Nuevo, capítulo. Se que con esta historia voy muy lenta, pero me gusta tomármela con calma. Gracias por vuestra paciencia.
Since you've gone by Walia
Capítulo 3º
Fueron años de felicidad para la pequeña manada. Seguían sin tener mucho, pero a la vez no les faltaba nada en sus vidas y, sobretodo se amaban. Su pequeña manada estaba muy unida, con unos fuertes lazos entre todos sus miembros. Y eso fue así hasta esa fría noche de invierno…
Madara y Hashirama habían decidido salir a cenar para celebrar el aniversario de ese gran amor que se tenían, aunque al principio había estado algo reacios, los chicos les convencieron, consideraban que debían tener su tiempo a solas y no siempre estar tan pendientes de que nada les faltase, se lo merecían. Y tras unos días dubitativos, al final se decidieron a reservar para tener una velada romántica y donde solo estuvieran ellos dos, además los cachorros contaban con 14 y 13 años e Izuna y Kakashi eran lo suficientemente responsables como para controlar que Obito no quemase la casa al hacer unas palomitas. Su hijo era un poco desastre pues era algo despistado, Madara tenía claro que eso lo había heredado de Hashirama; Hashirama pensaba igual, pero no se lo iba a reconocer a su compañero.
La cena se alargó, pocas veces tenían la oportunidad de disfrutar de una velada romántica por sus trabajos, el cuidado de los jóvenes, llevar el gimnasio, los problemas cotidianos… En definitiva las múltiples responsabilidades que tenían. Habían disfrutado de una velada tan agradable y divertida, sintiéndose como cuando eran jovencitos, sin tantas preocupaciones, cuando Madara le estaba empezando a cortejar y, durante esa velada Hashirama se sintió igual que en ese entonces, siendo cortejado por su fuerte y atractivo alfa. Pero ahora, después de ir a tomarse algo, después de desconectar y sentirse como los apasionados jóvenes de antaño, después de hacer el amor en el coche como en los inicios de su relación, era la hora de volver a su hogar, de volver a sus responsabilidades, de volver a ser ese omega y ese alfa procuradores de esa pequeña manada. Madara era quien conducía por ser el que había bebido el coctel sin alcohol, no corría y, como siempre, era prudente en su forma de manejar, pero la carretera estaba helada y el camión conducía demasiado rápido por ese puente… Las ruedas chirriaron en el helado asfalto cuando intentó frenar y esquivar el cargado remolque del tráiler que había pedido el control. Miró a Hashirama y éste le miró a él, su omega estaba asustado y él no podía hacer nada para cambiar lo que iba a suceder, no podía protegerle de eso… Todo sucedió en un segundo y luego… Nada, sólo oscuridad, dolor y frío, Hashirama a su lado no respondía… Él no tardó mucho a no poder hacerlo tampoco…
Despertó extrañado, no había escuchado llegar a su hermano y su cuñado, tampoco les escuchaba y, si olfateaba en profundidad, percibía sus aromas. Se levantó con cuidado de no despertar a su sobrino y a Kakashi, pero a los pocos metros de salir del cuarto con pasos silenciosos, percibió que no estaba solo, el peligris estaba a su lado.
–Yo tampoco les oí llegar.– Susurró el Hatake, la preocupación se filtraba, de forma sutil, en su aroma.
Caminaron hasta la habitación de la pareja y escucharon, no se oía nada. Izuna abrió con cuidado, no queriendo interrumpir el descanso de la pareja en caso de que estuviesen aun descansando… La cama estaba hecha. Se miraron con el ceño fruncido.
–Quizás están abajo… – Expresó su deseo el joven omega.
–Pues no se les escucha y Hashi suele ser bastante ruidoso. –Ahora si que empezaba a estar realmente preocupado. No quería engañarse, ni engañar a Izuna… Sabía que no estaba emitiendo el mejor de los aromas, pero el Uchiha a su lado era fuerte, tanto física como mentalmente.
Bajaron las escaleras hasta la planta baja. No estaban en la cocina, tampoco en el comedor, ni en ningún baño… Tampoco en el pequeño patio trasero.
La angustia crecía en ambos cachorros por no encontrar a sus figuras paternales, el alfa y omega lideres de esa pequeña manada, los que se encargaban de procurar que nada les faltase.
–Quizás han ido al gimnasio.– A veces iba la pareja bien temprano para entrenar juntos, pues Hashirama había seguido practicando junto a su alfa cuando se recuperó del parto de Obito.– Iré a mirar. Ten el teléfono a mano…
Kakashi se puso un chándal, se calzó los zapatos, un abrigo y salió corriendo dirección al gimnasio que poseía Madara, no estaba muy lejos. Estaba cada vez más preocupado, si algo les había sucedido a Hashirama y Madara, sería la segunda vez que perdería sus figuras paternales… Eso no podía estar pasando, no de nuevo… Quería a esa alfa y ese omega que le acogieron como a uno de sus cachorros, como uno más de esa amorosa manada. Apretó sus puños angustiado y corrió todo lo veloz que pudo hacia el gimnasio, un camino que había hecho tantas veces, pero todas ellas feliz y contento por saberse aceptado, por saberse querido, por saberse uno más… Un camino que ahora hacía con anhelo, con el corazón en un puño, deseando que sus tutores estuviesen allí.
Izuna no creyó que el Hatake los encontraría allí, pues al fijarse mejor vio, colgadas en la pared, las llaves del modesto centro deportivo que poseían. Izuna empezó a preocuparse, más cuando Kakashi llamó diciéndole lo que ya sabía: ni Madara, ni Hashirama estaban en el gimnasio. El joven respiró en profundidad, tenía que mantener la calma, aunque no se sentía calmado… Quizás se habían ido a dormir a un hotel al ser muy tarde y para seguir "con su celebración" y no les habían llamado para avisarles pues ellos ya estarían durmiendo para esas horas… Estaba seguro de que eso era lo más plausible. Y seguro que ahora no les llamaban porque Hashirama se habría olvidado de cargar de nuevo su teléfono, si es que a Obito lo de ser despistado le venía heredado de alguien… ¡Si, seguro que era eso! Izuna empezó a preparar el desayuno y, en eso estaba mientras Kakashi llegó.
