Disclaimer: ©Shingeki no Kyojin/進撃の巨人, sus personajes y trama son propiedad de su autor, Hajime Isayama. Yo tan solo realizo este FanFic por diversión, sin ánimos de lucro. Y Bad Times at the El Royale (2018) tampoco me pertenece, simplemente su personaje de Billy Lee me resultó inspirador.

Advertencia: Universo Alterno (AU)| Uso súper descartado delOoC | ErenxLevi| Ereri| De desconocidos a amantes |Falsa identidad| Levi fugitivo| Eren líder de culto| Eren se llama Billy Lee| Daño emocional| Diferencia de edad| Virgen Leví| Contenido explícito| Primera vez|

Notas iniciales:

Espero les guste. Y no olviden dejar sus comentarios de que les pareció.

Por favor lean las notas finales.


Sol de sombras

.1.


—¡Oye!—el llamado le llega junto al sonido del rugido de las olas rompiéndose sobre la arena y bañándola de nieve salada—. ¡Niño de las botas!—continua la voz, acercándose como una sombra que eclipsa el sol.

Levi se cubre un poco los ojos con las manos en un intento de distinguir la figura. Tiene las pestañas pegajosas por las lágrimas que había estado derramando, por lo que tarda varios segundos en reconocer al dueño de la voz.

—¿El señor de la cafetería?—suelta Levi, frunciendo el ceño y con el pensamiento corriendo cual tren empujado por el carbón de las palabras de Cady, la camarera del café que hace menos de una hora había abandonado.

" Él no solo trae mala suerte, es mala suerte " había dicho ella, y Levi lo había sentido en la piel cuando él entró, descalzo, usando jeans viejos y una camisa de azul desgastada que no se molestó en cerrar, dejando al descubierto un pecho que no podía pertenecer más que una estatua griega oa un muy buen porno. Su rostro era una mezcla de belleza y peligro, y la forma en que su sucio cabello castaño oscuro le enmarcaba el rostro, le daba un aspecto sombrío.

—¡Ouch!—dice el hombre a unos pasos de él haciendo un gesto de dolor sobre el pecho con las manos—. ¿Señor? Me acabas de herir profundamente, niño de las botas—el ceño de Levi se arrugó más y el hombre se echa a reír, una cosa oscura y retumbante, miel goteante en una medianoche sin luna ni estrellas que le puso la piel de gallina a Levi en los brazos.

Esta persona, este tipo tal cual lo describió Cady, seguramente su padre lo señalaría como una peste o el mismo Lucifer encarnado. Alguien por el cual lo golpearía hasta los huesos si se atrevía a siquiera darle una mirada.

Pero ahora su padre está a más de 2.000 km, seguramente enfurecido y maldiciéndolo hasta el infierno y de vuelta. Una nueva lágrima se derrama sobre su mejilla y arde sobre la tierna herida en su labio.

—Oye, no llores. Solo estoy bromeando. No te quiero molestar—el hombre le sonríe y da los últimos pasos que los separan, invadiendo su espacio personal con la punta de sus dedos llenos de arena golpeando la punta de sus botas; sus ojos imposibles, verdes de bosque profundo con vetas doradas de sol de verano custodiadas por unas exuberantes pestañas lo arrastran a sus profundidades.

A Levi le había gustado Farlan, un chico de su calle, tranquilo y amable que había hecho mariposas revolotear en su estómago. El verano pasado su padre lo había encontrado escribiéndole una carta donde le confesaba sus sentimientos, y casi le había roto un brazo sino hubiera sido porque su madre intervino. Las marcas, el dolor y su musculo magullado se habían ido semanas después, pero la intimidación de su padre no, y Levi no había vuelto a darle ni una palabra a Farlan.

La sensación de que este tipo frente a él estaba poniendo en su interior, distaba mucho de aquellos pequeños bichos que una vez sintieron. Esto era más parecido a la expectativa y la seguridad de calamidad de un pequeño barco ante una tormenta en medio del océano.

Todo en sus venas estaba gritando peligro. Huye.

Si este hubiera sido el hombre por el que su padre lo había lastimado como nunca, y por el que su vida se había comenzado a desmoronar, tal vez le hubiera dado la razón a su padre. Pero no había sido así, y por lo que pudiera resistir hasta que su miedo infundado y su instinto de auto conservación soportaran, saborearía lo más cercano a la venganza contra su padre.

