Capitulo 1 - Guardian de Rojo
Shirou despertó lentamente, sintiendo la suavidad de la vegetación bajo su cuerpo. Se incorporó con cuidado, notando una debilidad que le envolvía después de atravesar el portal. "¿Dónde estoy? ¿Por qué me siento tan débil?" murmuró para sí mismo mientras se esforzaba por mantenerse en pie. Cada paso era una lucha contra la sensación de mareo que amenazaba con derribarlo.
A lo lejos, vislumbró un pueblo que se extendía entre los árboles. Decidió dirigirse hacia allí en busca de respuestas y ayuda. El viaje parecía interminable, con cada paso sintiendo que sus fuerzas menguaban aún más. La fatiga y la confusión nublaban su mente mientras avanzaba penosamente.
Finalmente, casi sin energías llegó a la entrada del pueblo. Su visión se volvió borrosa, y su cuerpo no pudo soportar más. Se desplomó en el suelo, atrayendo la atención de los lugareños que se encontraban cerca. Entre la multitud, una joven destacó: una chica pueblerina de pelo rubio y con ojos color esmeralda.
La chica había salido en un simple mandado cuando se encontró con la escena. Observó con sorpresa a Shirou, decidida a ayudar. Se acercó con cuidado y lo examinó antes de tomar una decisión. "Debe de estar agotado. Necesita descansar", pensó para sí misma.
Con la determinación de hacer algo bueno por otra persona, la chica anónima se ofreció a llevar a Shirou a su casa para que pudiera recuperarse. La multitud exclamo. "¡El Hijo de la Profecía lo está ayudando, no se esperaba menos!", dejándolos solos en su camino hacia la modesta vivienda. A medida que lo guiaba, se preguntaba quién sería este forastero y por qué estaba tan debilitado.
La timidez de la chica se mezclaba con la curiosidad mientras cuidaba de Shirou. No sabía lo que le deparaba el destino, pero algo en ella le impulsaba a ayudar a aquel extraño.
La casa era sencilla pero acogedora, con muebles desgastados por el tiempo y detalles que mostraban una vida humilde. La chica ayudó a Shirou a recostarse en una pequeña cama, asegurándose de que estuviera cómodo.
El forastero aún se encontraba débil y desorientado, pero agradecido por la bondad de su anfitriona temporal. La chica, a pesar de su habitual timidez, comenzó a hablar con suavidad para calmar los nervios de Shirou. "No te preocupes, estarás bien aquí. ¿Quieres algo de agua o algo para comer?" ofreció con gentileza.
Shirou, todavía recuperándose, asintió con gratitud. Mientras la chica se dirigía a la cocina para buscar algo para él, Shirou observó su entorno. Las paredes de la casa estaban adornadas con simples pero encantadores dibujos y decoraciones que revelaban un toque artístico. "¿Esta es su casa?" pensó, algo intrigado.
La chica regresó con un vaso de agua y algo de pan, ofreciéndoselos a Shirou con una sonrisa amable. "Es lo mejor que puedo ofrecerte por ahora. Mi nombre Arturia Caster. ¿Y tú? se presentó tímidamente, esperando conocer el nombre de su inesperado visitante.
Shirou, agradecido por la hospitalidad, respondió: "Soy Emiya Shirou. Gracias por ayudarme, Arturia. Es un placer conocerte". dijo mientras pensaba en la suerte que tenia de poder encontrarla.
¿Puedo preguntarte cómo llegaste aquí? Nunca vemos muchos forasteros por estos lados", dijo Arturia con curiosidad.
Shirou, agradecido por la hospitalidad, decidió compartir una versión simplificada de su historia. "Estaba en un lugar distinto, y de repente me encontré aquí. Es un poco confuso para mí también", explicó, sin revelar demasiados detalles.
La chica, aún curiosa pero respetuosa, aceptó la respuesta de Shirou. Se sentó cerca, dejando que la conversación fluyera.
Shirou, al notar que se encontraba en un lugar desconocido, miró a su alrededor con cierta confusión. Arturia, la chica que lo había ayudado observaba con timidez sus propias manos, como si no estuviera segura de qué hacer a continuación. La habitación estaba llena de una luz suave que filtraba a través de las cortinas, creando un ambiente cálido y acogedor.