–Despierta a Obito, tenemos que ir a la escuela.– Ordenó. No quería pensar en que nada malo había ocurrido, mejor continuar normales e irse a la escuela, seguro que al volver encontrarían a su hermano o a Hashi en casa y ofreciendo alguna excusa… Le iban a oír, les metería bronca por preocuparle de esa forma.
Cuando Obito y Kakashi bajaron ya preparados, pero con el Uchiha aun medio dormido, el desayuno ya estaba servido y él había comido su ración, así que fue su turno de irse a vestir. Luego fueron hacía la escuela con un Obito que bostezaba, a su sobrino se le pegaban las sábanas… Era casi toda una proeza despertarle, no sabía como el Hatake era capaz de conseguirlo.
–¿Y mamá y papá?– Preguntó con un nuevo bostezo.
–Luego les veremos.– Desvió el tema Izuna, no quería preocupar a su primo.– Que vaya bien en clase y no te duermas, Obito.
–Si, si… Izu.– Respondió de forma automática.
A media mañana, Izuna desvió su atención de la pizarra, donde estaban los ejercicios que debía resolver, a la puerta de la clase al ser abierta. La directora estaba allí y venía acompañada de un par de policías… El Uchiha sabía que algo no iba bien en el momento que le pidieron salir, sus ojos se llenaron de lágrimas que no liberó, pues ante todo su hermano le había enseñado a ser fuerte, antes de que el policía empezara a informarle que Madara Uchiha y su pareja, Hashirama Senju, habían muerto en un accidente de tráfico esa misma noche. Su labio tembló, pero contuvo el llanto mientras respiraba en profundidad y cerraba los ojos unos segundos para hallar esa fuerza que empezaba a flaquear tras tan impactante y dolorosa noticia, ya sólo le quedaban Obito y Kakashi. Se sentía roto y perdido… Pero debía hallar esa fuerza que le enseñó Madara a mostrar, por su primo.
–Yo me ocuparé de informar a mis hermanos. –Allí en la escuela, todos les consideraban hermanos y no quería que adultos ajenos a ellos le dijeran, sobretodo a Obito, una información tan delicada y terriblemente dolorosa. Esos policías que le habían comunicado el fallecimiento de su hermano mayor y su cuñado, al cual consideraba una madre, lo habían hecho con tan poco tacto...
Caminó por inercia hacía la clase de Obito y Kakashi, antes de llamar se pasó la manga izquierda por la cara para limpiarse algunas lágrimas fugitivas que se le habían escapado. Carraspeó y se recompuso como mejor pudo, llamó a la puerta y les pidió salir, por suerte la maestra ya debía estar informada porque les miró con lástima mientras lo permitía.
Apenas cruzaron miradas con Kakashi, supo que el peligris le había leído y sabía que algo terrible había sucedido.
–¿Qué sucede, Izu? ¿Por qué esa cara?– Le sonrió juguetón a su tío, aunque enseguida se puso serio al ver como Izuna luchaba por no liberar ninguna lágrima, sus ojos estaban rojos y brillaban por esa humedad que se esforzaba por contener.–¿Te han intentado hacer algo?
Gruñó creyendo que ese podría ser el motivo, pero no… Izuna sabía defenderse muy bien. Si alguien intentara ponerle las manos encima a su pequeño tío, ese le patearía dejándole listo para ingresar en un hospital de tan mal que quedaría el pervertido en cuestión.
Izuna negó a las preguntas de Obito, mientras Kakashi ponía una mano en su hombro para darle apoyo y fuerza en lo que tenía que decir. El Hatake ya había pasado por eso… Primero murió su madre al poco de nacer él y, años más tarde, su padre Sakumo se terminó suicidando al no soportar ya esa vida, en la que se había sumido: apuestas, drogas... Las deudas le consumían hasta que decidió acabar por la vía rápida.
–Han muerto… Madara y Hashi han muerto.– Musitó con la voz rota… Había intentado ser fuerte, ser fuerte por Obito, ser fuerte porque se lo prometió a Madara… Pero sentía tanto dolor.
–No… No es cierto… ¡No! No me lo creo.– Obito salió corriendo, no queriendo creer lo que su tío le decía. No pensaba creer tal cosa… Estaba seguro de que llegaría a casa y su madre le recibiría con un abrazo, mientras su padre les miraría a ambos con cariño y les diría que terminando sus deberes, irían todos a practicar al gimnasio y a la vuelta les compraría un helado.
–¡Obi!– Llamó Izuna desesperado, pero el azabache de pelo corto y rebelde corría con todas sus fuerzas hacía la salida.– ¡Kakashi!
–Iré con él.– Y salió corriendo detrás del otro futuro alfa. Le dolía tanto la muerte de esos que habían sido como unos padres para él. La pareja se había portado tan bien con él, tratándole como un hijo más desde que Obito e Izuna le llevaron a su hogar y, casi, les obligaron a adoptarle como a uno más.
Mientras el Hatake se ocupaba de ir tras su primo, él recogía las mochilas de todos, que un compañero ya le había acercado para no tener que entrar en las clases. Se lo agradecía… No deseaba ser mirado con más lástima de la que ya había recibido hasta ahora por sus compañeros en ese momento, no lo soportaría sin romperse más de lo que ya estaba.
Cuando Izuna llegó a casa, Kakashi y Obito ya estaban en ella, específicamente en el cuarto de sus padres. El futuro alfa Uchiha estaba tumbado en esa cama-nido intentando captar el aroma de sus progenitores de forma desesperada mientras sollozaba de forma quebrada y desconsolada. Izuna se tumbó junto a ellos, necesitando también consuelo ahora que por fin estaba en la intimidad del hogar de la manada, junto a los suyos y, enseguida, su sobrino le abrazó con fuerza. Kakashi, que hasta ese momento había estado pasando su mano por el negro cabello de Obito, se tumbó a sus espaldas… Se abrazaron fuerte y lloraron en la solitud del que hasta ahora había sido un hogar lleno de vida, de sonido, de risas, un hogar lleno de felicidad y de amor. Lleno de aromas reconfortantes y dulces, aromas que les hacían sentir protegidos y queridos. Ahora ya nada de eso quedaba, sólo se tenían entre ellos.
