Disclaimer: Esta historia no me pertenece, los personajes son de Stephenie Meyer y la autora es bornonhalloween, yo sólo traduzco su increíble historia con su permiso.

Disclaimer: This story doesn't belong to me, the characters are property of Stephenie Meyer and the author is bornonhalloween, I'm just translating her amazing story with her authorization.


Thank you bornonhalloween for giving me the chance to share your story in another language!

Gracias a Yani por ser mi beta en esta historia.


Capítulo 13

~*~Empacador~*~

Bella no dejó de abrazarme por la espalda en toda la noche. Me desperté con su brazo derecho cruzando sobre mi cadera y sus labios apoyados en mi hombro. Rara vez se mostraba tan cariñosa en su propia cama —quizás por el fantasma de hombres del pasado— y quería saborear el momento.

Pero también se estaba armando un desmadre entre mis piernas y no quería desperdiciarlo, no teniendo en cuenta que solo nos quedaban doce días. Con todo lo que todavía tenía que empacar y con mis padres haciéndome trabajar hasta el último día, a Bella y a mí no nos quedaban muchas mañanas sin prisas para estar acostados así.

Me apoyé en su cálido cuerpo, suspirando al recargar mi espalda sobre sus tetas. Maldición, iba a extrañar esas tetas.

Su mano bajó por mi vientre y se cerró alrededor de mi polla.

—Buenos días, cachorro.

—Perdón por despertarte —murmuré.

Su risa revoloteó sobre mi hombro.

—No lo lamentas.

—Tienes razón. —Su palma agarró con fuerza mi erección y me puse de espaldas para darle acceso completo porque era así de solidario—. Dios, eso se siente tan bien.

—¿Ves lo que puedo hacer cuando tengo las manos libres?

—Entendido —dije con una risita.

Estiré el brazo para acariciarle el coño, ella se puso de espaldas y abrió las piernas. Éramos como dos piezas de dominó que habían caído la una sobre la otra, dos piezas de dominó calientes con nuestras manos en los genitales del otro.

»Mmm, alguien está mojada. ¿Estabas soñando otra vez conmigo, Bella?

—¿Cómo sabes que eras tú el que estaba en mi sueño? —bromeó.

Giré la cabeza para lanzarle una mirada, solo para encontrarla sonriéndome.

—Bueno, quienquiera que fuera debió portarse muy mal.

—Mira quién habla, señor Erección Matutina —dijo, subiendo y bajando su mano por mi falo—. ¿Con qué soñabas ?

—No estaba soñando; estaba recordando… lo caliente que te veías anoche, atada e indefensa, especialmente cuando te hice cosquillas en los pies. —Sus caderas seguían el ritmo de mis dedos deslizándose entre su resbalosa abertura.

—Supongo que la vida es buena cuando la realidad es mejor que los sueños.

Como si necesitara que me recordaran sobre lo maravillosa que era mi realidad, metió su otra mano bajo mi culo. Sabía lo mucho que me encantaba cuando jugaba con mi perineo mientras me la chupaba o me la jalaba. De hecho, ella conocía todo sobre mi cuerpo, dónde tocarme para acelerarme, cómo mantenerme de esa manera con una simple palabra susurrada al oído, cómo tenerme satisfecho y desesperadamente deseoso todo el maldito tiempo. Mi cuerpo le daba esas cosas sin una pizca de resistencia.

—No me quejo —repliqué. Al menos, no mientras mi realidad fuera aquí con ella.

Pronto toda esta aventura sería solo un recuerdo. Sin importar con cuánto cuidado se guardara, los bordes empezarían a tornarse borrosos primero. La forma en que sus uñas subían y bajaban por mi erección aceitada, diez demonios rojos jugando con mi polla pálida e indefensa mientras ella me mantenía al borde durante una hora. El sabor dulce, pero sofisticado de la delicada piel tras su oreja. El brillo sádico en su mirada cuando me miraba hacer actos extraños, desesperados y muchas veces depravados que solo haría por ella.