"¿Dónde estoy?", preguntó Shirou, sintiéndose un poco más fuerte después de haberse desplomado al llegar al pueblo. Arturia, con su expresión tranquila pero reservada, respondió: "Estás en el pueblo de Tintagel. Mi hogar...".
La puerta se abrió en ese momento, revelando a la madre de Arturia, quien entró con una sonrisa amable. "Me alegra ver que te sientes mejor", comentó. "Escuché que mi hija trajo a alguien herido, así que vine de inmediato". Sus ojos mostraban preocupación y hospitalidad genuina.
Agradecido, Shirou compartió sus sentimientos, "Sí, todo es gracias a Arturia. Fue la única que se acercó a ayudarme, y le estoy muy agradecido". Mientras hablaba, notó el leve sonrojo en las mejillas de Arturia, lo que le hizo sonreír internamente por la dulzura de ella.
Decidido a retribuir la amabilidad que le habían mostrado, Shirou agregó: "Por favor, permíteme devolverles el favor. Es lo mínimo que puedo hacer". La madre de Arturia algo pensativa sintió la honestidad del joven y asintió con una sonrisa, considerando la oferta con amabilidad. "Primero recupérate. Cuando estés listo, podrías ayudar a Arturia con algunos mandados". La sugerencia resonó en el aire, y Shirou aceptó la propuesta con gratitud.
Mientras la madre de Arturia y su hija salían de la habitación, Shirou se recostó nuevamente, reflexionando sobre el giro inesperado de los acontecimientos. Sus pensamientos se volvieron hacia el futuro incierto que le esperaba en este nuevo lugar, pero una determinación silenciosa comenzó a crecer en su interior.
Después de unos días, Shirou despertó sintiendo el frio de la humilde habitación en la que se encontraba. Aunque no estaba seguro del tiempo que había pasado, se sentía más fuerte y decidido a levantarse. Con determinación, se puso de pie y salió de la modesta habitación.
La cocina estaba llena de aroma a comida casera. La madre de Arturia, al notar la presencia de Shirou, lo recibió con una sonrisa cálida y amistosa. "Shirou, me alegra ver que te sientes mejor. Estuviste dormido por dos días", compartió la mujer mientras preparaba algo en la cocina.
Shirou, algo apenado por haber sido una carga, se disculpó: "Lamento los problemas que haya causado. Aprecio mucho su amabilidad". La madre, sin embargo, le restó importancia: "No te preocupes, cualquier persona en Tintagel estaría encantada de ayudar a alguien en apuros. ¿Quieres comer algo? Te prepararé algo para recuperar energías".
Agradecido, Shirou aceptó la oferta y compartió un momento agradable con la madre de Arturia. Mientras disfrutaba de la comida, aprovechó para preguntar: "¿Dónde está Arturia? Me gustaría ponerme al día y agradecerle por su ayuda". La madre, entretenida con la conversación, respondió: "Debe estar en la plaza del pueblo. Si quieres, después de comer, puedes buscarla y pedirle que te enseñe la ciudad".
Después de agradecer por la comida, Shirou y la madre de Arturia compartieron un momento tranquilo en la acogedora cocina. La mujer, sintió que era el momento y decidió sacarse sus dudas internas. Mientras ambos disfrutaban de la comida casera, ella comenzó a hablar sobre la situación de Arturia en el pueblo.
"Sabes, Shirou, Puede que ya sepas pero Arturia es el Hijo de la Profecía. Algunos aquí en Tintagel no la aceptan por su origen o simplemente no creen que ella sea el Hijo de la Profecía, y eso ha llevado a que la desprecien. Es una situación difícil para ella", confesó la madre con sinceridad, esperando que Shirou comprendiera la complejidad de la vida de Arturia en el pueblo.
Con una expresión comprensiva, Shirou asintió. "Entiendo. No me importa de dónde venga. La ayudaré en lo que pueda y la protegeré", respondió con determinación, sintiendo la responsabilidad de cuidar de Arturia, especialmente después de conocer más sobre su situación.