El entierro de Madara y de Hashirama fue costeado por el cuerpo policial y los compañeros de trabajo del omega, que les tenían en mucha estima. Eso le quitó una preocupación de encima a Izuna y a Kakashi, que eran los que se estaban ocupando de toda la situación y, lo cierto, es que se encontraban algo superados por la misma. Eran aun unos cachorros, cercanos a sufrir su primer celo, en el caso de Izuna, en algunos círculos más tradicionalistas de la sociedad, eso ya le haría apto para ser considerado adulto, o lo que era lo mismo: capaz de albergar una cría útero o sea, apto para ser tomado por un alfa; pero a los cuales no les habían preparado para lo que estaban viviendo y se hallaban desamparados. Kakashi si que vivió una experiencia parecida con su progenitor Sakumo, pero casi no tiene recuerdos de esa época… Sólo sabe que se llevaron el cadáver de su padre, del cual no se había separado, y lo dejaron allí para que viviera por su cuenta mientras se llevaban el cuerpo, había demasiados niños huérfanos de clase baja como para ocuparse de otra boca más, y encima uno que tenía todo el aspecto de que iba a ser alfa. Sólo los niños y niñas huérfanos omega eran recogidos, pues con ellos podían lucrarse cuando presentaran sus celos. Según descubrió, fue un cobrador de apuestas quien informó de la muerte de Sakumo y, por eso, fueron a retirar el cuerpo, pero nadie se interesó por él, solo una vecina se apiadó y a veces le dejaba comida que a ella le había sobrado, eso hasta que llegaron Obito e Izuna y le obligaron a que fuera con ellos a su hogar. Estaba tan agradecido con esa familia por darle un hogar, darle una manada de la cual formar parte, por darle amor y cariño cuando ya creía que nadie lo haría.
Obito se encerró dentro de si mismo durante semanas, volviéndose algo más huraño y mostrando un claro estado depresivo. Izuna también estaba afectado, pero el joven se hacía el fuerte para sacar adelante a su reducida familia, es lo que Madara le había enseñado… A ser fuerte, a no dejarse derrotar y a cuidar a los suyos, por mucho que fuera el más pequeño de tamaño de los tres, era el más fuerte y el mayor, debía cuidar de su manada, Madara le había legado esa ocupación, ese trabajo y cumpliría su palabra. Kakashi se mantuvo fuerte a su lado, siendo su apoyo y, juntos sacaron a Obito de ese estado en el que había caído tras la muerte de sus amados padres. Ahora ellos eran una manada y debían mantenerse unidos y apoyarse, cuidarse y quererse entre ellos.
Unos meses después llegó el cumpleaños número 15 de Izuna y número 14 de Obito, no fue un día para celebrar. Apenas había pasado un mes de la tragedia que más dolería a los jóvenes, ninguno de ellos tenía ánimos para nada…
Y esa misma primavera, Izuna sufrió su primer celo. Obito, por sus lazos de sangre, no se vio afectado, pero con Kakashi, nada les unía. El peligris se vio influido por el delicioso aroma dulce y a la vez picante, que empezó a producir el azabache de la coleta, un aroma a mango y jengibre, una mezcla excitante y atrevida que le provocó excitación y lujuria. Kakashi, fiel a su talante tranquilo y a su autocontrol, que había mejorado gracias a las enseñanzas de Madara y Hashirama, resistió ese potente aroma de feromonas sexuales, aunque se mantuvo a distancia durante ese tiempo, él mismo estaba cercano a esa etapa donde sufriría un estro por primera vez y no quería que, por perder el control por alguien a quien consideraba un hermano, su entrada a la juventud sexual se adelantara.
Obito fue el que se ocupó de Izuna durante la duración de ese primer celo, le ayudó mojándole con agua fría el recalentado cuerpo y aliviando de esa forma sus tensos músculos y, vigilando que comiera y bebiera cuando estaba en esos momentos lucidos que le permitía ese estado afiebrado. Por suerte el primer celo, que les había pillado de forma sorpresiva, era el más corto, apenas duraba un día y medio con momentos esporádicos de dolor y calentura y otros de relativa calma. Pero lo que si tenían claro es que tenían que prepararse para el próximo celo que sufriera el ahora omega y los futuros estros que sufrieran los, aun, cachorros alfa. Porque sin la guía de unos adultos había sido difícil.
Respecto a su vida escolar, los tres intentaron mantener una relativa normalidad asistiendo a la escuela, sabían que Hashirama y Madara hubieran querido que siguieran con sus estudios. Habían llegado a un consenso entre ellos, mintiendo sobre que una abuela materna les había acogido y vivían con ella. No deseaban que el estado fuera a por ellos, o más específicamente a por Izuna al ser un omega masculino y les separara, lo que realmente significaba era que, terminarían vendiendo a Izuna a algún alfa que pudiera pagar el poseer un omega varón. Eso era lo que tenía preparada la sociedad para los cachorros omegas que se quedaban huérfanos, y entre ellos, los machos eran los más buscados … Lo que solía ocurrir era que: Una familia rica alegaba interés en quedarse con los cachorros como si quisieran ser altruistas, cuando la realidad era que lo que deseaban era hacerse con el o la omega para que cuando fuera mayor unirlo a algún alfa, y los omega masculinos eran los más deseados porque solían parir cachorros alfas dominantes, aunque solía costar más conseguir una gestación en los omega varones.
Era una sociedad tan hipócrita en la que vivían. Un omega recién presentado se consideraba un adulto para poder inseminarlo y que empezara su etapa reproductiva, pero a la vez se consideraba que, ese mismo omega recién entrado en la etapa reproductiva, al que los alfas podían preñar, necesitaba una familia que le respaldase hasta los 18 años, con lo cual Izuna seguía considerándose un cachorro al no tener una familia, una manada, con un alfa adulto en ella, que respondiera por él y le cuidase. O lo que era lo mismo, era adulto para tener hijos, pero no para tomar decisiones y vivir sólo, en eso era considerado un cachorro desamparado.
