Aunque sus amigos trataron de ser empáticos con él y su hermana, nadie podía sentir el dolor que sentía Kenny. Nadie más que él sabía lo que Karen había hecho para que la aceptaran en la universidad. Todo lo que nadie más veía. Las noches sin dormir para convertirse en la mejor estudiante; su agotamiento; los trabajos de mierda que tuvo que aceptar para poder pagarse las clases, todo con lo que había tragado porque esto iba a ser sólo temporal y en algún momento vendría la luz al final del túnel; la presión que sus padres no podían evitar poner sobre sus hombros al ser la única con alguna posibilidad real de labrarse un porvenir...Todo eso ¿para qué?
...Todo eso se había esfumado...Y no era culpa suya...Sino de él...
...Pero sabía cómo arreglarlo...
Karen volvió los ojos hacia el cielo antes de salir de casa. Había estado lloviendo durante uno o dos días seguidos y no parecía que fuera a parar. Por tanto, abrió el paraguas al salir de camino al trabajo.
Tenía los ojos hinchados de llorar, pero eso se había acabado. Tomó el consejo de su madre y simplemente...dejó de pensar en la oportunidad que había perdido. Estas cosas pasaban, y los McCormick eran unos imanes de mierda; ya era mayor para empezar a acostumbrarse a una vida llena de fracasos y decepciones. Supongo que tenía razón. Había sido demasiado bonito para ser verdad y la realidad la había despertado del sueño con un buen hostión. Se moría por que la aceptaran en la facultad para poder escapar del bar, porque odiaba trabajar allí, pero ahora...en fin, no podía quedarse en casa todo el día, nada más que lamentándose de su suerte; su familia seguía necesitando su apoyo económico...No era para tanto, ¿no? Nadie se ha muerto por no conseguir el trabajo de sus sueños...
— Todo esto es culpa de Mysterion. Claro, las niñas se vuelven locas por tipos misteriosos como él. Voy a matar a ese tío. Esto ya es el colmo. ¡Nunca me gustó, pero después de esto, juro que deseará no haber nacido!—había oído decir a su padre antes de marcharse. Iba a unirse a la Patrulla Ciudadana esa noche, para hacer el trabajo de Mysterion. Encontrarlo. Acosarlo. Con suerte, darle una buena paliza. Curiosamente, la idea de una patrulla de la que su padre formara parte no la hacía sentir más segura.
Caminó por la calle rezando porque nunca se toparan el uno con el otro.
Quizás...Los Colegas de la Libertad sabían lo que se decía de ellos y habían huido...No había oído nada de ellos en bastante tiempo.
Se detuvo al notar que alguien la observaba. Mas no era una sensación desagradable. Todo lo contrario, en realidad. Fue muy reconfortante, cálida...Un poco como si Dios le hubiera mandado un ángel para que cuidara sus pasos...
...Eso sólo podía significar...
Una figura aterrizó frente a ella. Ella retrocedió sobresaltada, pero inmediatamente su sorpresa se transformó en alegría.
— Angelito de la guarda...
La lluvia corría por los labios y el mentón de Mysterion.
— ...Sé lo que te han hecho...por defenderme...—dijo.
Karen asintió despacio.
— No me creo nada de lo que dicen sobre ti o los otros Colegas de la Libertad...He oído que esa niña mintió sobre lo de que Pasorraudo la tocó, vi por la tele cómo acosaron a Tweek Maravilla e incluso que le tiraron una piedra a la cabeza y...y supongo que no había otra manera de pararle los pies a Melman Ackroyd...La gente está siendo tan injusta que no podía permanecer callada...
— ...Haré cuanto esté en mi mano para que te admitan. Yo...
— No, Mysterion—Karen sacudió la cabeza—. Creo...que ha quedado claro que no es mi destino que vaya a la universidad.
— No digas eso. He observado lo duro que has trabajado todos estos años. Eres muy inteligente. Cualquier universidad se pelearía por captarte.
Karen sonrió dulcemente, inclinando la cabeza.
— Ninguna universidad va a aceptarme en tanto que sigan revisando los perfiles en Internet de los candidatos. Aunque borré esa entrada e incluso mi perfil, algunos siguen señalándome. Lo sabrían todo. Y yo no pienso adaptarme a esta agenda en vuestra contra, ni aunque eso signifique que no podré ir a la universidad.
