Bien, un nuevo capítulo. Algunos detalles jugosos, algunos misterios, y más. Ojalá les guste. Saludos a todos, y especiales gracias a los que envían reviews. Me alegran siempre que leo uno nuevo.
Disclaimer: todo lo que puedan reconocer pertenece a G.R.R. Martín. Yo solo lo uso para entretenerme y tratar de entretener a otros.
Garlan Tyrell
Había querido partir al amanecer. Sus hombres ya estaban advertidos y se había preparado en consecuencia. Ser Forley Prester se aseguró de que los occidentales también estuvieran listos para partir. Entre ambos, ejercieron suficiente presión sobre los pocos miles de hombres de las Tierras de la Corona. El problema no era ése.
No, el problema, o más bien los problemas, eran los Frey y la Fe. Los últimos eran poco más que una turba desorganizada, y los primeros tenían tanta experiencia militar como un grupo de septas. Para cuando lograron estar listos para partir, el sol ya asomaba por el horizonte. Garlan, rabioso, había mandado un nutrido grupo de hombres de armas, arqueros y algunos caballeros a la retaguardia, para estar seguro de que no se quedaran atrás. Si por Garlan hubiera sido, los habría dejado atrás a ambos. Diablos, habría dejado a la escoria de la Fe en Desembarco del Rey.
Por desgracia, no podía.
La Fe no respondía, al menos en efecto, ante el Trono de Hierro. Sus fuerzan eran un insecto molesto en sus oídos, pero prefería tal insecto en su vista que fuera de ella. Y puede que no fuera el más dedicado a sus lecciones cuando era niño, pero conocía la historia y sabía los problemas que la Fe había supuesto hasta para los hijos del Conquistador. No permitiría que hicieran lo mismo ahora, cuando su familia finalmente tenía acceso al Trono de Hierro y su hermana era reina.
En cuanto a los Frey…el Joven Lobo estaba desesperado para aceptar casarse con uno de los engendros de Walder Frey. Había visto lo suficiente de ellos en las horas que había estado en Los Gemelos para que le durara toda la vida. Además, el retraso y las demoras en los preparativos para marchar más temprano ese día solo le daban más argumentos para creer que la Casa Frey no tenía ningún espíritu marcial. Sin embargo, Garlan trajo al grueso de sus fuerzas con él, al igual que a casi todos los parientes del Finado Lord Frey, pero no por esa basura que había dicho en Los Gemelos. Ciertamente no necesitaba las espadas de los Frey, pero podría necesitar su puente si, contra todas sus expectativas, la batalla contra Jon Nieve y su ejército salía mal. Si eso sucediera, su vía de retirada pasaría por Los Gemelos, y por los dioses que veía a los Frey capaces de aprovecharse de su necesidad si llegaba a su puente perseguido por un ejército enemigo.
"Bueno, Jon Peake y sus hombres serán muy útiles si esto sale mal" pensó, recordando al noble que había dejado a cargo de 300 hombres de armas para ayudar a defender Los Gemelos.
Tras unas horas de marcha ordenó que se detuvieran para una comida rápida. Era ya muy pasado el mediodía. No consintió que descargaran los carros ni que los hombres se alejaran demasiado, para molestia de los Frey e incluso de algunos del Dominio, pero tenía la intención de reanudar la marcha apenas terminaran de comer y no quería perder tiempo reuniendo a un tercio del ejército de vuelta.
Estaba comiendo cuando alguien vino a verlo. El segundo de los hermanos Meadows, Gunthor. Su rostro no auguraba nada bueno, y sus palabras lo demostraban. Al parecer, las tensiones estaban creciendo dentro de su ejército, en concreto, entre los Pobres Compañeros y los Frey. Los primeros no tenían reparos en mencionar en voz alta sus preocupaciones de que los dioses podrían no vieran su causa con justicia si se asociaban con rompedores de juramentos y apóstatas que renegaban del sagrado derecho del invitado. Los Frey no se habían quedado callados, y pronto empezaron a comentar sobre campesinos huidos de sus campos para intentar mandar a sus superiores, hombres sin disciplina y falsos fieles.
Garlan acabó su comida de dos bocados y ordenó que se prepararan para partir de inmediato. Un mensaje enviado con un jinete bastó para que su primo Raymund reuniera quinientos hombres de armas, la mayoría de la Casa Tyrell, y marchara entre los hombres de Los Gemelos y los de la Fe. No serían tan estúpidos para meterse con la familia de la reina y de su comandante si querían llegar a las manos.
Aun así, la batalla no podía llegar demasiado pronto. De acuerdo a los informes de Ser Garreth, los salvajes se retiraban rápido, pero tenía noticias de que muchos de ellos, con el Rey a la cabeza, se dirigían al oeste en vez del norte. Garlan no estaba seguro de porque era eso, pero no iba a verle los dientes a ese caballo.
