Una ola electrizante paralizó mi cuerpo. Era una sensación nueva, podía sentir los músculos contraerse y a mis sentidos totalmente entorpecidos por el choque. Caí al suelo, apenas logrando interponer las manos para no tocar el concreto con mi rostro.

Te lo preguntaré una última vez —el hombre de anteojos se arrodilló delante de mí—. ¿En dónde está Optimus Prime?

No podía respirar, mis pulmones se asfixiaban a causa del gas que me habían rociado antes. Todo me daba vueltas. La razón de no haberme desmayado, es gracias a unos brazos que están sujetándome y no son nada delicados, por cierto.

¿Q-Qué fue l-lo que me hicieron? —logré articular con dificultad. Mi garganta ardía, no tenía las fuerzas suficientes para hablar y respirar al mismo tiempo.

No sé en dónde estoy. No sé lo que sucede. Simplemente me encuentro aquí atrapada con estas personas. ¿Quiénes son estas personas? Tampoco tengo idea. Un día aparecieron y todo lo que construimos se derrumbó.

Entre voces y luces cegadoras, hice un esfuerzo por levantar la cabeza y visualizar al hombre que me estaba interrogando. Mi visión era borrosa, pero distingo sus anteojos y esa frívola mirada que me señala. Escucho sus risas por un momento, luego me enseña algo en su mano que no puedo reconocer.

Hemos estudiado tu caso durante años, considero este encuentro un privilegio —me respondió—. Has jugado demasiado con un poder que solo un dios debería poseer.

¿Q-Qué es lo que quieres? —volví a preguntar.

Ya es tiempo de que alguien le dé un verdadero propósito a lo que el universo ha puesto a nuestro alcance —se retiró los anteojos mientras hacía una pausa, después me miró para seguir—: El poder de la creación.

Un mal presentimiento me atacó en forma de un nudo en el estómago. La confusión y el pánico aumentan dentro de mí. Me siento impotente en este estado tan vulnerable.

Están buscando ganar una guerra que no ha iniciado —dije entre dientes.

Te equivocas —me señaló y se puso de pie—. La guerra ya comenzó, tus amigos extraterrestres la iniciaron y nosotros la terminaremos.

¡No sabe lo que está diciendo! —exclamé, luchando contra el agarre que me aprisionaba—. Créame, será el mayor error que cometerá.

El hombre caminó en círculos, emitía un chasquido cada par de segundos cómo si tratara de calmarse. Al final se detuvo y me ofreció una falsa sonrisa.

¿Vale la pena esto, Grace? —su pregunta me desconcertó, no dejé que lo notara—. ¿Valió la pena tu dolor y sufrimiento por proteger a un montón de metal alienígena? Dime, ¿Dónde están ellos ahora?

Debería dejar de cuestionar las decisiones de otros y comenzar a cuestionar las suyas.

Lo que yo hago es por mi nación, ¡Por mi especie! —gritó—. Mírame, estamos del mismo lado. Somos humanos. Tú y yo. Podemos ayudarnos.

Al diablo su patriotismo —le contesté cansada—. Yo estoy del lado de la libertad, peleo por lo justo.

El silencio puso en evidencia que mis palabras no fueron de su agrado. El hombre volvió a colocarse los anteojos tras un largo rato, posteriormente hizo un ademán con el que le indicó a una tercera persona que entrara a la sala. Era menos anciano y usaba una gabardina negra.

Si algo he aprendido en todos mis años cómo agente de la CIA, es que algunos trabajan mejor bajo presión —el secuaz a su lado le ofreció un objeto, después de tomarlo, él se inclinó hacía mí—. ¿Te has preguntado cuántos voltios soporta un humano ordinario?

No pronuncié ni una sola palabra, pero era consciente de que lo que tenían preparado para mí no sería amigable.


Desperté de un salto. Inmediatamente me senté en la cama y pasé la vista sobre el lugar. Tan pronto reconocí las paredes y las cortinas pude relajarme. Estaba en casa. O al menos eso se supone que es, temporalmente.

