Capítulo 5
Amores y desamores.
Temprano por la mañana, Harry había tomado la decisión de levantarse y tomar una ducha relativamente corta. Ginny, quien al parecer había despertado de mal humor, lo observaba de reojo con la mirada cansada mientras se preparaba para salir.
— ¿No es demasiado temprano para que estés despierto? — interrogó la mujer con la voz somnolienta.
—Tengo una importante reunión y no puedo darme el lujo de llegar tarde. Al parecer, encontraron al culpable del caso en el que estamos trabajando — mintió, acomodándose la corbata. Se acercó para despedirse de su esposa y le dio un beso en la frente. Sin embargo, ella puso su mano frenando la acción. El chico simplemente rodó los ojos, tomó su maletín y salió sin despedirse.
Al salir de la casa, Potter realizó una aparición en un parque cercano. Miró a ambos lados y, al percatarse de que la zona estaba desierta, se quitó uno de sus zapatos y lo utilizó como traslador, apareciendo en la parte más alta de la Torre Eiffel.
La vista era espectacular. El sol estaba a punto de salir y ver el amanecer acompañado de una brisa helada le daba una ligera sensación de satisfacción. Harry observó la hora en su reloj negro BVLGARI, uno de los obsequios de cumpleaños de la mujer que amaba. No tardó en hacer su aparición cerca del Hotel Bonjour Sorcier.
El hotel, distinguido y lujoso, era propiedad de la familia de Pansy, por lo que no era sorpresa encontrarla alojada allí. Harry se escabulló con cautela por las escaleras, subiendo hasta la habitación 612. Se quedó parado frente a la puerta como un idiota, nervioso y asustado por un momento. Pero no podía permitirse dudar, no en ese momento. Pansy se había convertido en un pilar importante en su vida y rendirse no era una opción.
Harry tocó la puerta con decisión. Al otro lado, Pansy estaba durmiendo, aunque siempre había sido alguien con el sueño ligero, por lo que el sonido la despertó casi al instante. Se frotó ligeramente los ojos con elegancia y se puso sus pantuflas verdes antes de ponerse de pie. Escuchó un "toc toc" una vez más y se preguntó quién podía ser con tanta insistencia. Al mirar por la mirilla, se percató de que era nada más y nada menos que Harry Potter.
Deslizó su mano hasta su pecho, sujetando con fuerza la playera de su pijama. Su corazón latía descontroladamente y sentía un impulso de querer llorar. Sin embargo, debía mantener la calma y no mostrar debilidad. Pero, ¿qué hacía él allí? La decisión había sido clara el mes pasado, y nunca esperó volver a verlo. Respiró profundamente y decidió abrir la puerta.
—¿Qué haces aquí? —fue lo primero que salió de su boca, mostrando una mirada fría. Con los brazos cruzados, la mujer se apoyó en la puerta, mientras que Harry, cegado por su enamoramiento, no percibió su frialdad. Le provocó una sonrisa de tonto enamorado, pero ella frunció el ceño.
—¿Puedo pasar? —preguntó con dulzura y una sonrisa.
—¿Disculpa? ¿Crees acaso que soy una mujer fácil como las que frecuentas? Jamás permitiría que cualquier persona pase a mi habitación. Tengo una reputación que cuidar, ¿sabes? —Por supuesto, ansiaba jalarlo de su traje y besarlo apasionadamente, pero eso era algo que él no debía saber.
—¿Yo soy cualquiera?
—En este momento, sí lo eres, así que es mejor que te vayas. —Pansy estaba a punto de cerrar la puerta, pero Harry puso el pie deteniéndola y forzó su entrada. Mientras entraba, la pelinegra levantó la mano para abofetearlo, pero Harry le detuvo el brazo y lo atrajo hacia sus labios, besándola.
