Harry Potter pertenece a J.K. Rowling.
Solo nos pertenecen los OC.
La Pirata de los Cielos
Capítulo 66: Clase de Criaturas Exitosa y Umbridge furiosa.
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El domingo por la mañana, Hermione volvió a la cabaña de Hagrid caminando con dificultad por la capa de medio metro de nieve que cubría los jardines. A Alex y a Ron les habría gustado acompañarla, pero la montaña de deberes había vuelto a alcanzar una altura alarmante, así que se quedaron de mala gana en la Sala Común e intentaron ignorar los gritos de alegría provenientes de los jardines, donde los alumnos se divertían patinando en el lago helado, deslizándose en trineo y, lo peor de todo, encantando bolas de nieve que volaban a toda velocidad hacia la torre de Gryffindor y golpeaban con fuerza los cristales de las ventanas. — ¡Ya está bien! —estalló Ron, que finalmente había perdido la paciencia, y sacó la cabeza por la ventana—. Soy prefecto, y si una de esas bolas de nieve vuelve a golpear esta ventana… ¡Ay! —Metió la cabeza rápidamente. Tenía la cara cubierta de nieve—. Son Fred y George —dijo con amargura, y cerró la ventana—. ¡Imbéciles! —Hermione volvió de la cabaña de Hagrid poco antes de la hora de comer, temblando ligeramente y con la túnica mojada hasta las rodillas. —¿Y bien? —le preguntó Ron, que levantó la cabeza al verla llegar—. ¿Ya le has programado las clases?
—Bueno, lo he intentado —contestó ella con desánimo, y se sentó en una butaca al lado de Alex. Luego sacó su varita mágica e hizo un complicado movimiento con ella. Del extremo salió un chorro de aire caliente que Hermione dirigió hacia su túnica, y ésta empezó a despedir vapor hasta que se secó por completo—. Ni siquiera estaba en la cabaña cuando he llegado, y he pasado media hora llamando a la puerta. Hasta que he visto que venía del bosque…
Alex soltó un gemido. El Bosque Prohibido estaba lleno del tipo de criaturas que podían hacer perder el empleo a Hagrid. —¿Qué tiene guardado allí? ¿Te lo ha dicho? —inquirió.
—No —respondió Hermione tristemente—. Dice que quiere que sea una sorpresa. He intentado explicarle qué tipo de persona es la profesora Umbridge, pero él no lo entiende. Insiste en que nadie en su sano juicio preferiría estudiar los knarls a las quimeras. No, no creo que tenga una quimera —añadió al ver las caras de horror de Alex y de Ron—, pero no será porque no lo haya intentado, pues ha hecho un comentario sobre lo difícil que es conseguir sus huevos. No sé cuántas veces le habré dicho que haría mejor siguiendo el programa de la profesora Grubbly-Plank. Francamente, creo que ni siquiera me escuchaba. Está un poco raro, la verdad. Y sigue sin querer explicar cómo se hizo esas heridas.
Alex sabía que muchos estudiantes preferían las clases de la profesora Grubbly-Plank, y lo peor era que en el fondo, si era objetivo, reconocía que tenían buenas razones: para la profesora Grubbly-Plank una clase interesante no era aquella en la que existía el riesgo de que alguien acabara con la cabeza seccionada. Alex había escuchado historias sobre su hermana, había visto sus recuerdos en el Pensadero: Vestida como pirata o con ropas llenas de pieles y en un barco Vikingo, cazando Dragones de Oro y Plata, Quimeras de Ónix y Rubí y aun con todo eso, estaba seguro de que su hermana, preferiría mil veces, las clases seguras de la profesora Grubbly-Plank.
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El martes, Alex, Ron y Hermione, muy atribulados, se encaminaron hacia la cabaña de Hagrid a la hora de Cuidado de Criaturas Mágicas, bien abrigados para protegerse del frío. Alex y Céline estaban preocupados no sólo por lo que a Hagrid se le habría ocurrido enseñarles, sino también por cómo se comportaría el resto de la clase, y en particular Malfoy y sus amigotes, si los observaba la profesora Umbridge.