— No. Escúchame. No dejaré que eches a perder tu talento en una tasca, aguantando a borrachos—Mysterion se acercó para posar sus fuertes manos, esas manos que habían golpeado a quienes habían tratado de hacerle daño, sobre sus hombros, y la miró a los ojos—. Juro que no descansaré hasta que cambien de idea. Pero tienes que prometerme una cosa, Karen...Tienes que unirte a la multitud y odiarnos.
Karen lo miró con los ojos muy abiertos.
— No puedo hacer eso—respondió.
— Debes hacerlo. Es la única manera de que te dejen en paz. Aborrécenos y cancélanos como hace todo el mundo, edúcate sobre por qué somos horribles, no cuestiones nada de lo que te digan sobre nosotros, y te irá bien.
— Pero eso es horrible, Mysterion...
— No es para tanto...He pasado por cosas muchas peores...
Karen sacudió la cabeza y dejó el paraguas sobre la acera para tomar sus manos.
— No. Tú siempre has estado ahí cuando yo lo he necesitado. Me has animado cuando estaba sola, asustada y triste. Me has ayudado y cuidado de mí cuando no tenía a nadie en quien confiar. Ahora ha llegado el momento de que te devuelva el favor. No estáis solos. Tú no estás solo—le sonrió y apretó sus manos para que él pudiera sentir su determinación, su calor—. ...No importa adónde vayas. No importa lo que hagas. Siempre estaré allí.
Kenny tuvo que hacer un esfuerzo por mantener aquel rostro de piedra y aquella voz grave...
— ...No, por favor...Tienes que darte prioridad...—evitó mirarla a los ojos. No quería que viera el brillo en sus ojos. Pero ella ya se había dado cuenta.
— Quizás prefiera ser como tú y cuidar a otros antes que a mí misma—respondió Karen.
— ...Estás hecha toda una mujer...
— Sí, y ya no tengo miedo.
Mysterion se apartó de ella, aunque quisiera seguir sosteniendo sus manos.
— No importa. Aun así, no te dejaré nunca...Ni aunque cumplas cien años.
Se dio la vuelta y echó a correr hacia la esquina más cercana. Karen se apresuró a seguirlo. Cuando llegó allí, Mysterion se había esfumado. Alzó la cabeza, pero no encontró señales de él.
Suspiró con una sonrisa antes de recoger su paraguas y seguir su camino; o al menos eso pretendía, porque una silueta emergió de las sombras. Pensó por un segundo que Mysterion aún tenía algo pendiente que decir, pero la persona que se acercó tenía pelo largo y mostró al sonreír unos caninos largos.
— Hola, Karen.
Se quedó clavada en el sitio.
— Cuánto tiempo...Te has vuelto una chica muy guapa...—dijo la aparición.
— Te conozco...—murmuró ella.
— Solías ser una niña solitaria. La niña pobre que no tenía juguetes con los que jugar ni televisión por cable ni plataformas de streaming y no podías seguir las series de las que hablaba todo el mundo. Todos se metían contigo. Menos yo. ¿Recuerdas?
— No...Tú trataste de convencerme para que me uniera a tu grupo de vampiros—Karen retrocedió a medida que Mike se acercaba.
— No actúes como si me estuviera aprovechando de tu situación para aumentar mis hordas de no-muertos. Todos éramos almas solitarias y torturadas. Ahí me incluyo.
— No eras más que un niño que no se daba cuenta de que ir por ahí fingiendo ser un vampiro es patético...
Mike perdió su sonrisa.
— Solías llamarme amigo. Pero tuviste que escuchar lo que decían los patéticos humanos. Si tan sólo supieras, Karen, el poder de una criatura de la noche...
— Tengo que ir a trabajar, Mike, no tengo tiempo para esto...
Retrocedió sin darle la espalda. De alguna forma, cuando se dio la vuelta, él estaba allí, de pie frente a ella.
— No pierdas el tiempo con trabajos, Karen. Únete a mi banquete de sangre y oscuridad eterno...—ronroneó, acercándose inexorable.
— ¡Para, Mike! ¡Necesitas ayuda de verdad, has leído Crepúsculo demasiadas veces!—exclamó Karen, sintiéndose ahora asustada de verdad. Aquellos colmillos tenían un aspecto tan real que daban miedo...Tanto como su mirada penetrante.