Al principio ella resistió y trató de empujarlo, pero al sentir sus manos cerca de su cuello, se estremeció. Aceptó el beso y, con la ayuda de su espalda, Harry cerró la puerta sin separar sus labios de los de la chica. Luego, se dirigieron hacia la cama revuelta. En ese instante, Pansy volvió a la realidad. Debía detenerse ahora; de lo contrario, no podría controlar sus impulsos.
—Espera —dijo, inclinando la cabeza, pero Potter no se detuvo y comenzó a besarle el cuello. —Te estoy hablando, por favor, detente. No podemos hacer esto… Además, tú me dejaste, ¿lo olvidas? —Harry se detuvo, ella tenía razón. Si querían hacer las cosas bien, debían hablar primero.
—Escúchame —Pansy se puso de pie—. ¿Tú crees que soy un juego? ¿Piensas que puedes venir conmigo cuando te sientes mal y hacer lo que quieras? ¡Pues no! Sé lo que valgo, sé quién soy y sé lo que merezco. No voy a permitir que me rebajes, ni a ti ni a nadie más. —Harry sonrió, confundiéndola. Luego, la tomó suavemente de la mejilla y asintió con la cabeza.
—Sí, tienes toda la razón. Por favor, discúlpame si te hice pasar un mal rato. Pero precisamente estoy aquí para darte todo lo que una distinguida dama como tú merece —dijo, sonriendo por haber sonado tan formal—. Pansy, quiero pedirte que te quedes a mi lado. No puedo imaginar mi vida sin ti. Sé que me pediste que dejara a Ginny, y por ti lo haré. Sin embargo, es una situación complicada. Sabes que tengo hijos, especialmente Lily, pero pronto ingresará a Hogwarts… ¿Podrías esperar un año hasta que el divorcio esté finalizado? Después de eso, quiero casarme contigo. —En un acto inesperado, Harry se arrodilló frente a ella, sacando una pequeña caja negra. Pansy sintió mariposas en el estómago y, sorprendida, llevó ambas manos a su boca.
—Harry… —susurró con el corazón a punto de salirse de su pecho. El chico abrió la caja y ella contempló un hermoso anillo de plata con una gema verde. Contuvo las lágrimas y sintió un nudo en la garganta.
—¿Te casas conmigo, Pansy? —lo miró arrodillado, y ella le sonrió, asintiendo sin dudarlo. Al colocarle el anillo, lo observó detenidamente. Era una joya realmente hermosa. Harry se levantó, con una sonrisa llena de amor en sus labios, y la besó nuevamente.
Hermione permanecía sentada en su escritorio mientras Daniel, su cariñoso asistente, se acercaba sosteniendo un vaso de agua. Lo dejó sobre la mesa y sacó una tableta de pastillas para el dolor de cabeza de la bolsa de su pantalón de vestir. La expresión demacrada de Hermione era evidente, debido a las constantes peleas y rivalidades con su molesto pasante albino, que la dejaban mentalmente exhausta.
Daniel había aprovechado su hora de comida, por lo que no tenerlo allí durante una hora era el mejor momento del día de Hermione. Sin embargo, no pudo tomar bien la pastilla, ya que vio a Draco entrar con una sonrisa maliciosa. "Cof, cof", ella tosió y rápidamente tomó el agua, ya que el sabor amargo de la píldora comenzaba a disgustarle. Pero de manera inesperada, volvió a toser y el líquido salió por su nariz, quemándola y haciendo que sus ojos se volvieran ligeramente rojos.
—Jefa, ¿se encuentra bien? —preguntó Daniel preocupado, entregándole un pañuelo.
—Granger, eres una asquerosa —dijo Draco con una cara llena de burla. Su plan principal era iniciar una de sus constantes acciones para fastidiarla, pero esto había sido mucho mejor y sin tener que esforzarse. Se apresuró a tomar asiento en su lugar, ya que tenía mucho trabajo que Hermione le había asignado. Las burlas, peleas y venganzas quedaban para después.
Dos horas habían transcurrido y ninguno había hablado. Ambos se estaban tomando su trabajo en serio. El único sonido que se escuchaba era el rechinar de la puerta cada vez que Daniel entraba y salía dejándole documentos a la ministra.
