La oscuridad avanza, el final parece inminente.
Deseo la muerte, anhelo que la liberación llegue pronto y ponga fin a mi agonía. Pero incluso en ese abismo de desesperación, me encuentro ante una realidad incierta.
¿Puede mi tormento llegar a ser completado por ser devorado por esta criatura, Ley Batenkaitos?
La pregunta queda flotando en mis pensamientos sin respuesta.
—No te preocupes, kekeke, comer y comer es mi gran camino, pero me gusta disfrutar de platillos bien preparados —Ley habla, su risa resuena en mis oídos—. Ahora, tú eres más que mi platillo, pero puedo cambiar de opinión si me ofreces algo delicioso.
Sus palabras destilan un tono macabro, pero mi mente está enredada en una confusión caótica.
¿Podrá realmente consumirme con su habilidad?
¿Habré dicho algo en voz alta?
¿Por qué todo esto es tan surrealista?
Estoy harto.
Mi visión se desvanece, y me adentro en un mundo de oscuridad y sonidos. A medida que el ruido de los cañones comienza a llenar mis oídos, la risa de Ley se mezcla con las explosiones a lo lejos.
—Parece que los subestimé, quizás puedan derrotarla, kekeke —comenta Ley, tocando mi pecho. El dolor regresa a mí con intensidad, y me veo forzado a abrir los ojos, sin embargo, ni siquiera puedo gritar—. No puedes ser devorado por mí en este momento
La visión vuelve a desaparecer, y me encuentro tosiendo débilmente, incapaz de entender lo que sucede.
¿Cómo supo que pensaba en eso?
¿Acaso lo expresé en voz alta?
Cuestionamientos confusos se arremolinan en mi mente mientras me siento impotente, atrapado en un cuerpo inmovilizado.
Mi mente se desvía, divagando entre pensamientos que se desvanecen en la confusión. La risa de Ley persiste en mis oídos, un eco ominoso que resuena en mi cabeza mientras maldigo el haberme perdido en pensamientos irrelevantes.
Soy un espectador silencioso, incapaz de moverme o de usar mi magia.
En un instante, me siento como un cadáver en vida.
—Un arzobispo te ha salvado la vida. Deberías sentirte honrado. Normalmente no haría esto y devoraría todo de ti, ya que la comida es algo muy importante: comer, devorar, tragar, saciar —las palabras de Ley suenan cerca. De repente, siento un dolor punzante en mi pecho. Algo penetra mi carne y atraviesa mi esternón.
No puedo evitar un gemido de dolor que se ahoga en mi garganta.
A pesar de mi inmovilidad, siento como si algo dentro de mí se hubiera activado.
Una sensación fría, como si una pieza de rompecabezas hubiera encajado en su lugar. Sin embargo, una sensación eléctrica recorre todo mi cuerpo en un instante y el mundo se desdibuja a mi alrededor.
En un abrir y cerrar de ojos, mi consciencia se reanima y mis ojos se abren nuevamente. Desconcertado y aún aturdido, observo a mi alrededor mientras intento comprender lo que ha sucedido.
Ley está ahí, sonriendo de manera siniestra, como si estuviera disfrutando del espectáculo de mi agonía.
—No hagas nada, te estoy haciendo un favor —Ley se burla, su sonrisa es como la de un depredador mientras continúa hablando—. Tienes un gran miasma, tanto que pensé que eras uno de los nuestros, kekeke. Comerte sería delicioso, pero no hay nada más delicioso que consumir un platillo que he estado esperando.
Mis ojos bajan, y veo lo que ha clavado en mi pecho. Un cristal negro, rodeado por una bruma violeta similar al miasma. Es una visión perturbadora, y una punzada de pánico me recorre.
La punta del cristal es blanca y parece moverse hacia abajo.
—¡AGGGHHH! —grito con todas mis fuerzas, sacudiéndome en un intento desesperado de librarme del cristal que me perfora.
Mi cuerpo se tensa con una fuerza que nunca había sentido, como si una descarga eléctrica hubiera recorrido cada músculo y nervio en mi ser.
Cada parte de mi cuerpo se tensa y se siente como los músculos empiezan a desgarrarse, pero una sensación extraña parece emanar de donde el cristal está clavado.
...
El dolor es asfixiante, opresivo y envolvente.