— Lo he dicho un millón de veces...¡Soy Vampyr!—exclamó Mike, y se abalanzó sobre ella.
Karen soltó un grito cuyo eco alcanzó a Kenny varias calles abajo, mientras se estaba quitando el uniforme. Murmurando un juramente, se lo volvió a poner a toda prisa.
Karen usó su paraguas para mantener a Mike alejado durante unos pocos segundos, antes de que lo quitara de en medio con un manotazo. Después la estampó contra la pared. Karen sintió su aliento caliente en su cuello, sus gruñidos animalescos, y gimió, porque era realmente patético que un veinteañero jugara a los vampiros, pero él se pensaba que lo era realmente, e iba a morderla y a saber qué más...
— Dijiste que era tu amigo...—susurró Mike—. Dijiste que no querías verme triste...Pues...Hazme feliz, Karen...
Sus colmillos no llegaron a tocarla. Mike sintió que era agarrado por detrás y le obligaban a darse la vuelta. Sólo tuvo una fracción de segundo para ver una figura encapuchada antes de que un puñetazo le mandara de culo al suelo. Su nariz quedó seguramente rota, considerando lo que le dolía y la sangre que brotaba de ella. Su lengua trató de no desperdiciar ni una sola gota. Miró a Mysterion con una sonrisa teñida de rojo.
— Tú sabes lo que me gusta, ¿eh?—rió.
Y se levantó para derribarlo y castigarlo por haber interrumpido la conversación. Kenny tenía mucha experiencia peleando, le había hecho ganar dinero cuando los estudios no le habían permitido llegar lejos en la vida, pero Mike estaba libre de todo remilgo humano, dejó libre a la bestia y atacó brutalmente y sin piedad.
— ¡Corre! ¡Karen! ¡Corre!
Karen no fue capaz de obedecer. Retrocedió para quitarse de en medio, hasta que quedó prácticamente escondida tras los cubos de basura, paralizada, sólo capaz de mirar mientras Mike atacaba a Mysterion como un animal.
¡Tenía que hacer algo! ¡Había jurado que le protegería! ¿Pero qué? Ella no tenía la fuerza de Mysterion...Si Mysterion lo estaba teniendo crudo, ¿qué podía hacer ella?
Mysterion consiguió agarrarle del cuello y propinarle un puñetazo en la cara unas pocas veces. Mike, con una patada en las gónadas, se libró de él y hundió los colmillos en su cuello. Cuando le arrancó la tráquea, Karen soltó un grito y decidió que no podía mirar cómo su ángel de la guarda moría por ella. Agarró la tapa de uno de los cubos y, mientras Mike se daba un festín con Mysterion, le golpeó en la cabeza con todas sus fuerzas, y no paró hasta que lo vio en el suelo; siguió dándole patadas.
— ¡ALÉJATE DE ÉL!—gritó.
No tenía tiempo que perder con él. Corrió hacia Mysterion. ¡Esperaba poder hacer algo por él!
— Angelito...Angelito de la guarda...
Mike se levantó gruñendo, no sin antes lamer un poco de la sangre que había sobre el suelo. Se puso en pie y se tambaleó en dirección hacia Karen. Ella se interpuso con firmeza entre él y Mysterion.
— ¡Lárgate!—gruñó, apretando los puños.
Mike nunca admitiría que le había derrotado. Se dijo que ya había tomado suficiente sangre esa noche y que era hora de volver a su guarida y sanar...
— Has tenido suerte esta noche, pero la próxima vez te encontraré y serás una de mis novias...—dijo antes de fundirse con las sombras.
Válgame Dios, qué mal estaba de la cabeza...Pero Karen no iba a preocuparse por él. Temía perder a Mysterion.
— Oh, no...No...A-Aguanta...Voy a buscar ayuda...
Sí, a la Patrulla Ciudadana no le gustaba un pelo, pero no serían tan crueles como para negarle asistencia médica urgente, ¿verdad?
Pero nadie podía ayudarlo...Su cabeza sólo se mantenía unida al cuerpo por un hilo de piel. La lluvia estaba mandando todo aquel torrente de sangre a la alcantarilla...Él seguía consciente y la miraba con ojos llorosos, casi como un cordero degollado...Al darse cuenta de que se estaba muriendo, comenzó a llorar.