La castaña había estado intentando comunicarse con su esposo sin éxito. El reloj marcaba las 7:45 pm y ella era una fanática de las fiestas, por lo que celebrar el Día del Amor y la Amistad era algo que la apasionaba con gran entusiasmo. Su cita ese día era a las 8:00 pm en el restaurante The Ledbury, ubicado en Notting Hill, Londres.
—Malfoy. —La mujer rompió el silencio, y él la volteó a ver. —Hoy es un día festivo, así que ¿por qué no te vas a casa?
—¿El 14 de febrero es feriado en el ministerio? —alzó una ceja. Ella lo observó con ligera molestia.
—Bueno, haz lo que quieras. Puedes irte a casa por hoy si lo deseas o, de lo contrario, termina todo ese trabajo. —El hombre bufó, ignorándola. En realidad, nunca había celebrado ese día con su esposa, por lo que llegar a casa no era algo que sintiera tanta urgencia por hacer. Decidió "hacer lo que quisiera", como su jefa le había dicho. Por otro lado, la mujer se encontró con su asistente de pelo negro mientras salía.
—Daniel, ¿por qué no vas a casa a descansar? —sugirió Hermione, guardando su teléfono en su bolso. —¿No hay alguna mujer dueña de tu corazón? Constantemente recibes llamadas, ¿no es ella? —preguntó con una sonrisa pícara. El chico simplemente soltó una risita nerviosa.
—Se equivoca, señora Weasley. En realidad, suelo recibir llamadas de mi hermano mayor. —comentó sonriente.
—Oh, ¿Es así? Lamento haber sido tan entrometida. —El chico negó con la cabeza. La ministra se despidió y, mediante aparición, llegó hasta el hermoso restaurante al que nunca había ido, pero que aparentemente valía su alto costo. Se acercó rápidamente al mostrador.
—¿Una mesa para uno? —preguntó una alegre y refinada señorita encargada de asignar las mesas. —Tendrá que esperar, estamos completamente llenos hoy. Le ofrezco disculpas.
—En realidad, tengo una reserva a nombre de "Ronald Weasley" o "Hermione Weasley". —comentó la mujer con una sonrisa. La señorita de recepción buscó los nombres mencionados y negó con la cabeza.
—Lamento decirle que no tenemos ninguna reserva con esos nombres. —comentó apenada. —¿Desea esperar?
—Sí, está bien, esperaré. —La mujer suspiró, la tristeza se reflejaba en sus ojos color ónix. Solo le había pedido una cosa a su esposo, una sola. Hace un mes peleó con su cuñada Ginny, quien manifestaba su desconfianza hacia Ron. A pesar de comprender la preocupación de Ginny, Hermione accedió a hacer una simple petición: que Ron hiciera una reserva para la cena. Pero ahora, parecía que confiar en su instinto habría sido menos problemático.
El reloj marcaba las 9:10 pm cuando la recepcionista salió para asignarle una mesa a Hermione, quien la siguió de inmediato. Al sentarse, ordenó una copa de vino. Intentar comunicarse con Ron en ese momento era más difícil que preparar una poción felix felicis. Su cita era a las ocho, pero ya había pasado más de una hora. Incluso había considerado no molestar y ofrecer cocinar para ambos esa noche. Sin embargo, el pelirrojo aún no había aparecido.
Esa noche en Hogwarts se había organizado una pequeña fiesta para todos los alumnos. Los pasillos estaban decorados con corazones que se movían de un lado para otro, como si tuvieran vida, con expresiones faciales. De vez en cuando, los corazones chocaban entre sí, dándose abrazos, e incluso algunos flotaban en el aire.
Scorpius Malfoy corría por los pasillos, intentando llegar lo antes posible al gran comedor. Había quedado en encontrarse con Rose. Después de intentar promocionarse dando tutorías, las cosas no habían salido como esperaban. Afortunadamente, la cariñosa abuela Cissy accedió a prestarles un poco de dinero. Scorpius había guardado cada centavo que habían ganado para poder devolver el favor a Narcisa.
