Disclaimer: Esta historia no me pertenece, los personajes son de Stephenie Meyer y la autora es bornonhalloween, yo sólo traduzco su increíble historia con su permiso.
Disclaimer: This story doesn't belong to me, the characters are property of Stephenie Meyer and the author is bornonhalloween, I'm just translating her amazing story with her authorization.
Thank you bornonhalloween for giving me the chance to share your story in another language!
Gracias a Yani por ser mi beta en esta historia.
Capítulo 7
~*~Tigresa~*~
Se podrían decir un montón de cosas malas sobre mi ex, y la mayoría serían verdad, pero el hombre era un genio con un cinturón de herramientas. Desde el día en que descubrí unas bragas sin entrepierna —no eran mías— en el bolsillo del saco de Jake, mi casa no ha visto un trabajador competente. Si tan solo él le hubiera prestado tanto cuidado a nuestro matrimonio como lo hacía con toda la mierda que se rompía en nuestra casa, quizás todavía estaríamos juntos y yo no tendría una lista kilométrica de todos los proyectos que se tenían que realizar: plafones del techo manchados de humedad que necesitaban reemplazarse, retoques de pintura que requerían de una escalera y un nivel de paciencia que yo nunca había poseído, pisos de madera tallados, focos fundidos y el espejo del tocador roto que pesaba demasiado para cargarlo yo sola hacia la planta baja. Eventualmente tendría que contratar a un carpintero, probablemente, algún día…
Bien, tal vez me había permitido ponerme algo sentimental por mi lista de tareas. Tal vez, solo tal vez, no me gustaba admitir que había cosas que no podía hacer yo sola, o eso dijo mi terapeuta la última vez que hablé con ella, hacía muchos años. No se sorprendería ella al saber dónde estaba a punto de buscar ayuda después de todo este tiempo: con el empacador de mi supermercado orgánico, un millennial ligeramente perdido que todavía no estaba listo para tomarse en serio la vida. Oh, sí, ella disfrutaría en grande con mi creciente obsesión por este chico.
Dejando de lado todos los pensamientos racionales y no autodestructivos que pudieran atravesarse en mi camino, llamé para hacer mi orden.
~*~Empacador~*~
Cuatro docenas de focos.
Era una gran lista de compras para una tienda de comida orgánica de alta gama. Si mi jefe no me hubiera indicado la solicitud de entrega directamente, pude haberle ahorrado a Bella el extravagante total de la tienda y comprado lo que necesitaba en la ferretería. Como resultado, nos dejó sin focos empotrables de setenta y cinco watts.
Alineando todas las bolsas en los escalones de la entrada, tuve el presentimiento de que estaría aquí un buen rato. No estaba seguro de si esto era algo bueno o malo para mi polla. De cualquier forma, ella estaba completamente comprometida. Llevaba dos días en este reto y pude haber presionado el timbre con mi erección. ¿Abriría la puerta usando otra vez su kimono azul? Ni siquiera estaba seguro de si estaba en contra o a favor de eso, pero como siempre lo que yo quería no importaba.
El conjunto de hoy era un vestido veraniego blanco de gasa que le llegaba a las rodillas, era más al estilo fiesta de jardín que pijamada. Con un brazalete de oro alrededor de su antebrazo y las tiras de cuero de sus sandalias envueltas en sus pantorrillas como un par de boas, se veía como una diosa, del tipo antiguo, no la versión zorra de Xena. Aunque la tarde todavía era joven.
—Espero que no tuvieras problemas de camino acá —dijo, me abrió la puerta y se hizo a un lado mientras yo metía las bolsas—. No pude evitar notar que tienes el pie pesado cuando se trata del acelerador.
Sí, manejé hacia acá como un murciélago saliendo del infierno. Cúlpame.
—Con gusto puedo revisar si los focos están rotos, si quieres —le dije, completamente tranquilo e indiferente.
Una sonrisa comenzó en sus ojos y se abrió camino hacia sus jugosos labios.
—Sí, hay unos cuantos focos que necesitan ser cambiados, ¿si tienes ánimo de hacer la instalación?
