Hola gente. Acabo de llorar de tristeza. Me fue mal en un examen, y a causa de ello mis estudios se alargan UN AÑO MÁS. Que yo llore (cuando no lloró desde que salí del vientre de mi madre) les da una idea de lo m****a que estoy hecho.
Y todo por una profesora que es la maldad hecha ser (dudo que humano) y la maldición de mi existencia. Imaginen a la persona que más les haya j****o la vida y se darán una idea de a que me refiero. Y no lo digo en broma; va bien enserio.
Les mando un capítulo doble, porque hace poco fue mi cumple y ese es mi regalo para uds. Esta vez de verdad me ayudaría que mandaran mensajes: estoy hecho m****a (como aclare arriba) y sus mensajes, con algo de fe, me levantarán el ánimo.
Abrazos, besos, bendiciones, y EXITOS a todos los que lean esto.
Disclaimer: todo lo que puedan reconocer pertenece a G.R.R. Martín. Yo solo lo uso para entretenerme y tratar de entretener a otros.
Ygritte
Las hogueras ardían en el interior del castillo desde el amanecer hasta más allá del anochecer; el humo se elevaba hacia el cielo sin pausa, y las visiones de hombres y mujeres con los brazos cargados de leña en camino a las fraguas ya eran una vista común.
Ya no se forjaban armas; en cambio hacían clavos, tornillos, bisagras, láminas de metal, anzuelos, cabezas de martillo, sierras, azadones, palas, soportes para antorchas y velas, y una infinidad de otras cosas que no servirían de nada en un campo de batalla, pero si para crear una ciudad y mantener a los que vivieran en ella.
Una ciudad….Ygritte nunca había visto una, pero mentiría si dijera que no le atraía la idea de hacerlo. O de tomar parte en su construcción.
Los mensajes hacia el Último Hogar y el Agasajo habían salido hace muchos días: fuertes cuervos para el castillo y jinetes experimentados sobre veloces corceles para el campamento, informando las órdenes de Jon.
Pronto, tendrían una oleada de personas llegando desde el Norte; Jon no esperaba menos de veinte mil de ellos para asentarse en las tierras que ofrecía.
"Y la cantidad de tierras crece" pensó, recordando lo que le quitaron a Lady Cerwyn "Más tierras, más gente para asentar"
Con la preparación para las personas que llegarían desde el norte, las actividades se habían incrementado. La mayor parte de la guarnición dejada por Jon estaba avocada a la tarea de preparar el terreno, y dirigidos por los norteños que sabían algo al respecto, habían empezado a construir casas rudimentarias de distintos tamaños y formas. También erigían establos para los caballos y corrales para los rebaños. Por no mencionar el trabajo de moler piedras y usarlas como grava para hacer caminos más estables en torno a Invernalia.
Además, se habían empezado a cavar más pozos en las afueras del castillo para asegurar una dotación de agua suficiente para todas las bocas que vendrían pronto. Esta tarea en particular se había dejado a los hombres de Cerwyn que esperaban los rescates de su señora por ellos antes de poder volver a casa; más allá de insultos, hasta el momento no había pasado nada entre ellos y los otros, por lo que Ygritte estaba agradecida.
Pero los trabajos en los alrededores del castillo no eran lo único en que se ocupaban. Con la ayuda de varios hombres con algún conocimiento al respecto, una gran cantidad de guerreros devenidos en constructores había partido hacia el Cuchillo Blanco, dónde intentarían reparar un viejo muelle para recibir las provisiones que empezaban a llegar desde el hogar de los Manderly. El lugar había sido descuidado luego de que el Joven Lobo fuera a la guerra, y destruido por las crecidas del Río más de un año después, mientras Jon marchaba hacia Invernalia. Lo accidentado del desembarco de los primeros botes que traían provisiones los habían convencido de la necesidad de repararlo; la comida era una prioridad.
Los hombres del ejército dejado a Galbart Glover ayudaban cuando podían, pero su principal tarea consistía en guardar a los prisioneros y vigilar que no escaparan. Y no podrían hacerlo por mucho más tiempo; los refuerzos que esperaban de Bosquespeso no estaban a más de una semana de distancia, y cuando los tuvieran sería hora de que marcharan a la Ciudadela de Torrhen. Al menos, cuando lo hicieran, se llevarían a los Frey a los Bolton supervivientes; formaban casi las dos terceras partes de los prisioneros.
