Capítulo1
El pasante.
¡Hola a todos! ¡Espero que se encuentren muy bien! Estoy muy feliz de poder compartir esta historia con ustedes. ¡Espero que les guste! Hay algunos puntos que me gustaría aclarar antes de empezar. Esta historia la he estado desarrollando durante aproximadamente 2 años, por lo que ya tiene un final definido. Si hay fans de Ginny, quiero ofrecerles una sincera disculpa por la forma en que se desarrolla su personaje en la historia. No sé si sus acciones son justificables según mi visión. Pero quiero dejar claro que no es un personaje que me desagrade, al contrario. Sin embargo, fue necesario para la trama. Aunque considero que todos tiene su parte de maldad en esta historia jaja Espero que no me odien y aún así me den la oportunidad de leer mi historia. Publicaré una vez por semana, y en caso de no poder debido al exceso de trabajo, les avisaré. Nuevamente, les agradezco mucho.
Historia 100% Dramione y Harry x Pansy.
(La versión en inglés se publicará un día después de cada capítulo)
-An Epony
Era una fría noche, el viento azotaba con violencia, rasgando los volantes de propaganda en las paredes de las calles. Era una noche en la que incluso podías ver tu aliento convertirse en vapor al exhalar, y el pronóstico del tiempo había anunciado nieve y neblina. Las familias se encontraban reunidas, pues las fiestas de Navidad estaban a la vuelta de la esquina.
En una de las afueras de Londres, cerca de un acantilado, dos hombres yacían con miradas de frustración. Ambos habían nacido de padre muggle y madre squib. ¿Quién hubiera pensado que esos fenómenos causarían uno de los mayores cambios en el mundo en general?
Sin importar el clima, habían decidido llevar a cabo su plan, pero uno de ellos aún mantenía un deje de duda en su mirada.
— ¿Estás seguro de lo que estás haciendo? —preguntó con miedo el mago de anteojos.
—Tú has el hechizo, esto no va a terminar así ¿O estás dispuesto a perdonar? —El muchacho sabía que su acompañante tenía razón, ellos no merecían la paz, no merecían una vida tranquila ¿Por qué ellos la tendrían sí él no era privilegiado para gozarla?
—Aquí voy...—Tragó en seco, pero sabía lo que tenía que hacer. Con dificultad, metió la mano en el bolsillo de su túnica mientras el viento violento azotaba su rostro. Sacó de él una barita color café y cerró los ojos, frunciendo el ceño. Después de cinco años, el plan estaba tomando forma. Habían esperado lo suficiente.
Conjuró aquel curioso hechizo, un conjuro propio en el que habían estado practicando día y noche durante todo ese tiempo. Al pronunciar la última palabra, la intensidad del conjuro fue tan grande que la débil varita lo rechazó, provocando una explosión en el lugar donde se encontraban. Un destello verde enorme se extendió en diagonal hasta el cielo, algo nunca antes visto.
El silencio recorrió todo el lugar, un extraño ruido se extendía, como sí hubiera detonado una bomba, uno de los chicos presentes salía de entre los escombros.
— ¿Hermano? — Su voz era angustiante mientras buscaba al portador de la barita, pero sin éxito. Llevaba ya 15 minutos de desesperación. Aquel mago era la única familia que tenía y no podía permitirse perderlo. No lo soportaría.
¿Era posible que el hechizo lo hubiera hecho añicos? No, no podía ser verdad. No estaba dispuesto a creerlo. Decidió dejar de permitir que su mente pensara en lo peor y continuó su búsqueda sin descanso.
Al girar la mirada, lo diviso y sin perder tiempo corrió hacia su auxilio.
Su cuerpo inmóvil frente a él era una escena aterradora para el hermano mayor. Se acercó rápidamente al chico en el suelo y lo tomó entre sus brazos.
