Hola a todos una vez más. He aquí un capítulo especial dedicado de manera exclusiva a los Stark. Ojala les guste.

Bien, antes hay varias cosas que debo decir. La verdad, NECESITO DECIRLAS, porque me siento mal si no lo hago.

Primero, les pido perdón si no comente nada en los últimos capítulos respecto a sus reviews. La verdad es que este último mes ha sido una época de exámenes, y tuve que estar demasiado pendiente de eso (para los que les interese, me fue bien en la mayoría. No salió como esperaba con una, pero al menos me saque varias del camino).

Continuando, empezaron las clases nuevamente para mí, y la verdad es que este es mi último año, así que no puedo descuidarme, no tan cerca de terminar. Por esto, les pido paciencia si mis actualizaciones no son tan regulares como les gustaría. Tengo que pensar en la vida real también.

Ahora, paso a agradecerles sinceramente los reviews. Me alegran el día siempre, y me confirman que todavía les interesa esta historia, más allá de lo irregular de los nuevos capítulos. Muchas gracias a todos, la verdad. Y saludos y bendiciones para todos mis lectores, los silenciosos y los que no lo son.

Bien, ahora sí, les entrego el capítulo y espero que les guste.

Disclaimer: todo lo que puedan reconocer pertenece a G.R.R. Martín. Yo solo los uso para entretenerme y tratar de entretener a otros.

Catelyn

No era la primera vez que despedía a Jon, pero su ausencia le dolía igual que en esa otra ocasión. Extrañaba verlo, sentirlo, tocarlo, hablar con él, comer a su lado y compartir su lecho.

Sin él, incluso las cosas más triviales se sentían diferentes, menos valiosas, menos trascendentes.

Aunque difícilmente podría llamar trivialidad a sus deberes y acciones actuales en Invernalia. Ciertamente estaba cargada de ellos.

Uno de los primeros en su mente eran los restos de la antigua Casa, rescatados del Fuerte Terror. Había días en que compadecía a Jeyne por lo que sufrió luego de ser separada de Sansa en Desembarco del Rey, pero viendo los tratos sufridos en las mazmorras del Fuerte Terror, se preguntaba si no había sido afortunada, al menos en comparación con los otros.

Infecciones en orejas y ojos, problemas para respirar, dedos carcomidos por ratas o en estado de putrefacción, narices que goteaban sangre o fluidos de manera descontrolada, desnutrición hasta el grado de que todos los huesos se podían percibir. Si había una enfermedad o padecimiento que pasara por su mente, Catelyn estaba segura de que los encontraría en el rincón del castillo dónde estaban los ex prisioneros.

Con algo de ayuda de Ygritte, había encontrado y convencido a unos pocos curanderos entre el Pueblo Libre para que hicieran lo mejor posible para tratar de aliviar las heridas y sufrimientos de los enfermos. Los habían revisado y hacían compresas, pociones y ungüentos a diario para tratarlos. Todos habían llegado a la misma conclusión; no morirían por esas dolencias, pero sería un proceso largo para sanar. Y cuando el invierno en verdad cayera sobre el Norte, más les valía haber recuperado toda su fuerza.

Además de ello, se había esforzado conocer e integrar a los nuevos miembros de la Casa. Habían sido elegidos de manera aleatoria por Jon, Ygritte o ella. Mientras su hombre había seleccionado a los miembros de la guarnición e Ygritte se había ocupado de cazadores y recolectores, ella había buscado personas con otras capacidades o conocimientos en campos más hogareños: gente para lavar y remendar ropa, para cuantificar comida o suministros, para el transporte y la disposición de los materiales de la casa, para construir con madera o piedra, para recolectar madera en el bosque, para cuidar a los animales como pollos, vacas lecheras o caballos, etc.

La mayoría de ellos habían declarado permanecer solo hasta que Jon volviera; de manera sutil los vigilaba para saber cuáles serían los más receptivos a cambiar de opinión.

Además, estaban las cartas y los cuervos.

