Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.


Me adjudicó todos los errores ortográficos y/o gramaticales que puedan encontrar a lo largo de la historia.


Capítulo 1

Un pinchazo de nostalgia me invadió al observar las cientos de luces y decoraciones navideñas adornando el pueblo entero. Aún no podía creer que estaba de nuevo pisando el suelo de Forks después de una vida de estar lejos.

Ilusionado como si fuese crío, bajé de mi ostentoso auto deportivo color gris rata. No combinaba para nada con el añejado y olvidado Forks.

Volteé hacia la chica de ojos verdes que me acompañaba y sujeté suavemente la mano para guiarla, caminé junto a mí hija hacia el único restaurante de comida italiana, recordaba bien la sazón de la señora Cope.

Apenas me adentré y ese olor inigualable inundó mi sentido del olfato.

Miré hacia los pocos comensales que ocupaban el lugar, estaba ansioso por encontrarme un rostro conocido, sin embargo fue en vano. Las pocas personas no aparecían en mi registro de recuerdos. Aún así fui amable y les sonreí sintiéndome en casa.

Estaba por sentarme. Fue que una mujer regordeta y de baja estatura salió a mi encuentro.

― ¿Edward Cullen? ―me señaló―. ¡Eres Edward!

La anciana me reconoció al momento que envolvía mi tórax en un fuerte abrazo.

― Señora Cope ―dije―. Es un gusto verla después de tantos años. ¿Cómo está?

― Mírame ―agitó las caderas haciéndome reír―, mala hierba nunca muere. Ah ―fijó los ojos oscuros en mi hija― ¿quién es esta hermosa jovencita?

Mi corazón se hinchaba de orgullo cada que mencionaban a mi chica favorita.

― Ella es Elise, mi hija.

Elise llevó unos largos mechones castaños detrás de sus orejas, sus mejillas se habían cubierto de un hermoso rubor.

― Un gusto, señora ―Elise mencionó―. Papá me ha hablado mucho de usted y su inigualable sazón.

Sonreí.

A sus catorce años no era nada cohibida, era una chica dulce, amable y muy servicial.

― Vengan aquí, merecen la mesa de honor ―tiró de la mano de Elise llevándonos a la mesa del fondo que era redonda y tenía butaca acojinable. Era increíble que todavía existiera esa mesa. Era el pequeño espacio que ocupabamos mis amigos y yo después de clases―. Tu padre debe recordar muy bien esta mesa ―dijo mirándome con sus ojitos cargados de lágrimas―. Has vuelto a casa, hijo.

Asentí con el nudo en la garganta.

»Pero dime ¿te casaste? ―continuó― ¿quién es la afortunada? Quiero conocerla.

Volteé a ver el rostro de Elise. Ella estaba tranquila, tanto, que sostuvo mi mano y le dio un apretón, ya no dolía hablar del tema. Elise había superado las preguntas acerca de Maria, al igual que yo.

― La madre de Elise murió en el parto ―revelé.

La señora Cope bajó su vista. Por su semblante sabía que se sentía avergonzada por tocar un tema delicado.

― No pasa nada ―mencionó Elise dándose cuenta del semblante desencajado de la señora Cope―. Llevo tiempo buscando una novia para papá ―mi hija dio un giro a la conversación logrando que la anciana sonriera.

― Oh, no dudo que la consiga hoy mismo ―alentó la señora Cope―. Por lo pronto para calentar la tripa les traeré el especial de la casa, crema de brócoli y el más delicioso pan de ajo que puedan probar en su vida.

Vi el paso lento de la anciana regresar a la parte trasera. Sus casi ochenta años la hacían caminar encorvada. Atrás habían quedado los momentos de velocidad con los que atendía a los comensales, no obstante permanecía en ella ese espíritu de bondad que siempre la catalogó.

― Te ves feliz ―Elise articuló sacándome de mis ensoñaciones―. Me gusta verte así y veo que por primera vez en mucho tiempo estas disfrutando estar lejos de tu absorbente trabajo.