Si Jon Nieve y sus salvajes se distraían para saquear o intentar una trampa, los dejaría. Era nieto de Olenna Tyrell por parte paterna y del Señor de Antigua por parte materna. Era hijo del Guardián del Sur y hermano de la Reina de los Siete Reinos.
"Hace falta más que un bastardo rompejuramentos y sus salvajes para derrotarme" pensó, espoleando a su caballo.
Rijeth Wull
Alzo el brazo con todas sus fuerzas, apuntando al lugar justo al lado de dónde había golpeado por última vez, bajando con fuerza…y cortando otra porción de hierba y tierra. Con un gruñido, cogió el mango de la pala con la mano libre y arrojó lejos lo que acababa de cortar. A su alrededor, cientos estaban haciendo lo mismo, abriendo una gran trinchera que corría larga, de un extremo a otro del terreno que separaba ambos bosques, al pie de la colina. Justo enfrente del campamento.
Todos, los diez mil hombres y mujeres que formaban este ejército, habían sido levantados antes del amanecer y puestos a trabajar. Por orden del Rey en persona. Tras la larga marcha del adía anterior, habían establecido el campamento y dormido unas pocas horas antes de que tuvieran que trabajar. Ahora, mientras seguía cavando, la pala en sus manos subiendo y bajando, Rijeth sentía el sudor corriendo por su frente y su espalda mientras ponía toda su fuerza en esta tarea.
Acaba de terminar con otra sección, la trinchera tan profunda que sus rodillas quedaban bajo el nivel del suelo, cuando una voz lo sobresaltó.
"Oye" alzó la vista y vio a dos salvajes, hombre y mujer, mirándolo. Cada uno llevaba sobre su hombro el extremo de un palo del que colgaba un venado muerto "¿Sabes dónde debemos dejar esto?" preguntó el hombre, señalando al animal a su espalda.
Asintió mientras tomaba aire "En el campamento. Hay una mujer, Ery, que es Guardia del Rey. Ella se encarga de la comida" con un gesto, ambos se encaminaron hacia el campamento. Rijeth se tomó un momento, su mirada pasando por los alrededores.
Eran millares los que, como él, estaban cavando las trincheras, pero no eran ni la mitad del ejército. Los demás estaban trabajando. Cientos habían sido enviados a las cercanías a buscar cualquier alimento disponible y traerlo al campamento. Conejos, venados, zorros, faisanes, huevos de aves, bayas, miel silvestre. Si se podía comer, debía ser obtenido y llevado al campamento lo más pronto posible. Otros más talaban árboles (no de los bosques que flanqueaban el campamento) y los arrastraban al campamento, dónde la madera era literalmente devorada por una multitud de hombres y mujeres con machetes y hachas para aprovechar hasta la última astilla.
En medio de éstos, vio al Rey, trabajando junto con todos los demás.
Jon
Se había pasado los primeros momentos del día dando las órdenes. Puso al mando de algunos lugares a los diversos miembros de su Guardia Personal, quedando sin más compañía verdadera que Fantasma. Cuando estuvo seguro de que cada hombre y mujer sabía cuál era su trabajo, Jon se unió a todos los demás. Cada par de manos contaba.
Así pasaron las primeras horas del día: ayudó a arrastrar troncos hasta el campamento, recogió setas y bayas comestibles durante una vuelta por el bosque para ver cómo iban los recolectores, se aseguró de que los vigías estuvieran alertas en caso de cualquier vista extraña.
Ahora estaba en las afueras del campamento, donde medio centenar de hogueras ardían. Encima de ellas, recipientes de metal que iban desde tazas pequeñas hasta grandes cacerolas se usaban para calentar clavos sacados de barriles del tamaño de un hombre. Cuando dos clavos estaban lo bastante calientes para ser sacados, eran colocados unos contra el otro y retorcidos hasta formar un pincho. Éstos eran sumergidos en cubos de agua traída desde el riachuelo para enfriarse, y luego arrojados sin ceremonias en grandes cestas de mimbre.
Cogió uno, mirando las puntas afiladas antes de asentir para sí mismo, devolviendo el objeto a la cesta.
El campamento era un bullicio de actividad, y a pesar de tener diez mil personas a su disposición, Jon temía que no tuviera suficiente ayuda o tiempo para preparar el campo dónde pelearían.
Alejando esos pensamientos, Jon se encaminó hacia dónde varios hombres trabajaban con cuchillos grandes y pequeños, afilando troncos de árboles jóvenes para crear empalizadas. No serían muy grandes ni muy elaboradas, pero cada defensa posible sería hecha. Necesitarían todos los recursos que tuvieran a mano si querían sobrevivir.
Fue así como, tiempo después, se secó el sudor de la frente surgido de su más reciente tarea. Mientras observaba como tres hombres se llevaban el tronco recién preparado para colocarlo en el lugar indicado, se alejó, dispuesto a ver cómo iban el resto de las cosas.
La trinchera avanzaba bien; lo bastante amplia para que un caballo no pudiera saltarla y lo bastante honda para que se quebrara una pata si no iba con cuidado.