—No me molesta—le dice Levi, bajando su mano ahora que el cuerpo del hombre lo aleja del resplandor solar—. Pero… ¿Esto es una clase de acoso?

El hombre, Billy Lee como lo había llamado Cady, vuelve a reír, doblándose un poco hasta quedar en cuclillas, sus ojos a la misma altura de Levi.

—No—dice Billy, la sonrisa aún pegada en el rostro—. Quería hablarte en la cafetería. Pero ya ves, no soy agradable por aquí, y tú niño de las botas, con tus trece años serías una buena razón para que al fin se les concediera el deseo de echarme.

—Tengo 18—chista Levi y ve como las cejas de Billy se arquean junto a sus labios en una cosa burlona ya la vez acusadora.

—Ya—larguea Billy—. Y yo soy la paloma del Espíritu Santo. No me mientas, niño de las botas.

—Me llamo Levi—le regresa Levi, empujando un par de montoncitos de arena contra los dedos de Billy Lee.

—Leví ¿Eh? Que nombre tan sagrado para una cosita que huele tan dulcemente a problemas como tú.

—Y a mí me dijeron que tu nombre bien puede significar una blasfemia o herpes—nuevamente palabras de Cady no las suyas.

—Ah, así que esos malditos de mente estrecha me hicieron el honor de presentarnos. Muy bien, muy bien— cabecea Billy, pareciendo más divertido que molesto—. ¿Entonces?

-¿Qué? —rehíla Levi, sintiendo la mirada de Billy sobre él como una orden.

—Di mi nombre, niño de las botas—y allí estaba esa voz sumándose a sus ojos.

—Levi, mi nombre es Levi—susurra Levi, pegando sus piernas un poco más contra su pecho en una manera de protegerse del ciclismo que era este hombre.

—Está bien, Levi, niño de las botas. Di mi nombre—repite Billy, un tono más bajo, cadencioso. Incitador.

Levi ya no pude resistirse.

—Billy Lee—y es más un suspiro anhelante que una respuesta.

La sonrisa del hombre se ensancha brillante, dejando al descubierto dos preciosos hoyuelos que le dan dos puntos más a la belleza ya inhumana que posee.

—Allí, de esos labios tan bonitos que tienes, mi nombre ya no suena a blasfemia o a...herpes—él se ríe y se levanta, sacándose la camisa y tirándola a la arena—. Ven, niño de las botas.

-¿Qué? ¿A donde? —pregunta Levi, descolocado al ver como el hombre se desabrochaba los jeans y después los deslizaba de sus tonificadas piernas. Él no lleva ropa interior.

—Ya que yo gané nuestro pequeño juego, tienes que venir a nadar conmigo. Después irás conmigo a casa.

—¿Qué juego? Yo no estaba jugando a nada, y no tengo porque ir a ninguna parte contigo.

—Claro que sí, y sabias lo que estábamos haciendo desde que empezamos. Así que ven.

Billy Lee, allí de espaldas al sol descendiente de la tarde, parece un dios coronado por sus haces dorados.

Este hombre, Levi podía decirlo que era mala suerte, él no debería ir y acercarse a él. Pero él tenía un padre, con quien debería estar, y aun así las cosas habían terminado en un desastre.

Levi mira sus botas y sus ropas, las que le había robado a su padre para lucir un poco más grande, el diminuto bolso que hacía de maleta de viaje. Recuerda el dolor en sus costillas, en la herida en su labio inferior y piensa en los únicos veinte dólares que le quedan en el bolsillo y en que en realidad no tenía a donde ir. Ha corrido tanto para alejarse de su padre, y ahora está perdido.

Quizás.

Quizás.

Las lágrimas se asoman a través de sus pestañas y ve como Billy Lee deja de sonreír. Él regresa sobre sus pasos y se vuelve a ponerse a la altura de sus ojos. Una de sus manos cubre su mejilla recordando la lágrima que había logrado escapar y hacía su camino atraído por la gravedad; y hay algo tan tierno y gentil en esa caricia, como algo que Levi nunca había recibido, que no suelta objeción ni se resiste cuando aquel hombre lo levanta en sus brazos como a una novia.

—No más lágrimas, niño de las botas. Ya no estás allá. Estás aquí—dice él y Levi solo puede asentir, escondiendo el rostro en el hueco de su cuello en el que también envuelve sus delgados brazos.