Al llegar a la enorme puerta del gran comedor, Rose también había corrido para llegar a tiempo. Cuando sus miradas se cruzaron, ambos rieron inocentemente, dándose cuenta de que a los dos se les había hecho tarde.
—Rose, sé que no es mucho, pero… Esto es para ti —dijo Scorpius mientras extendía una cajita de color rojo con un moño dorado en la parte superior. Ella la tomó con una sonrisa. Al abrirla, se percató de que era una pequeña caja musical. Al darle vuelta, se escuchó la melodía "Waltz of Flowers". La pelirroja se conmovió y sintió las lágrimas amenazando con caer.
—¿Cómo encontraste esta canción? —preguntó la chica con una dulce sonrisa.
Flash back.
Rose salió de la biblioteca apresuradamente. Después de varios días repartiendo folletos, finalmente habían conseguido clientes a quienes brindar asesorías. La chica tenía un talento especial para explicar las cosas, y sus alumnos lograban entender lo que no habían comprendido en clase.
Scorpius esperaba a Rose para dirigirse a su lugar secreto cerca de los invernaderos. Cuando ella llegó, se sentaron juntos en el suelo. Scorpius compartió sus galletas y le ofreció una bebida caliente que llevaba en su mochila.
—Gracias, hace mucho frío —dijo Rose mientras tomaba la bebida. Era inevitable notar lo sonrojada que estaba, lo cual le pareció gracioso a Scorpius. A sus ojos, ella se veía muy linda.
—Esto me hace recordar algo —vaciló Rose por un momento.
—¿Qué es, Rose? —preguntó Scorpius mientras destapaba el corcho de la botella.
—Me vino a la mente un recuerdo de mi mamá… Sabes, ella ahora es Ministra de Magia y siempre pasa mucho tiempo en la oficina. Pero cuando yo era un bebé, ella se dedicaba a cuidarme. Recuerdo que en las noches yo era muy miedosa, me aterraba la oscuridad. Mi mamá lograba calmarme con una melodía —Rose comenzó a tararear la canción y se detuvo al darse cuenta de que Scorpius la observaba con gran expectación. Ella sonrió—. Sonaba algo así. Después de cantarme la canción, mi mamá me acunaba entre sus brazos para que yo dejara de llorar. Es un recuerdo muy especial para mí —terminó de explicar.
—¿Y cómo se llama la canción? —preguntó Scorpius con curiosidad.
—No lo sé —respondió Rose con negativa. Una ráfaga de viento los envolvió, y se dieron cuenta de que debían apresurarse a volver al castillo antes de que la lluvia los atrapara. Ambos se pusieron de pie y salieron corriendo.
Fin del flash back.
La pelirroja se sentía conmovida. ¿Lo había recordado todo este tiempo? Además, ¿cómo había conseguido dar con la melodía?
—Muchas gracias, Scorp. Lo atesoraré mucho. —Ambos chicos entraron al gran comedor, donde las amigas de la pelirroja estaban sentadas en las mesas de Gryffindor.
—Oigan ustedes, ¿por qué no se sientan con nosotros? —sugirió Peggy, la compañera de cuarto de Rose. Ambos chicos se miraron y accedieron a su sugerencia.
—Saben, estábamos comentando sobre una salida para mañana a Madame Tudipie en parejas —comentó la chica, sonrojándose por su nuevo novio Francis, un Hufflepuff que estaba sentado a su lado.
—Eso suena como un buen plan, ¿no te parece, Scorp? —El rubio sintió que sus orejas se calentaban. Le encantaría poder ir, pero había gastado todo el dinero que Narcisa le había dado en esa caja musical y no quería despilfarrar el pequeño ahorro que tenía. Debía pagarle hasta el último knut a su abuela.