En ese momento, la madre observó a Shirou con atención y le preguntó con cuidado, "Shirou, tú... eres de otro mundo ¿Verdad?"
Sorprendido, Shirou casi escupe toda la comida mientras se preguntaba cómo es que ella lo sabía. La mujer, notando su sorpresa, supo que dio en el blanco asi que decidió compartir más información. "He escuchado de la Profecía de Ainsel. Dice que el Hijo de la Profecía será ayudado por personas de otro mundo y un guardián de rojo para derrotar a la Reina Morgan. ¿Podría ser que tú...?"
Shirou, conectando los puntos, entendió la situación y sin poder hacer nada para evitarlo asintió. "Sí, soy de otro mundo. No quería esconderlo de ustedes pero... no esperaba que me creyeran. Fui enviado a este mundo para proteger a Arturia y ayudarla a cumplir su destino", reveló con solemnidad.
La madre de Arturia asintió, agradecida por la honestidad de Shirou. La conversación continuó, fortaleciendo aún más el vínculo entre ellos y estableciendo claramente el papel de Shirou como el protector venido de otro mundo para asistir al Hijo de la Profecía.
Después de saborear la comida reconfortante, Shirou se levantó y se despidió de la madre de Arturia agradecido por su comprensión. Decidido a retomar sus responsabilidades, se encaminó hacia la plaza del pueblo en busca de Arturia. Estaba ansioso por ponerse al día con ella y contribuir en lo que pudiera para devolver la amabilidad que le habían brindado en Tintagel.
Shirou recorrió las estrechas calles empedradas del modesto pueblo de Tintagel, maravillándose con la arquitectura rústica de las pequeñas casas de madera y piedra. Después de caminar un rato, llegó a la plaza central, donde la atmósfera tranquila se vio perturbada por una escena desagradable.
En el suelo, Arturia, estaba siendo acosada por un grupo de niños del pueblo. Burlas y empujones caían sobre ella mientras los niños proferían insultos crueles."Solo deberias morirte ¡en todo este tiempo no has hecho nada para ayudarnos!" Shirou, al presenciar la injusticia, sintió una chispa de enojo encenderse dentro de él.
"¡Eh, deténganse ya!", gritó Shirou, apresurándose hacia la escena con determinación. Se interpuso entre Arturia y los niños hostiles, desafiándolos con una mirada decidida. "¿No tienen algo mejor que hacer que molestar a alguien más joven que ustedes?"
Uno de los niños, un poco más atrevido, se acercó a Shirou y le espetó, "¿Y quién eres tú para decirnos qué hacer?" Después de observarlo por un momento, el niño lo reconoció. "¡Ah, tú eres el recién llegado! Bueno, parece que no lo sabes, pero te explicaré: ella es un Hada del Paraíso. Todas las hadas como ella son de lo más despreciable, además, ella no puede ser el Hijo de la Profecia, es tan débil".
Shirou, sin dejarse amedrentar, respondió con firmeza, "Escucha, no me importa quién sea. No te da derecho a juzgarla sin conocerla. Ella es amable y de buen corazón. Solo lo diré una vez". En un gesto rápido, proyectó una espada que se clavó en el suelo, atrayendo la atención de todos. "¡Soy el Guardian del Hijo de la Profecía, Emiya Shirou, y no me voy a quedar de brazos cruzados al ver cómo la maltratan!"
La fuerza y determinación en las palabras de Shirou resonaron en todo el lugar, y los niños, reconociéndolo como el Guardian, decidieron dispersarse de inmediato. Shirou se volvió hacia Arturia con una expresión reconfortante. "¿Estás bien?", preguntó, ofreciéndole nuevamente su mano amiga.
Arturia, aunque inicialmente sorprendida por la intervención de Shirou, pronto notó la seguridad y la protección que emanaban de él. Miró a Shirou con gratitud y sorpresa, sus ojos esmeraldas reflejando una mezcla de asombro y agradecimiento.
"Gracias", susurró Arturia, aceptando la mano amiga que le ofrecía Shirou para ponerse de pie. Aunque su expresión seguía siendo tímida, se podía percibir un destello de determinación en sus ojos. "Nadie había hecho algo así por mí antes..." murmuro para sí misma.
