enamorados.
Jon miró hacia atrás, dónde su guardia Personal lo esperaba, todos parados y sujetando las riendas de sus propios caballos. Torreg sostenía las riendas de una segunda bestia, la suya.
"¡Monten!" ordenó, dando la espalda a todos mientras lo hacían.
Para ver por última vez a su familia.
"No se preocupen. Volveré" aseguró, pasando la vista por cada una de las mujeres de su vida antes de dar un paso, quedando más cerca de ambos "Volveré, y crearemos una vida. Para nosotros y para nuestra familia"
Y con esas palabras, contempló los rostros de sus seres amados antes de girar y dirigirse a su caballo. Montó sin dificultad y giró al corcel antes de encaminarse a las puertas del castillo a medio galope, seguido por su Guardia.
Afuera, el ejército ya estaba listo. A su señal, diversos cuernos sonaros. Las voces llenaron el aire y el ejército empezó a moverse, una larga serpiente de acero cuya cabeza era Jon y cuyo destino era el sur.
La guerra.
Bran
El cielo era más extenso de lo que nunca hubiera creído posible. Una extensión que se abría desde el norte hasta el sur, y desde el este al oeste, amplio, libre. Y totalmente cubierto de nubes gordas y grises de las cuáles caían copos de nieve gruesos. Aún sin tocarlos, Bran sentía el frío que se escurría por su cuerpo, llenando su interior.
Debajo del cielo no había nada. Solo un yermo interminable cubierto de nieve; no había bosques o árboles solitarios, ni rocas, arroyos, pozos. Nada en absoluto. Un viento cortaba como un cuchillo, el frío corriendo a sus anchas por todo el mundo.
"Es por allá" la voz de Hoja devolvió su atención a su acompañante. Ella señalaba en una dirección. Sabiendo lo que debía hacer, Bran caminó en esa dirección, seguido por la Hija del Bosque.
La nieve le llegaba hasta las rodillas, pero no lo ralentizaba. Simplemente la atravesaba, sin perturbar su gran extensión. Era como si no estuviera allí. Suponía que en verdad no lo estaba.
El camino fue más breve de lo que hubiera esperado. Y al final de él encontraron una figura acuclillada en el suelo. Los movimientos frenéticos delataron que estaba viva.
Bran se acercó unos pasos más, inseguro. La figura estaba de espaldas. La rodeó con cuidado, observando las numerosas capas de pieles y ropas que la cubrían por completo. Solo los ojos eran visibles: la piel alrededor de ellos estaba increíblemente blanca, las ojeras visibles y los ojos brillando con una mezcla de locura y temor.
Estaba cavando un pozo, usando un cuchillo grueso y curvo hecho de bronce que se empezaba a oxidar; el toque de color de la tierra resaltando por la blancura de la nieve caída. Por fin, un sonido primario salió entre la prenda que cubría su boca cuando sus manos se aferraron a algo al fondo del pozo. Unos momentos después, un conejo era sacado a rastras por sus patas traseras, desesperado por escapar. El animal casi lo logró, pero fue cogido nuevamente por la figura cuando esta hizo un movimiento desesperado que la hizo caer de costado en la nieve. Sostuvo al conejo contra su pecho con una mano mientras cogía el cuchillo de bronce con la otra. Los golpes fueron descuidados, pero el animal dejó de moverse luego del cuarto. La parte delantera de la figura estaba empapado de sangre fresca.
Cuando la figura se descubrió el rostro, Bran la reconoció. Era la mujer, la misma que había sobrevivido a la primera matanza del Rey de la Noche. La última que quedaba de ese clan del que había salido el hombre que se había convertido en un monstruo.
Observó atónito como la mujer abría el conejo con el cuchillo y lo devoraba a grandes mordiscos, todo sin dejar de mirar a sus alrededores. Al terminar, sus mejillas, barbilla y labios estaban empapados de sangre. Escondió lo que quedaba del animal entre sus ropas, tapó el agujero que había hecho con más nieve y se alejó de allí a paso rápido. Atada a su espalda estaba una rama de árbol que la seguía como una cola, borrando las huellas que dejaba en la nieve.
"Síguela" la voz de Hoja llegó cuando ya había empezado a seguirla, casi corriendo.
Por fin, luego de un gran trecho, la mujer se detuvo. Frente a ella había un gran montículo de nieve. La mujer enterró las manos cubiertas en el y lo tanteó durante un tiempo antes de encontrar lo que al parecer buscaba. Empujó y una abertura surgió. La mujer se metió por ella y Bran la siguió. Dentro, la oscuridad casi absoluta se completó cuando la abertura se cerró.
Bran respiró hondo, sin ver a la mujer ni nada más. En absoluto. Un murmullo bajo y una respiración jadeante le dijo que aún estaba cerca, pero no podía ver dónde estaba, ni que hacía.