Puedo sentir cada pequeña parte de mi cuerpo, cada fibra, cada rincón de mi ser mientras se calienta y se estira. Mi visión se desvanece y regresa en ráfagas, como si estuviera atrapado en un sueño febril.
Mis intentos de moverme, de cambiar de posición, solo intensifican el dolor. Siento cómo mis huesos se desplazan en direcciones imposibles, cómo mi carne se estira y se retuerce en formas inhumanas.
El sonido de mis propios gritos se mezcla con las risas macabras de Ley, y la línea entre el dolor físico y mental se desdibuja en un torbellino infernal.
—¡YAAAA! —grito una vez más, mi voz cruza el umbral del dolor. Caigo en la inconsciencia una vez más, atrapado en un torbellino de sufrimiento que parece interminable.
...
La sensación de agonía y confusión, entre la lucha por moverme y el deseo de que todo termine. Intento mantener mi mente centrada, buscar un atisbo de claridad en medio del caos.
Pero el dolor es abrumador, mis pensamientos se desvanecen y regresan en fragmentos, y el mundo a mi alrededor se convierte en una mezcla de sonidos distorsionados y visiones fragmentadas.
Mi maná parece estar bloqueado, inaccesible, y me siento atrapado en una trampa de sufrimiento que no tiene fin.
...
Mi mente es una mezcla turbulenta de dolor y confusión. La voz siniestra de Ley resuena en mis oídos, mezclándose con las sensaciones agonizantes que se desatan en mi cuerpo.
El cristal clavado en mi pecho parece estar liberando su contenido en mí, y cada vez que caigo en la inconsciencia, el tormento parece multiplicarse.
El tiempo pierde su significado, y estoy atrapado en un ciclo interminable de dolor, desvanecimiento y regreso. Intento buscar una forma de escapar de este tormento, de liberarme de las garras de Ley y su tortura implacable.
Mi mente intenta aferrarse a algún pensamiento coherente, pero el dolor lo distorsiona todo, y la realidad se desdibuja.
Un atisbo de esperanza parece aparecer cuando siento que mis hombros se mueven por sí solos, como si estuvieran encajando en su lugar. Pero la esperanza se desvanece rápidamente cuando descubro que no tengo control sobre mis extremidades.
Mis dedos están doblados en formas incomprensibles, y cada intento de movimiento solo trae consigo más dolor y desesperación.
—¡PARA! —mi grito desgarrador se mezcla con la risa macabra de Ley. Mi voz suena débil y ahogada, como si estuviera luchando por emerger de las profundidades del tormento.
Pero mis palabras caen en oídos sordos, y el sufrimiento continúa sin piedad.
—JAJAJAJAJA —Ley ríe con una malicia aún mayor. Su voz se convierte en un eco distorsionado en mi mente, una risa que parece resonar en cada rincón de mi ser—. Te estoy haciendo un favor, mi querido platillo estrella. La recuperación duele un poco, pero pronto estarás más fuerte y jugoso.
Cada palabra de Ley es como un golpe más a mí ya maltrecho espíritu. Siento como si estuviera perdiendo la cordura, atrapado en un infierno de sufrimiento del que no hay escape.
Los choques eléctricos que recorren mi cuerpo son una tortura interminable, y el mundo a mi alrededor se desdibuja en una maraña de dolor y delirio. Mi carne se desgarra solo para volver a unirse, la sangre toma el olor solo para evaporarse.
Solo puedo aferrarme a la última chispa de consciencia que queda en mí, y esperar que este tormento llegue a su fin.
...
La tormenta de dolor y delirio continúa, y mi cuerpo parece estar fuera de mi control. Los movimientos erráticos y descontrolados de mis extremidades me recuerdan a marionetas manipuladas por cuerdas invisibles.
Cada intento de movimiento solo trae consigo más sufrimiento, y mi mente se tambalea al borde de la desesperación.
...
La voz burlona de Ley sigue resonando en mi cabeza, mezclándose con las sensaciones agonizantes que asolan mi cuerpo.
Cada palabra que pronuncia es como un cuchillo que se clava más profundo en mi tormento.
Sus comentarios sobre la comida y la preparación solo aumentan la sensación de que estoy siendo desgarrado y triturado en una pesadilla interminable.
...
La sensación de calor finalmente recorre mi cuerpo, y la sangre parece fluir de nuevo por mis venas.
Pero esto trae consigo un nuevo y aterrador desarrollo: mis músculos comienzan a contraerse, como si estuvieran siendo exprimidos por una fuerza invisible.
