Eliii Shojo: ¡Gracias por tu comentario! En este capítulo se revelarán muchas cosas, espero que lo disfrutes. Saludos.


Confianza: Parte II


No fue tan bueno como parecía. Kenshin me había dicho que quería ser un elemento permanente en mi vida. Pero no era tan fácil; tener que decirle que era una princesa era...difícil. Nunca pensé que sería fácil, pero... Cada vez que lo veía, me miraba como si le escondiera algo, y eso me mataba.

Me había tomado el tiempo el día en que Enishi me buscaba y me escabullí para verlo. Él se mostraba curioso por los raros momentos en los que estaba disponible, pero fui ambigua, diciéndole que tenía deberes que atender. Él se encogía de hombros, pero me daba cuenta de que le molestaba. Tenía que decírselo. Con seguridad. Estaba saliendo con una princesa sin saberlo. Sabía que mucha gente se enojaría. Y para empeorar las cosas, él no era un aristócrata. Estaba adivinando, por supuesto, basándome en su situación de vida.

Supongo que por eso me demoré tanto. No quería perderlo. Tenía miedo de que pensara de que estaba lejos de su alcance y me dejara. Era lo último que quería. Ya sea que se diera cuenta o no, me estaba ayudando. Enishi ya no podía llevarme a las sombras y aprovecharse de mí simplemente porque yo ya no estaba por allí para que se aprovechara. Aunque estoy segura de que sólo era cuestión de tiempo para que se volviera más creativo.

Suspiré y miré al cielo, ignorando mis lecciones por el momento. Está bien, por varios momentos. Mis pensamientos se había desviado, era verdad. Era sólo que... Kenshin me tenía tan confundida.

"¡Kaoru!" Mi atención volvió de golpe. Me sonrojé y me dispuse a soportar el regaño. al parecer, mis pensamientos tendrían que esperar.


Estaba de camino a ver a Kenshin cuando se había vuelto creativo, tal y como lo predije. Grité. Un reflejo. Su mano se cerró sobre mi boca mientras me arrastraba hacia algún lado. Mordí su mano y maldijo. Ese lugar resultó ser una habitación. Me soltó y trastabillé justo cuando me dio una cachetada. Apreté mi mejilla adolorida mientras mis ojos se llenaban de lágrimas.

No volvería a ser una víctima. Ya no. Había probado lo que era la libertad y me encantó. No volvería atrás. Solté mi mejilla y me levanté. Él me observaba, divertido. Tomé una postura de lucha. Y él se rio.

"¿Qué crees que estás haciendo?" me preguntó, mientras avanzaba hacia mí.

"Enishi..." Su nombre fue la única advertencia que le di. Me aparté y le di un puñetazo en la cara tan fuerte como pude. Tal y como me había enseñado mi tío.

"¡Pequeña perra!" Me gritó, con sus ojos llenos de ira. No sabía si sentirme bien por asestarle el golpe o aterrorizarme por las malas intenciones que brillaban en sus ojos. Tal vez un poco de los dos.

Intenté darle otro golpe pero él me agarró de los antebrazos y me empujó contra la pared. Le di una patada, tratando de infligir un poco de dolor, pero él me inmovilizó, usando la parte inferior de su cuerpo para bloquear el mío. Y luego se echó a reír.

"¡Te crees poderosa por ser una princesa, pero no eres más que una puta! ¡Mírate!" Agaché la cabeza, no quería mirarlo. Me daba asco. Fue él quien me hizo una puta. Entonces, ¿por qué me sentía avergonzada? "Sé de ti," continuó. "Sé todo sobre tu nuevo amante."

Aquello llamó mi atención. ¿Nuevo amante? ¿Qué amante? No me imaginaba haciendo las cosas horribles que la gente consideraba "hacer el amor." Tal vez estaba balbuceando. A veces lo hacía.

"Te ves sorprendida, amor," se burló, empujando mi cuerpo con más fuerza contra la pared, sus manos apretando aún más mis brazos. "¿Pensaste que no lo descubriría?"