Con todo, no vieron a la Suma Inquisidora cuando avanzaban trabajosamente por la nieve hacia la cabaña de Hagrid, que los esperaba de pie al inicio del bosque. Hagrid no presentaba una imagen muy tranquilizadora: los cardenales, que el sábado por la noche eran de color morado, estaban en ese momento matizados de verde y amarillo, y algunos de los cortes que tenía todavía sangraban. Aquello desconcertó a Harry; la única explicación que se le ocurría era que a su amigo lo había atacado alguna criatura cuyo veneno impedía que las heridas que producía cicatrizaran. Para completar aquel lamentable cuadro, Hagrid llevaba sobre el hombro un bulto que parecía la mitad de una vaca muerta. —¡Hoy vamos a trabajar aquí! —anunció alegremente a los alumnos que se le acercaban, señalando con la cabeza los oscuros árboles que tenía a su espalda—. ¡Estaremos un poco más resguardados! Además, ellos prefieren la oscuridad.
— "Por favor, por lo que más quieras, que esto sea algo seguro y no acabemos mutilados" —Susurró Céline, ya sintiendo el dolor de cabeza. Escuchó a Daphne y a Alex, susurrar algo parecido a Amen, haciéndola sonreír.
— "Si yo fuera tú, no contendría la respiración mi amor" —Susurró Daphne, agarrándole la mano a Céline, para apaciguarla. En cambio, la rubia de ojo verde y ojo draconiano, parecía más mortificada.
—Ejem, ejem.
— ¿Quién prefiere la oscuridad? —preguntó Malfoy ásperamente a Crabbe y a Goyle con un deje de pánico en la voz—. ¿Quién ha dicho que prefiere la oscuridad? ¿Ustedes lo han oído?
—¿Listos? —preguntó Hagrid festivamente mirando a sus estudiantes—. Muy bien, he preparado una excursión al bosque para los de quinto año. He pensado que sería interesante que observarais a esas criaturas en su hábitat natural. Verán: Las criaturas que vamos a estudiar hoy son muy raras, creo que soy el único en toda Gran Bretaña que ha conseguido domesticarlas.
—¿Seguro que están domesticadas? —preguntó Malfoy, y el deje de pánico de su voz se hizo más pronunciado—. Porque no sería la primera vez que nos trae bestias... salvajes a la clase. —Los de Slytherin murmuraron en señal de adhesión, y unos cuantos estudiantes de Gryffindor también parecían opinar que Malfoy tenía razón.
—Claro que están domesticadas —contestó Hagrid frunciendo el entrecejo y colocándose bien la vaca muerta sobre el hombro.
—No ha nombrado a ninguna criatura hasta ahora, Draco. —dijo Céline en voz alta, para que el rubio la escuchara —Y eso es lo que más miedo me da. ¿No preferirías estudiar a un Escarbato o a un Kneazle o quizás un Knarl? —la clase entera, asintió.
— ¿A qué se refiere, Potter? —Preguntó la siempre irritante Umbridge, invadiendo el espacio personal de la princesa, con una libreta y una pluma en sus manos.
—Volkova —Le corrigió la rubia, sin mirarla y solo mirando hacia adelante, en busca de desentrañar con qué criatura se las verían ahora. Hagrid se dio la vuelta y entró en el bosque, pero nadie se mostraba muy dispuesto a seguirlo. —Y me refiero a que, por ejemplo: En nuestra primera clase, en tercer año, PRIMERA CLASE, Hagrid trajo a un Hipogrifo. —La miró directo a los ojos y Umbridge retrocedió, sin poder explicarse el temor que le tenía a esta mocosa rubia. Céline suspiró. —En las clases siguientes, vimos criaturas como Gusarajos o como Knarl. Pero... Hagrid siempre vuelve, sobre criaturas que francamente, para él, son interesantes y que por su naturaleza de gigante y el aura que su madre le ha legado, entonces se mostrarán mansas ante él, pero no así ante los humanos. Es algo que francamente, odio de Hagrid: Cree que solo porque la criatura es mansa con ella, lo será también con nosotros, simples humanos.
