Disclaimer: Esta historia no me pertenece, los personajes son de Stephenie Meyer y la autora es bornonhalloween, yo sólo traduzco su increíble historia con su permiso.
Disclaimer: This story doesn't belong to me, the characters are property of Stephenie Meyer and the author is bornonhalloween, I'm just translating her amazing story with her authorization.
Thank you bornonhalloween for giving me the chance to share your story in another language!
Gracias a Yani por ser mi beta en esta historia.
Capítulo 10
~*~Empacador~*~
No hay manera educada de describir las siguientes dos semanas de mi vida. Bella y yo follamos sin parar, simple y sencillo. Era toda una bruma de follar, una follada brumosa… y nunca dos veces de la misma manera.
Ella sazonaba mi semana laboral con visitas al azar a Nature's Bounty para entregarme instrucciones en persona o atraerme a su carro (no era difícil) para llevar a cabo un rapidito. Me enviaba exigencias extravagantes (completa el siguiente pedido caminando de espaldas, estira tu liga veintiún veces, tararea Here's To You, Mrs. Robinson mientras empacas, susurra "Bella" una y otra vez mientras me toco), y después me recompensaba por todos los "puntos de cachorro en la búsqueda del tesoro" que había ganado ese día. Llamaba para hacer un pedido con el pepino más grande, el durazno más dulce, tampones (resultó ser una pista falsa), condones extra pequeños (también una pista falsa), y condones grandes texturizados para el placer de la dama (no fue una pista falsa).
En mis días libres iba a nadar por las mañanas y pasaba por algo de comer para nosotros (una ensalada para Bella, un emparedado para mí) de camino a su casa, y teníamos todo el día para besarnos y manosearnos e intercambiar películas favoritas (detestaba cuando le decía "clásicas" a las suyas) y bandas (detestaba cuando le decía "viejitas" a las suyas) y libros. Nos acoplamos en una rutina para la cena, yo encendía la parrilla que estaba atrás (le tenía miedo al encendedor de gas) mientras ella preparaba el resto, o si nos cansábamos con una follada particularmente acrobática, pedíamos de su restaurante Thai favorito. Me gustaba comer en su porche trasero, pero si no podíamos mantener las manos lejos del otro, extendíamos la comida sobre nuestros regazos como si tuviéramos un picnic en el sofá de la sala. Pasábamos mucho tiempo en ese sofá.
Iba avanzando con su lista de proyectos, y ella seguía insistiendo en pagarme. Solo lo aceptaba para tener algo que decirles a mis padres sobre dónde estaba pasando cada segundo de mi tiempo. Por las miraditas que había captado entre ellos, tenía la sensación de que mamá y papá sospechaban que había "una chica involucrada", pero no les daba más información, y ellos eran lo suficientemente inteligentes para no hacer una pregunta de la cual no querían conocer la respuesta. Solo una vez incumplí con el toque de queda no oficial; cada vez se volvía más y más difícil dejar la casa de Bella.
Las últimas noches ella me había estado llamando después de intercambiar mensajes de buenas noches y hablábamos hasta entrada la noche. Ella estaba genuinamente interesada en mis planes para el futuro. Yo absorbía todo lo que ella quisiera compartir sobre su vida. Dejé de sorprenderme por lo fáciles que eran nuestras conversaciones.
Lo que me sorprendía era el sexo. Obviamente el sexo sería increíblemente caliente, así que esa no era la revelación, demonios, sentí el calor de ese fuego incluso antes de que me pusiera una mano encima, todo gracias a su pequeño espectáculo en el asiento frontal de su convertible. No, lo que me sorprendió fue que la tigresa caliente y provocadora y su juguete sexual igual de caliente, no tenían comparación con Bella y Edward.
Lo que me sorprendió fue cómo es que lavar juntos los trastes hacía que ese sitio sobre su ombligo tuviera un sabor más dulce horas después, cómo el verla escuchar Dream Theater me hacía querer arrancarle los audífonos y taclearla con besos, y cómo nuestras charlas ya entrada la noche me causaban los sueños más dulces de todos.
Estar a la disposición y ser la pareja sexual durante las siguientes cuatro semanas de una mujer como Bella Swan haría que fuera la envidia de cualquier hombre. No tenía otras responsabilidades además de ir a trabajar. Estaba muy seguro de que la vida no podía ser más dulce que esto.
Debió haber sido suficiente.