Cada fibra muscular se tensa hasta el punto de que siento que mis huesos podrían romperse más en cualquier momento.
...
El cristal en mi pecho ha llegado a la mitad de su contenido, y la parte visible de este se ha vuelto completamente blanca. No puedo entender qué está sucediendo, mi mente está enredada en una maraña de agonía y confusión.
El mundo a mi alrededor se desdibuja, y todo lo que queda es el dolor que parece envolverme como una oscura niebla.
...
La intensidad del tormento parece aumentar de manera exponencial. Siento que mi cabeza se contrae y expande de manera grotesca, y cada pulso de mi corazón parece traer consigo una oleada de sufrimiento.
—¡MATAMEEEEEEE! —grito con todas mis fuerzas, intentando que alguien escuche— ¡YAAA!
Intento abrir mis ojos con fuerza, pero la visión está nublada por lágrimas y sangre. Mi boca se abre en un grito mudo mientras trato desesperadamente de liberar el dolor que me consume.
...
La línea entre la realidad y el delirio se desvanece por completo.
Estoy atrapado en una pesadilla de sufrimiento inimaginable, incapaz de comprender lo que está sucediendo a mi alrededor.
La intensidad de la agonía parece alcanzar un punto insoportable, y mi mente se aferra a cada destello de consciencia que logra mantenerse a flote.
La voz de Ley sigue retumbando en mi cabeza, sus palabras se mezclan con el dolor y la confusión, formando un caótico coro de tormento.
—ah... que desperdicio, si, si, es un desperdicioo total —Ley empieza a lamentar, mientras que empiezo a sentir como en mi puerta algo está entrando a la fuerza.
Cada instante se convierte en una lucha feroz por mantenerme en pie, incluso cuando mi cuerpo parece querer desmoronarse por completo, este se recupera para volver a romperse.
—¡AGGGGHHH! ¡QUITALO! —intento mover mis brazos, pero el solo intentarlo hizo que el dolor incremente al punto de desvanecerme nuevamente.
…
Una sensación nueva e incomprensible empieza a invadir mi puerta, una fuerza que desgarra y rompe en su camino.
Mi mente apenas puede comprender lo que está sucediendo, pero es diferente de todo lo que he sentido antes. Mi instinto me lleva a apretar mis manos con fuerza, y siento que algo dentro de mí empieza a ceder.
...
Otra vez, abro los ojos con dificultad, y una nueva oleada de sufrimiento me golpea mientras intento inclinarme para liberar el cristal que está en mi pecho.
Pero antes de que pueda hacerlo, un golpe brutal de Ley me alcanza en el rostro, rompiendo mi nariz y dejándome sin aliento mientras la sangre fluye sin control.
Mi cuerpo está en caos, y la lucha por mantenerme consciente se convierte en una batalla desesperada.
Intento gritar, intento moverme, pero todo lo que hago parece aumentar el sufrimiento que siento.
Mi corazón late con fuerza en mi pecho, como si estuviera a punto de explotar, y una opresión se extiende por todo mi ser, haciéndome sentir como si estuviera a punto de despedazarme.
—¡Mátame de una vez! —grito, mientras intento mover mi cuerpo, logrando solo mover mis manos de forma desenfrenada.
—Si tan solo no hubiese venido a su nombre, pero al menos siempre me lleva deliciosos platillos, una comida, un postre, bebida cosas deliciosas que me hacen desear más y más.
El grito de mi desesperación se mezcla con las palabras de Ley, sus menciones de comida y placer se suman al caos en mi mente.
Cada intento de movimiento se convierte en una lucha cuesta arriba, y el dolor es tan abrumador que siento que podría perder la razón en cualquier momento.
Mi cuerpo se retuerce, mis manos se agitan frenéticamente, y cada centímetro de mi ser parece estar al borde de un colapso total.
...
La desesperación y el sufrimiento siguen atormentándome, y parece que no hay escape de esta pesadilla. Las palabras de Ley resuenan en mi mente, mezclándose con la risa burlona que parece no tener fin.
No puedo encontrar una salida, no puedo encontrar un respiro. Mi mente lucha por mantener la cordura mientras cada intento de movimiento es respondido con más dolor y angustia.
El mundo se distorsiona a mi alrededor, todo parece estar en caos, y la sensación de estar atrapado en una espiral interminable de tormento me consume por completo.