— ¿Cómo estás? — le preguntó con tristeza en su mirada. Le sonrió con ternura. Después de todo, él era su pequeño "cuatro ojos", como solía llamarlo para molestarlo. Aunque le gustaba irritarlo, lo amaba profundamente. Siempre habían sido ellos dos juntos contra el mundo.
No respondía. Una lágrima había resbalado por su mejilla. Con dificultad y sabiendo que no le quedaba mucho tiempo, el menor giró el rostro para ver a los ojos al chico arrodillado a su lado.
—André, por favor... Termina lo que empezamos. —sonrió, pronunciando sus últimas palabras antes de caer sin vida entre los brazos de su único hermano. El llanto del pelinegro resonó por todo el lugar mientras lo abrazaba con fuerza, dejando un beso en su frente. Juraba que lo lograría, juraba hacerlo en honor a toda su familia fallecida.
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1 año antes.
El sol asomaba, algo bueno después de varios días de lloviznas, tormentas y granizos que habían azotado a Londres. No le iba bien a esa mujer que portaba el manto de primer ministro del mundo mágico. Era una responsabilidad pesada, pero ella no se quejaba. Al contrario, disfrutaba mantenerse ocupada, así era Hermione Granger.
Revisaba meticulosamente el papeleo mientras, al mismo tiempo, recibía un correo electrónico en su brillante computadora muggle. Los seres no mágicos eran realmente sorprendentes, ya que no disfrutaban de las habilidades que poseían los magos y las brujas, y debían ingeniárselas para resolver las cosas.
Querida Hermione,
Lamento interrumpirte en un día tan ajetreado, pero necesito tu ayuda. Resulta que Rose tiene una fiesta muy importante y asegura que tú metiste su vestido en
la lavadora muggle, pero no lo encuentro por ningún lado. Además, cometí el error de mezclar la ropa de diferentes colores y blancos en el lavado. ¡Vaya, fue una pésima elección! No recomiendo hacerlo. ¿Tienes alguna idea de cómo podemos solucionarlo?
Y eso no es todo, Hugo está hambriento y, como sabes, soy bastante malo en la cocina. Todo lo que dejaste hecho previamente no le gusta ni a él ni a mí. Por favor, ayúdame a encontrar una solución para que el niño pueda comer.
Espero que estés teniendo un buen día y agradezco mucho tu ayuda.
Con cariño,
Ron.
La primera ministra respiró hondo. Amaba a su familia, pero sabían cómo sacarla de quicio. Se levantó de su asiento, lista para salir de su oficina, pero de repente fue interrumpida por la presencia de un pálido chico de anteojos redondos que le recordaban a uno de sus mejores amigos. Este chico resultó ser su asistente de los últimos 7 meses.
— ¿Pasa algo, Daniel?
—Debo recordarte que tienes que asistir a la junta con el consejo sobre las nuevas leyes mágicas. —Un suspiro escapó de la mujer. Lo había olvidado por completo, ese día había sido un desastre desde que se despertó tarde por la mañana y encontró su cepillo de dientes en la basura.
La ministra agitó su varita, haciendo que apareciera frente a ella una elfa con un elegante moño de color morado.
—Hola Elisa, lamento mucho haberte hecho venir hasta aquí. ¿Podrías hacerme un favor? Necesito que vayas a las Tres Escobas y compres unas hamburguesas para Ron. Aquí tienes el dinero. —Le entregó un morral lleno de sickles. La elfa, sonriente y amigable, aceptó gustosamente el encargo. —Te lo agradezco de verdad.
—No hay de qué, señorita Hermione. ¿Está todo en orden? Recuerde que puede contar conmigo como amiga. —comentó con encanto, guiñándole un ojo.
—Ya sabes, como siempre, trabajo, trabajo y más trabajo.
—Deberías tomarte un descanso. Deberíamos volver a Madame Tudipie. —comentó Elisa. Hermione la observó con ternura y asintió con la cabeza. La elfa desapareció con un chasquido.