El sabor salado del océano se lleva el de sus lágrimas, y cuando Billy Lee lo besa mientras se sumerge con él acuestas en las aguas cálidas y ondulantes, es la primera vez en su vida que Levi se siente feliz y dueño de ella.


0—0—0—


Es de madrugada cuando Levi despierta.

La de la mañana.

Está adorado por todas partes. Los labios magullados y todavía pegajosos. Lleno y tierra por dentro.

La camisa de Billy Lee, no, Eren, es todo lo que trae encima, y le queda tan enorme que lo traga dentro. Tal como lo había hecho un par de horas antes su dueño.

Frente a una hoguera, en medio de la comuna y sobre un altar.

Como un sacrificio.

Eren Jeager, ó Billy Lee como todos lo conocen, a excepción de él, es el líder de una secta. Familia lo llama él.

Adoran a Eren como a un Dios. Uno pagano.

Y ahora Levi se ha unido a ellos.

O al menos eso es lo que Eren le ha dicho mientras lo presentó, gritándolo cual evangelio en una iglesia, a la vez que lo desnudaba y se desnudaba.

Su hijo, lo llamó.

Su virgen elegida para ser su compañero.

Hubo muchas miradas desde toda la familia, desconfianza, pero por sobre todo celos.

Pero Eren los había reconfortado, diciéndoles que su llegada y su posición no disminuiría su afecto y cercanía a ellos, que más bien deberían ser felices como él por tal momento.

—Ahora todos tendréis una madre. Una madre que los consuele donde yo no puedo, que le dé abrazos dulces sin nada de placer. Cosas buenas, de la manera que yo sé que ustedes extrañan pero no me dicen—dijo él, y toda la familia había llorado y agradecido conmovidos para después ir a besarle las manos y los pies a ambos. Y Eren, Eren había sonreído, de esa manera peligrosa suya, y luego lo había besado, besado largamente para después devorarlo pedazo a pedazo.

Levi había sollozado y retorcido entre sus brazos mientras era despojado de todo de sí, su pureza y su pasado.

Cuando Eren se enterró en él, de una estocada poderosa y profunda, Levi había gritado, todo el cuerpo arqueado y las lágrimas calientes corriendo tan incontenibles como la mañana de ese día.

Aunque por razones muy contrarias.

Las primeras por el vacío que había sentido en su corazón y alma.

Estas, por otro lado, por la llenura que lo estaba invadiendo.

La familia había vitoreado Madre, Madre, Madre tras su grito, y por el tiempo posterior que duró hasta que Eren llenó sus entrañas con su simiente.

El Levi que había sido hasta hace unas horas se había ido.

Aún dentro de suyo, y mantuvo sus piernas sujetas con sus manos para que se mantuvieran envueltas en su cintura, Eren lo había llevado a la casa grande donde él dormía, y lo había tomado otras veces, veces en las que a través de besos y penetraciones. le había hecho vomitar toda su verdad y su vida.

Él porqué había escapado de casa, porqué había corrido tan lejos y el juramento de que sepultaría eso como si nunca hubiera existido.

—Ya no eres suyo—había soltado a través de respiraciones calientes Eren, mordisqueando su oreja—. Ahora soy tu padre. Eres mi hijo, mi chico. Mío solo mío ¿de acuerdo?

Levo había asentido una y otra vez mientras el orgasmo lo golpeaba ola tras ola en su última ronda de sexo.


0—0—0—


Levi sale de la casa, persiguiendo el sonido, está desnudo bajo la camisa de Eren, cree que puede sentir una línea cálida saliendo de su trasero, escurriendo en el interior de sus muslos. También está descalzo, y el frío de las tablillas del suelo de madera envía escalofrío desde las plantas de sus pies hasta las hebras de su cabeza, mezclando las sensaciones de hielo y fuego en su cuerpo que ponen piel de gallina en sus brazos. Y cuando sale afuera, sus pies pisoteando la tierra tibia por la hoguera ardiendo intensamente en el centro de todo el lugar, solo profundiza tales sensaciones. Eso, y también lo que observa que está sucediendo.

Hay un hombre, amordazado, estando sujeto por tres de sus nuevos hijos. Eren rodeándolos con un arma en la mano derecha y la izquierda ocupada con su cigarrillo.

Lleva una camisa nueva, abierta como el broche de sus pantalones.