Anhelo la muerte, anhelo la liberación de este sufrimiento insoportable.
—Mátame... por favor —murmuro con dificultad, intentando hacerlo acabar con esto de una vez.
...
El deseo de la muerte se arraiga en mi mente, anhelando la liberación de este tormento insoportable. Pero incluso esa opción me es negada.
…
Sin fuerzas para resistir, me veo atrapado en un ciclo interminable de agonía y desvanecimiento. Cada vez que recupero la consciencia, imploro internamente que alguien acuda a matarme.
«Satella... por favor»
La risa siniestra de Ley aplastó cualquier esperanza que hubiera quedado en mí.
Siento que mi mente se tambalea al borde del abismo, incapaz de comprender lo que estaba sucediendo, atrapado en un ciclo de dolor y confusión.
Este mundo esta defectuoso.
Este mundo, que antes conocía y entendía, ahora parece torcido y distorsionado. La realidad misma parece haberse desvanecido, dejándome atrapado en un laberinto de sufrimiento del cual no había escape.
...
La idea de reiniciar, de volver atrás y evitar esta lucha, toma forma en mi mente.
…
¿Valdría la pena enfrentar de nuevo todos los desafíos para evitar este tormento?
La decisión se forma lentamente en mi mente: "Reiniciaré". Es una opción que ni siquiera debería existir, pero aquí estoy, enfrentando el abismo y contemplando la posibilidad de volver atrás en el tiempo.
…
Mi supervivencia se convierte en la prioridad absoluta. No soy un héroe destinado a luchar por los demás; soy un ser humano que busca la salvación propia.
…
Como si fuese acto de magia todo el dolor desaparece, sintiendo una refrescante sensación en mi cuerpo.
Abro los ojos a un mundo donde la agonía ya no me consume. Pero mis manos tiemblan y mi mirada refleja el miedo arraigado en mi ser.
—Si me traes a alguien te daré un regalo mejor, deberías aprovecharlo mientras puedas. —Empieza a reír, mientras asoma su daga—. Para finalizar te enseñaré algo, como muestra de agradecimiento por el festín próximo.
Las palabras siniestras de mi captor resuenan en mis oídos, su risa maliciosa llenando el aire.
Su mirada de predador y su daga amenazante hablaban de un peligro inminente. Me inclino, forzando mi cuerpo a reaccionar, observando la situación con una mezcla de temor y determinación.
Hay algo dentro de mí que se niega a dejarse vencer, a permitir que la oscuridad se apoderara por completo. Aunque todo parece perdido, algo en mi interior sigue ardiendo, una chispa de resistencia que se negiega a extinguirse.
Este dolor… ¡NO! tengo que forzarme a seguir.
No estoy loco, no estoy loco.
O quizás, solo estoy demente.
Este alza su mirada con una sonrisa cargada de malicia, una sonrisa que hace que su sed de sangre resalte con un terror inquietante.
Sus manos se tensan, preparadas para desatar el caos, mientras finalmente logro girar mi cabeza y observar la situación.
Me inclino, mi mirada fija en lo que está por acontecer.
Quién lo habría imaginado, que la persona que vendría a mi rescate sería ella. Entre todas, la que le desee la muerte.
—¡No lo toques! —grita Crusch, avanzando a lomos de Grímnir.
Su expresión de determinación es genuina, y abro los ojos con fuerza para captar cada detalle de su figura.
Su cabello ondea en el viento mientras se acerca, su rostro refleja una mezcla de furia y preocupación, su presencia es imponente y majestuosa.
Mi corazón late, pero no es un latido de dolor, sino más bien de arrepentimiento.
Me prometí a mí mismo que no volvería a ser el mismo, pero ahora me doy cuenta de lo difícil que es cambiar.
No es pensar en cambiar, no es saber cómo cambiar, no es pensar que cambiaste, es cambiar lo que es difícil.
Me siento débil, lo sé.
No importa cuán inteligente sea, cuánto pueda resistir mentalmente o cuán maduro me considere. Si no soy capaz de cambiar después de cometer errores, entonces todo carece de sentido.
Ley estalla en risas, ejecuta un salto y lo único que logro ver es una cuchilla de viento que pasa zumbando. En un abrir y cerrar de ojos, se planta delante de Crusch.