Como si el mal hado les persiguiese, un día, después de que Izuna presentara como omega, se presentó en su escuela de familias humildes, un automóvil de lujo y de él bajó un alfa algo anciano pero que aun mantenía un porte regio y altivo. Ese alfa de porte rígido y elegante, poseía una larga melena entrecana que parecía cuidar con gran esmero. Si alguien hubiera visto a Hashirama y a ese hombre juntos, no hubiera dudado de que eran familia. El hombre buscaba a Izuna Uchiha y se presentó como el abuelo materno de los niños Uchiha, Butsuma Senju, padre del omega Hashirama Senju; Uchiha cuando se unió al alfa azabache. En teoría venía a por los hijos de su difunto hijo, la realidad es que solo le interesaba Izuna, el omega varón, hermano de ese alfa al que años atrás había despreciado.
¿Cómo sabía Butsuma de Izuna, cuando en teoría había despreciado a Hashirama y le había repudiado totalmente?
Butsuma había seguido ese día al único que consideraba digno de ser su hijo, al parque donde se reunió con ese al que hacía años atrás había considerado también como un hijo, alguien que le había defraudado de tal manera que cortó cualquier relación con él. Y, aunque se molestó de la desobediencia de Tobirama, todo fue olvidado al observar la extraña reacción del que era un orgullo para él hacía el joven cachorro de pelo azabache y rasgos delicados, elegantes y finos. Era como si entre el cachorro y su hijo alfa se hubiera establecido una conexión sagrada e instintiva. Le dieron ganas, en ese mismo momento, de intervenir, a favor de Tobirama, y llevarse al cachorro con ellos si lo que creía era cierto… Ese niño de pelo azabache era un omega, ¡era el omega destinado a su hijo! Pero en cambio su hijo se había marchado del lugar sin mirar atrás, luego de intercambiar miradas y palabras con un Hashirama algo tenso, por la reacción del albino y del cachorro.
Desde ese día se dedicó a investigar sobre esa cría y lo que encontró le gustó, aunque su procedencia fuera algo indecorosa. Pero su hijo no compartió su mismo entusiasmo, Tobirama solo le miró con seriedad y le dijo que no molestase a la familia de su hermano, que lo que aconteció en ese parque solo le concernía a él y nadie debía intervenir en su destino. Pero por mucho que dijera el albino, no se quedó conforme… Deseaba a ese omega masculino, todo y sus orígenes humildes, un omega varón era una pieza muy codiciada en la sociedad, pues con un omega masculino había mayores posibilidades de obtener cachorros alfa dominantes. Un omega macho era más complicado de inseminar, pero cuando conseguías embarazarlo lo que nacía de esas uniones eran descendientes muy poderosos y capaces, auténticos alfa superiores a la media.
El número de omegas machos era bajo, y por la descendencia que parían cuando se les embarazaba, es que eran tan deseados y las familias de renombre estaban dispuestas a pagar una gran suma por incorporar un ejemplar a sus líneas y unirlo a uno de los alfas. Él mismo había recibido suculentas ofertas por Hashirama cuando su hijo estaba en casa, antes de que se fuera con ese perro vagabundo y de baja clase de Madara Uchiha. Según había descubierto, su repudiado hijo le había parido un cachorro a ese indeseable de Madara, y aunque el que se supone que era su nieto, aun era un mocoso, viéndole ya se percibía que ese cachorro sería un fuerte alfa en un futuro. Pero todo y el posible potencial de esa cría no era el que le interesaba, pues aunque tenía genes Senju también los tenía Uchiha y, para más inri, el cachorro poseía demasiado parecido con ese perro sarnoso de Madara, era casi una copia de ese patético alfa que le obligó a repudiar a Hashirama. Además él ya tenía un hijo con un gran potencial, Tobirama era también un alfa superior, un alfa nacido de un omega masculino, su omega, y como alfa dominante y de superior linaje, Tobirama se merecía lo mejor, un omega masculino que le proporcionara una fuerte descendencia digna de un Senju, digna de su hijo.
Los Senju aun serían más poderosos en un futuro con más miembros superiores, al resto de la sociedad, en su árbol genealógico. Pero para eso necesitaba a un omega masculino, y ya tenía en la mira su presa, el omega que el destino unió a su amado hijo, además ese omega le saldría gratis. No tendría que pagar nada por Izuna Uchiha, pues nadie tenía su potestad y nadie podría pedir dinero a cambio de venderlo a un clan como el Senju, ese omega estaba huérfano ahora. Él ya se encargaría de educar adecuadamente al Uchiha, de quitarle la mugre y hacerle olvidar esos orígenes despreciables, de hacerle conocer su lugar y que no se rebelara, como hizo Hashirama. Se encargaría de hacer que su hijo, en uno de sus estros, mordiera la nuca de ese azabache para tenerlo sometido y domado, que así fuera más fácil de "domesticar".
Tenía suerte de que aun era un omega muy joven y, por lo tanto, seguro que sería fácilmente manipulable. Estaba deseando hacerse de ese jovencito omega ahora que aun era puro, o esperaba que lo fuera pues convivía con dos cachorros más, uno de ellos no le preocupaba pues tenían lazos familiares cercanos, pero el otro cachorro de pelo gris podría corromper la mercancía, ensuciar al omega que debía ser para su hijo. Sinceramente, tampoco lo despreciaría si ya había sido tomado por otro alfa. Los omegas machos eran difíciles de conseguir, así que sólo debía asegurarse de que el omega no había sido fertilizado por otro alfa y si le habían preñado, algo normal en los suburbios y cloacas donde esos mocosos vivían, llevar a que un especialista lo vaciara.
–Señor… Parece que los niños ya salen.–Le avisó su jefe de seguridad.
Estaba satisfecho con Akito, era discreto y cumplía todas las funciones que le pedía, aunque fueran algo "turbias". Si él le ordenaba que, matase… Akito mataba sin que le temblara la mano. Igual que ahora estaba dispuesto a raptar al joven omega aprovechando el jolgorio que se formaría al salir todos los jovencitos de clases. Cuando descubrieran que el mocoso omega había desaparecido, ellos ya estarían bien lejos de allí, manteniéndolo bien oculto. Además, nadie buscaría un omega desaparecido… Todos asumirían que un alfa se había hecho de él o que el mismo omega, en un momento de calentura, se ha dejado seducir y ahora ya pertenecía a un alfa, incluso aunque se sospechase que había sido raptado, nadie movería un dedo... La sociedad no se preocupaba de lo que le sucedía a un omega sin marcar y encima tan joven, menos haría caso a los dos únicos que le buscarían; ignorarían los reclamos de dos cachorros sin familia, dos cachorros de clase baja, dos cachorros de los suburbios de la ciudad y los terminarían llevando a un orfanato para que el estado se ocupara de ellos a falta de un adulto de su manada que se responsabilizara o los dejarían en su hogar sin más, bastante tenía el estado con ocuparse de todas las crías abandonadas en los bajos fondos, no iban a ocuparse de dos cachorros a punto de entrar en la etapa macho adolescente.