Hasta el momento había enviado mensajes a castillos como Bastión de Kar y el Último Hogar para hacer saber a quiénes los sostenían que el Rey había marchado a la guerra contra los Frey. El mensaje para Lady Alys a su vez incluía una pequeña adición de que pronto podría esperar un cargamento de comida para incrementar sus tiendas de alimento, mientras que el enviado al Último Hogar informaba que pronto una gran cantidad de personas provenientes del Agasajo cruzarían las tierras Umber para instalarse más al sur, en las otorgadas por Jon.

En el otro extremo, había recibido una carta de Lady Glover, la esposa del heredero del castillo, informando que fiel a sus instrucciones, o más bien las de Jon, habían liberado a los Hijos del Hierro luego de hacerles jurar que volverían con el señor que los había enviado con una oferta para el intercambio de Asha Greyjoy por los hijos de Lady Sybelle con Robett Glover. La mujer sin duda estaría ansiosa por que el intercambio fuera hecho con prontitud. La carta también contenía una confirmación, hecha por Aki Veintehijos y adosada por pedido suyo a la carta, de que las órdenes se habían recibido y que la mayoría de las tropas empezarían a marchar, unos hacia el castillo para unirse a Galbart Glover y otros hacia los límites de las tierras juradas a Bosquespeso, para vigilar cualquier posible intento de ataque que tomarían los Ryswell o los Tallhart que se habían alineado con los Bolton.

"Mi señora" la voz de Jeyne la devolvió a la realidad. A su lado, Beth también la observaba antes de dirigir su vista hacia la puerta, que volvió a ser tocada.

Dejando la pluma y la carta a medio escribir, asintió a la niña, quién abrió la puerta. Una mujer de las lanzas entró, caminando con la arrogancia de la juventud, un cuchillo y un hacha corta en su cinturón.

"Ygritte pidió que te avisara que un grupo de personas vienen del sur. No más de treinta, ondeando un estandarte con un hacha de doble cara"

"Cerwyn" fue la primera palabra que pasó por su mente, y "Gracias" la que pasó por su boca, antes de que se pusiera en pie "Llévame con Ygritte" pidió a la mujer, quién giró y salió, seguida por ella. Detrás, Jeyne y la pequeña Beth la siguieron, la última cerrando la puerta guardada desde el exterior por dos hombres con espadas al costado, uno norteño y otro del Pueblo Libre.

Al parecer la noticia se corría con rapidez, porque cuando llegó a Ygritte, que estaba frente a la puerta que daba al sur, ya se había reunido una multitud. La casi totalidad de ellos eran miembros de la guarnición, y el resto eran sirvientes o nobles, los más importantes de estos últimos siendo Wyman Manderly y Galbart Glover. Pero noble, sirviente o guardia, se notaba la tensión en los hombros de todos. Ygritte no estaba mejor, pero se aplacó un poco cuando se colocó a su lado y le sonrió. Ella se la devolvió y Catelyn volvió a asombrarse de lo bonita que era su sonrisa.

Pero las sonrisas de ambas murieron a medida que el grupo de personas bajo el emblema de Cerwyn se acercaron. Catelyn contó apenas diez guardias, de los cuáles dos eran ancianos y tres apenas más que niños, además de una docena de hombres y mujeres a pie que parecían sirvientes. Había además dos carros, el primero de los cuáles llevaba un toldo que lo protegía y era tirado por dos caballos que eran guiados por las riendas por hombres a pie. Detrás de este iban además dos mujeres a caballo, inconfundibles por las capas que cubrían los lados y la parte posterior de su cabeza y las faldas de montar. Catelyn notó que estaban temblando ligeramente.

Pero aunque eran pocos, aunque llevaban mujeres y aunque resultaba obvio el temor de éstas así como de varios otros, la tensión nunca fue más alta que cuando el último de los Cerwyn cruzó las puertas. Las espadas estaban desenvainadas, las hachas alzadas y las lanzas bajadas. En la muralla, varios arcos estaban tensados y listos para disparar.

La mujer que bajó del carro era solo un par de años menor que ella. Jonelle Cerwyn aparentaba tranquilidad en su caminar y en su postura, pero sus ojos delataban su nerviosismo. El nerviosismo solo aumentó cuando la vislumbró. Claramente recordaba bien a la Dama de Invernalia.