~*~Tigresa~*~
El calendario marchaba incesante hacia el día en que tendríamos que lidiar con el mundo real y con el hecho de que en este no existía un lugar para nosotros dos juntos, pero ese día todavía estaba a un mes de distancia. Planeaba sacarle el mayor provecho a nuestro tiempo.
Tal vez no siempre sería así, pero hasta hacíamos todo lo posible por ponerle ese condón antes de unirnos por la entrepierna. La primera follada siempre era rápida y furiosa, contra la pared, en el piso, sobre el brazo del sofá. El chico tenía estamina. Un bocadillo alto en proteína y un vaso de Coca después, él ya se encontraba ansioso por otra ronda.
Mi lista de trabajos pendientes se redujo hasta los problemas eléctricos y de plomería que requerían los servicios de un profesional entrenado. Edward se había encargado de todo lo demás sin quejarse. No tenía reparos en invocarlo solo para tener sexo, pero ya no podía usar esos trabajitos extras como mi excusa para mantenerlo cerca después de que terminábamos de follar. El hacerlo que se quedara a cenar o a ver la televisión (y sí se lo pedía, en la mayoría de los días) requería que se lo pidiera explícitamente, una tortura peor que un examen ginecológico. Si Edward notó que mis mejillas se enrojecían o que me aseguraba de extenderle la invitación mientras le daba la espalda, nunca lo comentó.
Solo me rechazó una vez, cuando sus padres insistieron en su presencia para Reunión para discutir el futuro de Edward, la secuela. No le preguntaba a Edward qué les decía a sus padres sobre mí, y él no me compartía la información. Ambos sabíamos que yo no era la clase de chica que sus padres esperaban que llevara a casa.
Dejé de intentar tener encuentros casuales con Edward en la tienda; no confiaba en mí para no delatarnos. Tanya sospechaba; no necesitábamos dejar más rastros. Nuestro mundo se redujo a una ubicación: mi casa. Claro, esa ubicación no era pequeña. Gracias al idiota infiel de mi esposo y a los pitbulls que eran los abogados de Vulturi & Sons, era dueña de una enorme mansión de Beverly Hills, en la cual podía hacerle a Edward todas esas cosas sucias que necesitaban ser hechas en privacidad.
Era suficiente… hasta que un día dejó de serlo.
Acomodada frente al cuerpo desnudo de Edward, extendida sobre la longitud del sofá, vimos los últimos tres episodios de The Punisher mientras la tarde se convertía en noche. Cuando empezaron a aparecer los créditos, sentí que Edward respiraba profundamente. La cuenta regresiva de Netlfix para el siguiente episodio apareció en una esquina, una bomba de tiempo haciendo tictac hacia el momento de la verdad. ¿Lo haríamos o no? Edward no quería irse, y yo no quería que se fuera, pero eso no cambiaba nada.
—¿Deberíamos empezar la segunda temporada? —preguntó con una entonación llena de esperanza.
Me recargué contra su cálido cuerpo, apretando su brazo más en mi cintura.
—Gracias, pero creo que ya tuve suficiente de castigos por esta noche.
Una suave carcajada agitó su pecho contra mi espalda.
—Pero Frank obtuvo su final feliz.
Bufé.
—Tú tuviste tu final feliz; lo que Frank obtuvo fue venganza. Y muchas gracias, es probable que nunca más vuelva a acercarme a un espejo. —Un estremecimiento me recorrió al recordar esa macabra escena final.
—De acuerdo. Probablemente debería irme antes de quedarme dormido aquí. —Bostezó como para enfatizar su punto. Yo también bostecé. Dejó un beso suave en mi hombro y se salió de debajo de la manta—. No te levantes. Conozco la salida.
Me acurruqué en el sofá como un perro acurrucándose bajo los rayos del sol, igual de feliz que uno, con asiento de primera fila para el estriptís en reversa de Edward. La intimidad de verlo ponerse la ropa me sorprendió por completo. Con su camisa arrugada sin fajar, la corbata colgando a ambos lados de su cuello abierto, se encontró con mi mirada como si me leyera los pensamientos.
—¿Supongo que te veré mañana? —preguntó.
—A la misma hora, en el mismo canal, diferente pedido.
Asintió, forzó una sonrisa y se giró para irse. Antes de llegar a la puerta, se detuvo y se volteó.
—Oye, me estaba preguntando… ¿te interesaría ir de senderismo al cañón o algo así?
