IKIGAI
"La razón de ser"
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Página XII
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—… cuando nos hablaron de un youkai que tenía un campo de hierbas medicinales, no creímos que conoceríamos a alguien como Jinenji…
—¡Jinenji! —exclama nuestra hija, con las manos alzadas como si quisiera mostrarnos lo grande que era aquel de quién estaba leyendo.
—Sí, Jinenji es muy grande —le respondes, mientras la meces suavemente en tus brazos.
Ambas permanecen frente a mí y a un lado del hogar. Tú descansas la espalda hacia la pared y Moroha se echa hacia tu pecho mientras se frota los ojos con la mano; pronto se dormirá.
—¿Continúo? —te miro y tú asientes.
Vuelvo la mirada a la lectura.
—… no tardamos mucho en saber que Jinenji no era un youkai, si no un hanyou como InuYasha y para mí fue fascinante descubrir que habían más seres como él. No sería el único caso que conoceríamos, aunque eso es parte de otra historia. Los aldeanos resultaron intolerantes y violentos, así que InuYasha y yo decidimos ayudar a Jinenji y su madre.
Leer esto me lleva de inmediato a recordar tu fácil conexión con criaturas extrañas, como era Jinenji a primera vista. No puedo evitar pensar en lo fácil que te resulta ver más allá de lo aparente; tal como hiciste conmigo. Tomo aire profundamente, sin desviar la mirada del libro que continúo leyendo.
—… mientras esperábamos a que InuYasha investigara lo que realmente estaba sucediendo en los alrededores de la aldea, Jinenji me estuvo mostrando su trabajo en el campo y se animó a hablar un poco más conmigo. La soledad de la vida de un hanyou como él era palpable en las palabras tímidas que compartía conmigo —mi timidez siempre la escondo con mal humor, así como Jinenji lo hace en su campo y sus plantas—. Al anochecer tuvimos que defendernos del ataque de los aldeanos que venían como si persiguiesen a un Prometeo de la era Sengoku —ante esta referencia me detengo y te miro. Tú sonríes con suavidad.
—Luego te lo explico —murmuras—. Continúa, ya casi está —te refieres a Moroha que tiene los ojos a punto de cerrarse.
Asiento. Me cuesta ignorar la pesadez que se me instala en el pecho, ante la lectura de un momento de peligro para ti en el que yo no estoy para protegerte.
—… el fuego quemó la cabaña, pero no alcanzamos a lamentarnos cuando fuimos atacados esta vez por un youkai serpiente al que finalmente Jinenji enfrentó, alentado por su madre —recuerdo ese momento perfectamente. Sentía ansiedad por el hanyou tímido que era Jinenji, sin embargo sabía que él debía medir su propia fortaleza—. De regreso a la aldea de Kaede, InuYasha tuvo uno de sus primeros momentos de apertura conmigo. En ese instante me alegró que quisiera confiar un poco más en mí —sonrío al leer y recordar aquello—. Me habló de su situación en este mundo de humanos y youkais en el que él, un hanyou, no encontró nunca un lugar —en este momento detengo la lectura. Es increíble el modo en que los recuerdos pueden traer emociones tan vivas que necesito contártelas—… en ese momento me dijiste que ya no estaba solo y yo comprendí algo que con el paso del tiempo sólo se hizo más fuerte; te habías convertido en mi hogar.
Te miro, ansío la luz que tus ojos me regalan cuando los momentos nos unen. Sin embargo te encuentro con los ojos cerrados y la respiración tranquila del sueño. Ambas, tú y nuestra hija, se han dormido y yo suspiro. Has conseguido que la sensación de pertenencia de aquel día se amplíe cada vez más, haciendo pequeña la soledad que existió.
Me acerco a ustedes con una manta y me siento en el suelo para atraerte y contigo a Moroha. Las cubro del frío y te beso en la frente con un pensamiento que espero mi calor te traslade:
Kagome, sigue siendo mi hogar.
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N/A
Me encanta reconstruir los momentos que nos ha ido dejando el manga y que ellos naveguen como recuerdos en medio de una vida tranquila.
Besos y gracias por leer y comentar!
Anyara