Demonios sí, estaba con ganas de una instalación, lo había estado desde sus provocaciones en el estacionamiento hacía dos días.
—Siempre me alegra poder proveer un servicio al cliente de excelencia.
Ella asintió.
—¿Te puedo ofrecer algo de beber mientras te cambias?
—Oh, no traje nada para cambiarme —dije, reprimiéndome. ¿Pude haberme salido con la mía con jeans y una playera?—. Pero te acepto una Coca si tienes, gracias.
—No es necesario que te pongas nada. Puedes simplemente quitarte la camisa y la corbata. ¿Qué te parece un agua mineral sabor cereza? —No perdió ni un segundo después de expresar lo que claramente era una orden.
Sin importar qué tan preparado creía estar para verla, Bella siempre se las arreglaba para hacerme sentir como si me hubieran quitado el piso donde estaba parado. Supongo que debería agradecer que me dejó conservar el pantalón… al menos por ahora.
—Seguro, está bien —respondí tanto a la bebida como a la orden.
—¡Grandioso! —Aplaudió una vez y se dirigió a la cocina.
Teniendo la fuerte sensación de que ella quería que me quitara la camisa antes de su regreso, jalé el apretado nudo en mi garganta y desabroché los botones suficientes para sacarme todo por la cabeza. Dejé la ropa que me quité sobre el respaldo de una de sus sillas elegantes, pero se veía muy raro y mal, tan raro y mal como estar parado en la lujosa sala de la mujer sin camisa por ninguna razón en particular, pero intenté no pensar mucho en eso. En los últimos segundos antes de que ella apareciera otra vez, agarré la camisa y la corbata, y me las eché sobre el brazo.
Entregándome un vaso, extendió la otra mano.
—Las colgaré por ti. —Una vez más no era pregunta.
Intercambié mi camisa y corbata por la bebida, ganándome una mirada lasciva de apreciación que afiló mis pezones. La miré acercarse al armario del pasillo y acomodar mi ropa en un gancho.
—Compraré Coca para ti la próxima vez que vaya a la tienda —dijo.
No pude detener la sonrisa idiota que brotó en mi cara ni el sonrojo cuando ella se giró y me atrapó con esa expresión. Algo tan simple, ofrecerse a tener disponible mi bebida favorita, me hacía sentir irrazonablemente feliz. No podía evitarlo.
Incluso en mi vergüenza, divisé algo en su expresión, un raro parpadeo de vulnerabilidad. Era una botella de Coca, no el cajón superior de su cómoda, pero aun así… ¿me había dado más de lo que pretendía? Me guardé ese pequeño pensamiento para más tarde, cuando tuviera más tiempo para darle vueltas.
—Entonces… ¿estás listo para iluminar mi vida? —preguntó un momento después. Bella estaba de regreso en la montura, apretando las riendas, lo cual, supongo, hacía que yo fuera su caballo. Estaba más que bien con eso.
—Por supuesto. —¡Yupi, hijo de puta!
Ella agarró una bolsa en cada mano, yo me terminé mi bebida y agarré el resto. La seguí a un conjunto de escaleras que llevaban a su sótano y moví el interruptor de la pared. Como era de esperar, solo se encendieron unos cuantos focos. Había luz suficiente en los escalones para no terminar ambos tirados al final de las escaleras.
Bella dejó escapar un bufido cuando bajamos los últimos peldaños.
—Supongo que he dejado que las cosas se dañen un poco aquí.
Podría decirse. De todos los focos empotrables que estaban distanciados a unos cuantos pies a través del enorme espacio, conté cuatro que todavía funcionaban. Incluso así este espacio era el sueño húmedo de todo adolescente, sin contar a Bella. Dos maquinitas de juegos, mesas de ping-pong y billar, futbolito y un inmenso cine en casa con seis sillones reclinables acolchonados alineados en fila… podría vivir felizmente aquí abajo para siempre.
—Este sitio se ve genial —dije—. Bueno, parece que podría serlo, si pudiera ver algo.