¿Senderismo? Toda la esperanza se desvaneció de su expresión al ver mi respuesta.
»Olvídalo —dijo rápidamente, antes de tener oportunidad de rechazarlo—. Fue una locura. Olvida que lo mencioné. Adiós, Bella. —Salió por la puerta, dejándome más sola de lo que me había sentido en meses.
Gimiendo, me di la vuelta para quedar de frente al respaldo del sofá, acomodándome en el hueco que su cuerpo acababa de dejar sobre los cojines. ¿La idea de salir juntos en público era tan descabellada? ¿Qué probabilidades había de que nos viera algún conocido? No es como que me hubiera pedido que lo llevara a mi clase de yoga.
Esa imagen apareció en mi mente y se quedó más tiempo del que tenía derecho: llegar al gimnasio con un Edward vestido para la ocasión —una milla de pantalones de comprensión ajustados sobre esas largas piernas y ese delicioso paquete, y una camiseta sin mangas que expusiera sus apetitosos hombros y lindos brazos— luego poder verlo mientras cambiaba de poses, y sí, si era honesta, gozar del cálido resplandor de su atención en mí o… mierda… ¿se distraería con las señoras que parecían empecinadas en sacudir sus chacras como un canto de apareamiento en el instante en que el instructor hombre llegaba al estudio? ¡Puf! Adiós, fantasía.
No sé compartir en absoluto. ¿Por qué querría llevar a mi cachorro a la dulcería cuando podía tenerlo solo para mí durante las siguientes cuatro semanas?
~#~#~
Puede que me pasara un poco al día siguiente.
Él me había mensajeado a las seis. Estoy a punto de salir. ¿No quieres nada de despensa esta noche?
Nop, solo a ti.
Doce predecibles minutos después, sonó el timbre y antes de poder llegar a la puerta, él intentó girar el pomo, que tenía el seguro puesto. No esta noche, cachorro.
Retrocedió dos pasos cuando abrí la puerta y un suave "Guau" escapó de sus labios.
Sí, me había arreglado, y su reacción valió la pena cada segundo invertido. Maquillaje, rizos, aretes brillantes, un vestido negro estilo halter con un corte en el escote, y un par de tacones sexis que ponían nuestras miradas a la misma altura incluso si él todavía no lo había notado conscientemente.
Tampoco noté las flores hasta que él parpadeó para alejar su deslumbramiento y me ofreció el trio de girasoles envueltos en papel celofán.
—Para ti —dijo—. Vaya, Bella, te ves maravillosa. O sea, siempre te ves maravillosa, pero… —Dejó caer su mirada a mis pechos y sacudió adorablemente la cabeza.
—¿Qué te parece si entras para poder agradecerte como se debe por estas flores?
Sus ojos cambiaron de dilatados sorprendidos a ardor de habitación al cruzar el umbral de la puerta. Nuestros labios se encontraron antes de cerrar la puerta y me jaló a un fuerte abrazo, empujando las flores contra mi espalda. Su mano libre resbaló hacia abajo y se detuvo amablemente en la parte baja de mi espalda, sin embargo, no había nada amable en el bulto duro detrás de su zipper que estaba apoyándose contra mi vestido. Deslizó su lengua sobre la mía, un delicioso preludio de algo más.
Él tenía todo el derecho de creer que le iba a arrancar la ropa en este mismo instante. Esta noche no, cachorro.
Me separé del beso, dándole la oportunidad de notar la música, las velas resplandeciendo por toda la sala y los olores que llegaban de la cocina. Su expresión cambió entre curiosidad y deleite, inseguro de dónde quedar.
—¿Olvidé mi cumpleaños? —preguntó con una sonrisa que se apagó de inmediato—. ¿O el tuyo?
Puse mi palma sobre su corazón.
—No necesitamos hablar de mis cumpleaños, y me apena decir que no te pregunté cuándo es el tuyo.
—20 de junio. Todavía tienes tiempo. —Veintidós el 20 de junio. Y él ya no estará aquí para entonces. ¿Sabré siquiera a dónde enviarle una tarjeta?—. ¿Y qué es todo esto? —preguntó, sacándome de ese pozo.
¿Qué era esto? Es una buena pregunta, cachorro. Una disculpa. Una seducción. Era traer la montaña a Mahoma.
—Se me ocurrió que te merecías un regalo especial. ¿Puedes poner las flores en un jarrón por mí mientras te preparo una bebida?
