IKIGAI
"La razón de ser"
.
Página VII
.
—¡Buah!
Es la expresiva apreciación que hace Moroha, con su casi año y medio, cuando ve como mi apariencia cambia de hanyou a humano; tú te ríes. Desde que ella tenía unas seis lunas de vida, su forma de mirarme era particular cada vez que esto sucedía, incluso en una de las lunas nuevas pasadas llegó a acercarse a mí, gateando, para olerme y asegurarse que era yo. Sin embargo esta vez su expresión es verbal y exagerada, como si lo viese por primera vez.
—¿Qué pasa, Moroha? ¿Papá ha cambiado? —le preguntas, inclinándote hacia ella y nuestra hija toma un mechón de tu pelo, lo mira, lo suelta y luego trepa por mi pierna y toma uno de los míos. A continuación decide que ya no es importante, se acurruca hacia mi pecho y se chupa el pulgar.
—Se va a dormir —te digo— ¿Deberíamos leerle? —ella alza su cabeza y me mira haciendo un ruido parecido a un gruñido, sin dejar de chuparse el dedo.
—Yo diría que sí —sonríes.
Lo cierto es que desde que Moroha está en nuestra vida, es un espectáculo de emociones. No siempre estamos alegres, en ocasiones nos preocupa su salud o incluso nuestra paciencia toca limites; sin embargo todo es valioso.
—Creo que tengo el momento justo para leer —dices, mientras traes contigo el libro y comienzas a buscar—. Aquí —me miras— ¿Quieres que lea yo?
Ambos oímos un nuevo gruñido cubierto por el pulgar.
—Entendido, la voz de papá te gusta más —me entregas el libro y le acaricias el pelo, arrodillada delante de nosotros.
Entonces comienzo a leer en la página que me has dejado.
—… "no confío en nadie". No era lo peor que InuYasha me decía, desde que nos conocimos me trató de bruja, idiota y otras tantas cosas, sin embargo para ese momento creía que estábamos convirtiéndonos en amigos. Escucharlo decir aquello fue como una bofetada, de esas que te dan vuelta la cara —suspiro, por entonces aún no entendía del todo lo que tu amabilidad iba dejando en mí—. No obstante no tuve tiempo de detenerme en aquello. Nazuna, la chica que habíamos salvado en el río, volvió a aparecer y nuevamente estábamos en el templo. InuYasha dijo que me quedara atrás y esperara, sin embargo no fue posible…
Te miro, continúas acariciando la cabeza de Moroha que permanece echada en mi pecho con los ojos cerrados y el pulgar aún en la boca, succionando por cortos periodos entre pausas que la llevarán irremediablemente al sueño.
—Se dormirá enseguida —susurras. Yo asiento.
Vuelvo la mirada al libro y adelanto un par de páginas para buscar una parte, un momento, que leo sólo para mí.
… en ese instante, descansando sobre mis piernas, InuYasha dijo que mi aroma le gustaba y que todo eso de detestar cómo olía era una mentira. Ese día sentí que mi corazón se descompasaba y perdía un latido que más tarde supe que le había regalado a él.
Te miro y tú lo estás haciendo también. Creo que sabes lo que estoy leyendo porque me sonríes de ese modo hermoso que usas para contarme el amor de forma sutil.
Te amo —gesticulo sin voz.
Te amo —expresas.
.
N/A