"Mi señora" saludó la dama, inclinando la cabeza mucho más de lo debido. Las dos damas a caballo, que la habían seguido, la imitaron. Catelyn no se molestó en corregir el gesto "Su Alteza" saludó luego a Ygritte. Catelyn notó que había una ligera vacilación en su voz, al igual que cuando cayó en una rodilla un momento después.

No podía culparla; aunque hermosa, Ygritte no parecía realeza a primera vista. Menos con la ropa cómoda pero sencilla que prefería usar.

"Arriba" gruñó Ygritte, obviamente incómoda con que alguien se arrodillara ante ella. En cuanto Lady Jonelle se puso en pie, Ygritte volvió a hablar "¿Has visto a mi esposo, mi señora?" preguntó, obviamente interesada y a la vez ligeramente despectiva con la dama.

"Así es, Alteza. Cruzó frente al castillo Cerwyn ayer al atardecer" dijo la mujer con la vista baja "Fue el Rey quién me informó que debía presentarme en Invernalia para poder renovar mis juramentos a la casa Stark" las manos de la mujer se unieron frente a ella, a la altura de su estómago "Dijo que debía discutirlo con vos y con Lady Catelyn, puesto que ambas contáis con autoridad para hablar en su nombre"

"Mi esposo dijo la verdad. Mientras él se ocupa de la guerra, nos deja a nosotras a cargo de actuar en su nombre" en la voz de Ygritte era clara la satisfacción "En fin, vamos. Debemos hablar" giró sobre sus pies y Catelyn la siguió.

Detrás de ellas, la multitud se dispersó en su mayoría, con la excepción de los guardias que los siguieron. Dos para Lady Cerwyn y seis para ellas. Mientras Ygritte y ella iban codo a codo, Lady Cerwyn iba ligeramente atrás. Los guardias los seguían a una distancia respetuosa; detrás de ellos, Jeyne y Beth también la seguían, al igual que las damas que acompañaron a Lady Cerwyn. No tenía importancia.

Con unas palabras en voz baja, Ygritte y ella acordaron llevar las conversaciones con Lady Jonelle al solar en el que ella misma había estado trabajando antes de que le avisaran de los recién llegados.

El solar de Jon. El mismo había insistido en que Ygritte y ella lo ocuparan mientras él no estuviera; una prueba más de que su confianza en que manejaran los asuntos propios de la realeza en su ausencia era total.

Una vez dentro, una de las sillas fue para Lady Cerwyn. Las dos damas que la acompañaban quedaron en pie, puesto que no había más lugares. De ninguna manera les darían la silla que pertenecía a Jon. Ygritte y ella eligieron permanecer en pie delante del escritorio, una al lado de la otra. Iguales.

"Antes de que empecemos, las presentaciones están en orden, mi señora" dijo ella "¿Quiénes son?" preguntó, haciendo un gesto con la mano a las dos damas que mantenían la vista baja, claramente intimidadas.

Lady Jonelle se aclaró la garganta antes de hablar "Con vuestro permiso, Su Alteza, mi señora" dijo, mirando primero a Ygritte y luego a ella "Ante vos se encuentran Lady Lyarra y Lady Sirra Condon"

"Condon. Vasallos de la Casa Cerwyn" recordó, tomando nota del collar que usaba una de las mujeres, la menor, y asimismo de los volantes en las mangas del vestido para montar de la otra. En ambos se veían una cabeza de un pájaro por encima de dos tridentes cruzados, todos de color rojo.

"Ya veo" dijo Ygritte, nada impresionada "Aunque de hecho, es bueno que estéis aquí. De esa manera podemos haceros conscientes de las disposiciones que se tomarán en cuanto a la Casa Cerwyn y a la Casa Condon"

La primera parte de las negociaciones fue relativamente fácil. El envío de cuervos de parte de Lady Jonelle a las principales casas del Norte renunciando a toda lealtad al Trono y a los Bolton y apoyando en cambio al Rey en el Norte y más allá del Muro. Una cierta cantidad de oro y plata a ser entregados a Invernalia como pago por su rebelión, y la aceptación del paso de las tropas del Rey por territorio Cerwyn siempre que fuera preciso.