—Claro. —No se veía del todo satisfecho con la respuesta, pero sabía cuándo debía dejarlo pasar; había entrenado bien a este.
—Abrí una botella de pinot noir para acompañar el pollo. Te puedo servir una copa, ¿o prefieres iniciar con un cóctel?
—¿Qué estás tomando tú?
—Vodka en las rocas.
—Suena bien.
Escuché que abría y cerraba el gabinete de la cocina, y luego el correr del agua mientras yo servía nuestras bebidas. Al regresar a la cocina, Edward estaba intentando acomodar los pétalos de las flores para que se abrieran desde el centro. Los tallos largos y las enormes cabezas blandas no estaban cooperando, pero era muy dulce lo mucho que se esforzaba. Le entregué su bebida y contemplamos juntos las flores.
—Creo que es mejor que tú hagas esto —dijo con el ceño a medio fruncir mientras señalaba con desdén hacia su trabajo.
Bufé una risita.
—¿Por qué crees que siempre te pido que lo hagas?
Movió su mirada y miró mi perfil como si estuviera viendo a Superman convertirse en Clark Kent. Extendí mi bebida y la choqué con la suya.
—Por una cita para cenar en casa.
Sostuvo mi mirada al darle nuestros primeros tragos.
—Desearía que me hubieras dicho que esta noche nos íbamos a poner elegantes. Me pude haber arreglado un poco.
—Estás perfectamente arreglado. —Pasé mis dedos por su cabello despeinado después de terminar el día. Se quedó quieto, pero abrió ligeramente la boca cuando mis uñas le rascaron la cabeza. Sabía que le encantaba eso—. Puse la mesa afuera. Vamos, estoy segura de que mueres de hambre.
~#~#~
—Vaya, Bella, es el mejor melba de melocotón que he probado en mi vida.
No quería ponerlo en evidencia, pero apostaría hasta mi último dólar a que también era el primero que había probado.
—¿Quieres más helado?
Dejó sobre la mesa el plato que había limpiado con la cuchara y se puso una mano sobre el estómago.
—No gracias, estoy lleno. —Se echó hacia atrás con un suspiro que fue casi un bostezo y dejó caer la cabeza sobre el respaldo de la silla como un girasol demasiado pesado para el tallo.
Me levanté de mi asiento y me senté en su regazo.
—¿Estás demasiado cansado para mí?
—Nunca —dijo, curvó los labios en una sonrisa mientras me acercaba para un beso. Sus labios estaban fríos a causa del helado y especiados por el vino.
Quería más, pero no iba a darles un espectáculo a los vecinos.
—¿Me ayudas a meter los trastes?
Se despejó de inmediato de su coma a causa de la comida. Nos llenamos los brazos con platos y vasos, logrando meter todo en un solo viaje. Apilé los trastes en el fregadero y jalé a Edward de la mano hacia la sala. Las velas seguían resplandeciendo, y Pandora seguía fluyendo a través de las bocinas.
Nos turnamos para quitarle la ropa al otro, tocándonos y besándonos mientras disfrutábamos de nuestra comida, lenta, deliberadamente, saboreando cada sabor nuevo. Terminamos desnudos meciéndonos gentilmente, abrazándonos. Me encantaba cuando follábamos rápido y duro, pero este fue un encantador cambio de ritmo. Maldición, él era tan dulce y tan jodidamente caliente al mismo tiempo.
—Bella —murmuró en mi oído—, ¿puedo preguntarte algo?
Incluso entorpecida a causa del vodka y el vino, mi alarma se activó.
—¿Sí? —Si presionaba sobre ir de senderismo, me iba a decepcionar bastante.
—¿Está bien si me quedo a pasar la noche?
—No te preocupes. No te voy a dejar manejar a casa. Más tarde te pediré un Uber, y puedes pasar mañana por tu carro.
—Gracias, pero… no solo se trata de que he estado bebiendo. Sabes que tengo libre el día de mañana y…
—Espera.
Tuvo que sentir que me tensé en sus brazos. Quedarse a pasar la noche era algo grande. ¿De dónde había sacado la idea de que estábamos listos para un paso tan grande como ese?
Tú sabes de dónde. Esas malditas galletas, las velas, la música, el romance… había cometido un error y ahora él estaba confundido.