Hermione salió de su despacho, seguida por su asistente, y se dirigió por un pasillo hacia las escaleras mientras se acomodaba el cabello. Estaba hecho un desastre, el trabajo no le permitía siquiera desenredar su larga cabellera con cuidado y dedicación. "¿Debería cortarlo?", pensó mientras entraba en uno de los elevadores.
—Al departamento de Cooperación Mágica Internacional, por favor. —pidió el asistente de la ministra a un elfo, quien los recibió con agrado.
— ¿Y ese milagro que sale de su cueva, señora? —preguntó el pequeño elfo mientras cerraba las puertas.
—No paso todo el tiempo encerrada, no exageres.
El elfo le dedicó una ligera sonrisa ladina antes de apretar el botón. Hermione no solo respetaba a los elfos, sino que se había ganado su admiración y respeto; podría decirse que se había ganado su amistad.
Al llegar, la mujer salió decididamente hacia la sala de juntas, donde el consejo ya estaba reunido. Hermione tomó asiento en su lugar asignado y acomodó un par de papeles para tomar la palabra. Daniel, su asistente, se colocó justo detrás de ella, listo para atender cualquier necesidad que ella tuviera. Al ponerse de pie, se movió hacia el frente de la gran mesa redonda de juntas.
Para Hermione resultaba un tanto incómodo tener que girar constantemente para asegurarse de que todos los presentes comprendieran el tema que estaba explicando. En realidad, era solo una reunión de rutina que debían llevar a cabo de manera obligatoria una vez al mes.
Ella movía los labios, recitando las soluciones que proponía y lo que, según sus estadísticas, era lo mejor para mantener la paz y ocultarse del mundo muggle. Era vital que todo permaneciera intacto. Sin embargo, su mente divagaba. Conocía esa reunión de memoria, estaba segura de que no fallaría.
¿Podré pasar la Navidad con mi familia este año? Espero no arruinarlo todo, como el año pasado. ¿Ron estará lidiando bien con los niños? ¿Será posible que Harry me perdone por cancelar otra reunión? ¿Se solucionó el problema de Harry con Ginny? ¿A Rose le está yendo bien en la escuela? ¿Podrá valerse por sí misma sin mi ayuda? Son vacaciones y tengo que trabajar. ¿A qué casa será asignado Hugo? ¡Pronto ingresará a Hogwarts! ¿Ayudará Rose a su hermano?
Esas eran las preguntas que ocupaban la mente de la Ministra, aunque al resto del mundo mágico no le importara mucho. Después de todo, Hermione no solía hablar mucho sobre su vida personal. Debía cumplir con su trabajo y lidiar con sus problemas de manera independiente. Amaba su trabajo, pero en lo más profundo de su ser, era un martirio para ella.
—¿Y bien? —Los miembros del consejo empezaron a hablar entre ellos, susurrando y asintiendo con la cabeza. El que encabezaba a todos tomó la palabra.
—Creemos que todo está muy bien elaborado, Ministro. Excelentes estrategias, como siempre en los últimos seis meses. —alabó con arrogancia un anciano del consejo que Hermione creía que la aborrecía.
—Exacto, y así debemos mantenerlo. Los veré el próximo mes, si el mundo no se desmorona antes. — Dijo esto último en voz baja, arreglando su papeleo y esperando a que el resto del consejo saliera de la sala de reuniones. Se sentó y recibió un mensaje de texto, el cual abrió con cansancio.
Hermione ¿Dónde estás? Hemos estado esperándote por más de 20 minutos. Recuerda que hoy es el cumpleaños de mi hermano Charlie y le prometiste a mi madre que le ayudarías a preparar el pastel. ¡No lo ve muy seguido y ella está muy emocionada! Por favor, no te tardes.
-Ginny.
— ¡Ay, por Dios! ¿Era hoy? —exclamó Hermione, miró su reloj para ver qué tan tarde era y se dio cuenta de que ya era demasiado tarde.
