Disclaimer: Esta historia no me pertenece, los personajes son de Stephenie Meyer y la autora es bornonhalloween, yo sólo traduzco su increíble historia con su permiso.
Disclaimer: This story doesn't belong to me, the characters are property of Stephenie Meyer and the author is bornonhalloween, I'm just translating her amazing story with her authorization.
Thank you bornonhalloween for giving me the chance to share your story in another language!
Gracias a Yani por ser mi beta en esta historia.
Capítulo 14
~*~Tigresa~*~
Los siguientes diez días fueron agridulces. Adoptamos una rutina; nuestro tiempo juntos se sentía menos frenético, más tierno. Ya había dejado de lado los juegos. Él dejó de preguntar si podía pasar la noche; ya no era una pregunta. Aun así, una nube oscura se cernía sobre nuestra despreocupada felicidad.
Él iba a su casa todas las mañanas para bañarse y alistarse para el trabajo, y para "mostrar la cara en el desayuno". Logró juntar cosas suficientes para la escuela de modo que sus padres ya no estaban tras de él, pero mamá Cullen se puso firme al insistir en que Edward pasara su última noche en casa con su familia.
Me dio esa noticia cuando ya me estaba quedando dormida en sus brazos en lo que ahora comprendía que sería nuestra última noche juntos.
—¿Cuándo te dijo eso? —pregunté.
—Hace unos días —respondió—. No quería decirte. Temía que eso arruinara el día de mañana. —El último día libre de Edward. Nuestra última extensión de tiempo juntos—. No estás enojada, ¿verdad?
Alcé la cara hacia él, pero todo lo que podía ver en la oscuridad era la afilada línea de su mandíbula.
—Por supuesto que no. —Pasé el pulgar sobre sus labios y lo jalé hacia mí para besarlo—. Solo tendremos que sacarle el mayor provecho al día de mañana.
Sentí que sus labios esbozaban una sonrisa.
—Estoy seguro de que se te ocurrirá algo.
—Déjame pensarlo después de dormir.
Me desperté temprano con una brillante idea en la mente, pero siendo justa, la idea le pertenecía a Edward. Cuando llegué a la cocina ya estaba ahí, dándome la espalda, parado frente a la cafetera, su adorable culito estaba perfectamente delineado por su ajustado bóxer.
—Te despertaste temprano —dije, permití que se me abriera la bata al pegarme a su espalda para darle un beso en la mejilla.
Soltó un suave gruñido.
—No dormí.
—Pobre cachorro. —Le rodeé el vientre con el brazo y lo jalé hacia mi cuerpo. Dejó caer la cabeza sobre mi hombro—. ¿Estás listo para escuchar lo que haremos hoy?
Abrió la boca y se le escapó una suave risita.
—¿Alguna vez he estado listo para algo contigo?
—De hecho, esto es algo que tú pediste hace tiempo.
—¿Vamos a repetir algo?
—Nop.
Se giró para verme, su expresión se mostraba lo más abierta y curiosa que lo había visto.
—¿En serio? Hmm, no se me ocurre algo que no hayamos hecho.
—¿Trajiste un short?
—¿Sí…?
—Genial. ¿Por qué no nos preparas algo de desayunar mientras yo empaco algo de comida?
Se apartó de mí con una sonrisa ansiosa.
—Empacar comida… o sea, ¿vamos a salir juntos?
Le di una nalgada amistosa a su trasero.
—Oh, y a asegúrate de traer tu licencia de conducir.
~#~#~
Si le das una galleta a un ratón, va a querer otra. Dale las llaves de tu convertible, y su sonrisa podría partirle la cara… y tu corazón.
Con el capote abajo y el sol calentándonos los hombros, tomamos la autopista en el muelle de Santa Mónica y nos dirigimos al norte. Edward estuvo sonriendo durante veinte minutos hasta que llegamos a Malibú. Era difícil adivinar si estaba más emocionado por manejar mi carro o por enseñarme su cañón favorito, pero yo no podía apartar la vista de él.
—Dios, ¡esto es fantástico! —dijo cuando giramos en la carretera hacia el cañón y empezamos a serpentear para subir la montaña—. ¡Es tanta la altura!
Me encantaba saber que podía hacerlo tan feliz. Me tragué todos mis ¿Ya llegamos? a pesar de que en múltiples ocasiones parecía que ya habíamos llegado a la cima del cañón. Cada curva me robaba el aliento con vistas más maravillosas de las que habíamos visto antes.