Después de eso, perdería la esencia de lo que teníamos. La alegría de una conversación telefónica mientras el resto del mundo estaba profundamente dormido. La forma en que ella se abría ante mi beso, mi contraseña secreta en la fortaleza de Bella, cuando su lengua se rendía después de contenerse durante medio latido. Esos momentos profundamente íntimos cuando la tigresa invencible se desprendía de los atavíos de riqueza y poder y perfección, de la necesidad de disfraces y actos y juegos, y confiaba en mi con su lado humano imperfecto e inseguro que tanto se esforzaba por esconder.

En algún momento tendría que preguntarme si en realidad no lo había soñado todo.

Dejó de mover el puño ante el primer espasmo de su orgasmo, pero me recordó cuando iba a la mitad de su caída libre hacia la euforia. Pasándome la pierna sobre la cadera, frotó su coño con mis pelotas y embarró mi polla con sus jugos. Con su cara metida en el hueco de mi cuello y el olor de su champú remolineándome en la cabeza, me corrí con fuerza sobre la suave y tersa piel de su vientre.

Después de eso, pasé mis dedos entre su cabello. Ambos nos quedamos dormidos.

Me desperté con su risa al separarse de mi cuerpo, la corrida se pegó como caramelo entre nosotros.

—Siento pena por las siguientes personas que tengan que dormir en esta cama.

—Tienes razón —dije, la jalé hacia mi cuerpo y la hice gritar cuando nuestra piel pegajosa se unió—. Deberíamos quedarnos aquí para siempre. Es lo correcto.

Alzó una ceja.

—Por muy tentador que sea… ¿no me pediste que empacara mi traje de baño por una razón en específico?

~*~Tigresa~*~

—¿Te vas a quedar ahí sentada solo viendo? —Esa sonrisa suya, esa sonrisa satisfecha que expresaba un te atrapé, envió un hormigueo por mi espalda.

Edward se elevó, chorreando, con los brazos cruzados casualmente sobre la orilla de la piscina, tenía los músculos hinchados a causa del cansancio, su pecho subía y caía más rápido de lo normal debido a los treinta minutos que había pasado dando brazadas. Ni siquiera la gran cantidad de agua que su cabello había absorbido en la piscina había domado ese salvaje desastre.

Solté el libro que había estado fingiendo leer. Debí haber sabido que no lo engañaría tan fácil.

—Iba a nadar, pero luego me di cuenta de que necesitas un punto focal para tu respiración rítmica, así que sacrifiqué mi ejercicio por ti.

Su sonrisita creció hasta ser una en plena forma.

—Eso fue extremadamente altruista de tu parte.

—Eh, así soy yo —dije con un encogimiento de hombros.

—Bueno, estoy a punto de cambiar a estilo pecho, así que si de verdad quieres proveerme un poco de inspiración, podrías soltarte la parte superior del bikini… o algo así.

Me reí de su movimiento de cejas.

—Preferiría no ser arrestada hoy. Supongo que tendrás que usar tu imaginación.

—No será problema. —Me lanzó un guiño sucio, se puso las gafas de natación sobre los ojos y desapareció debajo del agua.

Santo Dios, ¿por qué había esperado tanto para verlo nadar? Era una visión deslumbrante cortando a través del agua con facilidad y confianza, la forma en que sus músculos definidos se flexionaban y marcaban al trabajar juntos en perfecta armonía. Había otros huéspedes pasando el rato alrededor de la piscina, y los había visto observar a Edward, hombres y mujeres por igual.

Se impulsó desde la pared, y su figura borrosa debajo del agua se hundió a mitad del carril antes de romper a través de la superficie. A diferencia de su nado suave y tranquilo, el estilo pecho de Edward parecía más un combate de lucha libre. El agua lo impulsaba, luego barría sobre su cabeza cuando se sumergía, se separaba con un agradable susurro ante su turbulento acercamiento, luego remolineaba para chocar con sus costados al cruzar. Edward se empujó hacia atrás con una ágil patada; el agua lo persiguió. No la culpaba. Yo apreciaba la alegría de ser la compañera de entrenamiento de Edward.

Terminó con sus largos y se rindió al fin con la idea de que lo acompañara. Lo miré desvergonzadamente boquiabierta cuando se alzó con las palmas de las manos, se quedó ahí oscilando mientras el exceso de agua caía por sus hombros y brazos, luego plantó los pies en la cubierta de la piscina antes de avanzar hacia mí.

