Disclaimer: todo lo que puedan reconocer pertenece a G.R.R. Martín. Yo solo lo uso para entretenerme y tratar de entretener a otros.

Sansa

Nada le disgustaba más que encontrarse con Meñique a solas. El hombre se tomaba demasiadas libertades con ella. Sus manos estaban demasiado cerca, posadas en sus hombros y brazos por demasiado tiempo. Su aliento a menta flotaba frente a ella, la cercanía de sus rostros más de la que le gustaría. Y lo peor de todo: la sensación de sus labios sobre los de ella, un beso que era desagradable, por no usar palabras más denigrantes.

Porque eso era lo que sabía que le esperaría cuando la llamaron a su solar en un día en que Robin estaba en su habitación con una tos seca, y su tía estaba más allá de sí con él, el maestre y al menos dos sanadores urgidos a curar al pequeño por su madre histérica.

"Querida" la saludó él con una sonrisa cuando entró, levantándose del escritorio en que había estado sentado.

La palabra tenía un sentido más íntimo del que a Sansa le gustaría, pero se forzó a hacer una reverencia y sonreír.

"Noticias maravillosas. Un gran paso ha sido dado para devolver el Norte a las manos de su legitima dueña" con esas palabras, Baelish cogió sus manos entre las suyas "Tu medio hermano ha marchado lejos de Invernalia"

Parpadeó, sorprendida "¿Adónde?" preguntó.

"¿Quién sería la siguiente víctima de Jon?" pensó para sí.

La sonrisa de Baelish se hizo un poco más amplia "Todas mis fuentes concuerdan que se dirige al sur. Planea cruzar el Cuello, y se lleva con él a la mayor parte de sus salvajes" Baelish se inclinó y depositó un beso en su mejilla, cerca de su boca. El lugar cosquilleó con desagrado "Es casi seguro que se dirige a Los Gemelos"

Los Gemelos. Sus pensamientos volaron hacia Robb, y por un momento olvidó sus sentimientos por Jon: esperaba que él vengara a su hermano y derrotara a los Frey. Si tuviera éxito incluso vengaría a su pobre madre, aunque no había cariño alguno entre ellos.

"No tendrá éxito, querida" las palabras de Baelish la sacaron de sus sueños "Walder Frey es un anciano desagradable, pero su castillo es fuerte. Tu medio hermano estrellará a sus salvajes contra las murallas. Cada muerto será un impedimento menos para nosotros. En Los Gemelos o contra el ejército que marcha desde Desembarco del Rey. Será una batalla larga, amarga y, con suerte, el único rival a tus aspiraciones morirá en ella" la voz era suave, cálida y amorosa. La hacía luchar contra un estremecimiento.

"Y dime" continuó Baelish, sus ojos nunca dejando los de ella, sus manos subiendo lentamente hasta sus muñecas "¿Has hablado más con nuestro dulce Robin y sus banderizos?"

El cambio de tema la aturdió, pero solo por un momento "Sí. Robin está encantado con las historias de los Reyes del Valle, y quiere emularlos: ha hablado mucho con Tía Lysa al respecto. Lord Corbray y Lord Belmore aseguran haber enviado mensajes a sus castillos para empezar a prepararse para una lucha, y Lord Grafton ha insinuado que su flota sabe mucho de las aguas al norte y que no le sería difícil llevarlos hasta Puerto Blanco"

Baelish soltó una risa entre dientes "Grafton es un hombre hambriento de gloria que se jacta demasiado de unas pocas galeras, pero convendría que te acercaras más a él. Un viaje a Puerto Blanco estaría en orden una vez que tu medio hermano deje el Norte" añadió, plácido.

El corazón de Sansa se disparó ante la idea de volver a Casa. Al Norte.

"Pero….¿Lord Manderly me recibiría bien?" según los rumores, el señor se había reunido en Invernalia con Jon y le había jurado lealtad. Algunos iban más lejos, y afirmaban que había entregado a su nieta como amante para Jon.

"Tu hermano bastardo no es un hombre astuto. Los espías dicen que ha permitido que Manderly vuelva a casa, cuando hubiera sido más sensato mantenerlo cerca. Una vez que cruce el Cuello, la discordia entre los salvajes que quedan y los norteños se acrecentará. Los señores norteños, con Manderly a la cabeza, buscarán un nuevo líder. Y allí entrarás tú: una hija legítima de la Casa Stark, nacida en Invernalia, llegando a poner el Norte en orden con apoyo de los señores del Valle luego del caos traído por un hijo bastardo nacido en el sur" las manos de Baelish enmarcaron su rostro.