–No le pierdas de vista. Hoy es un día perfecto para robarle entre la confusión.– Ordenó mientras sus ojos brillaban al percibir por fin a su presa. El joven omega era muy atractivo, debía reconocerlo, sería un perfecto compañero para su hijo. Encima podría empezar ya a buscar una gestación, con un poco de suerte el omega sería muy fértil y conseguirían sacarle muchos descendientes para el clan Senju.
–Si, señor Butsuma.– Akito iba a bajar del vehículo, tenía preparado un trapo con cloroformo para dormir al joven omega y podérselo llevar sin que ese montase escandalo. Eso iba a ser rápido y discreto. Se mezclaría con los demás adultos que habían ido a buscar a sus hijos a la escuela, se acercaría al distraído y confiado muchacho y, apretaría la gasa en su nariz y boca para que inhalara. No tardaría más de unos segundos en caer inconsciente, luego sólo tenía que cargarlo en brazos, haciendo el papel de un amoroso y entregado padre que carga a su caprichoso y cansado hijo y, le lleva hasta el coche para irse de allí hacía su hogar.
–Akito, nos vamos. Sube.– Ordenó Butsuma con molestia.
Acababa de recibir un mensaje que se le requería con urgencia para una junta con los accionistas de su multinacional, la farmacéutica Senju.
Akito rechistó, estaba tan cerca ya. Guardó, en una bolsa con cierre Zip lo que iba a usar para capturar al joven omega en uno de sus bolsillos, antes de subir de nuevo a la lujosa berlina. Se marcharon de la zona donde se ubicaba esa escuela pública para dirigirse a las empresas Senju.
Decir que estaba molesto era quedarse corto, pero si algo caracterizaba a Butsuma Senju era su talante paciente, en su clan no habían forjado esa basta fortuna de la noche a la mañana, él mismo había empleado años en seguir agrandando la fortuna familiar y ampliando las adquisiciones de su manada. Ya conseguiría a ese joven omega, sino era hoy sería mañana o pasado, pero todo y eso, sentía cierto resquemor y enfado por haber tenido que aplazar sus maquinaciones. Podía ser paciente, pero no le gustaba que terceros arruinaran sus planes por alguna estupidez o duda respecto a la salida al mercado de algún nuevo producto o cosmético.
Tal como había imaginado la junta de urgencia fue una pérdida de tiempo, aun no sabía porque habían vendido algunas de las acciones de farmacéuticas Senju, ese fue un error y el otro gran error, había sido implicar a los miembros de su familia en los negocios; su negocio para ser más específicos. Todos los accionistas de su compañía eran de su mismo clan, parientes más o menos lejanos con los que compartía cierto parentesco: primos, tíos, sobrinos, entre otros familiares. Pero mezclar familia y negocio no era lo más acertado y menos cuando se movían esas cantidades de dinero tan exorbitadas. Todos querían decir la suya; todos querían saber los detalles de distribución y ventas… ¿No podían limitarse a agradecer el dinero que se metían en el bolsillo gracias a sus negocios y dejar de joder con mierda donde sólo le hacían perder el tiempo? Alguien llamó a la puerta de su despacho mientras se estaba tomando un vaso de uno de sus mejores coñacs, uno de sus favoritos: coñac Henri IV Dudognon Heritage.
–Adelante.– Sabía, por el intenso aroma dominante que se filtraba a través de la puerta, que era su querido hijo Tobirama, su mayor orgullo. Su hijo era otro de los inversores de sus empresas, pero a diferencia del resto de sus familiares no le molestaba por nimiedades.–Hijo, un placer verte. ¿Vienes a tomar tu puesto en la empresa?
Su primogénito, como consideraba a Tobirama desde que Hashirama le avergonzó prefiriendo ese alfa de baja categoría social, tenía un alto cargo en su empresa. Si Tobirama lo aceptase, claro… En cambio su hijo decidió convertirse en fiscal del estado. Al principio le molestó que su mayor orgullo no siguiera sus pasos estudiando dirección y administración empresarial y en cambio se hubiera decantado por la abogacía, pero terminó aceptando que su hijo debía tomar su propio camino y más cuando era tan bueno en sus funciones. Pero seguía esperanzado en que finalmente, tomara el lugar que le pertocaba en farmacéuticas Senju.
–Me gusta mi trabajo, padre.– Tomó asiento y declinó la oferta de tomar licor de su progenitor, tampoco tenía gusto por el coñac.
–No has asistido a la junta.– Le dio un sorbo al coñac, paladeándolo.
–Tenía trabajo.–Comentó desapasionado. –¿Se ha tratado algún tema de interés?–Estaba seguro de que no, conocía a los miembros de su clan. A veces creía que se debían aburrir mucho, algo normal si no tenían un trabajo real.
–No te has perdido de nada, ha sido una perdida de tiempo. Estaba ocupado con un asunto importante, hemos tenido que interrumpirlo y volver para nada.– Realizó una mueca molesta acompañando sus palabras. Eso era lo que le molestaba cuando fue llamado para la junta de emergencia, sabía que de emergencia no tendría nada y que, en cambio, perdería una gran oportunidad de raptar al joven omega.
Su padre no necesitaba trabajar, no era necesario que acudiera a farmacéuticas Senju sino lo deseaba, pero en cambio siempre podías hallarlo en su despacho, que se hubiera ausentado en horas de trabajo es que realmente ese asunto era importante para él. Levantó una ceja con curiosidad, ¿qué podría hacer que su padre se distrajera de sus funciones como presidente de su imperio farmacéutico?
Su primogénito tenía la curiosidad pintada en su semblante, una sonrisa satisfecha se formó en su rostro.
–Estas en edad de encontrar un omega para poseer, formar tu propia manada y procrear descendencia adecuada al clan.– Levantó una mano para no ser interrumpido, era momento de darle la gran sorpresa.– He hallado a un omega macho que se que te va a gustar.