—¿En verdad nunca has subido hasta acá? —preguntó con verdadera incredulidad—. ¿No creciste en Los Ángeles?
—Soy más una chica del nivel del mar.
Edward sacudió la cabeza y sonrió como lo hacía tan seguido cerca de mí.
—Es pasando esta curva —dijo, acomodando el carro en un pedazo de tierra en un lado de la carretera antes de apagar el motor—. Eso fue maravilloso. Gracias por dejarme manejar, Bella.
—Me alegra que lo disfrutaras. —Me bajé del carro y estiré las piernas—. ¿Vamos a regresar aquí a comer o nos llevamos la comida?
—Yo puedo llevarla. Vas a necesitar tener ambas manos libres para subir esta parte. —Metió la mano en el asiento trasero, sacó la bolsa de plástico que contenía nuestros sándwiches y las bebidas de la hielera, y se la colgó al hombro.
—Bueno —dije, tomando su mano izquierda con la mía—, hasta que lleguemos a esta parte, me agarraré de esto, si te parece bien. —Nuestras manos encajaban cómodamente a pesar de que era la primera vez que se entrelazaban, al menos estando ambos en vertical.
Jadeó ante nuestras manos unidas y apretó mis dedos, como si le sorprendiera que no estuvieran intentando escapar.
—Me parece más que bien. —Sonrió tanto que no estaba segura de cómo es que su boca formó un beso tan perfecto en mis labios.
Se apartó con gentileza, el asombro y la maravilla le llenaban los ojos.
—No puedo esperar para mostrarte mi sitio favorito de toda la tierra.
Me guio alrededor de un matorral cualquiera hacia un estrecho camino de tierra que no tenía ninguna señal, la clase de camino que no era en realidad un camino que yo nunca habría elegido por mi cuenta.
—¿Estás seguro de que este es el sitio?
Asintiendo una vez, dijo:
—Cien por ciento seguro.
—De acuerdo.
No pregunté qué tan lejos ni qué tan inclinado ni qué tan traicionero era. Obviamente él había estado aquí muchas veces antes y confiaba en que me alejaría de todo peligro. Lo seguí como si estuviera vendada. Esa misma adrenalina liberadora se apoderó de mí, nada de decisiones, ni responsabilidad.
¿En serio de eso se trataba? ¿De no tener que pensar y planear? No, había más en ello. La respuesta me golpeó con una asombrosa claridad, aunque la última vez que recordaba haber experimentado el sentimiento con tanta fuerza, fue cuando era una chica joven mirando a los ojos de su hermano: tener fe en otro ser humano.
Caminamos durante veinte minutos, nos detuvimos unas cuantas veces para disfrutar de la asombrosa vista del cañón que teníamos debajo. Cada vez que me detenía, me preguntaba si ya habíamos llegado. Él negaba con la cabeza, le daba un jalón a mi mano, y partíamos de nuevo.
Pasamos unas cuantas parejas que iban en dirección contraria, y Edward los saludaba con un "Qué onda" o con una sonrisa conocedora. No se me ocurrió preocuparme por ser vista con él.
Aceleró el paso al guiarme hacia una enorme formación rocosa ligeramente inclinada que sobresalía del piso. Claramente muchos otros habían estado aquí antes que nosotros con pintura en aerosol y marcadores, ya que la superficie estaba cubierta de grafiti, corazones con iniciales dentro y declaraciones de amor y "tal y tal estuvieron aquí".
Edward me soltó la mano y se subió por la parte frontal de la piedra como una cabra de montaña antes de girarse para lanzarme una sonrisa. Con los brazos extendidos, en pose rey de la montaña, me apuntó con el mentón.
—¿Y bien? ¿No es grandioso?
—Es muy romántico.
—Exacto —respondió—. ¿Te subirías aquí para sentarte conmigo?
—Eso depende —dije, apoyando las manos en mis caderas—. ¿A cuántas otras chicas has traído aquí?
—A ninguna. Sólo he venido solo. Eres la primera chica, mujer, con la que he querido compartir esto.
Rayos.
—Oh, Edward. Eres tan dulce.
—¿Eso es un sí? —Era irresistible.
—Supongo… si es que puedo subirme.
Casi esperaba que se ofreciera a venir por mí, pero no lo hizo.