"La paz no es muy diferente a la guerra" pensó, cansada. No dormía mucho desde que Jon se fue "No, si es diferente. En paz, Jon estaría aquí conmigo. Con nosotras" y por nosotras se refería a sí, a Catelyn y a la pequeña niña que en esos momentos estaba frente a ella.
Desde el banco dónde estaba, tejiendo una nueva cuerda, miró con diversión mientras su hija seguía intentado ponerse en pie. Usando sus manos como apoyo se puso en pie un momento, pero al tratar de erguirse perdió el equilibrio y cayó sobre su trasero cubierto de pieles con un ¡pop!. Llevaba varios intentos, y todos frustrados.
A su alrededor, otras mujeres de las lanzas que también trabajaban miraban divertidas a la niña.
"Muy pronto estará corriendo" le aseguró una de ellas, una nieta de Ygon Oldfather cuyo nombre no recordaba, con una sonrisa.
"No lo suficientemente pronto. Se hace pesada" le respondió. Minisa crecía cada vez más, y era inquieta. No era fácil cargarla como cuando recién había nacido.
"Deberías preocuparte por sus ojos más que por sus pies" dijo Munda, que como ella trabajaba en una cuerda. Sus manos eran bastante habilidosas "Con ese color, en unos años atraerá a los hombres de a cientos" concluyó con una sonrisa.
Aunque era una burla, Ygritte no la discutió. Era la verdad, después de todo. Los ojos de su hija ganaban brillo y color con cada día. Era a esas instancias absurdo discutir que serían de un color púrpura intenso, como las gemas preciosas.
"Lo dudo, Munda" replicó Assia, que molía unas hierbas en un mortero sobre una mesa cercana "¿Quién crees que será tan idiota para perseguir a la hija del Rey?" preguntó, mirando a la hija de Tormund con las cejas arqueadas.
"Tiene un punto" concedió Ygritte en sus pensamientos. La costumbre de robar mujeres era que la familia de la misma, si la tuviera, la defendiera. Pelear contra un hombre con un lobo huargo no era una idea sensata. Pelear con un hombre bueno con la espada tampoco lo era. Y Jon era un hombre con un lobo huargo muy grande y una habilidad con la espada sin par "Falta mucho para eso" se reprendió luego de un momento. Su hija aún luchaba para incorporarse; los hombres eran lo último en su cabeza, estaba segura.
Al parecer, su hija había desistido de intentar ponerse en pie. Momentáneamente al menos. Se acercó gateando a ella, su rostro casi tapado del todo por sus mechones rojizos cuando se aferró a sus pantalones para incorporarse luego sobre sus piernas inestables. Sonriendo, le apartó el cabello del rostro y se deleitó en esos ojos que la miraban con emoción. Minisa parpadeó y le sonrió, su boca abierta haciéndola soltar una risita al ver el tímido afloramiento del primer diente de su pequeña.
"¿Hambre?" le preguntó, pero obviamente su hija no le respondió, solo soltó una risita. Se llevó un dedo a la boca e hizo un gesto exagerado de morderlo, como si se lo estuviera comiendo. Minisa aplaudió, emocionada, pero al soltarse de ella perdió el equilibrio y cayó sobre su trasero. La miró desde su escasa y sentada estatura, como ofendida con ella por haber caído "Espera" le dijo entre risas, dejando la cuerda a medio hacer sobre sus piernas y estirándose hasta una mesa cercana, dónde una fuente de madera con frutas y un cuchillo se asentaban.
Tomó una manzana silvestre y el cuchillo. Cortó una diminuta rodaja y se la dio a su niña "No intentes tragarla" le dijo. Minisa solo le sonrió antes de empezar a chupar la rodaja, encantada.
"Pásala" la llamó la voz de una de las mujeres que ayudaban a salar trozos de carne, haciendo un gesto al resto de la manzana.