Por fin, la oscuridad fue desterrada por una diminuta llama que la mujer avivaba con suaves soplidos que escapaban entre sus labios. Bran contempló a la luz del fuego que en realidad estaba en una diminuta cueva. La entrada era una puerta de madera, como una parte del muro en que se encontraba. El resto era piedra. Un catre que en realidad eran un montón de pieles ubicadas sobre una serie de ramas entrelazadas a un palmo del suelo y el pozo en el cuál estaba la diminuta hoguera eran todo lo que allí había.
La mujer al fin se incorporó cuando la llama se hizo lo bastante grande. Con un suspiro, se quitó la ropa que cubría su cabello, las largas hebras brillando a la luz del fuego. Se frotó el vientre, una mirada de preocupación en sus ojos que le dijo a Bran que aún estaba embarazada, a pesar de que no podía ver el vientre hinchado por toda la ropa que llevaba.
"No estamos seguros si este refugio lo creó ella, o si era algo que encontró" la voz de Hoja lo sobresaltó. Estaba de nuevo a su lado, mirando a la mujer con una pizca de ¿simpatía? "No importa. Se quedó allí mientras se acercaba el momento de dar a luz a su cachorro"
"¿Y los muertos?" preguntó Bran "¿La estaban buscando?" ese temor que la mujer tenía en el exterior era el de alguien perseguido.
"Se habían hecho más fuertes. Sus números crecían, y sus ataques eran cada vez mayores. En unas lunas, de ser cientos pasaron a ser miles" dijo Hoja "Muchos clanes de hombres ya habían empezado a huir de ellos. La mayoría hacia el sur" señaló a la mujer mientras introducía la mano entre sus ropas, sacando el resto del conejo y empezando a limpiar la piel "Ella intentaba hacer lo mismo cuando ocurrió"
Como si esa fuera la señal, un golpe furioso resonó contra la madera. Venía del exterior. La mujer se tapó la boca cuando los golpes se incrementaron. Parecía que una multitud estaba al otro lado, golpeando con todas sus fuerzas para entrar. Un chillido inhumano llegó desde allí, y Bran se estremeció al comprender quienes estaban al otro lado.
"Los muertos"
La mujer debía saberlo también, porque corrió al extremo más alejado de la puerta y movió una roca con dificultad, revelando un agujero sobre el que se metió sin nada.
"Vamos" la voz de Hoja lo llamó. Sintió sus dedos envolver el brazo. Lo último que vio fue la puerta a punto de ceder.
Despertó de nuevo, tendido en el suelo del Bosque Encantado, rodeado por los Hijos del Bosque y Meera montando guardia, mientras Hodor se recostaba contra un pino, dormido. Verano debía estar cazando, porque no estaba a la vista. Frente a él, Hoja lo miraba con atención.
"Esa cueva era parte de un gran conjunto. Un laberinto que la mujer no conocía, pero al que se arriesgó muy cerca de su fecha de parir. Los muertos la siguieron durante días, y ella se perdió. Sin comida, sin abrigo, con miedo. Por fin….."
La voz de Hoja se desvaneció cuando Bran se sintió arrastrado por la oscuridad, esta vez contra su voluntad.
Ahora observaba desde los ojos de una lechuza posada en un árbol en el linde de otro bosque. Frente a él, Invernalia se alzaba imponente.
Notó que el gran campamento que había alrededor del castillo casi se había desvanecido. En cambio, una gran cantidad de movimiento se veía afuera, de hombres y de bestias por igual. Movido por la curiosidad, forzó a la lechuza a volar en esa dirección.
Logró hacerla detenerse en lo alto de un poste para caballos, y desde allí observó. Columna tras columna de hombres se formaba por dónde veía. La mayoría abrumadora iba a pie: hombres con arcos en las manos llevaban carcajes llenos de flechas colgados de la espalda. Algunos hombres hacían lo mismo con escudos, mientras que otros los llevaban en una mano.
Un hombre salvaje con una lanza en la mano grito algo antes de hacer un gesto con una lanza; detrás de él, cuarenta lanceros más lo siguieron. Bran miró en esa dirección y vio que más allá, un mamut avanzaba a paso lento, cargando encima a un gigante con un mazo (que más bien parecía un tronco de árbol limpiado de ramas) de aspecto aterrador.
El cuervo se espantó cuando una hilera de jinetes pasó a todo galope junto al poste. Bran logró que volviera a posarse en el mismo lugar luego de unos momentos. En silencio, observó como el ejército terminaba de formarse. Luego, con poderosos cuernos de guerra llenando el aire con sonidos graves y largos, empezaron a marchar.
"¡Avancen! ¡Avancen! ¡Avancen!" un centenar de voces gritaron casi a la vez, secundando las acciones del ejército.
Y luego lo vio. Cabalgando junto a los que marchaban y seguido por un grupo de norteños y salvajes, Jon montaba un semental tan negro como su cabello, un contraste con el blanco puro que era el pelaje de Fantasma, que no tenía problemas para mantener el paso de su amo montado.
"Jon" dijo Bran "Vas a la guerra" afirmó, sintiendo nacer el temor en su interior. Temor por su hermano, y también por su familia.
Y eso es todo por ahora. En el siguiente capítulo, veremos el resto de Poniente.
