Compartir cama y proteger.
Una brisa hizo sonar los cristales, rompiendo el silencio de la mañana. Respiró al escucharlo y sintió cómo su cuerpo empezaba a despertar. Ayudó que estuviera en la sala mientras se ponía de pie, porque era natural que se estirara con más entusiasmo en esas épocas. Aunque, Bond no dejaba de apreciar el dormir junto a Anya en su habitación.
Tomando un nuevo aire, bostezó y se dirigió hacia su plato de comida. Por suerte, aún quedaban restos de lo que su dueño le había preparado la noche anterior.
—¡Borf! —ladró, disfrutando de acabar con todo.
Mientras comía, escuchó sonidos que llamaron su atención. Se movió hacia el origen de los sonidos, recordando las instrucciones de su dueño para proteger la casa. La última vez que estuvo en una situación similar, recibió doble ración de comida.
Al final del pasillo, vi a dos personas. Su dueño, que tan solo llevaba unos pantalones grises puestos, parecía tener a su pareja arrinconada. Su cabello estaba desordenado, pero su pareja se lo acomodó mientras también ajustaba el vestido que llevaba, dejando expuestas sus piernas. Aunque los intentos parecieron inútiles cuando las manos de él subieron nuevamente, presionando.
A pesar del aspecto poco común de los adultos, Bond no dudó en acercarse.
—Loid, yo… —empezó Yor, pero sus palabras fueron interrumpidas por la intrusión de su esposo en su cuello.
—Todavía tenemos algo de la mañana —le rogó él. Su intromisión se convirtió en un descenso rápido hacia el valle de sus senos—. Yor… —añadió, respirando con pesadez.
La comisura de la boca de Yor se torció y negó con la cabeza. Su esposo la deseaba profundamente, y ni siquiera el flequillo sobre parte de su rostro podía ocultar su mirada cargada de lujuria. Sin embargo, tenía que resistirse a entregarse. De lo contrario, llegaría tarde al trabajo.
—Loid, no puedo quedarme —dijo con un intento de sonar enfadada, pero se detuvo ante las sensaciones en su cuerpo. Todo estaba subiendo y bajando dentro de ella. Y no solo era su respiración, sino todo lo que sentía como un volcán a punto de hacer erupción—. Mi trabajo, yo, llegaré tarde… —añadió, usando toda la concentración que no había perdido aún debido a su esposo.
—No me importa —la interrumpió—. Trabajas todo el día y siempre llegas cansada. ¿Por qué no puedo compensarte con una sesión matutina para que estés relajada en el trabajo?
Yor jadeó con exasperación cuando notó lo apretado que estaba el pantalón de Loid contra ella. Si no lo conociera, pensaría que tenía algún objeto raro escondido en los bolsillos de su pijama. Sabía que no tenían mucho tiempo, quizás una media hora antes de que la casa volviera a cobrar vida y tuvieran que empezar con sus rutinas diarias, pero no le importaba si eso significaba relajarse un poco antes de afrontar el día.
—Está bien —expresó, acercándose al rostro de su esposo y respirando pausado sobre él—. Pero llegaré tarde al trabajo por tu culpa.
Loid interrumpió su ataque y observó a su esposa. Hizo una pausa por un momento y luego asintió. Reforzó su entusiasmo apretando su cintura y acortando más la distancia entre ellos.
—Estoy más que feliz de hacerte llegar tarde —admitió con picardía.
Una mirada de diversión cruzó el rostro de Yor y casi de inmediato, se movió y besó los labios de Loid. Sin embargo, un instante después, miraron hacia abajo y descubrieron que tenían un espectador.
La pareja se separó de manera repentina, como si hubieran cometido un terrible acto.
—Hola, Bond —saludó el hombre con cierto nerviosismo. Trató de arreglar su pantalón de manera sutil para que no fuera evidente que estaba apretado—. Veo que decidiste levantarte temprano.
A pesar de la obvia interrupción causada por Bond, Yor sonrió, divirtiéndose con la reacción de su esposo. Contempló su rostro y cómo se controlaba mientras acariciaba la cabeza del perro y hablaba de su comida. Luego, sus miradas se encontraron.
—Podrías llevarlo a pasear —sugirió de forma simple. No necesitaba tener un sentido agudo para darse cuenta de cómo el semblante de Loid cambiaba abruptamente—. Iré a prepararme para el trabajo.
—¿Tienes que trabajar? —preguntó Loid y la miró. No había querido sonar duro ni nada por el estilo, pero estaba sorprendido de que trabajara en sábado—. ¿De verdad no…?
—Solo será por unas pocas horas. Volveré antes de la cena —indicó Yor después de notar el disgusto en el rostro de él. Esa preocupación no solo era por la actividad interrumpida—. Estaré bien.
