- Capítulo Especial Extra 2 -

La Estupidez de un Rey

Me encontraba sentado en mi trono, enojado, frustrado con toda la situación.

—Ese maldito Escudo.

Cuando se tomó la decisión de invocar a los Cuatro Héroes Sagrados, fue debido a que el Ministro, Magnus Wyndham, algunos nobles, los principales seguidores del Papa, y el mismísimo Papa, Biscas T. Balmus, me insistieron en hacerlo. Esto se hizo para superar al resto de países y sobrellevar las Olas de la Calamidad.

Sabía que el Escudo iba a ser un problema, todos lo sabíamos, y, aun así, lo invocamos junto al resto de Héroes.

Fue un error, un absoluto y estúpido error.

Ahora una monja había muerto, y el Papa no estaba para nada contento.

No es que me importara la monja, pero sí, deseo que ese Escudo sufra, no saben cuánto lo deseo.

Y lo más frustrante, es que no sabemos dónde se metió.

Por lo que escuché, el Escudo tenía un dragón, así que ahora podría estar en cualquier lugar. Incluso... ¡Incluso fuera de Melromarc!

¡Fue por eso que estaba tan confiado esa noche! ¡El bastardo tenía un medio de escape!

¡Maldición!

Apreté con fuerza ambos lados del apoyabrazos de mi trono y pisé el suelo con rabia pura.

—¡Te odio, Escudo! ¡A ti y a esos malditos semihumanos que te idolatran! ¡Todos ustedes no deberían existir!

Con mi ira a flote y la sala del trono vacía por el momento, descargué todo mi resentimiento hacia esas abominaciones.

Pero, aun así, no era suficiente. Porque ese bastardo no solo se había burlado en mi cara incontables veces, sino que se aprovechó de la bondad de mi pequeña Malty y abusó de ella.

Yo lo odiaba. ¡Yo iba a matar a ese sujeto! ¡No! ¡A ese Demonio!

¡¿Y si en vez de Malty hubiera sido Melty?! ¡¿Mi pequeña, adorable e inteligente Melty?!

¡¿Si hubieran sido las dos?!

¡No! ¡No! ¡No! ¡No!

No quería ni pensarlo, solo de hacerlo sentía que iba a explotar de la ira.

Aflojé el agarre de mis manos y me recosté en mi trono.

—Yo... no pude protegerla. Cuando ella más me necesitó, yo... ¡¿Por qué?! ¡Maldición!

Nada de lo que hiciera parecía funcionar.

Primero, el Escudo se salió con la suya y escapó del reino. No iniciamos una búsqueda porque sabíamos que tarde o temprano volvería a registrarse en el Reloj de Arena del Dragón. Pensaba que sería más satisfactorio atraparlo en el acto y humillarlo en el juicio.

Fui un imbécil.

El Escudo conocía más de este mundo de lo que se creía en un inicio, sabía sobre su propio poder político, cómo afectaría su muerte a Melromarc y al resto de países. En especial a esas abominaciones semihumanas de Siltvelt.

Como los detesto.

Segundo, durante el juicio, esa escoria no dejaba de burlarse de mí, ¡el rey! ¡Incluso estaba dispuesto a amenazar con el inicio de una guerra contra Melromarc si intentaba matarlo! ¡Ese maldito bastardo me humilló frente dos de los Héroes y volvió a salirse con la suya!

¿Qué diría Mirellia si viera esto? Estoy seguro que haría mandar a ejecutar a ese gusano por su trato hacia la Corona, ¿verdad?

Pero no podemos hacer eso, no ahora. Mucho menos conociendo el poder del Escudo.

Y eso solo deja el tercer punto, el duelo.

¿Qué demonios fue lo que pasó ahí?

Se suponía que el Héroe de la Lanza vencería al Escudo y demostraría a todos que esa escoria no era una amenaza, ¡pero terminó siendo todo lo contrario!

No solo acorraló y derrotó al Héroe de la Lanza, el Escudo lo humilló, se aseguró de hacerlo.

De tan solo recordar ese escudo negro y la cosa que salió de él, se me erizaba la piel.

¡Ese día lo confirmé por completo! ¡El Escudo es un Demonio y debe ser eliminado!

... Si tan solo fuera así de fácil.

Sin embargo, necesitamos a todos los Héroes Sagrados, y eso también involucraba al Escudo.

Pero, ahora que se fue, tendríamos que depender aún más de los tres Héroes restantes.

El Héroe de la Espada también será un problema. Desde que dijo aquello durante el duelo, el Papa y el resto de sus seguidores ya no tienen una buena imagen de él.

Bueno, tampoco es que puedan hacer algo para dañarlo. Él es un Héroe, ellos solo un gran grupo de religiosos. ¿Qué mal podrían hacerle? ¿Cierto?

Suspiré, estaba agotado.

—Si tan solo mi bastón aún me respondiera. Tal vez no tendríamos que depender tanto de los Héroes...

Mientras sostenía aquel arma, la cual me había acompañado hace tantos años, un breve pero poderoso brillo emergió de esta y nubló mi visión por un momento.

¡¿Qué?! ¡¿Qué está pasando?!

Cuando la luz cesó, mi bastón ya no estaba, en su lugar había una esfera brillante frente a mí.

Me recordaba a la forma que tenía mi bastón antes de elegirme hace años, pero, ¿por qué tomó esta apariencia? Y, ¿por qué ahora?

Un pitido sonó en mi Estado y decidí abrirlo, tal vez ahí tuviera la respuesta a mis preguntas.

Lo que vi, me dejó sin aliento.

[Debido a una nueva elección de portador. Se le ha revocado su estatus como Héroe del Bastón de Siete Estrellas... Lo siento.]

Tan pronto terminé de leer aquella frase, una que me perseguiría por el resto de mis días, la esfera brillante o el Bastón de Siete Estrellas salió volando fuera de la habitación a través de la ventana y desapareció en el horizonte.

¿Qué...?

No.

Maldita sea.

—... Mirellia va a matarme.

Y así, comencé a sumergirme en mi miseria.

...

Desearía no haber sido tan estúpido en ese entonces.

Revocado de su título y poder, pasaría un tiempo antes de que el anterior Héroe del Bastón pudiera comprender en qué se había equivocado.

Hasta entonces, un mejor y más capaz portador tomaría su lugar, uno que guiaría a los Héroes hacia su destino, logrando algo que incluso el anterior Héroe nunca habría logrado, no con sus pensamientos actuales.

En los Registros de las Armas de Siete Estrellas se dice que este portador amaba a su familia con fervor, algo que compartiría con su sucesor. Y aunque ambos harían lo que fuera por proteger lo suyo, aquello que los diferenciaba era algo simple... los aliados.

No se sabe si este portador alguna vez volvió a ser un Héroe, solo que su importancia y poderío aun fue relevante en futuras batallas, pero eso no ocurriría hasta que él volviera a ser el hombre que una vez fue.

Hasta entonces, seguiría sumido en su odio, rencor, lástima, y arrepentimiento.

Algo que, al final del día, no detendría la llegada de las Olas de la Calamidad.

Porque estas Olas, terminarían por llevar todo a la simple destrucción.