El primer punto de tirantez llego cuando la dama de Cerwyn fue informada que el Rey esperaba un rescate singular por cada soldado de la Casa Cerwyn capturado en la batalla contra Roose Bolton. Lo habían discutido largamente, Jon y ella, llegando a un acuerdo: no aceptarían menos de 25 monedas por soldado, pero a lo sumo llegarían a 50. No era barato, pero tampoco un abuso. Lady Cerwyn no estaba contenta, pero al final acordó pagar 35 monedas por cada uno de los hombres: en total había 93 de estos. Hasta que el pago llegara, Ygritte insistió en que trabajaran para ganar su sustento.

"Comerán y vivirán mejor" aseguró a la Dama "Pero no estarán ociosos cuando hay mucho que hacer y otros deben trabajar hasta el agotamiento"

Catelyn la apoyó en ello; no era perfecto, pero al menos esos hombres gozarían de mayores libertades y un mejor trato, al tiempo que servían a un propósito.

El segundo punto no tardó en llegar en la forma del fallecido líder de los hombres de Cerwyn en la batalla; Dorrek Cerwyn era primo en segundo grado de Lady Jonelle, un hombre leal a su casa y de una reputación digna. No había partido al sur con las fuerzas Cerwyn cuando Robb marchó por estar enfermo, pero no había vacilado ni un momento en jurar lealtad a Lady Jonelle luego de las muertes de su padre y hermano. La Dama solicitaba el retorno de sus restos para que fueran entregados a su familia y se les dieran los rituales funerarios correspondientes.

"Todos los caídos en batalla fueron cremados de inmediato" se vio obligada a admitir "Sin excepción" a su lado, Ygritte permanecía imperturbable. Ninguna de las dos tenía intención alguna de explicar el motivo, el verdadero motivo, de que Jon hiciera esto luego de la victoria.

La Dama del Castillo Cerwyn pudo ocultar con dificultad su dolor ante esto, pero se armó de valor para continuar con las negociaciones.

Solo quedaba un tema por tratar, y aunque Catelyn no lo había mencionado e Ygritte tampoco lo había hecho, resultaba apropiado al recelo que Lady Jonelle aún guardaba en sus ojos. Un recelo bien justificado.

"El Rey Jon tiene una última imposición a la Casa Cerwyn antes de aceptarlos nuevamente como vasallos de Invernalia" dijo, antes de cruzar los brazos a su espalda "La confiscación de algunas tierras"

Mientras ambas damas Condon tragaban, asustadas, Lady Cerwyn cerró los ojos, respirando hondo antes de volver a abrirlos.

"No puedo decir que estoy sorprendida. ¿Cuál es el alcance de la confiscación?" preguntó, sumisa.

Sin palabras Ygritte rodeó el escritorio y fue hacia una serie de pergaminos enrollados que Jon había preparado específicamente para esta situación y otras afines. Tomó uno con el emblema de los Cerwyn y se lo entregó a Lady Jonelle. La dama lo abrió y lo contempló largamente en silencio.

Aún sin verlo, Catelyn sabía lo que contenía: era un mapa de las tierras que actualmente poseía la Casa Cerwyn; en rojo se encontraban la porción de las mismas que serían arrebatadas.

"Es casi una quinta parte de mis tierras" dijo la dama con voz seca, luego de enrollar el pergamino.

"Precisamente" dijo Ygritte, cruzándose de brazos con indiferencia "La traición no es un delito menor, después de todo"

La mujer sentada volvió a abrir el pergamino y notó un nuevo detalle.

"Se encuentran resaltadas todas las tierras de los Condon" declaró, al tiempo que fruncía el ceño.

"Precisamente" dijo ahora ella, haciéndose eco de la última declaración de Ygritte.