Ygritte le dio un mordisco propio a la fruta antes de arrojarla; la mujer la cogió con la mano limpia y le dio una mordida propia mientras Ygritte saboreaba la dulzura de la manzana en su boca, antes de que otra pidiera la fruta. Arrojada de una mujer a otra, la manzana no tardó en desaparecer. La rodaja de Minisa se rompió por la presión de sus labios y la cantidad de saliva de bebé.
Catelyn
Con un suspiro, Catelyn dejó otra de las notas que habían sido encontradas en el Fuerte Terror.
"Malditos Dustin" la Casa de Torre Túmulo tenía bastante que responder. O más bien, la Viuda de Fuerte Túmulo. No es que al final supusiera ninguna diferencia "Jon no exagera en cuánto a su castigo"
Miró hacia el extremo más lejano del escritorio, dónde una roca puntuda estaba presionada sobre una carta, o al menos un intento de carta.
Había sido precisa y meticulosa en las cartas que había escrito y enviado al Valle. Se aseguró de ser explícita en ellas, preguntando por Sansa pero también haciendo hincapié en cosas que recordaba de su aventura en las tierras juradas a la Casa Arryn; había estrujado sus recuerdos durante largas horas, buscando detalles en los eventos ocurridos hacia años. Al final, había producido tres cartas con las que había estado satisfecha.
Fue la cuarta la que demostró ser tan incordiosa que al final había renunciado a terminarla. Optando en cambio por mencionar a la destinataria original de la misma en las otras tres, ofreciendo buenos deseos y saludos.
Los que eran para Lysa. Su…..hermana. Hizo una mueca sin darse cuenta; ni siquiera le resultaba fácil pensar en ella de esa forma. Una parte de ella hubiera querido quemar las otras cartas; las palabras dirigidas a Lysa por medio de los destinatarios de ellas se sentían falsas, escritas por alguien que ya no era ella.
Le deseaba buena salud a Lysa, cuando su hermana la había hecho escalar la montaña sobre la que se erigía el Nido de Águilas en la noche, arriesgando su cuello mientras ella dormía plácidamente.
Le deseaba largos años de felicidad en compañía de su hijo, cuando ella misma había sido una hija capaz de abandonar a su padre en su lecho de muerte y ni siquiera se había molestado en asistir a sus funerales.
Le enviaba las siete bendiciones que les habían enseñado en el septo cuando eran niñas, cuando llevaba años sin pensar en los Siete con verdadera Fe.
…la saludaba con afecto y la felicitaba por la paz que reinaba en el Valle, cuando la cobarde había abandonado a toda su familia, incluida ella, a merced de los leones.
"Mi señora" la voz joven y femenina la hizo abrir los ojos. La ira en su pecho fue relegada a un lugar dónde no intervendría por el momento. Asomando desde la puerta entreabierta, Jeyne la miraba insegura "He encontrado a vuestro tío y le he dado vuestro mensaje" le informó.
"Gracias, Jeyne. Acércate" le dijo, levantándose y haciendo un gesto a la niña, que entró y cerró la puerta detrás de ella "He escuchado que Beth y tú os habéis divertido un poco en las cocinas el otro día" señaló, sonriendo.
La niña se sonrojó "Fue un accidente. No pretendíamos hacer tropezar a nadie" dijo, una mirada arrepentida que la hacía parecer años más pequeña. La niña que fue en vez de la jovencita que era.
Catelyn falló en contener la risa que salió de su boca "Te creo. Pero yo me mantendría apartada de allí unos días" le aconsejó. La niña asintió con rapidez "¿Te apetecería un nuevo encuentro para coser?" invitó.
"Con gusto, mi señora" dijo la niña, sonriendo levemente "Beth ha estado preguntando si podría unirse a nosotros" añadió un momento después.
"Pues dile a Beth que empiece a pensar que quiere coser, porque nos veremos mañana luego del almuerzo" con esas palabras y una sonrisa, Catelyn despidió a la muchacha.
Aún se encontraba sonriendo cuando su tío entró a grandes zancadas, como siempre, armado y listo para una batalla. Con un saludo y un breve abrazo, lo invitó a sentarse.