—La vía recta es un tanto engañosa, pero está más aplanado si vienes por este lado…
No lo dejé terminar antes de avanzar directo hacia él.
»Sí, eso era lo que esperaba —dijo, riéndose entre dientes—. Ten cuidado con esa piedra suelta de ahí… vaya, bien, ¡lo lograste!
Al acercarme, se estiró para tomarme de las manos y me jaló hacia la meseta donde estaba parado.
—Bienvenida a mi lugar feliz.
Metiéndome a sus brazos, pegué mi espalda a su pecho y admiré la vista en todas las direcciones. Abrazada por Edward y rodeada de mensajes y afirmaciones de amor mientras contemplábamos el espectacular valle que había abajo, me sentí, literalmente, en la cima del mundo.
—Puedo ver por qué te encanta este sitio.
—Desde hace tiempo he querido traerte aquí.
Me giré para verlo, encontré sus ojos rebosantes de emoción.
—Lo sé, y lamento no haberlo aceptado antes. Sé que parece una tontería, pero no quería arriesgarme a perder lo que teníamos al exponernos al mundo exterior.
—No, lo entiendo —dijo, subiendo nuestras manos unidas entre nosotros—. Creo que por eso era tan importante para mí traerte aquí. Quería —apartó la mirada— supongo que quería un registro escrito para saber que sucedió de verdad.
—Oh, Edward. Sí sucedió. Nosotros sucedimos. Esto es real. —Llevé mis labios a los suyos. Edward se apoderó del beso, y se lo permití.
—Oye, Bella, te molesta si te pregunto… ¿qué te hizo decidir romper tu regla sobre verme fuera de tu casa?
Podría haberle dicho que permití la excursión porque ya no importaba, porque a pesar de todo, ya habíamos llegado al final, pero eso no habría sido auténtico. Era solo que la certeza de nuestro final me había dado la libertad para ofrecer lo que más temía.
—Cuando me pediste que te viera en el bar del Roosevelt, ya había aceptado tus términos. No me iba a retractar. Y luego, la mañana siguiente, al verte nadar, cuando…
—¿Fingiste que no me conocías?
Ouch.
—Sí. Eso fue hiriente. Lo lamento mucho.
Edward suspiró.
—Sí, no creo que me hubiera molestado tanto si hubiera sucedido unas semanas antes. Es que… después de esa noche… sentí que estábamos en un nuevo sitio juntos, pero luego me rechazaste. Todo lo que quería hacer era comer contigo.
—Lo siento.
—Lo sé —dijo, suspirando.
—He aprendido a la mala que este… estilo de vida que he elegido requiere que se realicen ciertos sacrificios.
—¿Estilo de vida? —Frunció los labios como si lo hubiera hecho chupar un limón—. ¿Te refieres a este asunto tuyo del "cachorro"?
Mantente positiva, Bella. Podemos hacer esto sin lastimarnos.
—En general, yo diría que ha valido la pena, ¿no crees?
—Por supuesto. No cambiaría este tiempo contigo por nada. Si tengo que ser tu sucio secreto, que así sea.
—Siendo justos, Edward, ¿tú le has contado a alguien sobre nosotros? ¿A tus padres? ¿A tu mejor amigo?
—No —admitió con un encogimiento apenado.
—Oye. No lo mencioné para hacerte sentir mal; solo quería señalar que ambos tenemos razones válidas para guardar el secreto. No hay razón para tener resentimientos.
—No, tienes razón. —Fijó una sonrisa en el rostro y señaló con el mentón un sitio sin pintar cerca de nuestros pies—. Desearía haber sabido que vendríamos aquí hoy. Habría traído algo con que escribir.
—Hay un esmalte en mi guantera, si quieres regresar caminando después de comer.
Sonrió de verdad mientras revisaba mis uñas color rojo manzana.
—Eso será suficiente.
~#~#~
—¿Deberíamos poner nuestras iniciales o los nombres? —Edward esperó mi respuesta con la brocha del esmalte esperando sobre el sitio que había encontrado.
Bella + Jake para siempre. El viejo roble tras la casa Lambda todavía le contaba esa mentira a todo el que pasaba por ahí.
—Nuestras iniciales —dije.
—Me parece bien. —Se puso a trabajar, formando las "IMS" con la precisión de un cirujano cardiólogo.
—Te acordaste de mi segundo nombre —dije, haciéndolo sonreír.
