IKIGAI
"La razón de ser"
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Página VIII
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—El monte Hakurei era un lugar lúgubre, su energía era…
—No, no leas eso —me interrumpes, peinando el pelo de Moroha que está sentada delante de ti, sobre el futón—. Es un pasaje demasiado oscuro, ya se lo leeremos cuando sea un poco mayor.
—¿Cuál leo, entonces? Tendremos que marcar por rango de edad el libro —me quejo.
—No es mala idea —aceptas— ve a la primera mitad, no todo es agradable, nos pasaron muchas cosas, sin embargo aún eran sólo aventuras.
Comienzo a buscar, aunque me distraigo para mirarte de reojo en más de una oportunidad, perdiendo el hilo de lo que estoy buscando. Para ti debió ser difícil enfrentar los peligros que comenzamos a correr, aunque sólo fuesen aventuras como acabas de definir. Yo estaba acostumbrado a lidiar con alimañas y débiles youkais malvados, no obstante para ti debió ser aterrador, más aún cuando lo más terrible que sucedía en tu mundo lo mirabas a través de la caja que tenía imágenes.
—¿InuYasha? —por el tono que usas sé que has notado mi falta de concentración.
—Papa, libro —remarca Moroha, que ha aprendido hace poco cómo se llama lo que tengo entre mis manos.
—Voy —le sonrío y leo de forma superficial el inicio del relato, aceptándolo por apropiado.
Es increíble que nuestra hija disfrute de estas historias que en su mayoría son casi terroríficas.
Comienzo a leer.
—Bañarse en un río de agua cristalina en el Sengoku es una de aquellas cosas que siempre atesoraré del lugar —comenzaba la narración. Me sentí reconfortado al comprobar que había elementos de este tiempo que disfrutabas de ese modo—. Me regocijaba en el agua con mi traje de baño, uno que no dejé de traer después del primer baño que tomé desnuda en este tiempo y a pesar que InuYasha perjure que no me estaba espiando, yo sé que sí...
Ante esa afirmación me sonreí, el recuerdo de ese momento llegó nítido a mí.
—¿Por qué paras? —preguntas con el tono divertido que usas cuando lees mis pensamientos más obscenos.
—El hecho es que ese día conocimos a Nobunaga —continúo—, un chico destinado al desastre, aunque no por ello menos loable en sus acciones. Tenía una misión y nosotros debíamos confirmar que no hubiese un fragmento con el youkai del palacio. Se podría decir que una cosa llevó a la otra…
—Y ahora ¿Por qué te detienes? —preguntas. Una idea vuelve a mi mente, algo que por entonces no parecía importar, aunque con el tiempo sumo a otras.
—Te gustaba Nobunaga —declaro. Me miras.
Moroha ha descansado su cabeza en tus piernas y tiene los ojos cerrados.
—¿Gustar? ¿Cómo? —preguntas.
—Era amable y dulce y hasta delicado, como ese Hobo de tu instituto.
—Hojō.
—Lo que sea.
Te echas a reír e intentas apaciguar la risa para no despertar a nuestra hija.
—A ver, era lindo y estaba enamorado de la princesa Tsuyu. Haría cualquier cosa por ella —mencionas. Seguro que dices lo mismo más adelante en tu relato.
Me mantengo en silencio un momento, reconociendo sentimientos que por entonces apenas eran un atisbo de posibilidad y que ahora me llenan por completo.
—Yo también haría cualquier cosa por ti —declaro.
Sonríes.
—Lo sé —dices y marcas un beso en tus labios que indicas con el índice de una de tus manos.
Entiendo que no te mueves porque Moroha duerme en tu regazo, así que me acerco a ti y pongo mis labios en los tuyos. Entonces mi pecho se expande nuevamente y puedo respirar y comprendo muchas cosas y te vuelvo a besar.
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N/A
Un poco más de amor.
Besos
Anyara