"¿Una cerveza?" le preguntó, haciendo un gesto hacia una mesita dónde una jarra y varios vasos se hallaban. Cuando su tío asintió, llenó dos vasos antes de entregarle uno y sentarse en el borde del escritorio con el otro. Su tío bajó el vaso luego de dar un trago y la contempló con una ceja arqueada.
"Debemos hablar, y es importante" tomó un trago para darse valor y luego lo soltó "Han llegado rumores de Sansa en el Valle, al cuidado de Lysa"
Su tío se incorporó de un salto, la taza en su mano oscilando peligrosamente por lo enfocado que estaba en sus palabras.
"¡Tenemos que actuar ya! ¡Iré por ella y…." sorprendentemente, su perorata se detuvo cuando ella alzó la mano en un gesto suplicante por que esperara.
"He enviado cartas al Valle. A Lord Royce, a ser Donnel Waynwood y a Ser Néstor. Las he firmado con mi nombre y he preguntado por Sansa. Espero su confirmación antes de hacer nada más"
"Son hombres buenos y honorables, Cat, pero ¿por qué van a responderte?" su tío apretó la mandíbula "No creo que haga daño preguntar, pero ¿y si no creen que seas tú? ¿Y si piensan que es un truco de él?" no hacía falta decir a quién se refería. Hablaba de Jon.
"Les he escrito dando detalles del viaje que hice al Valle, cosas que solo ellos y yo sabíamos. Espero que baste para convencerlos de que en verdad soy yo" en eso se fundaban sus esperanzas, en verdad. No era mucho, pero era algo a lo que aferrarse.
"No estoy tan seguro" contradijo su tío, su ceño fruncido. Tomó un trago más de su taza antes de seguir "Aunque se convenzan de que eres tú, pensarían que estás siendo coaccionada para escribir las cartas. Buscando información sobre tu hija para alguien más"
No debía pensar mucho para saber a quién se refería el Pez Negro.
Jon.
"Si busco a Sansa es por mí; no por nadie más" le aseguró, aunque no hacía falta "Quiero a mi hija devuelta" esa era la verdad, llana y simple.
"Si me dejaras ir…."
"No" cortó a su tío sin dudar "Tú no conoces a Sansa y ella no te conoce a ti. Un viaje al Valle no podría confirmar nada, y tengo mis motivos para creer que podría haber algún tipo de engaño"
"Los señores del Valle no son engañosos, Cat. Los conozco: he combatido y convivido con ellos. Son hombres de bien, y honestos" aseguró su tío.
"Te creo" dijo Catelyn "Y sé que los conoces: por eso quiero pedirte algo" le informó.
"Que me dé a conocer con ellos. Que sepan que estoy aquí. Y que les confirme que tú también estás aquí" su tío tenía un tono de certeza absoluta mientras hablaba.
Sonrió, complacida con su tío "Veamos quién se atreve a dudar de la palabra del Pez Negro" bromeó, sabiendo que la reputación de su tío era imposible de refutar.
"Tu plan tiene mérito" concedió su tío, antes de que su ceño se profundizara "¿Pero qué esperas ganar con ello? Cat…aún si creen que estamos aquí y confían en que no le haremos daño a Sansa, no la pondrán simplemente en un barco rumbo al Norte. Exigirán venir con ella, o enviar una fuerza considerable para protegerla. No renunciarán a su seguridad solo por unas cartas"
Sabía que su tío decía la verdad; no podían esperar que Sansa llegara sola del Valle para encontrar un Norte muy diferente al de Ned Stark. No sin garantías.
"Si logramos convencerlos de que somos nosotros, y desean enviar a Sansa con escolta hacia el Norte...lo permitiremos" concedió "Dejaremos que vengan. Si el precio de que Sansa vuelva es que traiga al Valle con ella, lo aceptaremos" afirmó.
Su tío había endurecido la mirada aún más "¿Qué opinarán la mujer del nuevo Rey y Galbart Glover al respecto? Ambos tienen ejércitos. Sobrina, si uno de ellos hace algo contra….."
"Glover no hará nada sin la orden de Jon. Si se queda atrás es para luchar contra los calamares, no contra Los Caballeros del Valle" le aseguró, esperando que su tío no insistiera en el caso de Ygritte.