"Perfecto para detener una carga de caballería" pensó con satisfacción, antes de ir a ver el campamento.
Al menos mil hombres y mujeres estaban en el campamento mientras el resto trabajaba con trincheras, clavos, árboles y recolectando comida. Unos doscientos habían sido encargados de salar la carne, almacenar las frutas y preservar el resto de la comida, tanto la que tenían al llegar como la que obtuvieron por las partidas de caza. Los demás, bueno…Jon les había dado una serie de tareas que los hicieran parecer más débiles de lo que en realidad eran.
"Rogar, Cedrik" llamó al ver a los dos miembros de su Guardia Personal "¿Cómo están las cosas?"
"Ya tenemos más de mil, Rey. A este paso, deberíamos terminar para mañana al amanecer" dice Rogar, extendiendo el arma para que Jon la examine.
Jon la mira; es una lanza larga, o al menos esa es la idea. En realidad, no es sino un largo palo con un extremo afilado con un cuchillo y endurecido en el fuego de la hoguera. Duda que sea capaz de matar a un hombre con armadura de cuero, y menos aún a uno que use acero o cota de malla. Pero servirá para su propósito.
"Daremos una a cada arquero" explica Jon ante la confusión que observa en los rostros de ambos Guardias. Lanza un golpe con la lanza a la nada, probando su equilibrio.
"No haremos mucho daño a los Tyrell con tales armas, Alteza" comenta el Burley.
Jon asiente, señalando su acuerdo "Pero harán que los Tyrell se confíen" añade, sonriendo levemente antes de devolver la lanza con las demás que ya estaban terminadas.
"¿No es algo malo tener un enemigo confiado?" pregunta entonces el Flint. Él es el más joven de la Guardia Personal de Jon.
"Depende del momento" replica Jon "Es malo tener a un enemigo confiado después de la batalla, no antes. Cuando está confiado, el enemigo comete excesos, y entonces es el momento para golpearlo con fuerza" le explica.
El muchacho asiente, y Jon se siente en ese momento mucho mayor que él. Aclarándose la garganta, se despide y va a ver a Ulre. Para ello debía subir la colina que hay a espaldas de su campamento; la subida fue dura, al extremo de que resbaló dos veces y tuvo que usar sus manos. Fantasma no tuvo tales dificultades.
Cuando finalmente llegó a la cima, necesitaba unos momentos para recuperar el aliento. A pesar de todo sonreía; si él tenía dificultades para subir con ropa sencilla encima, solo podía imaginar las dificultades que tendrían los soldados con armadura completa para realizar semejante tarea.
Justo antes de descender por la cara suroccidental de la colina, el riachuelo se curvaba, formando un meandro perfecto. Su tamaño lo hacía ideal para crear un establo improvisado; las aguas formaban tres partes de las cercas, y la última, que era la única que necesitarían erigir, estaba siendo construida en esos momentos por unas cien personas o algo así, dirigidas por Ulre. Su Guardia Personal lo saludó con un gesto al notarlo acercarse, pero no se levantó hasta terminar el nudo que estaba haciendo.
"¿Qué opinas de las cercas?" preguntó Jon a Ulre al llegar a su lado.
El hombre se rascó la cabeza, observando el trabajo que los demás realizaban con troncos podridos, tocones e incluso algunas rocas alargadas, todo lo cual habían encontrado en la cima de la colina "Podríamos dejar encerrados a los animales, pero…Rey, esto no servirá mucho tiempo. Una mula molesta o un acaballo asustado podría escapar sin mucha molestia" su tono era una mezcla de molestia y sinceridad, junto con algo de impotencia.
"Haz lo mejor que puedas con lo que tengas a mano" Jon no les había dado muchos recursos para levantar las cercas; las defensas en la base de la colina eran mucho más prioritarias que el bienestar de sus bestias, y no podría prescindir de hombres para cuidarlas cuando el enemigo llegara.
Estuvo hablando unos momentos más con Urle y otros antes de alejarse, siguiendo el riachuelo hasta donde algunos hombres y mujeres, divididos en varios grupos de seis o siete miembros probaban cruzar el riachuelo. El sistema era simple: el miembro más alto de cada grupo intentaba cruzar el riachuelo, bien atado por la cintura con la una soga a la que se aferraban los demás desde la orilla. Si las aguas se probaban demasiado peligrosas, sería arrastrado de vuelta a la orilla. Hablando con ellos, Jon aprendió que, al menos hasta el momento, no habían encontrado ningún punto por el cuál fuera posible vadear el riachuelo.
Estaba bajando la colina cuando vio dos figuras que la subían. Se encontraron a medio camino, y Jon dejó que ambos hombres ante él recuperara el aliento antes de hablar.
"Ollithp, Ghegor" reconoció a ambos "¿Qué tienen que decirme?" les había dado a ambos una tarea, y solo una tarea. Vigilar al ejército que sin duda venía por él.
"Están viniendo" inició Ollithp "Marchan por el mismo camino que nosotros" añadió un momento después.