"¿Perderemos nuestras tierras? ¿Seremos exiliados?" intervino en ese momento la más joven de las damas. La otra se había cubierto la boca con las manos, sus ojos llenos de horror.

"Claro que no" dijo Catelyn luego de un momento "Decidme, ¿recordáis por casualidad a un hombre llamado Kyle Condon?" preguntó, el nombre viniendo a su cabeza sin pensarlo mucho.

"Es mi hermano. Y el esposo de Lyarra" dijo Sirra Condon "Es un buen hombre" añadió.

"Y está muerto" pensó Catelyn, pero no lo dijo. No era el momento para informarles de esto.

"No lo dudamos. Y tampoco lo hace el Rey" le aseguró a la muchacha "De hecho, las acciones de Ser Kyle tuvieron peso cuando el Rey tomó la decisión de elevar el estatus de la Casa Condon" amabas damas abrieron los ojos, sorprendidas. Catelyn esperó un momento antes de continuar "Por disposición del Rey, la Casa Condon dejará de ser vasalla de la Casa Cerwyn y pasará a responder directamente a Invernalia. La mayoría de las tierras confiscadas a Cerwyn serán el patrimonio de los Condon, y el resto pasará bajo administración directa de Invernalia"

Poco tiempo después, las 3 damas salían del solar, dejándola a solas con Ygritte. Solo habían atinado a despedirse antes de marcharse; era claro que estaban demasiado ocupadas pensando en todo lo que se había hablado para molestarse por despedidas más elaboradas.

"Esa mujer, Jonelle, no está feliz con el acuerdo. Más que nada por lo de las tierras" señaló Ygritte apenas estuvieron solas.

"Perdió un primo y cientos de hombres más. Le hemos arrebatado a sus vasallos y una gran parte de sus tierras. Y le hemos impuesto un pago que le tomará años poder superar, además de un rescate muy caro por sus hombres sobrevivientes. Sería imposible que estuviera feliz" pensó Catelyn.

"Podría ser peor para ella" dijo en cambio "Una vez que lidiemos con Ryswell y Dustin, Lady Jonelle se considerará afortunada" le recordó, sin faltar a la verdad. Los Ryswell y Dustin fueron los partidarios más fuertes de los Bolton; lo que les esperaba hacía que el castigo a la Casa Cerwyn pareciera una insignificancia "Además, el deber de Jon es gobernar, no satisfacer a nadie"

Un silencio cayó sobre el solar luego de que dijera eso. Ygritte la miró un largo momento, hasta hacerla preocuparse por ella, antes de al fin hablar.

"No satisfacer a nadie más que a nosotras" la corrigió, una sonrisa lasciva en sus labios.

Por un momento no supo cómo reaccionar, pero la sonrisa de Ygritte era tan tentadora que no pudo evitar seguirle el juego.

"Nadie más que nosotras"

Un momento más tarde, sonreía contra los labios de Ygritte antes de devolverle el beso con entusiasmo.

Jon

El ejército era una larga serpiente, y veloz. Les había tomado solo dos días cruzar las tierras juradas a Invernalia y las juradas a Cerwyn. En la actualidad, seguían la marcha por el Camino Real, mientras hacia el oeste se empezarían a divisar pronto las tierras de los Dustin. Jon había duplicado el número de exploradores por el día y el de los guardias por la noche; no estaba dispuesto a ser atrapado por sorpresa.

"Y los Dustin son buenos dando sorpresas" pensó, sintiendo el peso de la bolsa llena de cartas y papeles Bolton que continuaba llevando siempre cerca de él. Había dejado varias en Invernalia luego de leerlas y discutirlas con Ygritte y Catelyn; todas las dejadas eran misivas con las hachas cruzadas de Dustin.

Al parecer, Lady Dustin había estado consciente de las intenciones de Ramsay Bolton de atacar Invernalia luego de que Theon se hiciera con ella; no había enviado tropas debido a ello. De la misma forma se había negado a actuar contra los Hijos del Hierro cuando tomaron Foso Cailin, a pesar de tener más tropas que la mayoría de los norteños y tener una posición mucho más cercana a la fortaleza que el resto de los señores norteños.