Los labios de Petyr encontraron los suyos, y lucho contra el deseo de alejarse recordando su hogar y diciéndose que pronto estaría allí. Solo debía aguantar un poco más.

Esa noche durmió mejor que en mucho tiempo. Soñó con estar de nuevo en casa, con su familia a su lado. Su madre, sus hermanos, incluso Arya. Solo su padre y Robb estaban ausentes.

Una semana pasó desde la reunión con Petyr. Fiel a su objetivo, siguió ganando a los señores del Valle con cada pequeña charla, cada pequeña cortesía, cada alabanza, cada aceptación de sus insinuaciones. También jugó con Robin y le contó más historias de salvajes peligrosos y héroes de las montañas que los vencían. El niño bebía de ellas con la misma voracidad que la leche de los senos de su madre.

Fue en la mañana del octavo día que pasó.

Estaba cosiendo con algunas otras doncellas en un salón pequeño cuando un chillido las estremeció. Algunas de las chicas incluso dejaron caer sus bordados por la sorpresa. El siguiente fue aún más aterrador, un sonido primario de furia desmedida que hizo que Sansa se estremeciera.

No tanto por el grito, sino por el hecho que reconocía. Era de Lysa. Más gritos, y algunas de las chicas se estremecieron. Incluso las más recatadas temblaron un poco. Una soltó un pequeño chillido cuando falló su puntería y se pinchó el dedo, extrayendo una gruesa gota de sangre.

Con una respiración profunda, dejó la costura y se encaminó a la salida. Aunque una parte de ella la instaba a ir en la dirección opuesta, se encontró caminando hacia los gritos. Sus pasos se volvieron más cautelosos cuando escuchó el inconfundible sonido de cosas rompiéndose.

"¡ESA PERRA!" el chillido de Lysa venía de la última puerta del pasillo y fue seguido por un vidrio rompiéndose con un crujido aterrador "¡¿CÓMO SE ATREVE?!" otro grito, otro sonido de algo rompiéndose, esta vez un objeto de madera.

"Mi señora" la voz la hizo mirar por encima de su hombro. Su mirada nerviosa se encontró con la seria y preocupada de un sirviente, un hombre casi calvo y con arrugas en la frente. Lo reconoció como uno de los hombres al servicio de Petyr "Os ruego que me acompañéis. He sido enviado por el Lord Protector" le dijo el sirviente.

Ante más gritos y sonidos de cosas rompiéndose, las dudas de Sansa se desvanecieron. Cogió dos puñados de su vestido y lo levantó lo suficiente para caminar más rápido, junto al sirviente. Pensó que la llevaría con Lord Baelish, pero en cambió la guió a través de varios pasillos de vuelta a sus habitaciones, antes de dejarla allí y asegurarle que sería convocada pronto.

Devuelta en sus habitaciones, no pudo evitar dar vueltas por todo el lugar; sentía escalofríos en los brazos y temblores en las manos. No podía evitar el miedo que había llegado para habitar su pecho desde que quedó a merced de Lysa Arryn y supo la clase de persona que era.

"Está loca" fue su pensamiento "Loca, cruel y mezquina. Es como Joffrey" puede que las personas fueron diferentes, pero el resultado era el mismo. Con ella atrapada, sin garantía alguna de su seguridad, en manos de un ser inestable con poder para hacer lo que le viniera en gana con ella "¿Cómo puede ser hermana de mi madre?" se preguntó, como había hecho una infinidad de veces antes.

Catelyn Stark y Lysa Arryn eran tan diferentes como el día de la noche. Sansa no podía pensar en una mujer a la deseara junto a ella tanto como su madre y una que deseara lejos tanto como su tía.

Con la excepción de Cersei.

Estuvo sumida en sus pensamientos por el resto del día. Ni siquiera comió la comida llevada por los sirvientes; no encontró en sí preguntar a alguno de ellos lo que pasaba. Intentó distraerse mirando por la ventana, pero fue peor aún. La tensión en los guardias y el resto del personal del castillo que presenciaba desde la ventana la mantenían incómoda. Y los gritos de su tía, más ocasionales pero no menos audibles, no mejoraban las cosas.