"Ya veo" dijo Jon "Los hombres que estaban en Los Gemelos, ¿vienen con ellos? ¿vieron estandartes como los del castillo?" preguntó ahora, por un momento temiendo lo que pasaría si la respuesta fuera no.
No temió mucho tiempo.
"Vienen, Rey" dijo ahora Ghegor "Mi búho estaba en un árbol cerca del camino, y los vio marchando con los demás. Las rosas, los leones y otros"
"Perfecto" pensó Jon, antes de volver a hablar "¿Cuántos hombres dirían que son los que salieron del castillo?" preguntó, alternando la mirada entre ambos cambiapieles para dar a entender que la pregunta iba para ambos.
Ollithp y Ghegor se miraron, el primero sacudiendo la cabeza y el otro rascándose el largo cabello de color caoba salpicado de vetas grises. Al final, el primero habló.
"Muchos menos que los que estamos aquí, Rey. Dos mil, o tres a lo sumo, pero no más" a su lado, Ghegor asentía en acuerdo.
"Más que perfecto" pensó de nuevo Jon "¿Y el resto del ejército?" preguntó ahora. Tenía la intención de verlos él mismo a través de los ojos de Fantasma, pero no descartaba otras opiniones.
"Treinta mil, al menos. Tal vez cuarenta mil" dijo Ghegor, intentando ocultar sus nervios ante ese número.
Jon también fingió una calma que no sentía al responder que eso sería todo. Les agradeció a los dos cambiapieles antes de enviarlos devuelta al campamento.
No tenía miedo a los Frey, pero si le temía a las fuerzas que venían con ellos. Después de todo, ser superad por un enemigo que poseía una gran cantidad de caballería mientras él no tenía ninguna era mucho más preocupante.
"El valor no es no tener miedo" se recordó, como su padre le había enseñado tantos años atrás "El valor es actuar a pesar del miedo"
Lyonel Tyrell
Había estado ansioso por probar la batalla. Toda su vida, había ansiado la gloria. En eso se parecía a su primo Loras.
"Pero Loras no está aquí" pensó, una sonrisa engreída luchando por plasmarse en su rostro al pensarlo "Que él se quede cuidando a su hermana y al niño Rey. Yo iré al campo de batalla y me haré un lugar en las canciones que se cantarán"
Cuando se unieron a los Lannister para destruir a Stannis Baratheon, él había estado con las fuerzas de la última oleada. Para cuando finalmente llegaron, la batalla ya había terminado. Su único papel en la Batalla del Aguasnegras fue conducir a los hombres y señores derrotados hacía sus prisiones temporales, una humillación que no había olvidado y que limpiaría con su papel en esta guerra. Si bien los salvajes, tanto los que habían llegado desde el Norte del Muro como los que no, eran oponentes muy inferiores a Stannis Baratheon, eran oponentes de todas formas, y con eso se conformaba.
Para su deleite, esa noche lo convocaron a un consejo de guerra. Bien, en realidad no era el consejo en sí lo que lo deleitaba si no las noticias que se transmitieron en él. Garreth Flores era un bastardo huraño, y no lo decía solo debido a que nació en el lado equivocado de las sábanas. Era un hombre que nunca sonreía, nunca se daba un gusto, ni aprobaba que otros se lo dieran, si las miradas de desaprobación que cargaba siempre que lo veía en la marcha o mientras acampaban eran una indicación para Lyonel.
Pero aunque Flores no sonriera, Lyonel si lo hacía. Y lo hizo cuando el otro hombre confirmó que sus exploradores habían encontrado al ejército salvaje. Su sonrisa solo se amplió cuando dijo que solo había unos diez mil salvajes, el Rey entre ellos. Y no parecían estar retirándose, sino que se habían establecido en un lugar.
"Mis hombres siguen buscando a los demás, pero aún no ha habido noticias de ellos. Solo puedo asegurar que no están cerca, ni de sus compañeros ni de nosotros" aseguró el bastardo, sin sonreír.
"Cada vez mejor" pensó Lyonel, la sonrisa amenazando con romperle la boca. ¿Qué le importaba a él dónde estaban algunas salvajes sucios? El que importaba era el bastardo Jon Nieve "Y ya sabemos dónde está"
"¿A qué distancia están de nosotros, Ser Garreth?" preguntó entonces su primo Garlan, cortando los murmullos y comentarios esporádicos entre los presentes.
El hombre respiró hondo antes de hablar "Si marchamos sin detenernos, podríamos llegar justo antes del anochecer de mañana" respondió.
"De acuerdo" dijo Garlan, pensando un momento antes de seguir "Haremos ese recorrido en dos días" dijo.
Disentía con esa idea, y lo hizo saber. Muchos otros también lo hicieron, y una discusión empezó en ese momento. Argumentos fueron lanzados, discutidos y cambiados más de una vez. Pero al final, lograron ponerse de acuerdo. Un acuerdo que molestó a su primo, aunque lo ocultó bastante bien. Otros, como Garibald Shermer y Forley Prester, no lo intentaron, y sus ceños fruncidos hicieron difícil que Lyonel no se burlara de ellos.