No tuvo suerte "¿Y la tal Ygritte?" replicó, cruzando sus brazos.
"Hablaré con ella. La convenceré de la necesidad de esto" el resoplido de su tío dejaba muy en claro lo que opinaba de hablar con Ygritte "Lo haré, tío. Ella no es intransigente. La puedo convencer" afirmó, aunque una parte pequeña, diminuta, de sí misma, dudaba lograrlo.
"Ygritte me ama. Me escuchará" pensó, sabiendo que era la verdad. Y aun así….. "¿Permitirá que desconocidos armados estén cerca de Invernalia? ¿Cerca de su hija?" a la mente de Catelyn llegó el intento de asesinato en el Agasajo "….podría enojarme si dice que no?" no lo sabía, pero comprendía perfectamente ese temor primario por una hija. Eso era lo que la impulsaba a seguir buscando la verdad sobre si Sansa estaba en el Valle: el deseo, la necesidad, de buscar a su hija y ponerla a salvo.
"Escribe las cartas, tío. Luego de que las enviemos, y se confirme que Sansa está con Lysa, hablaremos más al respecto" no quería obsesionarse más de la cuenta con esto. No otra vez.
Jon
Una nevada había caído la noche anterior; la nieve había caído con más fuerza que nunca antes, enterrándolos hasta las pantorrillas. Los caballos habían debido recibir mantas, mientras que los hombres se habían acurrucado juntos dentro de las tiendas o en el exterior, cubiertos con sus capas, mientras buscaban calor entre sí o en las hogueras. Los afortunados habían tenido una mujer de las lanzas para ayudarlos a calentarse (en más de un sentido, sospechaba) mientras que los más audaces habían buscado calor recostándose contra los mamuts y sus inmensas abismales cantidades de pelaje. Los gigantes habían fruncido el ceño pero no habían llegado más lejos.
Jon no iba a informarles de unas pocas bromas que habían circulado en el campamento, sobre comerse a las grandes bestias y hacerse capas y gorros con el pelaje. No creía que les hiciera gracia.
Jon mismo había pasado la noche envuelto en su capa y cubierto con una piel de oso blanco hasta la línea de su cabello, sus ojos fijos en el interior del cálido material y sus pensamientos en sus mujeres.
Ygritte. Catelyn. Minisa.
"Minisa" sus manos picaron, recordando la suavidad que sentía cada vez que tocaba a su pequeña. Ese hermoso cabello rojo que había heredado de Ygritte, esa piel blanca como la nieve recién caída, esos ojos… "Ojos morados" ese era el color, ya era obvio. Su hija tenía los ojos morados "¿Son los de mi madre? ¿Mi hija tiene los ojos de mi madre?" eran ojos hermosos.
Se preocupaba especialmente por Minisa; el invierno era duro con todos, y los niños pequeños no eran una excepción.
"Estará bien" se repitió más veces de las que podía contar "Está en Invernalia. Ygritte y Catelyn están con ella. Tiene comida, refugio, abrigo y un fuego mejor que yo. Estará bien" habían sido sus últimos pensamientos antes de caer en brazos del sueño.
Con la llegada del día el sol había asomado entre el cielo nublado, descongelando barbas y dedos y revitalizando a su ejército. Fue despertado por sus guardias y comió gachas recalentadas y pan mientras veía a los suyos levantarse y comer entre bostezos y miradas llenas de sueño. En poco tiempo ya habían vuelto a embalar sus pertenencias y marchaban por el Camino Real, en dirección sur.
Si confiaba en los norteños más experimentados y en sus exploradores, estaban a doce días de Foso Cailin.
"Luego del Foso, el Cuello. Luego del Cuello, las murallas de Los Gemelos. Y luego de las murallas, llega el invierno para la Casa Frey"
Val
Observó con atención mientras los hombres tiraba con todas sus fuerzas, lo mismo que los 3 gigantes que iban con de ellos. Detrás, la carga se movía lentamente.