Loid se detuvo por un momento, observando a su esposa como si estuviera evaluando sus razones. Una parte de su mente, la que aún mantenía su perspectiva de espía, pensaba en investigar las actividades del ayuntamiento en un sábado. Sin embargo, la otra parte le decía que debía esperar algunas horas para mostrarle a Yor lo que estaba guardando en su zona inferior.
—Bien.
Yor frunció el ceño al recibir esa respuesta corta y se acercó para acariciar la mejilla de su esposo con suavidad.
—Loid —dijo con un tono grave. La emoción del momento anterior había sido reemplazada por la seriedad—. ¿Qué sucede? Es mi trabajo y tú nunca sueles ponerse así por eso.
—Sí, es solo que —comenzó él, pero se contuvo—. Ahora que estamos así, yo —y vacilando un poco, decidió agregar—. Quiero recuperar el tiempo perdido.
Ella soltó un suspiro al escuchar la confesión de Loid. Estaba claro que él aún estaba lidiando con sus emociones y que la necesidad de no alejarse era abrumadora. Especialmente porque el sentimiento de culpa por romper su acuerdo inicial todavía lo afectaba.
—Esto apenas comienza, Loid —le recordó. Yor tomó ahora ambas mejillas de su esposo entre sus manos con ternura—. No perderemos el tiempo por solo unas cuantas horas fuera de la cama.
El toque suave de Yor relajó a Loid de manera instantánea. Aunque sus manos tenían cicatrices que las hacían ásperas, como una lija, era el afecto lo que convertía en un ser deseoso de no alejarse de eso en ningún momento.
Ese último intercambio estremeció a Bond y lo dejó bastante confundido. Sabía que los adultos no dormían juntos desde que había llegado, pero no se había dado cuenta cuando ocurrió el cambio.
«¡Papi y mami no deben pelearse!», recordó las palabras de Anya. Lo más importante era que se llevaran bien.
Bond se dispuso a oler hasta que le llegó un aroma particular. Al principio, se sintió desorientado, pero de alguna manera aclaró su mente. Los aromas de los adultos estaban mezclados.
Sin poder creerlo, empezó a menear su cola y brincar. Ya podía escuchar a Anya fascinada por su descubrimiento, prometiendo darle premios caninos, pero había algo que también lo hizo sentirse emocionado. Era parecido a cuando su dueño le había platicado en el parque.
Aunque antes de que pudiera alcanzar una conclusión, fue interrumpido.
—¡Tranquilízate, Bond! —pidió Loid frenando los brincos. De un momento a otro, Bond se había comenzado a zarandear—. Supongo que no tengo más opción que sacarte de paseo, ¿eh?
Yor se carcajeó, viendo el intercambio con mucha dulzura.
—Puede que suene extraño, pero siento que Bond está feliz por nosotros.
Los ojos de Twilight se dirigieron al perro, mientras las palabras resonaban en su cabeza. Algo en la expresión de Bond, su cola moviéndose con tanta expresividad y su insistencia en querer estar entre Yor y él, hizo que lo considerara.
—No sería la primera vez que algo así pasa —concluyó.
Yor le dio un último beso a su esposo y se dirigió hacia su habitación. Loid mantuvo una sonrisa en su rostro hasta que la mujer se perdió de vista y observó cómo Bond frotaba la cara contra su pierna.
«Tal vez podría no tener sentido, sin embargo…».
Twilight decidió agacharse y quedar cara a cara con su perro.
—Si te doy más comida, ¿puedes guardar el secreto por un tiempo? —le preguntó a Bond—. Esto es nuevo para mí y quiero hacer las cosas bien. Además… —con cierta duda, añadió—. Ella todavía no sabe todo lo que soy.
El perro asintió sin vacilar demasiado. Algo en Twilight despertó una alerta sobre el hecho de que su mascota parecía comprender la situación, pero al final, una de sus manos libres solo lo acarició y se limitó a sonreír.
No podía juzgar a Bond si tenía uno o dos secretos. Hasta donde habían llegado las investigaciones, era posible que los perros del proyecto Apple tuvieran intervenciones científicas de un nivel siniestro que WISE no había descifrado completamente. Pero las primeras indicaciones apuntaban al desarrollo de habilidades especiales.
Si Bond, su perro, el perro que había salvado a Anya, tenía algo que ocultar, significaba que era adecuado para la familia Forger.
—Gracias, Bond —dijo mientras volvía a mirar a su perro. Este lo observaba—. No importa lo que tengas, te protegeré.
Loid notó cómo la expresión de su perro cambió, y en ese momento, supo que no solo tendría que cuidar su nueva relación. Pero como era un padre y esposo responsable, protegería todo lo que le importaba.
Nota de la autora: En las historias las primeras sospechas de Twilight siempre van con Yor y Anya, pero ahora decidí partir desde Bond, dado que sus intercambios son especiales.
Pensaba en hacerlo corto, pero las ideas estaban trabajando en mi cabeza para lo contrario, incluso si se aleja un poco de que sea para la Twiyor Month.
Nos estamos leyendo en la próxima actualización.
Ciao.