"Por todos los dioses, ¿qué ha pasado?"

Cuando al fin la convocaron ya era de noche. Las antorchas iluminaban el camino a través del castillo que recorrió en silencio, escoltada por un sirviente al que nunca había visto y con dos guardias detrás de ella, uno con la libra de los Royce y el otro con la de los Redfort.

Extraño. Siempre que era escoltada por guardias, eran de la Casa Arryn o de Petyr. No auguraba nada bueno.

Cuando llegó a su destino, se sorprendió. Los señores de las casas Redfort, Templeton, Royce y Hunter estaban allí, así como la señora de Waynwood. Pero ni todos juntos la sorprendían tanto como la visión de Baelish.

El esposo de su tía estaba mortalmente serio, más de lo que jamás lo había visto. La sonrisa y el brillo de sus ojos habían desaparecido, dejando a un hombre menudo y frágil, un ser pequeño que no tenía lugar entre los gigantes del Valle que había allí. Incluso su lugar, en una esquina alejada, le daba una apariencia diminuta, y contrastaba terriblemente con los lugares que a menudo ocupaba, siempre en el centro de la atención.

Con un paso al frente, Lord Royce habló.

"Bienvenida, mi señora. Os hemos llamado por un asunto de mucha seriedad, uno del que tal vez estéis consciente por la manera en que ha afectado a Lady Lysa y sus ánimos sensibles" la diplomacia de Royce brillaba más que nunca cuando atribuía a la sensibilidad de la señora del Nido de Águilas la exhibición que sin duda habría sido más propia de una loca que de una dama.

"Si bien soy consciente de que mi tía ha sido profundamente afectada, mi señor, me temo que no sé nada sobre la causa de su malestar, aunque he rezado para que éste se vea aliviado pronto" informó con cuidado, cruzando sus manos delante de ella en lo que esperaba que pareciera genuina preocupación. La mentira en torno a la oración salió con perfecta fluidez.

"Su malestar…" murmuró Royce entre dientes. Parecía perturbado, y los otros señores también "…es comprensible. De hecho, es la causa de que no esté aquí para explicar lo sucedido, en especial….porque es una cuestión que os afecta directamente a ambas. Ha llegado…."

"No" el susurro fue pequeño, pero alcanzó a escucharse "Ella no…." Las palabras de Baelish se volvieron frenéticas, sus ojos destellando de una manera muy diferente. Parecían atemorizados.

"Tiene derecho a saberlo" replicó Royce, su voz y su mirada de acero enfocadas en el marido de su tía. Baelish retrocedió un paso. Claramente, estaba derrotado. Lord Royce respiró hondo antes de seguir "Mi señora, una serie de cartas llegaron este día. Una era para mí. Mi primo Néstor recibió otra, junto con ser Donnel, el hijo de Lady Anya" con un gesto de la cabeza en dirección a la dama mencionada respaldó sus últimas palabras.

"¿Cartas de quién?" quería preguntar Sansa "¿Y por qué ellos?" Lord Néstor era el castellano de la fortaleza, a cargo de su defensa. Ser Donnel era el Caballero de las Puertas de la Luna. Ninguno era especialmente agradable, listo, ni atractivo. Su cortesía y su honor solo rivalizaban con la poca gracia de sus rostros.

"Ninguna es para Lady Lysa, más en todas ellas se la menciona, y ha sido esta, en parte, la causa de su malestar" cuando terminó de hablar, Lord Yohn extendió un pergamino que tenía en la mano "Todas las cartas venían de un mismo lugar: el Norte"

Jon. Fue su primer pensamiento. Su medio hermano había oído de ella. ¿Pero por qué les escribía a Lord Royce y a los demás? ¿Acaso exigía que la envíen al Norte, para estar bajo su custodia? Los señores del Valle nunca lo harían…..¿verdad?

"¿Eran….eran de mi…mi medio hermano?" susurró.

"No. Ninguna carta en absoluto" la certeza del rostro de Lord Yohn no dejaba lugar a dudas.

De reojo, observó que la mirada de Baelish era de incredulidad ante esas palabras. Incredulidad y amargura.