—Señora, ¿todo está bien? —preguntó Daniel sorprendido por el repentino cambio de actitud de su jefa.
—Tengo que irme, por favor, encárgate durante unas horas —respondió apresurada Hermione mientras se dirigía rápidamente hacia el elevador.
—Sí, por supuesto, pero recuerde que tiene una reunión con un pasante importante. Sería mejor no cancelarla. —advirtió el joven mientras seguía a Hermione.
—Sí, lo recuerdo. No lo canceles, solo haz que sea más tarde. —dijo Hermione antes de subir al elevador, desapareciendo de la vista de Daniel.
— ¿Por qué si tenía tanta prisa no usó la aparición para llegar rápidamente a donde tenía que ir? —pensó con obviedad el joven asistente.
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Hermione llegó a la casa de los Weasley, luciendo su típico traje de trabajo. Ginny la vio entrar con una cajita en las manos y rodó los ojos, molesta por el atuendo, según la peliroja, inapropiado para la ocasión.
—Ven, vamos a cambiarte. —dijo la mujer en tono autoritario, tomando a Hermione del brazo y conduciéndola hasta lo que antes había sido su antigua habitación, antes de casarse con Harry Potter.
—Hermione, a veces siento que ya no te conozco. Mi madre ha estado preguntando por ti. Te pido que dejes el egoísmo a un lado —comentó Ginny mientras le acomodaba el cabello a su compañera.
Hermione, hasta cierto punto, estaba un tanto cansada de que Ginny siempre le reclamara cuando se veían. Sin embargo, decidió no tomar esos reclamos tan a pecho, ya que entendía la molestia de su amiga. Le sonrió mientras asentía ante lo que acababa de decir.
Lucía un vestido largo negro con mangas largas, el cual destacaba su figura a la perfección. Además, tenía un ligero escote en la espalda que le daba un toque sensual.
Tomo la cajita que había dejado sobre el tocador, un regalo para su cuñado Charlie. Al salir al patio, divisó desde lejos a su mejor amigo, Harry, quien parecía ocupado tecleando en su celular. Hermione no le prestó mucha atención, pensando que debía ser algo relacionado con su trabajo. Se acercó a él.
— ¡Hey! —exclamó, provocando que Harry diera un pequeño salto y rápidamente escondiera su celular.
— ¡Ay, qué susto! No vuelvas a hacer eso —pidió Harry mientras se apoyaba en la pared—. Por fin llegas, Ginny dijo que si no aparecías pronto, iba a volar hasta el ministerio por ti. —Hermione solo se limitó a reírse levemente con una pequeña mueca en su rostro.
— ¿Con quién estabas hablando? —cuestionó la castaña, cruzando los brazos y dirigiendo su mirada al bolsillo de su pantalón.
—No te preocupes, solo cosas del trabajo, ya sabes como es. —respondió Harry con naturalidad. Le sonrió a su amiga y le acarició la cabeza, sorprendiéndola. — ¿Está todo en orden? — pregunto con preocupación en su voz.
Hermione asintió con la cabeza y esbozó una ligera sonrisa. Harry la conocía mejor que nadie y sabía cuándo algo le preocupaba o la atormentaba. A pesar de sus constantes peleas y ocupaciones, él la amaba como a una hermana y no la dejaría sola en ninguna circunstancia. Ella sabía que siempre contaría con su incondicional apoyo.
— ¡Mamaaaaaaa! —se escuchó a lo lejos captando la atención de ambos adultos.
—Hugo, cariño ¿Está todo bien? —El pequeño la abrazo como si no hubiese un mañana, esto a la mujer la conmovió aceptando el abrazo con mucho amor, Hermione amaba a sus hijos, y pasar ese tiempo de caridad con ellos era muy importante. — ¿Y tu hermana? —preguntó buscándola con la mirada.
—Está molesta por que dice que se le hace tarde para ir a una fiesta con sus amigos de Hogwarts. —comentó el pequeño pelirrojo sin soltar a su madre.