Ella intenta defenderse con su espada, pero Ley aprovecha la inercia del salto para descargar una patada en su costado izquierdo, lanzándola desde Grímnir y haciéndola volar.
Crusch cae en pie, esta se arrastra usando su espada para mantener el equilibrio.
Grímnir galopa hacia mí, se acerca a una velocidad vertiginosa, y noto que en mi pecho ya no está el cristal. Ni siquiera queda una cicatriz que indique su presencia.
Como si todo hubiera sido una ilusión.
Mis ojos se dirigen hacia Crusch, quien parece entender la situación y confirma mis sospechas. Ella comprende que no es rival para Ley Batenkaitos.
—¡Marco! —exclama Crusch—. Gracias por salvarme antes. —Sonríe, guiñando un ojo.
No necesitas agradecerme.
De hecho, no lo hagas...
SS-Crusch La Dualidad del Destino.
Una vez en tierra, me encuentro en una de las conversaciones más incómodas que he tenido en mi vida. Este hombre acaba de presenciar una faceta mía que he mantenido oculta ante los demás.
Para mi sorpresa, él posee la habilidad de volar, un hecho que descubro después de verlo elevarse por los aires para enfrentar a una de las temibles bestias y salvarme.
Antes de elevarse de nuevo por los aires este me dice que vaya al campamento. Me pregunto por qué mantuvo esta habilidad en secreto, pero entiendo que este no es el momento adecuado para abordar ese tema.
Él está dispuesto a exponerse para atraer la atención de la bestia, tal como nos había advertido.
Lo observo alejarse, atrayendo la ira de la gran bestia y esquivando sus ataques.
No puedo evitar sentir admiración y respeto por su valentía y determinación.
Él es...
Giro mi cabeza, concentrándome en lo que debo hacer.
Él intervino y salvó mi vida en un momento en el que pensaba que todo estaba bajo control, pero me encontré al borde de la muerte. Yo, Crusch Karsten, siempre en constante entrenamiento, también candidata al trono.
Sin embargo, en esta situación, ese título no importa.
Cometí un error en el campo de batalla, uno que no pude prever.
Pero ahora, lo primordial es enfrentar y derrotar a esta feroz bestia. Después de varios minutos, lo vemos regresar a través de la densa niebla. Su figura es momentáneamente bañada por la luz del sol, un símbolo de esperanza en medio de la oscuridad.
Las personas a su alrededor lo miran con asombro y gritan emocionadas.
Aunque algunos murmuran sobre su naturaleza, la urgencia de la situación impide que profundicen en la discusión.
Él da instrucciones para preparar los cañones al oeste, mientras la bestia lo persigue enfurecida.
Su audacia es asombrosa. Ahora comprendo por qué mantuvo su habilidad oculta; al revelarla en este momento crítico, garantiza que se le tome en serio y que otros se atrevan a enfrentar al enemigo.
Mis pensamientos quedan en pausa mientras lo contemplo, impresionada por su presencia y valentía.
Me has dejado sin palabras, Marco Luz.
Tras varios minutos la situación se vuelve tensa, no hay señal de Marco y de la ballena, por lo que realmente empiezo a sentir esa ansiedad en mi corazón.
—¡Betty! —la voz de Emilia me saca de mi ensimismamiento y volteo para ver lo que está ocurriendo.
El espíritu de Marco sostiene su cabeza con desesperación, llorando intensamente mientras Emilia intenta consolarlo. Entre sollozos, el espíritu articula algunas palabras.
—Emilia —sus palabras están cargadas de dolor y se dirigen a Emilia—. Marco...
Al escuchar esto, mi mirada se dirige al oeste. La bestia ha desaparecido de nuestra vista. Un nudo de ansiedad se forma en mi pecho.
Algo no está bien; la bestia se está moviendo de manera anormalmente rápida. No debería tomar tanto tiempo para que vuelva a aparecer.
No permitiré que algo le pase.
—¡Voy a buscarlo! —exclamo, corriendo hacia el dragón que me han proporcionado para alcanzarlo.
Sin embargo, el dragón de Marco se interpone en mi camino, gruñendo con determinación. Parece estar igualmente preocupada.
Ha ganado su confianza y lealtad de manera innegable.
—¡Vamos! —avanzo a toda velocidad, deseando encontrarlo a salvo—. No permitas que algo malo le ocurra ahora, Marco Luz.
Tenemos una promesa que cumplir.