"Lo pagaréis, mi señora" prometió Jon esa noche, sentado junto a una hoguera y mirando hacia el oeste mientras la mayoría del ejército ya había vuelto a dormir "Lo pagaréis muy caro" eso lo pensaba no solo como Rey, sino como hermano de Bran y Rickon, y como un hijo de Invernalia.

Un movimiento por el rabillo del ojo lo sacó de sus pensamientos; una figura se había levantado de su lugar de descanso y se acercaba a él.

"¿Quieres salir, muchacho?" preguntó a Fantasma, quién restregó su rostro contra el brazo de Jon. Usando la mano derecha Jon lo acarició antes de darle permiso "Hay un lugar por el que espero que pases; ya sabes cuál" le susurró. Fantasma era tan inteligente que no dudaba que lo escuchó y comprendió.

Cubierto por una gruesa piel de oso, Jon soñó con un grupo de hombres durmiendo. Uno solo estaba despierto, una vela sucia en su mano mientras observaba algo arrugado en el piso ante él con total concentración. De vez en cuando hacía un gesto con la mano libre, como si intentara recordar algo.

Sansa

El cielo empezó a cambiar lentamente de color. De un negro absoluto pasó a un gris incipiente, como las laderas de las montañas del Valle. Luego a un tono rosado muy bonito; así debían ser las mejillas de Jonquil cuando hablaba con su amado Florian. Luego a un rojo apagado, sucio, como el de un viejo pañuelo con la trucha de los Tully que había visto en las habitaciones del Señor y la Dama de Invernalia cuando era una niña. Por fin, cuando pasó al amarillo que recordaba a las llamas de las velas que ardían al anochecer, salió de su estupor. Con dificultad apartó la vista de la ventana y se levantó de su cama, sus miembros tiesos por tantas horas sentada. Su cuerpo se resentía con ella por el maltrato, pero a su mente no podía importarle menos. Estaba muy ocupada por sus pensamientos.

Se llevó las manos a la cabeza, evocando las últimas horas, que habían pasado en una bruma. Recordaba sentarse allí, escuchando a Lord Royce, a su primo, y finalmente a Lady Waynwood hablar; veía sus labios moverse, las palabras entraban en sus oídos, pero no podía entenderlas. Su mente estaba tan conmocionada por las palabras de Lord Yohn que no podía enfocarse. Por fin, cuando los señores terminaron de hablar, acordaron sin mucho esfuerzo que lo mejor sería que descansara un poco. Aún conmocionada, se dejó llevar a sus habitaciones.

Fue solo cuando estuvo sola que empezó a recordar el significado de las palabras que habían usado, y su propósito: explicar que las cartas llegadas estaban atestadas de detalles que la persona que las escribía solo podría saber si hubiera estado con los destinatarios de las cartas.

Detalles sobre la estancia de su madre en el Nido de Águilas años atrás: de la apariencia del caballero de la Puerta cuando los dejó entrar y las palabras exactas que usó para ello, de las otras personas presentes en el castillo, de las palabras que habló con ambos Royce, de los campeones en el juicio por combate que tuvo lugar en su estancia, ¡incluso de las palabras de Tyrion Lannister cuando se fue y de una bolsa de oro que entregó a un carcelero!

Sansa sabía que los señores aún discutían en las profundidades del castillo, opinando, debatiendo, argumentando y discutiendo sin cesar. Sirvientes y guardias estarían esparciendo chismes, y por ellos las primicias no tardarían en correr por todo el Valle y más allá. Su tía estaría enfurruñada en algún rincón del castillo, murmurando quién sabía que sobre su madre y, si pensaba que las cartas eran una farsa, diciendo barbaridades contra el responsable de ellas.

Jon.

Jon no tenía medio alguno de saber tantos detalles concernientes a la visita que su madre había hecho hace años, llevando al pequeño Lannister como rehén. Y más allá de los rumores e historias tontas que afirmaban que el bastardo de su padre era un hechicero, Sansa sabía que no era el caso, no con las cartas. Ni con la mano que las escribía.

La mano de su madre.