El día anterior los lacustres habían llegado con una noticia interesante: un pequeño grupo de alces había sido encontrado en los límites de los pantanos, separado de un rebaño más grande que estaba más lejos al norte. La carne fresca no era algo para despreciar, por lo que había pasado buena parte del día con un grupo de 50 jinetes cazando. Para cuando los recolectores habían llegado con carretas y trineos para recoger las presas, tenían once animales adultos muertos y listos para transportar. Val misma había derribado a uno y perdonado a otro, una cría, eligiendo espantarla en la dirección que el resto de la manada.
"Si matas a las crías, luego no crecerán para recomponer la manada" dijo cuándo le cuestionaron porqué.
Esa noche se dieron un festín, o lo más parecido a un festín, dadas las circunstancias. La carne de alce era suave y abundante, y los animales bastante gordos. Mezclado con las provisiones y algo de cerveza de los lacustres no era una comida a despreciar.
Ocupó un lugar frente a una fogata, no muy lejos de dónde un cuerpo de alce ya desollado era girado lentamente sobre las llamas, que chisporroteaban con la grasa y los jugos que caían sobre ella.
Uno de los lacustres la había encontrado durante la cacería, trayendo noticias de Reed. Al parecer, el cerdo Frey que tenía prisionero se había roto. Estaba desesperado por la libertad, tanto que ofrecía revelar todo lo que sabía a cambio de que lo dejarán marchar ileso. Sus súplicas tenían la cantidad justa de deferencia y servilismo, según el mensajero de Howland Reed.
"¿Qué podría decirnos que no sepamos ya?" pensó, comiendo "¿Qué información puede ser tan valiosa como para que lo dejemos irse?" mentiría si no dijera que le daba curiosidad.
Garlan
No había podido partir de Desembarco del Rey con la suficiente rapidez; había luchado por no espolear a su caballo y hacerlo galopar tan pronto como estuvo sobre él.
Acabar por fin con todas las malditas ceremonias de la Fe había sido el alivio más grande que había experimentado en mucho tiempo. Tanto así que la primera noche había insistido en seguir marchando hasta que los hombres estaban cerca del agotamiento por el sueño y el cansancio. Solo entonces, cuando estaba seguro de que ningún mensajero del maldito Gorrión Supremo podría alcanzarlos para informarle de la repentina disposición de otros siete días de ceremonias inútiles que solo los retrasarían, ordenó que se detuvieran y levantaran el campamento.
Como correspondía a la caballerosidad y a su puesto como comandante, cada noche invitaba a los principales señores y caballeros del ejército a su tienda, dónde comían alimentos frescos y bebían el vino suficiente para relajarse luego de una larga marcha. Garlan mismo bebía poco, optando por centrar su atención en las conversaciones de los otros comensales y de esa forma conocer su carácter.
Estaba Ser Devan Lannister, un primo de la Reina Cersei. Los ojos verdes y el cabello largo y la barba poblada, ambos de color dorado, acabarían con cualquier duda sobre si tenía sangre de león o no: de hecho, todo el cabello le daban un aspecto más leonino. Era el comandante de las tropas Lannister de su ejército, un título tácito que obtenía como el Guardián del Occidente, el mando militar más grande en las Tierras del Oeste. Era poco mayor que el propio Garlan, un caballero respetable en las justas y los combates cuerpo a cuerpo, aunque su experiencia de batalla no se extendía más allá de su contribución a la captura de Aguasdulces. Garlan sabía que el padre de Ser Daven, Ser Stafford Lannister, había sido asesinado por los norteños en la guerra: si había que creer en los rumores fue Lord Rickard Karstark quién lo empaló con una lanza de lado a lado. Si ese fuera el caso, entonces el Joven Lobo había arrebatado la venganza a Ser Daven al asesinar a Karstark. Pero la resolución de Ser Daven de combatir no flaqueaba por ello; era un hombre comprometido con la lucha que se avecinaba, y Garlan estaba agradecido por eso. Detrás de él, su escudero se mantenía firme, su pecho mostrando orgulloso el árbol en llamas de los Marbrand.
Otro de los comensales era Ser Lyle Crakehall, el segundo hijo del señor de Refugio Quebrado. Ser Lyle era un guerrero poderoso y verdaderamente temible con el hacha de guerra; Garlan lo recordaba bien de un torneo en Granmesa durante el reinado de Robert Baratheon. No parecía ser muy listo, pero la inteligencia no era un requisito para la lucha.