Ya la había cagado antes, con Riley, mi primer cachorro, mi cachorro de rebote. Oh, era muy lindo con sus deslumbrantes ojos azules y su melena rubia ceniza que le llegaba a los hombros. Si buscabas "surfista" en el diccionario, ahí aparecía él, mirándote desde esa página con esa enorme y sexi sonrisa. Fue un cachorro leal, me seguía como un callejero hambriento tras un gordo bistec. Su devoción me provocaba una sensación embriagadora, por decir lo menos, en especial después de que Jake me hiciera a un lado por una versión más nueva y puta. Me equivoqué y le di alas a Riley, sin pretenderlo. Casi lo destrocé en dos cuando finalmente reuní el valor para dejarlo libre. Ay. Después de eso, me odié por mucho tiempo por haberlo lastimado así, pero ¿qué demonios iba a hacer yo con un surfista de dieciocho años después de terminar con el sexo? El chico no sabía hilar dos palabras. Fue un gran desperdicio, pero alargarlo más no habría sido justo para ninguno de los dos, en especial para él.
Desde entonces, decidí que sería más cuidadosa en mantener mis sentimientos fuera de esto, para no dar falsas esperanzas ni engañarme con que esto era algo más que solo sexo. Y claramente había fallado otra vez.
—… no es para tanto —estaba diciendo, pero sus palabras no encajaban con el dolor en su voz—. Es que pensé… olvídalo.
Intentó seguir donde lo habíamos dejado, rascaba figuras suavemente sobre mi espalda mientras nos mecía al ritmo de una triste canción. También fingí que estaba bien, pero estábamos pensando en demasiadas cosas como para reclamar de nuevo el momento sexi.
—Edward, lo siento.
Fue su turno para congelarse. Me solté de su abrazo, agarrando sus manos cuando se resbalaron por mis brazos.
—¿Por qué? ¿Por no querer que pase la noche aquí?
—No es que no quiera que… —Dios, cuánto deseaba traer su calidez, su risa y luz a mi cama, despertar junto a él en las mañanas—. Es que… tengo ciertas…
—¿Reglas? —Tensó la quijada con una frustración apenas contenida.
—Sí —susurré—. No espero que lo entiendas.
Se le escapó una risita sombría que provocó un estremecimiento por mi espalda.
—Por supuesto que no. Solo soy un niño tonto.
—¡No! Eso no… no eres…
—Pues debo serlo, porque aquí estaba creyendo que tal vez te importo.
—Sí me importas. Más de lo que…
—… deberías. Claro. —Luchó contra sus emociones, luego sacudió la cabeza como un perro después de nadar—. Maldita sea, me prometí que no haría esto. Lo siento, Bella. Tengo que irme. —Apartó sus manos y se agachó para recoger su ropa.
Mi corazón rebotó dentro de mi pecho.
—¡Espera! ¿Podrías detenerte un segundo, por favor?
Más bien aceleró sus movimientos, se puso la ropa interior y sacó el teléfono del bolsillo de su pantalón.
—Si todavía te parece bien, me gustaría dejar mi carro aquí esta noche. Puedo venir a recogerlo mañana temprano.
—Edward, por favor. —Cubrí sus manos para evitar que pidiera el Uber—. No te vayas así. Vamos a hablar.
—¿Qué hay por decir, Bella? —Me lanzó una mirada llena de dolor—. Entiendo que solo soy el chico al otro lado de una llamada para tener un revolcón. No me malinterpretes; me ha encantado cada minuto de esto. De verdad. O sea, cuánta puta suerte tengo, yo, alguien que dejó la universidad, un miserable que gana el mínimo, me estoy acostando con una preciosa diosa sexual que podría tener a cualquier hombre que quisiera, ¿y sin compromisos? —Pausó para respirar y para pasarse los dedos entre el cabello—. Tendría que ser el idiota más grande del mundo para cuestionar mi buena fortuna, ¿cierto?
Nunca lo había visto tan alterado. Ciertamente nunca antes me había hablado de esta manera, aunque tampoco lo había invitado a compartir lo que sentía sobre nuestro acuerdo. Ahora ya no tenía más opción que escucharlo, por muy doloroso que fuera.
»Mira, Bella —dijo suavemente, con más tristeza que enojo en su voz—, no soy tan ingenuo como crees. Entiendo lo que se suponía que debía ser esta tarde; la cena que nunca tendremos. Sé que no somos una pareja, y no soy la cita soñada que querrías sacar a presumir en público. Honestamente no puedo decir que te culpo. Obviamente sería algo muy problemático si alguien que conocemos nos viera juntos.