Cogió la carta enviada a Lord Yohn, que le había cedido antes de que la llevaran de vuelta a sus habitaciones. La apretó contra su pecho, imaginando que podía sentir el calor de la mano de su madre mientras rozaba el papel, escribiendo las mismas letras en las que preguntaba por su hija, por ella.

No se dio cuenta de que estaba llorando hasta que las lágrimas cayeron sobre sus manos, amenazando la carta entre ellas y su pecho. Respiró hondo, y aunque las lágrimas no se detuvieron, se calmó lo suficiente para pensar.

No en su madre.

En Jon.

"¿Sabes que estoy aquí, Jon?" pensó, aunque estaba segura de que si lo hacía "¿Mi madre es tu rehén para asegurar que no hago nada contra ti?" los bastardos eran seres sucios y bajos; ninguna perfidia o maldad era excesiva para ellos "Mi madre dijo que no puedo confiar en ti; y no lo haré. No conmigo, y menos con ella" eso era lo único que era seguro.

Tenía que proteger a su madre. Ella era lo último que le quedaba. No había sabido que aún la tenía, pero ahora lo hacía, y no la perdería. No a ella.

Necesitaba llegar al Norte. Convencería a los señores de que la apoyaran ahora que Jon se alejaba hacia el sur (por ella, que se quedara allí para siempre. Que vagara con sus salvajes haciendo lo que le diera en gana, siempre que dejara a su madre e Invernalia en paz). Una vez que estuviera en el Norte se haría cargo de Invernalia y de su madre. Los protegería igual que había hecho su padre.

"¿Pero y si vuelve? ¿Y si Jon regresa al Norte y busca reclamar lo que no es suyo?" una voz susurró en su cabeza.

Necesitaría ayuda….y los caballeros del Valle podrían dársela. Royce, Redfort, Corbray, Templeton, Grafton. Debía trabajar más, para convencerlos más allá de todo pensamiento de que respaldaran su reclamo por el Norte. Jon no podría hacer nada si los caballeros del Valle la defendieran. Sus salvajes no podrían hacer nada contra caballeros, igual que en las canciones. Los caballeros siempre les ganaban a los salvajes.

"Lord Petyr ayudará. Era un gran amigo de mi madre" la conmoción que había visto en él cuando Lord Yohn le había explicado las cartas era prueba de lo afectado que estaba por la noticia; casi tanto como ella "Seguramente quiere salvarla al igual que yo"

Ella lo haría. Salvaría a su madre; a como diera lugar.

Bran

Los muertos eren seres aterradores; Bran los había temido desde que era solo un niño, acurrucándose con una manta hasta la barbilla, sus hermanos y hermanas a su alrededor mientras la Vieja Nan les contaba historias de terror.

Pero las historias eran solo historias; seguía estando rodeado de sus hermanos y hermanas, en Invernalia, a salvo, mientras las oía.

Ahora, no contaba con nada. Ni Invernalia, ni sus hermanas, ni sus hermanos. Solo estaban él y sus compañeros y los muertos que los perseguían, y ocasionalmente atacaban.

Como ahora.

El cadáver, vestido sin más que harapos corroídos, cargó contra él con una daga en alto, seguido por otro con una lanza que buscaba empalarlo de lado a lado. A veinte pasos, uno de ellos cayó con una flecha en la frente. A diez pasos, Meera se interpuso en el camino del otro, desviando el arma de su oponente antes de empalarlo con la suya propia. El ser cayó como una pila de huesos en frente de la chica Reed, que antes de hacer nada fue atacada por otro y se perdió de su vista.

Le hubiera gustado salir, correr a ayudarla. No habría deseado nada más. Pero no podía. Era un tullido…..y estaba escondido dentro del tronco hueco de un árbol caído, dónde lo habían metido al sentir que llegaban los muertos.

Un muerto cargó, una mano huesuda en la que faltaban tres dedos entrando para agarrarlo con uñas sucias y largas, pero antes de que pudiera hacer algo más que encogerse el ser fue arrastrado lejos de él; detrás, Verano había cerrado las mandíbulas en torno a la pierna y tiraba para alejarlo de él.