Volteé hacia la ventana, la luz del sol era tan intensa que me obligó a tallar mis párpados. Solté un largo bostezó y estiré los brazos antes de levantarme. Caminé desganada hasta el baño para lavar mi rostro. El agua fría ayudó a despertar mis sentidos. Me observé en el espejo durante un corto instante, ver mi reflejo es cómo ver a la culpable de todo. Tal vez no sea cierto, pero así me hace sentir.

Sacudí la cabeza, disipando esos pensamientos. No era momento de lamentarse.

Reuní fuerzas para salir de ahí, busqué algo simple que ponerme en el armario y bajé a la cocina. En el trayecto miré de reojo a la figura que estaba en el sofá pero me concentré en mi misión de preparar café. Es una costumbre que adquirí, me ayuda a no perder la cabeza y mantener la cordura desde hace unos años.

—Se terminó desde ayer —cerré los ojos al oír la noticia—. Hubiera ido a comprarlo pero intento reparar esto.

Devolví la taza que había tomado y eché un vistazo a la otra habitación. Atrajo mi curiosidad que Todd estuviera tan ocupado revisando la radio. Me dirigí hacia allá para averiguar el problema.

—¿Qué es lo que tiene? —pregunté inquieta. No parecía marchar nada bien.

—Creo que ya no está retransmitiendo el mensaje —respondió ocupado—. Necesito una antena satelital. Le daría más potencia.

—Claro —solté sarcástica—. Y entonces hasta el presidente sabría que estamos aquí.

—Solo digo que deberíamos intentar —insistió—. Alguien tiene que advertirles a qué lugares no acercarse.

—Lo sé —mi voz flaqueó, traté de no perder la compostura—. Sigue intentando —le pedí—. Voy a ir a la tienda.

—¿Quieres qué te lleve?

—No, está bien —dije dándome la vuelta—. Iré en bicicleta. Son cómo 10 minutos.

Crucé de prisa la puerta que me condujo al exterior. Fue revitalizante sentir los rayos del sol en mi piel. Di un par de vueltas con los brazos extendidos y dejé que el viento despeinara mi cabello.

Con un poco más de motivación, me encaminé hacia la cochera situada justo detrás de la casa. Mientras me encargaba de abrir, pude oír el sonido de la televisión encendida del otro lado. Sonreí anticipadamente, ya sabía que es lo que me encontraría una vez que la puerta terminara de alzarse.

—Buenos días, Bee —saludé al Camaro, recubierto de pintura mayormente negra, y me coloqué junto a él. De esa forma pude descubrir que clase de película estaba viendo esta vez en el pequeño televisor—. ¿Volver al Futuro? Ya la repetiste tres veces esta semana —me crucé de brazos y elevé una ceja—. ¿Quieres que te consiga otra?

Bee suele vivir gran parte del tiempo en esta polvorienta cochera, lo cual no me enorgullece. Es cómo haber regresado al principio.

Negativo.

—Sé que era la favorita de Sam —le di unas suaves palmadas en el capó—. Yo también lo extraño, pero él está mejor lejos de esto.

A veces me siento responsable de que Bee esté aquí conmigo. Él y Todd prácticamente fueron mis rescatadores cuando estuve en las garras de Cemetery Wind. No me gusta pensar en eso, por lo general suelo evitar recordar si es posible. El problema es que me atormentan incluso en mis pesadillas. Es difícil olvidar.

¿A dónde vamos hoy, Capitán?

—Lo siento Bee, solo yo —contesté, yendo hacia la parte trasera—. Iré en la bicicleta.

Me sentí culpable al escuchar sus gorjeos, pero así es cómo es ahora. Un minuto allá afuera y podrían localizarlo. Ya nada es seguro para nosotros, mucho menos para ellos. ¿En qué momento el mundo se tornó en nuestra contra? Es una pregunta que me roba el sueño todas las noches. Quizás nunca sabré la respuesta.