"Los viejos son siempre demasiado precavidos" pensó con desdén al escuchar a ambos hombres argumentar que agotarse en la marcha los pondría en peligro si los salvajes intentaban algo "Uno de nosotros vale diez salvajes. Que intenten lo que quieran, el resultado será el mismo"
Para cuando salieron de la tienda esa noche, muchos estaban tan satisfechos como él. Daven Lannister, los hermanos Meadows, el caballero Crackhall al que llamaban Jabalí, Leton Lefford, Alex Serrett, Manfred Banefort, Jon Peake, Robert Ashford y Emmon Costayne. Inclusive algunos Frey, como el tal Walder el Negro, habían apoyado la propuesta.
"Un día más" pensó Lyonel, bebiendo una copa de buen vino en la soledad en su tienda "Solo un día más, y la gloría será mía" la saborearía más de lo que nunca saboreó ninguna comida o vino.
Bael
Llevaba tanto tiempo memorizando todo que podría haberlo hecho dormido. Diablos, estaba seguro de que si preguntaba, sin duda le dirían que murmuraba de pasillos, celdas, almacenes y otras cosas. Pero valdría la pena, o eso esperaba.
Si esto tenía éxito, se volvería inmortal. Bael el Dos Caras. Bael el Sigiloso. Bael el Astuto. Tal vez sería tan famoso como Bael el Bardo. Y si fallaba era hombre muerto. El Rey Jon se lo había dicho la primera vez que hablaron, y nunca había visto tanta sinceridad en la cara de un hombre como en ese momento.
"Pero al menos moriré con un arma en la mano" pensó, consolándose con eso, y más aún con lo que el Rey le había garantizado cuando aceptó ponerse a su servicio para este "Mis hermanos vivirán en un castillo, y mis padres tendrán un techo sólido sobre sus cabezas y un fuego para mantenerlos calientes en invierno" era más de lo que nunca habían tenido, y Bael con gusto moriría para garantizar eso para su familia.
Se pasó la mano por la cara, sintiendo rara la falta de cabello. Estaba tan lampiño como un niño. Cuando su mano subió a su cabello, hizo una mueca. Le había dolido, aunque nunca lo admitiría, cortarse su cabello. Ahora estaba tan corto que su frente, sus orejas y su nuca eran perfectamente visibles. Con algo de suerte, y si salía de todo esto con vida, podría dejárselo crecer de nuevo.
"Bael" la voz de Rog lo sacó de sus pensamientos "Danos una mano con la sopa" le pidió el hombre, su cabello tan corto como el de él dejando al descubierto su nariz ganchuda y su labio torcido.
"De acuerdo" dijo, susurrando como ya se había acostumbrado a hacer, y mirando a sus alrededores para estar seguros de que estaban solos en el bosque. A estas alturas, ya era una segunda naturaleza.
Howland Reed
La Ciénaga de las Mil Lenguas era un lugar único en el Cuello. Era el único punto del mismo dónde se concentraban tantas de esas plantas largas, delgadas y difíciles de agitar en el viento. Su pueblo las llamaba comúnmente "lenguas" porque asemejaban a tales cosas. Se las encontraba esporádicamente en los Pantanos del Cuello, de a dos o tres, pero en este lugar, en el extremo sur de su tierra, había una infinidad de ellas hasta dónde alcanzaba la vista. Las más pequeñas eran pisadas cuando alguien sin experiencia cruzaba por allí. Las más grandes, si estaban unidas en un grupo de unas veinte o treinta, podían ocultar a un hombre adulto sin dificultad.
Fue allí donde se dirigió con todos sus señores vasallos y una parte de las fuerzas de éstos. En realidad, llevaba solo unos pocos cientos de hombres, pero no eran los hombres los que importaban, sino las balsas.
Los lacustres habían implementado las balsas durante miles de años, como un medio más rápido para transportarse por el Cuello. Las usaban para visitarse y ayudarse unos a otros, para buscar alimentos, para pescar y cazar, y para reunirse y acosar a cualquier enemigo que entrara a sus tierras. Incluso, y esto siempre había dado un cierto orgullo a Howland, sus antepasados habían encontrado la forma de hacer que Atalaya de Aguasgrises fuera imposible de atrapar. Habían usado balsas y otras embarcaciones inspiradas en éstas para hacer flotar el castillo y literalmente moverlo a lo largo del Cuello.
Howland había traído casi 300 balsas con él, cada una guiada por una pareja de lacustres que manejaban los remos. Cuando se hubieron ocultado bien, Howland envió unos pocos hombres a tierra firme para recibir a los hombres del Rey que debían llegar pronto.
Mientras esperaban, examinó a su gente y habló con ellos. Era un viejo hábito, una forma de conocer a sus hombres y que sus hombres lo conocieran. Fue así que se encontró hablando con varios hombres antes de que una mano se posara en su hombro.