Había gritos; el sonido de cuerpos cayendo. Los Hijos del Bosque hablaban en una lengua extraña, y podría jurar que escuchó el rugido de un oso, pero no podía ver a tal bestia. Los muertos chillaban de una forma inhumana, como un animal que al mismo tiempo estaba moribundo, pero llenos de peligro.

Por fin, sin embargo, los sonidos se detuvieron casi del todo, y Bran asomó el rostro fuera del tronco. Un esqueleto, o más bien la mitad superior de él, se giró y empezó a arrastrase hacia él, los ojos azules mirándolo fijamente. Pero antes de que lograra acercarse un poco a él, una lanza clavada en el torso lo dejó inmóvil.

Hoja retiró su arma y lo miró con el ceño fruncido. Pero antes de poder decir nada Meera corrió hacia él y tiró para sacarlo del tronco. La ayudó como pudo, y no se negó cuando ella lo acercó y lo abrazó; envolvió sus brazos alrededor de ella y disfrutó el calor de su cuerpo, tan diferente a la frialdad de la nieve que rodeaba todo lo que veía.

"Ella es calidez en medio de tanto frío" pensó, apretando más los brazos.

"Debemos irnos" la voz de Hoja lo devolvió a la realidad, y al parecer también a Meera, que fulminó con la mirada a la Hija del Bosque por un momento antes de asentir y correr en dirección al trineo, que había sido volteado en la lucha.

Los cuerpos poblaban el pequeño claro del bosque en el que fueron atacados; cuerpos en descomposición esparcidos por todo el lugar. Los Hijos del Bosque habían perdido a dos más de los suyos; la mayoría de los que quedaban miraban en silencio y con pesar a los muertos. Uno lloraba en silencio, los ojos como los de un gato dejando salir lagrimas mientras miraba a uno de los que habían muerto.

"Ya son cuatro los perdidos, en tres ataques" pensó Bran, recordando sus nombres "Ceniza, Bellota, Aguja…y Hodor"

Hodor no peleaba; nunca lo hizo. Ni siquiera lo había hecho en ese primer ataque, cuando los muertos fueron más numerosos. Nadie le había querido contar los detalles, pero eso no lo hizo mejor. Bran sintió como las lágrimas amenazaban con caer, y se consoló en el hecho de que al menos Hodor no volvería como un muerto; Hoja le aseguró que quemaron el cuerpo detrás de él luego de que volvieran al camino.

"Debemos irnos" repitió Hoja, mirando a sus compañeros "Hay que seguir, antes de que regresen" unos con más rapidez que otros, volvieron a ponerse en marcha. Tres de ellos lo ayudaron a subir al trineo y luego con la ayuda de otro tiraron de las sogas que estaban atadas a la parte delantera. El artefacto empezó a moverse por la nieve, y los demás Hijos del Bosque lo rodearon. Meera iba detrás, sin dejar de mirar alrededor y con la mano apretando su lanza con fuerza.

El camino prosiguió, siempre hacia el sur. El bosque siguió rodeándolos, en ocasiones bajando a un pequeño valle o a un arroyo, y otras veces subiendo con las pequeñas colinas. La nieve lo cubría todo de blanco, y el frío ya era tal que el agua que contemplaron en un arroyo que cruzaron estaba totalmente congelada; ni una gota los salpicó mientras caminaban por el hielo hasta el otro lado.

El sol, pálido y moribundo, acababa de iniciar un lento descenso cuando Hoja se acercó a él.

"Detendremos las lecciones por hoy; estamos cerca del Muro" dijo en su voz suave y fina "Cuando lo hayamos cruzado, podremos seguir en ellas" le informó.

Bran solo asintió; no sabía que más decir.

"¿Cuándo llegaremos?" preguntó Meera, cautelosa.

"Mañana a esta hora, a lo sumo" informó la Hija del Bosque en voz más baja.

"¿Y cómo cruzaremos al otro lado?" preguntó Bran. No iban a escalar; no él, al menos.

"Igual que llegaste a éste" fue la respuesta.