Me puse en marcha hacia la única tienda de este pequeño poblado. De todos los lugares que he visitado los últimos años, Texas no es el lugar ideal para vivir, aunque no está del todo mal. Llevamos dos meses aquí porque es discreto y Todd tiene una casa, más bien era de su padre, no importa. El punto es que no son las vacaciones que hubiera imaginado, aún así, ya me acostumbré a estar aquí.

NEST ya no existe. No puedo volver. Tampoco puedo tener contacto con nadie que haya conocido o los pongo en riesgo. Soy prácticamente un fantasma que vive en exilio a pesar de haber ayudado a salvar el mundo en múltiples ocasiones. Suena irónico. Pero no todo es tan malo. Trato de mantener una vida ordinaria, de vez en cuando me pagan por usar mis habilidades reparando cosas. No más peleas. No más peligro. Y no más dolor.

La luz en rojo del semáforo me hizo reaccionar. Puse los pies en el suelo y frené justo a tiempo en la esquina. El flujo de automóviles avanzó en ambos sentidos, esperé pacientemente mi turno de pasar. Fue en eso que un ruidoso claxon perturbó mis oídos. Di un salto en el asiento de la bicicleta y giré la cabeza en todas direcciones. No lo creí al verlo, un camión azul con flamas rojas cruzó delante de mí. El corazón casi se me sale del pecho.

—¿Optimus? —parpadeé varias veces y froté mis ojos. Al final, cuando lo miré de nuevo, me di cuenta de que únicamente era un camión azul y lo conducía un hombre.

Han pasado 5 años desde la última vez que nos vimos. Ocurrió luego de la batalla de Chicago. El último recuerdo que tengo de Optimus es que recibió un disparo que pudo o no haber acabado con su vida. No sé dónde se encuentra él. Ni tampoco sé dónde están los demás. Me estoy volviendo loca, lo veo en todas partes. Su recuerdo me persigue a donde sea que vaya y me hace sentir culpable.

Solté un suspiro y reanudé mi camino. Decidí andar a pie las dos calles que restaban, dejé la bicicleta a un lado de la entrada del local e ingresé a la tienda. Conozco estos pasillos de memoria, por lo que no perdí ni un segundo y fui a buscar el café. En lo que me debatía sobre cuál comprar, alcancé a escuchar a dos personas discutiendo. Me pareció extraño, pero no permití que interfiera en mi meditación.

Después de elegir la marca adecuada, tomé el frasco y lo llevé a la caja. Era ahí el origen del disturbio. El dueño y un hombre alegaban, me limité a poner en el mostrador lo que iba a pagar. Esperé incómoda a que terminasen de pelear.

—Si me disculpas, tengo una clienta real que atender —dijo dando fin a la disputa. Su mal genio cambió al dirigirse hacia mí—. Qué agradable sorpresa.

—Buenos días, señor Green —respondí, mostrando la mejor sonrisa que salió de mí.

—Pensé que ya no vendrías —comentó con extrañeza—. Estuve guardando tu pago.

—Dijo que viniera por el en miércoles —le recordé.

—Hoy es jueves.

No supe qué decir enseguida. Fue un poco impactante saber que perdí la noción del tiempo. Hace tanto que dejó de importarme.

—Lo siento —me disculpé—. Estuve... ocupada.

No era cierto.

—No hay problema —se agachó para buscar debajo del mostrador y obtuvo un sobre que me entregó—. La televisión que arreglaste quedó magnífica. Gracias a ti no me perdí el partido.

—Es bueno saberlo —estiré la mano para alcanzar el sobre, lo guardé en el bolsillo de mi chaqueta en lo que se encargaba de escanear el café.

Mi cerebro se distrajo a causa de la pila de periódicos que estaban a mi derecha. La primera plana era una imagen de la batalla de Chicago, mi brazo se extendió para tomar uno y lo añadí a la compra.

—¿Tienes un espacio mañana? —me preguntó de repente—. Mi esposa quiere que alguien revise su reloj de pared. Funciona pero las manecillas siempre apuntan a las 12.