Caminaron unos diez minutos hasta llegar a un sitio donde los árboles estaban tan pegados que no había ni un copo de nieve en el suelo y parecía que había caído la tarde. Hagrid, con un gruñido, depositó la media vaca en el suelo, retrocedió y se volvió para mirar a los alumnos, la mayoría de los cuales pasaban sigilosamente de un árbol a otro hacia donde estaba él, escudriñando nerviosos los alrededores como si fueran a atacarlos en cualquier momento. —Agrupense, agrupense —les aconsejó Hagrid—. Bueno, el olor de la carne los atraerá, pero de todos modos voy a llamarlos porque les gusta saber que soy yo. —Se dio la vuelta, movió la desgreñada cabeza para apartarse el cabello de la cara y dio un extraño y estridente grito que resonó entre los oscuros árboles como el reclamo de un pájaro monstruoso. Nadie rió: La mayoría de los estudiantes estaban demasiado asustados para emitir sonido alguno. Hagrid volvió a pegar aquel chillido. Luego pasó un minuto, durante el cual los alumnos, inquietos, siguieron escudriñando los alrededores por si veían acercarse algo. Y entonces, cuando Hagrid se echó el cabello hacia atrás por tercera vez e infló su enorme pecho, Alex le dio un codazo a Ron y señaló un espacio que había entre dos retorcidos tejos.
Un par de ojos blancos y relucientes empezaron a distinguirse en la penumbra, poco después la cara y el cuello de un dragón, y luego el esquelético cuerpo de un enorme y negro caballo alado surgió de la oscuridad. El animal se quedó mirando a los niños unos segundos mientras agitaba su larga y negra cola; a continuación, agachó la cabeza y empezó a arrancar carne de la vaca muerta con sus afilados colmillos.
Ron, seguía observando entre los árboles, y pasados unos segundos dijo en un susurro: — "¿Por qué no sigue llamando Hagrid?" —El resto de los alumnos de la clase ponían la misma cara de aturdimiento y de nerviosa expectación que Ron, y miraban en todas direcciones menos al caballo que tenían delante. Al parecer, sólo había otras dos personas que podían verlo: un muchacho nervudo de Slytherin, que estaba detrás de Goyle y contemplaba al caballo con una expresión de profundo disgusto en la cara, y Neville, que seguía con la mirada los movimientos oscilantes de la larga cola negra del animal.
—Porque solo unos pocos en el mundo, podemos verlos —dijo Céline, cruzándose de brazos enfadada. —Hagrid —su maestro gigante, la siguió con la mirada, mientras ella se aproximaba a la criatura y le acariciaba la cabeza y a este, parecía gustarle. Su enfado pareció apaciguarse. —Si bien reconozco, que no son criaturas, con la tendencia de dañar a los humanos, también reconozco los múltiples agüeros alrededor suyo. La supuesta mala suerte y desgracia que traen. —Ella no pudo evitar reírse, cuando la criatura, invisible para casi todos, la rodeó y le lamió el cuello, haciéndola reír. —Está bien, está bien, perdón. Perdón... —y volvió a reírse, antes de que el Thestral, un animal con forma de cabello, delgado, casi huesudo, de piel tan negra como una noche sin estrellas, con cabeza de dragón y ojos blancos como la noche, alas de murciélago; la agarrara por el cuello de su camisa y la colocara en su lomo.
— ¡VOLKOVA! —Gritó Umbridge, más asustada que otra cosa, a la alumna sonriente de Slytherin, que estaba suspendida en el aire y con las piernas abiertas. — ¡¿Está acaso usted cabalgando un...?!
—Sí —Y el buen humor de Céline se apagó. —Y a pesar de la experiencia gratificante de que me permita cabalgarlo, comprendo perfectamente, sus... pensamientos más oscuros, profesora. ¿Hagrid? Por favor, continuemos con la clase.
— ¡Ah, aquí llega otro! —exclamó Hagrid con orgullo, cuando otro caballo negro salió de entre los oscuros árboles. El animal plegó sus coriáceas alas, las pegó al cuerpo, agachó la cabeza y también se puso a comer—. A ver, que levanten la mano los que puedan verlos. —Alex la levantó. Estaba muy contento porque por fin iban a desvelarle el misterio de aquellos caballos. Hagrid le hizo una seña con la cabeza. —Sí, claro, ya sabía que tú los verías, Alex —dijo con seriedad—. Y tú también, ¿eh, Neville? Y… Daphne, Tracy, Marie y Su Li.
—Perdone —dijo Malfoy, esforzándose por conseguir que su voz, tuviera un sonido socarrón, pero estaba fracasando estrepitosamente; pues en cambio, estaba lleno de deseos de conocimiento —, pero ¿qué es exactamente eso que se supone que tendríamos que ver?