"Una palabra, Howland. A solas" le pidió Bryan Peat. Howland se despidió de los hombres con los que hablaba y caminó junto a su banderizo.
"Se trata de Jyana" dijo Bryan, y Howland no podía decir que estaba sorprendido "Mi hermana lleva dos meses en mi hogar, y cada vez que trato de hablar con ella sobre ti, desvía la conversación. ¿Qué rayos sucedió?" preguntó su cuñado, frunciendo el ceño.
Howland suspiró "Aún está furiosa por permitir que Jojen y Meera fueran a Invernalia. Con todo lo que pasó…no saber de ellos la afecta mucho" le dijo.
Bryan soltó una risa sin humor "Aún recuerdo cuando se casaron, sabes" le comentó "Mi madre te miraba como si fueras el peor monstruo de la historia, y Jyana hacía todo por mantener la paz entre ustedes"
"Recuerdo bien esos días" la madre de su esposa era una mujer muy hogareña, y no le agradó que su hija se fuera de casa. Que lo hiciera para casarse con un señor le importaba poco, y no dudó en hacérselo saber a Howland "¿Cómo esta Jyana?" preguntó ahora, melancólico por la ausencia de su esposa.
"Entretenida. Mis hijos la mantienen ocupada, y mi esposa agradece la ayuda para cuidar a esos niños. Lo juro, a veces juraría que son un pequeño ejército" rió Bryan, y Howland se le unió. Cuando las risas cesaron, su cuñado lo miró, y parecía listo para decirle algo, antes de morderse el labio "Un consejo, si lo aceptas" le ofreció su cuñado.
"Siempre" le dijo Howland.
"Ve a ver a Jyana pronto. Hay algo que…te interesará saber" y con esas palabras y una palmada en el hombro, Bryan Peat se alejó, dejando a Howland confundido y pensativo.
Pasó el resto de sus momentos libres ese día imaginando a que se referiría su cuñado. Pero al otro día, cuando uno de sus hombres lo despertó mientras el sol apenas estaba saliendo, Howland se vio forzado a dejar de pensar en Bryan y Jyana. En cambio, permitió que lo llevaran a tierra firme, más allá de las Mil Lenguas.
Sus hombres ya estaban allí, junto con una pequeña multitud.
"Mi nombre es Howland Reed" dijo, dando un paso al frente y observando los rostros de los hombres. La mayoría eran norteños, pero había unos treinta hombres y mujeres del Pueblo Libre con ellos.
"Soy Yorvik Yorwell, líder del Clan Yorwell" se presentó uno de ellos, un norteño que claramente era de las montañas "Es bueno llegar a tiempo, Lord Reed" su tono era brusco, pero no descortés.
"Sí, lo es. El Rey manda saludos" dijo, recordando lo que el Rey le había dicho que debía decir a cada uno de los que estarían al mando de cada grupo que enviaría a este lugar.
Pero en vez de responder como Howland esperaba, Yorwell solo asintió "Ha sido una marcha larga, Lord Reed. Necesitamos descansar" la insinuación era obvia.
"Vengan, hay un lugar cerca" ofreció, y empezó a caminar por un sendero que solo alguien que hubiera estado medio centenar de veces allí conocería "Manténganse en el camino. Aquí la tierra puede tragarse a un hombre en un momento" advirtió, y quienes vinieron con Yorvik Yorwell se apresuraron a formar una larga columna, muy juntos unos con otros. Sin duda, conocían la reputación del Cuello.
"¿Cuándo vamos a partir?" Preguntó Yorwell, que caminaba a su lado.
"Cuando lleguen los demás" respondió Howland "Sois los primeros" le comentó al montañés.
El hombre pareció complacido con eso, y más cuando le mostró un pequeño bolsillo de tierra cerca de allí, dónde él y sus hombres se desplomaron en busca de descanso.
Howland acababa de terminar de hablar con ellos cuando le avisaron que un segundo grupo se acercaba. Despidiéndose apresuradamente del Yorwell, fue a recibir a los próximos hombres.
Y así, durante gran parte de la mañana, fueron llegando los distintos grupos de hombres. Unos venían directamente desde el este, pero otros llegaron desde el sur o del suroeste. Al hablar con ellos, supo que habían debido desviarse para evitar pequeñas aldeas o granjas en el camino, en aras de no ser vistos por ojos indiscretos. Por fortuna, los cambiapieles que los acompañaban fueron esenciales para que no tuvieran sorpresas en el camino.
Howland saludaba a todos los líderes, y a todos les decía una frase en común: "El Rey manda saludos". Pero hasta el momento, ninguno de ellos había sabido responderle con las palabras correctas, ni le había entregado las cartas que el Rey le había prometido enviar con uno de los líderes.
Para el mediodía ya habían llegado siete de los diez grupos, pero ninguna de las cartas. Howland intentaba convencerse de que simplemente se retrasaban, pero era más complicado que eso. Sin las cartas, no estaba seguro de poder hacer lo que el Rey esperaba luego de él. Eran vitales para la estrategia que había planeado el hijo de Stark.