La voz de Lord Royce devolvió su atención hacia él "Cada una de las cartas contenía detalles específicos que solo los destinatarios podíamos saber, ya que mencionan momentos y conversaciones que cada uno de nosotros tuvo con una persona solamente. Esta es una persona que solo visitó el Valle una vez y que, con toda franqueza, dábamos por muerta. Además, en todas se pregunta por vos; sobre la verdad de vuestra estadía en el Valle. La autora de las cartas es siempre la misma persona"

Una sensación de incomodidad se estaba empezando a gestar en el interior de Sansa "¿Por qué me dice esto a mí? ¿Adónde quiere llegar?"

"¿Quién es esa persona?" preguntó, imaginando toda clase de posibles respuestas.

"Lady Catelyn. Vuestra madre"

Excepto esa. Nunca esa.

Val

Luego de deshacerse de los prisioneros, no había quedado mucho por hacer. La construcción de la cuarta torre había concluido, y aunque era un objeto feo y tosco comparado con las otras, cumplía su propósito y mejoraba la capacidad defensiva del Foso. Una torre nueva se estaba empezando, pero con los restos más cercanos ya usados, debían esperar más tiempo para empezar la construcción. Los lacustres solo podían empeñar un número limitado de sus hombres buscando y recolectando los materiales perdidos entre los pantanos ya que también debían ocuparse de vigilar sus fronteras, especialmente al sur.

Era el resultado de los últimos reportes lo que la había forzado a convocar una reunión con los líderes del ejército. La mayoría habían venido solos, pero algunos como La Osa y ciertos caudillos habían traído a sus hijos con ellos, probablemente para que aprendieran lo que se podía esperar de una reunión en tiempos de guerra.

"¿Estás seguro?" le preguntó uno de los caudillos a Howland Reed, el ceño fruncido no denotando enojo sino más bien concentración.

"Sí. Mis exploradores son fiables" respondió el señor "Al otro lado del Cuello, los Frey han empezado a tomar todas sus cosechas y animales y llevarlos a Los Gemelos. Los animales enfermos son sacrificados y las cosechas incipientes son quemadas de raíz" repitió por segunda vez.

Val no se consideraba una estratega ni nada que se le pareciera, pero reconocía lo que pasaba.

"Saben que estamos por marchar contra ellos, así que se llevan todo lo que puedan y se deshacen de todo los demás" el Pueblo Libre no era ajeno a tales tácticas contra la Guardia de la Noche "Que el enemigo coma tierra y cenizas" le preocupaba, y no dudaba que también le preocuparía a Jon.

"¿Y qué pasa con las personas? ¿Los encargados de las cosechas y los animales? Sin duda tendrán algo que decir sobre la pérdida de sus posesiones" preguntó Erik, el joven hijo de uno de sus caudillos, Sverg. Con un rostro casi lampiño y mejillas suaves, era de los más inexpertos entre los presentes.

"Tendrán mucho que decir, de eso no cabe duda. Pero los Frey son escoria sin interés por los suyos o por su bienestar. Esas personas no pueden hacer mucho más que resignarse a perder lo que poseían" respondió Lyra Mormont, apoyando una mano en una mesa cercana con aire ausente.

Erik resopló, como si lo que la Joven Osa dijera fuera una broma. Pero cuando se dio cuenta de que era seria, al igual que el resto de los norteños y la mayor parte de los norteños, sacudió la cabeza con incredulidad antes de llevar su mano a la espada de acero que llevaba en la cadera, como esperando que alguien intentara arrebatársela.

"Que hagan lo que quieran. Para el bien que les hará" resopló Harrion Karstark con una mueca en el rostro.

"Debemos actuar, antes de que sea demasiado tarde para hacer nada" señaló otro caudillo.

El bufido burlón de Bigotes de Pez cruzó la habitación sin dificultad "¿Por qué deberíamos? Si los Frey quieren arruinar sus tierras y ganarse el descontento de sus vasallos, dejémoslos. Así será más fácil aún alcanzar Los Gemelos" declaró, sus labios arrugados curvados en una sonrisa por debajo de sus largos bigotes.

"¿Estamos seguros de que están quemando todo? ¿Todas sus tierras?" la voz de Maege era incrédula.

"Todas al norte del Forca Verde, al menos. Las del sur es posible que no. Con el río interponiéndose, no deben temer que forrajeemos allí" dijo Reed.

Val no pudo evitar pensar que algo quedaba sin decir. Y tuvo razón.