Ron se encontraba a lo lejos, entregando un paquete a su madre. Al girar el rostro, vio a Hermione, quien le sonrió con cariño, esperando que él fuera a saludarla. Después de todo, eran esposos. Sin embargo, Ron simplemente levantó el rostro como si dijera "Hey" o "Ah, ahí estás". Esto hizo que la sangre de Hermione hirviera y Harry se dio cuenta de ello.
— ¿Estás segura de que está todo bien? —preguntó el moreno, aunque sabía que era una pésima idea volver a hacer esa pregunta. La mujer lo fulminó con la mirada y Harry supo que era mejor abandonar la misión. Tragó grueso y decidió irse lo más rápido posible.
Hasta cierto punto, Hermione se sentía distante de aquellos a quienes consideraba su familia, especialmente después de su matrimonio con Ron Weasley. Sin embargo, decidió no darle más vueltas al asunto, pues no ganaba nada deprimirse a esas alturas. Se encaminó hacia donde todos estaban reunidos y pudo observar a Ginny arreglando el moño del traje de su esposo Harry, quien lucía una expresión de "Mátenme por favor". A Hermione le resultó gracioso y le recordó los moños de payasos en las fiestas muggles: Grandes y coloridos, totalmente incompatibles con el resto de su ropa.
Ron estaba sentado en el sofá, comiendo unos panquecillos de chocolate y siendo regañado por su madre, quien le quitó la bandeja de postres de un manotazo. La mujer rodó los ojos y, en la distancia, Hermione vio a Charlie, lo que le pareció una oportunidad conveniente para encontrarse con él en privado y darle su regalo.
—Recuerdo que dijiste que querías uno de esos relojes muggles en los que puedes recibir llamadas y mensajes de Whatsapp —dijo Hermione, extendiendo su mano y entregándole una cajita negra. El chico la aceptó con una sonrisa.
—No pensé que recordaras algo que dije el año pasado —dijo él, abriendo la caja y sonriéndole al artefacto. Charlie tenía que viajar constantemente para entrenar a los dragones, lo que no le dejaba mucho tiempo para estar con su familia. Sin embargo, cada vez que tenía la oportunidad de verlos, sus padres siempre le preguntaban si planeaba darles nietos pronto o si llevaría a alguna mujer a casa este año. El pelirrojo tenía una relación secreta y Hermione era la única que lo sabía.
—¿No vendrá esta Navidad tampoco? Charlie, llevan 3 años así. ¿No les afecta en absoluto? —preguntó con curiosidad. Hermione estaba preocupada por su cuñado, ya que sentía que era una de las personas que más la entendían, ambos estaban en la misma situación de exceso de trabajo y poco tiempo. Siempre le aconsejaba y ella quería brindarle el mismo apoyo.
—Me entiende, sabe que mi familia no aceptaría nuestra relación —comentó Charlie con desaliento. Se sentía desanimado por la triste realidad.
—Eso no lo sabes, y no lo sabes porque no lo has intentado —lo animó ella sin éxito. Él la miró, negando con la cabeza, como diciendo "Gracias, pero mejor déjalo así". Se alejó de ella, dejándola con una sensación de angustia en la boca. Quería apoyarlo, pero no sabía cómo. También merecía tener su final feliz.
Molly Weasley estaba emocionada mientras tomaba del brazo a su hijo para llevarlo a la silla principal. Todos se sentaron alrededor de la mesa mientras se servía un gran banquete. Había pollo asado, papas fritas con especias, espaguetis y jugos de naranja, mango y sandía. Todos habían llenado sus platos y empezaron a conversar entre ellos. Mientras tanto, Hermione mantenía su celular bajo la mesa, necesitaba responder a su asistente Daniel para que la cubriera por un poco más de tiempo.
Señora, el señor de su cita acaba de llegar, le dije que usted tardaría un par de horas más pero insistió, está aquí en su oficina y al parecer no tiene intenciones de irse ¿Qué hago?