Se encogió de hombros. Eh, podía entender por qué una dama como Bella podría no darles uso a muchos de estos juegos. Ella parecía preferir el tipo de juegos donde las piezas eran humanos que ella podía mover sobre el tablero. Me pregunté por qué siquiera se molestaba en pedirme que cambiara los focos.
—Hay una escalera en ese armario de ahí. Desearía poder ofrecerte más luz, pero… —Se quedó callada con una sonrisa.
—No pasa nada. Debería ser facilísimo comparado con las luces fluorescentes de la tienda.
—Te dejaré para que trabajes, entonces.
Pensé que quizás volvería a subir las escaleras, pero se acomodó en uno de los sillones en el área de cine y empezó a revisar los menús de películas on-demand, no es que estuviera viéndola ni nada así.
Encontré la escalera y me acomodé junto al foco más cercano que sí servía. Requerí de un poco de fuerza para aflojar los focos fundidos, esto me hizo pensar si la persona que los atornilló fue el cachorro que me precedió, alguien a quien contrató, el ex o quién. Después de encontrar un ritmo, avancé rápidamente con el trabajo. Pronto ya había reemplazado la primera docena de focos. Me recompensé con un viaje al baño, regresando para encontrar a Bella cargando una bandeja de comida hacia el área de cine.
—Ven a tomar un descanso —dijo.
—Seguro, gracias. —Rodeé la pared de atrás y me metí al acogedor espacio. En la pantalla se encontraba la imagen congelada de un hombre desnudo, amordazado, con los tobillos atados con una cuerda a las piernas de la sencilla silla de madera donde estaba sentado, tenía las muñecas atadas detrás del respaldo de la silla. Tenía una fuerte erección.
La clase de cosas que cualquier persona normal podría ver con compañía en la casa.
Mi polla se despertó de inmediato.
—Toma asiento —me ofreció Bella, palmeando el asiento de piel junto al de ella—. ¿Quieres hummus?
Ella reanudó la película mientras yo tomaba un bastón de zanahoria, y en la escena tenuemente iluminada entró una mujer que claramente iba vestida para volver miserables las siguientes dos horas del hombre. Su cuerpazo llenaba perfectamente un sexi corsé negro de cuero, mientras que su largo cabello lacio color castaño se derramaba por su espalda. Su parecido a Bella me hizo mirarla dos veces. Durante un segundo sentí pánico, me pregunté si estábamos viendo una rara película casera que pronto yo podría estar protagonizando. Golpeándose la palma de la mano con una fusta, la mujer avanzó por el piso de concreto en sus botas de cuero hasta la rodilla y con tacón de aguja hacia su víctima que tenía atada.
Tenía un millón de preguntas. ¿Cuánto tiempo llevaba este hombre atado? ¿Qué le había hecho ya ella a él? ¿Lo iba a ayudar con ese enorme problema que tenía? ¿Exactamente por qué estábamos viendo esto?
No me atrevía a mirar directamente a Bella, pero forcé mi vista periférica para captar la sonrisa de su rostro. Se me atoró el aliento en la garganta. Si Bella tenía planeado copiar el comportamiento de esta mujer, me encontraba en un montón de problemas… y difícilmente podía esperar para empezar.
La fusta cayó sobre el muslo del hombre. Este soltó un gemido. La Bella de la película lo disfrutó. Aterrizó su fusta en el otro muslo, otro gemido salió de él, otra sonrisa enorme de la dominatriz en la pantalla y la tigresa a mi lado. Mi polla se hinchó en una curvatura incómoda que necesitaba estirar desesperadamente, pero no había forma de que pudiera tocarme sin ser obvio, así que hice lo único que podía: agarré mejor un bastón de apio.
La dominatriz en la pantalla estaba hablando con su víctima, tentándolo.
—Quieres que te toque, ¿hmm? ¿Es eso lo que quieres? —Él asintió vigorosamente, el pobre hijo de puta.
La dominatriz de la película se agachó frente a la silla y agarró los dos pezones de él entre sus dedos, apretando. Él agrandó los ojos mientras soltaba un grito ahogado. Bella giró la cabeza y miró mi pecho desnudo, como si mapeara mentalmente sus movimientos. Un escalofrío me retorció la espalda.