Menos corpulento que Ser Lyle, y mucho menos peludo que Ser Daven, era el hombre sentado a la izquierda de este último. Ser Forley Prester parecía un comerciante más que un guerrero. La placa de acero que nunca se quitaba arruinaba el efecto. Por lo que había apreciado de él, Ser Forley no tenía un pelo de idiota (ni ninguno en su cabeza calva): apenas detenida la marcha había ordenado rápida y eficientemente a los hombres más cercanos para que establecieran guardias y cuidaran de sus caballos. Veterano de la Primera Rebelión de Balon Greyjoy, el caballero había estado a cargo de un campamento en el primer asedio de Aguasdulces; su retirada rápida y eficiente cuando Robb Stark atacó por sorpresa fue lo que salvó a las fuerzas Lannister de una aniquilación absoluta. Garlan se recordó tenerlo en cuenta por si surgía necesidad de sus talentos.
Otros caballeros occidentales de noble cuna que no estaban presentes, pero de los cuáles era consciente, eran Leton Lefford, Alex Serrett, Manfred Banefort, Steffon Swyft, y Samwell y Rolph Spicer.
"Ojala esa escoria tampoco estuviera presente" pensó, luchando contra el impulso de escupir a las dos figuras al final de la mesa, los hijos de Genna Lannister, Lyonel y Walder….Frey. Era justo que no llevaran el nombre de leones, porque ninguno lo parecía. Intentó buscar algún parecido entre ellos y Ser Daven, pero era como comparar sangre con leche: solo uno es apropiado para un hombre. El mayor de ellos era el escudero del otro. Si era lo que le esperaba al llegar a Los Gemelos, entonces Garlan debería empezar a reconsiderar con mucha seriedad sus ansias de alejarse de la capital y la Fe.
Por fortuna, el resto de la mesa estaba ocupada por hombres más dignos.
Aún ocupados con Euron Greyjoy y los Hijos del Hierro, el Dominio había salido con fuerza para luchar contra el Norte en nombre del Rey, y especialmente de la Reina. Los caballeros y señores sentados a la mesa demostraban el compromiso con su causa.
Estaba Lord Garibald Shermer, un reputado comandante de caballería de la Rebelión de Robert que había servido en la vanguardia junto a Lord Tarly; con más de 40 años, era un hombre firme y decidido. El sigilo de su casa era un campo de clavos de aspecto oxidado, y estaba bien distinguible en la capa que había dejado en la entrada de la tienda.
Junto a Lord Shermer, se ubicaba el joven Branston Roxton. Heredero de su casa, con sus veinte días del nombre, pulcramente vestido y de modales irreprochables, era el epítome de la caballería. Su reputación solo se veía aumentada por su última adquisición; la espada de acero valyrio de su familia, Hacedora de Huerfanos, otorgada por su padre antes de que partiera a la guerra. Los hombres de la Casa Roxton no dejaban de repetir de manera incesante las hazañas que su futuro señor haría con la espada de su familia en contra de los salvajes y los norteños.
También presente estaba Ser Hugh Cuy, hermano del señor de Refugio del Girasol. Era uno de los pocos hombres en esa mesa en quién ya se había formado un juicio, y era de desconfianza. No porque fuera un cobarde, un mal comandante o peleador pobre, sino porque su primo había sido parte de la Guardia Arcoíris de Renly, y tras la muerte de éste Ser Emmon había sido asesinado por Loras en un ataque de rabia y dolor.
Garlan quería a su hermano, pero no podía evitar maldecirlo por su imprudencia, sobre todo en esa noche condenada de los dioses.
Junto a ser Hugh se sentaban tres hermanos, todos caballeros. Ser Ecbert, Ser Gunthor y Ser Avec Meadows. Buenos espadachines, con el vigor de la juventud y una especial capacidad como justadores de torneos, eran hombres que estaban lejos del linaje principal de su casa, por lo que no sería descabellado que buscaran tierras o títulos propios para tener un patrimonio. Garlan sabía que buscarían su favor, o en su defecto el de Ser Devan; después de todo, el oro de los Lannister podía tentar mucho.