Asentí, me aliviaba que al menos estuviera de acuerdo en eso conmigo.
»Tú pusiste las reglas desde el inicio y nunca he retado tus límites. Vine aquí esta noche completamente preparado para aceptar que esta —señaló entre nosotros con la mano que yo no estaba sosteniendo— "relación", o lo que sea que es, solo puede vivir dentro de las paredes de este castillo mágico.
Qué manera más colorida para acusarme de tenerlo bajo arresto domiciliario.
»Pero ahora aprendo que hay un giro nuevo, nada de pasar la noche en Casa Bella. No es solo el que te vean conmigo en público lo que te asusta, ¿cierto, Bella?
No podía negar la verdad que había en lo que estaba diciendo.
—No.
Recompensó mi honestidad con una sonrisa gentil y un suave bufido.
—Pues carajo. Apesta tener la razón.
—Edward, espero que sepas que creo que eres maravilloso.
—Claro; armando muebles y follando. Porque claramente eso es todo para lo que soy bueno.
Las lágrimas humedecieron mis mejillas antes de darme cuenta de que habían empezado a caer. Temiendo soltar la mano de Edward, me pasé la mano derecha sobre ambas mejillas.
—Eso no es verdad. Nos quedan unas semanas antes de que tengas que irte. Solo quería mantener las cosas relajadas entre nosotros.
—¿Y qué tal te está funcionando eso, Bella?
—Bastante bien hasta esta noche, creo. —Esperaba que él compartiera una risita conmigo, pero formó una línea dura con su boca.
—Pues lamento arruinar tu juego, pero ya no es suficiente para mí. —Echó la cabeza atrás y maldijo al techo—. Mierda. Probablemente recodaré este momento como el mayor arrepentimiento de mi vida, pero no puedo seguir negando lo que siento por ti. Si no estás en la misma página, creo es que es mejor que le des esta liga al siguiente cachorro de la fila.
No era una amenaza vacía; estaba a punto de perderlo. Lo menos que podía hacer era decirle la verdad.
—Bien, sí. Admitiré que tal vez esto empezó como un juego, pero por supuesto que también siento algo por ti.
—Pero no lo suficiente para dejarme entrar de verdad.
Dios, cuánto quería rendirme ante su hermoso sueño, pero el precio por esa clase de placer era muy alto… demasiado alto.
—Oh, Edward. ¿Qué caso tiene permitirnos andar por ese camino solo para despedirnos al final?
—¿De verdad crees que dolerá menos al final si solo pretendemos que no significamos nada el uno para el otro? SoCal Edison podría energizar una ciudad pequeña durante un año con la electricidad que hay entre nosotros. Sí, me iré a la universidad en veinticinco días, y esta situación locamente ardiente, lo mejor que me ha pasado en la vida, tendrá que terminar. En ese triste día, lidiaremos con nuestras despedidas, pero hasta que llegue ese día, estoy totalmente comprometido con esto, Bella.
—¿Cómo es que te imaginas que sería eso? —Hazme creer, cachorro.
Tomándome de la parte trasera del cuello con su mano, se agachó para dejar un beso suave en mi frente. Sentí su boca moverse sobre mi frente mientras me pintaba una imagen de lo que había en su corazón.
—Quiero llevarte arriba justo ahora y terminar en tu cama lo que comenzamos aquí. Quiero quedarme dormido con nuestros cuerpos desnudos entrelazados como un pretzel gigante y poder estirarme en medio de la noche para jugar con tus pezones siempre que quiera mientras el resto de ti descansa. Quiero despertar junto a ti con mi erección matutina metida entre tus nalgas y ver a dónde nos lleva eso. Quiero beber mi primera taza de café del día en tu cocina mientras tú estás sentada en la encimera frente a mí, usando mi camisa completamente desabotonada y con las mangas enrolladas hasta tus codos. Y después del desayuno, quiero cargarte de regreso a la cama y empezar todo otra vez. Y después… ya veremos, supongo.
Y eso era todo. Había compartido una visión hermosa, pero era un ultimátum muy claro: aceptaba sus términos o me entregaría su liga y saldría de aquí siendo un hombre libre. Ninguno movió ni un solo músculo mientras su reto envolvía sus tentáculos alrededor de mi pecho y apretaba hasta sacarme el aire de los pulmones.