Tobirama no mostró la mueca de disgusto en su rostro que realmente tenía ganas de realizar por las palabras dichas por su padre, él estaba por encima de mostrar sus emociones de forma tan mundana, tenía control de su cuerpo y sus impulsos. Pero si que soltó el aire con un poquito más de fuerza de la acostumbrada. El único omega que le llamaría lo suficiente la atención como para interesarle formar una manada con él, lo conoció hace tiempo, cuando él era un adolescente y fue al encuentro de su hermano por primera vez tras años. Hashirama estaba con tres menores, uno de ellos era un descarado niño azabache de tamaño pequeño y delgado, en cuanto se miraron supo que ese cachorro era alguien especial para él, alguien que no podría olvidar pues había calado muy profundamente en su interior, removiendo a su alfa interior. Ese pequeño niño era su omega destinado.
–No lo creo padre. –Su padre no sabía de lo sucedido…
–Lo se, Tobirama. Se que te encontrarse con ese omega llamado Hashirama.– Comentó con cierto desprecio al nombrar a su repudiado hijo.
–Hashirama murió, padre y, quizás, usted no pueda perdonarle, pero yo lo sigo considerando mi hermano. Agradecería un poco de respeto hacía su persona… –Expresó con aspereza y cierto tono amenazante.
Sintió la presión de su hijo, su aroma fuerte y espeso y, aunque el tono empleado en su voz era suave, también poseía matices inflexibles y amenazantes. Él era un alfa fuerte y poderoso, incluso para su edad, pero su hijo era superior en fuerza y poder. Si Tobirama quisiera podría desplazarle como jefe de clan, pero en cambio aceptaba su liderazgo y decisiones… Excepto en ciertos temas en los que su primogénito no congraciaba, uno de ellos era el difunto omega Hashirama Senju. Prefirió callarse y darle un asentimiento ligero con la cabeza, eso bastó para calmar la tensión en su despacho. Su hijo le hizo entonces una seña para que continuase.
–Te reuniste con él y él iba acompañado por tres cachorros, se que uno de ellos llamó tu atención y descubrí que ese pequeño crío es omega y hace unos meses presentó. Está listo para un alfa; está listo para que lo tomes.–Comentó complacido. Seguro que a su hijo le agradaría el regalo que le estaba ofreciendo.
Decir que no se emocionó, que su instinto no ronroneó en su interior ante la idea de poder tomar al omega que estaba destinado a él sería mentir. Ese niño, Izuna, ahora era ya todo un joven omega que podría ser suyo, podrían enlazarse y podrían formar una manada propia. Según calculaba su omega destinado, tendría unos 15 o 16 años aproximadamente y, si ya había presentado como omega, si ya había sufrido su celo, podía ser tomado y era algo perfectamente legal y aceptado en la sociedad. Pero en cambio, su razón le decía que eso no sería correcto, que no estaría actuando adecuadamente, tampoco necesitaba que su padre hiciese de casamentero o que se dedicase a robarle omegas a él… ¿Cuán deshonroso sería eso para su alfa interno? Aceptar lo que pretendía su padre le dejaría como un alfa lamentable, un alfa que no era capaz de hallar a su pareja por si mismo, que no era capaz de cortejarlo como para que el omega le aceptase. Sería humillante para su instinto, que otro alfa, aunque fuera su padre, le consiguiese un omega, que necesitase ayuda para hallar y cortejar a su futuro compañero. Un compañero que apenas había dejado de ser cachorro, por mucho que la sociedad le considerase ya apto para gestar, enlazarse y parir. Y había otro asunto crucial… Le prometió a Hashirama que no haría nada que pudiera ser perjudicial para Izuna, nada que le dañase y lo hiciera infeliz, y tenía muy claro que si dejaba que su padre interviniese, Izuna, su omega, sería desdichado cayendo en las garras del viejo alfa. Padre se ocuparía de querer preparar al omega para que fuera el compañero adecuado para él y, teniendo en cuenta la mentalidad de Butsuma y como había sido criado ese omega antes de que Hashirama y ese alfa Uchiha muriesen, el carácter y los valores de ambos chocarían. Estaba seguro de que Izuna no sería un omega sumiso y entregado, sino que sería indómito y rebelde, tal como le dejó entrever cuando era apenas un cachorro. No, padre buscaría someter y educar al joven azabache en sus valores, los que creía que debía poseer un omega y no creía que Izuna aceptase eso. Y eso sin olvidar que el hijo de su hermano y ese otro cachorro de pelo gris que vio en el parque y, que Hashirama presentó como suyos, tampoco se iban a quedar de brazos cruzados si Butsuma robaba a Izuna.
Tobirama tenía claro que no iba a permitir que su padre llevara a termino dicho plan, ya fuera por su orgullo de alfa, como por la felicidad del que sintió como su destinado, así como por la promesa a Hashirama. Si él e Izuna debían, en un futuro y cuando el joven omega fuera adulto de verdad, estar juntos… Entonces así sería. Pero no iba a forzar la situación, por mucho que le doliera tener que renunciar por un tiempo más a su destinado, por mucho que supiera que haciendo eso podría perderlo pues podría ser marcado por otro alfa. Y tampoco iba a dejar que Butsuma metiera las narices en su vida sentimental, igual que no le dejaba que interviniera en ninguna faceta de su vida desde hacía años.
–No.– Era un no drástico e inamovible, una orden expresada con intensidad y poder en ese único monosílabo.
–Tobirama, escucha…– Su hijo no entendía que eso era lo mejor, que si dejaban a ese omega masculino seguir como hasta ahora sería tomado por cualquiera, que alguien se les adelantaría. ¿Sabía su hijo lo complicado que era encontrar un omega masculino? ¿Lo difícil que era hallar una conexión como la que sintió ese día en el parque? Estaba seguro de que ese joven omega era el escogido por el destino para su hijo y, todo y saberlo, ¿estaba dispuesto a perder esa oportunidad? –Si no quieres tomarlo aun por su juventud, porque crees que es demasiado joven para llenarlo de tus descendientes, puedes esperar el tiempo que consideres… Pero al menos estaría en nuestro clan, protegido y bien cuidado, atendido correctamente. Educado como debe…
–He dicho no. Y espero que no te vuelvas a acercar a Izuna Uchiha, ni a tu nieto Obito. Haz como hasta ahora has hecho: Como si no existieran.– Se acercó a la mesa mirando a su padre con intensidad, se inclinó encima de la dura madera de nogal, apoyando las manos encima para tener una mayor estabilidad y se acercó a su padre. Amenazante, él era un alfa superior, superior a su padre, más fuerte, más capaz, con mayor carga hormonal. Era hijo de un omega macho, el segundo omega con el que se unió su padre cuando murió su primera consorte, la madre de Hashirama.– No te quiero cerca de mi omega.