—Yo puedo hacerlo —respondió una tercera voz. Se trataba del hombre con el que anteriormente estaba discutiendo. Casi me olvido de que aún estaba aquí—. Y por menos dinero que ella. ¿Qué tal?

Pude percibir su resentimiento hacia mí concentrado en esa simple oración. No tengo idea de quién es y es probable que ya me odie.

—Qué mala forma de vender tu trabajo —murmuré, fingiendo no querer ser escuchada. Era obvio que podía oírme, lo sé porque vi de reojo como se cruzó de brazos.

—Ni lo sueñes, Cade —le advirtió—. Arruinaste mi Walkman. No quiero que vuelvas a tocar nada más.

—Ya le dije que eso no fue mi culpa —se justificó el supuesto Cade—. Los cables se enredaron y dejó de funcionar. No era original, créame.

Una carcajada casi se me escapa. La contuve mientras buscaba dinero para pagar la cuenta. Siempre lo hago con efectivo. Una sola tarjeta de crédito a mi nombre sería el punto en el mapa que necesitan para rastrearme.

—Nos vemos mañana —me despedí, tomando lo que había comprado. Fui de prisa a la puerta, reconocí el traqueteo de unos pasos siguiéndome.

Salí a la calle y levanté la bicicleta del suelo. Arrojé las cosas en la cesta lo más rápido que pude, ese hombre de la tienda me interceptó antes de que pudiera escapar. Agaché la cabeza y respiré hondo cómo una medida preventiva para no estallar.

—¡Oye, ladrona!

—¿Cómo me llamaste? —pregunté escéptica.

Al darme la vuelta lo encontré plantado detrás de mí bastante irritado.

—Este es un pueblo pequeño y te estás robando a mis clientes.

—No es mi culpa que las personas piensen que hago un buen trabajo —dije, encogiendo los hombros—. Tal vez solo soy mejor que tú en esto.

—¿Sí? Pues yo tengo una familia que mantener —me recriminó—. Dejarás sin graduación a una joven de 17 años. ¿Eso te hace sentir lo suficientemente culpable?

—Todos tenemos problemas, Cade —empecé a empujar la bicicleta a través de la acera, todavía podía sentir que me pisaba los talones—. Te recomiendo que leas instructivos, son útiles.

—¡Una niña no va a darme consejos!

—No soy una niña —aclaré fastidiada. Me dolió decirlo porque es verdad. Esta vida de adulto realmente apesta—. Háblame cuándo tengas algo que quieras que repare.

—¡Esto no ha terminado! —su grito se volvió tan lejano una vez que me monté en la bicicleta.

Me fui de ahí porque no estoy de humor para sostener una discusión. En el pasado hubiera sido divertido ponerlo más furioso, ya he perdido el gusto por las pequeñas cosas que disfrutaba.

Con menos entusiasmo, hice el mismo recorrido para regresar a casa. Por fin pude llegar y preparar una taza de café con la que me senté en la ventana de mi habitación. Suelo venir aquí cada mañana y admirar el paisaje. A veces veo a las personas y me pregunto qué estoy haciendo con mi vida.

Pensar en el pasado me aterra. Sé que Cemetery Wind sigue allá afuera, pero ya no me siento tan fuerte. No sé si quiero seguir peleando. Creo que solo debería descansar de esto. He estado esperando durante 5 años a que algo mejore. Ahora que no me queda nada, no estoy segura de poder decir si valió la pena.

Tal vez todo si fue un error.


¡Hola!

Ha pasado un tiempo desde que subí algo por aquí, jajaja. Y bueno, como no me gustan las cosas inconclusas y como lo prometí, aquí esta la introducción a la cuarta película c:

Aún me encuentro desarrollando esta parte de la historia, pero ya tengo varios capítulos preparados. Así que, si hay alguien todavía leyendo por aquí, le agradezco su paciencia.

Nos leemos pronto.