Sacudí la cabeza. La señora Cope sirvió un tazón grande con crema de brócoli, simplemente cerré los ojos y me dispuse a degustar esa delicia.

Era médico pediatra en el Boston Children's Hospital. Lugar donde me he radicado desde hace diecisiete años que gané una beca para estudiar medicina.

Han pasado tantas cosas en mi vida desde que decidí que mi sueño era ser médico pediatra. Me debatí entre mi primer amor y seguir mis sueños. Considero que lo difícil no está diseñado para cualquiera. Creo firmemente que para nadie es fácil dejar su lugar donde creció, alejarte de padres, amigos y novia para buscar nuevos horizontes.

¿Cuántas veces no quise rendirme? Perdí el número de las tantas veces que llorando les dije a mis padres que no podía más… luego, muchos meses después llegó la resignación, me fui enamorando de mi carrera.

Y grandes cambios surgieron. Llegaron nuevas amistades, rostros nuevos que muchos cumplieron su misión y hoy no he vuelto a saber de ellos, otros tantos se quedaron como era el caso de Jacob y Tanya, mis mejores amigos y tíos de Elise.

También le di una oportunidad al amor. Apareció Maria con su seriedad e ingenuidad, llegó para hacerme saber que solo somos un poco más que un suspiro en este universo.

Un año después de habernos conocido la estaba despidiendo para siempre en un ataúd frío un día de septiembre. Me dejó una gran responsabilidad que me hizo comprender que cada día es un resurgimiento. Y que por mucho que no queramos la vida sigue su curso.

Pero hablemos de mis padres.

Ellos también se enamoraron de la ciudad. Un día decidieron quedarse a vivir en Boston y más nunca regresar a Forks, ellos nunca lo dijeron, pero fue obvio que quisieron estar conmigo para ayudarme en la crianza de Elise.

Ellos fueron parte esencial del desarrollo y bienestar de mi hija. Fuimos el equipo de tres más perfecto para que Elise estuviera bien.

Hoy siguen estando cerca y cumpliendo su función al pie de la letra.

Un olor delicioso a calabaza recién horneada se coló en mis fosas nasales haciendo que mis papilas gustativas salivaran. Conocía ese aroma.

― Oh, huele delicioso ―susurró Elise.

― Es de la panadería de al lado ―dijo la señora Cope, mirándome con una expresión curiosa que no supe interpretar―. Deberían ir porque esos flanes de calabaza tienen mucha demanda.

― Por favor, papá. Necesito comer un poco de ese delicioso aroma ―insistió Elise saliendo antes que yo.

Apenado le pagué a la señora Cope y salí detrás de mi inquieta hija, llevé las manos dentro de los bolsillos de la gabardina y caminé hacia la gran puerta roja con un gran letrero que rezaba «A sweet factory».

Mis piernas se debilitaron.

Ese nombre.

Sacudí nuevamente la cabeza e ingresé al lugar. El calor de lo recién horneado me cobijó. Era un aroma a hogar.

Me acerqué sintiéndome extraño y muy confundido. Elise hablaba con una chica lo que era muy normal en ella.

― Papá ven ―instó mi hija― prueba esta delicia, es flan de calabaza.

Elise se giró hacia mí. Mis ojos coincidieron con un par de expresivos ojos marrones ―mi corazón latió con fuerza en mi pecho y el nudo de nervios se instaló en mi panza.

La dependienta que la atendía era ella, la misma Bella Swan, mi exnovia.

Mi primer amor.


¡Hola! Soy yo de nuevo, te presento mi historia navideña. Estaré feliz si me das una oportunidad, ¿qué te puedo decir? Trata de esos amores que te impulsaron a mejorar y que por causas del destino no pudieron seguir contigo. Es una hermosa mezcla de emociones por reencontrarte con el amor de tu vida y buscar juntos su felicidad.

Para quienes celebrar les deseo una hermosa cena de acción de gracias.

Las invito a unirse a mi grupo de Facebook para que vean imágenes alusivas a cada capítulo.

Gracias totales por leer ❄