Dumb & Dumber
Condujo hacia la casa de la pelirroja. Estaba cansado y lo único que quería era volver a casa. O incluso una habitación de hotel. Ya era tarde y estaba realmente agotado. Física y mentalmente.
Sora tenía los ojos cerrados, acurrucada en el banco. Había estado extrañamente silenciosa durante demasiado tiempo. Miró para asegurarse de que ella estaba bien. Estaba respirando y moviéndose, por lo que estaba viva. Lo que era necesario.
– Va despacio. – murmuró con voz arrastrada.
– Voy despacio.
– No parece.
– Nadie te dijo que te emborrachases. – señaló con notable disgusto.
Y ese discurso la hizo levantarse y enfrentarlo. – Eres un idiota.
Él no respondió. Simplemente se aceleró un poco, haciéndola sentir más mareada. Ella tomó uno de los zapatos y se lo arrojó. – Estúpido.
Estuvo a punto de perder el volante y tuvo que mantenerse firme para evitar un accidente. Yamato resopló. En su noche maravillosa estuvo recibiendo zapatos. Aún no satisfecho, Sora tomó el otro zapato para tirárselo. – Estúpido.
El rubio bloqueó el zapato con su brazo y este cayó cerca de la pelirroja. – Para con eso. Estoy manejando.
-Idi ...
– Te dije que pararas. – dijo con voz mandona y fuerte.
– Eres un idiota estúpido. – se quejó con voz llorosa.
Yamato presionó sus manos sobre el volante y respiró hondo para controlarse. Estaban llegando y quería mantener la calma.
Tuvo que sacar a Sora del auto con cuidado. Estaba prácticamente dormida cuando llegaron a la puerta de su apartamento. A pesar de ser pequeña, Yamato tenía problemas para mantenerla lo suficientemente quieta como para caminar.
– Takenouchi, ¿cuál es la contraseña? – preguntó frente a la puerta.
– Si crees que te voy a dar la contraseña de la puerta de mi casa, estás completamente equivocado. – respondió soltando los brazos del rubio y sentándose en el suelo.
– ¿Podrías por favor abrir la puerta? – preguntó con rudeza.
– ¿Sabías que cuando estás enojado sigues repitiendo palabras amables como "por favor"? – dijo mirándolo con una cara burlona que Yamato odiaba.
– ¿Cual es la contraseña?
Se levantó, se apoyó contra la pared y se detuvo frente a la puerta. Miró la cerradura con total concentración, sin mover un solo músculo. – No puedo ingresar la contraseña.
– Dime cuál es la contraseña.
– No te voy a dar mi contraseña. Lo haré esta vez. – dijo, escribiendo el número ocho cuatro veces.
Yamato respiró hondo y lo contuvo durante unos segundos antes de soltarlo. Tan pronto como se abrió la puerta, rápidamente tuvo que atrapar a la pelirroja mientras ella avanzaba tambaleándose junto con la puerta. Ella usó sus brazos torpemente para liberarse de él y caminó con pasos claramente cambiados hacia el sofá y se arrojó allí.
– Todo está dando vueltas. ¿Cómo detienes esto?
Yamato buscó un vaso en la cocina. Llenó de agua y añadió un poco de azúcar. Se lo llevó y le hizo sostener el vaso. Ella lo miró con recelo a él y al vaso, como si no supiera qué hacer con él.
– Bébelo. – fue todo lo que dijo el rubio.
– ¿Que es eso?
– Agua con azúcar. Te hará bien.
– No. – respondió la chica, queriendo devolverle el vaso.
– ¿Quieres que todo deje de girar? – asintió con miedo. – Entonces bebe esto.
– Qué sabor tan horrible. – refunfuñó Sora ante el primer sorbo. Sintió que todo su estómago se contraía y su naúsea aumentaba.
– Bebe todo.
Aunque no quería, se tragó todo el contenido del vaso de una vez. Yamato tomó el vazo vacía de su mano, como si fuera un niño que pudiera derribarla en cualquier momento. – No estoy bien.
– Por supuesto que no. ¿Cuánto bebiste? – preguntó Yamato mientras regresaba de la cocina.
– No estoy bien. – gimió sintiendo que se le revolvía el estómago. – Creo que voy a vomitar.
– ¿Dónde está el baño? – preguntó, levantándola rápidamente ya que ella no podía permanecer de pie. – Ah, kuso. Maldita sea, Takenouchi.
Estaba cerca del baño cuando vomitó allí. Y luego sobre ella misma.
Todo era un desastre realmente pegajoso y repugnante. Yamato se miró completamente sucio. Y la miró, que también se encontraba en un estado deplorable. – Necesitas una ducha. Ven aquí.
Tambaleándose, logró entrar al baño, pero cuando la sentó en el inodoro se dio cuenta de que nada de esto hubiera sucedido si no hubiera contestado el teléfono. Respiró hondo y trató de despertarla. – Takenouchi, despierta. Mierda.