Es un hombre bastante persistente, retenlo un poco más de tiempo, en la estantería de la izquierda de mi escritorio están varios sobres de té chai ofrécele algunos, dices que es alguien importante, ¿no? También tengo galletas que Harry me trajo de Francia.
Y cuando se terminé de beber el té ¿Qué se supone que haga? No pide, el exige que este aquí a la brevedad.
¿Exige dices? En ese caso tardaré más…
Señora, no es broma, por favor ¡se lo pido! Da miedo este sujeto.
De acuerdo, lo entiendo, voy para allá, solo dale el té lo más lento que puedas.
—mione, ¡Tierra llamando a Hermione! Mi mamá te hizo una pregunta cuñada. —exclamó Ginny con molestia en su rostro, apuntando su mirada hacia Molly quien la miraba con una sonrisa.
— ¿Cómo perdón?
—Preguntaba cómo van las cosas en el trabajo. Hace mucho que no venias de visita, cariño. —comentaba la suegra de Hermione mientras partía unas papas de gajo con su tenedor, esperando respuesta. Hermione estuvo a punto de hablar, pero su cuñada Ginny tomo la palabra.
—Eso es verdad mamá, tiene todo el tiempo del mundo para su trabajo, pero no para su familia, dime algo cuñada, ¿Cómo van los preparativos para el ingreso de Hugo a Hogwarts? Eres su madre, deberías de saberlo ¿No es así? —replico Ginny.
—Es cierto, mamá. Tiene todo el tiempo del mundo para su trabajo, pero parece que no lo tiene para su familia. Pero dejemos eso de lado por un momento. Cuñada, me gustaría saber cómo van los preparativos para el ingreso de Hugo a Hogwarts. Eres su madre, supongo que deberías estar al tanto, ¿no es así?
A Hermione le sudaban las manos de la rabia. Tenía ganas de levantarse y decirle a esa molesta pelirroja que eso no era asunto suyo, pero se contuvo y simplemente asintió con la cabeza, su escape habitual últimamente. Ahora, ¿cómo podría decirles que tenía que volver al trabajo?
—Bueno, Ginny, tampoco es el fin del mundo. Supongo que tu agenda está tan ocupada como la de Charlie, y siendo familia debemos apoyarnos mutuamente, ¿no es así, Arthur? —dijo Molly, dándole un codazo a su esposo mientras él comía su pierna de pollo despreocupadamente.
— ¿Eh? Ah, sí, tienes razón, querida. ¡Estoy de acuerdo! —Molly rió para sí misma y continuó comiendo, brindando una cálida sonrisa a su nuera al otro lado de la mesa. La mayor de los Weasley se encontraba preocupada, observando a su hijo distante de su esposa. Sabía que todas las parejas tenían problemas, pero no soportaba ver a los padres de sus nietos en esas condiciones.
La hora del pastel no se hizo esperar. Charlie había notado varias veces a la castaña mirando su celular o su reloj en repetidas ocasiones. Sabía que tenía que irse y no sabía cómo hacerlo. La comprendía, ya que había estado en su lugar, así que decidió acelerar su partida.
El anochecer comenzaba a caer, el cielo se oscurecía cada minuto. Hermione se disculpó por tener que irse tan repentinamente. Estaba dos horas tarde para su cita y esperaba que el "importante" personaje todavía estuviera allí en su oficina, considerando las insistencias de Daniel.
Apareció fuera de su despacho y tomó una respiración profunda antes de estirar su mano derecha hacia la manija de la puerta para abrirla. Quedó sorprendida al ver a un temeroso Daniel apoyado contra la pared. Su sorpresa fue aún mayor cuando aquel hombre rubio giró su rostro hacia ella. El arrogante y pálido rostro de Draco Malfoy penetró la mirada de la mujer que ostentaba el cargo de primer ministro.
Se trataba ni más ni menos que de aquel insoportable Slytherin.