Hermione había llegado a casa a las 11:06 de la noche y su corazón comenzó a agitarse. No se le ocurrió pensar: "¿Y si algo hubiera pasado?". Se acercó a la puerta de entrada y corrió directamente hacia la habitación de su pequeño Hugo, quien dormía plácidamente abrazando su osito de peluche café. Antes de salir, depositó un suave beso en la frente de su hijo.
Al llegar a su habitación, se llevó una sorpresa al encontrarse con que Ronald había estado en casa todo el día. Su silueta todavía estaba durmiendo, abrazando su Nintendo Switch y con los auriculares puestos. Llevaba puesta su pijama de Star Wars, sucia de helado de vainilla, lo que daba a entender que no se había cambiado en todo el día. La cama estaba llena de envoltorios de chocolates, papas fritas, latas de refrescos y otras cosas, pero Ronald tenía una sonrisa en su rostro.
Hermione encendió la luz, lo que provocó que su esposo frunciera el ceño con molestia, moviéndose y tirando algunas envolturas al suelo.
—Hermione, ¿qué estás haciendo? Apaga la luz —pidió, sonando más como una orden. Esto enfureció a la mujer, quien le arrojó una bolsa llena de comida a la cara.
—Te estuve esperando en el restaurante y nunca apareciste —comentó, su voz sonando quebradiza, a punto de romper a llorar en cualquier momento.
—¿Era hoy? —preguntó con un leve toque de indiferencia. —Bueno, fue mi error —dijo, volviendo a su profundo sueño e ignorándola. En ese momento, Hermione utilizó aparición para llegar a un pub cercano al Ministerio. En su momento de furia, ese fue el único lugar en el que se le ocurrió ir. Al entrar, se dio cuenta de que no tenía su bolso consigo, pero decidió sentarse en la barra.
La mujer se sentía realmente decaída y tenía unas ganas enormes de beber esa noche, pero no traía dinero. ¿Entonces, cómo lo haría? El barman se acercó a ella y le entregó un vaso de whisky.
—Se lo manda el caballero de allá. —señaló.
La mujer entrecerró los ojos y siguió la dirección señalada hasta el final de la barra. Allí se encontraba, nada más y nada menos, que su antiguo compañero de colegio y ahora pasante, Draco Malfoy. Con cierta vacilación, la mujer tomó el vaso y se acercó al albino.
—¿Por qué me envías esto? ¿Qué pretendes? —preguntó con tono demandante y una expresión de molestia en el rostro. La voz desanimada de Draco sorprendió a la mujer.
—No pretendo nada, Granger —suspiró—. Toma asiento si quieres…
Ella no sabía por qué aquel hombre tan altanero y engreído lucía de esa manera. Vacilando un poco, decidió bajar la guardia y se sentó a su lado. Ambos se dedicaron a beber sin límites, mientras estaban acompañados el uno del otro. Por un momento, decidieron dejar sus diferencias de lado.
Pero Hermione resultó ser más ingenua que Draco. Ella soltó todo el drama por el cual se encontraba bebiendo esa noche.
—¿Te dejo plantada? —preguntó él. Ella asintió con lágrimas en los ojos. Después de un rato, ambos adultos empezaron a sentirse mareados, pero continuaron con otra ronda.
—Sabes, Malfoy, lo peor de todo es que me esfuerzo hasta el límite… Realmente no pido mucho. Yo solo quiero ser una buena esposa. —dijo Hermione con una mirada llena de profunda tristeza. Se recostó sobre la barra sin soltar su vaso.
—Esto no te hubiera pasado si… Si tan solo tú… —susurró por lo bajo. Sin embargo, ella logró escucharlo y se enderezó en su silla.
—¿Si tan solo qué, Dra-co? —Se acercó a él, pasando su mano sobre su pecho con una mirada llena de malicia y un tono seductor. Parecía que el efecto del alcohol estaba haciendo efecto en ella.