Shirou sonrió tranquilizadoramente, transmitiéndole que podía confiar en él. "Nadie debería ser tratado de esa manera, y mucho menos alguien tan amable como tú", respondió él con sinceridad.
Arturia, al sentir el apoyo de Shirou, empezó a ganar confianza. Sus mejillas, antes teñidas de rubor por la vergüenza, se relajaron un poco. Con la curiosidad reflejada en sus ojos, no pudo contenerse y le preguntó a Shirou directamente: "Shirou, ¿tú eres el guardián de rojo de la profecía?"
Shirou, recordando sus propias palabras de compromiso, decidió no ocultar la verdad. "En resumen, sí", respondió con sinceridad. "Vamos a tu casa, te explicaré todo ahí. Hay mucho que necesitas saber y responderé a todas tus preguntas".
Una vez en la acogedora casa de Arturia, la madre les sirvió un vaso de agua y los dejó a solas para que pudieran hablar.
Shirou tomó la iniciativa, revelando a Arturia su verdadero propósito: "Esto es algo que planeaba decirte con el tiempo, pero tu mamá ya lo descubrió todo, así que te lo diré ahora. Fui enviado por Merlin para ayudarte en tu camino del Hijo de la Profecía."
La sorpresa se dibujó en el rostro de Arturia, sus ojos verdes parpadeando con incredulidad. "¿Conociste a Merlin?" preguntó ella con asombro.
Confundido, Shirou respondió: "Sí, ¿tú no?" Arturia compartió que gracias a su Báculo de la Selección, pudo hablar con Merlin, quien le enseñó un poco de su magia.
Pensativo, Shirou sugirió: "¿No puedes comunicarte con él ahora mismo? Me gustaría hacerle algunas preguntas." Arturia bajó la mirada, su expresión revelando una realidad amarga. "Lo siento, no puedo. En este momento, no tengo mi Báculo. Me lo quitaron porque no puedo tener objetos conmigo."
La indignación se reflejó en el rostro de Shirou, sus cejas frunciéndose en desaprobación. "¿Cómo es posible que este pueblo te trate así cuando estás haciendo todo lo posible por salvarlos?"
Arturia, sin responder, parecía sumida en sus propios pensamientos. Shirou, notando la incomodidad, se disculpó: "Lo siento". Decidió cambiar de tema: "¿Tienes alguna pregunta que quieras hacerme?" Arturia, recordando la impresionante magia de Shirou en la plaza, preguntó: "¿Cómo hiciste aparecer esa espada? Fue increíble."
Shirou, aliviado por el cambio de tema, sonrió: "Esa es la magia en la que me especializo. Puedo proyectar cualquier espada que logre ver." Demostró su habilidad haciendo aparecer una katana, sus gestos precisos y seguros, dejando a Arturia completamente sorprendida. "Wow, eso es genial. Me recuerdas al abuelo Ector, él es un herrero que crea las mejores armas."
Con entusiasmo, Arturia continuó: "Ya sé, mañana iremos a visitar al abuelo. Te lo presentaré. Es algo amargado, pero es una buena persona." Shirou aceptó la propuesta: "Un herrero, ¿eh? Bien, mañana iremos a visitarlo. Puede que me ayude con algunas cosas que tengo en mente. Por ahora, deberías ir a dormir; ya es muy tarde." Arturia bostezó y, algo avergonzada, salió de la habitación para descansar. "Descansa" .se dijeron mutuamente. Arturia, reflejaba una mezcla de sorpresa y alivio al saber que no estaba sola. Sus labios formaron una pequeña sonrisa, agradecida por la presencia de Shirou.
La madre de Arturia, desde la puerta, observaba con gratitud la conexión que se estaba formando entre los dos, confiando en que Shirou sería un apoyo valioso para su hija.
Hasta aquí el capitulo 1, lamento haber tardado tanto pero estaba pensando en el desarrollo de la historia, pido disculpas si algunas personas les molesto que haya iniciado de nuevo, pero a mi parecer me gusta mas así, quiero crear una conexión entre los dos.
Nos vemos en el próximo capitulo.