Bajé la mirada. "No sé de qué me estás hablando."

Él dejó escapar una carcajada. "¿No lo sabes? ¡Te seguí, cariño! ¡A la casa de tu diablo pelirrojo!"

Me paralicé, y todos mis esfuerzos de lucha cesaron. Él lo sabía. Él sabía de Kenshin. Lo que significaba que Kenshin estaba en peligro. Me sentí enferma, pero por una razón muy diferente al hecho de que Enishi estaba pasando sus manos sobre mi piel. Se movían a lo largo de mis brazos.

"No te preocupes, cariño. Haré que lo olvides..."

Sus manos envolvieron mi cintura y mis brazos quedaron atrapados contra su pecho. Sus dedos luchaban con los botones de la parte de atrás de mi vestido. Me retorcí hasta que mis manos estuvieron algo utilizables. Golpeé su pecho, gritando. Él apretó los dientes y presionó sus labios contra los míos para silenciarme. Sin embargo, mis manos siguieron empujando en busca de libertad.

Se apartó y me empujó al suelo. Me puse de rodillas y a tientas, tratando de alejarme lo suficiente como para levantarme y huir. Sabía que él no se quedaría atrás. Logré llegar a la puerta y busqué el pomo. Lo encontré y me puse de pie justo cuando él me alcanzaba. Me agarró de la cintura y levantó mis pies del suelo.

"¡Déjame ir!" grité, golpeando en todas las direcciones.

"No."

Me arrojó a la cama, usando su peso para mantenerme en mi sitio. Lo pateé, pero él utilizó la parte baja de su cuerpo para limitar mi rango de movimiento. Me mordí el labio y comencé a pensar frenéticamente. Qué hago, qué hago... Pensé en todo lo que me enseñaron. Su mano se deslizó por mi pierna y subió mi vestido hasta la rodilla.

Cerré los ojos y traté de relajar mi cuerpo. Si podía adormecerlo con una falsa sensación de seguridad, tendría una oportunidad. Sus manos todavía recorrían mis muslos. Su aliento golpeaba mi rostro. Sus piernas atraparon las mías.

Después de unos momentos sin resistencia de mi parte, sus piernas comenzaron a aflojarse. Luché contra el impulso de levantarme y tratar de escapar. No aún. Sus manos se apartaron de mi cuerpo por un segundo para volverse a su propio cuerpo, al intento de sacarse la camisa. Estúpido. En ese momento lo empujé tan fuerte como pude y rodé de la cama.

No miré hacia atrás mientras corría hacia la puerta. Pude escucharlo maldecir, pero no me detuve. Abrí la puerta de un tirón y salí corriendo, hacia la derecha. Si tenía una clara ventaja en ese momento, era el hecho de que viví en el palacio toda mi vida, mientras Enishi sólo lo visitaba de vez en cuando, por lo que no conocía los pasadizos secretos.

Me agaché por el pasillo y tomé un libro en especial del estante ubicado en el lado derecho de la pared. La estantería se abrió y salí corriendo, cerrándola detrás de mí. Escuché sus pasos mientras continuaba con su búsqueda.

Pasó mucho tiempo antes de que me sintiera lo suficientemente segura como para salir.


Me sentí mal. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que vi a Kenshin. Había estado escondida. No quería salir. Todavía estaba conmocionada por mi último encuentro con Enishi. Después de haberlo evitado por mucho tiempo, fue una gran impresión descubrir que aún quería castigarme tanto como le fuera posible. Así que buscaba otras formas de evitarlo sin tener que irme. Era egoísta de mi parte, pero no podía evitarlo.

Eché la cabeza para atrás y suspiré. Estaba siendo estúpida. No podía permanecer con miedo toda mi vida. Extrañaba a Kenshin. Extrañaba la manera en que me hacía sentir segura. Necesitaba volver a verlo. Incluso si aquello implicaba enfrentar mis miedos. Seguramente pensaba que me había olvidado de él o que había decidido no verlo más. Me preguntaba si podía explicarle mi ausencia sin tener que decirle lo que había sucedido. Lo que estaba sucediendo.