Quería lo que él quería, pero era lo suficientemente mayor y sabia para saber que no pasaría. Carajo, esto iba a doler un montón.
—Entonces supongo que es mejor que les digas a tus padres que no llegarás a casa esta noche.
Se apartó de golpe para encontrarse con mi mirada, tenía los ojos salvajes y ardientes.
—¿En serio?
—A menos de que planees verme dormir, porque ese es mi límite.
Una sonrisa irrumpió en su rostro.
—No te mentiré, lo estaba considerando.
—Agh, eso es muy raro.
—Supongo que podría saltarme esa parte si es un factor decisivo para ti.
—Ve a enviar ese mensaje, cachorro. Tengo que apagar tres docenas de velas antes de poder ir arriba.
—¿Me prometes que no te cansarás la boca? —Presionó su enorme sonrisa sobre mis labios y me dio el beso más entusiasta del mundo.
—Dios mío, eres un peligro.
—Le dice la tigresa al cachorro —dijo con una risita.
~*~Empacador~*~
—¿Sabes qué tengo ganas de hacerte?
Bella resopló, acurrucada desnuda junto a mi cuerpo desnudo.
—¿Hay algo que todavía no me hayas hecho?
Pellizqué su pezón entre mis dedos hasta que gritó. Me pegó sin ganas en el vientre. Si no fuera por el golpe de su puño, yo mismo pude haber estado tentado en pellizcarme. Todavía se sentía como un sueño, en especial esta última semana desde que ella empezó a compartir su cama conmigo.
¿Quién demonios habría predicho que me encontraría acostado en la cama de mi sexi e insaciable amante de Beverly Hillbilly después de un asombroso anal? Demonios, todo lo que tenía que hacer era insinuar un deseo y la mujer lo volvía realidad. Mi vida se había convertido en un prolongado sueño húmedo del que de verdad esperaba nunca despertar, en especial ahora que ella básicamente ya había dejado toda farsa de pretender que no me deseaba tanto como yo a ella.
—Como te estaba diciendo antes de que me interrumpieras tan groseramente —Dios, me estaba poniendo arrogante cerca de ella—, he estado pensando en algo que quiero intentar.
Se movió, levantando sus suaves ojos cafés para encontrarse con mi mirada.
—¿Y bien?
Acuné su mejilla con mi mano. Dios mío, era preciosa, especialmente así: sin una pizca de ropa entre nosotros, sin juegos.
—Quiero atarte.
Parpadeó, completamente inescrutable. Pasé el pulgar por su mentón e intenté esperar pacientemente su respuesta. En vez de eso, me brindó una pregunta:
—¿Por qué?
Me reí entre dientes.
—Pensé que era obvio.
Se alejó de mis brazos. Uh-oh.
—Sígueme la corriente.
—Bien… —Me enderecé a su lado, apoyándome en la cabecera acolchada y entrelacé mis dedos con los suyos—. Por una vez, quiero tenerte a mi merced.
Apartó la mirada, una sonrisa suave le alzó la comisura de la boca. Movió nuestras manos unidas.
—¿No crees que ya estoy a tu merced? ¿Crees que permito que cualquiera entre por la puerta de atrás?
Me incliné para besarla porque, carajo sí que apreciaba eso.
—¿Ya te dije que eres maravillosa? —murmuré sobre sus labios.
—Sí —murmuró en respuesta, su sonrisa rompió nuestro beso. Me encantaba cuando se portaba toda dulce y linda como ahora, usualmente después de un orgasmo devastador—. Sabes que prácticamente estoy dispuesta a intentar todo lo que tú quieras —dijo—. ¿Por qué sientes la necesidad de atarme?
Me encogí de hombros. No es que no lo supiera —había pensado considerablemente en lo que podía hacerle a una Bella atada de piernas abiertas— pero ¿qué tanto debería decir en voz alta? No estaba seguro de que Bella pudiera ceder el control, y no quería darle una razón para decir que no. Tampoco quería darle una respuesta patética tipo "porque sería divertido". Ella era mejor que eso. Nosotros éramos mejores que eso.
—Supongo que… quiero encargarme de ti. Tomar todas las decisiones para que no tengas que hacerlo. Darte una oportunidad para… dejarte llevar, para variar. ¿Eso tiene sentido?