—Me costó mi camisa conocer ese dato. No iba a olvidarlo. —Terminó de hacer el signo de + debajo de mis iniciales, le puso la tapa al esmalte y me lo entregó—. Tu turno.
—No conozco tu segundo nombre.
—Masen —respondió—. El apellido de soltera de mi mamá.
—Edward Masen Cullen. Qué lindo. —Pinté "EMC" debajo de mis iniciales, luego me aparté para echarle un vistazo a nuestra creación—. Hmm, le falta algo…
Edward agachó la cabeza al verme dibujar la primera mitad de un corazón. Metí la brocha otra vez a la botellita y le ofrecí la tapa.
—Tu turno —dije—, ¿si quieres…?
Aceptó mi reto sin vacilar ni un segundo, terminó el corazón que yo había empezado con una réplica perfecta con color rojo, prestando atención en conectar nuestros dos lados para que no se pudiera notar dónde terminaba uno e iniciaba el otro.
~*~Empacador~*~
Mantuvimos las manos unidas durante todo el camino de regreso a casa de Bella, mi pulgar se deslizaba de un lado a otro sobre su sedosa piel. Más vale tarde que nunca.
Quería ver la forma en que apoyaba la cabeza en el respaldo del asiento, quería apartarle el cabello de los ojos cuando el viento se lo soplaba en todas direcciones, quería memorizar la expresión que yo había puesto en su rostro justo ahora —contenta, amada— pero obligué a mis ojos a permanecer en la carretera porque era hora de recordar cómo vivir sin ella. Cada milla de carretera que consumía nos acercaba más a la despedida.
Luego de estacionar dentro de su garaje, me llevé la mano de Bella a los labios antes de soltarla para apagar el motor. El convertible se estremeció una última vez. Me recargué en el asiento, no estaba seguro de si mis pies serían capaces de alejarme de ella.
—¿Tienes tiempo para entrar? —preguntó.
—Tendría que ser para un rapidito, y no estoy seguro de poder lidiar con eso ahora. —La verdad, no estaba seguro de que existiera tiempo suficiente para que este abanico de emociones se resolviera por sí solo.
—Lo entiendo —dijo con suavidad. Estiró el brazo y pasó sus dedos entre un mechón de cabello que tenía junto a la oreja. Maldición, sus manos se sentían tan bien en mí, en cualquier sitio, en todas partes. Las despedidas siempre eran duras, y esta iba a ser la peor de todas—. ¿Te apetece un beso?
—Siempre.
Me desabroché el cinturón de seguridad y me volteé hacia ella. La distancia impuesta pudo haber sido un acto de piedad. Le acomodé el cabello despeinado por el aire detrás de las orejas y acerqué su cara a la mía. Justo antes de que nuestros labios se encontraran, alcancé a ver la tristeza en su mirada.
Nos besamos durante mucho tiempo, toda nuestra extraña relación se reproducía dentro de mi cabeza mientras que nuestros labios y lenguas nos mantenían unidos. Esa primera vez que la acompañé bajo la lluvia, la entrega de arándanos, esa manera tan engañosa con la que me hizo aceptar cuatro días de celibato autoimpuesto, sus alocadas provocaciones durante horas y días, el haberla hecho correrse con su vibrador, ese masaje cachondo con el final más feliz de todos, despertar en su cama, nuestra sexi noche en el Roosevelt, cuando pintamos nuestras iniciales en la piedra. Tantos besos.
Cubrió mis manos con las suyas. Sentí que tiraba de la liga que tenía alrededor de la muñeca, mi símbolo de lealtad hacia ella. Mientras viviera, nunca olvidaría el momento en que puso esa fea liga verde en mi muñeca y tomó el control de mí. Ella también debía estarlo recordando.
Con un fuerte tirón, la liga se soltó de mi muñeca con la misma facilidad con que la había puesto hacía tantas semanas.
Rompí nuestro beso.
—¡Oye! ¿Qué estás haciendo? —Llevaba tanto tiempo usando esa maldita cosa que me sentía desnudo sin ella.
—Te estoy liberando, cachorro. Hora de volver a correr libre.
—¿Por qué estás haciendo esto, Bella?
Me acarició las mejillas y sentí la humedad bajo su pulgar. Mis lágrimas.
—Sabes lo que dicen, Edward. Si amas algo, déjalo libre…
Solo Bella usaría una despedida para decir te amo.
—¿Y si no quiero ser libre?
—Mi dulce chico. ¿Qué opción tenemos?