Por respuesta, Hagrid señaló el cuerpo de la vaca muerta que yacía en el suelo. Los alumnos la contemplaron unos segundos; entonces varios de ellos ahogaron un grito y Parvati se puso a chillar. Harry entendió por qué: lo único que veían eran trozos de carne que se separaban solos de los huesos y desaparecían, y era lógico que lo encontraran muy extraño. —¿Quién lo hace? —preguntó Parvati, aterrada, retirándose hacia el árbol más cercano—. ¿Quién se está comiendo esa carne?, ¿Qué está cabalgando Volkova?
—Son Thestrals, hay una manada en Hogwarts.
— ¿A qué se refería Céline, con aquello de los múltiples agüeros y la mala suerte y desgracia que traen? —Preguntó Su Li, más interesada en conocer la verdad o al menos, algo se le acercara. Y parecía ser, que Céline y Hagrid, tenían toda la información posible, sobre esta criatura.
—Los Thestrals no traen mala suerte. —dijo Hagrid, ligeramente enfadado —Son inteligentísimos y muy útiles, en el caso de Hogwarts, los tenemos para que tiren de los carruajes. Si puedes cabalgar alguno, entonces solo necesitas pensar en el lugar al cual quieres ir y ellos te llevarán hasta allí.
—El problema radica, en que solo aquellos que han visto morir a alguien cercano, pueden verlos y por eso, son aquello de la mala suerte y demás. —dijo Céline con tristeza. —Similar a lo que se decía de los vampiros: Que podían causar plagas en los cultivos y demás cosas. O como que ellos fueron los culpables de la Peste Negra. Ya que solo unos pocos, podemos ver a los Thestrals...
—Se entiende el porqué de las leyendas urbanas, a su alrededor —dijo Alex, solo para que se le crisparan los dedos, al escuchar a la noviecita de Draco Malfoy, Pansy Parkinson, hablando con la profesora Umbridge.
—No siempre es fácil entender al profesor Hagrid, debido a su acento, pero creo que Volkova nos ha abierto los ojos, sobre el porqué de su preferencia ante cierto tipo de criaturas y.… sinceramente, profesora: Ahora me siento más calmada, sabiendo la razón —dijo Pansy Parkinson, asombrando al Trio de Oro de Gryffindor y haciendo sonreír al Trio de Plata de Slytherin, al estar hablando bien de Hagrid —y.… que Hagrid podría protegernos, si algo sale mal, gracias a su... aura. Sabe mucho sobre Criaturas Mágicas, eso es un hecho. —Los Gryffindor sonrieron con satisfacción, al ver a Umbridge marcharse furiosa, antes de los cinco últimos minutos de clase de Hagrid.
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En las primeras horas de la mañana (entre la 1 y las 2), Dumbledore se sentó en su escritorio, miró hacía su derecha, cuando su familiar Fénix apareció y se quedó en su percha. Agarró uno de sus caramelos de limón. —Céline fue atacada por Voldemort, en el 81. Ella, no su hermano. Es sobre Céline, en quien Voldemort ve a quien podría derrotarlo, en quien él ve a su igual y quien ha diezmado sus fuerzas. Céline ya no tiene su cicatriz, ya no es un Horrocrux, pero en cambio... Alex sí parece serlo. Alex tiene un fragmento muy pequeño y minúsculo de Voldemort, que esta noche, le ha permitido ver a Arthur siendo atacado por algo o alguien, mientras estaba vigilando la Profecía. ¿Es Céline o es Alex, quien está destinado a derrotar a Voldemort? —Apretó los puños al recordar algo más. Algo igualmente de importante y sudó. —Céline conoce la Profecía y ya que solo está aprendiendo magia, más por diversión que otra cosa, entonces regresará a.… a esa dimensión, abandonando, quizás para siempre la nuestra, sin tomar un poder político real, aquí. ¿Es su romance con Daphne Greengrass y Tracy Davies, algo temporal?, ¿algo más parecido a un amor de verano?, ¿las abandonará o ellas irán con ella a.… a su hogar?, ¿Y qué hay de los Potter? Ellos perderán nuevamente a su primogénita. ¿Qué debo de hacer?