Butsuma sintió a su alfa interior encogerse ante el poder del alfa interior de su hijo; encogerse de pavor ante la densa presencia y el potente aroma de su hijo. Tragó con dificultad sintiendo la presión a la que era sometido por la voz alfa y esa fuerte esencia de Tobirama, un sudor frío recorriéndole por toda la espalda; el temor atenazando su corazón. Instintivamente mostró su cuello ante su primogénito y su orden expresada con su potente voz dominante, sometiéndose ante la poderosa presencia de un alfa muy superior.
–De-de acuerdo, Tobirama. No volveré a intentar nada contra el omega. –Su voz saliendo algo estrangulada por el temor que le cerraba la garganta.
–Tampoco te acercaras, ni le harás seguir, ni nada… Ni tu, ni tus hombres. ¿Queda claro? –Su padre tenía toda una serie de hombres que contrataba, algunos dispuestos a hacer trabajos realmente sucios. No iba a permitir tampoco que su padre lo hiciera robar por alguno de esos y retener hasta buscar la oportunidad de hacer que "se cruzasen como si fuera algo casual".
–No te preocupes, se hará como tu desees, alfa. Te prometo que nadie molestara a esos niños. –No se arriesgaría a desobedecer a Tobirama y enfurecerlo. Si esa era la decisión de su hijo, la respetaría aunque no comulgase con ella. Respiró con tranquilidad cuando su hijo disminuyó la presión hacía su persona y, finalmente, se relajó de nuevo en la silla delante suyo. El aroma cargado y pesado que exudó su primogénito aun inundando su oficina todo y las ventanas abiertas, aunque poco a poco fue desvaneciéndose paulatinamente. La demostración de poder por parte del alfa albino aun le tenía temblando.
–¿De que ha tratado la reunión? –Sabía que su padre no le desobedecería, no querría verlo molesto y por eso cejaría en ese empeño de robarse a Izuna, tampoco haría que uno de sus hombres hiciera el trabajo sucio por él, no se arriesgaría. Era más poderoso que su padre y eso Butsuma lo sabía muy bien. Si se mantenía por detrás de su progenitor, y le apoyaba, sólo era porque no le interesaba tomar el liderazgo del clan y ya le parecían correctas las decisiones de su padre respecto a la herencia y las posesiones Senju. No le interesaba para nada la posición que le tocaría si retase a Butsuma y tomase su lugar como nuevo alfa patriarca, no tenía paciencia para tratar con algunos parientes y socios de la compañía. No le interesaba ese título y lo que conllevaba, por ahora su vida era tal como deseaba, él había labrado su propio camino y así seguiría. Estaba orgulloso de seguir sus propias metas y tener una vida separada de todos los miembros del clan.
–Tus primos querían los valores de mercado de la nueva línea de productos que hace poco saquemos a la venta a nivel mundial. Parece que ya no es suficiente con tender la mano y que les caigan los millones, ahora quieren venir a opinar sobre campañas publicitarias, precio de ventas, producción y distribución. Y no se para que me he molestado en ordenar a mis secretarios que les preparen un informe con todos los números si no entienden de mercado, ni de nada en definitiva.– Bebió un nuevo sorbo de su delicioso coñac y dejó que bajara por su garganta, disfrutando de la sensación del fuerte licor. Eso también le servía para calmar su, aun, alterado estado. –Sólo son capaces de opinar sobre que modelo sería mejor para anunciar la nueva línea de cosméticos o el perfume de feromonas.
–Entiendo. –La mayoría de sus parientes eran bastante patéticos y él prefería no tener contacto con ellos, desligarse completamente. Eran miembros de la alta sociedad que nunca habían hecho nada por si mismos y en cambio se tenían en alta estima por el mero hecho de ser alfas y poseer una gran fortuna; fortuna amasada gracias al esfuerzo de otros: ya fueran antepasados, como familiares con empuje e iniciativa empresarial, como por trabajadores. – Entonces me retiro por ahora, tengo trabajo por hacer. Adiós padre, cualquier cosa me llama.
–Adiós, hijo. –Observó salir a su primogénito y enseguida fue interrumpido por un nuevo llamado a la puerta. Con molestia al no poder disfrutar a solas de su copa con tranquilidad, dio el pase.
–Señor, Chomei me ha avisado de que el joven omega ha sido visto paseando por el barrio con los otros dos cachorros, creo que sería un momento perfecto para…
–Akito, llama a Chomei y que deje de seguir a esos mocosos. –Le interrumpió.
–¿Mi señor? –No comprendía la falta de interés de su patrón, luego de trazar esos planes hacía el joven y atractivo omega macho de pelo negro.
–No vamos a hacer nada sobre eso. Ya no me interesa, no le vamos a tocar ni un pelo al omega Uchiha, ni nos acercaremos a él, ni le seguiremos de nuevo. ¿Queda claro? –Vio el rostro confuso de su jefe de seguridad y, hombre de confianza, él mismo tampoco estaba muy de acuerdo a esa decisión. Creía que Tobirama estaba muy equivocado, pero lo respetaría pues no deseaba provocar la ira a su hijo.
–Comprendo señor. Ahora mismo lo llamaré y abortaremos cualquier plan.
–Eso mismo, como si ese omega macho no existiera. Y Akito, asegúrate de que todos comprendan que nadie le debe tocar un pelo ni atreverse a acercarse a él. –Se obligaría a olvidarse de todo, tal como pretendía Tobirama. Eso si, no permitiría que ningún hombre a su cargo tocara a Izuna Uchiha. –Puedes retirarte por ahora.
Se trabajador se inclinó de forma respetuosa y le dejó en ese despacho.