—Estás ebria… Olvídalo. —Volteó la cara con molestia, intentando ocultar un ligero rubor. Hermione ya no pudo más y se dejó caer sobre el hombro de Malfoy, quedándose profundamente dormida. —No deberías beber alcohol si no estás acostumbrada, Hermione. —Sonrió de lado. Se había olvidado cómo era llamarla por su nombre. Sin importar sus problemas financieros, decidió pagar la cuenta de ambos, cargándola. Al salir del pub, apareció en la oficina para dejar a la Gryffindor en uno de los sillones. No encontró mantas por ningún lado, así que decidió retirarse la chaqueta y la colocó sobre el frágil cuerpo de ella. Después de observarla por unos minutos, se marchó.
Harry caminaba en medio del campo. Ese día iba a hacer una pequeña visita a su amiga Luna Lovegood. Al llegar al pórtico, descubrió que la puerta estaba abierta, así que decidió entrar. Toda la casa estaba decorada con colores llamativos. En la sala, había un enorme cuadro hecho a mano de Luna, con el escudo de Ravenclaw de fondo.
—¡Oh, Harry! No esperaba que vinieras tan pronto —comentó Luna, sentada en un enorme sillón individual de color azul. Estaba leyendo el antiguo libro de Newt Scamander, "Animales fantásticos y dónde encontrarlos", mientras hacía algunas anotaciones. —La próxima semana iré a una crianza de Mooncalf, quiero estar bien informada. La gente piensa que son criaturas tontas por su nombre, pero yo no lo creo. Son dulces y excéntricas.
Harry asintió, la mayoría del tiempo no entendía de qué hablaba Luna.
—Luna, ¿estás sola en casa? —preguntó mientras se sentaba a su lado. Ella simplemente asintió con la mirada.
—Dime una cosa, Harry. ¿Has tomado una decisión? —preguntó con su dulce voz mientras se levantaba y se dirigía a la cocina. El chico la siguió.
—La última vez que viniste, parecías desanimado. Me preocupé por ti, pero el camino que estás eligiendo no es precisamente sencillo. —continuó hablando mientras servía dos tazas de té de manzanilla.
—He tomado una decisión, Luna —su tono de voz sonaba decidido, pues eso era lo que quería y no se echaría para atrás. Luna tomó un sorbo de su té con delicadeza. —Estoy muy agradecido con Ginny, la respeto, es la madre de mis hijos y siempre lo será, pero… —desvió la mirada, la rubia lo observaba como si quisiera transmitirle con la mirada "yo te apoyo". —Amo a Pansy, sé que tal vez ella y yo somos de dos mundos diferentes, sin embargo, estoy dispuesto a dejarlo todo de lado por ella. —La chica negó con la cabeza.
—Harry, no te diré con qué mujer debes quedarte, pero no puedes decir eso tan a la ligera. ¿Qué hay de tus hijos? Puedes dejar a Ginny, eso no se discute, pero debes estar ahí para ellos sin importar qué. Tu relación con su madre no debería influir en tu responsabilidad de ser padre —comentó con dulzura la chica, antes de comer un macarrón morado.
—Jamás abandonaré a mis hijos, Luna.
—Sí, pero recuerdo cuando viniste aquí bastante abatido porque Ginny estaba esperando a tu hija Lily —comentó la chica mientras tomaba asiento en la isla de la cocina. Harry imitó su acción.
—Lo lamento, pero en aquel momento llevábamos meses sin intimar. Yo insistí tanto, no solo porque estuviera hormonalmente urgido, sino porque me preocupaba que nos alejáramos. Sabes que el sexo es importante en un matrimonio de alguna forma u otra —dijo Harry, bebiendo su té rápidamente.
—Al final, la niña nació y aún así el distanciamiento fue inevitable. —Harry se sentía estúpido, su amiga tenía razón. Pero no sabía si todo era culpa suya o si debía seguir adelante con su futuro junto a Pansy. —También… —Luna hizo una pausa. —Ron jamás te lo perdonará si lastimas a su hermana.