—Por supuesto que sí. Es muy dulce de tu parte, Edward. —Llevó nuestras manos unidas a mi pecho y rozó con sus nudillos sobre mi piel. Podía notar que su mente estaba analizando esto—. Sabes que podemos hacer todo eso sin que me ates.
De pronto deseé no haber iniciado esta conversación a plena luz del día. Tal vez lo que ella no estaba diciendo habría sido más fácil susurrarlo en la oscuridad sobre una almohada. Y tal vez yo debí haber dejado ahí el tema, pero entre más se resistía ella, más lo quería.
—Bella, ¿tuviste alguna mala experiencia con el bondage? —pregunté—. Porque definitivamente no quiero presionar si es un tema sensible…
—No —dijo—, porque nunca he dejado que nadie me lo haga. —Bien, de acuerdo.
Tragué con fuerza antes de responder.
—Solo puedo decirte que como el, uh, "atado", es una sensación increíble estar atrapado de esa manera y completamente a merced de alguien más. Me encantaría poder darte esa experiencia.
Me alzó las cejas.
—¿Y darte a ti la experiencia de poder hacer lo que quieras conmigo?
—Oh, rayos, sí —respondí sin una pizca de vergüenza.
Bufó una risita.
—Al menos eres honesto.
—¿No es ese el punto? ¿Que ambos lo disfruten? Parecía que disfrutabas de poder hacer lo que quisieras conmigo cuando era yo el que estaba atado a tu mesa de masajes.
—Es muy cierto. —Durante un breve segundo, esa dominatriz sádica y provocadora apareció tras su mirada—. Si ambos disfrutamos tanto de tenerte atado a la mesa, ¿por qué no hacemos más de eso?
Habría sido muy fácil ceder y dejar todo el asunto ahí. La verdad es que me habría sentido perfectamente contento con la Ama Bella haciendo de las suyas conmigo, y sé que Bella también lo habría disfrutado. Pero no estaba listo para dejar el tema, no hasta que dijera lo que de verdad quería… y lo que la estaba asustando a ella.
—Oh, definitivamente estaría dispuesto a hacer más de eso…
—¿Pero?
Moví mi cuerpo hacia ella, apoyando el hombro en la cabecera.
—Supongo que el punto de esto es que quiero sentir tu confianza.
Una sombra cruzó su expresión, un poco de oscuridad que la hizo llevarse el labio inferior entre los dientes.
—¿Tanto miedo te da confiar en alguien, Bella? ¿Confiar en mí?
Sentí que estaba buscando respuestas en mi mirada, como un doctor apuntando la luz directo al fondo de mi cráneo. Pude notar que iba a rechazarme incluso antes de que dijera las palabras.
—Sí —dijo, con tanto arrepentimiento como el que yo sentía—. Lo siento, Edward. No eres tú. Es que no soy del tipo sumiso.
Me sentí decepcionado por muchas razones, pero le lancé una sonrisa.
—Sí, me he dado cuenta.
Ambos nos reímos entre dientes. El ambiente se relajó un poco.
—No sé tú, pero esta chica necesita una ducha. Luego veremos qué hay de cenar, ¿de acuerdo?
—Claro.
Miré su fantástico y recién follado culo cruzar su increíblemente opulento dormitorio hacia su extremadamente lujoso baño. Un mundo que solo había vislumbrado antes en películas ahora era mi vida diaria. De mi trabajo de salario mínimo al estilo de vida de los ricos, si no es que de los famosos.
No arruines esta situación tan buena. Atarla no era un factor decisivo, más bien una fantasía ocurrente de últimas fechas, la forma que tenía mi cerebro para lidiar con el desbalance de poder de nuestra relación extrañamente fascinante.
La ducha me despejaría la mente. Con un suspiro, dejé la comodidad de su enorme cama y acomodé las sábanas para poder destenderlas otra vez. Oriné mientras Bella terminaba su ducha, luego extendí su toalla y se la ofrecí cuando salió de la ducha.
—Aww, gracias.
—Por nada. —La envolví en la toalla y en mis brazos al mismo tiempo, y ronroneó mientras yo la mecía gentilmente desde atrás. Se derritió contra mi pecho y hombros, y me agaché para dejar un beso detrás de su oreja.
—¿Y qué tienes en mente? —preguntó en una voz tan tímida que creí haberla escuchado mal.
—¿Para cenar?
—Para atarme.
Estaba seguro de que sintió mi sonrisa junto a su mejilla.