Movió el poco líquido que quedaba en el vaso, haciéndolo bailar de forma distraída en el recipiente de cristal.
–¿Qué pretendes, hijo? ¿Por qué quieres renunciar a lo que te pertenece por derecho? –Seguramente Tobirama tendría sus razones. Su hijo era muy astuto y poderoso, cuando se decidiera seguro que tomaría partido por su propia cuenta, sin necesitarle. –¿Orgullo de alfa dominante, quizás?
Sería eso. A él como alfa, aunque de un rango normal, tampoco le apasionaría que le presentaran "la carnaza" en el plato, sin haber podido "cazarla" por su cuenta, sin tenerla que cortejar o someterla a su gusto para amoldarla a si mismo. Así que no le daría más vueltas, se centraría en su empresa y su propia vida personal, de la cual también estaba muy satisfecho…
Su segundo omega le había proporcionado dos cachorros más, Kawarama de 12 años e Itama, de apenas 5. Estaba satisfecho con el desempeño de su omega, de cómo cumplía su función, tanto complaciéndole, como dándole descendencia. Aunque en un principio, cuando se hizo con él, tuvo que enseñarle para que aprendiera su lugar y, debía reconocer que Yagura fue verdaderamente testarudo… Ahora en cambio, gracias a sus esfuerzos, era el perfecto compañero. Quizás lo único reprochable es que las crías que le había gestado eran parecidas a su pareja y familiares y no a su rama de la familia. Por ejemplo, Tobirama era albino, como su abuela materna; Kawarama había salido con el pelo rubio ceniza de su omega y, su último vástago, mostraba una enfermedad no dañina, una falta de melatonina en algunas zonas que se conocía por vitíligo. En el caso de ese tercer cachorro, le afectaba la mitad de su cabeza, era la zona más visible, y otras partes de su cuerpo que quedaban escondidas gracias a la ropa. En esa zona afectada sin pigmentación, el pelo había salido igual de blanco que el de su primogénito Tobirama y, en la otra mitad negro. Por esa llamativa característica, Itama era observado cuando salía de los terrenos de la manada. No todos los días se apreciaba un individuo con un patrón de media cabeza de pelo blanco como la nieve y, el otro medio, de pelo oscuro. Eso era lo único que le podía retribuir a Yagura, lo único que le molestaba de los descendientes que le había proporcionado en esos años. Si lo pensaba bien, el hijo con el que más había compartido parecido físico, había
sido Hashirama, pero su primogénito había tenido que nacer del genero débil, un simple omega… Unas criaturas que sólo servían para complacer, dar placer, ser sumisos, entregados y parir descendencia a los alfas. Y encima de nacerle un omega como primer vástago, ese omega había sido su mayor humillación. No pudo controlar a su propio hijo omega… Seguro que fue la burla en los círculos en los que se movía. Fue tan humillante para él; el que se jactaba de ser de la élite, de haber domesticado a su actual omega. Él que era admirado, respetado y seguido por otros coetáneos como la epitome de lo que significaba ser un alfa de éxito y clase alta… Y su hijo se oponía a sus enseñanzas, se rebeló totalmente y le abandonó por un don nadie, por un puto perro sarnoso sin pedigrí ni nada que ofrecerle excepto su jodida polla y su nudo, y su hijo, como la perra en celo omega que era, había ido meneando el rabo y ofreciendo su trasero. Gruñó molesto mientras presionaba el vaso con algo de fuerza, él tenía importantes planes para Hashirama… Casarle con algún alfa de noble cuna; un alfa influyente para que Hashirama siguiera manteniendo sus privilegios y estatus como omega de clase alta, donde él también habría ganado con esa poderosa alianza. Un alfa que proveería por su hijo y le colmaría de riquezas, donde no habría tenido que trabajar, pudiéndose quedar en un lujoso hogar donde no le habría faltado de nada, haciendo actividades de omega y criando a los hijos que engendraría para ese noble alfa con el cual le enlazaría. Si tan sólo Hashirama le hubiera hecho caso y se hubiera comportado como un buen omega. En cambio prefirió ese alfa de clase baja. Si, reconocía que ese tal Madara poseía atractivo y un aire de chico malo que parecía sacado de esas novelitas rosas que tanto gustaban a los omegas; novelas que les hacían soñar despiertos y fantasear con estupideces irreales y, luego sucedían ese tipo de situaciones donde descontrolados omegas, empujados por esos sueños fantasiosos, se sublevaban o intentaban huir de su realidad. Los omegas eran criaturas tontas; seres sensibles, hormonales e irracionales que necesitaban del control de un alfa en sus vidas.
Su propio compañero había sido de esos, recuerda con molestia. Su joven omega tenía demasiados pájaros y sueños de grandeza en su limitada cabecita…
Yagura no quiso una unión con él, y se lo hizo saber con gran descaro cuando el señor Karatachi, padre de su omega e importante empresario, se lo entregó. El señor Karatachi ya le había informado que su hijo era algo "rebelde", pero no le importó, era un omega macho y solían ser escasos, era su oportunidad de engendrar descendientes alfas; buenos descendientes dignos de llevar su apellido y heredar lo que conllevaba ser hijo de Butsuma Senju. Así que aceptó a Yagura y le dijo a su padre que solucionaría ese mal hábito de su hijo, que le corregiría para que fuera un compañero decente. Fue realmente complicado y tuvo que emplear la fuerza física y mano dura contra su indómito omega, cuando no se quiso someter a él y aceptar el apareamiento donde le iba a realizar la mordida para sellar el enlace; la mordida que le haría al omega para marcarlo como suyo. Al final consiguió su cometido, aunque ahora Yagura portaba una cicatriz en su rostro. Una larga cicatriz debajo de su ojo izquierdo que bajaba hasta su mandíbula. Había sido necesaria para que al final comprendiera su función, su lugar y a quien se debía; para que comprendiera que era suyo y que se iba a aparear con él, anudarle y marcarle. Ahora no tenía quejas de su compañero. Era un buen omega que cumplía a la perfección sus funciones.
–Darle demasiada libertad a un omega es malo…– No sabe a que esperaba su hijo, aunque tenía claro que no iba a intervenir.– Cuando quiera al omega ya se lo encontrara, tendrá que lidiar con una criatura caprichosa y con demasiados humos.