Él también está desnudo bajo esas dos prendas, Levi puede ver la línea oscura de su vello púbico, invitando a su mirada a seguir el camino hacia el sur, de manera tan hipnótica que casi se pierde en ella. Pero entonces la voz se alza entre el crepiteo de las llamas y toda la atención de Levi colisiona contra ella.

El tono de la voz de Eren está pausado pero hay en ella un tinte que debería atemorizar a Levi, pero no lo hace, más bien lo hace sentir caliente por todos lados.

—Era tuyo para cuidarlo, pero no lo hiciste—está diciendo Eren—. Está bien, quizás te lo agradezco, porque lo enviaste a mí. Aun así, lo golpeaste y lo heriste profundamente cuando mataste a su madre, culpándola por algo que no debe reprocharse. Por desear y amar. Sencillamente no eres merecedor de él. Pero ahora él me ha encontrado, y ya no te necesita. Me tiene a mí. Yo seré mejor padre que tú ¿no es así mi niño de las botas?

Ah, ah.

Así que Eren había notado su presencia.

Sus miradas se cruzan por largos segundos, Levi no sabe cómo debe verse porque Eren parece muy pagado de sí mismo, tiene una sonrisa de comer mierda, todo orgulloso y complacido con el revólver en su mano sobre la cabeza de su padre.

Levi no responde, en cambio sus ojos abandonan los suyos y buscan la del otro hombre, su padre de sangre, que de rodillas sigue intentando liberarse, sus ojos le suplican algo que Levi ya no encuentra en su corazón para él. Porque ya no se siente vinculado a él, de ninguna manera.

Ni una palabra sale de él, y el sonido del disparo mata consigo cualquier palabra que pudiera brotar de entre ellos.

El hombre cae como una muñeca de trapo roto al suelo. Desmadejado e inmóvil. Pero Levi no puede contemplar mucho dicha imagen, porque la figura de Eren la eclipsa caminando frente suyo hacia él a la vez que se deshace de su cigarrillo y guarda el revólver detrás de la espalda.

Eren lo toma en brazos, cargándolo cual un infante de 5 años para llevarlo a la cama.

La última vista que Levi tiene de su anterior padre es la de sus hijos reconociéndolo y echándolo al fuego para que ardan en su interior.

Los brazos de Levi se aprietan con más fuerza al cuello de Eren y una sonrisa se desliza en sus labios.

Sí, Eren tiene razón, él ya no es el Levi que fue.

Ya no hay más Levi Ackerman, hijo de Kuchel, una madre amorosa pero débil que dejó que el machismo y fanatismo de su incorruptible marido de un ministro los arruinará.

Ella debía correr con él hace meses, aceptándolo y no quedarse entristecida por la naturaleza de sus sentimientos. Ella también se había avergonzado de él pero lo había defendido y eso le había quitado la vida.

Ella tampoco lo había merecido; y me doy cuenta de eso tras su muerte es lo que había roto a Levi. Entonces había corrido.

Porque no quería morir, porque creía que si Dios existía lo aceptada como era, lo amaría y lo recibiría con brazos abiertos.

Ahora estaba aquí.

Con su Dios.

Sí, él ya no era el Levi que era. Ya no era de ellos.

Era un nuevo Levi.

El Levi de Eren.

Mientras Eren lo despoja de su camisa y le abre las piernas para tomar su lugar entre ellas, su altar personal, la sonrisa en el rostro de Levi jamás flaquea, y Eren lo besa por toda la piel trasmitiéndole lo complacido que se siente por ello.

Y cuando los dos alcanzan el orgasmo al mismo tiempo, enredados como serpientes, se besan con los ojos de bien abiertos.

Los de Eren repletos de promesas oscuras.

Los de Levi son dos girasoles.

No hay arrepentimientos, ni dudas.

Solo felicidad.


Notas finales:

Solo un par de detalles.

¿Por qué Eren nombra a Levi madre ya la vez hijo? Es como un juego amañado suyo. Algo así como: mamá solo la puede tener papá, pero papá los puede tener a todos ustedes. Y nada que reprochar, ella también es su hermana y puedo compartir como lo hago con todos ustedes.

Porque sí, Eren se ha dado su revolcada con todos sus hijos.

(Que perra envidia les tengo a esos X personajes. Llora).

Es un paganismo completo lo del Eren. Ya saben, en la religión cristiana, María es la virgen madre de Jesús, María una hija de Dios.

Lo último, es que sí, Eren si le atino a la edad de Levi.

¡Diviértete!

O mejor, déjame una reseña.