Respiré hondo y me levanté de la silla en donde estaba sentada en los cuartos del servicio. Iba a ir. Hoy. Aunque saldría por la entrada de los sirvientes. Era el único lugar por el que Enishi se negaba a pasar, pensando que estaban por debajo de su posición. Para mí, esas personas eran mi familia. El hecho de que pudieran mantenerme a salvo sólo hacía que los adorara cada vez más.

Arreglé mis faldas y mis medias. Me puse una chaqueta y me dirigí hacia la salida. Tsubame me sonrió y se despidió. Prometí volver a visitarla a finales de esta semana, si no a la mañana siguiente. Y luego me puse en camino.

Tardé más de lo habitual debido a que no quería tomar los caminos principales. Alguien podría verme. No importaría, pero había algo... simplemente no quería. Quizás todavía estaba nerviosa por lo de Enishi. No estaba segura.

Para cuando llegué a su aldea, estaba cansada. Últimamente, no estaba haciendo mucho de nada. Por lo que mi ejercicio físico habitual había sido suspendido. Deseaba no haberlo dejado. Además de volverme holgazana, era lo único que me enseñaba a defenderme. Había recorrido un largo camino, pero como me había dicho mi tío, todavía me quedaba mucho por recorrer.

Él estaba en su puerta, de pie bajo el marco. Sus ojos recorrían el área, abarcándolo todo. Menos a mí. Continué mi camino hacia adelante, con el corazón acelerado. Estaba tan feliz de verlo. Lo supe en el momento en que me vio. Sus ojos se abrieron más y me sonrió. Le devolví la sonrisa. Fue hacia mí.

"Kaoru," me dijo, mientras me abrazaba. "¿Dónde has estado?"

"He estado ocupada," le respondí con cierto misterio. "Tengo algo que decirte."

Él levantó una ceja, que asumí era por curiosidad. "¿Oh?"

"Sí. Pero no aquí," le dije con rapidez. "¿Hay algún lugar donde podamos hablar?"

Él asintió y me llevó al interior de la casa. Fuimos a la cocina y nos sentamos en la mesa. Por un momento, miré hacia las ventanas antes de enfrentar su mirada inquisidora. Respiré hondo antes de comenzar.

"He estado guardando secretos," comencé, tragando saliva "Es que, no he sido... del todo honesta. Sobre mí. Lo que soy," continué, mirándolo y en busca de una señal de cómo se lo estaba tomando.

Él rio. Era sorprendente. Yo pestañeé. "Oh, Kaoru," me dijo, sacudiendo su cabeza. "Está bien. Supe quién eras desde el segundo que te vi en la ventana."

"¿Que-tú-qué?" le pregunté, confundida.

"Eres la princesa," me respondió, asintiendo. "Lo sé."

"¿Y por qué no dijiste nada?" demandé.

"No era importante. Me gustas por ti," me dijo, tomando mi mano. "No por tu posición."

Miré por un rato nuestras manos entrelazadas. Entonces sonreí, levantando la mirada. Me gustaba cómo se sentía su mano tocando la mía. Suave y fresca. Maravillosa.

Volvió a sonreír. "Ahora dime, ¿dónde has estado? Al principio creí que se trataba de tus deberes reales, pero me habías dicho que sería por un par de días y ya ha pasado más de una semana."

Fruncí el ceño. ¿Podría decirle lo de Enishi? Y lo más importante, ¿qué le diría? No sabía qué hacer. Era difícil. Jamás le había contado a nadie sobre el abuso que sufría por parte de Enishi. Era demasiado difícil. Y nadie me creería. Al menos no dentro de la familia real. Tal vez mi tía era la única excepción junto con mi tío. Él no sabía lo que sucedía, pero tenía sospechas.

Me lamí los labios y miré a Kenshin. ¿Cómo se lo tomaría? ¿Sentiría asco? ¿Pensaría que estoy sucia? Tragué en seco. No podría soportarlo. Podía sentir las lágrimas acumulándose en mis ojos y parpadeé rápidamente para alejarlas, esperando que él no lo notara. Debería haberlo sabido.