Por desgracia, no se había puesto la diminuta trusa que yo había fantaseado, pero seguía viéndose bastante bien con sus brillantes shorts anaranjados de Syracuse, que se pegaban a su piel debido a la humedad. Se veía tan bien que casi dolía verlo sabiendo que la bomba de tiempo apremiaba detrás de cada momento de placer. También lo veía en sus ojos.

Me puse de pie y le lancé la toalla que estaba en la tumbona a mi lado. Se secó el pecho, luego aventó la toalla a la tumbona.

—Desearía no tener que trabajar hoy.

—Te ayuda a formar carácter —dije.

Se acercó tanto que era difícil no tocarlo de la manera en que quería hacerlo.

—No quiero carácter —dijo—. Te deseo a ti. —Sus palabras formaron una nube oscura en el cielo soleado entre nosotros. Quería pasarle los dedos entre el cabello y decirle que todavía teníamos tiempo suficiente, pero eso habría sido una mentira—. Nada conmigo —dijo.

—Pero me va muchísimo mejor viéndote nadar a ti.

Puso los ojos en blanco, pero no sin antes complacerme con una de sus dulces sonrisas.

—¿Y si quiero ser yo el que te vea a ti por un rato?

—Te prometo que no soy ni de cerca tan grácil como tú.

—¿Con todas esas clases de yoga? Estoy seguro de que no es verdad.

—El yoga es un deporte de tierra. Con aire… y no con agua. —Bien, eso fue patético—. Me gusta respirar.

Estaba batallando para esconder su sonrisa.

—Me encantaría proveerte un punto focal.

—Tu punto focal me distrae demasiado. —Crucé los brazos sobre el pecho. Caso cerrado.

—Bien… ¿y si solo vadeamos juntos entre el agua? No se requiere una técnica específica de respiración.

—¿Qué caso tiene estar parados en la piscina?

—Oh, no sé. ¿Podríamos platicar?

—Estamos platicando justo ahora. Me parece que es mucho trabajo extra tener que mantenernos a flote.

A pesar de mis mejores esfuerzos, se negó a ser perturbado; de hecho, empecé a pensar que estaba disfrutando del debate.

—Podrías flotar de espaldas, y si eso te parece mucho esfuerzo, puedo sostenerte. Ni siquiera tenemos que movernos.

—Perdón, pero no le veo el punto a hacer eso en una piscina cuando podemos hacer lo mismo arriba en nuestra cama.

Edward se inclinó, posando sus labios cerca de mi oreja.

—Tal vez solo quiero ver lo que sucede cuando se moja ese diminuto bikini amarillo.

—¿No te diste cuenta de que tenemos una tina gigante en nuestro baño…?

—No es lo mismo.

—Agua es agua.

—Sí, pero esta agua está agradable y fría y perfecta para los pezones. —La p resonó con un suave pop en mi oreja.

Me aparté para poder ver su sonrisa lujuriosa.

—¡Dios mío! Eres todo un chico.

Replicó como si lo hubiera golpeado.

—¿Un chico? En caso de que no te hayas dado cuenta, Bella, soy un hombre.

Puede que no lo haya notado antes de esa venda, pero ahora ya lo sabía.

—Perdón, no lo decía de esa manera. Es que… los chicos y las bubis, ¿me entiendes?

—Si alguna vez me vuelvo tan mayor como para no saber apreciar un buen par de pechos, espero que alguien me saque de mi miseria. —Parecía haber perdonado mi mal comentario, pero esa clase de reacción instintiva había salido de la nada—. Nada conmigo, Bella.

—No vas a dejarlo pasar, ¿verdad?

Se encogió de hombros.

—Preferiría no hacerlo.

—¿Y si te digo que no sé nadar?

Se puso en modo serio.

—Entonces te diría "déjame enseñarte". —Puso su mano sobre mi brazo—. Bella, ¿en serio no sabes nadar?

Miré sus hermosos y sinceros ojos, el sol resplandecía en ellos en quince tonalidades diferentes de verde. Casi quería pretender que no sabía nadar solo para que me enseñara. No era difícil imaginarme siendo sostenida por esos brazos, teniendo su mirada atenta y protectora enfocada en mí, presenciando su orgullo al verme dominar cada estilo de natación.

—No, sí sé nadar —le dije.

Se le oscureció la expresión.