Otros caballeros de la nobleza del Dominio que no estaban presentes eran ser Robin Mullendore, Jon Peake, Robert Ashford, Denys Graceford y Emmon Costayne.
Y también estaban sus parientes. Nada menos que 4 Tyrells de las ramas menores de su Casa lo habían acompañado. Lionel, Rickard, Raymund y el pequeño Luthor. Todos eran primos lejanos de su casa: sus hijas y hermanas eran las damas de compañía de Margaery. De todos ellos, solo Lionel tenía el título de caballero, pero todos compartían los sueños de la gloria y el honor que esperaban ganar en batalla contra los salvajes del Norte.
Cuando finalmente llegó la hora de despedirse y encaminarse a su tienda, lo hizo con aplomo. Estaba cansado. Saludando a los guardias que flanqueaban la entrada, cruzó. Dentro, solo su escudero estaba presente, ocupado en pulir una de las piezas de su armadura, una greba.
Alyn Ambrose era el joven heredero de su casa; de aprendizaje veloz en el patio de armas y con una capacidad digna como jinete, el muchacho era una promesa como futuro caballero. Garlan se había prometido observarlo con especial cuidado en esta campaña; si se desempeñaba bien contra los salvajes y los norteños, podía obtener sus espuelas y volver a casa como un Ser.
"Mi señor" saludó en el instante en que lo vio, dejando su trabajo en el banco y levantándose con rapidez, esperando una orden.
"Siéntate, Alyn" le instruyó. El muchacho obedeció mientras Garlan se sentaba en el borde de su catre y empezaba a quitar sus botas "Partiremos pronto. Deberías dormir un poco" le aconsejó.
"En cuanto haya terminado con esto, señor" dijo, limpiando con más energía una mancha en la greba.
El muchacho era muy atento a sus deberes, uno de las características que lo hacían buen escudero "Procura dormir. Mañana seguiremos marchando" dijo, antes de recostarse en su catre.
Pronto, estaba en los brazos del sueño.
Ser Garreth Flores
Era prescindible. Lo sabía; hacía años que ese saber se había implantado en su mente más allá de toda duda. Era un bastardo. Su padre, un caballero ungido perteneciente a la Casa Lyberr, una casa pequeña que compensaba en honor lo que les faltaba en suerte y riqueza. Su madre, una prostituta que era seguidora de una pequeña caravana de titiriteros que participaba en torneos, como en el que fue concebido.
Pero no le molestaba ser prescindible; al contrario, creía ser mejor como caballero justamente por ese hecho. No había recibido el título por tener un nombre importante o por tener parientes poderosos, sino por su propio esfuerzo. Era por el hecho de ser prescindible que sabía cómo luchar y matar; por ser prescindible había estado en la primera oleada de desembarco de las fuerzas Tyrell durante la Rebelión Greyjoy, cuando tomaron la isla de Monteorca. Por ser prescindible había estado en la línea de caballería frontal en la Batalla del Aguasnegras, dónde derrotaron a Stannis Baratheon.
Y estaba convencido de que era por eso era que lo habían mandado al frente de un grupo de cincuenta jinetes en la marcha del ejército al norte, como uno de los líderes de exploradores que serían los ojos del ejército.
Al final de su primer día de marcha, no había nada que reportar. Solo campos y planicies interminables. Algunos pastores cruzando el Camino Real con rebaños de ovejas y cabras, y más de unos pocos pequeños que tomaban el camino a Desembarco del Rey.
"¿De dónde venís?" sería la pregunta más obvia, pero la respuesta era aún más obvia. Eran ribereños; campesinos, pescadores, mercaderes, barqueros fluviales. Gente que se encaminaba hacia el sur, a tierras no tocadas, o al menos no tanto, por la guerra.
Interrogó a algunos, preguntando que podía esperar en las Tierras de los Ríos. Las respuestas no eran muy alentadoras, y una parte de él no pudo sino maldecir ante la situación que los esperaría al cruzar.
Pero no había punto alguno en quejarse. Solo podía cumplir con su deber, y esperar que eso fuera suficiente. Con un resoplido, azuzó a su caballo y siguió adelante.