¡No, debía de haber algo que pudiera hacer! ¡No podía dejarle morir! ¡No después de todo lo que había hecho por ella! Se negaba a rendirse. Probablemente fuera inútil, pero pensó en taponar la herida. Evitar tanta pérdida de sangre como fuera posible. Ayudarle a respirar.
Para eso debía...
Kenny intentó detenerla, pero se sentía demasiado mareado, apenas le quedaban fuerzas.
Y de este modo Karen le quitó la capucha con manos temblorosas, y se encontró con un cabello rubio y largo peinado al estilo mohicano, igual al de...
...igual al de...
Karen sintió que el aire escapaba de sus pulmones y el corazón dejaba de latirle. Entonces tomó la máscara que cubría su cara y la retiró, revelando lo que temía encontrar: la cara de su propio hermano Kenny.
Se tapó la boca.
— ¡Kenny...Kenny! ¡Oh, Kenny!—lloró, abrazando a Kenny.
Si hubiera mirado, habría visto que no había razón para llorar: su garganta había vuelto a su lugar, la hemorragia había cesado, su cuello estaba intacto. Kenny alzó la cabeza, pero Karen seguía sollozando y abrazándolo con fuerza.
— Karen...
Sus lágrimas se mezclaron con la lluvia que salpicaba su cara. No dejó de llorar después de oírle hablar, como si no se lo terminara de creer. Kenny le manchó las mejillas y el pelo con su sangre al acariciarla.
— Karen, no pasa nada...— le habló con su voz real, aquella tan dulce y suave, la voz que había crecido escuchando—. Estoy bien, nenita...Está bien...
Karen necesitó bastante tiempo para poder mirarle y hablarle. Cuando lo hizo, habló con voz pastosa, posando su mano sobre sus mejillas. Le dijo exactamente lo que él estaba pensando.
— No dejaré que te hagan daño...No dejaré que te vuelvan a hacer daño...No les dejaré...
Qué importaba la lluvia...Se quedaron ahí largo rato, abrazándose, resguardándose el uno al otro...
Craig se detuvo un segundo para recuperar el aliento, se dobló, con las manos sobre las rodillas, y miró dónde estaba.
Había dejado South Park muy atrás. No había ni un palmo que no hubiera inspeccionado con cuidado, ni una persona a la que no hubiera interrogado, así que fue más allá.
...Y ahora creía saber dónde podría estar Tweek...
Podía ver en la distancia que aquella lluvia tan pesada parecía evitar un cierto área del bosque...
Dejó escapar un largo suspiro. Si no hubiera estado tan preocupado y exhausto, habría estrangulado a Tweek nada más verlo por haberle hecho pasar tan mal rato...
Tras una caminata de treinta minutos, dio con él. No era más que una cosita chiquitita, agazapada entre los arbustos. Las gotas de lluvia no le tocaban: se encontraban suspendidas en el aire a dos metros sobre su cabeza, creando una suerte de cúpula. Al oír cómo se rompían algunas ramas bajo los pies de Craig, Tweek alzó la cabeza. No llevaba puesta la máscara y su moño estaba mayormente deshecho.
— Soy yo, Tweek—dijo Craig con tan poco sentimiento como pudo, para que su marido no pensara que estaba enfadado o preocupado.
— ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Cómo me has encontrado?—Tweek no cambió de postura, pero a medida que se acercó Craig se dio cuenta de que había llorado, y durante largo rato, porque tenía la voz rota. Estaba pálido, con el pelo suelto y el uniforme arañado, seguramente de correr a través de ramas y arbustos..., o quizás hubiera tratado de hacerse daño a sí mismo...Eso era lo que más preocupaba a Craig.
Él estaba calado hasta los huesos, hambriendo, agotado, pero no mostró signo alguno de incomodidad.
— Me ha llevado un rato.
— Vete, déjame solo.
— ¿Vas a esperar a la muerte? Vamos, no seas tonto.
— Tú no lo viste...Toda la gente a la que hice daño...—la voz de Tweek tembló mientras volvía a bajar la cabeza, encogiéndose sobre sí mismo.
— No pienses en ello.
— ¿Que no piense en ello? ¿Crees que puedo fingir que no ha pasado nada? He herido a gente inocente...Seguramente haya matado a alguien...A gente a la que conozco...Niños a los que suponía que iba a salvar...¡A tu propia madre, Craig!
— Fue un accidente.
