IKIGAI
Página IV
.
—… InuYasha y yo no tuvimos lo que se podría decir un buen comienzo. Nada más destruir a la mujer ciempiés se lanzó hacia mí para matarme…
—Para ahí —te digo y me miras, desde tu lugar, sentada frente a mí.
—¿Qué? ¿No estás de acuerdo? —mantienes esa expresión intensa en tus ojos de cuando me retas a que te contradiga. Con el tiempo he aprendido a controlar la inquietud que me produce esa mirada y que se traduce en un frío que me recorre la columna.
—No lo estoy —respondo, mientras decido mirar a los ojos de Moroha que están muy abiertos, mientras muevo mi pierna para que cabalgue sobre ella.
—InuYasha —dices mi nombre marcando las sílabas con intensidad—, casi me matas —declaras.
—No —niego con total claridad y observo de reojo cómo se te van tiñendo las mejillas de un furibundo rojo.
—Me atacaste con tus garras ¡Me cortaste hebras de pelo! —comienzas a alzar la voz.
—Mamá no está de acuerdo con papá —le digo a Moroha que se sostiene con sus pequeñas manos de mis índices, comenzando a sonreír con más alegría ahora que se siente independiente en este juego que tenemos. Yo continuó moviendo mi pierna para hacerla rebotar con suavidad.
—No, no lo estoy —prácticamente bufas, te cruzas de brazos y desvías la mirada en un acto de rebeldía.
Debo reconocer que siento cierto extraño placer en verte sacar tu carácter. Alguna vez he pensado que aquello se debe a mi parte más salvaje, que siempre busca un reto y tú siempre lo significas.
—Si hubiese querido te habría matado —confieso.
Vuelves a mirarme, tu expresión es tensa y tus mejillas permanecen coloreadas de ese modo tentador que produce en mí una sensación inquietante que se aloja en mi pecho y vientre. Respiro hondo y la reservo para otro momento, quizás más tarde, para cuando nuestra hija duerma.
—Acerca una manzana —te pido y arrugas ligeramente el ceño, no obstante lo haces y me la ofreces—. Sostenla por la base —te pido.
—¿Así? —tu expresión ha cambiado del seudo enfado a la curiosidad.
—Sí, mantenla de esa forma —la has elevado por delante de ti, a un brazo de distancia de tu cara.
Sostengo a Moroha hacia mi cuerpo con un brazo y lanzo el zarpazo que corta la manzana por la mitad. Tú abres los ojos por la sorpresa, sin embargo ésta dura sólo un instante.
—Esto no demuestra nada, es un objetivo fijo, yo iba corriendo —aclaras. Sonrío.
—Sostén esa mitad y muévela en alguna dirección, la que quieras —te indico. Tú vuelves a poner esa expresión de curiosidad.
Mantienes la mitad de la manzana elevada en el mismo lugar y me mirar directamente a los ojos, yo mantengo tu mirada sólo un instante para luego fijarla en el objetivo que has movido por delante de ti creando una figura en línea hacia un lateral y luego hacia abajo. Lo haces con rapidez y yo doy el corte oblicuo cuando la has comenzado a bajar.
Te quedas mirando el trozo que aún sostienes.
—Lo has hecho a un centímetro de mi mano —no sé si me acusas o te sorprende.
Me miras y soy consciente de cómo se comienza a generar una idea nueva en tu mente.
—Creo que tendré que cambiar el: se lanzó hacía mí para matarme, por algo menos radical.
Te paras y me plantas un beso en los labios con tanta rapidez que por un momento me he quedado en blanco.
—¿Ahora lo entiendes? —te pregunto en un susurro.
—Sí.
Me sonríes y me vuelves a besar. Entonces Moroha se incorpora a nosotros, ríe y tira de un mechón de pelo de ambos.
.
N/A
Me está encantando crear estos pequeños momentos de conversación entre ellos, en los que unen sus mundos y sus visiones de los hechos. Esto me lleva a reflexionar en lo importante que es escucharse con el corazón.
Gracias por acompañarme, leer y comentar.
Besos
Anyara