—Oh, diablos. —Volteó sobre su hombro hacia la piscina, luego se giró hacia mí, sacudió la cabeza y se rio—. Tienes suerte de que haya testigos, o justo ahora estarías en la parte más honda.

—Y tú tienes suerte de que estemos en público, o te estaría saltando encima.

Retrocedió, se quitó la toalla de los hombros y abrió los brazos.

—Adelante.

—Creo que ya sabes lo que pienso sobre muestras de afecto en público.

Se llevó las manos a las caderas y su sonrisa cayó hasta formar una línea recta.

—Muestras de afecto en público, ¿eh? ¿Qué te parece ir a comer? ¿El restaurante bar del hotel es un sitio demasiado público para ti?

—Escuché que las hamburguesas del servicio a la habitación saben bastante bien —dije, moviendo las cejas. La reacción que esperaba nunca llegó.

—Servicio a la habitación —dijo, apretando la quijada. Giró la cabeza, se pasó los dedos por el cabello y bufó—. Suena bien. ¿Debería tomar un elevador diferente? —El dolor en su voz me hizo encogerme. Como había temido, nuestra realidad post-bondage ya había asomado su fea cabeza, y todavía ni siquiera salíamos del hotel.

—Edward…

—¿Qué? —Su despiadada mirada le dio una cuchillada a mi corazón.

—Ven a la habitación conmigo. —Déjame compensarte, cachorro—. ¿Por favor?

Torció la boca en una terrible sonrisa.

—Lo que digas, Bella.

~#~#~

Edward tardó en responder mis mensajes esa tarde, y cuando finalmente lo hizo, proclamó que estaba demasiado cansado para venir.

Perdón, estoy exhausto. Tuve que pedir el turno de cierre para poder tener la mañana libre. ¿Hablamos mañana?

Así que ni siquiera quería platicar. Ouch. Si necesitaba tiempo para lamerse las heridas, las que aparentemente yo le había causado, le daría la noche.

Lo pensé dos veces antes de pedirle cualquier clase de compromiso para el día siguiente, opté mejor por un mensaje rápido que no requería de una respuesta: Buenos días, cariño. Le añadí un lindo emoji con gafas de sol para mantener el tono ligero. Al no responderme, descarté la idea de una visita espontánea al estacionamiento.

No le quité los ojos de encima al reloj alrededor de las tres. Él sabía que yo conocía su horario, y sabía que yo sabía que él sabía. Sí, ahí fue a dónde se dirigieron mis pensamientos cuando me mensajeó a las 3:18.

Hoy me toca empacar. Qué asco.

¿En serio? ¿Era un asco o me estaba evitando como la plaga? Bueno, no iba a quedarme en casa a marchitarme mientras mi cachorro se calmaba. ¡Doble asco! Voy a salir, pero mensajéame si necesitas un descanso de la monotonía.

Respondió: Lo haré. Diviértete.

Lo intenté, pero Alice notó de inmediato que había algo raro en mí. Bendito sea su corazón intuitivo, no podía esconderle nada a esa mujer. Llamó al mesero y me pidió un martini sucio antes de que mi culo tocara la silla.

—De hecho, que sea un Clase Azul, en las rocas con un twist de lima —dije.

—Excelente —respondió el mesero, fue calculando su propina con mi tequila carísimo mientras se apresuraba hacia la barra.

—Cielos. ¿Hay problemas en el paraíso de las tigresas?

—Hola, Alice. ¿Cómo estás? —Le mostré mi mejor sonrisa de ni-se-te-ocurra.

—Entendido. —Giró el fino tallo de su copa de cosmo—. Me alegra verte salir.

—Bebe, por favor. No te preocupes; te alcanzaré.

Mil preguntas cruzaron por su expresión, pero se las guardó todas, alzó su copa y le dio un trago.

—Conocí a alguien.

—¿Qué? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¡Cuéntame todo!

Y empezó a hablar con una risita. Algo de Tinder. Algo sobre un Jasper. Mi bebida llegó en medio de todo eso, y ella apenas se detuvo a respirar. Algo sobre un rancho, algo sobre un vaquero.

—Espera, ¿qué? —Solté mi bebida después de darle un gran trago—. ¿Dijiste que este tipo con el que sales es un vaquero?

Se hundió en su silla con un suspiro fuerte y orgásmico.

—Sí.