"No ha pasado nada," susurré, apartando mis manos de las suyas. "Prometo no volver a demorarme para nuestros encuentros."

"Kaoru," me dijo él con suavidad, su mirada absorbiendo la mía. Aparté la mirada. Me sentía tan avergonzada. Y ni siquiera sabía por qué me sentía así. ¿Vergüenza de mí misma? Quizás. Lo cierto era que no me sentía digna a sus ojos.

"¿Sí?" respondí, cruzando mis manos.

Él frunció el ceño. "Kaoru, ¿qué sucedió?"

"Nada," dije rápidamente. No estaba lista para esta conversación. Para nada.

"Kaoru," repitió mi nombre por tercera vez, esta vez con un leve atisbo de advertencia en su tono, "¿Qué sucedió? Si fue ese hombre-"

"¿Qué?"

"El tipo con el que te vi el otro día. Él te empujaba."

Parpadeé. "No," mentí. "No."

Me miró por un largo tiempo antes de volver a hablar. "Puedes decirme," dijo con tranquilidad.

Y no supe qué hacer. Sonaba tan convincente. Como si todo fuera a estar bien si le contaba. Como si nunca fuera a volver a pasar. Volví a mirarlo a los ojos, buscando en sus profundidades algo que me motivara. Seguridad. No quería que me odiara. Estaba segura de que lo haría, si llegaba a saber. Después de todo, no estaba casada y estaba... deshonrada. Cualquiera sentiría asco. Lo sabía.

Y aun así, sus ojos me prometían que todo estaría bien. No sé qué vi exactamente en sus ojos color violeta, pero quise sacar a relucir mi alma. Y lo hice. Dios, lo hice. Me desplomé. Las palabras salieron antes de detenerlas, así como las lágrimas. Recorrían mis mejillas mientras sollozaba al contar mi historia, de principio a fin.

En un momento, él se puso de pie y se sentó junto a mí, atrayéndome a su pecho. Me aferré a su camisa y lloré. Se sintió tan bien. Lloré más y más. Aunque me sentía aliviada en parte. Lo había sacado. Se sintió bien decirle a alguien.

Me mantuvo en su abrazo hasta después de que mis sollozos pararon y se lo agradecí. Aunque, después de un rato, comenzó a apartarse. No me dejó ir, pero levantó mi cabeza para que pudiera mirarlo. Su mirada ardía con una emoción sin nombre. No pude identificarla. No estaba segura de querer hacerlo.

"No permitiré que te vuelva a hacer esto," me juró, con su mirada sosteniendo la mía.

Dejé salir un suspiro entrecortado. "No puedes prometer eso," le dije. "No estás allí."

"Pero estaré," replicó. "Estaré."

"No entiendo."

"Tu padre me dio trabajo," explicó. "Debo partir al palacio esta semana. Iba a decírtelo hoy."

Me congelé ante esas palabras. Él iba a instalarse en el palacio. "¿Qué...?"

"Voy a ser el guardaespaldas y protector de la única heredera al trono. Tu tío lo consideró necesario," dijo, mientras sus pulgares acariciaban mis mejillas.

"Yo..."

"Estaré contigo siempre de ahora en adelante."

No sabía qué decir. Enishi iba a tener que vérselas con Kenshin de ahora en adelante. Por un momento, me preocupé cuando esas palabras resonaron en mi cabeza. Sé todo sobre tu nuevo amante. Enishi era un oponente formidable. Era habilidoso en varias formas de lucha. Pero Kenshin también debería serlo, por algo mi padre lo eligió.

Finalmente, sonreí. Confiaba en Kenshin. Confiaba en él para mantenerme a salvo. Confiaba en él para protegerme. Y, quizás, sólo quizás, confiaba en que podría amarlo. Me moví y capturé sus labios con los míos en un beso suave y casto. Se apartó después de un momento, sonriendo.

Todo estaría bien.

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