—¿A qué te refieres con qué opción tenemos? Solo estaré a una hora de distancia. Tú puedes ir los viernes, y podemos vernos en un hotel durante el fin de semana. O yo puedo venir a casa y…
Me tapó la boca con la mano.
—Tranquilo, cachorro.
Me tragué mis palabras. ¿Qué me había hecho pensar que podía hacerla cambiar de parecer cuando nunca antes lo había hecho? Asentí para hacerle saber que ya no iba a intentarlo, y dejó caer la mano.
—Sabía que responderías de forma madura ante esto. Es una de las razones por las que esto es tan difícil.
—Es difícil para ti, ¿eh? No me parece de esa manera. —A juzgar por las palabras que salían de su boca, Bella estaba totalmente bien con terminar esto.
—Por supuesto que lo es. Eres muy —se le quebró la voz—, muy especial para mí.
—En lo que a cachorros se refiere —dije, detestaba el tono amargo de mi voz, pero no podía detenerlo.
—En lo que a todos se refiere.
—¿Y por qué me alejas? ¿Por qué no luchas por nosotros?
—Edward. —Inhaló pesadamente y exhaló hacia el techo del garaje—. Soy un ser humano al que no le gusta el drama. No quiero crear un conflicto artificial aquí para que sea más fácil apartarme de ti. No hay razón por la que debamos lastimarnos por esto. La verdad es que te amo, pero…
—Y yo te amo a ti.
Se detuvo un segundo para reconocer mi declaración.
—Pero el asunto es que vas a regresar a la escuela, y te mereces tener un nuevo inicio. Esa es toda la historia. Por favor, no analices esto ni empieces a dudar de lo que tuvimos. Me refiero a que, a pesar de nuestras diferencias, entre las que están quince años de vida en este planeta, creo que de verdad somos grandiosos estando juntos.
—Te das cuenta de que no me has dado ni una sola buena razón por la que deberíamos terminar.
—No la tengo —dijo.
Bufé. Era tan exasperante.
—Maldita sea, Bella, estoy esforzándome para no estallar.
Se apartó del mando central, ya estaba poniendo distancia entre nosotros.
—Mira, entiendo que no depende de mí decirte qué hacer o con quién estar. Ya no eres mi cachorro para estarte mandando. Todo lo que puedo hacer es apartarme y darte la libertad de tomar tus propias decisiones.
—Dios, Bella. ¿De verdad crees que he hecho algo que no he querido mientras hemos estado juntos?
Alzó los labios, pero no era lo que yo llamaría una sonrisa.
—No.
—Solo usaba esa estúpida liga en la muñeca porque quería que tuvieras la seguridad de saber que no quería a nadie más que a ti.
Bella bufó.
—¿Ves? Tan solo eso demuestra que eres más considerado que cualquier hombre con el que he estado, incluyendo al cabrón infiel al que le di los diez años más calientes de mi vida.
—Psh, si fueras más caliente, ya estaría muerto.
Sus hombros empezaron a sacudirse con gentileza. Pensé que estaba riéndose, hasta que vi las lágrimas caer por sus mejillas.
»Bella. Mierda. ¿Puedo abrazarte? ¿Por favor?
Alzó la mano. Un no rotundo. Espantó sus lágrimas sorbiendo ruidosamente.
—Lo siento. De verdad no quería llorar.
No, ese no habría sido su plan, y Bella siempre tenía un plan, como romper conmigo desde el lado del copiloto de su carro, donde no podía alcanzarla para consolarla y viceversa.
Hablé lo más calmado que mi intensa frustración me permitía.
—Entiendo lo que estás intentando hacer por mí, pero no necesito que me liberes como una mariposa atrapada en un frasco. Nunca te pedí que me dejaras ir.
—Lo sé —susurró—. Has sido maravilloso.
—Bella, todo este asunto ha sido maravilloso. Espero que lo sepas. —Esperé a que me viera a los ojos. Luego esperé a que imitara mi sonrisa—. No sé por qué me elegiste ese día en la tienda, pero eres lo mejor que me ha pasado en la vida. Era un fracasado que abandonó la escuela, dejándome llevar por un trabajo que no tiene futuro, un don nadie hasta abajo del montón…
—No es verdad. Nunca has sido un fracasado ni un don nadie, y ya estabas avanzando por buen camino cuando te conocí. Te estás menospreciando.