—¡No te detengas ahí, chica!

Se sintió bien relajarme a absorber la felicidad de Alice. Mi mente apenas se había desviado hacia Edward y nuestra incómoda despedida ayer en el Roosevelt.

—… y me llevará a cabalgar mañana. Compré una blusa campesina muy linda para usarla con mis shorts de mezclilla nuevos y botas de avestruz.

—Santo cielo, Alice. No puedes montar con esos shorts; ¡apenas y te cubren el culo! Si quedas dolorida por cabalgar, no podrías follar en una semana.

—Oh. Hmm, rayos. Supongo que llevaré unos jeans para cambiarme. Como sea, no puedo esperar a que lo conozcas.

—Suena bien. Me alegro por ti. De verdad. —Me bebí otros dos tragos de tequila y miré como se desvanecía la sonrisa de Alice.

—De acuerdo —dijo—, ¿ya bebimos alcohol suficiente para hablar sobre ti?

No necesitaba mucho del alcohol bueno para soltarme la lengua, y Alice, a pesar de ser muy parlanchina, era muy buena escuchando.

—Eh. Estropeé las cosas, pero supongo que esta forma de terminarlo era tan buena como cualquier otra.

—Oh, querida. ¿En serio es tan malo?

La imagen de Edward saliendo de nuestra habitación de hotel, con los hombros tensos, su maleta en mano, hizo que regresara el nudo a mi garganta.

—Creo que sí.

Alice me lanzó una sonrisa valiente, esperando que eso inspirara una mía. No fue así.

—Conociéndote, tendrás al siguiente cachorro atado en poco tiempo.

Atado. Mis ojos se cerraron con el recuerdo muscular de estar vendada y atada a la cama, con Edward extendiendo mi placer.

Edward, que actualmente hacía un arte de ignorarme. Había convertido a mi dulce cachorro en un escultor de hielo. Se me escapó una carcajada sombría, y abrí los ojos para encontrar a Alice mirándome, con ojos como platos y llenos de ansiedad.

—Pues no creo que vaya a haber un "siguiente cachorro", Al. Creo que este me rompió.

—Lo siento mucho, Bella. —Estiró el brazo y posó su mano sobre la mía.

Me la sacudí al llevarme la bebida a la boca.

—¿Ves? Por esto te quiero. Nada de "te lo dije", incluso si lo estás pensando.

—Jamás —dijo, cubrió su sonrisa triste con la orilla de su cosmo y le dio un diminuto trago—. Probablemente deberíamos ordenar algo de comer. ¿Has comido hoy?

Tuve que pensarlo un segundo.

—Nop.

—Oh, Bella. Metamos un poco de carbohidratos en ti.

—Claro. ¿Por qué no? —No es como que alguien fuera a verme en bikini en el futuro próximo.

~*~Empacador~*~

Por pura costumbre y tal vez con un poco de ansiedad, revisé mi teléfono a primera hora de la mañana siguiente. Nada de Bella. Me había metido con el balance de poder; tenía que haber repercusiones.

No importaba mucho. Otra vez tenía que trabajar hasta las tres y debía darle otra revisada a mis posesiones terrenales para demostrarle a mamá que no necesitaba ir de nuevo a Bed, Bath & Beyond.

Aun así, ¿cómo es que Bella no me extrañaba lo suficiente para comunicarse… después de todo? ¿Sabes qué? Que se joda.

No es justo, dijo esa molesta vocecita que me recordaba que yo la había apartado muy duramente después de esa tontería en el hotel, pero ella pudo haber puesto resistencia. ¿Siquiera le importaba que llevábamos casi dos días sin hablar? Era difícil saberlo.

Bien, tal vez no era del todo racional de mi parte estar enojado con ella, pero ¿cuándo eso había detenido a alguien de sentirse enojado?

Diez días más y estaría lejos de todo esto, de las reglas de mis padres, de las mierdas de Bella, de las quejas de Tanya, y de este maldito nudo color popó que tenía alrededor del cuello. Hasta ese día, haría lo que tenía que hacer, y eso empezaba con arrastrar mi culo cubierto con un pantalón kaki hacia la tienda.

Llegué dos minutos antes de las siete y metí mi tarjeta de registro al reloj con más fuerza de la que era realmente necesaria.