"Sin embargo, también hay otro problema para los Frey" los ojos en la habitación estaban atentos en Reed "Los mercenarios que dejamos huir han salido del Cuello. Ahora son hombres quebrados. Se han dividido en varias bandas y se dedican a saquear y destruir lo que puedan, sin control ni plan alguno. Si hemos de creer los rumores, incluso emboscaron y aniquilaron una de las partidas enviadas por los Frey para recoger el ganado y la comida, y se hicieron con armas y caballos"

La mayoría de los presentes miraron a Reed con incredulidad, antes de que las risas llenaran la sala. Val misma se unió; no había esperado que esa fuera una de las consecuencias de que dejara ir a los mercenarios, pero no se quejaría.

Por fin, cuando la calma volvió a reinar, mayormente, en el ambiente, Val tomó la palabra.

"Bueno, ciertamente no vamos a obstaculizarlos si se dedican al bandidaje en las tierras Frey" una idea pasó por su cabeza, y decidió darle voz "Tal vez podamos usar eso a nuestro favor" dijo.

"¿Cómo?" preguntó Garlon Norrey, a su lado. Era la primera vez que hablaba en la reunión.

"Podríamos usarlos como cebo. Que saqueen y pongan en peligro los suministros. Los Frey podrían hacer una salida para detenerlos, y entonces aprovecharíamos para emboscarlos a su vez"

Sabía que sería arriesgado, que no era esa la orden de Jon. Pero todos los reportes concordaban en que había una gran fuerza protegiendo el castillo, y Val no podía negarse la tentación de debilitarla en el exterior, lejos de los muros de piedra.

"No es mala idea" comentó Moss, pensativo "Pero tendríamos que cruzar el Cuello. Si los Frey se enteran, lo más probable es que piensen que vamos por ellos. Se encerrarán en el castillo, y no darán batalla. No en el exterior"

"Los Freys son todos cobardes. Puede que no les agrade que los bandidos les roben, pero no se arriesgarán a salir de su mierda de castillo para detenerlos. No con los lacustres vigilando" añadió Lyra Mormont.

"Mantendré a mis exploradores más atentos a cualquier salida. Solo por precaución" dijo Reed, ganando algunos asentimientos y negaciones de los presentes, de acuerdo a lo que pensaran respecto a su plan.

Pero Val se estaba impacientando; los Frey se preparaban para su ataque mientras ellos no hacían más que esperar a Jon y al ejército.

"Más vale que vengan pronto. De lo contrario, quién sabe lo que puede pasar"

Garlan

Seis días. Seis malditos, condenados y olvidables días había debido participar en ese chiste de mal gusto.

Y no solo él; los otros nobles, los oficiales, los soldados. Cada hombre de todo el ejército había tenido que tomar parte. Lo único que faltaba era que los caballos y el resto de los animales también fueran parte de este desperdicio de tiempo.

El primer día consistió en la entrega de todas las espadas y el resto de armas ante el Septo de Baelor, dónde a pesar de ser cientos, los septones tardaron muchas horas mientras fueron bendiciéndolas una por una, arrojando agua santa en las hojas de acero, con la adición de óleos sagrados para las pertenecientes a los nobles. Cuando al final acabaron, las sombras habían corrido todo el camino del día y se desvanecían con las últimas luces del sol. Todo ello bajo los auspicios de oraciones al Guerrero para que bendijera las hojas que, según el Gorrión Supremo, serían los instrumentos mediante los cuales el Guerrero defendería a los fieles de las hordas paganas e impías que llegarían desde el Norte.

El segundo día había sido más largo todavía. Los soldados comunes habían sido afortunados, ya que simplemente habían debido asistir a una ceremonia breve al amanecer. Garlan y el resto de los nobles, sin embargo, habían debido pasar la mayor parte del día en una gran ceremonia en la cual escucharon al menos medio centenar de fragmentos de la Estrella de Siete Puntas, junto con sus correspondientes sermones para cada uno. La ceremonia fue dirigida por los Más Devotos. Cuando al fin terminó, la noche ya había caído y Garlan estaba listo para irse a dormir.

El tercer día, fue el Herrero el dios a quien debieron rendir homenaje. Fue bastante similar al primer día, excepto que en vez de las armas fueron las armaduras las que debieron depositar y guardar con celo mientras estas eran bendecida una por una, todo mientras se entonaban cánticos al Herrero para que bendijera la protección que llevaran, para que esta fuera capaz de cumplir con su función en la lucha y protegiera a su portador de los ataques de los enemigos.