La voz de Bella me sobresaltó.
—¿Quieres otra zanahoria?
—Uh, no, gracias.
Se encogió de hombros, luego agarró una zanahoria para sí, la arrastró entre el hummus y la puso seductoramente entre sus labios.
La dominatriz de la película agachó la cabeza al regazo de su víctima y remolineó la lengua sobre su punta. El gemido de él viajó directo a mi dolorida entrepierna. Me moví en la silla, pero fue en vano. No tenía más opción que quedarme ahí sentado con los ojos en la pantalla mientras se profundizaba la mamada.
Sentí la cálida mano de Bella en mi muslo y me giré hacia ella.
—Oh, querido —exclamó Bella, fingiendo inocencia—, ver esto debe ser muy difícil para ti —dijo.
—Sí —dije con voz rota, sonaba muy parecido al hombre amordazado que estaba atado en la silla.
Bella apuntó el control a la pantalla y presionó el botón de pausa, congelando la imagen del pene deslizándose en la garganta de la mujer, una imagen que no sacaría de mi cabeza en dos días.
—Qué insensible de mi parte. Lo siento, Edward. ¿Debería dejarte regresar a trabajar?
Le agradecí y me paré con mucha dificultad. Intenté realizar una salida grácil mientras ella me veía con una sonrisa angelical en el rostro.
No sabía cómo no rompí los focos de la casa después de eso. Ella le subió al volumen para que yo pudiera escuchar los gemidos necesitados del hombre durante la siguiente media hora. Supe cuando la dominatriz empezó a acariciarlo con sus manos, ya que sus despiadadas provocaciones incrementaron ahora que tenía la boca libre. No podía escuchar las palabras exactas, pero no era necesario. Podía escuchar el chapoteo del lubricante sobre la piel, prácticamente podía sentir el paradisiaco deslizar de su puño sobre mi propio falo dolorido. Ella lo llevó al borde de la liberación en cada ocasión, luego lo dejaba gimiendo con frustración. Cada vez que se lo negaba, se escuchaba su risa malvada. Esa mierda me estaba poniendo jodidamente caliente.
Podía imaginarme su polla dolorosamente dura, como la dejaban colgando en la orilla de la locura, perforando el aire, rogando por algo de fricción, solo un poco más para hacerlo correrse… y me imaginé la sonrisa cruel de Bella, cómo tomaba notas para que no le faltara ni un truco cuando fuera mi turno.
Mi turno. Dentro de dos días. Si mis pelotas duraban tanto tiempo.
Cuando el tipo de la película finalmente gritó "¡Me corro!" por última vez, casi me explotaron las pelotas sobre la escalera, mis manos se aferraron al foco encendido y caliente que ya estaba en su porta foco.
Bella quitó la película, vino a revisar mi progreso y declaró que mi trabajo del día ya había terminado.
Una vez en la planta baja me entregó un fajo de billetes. Se lo regresé.
—No puedo aceptarlo, Bella. Todo lo que hice fue atornillar un montón de focos. —Y ver porno contigo.
—Sí, hoy, pero en serio me gustaría poder contratarte para hacer más trabajos de estos en el futuro. No puedo hacerlo si no me dejas pagarte un salario justo por tu tiempo.
—¿Entonces esto no es por haberme quitado la camisa? —Lo decía medio en broma. Estas propinas empezaban a sentirse incómodamente como algo más. Incluso yo tenía un compás moral, aunque justo ahora parecía estar atascado en el norte magnético.
—No, Edward. No seas así —dijo, sonriéndome de forma tranquilizadora—. ¿En qué me convertiría eso?
—Bien. Entonces lo acepto.
Tomé el dinero, y ella fue por mi camisa y corbata al armario. Junto con eso, ella me entregó una pequeña bolsa de regalo color negro con papel color azul sobresaliendo por encima.
—Esto es por haberte quitado la camisa —dijo con un guiño— y por lo que te vas a quitar cuando regreses aquí el miércoles a la una en punto —me recordó, como si no tuviera la fecha y hora grabada en mi cerebro.