La espera no era simple; mientras los hombres llegados a lo largo del día y los lacustres se inquietaban, los cambiapieles exploraban por medio de sus animales los alrededores, buscando a los que faltaban y asegurándose de que no hubiera nadie cerca.
Era una situación muy tensa, con más de mil hombres y mujeres reunidos en un solo lugar, y conscientes de que un solo par de ojos podían arruinar sus planes. O más bien, los planes del Rey.
Por fin, cuando el mediodía ya había pasado, le informaron de que un grupo de hombres muy grande estaba marchando. Salió a saludarlos, y comprobó que efectivamente, eran todos los que faltaban. Al parecer, se habían reunido en el camino y habían acordado hacer el último tramo juntos. Estaban dirigidos por un hombre de una casa vasalla de los Manderly, un señor menor norteño y una mujer de más allá del Muro. Y para agrado y tranquilidad de Howland, el primero traía las cartas del Rey. Las tomó con gratitud, y mientras sus hombres guiaban a los últimos llegados al mismo lugar que los otros para que descansaran un momento, Howland examinó las cartas.
Había una que tenía su nombre, otra que estaba dirigida a los señores y caudillos que lideraban el grueso del ejército hacia el norte, y una más que contenía instrucciones específicas. Todas estaban selladas con cera y lacre.
Howland abrió la carta que tenía su nombre y comprobó que allí estaban aclaradas el resto de las tareas y obligaciones que el Rey tenía para él hasta que se volvieran a encontrar, junto con una clara prohibición de que las otras cartas se abrieran aún. La que estaba dirigida a los líderes del ejército debía abrirse solo en presencia de éstos, mientras que la que llevaba instrucciones debía abrirse solo cuando la fortaleza fuera asegurada.
Cuando hubo leído la carta dos veces, Howland se dirigió a los hombres que habían quedado con él, todos ellos lacustres.
"Busquen a los diez hombres y mujeres que llegaron al mando de estas huestes. Y busquen además a Oron Quagg, Bryan Peat, Beron Marsh, Loren Fenn, Tabold Bold, William Blackmyre, Elis Greengood y Thomas Cray" les encargó "Que se reúnan conmigo de inmediato, aquí mismo"
Al poco tiempo, estaban reunidos. Howland no se demoró.
"Todos estamos aquí reunidos porque el Rey nos dijo que debíamos venir aquí. Todos tienen preguntas, algunos ya las hicieron y otros no. Así que voy a decirlo lo más claro posible" declaró, mirando a sus vasallos "Como les dije, el Rey quiere que los lacustres naveguen por el Forca Verde. Lo que no dije hasta ahora es que debemos llevarlos a ellos" hizo un gesto con la mano hacia los diez hombres y mujeres que habían llegado ese día "y sus hombres con nosotros, y desembarcarlos en un punto específico"
Logró callarlos a todos con un gesto de la mano antes de soltar lo demás.
"El Rey les dijo que debían venir aquí, que los cambiapieles los guiarían hasta este lugar que él les había mostrado. Lo que no saben es que yo le dije al Rey de este lugar, como un lugar oportuno para que os reunierais antes de ir con mi gente por el río hasta vuestro destino" tomó aire antes de soltar lo demás.
"Todos ustedes, y también los hombres y mujeres debajo de ustedes tendrán un rol que desempeñar…para tomar Los Gemelos"
Val
Llevaban ya días con estas defensas, y Jon parecía no haber terminado. Cada vez que Val pensaba que no había nada más que hacer, Jon descubría otra cosa. Solo el día anterior, encontraron un molino abandonado un par de millas al oeste. En su interior no había comida, sino paja. Grandes cantidades de paja. Si no hubiera conocido bien a Jon, hubiera pensado que se había vuelto loco al ordenar que la trajeran toda al campamento. Que hacerlo les costara un centenar de hombres y varios carros durante buena parte de la jornada le dio a entender que era importante. La mitad de la paja fue dejada en el campamento, y el resto en la cima de la colina a sus espaldas.
Fue después de la comida del mediodía que Jon la llamó a reunirse con él en las afueras del campamento. Otros también fueron llamados. Val les prestó atención, y se dio cuenta de que eran en su mayoría caudillos de clanes pequeños y señores menores del Norte, junto con un par de vasallos de Manderly. Ella era una de los pocos que parecía acostumbrada a estar ahí. Otros eran Ygon Oldfather, Halleck y Sigorn Thenn. Los norteños eran pocos, solo una media docena, y no reconoció a ninguno.
Jon por su parte, estaba acompañado de toda su Guardia Personal y de Fantasma.