El cuarto día, fue el turno de la Madre. Nuevamente, luego de ceremonias y otras banalidades, pequeños grupos de septas vagaron por el campamento cantando oraciones para que los hijos que partirían fueran protegidos por la Madre y así, con su bendición y protección, pudieran volver a sus hogares con sus madres terrenales. Ese día Garlan pensó en las dos madres más importantes que habían influido en su vida; la suya propia, y la de su padre. Se alegraba de que la primera estuviera a salvo en Altojardín, lejos del nido de víboras que era la capital. Se alegraba más aun de no haber tenido que encontrarse con la segunda: la conocía lo suficiente para saber que, dónde estuviera, Lady Olenna debía estar lanzando comentarios con púas a cualquier pobre infortunado con el que estuviera acerca de la estupidez de estas festividades y el desperdicio sinsentido de tiempo y esfuerzo que suponían.

El quinto día, dentro de todo, fue más tolerable que los anteriores. Al menos para Garlan. Al estar destinado a la Doncella, las oraciones eran principalmente por aquellos comprometidos o que algún día se esperaba que se comprometieran, rogando por su vuelta a salvo, victoriosos y honrados, para que pudieran ser una bendición para sus futuras esposas y que éstas a su vez pudieran bendecirlos con muchos hijos e hijas saludables para que sirvieran a los Dioses y siguieran sus preceptos. Puesto que Garlan ya estaba casado, solo tuvo que aguantar la última de las ceremonias, la relativa a la descendencia próspera y saludable. No prestó mucha atención; si bien quería hijos con su esposa, no iba a permitir que eso lo distrajera precisamente en esos momentos, con una marcha por delante y un enemigo que probablemente ya lo esperaría.

Y por fin, llegó el sexto y último día. Seis días, para los seis dioses del Panteón. El último Dios, el Extraño, no sería tocado. Comprensible, ya que el extraño era la muerte.

La ceremonia estaba destinada a durar hasta el mediodía, tras lo cual la voluntad del Gorrión Supremo, era partir de inmediato para buscar buenos augurios de los dioses. Garlan ordenó para esto que los ayunos del día fueron rompidos de la mejor manera posible para que su gente estuviera llena de energía para la marcha que les esperaba. Ya habían perdido demasiado tiempo. Se consoló sabiendo que ya casi se iban.

Y así fue que se encontró completamente armado y listo para la batalla, arrodillado mientras la ceremonia seguía y proseguía. A su lado y detrás de él, con una paciencia que se atrevía a pensar era tan delgada como la suya propia, cientos y cientos de caballeros, nobles y de baja cuna por igual, se encontraban imitando su postura y sin duda esperando el final.

Por fin, con una última bendición y con la señal de la Estrella de Siete Puntas hecha por el propio Gorrión Supremo, la ceremonia concluyó. Con el alivio más grande que había experimentado en mucho tiempo, Garlan se puso en pie, seguido por todos los demás. Con media vuelta, sintiéndose aliviado pero no más devoto, se encamino a la larga hilera de corceles que esperaban, sujetados por los pajes o escuderos de los caballeros. Montó el corcel y agradeció a su escudero, Alyn de la Casa Ambrose, antes de prepararse.

Menos de una hora después se encontraba marchando, uno más del inmenso ejército que se encaminaba hacia el norte. Hombres del Dominio, de las Tierras del Oeste, de las Tierras de la Corona, de la Fe.

Todos marchando contra los norteños y los salvajes.

Jon

Su ejército había hecho un tiempo excelente para su primer día de marcha. A pesar de partir casi al mediodía, no les había tomado más que unas pocas horas llegar a las afueras del Castillo de Cerwyn, el más cercano de los castillos a la propia Invernalia.

Jon no estaba particularmente sorprendido de encontrar en el Camino Real a un pequeño grupo de personas bajo el estandarte de la Casa Cerwyn; sus exploradores le habían avisado con antelación de ellos.

Reconoció a la mujer que estaba al frente. Jonelle Cerwyn era una mujer de más de 30 años que nunca se había casado; había muchos rumores al respecto, pero ninguno le interesaba a Jon. Lo que le interesaba era que Lady Jonelle era la hija del fallecido Lord Medger, y que con su padre muerto en el sur y con su único hermano muerto en las afueras de Invernalia a manos de los Bolton, era la legítima señora de su casa.