Mi corazón golpeteó contra mi tórax. Me asomé dentro de la bolsa.
~*~Tigresa~*~
Al día siguiente, llegué a Nature's Bounty a las tres de la tarde como había prometido. Con solo dos artículos en mi canasta —Coca y aceite de coco— pude haber pasado por la fila rápida y haber terminado con mis compras en minutos, pero eso habría arruinado el objetivo de mi visita.
Edward se iluminó cuando me vio al final de su fila. Miré su expresión cambiar de deleite a curiosidad cuando mis dos artículos avanzaron por la banda. Él sabía exactamente por qué había comprado la Coca, y si le prestó atención al porno de ayer, sabía exactamente dónde iba a terminar ese aceite de coco.
Para la evidente agravación de Tanya, lo cual solo hacía que todo fuera más gracioso, Edward se ofreció a cargar mi única bolsa por mí y yo acepté, por supuesto.
—¿Y bien? ¿Cómo te fue con la depilación? —le pregunté mientras caminábamos hacia mi carro.
Sus mejillas se tiñeron de una linda tonalidad rosada.
—Creo que bastante bien.
—Yo juzgaré eso.
Llegamos a mi carro y Edward dejó la bolsa en el asiento trasero. Sin tener que pedírselo, sacó su celular, tocó unas cuantas veces la pantalla y me lo entregó.
Vaya. El chico sabía seguir indicaciones, se lo concedería. Le había dado un gran uso a su nueva recortadora, también conocida como la podadora. Su frondoso bosque ahora era un huerto recortado de vello púbico que se veía tan profesional como el video de YouTube que le había enviado anoche.
—Bien hecho.
—Me alegra que lo apruebes.
—Sí lo apruebo —dije mientras pasaba el dedo sobre los vellos de Edward.
La pantalla se llenó con una sorprendente toma cerca de unos testículos bien rasurados. Sus pelotas colgaban pesadas, un par de ciruelas maduras esforzándose por aferrarse al árbol. No podía esperar para tomarlas.
Sentí un golpe de arrepentimiento al no haber visto su lucha con la recortadora; tuvo que haber exclamado unas cuantas maldiciones durante el camino. Pero lo había hecho, había seguido adelante hasta que el último vello fue destruido, y como un feliz resultado, mañana yo tendría unos testículos suaves para rodarlos dentro de mis mejillas.
—Es impresionante, Edward.
—Gracias. —Me lanzó una sonrisa tímida cuando le regresé el teléfono—. Uh, hay más, si quieres ver…
—Oh, ¿sí? —Me encantaba un cachorro que iba tras los puntos extras. Sintiendo mucha curiosidad, pasé a la siguiente foto.
Ah, hola tú.
Normalmente consideraba que las fotos de pollas eran cursis y desesperadas. Esta… era todo el paquete completo, por así decirlo. Claramente el acto de recortarse para mí, ¿o de tomarse las fotos que sabía que me mostraría hoy?, había excitado al chico, lo cual era gracioso por sí mismo. Todavía mejor, sin el matorral en el camino, podía ver que habíamos desenterrado un espécimen muy encantador de masculinidad. De hecho, si tuviera tendencia a los halagos, pude haberle informado que fácilmente habría conseguido un trabajo como polla de póster para una compañía de depilación masculina, si existiera semejante trabajo.
Edward se removió ansioso a mi lado, probablemente reconsiderando la sabiduría de haber compartido la foto extra. Él se había arriesgado y quería recompensarlo por eso.
—Mmm, ¿acaso no se ve como para comérsela? —pregunté de forma medio retórica, alzando la vista para atrapar su mirada bajando a mi boca. Abrí los labios y le mostré un poco de mi lengua.
Nuestros dedos se rozaron cuando le regresé el celular. La más sencilla de las caricias, sin embargo, unos escalofríos se extendieron por todo mi cuerpo.
Se aclaró la garganta.
—¿Supongo que te veré mañana a la una?
—Llámame a mediodía para darte las indicaciones… e intenta dormir bien. —Con un guiño, me metí al carro y lo dejé contemplando su destino.