—Sí lo era. Hasta que me elegiste. ¿Cómo es que una tigresa sexi y valiente de Beverly Hills pudo elegir a un perdedor? ¿Ves cómo suena eso?
Bufó una risita.
—Claro.
—Bien. Obviamente no necesitas mi permiso para hacer lo que quieras con quien quieras, pero no tengo deseo de vivir la vida salvaje otra vez. Ya lo hice. No terminó bien. Creo que esta vez intentaré tomarme en serio mis clases. Quizás hasta elija algo que quiera aprender y no solo lo que parezca llevarme por el camino de menor esfuerzo.
—Me alegra mucho oír eso. No deberías conformarte con algo que no te haga feliz.
—Exacto. —¿Siquiera se estaba escuchando o es que Bella no creía que también merecía ser feliz?—. Espero que te mantengas en contacto conmigo mientras estoy lejos…
—Edward, no deberías… —Demonios, no.
—… y de verdad espero que podamos retomar donde lo dejamos cuando regrese —seguí hablando a pesar de su bufido—, pero si no te interesa, lo aceptaré.
Me dedicó la sonrisa más triste del mundo.
—¿Ya terminaste?
En realidad, no había esperado hacerla cambiar de parecer, pero no me lo habría perdonado si me iba sin decir lo que pensaba. Asentí con un suspiro cansino.
—Para que conste —comenzó—, nunca "no me va a interesar" contigo. Número uno.
—¿De acuerdo? —No te hagas ilusiones.
—De acuerdo —repitió, asegurándose de que la había escuchado—. Número dos, en cuanto a mantenernos en contacto mientras estés en la escuela, estaré aquí para ti siempre que necesites una amiga que te escuche.
—¿Por qué suena a que no incluye sexo por teléfono?
—Porque no lo incluye. —Me miró como si fuera un helado de chocolate, o tal vez en caso de Bella, una ensalada fresca—. Nada de sexo por teléfono. Ni mensajes sugerentes. Y nada de hablar sobre volver a estar juntos cuando regreses a casa.
—Bien —respondí porque no tenía otra opción. Eran las reglas de Bella.
—Número tres, y en serio espero que esto no suene insensible —me preparé para el argumento más insensible del mundo—, no puedo ser yo la que inicie la conversación. Lo siento —dijo en respuesta a mi suspiro cansado—, pero no confío en mí para ser altruista al darme esa clase de apertura.
—Hmm. ¿Temes enviarme mensajes sugerentes estando borracha?
—Sí —dijo, con toda la seriedad del mundo—. O peor.
Síp, esos sentimientos molestos podían ser difíciles de reprimir, ¿eh? Por mucho que no estuviera listo para esta despedida, esta conversación se estaba tornando completamente deprimente.
—¿Hay un número cuatro?
Me analizó antes de responder. Le sostuve la mirada, intentando con todas mis fuerzas no reflejar mi decepción.
El momento de decisión destelló tras su mirada.
—Sí.
Me preparé para la siguiente daga que me atravesaría el corazón.
—Dímelo.
—Sobre seguir donde lo dejamos…
Cuadré los hombros.
—¿Ajá?
—Siempre y cuando me prometas no rechazar a alguien que podría ser grandiosa para ti por la remota posibilidad de que tú y yo lleguemos a tener un final feliz de cuentos con cielos rosas…
—¿Sí?
—No lo descarto. —Sus palabras tardaron un segundo en darle chispa a mis esperanzas.
—No, ¿eh?
—Nop. —Su sonrisa creció tan lenta y segura como la mía ante la posibilidad de un futuro con Bella.
—Uh. —Inhalé larga y profundamente, y exhalé antes de intentar responder. Fue el turno de Bella de esperarme. Ella intentaba mantener la calma, pero la anticipación se expresó en su frente hasta que volví a hablar—. Bueeeno, supongo que puedo vivir con eso… si me das un beso mejor que el otro antes de irme.
Sonrió en grande y saltó a mi regazo. De todos los besos que habíamos compartido hasta ahora —y había habido muchos, desde los más dulces y tiernos hasta los del tipo fóllame-contra-la-pared— este beso de despedida sería en el que pensaría mañana y al día siguiente y en las semanas y meses que pasáramos separados.
Por muy agridulce que fuera, esa tonelada que sentía se levantó de mi pecho. Una remota posibilidad de un final de cuentos de hadas era más de lo que había esperado tener con Bella.