Ante un gesto, el ejército se detuvo. Con un movimiento de riendas, Jon se adelantó, flanqueado por su Guardia Personal, trece guerreros que eran más que rival para los cinco que habían escoltado a la dama.

En cuanto él y la mitad de sus Guardias desmontaron, los hombres de Cerwyn cayeron sobre una rodilla y miraron al suelo. Lady Jonelle cayó sobre ambas, sus ojos llenos de una súplica digna, pero súplica al fin y al cabo.

"Su Alteza, ante vos me rindo. La Casa Cerwyn reconoce haber cometido traición contra la Casa Stark y el Rey en el Norte, y ruega la piedad de Invernalia" dijo la dama, humillada a la vista de los suyos y de todo el ejército de Jon.

"El Norte es frío y duro" había enseñado a Jon su señor padre; no había sido falso.

No se molestó en salud o cortesías inútiles; no tenía paciencia para ellos.

"La Casa Cerwyn cometió un grave error, mi señora. Un error que de acuerdo a algunos bastaría para despojaros de lo que es vuestro y exiliaros del Norte para siempre" la dama se estremeció; claramente el exilio y la indigencia eran una seria amenaza "Pero un error no borra los aciertos, y una traición no basta para olvidar la lealtad que se profesó" añadió un momento después, aflojando ligeramente sus manos.

"Eso quiere decir…" empezó ella, pero Jon la interrumpió.

"A Invernalia traicionasteis vos y los vuestros, y es allí donde podréis encontrar redención. Lady Catelyn está allí, lo sabéis ¿verdad?" la mujer asintió, sin hablar "Buscadlas a ella y a mi Reina, Ygritte. Ambas conocen mi postura en torno a las Casas que apoyaron a los Bolton, saben cuál es la compensación que espero de ellas, y tienen la autoridad para negociar en mi nombre en tales cuestiones" con esas palabras, Jon volvió a su caballo. El resto de su Guardia lo imitó. Una vez que todos estuvieron de nuevo sobre sus monturas, habló por última vez a la dama "Cuando vuelva a cruzar frente a vuestro castillo, espero que me saludéis de pie, como corresponde a un vasallo leal con su Rey"

La marcha siguió luego de ese pequeño encuentro, con el ejército marchando una vez más. Esa noche, muchos señores importantes se sentaron cerca de Jon y lo cuestionaron si era lo correcto olvidar la traición de los Cerwyn.

"El Norte recuerda, mis señores. Y yo también" replicó Jon, impasible ante las palabras "No olvido la anterior lealtad de la Casa Cerwyn, ni que el hermano de la dama fue amigo del mío" Bran y Cley Cerwyn habían tenido varios años de diferencia, pero habían sido cercanos. Y ahora ambos estaban muertos "La Dama recibirá una oportunidad, pero solo una. Si demuestra ser leal, y si su Casa honra sus votos, puede que algún día sean vasallos confiables nuevamente. Si ella o cualquier otro Cerwyn se prueba desleal, se encontrará con el cuello contra el tocón y mi espada lista para tomar su cabeza" el acero en su voz bastó para que los señores se callaran luego de ello.

Los días pasaron, y el ejército continuó su marcha inexorable hacia el sur. Cada amanecer los encontraba casi listos para partir, y el anochecer los encontraba apenas en el proceso de montar el campamento. No se molestaban en crear empalizadas, pero Jon enviaba regularmente partidas exploración en todas direcciones para vigilar cualquier posible amenaza, y los cambiapieles estaban alerta, especialmente hacia el oeste del Camino Real, dónde se extendían las tierras de Tallhart, Dustin y Ryswell. Fantasma también ayudaba. Era él quién le daba a Jon ojos dónde los necesitaba.

Las grandes distancias y las largas marchas no parecían molestar en gran medida a su ejército. El Pueblo Libre estaba acostumbrado a una vida simple y esforzada; los norteños estaban ansiosos por llegar a Los Gemelos. Ambos por igual ansiaban sangre, victoria y venganza.

Y Jon tenía la intención de dárselas.

Cada noche al dormir y cada día al despertar sus primeros pensamientos eran para su familia; Ygritte, Catelyn y Minisa. Y Sansa, si es que en verdad estaba en el Valle.

Iba a volver con ellas; no era una opción, ni una posibilidad.

Era la realidad.

Bien, eso es todo por ahora. Espero que les hay gustado mi regalo de 2 capítulos por 1. Espero leerlos, y hasta pronto.