"El enemigo llegará pronto, tal vez antes del anochecer, y debemos estar listos para recibirlos" inició Jon, cruzando las manos a la espalda. Parecía mucho mayor de lo que era "A partir de este momento, cada persona en este campamento se mantendrá cerca de sus armas y lejos de la bebida" cuando algunos fueron a protestar, los cortó de inmediato "¡Van a necesitar su cabeza despejada, si no quieren perderla en la batalla!" respiró hondo, antes de darse la vuelta y señalar hacia el oeste.
"Por el momento, les diré todo lo que necesitan saber sobre el enemigo. Su ejército es mucho mayor que el nuestro, al menos treinta mil hombres" en ese momento el lobo huargo se aproximó a su maestro, y el Rey la colocó sobre la cabeza del animal, que estaba a la altura de su hombro "Pero están divididos, cada uno peleando por motivos propias. Leones, Rosas, hombres de la Corona, citadinos, hombres de la Fe del sur, y claro, los Frey. Son una espada que viene por nosotros, pero esa espada tiene muchas grietas. Golpearemos esas grietas y la romperemos pieza…por pieza…por pieza" en el tono de Jon había una confianza absoluta, y eso consoló a Val.
¿Qué importaban las probabilidades? Ya las habían derrotado antes. Podían hacerlo de nuevo.
"Muchos de ustedes están conmigo desde que cruzaron el Muro. ¿Recordáis lo que os dije cuando los hombres de las montañas del Norte vinieron al Agasajo?"
Muchos se miraron entre sí, pero no tuvieron respuesta. Val misma posó sus ojos en Halleck y en Sigorn, pero el primero se encogió de hombros, impotente, y el segundo solo negó con la cabeza.
"Yo aspiro a mucho más, tanto para mí como para los que me sigan. Yo aspiro a forjar paz; una paz verdadera y duradera" dijo Jon, y Val se sintió transportada a ese momento, más de un año atrás, cuando Jon dijo esas palabras ante miles.
"A veces el camino a la paz pasa por la guerra. Recorreremos un tramo peligroso, pero les prometo esto: yo estaré junto a ustedes siempre"
Jon
Los últimos rayos del sol acariciaban su nuca, creando una tibia sensación que, sin embargo, no podía imitar el cálido aliento de cualquiera de sus mujeres mientras dormían a su lado.
Todo estaba listo. Las defensas preparadas, sus hombres tan listos como nunca lo estarían, su posición elegida y preparada con cuidado, y todos los recursos de las inmediaciones en sus manos.
La batalla se acercaba con cada momento que pasaba, y sería una a la altura de la batalla con los Bolton. Una que podría cimentar o destruir a su reino, a su Pueblo y tal vez a su familia. Jon rogaba para que ese no fuera el caso; había tomado sus previsiones para que incluso si su vida se perdía, aquello por lo que había combatido tanto tiempo no lo hiciera.
"Si nos derrotan aquí, aún tenemos el Foso. Al menos no llegarán a Invernalia" se decía, buscando convencerse de que su hogar y su familia estarían a salvo pasara lo que pasara.
ARRROOOOOOO
El sonido lo hizo acercar su mano a Hermana Oscura en su cinturón. No necesitaba mirar detrás para saber que el cuerno venía desde los centinelas en la colina, ni que hombres y mujeres se apresuraban a prepararse para la batalla, cogiendo armas, formando líneas y reuniéndose para formar un frente sólido.
Su vista estaba en la vasta planicie que iba hacia el este, y en la gran masa que se distinguía en el horizonte, junto con los sonidos que solo podían hacerse con la aglomeración masiva de hombres y bestias.
Garlan
Rodeado por cincuenta caballeros y el triple de hombres de armas, todos montados, Garlan había liderado a su ejército fuera del Camino Real y hacia el oeste, atravesando bosquecillos, arroyuelos y algunas colinas de pendientes suaves, siguiendo a sus exploradores. El sol había seguido su recorrido, cegando a Garlan mientras marchaba de frente a él. Eso lo molestaba, por lo que incitó a su ejército a apretar el paso, listo para acabar de marchar y empezar a luchar.
Cuando finalmente el sol se ocultaba en el horizonte, dejando solo unos pocos rayos Ser Garreth Flores lo encontró. Detrás de él, doscientos jinetes ligeros, sus exploradores, lo seguían.
"Allá están, mi señor" dijo el caballero, luego de poner su montura cerca de la de Garlan y cabalgar a unos pasos de distancia.
Garlan siguió el dedo de Ser Flores y vio una gran colina en la distancia, en cuya base había dos bosques. Y en medio de éstos, un campamento.
El sonido del cuerno viniendo de esa misma dirección hizo sonreír a Garlan.
"Cuidado, salvajes. Las rosas tenemos espinas, y están bien afiladas"
Deeeee acuerdo. Sin duda querían batalla, pero debo admitir que esto se alargó más de lo que yo esperaba. Decidí cortarlo acá. Pero el siguiente capítulo les prometo, por mi título, que será la batalla. Y completa. Nada de dejarlo a la mitad. No, toda la lucha se concentrará en el siguiente capítulo. Garantizado.
Hasta ese momento, me despido y les deseo lo mejor a todos.