— Sí. Y eso es lo que me asusta, ¿no lo entiendes? La próxima vez que se me vaya la olla, ¿volveré a hacer esto? ¿Crees que yo puedo vivir así? Fui un idiota al pensar que podía ser un héroe, y tener un futuro, una familia propia...No soy un héroe ni nadie a quien la gente debería acercarse...No soy...No soy mejor que Butters...
— No eres como él. No digas eso—Craig dio unos pocos pasos hacia él.
— Vete, Craig...
— No sin ti.
Craig era un cabezota. Tweet temía que realmente no fuera a salir del bosque a no ser que fuera con él...Pero él no podía salir de allí...Debía estar en la naturaleza, donde no pudiera hacerle daño a nadie...
Se quitó su anillo de casado y alargó el brazo para dejarlo a los pies de Craig, lejos de sí. Luego cerró los ojos y se abrazó fuertemente. Cuatro bloques de hielo grueso surgieron de la tierra, formando un cubo en el que él ocupaba el centro. El hielo se fundió, encerrándolo en una prisión auto-impuesta y fría. Craig intentó encontrar una apertura en vano. Golpeó a la superficie para llamarle; Tweek tan sólo sacudió lentamente la cabeza.
Craig chasqueó la lengua y decidió que debía ser drástico y hacer que Tweek se dejara de gilipolleces, ayudarlo quisiera o no. Tomó impulso y rompió el bloque de hielo con un cabezazo. Tweek soltó un grito y se puso en pie de un salto.
— ¡Joder, Craig!
— Te lo dije—él se encogió de hombros.
Tweek sacudió la cabeza, la golpeó con sus puños.
— ¡Yo fui quien te metió en este lío! Y-Yo fui quien sugirió montarse en esa atracción...¡Es mi culpa que no puedas tener una vida normal, un marido normal!—sus palabras vinieron acompañadas de un fuerte viento, que hizo complicado a Craig poder ver a Tweek pese a que se encontraban a poca distancia.
— Venimos de South Park. Allí nadie es normal—fue su respuesta.
— ¡Lo digo en serio!
— Y yo. Sé que no eres el tío más normal de Colorado, pero ¿sabes qué? No lo eras el día en que te pregunté si querías casarte conmigo—Craig no veía un pimiento, pero se agachó para recoger el anillo de bodas que Tweek se había quitado y se lo enseñó—. No has sido normal ni un solo día en que hemos sido novios. No creo que hayas sido normal un solo día de tu vida. Y por Dios que quiero pasar el resto de la mía contigo porque puedo vivir con ello. Hasta diría que me gustan tus rarezas.
— ¡Suelto chispas cuando estoy ansioso, lo cual es el 90% del tiempo, Craig!
— Y yo me dejo un porrón de pelos en la ducha, ¿y qué?
— Podría matarte un día en un accidente y si eso ocurriera yo...¡No podría vivir con ello!—el viento era tan fuerte que Craig comenzaba a tenerlo crudo para mantenerse en pie.
— Eres un dramas, Tweek...—dijo a pesar de ello, como si no fuera más que una brisita.
— ¡Maldita sea, Craig, mongolo hijo de perra, estoy intentando protegerte porque te quiero y tú no dejas de hacer el gilipollas!—exclamó Tweek, y sus palabras vinieron acompañadas de truenos.
Tenía que soltarlo. Tenía que soltarlo todo, así que Craig siguió hablando de aquella forma especial suya.
— Actúas como si esto tuviera alguna importancia—dijo con ese tono poco afectado.
— ¡Claro que la tiene!—replicó Tweek—. ¡No puedo tener una vida normal! ¡Ni tú tampoco!
— Podemos. Lo que pasa es que tú no quieres.
— ¡Sí que quiero! ¡Si puediera vovler atrás en el tiempo, me alejaría todo lo humanamente posible de esa puta atracción! ¡No sería más que Tweek Tweak, un perdedor más en este planeta!
— Pero no puedes, y tienes que vivir con el hecho de que eres un friki. Sé que tus poderes no son fáciles de controlar...
— ¡NO SABES UNA MIERDA! ¡NADIE LO SABE!—gritó Tweek, y Craig trató de no mostrar cuánto lo asustó un trueno al retumbar.
— Lo sé, y quiero ayudarte con ello, pero tú no me dejas.
— ¡PORQUE ES POSIBLE QUE TE MATE UN DÍA!—el cuerpo de Tweek despedía chispas.