¡Por Merlín! Lo había olvidado por completo ¿Qué debería hacer? Hablar con su mejor amigo no era una buena opción, se alterarían y su relación se vería fracturada al final de cuentas.
—Lo solucionaré —dijo no muy convencido. Luna era una de sus mejores amigas, estuvo ahí para él desde el inicio de sus problemas matrimoniales, siempre lo consoló, apoyó y orientó sin necesidad de regañarlo o juzgarlo. Esa era una de las principales razones por las que su pequeña hija llevaba su nombre. Cambiaron de tema, ya que Harry tenía muchas cosas en las que pensar al respecto. Prefirió distraerse con otra cosa por el momento. Ayudó a Luna a investigar sobre varias criaturas mágicas en varios libros y, al caer la noche, se marchó a casa.
El amanecer había llegado a Londres. Hermione, quien descansaba incómodamente en un sofá de su oficina, se movió un poco al sentir la garganta reseca. Con pesadez, abrió los ojos y reconoció su lugar de trabajo. Se sentó de golpe, provocándole un ligero dolor de cabeza. Recordó la escena anterior y su expresión se transformó en una de vergüenza. ¡Dios mío! De alguna forma u otra, se le había insinuado al maldito de Draco Malfoy. "¿Será mejor fingir que no lo recuerdo?" pensó, mientras caminaba hacia su escritorio para sacar varias aspirinas.
Cuando llegó la hora de entrada, Draco apareció con aire altanero, seguido por Daniel, quien llevaba una charola con dos vasos de café portátiles y una bolsa que parecía contener algo.
—Déjalos sobre mi escritorio, Daniel.—ordenó el albino, ya que lo había hecho llevar la comida a la oficina desde que lo encontró en los ascensores del ministerio.
La castaña volteó a ver a Draco con expresión molesta. Hasta hace un momento estaba nerviosa por cómo actuar frente a su pasante, pero él le había facilitado la situación. Aunque el Slytherin no lo admitiera, esa había sido su intención desde el principio. Draco creía que si actuaba con arrogancia y falta de amabilidad, provocaría que Hermione actuara con normalidad. De hecho, había estado pensando en qué hacer durante toda la mañana.
—Fíjate en lo que haces, derramaste el café— sentenció el albino.
—Lo lamento, señor Malfoy— se disculpó el muchacho mientras limpiaba el escritorio de Draco con la manga de su camisa.
—No tienes nada de qué disculparte, Daniel— dijo la mujer sonriéndole a su asistente. —¿Qué te pasa? — preguntó ahora dirigiéndose al Slytherin. —No puedes tratarlo como si fuera tu sirviente.
—Tienes razón, para la próxima traeré a mi elfo.—comentó él con una sonrisa maliciosa, provocando que la mujer rechinara los dientes. Hermione respiró hondo, rodó los ojos y Draco continuó. —Como sea. Ten— extendió el vaso entregándoselo junto con una bolsa de donas. —Pensé que tendrías resaca después de lo de ayer.
Hermione tragó saliva aceptando las cosas con dificultad. Al parecer, tendría que abordar el tema. No quería recordar sus vivencias pasadas, menos a esas alturas, ya que en realidad no servían de nada. La mujer bajó la mirada, sin saber qué decir al respecto.
—Sobre lo que pasó ayer… Yo…— vaciló por un momento, mientras Draco la observaba de reojo.
—¿Qué pasó ayer? Solo sé que, al igual que en el pasado, eres mala para beber. Olvídalo.—fingió demencia. La ministra se preguntaba si realmente no lo recordaba o simplemente prefería no tocar el tema. El ambiente se volvió un poco pesado entre ambos, así que Daniel decidió alejarse poco a poco hacia la salida, esperando que no notaran su ausencia. Draco la miró con su expresión arrogante habitual, mientras bebía su café con elegancia. Al final, el plan del Slytherin resultó ser un éxito y Hermione continuó con sus actitudes habituales durante todo el día.