—¿Pasaste una mala noche, Cullen? —No tenía que voltear para saber que ese James cara de comadreja me estaba respirando en la nuca. Ya también había tenido suficiente de ese imbécil.

—¿Sabes qué? Jódete, James. —Hoy estaba en una racha de mandar a todos al carajo.

—De hecho —dijo la comadreja—, jódete . ¿Adivina quién tiene una entrega esta mañana en el 2637 de Morgan Street?

¿Qué carajos? Me di la vuelta y usé todo mi autocontrol para no golpearlo en su fea cara.

—¿Estás seguro de que esa no es mi entrega?

—El que llega primero se queda con la tigresa —dijo, tenía su asquerosa sonrisa tan cerca que podía ver restos de comida entre sus dientes. Mi actitud huraña solo lo volvió más insoportable—. Llegó una llamada pidiendo que entregaran una sandía a casa de tu novia. No estabas aquí. Así que… ¿te importaría compartir algún consejo de servicio al cliente? —Agitó las cejas. Odiaba al cabrón.

—Sí. Escoge una sandía pequeña para que tengas menos desastre que limpiar cuando la tires. Si me disculpas, ya estoy en mi horario.

Lo empujé al pasar a su lado, se me revolvió el estómago. ¿Quién demonios necesita que le entreguen una sandía a las siete de la mañana? ¿Esta era la encantadora manera que tenía Bella de invocarme a la puerta de su casa ya que obviamente no tenía la decencia de invitarme a su hogar como un ser humano? ¿Me estaría esperando, desnuda a excepción de la toalla, jodidamente caliente, cuando James tocara el timbre?

¿Siquiera le importaría quién apareciera ahí? ¿Ahora ya éramos intercambiables? ¿Ella me había cambiado tan rápidamente? ¿Invitaría a James para que le partiera la sandía? ¿Se escupirían semillas el uno al otro y se harían bizcos desde ambos lados de la isleta de la cocina?

¿Debería llamarle para advertirle o ella vería eso como una debilidad?

¡Carajo, carajo, carajo, carajo, carajo!

Me estaba volviendo loco. Esta chica me había estropeado la cabeza más allá de lo posible… ¿y por qué? ¿Por un poco de sexo?

Bueno, mucho sexo. Y tal vez yo pensé que pudo haber sido algo más, pero claramente Bella no pensaba lo mismo.

Mientras veía a James elegir la sandía de Bella del enorme corral de cartón que había afuera, repasé mentalmente los pros y contras de advertirle a Bella sobre él. Al final, fue James quien me hizo reaccionar en la caja registradora con su molesto comentario sobre los melones de Bella.

Salí un momento y le envié un mensaje:

¡Cuidado! Le dieron tu entrega a James.

Ella respondió de inmediato con un emoji frunciendo el ceño… seguido de un emoji de popó y un mensaje:

Esperaba que pudiéramos hablar.

Bien, pudo haber elegido un camino diferente, pero al menos reconocía la necesidad de hablar.

¿Te puedo llamar en mi descanso?

Por favor. Te extraño.

Le respondí —Igual yo— y sonreí durante las siguientes tres horas, en especial cuando James regresó de su entrega sin nada que presumir.

Corrí hacia mi carro a las 10:30 y hablamos durante los siguientes veinte minutos, hablamos de verdad. Ella se disculpó por tratarme como un niño. Yo me disculpé por ponerme susceptible ante mantenernos en secreto. Ambos reconocimos que nuestro verdadero enemigo era el tiempo y no teníamos el suficiente para desperdiciarlo en problemas tan estúpidos. Acordamos vernos después del trabajo. Colgué sintiéndome más aliviado.

En realidad, ¿de qué me quejaba? ¿Y qué si nunca salíamos en una cita oficial? ¿Cuántos chicos habrían dado todo por saltarse las comidas y salidas e ir directo al sexo? Me había quedado dormido entre sus sábanas egipcias y me había despertado junto a ella cada mañana. Le había hecho todo lo que quería a su cuerpo atado y desnudo, y sé que ella me había visto, visto de verdad, como un igual cuando le quité esa venda.

Me sentía contento jugando bajo las reglas de Bella ahora que había visto quién podía ser Bella cuando no se estaba esforzando tanto en demostrar que ella tenía el control.