— ¡Quizás sea yo quien te mate a ti!—replicó Craig, haciendo un gran esfuerzo por no ser arrastrado por la tormenta y hacer que su voz se escuchara—. ¿Te acuerdas cuando el año pasado te disloqué el hombre al darte una palmada para espantar una mosca?
— ¡ME CURÉ; TÚ NO PUEDES!
— ¿Y si te parto el cuello al darte un abrazo? ¿O te parto por la mitad al hacerte el amor? ¿O te rompo la columna jugando? Somos el mayor peligro para la vida el uno del otro. ¡Pero aunque me mataras, querría seguir contigo, vivir en ese hogar que hemos creado juntos, tener una horda de niños si quieres, hacernos viejos juntos y cuando llegue la hora, que me entierren a tu lado, y estar contigo adonde quiera que vayamos al morir por toda la eternidad!
Los rayos impactaron a su alrededor mientras se acercaba luchando contra la ventisca. Tweek retrocedió, pero Craig le siguió, y llegó el momento en que su espalda chocó contra el tronco de un árbol y ya no pudo retroceder más. La única forma de librarse de Craig era atacándolo, pero no podía, tan sólo podía...Lo único que pudo hacer fue dejar escapar un alarido angustiado.
Craig rompió la distancia entre ellos para agarrarle la mano y cuando lo hizo, todo cesó de sopetón.
El cielo se calló. La lluvia dejó de caer. Las nubes negras comenzaron a disiparse, dejando paso a unos cuantos rayos de sol. La temperatura subió gradualmente.
Tweek miró a Craig con los labios despegados, a través de los cuales escapaba una respiración agitada. No dijeron nada en largo rato, hasta que cerró la boca para tragar saliva y murmuró:
— ...Hay...una cosa...que agradezco..., una cosa de la que no me arrepiento...Que esas niñas asiáticas dibujaran yaoi de nosotros...
Craig por fin se quedó sin motivos para mantener esa fachada indiferente. Esbozó una sonrisa.
— ...Lo siento...—murmuró Tweek, apartando la mirada.
— No tienes por qué sentirlo. Cualquiera se volvería loco en una situación como esta—dijo Craig, y le ofreció su anillo, el cual Tweek se volvió a poner y miró con amor.
— ...¿He...matado a alguien...?
— No lo sé. Pero no pienses en ello ahora.
— ...Craig...
— ¿Sí?
— Supongo que debería decírtelo más a menudo, pero...te quiero...—Tweek sonrió por primera vez en...a saber cuándo, y de verlo Craig sonrió, haciendo que todo por lo que había pasado en los últimos días y la búsqueda merecieran la pena.
— No hace falta. Tú sabes que yo también, ¿verdad?
Estaban solos. Podían ser tan ñoños como quisieran. Se abrazaron y se besaron en los labios, en las mejillas, en la frente, en el cuello, se frotaron las narices, se acariciaron la piel y el pelo. Ya que nadie miraba...
— Siento haberte hecho venir hasta...—Tweek calló un momento para mirar a su alrededor, al bosque en que se encontraban y que casi había destruido con la fuerza de los elementos—. ...Donde quiera que estemos...
— Deja de decir que lo sientes. No pasa nada. Vamos, volvamos a casa—Craig le dio un último beso en los labios antes de tomar su mano. Cuando lo intentó por primera vez recibió una pequeña descarga que le hizo dar un respingo. Tweek soltó una risita nerviosa y tuvo que morderse la lengua para no volver a disculparse. Por fortuna, la próxima vez que Craig le tocó parecía que ya no daba corriente.
— ...Sí...—musitó Tweek, ya sin chillar, ya libre de tensiones, de su salvajismo, caminando junto a su esposo, con los ojos entrecerrados, porque se sentía muy cansado y a la vez tan tranquilo que podría haberse quedado dormido mientras caminaba...
Craig se dio cuenta en ese momento de que no llevaba encima el móvil para decirle a su familia y a la de Tweek que Tweek estaba bien. Ya encontraría la forma de decírselo en casa, y también les pediría que no hicieran preguntas ni le dirigieran la palabra a Tweek hasta que hubiera descansado tanto como necesitara, que no le molestaran con regañinas ni malas noticias. Se aseguraría de ello.
Abandonaron el bosque juntos de la mano. El sol brilló con los colores de un nuevo día que comenzaba a despuntar.
